* Conferencia realizada en Setiembre de 1995, en el Círculo Freudiano de Buenos Aires. **
Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
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Norberto C. Marucco
Interrogarnos acerca del contenido, la modalidad y la oportunidad de la
interpretación de la transferencia nos remite directamente a la clínica psicoanalítica, que es quizás la "razón de ser" del psicoanálisis, el ámbito en el que revalida sus títulos, y en el que se despliega, en toda su potencialidad, el ejercicio de la teoría de la cura. La transferencia es una herramienta muchas veces decisiva en nuestro ejercicio clínico, pero sabemos que también conlleva algunos riesgos que es conveniente considerar a los fines de su adecuada implementación. De ahí que volver a reflexionar sobre este tema me parece no sólo necesario para afinar nuestra instrumentación técnica, sino también para redefinir y actualizar permanentemente nuestros objetivos terapéuticos. Por supuesto no se trata de hallar una técnica mejorada o corregida capaz de provocar curas más rápidas o más exitosas, sino de ponerla al servicio de dos metas fundamentales: 1) la de disminuir el padecer del hombre, y 2) la de poder operar sobre las llamadas "patologías actuales" cuyas expresiones clínicas particulares demandan a su vez una intervención técnica en singular. El concepto de transferencia es un articulador de la obra freudiana. A partir de su descubrimiento el concepto de psicopatología deja lugar al de clínica psicoanalítica, transformando las neurosis definidas como cuadros psicopatológicos en neurosis transferenciales; y el análisis, a partir de ese momento, transcurrirá por el análisis de la transferencia - lo cual no significa negar cierto grado de especificidad de las nociones psicopatológicas -. Es por eso que antes de transmitir mis propias reflexiones en torno a lo que considero la problemática actual de la transferencia, haré una breve referencia al desarrollo de este concepto en el trayecto freudiano. En 1895, en "Psicoterapia de la histeria", surge bajo la pluma de Freud el concepto de transferencia. En un texto dedicado a la psicoterapia, en el acto psicoterapéutico, en el tratamiento de las histéricas, es que surge con una fuerza que todavía hoy se mantiene, el fenómeno transferencial. Freud la define allí como una "falsa conexión", un "falso enlace" que se expresa con esta sustitución de una persona del pasado por una persona actual, y algo del pasado por algo del presente. Una sustitución de persona y una sustitución temporal. ¿Cómo se interpreta? Reduciendo ese "falso enlace", esa "falsa conexión" a su sentido original, con lo cual se reestablecen las vías asociativas que conducen al núcleo del tratamiento analítico que es la recuperación de los recuerdos. En el Epílogo del historial de Dora, Freud vuelve a ocuparse del tema de la transferencia dando cuenta cabal de su importancia en un tratamiento psicoanalítico. Las define de dos maneras: 1) van a ser una repetición invariada en la que resuenan los ecos de las expresiones del narcisismo, y 2) una reedición modificada y corregida que se apoya en alguna "singularidad real" de la persona del analista. Este es uno de los puntos que voy a desarrollar particularmente en
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mis reflexiones finales. Entonces, es ahí, en Dora, donde entiendo la transferencia
como repetición, y como algo más que una mera repetición. Este "algo más" viene dado por la persona del analista, que incluye en la teoría analítica la idea de "campo", y el par transferencia/contratransferencia que en un juego dialéctico entre la persona de uno y la persona del otro hará que no sólo se repita de manera monótona sino que exista además la posibilidad de una nueva versión, de un cambio (otra acepción de la transferencia). La primera exposición de conjunto de Freud acerca de la transferencia tuvo lugar en 1912, en "Dinámica de la transferencia". Freud enfatiza allí algunos conceptos que quiero recordar. ¿Qué es lo que se repite en un análisis? Determinados "clisés", estructuras ideoafectivas donde se encuentra la pulsión, la manera como ésta va a satisfacerse en determinados objetos, las modalidades de esta satisfacción, y las circunstancias exteriores que la posibilitan. En estas condiciones se van a repetir en un análisis diferentes tipos de "clisés". Escuchemos nuevamente sus ecos: "clisés" que serán invariados, y "clisés" que tendrán una oportunidad de modificación en la medida en que circunstancias exteriores posibiliten este cambio. ¿Se entiende que circunstancias exteriores implican al analista? Entonces la persona del analista adquiere nuevamente un papel relevante. Por otro lado, en la medida que el análisis se acerca a un complejo patógeno, algo de él se alzará en calidad de transferencia, apoyándose en la persona del analista, y manifestándose con los signos de una resistencia. La transferencia será entonces una resistencia a avanzar sobre el núcleo patógeno, pero en ese algo que se alza como una resistencia apoyándose en la figura del analista, uno puede dibujar, hacer un identikit, de aquellos objetos originarios que son parte del complejo patógeno. Esta "dinámica de la transferencia" me lleva a plantear que el análisis va a transcurrir, y deberá resolverse, en esta reedición transferencial. "Recuerdo, repetición y elaboración", texto fundamental en la obra freudiana y en especial en la teoría de la cura. En lugar del recuerdo empieza a dibujarse el concepto de agieren, el concepto de repetición. La repetición va a comandar el proceso analítico. Lo que tiene que ser recordado no puede serlo y en su lugar la silueta que marca la repetición va a ir configurando y construyendo los recuerdos. Freud va a definir entonces la transferencia como una pieza de la repetición y la repetición como una transferencia del pasado sobre el presente; pero a su vez va a puntuar que no sólo sobre la figura del analista, sino también sobre los demás sectores de la situación presente. La transferencia se va a dar en todos los sectores de la vida del paciente, o sea que éstos no son un epifenómeno indiferente sino hechos vitales. Entonces la neurosis de transferencia no se dará solamente con el analista. Esto legitimaría las interpretaciones sobre transferencias "extra-analíticas" que permiten descifrar esa reedición que se da con el otro de
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una parte de su historia inconciente y que se manifiesta en esa escena particular.
"Recuerdo, repetición y elaboración" va a alumbrar también el concepto de neurosis de transferencia que le dará a la neurosis histórica el carácter de potencia actual. La neurosis de transferencia resuelta con el analista implicará la curación de la neurosis. Este concepto encuentra su máximo desarrollo en "Introducción del psicoanálisis". En el capítulo "La terapéutica analítica", Freud va a reformular la teoría de la cura. Ya la cura no es la búsqueda del recuerdo de aquellas situaciones traumáticas donde quedó capturado el deseo. La cura se dará cuando el analista retoma toda la libido contenida en los síntomas, la despliega en la relación transferencial, y entonces la neurosis sintomática se hace neurosis de transferencia. Los cuadros psicopatológicos se borran en el calor de la transferencia cuando la neurosis histórica se hace potencia actual en la relación con el analista. Esto lo lleva a decir a Freud que ya no interesa tanto el encuentro de las huellas mnémicas donde quedaron contenidas las historias traumáticas y sus deseos, sino su resolución actual con el analista. El "aquí, ahora, y conmigo" es una herramienta de estricto cuño freudiano, aunque luego Freud vaya limitándola cuando aparece el "Más allá del principio del placer". Quiero puntuar ahora, aunque no pueda desarrollarla en esta presentación, la relación entre narcisismo y transferencia señalando solamente que considero la dialéctica entre transferencia idealizada (narcisista) y transferencia erótica (edípica) como uno de los motores de la cura analítica. A partir de "Más allá ..." infiero que existen tres tipos de repetición: 1) repeticiones de los fragmentos y ramificaciones del complejo de Edipo, 2) repeticiones de un narcisismo herido que va más allá del principio del placer, y 3) repeticiones de "huellas mnémicas incapaces de ligadura con el proceso secundario", esto es, con la palabra. Estas huellas "ingobernables" que se repiten tendrán relación con el trabajo de Freud "Construcciones en psicoanálisis", escrito tres meses después de "Análisis terminable e interminable". Si en este último centraba la problemática del final de análisis en lo interminable del análisis del reconocimiento de la castración, "Construcciones..." le otorga significatividad a estas huellas mnémicas "ingobernables" y la posibilidad de dejar de serlo a través de la construcción histórica. Lo que buscamos, dice Freud al final de su obra, ya no es la resolución de la neurosis de transferencia con el analista, sino la imagen lo más fidedigna posible de los años olvidados del paciente. Una vez trazado mi esquema del desarrollo del concepto de transferencia a partir de la obra de Freud, quisiera introducir mis reflexiones personales en torno a las puntualizaciones realizadas. En primer término, respecto al concepto de neurosis de transferencia, considero, aún reconociendo su relevancia teórica y su valor terapéutico, que
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éste no constituye todo el tratamiento analítico. Creo, en cambio, en la existencia de
momentos transferenciales en los que esta "falsa conexión", "la transferencia del pasado en el presente", "los distintos tipos de repetición", se van a establecer con la figura del analista. Esos momentos transferenciales como expresión privilegiada de lo resistido serán, por lo tanto, un puente decisivo para llegar a lo reprimido y a lo no representado. Cuando se interpretan o construyen estos momentos transferenciales se producen significativos avances en el proceso analítico. Pero habrá otros momentos donde la transferencia se volcará a otras relaciones en la vida del paciente, y entonces en esos momentos la neurosis de transferencia deberá analizarse en esos otros vínculos como la relación de pareja, de trabajo, con el estudio, etc. Me pregunto: ¿que pasará cuando esta neurosis de transferencia se establece en el analista con las teorías psicoanalíticas? Lo dejo aquí. Otra reflexión se refiere a transferencia y cambio. Cuando mencionaba los avances de Freud respecto al concepto de transferencia en el Epílogo de Dora, decía que hablaba de ella en dos planos: como transferencias invariadas y como reediciones corregidas y aumentadas cuando se apoyaban en alguna singularidad real del analista. Considero que la persona del analista es definitoria como provocadora de transferencias que posibiliten algo más que una mera repetición. Hay una transferencia que convoca la función analítica, y otra transferencia que es generada por esta singularidad real. Un desarrollo "in extenso" requeriría explicar mi modo de entender la singularidad real del analista como aquello que posibilita que la transferencia sea a la vez repetición y cambio; pero ya que no es posible realizarlo en este momento me permito remitirlos a mi trabajo "La función analítica y [la -presencia de] el analista: El -papel de la 'singularidad real' en la transferencia", realizado en colaboración con otros autores. Respecto a la transferencia y la pulsión de muerte: como dije, además de la repetición de los fragmentos y ramificaciones del Edipo que se va a dar dentro de esas neurosis de transferencia con la figura del analista, hay una repetición del narcisismo herido que tiene las características de una repetición invariada, y que no solo deberá ser interpretada sino además construida. Se trata de construir la historia de un niño narcisista que en su repetición sigue negándose a transformarse en un agónico recuerdo. La construcción termina "matando", al decir de Leclaire, a ese niño que crece en la transferencia y que no quiere morir. En esta repetición del narcisismo herido es importante entonces la transferencia con el analista, y la construcción histórica como aquello que agota y disuelve la repetición narcisista. Precisamente este tema de la construcción, me introduce en la cuarta reflexión que quisiera dejar planteada: la construcción actúa por vía de porre, no por vía de levare, otorgando una significación a aquello que no la tiene. El campo
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de la contratransferencia juega en estas construcciones un papel preponderante. Las
fantasías contratransferenciales del analista son despertadas por estas huellas mnémicas del paciente pero para ser utilizadas por el analista como construcciones requieren de un límite que resguarde de su abuso, y éste está dado a mi entender por el autoanálisis del analista durante la sesión analítica. Quiero insistir en esto: el autoanálisis es lo que preserva al analista del riesgo del uso contratransferencial; en otras palabras, de su abuso. Una vez construidas las huellas mnémicas "ingobernables", además de la convicción del paciente deberá surgir un nuevo movimiento transferencial que dará nuevamente sentido a la "falsa conexión", y a una repetición de "fragmentos" y "ramificaciones" de aquello que fue otorgado como representación, evitando esta corroboración transferencial que el análisis se deslice peligrosamente hacia el terreno de la sugestión. En este punto se abre el abanico en el que el psicoanálisis actual puede dar cuenta de las patologías límites en las que aparece lo no representado que peticiona en búsqueda de representación. El quehacer del psicoanalista frente a ello es darle representaciones simbólicas que les permitan adueñarse de esas pulsiones o de esos traumas que, de lo contrario, podrían gobernar para siempre su presente y su futuro. 1995. La consulta analítica es impulsada por una demanda que surge en el individuo causada por su padecer. Demanda al análisis que aparece cuestionada por el mismo sujeto a instancias de una cultura que siembra dudas acerca del psicoanálisis, y que publicita seductoramente una profusa oferta de terapias alternativas. En términos transferenciales diríamos que la cultura establece con el psicoanálisis actual una transferencia negativa; y que las demandas de análisis que surgen en este contexto están teñidas de esa modalidad de la transferencia. Diez o veinte años atrás la cultura era propiciadora de la instalación más inmediata de una transferencia positiva que comenzaba colocando al analista en el lugar de "sujeto supuesto saber", en términos de Lacan, o de imago paterna en el caso de Freud. Esto hoy es, al menos, no tan espontáneo. El psicoanalista parece tener que "ganarse" ese espacio, y encontrar el modo de mostrar al psicoanálisis capaz de competir en eficacia terapéutica con innumerable cantidad de terapias. Aquella engañosa omnipotencia de antaño contrasta en la actualidad con una no menos engañosa visión apocalíptica del futuro del psicoanálisis. Como dije en otras oportunidades, esta crisis del psicoanálisis podrá ser de crecimiento si éste es capaz de revalidar sus títulos aceptando el compromiso de reflexionar profundamente acerca de la teoría de la cura. Hoy el psicoanálisis se enfrenta a resistencias no menos potentes ni poderosas que las que enfrentó Freud en sus comienzos. ¿Cuál sería entonces "el quehacer del analista" en el ámbito de la clínica actual? Insistir hoy en la importancia de las entrevistas previas, como en su momento Freud lo hizo con los tratamientos de prueba, a fin de vencer esta transferencia negativa y lograr en el paciente la convicción en la existencia del
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inconsciente. Convicción acerca de que alguna interpretación, algún señalamiento, no
sólo atenúa un síntoma o una inhibición sino que fundamentalmente le da un sentido distinto a ese "algo" que al sujeto le pasa. (Esta posibilidad de que algo que al sujeto le pasa adquiera un sentido distinto al que se le asigna en la vida es una característica específica de la terapia psicoanalítica). El reconocimiento por parte del consultante de esta "operación psicoanalítica", de este "acto analítico", será el que marque el comienzo del análisis y de su -pasaje de la posición de consultante a la de analizando. Sólo luego de esta convicción naturalmente surgirá una transferencia positiva que establece el vínculo que posibilitará la regla fundamental psicoanalítica, esto es, la asociación libre. Esta transferencia positiva con el analista redundará, tarde o temprano, en la instalación a su vez de una transferencia hacia la propia tarea analítica, verdadera sublimación de la transferencia. Por otra parte nuestro buen desempeño en esta tarea analítica dependerá esencialmente de que contemos con una plena e íntima convicción por nuestra parte: la convicción de que el psicoanálisis es un instrumento teórico y terapéutico capaz de aliviar al hombre en su padecer. Quizá sea en la reafirmación de esta suerte de transferencia positiva hacia el propio psicoanálisis que se juegue la posibilidad de establecer toda una serie de cadenas asociativas que, guiadas por nuestro afán de conocimiento y por nuestro libre pensamiento, nos permitan avanzar en una búsqueda creativa que traiga a la luz el potencial del psicoanálisis para comprender no sólo los requerimientos del mundo contemporáneo, sino además de los tiempos por venir.
Bibliografía
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Ed.
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