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El rol del psicólogo del deporte y la prevención

Lic. Flavio Nascimbene

1. La Psicología del Deporte: Nacimiento y desarrollo


Hace treinta y cinco años era reconocido oficialmente en el universo de las ciencias
del deporte: La Psicología del Deporte. Corría el año 1965, cuando se creó la
Sociedad Internacional de Psicología del Deporte (ISSP International Society of Sport
Psychology), en el marco del Primer Congreso y Asamblea Constitutiva de la
Sociedad Internacional de Psicología del Deporte, realizado en Roma. El presidente
de dicho evento, el psiquiatra Ferruccio Antonelli, publicó para aquella ocasión, junto
a P. Kunath, A. M. Olsen y J. Recla, una reseña de los 1898 títulos de libros y
artículos en Psicología del Deporte reunidos hasta esa fecha (1965). Otras dos
reseñas, referidas al período 1968 - 1971, fueron luego publicadas por Essing,
Bertram y Meckbach; aquella editada en 1972, y contaba con casi tres mil títulos
(Antonelli, Salvini, 1987). Estos registros testimoniaban acerca del volumen de
investigación en un campo que en la actualidad posee aplicaciones diversificadas en
el ámbito deportivo, ya sea a nivel formativo y competitivo, como recreativo.
Asimismo, los desarrollos en Psicología del Deporte son puntos de referencia al
momento de dar respuesta a demandas específicas provenientes de entrenadores,
profesores y estudiantes de Educación Física, preparadores físicos, dirigentes de
entidades deportivas y profesionales de otras ciencias vinculadas al deporte, tales
como la medicina deportiva y la biomecánica.
No obstante los años transcurridos y la expansión de la especialidad, algunas
cuestiones referidas al rol del psicólogo deportivo siguen suscitando encendidos
debates. Uno de los temas centrales estaría relacionado con el valor clínico que la
actividad del psicólogo del deporte puede implicar. Una pregunta usual es si un
mismo profesional puede desempeñar apropiadamente las funciones de psicólogo
deportivo y psicólogo clínico. Más allá de cuestiones prácticas ligadas a la
formulación de demandas concretas de trabajo que los psicólogos deportivos
afrontamos cotidianamente -confundidas a menudo con demandas clínicas- existe
también el problema de la formación -puramente psicodeportiva, puramente clínica,
integral, etc.- del psicólogo que se encuentra en aquella situación de trabajo, así
como también los lazos institucionales de su labor.
Este artículo posee como objetivo la posibilidad de continuar el debate sobre estos
interrogantes.
2. El rol del psicólogo del deporte: funciones y objetivos
Aparecería del rol del psicólogo del deporte como psico-educador, perfil que enfatiza
la prevención primaria (previa al daño) y la promoción del desarrollo, desde el
enfoque de una Psicología de la salud. En cambio, el modelo clínico en la práctica
estaría más orientado a la atención acerca del diagnóstico y el tratamiento de

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afecciones, efectivizado en un acercamiento asistencial a la patología (prevención
secundaria y terciaria).
En sintonía con la primera óptica, Gould y Eklund (1991) plantean la tarea del
psicólogo deportivo educacional como un rol tan importante como aquél de psicólogo
deportivo clínico. Una versión de aquél abordaje es el trabajo psicodeportivo
centrado en la optimización de los recursos personales en relación con el rendimiento
deportivo. Aquí la función del psicólogo del deporte se concreta en el proceso de: (1)
evaluación de los factores psicológicos que participan en la práctica del deportista/s;
(2) proceso de enseñanza - aprendizaje de las técnicas de entrenamiento de estas
variables mentales; (3) aplicación de éstas; y (4) seguimiento o supervisión del
proceso global.
En este sentido, Rainer Martens (1987, en Robazza, Bortoli, Gramaccioni,
1994) propone un modelo de las variables psicológicas que considera
fundamentales en la preparación mental del atleta, más allá de las
características personales del individuo y de la clase de deporte que
practique. Esta propuesta de entrenamiento tomaría estos factores, aún
cuando el énfasis de su trabajo específico será estipulado en función de los
requerimientos del deporte en cuestión y del grado de desarrollo de
aquellos en el deportista (Nachón, Nascimbene, 1997):

REGULACIÓN DE LOS PENSAMIENTOS.


CONTROL DE LA ATENCIÓN.
FORMULACIÓN DE LOS OBJETIVOS.
MANEJO DEL STRESS.
MODULACIÓN DEL AROUSAL.
REGULACIÓN DE LAS IMÁGENES MENTALES.
(habilidades mentales importantes en el deporte -Martens, 1987, modif. Robazza et
al., 1994-).
Diferentes estudios acuden en apoyo a esta postura, subrayando la índole formativa
intrínseca al deporte mismo. El deporte de equipo, por ejemplo, puede ser
considerado como una matriz de desarrollo de la identidad del niño y el adolescente
en relación con un grupo de pares, atravesada por una ley igual para todos. Poner en
el centro la relación humana, integrándola a la prestación deportiva, forma parte del
enfoque educacional relacionado con la psicología del deporte (Lorenzoni, 1998).
Actualmente son realizadas en el ámbito universitario investigaciones teóricas y
empíricas orientadas al hallazgo de correlaciones entre el pensamiento moral y la
acción en el contexto del deporte y la actividad física. El objetivo es el de diseñar
nuevos instrumentos de trabajo con valores, razonamiento moral y normas de
conducta (así como observación de la propia conducta) tomando como parámetro los
diferentes aspectos del juego limpio en el deporte (Stephens, Bredemeier, Shields,
1997).

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Desde este punto de vista psicoeducativo, el deporte puede transmitir a las nuevas
generaciones un modelo de cómo vivir según las reglas, el esfuerzo que implica el
trabajo para alcanzar las metas propuestas, el juego e interacción con los demás
(...) las habilidades para hacer frente a las situaciones, la preparación para futuros
eventos y el desarrollo de la capacidad de disfrute (Petitpas, 1996). Las destrezas
adquiridas a través de la actividad deportiva, pueden ser extendidas a otras áreas
virtuales del atleta, en cuanto metáfora de una variedad de situaciones cotidianas
experimentadas por él (Danish at. al., 1993, en Danish, Nellen, Owens, 1996).
La participación deportiva puede preparar a los estudiantes para una apropiada
asunción de los roles adultos: asistir al atleta en expandir sus intereses e identidad
más allá de lo atlético, puede resultar útil en cuanto factor favorecedor de una
integridad que lo acompañará en las posteriores transiciones de la adultés (Pearson
& Petitpas, 1990, en Petitpas, 1996).
Sin embargo, el enfoque educativo suele ser criticado por su baja consideración
acerca de las dinámicas implícitas en el funcionamiento global de la personalidad, por
su concepción aislacionista de las "habilidades mentales", como si se tratara de
entidades racionales o morales autónomas. La atención menor hacia las
problemáticas afectivas concurrentes parece acusar los límites de una psicología
normativa orientada a una especie de pedagogía del ser, un "debe ser" donde es
privilegiada la realización de los objetivos deportivos, racionales y sociales.
Las cuestiones estructurales del inconsciente y la sexualidad, tradicionalmente
profundizadas por los enfoques clínicos y consideradas por éstos como ineludibles a
la hora de trabajar las funciones psíquicas (como las involucradas en la propuesta de
Martens), a menudo parecen quedar de lado en el enfoque psicodeportivo
educacional.
Por otro lado, el enfoque educativo tendería a suspender el tópico de la construcción
intersubjetiva de las problemáticas individuales; esto es las estructuras y dinámicas
relacionales concientes e inconcientes dentro de las cuales se co-construye la
subjetividad. ¿Sería posible entonces trabajar las habilidades mentales "individuales"
prescindiendo de una lectura que incluya los vínculos afectivos (familiares, de pareja,
de amistad) que sostienen un cierto ser?.
3. El deporte y la personalidad
De acuerdo a la definición de Willams y Straub (1986) el psicólogo del deporte
trabaja sobre la mutua influencia entre la participación en la actividad deportiva y el
bienestar psicofísico, la salud y el desarrollo personal. Cuando se piensa acerca de
qué efectos emergen en esta interacción cabe preguntarse si la participación en el
deporte efectivamente comporta cambios en la personalidad del sujeto.
Los problemas comienzan cuando se constata que no existe en la psicología una
definición unívoca de "personalidad", lo cual implica una gran dificultad para la
investigación: tomando aportes de Guiford, Allport, Eysenck y Cattell, es pausible de
ser estudiada partiendo de una definición genérica que toma como base a la
estructuración estable y característica del sujeto.

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A pesar de que comúnmente suele asociarse cierto rol deportivo a cierta
personalidad, y a su vez atribuirse determinada influencia de la actividad deportiva
sobre la personalidad global, la investigación en Psicología del Deporte muestra que
en esta concepción popular constituye más bien un mito que una realidad. Han sido
halladas las más dispares características globales de personalidad, indistintamente se
trate de grupos de atletas o de sujetos sedentarios, de deportistas de elite o
deportistas aficionados, de practicantes de uno u otro deporte, siendo por ende los
"rasgos de personalidad" predictores poco significativos de la conducta deportiva.
Sin embargo han sido halladas correlaciones significativas entre ciertas
características específicas como los nivel de ansiedad y el estilo cognitivo, y el
rendimiento deportivo (Bakker, Whiting, Van der Brug, 1990). Otro aspecto que
encuentra una confiable correlación en cuanto a la influencia de la práctica deportiva
sobre la personalidad es el "concepto de sí mismo", es decir, la actitud de un sujeto
hacia sí mismo y hacia la consideración de su potencial. Diferentes estudios (Folkins
& Sime, 1981) muestran que el auto concepto cambia positivamente cuando el
deportista percibe un mejoramiento de su condición y en las posibilidades de
despliegue positivo de su tarea.
Los resultados de estas investigaciones psicodeportivas pueden constituir un recurso
útil, incluso en el ámbito clínico. En este sentido, entre los aportes más significativos
a la salud mental, la inclusión de una actividad deportiva grupal ha influido
positivamente respecto a la recuperación en casos de depresión, ansiedad y
trastornos relacionados con la autovaloración (Raglin, 1990, en Marcus, Bock, Pinto,
Clark, 1996). Hallazgos consistentes con los resultados obtenidos en las
mencionadas investigaciones sobre la correlación positiva entre la participación
deportiva y el auto concepto. A partir de una serie de evaluaciones, se han
establecido técnicas de tratamiento de los trastornos de los estados de ánimo que
contemplan programas de actividad física (Wes, 1996) así como también la práctica
del deporte es introducida en el ámbito hospitalario en tanto recurso no
convencional, como motivador para el sostenimiento de tratamientos de
rehabilitación y reinserción social por parte de pacientes drogodependientes
(Espósito, 1998).
Otros trabajos han identificado al stress psicosocial como aquella variable
psicológica correlacionada más significativamente con el riesgo de accidente o lesión
(Buceta 1996), por lo cual es trabajo sobre el manejo del stress podría constituir un
tópico preventivo necesario no solo en la preparación mental en el deporte sino en el
desarrollo vital extra - deportivo.
4. El psicólogo del deporte y la prevención: la formación integral bio-psico-
social
frente a la aparición de la Psicología del Deporte, han circulado ciertos mitos acerca
de su misma labor (Gould, Eklund, 1991). Uno de ellos afirma que el psicólogo del
deporte trabaja sólo con atletas enfermos o "con problemas". Sin embargo, como
hemos visto, el psicólogo deportivo podría asumir una función mas ligada a la de un
didacta especializado en los aspectos mentales de la actividad deportiva, por lo cual
concentra su atención en el desarrollo de programas de preparación mental en los

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deportistas que están caracterizados por un rango relativamente saludable de
funcionamiento: muchos deportistas aplican espontáneamente y sin saberlo técnicas
mentales, y no pocas veces esto resulta eficaz para su rendimiento. Sin embargo, la
confiabilidad y la validez de un entrenamiento mental (mental training) se
incrementan notablemente cuando es supervisado y asesorado por un especialista en
Psicología del Deporte (Nachón, Nascimbene, 1997). En todo caso, en lo que
respecta a la detección de alguna problemática psicopatológica, el psicólogo del
deporte educativo puro puede orientar al profesor / entrenador acerca de aquellos
indicadores que determinarían una derivación a un colega clínico.
Por otra parte, otro mido ha consistido en asociar el trabajo del psicólogo del deporte
exclusivamente con el ámbito de los atletas de alto rendimiento. En efecto, un sector
de la Psicología Deportiva se ocupa de la alta performance y tiene como objetivo
básico que el deportista logre mantener un estado de elevado rendimiento promedio
en competencia, sin comprometer su salud, si bien los aspectos ligados al equilibrio
saludable del deportista en este ámbito comportan serios desafíos. Muñoz Soler
(1988) teoriza sobre la patología psíquica asociada a la "situación coactiva" -
asimilable en parte a la amplia noción de stress - en que se encuentra el atleta de
élite, que involucra frecuentemente diferentes niveles de organización en la toma de
decisiones frente a intensos conflictos a resolver. Pero otra parte de la psicología del
deporte despliega su contribución no solo en el área competitiva sino también
recreativa y formativa: educación elemental, media y superior. Por otro lado, la
actividad de alto rendimiento constituye solo una mínima parte dentro del amplio
espectro del deporte competitivo.
En la experiencia de los Talleres de Capacitación con profesores de educación física y
entrenadores, a menudo estos plantean dificultades en: el manejo de la relación con
los padres de los niños alumnos; el desempeño del rol de coordinador; el
conocimiento de las diversas potencialidades y los límites del niño y el adolescente
en función de su fase evolutiva; la recuperación de la disminución del juego en una
situación de evaluación (clase de educación física en la escuela o en el colegio) y/o
competitivo (equipos escolares o colegiales); la mejora de la comunicación con el
grupo a través de un conocimiento más exhaustivo de sus estados emocionales, así
como de sus sistemas de pensamientos; y la búsqueda de un desarrollo personal
más saludable y equilibrado en las diferentes áreas de la vida.
¿Es posible crear un espacio de desarrollo donde pueden ser trabajadas cuestiones
psíquicas de otro orden, interrelacionando la estructuración subjetiva y vincular con
aquellos aspectos psicodeportivos asociados con la optimización del rendimiento?. A
menudo los equilibrios entre estos integrantes son difícilmente alcanzables cuando se
trabaja en un contexto donde el criterio que prevalece es únicamente el del
rendimiento (y a veces tan solo el resultado) deportivo.
Como alternativa sería posible crear un contexto integral que permita al deportista y
a su grupo conectar en el lenguaje los aspectos físicos, psíquicos y técnico
estratégicos de la actividad física y la preparación atlética.
La estructura del taller implica no solo la transmisión teórica de algunos constructos
e hipótesis centrales de la Psicología del Deporte, sino también la exploración
vivencial y la elaboración personal de los mismos (en algunos casos también en

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espacios diferenciados). El participante se involucra como sujeto y/o como
observador directo de experiencias de evaluación e intervención psicodeportiva;
asimismo son efectuados perfiles acerca de los estados emocionales y los sistemas
de pensamiento de los participantes. La modalidad de taller comporta justamente la
posibilidad de transferir recursos de intervención de orden práctico, útiles y
aplicables a los problemas concretos del deporte.
Para llevar a cabo esta tarea sería importante que el mismo psicólogo del deporte
haya realizado un cierto recorrido personal y formativo en la psicología clínica, así
como en la psicología del deporte didáctica, de forma tal de poder construir una
relación con el deportista, el entrenador, o los padres de los niños que realizan
deporte, donde se tenga en cuenta la complejidad de exigencias psicológicas de la
situación deportiva competitiva.
El desarrollo coordinado de cada dimensión implica el despliegue de un programa de
metas que conecte la totalidad de las mismas. De lo contrario, aumentan las
probabilidades de de generar incoherencias e impasses en la línea de trabajo. Aún
cuando los tiempos psíquicos y psicodeportivos no puedan converger, podríamos
pensar que es más constructivo poder organizar la situación deportiva a través de
este recurso de trabajo como referente, dado que nos permite adquirir una
conciencia más clara acerca de las diferentes lógicas y tiempos que pueden confluir
en el entrecruzamiento del psiquismo y deporte de los defasajes y desencuentros,
para asumir una posición más activa en pos de un proyecto posible.

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