Está en la página 1de 196

DESARROLLO DE LAS

CORRIENTES PSICOLÓGICAS
Stchigel, Daniel Omar
Desarrollo de las corrientes psicológicas / Daniel Omar Stchigel;
edición literaria a cargo de Luis Pedro Videla; con prólogo de
Anselmo Kozak - 1a ed. Buenos Aires: Elaleph.com, 2012.
196 p.; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-1701-00-0

1. Psicología. I. Videla, Luis Pedro, ed. lit.; II. Kozak, Anselmo, prolog.

CDD V863

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares


del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción
total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático.

© 2011, Daniel Omar Stchigel


© 2011, Elaleph.com (de Elaleph.com S.R.L.)
© 2011, Anselmo Kozak, prólogo
© 2011, Imagen de cubierta
© 2010, Luis Videla, edición literaria

contacto@elaleph.com
http://www.elaleph.com

Para comunicarse con el autor: s_daniel_omar@hotmail.com

Primera edición

ISBN 978-987-1701-00-0

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en el mes de mayo de 2012 en


Bibliográfika, de Voros S.A.,
Bucarelli 1160, Buenos Aires, Argentina
DANIEL OMAR STCHIGEL

DESARROLLO DE LAS
CORRIENTES PSICOLÓGICAS

elaleph.com
PRÓLOGO
No conozco al autor de este manual, iba a decir “de modo
personal”, sin embargo ¿que tipo de relación puede ser más
personal que la lectura de un texto? Nicolás Maquiavelo en el
destierro se vestía con sus mejores galas para leer a los clásicos,
iba al encuentro de aquellos que apreciaba.
Efectivamente cuando nos acercamos a la Psicología, las
perspectivas son múltiples, los pragmáticos afirman que no
hay una sola forma en que las cosas sean, y eso puede ser
considerado como una virtud o su principal defecto. Pero,
no se puede adoptar como bien lo dice el autor una posición
que reúna todas las perspectivas en forma ecléctica, creo que
se trabaja siempre desde un programa, eso no quiere decir,
que no se debe leer lo que se publica en otras corrientes, sino
que el ejercicio de lectura se hace desde algún lugar, que no
es universal, ni objetivo, es un encuentro entre el lector y el
texto, la recepción no está del lado subjetivo del lector, ni del
lado objetivo del texto, está entre ambos.
Las corrientes psicológicas tienen un aire familiar, tienen
algunos rasgos en común, este es un dato que frecuentemente
se olvida en función del marketing, esta situación produce lec-
turas estereotipadas del resto de las corrientes, así el psicoanáli-
sis sería costoso, se ocupa de cosas del pasado, requiere mucho
tiempo para producir efectos terapéuticos, no es efectivo en el
tratamiento de las adicciones o la anorexia, etcétera.

–9–
DANIEL OMAR STCHIGEL

La concepción de la caja negra como mente, supone que


produzcamos modelos que den cuenta de su funcionamiento;
quiero retomar la idea de Freud en Pulsiones y destino de Pulsiones,
son teorías que nos permiten explicar determinados fenóme-
nos, en cuanto encontramos otra teoría que explique mejor este
mismo fenómeno, dejamos de lado la anterior y adoptamos
la nueva, son andamios, construcciones auxiliares.
El doctor Stchigel plantea adecuadamente las articula-
ciones entre conceptos, su importación de una teoría a otra,
o bien de una disciplina a la otra, un ejemplo entre otros es
el de aparato psíquico entre Herbart y Freud. Muchas veces
he tenido la impresión al leer determinados textos o escu-
char conferencias que las concepciones allí expuestas eran
creaciones ex nihilo, y por otra parte que, el fin de la historia
había llegado. Verdaderamente no se puede saber de donde
vienen, ni adonde van estas elucubraciones. Otro argumento
opuesto es el de la autocracia de la clínica, su pureza, no hay
posibilidad de tratamiento alguno, sin una relación dialéctica
entre práctica y teoría, la teoría es una perspectiva desde la cual
se accede a la clínica, y la clínica modifica la teoría y produce
sus cambios conceptuales. Acuerdo con Laing y Cooper que
la aplicación inmediata de la teoría a la práctica, sin tener en
cuenta la singularidad del caso, es un mecanismo de defensa
del terapeuta.
Creo que la intención del autor de actualizar este manual
hasta los primeros años de siglo XXI es sumamente elogiable,
teniendo en cuenta la dificultad para estar al día en lo que se
refiere a bibliografía, dada la gran cantidad de material que se
produce sobre Psicología.
La aproximación entre psicoanálisis lacaniano y cogniti-
vismo es más que sugerente, ambos comparten en sus funda-
mentos teóricos el constructivismo, la realidad no nos es dada

– 10 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

de antemano, se construye, aunque sus prácticas están en una


relación sumamente divergente, podemos afirmar entonces,
que las prácticas no se infieren en forma inmediata de las teo-
rías, las mismas están atravesadas por contextos históricos.
Las referencias al lenguaje en Vigotsky, Lacan y otros au-
tores es ineludible, la concepción que se hace del lenguaje da
cuenta de la idea de sujeto en cada corriente, no se puede ela-
borar ninguna práctica clínica, ninguna estrategia o táctica, sino
se tiene en cuenta que concepto de lenguaje está presente.
La perspectiva de un encuentro afortunado para la Psi-
cología en el capítulo de Perspectivas, plantea el problema de la
lectura, toda lectura es de algún modo una lectura sesgada, un
missreading como lo plantea Harold Bloom, en este sentido
acuerdo con la necesariedad del estar atento del psicólogo, es
decir, un intento de estar a la altura de las circunstancias, ser un
hombre de su tiempo. Esto requiere un esfuerzo y una apertura de
la mente que no se deje atrapar fácilmente por cosmovisiones
o el atractivo de las supuestas novedades alternativas. Por eso,
es importante la historia de los conceptos, la historia no es el
pasado, sino lo actual, lo vigente, son aquellos conceptos que
siguen siendo efectivos y productores de nuevos sentidos.
La crítica al concepto de adaptación es importante, las
referencias de R. Callois en Mimetismo y Psicastenia legendaria
subrayadas por Lacan también dan cuenta de lo inadecuado
del mismo, hay especies que se mimetizan con su ambiente y
mueren devoradas por otras especies, pero ya Descartes en su
sexta Meditación Metafísica plantea lo que Freud va a responder
trescientos años después con el concepto de pulsión de muerte
¿por qué alguien haría algo sabiendo que puede ir en contra
de sí mismo?
Anselmo Kozak

– 11 –
INTRODUCCIÓN
El libro negro del psicoanálisis y Los nuevos psi han obligado a un
replanteamiento y una búsqueda de un nuevo lenguaje en el
campo de la psicología, similar al que se generó a partir del
auge del estructuralismo en los años 50 y 60 del siglo XX. Estos
textos críticos obligan a poner sobre el tapete los conceptos
operativos de la disciplina, aquellos que se dan por sentado
y cuyo sentido se da por sobreentendido. Una ciencia no
puede avanzar si no se tira de los puntos vacíos, de las faltas,
de los aspectos no desarrollados o los datos anómalos, para
ponerlos en el centro produciendo un salto gestáltico que re-
estructure el campo epistémico. El avance institucional de las
terapias conductivo-conductuales ha tenido el mismo efecto
movilizador que el que generaron las críticas al evolucionismo
darwiniano desde la perspectiva del diseño inteligente.
Para un país como el nuestro, que ha seguido siempre
a Francia en el ámbito cultural, este sacudón es positivo,
para motivarnos a buscar nuevos lenguajes y nuevos cruces
interdisciplinarios.
El enfoque terapéutico que se suele dar a la disciplina en
los países latinoamericanos, no depende sólo de la antropología
filosófica o de los supuestos epistemológicos en los que se
basa el profesional. Depende también de los fines que él o los
sujetos que lo consultan se propongan. Algunos, por ejemplo,
no desean dejar de sufrir, sufrir es parte de su identidad, y si
se les quita su sufrimiento, buscan otro. Es aleccionador al

– 13 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

respecto el caso de Marcel Proust, retornando de unas vacacio-


nes tranquilas por temor a no sufrir otra vez de sus habituales
crisis asmáticas. Como decía Freud, el psicótico ama su delirio
más que a sí mismo, pero esa posiblemente sea su alternativa
superadora frente a la miseria personal. Cuando Freud le plan-
teó a una histérica que era mejor sustituir la miseria neurótica
por el infortunio corriente, esa debió leerse más que como
una afirmación, como una pregunta. Hay quienes prefieren
la agonía y el éxtasis.
En este texto nos proponemos, por un lado, realizar un
recorrido por las formas consideradas científicas de la psico-
logía, hasta llegar a las últimas exploraciones desarrolladas por
autores como Damasio en neurociencias y por McClelland en
psicología cognitiva, así como la manera en que las distintas
corrientes han ido ingresando en nuestro país.
Por otro, proponemos mencionar lo que nos parecen las
ventajas y las debilidades de cada enfoque, sin intentar una
síntesis que sería demasiado empobrecedora para los aportes
de cada corriente en particular y dejaría visibles sus líneas de
sutura. Intentaremos retraducir a un lenguaje más actualizado
los aportes de distintas corrientes psicológicas para expresar los
descubrimientos de cada una, y proponer un esbozo de Teoría
del Campo Unificado para el ámbito de las representaciones,
que es el dominio del que se ocupa la psicología.

– 14 –
CAPÍTULO I
DE LA PSICOLOGÍA FILOSÓFICA
A LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA

LA HISTORIA

Si vamos a hablar de la historia de las corrientes psicológicas


tenemos que empezar por preguntarnos qué sentido tiene esta
disciplina, qué lugar hay que darle dentro de la psicología. La
posición del profesor de filosofía que se ocupa de ella es la
de un exiliado. La filosofía es un territorio del saber que se
ocupa de reflexionar sobre otros conocimientos, sobre su
método y sus supuestos, sobre eso que se llama paradigma. La
filosofía le da a ese paradigma una contextualización cultural
e histórica. El filósofo está para preguntar a los psicólogos y
a los estudiantes de psicología qué saben, como Sócrates lo
hacía con los atenienses. Es como en una sesión de psicotera-
pia, sólo que se trata aquí de encontrar un deseo compartido
que requiere de un trabajo intersubjetivo. Se trata del deseo
de conocimiento. La pregunta es cuál es la vía de ese deseo, y
qué opciones hay para seguirla, dentro de este campo que es la
psicología, que es el nombre de una insignia de identificación,
que tiene por correlato un determinado objeto de amor que
todavía hay que definir.

– 15 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

Se trata de volver al principio, a las primeras asignaturas


de la carrera de psicología. Hay que volver hacia atrás y ver
qué cambió desde que los estudiantes iniciaron esta carrera
sin una idea clara acerca de ese saber que despertaba su curio-
sidad. No hay forma de conocimiento que no requiera volver
sobre los propios pasos, recuperar y superar dialécticamente
lo que se dio primero como un esbozo de recorrido, como
un proyecto.
Para los actuales planes de estudio de la carrera de psi-
cología es importante que los alumnos sepan que no hay una
psicología. La psicología se escribe en plural. Hay corrientes.
Esas corrientes han surgido a veces unas a partir de otras, pero
en general son paralelas que no se cortan, aunque se vean entre
sí y se influyan mutuamente a través de una acción a distancia.
A esta disciplina no se la llama historia. Se la llama desarrollo.
Es una manera de reemplazar un término necesario pero que
ha perdido su brillo. Hacer historia da la idea de un origen, de
un recorrido y de una dirección. En algún momento se pensó
en una historia de la psicología. Pero la psicología, como unidad
de conocimiento, no existe.
Toda historia es un relato que reconstruye los hechos
y hace surgir en ellos un sentido. Durante mucho tiempo
la historia gozó del sentido. Lo gozó con San Agustín, con
Vico, con Herder, con Hegel y con Marx. Después empezó
a estancarse en la repetición de lo mismo, y entonces vino
la posmodernidad, que convirtió la historia en genealogía,
en arqueología. Ese cambio empezó con Nietzsche y siguió
con Foucault. Apareció entonces la idea de que la historia no
existe. Lo que hay son epistemes, modelos de saber y poder que
surgen y se extinguen, que coexisten con otros durante largos
períodos de tiempo. Surgen como acontecimientos, fulguran

– 16 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

y a veces se apagan. Incluso pueden resurgir, pero siempre de


otra manera.
La historia es retroactiva. No predice sino que retrodice.
Es lo que Freud llamaba nächtrelich. Es un sentido que coagula
hacia atrás. La historia siempre la hacen los que ganan, y por
eso siempre se escribe de nuevo.
Historia es relato, narración, mito de los orígenes. Toda
ciencia se pregunta por sus inicios y recorta lo importante,
deja de lado cosas que un cambio de paradigma quizás haga
que se retomen como lo que realmente vale, con ese valor de
cambio que garantiza lo propio de la mercancía llamada saber,
y que consiste en la verdad.
En nuestro proyecto eso es muy claro. Tenemos una prime-
ra parte referida a los antecedentes de la psicología científica.
Se ocupa de lo que fue la psicología antes de Wundt y del
desarrollo de su método experimental.
Hacer así el planteo es ya algo sesgado. Decir que la psi-
cología se hace ciencia a partir de Wundt implica un prejuicio
acerca de lo que es científico. Tiene que ver con la idea de
concebir a la psicología como una extensión de la fisiología del
sistema nervioso. Se trata del descubrimiento del arco reflejo,
por un lado, y de las funciones cerebrales intermediarias que
surgen en los organismos superiores entre el sistema nervioso
aferente y el eferente, es decir, entre los nervios sensoriales
y los motores. Esos desarrollos se derivan de la física y de la
química en sus aplicaciones al sistema nervioso central. Pri-
mero, el descubrimiento de la circulación de la electricidad en
las neuronas, y después, el descubrimiento de los mediadores
químicos que operan en la hendidura sináptica, en el espacio
entre neuronas. Establecidas las bases anatómicas y fisiológicas
del sistema nervioso central, y las patologías mentales aso-
ciadas al daño en el sistema nervioso, se instaura un método

– 17 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

de investigación basado en un paralelismo psicofísico que


se propone llenar la laguna causal existente entre el enfoque
externalista y el internalista en el estudio de las funciones
nerviosas superiores.
Aunque aceptemos ese prejuicio sobre lo que significa
la separación entre una psicología filosófica y una psicología
científica, no tenemos por qué pensar que las disquisiciones
filosóficas acerca del alma que la precedieron no tienen nada
para aportarnos, más que allí donde todavía nos apoyamos en
ellas, en la teoría acerca de las asociaciones de las ideas.
Y decimos alma porque psicología significa ciencia del
alma, y no ciencia del comportamiento, que es la manera como
suele definirse y que procede del conductismo.

EL ALMA

De todos modos, como decía Lacan, apenas si sabemos lo


que significaba la psyché para los griegos. Para tratar de saberlo
habría que empezar por el papel de esta diosa en la mitología,
sus amores con Eros, que se producían sólo en la oscuridad,
y que la hacían feliz, hasta que ella quiso ver, movida por las
murmuraciones de sus hermanas, que le decían: podrías estar
durmiendo con una serpiente. Y entonces ella rompió el pacto,
lo vio, y se encontró con la sorpresa de que no había tal ser-
piente, sino algo parecido pero en proceso de detumescencia.
Es decir, se encontró con la castración en el centro mismo
del deseo erótico.
Esto nos da un atisbo de lo que se ha transformado y
en parte perdido de la concepción acerca del alma antes del
surgimiento de la filosofía. También la psyché era el nombre
dado por los griegos al aliento vital y a las mariposas. Querer
poner en serie estos dos significantes más los asociados a la

– 18 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

diosa de ese nombre nos confunde en vez de aclarar su sig-


nificado original.
Ya para Platón el alma pasa a ser lo que anima al cuerpo.
El alma es soplo, aliento vital, ese aliento que se expele con
el último suspiro cuando el alma se separa del cuerpo. Para
Platón, de hecho, el alma no existe, existen almas que se loca-
lizan en distintas partes del cuerpo, una sola de las cuales es
inmortal. Platón habla del alma concupiscible, cuya función
es la alimentación y la reproducción, que está localizada en el
vientre, y cuya virtud está en la continencia; habla del alma
irascible, con sede en el corazón, que se enciende en la de-
fensa de los ideales, y cuya virtud es la valentía; y habla del
alma racional, que se localiza en la cabeza, y cuya virtud es
la prudencia. De esta manera, las almas tienen una topología
propia, asociada a distintos lugares del cuerpo, tienen una ética,
cuya finalidad está en la virtud, y las tres se armonizan en el
ideal superior de la justicia, que consiste en no interferir en el
funcionamiento de las otras.
Será Aristóteles quien le dará unidad al alma, pero haciendo
de ella lo que anima a la materia, la forma del cuerpo viviente.
Y en ella localizará las funciones cognoscitivas, dejando lo ve-
getativo –nutrición, crecimiento y reproducción– y lo sensitivo
–sensibilidad, percepción del placer y del dolor, y deseo– del
lado de la materia, al menos en el hombre. Así Aristóteles se
presenta como el primer cognitivista. Él localiza el alma en el
corazón, dada la alteración que este sufre con cada movimiento
de los afectos y de los pensamientos, mientras que asigna al
cerebro la función de refrigerar la sangre.
De toda la teoría del conocimiento de Aristóteles sólo
se recogió, en la versión empirista, las leyes de asociación
(por semejanza y contraste, por cercanía, por sucesión en el
tiempo).

– 19 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

En cuanto al alma, si bien ha quedado reducida a un


concepto metafísico y religioso, para algunos es más concre-
ta que la mente. Mientras que la mente es una construcción
significante que pretende reabsorber la fenomenología de la
experiencia psíquica, fenomenología que permanece siempre
como tesoro de conceptos operativos que guían la investiga-
ción psicológica, el alma es lo que hace de la carne, cuerpo.
Lejos de reducirse al efecto de sujeto que tiene lugar cuando
un cuerpo viviente es coaptado por el registro simbólico, el
alma es lo que el psicoanálisis rescata como sustancia gozante,
como lo singular real del hombre que no puede ponerse en
palabras. Pero justamente por ello no se puede construir un
discurso científico que tenga al alma como referente.
Antes de Kant, la psicología se concebía como un capítu-
lo de la metafísica. Así, Wolf, maestro de Kant, consideraba
que la metafísica general era el estudio “del ser en tanto ser”,
pero también para él había tres metafísicas especiales, que se
ocupaban de las causas primeras de las cosas. La teología se
ocupaba del ente supremo, creador del mundo. La cosmolo-
gía, del universo, su origen, su composición, y su extensión
espaciotemporal. Y la psicología se ocupaba del alma como
fuente de las ideas, una sustancia pensante, tal como había sido
concebida por Descartes y por Leibnitz.
Kant, basado en los desarrollos de la física newtoniana,
convirtió al alma, lo mismo que al mundo del que se ocupan
las ciencias naturales, en una unidad ideal incognoscible, a
la que definió como la unidad del sujeto pensante, sostén y
fuente de nuestras representaciones. Herbart discutió la idea
de Kant de una subjetividad trascendental, pero lo hizo ya
dentro del nuevo paradigma representacionista creado por el
filósofo, sentando las bases para los trabajos de Wundt y de
sus seguidores.

– 20 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

PSICOLOGÍA CIENTÍFICA

Al hablar de la psicología tal como la entendemos hoy,


tenemos, entonces, que partir del kantismo y del positivismo
cientificista. Allí empieza el desarrollo de las corrientes psico-
lógicas, que no se pueden tomar como algo ya superado, pues
todas de las que hablaremos son corrientes vigentes. Con lo
cual, más que de historia, es de epistemología de lo que ha-
blamos. La epistemología es la teoría acerca del conocimiento
científico, y sirve para aclarar los supuestos de los que parten las
disciplinas científicas, tanto en lo que se refiere a metodología
como a los entes que se aceptan como existentes dentro del
mundo del que se ocupan.
Así como no nos interesa armar un mito de los oríge-
nes, tampoco nos hacemos la ilusión de que, como pensaba
Kuhn, la psicología esté en una etapa precientífica esperando
la aparición de un paradigma dominante. No tiene sentido
hacerse ilusiones al respecto. Es un dato que las ciencias hu-
manas nunca lograron esa unificación, y aunque en el futuro
eso podría pasar, no nos interesa hacer futurología. Tenemos
lo que tenemos, una multiplicidad de perspectivas acerca de
cómo explicar el comportamiento de los seres humanos. Cada
perspectiva se encarga incluso de establecer lo que es para ella
comportamiento, de lo que es para ella lo humano. En algunas,
el hombre es concebido como persona. En otras, persona es
sólo la máscara superficial que oculta el verdadero ser del indi-
viduo humano. En algunas, hombre es una palabra sin sentido.
Se habla de animal superior, o se habla de sujeto.
Esa multiplicidad es algo que nos obliga a hacernos res-
ponsables de una toma de partido. No se puede ser sistémico,
conductista y psicoanalista al mismo tiempo. Y si se logra

– 21 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

hacer coherente todo eso, ya se está dentro de otra corriente


distinta.
Hay que elegir. Lo mínimo que se exige de una ciencia es
la coherencia.

DESARROLLO DE LAS CORRIENTES

Volviendo, entonces, al nombre de esta disciplina, no


hablamos de historia, hablamos de desarrollo.
Esta tampoco es una palabra muy afortunada. Da la idea
de algo que se desenrolla, que se desenvuelve, que está ple-
gado al principio y que se ha ido desplegando después. Lleva
implícita también una idea de perfeccionamiento, de progreso.
Es el mismo vicio que el de la historia, aunque multiplicado
en tantas corrientes como haya vigentes. Pero es inevitable
que cada corriente cuente su historia en términos de desarro-
llo. Basta comparar la historia de la psicología hecha por un
conductista con la de un cognitivista. Todo lo que uno define
como progreso es para el otro un retroceso.
Corrientes es quizás lo mejor que nos queda del nombre de
esta disciplina. Corriente nos habla de una fuerza constante.
Como la pulsión, aparenta cambio pero esconde permanencia.
Si la pulsión es lo que da solidez al deseo, aunque el deseo es
lo que la persigue sin poder alcanzarla, se trata de ver a qué
corriente lleva el deseo de los psicólogos, o de los que están
en camino de serlo.
La corriente es matemáticamente representable a través
de un vector. Un vector tiene una dirección, lo que determina
si una corriente puede o no cruzarse con otra, igual que las
líneas rectas. Tiene también una magnitud, que indica la fuerza
de la corriente, lo que la impulsa desde atrás. Tiene también
un sentido, que indica su finalidad, qué conocimiento busca,

– 22 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

hacia dónde se dirige. Pero habría que agregarle a la corriente


un componente más, el componente material, la masa, lo que
se resiste al desplazamiento. Cada corriente tiene limitaciones
que establecen su alcance, hasta dónde puede derramarse,
qué tan amplios son los territorios que puede llegar a abarcar.
Podríamos decir que se trata del componente territorial. Cada
saber científico demarca un terreno. Las corrientes psicológicas
tienen que ver con el terreno de la psicología. Pero, ¿qué es
la psicología?

PSICOLOGÍA

Dijimos que la psicología pasó de ser la ciencia del alma


al estudio del comportamiento. Ese cambio comenzó cuando
la psicología dejó de preocuparse por la sustancialidad de la
mente, cuando la fragmentó en una multitud de representa-
ciones y trató de determinar invariantes en el proceso de su
transformación en otras representaciones a través del proceso
de asociación.
Cada corriente de la psicología define su método y su
objeto, pero algo hay en común para que se hable en todos
los casos de psicología. No se trata de una delimitación clara,
platónica, sino, como diría Wittgenstein, de un aire de fami-
lia. Hay márgenes de la psicología, como la psicología social,
que linda con la sociología, o la psicología animal, más bien
etología. El centro parece estar en el hombre como sujeto in-
dividual, pero se trata de una entidad cuestionada, y debemos
pensar ese centro como algo vacío. Lo que también complica
definir la psicología, es que suele confundirse con otras prác-
ticas que no son psicología. Por ejemplo, la psicoterapia no
es psicología. Lo suyo no es el logos, sino la techné, es decir, la
búsqueda de un cambio, aunque apoyado en un saber, y bajo

– 23 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

la idea de lo normal y de lo anormal, que es una forma oculta


de una moral. Tampoco podemos decir que el psicoanálisis
sea una psicología. Se trata, como decía Lacan, de una ética
cuya función no es conducir al bienestar y a la felicidad sino
hacia la vía del propio deseo.
Tampoco podemos decir que las ciencias cognitivas for-
man una corriente psicológica, aunque pretenden de algún
modo apropiarse del objeto de la psicología. Lo que ocurre
es que están al servicio de la creación de una mente artificial.
Las neurociencias, por su parte, retomando las ideas de la
anatomía y de la fisiología del siglo XIX, pretenden avanzar
también sobre temas psicológicos, abordando la cuestión
desde una perspectiva tópica, dinámica y económica, como lo
había hecho Freud, pero sin aceptar la concepción del aparato
psíquico como una entidad de naturaleza incorporal.
La psicología es algo que en realidad no podemos definir.
Es un significante diferencial que obtiene su sentido a partir
de relaciones de oposición significante. Podríamos decir que
lo propio de la psicología, lo que comparten todas las corrien-
tes que la integran, es la idea de ocuparse de seres humanos.
Además, de los seres humanos interesa su comportamiento,
la conducta, que es una serie de acciones, pero con la carac-
terística esencial de su significatividad. Esa significatividad
tiene que ver con que entre los estímulos que recibe el cuerpo
humano y las acciones que realiza se supone que hay algo a lo
que se le da el nombre de mente. La cuestión, entonces, es que,
mientras que en el caso de los cuerpos materiales, el esquema
de Newton para la aceleración a que sufre un cuerpo de masa
m cuando se ejerce sobre él una fuerza F es representable
mediante una ecuación lineal que se escribe con la fórmula
F = m . a, no hay un equivalente de dicha fórmula cuando la

– 24 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

masa en cuestión es un cuerpo humano viviente que no se


encuentre en estado vegetativo.
Todas las corrientes de psicología coinciden en conside-
rar que hay que estudiar la caja negra que es esa mente para
determinar de qué modo el estímulo produce una respuesta
determinada.
Dicha mente se define por lo que ella no es, y si, para la
psicología experimental, se trató de entenderla como una ex-
tensión lineal de la fisiología del sistema nervioso, de la cual
las neurociencias son la realización, para la psicología dualista
se trató más bien de establecer la especificidad de su objeto,
mostrando que hay que llamar fenómeno psíquico a algo
irreductible a un fenómeno físico.

ESPECIFICIDAD DEL OBJETO: ASOCIACIONISMO

Una de las primeras formas de separar los fenómenos


psíquicos respecto del resto ha sido la adoptada, entre otros,
por John Stuart Mill y por Herbert Spencer, dos filósofos de
mediados del siglo XIX.
Ambos procedían del positivismo. Este movimiento plan-
teaba que sólo son fenómenos los que podemos percibir a
través de los cinco sentidos externos, y las leyes naturales son
hábitos, formas de comportamiento que se repiten. Stuart Mill
y Spencer agregaron a la lista los fenómenos psíquicos, enten-
diéndolos como aquellos que pueden percibirse a través de otro
sentido, que es la introspección. De ahí que fuera posible un
estudio experimental de los umbrales de percepción, mediante
métodos que se usan todavía, por ejemplo cuando se trata de
medir la sensibilidad al sonido en el examen para obtener el
permiso para conducir. Hay que levantar la mano del lado y
en el momento en que el sonido empieza a sentirse.

– 25 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

Aunque la combinación del empirismo asociacionista con


el inductivismo, en Stuart Mill, y con la teoría de la evolución,
en Spencer, fue fundamental para el desarrollo de una psico-
logía científica en Inglaterra, es en Alemania donde tuvo su
origen la psicología experimental.
Después que Kant estableciera las bases para una teoría
de las representaciones, pero contra su idea de que ellas no
pueden someterse a un tratamiento matemático, el filósofo
Herbart entendió que debe haber algún principio de conser-
vación que hace que las representaciones interaccionen entre
sí de manera tal que algunas son conscientes mientras otras
pasan a la inconsciencia. De hecho, al seguir esta línea reto-
maba, sin saberlo, un texto del Kant precrítico, el Ensayo sobre
las magnitudes negativas. Destacado por Lacan en el Seminario 11,
podemos decir que constituye el primer atisbo de un pasaje del
preconsciente de Leibnitz como campo de infinitas percep-
ciones infinitesimales en estado naciente, al inconsciente de
Freud como producto del dinamismo generado por la fuerza
de la represión, o impulso de desalojo. Herbart entendió, con
su forma peculiar de asociacionismo, que las representacio-
nes interaccionan para formar la mente, igual que las fibras
lo hacen para constituir el cuerpo, y que es posible establecer
una ley matemática que determine la relación de fuerza entre
percepciones distintas, que hace que unas desalojen a las otras
del ámbito de la consciencia.
Más tarde, Fechner, Helmoltz y Weber se basarían en sus
ideas para constituir las bases de un psicofisiología que Wundt
va a desprender de toda preocupación metafísica. Esa psicofi-
siología es también una psicofísica. Además de la localización
anatómica de las distintas zonas sensoriales de la corteza cere-
bral, investigada a partir del seguimiento del recorrido de las
fibras nerviosas, estos investigadores estudiaron la dinámica

– 26 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

de los umbrales a partir de los cuales ciertas sensaciones apa-


recen en la conciencia o son desplazadas de ella en virtud de
interacciones que se dan sólo entre sensaciones de la misma
especie. A esta dinámica se le sumó una concepción energética,
que hablaba de las cargas nerviosas específicas que obedecen,
según Helmoltz, a un principio de conservación de la energía.
Es esta concepción de origen herbartiano la que va a ser el
marco en el cual vendrá a insertarse, por un lado, la concepción
freudiana del aparato psíquico y, por otro, la concepción de
William James acerca de los elementos focales y marginales
dentro del campo de la conciencia.

ESPECIFICIDAD DEL OBJETO: PSICOLOGÍA INTENCIONAL

Brentano, por su parte, basado en Herbart, también iden-


tificaba los fenómenos psíquicos con representaciones. Pero
planteaba que los fenómenos psíquicos se caracterizan por ser
actos que tienen un objeto propio. A la propiedad que relaciona
los dos componentes de estos fenómenos la llamó in-existencia
intencional del objeto en el acto. Se trata de un concepto medie-
val, tomista, utilizado para dar cuenta de las representaciones,
entendidas como formas en que las sustancias reales existen
en la mente sin dejar de estar fuera de ella. Brentano invirtió la
dirección de esta forma de realismo, planteando que es el acto
el que se dirige hacia el objeto real a través de la representación
del objeto, representación que para Brentano es efecto causal
del objeto real sobre la consciencia.
La fenomenología y la teoría gestáltica de la percepción
iban a conservar la dirección del acto hacia su objeto inma-
nente, dejando de lado el problema de su origen causal. Pero
interesa sobre todo la influencia específica de Brentano en la
psicología, en el estudio de las funciones mentales superiores,

– 27 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

preparando el terreno para el desarrollo de la teoría gestáltica


de la percepción, que abandonará el asociacionismo clásico
para pensar en términos de leyes del todo, o de la forma.
También encontramos en Brentano el origen de la teo-
ría freudiana del juicio, que dará pie para la distinción de las
tres estructuras de la psicopatología psicoanalítica: neurosis,
psicosis y perversión. Se trata de una discusión que mantuvo
Brentano con los kantianos, y que iba a reeditarse entre Hus-
serl y Frege. Tanto los kantianos como Frege sostenían que
el juicio depende de una forma de unión de representaciones,
a la que la lógica más tarde llamará proposición. Brentano, en
cambio, consideraba que hay juicio en la medida en que haya
un compromiso del sujeto frente a dicho contenido, compro-
miso al cual llamó asentimiento (o Bejahung). Es justamente este
término el que va a utilizar Freud más tarde para referirse a los
contenidos de los cuales el yo se apropia en la etapa narcisista,
mientras que rechaza o niega todo aquello que es para él una
fuente de displacer.

OTRAS CORRIENTES DE LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA


DE ORIENTACIÓN EXPERIMENTALISTA

Para mencionar someramente las características de las


otras corrientes de orientación experimental, debemos tener en
cuenta a la escuela reflexológica pabloviana, que tiene su ori-
gen en la fisiología experimental, y va a concebir las funciones
mentales superiores en términos de reflejos condicionados. Esa
idea será retomada por el conductismo norteamericano, que
concebirá a la mente como una caja negra cuyos estados inter-
nos no son el objeto de la psicología. Todo es reducido a un
entramado complejo de reflejos condicionados que requieren
refuerzos positivos o negativos para afianzarse, aunque esos

– 28 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

refuerzos puedan llegar a ser puramente internos, o surgir por


empatía, como ocurre en el neoconductismo de Bandura.
La psicología genética de Piaget, también de raíz experi-
mental, posee una fuerte impronta darwiniana, en la medida en
que ve las funciones mentales superiores como un producto
de la adaptación al medio. Para Piaget, asimilación y acomo-
dación son los dos mecanismos que regulan el desarrollo de
la inteligencia, desarrollo basado en una interacción dialéctica
entre sujeto y objeto que sigue etapas que van en camino hacia
un proceso de abstracción cada vez mayor, lo cual sirve para
explicar el desarrollo del conocimiento científico. Piaget realizó
experimentos, pero no se basaba en la aritmética sino en el
álgebra, en especial en la lógica. Su enfoque fue estructuralista.
A partir de su trabajo, la conservación de la energía se eclipsa
frente a otras leyes de conservación de tipo estructural, proceso
anticipado por la teoría gestáltica de la percepción.
La visión estructuralista será extendida por la psicología sis-
témica y por la topología de Kurt Lewin al estudio del funciona-
miento de pequeños grupos, entendidos como campos de fuerza
donde la energía es sustituida por los flujos de información entre
los individuos entendidos como nodos del sistema microsocial.
Lewin estudió la retroacción de la información, las ambigüeda-
des de los códigos para la comunicación, y la forma de liderazgo
de acuerdo a la dirección en que circula la información, todo
dentro de un lenguaje de clara influencia cibernética. También
encontramos un enfoque similar en Bateson, quien introdujo la
dimensión de la subjetividad sin abandonar la racionalidad lógica.
Son de él célebres frases como “el mapa no es el territorio”, así
como la idea de que la esquizofrenia es producto de un doble
mensaje de la madre hacia el niño que lo obliga a dividir su
personalidad para no caer en una contradicción. Bateson tuvo
una influencia fundamental en el cognitivismo de Maturana y

– 29 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

Varela, que modificó la idea adaptacionista de la relación con


el entorno, estableciendo que el organismo crea el entorno al
cual él mismo debe después adaptarse.
La psicología cognitiva, por su parte, ha introducido, en la
caja negra del conductismo, a los conceptos como elementos
mediadores. Concebidas las representaciones en términos
informacionales, pero también como organizados a partir
de las actividades electroquímicas neuronales, entiende el
funcionamiento del cerebro en analogía con las máquinas
capaces de computar información. Elabora una teoría de la
memoria de corto y largo plazo, y entiende los afectos como
elementos cognitivos de función adaptativa que muchas veces
han quedado como una especie de “órganos vestigiales” que
interfieren en la adaptación a la realidad actual. Considera
que las patologías son errores en el conocimiento que pueden
derivar de la mala adaptación del saber a la realidad, es decir,
al nivel del software de la maquinaria cerebral, o bien de disfun-
ciones orgánicas, sea por lesiones a nivel fisiológico, sea por
patologías moleculares o genéticas, es decir, a nivel del hardware.
De esta manera, renueva la idea de un paralelismo psicofísico
en el que lo fisiológico es el tema del que deben ocuparse las
neurociencias, mientras que los problemas funcionales son
explicados a partir de los aportes de las ciencias cognitivas.
Elabora una teoría del aprendizaje que se basa en el modelo
de las redes neuronales, lo cual le permite asimilar el ambien-
talismo propio del enfoque conductista, sin por ello dejar de
ocuparse del cableado que forma la caja negra de la mente,
gracias sobre todo a los avances de las técnicas de diagnóstico
por imágenes que permiten hacer un mapeo in vivo de las áreas
irrigadas del cerebro cuando se desarrollan determinadas acti-
vidades mentales superiores, áreas cuya estimulación considera
garantizada por las condiciones del experimento.

– 30 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

OTRAS CORRIENTES DE ORIENTACIÓN FENOMENOLÓGICA

Distinta es la concepción ontológica de los afectos y de


las valoraciones que se ha desarrollado a partir de la psicolo-
gía fenomenológica y existencial. Brentano había dejado sin
resolver el tema de los afectos. No estableció sin eran o no
representaciones de algún tipo. Freud, siguiendo la visión ener-
getista de la línea experimental, entendía que hay un quantum
de afecto que no se altera y que se desplaza de representación
en representación. El afecto aparece para él como la carga
energética de la representación, pero que no es ella misma
representable.
Husserl, en cambio, entendía que había datos de afec-
to, como sensaciones, y también afectos intencionales, que
requerían de un acto valorativo que se sumaba a un acto de
percepción. Abrió las puertas de esta manera a la extensión
del concepto de representación, la que, liberada de toda meta-
física causalista, llevó a la idea de objeto intencional. Max Scheler,
por su parte, entendía que los materiales sensoriales afectivos
son también intencionales. Es así que llegamos a la idea de la
intencionalidad de los sentimientos y de los temples anímicos
en la psicología existencial. Los sentimientos no tienen objeto
específico, porque su objeto es la propia existencia. Esto va a
separar radicalmente de las otras corrientes a la psicología feno-
menológica existencial y comprensivista, que va a dejar de lado
toda base fisiológica y energética para estudiar los fenómenos
mentales en términos del sentido, entendido como correlato
de un acto significativo, abarcando por igual los fenómenos de
la percepción, de la memoria, de la fantasía y de la valoración,
frente a la posición psicoanalítica, que mantiene la triplicidad
de su enfoque tópico, dinámico y económico.

– 31 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

APORTES METODOLÓGICOS DEL PSICOANÁLISIS


A LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA

Sigmund Freud, procediendo de la línea de la psicología


experimental alemana, discutió la idea de Charcot según la cual
la histeria sería fruto de una lesión no anatómica sino funcional,
una posición adoptada hoy en día por el cognitivismo. Generó
entonces un saber provisional, una teoría general de la neu-
rosis que supuso que sería absorbida en algún momento por
la física, la química y la anatomía, pero que requería, mientras
tanto, de un enfoque triple de la cuestión, enmarcándose en
una energética helmoltziana –en la versión de Breuer–, una
genética darwiniano-lamarkiana y un neokantismo al estilo de
du Bois Reimond. Éste último le hacía desconfiar de la elabo-
ración de una visión del mundo total de carácter filosófico. Por
eso, el inconsciente fue concebido por él como un postulado
explicativo que le servía para llenar las lagunas surgidas en el
discurso de sus pacientes, lagunas que impiden basar la expli-
cación del psiquismo exclusivamente en las leyes de asociación.
Elaboró una construcción teórica que consideraba como la
manera científica de alcanzar cierta comprensión de esa cosa
en sí incognoscible que, de ser conocida, haría de todo lo real
algo racional.
Dentro del psicoanálisis, una excepción a esta concepción
energetista de la mente es la orientación lacaniana, que deja
de lado la energética y la dinámica, concentrándose en las
cuestiones de estructura, en los invariantes en medio de las
transformaciones que determinan principios de conservación
algebraicos y topológicos, pero fuera de toda idea de adap-
tación al medio al estilo piagetiano. Frente a la energética de
la psicología experimental, al estructuralismo dinámico de
Lewin o al holismo de la teoría gestáltica y de la sistémica,

– 32 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

frente al predominio del sentido en la psicología existencial y


comprensivista, Lacan inauguró un paradigma que entiende
al significado como efecto del significante sobre el cuerpo
viviente, y al cuerpo viviente, no como sistema energético
biológico, sino como sustancia gozante, cuyo fin no es la ar-
monía adaptativa con su entorno, sino la pulsión de muerte
entendida como seguir un personal recorrido hacia la muerte,
recorrido cuyo estilo es el síntoma.

LA PSICOLOGÍA, AMENAZADA

Prácticamente desde su fundación misma la psicología


ha sido un ámbito de cruce de cuatro tendencias que han
pretendido orientarla hacia otras disciplinas, provocando su
desgarramiento progresivo, como si se la hubiera amarrado
a cuatro briosos corceles que tiraran de ella con el riesgo de
fragmentarla. Se trata de las neurociencias, herederas de la
neurofisiología del sistema nervioso. De las ciencias cognitivas,
surgidas de la teoría del conocimiento sometida al dominio
del matema a partir del desarrollo de la lógica simbólica. De
las psicoterapias, que luchan por la adaptación del individuo
al medio material y social en el que se desenvuelve cotidiana-
mente. Del psicoanálisis, que ha descubierto el inconsciente
y se ha convertido en una ética del deseo.
Si en algo coinciden todas estas corrientes, es en mane-
jarse con el concepto de representación, entendida como el
objeto propio de la psicología en la medida en que se llama así
a todo aquello que posee una realidad psíquica. Aun cuando
las neurociencias y las ciencias cognitivas pretenden a veces
reducir las representaciones a otra clases de entidades, dicha
reducción funciona sólo como una especie de idea regulado-

– 33 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

ra al estilo kantiano, a la que no se ha podido dar nunca un


alcance total.
En cuanto al psicoanálisis y a las psicoterapias, más allá de
las opiniones que les merezcan los intentos reduccionistas, se
proponen directamente actuar sobre dichas representaciones,
guiadas por distintas ideas acerca de cómo lo que es realmente
tiene que orientarse hacia lo que debería ser. En las psicoterapias
se trata de la salud mental como adaptación, que garantiza la
felicidad como relación homeostática con el medio. En el caso
del psicoanálisis, se trata de identificarse con ese síntoma que
aparta al sujeto de dicha homeostasis.
Incluso en el caso de la psicología sistémica, que se ocupa
de los pequeños grupos, las relaciones entre hombres son
relaciones intersubjetivas. Interesa la representación que cada
miembro se hace de los demás, el modo en que esa represen-
tación puede impedir el buen desarrollo de una tarea grupal.
Aunque se deje de lado la repetición que se produce cuando
se proyectan sobre los otros las propias imago parentales, sola-
mente con hablar en términos de información que se transmite
en uno u otro sentido y que genera relaciones de sumisión y
liderazgo o de acuerdo democrático, ya se está hablando de
una circulación de representaciones. La información como
imagen mental o como idea, o incluso como signo o signi-
ficante, no tiene en psicología más que una relación lejana
con la información genética que se transmite por medio de
la reproducción biológica, o con la información física que un
electrón le envía a otro a través de un fotón indicándole que
debe desviar su curso.
A diferencia de otras ciencias humanas o conjeturales, la
psicología estudia, entonces, las representaciones. Para hacerlo
puede dividir las representaciones en elementos representa-
cionales y buscar el modo en que esos elementos se unen a

– 34 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

través de leyes en representaciones complejas. Incluso el psi-


coanálisis puede ser visto como una extensión del concepto
de representación, al postular representaciones inconscientes
que se rigen por otras leyes de asociación que las del enten-
dimiento. Los ejemplos de asociación de la fantasía, que para
el empirismo ocurren sin ley, en el psicoanálisis freudiano
aparecen como el resultado de las leyes de condensación y
de desplazamiento que rigen la formación de los sueños. Las
sirenas y los minotauros dejan de explicarse como efecto de
la libre asociación de las ideas.
Hasta la psicología transpersonal se ocupa de represen-
taciones, aunque les da un carácter colectivo, en la forma de
arquetipos, que funcionan como representaciones de las que
la mente individual más bien nos separa a través del velo de
los aprendizajes conscientes. Cuando el velo se levanta, según
Jung, tenemos como resultado la esquizofrenia. En los años
sesenta Stanislav Groff y otros psicólogos transpersonales
trataron de eliminar esa barrera sin pérdida de la razón a través
del uso de drogas psicotrópicas como el LSD, buscando una
comprensión vivencial del delirio psicótico, sin sospechar que
eso podía llevar a la adicción e incluso al desencadenamiento
de una psicosis generada de un modo artificial.

¿QUÉ SON LAS REPRESENTACIONES?

Si bien todas las corrientes en psicología trabajan sobre las


representaciones y su incidencia en la conducta de los seres
humanos, es decir, su posición intermedia entre los estímulos
y las respuestas, qué sea una representación no es algo fácil de
definir. Si algo caracteriza a la fenomenología como un enfoque
novedoso en psicología es haber cuestionado este concepto.
Pero no cabe duda de que la psicología surge con la filosofía

– 35 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

moderna, y lo hace en el momento mismo en que se rompe


con la idea medieval, de origen antiguo, del hombre como
microcosmos, es decir, como un signo en el que es posible
leer el orden del mundo o la propia mente de Dios.
En lugar de eso, la modernidad va a considerar al cuer-
po del hombre como una parte del mundo material, cuyo
modo de verse afectado por las otras cosas del mundo nos es
desconocido y debe ser reconstruido mediante el uso de los
conceptos de la razón. Por otra parte, considerará al alma, en
tanto cosa pensante, como un espacio de representaciones, a
la manera de una cámara oscura, que no es una metáfora del
mundo, sino un espejo que refleja las cosas del mundo, una
especie de segunda creación de las cosas en ese espacio pro-
yectivo que constituye nuestro mundo interior. Su contenido
objetivo, en la medida en que sólo se conecta con el mundo
exterior a través del diminuto haz de luz que le llega de él, será
puesto permanentemente en cuestión.
Representación significa segunda presentación. Eso implica dos
cosas. En primer lugar, que las representaciones son secunda-
rias respecto de los objetos representados. En la medida en que
la mente es un espejo del mundo, sus contenidos son copias o
representantes de las cosas primeras del mundo real. Por otra
parte, eso significa también que las cosas se nos presentan, pero
después nos las representamos. La presentación de las cosas ante
nosotros es el fenómeno, y es lo que del mundo nos llega a
través de los sentidos. La representación es una manera en que
esas cosas son devueltas a la presencia una segunda vez.
Para el cognitivismo, se trata del modo en que la mente
recupera la información almacenada en las neuronas, en la
forma de una memoria a largo plazo o memoria RAM.
Para el psicoanálisis freudiano, es un proceso regrediente
por el cual son cargadas libidinalmente las huellas mnémicas

– 36 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

de impresiones pasadas, generando esa otra escena que tiene


lugar en los sueños, y que es paralela a la escena de la vida
de percepción basada en el principio de realidad. Incluso
Freud admite la existencia de representaciones filogenéticas,
vivencias heredadas que actúan como un molde o “esquema”
–tomando un concepto kantiano– y que, junto a las vivencias
infantiles, constituye el aspecto disposicional al que se suman
los factores actuales desencadenantes para la producción del
síntoma –teoría de las series complementarias, de la que en
nada se diferencia la actual concepción neurocientífica acerca
de la conjugación de factores hereditarios y ambientales en la
formación de la personalidad.
Para la fenomenología, la representación es la presentifi-
cación que llena de nuevo contenido sensible a las retenciones
vacías de vivencias pasadas.
Para el asociacionismo, por ejemplo en la versión de Hume,
las representaciones, entendidas en este sentido, son las ideas,
copias o asociaciones de copias de impresiones desvanecidas.
Las asociaciones por semejanza, por ejemplo, hacen que una
impresión actual reviva otra original que ha quedado grabada
en la memoria.
Leibnitz pensaba que hay un halo de pequeñas percepcio-
nes que esperan pasar a la presencia una vez superado cierto
umbral, y eso vale tanto para las impresiones desvanecidas
como para las que se encuentran en estado naciente. Esta idea
será retomada por la concepción de William James acerca del
campo de la conciencia, que incluye un halo subconsciente que
no debe ser confundido con el inconsciente freudiano.
En cuanto a la psicología de la Gestalt, concibe la forma-
ción de verdaderas representaciones como el producto de la
acción de leyes que organizan y sobredeterminan a los meros
datos de la sensación. La existencia de dichas leyes queda

– 37 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

revelada a partir de situaciones en las que el funcionamiento


de la percepción la aparta de la llamada realidad, generando
ilusiones visuales que son el inevitable producto de la acción
de la totalidad estructural sobre el sentido que cobran dentro
de ella los elementos sensoriales que sirven de material al pro-
ceso de percepción de las formas. Esta sobredeterminación es
resumida en la ley de la pregnancia, de Koffka, según la cual el
campo de la conciencia tiende hacia la excelencia, es decir, hacia
la simetría, la regularidad, la armonía, etcétera.
Vemos así cómo cada corriente entiende el sentido del
significante representación de una manera totalmente diferente
según el contexto de los demás significantes con los que aquél
entra en juego. Además, todas ellas van explorando las distin-
tas posibilidades explicativas inauguradas una vez establecida
la existencia de un mundo interno que es independiente del
mundo real, al que puede o no reflejar con mayor o menor
precisión.
En general, la psicología, salvo en algunos desarrollos
extremos del idealismo y del relativismo culturalista, así como
en el caso del psicoanálisis lacaniano, considera como estado
normal aquél en el que las representaciones reflejan la realidad,
o, al menos, si se trata de fantasías o de sentimientos, si son
óptimas para generar una adecuada adaptación al medio. La
idea es que se alcance cierta armonía entre el medio interno
y el mundo exterior.
En el caso de la psicología fenomenológica, que no acepta
que haya estrictamente hablando un mundo real al cual adap-
tarse, lo mismo que en la teoría kantiana del conocimiento, se
trata de lograr una cierta coherencia, lo que podríamos llamar
armonía de las facultades. Hay, como en el asociacionismo, un
modo típico habitual de ser y de pensar que constituye el cri-
terio de normalidad. Lo mismo podemos decir de la psicología

– 38 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

conductista, en la cual los reflejos condicionados sustituyen a


los hábitos asociativos y el concepto mismo de representación
queda descartado, aunque es subrepticiamente reintroducido al
hablar de refuerzos positivos y negativos que pueden incluso
actuar en alguien al aplicarse en otro, como ocurre, según ya
indicamos, en el neoconductismo de Bandura.
Podríamos relacionar estas dos vertientes del concepto de
normalidad como armonía con los dos conceptos habituales
acerca de la verdad, el correspondentista y el coherentista, a los
cuales la psicología evolucionista y el conductismo agregarían
la versión pragmatista, según la cual lo verdadero es lo que
genera los efectos esperados.
Distinto es el caso de algunas versiones del psicoanálisis
para las cuales la verdad es subversión del saber, y por lo tan-
to tiene más bien el sentido que Heidegger le atribuyera a la
verdad como desocultamiento, o como relampagueo del ser.
En todos los casos, la mente aparece como una especie de
órgano irreal que debe ser estudiado en función de las leyes de
funcionamiento que le son propias, y que le dan una organi-
zación más o menos apartada de la llamada realidad objetiva.

EL PROBLEMA DEL MÉTODO

Afirmado, reprimido, rechazado o renegado, el concep-


to de representación está presente en todas las corrientes
psicológicas.
En las propias técnicas de evaluación, desde las entrevistas
a los test proyectivos, psicométricos, perceptivos o motrices,
se trata siempre de ir más allá de lo puramente fisiológico,
hacia las llamadas funciones superiores, incluyendo tanto la
inteligencia, entendida en sus múltiples acepciones, como
la percepción, las emociones, o la constitución de las imago

– 39 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

parentales, todos casos de representación. Se trate de test de


inspiración experimental, cognitivo-conductual, psicoanalítica
o gestáltica, lo que importa determinar es todo aquello que,
entre estímulo y respuesta, trasciende el ámbito de lo pura-
mente orgánico, o hasta de lo sensorial. Incluso la definición
de la psicología como ciencia de la conducta presupone, en lo
que llamamos respuesta, algo del orden del sentido que no es
reductible a simples pautas motoras. No cualquier acción del
organismo viviente humano es considerada una conducta, y
es ella la que retroactivamente determina qué será considerado
como el estímulo que la causa o motiva. Si alguien cae al suelo
inconsciente por recibir un fuerte golpe en la cabeza, no lla-
maremos conducta a su movimiento, por más que se trate de
un ser humano, y aun cuando, como en el neoconductismo de
Tolman, hagamos intervenir a su organismo como mediador
entre el estímulo y la respuesta.
Si consideramos el caso del niño al que Watson indujo
una fobia a la rata blanca que era su mascota, al asociar
su presencia con un fuerte ruido que lo asustaba, además
de preguntarnos por el deseo que puede haber movido a
Watson a realizar tal experimento, y que seguramente tiene
que ver con el orden de las perversiones, el hecho de que la
fobia del niño se haya ido desplazando hacia otros objetos
con pelaje o color similar al de la rata, muestra la existencia
de procesos mentales internos que son inexplicables sólo a
partir del concepto de reflejo condicionado. Podemos decir,
entonces, que el experimento que se considera su más gran-
de comprobación, fue en realidad una clara refutación del
modelo explicativo conductista.
La representación puede ser reducida a otra cosa, pero po-
demos afirmar que es su presencia lo que separa a la psicología
de la neurofisiología y la ubica en el contexto de las ciencias

– 40 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

humanas, sociales o conjeturales. Como indica Foucault, estas


ciencias han surgido como un intento de conocer al hombre
para poder establecer un control social sobre su comporta-
miento, y es el producto típico de las sociedades de control que
surgieron con la formación de los estados nacionales y con el
desarrollo del discurso capitalista, en el momento de creación
del proletariado, y en pleno auge del positivismo. Por otra
parte, es el mismo concepto de representación lo que separa
a la psicología de las otras ciencias del hombre, que también
se ocupan del estudio de la conducta, como es el caso de la
sociología o de la historia, pues en estos casos el centro está
puesto en fenómenos colectivos.
Las ciencias humanas se ocupan de construir una idea
general del hombre, y la psicología es un ejemplo de ello. Sin
embargo, como señala Foucault, la aparición del psicoanálisis
puso en crisis el concepto de hombre al hablar de un sujeto
dividido que no logra identificarse consigo mismo.
Por más que la psicología ha intentado salvar la idea del
hombre y específicamente del individuo humano, dado que su
objeto, como dice Herrera Figueroa, es un siendo, es decir, un
ente en construcción, al que, como dice Heidegger, su ser le
va en su ser, resulta imposible para la psicología alcanzar los
estándares de objetividad de las llamadas ciencias duras.
Se ha dicho que el problema es en este caso la coinciden-
cia entre el sujeto y el objeto de conocimiento, lo que impide
lograr la distancia necesaria para alcanzar la objetividad. Sin
embargo, fue posible lograr objetividad, e incluso cierto grado
de formalización, en el estudio de los umbrales de percepción
realizados por Fechner y por Wundt. Eso alentó el desarrollo
de una psicología experimental que tuvo, sin embargo, alcan-
ces muy limitados, y ni siquiera después del descubrimiento
de los reflejos condicionados por Pablov logró introducir

– 41 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

exactitud en el dominio propiamente psicológico, que es el de


las representaciones.
El cognitivismo es la corriente que más ha avanzado en
ese sentido actualmente, basándose en la identificación entre
el funcionamiento de la mente y el procesamiento de infor-
mación en sistemas cibernéticos. Pero hay grandes áreas del
mundo de la representación que escapan a esta posibilidad de
darles exactitud y objetividad, como sostienen cognitivistas
como Jerome Bruner, quien se resiste a la identificación entre
el cognitivismo que él ayudó a fundar y el proyecto de inteli-
gencia artificial.
Pero aun en los dominios en los que esa exactitud parece
alcanzada, es dudoso que eso sea algo conveniente. Es que,
cuando se trata del hombre, es casi imposible separar dos
ámbitos cuya confusión, para Hume y para Kant, había sido
siempre nefasta: el dominio del ser y el del deber. Nefasta,
porque cualquier intento de deducir el deber a partir del ser
es una manera encubierta de imponer el deber sobre el ser,
aun cuando se disfrace de estadísticas que hacen de los valores
más altos de la campana de Gauss la medida de la normalidad.
Mientras que nadie se plantea el grado de normalidad de una
desintegración radioactiva de un átomo por más infrecuente
que ella sea, toda psicología pretende encontrar la manera de
lograr que un individuo humano alcance una homeostasis con
el entorno material y social. Capacidad de producción y capaci-
dad de reproducción fueron incluso para Freud los estándares
de la vida mental normal a los cuales ni los psicóticos ni los
neuróticos ni los perversos podrían adecuarse plenamente.
Pero incluso dentro del concepto de normalidad, no es
lo mismo una falla en la sensibilidad a nivel fisiológico que
una falla de representación. No produce el mismo tipo de
reacciones un caso de daltonismo que uno de bajo coeficiente

– 42 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

intelectual. Salvo que haya alguna afección orgánica que lo


explique, el segundo caso será motivo de atribución de culpas
y responsabilidades y de la desesperación de los padres por
lograr que el individuo en cuestión sea reeducado para alcan-
zar los estándares considerados normales dentro del ámbito
de las representaciones. La psicología clínica, aun cuando se
aproxime al criterio médico de las patologías, mantiene la con-
vicción de que es un deber ético reparar el daño funcional, y
que eso debe hacerse a través de métodos psicológicos, si bien
se acepta cada vez más el recurso a medios farmacológicos y
la identificación entre tales casos y lo que en medicina se llama
síndromes (o desórdenes, o trastornos), es decir, patologías de
origen desconocido o múltiple que poseen carácter crónico
y que son tratadas mediante medicamentos que se toman
de por vida, complementados en lo posible con cambios de
hábito que generalmente involucran un sacrificio de goce. Y
cuando se trata de modificar hábitos, como sostenía Aristó-
teles, ya estamos en el ámbito de la ética basada en el criterio
griego, redescubierto por Michel Foucault, del cuidado de sí.
Ese cuidado se requiere cuando hay un diagnóstico que asigna
al individuo a un casillero dentro de la clasificación del DSM
IV. Hay una cifra para cada individuo, una cifra detectada a
través de la aplicación de los test, y esa cifra establece su po-
sición en el árbol clasificatorio de los síndromes psicológicos
o psiquiátricos. Cada persona posee una especie de código
de barras que permite ubicar su lugar en esa clasificación de
anormalidades que permitirá asignarle un correspondiente
tratamiento estandarizado.
Esta imposición, para tomar un concepto de Heidegger, se
da en toda ciencia, en la medida en que, como decía Kant, el
conocimiento encuentra en la naturaleza lo que antes ha puesto
en ella. La ciencia parte siempre de una serie de experiencias

– 43 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

iniciales que le sirven de metáfora generalizadora que aplica


después a otros campos, forzando a la experiencia a acomo-
darse a dicha metáfora o paradigma. Lo vemos en el caso de
los intentos de la psicología experimental por explicarlo todo
en términos de asociación de representaciones simples, del
conductismo por generalizar el concepto de reflejo condicio-
nado, de la teoría de la Gestalt por aplicar sus descubrimientos
acerca de la tendencia a la armonía del campo perceptivo a
todo proceso de pensamiento e, incluso, en el caso de Lewin,
a las interacciones sociales, o el intento del cognitivismo por
traducir los afectos en términos de conocimientos que han
perdido poder de adaptación al medio. Justamente es esa me-
taforización de alguna experiencia fructífera lo que hace que
cada corriente psicológica se separe de las demás e impide su
mutua comunicación, haciendo inconmensurables sus distin-
tos paradigmas. También esto explica por qué los intentos de
convergencia, como el de José Bleger acerca de la conducta
molar, o la psicología social de Pichon-Rivière, dejan ver las
marcas del intento por pegar entre sí distintas perspectivas
tratando de hacerlas dialogar, lo cual da a veces buenos resul-
tados prácticos, pero no convence desde la perspectiva de la
coherencia teórica.
La tendencia a lo universal tiene un límite: la psicología no
debe interferir en campos de la ciencia ya consolidados que
son presupuestos para el buen funcionamiento de la teoría. Se
trata de una relación jerárquica que regula los alcances de las
leyes naturales de acuerdo con una cuestión topológica, que
tiene que ver con los límites espaciotemporales supuestos al
dominio de experiencias que la ciencia intenta volver coherente
mediante sus esquemas explicativos. Así, la química limita las
posibles interacciones entre átomos para formar moléculas,
así como la interacción entre dichas moléculas, al ámbito de

– 44 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

lo que está permitido por las leyes de la física. La biología, al


ocuparse de entes que en principio sólo existen en la Tierra,
y desde hace un tiempo limitado, unos cuatro mil millones de
años, no puede aceptar la existencia de procesos biológicos
que contradigan las leyes de la química. La psicología, por su
parte, al ocuparse de los seres humanos, es decir, de un ámbito
espaciotemporal aún más acotado, debe adecuarse a las leyes de
la biología. Cuando la psicología cuestiona esas leyes, como en
el caso de la psicología transpersonal, que postula la posibilidad
de interacción entre las mentes individuales por fuera de los
medios biológicos tales como la producción de hormonas o la
producción de vibraciones sonoras en el aire circundante, se
considera que escapa al ámbito de la ciencia, y debe conseguir
otro sustento legal, recurriendo, por ejemplo, a las leyes que
rigen en el ámbito legislado por la mecánica cuántica.
Es por este motivo que la psicología se pone generalmente
en una relación de distanciado respeto frente a la biología, acep-
tando la localización de la mente en el cerebro, y estableciendo,
bien una idea epifenomenalista de las representaciones (enten-
didas como producto secundario de la actividad neuronal), o
un más neutral paralelismo psicofísico (como en el caso de la
Gestalt, que, sin elaborar hipótesis sobre el origen del campo
de la conciencia, aceptó sin embargo cierto homeomorfismo
entre el funcionamiento del cerebro y el de la mente).
Pero, como decíamos antes, el psicólogo es consultado
para evaluar los problemas de un individuo y tratar de re-
solverlos, lo cual supone una intervención sobre su objeto
de estudio en vías a mejorarlo. Y decimos mejorarlo porque
la idea de una cura se ha vuelto prácticamente irrelevante a
la hora de tratar esto que hemos denominado síndromes, para
los que se pretende, desde una posición medicinal, disminuir
el sufrimiento que producen, si lo hay, y, desde una posición

– 45 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

psicoterapéutica más estricta, mejorar la adaptación al medio


del individuo que los padece, por ejemplo logrando un mayor
desarrollo de las capacidades perceptivas, motoras e intelec-
tuales, y, eventualmente, también de las afectivas.

– 46 –
CAPÍTULO II
LOS APORTES CENTRALES DE LAS
DISTINTAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS
AL CONCEPTO DE REPRESENTACIÓN

En este capítulo nos proponemos hacer un resumen de los


aportes de las principales corrientes psicológicas a la com-
prensión del mundo de las representaciones. No nos propo-
nemos seguir un orden estrictamente cronológico, ya que las
influencias entre las distintas corrientes son cruzadas y no
respetan una línea de tiempo. Además, algunas de estas co-
rrientes de desarrollaron de manera simultánea, y nos parece
más importante tomarlas como unidades significativas cuya
identidad depende más del contraste que de la semejanza con
las otras. No evitaremos en algunos casos abrir juicios de valor,
pues es imposible salir de los propios presupuestos para dar
una descripción objetiva y universal que en realidad no existe.
Tampoco es posible que abarquemos todos los aportes rele-
vantes para la disciplina. Trataremos, sin embargo, de ser lo
más exhaustivos que nos sea posible, apreciar los aportes de
distintas corrientes con las que no concordamos totalmente,
y evitar las simplificaciones excesivas a riesgo de ser un poco
oscuros, confiando en que los lectores ya tienen una base de
conocimientos a la que es posible remitirse. También intenta-
remos llegar hasta los desarrollos más actuales en este campo,
a sabiendas de las limitaciones que todavía tenemos en cuanto

– 47 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

a lo que nos llega de las actividades que se desarrollan en otros


países. Nuestro objetivo es ir más allá de la década del sesenta
del siglo XX, que es el punto en el que los manuales suelen
detenerse, y llegar hasta los primeros cinco a siete años del
siglo XXI.

PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL

La psicología experimental tomó, por un lado, las represen-


taciones mentales y, por otro, el funcionamiento de la corriente
nerviosa generada a partir de estímulos sensoriales, y trató de
establecer correlaciones experimentales entre ambas esferas.
A través de métodos exactos de medición de la intensidad del
estímulo y de la respuesta nerviosa, y de un entrenamiento en
la percepción de los estados internos y sus variaciones –in-
trospección–, logró establecer los umbrales de percepción,
sus puntos de saturación, y la relación entre la duración del
estímulo y sus efectos sobre la percepción. Tenía como meta
explicar todas las representaciones a partir de la asociación de
representaciones elementales o atómicas mediante leyes. Como
explicamos antes, esta psicología surgió a partir de las ideas
de Herbart acerca de las representaciones y de la necesidad
de postular una ley de conservación que restrinja sus posibles
combinaciones. A esta idea, Helmoltz la desarrolló en un
sentido termodinámico, hablando de una conservación de la
energía nerviosa, energía cuya velocidad de transmisión por las
fibras neuronales se encargó de medir. Pero fue Wundt quien
unió ambas ideas, la de la neurofisiología y la de la teoría de
las representaciones. Eso le permitió precisar la ley de Fechner
que establece que la sensación es directamente proporcional al
logaritmo del estímulo que la genera, e investigar experimen-

– 48 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

talmente la forma en que los datos sensoriales se unen para


formar complejos de representaciones.
Podemos considerar que hay dos herederos actuales de
esta psicología. Están, por un lado, las neurociencias. Además
de establecer las localizaciones cerebrales de las funciones
mentales superiores como el habla, las neurociencias han in-
troducido nuevas consideraciones acerca de las emociones y las
relaciones sociales. Han contribuido a ello estudios iniciados
por Michael Gazzaniga, que permitieron, mediante experimen-
tos con pacientes epilépticos a los que se les habían cortado
las conexiones entre los dos hemisferios cerebrales, empezar
a hablar de un cerebro lógico y de un cerebro artístico, o, al
menos, de un cerebro dedicado al lenguaje y otro dedicado al
reconocimiento de formas, de los cuales el primero es capaz
de racionalizar las acciones del otro de las cuales él no es
consciente. También las investigaciones en torno al miedo y
la ira como sentimientos primitivos localizados en la amíg-
dala llevaron a la idea de considerar a estas emociones como
desarrollos evolutivos que han quedado desfasados respecto
de un entorno culturalmente modificado, al que se adaptan,
en cambio, las funciones mentales localizadas en la corteza
cerebral. El descubrimiento de las neuronas espejo llevó a
investigar el lugar que ocupa en estas funciones la empatía, y
la constatación de que ciertas lesiones del lóbulo frontal no
tienen consecuencias cognitivas pero alteran los patrones de
comportamiento llevaron a diferenciar específicamente las
funciones relacionadas con la capacidad para tomar decisiones,
como algo que no puede reducirse a la anticipación de distintas
posibilidades de acción. Marco Iacoboni, siguiendo los experi-
mentos del grupo de Giacomo Rizzolatti sobre neuronas espe-
jo, y Antonio Damasio, son importantes exponentes de estos
nuevos desarrollos de la psicología experimental. Damasio, en

– 49 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

particular, plantea que pensamos con todo el cuerpo, el cual


se presenta en el cerebro a través de marcadores somáticos,
concebidos de manera muy similar a los estímulos internos
de los que hablaba Freud. Incluso define las emociones como
Freud definía las pulsiones: algo intermedio entre lo psíquico
y lo somático. Eric Kandel, por su parte, buscando la locali-
zación cerebral de las tres instancias del aparato psíquico de
Freud, remozó el proyecto de psicología para neurólogos al
estudiar las bases neuronales de la memoria a corto y a largo
plazo, la desconexión entre ambas por sobreestimulación en
los procesos traumáticos que destruyen neuronas –haciendo
agujero, literalmente, en el soporte real de los recuerdos–,
y ha estudiado el fenómeno de la plasticidad neuronal, con
el que retoma la idea freudiana de las neuronas pasaderas e
impasaderas y la formación de las huellas mnémicas y de las
cadenas de representaciones.
Los experimentos combinados con la introspección han
sido retomados también por la psicología cognitiva, menos
interesada por las cuestiones fisiológicas, y más por el funcio-
namiento de las representaciones, esas que el conductismo
dejó fuera de juego durante mucho tiempo dentro del campo
de la psicología norteamericana. Para dar estatuto científico a
las representaciones, la psicología cognitiva se valió de la teo-
ría matemática de la información, que acota el ámbito de las
investigaciones en torno a cuestiones relacionadas con metas
prefijadas y los medios más adecuados para alcanzarlas. Eso
evita una dispersión demasiado grande en cuanto a lo que el
sujeto de experimentación debe inspeccionar en su interior,
dispersión que había llevado a la psicología experimental a
discusiones metodológicas interminables.

– 50 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

CONDUCTISMO

El conductismo, heredero de la reflexología rusa, se pro-


puso un estudio objetivo del hombre, de carácter externalista,
dejando de lado toda introspección. En vez de correlacionar
los estímulos con las impresiones sensoriales, utilizó una
generalización del arco reflejo medular, y buscó establecer
correlaciones entre estímulos y respuestas observables. A
esas respuestas les dio el nombre de conductas, en virtud de
su constancia. Skinner concebía la existencia de una serie de
conductas elementales de carácter hereditario, a las cuales
llamó retorsiones, de carácter motor y de carácter emotivo, y
usó sistemáticamente la idea de asociación con otro estímulo
y formación de reflejos condicionados para explicar el pro-
ceso de aprendizaje de conductas complejas. Mientras que
las respuestas motoras embriológicas las tomó de los reflejos
incondicionados innatos conocidos por la medicina, las emo-
ciones básicas: temor, ira y amor, las consideró como cambios
internos del organismo. Identificó así las emociones con los
cambios corporales con los que se asocian, sin advertir que la
lectura de esos cambios como signos de dichas emociones las
presupone en su carácter de representaciones mentales. Duran-
te mucho tiempo, el conductismo fue funcional a los intereses
pragmáticos del sistema capitalista, entendiendo el aprendizaje
como un proceso pasivo logrado en los individuos al some-
terlos a estímulos adecuados, para convertirlos en mejores y
más rendidoras maquinarias al servicio del sistema producti-
vo. La necesidad de mayor flexibilidad en las capacidades de
trabajo y en la toma de decisiones de parte de los empleados
de las empresas de servicios, demostró las limitaciones de este
enfoque y apuntaló la llamada revolución cognitiva, que inició su
período de auge en la década del 80 del siglo XX.

– 51 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

El neoconductismo realizó un aporte original al destacar


la importancia de la autopremiación y del autocastigo en el
desarrollo de hábitos de comportamiento. Las bases neuro-
fisiológicas de este mecanismo de internalización han sido
encontradas en la secreción de determinados neurotransmi-
sores que influyen sobre la zona del cerebro destinada a la
formación de sensaciones de placer y de dolor. Así, solemos
autopremiarnos a través de la secreción de dopamina. Estos
mecanismos permiten la interiorización de los reforzamientos
externos de nuestra conducta.

TEORÍA DE LA GESTALT

La teoría de la Gestalt considera a las representaciones


como partes de un todo, de un campo de conciencia dinámico
que tiende constantemente hacia un estado de armonía interna
que resuelve los conflictos. Para ella, cada sensación nueva
funciona como un factor desequilibrante que obliga a una
reestructuración del campo hasta alcanzar un nuevo estado
de equilibrio. Eso no sólo explica las ilusiones de la percep-
ción, que tienden a destacar figuras a partir de un trasfondo
sometiéndolas a condiciones estrictas de armonía y simetría,
sino también el proceso de aprendizaje, entendido como el
resultado de una serie de quiebres y reorganizaciones en fun-
ción de la aparición de nuevas experiencias.
Un ejemplo de la explicación gestáltica del aprendizaje es
la idea de insight, ilustrada con el experimento de Köhler, en el
que, a un chimpancé al que se le muestran unas bananas col-
gadas del techo a las que no puede alcanzar, se le acercan unos
palos que son demasiado cortos para que los use por separado
con el fin de alcanzar las bananas. Cansado de intentarlo sin
resultados, el mono se pone a jugar con los palos, hasta que

– 52 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

por casualidad logra unirlos. En ese momento se produce una


reestructuración espontánea del campo perceptivo que cambia
las condiciones de posibilidad para la resolución del problema,
y logra inmediatamente alcanzar las bananas. La desviación de
la energía del deseo hacia la actividad lúdica que le permite al
mono engarzar los palos es para la teoría de la Gestalt menos
importante que el hecho de que el cambio introducido en el
medio por su acto azaroso le permite un aprendizaje inmediato,
sin necesidad de la formación de hábitos que había postulado
el conductismo.

PSICOLOGÍA COGNITIVA

La psicología cognitiva produjo una actualización del


lenguaje psicológico. Reintrodujo las representaciones, enten-
diéndolas en términos de información, concibiéndolas como
mediadoras entre las entradas y salidas informacionales a través
de los canales neuronales del sistema nervioso central. Basada
en la teoría de la comunicación y en la cibernética, concibió al
cerebro en analogía con una computadora, y a la mente como
el software o programa que permite la traducción de las entradas
en las salidas de información correspondientes. Se basó en la
formalización de la lógica y su modo de procesamiento inferen-
cial de los símbolos como base para la definición matemática
de la inteligencia, como tuvo lugar antes en la epistemología
genética-estructural de Piaget.
Tiene la ventaja de adoptar el lenguaje que ha ido estan-
do cada vez más en boga en las otras áreas del conocimiento
científico, incluyendo la física y la biología. Éstas han susti-
tuido los conceptos de fuerza y energía que estaban vigentes
cuando tuvo lugar la creación de la psicología experimental y

– 53 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

el psicoanálisis, por los conceptos de información, código y


canales de comunicación.
Es por este motivo de lenguaje, que la psicología cognitiva
actualmente cuenta con gran consenso de parte de la comuni-
dad científica como el medio de entrada de la psicología al ám-
bito de las ciencias de paradigma único, desplazando a intentos
anteriores como el del conductismo y el del psicoanálisis. Al
no poder tener acceso directo a las operaciones mentales, crea
modelos computacionales de su génesis y funcionamiento.
La psicología cognitiva, al ocuparse de mecanismos de
procesamiento de información de los que no somos cons-
cientes, acepta la existencia de un inconsciente no libidinal,
que actúa mecánicamente, y concibe a la consciencia como un
subproducto de la interacción de los distintos sistemas de pro-
cesamiento de la información que trabajan simultáneamente,
como una chispa que se enciende al chocar dos pedernales.
La mente aparece para la psicología cognitiva como un
programa que organiza las sensaciones en percepciones y per-
mite, sobre la base de esas percepciones, construir conceptos y
realizar inferencias a partir de ellos. En ese sentido, funcionaría
como un verdadero ordenador de la experiencia, sirviendo para
construir una imagen mental del mundo que puede resultar
más o menos adaptativa según su adecuación a la realidad, pero
que siempre está sobredeterminada por el contexto cultural
en el que tuvo lugar el nacimiento del individuo. Eso hace que
podamos considerar al cognitivismo como un desarrollo del
kantismo, si bien con el agregado de cierto realismo ingenuo
y de un moderado relativismo culturalista. Lo ingenuo de su
realismo está en suponer que, aunque el individuo desconoce
cómo es la realidad, salvo por las entradas de información y
la puesta a prueba de sus esquemas mentales en función de la
experiencia, dicha realidad posee una forma propia de funcio-

– 54 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

namiento a la que la imagen del mundo del individuo puede


adaptarse mejor o peor. Es este aspecto el que ha sido más
criticado por la teoría de la enacción, sostenida por Francisco
Varela y un reducido grupo de cognitivistas que consideran
que el organismo selecciona lo que constituye el medio al cual
deberá adaptarse.
A los esquemas que aplicamos para organizar la experiencia
los cognitivistas los llaman hipótesis, y consideran que se refuer-
zan por los mismos motivos que las hipótesis científicas. Se
trata de otro de los aspectos en los que la psicología cognitiva
y la psicología genética de Piaget coinciden.
Lo característico de esta corriente psicológica es concebir
a la mente desde una perspectiva operacionalista. Considera
que la mente se caracteriza por realizar una serie de actividades,
tales como reconocer formas y patrones, demostrar teoremas,
realizar operaciones aritméticas, almacenar y recuperar infor-
mación, reconocer y eludir obstáculos. Esas actividades son
mentales, como los actos de la fenomenología, pero su objeto
no les es propio, y su funcionamiento tiene una manifestación
física en el trabajo cerebral.
Las exigencias del mercado tecnológico son las que van
fijando las metas del cognitivismo, pues estudia aquellos proce-
dimientos que deberán ser reproducidos por una máquina. Por
ejemplo, para las misiones a Marte se necesitan robots capaces de
reconocer obstáculos para su desplazamiento sobre la superficie
del planeta. Para esta corriente psicológica, no hay diferencias
entre las estrategias que se podrían utilizar para lograr que un
robot circule por una superficie rocosa, y las que empleaba el
Juanito de Freud para eludir el objeto de su fobia.
El cognitivismo considera que existen dos maneras de
entender el modo de funcionamiento de la mente: como un
sistema único capaz de almacenar, recuperar y manipular cual-

– 55 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

quier tipo de información, o como una serie de subsistemas de


procesamiento en paralelo que tienen distintos estilos según
el tipo de información con la que trabajan.
Ambos modelos admiten formas de representación in-
consciente no freudianas, como la formación de hábitos de
movimiento, la producción de percepciones inconscientes, y
otras en las que no se ve involucrada ninguna alusión a una
energía libidinal de tipo sexual. Esta desexualización de la
mente, que también se presenta en las neurociencias, se condice
con el espíritu intersubjetivo, y por lo tanto desubjetivante, de
las ciencias duras, lo cual le da a la psicología cognitiva una
ventaja adaptativa en el mercado del conocimiento frente al
psicoanálisis, pero la obliga a poner el origen de las valoraciones
que orientan la atención en factores externos.
A la psicología cognitiva le interesa las estrategias que
se adoptan para la resolución de problemas, o para la me-
morización de datos, así como leyes generales acerca del
funcionamiento de la atención, que valgan para todo tipo
de representaciones. Pero no determina la carga valorativa
que orienta la atención. Cuando menciona estas cuestiones
afectivas, las explica como mecanismos adaptativos necesarios
para la supervivencia de la especie, es decir, considera que ese
tema es competencia de la biología. No es extraño, teniendo
en cuenta que para los fines del mercado no interesa saber ni
cómo se entra en él ni por qué se permanece, es decir, qué se
pierde y qué se espera ganar, sino cuales son las estrategias
adoptadas para sobrevivir en el mercado, enmarcadas en la
idea de una voluntad absoluta que, en conocimiento de todas
las circunstancias, toma las decisiones más adecuadas a los
fines que se propone.

– 56 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

PSICOLOGÍA GENÉTICA

Piaget trató las representaciones como operaciones que


realiza el organismo humano para recuperar un estado de equi-
librio con el entorno cuando este se ha roto. La inteligencia es
considerada por él como un órgano inmaterial que media en
las relaciones del individuo humano con los objetos con los
que se encuentra en el mundo, y que crece por un proceso de
progresiva abstracción. Va de la inteligencia sensorio-motora,
anterior a la constitución de la esfera de las representaciones,
hasta las operaciones abstractas lógicas y matemáticas, pasando
por las representaciones preoperatorias –adquisición de los
medios representacionales, sobre todo del lenguaje– y por
las operaciones concretas. Las conquistas sucesivas en este
desarrollo de la inteligencia se logran cuando las operaciones
mentales realizadas se captan como reversibles, y de ellas sur-
gen una serie de invariantes estructurales.
Ese órgano inmaterial que es la mente reproduce en el
niño la evolución que ha sufrido en la historia de la humani-
dad, siguiendo la ley biogenética fundamental de Haeckel –la
ontogenia repite de manera condensada la filogenia, aunque
en este caso sin intervención de factores genéticos, salvo
limitaciones derivadas del desarrollo biológico. Estudiar el
desarrollo de la inteligencia infantil en su desprendimiento
frente a la percepción espaciotemporal hasta llegar a la noción
de invariancia del número, del objeto, del peso, de la masa,
etcétera, permite entender cómo el hombre ha ido desde las
explicaciones mágicas y mitológicas acerca del mundo hasta
la formación de la ciencia moderna.
Para Piaget, la relación sujeto-objeto forma un campo,
como ocurre en la psicología gestáltica, pero ese campo,
además, como el aparato psíquico freudiano, posee una ener-

– 57 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

gética que lo mueve, determinada por los afectos, que son el


modo como el individuo reacciona a los efectos generados en
el medio por sus propias acciones. A su vez, la percepción,
la motricidad y la inteligencia van estructurando ese campo,
constituyendo su aspecto cognoscitivo. Los afectos señalan
los fines, mientras que el conocimiento otorga los medios
para alcanzarlos. Así, Piaget combina el aspecto económico,
la cantidad de afecto, con el tópico y el dinámico, que tiene
que ver con el dominio de las representaciones, como lo hacía
también Freud, aunque con importantes diferencias, pues trata
la mente como un campo, al estilo gestáltico, y le asigna fines
adaptativos, que se condicen con lo que Freud es el principio
de placer y el de realidad, pero que no explican la compulsión
a la repetición. Además, Piaget se interesó básicamente por el
desarrollo de la inteligencia, como lo hizo la psicología cogniti-
va, y no por el afectivo, que ocupó a Freud sobre todo cuando
este habló de las etapas del desarrollo libidinal infantil.

PSICOANÁLISIS FREUDIANO

Si bien el psicoanálisis no es una teoría psicológica, pues


su objetivo consiste en explicar las patologías mentales que
no poseen una causa en una lesión orgánica identificable,
contiene una concepción muy específica acerca de las re-
presentaciones, que Freud desarrolló en sus distintos textos
metapsicológicos.
Si Freud habla de metapsicología es por dos razones. En
primer lugar, porque va más allá de las teorías psicológicas
vigentes en su época, que son las que aquí mencionamos bajo
el título de psicología experimental. Pero a su vez está en diálogo
con ellas, intentando abarcar un número mayor de fenóme-
nos. La psicología experimental es la fuente de los conceptos

– 58 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

con los cuales Freud se va a manejar, aunque los modificará


hasta el punto de generar un nuevo paradigma. Es de allí que
Freud toma su concepción acerca de dos de los tres sistemas
que va a admitir en su primera tópica: percepción-consciencia
y preconsciente.
Para Freud, al igual que para la psicología experimental, la
mente consciente es conocida por medio de la introspección,
funciona de acuerdo a determinadas leyes asociativas, y sus re-
presentaciones circulan entre la consciencia y el preconsciente,
llevadas por la energía psíquica que se liga a ellas y determina
sus composiciones y descomposiciones. Esa energía, que al
principio Freud concibe en términos puramente físicos, como
la energía que circula en red a través de las neuronas del ce-
rebro, es la que se gasta en los distintos trabajos que realiza
el aparato psíquico, y tiende a mantenerse constante. En esta
idea de la constancia del monto de energía psíquica Freud no
hace más que seguir a Helmoltz y a otros representantes del
proyecto herbartiano de psicología experimental. Incluso, su
idea de que es la energía ligada a la representación lo que le
da su monto de afecto procede de Herbart. Pero Freud va a
comprender que la psicología herbartiana resulta insuficiente
para dar cuenta de fenómenos como el de la parálisis histérica,
sobre todo al comprobar, con Breuer, que, sea por hipnosis,
por apremio o por asociación libre, cuando determinadas
palabras aparecen en el discurso consciente de la enferma, la
parálisis se desvanece.
La existencia de lesiones puramente funcionales, como
las planteaba Charcot siguiendo un concepto híbrido que a
Freud le parecía poco explicativo, lo llevará a aceptar que las
representaciones, aunque sean producto de la acción del cere-
bro, integran una especie de órgano irreal sin una localización
física específica, formado por una serie de huellas mnémicas

– 59 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

que se van acumulando entre el polo perceptivo y el polo


motor del arco reflejo, huellas que sufren una retranscripción
completa a partir de ciertos cambios en el proceso madurativo
del individuo.
Por otra parte, que haya representaciones que sólo apa-
recen en la consciencia como producto de la hipnosis o de la
asociación libre, y que eso haga desaparecer determinados sín-
tomas que inciden directamente en un órgano del cuerpo, llevó
a Freud a ampliar el aparato psíquico hasta abarcar otra esfera
que funciona según leyes de asociación que no siguen las pautas
de la razón. Así surge la idea de un inconsciente en el que la
energía circula pasando de una representación a otra a través
de los mecanismos de desplazamiento y de condensación, que
explican todo aquello que la psicología tradicional había dejado
de lado, al calificarlo como el producto de asociaciones de la
fantasía que no seguirían ninguna pauta específica.
Las asociaciones de representaciones basadas en los princi-
pios de la razón van a ser consideradas por Freud como parte
de un proceso secundario, secundario porque hay otro más
primitivo, que no se rige por las exigencias de la adaptación a
la realidad, que busca la descarga inmediata de las tensiones y
la obtención de una consiguiente satisfacción, y al que Freud
da el nombre de proceso primario. Ese proceso primario, en la
medida en que es un trabajo que genera sus productos, no sólo
síntomas patológicos, sino también formaciones consideradas
normales como los chistes, los sueños, los lapsus y los actos
fallidos, debe tener su propia energía que actúa en la forma
de múltiples fuerzas que intentan descargarse en el mundo
exterior y no pueden hacerlo porque el principio de realidad
que rige el proceso secundario se los impide. Esa energía se
manifiesta en fuerzas que se ligan a representaciones que para
el sujeto resultan perturbadoras. Se trata, además, de fuerzas

– 60 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

que ejercen una presión constante sobre partes específicas del


cuerpo, especialmente sensibles a los estímulos externos, y que,
según las representaciones que el sujeto se haga de esas fuentes
de estímulo, pueden producir placer o dolor. Esas partes son
zonas de borde, las llamadas zonas erógenas, en relación con las
cuales se desarrolla la vida sexual adulta, pero que también son
estimuladas en la infancia para la obtención de placer a partir
de la descarga de la tensión, la que debe ser pensada, por lo
tanto, como tensión sexual. Es por estos motivos que Freud se
vio obligado a sostener que la energía del aparato psíquico, en
la medida en que procede del sistema inconsciente, es energía
sexual o libido, y llamó pulsiones a las fuerzas que utilizan esa
energía para la generación del trabajo psíquico.
La pulsión, al ser una fuerza constante que se ejerce sobre
un órgano, de tener libre curso produciría el gasto de toda la
energía psíquica en contra de la supervivencia de la totalidad
del organismo y de su posibilidad de adaptación. La represión
utiliza la propia energía libidinal oponiéndole una fuerza igual
y contraria, funcionando al servicio del superyó, que es el he-
redero del complejo de Edipo, complejo a través del cual se
producen las identificaciones del yo y se selecciona el objeto
de amor. El superyó es el medio a través del cual el aparato
psíquico interioriza las pautas morales de la cultura. Pero al ser
constante la fuerza pulsional, también debe ser constante la
represión, lo cual hace que el gasto constante lleve a la larga a
la muerte energética del sistema. Es decir, mientras la interio-
rización de las pautas culturales está al servicio de la vida, la
pulsión hace que triunfe la muerte. Por eso puede decirse que
los mecanismos que limitan a la pulsión o la encauzan para
fines sociales son postergaciones de un destino inevitable.
La pulsión de muerte se muestra entonces como algo
que domina sobre el propio principio de placer, y revela el

– 61 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

aspecto no homeostático y esencialmente subversivo del apa-


rato psíquico, que lo lleva a enfrentarse con la roca viva de la
castración. Sexualidad y muerte van unidas, aunque no tengan
inscripción simbólica posible en el inconsciente. La pulsión
lleva en su interior la tendencia hacia su propia eternización,
pero a la vez es causa del derrumbe de la armonía del orga-
nismo viviente, sin guiarse ni por el placer ni por la realidad,
buscando una satisfacción imposible de alcanzar, de un modo
porfiado, masoquista e irracional, fijada a algún representante
psíquico que retorna constantemente y de cuya carga de afecto
no puede ser liberado. Ese representante está imposibilitado
de pasar a la consciencia y constituye lo que el propio Freud
define como lo más cercano a la idea kantiana de cosa en
sí incognoscible. Ese representante es postulado sólo para
explicar el agieren, es decir, la constante reaparición actuada
de un contenido que es imposible rememorar, un contenido
traumático que queda fijado en el inconsciente y que debe ser
reconstruido teóricamente para explicar la compulsión a la
repetición sin descarga de la tensión, es decir, sin ningún tipo
de satisfacción asociada que permitiera justificarla mediante
el principio del placer.
La energía libidinal es coaptada por distintas pulsiones
que se van sucediendo en virtud del desarrollo del organismo.
Eso determina fases de desarrollo normal, aunque es posible
que se produzca una fijación en alguna de ellas que lleve a
un posterior retorno frente a situaciones conflictivas que el
sujeto no pueda resolver. En cada fase se busca la satisfacción
de una determinada zona erógena. Las fases son la oral, la
anal, la fálica y la genital, esta última subordinada a los fines
reproductivos, pero en cada una de las fases una parte de la
libido queda ligada a cada una de esas zonas aun durante un
desarrollo normal.

– 62 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

A la libido que se orienta al placer de órgano, se agrega


en la segunda tópica aquella que tiende al mantenimiento del
organismo como totalidad homeostática, y que se contrapone a
todo aquél estímulo, tanto interno como externo, que amenace
su armonía estructural. Es así como se separa el yo del no-yo.
El yo se identifica primariamente con lo que le da placer y a
lo no placentero lo expulsa fuera de sí como no-yo. Con el
desarrollo del concepto de yo, Freud inicia una especulación
dinámica y organicista acerca de la conformación del aparato
psíquico que relativiza la distinción entre consciente e incons-
ciente, hablando de las tres instancias del Ello pulsional, del Yo
que regula lo que de las representaciones inconscientes pasará
al polo motor de acuerdo con las entradas que recibe del polo
perceptivo, y del Superyó, que por un lado es la presencia de
las exigencias culturales interiorizadas luego del derrumbe del
complejo de Edipo, pero, por otro, termina canalizando en
contra del Yo toda la energía libidinal reprimida que alimenta
inicialmente las pulsiones del Ello.
Finalmente, Freud termina explicando el funcionamiento
del aparato psíquico en base a solo dos pulsiones elementales,
la pulsión de muerte, que tiende hacia la disolución de la uni-
dad del organismo viviente, y la pulsión de vida, que tiende a
la formación de totalidades cada vez más abarcadoras. Toma
así como modelo metafísico la teoría del filósofo presocrático
Empédocles, que veía la organización del mundo como el
resultado del juego entre dos fuerzas opuestas, el Amor y el
Odio, que están mezcladas, pero de las que en ciertos períodos
del desarrollo del universo predomina una sola.

– 63 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

FORMAS BIOLOGISTAS DEL PSICOANÁLISIS

Otto Rank fue un discípulo de Freud que intentó reducir


la teoría de la neurosis a una única causa. Freud había llegado
a una teoría basada en un dualismo entre pulsión de vida y
pulsión de muerte. El monismo de Rank lo llevó a pensar que
las alteraciones corporales producidas durante los ataques de
ansiedad generalizada eran producto de una repetición del
comienzo de la respiración aerobia al pasar del útero materno
al desamparo en el mundo exterior. A esa situación, que el
neurótico sería incapaz de elaborar, la llamó trauma de nacimiento.
De esta manera, Rank tomó esta idea freudiana del trauma,
que al principio sirvió de explicación de la histeria y más tar-
de de la repetición, buscando llevarla a una vivencia inicial y
universal. Revivir ese momento sería la forma de superar el
trauma y curarse de la neurosis.
Otro discípulo de Freud, Wilhelm Reich, quien al principio
se ocupó del análisis del carácter como una manera de vencer
la resistencia del paciente al tratamiento, se preocupó por
lograr un método para medir la libido, entendiéndola como
energía sexual. Eso lo llevó a desarrollar la teoría del orgón,
que para él se extendía a toda forma de energía en el universo,
y consideraba que la felicidad se logra cuando se superan los
obstáculos que impiden la libre descarga de la energía sexual
a través del orgasmo. Su teoría fue muy exitosa en los Estados
Unidos a fines de los años sesenta, durante el desarrollo de
la llamada revolución sexual que se opuso al puritanismo de la
segunda posguerra mundial.

– 64 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

CORRIENTES CULTURALISTAS

Freud trató de mantener una posición cientificista. Nunca


dejó de pensar a la psicología como una ciencia natural en el
sentido positivista, y consideraba su metapsicología como un
recurso especulativo provisorio hasta tanto los avances de
la anatomía, la fisiología y la química dieran una explicación
física completa del funcionamiento del aparato psíquico. Pero
muchos de los que fueron al comienzo sus discípulos pronto
empezaron a pensar que la psicología más bien debía tratarse
dentro de las disciplinas llamadas ciencias del espíritu, cuyo fin,
como decía Dilthey, no es explicar en base a leyes universales,
sino comprender cada caso en su singularidad irrepetible.
Tanto Adler como Jung dejaron de lado los aspectos
económicos del psicoanálisis, sustituyeron la idea de una
libido sexual por una voluntad de poder o una fuerza vital, e
introdujeron la idea de que los afectos son representaciones
que actúan teleológicamente, como motivaciones y finalidades
hacia las que la persona se orienta, y no como causas físicas
que permiten una explicación determinista de la conducta
humana.
Adler consideró que hay un sentimiento de inferioridad
esencial al hombre debido a su desamparo inicial, ese desam-
paro que para Freud era el fundamento de su dependencia
respecto del otro materno, pero entendió que hay una com-
pensación de ese desamparo a partir de una agresiva voluntad
de poder, un sentimiento de superioridad que puede llevar a la
neurosis si no se compensa mediante una finalidad social de
carácter altruista. Para Adler, hay una energía creativa en cada
hombre que, sumada a la disposición hereditaria y al contexto
social, da como producto un estilo de vida que se orienta con-
forme a determinados fines. De su versión del psicoanálisis,

– 65 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

sumada a elementos de la psicología existencialista, deriva la


terapia logosófica fundada por Víctor Frankl, que acentúa los
elementos teleológicos hablando del amor altruista como vía
para la búsqueda de una finalidad trascendente que linda con
lo religioso.
Jung, por su parte, consideró que hay una energía vital
supraindividual que se organiza en torno a ciertos nodos
representacionales a los cuales llamó arquetipos, y que cada
persona es un desprendimiento respecto de ese inconscien-
te colectivo que es más fundamental que el inconsciente
freudiano, trascendiendo todo límite espaciotemporal. De
este modo, hizo el mismo movimiento expansivo que había
representado el psicoanálisis freudiano frente a la psicología
experimental que lo precedió, fundando las bases de la hoy
llamada psicología transpersonal. Entre los arquetipos, Jung
incluye la máscara y la sombra, que corresponden respectivamen-
te a nuestro ser-para-los-otros superficial y a lo desconocido
de nosotros mismos, así como el ánima y el animus, que hacen
referencia a lo femenino y a lo masculino, a los que les quita
toda connotación de satisfacción sexual. El psicoanalista, por
su parte, encarna al psicopompo, que guía al alma en su viaje
iniciático a lo desconocido de sí misma, en busca de la inte-
gración de todos sus elementos arquetípicos en la forma de un
mandala circular. De esta manera, Jung no sólo abandonó el
ideal de adaptación del individuo al medio de las otras teorías
psicológicas, sino que lo sustituyó por una armonía interna de
opuestos en una unidad de alcances cósmicos, acentuando los
aspectos míticos del psicoanálisis. Para evitar críticas en cuanto
a la falta de cientificidad de su enfoque, Jung se amparó en el
concepto de sincronicidad tomado de la mecánica cuántica,
que sustituye las explicaciones causales por coordinaciones

– 66 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

estructurales sincrónicas entre los elementos que integran un


campo unificado.
Otras formas de culturalismo, como el de Erich Fromm
o Karen Horney, se limitaron a relativizar la universalidad del
complejo de Edipo y del complejo de castración, a criticar el
falocentrismo freudiano, y a acentuar la importancia del ma-
lestar en la cultura como una explicación de la neurosis desde
una perspectiva social.

PSICOANÁLISIS KLEINIANO

La psicoanalista Melanie Klein se apoyó en los aportes de


Freud, pero sostuvo la existencia de un complejo de Edipo y
de un superyó temprano, localizados en la primera infancia,
etapa a la que consideró determinante para el desarrollo de
la personalidad adulta. Sostuvo que el bien y el mal son for-
mas objetales de la pulsión de vida y de la pulsión de muerte,
que el niño proyecta sobre el pecho materno, produciendo
su desdoblamiento en un pecho bueno, que alimenta, y un
pecho malo, que persigue. A esta posición inicial esquizopa-
ranoide le sigue una posición depresiva del sujeto cuando este
descubre que ambos pechos son uno solo, lo cual genera un
sentimiento de culpa por haber dirigido su agresión contra el
mismo pecho que lo alimentaba. Para Klein, todos los objetos
del imaginario del infante son localizados por él en el interior
de la madre, incluyendo al pene del padre. De esta manera da
cuenta de las representaciones infantiles que observó que se
transparentaban en los papeles que los niños les hacían jugar
a distintos muñecos, de los que la psicoanalista inglesa se valía
para su diagnóstico y tratamiento.
Donald Winnicott fue su seguidor más original. Para él,
la madre debe generar en el niño la ilusión de darle todo lo

– 67 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

necesario para su completa satisfacción. Sólo si en el mo-


mento en que el niño alucina el pecho mientras chupetea,
la madre pone el suyo desde lo real, es posible que haya una
coincidencia entre placer y realidad que permita luego la bús-
queda de una satisfacción independiente por otros medios.
Así entiende Winnicott la idea freudiana de la alucinación del
niño y el concepto de entendimiento, como la capacidad que
le permite a la madre comprender las necesidades de su hijo
y convertir así el grito en llamado. La madre debe permitir
progresivamente la apertura de un espacio entre ella y el niño,
ir desilusionándolo de a poco. El yo verdadero, instintivo, del
niño, se irá armando entonces progresivamente de un falso yo
que le permita adaptarse a la realidad y alcanzar la satisfacción
independientemente de la madre. En ese proceso son de mu-
cha ayuda los objetos transicionales, como el pedazo de tela
o el muñeco con el que el niño logra conciliar el sueño por la
noche, objetos que reemplazan a la madre y otorgan al niño
cierta satisfacción sustitutiva. Para Winnicott, una ausencia
total o una presencia asfixiante de la madre son igualmente
causa de psicosis en el niño.

PSICOANÁLISIS LACANIANO

Al igual que lo hizo el culturalismo, Lacan trató de apartar


al psicoanálisis de todo reduccionismo físico o biológico. Pero
también se esforzó por mantener al psicoanálisis dentro de los
límites de la ciencia, comprendiendo la importancia que tuvo
la formalización de la lingüística y de la antropología para que
estas disciplinas empezaran a ser consideradas como verdade-
ras ciencias y no como meras especulaciones filosóficas.
Lacan empezó por criticar el psicoanálisis del yo originado
en la simplificación de las enseñanzas de Freud en la obra de

– 68 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

su hija Anna. Lo hizo a partir de su experiencia psiquiátrica


con pacientes paranoicas, en las que el reforzamiento del yo y
la psicosis iban claramente de la mano. De ahí que el primer
aporte de Lacan haya sido constatar que el yo surge como
resultado de una forma de conocimiento paranoico por la
cual el sujeto, en una etapa en la que su prematuración hace
que sus movimientos estén descoordinados, se aliena en la
imagen gestáltica de sí mismo tal como la ve reflejada en un
espejo o en el comportamiento de sus semejantes. Lacan de-
mostró que ese saber organizado, basado en las características
de la percepción que la teoría de la Gestalt había descubierto,
encubre para él mismo la verdad de su propio ser, que pasa a
integrar el inconsciente. Ese inconsciente, excluido por el yo
narcisista, se manifiesta a través de lo que cojea en su discur-
so, sean lapsus, actos fallidos o sueños. Todos estos traspiés
se presentan como un enigma a ser descifrado, que pide una
revelación de su verdad. Funcionan así como significantes de
significado desconocido, significantes que, lejos de formar
un caos, poseen una manera de organizarse que sigue ciertas
leyes que ordenan su encadenamiento en torno a puntos de
imposible, a combinaciones excluidas que constituyen lo que
Lacan llama lo real. Dicho real no debe ser confundido con la
realidad, entendida como una construcción imaginaria y sim-
bólica que establece el marco de la escena en la que el sujeto
vive su vida de vigilia, y que posee frente a lo real un carácter
de pantalla, un efecto encubridor.
Lacan descubrió que el encadenamiento de los significan-
tes en el inconsciente, que Freud explicó mediante las leyes
de condensación y de desplazamiento, funciona igual que el
lenguaje para la lingüística estructural, en la que se habla de
operaciones homólogas a las descubiertas por Freud, la de la
metáfora y la de la metonimia. Ellas convierten al inconsciente

– 69 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

en un discurso por el cual el yo es hablado, pues lo que el yo


dice tiene una significación que escapa a su control, en la medi-
da en que es la manifestación del lenguaje mismo, del lenguaje
materno, que funciona como una estructura que trasciende el
uso individual. Lacan ubica la fuente de ese lenguaje en lo que
llama el Otro, tesoro de los significantes –forma simbólica del
cuerpo materno kleiniano–. Al tratar de comprender cómo el
discurso genera un efecto de sujeto, Lacan se interesó por la
manera en que un cuerpo viviente es coaptado por el lenguaje.
Comprendió que es su propia debilidad, su desamparo inicial
que lo somete a Otro para poder sobrevivir y buscar su satis-
facción, así como su falta de saber instintivo, lo que hace que
el cuerpo viviente de un humano sea atrapado por el sistema
simbólico que constituye la cultura, que lo precede, y en medio
de la cual emerge a la existencia.
El lenguaje tiene una organización discreta, posee escan-
siones, separaciones, cortes entre los significantes, y esos cortes
coinciden con los orificios del cuerpo y ordenan los ritmos
de circulación de sus objetos. Es por este encuentro que se
genera la pulsión, como una articulación entre lo corporal y
lo simbólico. Lacan sostiene que es en los intervalos entre los
significantes que se aloja el sujeto.
Revisando el caso Juanito de Freud, Lacan empezó a es-
tudiar cómo el lenguaje encarna en el cuerpo viviente, a partir
de esa célula simbólica elemental que es el binarismo del Fort-
Da, suficiente para que operen las oposiciones significantes.
Luego, hay distintos elementos imaginarios que son elevados
a un nivel simbólico, que conforman una especie de mito in-
dividual que ordena el mundo –incluso de un modo espacial,
gracias a la fijación simbólica de la angustia que constituye la
fobia– y que terminan convirtiéndose en el tesoro de los sig-
nificantes a partir del cual se desarrolla el inconsciente. Con

– 70 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

la consciencia, el inconsciente forma una especie de cinta de


Moebius de una sola cara global y de dos caras a nivel local,
caras que se reparten la escena de la realidad, y la otra escena,
que aparece, por ejemplo, en los sueños.
La interpretación estructuralista de las representaciones,
entendidas como significantes, le permitió a Lacan relacionar
las tres formas de resolución patológica del complejo de Edipo,
psicosis, perversión y neurosis, con tres formas de negación
que ya habían sido señaladas por Freud como distintas maneras
en que el yo rechaza como algo que le es exterior aquello que
no quiere reconocer de sí mismo. Se trata de la forclusión, la
renegación y la denegación, respectivamente.
Si, por una parte, Lacan dejó de lado la perspectiva eco-
nómica acerca del aparato psíquico, señalando que no tenía
sentido plantear una energía especial que debía sumarse a las
otras formas de energía estudiadas por la física, por otro lado,
contra tendencias como la de Jung a buscar niveles conside-
rados progresivamente más profundos de la mente, Lacan
sostuvo el carácter de superficie del inconsciente, barriendo,
junto con la metáfora de la profundidad, toda tendencia mi-
tificante en el campo del psicoanálisis. Incluso discutió los
mitos a los que Freud recurrió muchas veces para explicarse.
No sólo lo hizo con el narcicismo, al que sustituyó por la
teoría del conocimiento paranoico. Rechazó también la idea
freudiana de vivencias que se transmiten filogenéticamente,
eliminando todo rastro de evolucionismo lamarkista al señalar
que los aspectos estructurales en la formación del sujeto tienen
que ver con la presencia del fondo de lenguaje en el que cada
nuevo sujeto aparece. Igualmente, dejó de lado el complejo
de Edipo, reemplazándolo por la idea de metáfora paterna
como fundadora de la ley y como inscripción simbólica de la
castración. Además, en vez de plantear una mítica satisfacción

– 71 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

inicial del bebé que se agregaría a la alimentación y que al no


ser nunca reencontrada sería el origen de la compulsión a la
repetición, Lacan sostuvo que hay una pérdida real que es lo
que permite a un viviente volverse la encarnación del registro
simbólico, pérdida que es coetánea a la constitución misma
del sujeto, y que lleva a este a esa búsqueda de una satisfacción
que nunca existió, que queda fuera del ámbito de lo que es
posible demandar a través del uso del lenguaje. Esa satisfacción
funciona como un deseo puro que va saltando de un objeto a
otro, en una metonimia que sería infinita de no estar limitada
por aquellos objetos que, al permitir al sujeto un plus de goce,
obturan la falta y enmarcan el mundo de identificaciones y de
objetos de amor y de rivalidad al que llamamos realidad. Ese
objeto a, desarrollado a partir de la idea de objeto transicional
de Winnicott, como objeto causa de deseo y como plus de
goce, establece un punto de convergencia de todas las líneas
del espacio perceptivo, que, de esta manera, en vez de ser
estrictamente infinito, se organiza en la forma de un espacio
proyectivo –como el que está representado en los cuadros que
hacen uso de la perspectiva renacentista.
El hecho de que el sujeto sea nombrado en su ser lo alie-
na en el lenguaje localizado en el gran Otro, mientras que la
caída del objeto a produce una separación del sujeto al ceder
dicho objeto al campo del Otro, campo en el cual deberá ir
a buscarlo.
Tratando de lograr una transmisión perfecta de sus ense-
ñanzas, como la que se logra en la matemática más abstracta,
matemática en la que se trabaja con significantes puros sin
significado –las letras o cifras–, prescindiendo de todo uso
de la imaginación, Lacan se apoyó en distintas disciplinas
dentro de esa ciencia formal, empezando por la cibernética
y la lógica, pasando por la teoría de conjuntos, hasta llegar a

– 72 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

la topología. Buscó figuras que, como la antes mencionada


cinta de Moebius, permitieran dar cuenta de la estructura del
discurso del inconsciente y sus relaciones con la consciencia.
Para ello recurrió primero a un grafo, armando la notable
arquitectura del grafo del deseo, del que surgirían las letras
que le permitieron una primera formalización completa del
psicoanálisis, abarcando las relaciones entre el yo especular
y el yo de la enunciación, entre el mensaje y el tesoro de los
significantes, entre la pulsión, el deseo, la castración y el fan-
tasma. Después recurrió al llamado toro, que le sirvió para dar
cuenta de las relaciones entre la demanda y el deseo, así como
a la botella de Klein y al plano proyectivo, que le permitieron
acabar con la idea de una estructuración esférica del espacio
de la percepción, mostrando el carácter relativo del adentro
y del afuera que es la base de la idea de adaptación manejada
por la psicología clásica. Finalmente, llegó al uso del nudo bo-
rromeo para dar cuenta de la relación entre los tres registros,
imaginario, simbólico y real, y de la función del síntoma como
sustituto del nombre del padre como forma de anudamiento
de los tres registros.
Frente al afán de leer a Freud basado en los textos apoya-
dos en la representación-palabra, en los que el fundador del
psicoanálisis tomó como modelo de trabajo el desciframiento
de los jeroglíficos realizado por Champollion, Lacan, para dar
cuenta de los aspectos pulsionales del aparato psíquico, recu-
rrió a lo que llamó el mito de la laminilla. Se trataba de dar una
expresión teórica a la cuestión de la búsqueda que realiza el
deseo de una satisfacción completa que es incompatible con el
efecto sujeto. Partiendo del carácter esencialmente incompleto
del viviente humano, Lacan describe la parte faltante como
un órgano irreal, que funciona a manera de una agujero en el
yo real que lo fuerza a introducirse en el campo del Otro para

– 73 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

contornear distintos objetos que ocupen el lugar de ese agujero


y le permitan retornar a sí mismo, alcanzando una satisfacción
que no quede reducida a lo autoerótico. Esa laminilla es para
Lacan la libido. De esta manera, la presenta como una entidad
incorporal, de carácter funcional, y no como una energía sexual
misteriosa. Las fuerzas, por su parte, que corresponden a las
pulsiones, son para Lacan los circuitos que la laminilla realiza
partiendo de las zonas de borde del cuerpo, para volver a sí
misma después de contornear determinados objetos cuya
naturaleza es indiferente, pues su valor sólo está en ocupar
el lugar del agujero, como la tetina o el dedo reemplazan al
pezón como objeto de la satisfacción que alcanza un bebé a
través del chupeteo. Lo que en Freud era fuerza constante,
en Lacan pasa a ser goce, un constante retorno al punto de
partida por la imposibilidad de una coincidencia total entre la
pulsión y su objeto, en la medida en que el objeto adecuado,
la Cosa, sería el objeto incestuoso, cuyo acceso no sólo está
interdicto por el nombre del padre, sino que es imposible por
principio para un sujeto.

PSICOLOGÍA HUMANISTA

Frente al positivismo, que reducía los fenómenos que la


ciencia podía estudiar a representaciones sensoriales y sus com-
binaciones por leyes de asociación, Edmund Husserl amplió la
noción de fenómeno, y a la vez cuestionó, basado en la psicolo-
gía de Brentano, el concepto de representación. Para Husserl, la
consciencia no es un campo cerrado de representaciones cuya
relación con los objetos reales es siempre cuestionable, sino
que es un flujo constante de actos intencionales, actos que no
deben confundirse con las acciones motrices corporales, y cuya
característica esencial es el trascenderse a sí mismos, el estar

– 74 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

orientados hacia el mundo. La conciencia es entendida como


una apertura hacia el mundo de las cosas y de los hombres, y
ello sin salir del ámbito de su propia inmanencia.
Además de haber servido de fundamento a la teoría de la
Gestalt, la fenomenología de Husserl hizo una descripción de
los distintos estratos que integran el campo de la conciencia,
incluyendo las aprehensiones perceptivas, valorativas, imagina-
tivas e intelectuales, hasta llegar a la manera en que el campo de
la temporalidad inmanente a los actos de conciencia permite
la emergencia correlativa de objetos de validez omniespacial y
omnitemporal –números y entidades geométricas–. Permitió,
gracias a ello, y por contraste, el desarrollo de una psiquiatría
fenomenológica, psiquiatría que clasificó las patologías men-
tales de acuerdo a las distorsiones generadas en algunos de
estos actos clasificados por Husserl, distorsiones constatadas
en base a las descripciones de los propios pacientes acerca de
su mundo vivido.
Para la fenomenología, hay un mundo objetivo, pero lo es
porque es un mundo compartido. Toda percepción es un acto
dador de sentido, sobre el cual los actos lingüísticos se apoyan
para constituir un significado que puede liberarse del objeto
concreto, significado sostenido ya no por datos sensoriales sino
por palabras. Gracias a ello, mediante una entrevista abierta,
a partir de las respuestas habladas es posible tener acceso al
mundo vivido del paciente, poniéndose en lugar de él mediante
un proceso de empatía.
A partir de estas elaboraciones de Husserl acerca de los
mundos tal como son vividos por cada campo de conciencia, y
los puntos en que estos mundos se unen y aquellos en los que
se separan, y con el agregado de la idea existencialista de que
los temples anímicos como la angustia y el temor son modos
de apertura al mundo previos a cualquier relación cognitiva

– 75 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

con él, varios psicólogos y psiquíatras sentaron las bases de


una psicología fenomenológico-existencial. Su representante
más importante fue Ludwig Binswanger, quien consideraba
que era posible analizar el ser en el mundo propio de cada uno,
sentando las bases de lo que llamó “análisis del Dasein”. Éste
consiste en un diálogo natural, dejando de lado todo prejuicio
acerca del paciente –siguiendo así la idea fenomenológica de
suspender todo supuesto acerca del mundo para que se ma-
nifieste la esencia misma de cada fenómeno–, pero orientado
a conocer su visión del mundo, particularmente su relación
con el espacio, con el tiempo, con el mundo físico y con las
otras personas.
El análisis del Dasein no se ocupa del espacio-tiempo de
las ciencias de la naturaleza, para Heidegger una construcción
explicativa que se funda sobre otra relación, sobre una relación
más originaria del hombre con el mundo. Se trata de ese tiempo
en el que la posición del Sol en el cielo genera apariciones del
mundo a una luz totalmente diferente, alrededor de las cuales
se organizan las tareas cotidianas, tales como levantarse de la
cama, higienizarse, tomar el desayuno, ir a trabajar, almorzar,
seguir trabajando, merendar, seguir trabajando, volver a casa,
cenar, dormir y soñar. Se trata del espacio orientado por el lugar
de la salida y el de la puesta del Sol –orientarse es localizar el
oriente, es decir, el lugar del amanecer–, donde lo lejano no se
mide por una distancia métrica sino por la accesibilidad o el
estar a la mano –está más cerca el lugar de veraneo viajando
en avión, que el lugar de trabajo yendo con el auto por una au-
topista congestionada en la hora pico–. Se trata del mundo del
taller del carpintero, donde el martillo está junto a las maderas
y los clavos que le dan su significado de martillo, o del aula,
donde el docente está junto al pizarrón, donde se encuentran
las tizas o los fibrones y el borrador, y los alumnos tienen sus

– 76 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

sitios, y saben para qué son esos sitios aunque nunca piensen
explícitamente en ellos.
Alguien que creyera que el mundo es un abismo infinito
sin orientación espacial y con una temporalidad homogénea de
instantes sucesivos, estaría más cerca de la visión del mundo de
la ciencia, pero sufriría sin duda un trastorno de la personalidad
que le impediría adaptarse a la realidad del mundo cotidiano.

LA ESCUELA DE PALO ALTO Y LA PSICOLOGÍA SISTÉMICA

Bajo la influencia de las ideas del antropólogo Gregory


Bateson, la escuela de Palo Alto desarrolló experimentos que
le permitieron elaborar una nueva concepción acerca de la
comunicación basada en el modo en que la representación
subjetiva de los participantes afecta el contenido informacional
del mensaje. Esta escuela parte de la afirmación de Bateson,
tomada a su vez de Alfred Korzybski, “el mapa no es el te-
rritorio”, lo cual implica la imposibilidad de una coincidencia
completa entre nuestras representaciones y el mundo real.
Concibe entonces a la realidad como una construcción, pero
no una que se da de manera solipsista, sino a partir de la co-
municación entre al menos dos personas.
Esta escuela también tiene en cuenta el intento de Bateson
por explicar la esquizofrenia como efecto de un “doble bind” o
doble actitud de la madre hacia el niño –atraerlo y rechazarlo–,
en el que la personalidad se desdobla para dar lugar a esa co-
municación contradictoria. Tal contradicción no se produce,
sin embargo, a nivel del enunciado. No es una contradicción
lógica en sentido estricto, sino más bien una contradicción
performativa, que se da entre la palabra y la acción, pero una
acción que es también comunicativa. Ocurre que para Bateson

– 77 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

y para la Escuela de Palo Alto hay dos planos de la comuni-


cación, el digital y el analógico.
El plano de la comunicación digital, cuyo medio es el len-
guaje, se basa en un código compartido por una comunidad
de hablantes y permite la transmisión más o menos fiel de la
información, pero constituye no más del veinte por ciento de lo
que comunicamos. El resto es comunicación analógica, basada
en una transmisión involuntaria de cuestiones contextuales
que brindan a esa información su prestigio y la rodean de un
halo de significaciones emotivas y subjetivas cuya captación
es personal, pues depende de las experiencias previas y los
prejuicios del receptor. Eso explica fenómenos como el que
surge de la experiencia del teléfono descompuesto.
La escuela de Palo Alto cuestiona la división misma entre
emisor y receptor, y la existencia de un vaivén en el proceso de
diálogo. Para ella, la comunicación se produce todo el tiempo,
en un medio que trasciende las intenciones conscientes de
quienes se comunican. Uno de los axiomas más importantes
de la teoría es que siempre comunicamos algo, pues todo
lo humano es significativo para los otros. Aún el silencio es
comunicación. Es el carácter no consciente de eso que comu-
nicamos sin saberlo lo que interfiere en la comprensión entre
las personas y genera los problemas familiares y de pequeños
grupos. La realidad misma de la que hablamos es un producto
cultural, de manera que hablar de la verdad objetiva del dis-
curso o de la adaptación a la realidad no tiene sentido. De los
estímulos que recibimos siempre seleccionamos aquello que es
relevante para nuestro medio social y cultural. De manera que
la única armonía a la que podemos aspirar es a una armonía
comunicacional que supere los conflictos derivados de todo
eso que comunicamos o que leemos como mensaje silencioso
procedente de los otros sin saberlo. De estas ideas surgió el

– 78 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

cognitivismo de la enacción, desarrollado por los biólogos


chilenos Maturana y Varela.

OTRAS TEORÍAS DEL LENGUAJE

Aunque no se trate de teorías psicológicas globales,


debemos mencionar someramente los aportes de algunas
teorías lingüísticas. Por un lado tenemos a Lev Vigotsky. Este
psicólogo soviético, frente a la predominancia del sujeto in-
dividual en la teoría de la inteligencia de Piaget, planteó que
el pensamiento es una interiorización del lenguaje entendido
como estructura social y cultural. Para él, como para Lacan,
vivimos sumergidos en el lenguaje. La madre es la encargada
de transmitir ese lenguaje a su hijo en su forma hablada, y el
aprendizaje se hace en este caso espontáneamente, a diferencia
de los contenidos transmitidos por la educación escolarizada,
como la capacidad para la lectoescritura. Es mediante ese
proceso de interiorización que la cultura se transmite de una
generación a otra.
Todo desarrollo lingüístico se da gracias a que en las inme-
diaciones del individuo hay alguno que está un paso más allá
que él en la adquisición del lenguaje, dentro de la llamada zona
de desarrollo próximo. Esa zona permite que el niño desarrolle
potencialidades que están en el entorno de sus capacidades
actuales. Podríamos decir que se trata de una teoría de la imi-
tación basada en una lógica difusa. Si el lenguaje fuera una
estructura cerrada con un adentro y un afuera, ese desarrollo
sería imposible.
El lenguaje egocéntrico del niño pequeño es para Piaget
un acompañamiento de la actividad concreta en su pasaje a la
simbolización, mientras que para Vigotsky es parte del proceso
por el cual el niño incorpora el lenguaje materno. Vemos así

– 79 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

como un mismo fenómeno adquiere un sentido distinto en el


contexto de dos teorías diferentes.
Otro aporte importante para la psicolingüística lo consti-
tuye la teoría del lenguaje de Chomsky. Para él, las lenguas son
realizaciones de una gramática universal, que opera de la misma
manera que los sistemas axiomáticos, capaces de generar una
cantidad infinita de teoremas a partir de un número finito
de axiomas. Todo se basa en reglas de formación y reglas de
transformación, igual que las fórmulas bien formadas de los
lenguajes formales artificiales. La idea de que la universalidad
del lenguaje presupone un cableado cerebral compartido, una
especie de lenguaje potencial que se activa ante los más peque-
ños estímulos, hizo que Chomsky reinstalara el viejo debate
acerca de su carácter innato o adquirido.
Jerry Fodor, discípulo de Chomsky, ha visto en su lingüís-
tica la necesidad de volver a la idea de contenidos mentales
que no pueden identificarse con estados del sistema nervioso
central. Su neocartesianismo lo lleva a postular entidades men-
tales innatas con su propia semántica, capaces de influirse entre
sí causalmente, y cuya relación con la realidad probablemente
nunca se pueda explicar. Ha sentado así las bases filosóficas
para la revolución cognitivista, contraria al conductismo. Si
bien el cognitivismo es el fundamento de la psicología cogni-
tiva, trasciende el ámbito de la psicología, y se ha planteado
como una teoría representacional del conocimiento en general,
incluyendo el procesamiento de la información en las compu-
tadoras, así como en redes virtuales como Internet.

DISCIPLINAS FRONTERIZAS

Otras corrientes que han empezado a estar de moda en


los últimos años son la psicología evolucionista y la genética

– 80 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

del comportamiento. Ninguna de ellas es nueva. Hay atisbos


de las dos en la dinámica de las poblaciones del neodarwi-
nista Dobzhansky, así como en el darwinismo social que fue
contemporáneo de los primeros desarrollos evolucionistas e
influyó en el higienismo genético que caracterizó al fascismo
de los años 30 del siglo XX.
La psicología evolucionista se basa en la proximidad gené-
tica entre los seres humanos y algunas especies de homínidos
para intentar elaborar leyes generales del comportamiento
para las distintas variedades del género homo. A diferencia de la
etología, que es mucho más amplia, la psicología evolucionista
se concentra en el estudio de las conductas sociales de los
chimpancés, los bonobos y los gorilas, tratando de demostrar
que dichos comportamientos derivan de una determinada
arquitectura neuronal originada en la información genética
y que ha sido conservada por la selección natural debido a
su eficacia adaptativa. En algunos casos, cumple la función
de justificar los comportamientos irracionales en función de
que alguna vez fueron favorables a la supervivencia, como en
el caso del miedo a las serpientes y a las arañas, o del miedo
a la oscuridad. En otros casos, permite llevar la antropología
más allá de los límites del hombre, abarcando también a los
linajes y los comportamientos tribales de los monos, tratando
de sacar de ello consecuencias para los debates acerca de la
naturaleza egoísta o altruista del hombre, llevándolos al terreno
de la biología.
La genética del comportamiento elabora estadísticas que
dividen las causas posibles de toda característica humana,
incluyendo las psicológicas, en dos categorías: genética y
ambiental. Trata de probar estadísticamente la incidencia de
los genes en el comportamiento, a veces intentando aislar un
gen gay o un gen criminal, así como lo había hecho mucho antes

– 81 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

el positivista Lombroso tratando de deducir de los rasgos


físicos la tendencia criminal de las personas. En sus versiones
más flexibles acepta, sin embargo, que los genes entrecruzan
sus influencias para dar lugar a dichos comportamientos. Ha
tenido la utilidad de probar el posible origen genético de la es-
quizofrenia, aunque lo hace por métodos indirectos que dejan
fuera de consideración muchos factores de posible incidencia
al poner en la categoría ambiente características tanto variables
como constantes.
Estas disciplinas no tienen en cuenta que la estadística sólo
funciona como promedio para grandes números de casos y es
incapaz de dar cuenta de cada situación individual. Además, en
ellas reina una clara confusión con respecto a la idea de tener o
no los mismos genes. Por un lado, se nos dice que los hombres son
como los chimpancés, porque ambos comparten un 98,7% de
los genes, tratando de deducir de su comportamiento social el
origen biológico del nuestro. Por otro lado, se nos dice que los
hombres normales son genéticamente distintos de los esqui-
zofrénicos, aun cuando todos los seres humanos comparten
el 99,9% de los genes, y en esa diferencia del 0,1% estaría la
base genética de todas nuestras características individuales
distintivas. Quizás esta confusión se deba a que la palabra gen
se ha vuelto, incluso en el ámbito científico, una especie de
muletilla, un lugar común que permanece a resguardo de los
cambios sufridos por este concepto desde que fuera elabora-
do por Mendel en el siglo XIX hasta los actuales desarrollos
de la biología molecular. Es lógico que la biología busque
las diferencias entre las personas en la genética, pues es allí
donde pone su origen retroactivamente. Gen es el nombre de
los caracteres observables de los individuos tal como existen
en potencia en los cromosomas, y más específicamente en el
ADN. Con el tiempo se pasó de la ecuación un gen-una ca-

– 82 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

rácter, a un gen-una proteína, y de ahí a un gen-una proteína


de acuerdo con un marco de lectura. La lectura de los genes es
tan susceptible de sufrir variaciones de origen ambiental como
los genes mismos, y depende de la herencia citoplasmática,
que no es genética. Hay casos de enfermedades epigenéticas
que se transmiten sólo por vía materna o paterna. Además, los
genes pueden verse afectados por mutaciones, o heredarse de
una generación a la otra. Algunas proteínas que codifican los
genes son reguladoras y generan efectos más generalizados,
mientras que otras tienen efectos a nivel local. Los caracteres
observables de un organismo en general son multigénicos, lo
cual significa que debe haber muchos genes actuando simultá-
neamente para que se produzcan. Pero, además, al referirse a
las patologías, se habla de modificación, como si hubiera una
forma natural del gen que es alterada en determinadas personas
por alguna causa externa. O sea, es sólo por comparación con
el caso considerado normal que se habla de formas genéticas
patológicas. Y lo que determina lo que es normal es un con-
texto sociocultural determinado. Muchos comportamientos
considerados perversos en el siglo XIX hoy se consideran
normales, y ciertas formas consideradas normales entonces,
como la represión religiosa, hoy se ven como patológicas.
El genetista Robert Plomin, por ejemplo, afirma que la
relación entre el cerebro y el contexto social no es de causa y
efecto, pues no es posible saber cuál de los dos factores es el
que influye en el otro cuando se detecta una correlación entre
ellos. Considera, en cambio, que los genes sí actúan como
causas, cuando el hecho mismo de considerar a cadenas de
pares de bases del ADN como genes depende justamente de
que produzcan la formación de determinados caracteres en
interacción con el ambiente, mientras que aquellas bases que

– 83 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

no generan cadenas de sucesos que culminen en caracteres


observables se consideran parte del llamado ADN basura.
Si la esquizofrenia fuera de origen genético, los casos de
gemelos con la misma enfermedad no serían un 50%, sino
un 100%. Y aunque el porcentaje más o menos constante
de esquizofrénicos y de homosexuales a lo largo del tiempo
puede hacer pensar en causas genéticas, no queda nada claro
por qué la selección natural no los hizo desaparecer teniendo
en cuenta las claras desventajas reproductivas en estos tipos
de conducta. Algunos neodarwinistas han planteado que los
homosexuales traspasan sus caracteres porque son buenos
cuidando a sus sobrinos, que comparten con ellos un alto
porcentaje de genes, un argumento sumamente arbitrario que
no merece mayores comentarios.
La esquizofrenia puede describirse tanto como producto
de una desregulación genética, como a la manera de un intento
de restablecimiento de la homeostasis debido a dicha desre-
gulación, ya que el individuo no es una sumatoria de partes
aisladas, sino una totalidad dinámica.
En todo caso, más que las influencias de los genes, del
ambiente, etcétera, en la conducta, a la psicología le debe inte-
resar el estudio de la mente como campo de representaciones.
Endel Tulving, por ejemplo, aun admitiendo una continuidad
entre los hombres y los monos, no deja de buscar la diferen-
cia, lo específicamente humano, y lo hace en el campo de las
representaciones, señalando que los homínidos no humanos
carecen de memoria episódica, es decir, no muestran señales
de poder recuperar las circunstancias contextuales y el pro-
ceso por el cual realizaron ciertos aprendizajes. En términos
psicoanalíticos, carecen de mito individual.

– 84 –
CAPÍTULO III
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES
EN AMÉRICA LATINA Y EN ARGENTINA

Latinoamérica siempre se basó en una adquisición, general-


mente tardía, de las corrientes de pensamiento extranjeras,
primero europeas, y más tarde norteamericanas. Es así que,
durante el proceso de organización nacional después de las
guerras civiles que siguieron a la independencia respecto de
España, la primera forma de psicología en ser adoptada en es-
tos países fue la psicología experimental, con fuertes elementos
evolucionistas y positivistas, fundamentalmente en su forma
francesa. Recién en los años cuarenta del siglo XX, después
de los embates del espiritualismo contra el positivismo de la
psicología experimental, empieza la influencia del psicoanálisis,
que se irá modificando hasta la década del sesenta, en la que
surge la psicología social, bajo la influencia de elementos con-
ductistas y gestálticos sumados al psicoanálisis de las escuelas
inglesa y francesa, y se da la entrada al país de la psicología
humanista y, más tardíamente, del psicoanálisis lacaniano. En
Argentina sigue un período de estancamiento que coincide con
sucesivas dictaduras militares, hasta que, después del retorno
de la democracia en los años ochenta, y superada la crisis
filosófica de la posmodernidad, comienza la introducción en
el país de la psicología cognitiva.

– 85 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

Como señala el historiador Reynaldo Alarcón, la psicología


en América Latina tiene las siguientes características: orien-
tación científica –empírica, objetiva y cuantitativa, desligada
de los debates filosóficos–, carácter dependiente –uso de
doctrinas importadas–, escasa originalidad –limitada a la adap-
tación de test al ámbito local–, relevancia social y compromiso
político, preferencia por la psicología aplicada y limitación al
ámbito humano.
En Argentina, la psicología empezó como psicología fo-
rense y como psiquiatría, ligada a las dos carreras universitarias
existentes, la de Derecho y la de Medicina. Su función era con-
trolar el aumento de la criminalidad que se produjo a partir del
incremento de la población y su hacinamiento en la Ciudad de
Buenos Aires, con motivo de las grandes migraciones proce-
dentes mayoritariamente del sur y el este de Europa. Aunque,
después del congreso de psicología celebrado en Córdoba a
fines de la década del 50 del siglo XX se fundó la carrera de
psicología en la UBA y en la escuela que se convertiría luego
en la Universidad Kennedy, la psicología nunca perdió del todo
su finalidad terapéutica, con lo cual el desarrollo original en
el campo de la teoría fue en general escaso. Un objetivo del
estudio del desarrollo de las corrientes psicológicas es realizar
una relectura de los textos fundadores en esta materia en el
país y de otros posteriores, correspondientes a las distintas
modas procedentes de Europa, sobre todo de Francia, y tratar
de encontrar detalles que puedan haber resultado novedosos
y hayan representado algún aporte más o menos original a las
corrientes de origen.

– 86 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

PERÍODO POSITIVISTA Y EXPERIMENTAL

Podemos tomar como ejemplo de los inicios de la psico-


logía en la Argentina un trabajo poco estudiado del año 1878,
La neurosis de los hombres célebres de la historia argentina, de José
María Ramos Mejía.
Esta obra es interesante por varios motivos. En primer
lugar, porque, a pesar de sostener el espíritu de la psicología
experimental, es un libro cuyas fuentes son básicamente
librescas. Si bien Ramos Mejía cita a personalidades de la
psicología y de la psiquiatría como Charcot y Broca, y habla
de las investigaciones experimentales llevadas a cabo con elec-
trodos para detectar las áreas del cerebro correspondientes a
distintas funciones, se nota en el texto un interés especial por
la narración de casos patológicos, de carácter anecdótico, así
como evaluaciones especulativas sobre las lesiones cerebrales
o funcionales que llevaron a distintos personajes históricos
como Rosas a tener gran ascendencia sobre la gente y a la
vez a realizar actos criminales. También se atiene a la fantasía
romántica de una relación íntima entre genio y locura, a la que
trata de explicar fisiológicamente.
Si tenemos en cuenta que los testimonios son una caracte-
rística propia de la etapa precientífica del conocimiento, como
señala Bachelard, ese interés y ese grado de especulación se
condice poco con la idea, sostenida por el propio autor, acerca
de que la psicología, de la mano de la fisiología nerviosa, habría
salido ya en su época de los estadios teológico y metafísico
para insertarse de lleno en el estadio positivo –las tres etapas
del desarrollo del pensamiento según Comte.
Ramos Mejía da por sentado que un organismo bien
adaptado debe tener sus órganos en perfecto funcionamiento,
y que sólo si el órgano está dañado o lesionado se entra en el

– 87 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

ámbito de las patologías, por ejemplo las nerviosas. Admite,


sin embargo, que en el caso de las neurosis, dentro de las que
incluye tanto los comportamientos histéricos y obsesivos como
las perversiones, las psicopatías y la adicción al alcohol, no es
posible encontrar, como sí en la locura, una lesión cerebral
visible, aunque confía en que dichas lesiones sean detectadas
a partir de nuevos instrumentos de diagnóstico, que espera se
desarrollen en el futuro. También señala que lo más común
es que esos problemas psicológicos se manifiesten en una
degeneración de la vida sexual y describe, escandalosamente,
el disfrute que muchos hombres célebres sentían al realizar
sus actos criminales, como una descarga de tensión psíquica,
lo cual muestra que las explicaciones similares a las freudianas
estaban en general dentro del espíritu de la época.
Lo más original de su enfoque es su intento por estable-
cer una influencia de la constitución biológica no solo en el
ámbito del pensamiento y del comportamiento, sino también
en el ámbito social. Por un proceso de contagio histérico es
posible que una personalidad neurótica logre ascendiente so-
cial y dirija los destinos de un pueblo. El suyo puede verse así
como un primer intento de una explicación bio-psico-social
de la conducta.
Teniendo en cuenta que la historia es un relato que se
puede escribir desde múltiples perspectivas, resulta interesante
este proyecto de explicar el período de anarquía anterior a la
organización nacional a partir de patologías nerviosas, en un
intento por armar lo que podríamos llamar una psicohistoria.
Es una manera de retomar la idea del romanticismo de una
historia guiada por grandes hombres, pero modificada por
la influencia del positivismo y de la psicología experimental
de raíz neurofisiológica. Es un modo de volver sobre lo que
Sarmiento, en el Facundo, trató de explicar en términos socio-

– 88 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

ambientales, como un cruce entre dos variables: civilización y


barbarie. Incluso Ramos Mejía, mostrando un claro efecto de
la tendencia al sincretismo, cita a Sarmiento para hablar de la
influencia de las extensiones vagas de la llanura pampeana, o
de las influencias del viento seco y árido del Norte, para atri-
buir a ellas un papel importante en las tendencias criminales
de los caudillos y de otros hombres poderosos. A eso suma
la herencia biológica, pero la combina con la evolución como
adaptación al medio para explicar el progreso representado
por los hombres de Mayo, mientras que recurre al atavismo,
o regresión a estados animales inferiores, para dar cuenta de
figuras como la de Facundo Quiroga.
Sus alusiones a afecciones como la dispepsia crónica, la
hipocondría generalizada y el reblandecimiento del cerebro,
pueden movernos a risa. Lo mismo podemos decir de la exa-
gerada narración de las atrocidades cometidas desde niño por
Rosas, y la explicación de sus tendencias criminales como la
confluencia multicausal –manifestada en una epilepsia parcial– de
la herencia de su madre histérica, de la asimétrica conforma-
ción de su cráneo, de una patada recibida de un caballo en la
juventud que lo dejó inconsciente durante un buen rato, así
como de cálculos en los riñones que agriaban su carácter.
Sin embargo, muchas de las explicaciones mencionadas
sólo se diferencian terminológicamente de algunos textos de
divulgación de las neurociencias, que explican la conducta
mediante vagas alusiones a lesiones frontales del cerebro que
alteran la conciencia moral y la capacidad de decisión, a la
evolución por selección natural como una constante explica-
tiva para dar cuenta de los progresos de la especie, y al mismo
tiempo la idea de los órganos vestigiales como explicación de
los caracteres inadaptados al medio social, esta última apenas

– 89 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

diferente de la antes mencionada del atavismo como forma


de regresión en medio del proceso evolutivo.
Reflejando la preocupación de la época por los fenómenos
de masa, de los que Freud se hizo eco en Psicología de las masas
y análisis del yo, Ramos Mejía considera que la presencia de un
líder desequilibrado suele generar, en parte de la población,
por un fenómeno de contagio afectivo, una exaltada adhesión
histérica, mientras el resto de la población se sume en la de-
presión y la melancolía. Es un tema que retomará en su obra
sociológica más importante, llamada Las multitudes argentinas.
En la misma línea seguida por Ramos Mejía, es de destacar
el aporte de quien reeditó, prologó y comentó la obra a la que
nos hemos referido, el médico José Ingenieros. El texto que
sirvió de introducción a su tesis de doctorado en medicina,
llamado La simulación en la lucha por la vida, del año 1900, es muy
significativo acerca de la evolución sufrida por la asimilación
del positivismo y del evolucionismo cuando ya había sido
fundada la Universidad de Buenos Aires, y en pleno proceso
de inmigración masiva y de los proyectos estatales para su
control e inserción social.
Teniendo en cuenta la misma clasificación de las enfer-
medades mentales manejada por Ramos Mejía, Ingenieros
observó la creciente utilización de la simulación de la locura
por parte de los criminales para escapar a la condena judicial.
No perteneciendo a la categoría de los locos, aunque sí de los
enfermos nerviosos, en la medida en que están afectados por
una enfermedad moral o de los sentimientos que no altera su
capacidad intelectual, Ingenieros comparó la simulación de
los criminales con la de cierto gusano que observó trepando
por la pared de su habitación disfrazado de pelusa, haciendo
uso de una adaptación peculiar, el mimetismo. Es interesante
el hecho de que esto le sirviera a Ingenieros para mostrar la

– 90 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

continuidad entre los mecanismos adaptativos de los animales y


del hombre, en un caso para sobrevivir en el ambiente natural,
y en el otro en el ambiente artificial o económico. Ingenieros de
basó para ello en el evolucionismo de Darwin, de Spencer y de
Haeckel, algunos de cuyos textos sirvieron también de fuente
de inspiración para las elaboraciones teóricas freudianas.
Es aleccionador comparar este ensayo con los párrafos en
los que Lacan señala, en contraposición, como lo específica-
mente humano el hecho de poder engañar con la verdad, en
la medida en que tanto mentir como decir la verdad se basan
en el mismo argumento, que es el de la verdad de lo que se
afirma. Lacan toma el clásico ejemplo del chiste judío men-
cionado por Freud en su texto clásico sobre el tema, en el que
un hombre acusa a otro de engañarlo al decirle la verdad para
que crea que le está diciendo una mentira.
En este trabajo de Ingenieros hay una exposición evolu-
cionista del desarrollo social que no se distingue en nada de la
sociobiología actual, salvo por algunas alusiones al desarrollo
económico, que aumentaría la solidaridad como medio de
adaptación en detrimento de la fuerza bruta y del fraude. Esto
demuestra que hay relatos que han sido abandonados duran-
te algunos períodos de tiempo, que resurgen con las nuevas
oleadas de cientificismo que le siguen a otros períodos en los
que la crítica filosófica al reduccionismo lleva a intentos más
sofisticados de desarrollo de las ciencias humanas, como el
estructuralista, el cual también sucumbió a la crítica filosófica,
en este último caso la llevado a cabo por la posmodernidad.
El texto que comentamos nada tiene que envidiarle a los
populares libros de evolucionistas como Richard Dawkins,
quien, en Escalando el monte improbable, del año 1998, vuelve
sobre los ejemplos de lo que en la época de Ingenieros se
llamaba homotipía o mimetismo de la forma.

– 91 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

Es notable, por otra parte, la suma de distintas fuentes a


las que Ingenieros quiere hacer coincidir. Acepta la teoría de
la evolución en la versión de Darwin, intentando ir a obras de
primera mano para conocerla, pero la mezcla con aplicaciones
al ámbito mineral qué el mismo considera no más que pura-
mente metafóricas. Luego trata de mostrar que la condición
humana se aleja sólo en grado de la de los animales, pero
limita la aplicación del evolucionismo sociobiológico para no
contradecir sus ideas políticas socialistas, algo que se repetirá
luego, cuando la introducción del psicoanálisis en Argentina
por obra de personalidades como la de Béla Székely se mezclará
con críticas a la metapsicología freudiana basadas en el mar-
xismo de la escuela reflexológica rusa, como ocurre en la obra
de Gregorio Bermann, o, como en el caso de Pichon-Rivière
y José Bleger, con un marxismo distinto, combinado con la
crítica de Politzer al psicoanálisis del yo y un sociologismo con
influencias de Kurt Lewin.

LA PSICOESTADÍSTICA

Vemos en los textos antes analizados que la asimilación de


la psicología en Argentina siguió una serie de pautas:
-La subordinación a las teorías procedentes de Europa.
-Basarse en fuentes de origen mayoritariamente francés y
en lecturas de segunda mano.
-El sincretismo.
-Aludir al método científico pero apoyarse en un saber
libresco, aplicado a un estudio de casos, y con una tendencia
a la rápida generalización.
-Intentar cierta originalidad ampliando o extendiendo
teorías ya aceptadas hacia ámbitos no explorados a partir de

– 92 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

una rápida inspiración que encuentra siempre ejemplos que


la confirman.
-Aceptar como pruebas el testimonio de terceros.
Nos encontramos con una psicología que no alcanza la
autonomía, que está a caballo entre la medicina del sistema
nervioso y la criminología. Se trata sobre todo de intentar
explicar el fenómeno de la delincuencia, entendiéndola como
una enfermedad, pero a la vez constatando que carece de
bases fisiológicas, bases que sí se consideran existentes en los
casos de locura.
Paralelamente a la crítica de los filósofos espiritualistas de
influencia bergsoniana como Alejandro Korn y Coriolamo
Alberini, que se hicieran eco de tendencias que fueron soca-
vando las bases de la psicología evolucionista y positivista que
hasta entonces estaba asociada con la hegemonía del partido
político gobernante –que perdió poder a partir de la nueva ley
electoral y de la posterior reforma universitaria–, la psicología
se retira del ámbito de las discusiones filosóficas. Pero eso le
permite consolidarse como disciplina experimental, influida
por las nuevas tendencias cientificistas que van a centrarse en
la aplicación de test adaptados a las condiciones de cada país,
entendiendo la normalidad ya no en un sentido médico sino
psicoestadístico.
El proyecto de organización nacional incluía la idea de
una integración de las masas de inmigrantes a través de un
sistema educativo estatal. Esto hizo que los estudiantes se
vieran como un inmenso campo de aplicación para los test
psicológicos que iba a permitir obtener resultados más allá de
los límites de las pocas personas con las que trabajaban los
primeros laboratorios que se crearon en el país a comienzos
del siglo XX bajo la influencia de la psicología experimental
de Wundt, pero tomando como modelo concreto el modo

– 93 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

de trabajo desarrollado en Francia, país al que los médicos


argentinos iban a especializarse.
Piñero fue un pionero en materia de psicología experimen-
tal en Argentina, y seguía estrictamente las pautas venidas de
Francia. Víctor Mercante, en cambio, fue quien se ocupó de
organizar estudios masivos en las escuelas. La influencia de
los criterios positivistas está vigente en él tanto como en los
que seguían la línea médica y criminológica, pero es extendida
a la indisciplina en el ámbito escolar, a la que considera una
desviación patológica que impide la adaptación a este medio
microsocial. Hay en su posición un vaivén entre la idea de que
ciertos determinantes hereditarios hacen inútil todo intento
educativo, y la idea de que la educación, siguiendo los períodos
naturales de desarrollo del individuo, permite la integración
de los niños, a los que considera, sobre todo en la pubertad,
como delincuentes que deben ser socializados.
Víctor Mercante extendió los trabajos psicoestadísticos
del laboratorio, tal como los realizaba Piñero, al ámbito es-
colar, midiendo la memoria, la atención y la fatiga después
de un trabajo intelectual. Utilizó test aplicados en masa, que
enmarcó después según género, edad, raza, y otras variables
que se consideraban antropológicamente relevantes. Pero las
generalizaciones que hacía a partir de los resultados obtenidos
lo llevaban a obtener lo que había supuesto a partir de sus pre-
juicios antropológicos y sexuales, enmarcados en el contexto
del higienismo de la época.
Por ejemplo, en un test se les pedía a los niños asociar un
color con cada letra o palabra pronunciada. Mercante encontró
que había asociaciones que se repetían, que dependían de la
materia fónica de las palabras y no del significado, y atribuyó
a quienes realizaban más frecuentemente estas asociaciones
una especial capacidad literaria. Además, observó que esa

– 94 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

asociación era más frecuente en mujeres que en varones, lo


cual vio como una confirmación de que la mujer tiene un tipo
perceptivo, mientras que el hombre posee un tipo ideativo.
La finalidad de los procedimientos estadísticos, que Gal-
ton había usado en Francia, no era para Mercante conocer las
aptitudes laborales de cada individuo al servicio de una euge-
nesia social, sino obtener resultados globales que permitieran
la elaboración de proyectos pedagógicos y didácticos más
eficientes a largo plazo.
Hasta 1945 seguirá vigente la división entre una psicología
filosófica basada en el espiritualismo de Bergson y en su idea
de libertad creadora, y una psicología experimental y estadística
basada en la aplicación de test psicométricos, a los que se
agregaron luego otros proyectivos para la evaluación de la
personalidad.
En la década del 30 del siglo XX, Mouchet intentó una sín-
tesis entre ambas tendencias, síntesis a la que progresivamente
agregó más y más alusiones al psicoanálisis de Freud.
El psicoanálisis va a hacer su entrada triunfal recién en la
década siguiente, junto con el conductismo, la psicología de
la Gestalt y otras corrientes que llegaron tardíamente al país,
llevando a la fundación de la APA (Asociación Psicoanalítica
Argentina). Mientras que la psicología científica seguirá de-
sarrollándose en el sentido de la orientación vocacional, al
servicio de descubrir o desarrollar las cualidades que se requie-
ren para el desarrollo de determinadas profesiones, surgidas
a partir de la industrialización iniciada por el peronismo, el
psicoanálisis se va a insertar en las instituciones psiquiátricas,
guiado por un afán de reforma social, y orientándose progre-
sivamente hacia el desarrollo de terapias grupales.

– 95 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

A partir de ese momento y hasta la década del 80 del


siglo XX, la psicología permanecerá en nuestro país asociada
íntimamente con el psicoanálisis.
Allí donde la psicología mantuvo su papel ligado a las cues-
tiones de reforma educativa para afianzar la ética democrática
y contribuir a la mayor eficiencia del mercado de trabajo, como
en los Estados Unidos y en muchos países latinoamericanos, se
pasó del conductismo a la psicología cognitiva, como se nota en
las preocupaciones educativas y éticas mencionadas por todos
los entrevistados en ese libro canónico llamado Los nuevos psi,
continuación del panfletario El libro negro del psicoanálisis. En
cambio, en los países en los que el reformismo social se ligaba
con una postura que ponía a la psicología en relación con las
ciencias humanas, como Francia y Argentina, todavía se nota
un predominio del psicoanálisis.

LA ÉPOCA DE LAS GRANDES SÍNTESIS I:


LA PSICOLOGÍA SOCIAL DE PICHON-RIVIÈRE.

En la década del 40 del siglo XX comienzan importantes


cambios en la psiquiatría a nivel nacional. La posguerra dio
nacimiento a la psiquiatría social, que tuvo su inicio en Estados
Unidos, por obra de Chisholm y Sullivan, y que iba a culmi-
nar en la fundación de la Organización Mundial de la Salud.
Es un movimiento que se sostuvo sobre la idea de integrar
antropología, sociología y psicología al servicio de un cambio
de mentalidad que permitiera evitar el desencadenamiento de
una nueva guerra. La unidad de este movimiento iba a perderse
muy pronto, con el desarrollo de la guerra fría y la separación
entre una concepción capitalista y otra de izquierda acerca del
rol social del psiquiatra. Tuvo, sin embargo, la importancia de

– 96 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

sustituir el higienismo de tendencias racistas de los años treinta


por la idea democrática de la salud mental.
Pichon-Rivière fue pionero en la introducción del psicoa-
nálisis en la Argentina. Fue uno de los fundadores de la APA,
aunque pronto sintió, debido a su formación política socialista,
que al psicoanálisis le faltaba el complemento de una psicología
social. Fue el primero en el país en intentar explícitamente una
síntesis entre distintas corrientes de la psicología que hacían
una entrada simultánea y tardía en el país. En lo que respecta
al psicoanálisis, Pichon-Rivière se basó en la versión kleinia-
na, que conoció a través del español Ángel Garma, y que su
esposa, la psicoanalista argentina Arminda Aberastury, aplicó
al análisis de niños.
Podríamos considerar que la obra de Pichon-Rivière in-
tenta la integración de tres corrientes: la psicología profunda,
la psicología de la conducta y la psicología sistémica. En el
campo de la psicología profunda, basado en las posiciones se-
ñaladas por Melanie Klein, la esquizoparanoide y la depresiva,
y agregando la que llamó patorrítmica, que hace referencia a las
oscilaciones entre las otras dos posiciones, Pichon desarrolló
una teoría de la enfermedad única. Esa enfermedad consiste
en la imposibilidad de aceptar la ambivalencia del objeto total
(a la vez bueno y malo), lo cual puede llevar a una depresión
melancólica, a menos que se logre la descarga de la agresividad
superyoica, que somete en estos casos sádicamente a un yo
masoquista y débil, a través de las convulsiones epilépticas, que
producen una situación cercana a la muerte. Esta idea de la
convulsión como descarga energética lo llevó a justificar el uso
del electroshock, como muerte simulada que satisface las ten-
dencias masoquistas del yo y engaña al superyó. Para Pichon,
las otras enfermedades mentales son intentos por lograr salir
del verdadero estado de enfermedad, a través de un retorno a

– 97 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

la posición inicial esquizoparanoide, generando una divalencia,


es decir, una separación de los objetos bueno y malo. Según
en qué área de la conducta se distribuyan ambos objetos, así
será la patología desarrollada. Esas tres áreas son la mente, el
organismo y la realidad externa. Así, si el objeto malo es puesto
en la realidad externa, tenemos la paranoia. Si es puesto en
el organismo, la hipocondría. Si tanto el objeto bueno como
el malo son puestos en el mundo exterior, tenemos la fobia,
que organizará la conducta a través de un desplazamiento en
el espacio que eluda el objeto malo. El papel que juegan en
Freud las formas de la negación para definir la estructura de
los sujetos, en Pichon lo juega el miedo. Cada estructura es
una forma de defensa frente al miedo que ocasiona la posible
irrupción del objeto malo.
Después de la formación de la carrera de psicología, Pi-
chon empezó a estar menos influido por el kleinismo de la
APA y adoptó la teoría de los roles de George Mead y de la
comunicación de Gregory Bateson. Los problemas psicológi-
cos fueron interpretados como problemas de conocimiento.
Mientras que el desarrollo normal integra de un modo dialéc-
tico los elementos nuevos que contradicen los conocimientos
anteriores, la neurosis surge de una detención en el proceso.
Pichon entiende el conocimiento, sin embargo, en términos de
deseo, de necesidad epistemofílica, y su objeto es el cuerpo de
la madre. Las fobias ligadas a ese proceso, proceso que incluye
una necesaria agresividad para romper el objeto, dividirlo y
asimilarlo, son la claustrofobia, como temor a quedar ence-
rrado en el cuerpo de la madre, y la agarofobia, como temor,
contrario, a ser expulsado hacia el exterior.
El tema de las relaciones de objeto, objeto que es justa-
mente el cuerpo materno, implica un vínculo entre dos ele-
mentos, sujeto y objeto, y un tercero, que es el inconsciente,

– 98 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

que actúa como mediador, en la medida en que constituye un


mundo interno construido a partir de la internalización de los
vínculos sociales familiares ya desde la primera infancia, que se
hace, según Mead, a través del juego de roles. A diferencia de
la relación de objeto, el vínculo tiene que ver con la posición
del sujeto en el interior de la estructura familiar, y se repite
luego en su relación con el resto de la sociedad.
Pichon-Riviére sostenía que el enfermo es solo el portavoz
de una enfermedad familiar, el lugar del síntoma. Por eso consi-
deraba que la terapia debe ser familiar, y no individual. Por otra
parte, en la medida en que el tratamiento de las enfermedades
es siempre institucional, y tiene lugar en pequeños grupos de
trabajo en colaboración, como el que se da en las institucio-
nes para enfermos mentales, el modo de funcionamiento del
pequeño grupo también influye sobre el éxito del tratamiento.
Su propia experiencia psiquiátrica lo llevó a observar que las
resistencias de los individuos al trabajo en grupo, las dificulta-
des para coordinar la labor de los enfermeros y de los médicos
en la institución y la necesidad de hacer participar a los propios
pacientes en el proceso de curación, obligaban a extender la
teoría de las relaciones objetales al estudio del funcionamiento
de todo el grupo de tareas. La separación entre objeto bueno y
objeto malo y su influencia en la conducta operan a todo nivel
en los vínculos sociales, como el vértice de un cono del que
sólo se manifiesta la superficie observable de la conducta.
Pichon dividió el trabajo en grupo en tres momentos
dialécticos: la pre-tarea, la tarea y el proyecto. Sostuvo que la
institución de un nuevo vínculo social genera temor a lo des-
conocido, en tres formas de ansiedad básicas que dependen de
las relaciones de objeto: la confusional, que remite a la posición
esquizoide, pues se manifiesta como una pérdida de sustento,
generalmente ligada a la presencia en el grupo de un líder laissez

– 99 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

faire –que deja hacer–; la paranoide, que pone el objeto malo


en el otro, y que suele ligarse a liderazgos autocráticos que
generan en el grupo una gran competitividad; y la depresiva,
que pone el objeto malo en el propio interior, y que se mani-
fiesta a través del sentimiento de culpa. Estas ansiedades son
la causa del fracaso del grupo por resistencia al cambio. Este
análisis es una extensión del psicoanálisis kleiniano al estudio
de los grupos según las formas de liderazgo estudiadas por el
psicólogo gestático Kurt Lewin.

LA ÉPOCA DE LAS GRANDES SÍNTESIS II:


LA CONDUCTA MOLAR SEGÚN JOSÉ BLEGER

Otro claro ejemplo de sincretismo es la teoría de la con-


ducta molar de José Bleger, basada, en gran medida, en la obra
de Pichon-Rivière. Bleger comenzó su camino en el análisis
de una manera similar a Pichon. Era psiquiatra, y lo que le
interesaba al comienzo era obtener la cura del paciente, para
lo cual fue uno de los pioneros en introducir el uso de barbi-
túricos, complementado con la libre asociación en el diván.
Al principio, como otros psiquiatras con compromiso social,
pensaba que las enfermedades psicológicas tienen una raíz
social, y se dejó influir por la reflexología rusa, lo cual se nota
también en su obra de madurez, cuando hace referencia a la
mente como modo de movimiento de la materia.
Para el Bleger de fines de los años 60 del siglo XX, el
objeto de toda corriente psicológica, sea explícito o implícito,
es la conducta. Para entender este cambio de énfasis en su
posición inicial hay que tener en cuenta que, luego de la caída
del gobierno peronista en 1955, se produjo la creación de la
carrera de psicología en las universidades de La Plata y de
Buenos Aires, precedidas por la de Rosario, que, aun surgida

– 100 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

durante el segundo gobierno de Perón, debió modificar sus


planes para adaptarse a los nuevos tiempos. La pregunta por
la unidad de la psicología como ciencia, que Lagache se había
hecho en Francia, se convirtió entonces en un tema de gran
actualidad, pero además en un contexto en el que el profe-
sional de la psicología aun no existía. Hasta entonces, la psi-
cología estaba en manos de los médicos y de los educadores.
Era necesario, entonces, pensar desde el principio cuál es el
objeto propio de la psicología, lo cual llevó a oscilar entre la
psicología científica al estilo norteamericano, en ese momento
conductista o sociológica, la psicología científica a la france-
sa, con elementos psicoanalíticos, la psicología humanista,
representada en la Universidad de Rosario por los creadores
de la Editorial Paidós, de tendencia jungiana y adleriana, y el
psicoanálisis kleiniano de la APA. Bleger, como la mayoría de
los interesados en llegar a un acuerdo para fundar la psicología
en el país, se inclinó por el sincretismo, uniendo elementos del
conductismo molar, menos reduccionista que el de Watson
y Skinner, con el sociologismo gestáltico de Kurt Lewin, la
fenomenología de Brentano y el psicoanálisis kleiniano.
En su manual de psicología, quizás el más logrado intento
por lograr unir todos estos paradigmas en una visión total
coherente, Bleger sostuvo que la conducta, a la que llamó con-
ducta molar, se manifiesta, como sostenía Pichon, en tres áreas:
mente, cuerpo y mundo externo. Cada conducta particular se
manifiesta de manera más intensa en alguna de estas áreas.
Llorar predomina en el área cuerpo, abrir una puerta, en el área
mundo externo, memorizar o pensar, en el área mente.
La conducta, según Bleger, se desarrolla en un campo, en-
tendido como un recorte sincrónico en un proceso dinámico
de elementos coexistentes e interactuantes, idea que tomó de

– 101 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

la extensión de la teoría de la Gestalt al campo social que llevó


a cabo Kurt Lewin.
Por otra parte, para estudiar cada conducta en particular,
Bleger tomó como modelo los componentes de la pulsión en
la concepción de Freud, extendiéndolos a todas las conductas
observables, incluyendo aquellas que son conscientes. Esas
características, que, como las categorías aristotélicas, no son
inherentes al objeto sino que surgen de las preguntas que nos
hacemos acerca de él, son: el por qué, o motivación, el para
qué, o finalidad, el con quién, u objeto, el qué, o significado,
y el cómo, o estructura. La estructura es el estilo, el modo en
que cada sujeto se relaciona con el medio. El significado es
lo que hace que la conducta trascienda el mero movimiento
físico, pues posee un sentido humano y subjetivo. La idea del
objeto es kleiniana: hay un objeto real, el objeto total, pero
la conducta se vincula con ese objeto de un modo parcial, al
que valora como positivo o negativo. Se trata de un objeto
virtual que, como el pecho bueno y el pecho malo de Klein,
produce conflictos.
Los conflictos son tomados por Bleger de la clasificación
de Lewin, pero adquieren una coloración kleiniana. Si, por un
lado, el sujeto puede sentir atracción por dos objetos incom-
patibles, o bien puede tener que elegir entre dos objetos por
los que siente el mismo rechazo, también puede ocurrir que
los objetos de atracción y rechazo sean objetos parciales que
se unen en un mismo objeto total, lo cual produce una am-
bivalencia de los sentimientos. El objeto virtual corresponde
al objeto intencional de Brentano, que es inseparable del acto
psíquico que se dirige hacia él. En cuanto a la motivación,
Bleger la entiende en términos de acción recíproca, pues en
la conducta no hay una relación lineal entre causa y efecto. La
finalidad de la conducta, por su parte, es puramente econó-

– 102 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

mica, en el sentido freudiano, y está guiada por el principio


del placer. Se trata de descargar la tensión para recuperar un
equilibrio perdido, tendiendo hacia una homeostasis con el
medio, que en el hombre requiere de una conducta, porque
no surge de un mecanismo de regulación que funcione de
manera automática.

LA ÉPOCA DE LAS GRANDES SÍNTESIS III:


EL TRIALISMO HERRERIANO

Procedente del área del derecho, Miguel Herrera Figueroa


fue uno de los primeros interesados en los últimos desarrollos
de la psicología a fines de los años sesenta, influido sobre todo
por Carlos Cossio y Miguel Reale. Más tarde, se sumó a su
iniciativa educativa Mario Alberto Coscio y Juan Cuatrecasas,
este último un médico español exiliado en Argentina con
motivo de la guerra civil, uno de los fundadores de la carrera
de psicología en la Universidad de La Plata, y conocido por
su teoría del hombre como animal óptico, desarrollada dentro
de una concepción biologista y evolucionista centrada en el
desarrollo del cerebro en función de la capacidad visual, que
habría sustituido en el hombre al olfato como sentido domi-
nante, determinando el desarrollo del pensamiento abstracto
y del lenguaje simbólico.
Aunque Herrera Figueroa se vio influido por el psicoanáli-
sis, el ascendiente que tuvo sobre él el pensamiento existencial,
particularmente el heideggeriano, así como la axiología feno-
menológica, que tuvo cierta hegemonía antes de la segunda
guerra mundial, hizo que sintiera la necesidad de una antro-
pología que diera sustento a la psicología y permitiera integrar
no sólo la dimensión del pasado, del llamado mito personal, sino
también el presente y el futuro del hombre.

– 103 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

Entendió al hombre como un ser en producción, que se


da el ser así mismo, como un siendo en el que se integran las
tres dimensiones estudiadas por las ciencias humanas: la bio-
lógica, la psicológica y la social. Su humanismo lo puso más
cerca de la psicología tomista, que dirigió los destinos de las
instituciones universitarias en la primera presidencia de Perón
y en los gobiernos militares posteriores, salvo por el paréntesis
del auge del existencialismo con compromiso social de Sartre
durante los años sesenta en la Facultad de Filosofía y Letras
de la UBA. Su propuesta pedagógica tutorial, basada en el
modelo departamental norteamericano, fue revolucionaria, si
se compara con la de la propia UBA y con la de otras univer-
sidades estatales.
La concepción del hombre de Herrera Figueroa es la
de una unidad que es al mismo tiempo trialidad: fondo vital
ecotímico, estructura teorético-cognoscitiva y dimensión
espiritual valorativa. Cada una corresponde a una dimensión
del tiempo. La primera al presente, la segunda al pasado y la
tercera al futuro.
La dimensión teorético-cognoscitiva es el dominio de la
norma, de lo que ya está establecido por la estructura simbólica
de la sociedad a la cual venimos al nacer, y que asimilamos a
través del aprendizaje del lenguaje. Es lo que estudia el conduc-
tismo, cómo la sociedad condiciona la conducta del individuo
a través de los instrumentos educativos. Corresponde a lo
que Heidegger llamaba la facticidad a la cual somos arroja-
dos al nacer. La dimensión vital ecotímica corresponde a las
disposiciones del individuo, que incluyen aspectos adquiridos
filogenéticamente, así como cuestiones humorales relaciona-
das con el cuerpo viviente, y también el temperamento y el
carácter, todo aquello que en el presente hace al modo en que
el cuerpo y el alma del individuo se van a dejar influir por el

– 104 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

ambiente. Es el aspecto causal en el que se centran las escuelas


de psicología de vertiente interpretativa, como el psicoanálisis.
Finalmente, la dimensión espiritual valorativa tiene que ver con
el hecho de que el hombre está abierto al futuro, en la forma
de un proyecto, y valora positivamente todo lo que contribu-
ye a la realización de ese proyecto. Aquí entra la cuestión del
valor, que es central en las escuelas psicológicas humanistas,
tales como la fenomenológico-existencial y la logoterapia de
Víctor Frankl.
El de Herrera Figueroa es el último intento que se hizo en
el país para desarrollar un pensamiento psicológico original,
integrando en una gran síntesis las distintas corrientes de psi-
cología que empezaron a generar influencias entre las décadas
del cuarenta y del sesenta.
Después de ello, hay una especie de retorno al purismo,
un intento por recuperar las ideas originales de los grandes
psicólogos de la historia, quitándoles los agregados posteriores
y renunciando a todo intento de síntesis entre distintas corrien-
tes. Hasta el día de hoy, las corrientes que han sido retomadas
en nuestro país se han mantenido separadas, y los psicólogos
intentan contribuir a ellas tomándolas como programas de
investigación que pueden ser continuados, pero sin la idea que
tuvo su punto culminante en la década del sesenta del siglo
veinte, de hacer una psicología original construida a partir de
la perspectiva que podía brindar un país joven y periférico
como la Argentina.

LA DISCIPLINA DEL COMENTARIO

Oscar Masotta, formado en el campo de la filosofía exis-


tencial, impulsado por Pichon-Riviére a internalizarse en la
lectura de Lacan, fundó, fuera del ámbito académico, la primera

– 105 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

escuela de orientación lacaniana en el país. Introdujo, así, una


nueva perspectiva en la psicología, orientada a la elaboración
teórica y al comentario de la obra de los fundadores del psi-
coanálisis. Termina con él la era de las aportaciones originales
y se inicia un período de estudios y comentarios de los aportes
de psicólogos y psicoanalistas extranjeros que continúa hasta
el día de hoy, ya sin la perspectiva de elaborar grandes teorías
y producir aportes originales.
Los filósofos humanistas que enseñaban psicología, como
Luis María Ravagnan, seguían buscando una gran síntesis, una
visión total del hombre, en su caso centrada en la idea de una
consciencia encarnada, tema que se ha puesto de moda ahora
en el campo de la fenomenología. Pero, a la vez, estos pensa-
dores consideraban a la psicología como un complemento de
una clínica y una psicoterapéutica que sólo podía y debía ser
ejercida por médicos. Con Masotta y con la aparición de los
lacanianos, esa situación cambiará radicalmente. Por un lado,
Masotta traslada la afición por la lectura comentada y en grupo
que se practicaba en el ámbito de la Facultad de Filosofía y
Letras hacia la psicología. En vez de ser originales o de hacer
grandes síntesis de distintas corrientes de pensamiento, lo serio
en el ámbito de la filosofía pasa por la lectura minuciosa de los
textos de los grandes pensadores. Predomina la hermenéutica
como técnica de la interpretación, como fidelidad a un autor
determinado y a la expresión escrita de sus ideas. Por otra
parte, los psicólogos buscaban estar en pié de igualdad con
los médicos, y querían hacer de su profesión algo más que una
disciplina auxiliar. Jacques Lacan, al sostener que el psicoa-
nalista se autoriza a sí mismo en el ejercicio de la profesión,
abrió las puertas al ejercicio de la psicoterapia separada de la
medicina, el llamado análisis profano.

– 106 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

Si bien Masotta se interesó por Lacan debido a razones


políticas, filosóficas y también personales, buscando la manera
unir la estructura económica de Marx con las estructuras de la
antropología y del psicoanálisis, su introducción de Lacan tuvo
como consecuencia secundaria el independizar a la psicología
tanto respecto de la psiquiatría como respecto del tradicio-
nalismo psicoanalítico de la APA, organización que no sólo
exigía ser médico para ejercer como psicoanalista, sino pasar
además por el análisis didáctico con alguno de los miembros
de esa institución. Masotta continuó, así, una labor iniciada
por Pichon-Rivière cuando este fundó la Escuela de Psicología
Social, pero, a diferencia de aquél, su movimiento no sólo iba
a dar una ubicación a los psicólogos en el plano de la preven-
ción y de la terapia de grupo, sino en la clínica tradicional, en
el ámbito de los consultorios particulares. Éstos, de hecho, ya
funcionaban por razones de necesidad económica y a pesar
de ser algo prohibido por la ley. Su número aumentó a partir
del golpe militar de Onganía, que vació a las universidades de
profesores y terminó con la incipiente inserción institucional
de los primeros psicólogos, impulsados por Bleger y por
Bernstein a ejercer una función de reforma social que se había
vuelto sospechosa. Así, el psicólogo dejó definitivamente de
estar al servicio de las políticas estatales de prevención o como
auxiliar de los médicos psiquíatras, mientras se preparaba una
radicalización de la política que se terminará con el golpe de
estado de 1976.
El exilio de Masotta en España ante la inminencia del
estallido social que llevaría al establecimiento de la dictadura
militar, es también el símbolo de una situación que no se re-
vertiría hasta el retorno de la democracia en los años 80 del
siglo XX. Por entonces, el psicoanálisis lacaniano se hizo hege-
mónico en la Universidad de Buenos Aires. Por otra parte, la

– 107 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

consolidación de la filosofía analítica importada de Inglaterra


y de Estados Unidos en la Facultad de Filosofía y Letras, esa
misma que en los años 60 introdujo en el país la psicología
existencial y después el psicoanálisis estructuralista de Lacan,
iba a preparar el terreno para un cambio de paradigma que
haría posible la llegada del cognitivismo y de la neurociencia,
corrientes que luchan aun hoy para generar una psicoterapia
que pueda competir con el psicoanálisis lacaniano.

– 108 –
CAPÍTULO IV
PERSPECTIVAS. DIFERENCIAS ENTRE
SINCRETISMO Y RETRANSCRIPCIÓN

Cabría preguntarse por qué, mientras algunas corrientes de la


psicología se consolidaron a partir del desarrollo de aquellos
puntos que corrientes anteriores no habían tenido en cuenta
o consideraban de menor relevancia, en Argentina no se de-
sarrollaron nuevos programas de investigación. Es el tipo de
preguntas que es posible abordar en el ámbito histórico en
la medida en que la historia no puede predecir lo que suce-
derá, pero sí dar explicaciones hacia atrás. Eso puede ser útil
también hacia adelante, si se desea evitar la repetición de esa
situación.
La tendencia al sincretismo es uno de los factores que
pueden haber influido en ello. Ese sincretismo tiene que ver
con un afán por asimilar todo lo nuevo que pudo haber venido
de Europa, y eventualmente de Estados Unidos, posición que
es característica de países que esperan las últimas novedades
académicas de los países centrales, y cuyo carácter periférico
los hace humildes a la hora de realizar aportes al conocimiento
científico. Pero a eso hay que agregar un deseo de sostener un
conocimiento total del tema, un afán totalizador de naturaleza
filosófica, que podemos notar en las síntesis que se intentaron
a partir de los años 40 del siglo XX. Ese forzamiento para que
pudieran integrarse distintas corrientes que despertaban el in-

– 109 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

terés, llevó después a un movimiento inverso, una separación


y un afán de purismo que entra dentro de lo que podríamos
llamar la disciplina del comentario.
Vemos oscilar así a la psicología local entre dos polos, sin
encontrar el equilibrio, uno de ellos de tipo filosófico antro-
pológico, de carácter integrador, y otro más purista, tendiente
a la disgregación en líneas de investigación separadas, al punto
tal que se desarrollan subescuelas y tendencias dentro de cada
una de las corrientes que hemos presentado antes.
En ambos casos, hay una posición de humildad frente a los
desarrollos científicos extranjeros, aunque la posición sincrética
pretende superar esa debilidad a través de la búsqueda de una
perspectiva que tiende, a la distancia, a borrar las diferencias
que en su lugar de origen son más marcadas, lo cual puede
haber sido en parte el producto de la recepción de los cono-
cimientos a través de textos de segunda mano.
Más allá de los motivos que llevaron a esta posición
sincrética, es importante tener en cuenta la diferencia con el
desarrollo de las corrientes psicológicas en su lugar de origen.
Aunque allí también hubo intentos de unificación, como el de
Daniel Lagache en Francia, quien trató de integrar conductis-
mo y psicoanálisis, sirviendo de modelo para intentos similares
de Pichon-Rivière y de Bleger que hemos comentado antes,
en general, las grandes corrientes de la psicología han surgi-
do a partir de cambios de paradigma que generaron nuevos
programas de investigación que tuvieron la característica de
mantener una coherencia interna, llevando una determinada
idea, a manera de metáfora, a todos los ámbitos del mundo
de las representaciones, que es el que da especificidad a la psi-
cología como ciencia. Imposibilitada de alcanzar, salvo de un
modo muy artificial, la exactitud propia de las ciencias duras,
la psicología ha mantenido el mismo afán de volver coheren-

– 110 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

tes los fenómenos aun a riesgo de limitar sus alcances o de


poner énfasis sólo en algunos aspectos de la representación,
dejando de lado aquellos que otras corrientes han puesto en
el centro de su consideración. Las otras ciencias se desarrollan
de la misma manera, tomando puntos dejados de lado por las
corrientes rivales y haciéndolos el centro de una articulación
categorial de los fenómenos en el interior de una nueva cohe-
rencia. Baste pensar en la manera totalmente distinta en que
Freud, Jung y Lacan hicieron una lectura interpretativa del
caso Schreber. Mientras Jung ve en ese caso una demostración
del funcionamiento de los arquetipos universales, al señalar la
manera en que Schreber reordena su mundo a partir de ideas
que encontramos en muchas religiones, Freud acentúa su pa-
ranoia, en la que ve el rechazo de una actitud pasiva femenina
que le retorna a partir del exterior, y Lacan, una forclusión
del nombre del padre que le impide asumir la castración sim-
bólica, lo cual lo impulsa hacia la mujer. Para alguien que las
revisa sin estar comprometido con una corriente determinada,
todas esas lecturas son igualmente iluminadoras. Eso puede
llevar a la tentación de elaborar una síntesis entre ellas que
será necesariamente fracasada, produciendo un armado poco
creíble en virtud de su falta de coherencia. Si algo caracteriza
a la ciencia es la manera porfiada en que lleva sus conceptos
hasta límites que escapan al sentido común, como ocurrió con
la teoría de la relatividad, cuando Einstein supuso la constancia
de la velocidad de la luz y reordenó en función de ello toda
la física anterior, sacando consecuencias consideradas hasta
entonces absurdas, como el rechazo del teorema de la suma
de las velocidades relativas.
Haciendo uso de un término freudiano, podríamos decir
que lo que caracteriza a las ciencias duras en su dimensión
histórica es una retranscripción periódica de sus cadenas

– 111 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

significantes, produciendo un nuevo ordenamiento que da


cabida a hechos que se daban antes por inexplicables. Esa re-
transcripción requiere del uso de nuevas metáforas, y lo que ha
ocurrido históricamente es que esas metáforas se han tomado
de ámbitos ajenos a la psicología. Ese tipo de exportaciones
de categorías, para usar un concepto de Michel Serres, lleva
a una retranscripción del saber, que es una manera de que la
psicología se escriba de nuevo y recupere vigencia, teniendo en
cuenta la competencia con otras áreas del saber que intentan
quitarle terreno.
La psicología experimental, por ejemplo, trasladó los
métodos de la física y de la química al ámbito de la psicolo-
gía, y se sustentó en la fisiología del sistema nervioso para
el abordaje de las representaciones. El conductismo se basó
en el funcionamiento del arco reflejo medular, a partir del
cual desarrolló una extensión del concepto hasta abarcar los
llamados reflejos condicionados. La fenomenología tomó el
concepto de intencionalidad de la filosofía y lo extendió al ám-
bito de la descripción de las representaciones. El psicoanálisis
freudiano partió de la idea de representaciones inconscientes
para explicar la existencia de lesiones funcionales sin base fisio-
lógica evidente. La teoría de la Gestalt tomó del organicismo
la idea de un todo superior a la suma de las partes y lo aplicó
al ámbito de la percepción. Lacan realizó una extensión de la
lingüística y de la antropología estructural al estudio de lo que
llamó el efecto de sujeto. Kurt Lewin se basó en el concep-
to físico de campo y lo aplicó a las relaciones sociales. Jung
tomó el concepto de transmutación alquímica para aplicarlo
al crecimiento personal. Piaget se basó en la epistemología y
la aplicó al ámbito del desarrollo individual de la inteligencia.
La psicología cognitiva se basó en los éxitos alcanzados en el

– 112 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

campo de la inteligencia artificial para elaborar modelos de la


sensibilidad, de la memoria y del aprendizaje.
Si se quiere desarrollar una nueva corriente de psicología es
necesario crear un nuevo lenguaje basado en alguna disciplina
que se haya mostrado fructífera a la hora de poner coherencia
en otro ámbito de fenómenos.

OBSTÁCULOS EPISTEMOLÓGICOS EN
EL CAMINO A NUEVOS PARADIGMAS

Como decía el epistemólogo Gastón Bachelard, cuando


una metáfora fundadora de una disciplina cristaliza, se convier-
te en un obstáculo para el desarrollo de nuevas teorías. Pero lo
mismo ocurre con ciertas actitudes subjetivas contra las que se
debe estar prevenido. Un afán extremado de originalidad puede
ser tan malo para la consecución de un programa de investi-
gación como una humildad extrema que limite los aportes a
comentarios a pie de página en la obra de alguien considerado
un maestro en el tema. Ambas son actitudes muy comunes
en el ámbito de la filosofía y suelen encontrarse también en la
psicología y en otras ciencias humanas. Lo mismo ocurría en
la biología, hasta que el surgimiento de la biología molecular
permitió organizar un verdadero programa de investigación
en crecimiento constante, y con aplicaciones prácticamente
directas al ámbito de la tecnología.
En el caso de los países latinoamericanos, en psicología
se ha pasado de un afán de originalidad totalizadora un tanto
ingenuo en sus pretensiones, a una especie de humildad ex-
trema derivada de una decepción igualmente exagerada. Ya
no se espera más que contribuciones secundarias a la obra
de los grandes pensadores europeos, y en algunos casos de
los norteamericanos. Además, la psicología se ha convertido

– 113 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

muchas veces en un refugio para los metafísicos, que han visto


en la psicología la posibilidad de una salida laboral, mientras
se dedican a su formación filosófica en los ratos libres.
La misma búsqueda de objetividad es un prejuicio. Desde
el surgimiento de la mecánica cuántica sabemos que el obser-
vador siempre produce efectos sobre lo observado.
Otro prejuicio es el de la verdad como correspondencia
con la realidad. Lo cierto es que el único objetivo de la ciencia
es abarcar la mayor cantidad posible de hechos bajo un mismo
operador aritmético o algebraico. En la medida en que siempre
es posible unir cualesquiera puntos del espacio mediante una
curva que puede expresarse a través de una igualdad mate-
mática o ecuación, la clave está en seleccionar las cualidades
a estudiar y encontrar un patrón de medida para trazar esos
puntos. En otros casos, en los que no es posible dicha medida,
la búsqueda se orienta a invariantes estructurales en series de
transformaciones, o bien a algoritmos capaces de generar una
simulación de la realidad estudiada. De modo que toda teoría
es una selección de aquellos fenómenos que pueden abarcarse
dentro de alguno de esos esquemas formales.
Cuando no se recurre a fórmulas matemáticas exactas, lo
que se hace es extender una constelación de conceptos arti-
culados hasta abarcar dominios de fenómenos cada vez más
amplios. Pero para que dichos conceptos se impongan como
puntos a los que la teoría siempre retorna, es necesario que se
dé un encuentro afortunado. Un claro ejemplo lo tenemos en
el acontecimiento fortuito que llevó al descubrimiento de las
neuronas espejo. Ocurrió en una pausa durante un experimen-
to con simios en el que se intentaba establecer la localización
cerebral de funciones perceptivas y motoras. Un chimpancé
que seguía conectado a la máquina que registraba las zonas de
su cerebro en funcionamiento estaba viendo a un científico asir

– 114 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

un objeto. En ese momento se activaron las mismas neuronas


que se ocupaban de mover su mano cuando realizaba esa mis-
ma acción. El hecho podría haber pasado desapercibido, pero
resultó de interés porque ponía en duda la idea tradicional de
la separación entre las funciones sensitivas y motoras, además
de darle un lugar a la empatía en la neurofisiología. Y si esa
introducción de la empatía fue posible, es porque los investiga-
dores que se ocupaban del tema tenían ciertos conocimientos
de fenomenología. De no ser así, ni siquiera hubieran podido
darle un nombre a lo que habían observado.
Para que haya encuentros afortunados, el psicólogo debe
conocer otros relatos de los que pueda extraer aquellos con-
ceptos que, aplicados al nuevo dominio, permitan generar un
efecto de puesta en coherencia allí donde en un comienzo los
datos estaban demasiado dispersos. Es el sentimiento estético
generado como consecuencia, lo que permite advertir que se
encontró el efecto buscado. Dicho sentimiento es aceptado hoy
en día por la epistemología en términos de la simplicidad de la
teoría, que muchas veces ha sido la clave para su imposición
en la comunidad científica.
Si uno toma, por ejemplo, los datos de la neurociencia ac-
tual, lo que observa es un cúmulo de resultados experimentales
que son contradictorios entre sí, y ningún modelo coherente
capaz de dar cuenta de ellos de manera simultánea. Algunos
resultados llevan a la conclusión de que, para hacerse la idea
de un objeto, se necesita un entrelazamiento de múltiples áreas
del cerebro funcionando simultáneamente, como en el darwi-
nismo neuronal de Gerald Edelman, quien habla de grupos de
neuronas que son seleccionados en su mutua competencia y
forman mapas tálamo-corticales globales que se sincronizan
generando un escenario que constituye el mundo tal como
somos conscientes de él. Otros resultados, en cambio, llevan

– 115 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

a concluir que una sola neurona posee todo nuestro recuerdo


de una determinada persona, por lo que se ha hablado de la
“neurona abuela”, y, para darle más comicidad al asunto, de la
“neurona Jennifer Aniston”, en referencia a una actriz de moda
en el momento del descubrimiento. Las mismas dificultades
se encuentran en ámbitos como el de la elaboración de un
buen sistema de diagnóstico para enfermedades mentales tan
complejas como el autismo. En casos así se requiere de una
enorme creatividad para elaborar un modelo explicativo que
dé cuenta de todos los fenómenos involucrados.

EL PROBLEMA DE LA MEDIDA

Uno de los problemas para alcanzar exactitud en las


ciencias humanas es el problema de la medida. Al principio,
la psicología experimental se propuso encontrar una medida
a través del control de los estímulos cuyos efectos podían ser
detectados por el sujeto sometido al experimento a través de
su sentido interno. Pero pronto se vio que lo único que se
estaba midiendo es la manifestación externa de la respuesta de
la persona ante el estímulo, así fuera articulada a través de una
seña o de una expresión del lenguaje. Ello condujo al conduc-
tismo a hablar en términos de conducta, con la pretensión de
mantener la objetividad y lograr exactitud en la evaluación de
datos como el tiempo de reacción, o la duración de la aten-
ción. La objetividad consiste en el carácter intersubjetivamente
comprobable de la experiencia en cuestión.
Si dejamos de lado la intersubjetividad, que surge como
consenso en el diálogo de los miembros de una comunidad
de investigación, no hay posibilidad de ningún tipo de medi-
ción exacta de los fenómenos. Pero ocurre que el objeto de
la psicología son las representaciones. Así ha sido desde el

– 116 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

establecimiento del sujeto cartesiano, a partir de la separación


establecida por Descartes entre res cogitans y res extensa, es decir,
entre lo que no se puede medir y lo que sí puede medirse y
es susceptible de un tratamiento matemático. Ya con el inicio
de la filosofía moderna, que es también el inicio de la ciencia
moderna –pues Galileo Galilei, de manera independiente, llegó
a la misma distinción de Descartes–, se sentaron las bases para
la separación entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias
del espíritu. Las últimas quedaron circunscriptas al campo de
las representaciones. Y las representaciones no pueden salir
del ámbito de la experiencia personal, aunque esa experiencia
se extienda hacia las otras experiencias individuales uniéndose
en un mundo compartido. Como señala el epistemólogo Karl
Popper a la hora de hablar de las bases en las que se asienta
la intersubjetividad de las experiencias que sirven para poner
a prueba las conjeturas científicas, lo que hay en la base de la
objetividad es un acuerdo, un contrato social entre los miem-
bros de la comunidad científica para unir las palabras con las
cosas. Popper compara los cimientos de la ciencia, su base
empírica, con un barro en el que se ponen pilares para una
construcción. Los pilares se hacen descender hasta que ya no
entran más en el barro, y entonces se construye encima, con
la confianza en que se ha encontrado un suelo sólido. Pero lo
más probable es que los pilares se sigan hundiendo a medida
que construimos, y que haya que poner otros nuevos.
Pensemos, por ejemplo, en el establecimiento del metro
patrón en Francia, después de la revolución de 1789. Ese
metro se construyó con un material sólido tomando como
base la medición de una cierta parte del arco de meridiano
terrestre (la diezmillonésima parte). Para medir ese arco de
meridiano se usó otro patrón, el pié de rey, y un determinado
método (medir la longitud de una parte del arco, calcular el

– 117 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

resto matemáticamente en base a la curvatura terrestre, y di-


vidir el resultado). Después se confió en que toda regla hecha
en base a ese metro iba a conservar su forma al trasladarse,
lo cual depende de una serie de presuposiciones acerca de la
estructura euclidiana del espacio.
Ahora hay métodos de medición cada vez más precisos,
pero se basan en el acuerdo de la comunidad científica en un
punto de detención de la duda, esa duda que también Descartes
había sembrado. Se supone que determinadas construcciones
matemáticas son aplicables a la realidad física, con lo cual las
pruebas empíricas de las teorías están influidas por las propias
teorías. Para evitar círculos viciosos, lo que se hace es basar las
medidas en teorías anteriores, para llegar a conclusiones que
pueden poner en duda dichas teorías y obligar a aceptar una
nueva teoría con un nuevo patrón de medida (como se hizo
en Francia con el pie de rey).
Para no extendernos demasiado en esta dialéctica de la
exactitud, digamos simplemente que requiere de una comu-
nidad científica que sea capaz de llevar a un acuerdo mínimo
sin el cual no se puede pertenecer a dicha comunidad. Esa
comunidad es un emergente de las relaciones entre las personas
que la integran, pero la trascienden a través de la generación de
una tradición sostenida en un discurso. Todo lo que no entre
en ese discurso queda desechado sin más como subjetivo. Eso
significa que, como una especie de mecanismo que sigue sus
propias leyes, igual que el mercado capitalista, la comunidad
científica selecciona las representaciones que contribuyen a
su sostenimiento. El problema que se le presenta entonces a
la psicología, como ciencia de las representaciones, es que no
puede realizar ese proceso que le permitiría llegar a una me-
dida de carácter intersubjetivo. Si lo hiciera, quedaría reducida
automáticamente a algo que ya no podemos llamar psicología.

– 118 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

Eso es justamente lo que hace que muchas partes de lo que


fue alguna vez psicología hayan sido apropiadas por otras
disciplinas que sí alcanzan acuerdo intersubjetivo, como las
neurociencias o las ciencias cognitivas.
La ciencia posee una teoría del error, que también viene
de Descartes. Para él el error surge de querer saber más de lo
que es posible saber. El error puede corregirse, y es error en
la medida en que se aleja de la media estadística que determina
lo intersubjetivo. Pero si se persiste en el error, si se insiste en
tomar el error por realidad, con una certeza delirante, se rompe
con la comunidad científica y se entra en el ámbito de la anor-
malidad. De hecho, a partir de Kant, lo subjetivo es llamado
patológico, por constituir un padecimiento que limita la libertad
de la voluntad y desvía al sujeto respecto del funcionamiento
normal de su sensibilidad y de su entendimiento. Incluso,
podríamos decir que, a partir de la modernidad, la normalidad
aparece como concepto, en la medida en que coincide con la
voluntad de claridad y distinción. Hasta entonces, la locura
podía ser considerada una posesión divina o demoníaca, o
un crimen. Con el surgimiento de la comunidad científica, en
cambio, se establece un criterio de sociedad racional, sociedad
frente a la cual todo modo de apartarse por la vía de la subje-
tividad individual es patología.
En la medida en que se ocupa de las representaciones, la
psicología no puede limitarse a aquel dominio que puede ser
objeto de acuerdo intersubjetivo, y que es posible someter a
un ordenamiento matemático bajo una teoría de la medida. Si
la teoría de la Gestalt, por ejemplo, nos habla de las leyes de la
percepción y utiliza las ilusiones de los sentidos para ilustrarlas,
esas ilusiones que a Descartes lo hacían dudar del conocimien-
to sensible, eso significa que su estudio de la representación
abarca dentro de cierta legalidad lo que la ciencia natural no

– 119 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

puede considerar más que una de las fuentes del engaño. Bien
es verdad que la idea de la ciencia es que el engaño también
debe ser explicado, justamente para ser corregido. Pero si se
aceptara que el engaño fuera legal y determinista, sería impo-
sible asegurarse de la verdad objetiva de cualquier teoría. Es
lo que Descartes había señalado con su argumento del genio
maligno, la posibilidad de una ignorancia universal.
Si la medida, entonces, no es el objetivo de la psicología,
si no funciona para ella la imposición de las ciencias naturales,
sólo le queda la posibilidad de establecer un marco de lectura
de las representaciones que en su aplicación sea capaz de
generar un efecto de sentido, un efecto ordenador, pero sin
violencia. Ese marco corresponde a lo que Bleger, siguiendo
a Pichon-Rivière, llamaba encuadre.
Cada corriente de la psicología, es, en ese sentido, una
construcción significante cuya persistencia depende de su ca-
pacidad para generar esos efectos de sentido sobre la superficie
fluyente de las representaciones.
La psicología evita convertirse en una pseudociencia,
peligro permanente en la medida en que se ocupa de un más
allá de la ciencia, sólo en la medida en que mantenga la cohe-
rencia y la rigidez necesaria para que sus conceptualizaciones
sean consideradas serias. Debe estudiar las cosas no serias,
seriamente. La vaguedad conceptual que a veces adopta le
permite abarcar más fenómenos, pero sin la rigidez necesaria
para generar ese efecto de brillantez que producen las teorías
insensatas de la física que logran acomodar a sus esquemas
formales todos los fenómenos que ellas estudian.

– 120 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

CONSCIENCIA, AUTOCONSCIENCIA,
PRECONSCIENTE, INCONSCIENTE

La cuestión acerca de cómo se accede a las propias re-


presentaciones para poner a prueba la capacidad iluminadora
de la constelación conceptual establecida por una corriente
psicológica, salvo en el caso del conductismo, representa un
problema en sí misma. El tema es que, si es posible advertir
que tenemos representaciones, es porque somos capaces de
tener una representación de ellas. A esa capacidad de represen-
tarnos nuestras representaciones hay que considerarla dentro
del conjunto de las representaciones, y por lo tanto la psico-
logía debería estudiarla. El cognitivista Joseph Perner habla
explícitamente del nivel metarrepresentacional del pensamiento,
cuando trata de explicar el autismo como una deficiencia en la
capacidad para representarse las propias representaciones.
Pero resulta imposible escapar a paradojas al establecer
la existencia de representaciones que representan a las otras
representaciones y también a sí mismas. Es así porque nuestra
fantasía tiende a hacernos pensar en términos de estructuras
que se puedan visualizar, que además deben mantener una
distinción que evite su superposición, y que formen una tota-
lidad coherente. Si queremos hacer un discurso acerca de las
representaciones, debemos hacer una cadena significante que
sea capaz de coincidir con aquello que ella intenta conocer.
Esa coincidencia es imposible, pero esa misma imposibilidad
marca un ideal que lleva a una constante insatisfacción acerca
de lo que podemos llegar a decir de nuestras representaciones.
Un decir coherente debe evitar contradecirse a sí mismo, y
cuando se hace que el lenguaje dé muestras de esa capacidad de
referirse a sí mismo que le suponemos a las representaciones,
es inevitable caer en paradojas.

– 121 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

Esto queda muy bien reflejado por las reflexiones de Sar-


tre en su obra El Ser y la Nada, donde nos dice que, para ser
consciente de algo, es requisito una distancia que me separe
de ese algo. Yo no soy la cosa de la que soy consciente. Pero,
entonces, si yo soy consciente de mí mismo, significa que yo
no soy yo. La fenomenología resuelve este problema gracias
a la dimensión del tiempo. La idea es que soy consciente, no
de mi acto presente, sino siempre de un acto anterior, bajo la
suposición de que la consciencia, como el discurso, es lineal,
que se ocupa de un acto por vez, y por lo tanto, para que haya
un acto referido a otro acto, este ya debe haber pasado. Así,
darme cuenta de que estoy viendo una casa implica que el acto
de ver la casa ya no sea mi acto actual, que haya sido desplazado
por este tomar consciencia de dicho acto. Sin embargo, esto
no parece ser así de ninguna manera. Como señala Sartre, yo
sé que estoy contando cigarrillos en el mismo momento en
que lo estoy haciendo, y eso antes de reflexionar activamente
sobre ello.
Para evitar este tipo de paradojas, la filosofía ha separado
distintas facultades o capacidades del alma, una de las cuales
sería la capacidad de ser consciente de las otras. Así, Aristóte-
les hablaba de un sentido común capaz de saber lo que los otros
sentidos hacen, y Locke, Berkeley y Hume hablaban de un
sentido interno que apunta al alma, de la misma manera que
hay un sentido externo por el cual el alma apunta a las cosas
del mundo. Hume llamaba reflexión a ese sentido. Pero esto
implica una compartimentación arbitraria de la mente que
deja en el enigma cómo es posible que la mente sea capaz de
apuntar hacia sus propios contenidos, y además apuntar a su
propio apuntar, lo cual, como Aristóteles advirtió, lleva a una
regresión al infinito, del tipo “yo sé que yo sé que yo sé…que
estoy contando cigarrillos”.

– 122 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

Estos problemas insolubles se llaman filosóficos. La


ciencia empieza con el olvido de esos problemas y la decisión
de aplicar un esquema formal a los fenómenos a estudiar.
Por eso podemos considerar que el uso hecho por Herbart
de fórmulas matemáticas tomadas del cálculo diferencial e
integral para describir las relaciones de intensidad entre las
representaciones, estableciendo las bases de una estática y de
una cinemática de los fenómenos psíquicos, mostró la audacia
y el desconocimiento necesario para iniciar una psicología
científica, que derivaría a la larga en el desarrollo actual de las
neurociencias, al correlacionar esa física del alma con lo que
en esa época se consideraban las vibraciones de las fibras ner-
viosas. Pero, como señalamos antes, ese apresuramiento por
establecer un paralelismo entre los postulados de Herbart y el
nivel fisiológico cerebral, hizo que las investigaciones en este
campo quedaran por afuera del ámbito de la psicología.
Si esta ciencia se siguió desarrollando fue más bien en
la dirección, anticipada por Freud, de la consideración del
carácter irreal o virtual de la mente. La mente puede ser con-
siderada en términos de aparato, campo u horizonte, pero no
en términos de electricidad y química cerebral, pues el mundo
físico carece de la capacidad intencional de la autorreferen-
cialidad. La diferencia entre estos tres modos de entender la
mente consiste en que el aparato es económico, dinámico y
tópico. El campo, en cambio, es dinámico y tópico. El horizonte,
finalmente, es sólo tópico, aunque posee una cierta cinemática,
estudiada por la llamada fenomenología genética. Los dos últimos
incluyen lo consciente y lo preconsciente –o subconsciente,
o subliminal–, mientras que el primero, debido a su carácter
explicativo, incluye también lo inconsciente.
En lo que se refiere al tema de la consciencia de conscien-
cia, la teoría del campo plantea que saber que se piensa o saber

– 123 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

que se percibe es el resultado de un cambio en la estructura


del campo. Se trata de una modificación de la atención que
redistribuye los elementos focales y marginales de la conscien-
cia. El estar advertido de lo que se hace siempre está presente
ante la consciencia, pero de un modo marginal, y un cambio
de la dirección del yo puede ponerlo en el centro. Podríamos
decir que la diferencia entre la actitud ingenua ante el paisaje
retratado en un cuadro, o ante las imágenes de la televisión,
ese efecto sugestivo que deja al yo a merced de la imagen, se
diluye cuando se produce el insight que elimina esa certeza y la
sustituye por el estar advertido de que no se trata más que de
manchas de pintura en una tela, o de puntos luminosos en una
pantalla. Es el cambio de posición subjetiva que se requiere
para tomar a las propias sensaciones como sensaciones, y no
como representantes del mundo real, lo que se llama introspec-
ción, y permite tomar las propias representaciones como objeto
de estudio. No se trata de volver la mirada hacia adentro, pues
eso nos pondría a la expectativa de la llegada de estímulos in-
ternos que generan nuestra imagen corporal, lo cual nada tiene
que ver con la reflexión sobre las representaciones, que abarca
la totalidad del campo de la consciencia y sus márgenes.
Las propias neurociencias se vieron forzadas a hablar en
términos de campo, a la hora de estudiar el modo en que los
estímulos luminosos que impactan en la retina se convierten
en el espacio visual, al cual se suman los espacios de las otras
sensaciones para la construcción representacional de lo que
llamamos realidad. Son los temas primeros en los que la psico-
logía experimental hizo sus mejores aportes, basada en la teoría
de los errores en las mediciones debido a diferencias entre la
percepción visual y la auditiva, tema que ocupó al astrónomo
Arago debido a las dificultades para medir el tiempo exacto
del pasaje de una estrella por cierto punto del firmamento. Eso

– 124 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

obligó a analizar el tiempo de reacción de los investigadores


ante la presencia de la estrella en el telescopio a la altura del hilo
de un micrómetro, y el ruido hecho por un reloj de segundos.
Es la diferencia de tiempo, esta vez entre la percepción y la
reacción motora, lo que demuestra ese experimento que con-
siste en poner un papel entre los dedos y pedir que se lo tome
en el momento mismo en que otra persona lo suelta, lo cual
es imposible. Pero los tiempos, que pueden ser traducidos en
términos de velocidad de circulación del impulso nervioso, no
son iguales que los espacios, cuya localización cerebral es im-
posible. No es casual que Freud se refiriera a la imagen virtual
que se forma en el microscopio como modelo de la relación
entre el cerebro y el aparato psíquico. Hablar de las imágenes
virtuales es referirse a ese espacio, eso que llamaba Lacan la
dimensión escópica, del cual no se puede dar una correlación
directa con los procesos que intersubjetivamente la comunidad
científica localiza en un espacio aproximadamente euclidiano
y totalmente objetivo –el dominio de la res extensa cartesiana–.
Es lo que ocupó por primera vez de un modo sistemático a
Kant al elaborar su estética trascendental, estética que Lacan
intentó reformar en términos de espacio proyectivo. Para
hacerlo se basó en trabajos de Merleau-Ponty, un reconocido
fenomenólogo francés.
Como sea, no cabe duda de que la idea de esos espacios
sensoriales que se relacionan dialécticamente en un espacio
único, ya en el dominio de la percepción, y antes de toda
cuestión de orden simbólico, relativiza el intento de localizar
áreas específicas del cerebro ocupadas en determinadas fun-
ciones, esa idea de la frenología que periódicamente vuelve a
la psicología con cada oleada de materialismo, como la que
actualmente tiene lugar debido al desarrollo de las neurocien-
cias, y al nuevo auge del darwinismo como cliché que sirve

– 125 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

para poner límites y encuadrar el intento de dar explicaciones


a través de la sistemática alusión a ventajas adaptativas surgidas
por azar y que sobrevivieron a la selección natural.

PSICOLOGÍA Y NEUROCIENCIAS

La actual visión materialista acerca de la mente, que se ha


ido consolidando a partir del boom de las neurociencias, ha
llevado a considerar que el pensamiento es una forma de movi-
miento del cerebro. La metáfora que identifica al cerebro con el
hardware de una computadora y al pensamiento con el software
se ha generalizado. Filósofos como Daniel Dennet consideran
evidente que el cerebro es sólo una más de un conjunto de
intrincadas máquinas al servicio de la multiplicación ilimitada
de los genes de un individuo de una especie. El pensamiento
es visto como el producto de la actividad neuronal que sirve de
intermediario entre la máquina del cuerpo, y el medio a la que
queda sometida debido a la selección natural. Son las ventajas
adaptativas del pensamiento las que justifican biológicamente
su existencia, y el pensamiento consciente no es más que un
resultado secundario de un proceso adaptativo.
Entonces, sin la máquina-cerebro no existiría el movi-
miento-pensamiento. Pero en la medida en que no se admite
la existencia de pensamiento en seres que no posean un
cerebro lo bastante pesado y con suficiente desarrollo de la
corteza cerebral, tener cerebro es una condición necesaria
pero no suficiente para tener pensamientos. E incluso tener
un cerebro adecuado para producir pensamientos es una con-
dición necesaria, pero no suficiente, para tener pensamientos
conscientes. Aunque está en discusión si tiene sentido hablar
de pensamiento inconsciente, tal cosa no puede, en principio,
descartarse. Al menos no si consideramos que puede haber

– 126 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

un pensamiento que tenga conciencia de su objeto, sin tener


conciencia de sí mismo.
Si analizamos los últimos avances de las neurociencias,
lo que más fuerza ha dado a la idea de que el pensamiento es
un producto de la actividad cerebral –y más específicamente
de ciertos cerebros grandes (por más impreciso que sea este
concepto de grande en una era dominada por las mediciones
exactas e impersonales)– ha sido la posibilidad de estudiar
las áreas cerebrales que se activan –es decir, que reciben
más oxígeno de la sangre para quemar glucosa y producir la
energía necesaria para su trabajo– cuando a una persona se
le pide realizar ciertas actividades psíquicas que se consideran
evidentemente formas de pensamiento. Por lo general se trata
de pensamientos conscientes, aunque no se descartan estudios
realizados durante el sueño. El privilegio de estos experimentos
conscientes consiste en que se le puede preguntar a la persona
qué estaba haciendo, en el sentido psíquico de la palabra hacer,
mientras se le realizaba una tomografía computada que mues-
tra, en falsos colores, las áreas más irrigadas de su cerebro en
ese momento.
Teniendo en cuenta los ejemplos que encontramos en
la bibliografía acerca del tema, y que tienden a corroborar
in vivo las evidencias indirectas de la relación cuerpo-mente
que se derivaron del estudio de la afasia y de otros trastornos
producidos en personas que, entre fines del siglo XIX y prin-
cipios del XX, habían sufrido alguna lesión cerebral localizada,
podemos deducir qué es lo que estos estudios entienden por
pensamiento. En realidad, el criterio no difiere del utilizado
por el primero que separó tajantemente el alma y el cerebro.
Descartes definía el pensamiento por enumeración, diciendo
“pensar, es decir,”, a lo que seguía una lista así: afirmar, ne-
gar, juzgar, dudar, imaginar, sentir, etcétera. Se trata de toda

– 127 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

actividad consciente, es decir, de lo que hacemos cuando no


realizamos movimientos corporales. Estos movimientos psíquicos
son tan distintos de cualquier desplazamiento espacial, que re-
sulta casi imposible concebirlos como formas de movimiento
de la materia. Husserl los llamaba actos para no que no fueran
confundidos con las acciones corporales (aun las más abs-
tractas, como podrían serlo un acto de justicia, o un acto de
gobierno, etcétera). También les daba el nombre de vivencias,
porque corresponden al modo en que vivimos el mundo, inde-
pendientemente de cómo el mundo es en realidad.
Las neurociencias se manejan entonces con dos juegos de
lenguaje totalmente distintos, a los que ponen en correlación.
Por un lado está el lenguaje de las activaciones de determinadas
áreas cerebrales, que a nivel molecular se describen en términos
químicos (neurotransmisores) y de circulación de la energía
(polarización y despolarización de las membranas celulares
que permite la transmisión del impulso neuronal), y, a nivel
fisiológico, en términos de células, conexiones entre células
(axones, dendritas, flexibilidad neuronal), áreas cerebrales y
órganos. Por otro lado, está el lenguaje propio de una psicología
folk que describe las vivencias internas de una persona (piense
en..., recuerde..., imagine...) y sus acciones como ser social (se
levanta de la silla, enciende un cigarrillo y se pone a fumar),
es decir, lo que en psicología se llama conducta.
¿Qué es lo que han probado los experimentos? Han su-
puesto la existencia de una determinación del cerebro sobre
el pensamiento, y han encontrado evidencias de una correla-
ción entre ambas cosas (quizás habría que decir entre ambos
mundos o planos de la realidad, tan grande es la distancia que los
separa).
¿Por qué correlación y no determinación? Porque nunca
podemos encontrar más que correlaciones (la relación causal

– 128 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

entre dos eventos es indemostrable desde el momento en que


ambos son diferentes, y por lo tanto el pasaje de uno a otro
implica una ruptura o un salto, como el del rayo que se dibuja
en un fondo de nubes, para usar un ejemplo de Gilles Deleuze,
quien en esta duda sigue a Hume y a Lacan). Y porque, en
este caso, las correlaciones se dan entre cosas que ni siquiera
pertenecen al mismo plano de consistencia (para usar otro
concepto de Deleuze), como lo demuestra la radical diferencia
semántica de los lenguajes empleados en la correlación.
Dada la radical diferencia entre el pensamiento que se vive
desde adentro y el cerebro como se ve desde afuera (aun a tra-
vés de una tomografía computada), que se nota en la diferencia
entre lo cuantitativo del mecanismo fisiológico y lo cualitativo
de la vivencia, entre las múltiples áreas cerebrales activadas y
la unidad del acto de pensamiento correspondiente, así como
el hecho de que una capacidad de pensar perdida pueda recu-
perarse usando otras neuronas, etcétera, no podemos hablar
más que de correlación entre dos flujos en devenir: el fisioló-
gico molecular cerebral y el consciente vivencial existencial.
A nadie se le hubiera ocurrido hace un siglo que las neuronas
individuales dividieran la imagen retiniana, no en pequeños
puntos luminosos, sino en rayas verticales y horizontales, en
ángulos, y en brillo y contraste, todas cualidades cuya locali-
zación celular es difícil de explicar.
Esa correlación, por supuesto, implica la posibilidad de
pensar en alguna realidad subyacente que se manifiesta de
formas diferentes en ambos flujos. Por lo general, a dicha
entidad se la considera la encarnación de una legalidad abs-
tracta, pero se le atribuye consistencia material. La física habla
de fuerza, la biología habla de información, etcétera. Se trata
de inobservables que pretenden llenar de contenido algo que
no podemos calificar más que como una máquina abstracta

– 129 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

de pensamiento que pone en relación dos cintas de sucesos


cualitativamente distintos, algo así como un algoritmo de
traducción o una máquina de Turing. Por ejemplo, hay una
correlación entre las palabras que leemos en un libro y las
imágenes que se forman en nuestra mente en el momento de
leerlas. Hay una correlación entre los genes y las proteínas. Hay
una correlación entre los significantes y los significados de un
lenguaje. Hay una correlación entre los actos de la conciencia
y el modo en que los objetos se le presentan a ella a través de
esos actos. Hay una correlación entre la energía potencial de
un sistema y su energía cinética.
Llamamos máquina abstracta a una correlación repetitiva
entre dos flujos en devenir, abstracta porque sólo tiene una
realidad conceptual (una realidad para quienes interpretan que
tal correlación existe).
En el caso en estudio, hay una correlación entre ciertos
movimientos cerebrales y ciertos procesos de pensamiento (o
modos de vivenciar el mundo). Como ambos flujos correla-
cionados son diferentes, no podemos asegurar, sin embargo,
que no haya otras posibles formas de correlacionar algo con
el pensamiento. En principio, no podemos descartar que pen-
semos con el corazón, como creía Aristóteles, o con todo el
cuerpo, como insinúa Damasio. Tampoco podemos asegurar
que una hormiga no piensa, aunque tiene ganglios nerviosos
y no un sistema nervioso central.
La cosa se complica más si tratamos de indagar qué es
aquello que piensa en nuestro cerebro, si vamos a asignar al
cerebro el ser la sede del pensamiento.
Bergson sostenía que el cerebro era sólo un órgano de
interacción entre el alma y el cuerpo, y que ciertos daños ce-
rebrales no alteraban el pensamiento, sino que le dificultaban
su manifestación material y comportamental. Por ejemplo,

– 130 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

afásicos que mostraban entender el sentido de lo que les decían


no podían, sin embargo, articular las palabras.
También podríamos sostener que el pensamiento no es una
actividad neuronal, sino subneuronal, algo que ocurre a nivel
de los microtúbulos, complejas organizaciones moleculares
que parecen ser las encargadas de la transmisión de esa entidad
inobservable llamada impulso nervioso. Como muchas células
poseen microtúbulos, bien podría ser que haya que hablar de
pensamiento incluso en la ameba (o quizás, como sostuvo la
bióloga Lynn Margulis, en las bacterias, de las que, en biología,
ya se dice que poseen un aparato cognitivo).
Por otro lado, el intento de medir el grado de pensamiento
por el grado de desarrollo (o el mero tamaño) del cerebro ha
llevado al fracaso. El Hombre de Neandertal, por ejemplo,
tenía un volumen cerebral más grande que el del hombre actual
(aunque con un lóbulo frontal, aparentemente, más pequeño).
Los delfines, por otra parte, tienen un cerebro prácticamente
idéntico al humano. No por eso creemos que piensan en el
mismo sentido en que lo hacemos nosotros, aunque la obsesión
por el tamaño y la forma del cerebro haga que se les atribuya
a veces inteligencia, capacidad humanoide para el juego, y un
lenguaje de una riqueza inesperada. Como sea, la búsqueda de
consistencia entre las observaciones y los prejuicios, hace que
a veces se atribuyan características humanas a otros animales
de un modo que hubiera sido inconcebible en otras épocas
más antropocéntricas. Sin embargo, sigue predominando un
criterio de más y de menos, de posesión y de ausencia, y no la
mera aceptación de las diferencias cualitativas.
En todo caso, no es este problema el que debe interesar
a la psicología, en la medida en que su interés está puesto en
ese órgano virtual llamado mente, cuyo carácter incorporal,
para tomar el concepto de los filósofos estoicos, hace inne-

– 131 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

cesaria la idea de una localización cerebral específica, más allá


del problema mente-cuerpo, que es un problema más bien
filosófico.
Lo más a lo que puede aspirar el acercamiento entre
neurociencias y psicología es a una correlación moebiana que
permita deslizarse entre ambos discursos. Por ejemplo, apo-
yándose en los estudios de Eric Kandel acerca de la memoria,
es posible relacionarlos con el Proyecto de psicología para neurólogos
de Freud. Pero hay que tener en cuenta que en ese proyecto
Freud usaba la palabra investidura para referirse a las neuronas
cargadas de energía, y luego lo hará con las representaciones
mismas, pasando a otro orden de discurso. Un ejemplo de
entrelazamiento entre discursos podría ser este:
“En la adolescencia se produce una poda dendrítica que
modifica la estructura del cerebro (retranscripción), motivada
por cambios hormonales (estímulos internos). Si en los prime-
ros dos años no se ha producido la muerte neuronal selectiva de
la manera adecuada (Edipo temprano, inscripción del nombre
del padre), la poda se produce de una manera extralimitada
(empobrecimiento simbólico por falta de fijación fálica del
goce), dando lugar a la esquizofrenia, o bien no se produce
(imposibilidad de seleccionar los recuerdos, no hay pérdida del
objeto ni entrada al campo del Otro), llevando al autismo”.
Lo que las neurociencias aportan a la psicología es una
concepción de un cerebro plástico, cuya conectividad es de-
terminada por el lenguaje. Pero sólo puede hablar en términos
de las vibraciones de la voz, y no de la capacidad de significa-
ción. Cuando Damasio habla de representaciones, algo en su
discurso no coordina, pues pasa a un registro diferente.
Que el plano neurobiológico no coincide con el represen-
tacional queda probado por la imposibilidad de concebir cómo
ciertos autistas pueden saber qué día de la semana correspon-

– 132 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

dió a cualquier fecha del calendario, o ver el número de fósforos


caídos de una caja al suelo sin necesidad de la operación de
contarlos, lo cual contradice cualquier idea acerca del proceso
de abstracción que se haya tenido hasta ahora.
Dentro de las neurociencias ha habido siempre un deba-
te entre quienes piensan que las funciones cerebrales están
claramente localizadas y quienes piensan en un cerebro que
funciona de manera global. Pero el hecho de que haya habido
pruebas tanto en uno como en el otro sentido, muestra que
el problema está mal planteado, porque tanto una postura
como la otra dependen de ciertos presupuestos acerca de
cómo funciona la mente y, en consecuencia, de cómo debería
ser un cerebro que dé ese resultado a nivel representacional.
Según se trabaje con un animal u otro, con un método u otro
diferente, con una u otra etapa del desarrollo, los resultados son
diferentes. Lo que parece claro es que las funciones mentales
están en un comienzo difundidas por todo el cerebro, con el
tiempo van localizándose en áreas más específicas, y, según el
proceso de disminución, en ciertas áreas, de la presencia de
células troncales, es mayor o menor la posibilidad de que esas
funciones ocupen otras áreas del cerebro, si aquellas en las que
se localizan habitualmente han sido dañadas. Además, una vez
que una función se ha localizado en un lugar, por ejemplo en
un hemisferio cerebral, deja de hacerlo en otra área, aunque
exista en ella la posibilidad latente de desarrollar esa función.
La mente aparece, entonces, como una entidad que requiere
de un uso del cerebro para poder existir y generar efectos
en el espacio-tiempo objetivo, y el grado de plasticidad del
cerebro de acuerdo a su desarrollo según pautas embriológi-
cas, determina la manera en que es capaz de diferenciarse en
mayor o menor medida y de regenerarse en caso de alguna
lesión. Pero eso no prueba que la mente sea producida por

– 133 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

el cerebro, sino más bien que es una especie de órgano irreal


que se diferencia internamente y encuentra su lugar de loca-
lización y de desarrollo, hasta donde nos es posible pensarlo
hoy en día, en el sistema nervioso en general, y en el sistema
nervioso central en particular. Así como los movimientos de
las moléculas en las células se regulan unos a otros generando
pautas globales que se mantienen recíprocamente dentro de
ciertos límites, generando el fenómeno llamado vida, el trabajo
de las neuronas se distribuye y autoorganiza de acuerdo a las
pautas del desarrollo de esa vida sobre la cual se sostiene, con
la diferencia de que, en este caso, tales pautas dependen de
un afuera que estimula esa organización, un afuera simbólico
sustentado en un cuerpo social.
Aunque la flexibilidad va disminuyendo con el tiempo, el
trabajo de formación y desaparición de espículas dendríticas
es constante, lo cual le da al cerebro una plasticidad notable.
Irónicamente, esta flexibilidad descubierta por las neuro-
ciencias es tan grande, aun en las neuronas ya diferenciadas,
que es posible encontrar en él las bases fisiológicas para casi
cualquier teoría acerca de las representaciones. Y si bien es el
cognitivismo la corriente que más se ha esforzado en apro-
piarse de estos descubrimientos e interpretarlos a su manera,
últimamente los psicoanalistas y los lingüistas han hecho otro
tanto. Según cuál sea la teoría de las representaciones de la que
se parte, es posible leer esos descubrimientos de una manera
totalmente diferente.
Eso no significa que el cuerpo y el sistema nervioso central
sean irrelevantes para el campo de las representaciones. Una
alteración en el campo puede proceder tanto de factores neu-
rológicos como de factores ambientales o sociales. El campo
de representaciones es un encuentro entre un medio social
determinado y un cuerpo viviente que nace en ese medio. Pero

– 134 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

el hecho mismo de que una deficiencia en el comportamiento


de los padres hacia el niño y una condición orgánica de origen
genético puedan dar lugar a lo que de un modo conductual
se describe como una misma patología, demuestra que debe
pensarse un punto de confluencia sobre el cual ambos factores
actúan, y esa interfase está dada por el campo representacional.
No es lo mismo considerar el autismo, por ejemplo, desde
la perspectiva neurológica, como un producto de la falta de
apoptosis y de poda dendrítica, que desde una perspectiva psi-
cológica, tratando de determinar sus características perceptivas,
intelectuales y afectivas a partir de su conducta observable,
o de la moneda de cambio del lenguaje, que les permite a
veces a los propios autistas dar cuenta de su mundo vivido.
El libro autobiográfico de Temple Grandin nos da algunas
pautas, como la imposibilidad de sustraer un punto del campo
perceptivo y ubicarlo en el infinito para generar perspectiva
y protección frente a los estímulos sensoriales, imposibilidad
que a Grandin le permitió detectar las variaciones de luces
y sombras que alteran al ganado que es conducido hacia el
matadero, así como la suplencia de la diferencia entre lejanía
y cercanía que logró al inventar un artefacto que apretaba su
cuerpo para mantenerla contenida, generando un sustituto de
la fijación fálica del goce. Todo esto simplemente queda puesto
fuera de juego cuando se trabaja el tema desde una perspectiva
exclusivamente neurofisiológica.

PSICOLOGÍA Y COGNITIVISMO

El físico Niels Bohr decía, de la teoría unificada presentada


en algún momento por Werner Heisenberg, que no era sufi-
cientemente insensata como para ser verdadera. En los años
veinte, en plena efervescencia surrealista, la física cuántica

– 135 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

lideraba el ideal de una nueva racionalidad, que se extendía


más allá de lo razonable. Tal vez uno de los problemas de
la psicología es que no se ha animado todavía a desarrollar
programas de investigación basados en propuestas insensatas.
Desde el intento de elaborar una psicología dinámica basada en
la física matemática, elaborado por Herbart, hasta el uso de la
topología en la obra de Lacan, o de la axiomática formalizada
en la obra de Chomsky, muchos proyectos han sido abordados
sobre la base de ideas rápidamente abandonadas. Actualmente,
las ciencias cognitivas encabezan la aplicación de modelos
formales al estudio de los procesos perceptivos y cognitivos.
Pero el problema con ellas es que no se proponen elaborar una
ciencia de las representaciones, sino generar una simulación
de un comportamiento inteligente. Su objetivo es establecer
procesos de computación de la información, basados en la
analogía entre los circuitos lógicos y los circuitos integrados,
con el fin de lograr que las máquinas realicen actos similares
a los humanos, como largar una señal al detectar una cara
sonriente, lo que ha llevado al uso de las cámaras fotográficas
que se disparan ante la sonrisa de los retratados.
No es lo mismo realizar una simulación que un modelo.
Un modelo recorta el material en estudio y selecciona ciertas
conexiones que pueden ser insertadas en una esquematización
coherente. Una simulación crea otra realidad e intenta darle
una apariencia que se pueda confundir con el original.
La psicología, como ciencia, debe introducir coherencia
conceptual en el mundo de las representaciones. Es para
eso que Freud elaboró su teoría del aparato psíquico, Jung la
constelación de los arquetipos, el conductismo su teoría de
los reflejos condicionados, la psicología existencial su análisis
del Dasein como estudio de la estructura del mundo vivido de
cada uno, etcétera. Todas son maneras de destacar y conectar

– 136 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

algunos aspectos de la vida psíquica, dejando otros en la os-


curidad. Las representaciones son inagotables. La psicología
es la tarea insensata de elaborar una representación simbó-
lica de la totalidad de las representaciones, simbólicas o no
simbólicas. Ninguna de las corrientes puede, por ello, agotar
el fenómeno. La constatación de este hecho ha llevado a las
posiciones eclécticas de los años sesenta en nuestro país, como
la sostenida explícitamente por José Bleger en su notable y
todavía vigente obra Psicología de la conducta. De todos modos,
parece mucho más fructífero intentar nuevas orientaciones,
siempre que cumplan con los patrones de cientificidad de los
que hemos hablado antes, patrones que la proliferación de
obras de terapias alternativas tienden a descuidar en su afán por
aplicar recursos que permitan a la gente alcanzar el bienestar
y la felicidad, y que se basan en intuiciones apresuradas o en
la rápida generalización de resultados afortunados alcanzados
por ensayo y error.
Que una simulación y un modelo no sean lo mismo,
no implica que los modelos no puedan ser simulados. Un
modelo de procesamiento de la información en paralelo, a
través de redes neuronales capaces de construir caminos de
procesamiento de datos en función de la realimentación con
información acerca de sus efectos sobre el entorno, puede po-
nerse a prueba a través de su simulación en un programa cuyo
modo de funcionamiento sea totalmente lineal. Es peligroso
confundir lo que vemos en la pantalla de una computadora,
con lo que ocurre en la propia computadora en el momento
en el que ella opera con sus largas cadenas de bits del lenguaje
de base. Mezclar ambos niveles es tanto como suponer que
las partículas elementales piensan cuando forman organismos
con cerebros grandes. Lo mismo podemos decir de las simula-
ciones de los procesos estudiados por la psicología cognitiva.

– 137 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

Al respecto es muy ilustrativo el caso de la polémica entre


Stephen Kosslin y Zenon Pylyshyn acerca del pensamiento
basado en imágenes. Kosslin descubrió que, cuando se le
presenta una figura a un sujeto para que la reconozca, y se lo
hace presentándola en un determinado ángulo respecto de la
forma que tendría si estuviera dibujada en un plano, el sujeto
tarda en realizar el reconocimiento un tiempo directamente
proporcional a la magnitud de dicho ángulo. Cuando se le pre-
gunta al sujeto qué hace para reconocer la figura, éste responde
que la mueve en su cabeza hasta encontrar su forma original.
Este experimento tiene la misma forma que los que llevaba
a cabo Wundt, midiendo los tiempos necesarios para que un
estímulo se convirtiera en una representación. La conclusión
de Kosslin es que pensamos con imágenes, y no sólo con listas
de símbolos que se transforman en otros símbolos siguiendo
ciertas operaciones lógicas.
Pylyshyn, al sostener que el cerebro es una computadora,
considera que el tipo de pensamiento analógico estudiado por
Kosslin es un epifenómeno de un procesamiento de datos
cuyo funcionamiento está por revelarse. El propio Kosslin ha
hecho modelos del modo en que se realiza este procesamiento
de imágenes, pero eso no lo ha llevado a pensar que un sujeto
realiza las mismas actividades que la computadora, y que su
propio testimonio acerca del modo en que manipula imágenes
o recorre un espacio en su recuerdo para localizar un objeto
en función de su distancia respecto a otro objeto de la misma
escena, deben ser dejados de lado. Los dos cognitivistas están
ubicados en niveles de discurso diferentes. Kosslin se interesa
por el campo de las representaciones, mientras que Pylyshyn se
preocupa por demostrar que las computadoras y las personas
realizamos los mismos procesamientos de datos para alcanzar
un conocimiento de algo. Si fuera así, no podríamos corregir

– 138 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

automáticamente los datos que nos dan los demás cuando


cometen errores, como no pueden hacerlo las computadoras
a pesar de los años transcurridos desde el inicio del proyecto
de inteligencia artifical. Lo comprueba cualquiera que se equi-
voca en una letra cuando un sitio web lo somete a prueba para
corroborar su identidad mientras está haciendo una compra
por medios electrónicos.
El programa de inteligencia artificial con el que se iniciaron
las ciencias cognitivas no debe confundirse con la psicología,
aunque puede llevar a un diálogo fructífero con ella. El hecho
mismo de que, en base a la lógica y a la teoría de la información,
ese proyecto intentara crear máquinas inteligentes, demuestra
que partió de un ámbito extraño al de la psicología. Sus repre-
sentantes, tanto en versiones fuertes como débiles, tanto en
modelos apriorísticos como en modelos empiristas y autoor-
ganizativos, partieron de la identificación entre la inteligencia y
una de sus aplicaciones parciales en el ámbito del razonamiento
matemático, que es el de los algoritmos recursivos, es decir, de
reglas que se aplican a los resultados de su propia aplicación
anterior de manera mecánica hasta lograr los resultados espe-
rados. Es al producto de esa aplicación, a lo que el programa
de inteligencia artificial denomina cognición. La psicología
cognitiva ha aceptado que estos algoritmos pueden funcionar
como una buena aproximación a lo que los seres humanos
hacemos cuando pensamos, aunque dentro de un dominio
muy limitado de lo que habitualmente llamamos pensamiento.
La idea de base de este programa cognitivista va, sin embargo,
mucho más lejos. Supone que, más allá del soporte material
del proceso, cualquier sistema de conmutadores hechos de
cualquier material, con tal de ser suficientemente complejo,
puede describirse como una mente en funcionamiento. Así,
si se sustituyeran todas las neuronas por circuitos integrados

– 139 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

que reflejaran su régimen de circulación de información, tanto


en la forma de energía eléctrica como en la de transmisión
química a través de la hendidura sináptica, nada cambiaría en
la mente de una persona.
Esto choca con la posición de los neurocientíficos, para
quienes la flexibilidad neuronal depende del carácter orgánico
de la materia cerebral, y pensar que se pueda hacer mente con
un material más rígido y sencillo es totalmente equivocado.
Mientras el cognitivismo piensa en las condiciones mínimas
necesarias para que haya inteligencia, las neurociencias tien-
den a sostener que ese mínimo es justamente el que tenemos,
que sólo un organismo con un tejido nervioso diferenciado
organizado en la forma de un órgano plástico con procesos
como la apoptosis programada, la poda dendrítica y la for-
mación y extinción de espículas, garantiza que haya mente
y, en forma secundaria y más evolucionada, que haya mente
inteligente. Del diálogo entre estas dos interdisciplinas ha
surgido el modelo de procesamiento en paralelo, sostenido
entre otros por James McClelland, y que considera que, dada
una cantidad inicial sumamente grande de conexiones entre
nodos que sean sensibles a los estímulos externos, es posible
que se vayan seleccionando sólo aquellas capaces de identifi-
car determinados patrones, aprendiendo a manejarse según
reglas adquiridas mediante su interacción con el entorno.
Este modelo refleja los refuerzos y los debilitamientos en
el peso de las conexiones que Freud había anticipado en su
teoría de la facilitación. Este es un buen modelo del proceso
de apoptosis y de la poda sináptica, pero presupone una rea-
lidad ya organizada que influye directamente sobre la red, y
no da cuenta del proceso de formación de nuevas espículas
sinápticas, lo cual mantiene una distancia con el enfoque
neurocientífico, para el cual se requiere la totalidad de los

– 140 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

mecanismos neuronales para que surjan las funciones men-


tales superiores. Presupone, además, un proceso de selección
sobre la base de un número inicial de conexiones equivalente
a la totalidad de la información que el sistema es capaz de
procesar, y aunque logra dar cuenta del carácter no localizado
de la información en el cerebro, que en otro momento llevó
a especular con ideas más radicales como la del paradigma
holográfico o la no localidad de las propiedades cuánticas,
no explica de qué manera esa información puede ser recupe-
rada, y qué es lo que la activa haciendo una reconstrucción
del objeto de conocimiento a partir de la conservación de la
información en la memoria a largo plazo.
Lo que ni las neurociencias ni el modelo conexionista pare-
cen tener en cuenta, es que no bastan las conexiones químicas
o eléctricas, el llamado cableado, para que haya mente. Falta lo
incorporal, relacionado con los huecos, con las separaciones,
con las combinaciones imposibles. A nivel cerebral es tan
importante la conexión entre neuronas como su separación.
Sin la hendidura sináptica no haría falta todo ese esfuerzo de
organización que requiere el proceso de facilitación, y que
obliga a una reconstrucción permanente de las conexiones.
Ese es un aspecto, relacionado con las características del
registro simbólico, que suele dejarse fuera de juego en estos
modelos, que se manejan con una ontología de la presencia,
de lo que es. En realidad, para que haya sujeto se requiere
también lo que no es. Si algo caracteriza al lenguaje, modelo
de sistema simbólico, es su carácter discreto, su separación
en unidades definidas que se oponen entre sí, lo que permite
la escansión de los discursos, sin la cual no hay un estilo per-
sonal. El puro ser no da lugar a las diferencias. La apoptosis
y la poda dendrítica nos están indicando la importancia del
hacer agujero para que sea posible un efecto de sujeto.

– 141 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

LOS FINES DE LA PSICOLOGÍA

Uno de los desafíos más grandes de la psicología es el de


superar las tipologías clásicas que sirvieron para clasificar las
distintas personalidades, tipología heredadas de los discursos
psiquiátrico, jurídico y laboral, y que han sido elaboradas en
función de fines que le son extraños. También habría que in-
cluir dentro de las áreas que han influido a la psicología desde
afuera al ámbito educativo, cuyo carácter normalizador queda
claro en las consideraciones acerca del estudiante como un
potencial delincuente, que encontramos, por ejemplo, en la
obra de Víctor Mercante en el campo de la psicoestadística.
Los test han sido organizados para determinar rápidamente
las aptitudes de las personas o su falta de aptitud para realizar
determinados trabajos, para obedecer órdenes, para desarrollar
un pensamiento creativo pero no subversivo, para desempeñar-
se en tal o cual tarea, como si fuera posible predecir, aplicando
un método esquemático y repetitivo, cómo una persona se va
a desempeñar en un ámbito laboral, o confirmar si alguien
pudo haber matado a otra persona, o si estaba en el dominio
de sus facultades cuando cometió un delito. Esta función
auxiliar del psicólogo es tan extraña al ámbito de la psicología
propiamente dicha como el psicoanálisis y la psicoterapia –más
allá de lo que estos últimos pudieran aportar al estudio de las
representaciones.
Muchos test tienen un sólido fundamento teórico, pero
también marcan una serie de presuposiciones que a la larga se
han convertido en prejuicios. El test de Bender, por ejemplo,
sirve para testear el modo en que la mente simplifica, completa
y corrige lo percibido, aportando el elemento significativo que
hace de la percepción una representación que no se limita a la
asociación de los datos sensoriales en patrones habituales. Lo

– 142 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

mismo que el test de Rorschach, o el test de la casa, del árbol,


o de la figura humana, son modos de estimular una conducta
que manifiesta el modo de vivir el mundo de cada individuo.
En ese sentido, son extraordinarios. Funcionan como los cua-
dros de van Gogh, que nos permiten penetrar en su fantasma,
en el modo en que daba marco a su experiencia del mundo.
El problema es que se considera que hay un modo normal de
constitución de ese mundo, el del adulto que ha ideado el test,
y cualquier otra manera de resolverlo muestra una distorsión
de la personalidad, a menos que se trate de un niño, caso en el
cual se admite que, como no ha llegado a una máxima madurez
mental, es lógico que su modo de constituir el mundo no sea el
del adulto normal. El adulto normal es la manera como la psico-
logía contemporánea se refiere a lo que los griegos llamaban el
acné, máximo desarrollo de las capacidades físicas y mentales,
que ellos ubicaban hacia los treinta años de edad. Cruzados
con las evaluaciones psiquiátricas, los test permiten esperar
determinados resultados de parte de los esquizofrénicos, los
paranoicos, los dementes, los débiles mentales, los psicópatas,
y otras categorizaciones de la personalidad que no se consi-
deran políticamente correctas en el discurso oficial, pero que
siguen operando con la excusa de que dicha evaluación permite
tomar recaudos para tratar de mover a las personas de dichas
categorías para llevarlas hacia la normalidad.
No se trata de cuestionar las buenas intenciones de los
psicólogos que se dedican a hacer evaluaciones al servicio de
los psicoterapeutas, sino de saber si ese es el único lugar que
puede ocupar la psicología en el campo del conocimiento, y
hasta qué punto puede verse afectada en sus potencialidades
en virtud de esa subordinación a fines extrínsecos.
En cuanto a los test de inteligencia, fueron hechos original-
mente pensando en la capacidad para el razonamiento lógico,

– 143 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

en sus tres vertientes, geométrica, aritmética y lingüística. Pero


el hecho de que los test marcaran un bajísimo rendimiento
en los países africanos y entre los grupos indígenas, hizo que
fueran cuestionados. En algún momento, esos estudios jus-
tificaron el colonialismo y la segregación racial, luego fueron
tomados como índice de subdesarrollo y falta de educación,
y finalmente se empezó a considerar que no contemplaban
otras formas de inteligencia, como por ejemplo la inteligencia
práctica. Si se consultaba a un indígena de la Puna cuál era el
color del caballo blanco de San Martín, la respuesta era que
nunca había visto ese caballo, y por lo tanto no podía saberlo.
Suponerle debilidad mental por ello parece exagerado. Pode-
mos considerar que la teoría de las inteligencias múltiples de
Howard Gardner es un intento, todavía en pañales, por flexibi-
lizar esas consideraciones y apreciar habilidades que permiten
a muchas personas que tienen dificultades para armar series
numéricas llegar, gracias a su habilidad social, a manejar con
éxito una empresa.
Los test vocacionales se basan también en una simplifi-
cación, pero esta vez en el sentido contrario. Si la capacidad
para la deducción le permite a una persona saber en qué
dirección se moverá una rueda dentada en una cadena de rue-
das, sabiendo la dirección en el movimiento de la primera de
ellas, eso no significa que sus talentos son los adecuados para
seguir la carrera de ingeniería, si eso no va en la dirección de
su deseo. Eso en cuanto a los test que pretenden ser precisos.
Los demás test, o dan resultados muy vagos, o presuponen
un gran conocimiento de la persona acerca de sí misma, y
sólo correlacionan sus capacidades con las que se supone son
exigidas en actividades de distintos tipos. Por ejemplo, si te
calificas como creativo e imaginativo, pero poco comunicati-
vo, lo tuyo es el arte. Si te consideras meticuloso, analítico e

– 144 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

introvertido, lo tuyo es la ciencia. Se trata en todos los casos


de un exceso de sentido común que no permite ir más allá del
buen consejo. Carece de la precisión terminológica que se le
exige a una teoría científica.
Otro tema que no ha logrado ninguna evolución positiva es
el de la clasificación de las formas de la personalidad. No se ha
podido ir más allá de los escritos hipocráticos, que clasificaba a
las personas según el predominio de uno de los cuatro humores
del cuerpo: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Se trata del
temperamento sanguíneo, que es vital, alegre y equilibrado, el
flemático, que es indiferente y de escasa vitalidad, el colérico,
que es irritable y violento, y el melancólico, dubitativo y triste.
No deben confundirse con las llamadas estructuras patológicas,
pues los temperamentos no implican en ningún caso la idea
de anormalidad. Se considera que se trata de tipos ideales, que
nunca se encuentran en estado puro, y hacen referencia a la
disposición emotiva general frente al mundo y a la vida, como
los temples anímicos de los que habla el existencialismo. Por lo
general, son tenidos en cuenta, con ciertas modificaciones, en
los sistemas de psicología comprensiva, pues se trata en ellas
de hacer empatía con el estado emocional del prójimo.
Sólo el test proyectivo de Rorschach constituye una ex-
cepción a la idea de formas normales de resolución, pues a
través de un estímulo sensorial ambiguo logra ir más allá de
los patrones de organización de la percepción y de la órbita de
los significantes que estructuran el tesoro del que se extraen las
asociaciones que forman las cadenas del discurso, alcanzando
la dimensión de los contenidos reprimidos. Cuando uno ve
claramente determinadas figuras en manchas generadas de una
manera azarosa, se pone en acto la aprehensión interpretativa
en su estado más puro, lo que pone de su parte el órgano irreal
de la mente para introducir en la dimensión de los estímulos

– 145 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

fisiológicos toda la fuerza de lo incorpóreo. La desventaja de


este tipo de test, cuyo basamento en el psicoanálisis no ha im-
pedido que sea aplicado universalmente, incluso por aquéllos
que niegan la cientificidad de la teoría psicoanalítica, es que el
conocimiento de las respuestas más habituales, consideradas
normales, le quitan la espontaneidad necesaria para que revele
la estructura del aparato psíquico. Una vez que esas manchas
tienen una lectura considerada razonable, dejan de ser manchas
carentes de sentido, y sedimentan en la forma de objetos cul-
turales, como puede serlo la llamada piedra del indio, en la que
es imposible no ver la forma de la cara de un indio debido al
condicionamiento generado por su nombre, que la vuelve un
objeto intersubjetivo.

EL PROBLEMA DEL DIAGNÓSTICO

Diagnosticar es subsumir un caso particular bajo una ca-


tegoría universal. Para diagnosticar, los médicos se han basado
en signaturas, signos manifiestos de un problema oculto. A eso
que hace que se hable de la psicología como de una ciencia
del comportamiento, es a lo que la biología llama fenotipo. Sólo
a partir del fenotipo se puede ir a buscar el genotipo que lo
causa, pero no hay una relación lineal entre los dos. Por eso, es
necesaria una clara fenomenología del fenotipo para hacer un
estudio de lo que explica ese fenotipo. Pero la cuestión no es
tan sencilla, y mucho menos en psicoterapia. Generalmente, la
manera de establecer fenotipos psicopatológicos es a través de
las desviaciones respecto de lo que se llama un comportamien-
to normal. Como esas desviaciones pueden desaparecer con el
desarrollo, o al menos alterarse notablemente, y como hay un
continuo, un espectro, entre lo que se considera normal y lo
patológico, la no linealidad de la historia de vida de un paciente

– 146 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

hace que sólo se pueda establecer una media estadística para


las predicciones de la existencia de un síndrome determinado.
Además, los síndromes se ven acompañados por formas de
comorbilidad que sólo pueden distinguirse del síndrome es-
tudiado recurriendo a las viejas tablas de presencia, ausencia
y covariancia utilizadas por Stuart Mill a partir de una mejora
del método inductivista de Francis Bacon.
Este problema de la clasificación lo encontramos en todas
las corrientes psicológicas. Desde una perspectiva cognitivo-
conductual, que es actualmente el enfoque psiquiátrico habi-
tual, las clasificaciones del SM IV establecen la categorización
de los cuadros psicológicos a tratar, pero no otorgan métodos
precisos para hacer una distinción fina entre los sujetos que
entran en las distintas categorías. El diagnóstico puede pre-
sentarse tan controvertido como los métodos a aplicar para
el tratamiento. El autismo ha llevado a hablar de un espectro
continuo, que incluye a las fobias sociales y el trastorno ob-
sesivo compulsivo, obligando a plantear la normalidad como
una forma extrema de autismo cero. Para esta patología hay
una cantidad enorme de instrumentos de evaluación o test
que nunca coinciden en un ciento por ciento con la evaluación
intuitiva del cuadro, y el problema es dónde poner el corte, es
decir, a partir de qué porcentaje de respuestas que muestran
determinadas características, como los comportamientos repe-
titivos o las fallas de manejo del lenguaje o de la comprensión
del otro, puede considerarse que se está frente a un caso de
autismo. Es importante, entonces, tener en cuenta el uso de
estas dos categorías para síndromes del comportamiento que
no tienen una causa metabólica o genética específica: espectro
continuo y corte.
Si nos vamos al otro extremo, en el psicoanálisis lacaniano
tenemos el mismo problema. Frente a la idea de estructuras,

– 147 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

que permitía establecer una topología específica en el campo


de la relación entre demanda y deseo en la distinción entre
psicosis, neurosis y perversión, empezaron a aparecer men-
ciones de casos como la debilidad mental, las adicciones, el
autismo, el fenómeno psicosomático, y más adelante, la cues-
tión de las llamadas psicosis ordinarias, cuya existencia aún se
discute. En nuestro país, Alfredo Eidelstein es quien más se
ha esforzado por mantener el enfoque estructural. Parte de
la diferenciación entre las estructuras del intervalo y las de la
holofrase, según haya o no extracción del objeto a. A su vez,
subdivide el intervalo en neurosis y perversión, y la holofrase
en psicosis, debilidad mental y psicosomática. Estas divisiones,
sin embargo, las inserta en una cinta continua, lo cual lleva a
pensar en términos de corte dentro de un espectro continuo.
Si se hace un acercamiento al espectro, se nota una multipli-
cación de los casos intermedios. Esos casos sirven de puntos
de inflexión, a través de los cuales se produce una inversión
en la cinta continua. Así, entre neurosis y perversión aparecen
dos vueltas parciales de la cinta: la fobia, del lado de la neuro-
sis, y el fetichismo, del lado de la perversión. En cuanto a las
adicciones y a la melancolía, Eidelstein las pone más allá de la
neurosis, como formas de locura no psicótica que sin embar-
go no termina de integrar dentro del cuadro. Otros enfoques
lacanianos acentúan más la unidad del continuo, planteando
que cada estructura es un modo diferente de anudamiento
entre lo simbólico, lo imaginario y lo real.
Si hemos mencionado sólo estas dos corrientes, cognitivis-
mo y psicoanálisis, es porque son las únicas que proponen una
categorización de los cuadros psicopatológicos, y lo hacen de una
manera totalmente diferente. La primera se basa en conductas
que llevan a buscar causas en el plano de las representaciones,
pero se remonta en lo posible a la estructura del cerebro y a

– 148 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

cuestiones genéticas. La segunda, en cambio, se basa exclusiva-


mente en un estudio del campo de las representaciones. Pero
lo notable en ambos casos es que hay un planteamiento de un
continuo de base en el cual hay que establecer criterios para los
puntos de corte entre distintas patologías, entre las cuales se
incluye la normalidad como punto cero. El problema del corte
es lo que hace que el diagnóstico sea complicado, tanto en lo que
se refiere a los casos como a las categorías mismas, cosa que no
ocurre, por ejemplo, en otros ámbitos de la medicina, donde la
enfermedad está claramente definida, pero se intenta encontrar
métodos cada vez más rápidos para saber si un paciente tiene
o no esa enfermedad.
Si se ha podido hacer una subsunción del problema bajo
una categoría, viene después la cuestión de la terapia acon-
sejada en esos casos. Esta acción sobre el paciente genera
un problema adicional: relativiza el diagnóstico previo. El
motivo es simple: si dentro de un paradigma se considera
que se está frente a un caso incurable, y sin embargo se ob-
tienen resultados que semejan una cura, y si, a pesar de todas
las predicciones, una vez dejada la terapia no hay recaída, es
necesario pensar que el diagnóstico fue desacertado, o que la
teoría estaba equivocada y sí era posible hacer algo. ¿Por qué
ocurre esto? Es más claro verlo si las categorías utilizadas
para toda psicopatología fueran dos: curable-incurable. Si el
paciente es sometido a tratamiento a pesar de que se suponía
incurable aunque mejorable, y las signaturas desaparecen –por
ejemplo, una persona que tenía aparentemente una enfermedad
psicosomática de la piel deja de tenerla por completo después
de unas pocas sesiones de terapia psicoanalítica lacaniana–,
debe pensarse que el diagnóstico había sido incorrecto, pues la
enfermedad incurable fue enfermedad curable. Pero también
es posible pensar que no hay enfermedades incurables, sino

– 149 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

métodos que permiten o no curarlas, en función de teorías que


presuponen incurables a quienes quizás sí puedan curarse. O
también es posible que la cuestión estuviera en la capacidad
del terapeuta para tratar el caso.
Si bien es fundamental que haya una clasificación, al me-
nos para una orientación inicial que impida consecuencias
perjudiciales para el sujeto en tratamiento, como llevar a un
psicótico en análisis a enfrentarse con un deseo que carece para
él de inscripción simbólica, desencadenando una cascada de
formaciones imaginarias, podemos sostener que eso debe ser
compensado por el caso-por-caso, es decir, tener en cuenta lo
que Heidegger llamaba el ser en cada caso mío. En una situación
de complejidad hay formas más o menos estables de desarrollo,
integradas en un paisaje epigenético continuo. Pero la modifi-
cación del campo por la inserción de una intervención analítica
puede producir consecuencias enormes, o no tener ningún
efecto. Cada paisaje epigenético o fenotípico tiene un relieve
peculiar con cuencas de estabilidad y situaciones metaesta-
bles, y también con puntos de catástrofe, donde los caminos
alternativos se separan, pero posee además un topología que
puede ser alterada por un corte. Basta un pasaje al acto para
que una línea de vida se trunque y el sujeto salga de la escena.
Pero además, la trayectoria depende de la conformación del
espacio proyectivo que caracteriza a un sujeto. ¿Es posible una
cirugía psíquica que sea capaz de introducir un punto de fuga
donde no lo había? ¿Puede ser arrimado alguien a una zona
de borde, produciendo una reorganización del campo, como
una chapa combada que salta y se comba de manera invertida?
El tema queda planteado, pero una buena teoría psicológica
debe ser capaz de abarcar estas posibilidades, como lo hace
la física de las supercuerdas, o la biología molecular, cada una
en su mundo de referencia.

– 150 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

PSICOPATOLOGÍA

Hay muchos conceptos distintos de enfermedad. El que


más sustento tiene en la biología actual es el concepto de
desregulación. Si un agente ambiental produce enfermedad, lo
hace sólo en la medida en que hace que el organismo invadido
pierda su regulación. Eso significa que la homeostasis no es
una tendencia natural de la organización viviente de la materia.
Existe una información genética que dispone la producción de
una serie de proteínas que regulan los ritmos de producción
de las sustancias químicas del organismo. Si esa información
se ve alterada, se habla de una desregulación que lleva a una
producción exagerada de alguna sustancia, cuyo exceso resulta
tóxico, o las células se reproducen alocadamente generando
tumores malignos, o el músculo se empieza a transformar en
hueso, o el sistema inmune ataca a las células normales del
propio cuerpo, etcétera.
En lo que se refiere al aparato psíquico, Freud y Lacan
descubrieron que cada vez que iban a buscar el origen de alguna
patología, ella se hallaba desde el principio. Freud hablaba del
masoquismo primordial, del niño como perverso polimorfo,
Lacan, de la tendencia asesina primordial, de todos locos, de
todos débiles mentales, y descubrió que lo que diferencia al
psicótico de la persona llamada normal es una especie de en-
fermedad del juicio, relacionado con la certeza de que algo en
las cosas se refiere a él personalmente. Además, Lacan señaló el
modo en que el origen de esta enfermedad podía encontrarse
en una desregulación del registro simbólico del que el sujeto
es un efecto, debido a la falta de un significante regulador, el
nombre del padre, que inscribe la castración a nivel simbó-
lico y fija la libido en el falo para que ella pueda descargarse
periódicamente. La teoría de las pulsiones habla de un sujeto

– 151 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

inicialmente desregulado, en busca del desmedido placer de


órgano, que carece del ritmo de la satisfacción instintiva, y que
necesita de la inscripción social de la regulación. Se trata de
intentos serios por trasladar el concepto biológico de regula-
ción, tomado de la biología o de la cibernética, al ámbito de
las representaciones.
Que haya una diferenciación entre enfermedad física y
enfermedad psíquica se debe exclusivamente a la distinta ma-
nera de relatar la enfermedad en medicina y en psicología. Eso
no significa que la psicología se ocupe de disfunciones cere-
brales, algo que le compete más bien al discurso psiquiátrico.
La psicología se ocupa de las enfermedades del cuerpo, en la
medida en que existe un cuerpo hecho de representaciones, al
cual la fenomenología llama cuerpo propio o cuerpo viviente.
Ese cuerpo es ciertamente un cuerpo psíquico, y no coincide
necesariamente con lo que llamamos imagen corporal. Compren-
de las representaciones que organizan lo que Freud llamaba
estímulos internos. Lo que la medicina puede relatar como una
enfermedad inmunológica, la psicología puede relatarlo como
una autoagresión que tiene origen en el plano de las represen-
taciones. La existencia del efecto placebo, que debe ser tenido
en cuenta en cada prueba de medicamentos, o la alusión al
concepto de sugestión como recurso a una explicación que no
explica nada, demuestran que la acción del psiquismo sobre
el cuerpo no puede ser obviada ni siquiera por los discursos
médicos más organicistas y materialistas. Bien es verdad que
la neurociencia ha intentado explicar el efecto placebo como
una consecuencia de la secreción de dopamina ante el efecto
esperado, pero eso no explica ni por qué se secreta esa dopa-
mina, ni por qué esa analgesia cura muchas veces al paciente
de enfermedades consideradas graves.

– 152 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

Al establecer una relación de causa y efecto entre estos


dos objetos distintos del discurso, el físico y el psíquico, puede
pensarse en términos de una influencia del organismo sobre
la mente, de una influencia de la mente sobre el organismo,
o de un paralelismo psicofísico o correlación estructural con
un grado de implicancia mayor o menor. Como decía Lacan,
leyendo a Kant, entre causa y efecto hay algo que cojea siempre,
en el sentido de que no hay identidad entre ambas cosas. Por
eso, cualquier forma de correlacionar dos fenómenos sucesivos
será puramente formal, en el sentido de hacer abstracción de la
diferencia. Si bien es verdad que las alteraciones de conducta
derivadas de accidentes que producían daño en determinadas
áreas del cerebro, fueron utilizadas como una correlación del
tipo de las que utilizaba Francis Bacon para establecer relación
causal, también estos casos pueden leerse como el resultado
de la desregulación accidental del funcionamiento mental,
producto de un trauma tanto físico como psíquico. Hay que
aceptar que, como lo demuestra la teratología o el estudio de
las peculiaridades de las células cancerígenas en el plano físico,
nada hay en las formas patológicas que no sea una posible
alteración para cualquier persona normal, aun cuando haya
implicadas cuestiones estructurales. Justamente, es la desre-
gulación lo que queda reflejado, de manera espontánea, en las
indicaciones acerca de los rasgos de conducta cuya exageración
debe ser tenida en cuenta, por ejemplo, en test de personalidad
como el de Million.
No en todas las corrientes psicológicas funciona el mismo
concepto de desregulación, pero siempre hay alguna alusión
al respecto. Hasta es posible que se considere, como en el
caso del esquizoanálisis de Deleuze y Guattari, influido fuer-
temente por los aportes de Melanie Klein y de Lacan, que
la desregulación a la que llamamos patológica es en realidad

– 153 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

un fracasado modo de experimentar con el propio cuerpo


intensivo, que es como estos autores aluden a lo que hemos
llamado cuerpo viviente. Deleuze y Guattari incluían dentro de
esta categoría experimental a la esquizofrenia y a las adiccio-
nes, mientras que para ellos la paranoia y la neurosis eran dos
categorías de una misma tendencia conservadora. Postura
similar, salvando las distancias, es la adoptada por Jung, para
quien el esquizofrénico se ve desbordado, de alguna manera
manipulado, por los arquetipos del inconsciente colectivo.
En cuanto a Lacan, si bien consideró la necesidad del objeto
a como algo que regula el proceso simbólico fijando un mar-
co que sirve de límite a la metonimia infinita –equivalente a
lo que Deleuze y otros pensadores posmodernos llamaron
semiosis infinita–, se burló de la oblatividad postulada por los
postfreudianos como un ideal de regulación genital que su-
puestamente llevaría a su fin a los desvíos pulsionales frente
al camino normal hacia la reproducción de la especie. En
esta serie de posiciones que dudan de la naturalidad de la
autorregulación, entran también los elementos románticos
del pensamiento de Ramos Mejía, quien unía al loco y al
genio dentro de una misma patología, como hacen algunos
actualmente al atribuir síndrome de Asperger a genios como
Mozart, Newton y Einstein, o síndrome bipolar a escritores
famosos.
Frente a estas posiciones desregulacionistas, tenemos las
que postulan la posibilidad de una forma normal de regulación
cuyo origen no está en el medio social-simbólico sino en la
adaptación a la realidad para el logro de la supervivencia. El
cognitivismo postula una coordinación de las facultades para
lograr la adaptación al medio. Piaget hacía del concepto de
adaptación el eje de su concepción constructivista del cono-
cimiento. Dentro de los psicólogos argentinos cuyos aportes

– 154 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

estudiamos, ubicaríamos en esta categoría a José Ingenieros


y a Víctor Mercante.
Finalmente, tenemos las posiciones regulacionistas, para
las cuales la búsqueda de la estabilidad se da de manera es-
pontánea, como tendencia común a todo campo que presente
fuerzas en conflicto. Es el caso de la teoría de la Gestalt, o
de las posiciones comprensivistas que postulan un desarrollo
psíquico al servicio de una realización personal axiológica,
guiada por valores que van más allá de la adaptación al medio.
En nuestro país, sería el caso de Pichon-Rivière, de José Bleger
y de Herrera Figueroa.

ESPACIOS PARAMÉTRICOS Y CAMPOS DE


REPRESENTACIONES

La idea de que la mente busca recuperar su estabilidad a


partir de situaciones o estímulos que la sobrecargan ha llevado,
a partir de la psicología de la Gestalt, a importar en el ámbito
de la psicología el concepto físico de campo. Incluso algunos
cognitivistas tienden a ver en determinados síntomas un es-
fuerzo de compensación frente a una patología, debido a la
necesidad de acomodarse a las presiones del medio social –por
ejemplo, así es como entienden Juarez y Momfort el papel de
la ecolalia en el autismo, contra aquellos que la consideran un
rasgo más dentro de esta compleja patología.
En física, un campo es una región del espacio tal que en
ella cada punto está asociado a determinada magnitud o in-
tensidad. Dicho espacio está formado por dimensiones que
no tienen por qué ser espaciales en sentido geométrico. En
vez de altura, anchura y profundidad, puede tratarse de tem-
peratura, presión y volumen. En la medida en que el espacio
es un continuo, también lo es el campo. De ahí que la idea de

– 155 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

campo sea utilizada para referirse a una clase especial de objeto


cuyo comportamiento no puede reducirse al de los elementos
atómicos que circulan por esa región del espacio. En la medida
en que el campo no sólo cambia en el tiempo sino también en
el espacio, el desplazamiento de una entidad por el campo sirve
para representar de qué modo ciertas cualidades de esa entidad
van variando con el tiempo. De este modo, cada ente que circula
por el campo puede definirse en virtud de su trayectoria, y esa
trayectoria lo que hace es mostrar la historia de las variaciones
de las cualidades que caracterizan a esa entidad a lo largo del
tiempo. Por otra parte, se considera que en ese campo los pun-
tos más bajos son los más estables, por lo menos para alguna
cualidad que dibuja una cierta superficie dentro de ese espacio.
Con lo cual, si por algún motivo la trayectoria es alejada de un
punto de estabilidad, se considera que la entidad en cuestión se
dirigirá hacia el mismo punto o hacia otro que también repre-
sente un mínimo para dicha cualidad. A ese desplazamiento se
lo llama flujo, y a los puntos de estabilidad del campo, atractores.
Por ejemplo, en la teoría freudiana del aparato psíquico, el
mínimo tiene que ver con un mínimo de tensión, de manera
que el flujo de la energía psíquica tiende hacia la descarga, y el
principio de placer actúa a manera de un atractor. En la teoría
de la Gestalt, en cambio, el atractor está dado por un mínimo
de complejidad y desorden, hacia el cual fluye todo sistema de
sensaciones durante el proceso de percepción.
Cualquier teoría del trauma psicológico se ocupa de las
condiciones en las que la irrupción súbita de un estímulo
obliga a una reorganización de los distintos estratos del cam-
po de las representaciones, cuya resolución dependerá de las
disposiciones anteriores y de las características del estímulo,
tal como Freud lo había establecido en su teoría de las series
complementarias.

– 156 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

Dejando de lado juicios de valor, para graficar esos mundos


representados, incluyendo fantasía, memoria, intelecto, afecto
y voluntad, sería un buen recurso dividir las representaciones
en planos o campos y establecer las condiciones de estabilidad
de cada uno. Habría que elaborar espacios paramétricos con
atractores que indiquen el trayecto de los flujos, como se hace
en el estudio de las condiciones meteorológicas. Se trataría de
una buena metáfora simbólica para abarcar representaciones
no simbólicas, siguiendo las líneas de otras disciplinas científi-
cas. Algo así es intentado por Lacan en su seminario La lógica
del fantasma, en el que incluye entre las estabilizaciones posibles
el acting out y el pasaje al acto. Sin embargo, el mejor ejemplo
de lo que es posible lograr utilizando un modelo estructural
acerca del modo en que lo nuevo genera un efecto perturbador
que obliga a una reestructuración necesaria para alcanzar una
nueva estabilidad, está dado por los esquemas desarrollados
por Lacan en el Seminario 4 basados en el caso Juanito, y que
culminan en el grafo del deseo del Seminario 5. En la misma
dirección son notables también los logros de Piaget en su
intento por mostrar los reacomodamientos de las categorías
del pensamiento en función de nuevas experiencias, aunque
con el trasfondo de un desarrollismo que sería bueno poner
entre paréntesis.
Los aportes de la teoría de la Gestalt son también desta-
cables, sobre todo en el campo de la percepción. En el campo
de la psicología social fue Kurt Lewin quien más avanzó en
esta dirección. Cuando él muestra el modo en que un espacio
indiferenciado va sufriendo una aclaración progresiva a partir
del surgimiento de fuerzas de atracción y repulsión, y de barre-
ras que se interponen en la consecución de las metas y separa
el espacio en regiones que pueden incluir tanto objetos reales
como imaginarios, se aproxima notablemente al análisis que

– 157 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

hace Lacan de la fobia como un medio de estructuración del


espacio. Tanto uno como el otro hablan del espacio vital, ese
espacio cargado de tensiones y valores al que también hacen
referencia la fenomenología y el existencialismo, y que está
presente en el análisis del Dasein de Binswanger. Son distintas
aproximaciones a una teoría general de la regulación en la vida
psíquica que sería bueno profundizar. En todos los casos se
utilizan recursos tomados de la topología y del estudio de los
espacios vectoriales. La mente se considera como un sistema
dinámico de magnitudes intensivas, con crestas y valles, con
puntos de tensión máxima que tienden a descargarse, es decir,
con un constante pasaje de energía potencial a energía cinética.
Se alude a situaciones inestables, metaestables y estables, algu-
nas de las cuales pueden incluir casos de movimiento circular.
Dicho movimiento es la representación gráfica de algo que no
es necesariamente una acción, pero que se caracteriza por un
constante retorno a la situación de partida, como ocurre en la
compulsión a la repetición. Esto vale tanto para el psicoanálisis
como para la Gestalt y la epistemología genética, aunque no
para aquellas corrientes que, partiendo de la fenomenología,
niegan que los afectos tengan que ver con una cantidad de
tensión o una investidura libidinal.

TEORÍA DEL CAMPO UNIFICADO

La teoría del campo, en la versión de José Bleger, separa


tres subcampos dentro de la vida humana, el ambiental, el
psicológico y el de la conciencia. Bleger intenta mostrar sus
relaciones a través de una figura plana en la que el primero
es el más abarcador, el segundo demarca un territorio en el
primero pero con un borde que no está incluido en él, y lo
mismo pasa con el tercero respecto del segundo. Ese borde

– 158 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

sin inclusión le permite mostrar el modo en que se pueden


producir disociaciones por las cuales el campo psicológico y
el de conciencia –simbólico– pueden separarse. Si la cons-
ciencia se separa tenemos el comportamiento perverso. Si se
separan la conciencia y el campo psicológico –al que Bleger
identifica con el área corporal de la conducta– respecto del
ambiental –que correspondería a la realidad–, se produce la
psicosis, etcétera. Después complica la situación hablando de
disociaciones parciales que permiten adaptación a la realidad,
por ejemplo mediante un comportamiento ritual. Eso recuerda
a las forclusiones parciales postuladas por Nasio para explicar
las patologías de borde. Es una forma interesante de acercarse
a una formalización de las formas de conducta, pero tiene la
dificultad de no sostenerse hasta sus últimas consecuencias,
debido a cierto compromiso con la necesidad de definir lo que
es una conducta normal.
Si se quisiera elaborar una teoría consecuente del campo,
habría que empezar por dejar de lado el concepto de adap-
tación como modelo de normalidad. Habría que probar una
importación de las ideas de la física acerca del campo para
aplicarlas al ámbito de la representación. Representación, y
no conducta, porque si el ambiente debe ser pensado psico-
lógicamente, hay que tomarlo en su ser representado por una
mente, entendiendo por mente, no una sustancia al estilo del
alma, sino el campo de las representaciones. En algún punto
ese campo posee un área intersubjetiva, y es a ella a la que lla-
mamos realidad. Esa área tiene su lugar incluso en la metáfora
delirante, aunque, desde el punto de vista de la forma espacial
blegeriana de graficar el campo, pasaría a ocupar la posición
que tiene el campo de consciencia en la estructura llamada
normal, es decir, envuelta totalmente dentro del marco global
del delirio.

– 159 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

Si algo diferencia a la teoría del campo de Lewin, en la que


se apoya Bleger, de la descripción lacaniana del espacio cons-
tituido a partir de la fobia, es que en el caso del psicoanálisis
hay un intento por elaborar lo que en física se llama Teoría
del Campo Unificado.
Para comprender de qué se trata, pensemos en el caso de
las relaciones de intercambio de mercancías en el mercado
capitalista. Durante mucho tiempo hubo varias teorías alter-
nativas acerca de lo que otorgaba su valor a las mercancías. Lo
que era claro es que ese valor no estaba en relación directa con
la utilidad, y que tampoco podía ser arbitrario. La ocurrencia
genial de David Ricardo, que fue después utilizada por Marx
para elaborar su teoría de la plusvalía, fue considerar que de-
bía haber algo común a toda mercancía que permitiera saber
cuánto de una valía tanto de la otra. Ricardo observó que lo
único común a todas era el requerir trabajo, es decir, un gas-
to de energía que se traduce en una alteración de la materia
prima. La idea era insensata, pues si el capitalista le pagara al
obrero por su trabajo, debería obtener el mismo dinero por
vender la mercancía, y su ganancia sería cero. Eso llevó a Marx
a explicar la diferencia, señalando que se le paga al obrero la
parte proporcional de su trabajo necesaria para recuperar la
energía gastada, y para elaborar la mercancía que le devuelve esa
energía se necesita un trabajo mucho menor. ¿Por qué razón?
Marx no se ocupó de ello, pero es claro que eso se debe a un
trabajo que no es humano y que permite generar cúmulos de
energía utilizable que están en la naturaleza. Se trata de lo que
la fisiocracia consideraba la verdadera fuente de la riqueza: el
alimento como producto de la tierra. El mercado funciona
porque es un sistema abierto.
Pasando al plano del campo psicológico, Freud se preguntó
por qué se producen patologías que no derivan de un daño

– 160 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

fisiológico. Él también observó que había una relación con la


cuestión del trabajo como descarga de energía que produce
movimiento. Puede suceder que una mujer sea incapaz de mo-
ver un brazo, aunque vuelve a moverlo bajo hipnosis. En otros
casos, es posible que se mueva y sacuda descontroladamente. Y
esos síntomas pueden desaparecer cuando elabora determina-
dos discursos. Lo que hizo Freud fue buscar lo que da valor a
todas esas conductas y hace que la mente quede fijada a ellas o
las sustituya por otras del mismo valor. A ese elemento común
lo llamó libido. El aporte de Lacan fue encontrar en el lenguaje
el medio universal de intercambio de esa libido, de la misma
manera que el dinero funciona como medio de intercambio
en el mercado, con un valor puramente simbólico.
Pero así como el mercado necesita de un factor externo
para funcionar, tanto Freud como Lacan tuvieron que añadir
un plus que compensa una pérdida. Algo debe perder el su-
jeto para que entre al mercado de intercambio. En Marx hay
una pérdida de la propiedad. En Freud hay una pérdida de
satisfacción. Lo que la física postula es también una pérdida,
una pérdida de simetría, simetría que se recupera a través de
un plus de ganancia, representado por los bosones vectoriales
intermedios, que hacen que las partículas se liguen en campos.
De la misma manera, en la química, la ionización por pérdida
de electrones de los átomos o su posesión de orbitales vacíos
permite la formación de moléculas, en neurociencia el traspaso
de iones de sodio a través de la membrana de las neuronas
permite su polarización, que se compensa con un flujo de
electricidad, y en la antropología de Lévi-Strauss la prohibición
del incesto asegura la exogamia por intercambio de mujeres
entre distintos linajes. El objeto a en el psicoanálisis lacaniano
funciona también como una ruptura de simetría que obliga a
insertarse en el campo del Otro.

– 161 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

Siguiendo la analogía con el mercado, podríamos plantear


un lugar para una teoría de la personalidad. La personalidad
sería al mercado de las representaciones, lo que la clase social
es al mercado capitalista. Cada personalidad no es más que un
modo de distribución de las cargas libidinales en el campo de
las representaciones, lo cual determina también modos habi-
tuales de redistribuir esas cargas ante la irrupción de nuevos
estímulos, irrupción que es inevitable, en la medida en que el
de las representaciones es un sistema abierto.
Esas cargas no sólo se refieren al objeto, sino también a
un determinado acontecimiento o escena. El tiempo pasa más
o menos rápido según la cantidad de libido que lo inviste, y
según el tipo de interés que los acontecimientos presentan,
forman líneas paralelas que no coinciden con los campos de
representaciones, sino que los atraviesan formando una red
superpuesta. Así, un objeto puede ser atendido en su recorrido
en la percepción, pero se lo puede seguir también en la memo-
ria o en la fantasía, al imaginar la satisfacción que podríamos
sacar de él en otro escenario, en una situación contrafáctica.
Sin una alusión a la libido o a alguna otra forma de in-
vestimiento valorativo, no es posible describir por completo
algunas patologías psicológicas. Por ejemplo, en el autismo no
hay interés por las palabras de los otros, pero sí por ciertos so-
nidos. Tampoco hay registro de la presencia de otras personas,
pero sí un apego por determinados objetos inanimados. Esta
diferencia no se puede reducir a una cuestión informacional, ni
siquiera con el agregado de consideraciones darwinistas, pues
para la supervivencia puede ser tan importante una cosa como
una persona, y hay especies que para sobrevivir no requieren
de ningún tipo de relación familiar o social.
Junto al campo escalar de cantidades de libido atribuidas
a cada representación, debe suponerse también la existencia

– 162 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

de un campo vectorial, con vectores de sentidos contrapues-


tos, es decir, con cargas opuestas que, al ponerse en contacto,
producen un efecto nulo. Esas cargas corresponden a lo que
Melanie Klein llamó objeto bueno y objeto malo, cuya unión
conduce a la posición depresiva, mientras que su separación
parcial hace posible la circulación de la libido.
Al campo escalar libinal, el neurocientífico Antonio Da-
masio lo ubica en el lóbulo frontal del cerebro, aunque dice
que está distribuido por todo el cuerpo, y considera que genera
marcadores somáticos de tipo emocional que producen senti-
mientos a nivel consciente. Al campo vectorial se lo ubica en
la amígdala, donde residen, según Joseph Le Doux, el temor y
otras emociones necesarias para la supervivencia, conforman-
do lo que él denomina inteligencia emocional, y que distingue del
inconsciente trivial, que es el que posee el conocimiento para
manejar, andar en bicicleta o tocar el piano.
Que el psicoanálisis sea una teoría del campo unificado
de la mente no significa ni que sea la única posible, ni que
abarque la totalidad del campo de las representaciones. Para
poder unificar hay que dejar cosas afuera, como la física lo hace
con las rupturas de simetría, o la teoría económica de David
Ricardo con el valor de uso.

APORTES DE LA PSICOLOGÍA HUMANISTA

En realidad, una teoría del campo unificado en psicología


sólo podría funcionar si hubiera una operación que permitiera
convertir una línea de vida dentro del campo en otra diferente.
Sólo si es posible representarnos el campo de representa-
ciones de los demás como una posible variación de nuestro
propio campo, tiene sentido poner todas las líneas de vida
como cuencas distribuidas en un mismo espacio, espacio que

– 163 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

funciona como el paisaje epigenético de Waddington, como


las catástrofes de René Thom, con puntos de inflexión que se
abren en un abanico de caminos distintos, como lo vemos en
la imposibilidad de reducir el espectro autista a una patología
de límites definidos.
Justamente, la idea fenomenológica de empatía parte de
que es posible variarse imaginariamente a sí mismo para po-
nerse en el lugar del otro. Es el tipo de variaciones que puede
formalizarse utilizando los dos esquemas presentados por
Lacan, el esquema R y el esquema I, correspondientes, respec-
tivamente, al plano proyectivo que caracteriza a la estructura
normal-neurótica, y al espacio hiperbólico que le sirve para
trazar una imagen del mundo psicótico de Schreber. Si se
pudiera pasar por alguna operación de uno al otro esquema,
se mostraría el recorrido, en el espacio universal de las repre-
sentaciones, que lleva de una línea de vida a otra, es decir, de
un estilo de campo representacional a otro diferente.
La empatía implica que existe en cada uno de nosotros
una representación posible de los demás, cuya mayor o menor
nitidez depende de una cierta distancia representacional que
separa dos sujetos.
Eso significa que el espacio de las representaciones es un
espacio monadológico, en el que cada sujeto está presente en
los demás en cierto grado, y todo está en todo, aunque cada
sujeto refleja la totalidad del mundo de las representaciones
desde cierta perspectiva y de un modo limitado, sólo infinito de
una manera potencial. Así puede formalizarse la contribución
de la analítica del Dasein a una teoría del campo unificado.
La extensión hacia otras formas de vida, siempre que la
observación del comportamiento se complemente con una
descripción en términos de contenidos mentales, también es
un producto de la empatía. Para que ella se active basta con

– 164 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

darle nombre propio a los animales, y aplicarles el aparato sig-


nificante que se utiliza para las personas. Cuando la psicología
evolucionista busca en los homínidos las mismas jerarquías
sociales que la antropología descubre en agrupaciones sociales
más pequeñas que las de las grandes ciudades, sacando a partir
de allí ciertas conclusiones sobre nuestro comportamiento,
encuentra en su objeto de estudio lo que antes ha puesto en
él, como decía Kant de la ciencia en general.
Este proceso de empatía tiene los límites propios del
registro imaginario. Para que la psicología pase del plano des-
criptivo al explicativo es necesario que busque invariantes en
las transformaciones imaginarias del campo representacional,
haciendo un pasaje al registro simbólico. Sin embargo, sigue
siendo esa capacidad de variación imaginaria lo que guía toda
investigación que busca explicar los problemas psicológicos.
Por ejemplo, en el libro colectivo Los nuevos psi, que plantea
todas las investigaciones que no son psicoanalíticas y que se
refieren más o menos directamente a la mente, la esquizofrenia
aparece caracterizada en distintos artículos por un síntoma
puntual al que se intenta dar una explicación neurocientífica.
Puede que se observe que hay una división de la personalidad,
y en ese caso se alude a un cerebro dividido. O puede que la
atención se centre en la dificultad para descubrir la procedencia
de las propias representaciones, y en ese caso se explica por el
lado de dificultades relacionadas con las áreas del cerebro que
anticipan imaginariamente las propias acciones motoras de un
modo inconsciente. O es posible que el acento se ponga en
el empobrecimiento cognitivo que se produce después de la
explosión hormonal de la adolescencia, y en ese caso se habla
de una apoptopsis y de una poda dendrítica más intensa de
lo habitual. Cuando se buscan las causas del autismo ocurre
lo mismo: si la atención se centra en la enorme memoria para

– 165 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

registrar acontecimientos insignificantes, se habla de una falta


de apoptosis y de poda dendrítica. En cambio, si el peso está
puesto en la incapacidad para registrar la presencia de otras
personas en su entorno, se habla de una falla en el desarrollo
de las neuronas espejo. Esto muestra el modo en que las ela-
boraciones en el plano simbólico se ven determinadas, más
o menos explícitamente, por el modo en que el investigador
registra la diferencia entre su campo de representaciones y el
de la persona cuyo padecimiento trata de explicar.

DE LA DINÁMICA A LA TEORÍA DE LA INFORMACIÓN

Como señaló Lacan en el Seminario 2, la teoría de Freud


acerca del aparato psíquico tiene una base termodinámica.
Freud se preocupó por tratar de explicar su funcionamiento
en términos de trabajo.
El trabajo realizado para disminuir la tensión sirve para
medirla por sus efectos. Para ello existe la fórmula de la física
clásica:

W = F.d

W representa aquí el trabajo, F es la fuerza empleada y d


es el desplazamiento del objeto.
En la termodinámica, como se manejan fuerzas que no
son necesariamente mecánicas, el desplazamiento ocurre, no
en el espacio objetivo, sino en el espacio de fases, donde las
dimensiones son cualidades mensurables. Bien podría hacerse
una nueva generalización para abarcar procesos tales como
reestructuraciones de los campos de representaciones. Pero,
en la medida en que los significantes del lenguaje son, como
descubrió Lacan, la moneda universal de intercambio en el
mundo de las representaciones, es posible medir todas estas
– 166 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

transformaciones en función del contenido informacional del


lenguaje en el cual pueden ser expresadas.
Lo que puede resultar paradójico, es que a veces un menor
gasto de energía puede llevar a una más rápida disminución
de la tensión de lo que lo haría un gasto mayor. Es lo que
ocurre en algunos casos con el pasaje al acto. Eso demues-
tra los límites de la física en estas cuestiones psicológicas.
También los de la biología. Ocurre que no es lo mismo el
principio de constancia, que hace mantener un mínimo de
tensión, que el principio de Nirvana, que la elimina total-
mente. Esa confusión es muy común. La observamos, por
ejemplo, en el libro de Bleger. Una cosa es ir hacia un estado
metaestable, que es el característico de los sistemas vivientes,
neguentrópicos, y otra cosa es caer en un pozo de potencial
del que ya no es posible salir. Por eso, a la hora de describir
el campo ambiental, hay que tener en cuenta los múltiples
trayectos de vida que puede seguir un sujeto dentro de ese
campo, incluyendo la muerte como meta posible, una meta
que puede alcanzarse con un gasto de energía menor que el
que lleva mantener el campo de las representaciones en un
cierto equilibrio inestable.
Una dificultad adicional está en que esas trayectorias se
dan en múltiples planos simultáneamente, lo cual, además de
determinar las variables a considerar en cada plano y las co-
nexiones entre los distintos planos, obliga a pensar el modelo
de espacio de fases que se va a adoptar. Una posible manera
de encararlo es utilizar un espacio de Riemmann, formado
por planos superpuestos con conexiones entre ellos, algo que
el psicoanalista Nasio dejó planteado sólo en esbozo durante
su participación en el último seminario de Lacan antes de la
disolución de su escuela. También es posible describir trayec-
torias de este tipo recurriendo a un hamiltoniano, que es una

– 167 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

función que reduce cada estado de un espacio complejo a un


solo punto en otro espacio sin capas separadas.
El campo de las representaciones es un campo complejo
también en otro sentido, pues se encuentra en el límite del
caos, y constituye un caso de lo que el biólogo Stuart Kau-
ffman llama sistemas complejos adaptativos. Se trata de sistemas
abiertos, permeables al entorno, que poseen la característica
de autoorganizarse, de manera tal que separan, dentro de sus
estados posibles, un número limitado de estados adecuados
a su modo de procesamiento de la información. Poseen una
ley propia de permutación simbólica que, de ser traspasada,
llevaría a la destrucción del sistema. Tienen sus invariantes en
el proceso de cambio, y sus elementos, a cualquier escala que
se los considere, se ligan entre sí, de manera que cada uno
se relaciona con el estado de a lo sumo tres elementos, pero
todos están unidos de manera tal que se separan a sí mismos
del entorno en el que han surgido.
Si seguimos la analogía con la física, cada persona es una
partícula elemental del campo. Lo cual no quiere decir que
no esté acompañada por una nube de partículas virtuales de
campo, que son los significantes de su discurso. Pero cada
individuo tiene un núcleo duro, que es lo que Lacan llama el
significante amo, y que produce como efecto lo que el cogni-
tivista Aaron Beck llama autoevaluaciones automáticas. Hasta es
posible plantearnos que es así como alguien es identificado en
nuestro campo de representaciones. Primero localizamos su
nombre propio, o una imagen de su cara, o una descripción
mínima, pero después vamos desenvolviendo a partir de allí
una serie de ideas más o menos abstractas, reconstruyendo lo
que es él para nosotros. Por ejemplo, al pensar en Aristóteles,
lo primero que vendrá a nuestra mente es su imagen vista
en alguna estatua, y que es el filósofo autor de la Metafísica.

– 168 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

Pero eso es solo el núcleo del cual parten largas cadenas


significantes capaces además de corregirse retroactivamente
y darnos una idea nueva de él que no se nos había ocurrido
antes. Para decirlo en el lenguaje de las neurociencias, aunque
existiera la neurona abuela, seguramente, una vez activada, se
conectará en red a una infinidad de otras neuronas hacia las
que tiene facilitado el camino. Lo mismo vale a la inversa, es
decir, si tratamos de pensar en una categoría abstracta, como
indica Eleanor Rosch, pensamos en un prototipo que refleja
las características más frecuentes asignadas a esa categoría,
pero podemos desplazarnos hacia ejemplos distintos, hasta
límites en los que ya no podemos decir si nos hemos salido
o no de esa categoría.
Lo más curioso es que es nuestro propio significante
amo lo más difícil de activar para nosotros, como es lo más
difícil para los protagonistas de la paradoja de los tres pri-
sioneros descubrir el color del disco que tienen en su propia
espalda.

EL CAMPO COGNITIVO

Volviendo a la cuestión de los significantes, las descrip-


ciones de los propios estados de la mente pueden hacerse de
distintas maneras. Pero podría plantearse si hay una descripción
mínima de esos estados que permita diferenciarlos unos de
otros. De ser así, esa descripción podría traducirse a un len-
guaje mínimo, de carácter binario. Hecho esto, sería posible
proceder a medir su contenido informacional, en bits. Esta
podría ser una buena descripción del proyecto cognitivista, que
transporta los criterios para la elaboración de programas en
el campo de la inteligencia artificial al ámbito de la psicología.
Hay que recordar que, a diferencia de las fórmulas de la física

– 169 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

clásica, que miden magnitudes escalares o vectoriales, la teoría


de la información permite medir significantes. A esa medida
se la llama información. De hecho, podemos pensar la segunda
fase del pensamiento de Lacan como un enorme intento por
traducir el psicoanálisis en términos informacionales, dejan-
do de lado el ya obsoleto lenguaje clásico de la fuerza y de
la energía. Gracias a Shannon, quien investigó la trasmisión
de información por un canal, la pérdida de información que
puede sufrir, las interferencias de que es objeto, etcétera,
mostrando que podía transportar el concepto de entropía
a un ámbito alejado de la termodinámica, se hace posible
menospreciar el trabajo de la mente y limitarse a estudiar
matemáticamente su contenido informacional. Los bits son
alternativas entre un sí y un no, es decir, son unidades de
diferencia, no de magnitud.
Podríamos decir, utilizando la analogía anterior con la
economía, que para el cognitivismo lo que interesa es que
una mercancía no es la otra, y que su diferencia puede me-
dirse en términos de dinero, y no del trabajo necesario para
hacerlas. De la misma manera, el cognitivismo deja de lado
definitivamente el concepto de fuerza, y por lo tanto la valo-
ración, la adhesión, el rechazo, el placer y el dolor, todas las
cuestiones afectivas que recibieron una primera formulación
por parte de Spinoza y que Damasio, por ejemplo, rescata
desde el ámbito de la neurobiología. Se limita a pensar en
términos de programas y de diagramas de flujo que grafican
el modo en que determinadas operaciones convierten un
contenido informacional en otro, dando como resultado un
trabajo cuya fuente energética deja para que sea estudiada
por la biología.
Por ejemplo, Berlin y Kay, dos antropólogos que estu-
diaron la percepción de colores en distintas culturas, notaron

– 170 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

que la capacidad para agrupar distintas manchas de colores


en grupos según cercanía cromática, estableciendo el caso
típico para cada categoría, es independiente de la cantidad
de palabras que usa esa comunidad para designar los colores.
Así, mostraron la necesidad de ir más allá de un enfoque pu-
ramente simbólico, que era el habitual en las primeras formas
de cognitivismo. Pero a la hora de explicar por qué se produce
esa separación y por qué se destaca determinado caso como
típico, estos antropólogos se limitaron a hablar de la univer-
salidad del sistema nervioso de los primates, mientras que la
riqueza o pobreza del lenguaje cromático de cada cultura se
la asignaron a los colores que suelen predominar en el paisaje
que sus portadores habitan. No tuvieron en cuenta que estaban
tomando su propia apreciación como típica y natural, y confun-
dieron el paisaje con algo del orden de la realidad, sin pensar
que ese es el nombre de un campo representacional cargado
libidinalmente. No puede haber agrupación de elementos en
grupos de afinidad y distinción, sin que exista de un modo
subyacente un espacio vectorial con distintos gradientes de
atracción y rechazo.
Lo que el cognitivismo no puede aceptar es que un objeto
ausente ponga en marcha el proceso de intercambio simbóli-
co. Eso se debe a que parte de una ontología de la presencia.
Sólo algo real puede ser intercambiado en el proceso social.
Pero basta con el ejemplo del juego infantil del gran bonete,
para comprobar que es posible establecer un lazo social sin
ningún tipo de objeto consistente, sólo un pajarito que nadie
tiene y que se le ha perdido al gran bonete. Con un cuaternario
de elementos, en el cual tres son sujetos y uno es un objeto
perdido, es suficiente para generar una semiosis infinita, sin la
necesidad de un referente concreto para el discurso.

– 171 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

VENTAJAS Y DESVENTAJAS DE LOS


MODELOS INFORMACIONALES

Cada una de las estrategias de unificación del campo


que adoptemos, sea en un sentido psicoanalítico, sea en un
sentido cognitivista, presentan una ganancia, pero a costa
de una pérdida. Así, pensar toda representación en términos
de rasgos diferenciales, de cadenas informacionales que se
transforman en otras cadenas según determinados operadores,
presupone un código de traducción que trasciende el ámbito
específicamente psicológico, pues tanto puede representar
una operación de la inteligencia como una conexión entre
partículas elementales o un sistema molecular autocatalítico. El
lenguaje informacional une a las ciencias, pero les hace perder
lo específico de su objeto.
La química debe mostrar su continuidad con la física
atómica, y la biología molecular con la química, para que se
presenten como teorías acerca de distintos niveles de orga-
nización. Pero al pasar al plano de las representaciones algo
trastabilla. Se pueden crear niveles intermedios, tales como
el neurológico o el cognitivo, pero la dimensión valorativa, la
distinción entre procesamiento inconsciente y procesamiento
consciente de la información, así como los qualia sensoriales,
quedan en tal caso fuera de juego.
El cognitivismo hace experimentos para ver cómo la mente
procesa la información que recibe a través de los sentidos,
dando un resultado final que lleva a reconstruir lo que ocurre
en el medio, pensando en términos de operaciones o reglas
de transformación. Para mantener la especificidad de las tradi-
cionales facultades mentales, divide la mente en compartimientos
donde determinadas entradas de información son procesadas
siguiendo un estilo determinado, sea en forma lineal o espa-

– 172 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

cial, con mayor o menor velocidad, además de otros donde


la información es almacenada para ser recuperada a través de
una serie distinta de operaciones.
Con ello, todo lo que sea de orden cualitativo es puesto
afuera, en las entradas, lo cual genera una paradoja, pues la cien-
cia moderna ha tratado de eliminar de su ámbito esos aspectos
cualitativos desplazándolos hacia el interior de la mente. Pode-
mos decir, en este sentido, que el cognitivismo es el reverso
del proyecto de la modernidad. Esto es claro en la analogía
entre el cerebro y la computadora: lo que en una perspectiva
introspectiva es el interior de la mente, en las producciones de
las máquinas inteligentes es lo que, o bien procede de afuera
de ellas como estímulo, o bien surge de ellas como producto
de su procesamiento de datos.
Este modelo permite dar cuenta, por ejemplo, de lo que un
niño autista es capaz de aprender. Se puede hacer que conecte
figuras con cosas, en determinadas secuencias que representan
relaciones temporales. Pero eso no significa que el niño autista
sepa el sentido de lo que hace. Ocurre que los signos existen
fuera de él, como las cosas. Al no poder hacer metáfora, ni
metonimia, no hay para el autista un sistema simbólico capaz
de generar una semiosis infinita, y sin esa semiosis, no puede
haber un deseo inalcanzable que haga funcionar algo que
podamos llamar inconsciente. La enciclopedia que está en los
padres, para usar un concepto cognitivista que es el equivalente
del lacaniano tesoro de los significantes, nunca podrá interiorizarla,
pues carece de la capacidad generativo-transformacional que
hace del lenguaje un infinito potencial. A lo sumo, apoyado en
un lenguaje de señas, podrá realizar alguna emisión espontánea,
como lo hacen los chimpancés, emisión ligada a un querer
inmediato que no podemos llamar deseo. En ese sentido, un
autista es lo más parecido que tenemos en el ámbito humano

– 173 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

al habitante de la caja china de Searle, que sabe que será re-


compensado si a determinado ideograma de entrada le asocia
determinado ideograma de salida, sin entender nunca lo que
esos ideogramas significan.
El conexionismo de McClelland, que es la forma más
desarrollada del modelo cognitivista de la mente, se ve llevado
a reintroducir la dinámica para dar cuenta de los procesos de
aprendizaje y de la influencia del contexto en la identificación de
formas y patrones. Para hacerlo, habla de la interacción entre los
pesos de las conexiones, pesos que, sobrepasado cierto umbral,
producen el afloramiento consciente de la convicción de haber
identificado, por ejemplo, una determinada letra detrás de una
mancha de tinta. Reaparecen así las cualidades atribuidas por la
vieja psicología experimental a las representaciones, incluyen-
do lo que Freud había considerado en términos de investidura
libidinal. Eso muestra de qué manera, a medida que el para-
digma cognitivista se vio obligado a modificarse para alcanzar
descripciones más realistas del modo en que procesamos la
información, muchos conceptos rechazados en un comienzo
son reintroducidos, y la crítica a Freud y al psicoanálisis es sus-
tituida tímida y lentamente por una respetuosa consideración
hacia su capacidad para anticipar los temas actuales. Incluso,
cuando se habla de motivación, de demanda y de necesidades,
notamos que es el modo en que el cognitivismo intenta elaborar
una erótica del saber, con lo cual se acerca a una teoría de las
pulsiones formulada en un lenguaje diferente.

DISOCIACIÓN

Un espacio de fases es un continuo que permite represen-


tar una cantidad infinita de trayectorias de vida posibles. Su
trazado es, de por sí, sumamente complicado. Pero además

– 174 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

resulta muy difícil ubicar en él la posición de cada historia de


vida. Esa historia, que para Bateson es lo que caracteriza a
todo lo viviente en tanto saber –saber crecer, saber sobrevivir,
saber aprender–, es lo que José Bleger llamaba, siguiendo al
primer Politzer, la dramática, y no puede formularse más que
en la forma de una descripción. Esa descripción no puede ser
más que discreta, lo cual presenta el problema de apresar en
términos discretos un trayecto continuo.
De todos modos, sin ese carácter discreto, la información
sería inmanejable para un psicólogo. ¿En qué consiste el caso
por caso del que hablan los psicoanalistas? Se trata justamente
de hacer que una persona trace su propia posición en el espacio
de las representaciones, es decir, que cree un registro simbólico
dentro de su campo de representaciones al cual traducir toda
otra representación suya. Eso tiene por consecuencia el alterar
los puntos focales y los marginales de su consciencia. El ob-
jetivo de este desdoblamiento es en realidad una unificación.
Se trata de que su trayectoria logre una coincidencia consigo
misma. ¿Qué significa esto?
Toda consulta psicológica, como señalaba Bleger, es moti-
vada por un proceso de persistente disociación. A esa disocia-
ción se le dan en psicología muchos nombres distintos: falsa
consciencia, ignorancia de sí mismo, narcicismo, represión,
negación, error cognitivo, etcétera. Hay un desconocimiento
de la propia trayectoria, que lleva a vivir las propias decisiones
como el resultado de un padecimiento que surge del destino.
La psicología trata este desdoblamiento como algo que se
produce en el campo de las representaciones, y plantea la
posibilidad de que las representaciones se reorganicen para
llegar a coincidir consigo mismas.
Se trata, por supuesto, de una apuesta. Una apuesta, sobre
todo, porque ya no es seguro, como se pensaba antes, que haya

– 175 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

afecciones cuya causa sea exclusivamente mental. Cuerpo y


mente forman una unidad, permeable, además, a las influen-
cias sociales, con lo cual puede hablarse de causas en expe-
riencias traumáticas o fantasías inaceptables, como lo hacía
Freud, pero también de alteraciones genéticas, sobre todo
en genes reguladores o que codifican proteínas con función
reguladora, que dan lugar a modificaciones en el proceso
de desarrollo del cuerpo y del cerebro, lo cual constriñe el
desarrollo del comportamiento y del campo representacio-
nal. O bien puede haber factores sociales, como el abuso y
maltrato de parte de los adultos, o la falta de ese entendimiento
del que hablaba Freud, tan necesario para convertir el grito
en llamado durante los primeros meses del crecimiento,
como causas de las patologías mentales. Si se creyera que
es actuando sobre las causas que es posible modificar los
efectos, la apuesta por una cura por la palabra, o por medios
de comunicación no verbales, estaría destinada al fracaso.
En realidad, la psicoterapia debe plantearse en términos de
intervención creativa, que invente algo que no existía desde
el principio, si quiere generar efectos en un plano repre-
sentacional, sin pasar por el uso de medios químicos o de
intervenciones quirúrgicas que apuntan a lo real del cuerpo
más que a su régimen de flujo. En vez de orientarse hacia el
mito de los orígenes, debe apuntar a los fines a alcanzar. De
este modo, una intervención como la que hace Freud cuando
le pregunta a Juanito si la mancha que dice ver en el caballo
no será el bigote y la barba de su padre, no debe verse tanto
como una interpretación en sentido hermenéutico, como
desocultamiento de la verdad, sino como la propuesta de un
cambio de significante que genere un efecto de significado
capaz de dar sentido a una situación que al propio Juanito le
parecía una tontería. Lo mismo podemos decir de los sueños,

– 176 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

cuya narración es como la creación de una mancha del test


de Rorschach, que tira de las asociaciones generando cade-
nas cuyo sentido para el sujeto es una prueba retroactiva del
contenido latente de sus sueños.
La coincidencia consigo mismo es planteada de las más
distintas maneras según la corriente psicológica de la que se
trate, sea como conocimiento obtenido voluntariamente, sea
como un súbito insight gestáltico, sea a nivel consciente, sea a
nivel inconsciente. Incluso puede plantearse como una simple
aceptación del desdoblamiento. Pero se basa en un dato: el
sufrimiento psíquico como resultado de la constitución de un
saber acerca de sí mismo que deja afuera, necesariamente, una
cierta verdad. Cuanto más claro y seguro es ese conocimiento,
más de sí deja afuera. Es la vocación de unidad y claridad lo
que lleva a la separación respecto de lo que de sí mismo no
es intersubjetivo. La locura de muchos matemáticos es una
prueba de ello. Y es a partir de ese conocimiento que puede
darse el avance hacia la propia verdad, igual que un polígono
multiplica los lados infinitamente en busca del círculo que lo
circunscribe. Aun en los casos en los que ese desconocimiento
se atribuye a una pérdida del sentido de realidad, esa realidad
termina siendo la ambivalencia de los objetos de deseo, cuyo
aspecto negado o rechazado genera frustración, o el desco-
nocimiento, en el caso del cognitivismo, del verdadero valor
de la cosa, por ejemplo, en el caso de las fobias, en las que
se atribuye a determinados objetos un peligro mayor del que
realmente representan. Pero eso no sería posible si no existiera
inconscientemente un registro de esa falta de peligrosidad. En
estos dos casos extremos no deja de tratarse de un problema
de representación de la realidad, y no de la realidad en sí, cuya
postulación queda fuera del ámbito de la psicología entendida
como ciencia de las representaciones.

– 177 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

De todas maneras, como sostenía José Bleger, la psicología


debe partir de la convicción de que cada estructura de la con-
ducta es la mejor posible, es decir que, aun cuando se funda
en un desconocimiento de una parte de sí mismo, es la mejor
organizada y más ordenada que le es posible a alguien en ese
momento. Si es necesaria la intervención terapéutica, se debe
exclusivamente a la presencia de una situación, de un estímulo
que no puede ser integrado a esa estructura, poniéndola en
peligro. Sólo en ese caso resulta necesario hacer que el sujeto
coincida con los aspectos ignorados de sí mismo, pues son
esos aspectos los que son activados por el estímulo en cues-
tión. Ocurre cuando una experiencia desagradable reactiva
una situación traumática anterior, o cuando la circunstancia
requiere la presencia de un significante faltante, o de un saber
que ha sido reprimido.

EL CONFLICTO DE LAS TERAPIAS

Algo que caracteriza a la psicología, y que la emparenta


con otras ciencias humanas como la economía y la antropo-
logía, es el contraste entre la vaga generalidad de sus teorías y
la minuciosidad con que las usa para recortar lo que considera
significativo en el estudio de los casos. A diferencia de las
ciencias naturales, en las que hay una dialéctica fluida entre
las leyes generales y los casos que se subsumen bajo ellas, en
la psicología cada ejemplo que ilustra los conceptos generales
produce un cambio, una coloratura en la impresión que la teoría
genera. Hacer un resumen de sus categorías principales la em-
pobrece y hasta desfigura su comprensión. Si algo sorprende
de los grandes hombres de la historia de la psicología, es lo
que han logrado sacar de casos puntuales, usando conceptos
que por lo demás resultan sumamente vagos o del dominio

– 178 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

del puro sentido común. Un ejemplo muy claro es el de Jung.


Su teoría de los arquetipos parece una presentación de la mís-
tica neoplatónica con un ropaje psicológico. Pero cuando la
utiliza para estudiar las ilustraciones de los libros de alquimia,
permite encontrar una lógica en un dominio de gran poder
estético pero aparentemente libre de todo concepto. Y cuando
Bachelard aplica la misma idea al estudio de la obra de arte,
hace comprender cómo lo que sentimos como profundo tiene
que ver con las primeras experiencias de infancia, en la que
cada palabra era el nombre propio del primer objeto al que le
dimos ese nombre, y entonces árbol era el nombre del árbol
al que nos trepábamos y que estaba en el fondo de la casa, y
aljibe era en nombre del aljibe cuyo pozo nos daba la noción
misma de lo que es un abismo oscuro. En el caso del psicoa-
nálisis freudiano, fue el propio Freud el que se asombraba al
comprobar que la libre asociación siempre terminaba llevando
a significantes reprimidos ligados a la satisfacción de órgano, a
la que solo podía atribuirle un carácter sexual, en la medida en
que se trataba de significantes para conductas que intervienen
tanto en las relaciones sexuales llamadas normales como en
las distintas perversiones. En ninguno de estos pensadores se
puede decir que haya habido un engaño consciente. Todos los
psicólogos y psicoterapeutas han partido de la aplicación de
un parámetro, formado por un ejemplo y una metáfora que
permitió extenderlo a otros casos. Así, Freud partió de la his-
teria, Jung de la esquizofrenia, Klein de la clínica de la infancia,
Lacan de la paranoia, Beck, uno de los fundadores de la terapia
cognitiva, partió de la depresión. Teniendo puntos de partida
tan distintos, su circuito por el campo de las representaciones
no podía ser igual.
No es posible dudar que los grandes psicólogos y psi-
coanalistas, en los casos estudiados por ellos, vieron lo que

– 179 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

dialécticamente han ido desarrollando, de modo paralelo y


cruzado con sus experiencias, en el nivel de la teoría. Pero lo
más notable es que los casos que han presentado, tanto Freud
como Melanie Klein, Lacan y otros, superan su propia manera
de teorizarlos, y lleva a volver a ellos siempre de nuevo. Los
casos narrados con maestría se presentan como el material
sobre el cual es posible poner a prueba nuevas interpretaciones,
y a partir de ellas hacer una aplicación a los sujetos actuales
en tratamiento.
Como la teoría es de por sí un forzamiento, y deja de lado
siempre algunos aspectos del espacio de representaciones del
paciente –o analizado, o analizante, o cliente, cuya propia de-
nominación no es neutra y es ya una toma de posición acerca
de cómo encarar el trabajo terapéutico–, cada corriente psico-
lógica acusa sistemáticamente a las otras de aprovecharse de la
asimetría de la relación terapéutica para crear, debido al amor
de transferencia o a la sugestión, aquello que supuestamente
estaría ayudando al sujeto en cuestión a descubrir, sea de sí
mismo, sea del mundo llamado real.
Este conflicto se da en la actualidad con mucha fuerza entre
dos psicoterapias: la psicoanalítica y la cognitiva –o cognitivo-
conductual–. La segunda acusa a la primera de muchas cosas
–falta de cientificidad, distorsión en los relatos, inculpar a los
padres por las patologías de sus hijos, etcétera–, pero sobre
todo de someter a sus pacientes a tratamientos prolongados
y costosos sin ninguna garantía de cura. La primera, por su
parte, acusa a la segunda de trabajar sólo sobre manifestaciones
sintomáticas de conflictos inconscientes, lo que lleva a una
aparente curación, sin tener en cuenta la posterior aparición
de nuevos síntomas, y también la acusa de estar al servicio del
sistema, de la adaptación del paciente al mercado laboral o a
los estándares de inteligencia o la supuesta realidad que para

– 180 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

los terapeutas es la verdadera. En la medida en que ambas se


proponen fines totalmente distintos, un acuerdo en este punto
es más difícil que encontrar coincidencias en algunos aspectos
teóricos. Si se tratara sólo de buscar evidencia empírica, sería
posible hacer estadísticas acerca de cuántos niños de cuatro
años creen que su madre tiene un pene, o cuáles son sus ideas
acerca de la concepción y el nacimiento, o cuántas hijas mujeres
les piden a sus padres que maten a la madre, aunque es difícil
que los cognitivistas aceptaran hacer este tipo de encuestas
aduciendo razones morales.
El verdadero punto en el cual el psicólogo está forzado
a tomar una decisión es el de los fines que se propone de
acuerdo a sus valores, valores que se pueden discutir pero
que no entran en la categoría de lo verdadero o lo falso, pues
no tienen que ver con el ser sino con el deber –con lo que cada
uno entiende así–. El cognitivismo tiene actualmente una
gran aceptación, porque se adecúa a los ideales terapéuticos
de la medicina y porque su aplicación disminuye la demanda
de terapias médicas costosas basadas en una constante admi-
nistración de medicamentos que no suelen producir un alivio
distinto al que logran las terapias cognitivo-conductuales sólo
con hablar con el paciente y mandarle tareas para el hogar
cuya realización le produce una disminución de su padeci-
miento. En cuanto al tratamiento cognitivista de problemas
psicológicos más serios, como el caso del autismo, se basa en
un entrenamiento pabloviano que consiste en generar reflejos
condicionados reforzados con recompensas emocionales que
le dan al individuo una apariencia de mejoramiento, haciendo
que genere menos rechazo por sus conductas atípicas, y pro-
duciendo en los padres la sensación de que está acercándose
progresivamente hacia la normalidad.

– 181 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

Ya hemos indicado que la psicología no tiene como obje-


tivo inmediato la aplicación terapéutica. Sin embargo, se trata
de un dominio del saber donde la teoría viene precedida por
la práctica, y los fines terapéuticos propuestos determinan el
enfoque teórico que se aplicará para la lectura que se haga del
campo de representaciones del sujeto.

– 182 –
CONCLUSIÓN
A lo largo de estas páginas hemos hablado de los orígenes de
la psicología científica, de las distintas corrientes que han sido
más o menos hegemónicas en este campo, así como de los
signos de debilitamiento que muestran que la psicología como
ciencia se encuentra en peligro, amenazada por la posibilidad
de un desmembramiento que la lleve a fragmentarse entre los
dominios de las neurociencias, de las ciencias cognitivas, de
las psicoterapias y del psicoanálisis.
También nos hemos referido al modo en que esta discipli-
na desembarcó en Latinoamérica en general, y en Argentina
en particular, y los períodos en los que puede dividirse su
desarrollo en estas regiones periféricas, aunque se trate, en
realidad, de una sucesiva introducción de corrientes que en su
mayoría siguen siendo vigentes. Primero hubo un elogio del
positivismo, del evolucionismo y del desarrollo de la psico-
logía experimental, tal como llegó de una manera libresca y a
partir de fuentes de segunda mano. Luego hubo una división
entre un espiritualismo filosófico fuertemente crítico por un
lado, y la consolidación de la psicología experimental y de la
psicoestadística por otro. Más tarde, la llegada del psicoanáli-
sis, sobre todo en sus versiones kleiniana y culturalista, junto
con el conductismo y la psicología social gestáltica, llevó a lo
que hemos llamado época de las grandes síntesis. El sincretismo,
finalmente, fue cediendo a un retorno a las líneas más puras y
aisladas, con algunos intentos de comunicación como el que

– 183 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

se da entre el psicoanálisis y las neurociencias, y en el que la


bibliografía mayoritaria se enmarca en los campos del psico-
diagnóstico, con un criterio en el que todavía predomina el
sincretismo, las nuevas psicoterapias breves, el psicoanálisis
lacaniano y el cognitivismo. Pero este retorno a las fuentes
suele limitarse a la disciplina del comentario, o a la aplicación
terapéutica inmediata, con poca investigación de base.
Dentro de este panorama, hemos destacado la posibilidad
abierta de nuevos desarrollos en el ámbito de la psicología,
entendida como ciencia del campo de las representaciones.
Indicamos las debilidades del sincretismo, lo contrapusimos a
la posibilidad de retranscripciones originales, señalamos algu-
nos modelos que sería interesante desarrollar, y defendimos la
autonomía de la psicología como disciplina frente al auge actual
del cognitivismo y de las neurociencias. Creemos, siguiendo a
Herrera Figueroa, que la psicología no debe enseñarse desde
una única perspectiva. El sincretismo suele ser forzado –aun-
que en algunos casos, como en la obra de José Bleger, ha sido
llevado a término de una manera sumamente seria y respon-
sable–, por lo que es preferible, para mantener la multiplicidad
de perspectivas, una visión estereoscópica, que combine, sin
mezclarlos, los elementos centrales de las distintas corrientes
psicológicas. Hay que tener en cuenta que, ni hay una verdad
absoluta en este campo que esté libre de toda crítica, ni hay
corrientes de la psicología cuyos aportes sean desdeñables a
la hora de abordar el estudio del individuo humano.
Eso no quita el hecho de que haya que tomar una decisión,
en algún momento, en cuanto a la corriente central a la que
hemos de integrar nuestros aportes personales, aunque ellos
surjan del diálogo con otros saberes o con otras corrientes
que nos hayan enriquecido, pero que no nos hayan llevado a
adherir totalmente a su estilo de pensamiento.

– 184 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

Las neurociencias están empeñadas en hacer retroceder a


la psicología y corren con la ventaja de poner a los fenómenos
mentales dentro de la misma jerarquía que va de las partículas
elementales a los átomos, las moléculas, las biomoléculas y los
organismos vivientes, después de que el giro lingüístico, con
la posmodernidad, pusiera el centro de sus consideraciones
en la dimensión social y en el relativismo cultural. Pero no se
puede negar que el auge de las terapias cognitivo-conductuales
le sigue dando un lugar importante al proyecto cognitivista,
proyecto que no puede prescindir de la consideración de la
existencia de representaciones mentales.
La psicología cognitiva ha agrandado tanto el campo de
las representaciones admisibles, para no quedar reducida a una
mera aplicación de las ciencias de la información, que hasta
empieza a plantearse, como lo hace Howard Gardner en su
monumental obra sobre la historia de la revolución cognitiva,
si no hay que empezar a darle un lugar en ella a los descu-
brimientos de Jung y de Freud. Y si bien no hace ninguna
mención de la obra de Lacan, Gardner le da tanto espacio al
estructuralismo de Saussure, de Jacobson y de Leví-Strauss,
que la omisión parece más una falta de conocimiento acerca
del tema que un rechazo por razones filosóficas.
El concepto de esquema que utilizan muchos psicólogos
cognitivistas nos hace pensar en lo que Freud llamaba Schema,
y que Lacan tradujo como fantasma. El marco fantasmático es
nuestro modo de construir lo que llamamos realidad. La dife-
rencia entre Lacan y los cognitivistas es que en estos últimos
la realidad es producto de una serie de creencias inconscientes
reforzadas por un proceso de retroacción positiva –o círculo
vicioso– libre de toda connotación sexual. Así, Aaron Beck
relata que una paciente le hablaba de sus hazañas sexuales
pensando que así estaba desarrollando un relato adecuado a

– 185 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

lo que el psicoanálisis exige, pero a la vez un flujo paralelo del


discurso interior le decía que era aburrida y que iba a ser echada
por su psicoanalista. Esta constatación le pareció a Beck una
prueba de que el verdadero problema no era en ella sexual sino
lo relativo a su autocognición, a pensamientos automáticos
acerca de ella misma que la deprimían. Sin embargo, lo que nos
podemos preguntar en este caso es si realmente Beck entendía
por sexualidad lo que Freud había llamado así. Después de
todo, la sexualidad en el sentido freudiano no tiene nada que
ver con el acto en sí mismo, ni con hablar de la sexualidad,
como los norteamericanos suelen hacer espontáneamente,
igual que otros anglosajones en general, debido a su escala de
valores de influencia protestante. Hablar de sexo no es una
demostración de que se está haciendo un discurso acerca de
los contenidos reprimidos, al contrario, si se habla espontánea
y fluidamente de algo, no se puede decir que eso de lo que se
habla esté reprimido.
Aquí se juntan dos cuestiones. Por un lado, una lectura
muy pobre de los textos freudianos, que Lacan propuso su-
perar mediante una vuelta a Freud. Por otro, los prejuicios
acerca de lo que el paciente debe decir en la sesión de análisis,
derivados de una divulgación y consiguiente vulgarización de
los planteos freudianos. Que el tema no esté en relatar para el
analista las propias hazañas sexuales es algo que Freud había
advertido. Él señalaba cómo, debido al amor de transferencia,
las analizadas trataban de complacerlo e incluso soñaban para
él, lo cual era una manifestación clara de su histeria.
Cuando Jeffrey Young, otro representante de la terapia
cognitivo-conductual, introdujo la idea de esquema tempra-
no, formado por la interiorización de las figuras parentales, y
habló de casos de poca o excesiva satisfacción como factores
que producen trastornos de personalidad, volvió claramente a

– 186 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

consideraciones clásicas freudianas que habían sido rechazadas


al principio por los terapeutas cognitivo-conductuales, una vez
que los datos demostraron el exagerado optimismo fundado
en los primeros éxitos rápidos obtenidos con el uso de las
terapias breves. Young habla de la dimensión profunda de la
personalidad, así como de las formas defensivas, aunque lo
hace con otra terminología, pero dice haber redescubierto estos
conceptos independientemente de Freud. También sostiene
que su enfoque no es psicoanalítico, porque es comprometi-
do y dirigista, y porque acepta que a menudo el psicoanalista
debe realizar un rematernaje parcial, ignorante del uso dado por
Winnicot a esta idea dentro de la línea psicoanalítica kleiniana.
Su planteo del modo en que el terapeuta debe asumir ciertos
roles sólo es explicable a partir de la idea freudiana de Agieren
(repetición en acto), y su idea de reforzamiento del esquema
corresponde a la idea de compulsión a la repetición (como
opuesta a la homeostasis instintiva). Además, habla de nece-
sidades básicas infantiles que requiere de parte de los padres
una acción específica cuya falta lleva a la formación de estos
esquemas que no son más que otro nombre del síntoma, lo cual
nos hace pensar en el complejo del semejante (Nebenmensch)
en el Proyecto de psicología para neurólogos de Freud.
No sería exagerado pensar que de la mano del grafo del
deseo Lacan pueda ingresar fácilmente al ámbito del cogniti-
vismo, mientras la lucha encarnizada contra el reduccionismo
neurobiológico y el logicismo computacionalista obligue al
cognitivismo a sumar a sus filas a todos aquellos científicos
que se han negado a desterrar a las representaciones mentales
del ámbito de la ciencia seria.
Las propias neurociencias, para poder crecer, han debido
aceptar dar un lugar a las representaciones mentales, aunque las
llamen marcadores somáticos o neuronas espejo. No hay que olvidar

– 187 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

que Damasio es un spinozista, Iacoboni un partidario de la


noción fenomenológica de empatía, y Eric Kandel buscó la
localización cerebral del Ello, del Yo y del Superyo, y se vio
guiado por el Proyecto de psicología para neurólogos en su elaboración
de una teoría neuronal de la memoria.
Incluso, podríamos plantear que la polémica entre neu-
rociencias y cognitivismo tiene cierta similitud a la diferencia
entre el psicoanálisis freudiano, con un fuerte componente
físico y biológico, y el psicoanálisis lacaniano, que se orienta
más hacia lo simbólico. Si algo diferencia a ambas polémicas, la
cognitiva-neurocientífica y la lacaniana-annafreudista, tiene que
ver más bien con las diferentes concepciones acerca del deber
ser, que emparentan a las orientaciones tanto neurocientíficas
como cognitivas, que apuntan a corregir las desviaciones del
comportamiento y se enfocan sobre todo en la educación y
el adiestramiento, mejorando los niveles de atención, bajando
la ansiedad y permitiendo la represión de satisfacciones inme-
diatas en pos de objetivos a largo plazo. El psicoanálisis, en
cambio, tiende a ayudar al despliegue de las potencialidades
del individuo, permitiéndole hacer algo con su síntoma, y
considera que la única desviación que debe preocuparnos es
la que nos aparta de nuestro propio deseo.
Por todo esto, podemos considerar que la psicología, como
disciplina que estudia el campo de las representaciones, sigue
con vida y a la búsqueda de nuevos lenguajes que le permitan
abordar, desde nuevas perspectivas, los viejos problemas que
ya se planteaba desde que Descartes sentó las bases filosóficas
para la construcción de la psicología moderna.

– 188 –
BIBLIOGRAFÍA

ASSOUN, Paul-Laurent (2008). Introducción a la epistemología


freudiana. México: Siglo veintiuno editores.
BATESON, Gregory (2011). Espíritu y naturaleza. Buenos Aires:
Amorrortu.
BLEGER, José (1967). Las enseñanzas fundamentales, en Acta
psiquiátrica y psicológica de América latina. Diciembre, nº4. Buenos
Aires.
BLEGER, José (2011). Psicología de la conducta. Buenos Aires:
Paidós.
CAYSSIALS, Alicia (2010). ¿Cuali y/o Cuanti? Buenos Aires:
Paidós.
COSCIO, Roberto, y SÁNCHEZ, José (1999). Manual de Psi-
cología. Buenos Aires: Tyché ediciones.
CRISTÓBAL, Eva; LUEIRO, Laura, y RODRÍGUEZ, Sergio
(comp.) (2011). Cruces entre psicoanálisis y neurobiología. Buenos
Aires: Lugar editorial.
DAGFAL, Alejandro (2009). Entre París y Buenos Aires. La
invención del psicólogo (1942-1966).
DARMON, Marc (2004). Ensayos acerca de la topología lacaniana.
Buenos Aires: Letra Viva.
EIDELSZTEIN, Alfredo (2008). Las estructuras clínicas a partir
de Lacan. Buenos Aires: Letra Viva.
GARDNER, Howard (2011). La nueva ciencia de la mente. Bar-
celona: Paidós.
– 189 –
DANIEL OMAR STCHIGEL

GRIMALDI, Mirta, y STCHIGEL, Daniel. (2011). El logos de


la vida. Buenos Aires: elaleph.com.
HEIDBREDER, Edna. (1964). Psicologías del siglo XX. Buenos
Aires: Paidós.
HERRERA FIGUEROA, Miguel (1977). Vocablos intrivitriales.
Buenos Aires: LEUKA.
IMBRIANO, Amelia (2000). Donde Ello Era. Buenos Aires:
Centro Editor Argentino.
IMBRIANO, Amelia (2010). Las enseñanzas de las psicosis. Buenos
Aires: Letra Viva.
INGENIEROS, José (1955). La simulación en la lucha por la vida.
Buenos Aires: Ediciones Meridion.
JERUSALINSKY, Alfredo (2011). Psicoanálisis del autismo. Bue-
nos Aires: Nueva Visión.
JUNG, Carl (1997). Arquetipos e inconsciente colectivo. Buenos
Aires: Paidós.
KLEMM, Otto (s/f). Historia de la Psicología. México: Ediciones
Pavlov.
LACAN, Jacques. (2008). Escritos 1 y 2. Buenos Aires: Siglo
veintiuno editores.
LAGACHE, Daniel. (1984). La unidad de la psicología. Buenos
Aires: Paidós.
MEYER, Catherine, y otros (2008). Los nuevos psi. Buenos
Aires: Sudamericana.
PAPINI, Mauricio (1978). La psicología experimental argentina du-
rante el período 1930-1955, en Revista Latinoamericana de Psicología,
año/vol. 10, número 002. Bogotá: Fundación Universitaria
Konrad Lorenz.
PIAGET, Jean. (1984). Psicología de la inteligencia. Buenos Aires:
Editorial Psique.
POPPER, Karl Raimund. (1989) La lógica de la investigación
científica. Buenos Aires: Editorial Rey.

– 190 –
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES PSICOLÓGICAS

RAMOS MEJÍA. La neurosis de los hombres célebres en la historia


argentina. En www.archive.org/details/lasneurosisdelos00ramouoft.
RIVIERE, Ángel. (1990). La psicología de Vigotsky. Madrid:
Editorial Aprendizaje.
SEGAL, Hanna. (1989). Introducción a la obra de Melanie Klein.
Buenos Aires: Paidós.
STCHIGEL, Daniel (2010). Elogio de la seriedad. Buenos Aires:
elaleph.com.
VALDEZ, Daniel, y RUGGIERI, Víctor (comps.) (2011).
Autismo. Buenos Aires: Paidós.
VANZAGO, Luca (2011). Breve historia del alma. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica.
WATSON, John Broadus. (1976). El conductismo. Buenos Aires:
Paidós.

– 191 –
ÍNDICE
PRÓLOGO ................................................................................. 9
INTRODUCCIÓN....................................................................... 13
CAPÍTULO I
DE LA PSICOLOGÍA FILOSÓFICA A LA
PSICOLOGÍA CIENTÍFICA ........................................................... 15

La Historia...................................................................................... 15
El Alma ........................................................................................... 18
Psicología Científica ...................................................................... 21
Desarrollo de las corrientes ......................................................... 22
Psicología ........................................................................................ 23
Especificidad del objeto: asociacionismo .................................. 25
Especificidad del objeto: psicología intencional....................... 27
Otras corrientes de la psicología científica de
orientación experimentalista ................................................. 28
Otras corrientes de orientación fenomenológica ..................... 31
Aportes metodológicos del psicoanálisis a la
psicología científica ................................................................ 32
La psicología, amenazada ............................................................. 33
¿Qué son las representaciones? ................................................... 35
El problema del método .............................................................. 39
CAPÍTULO II
LOS APORTES CENTRALES DE LAS DISTINTAS CORRIENTES
PSICOLÓGICAS AL CONCEPTO DE REPRESENTACIÓN ................. 47

Psicología experimental ................................................................ 48


Conductismo.................................................................................. 51
Teoría de la Gestalt ....................................................................... 52
Psicología cognitiva....................................................................... 53
Psicología genética ........................................................................ 57
Psicoanálisis freudiano ................................................................. 58
Formas biologistas del psicoanálisis ........................................... 64
Corrientes culturalistas ................................................................. 65
Psicoanálisis kleiniano .................................................................. 67
Psicoanálisis lacaniano .................................................................. 68
Psicología humanista ................................................................... 74
La escuela de Palo Alto y la psicología sistémica ..................... 77
Otras teorías del lenguaje ............................................................. 79
Disciplinas fronterizas .................................................................. 80
CAPÍTULO III
DESARROLLO DE LAS CORRIENTES EN AMÉRICA LATINA
Y EN ARGENTINA ...................................................................... 85

Período Positivista Y Experimental............................................ 87


La Psicoestadística ........................................................................ 92
La época de las grandes síntesis I:
La psicología social de Pichon-Rivière. ............................... 96
La época de las grandes síntesis II:
La conducta molar según José Bleger ............................... 100
La época de las grandes síntesis III:
El trialismo herreriano......................................................... 103
La disciplina del comentario ...................................................... 105
CAPÍTULO IV
PERSPECTIVAS. DIFERENCIAS ENTRE SINCRETISMO
Y RETRANSCRIPCIÓN ................................................................ 109

Obstáculos epistemológicos en el camino


a nuevos paradigmas ............................................................ 113
El problema de la medida .......................................................... 116
Consciencia, autoconsciencia,
preconsciente, inconsciente ................................................ 121
Psicología y neurociencias.......................................................... 126
Psicología y cognitivismo ........................................................... 135
Los fines de la psicología ........................................................... 142
El problema del diagnóstico ...................................................... 146
Psicopatología .............................................................................. 151
Espacios paramétricos y campos de representaciones .......... 155
Teoría del campo unificado ....................................................... 158
Aportes de la psicología humanista .......................................... 163
De la dinámica a la teoría de la información .......................... 166
El campo cognitivo ..................................................................... 169
Ventajas y desventajas de los modelos informacionales ....... 172
Disociación................................................................................... 174
El conflicto de las terapias ......................................................... 178
CONCLUSIÓN .................................................................................. 183
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................ 189

También podría gustarte