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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr.

Jose Mª Buceta

Profesor: Dr. José María Buceta.

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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

PROGRAMA

Introducción

1. Perspectiva Histórica de la Psicología del Deporte de Competición

2. Características Principales de la Aplicación de la Psicología en el

Deporte de Competición

3. La Motivación de los Deportistas

4. El Estrés Psicológico en el Deporte de Competición

5. La Autoconfianza de los Deportistas

6. El Nivel de Activación de los Deportistas

7. El Entrenador y el Psicólogo Deportivo

8. Aspectos Psicológicos del Deporte Infantil de Competición

Bibliografía Complementaría

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INTRODUCCIÓN

La Psicología del Deporte es una disciplina científica que abarca distintas áreas.
Básicamente, la actividad física no competitiva, el deporte infantil, el deporte de competición
y el deporte de alta competición, ocupándose de los aspectos psicológicos que influyen en
el funcionamiento de los deportistas, los entrenadores, los directivos, los árbitros, los padres
de los deportistas, los espectadores y cualquier otra persona relacionada con la actividad
deportiva, y también de los efectos psicológicos de la práctica del deporte.

Por ejemplo, son objeto de la Psicología del Deporte, entre otros, los aspectos psicológicos
que contribuyen a que una persona adulta adquiera y mantenga el hábito de hacer ejercicio
físico con continuidad, los efectos psicológicos del deporte en los niños y los adolescentes,
las estrategias psicológicas que puede utilizar un entrenador para influir más
favorablemente en el funcionamiento de sus deportistas, el entrenamiento psicológico de los
deportistas de competición para que sean más capaces de manejar el estrés relacionado
con su actividad, afrontar mejor las situaciones más adversas y aumentar sus posibilidades
de rendimiento, el asesoramiento a los directivos para que adopten medidas organizativas
que ayuden a funcionar mejor a los deportistas, y el asesoramiento a los padres de los
deportistas jóvenes para que la experiencia deportiva sea gratificante y formativa en lugar
de estresante y perjudicial.

En este curso, se abordan, fundamentalmente, aspectos psicológicos relacionados con el


deporte de competición. El texto consta de ocho capítulos. El primero incluye una breve
perspectiva histórica sobre la Psicología del Deporte de Competición. El segundo plantea
cuestiones actuales relacionadas con la aplicación de la Psicología en este contexto. Los
cuatro siguientes explican, respectivamente, cuatro características psicológicas muy
vinculadas al rendimiento de los deportistas: la motivación, el estrés, la autoconfianza y el
nivel de activación. El séptimo capítulo, se centra en los roles del entrenador y del psicólogo
deportivo aplicando la Psicología con los deportistas. El último capítulo, se refiere a
aspectos psicológicos del deporte infantil de competición, incluyendo estrategias apropiadas
para los entrenadores y los padres de deportistas niños y adolescentes.

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El objetivo principal, es que los alumnos del curso conozcan las principales características
de los aspectos psicológicos que influyen en el funcionamiento de los deportistas de
competición, comprendan la importancia de la intervención psicológica y sus circunstancias
más relevantes, y entiendan en qué consiste, básicamente, el papel de los psicólogos
deportivos.

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1.

PERSPECTIVA HISTÓRICA DE LA PSICOLOGÍA

DEL DEPORTE DE COMPETICIÓN

1.1. Primeras Aportaciones

1.2. Avances Pioneros en los Países del Este

1.3. Evolución en Occidente

1.4. Aspectos Actuales

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1.1 Primeras Aportaciones

El origen de la Psicología del Deporte no puede situarse en una sola situación o momento,
sino en diversos esfuerzos, aislados en un principio y posteriormente más organizados, desde
distintas perspectivas. Como señala Cruz (1991) en su interesante trabajo sobre la Historia de
esta especialidad, ya en 1868 en el laboratorio de Wundt en Leipzig, coincidiendo con los
primeros pasos de la Psicología Experimental y adelantándose en el tiempo al desarrollo
moderno del deporte, se llevaron a cabo experimentos sobre el tiempo de reacción, aunque
evidentemente, sin la intención ni la sospecha de que pudieran servir algún día para ayudar a
personas que en pantalón corto y camiseta corrieran ante miles de espectadores en menos
tiempo. En la misma línea, otros conocidos investigadores de finales del siglo diecinueve y
principios del veinte, utilizaron respuestas motrices como variables dependientes de sus
experimentos, pero con el objetivo de estudiar el comportamiento humano en general y sin
pretender relacionar la Psicología con el Deporte. A finales del siglo pasado, emerge el interés
por la investigación en el campo del aprendizaje motor, y ya sí se puede decir que existe un
interés específico en las destrezas físicas per se, aunque todavía sin centrarse en la parcela
que nos interesa en este recorrido histórico: el rendimiento competitivo.

Como excepción a esta tendencia de la época, Triplett llevó a cabo la primera investigación
que se conoce en el campo de la Psicología relacionada con la competición deportiva (Triplett,
1898). Combinando estudios en el laboratorio y observaciones de campo con ciclistas,
comprobó que, en general, el rendimiento aumentaba cuando se introducía un elemento
competitivo, pero que para algunos participantes este elemento competitivo suponía una
sobreestimulación "por el elevado deseo de ganar" que alteraba su respiración, enrojecía su
cara, agarrotaba sus músculos y les hacía perder el control de la situación en los momentos
críticos de la prueba.

Utilizando el conocimiento que tenemos hoy en día de estos procesos, se puede apuntar que
Triplett se dió cuenta de que la competición deportiva tiene componentes motivantes o
estresantes que en principio contribuyen a incrementar el rendimiento del organismo al
favorecer que se prepare y actúe mejor física y mentalmente, pero que el exceso de
motivación o de estrés que en ocasiones se observa en los deportistas, produce unos efectos
en la activación del organismo que perjudican el rendimiento. Sin que probablemente se diera
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cuenta de la relevancia de sus hallazgos, Triplett mostró el primer apunte de uno de los
apartados más trascendentes de la Psicología del Deporte de Competición contemporánea: la
influencia del nivel de activación del organismo en el rendimiento deportivo, incluyendo el
conocimiento de los síntomas de la activación, sus posibles causas, la relación existente entre
activación y rendimiento, las diferencias individuales entre unos deportistas y otros, y la
posibilidad de optimizar el rendimiento mediante el control de la activación.

Sin embargo, el interesante y pionero estudio de Triplett, no sirvió en aquel momento para
despertar la atención de los investigadores de la época en la misma dirección (más ocupados,
como hemos dicho, en el estudio del aprendizaje motor), y salvo en casos muy aislados se
puede decir que la Psicología del Deporte centrada en la competición no empieza a florecer
hasta la década de los años veinte, aunque deben valorarse los trabajos de Krohn (1903)
sobre la importancia de la Psicología en la preparación de un profesor de gimnasia
(anticipándose a la importancia que se le da en nuestros días a la preparación psicológica de
los entrenadores), y de Cummins (1914) sobre la práctica del baloncesto y la concentración.

Ya en los años veinte, surgen tres núcleos desde los que se puede decir que comienzan a
darse los primeros pasos más firmes de la Psicología del Deporte: los laboratorios de Leipzig y
Berlin, desde los que surgen los trabajos de Schulte, Sippel y Giese sobre aspectos filosóficos,
experimentales y aplicados (Cruz, 1991); los departamentos de Psicología de la Educación
Física y de las Actividades Deportivas de Moscú y Leningrado, en los que se fraguaron los
trabajos de Rudik y Puni, y se pusieron las bases para el posterior desarrollo de la especialidad
en la Unión Soviética (Cruz, 1991); y el laboratorio de la Universidad de Illinois, dirigido por el
profesor Griffith.

En 1925, Griffith, profesor de la Universidad de Illinois y auténtico impulsor de la Psicología del


Deporte en los países occidentales, publicó un importante artículo: "La Psicología y su relación
con la competición deportiva", en el que destacó qué la tarea de los psicólogos en este campo
debía consistir en: (a) observar a los mejores entrenadores y esclarecer los principios de la
Psicología implícitos en su trabajo, contribuyendo así a la enseñanza de los entrenadores más
inexpertos; (b) adaptar al ámbito del deporte los descubrimientos científicos del laboratorio que
puedan ser de utilidad; y (c) ayudar a los entrenadores a aplicar el método científico para
resolver problemas y descubrir nuevos hechos y datos relevantes en su deporte.

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A pesar de abandonar su cargo de director del laboratorio de la Universidad de Illinois en 1932,


Griffith realizó un extenso trabajo hasta finales de los años treinta, investigando, escribiendo e
incluso trabajando como psicólogo con un equipo de beisbol profesional de Chicago. En
concreto, Griffith estudió las variables que podían afectar el rendimiento deportivo, y acentuó la
importancia de dos aspectos que deben considerarse básicos en este contexto: (a) la
necesidad de combinar e interrelacionar la investigación en el laboratorio con el estudio y el
trabajo aplicados de campo; y (b) la necesidad de que el psicólogo trabaje conjuntamente con
el entrenador, observando sus métodos y necesidades, y aportándole conocimientos
psicológicos que le resulten útiles en su cometido cotidiano como entrenador. Aunque por
desgracia no siempre se ha comprendido, posteriormente, la importancia de estos dos
aspectos, y todavía hoy en día hay personas que siguen sin comprenderlo en perjuicio del
desarrollo de la especialidad, lo cierto es que Griffith señaló con claridad el camino que debía
seguir la Psicología del Deporte para poder ser una especialidad relevante en el entorno del
deporte de competición, y sus enseñanzas, lejanas pero no anticuadas, deberían tenerse muy
en cuenta todavía en la actualidad.

Griffith se adelantó en mucho a su tiempo y, lamentablemente, su trabajo no tuvo continuidad,


con escasas y aisladas aportaciones en las dos décadas siguientes fuera de la Unión Soviética
y su área de influencia (lo que en en aquel momento de aislamiento del "bloque soviético"
significaba que en los países occidentales apenas se hacía nada en este campo). En realidad,
el interés de los psicólogos por el deporte era mínimo y los entrenadores, lógicamente, no
estaban preparados para desarrollar la especialidad por sí mismos, aunque muchos de ellos,
por ensayo y error, fueron perfeccionando sus propias estrategias para controlar las cuestiones
psicológicas que consideraban influyentes en el rendimiento de sus deportistas. No es extraño,
por tanto, que como señala Cruz (1991) acogieran positivamente el libro de Lawther
"Psicología del entrenamiento" (Lawther, 1951), única aportación de la época al campo de la
competición deportiva, en el que el autor, también entrenador de baloncesto, abordó
cuestiones de gran interés práctico como la motivación de los deportistas, la cohesión de
equipo o las relaciones interpersonales. Se puede decir, que salvo excepciones como ésta, los
entrenadores deportivos de occidente carecen del apoyo de la Psicología científica hasta la
década de los sesenta, fecha en la que empieza a tomar cuerpo el desarrollo sistemático y
organizado de la especialidad.

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1.2 Avances Pioneros en los Países del Este

Mientras tanto, aunque de todo esto nos hemos enterado después, en la Unión Soviética y en
los países de la Europa del Este, el estudio y la aplicación de la Psicología del Deporte de
competición, tienen un auge importante y avanzan más organizadamente. Desde la creación
en 1930 del Instituto Central de Investigación Científica para el Estudio de la Educación Física
en Moscú, dirigido por Rudik, uno de los pioneros de la especialidad, se trabaja intensamente
en este campo. En una primera etapa, todavía en los años treinta, el esfuerzo se centra en la
elaboración de tests psicológicos de inteligencia, personalidad y tiempo de reacción que
pretenden aportar información sobre la competencia de los deportistas, pero que pronto son
rechazados por considerarse discriminatorios (algo que sucedería treinta años más tarde en
los Estados Unidos). Más adelante, como señala Cruz (1991), tres son los temas de estudio
que destacan: las motivaciones e intereses de los deportistas; la cuestión del "poder mental"
de los deportistas, incluyéndose aquí variables como el valor, la determinación, la tenacidad, la
resistencia y la disciplina; y las tensiones de los deportistas antes de la competición. En esta
dirección, se desarrolla un interesante campo de investigación con el propósito de contribuir a
la mejora del rendimiento deportivo en la competición.

En los años cuarenta y cincuenta, mientras en occidente se vive el vacío dejado por Griffith, en
los Países del Este ya se investiga sobre la relación entre activación y rendimiento, y se llega a
conclusiones como qué existe un nivel de activación óptimo en cuya presencia se produce el
máximo rendimiento, qué este nivel óptimo varía en función del deporte que se práctica y qué
es diferente para cada deportista, y qué controlando la activación y consiguiendo el nivel
óptimo se puede optimizar el rendimiento.

Como puede apreciarse, Triplett iba por el buen camino en su pionera investigación con
ciclistas, y los investigadores de estos países, en la misma dirección que él, muy adelantados
en un tema que se pondría "de moda" en occidente veinte años más tarde. En los años
sesenta, los Países del Este ya cuentan con psicólogos que utilizan rigurosos métodos de
evaluación basados fundamentalmente en la observación en lugar de hacerlo en los tests,
aportan información valiosa a sus entrenadores deportivos y emplean estrategias de
intervención específicas como la exposición progresiva a las condiciones estresantes de la

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competición o el entrenamiento en relajación de Schultz, todo ello con el objetivo de contribuir


a la mejora del rendimiento deportivo en la competición.

El papel del psicólogo queda definido como el de un científico que aporta conocimientos útiles
a los entrenadores y los deportistas, a veces para que desarrollen sus habilidades a largo
plazo y a veces para que se preparen de forma inmediata para una competición, pero siempre
teniendo en cuenta que los deportistas deben ser autosuficientes en el momento de competir.
Como señala Cruz (1991), este planteamiento quedó muy claro cuando en 1968 los psicólogos
de la entonces República Democrática de Alemania renunciaron a acudir a los Juegos
Olímpicos de México a pesar de haber contribuido muy activamente a la preparación de los
deportistas para este importante evento.

Este modelo de trabajo, característico de estos países hasta la fecha, acentúa la importancia
del autocontrol del deportista en el momento decisivo de la competición, y por tanto la
necesidad de que la Psicología contribuya a optimizar las posibildades de rendimiento a través
de un trabajo individualizado que conduzca a este objetivo (el autocontrol); y destaca el papel
del entrenador como responsable máximo del rendimiento de sus deportistas, que, por tanto,
debe recibir entrenamiento e información actualizada sobre las cuestiones psicológicas que
puedan influir en el rendimiento.

Sin embargo, el modelo renuncia a la posibilidad de ayuda psicológica "in situ", salvo que sea
a través del entrenador, al considerar que el papel del psicólogo no debe abarcar este aspecto.
Las dos primeras cuestiones (la importancia del autocontrol y el papel del entrenador)
coinciden con las tendencia más actuales en Psicología del Deporte; pero la tercera (la
ausencia del psicólogo en el momento de la competición) es claramente discutible, pués si bien
es cierto que no puede considerarse imprescindible la presencia del psicólogo, sí se ha
observado que en las competiciones de mayor trascendencia puede ser de gran ayuda para
los deportistas que previamente han trabajado con él, siendo su cometido, en estos casos, que
deportistas y entrenadores utilicen en la situación muy estresante de la competición
trascendente, los conocimientos psicológicos adquiridos con anterioridad.

1.3. Evolución en Occidente

Con un evidente retraso respecto a los países del Este, se puede decir que en los años
sesenta emerge el interés general por la Psicología del Deporte en occidente, organizándose
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la especialidad con la creación de asociaciones profesionales y la organización de congresos


científicos que reúnen a las personas interesadas, estimulan la investigación y el trabajo
aplicado, y favorecen los intercambios de información y la contribución colectiva al desarrollo
de este campo. Sin embargo, la investigación de la época todavía se aparta de las
necesidades concretas del deporte de competición, estudiándose, en gran parte, cuestiones de
escasa utilidad relacionadas con la personalidad de los deportistas, y aplicándose,
inapropiadamente, tests psicológicos que crean falsas expectativas y múltiples problemas
entre las personas del deporte (algo parecido a lo sucedido en la Unión Siviética treinta años
antes). En numerosos casos, se pretende que las puntuaciones de tests psicológicos de
Personalidad, generalmente elegidos sin una justificación teórica: (a) sirvan para s eleccionar a
los deportistas que supuestamente tienen mejores "condiciones psicológicas" para competir o
ganar; (b) determinen la idoneidad de cada deportista para un puesto de juego concreto
(defensa, delantero, etc.); o (c) indiquen la problemática existente en casos de bajo
rendimiento.

Como resulta obvio desde la perspectiva actual, los cientos de estudios realizados en esta
dirección constituyen un importante fracaso de la Psicología del Deporte, tanto por sus
resultados inconsistentes y contradictorios como por su metodología deficiente, alejándose de
las necesidades de deportistas y entrenadores para "sumergirse" en un campo de trabajo inútil
y muy amenazante para los que se someten a estas pruebas. En realidad, este inevitable
fracaso es la consecuencia de diversas causas; entre ellas: (a) el tipo de trabajo que
mayoritariamente realizaban los psicólogos en aquella época (el psicodiagnostico y la
evaluación psicológica a través de tests); (b) su falta de conocimiento y experiencia en el
campo de la intervención; y (c) su casi absoluto desconocimiento de la problemática específica
de los deportistas y la forma de evaluarla y controlarla.

Sin embargo, el movimiento iniciado en esta década por la Psicología del Deporte es ya
imparable, y desde mediados de los años setenta la autocrítica realizada comienza a dar sus
frutos, coincidiendo también, es verdad, con el creciente desarrollo del rol del psicólogo no sólo
como especialista de la observación y la evaluación de la conducta humana, sino también
como experto en la aplicación de estrategias que contribuyen al cambio de la conducta cuando
se considera apropiado. En 1979, se publica un importante artículo de Martens que cuestiona
abiertamente la dependencia excesiva de la investigación más tradicional, y plantea la
necesidad de desarrollar un estilo de trabajo que sin dejar de ser riguroso se adecúe el
máximo posible a las demandas del ámbito del deporte ("hay que cambiar las batas del
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laboratorio por chándales deportivos, y trabajar con los deportistas en su propio entorno")
(véase el artículo de Martens, en castellano, en el libro de Riera y Cruz, 1991).

Ya anteriormente, la investigación había ido abandonando el estudio de la Personalidad para


centrarse masivamente en el de la relación entre activación (o ansiedad) y rendimiento
deportivo, en la línea apuntada por Triplett ¡casi ochenta años antes!, y desarrollada
ampliamente en el todavía bloque de países soviéticos. Este cambio de enfoque, debido en
parte a los primeros contactos entre especialistas de los dos "bloques" (países occidentales y
del este) a finales de los sesenta y primeros de los setenta, constituye, sin duda, un importante
paso adelante de la Psicología del Deporte aplicada, pues por fin se abordan cuestiones que
tienen una gran relevancia en el campo del rendimiento.

1.4. Aspectos Actuales

En la línea apuntada en el apartado anterior, en los últimos veinte años se han estudiado las
habilidades y estrategias psicológicas que contribuyen a mejorar el rendimiento,
comenzándose a entrenar a los deportistas para que dominen y autoapliquen tales
habilidades. En la década de los ochenta y hasta la fecha, la aplicación de estrategias
psicológicas con deportistas de competición ha tenido un enorme auge, y ya no es tan
infrecuente que los deportistas se preparen con psicólogos deportivos, que los entrenadores
aprendan Psicología y se dejen asesorar por los psicólogos, o que éstos estén presentes en
las grandes competiciones como un especialista más que apoya a los competidores.

Es cierto, no obstante, qué todavía hay deportistas y entrenadores que no saben lo que puede
ofrecerles la Psicología del Deporte, o que han tenido experiencias negativas, y que por
desconocimiento o la mala experiencia vivida, rechazan la ayuda psicológica. También es
cierto, que los psicólogos, en muchos casos, han actuado en este campo sin estar
suficientemente preparados, o que han "utilizado" a los deportistas para sus investigaciones
sin ofrecerles un servicio útil, dejando una "mala imagen" general de la Psicología entre los
posibles usuarios. Pero parece claro, en cualquier caso, que las necesidades psicológicas de
los deportistas, como reconocen ellos mismos y sus entrenadores cuando se refieren a la
motivación, la concentración, etc., no son una "invención" de los psicólogos, sino una realidad
inherente a personas que deben luchar continuamente contra sus propios límites y rendir al
máximo de sus posibilidades en el contexto estresante de la competición deportiva. Atender
debidamente estas necesidades, constituye, por tanto, una parcela ineludible del deporte de
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competición, y los que por desconocimiento o estrechez de miras rechazan esta posibilidad, no
hacen más que limitar su propio progreso.

En España, el desarrollo de la Psicología del Deporte es muy reciente, pues sus orígenes se
remontan a la década de los sesenta con las aportaciones pioneras de Cagigal y Roig-Ibañez
(Cruz, 1991), y sólo a partir de la década de los ochenta se puede decir que haya avanzado
considerablemente, implantándose en la docencia e investigación de las universidades,
creándose asociaciones profesionales, elaborándose publicaciones, organizándose cursos y
congresos, y aplicándose, cada vez más, con los deportistas de competición.

En la preparación de los Juegos Olímpicos de Barcelona, muchos deportistas españoles


trabajaron con psicólogos, resultando, en general, una experiencia positiva que en algunos
casos ha tenido una continuidad después de los Juegos. También algunos psicólogos
trabajaron con equipos profesionales de fútbol a comienzos de los noventa, aunque en este
caso con resultados diversos, entre ellos, algunas experiencias negativas por falta de
preparación y un enfoque inapropiado sobre el papel del psicólogo en un equipo deportivo,
que tuvieron un enorme impacto perjudicial y contribuyeron a que durante muchos años las
puertas del fútbol hayan estado cerradas a los psicólogos. Sin embargo, en los últimos años,
muchos clubes de fútbol han contratado psicólogos para preparar a los jugadores de la
cantera, y con el tiempo esta tendencia derivará en la incorporación de los psicólogos a los
primeros equipos, como ya ocurre en algunos casos. En otros deportes, sobre todo
individuales, cada vez son más los psicólogos que trabajan con los deportistas, los
entrenadores, los padres de los deportistas jóvenes y, en ocasiones, los directivos y los
árbitros.

En resumen, la Psicología del Deporte de competición en España, tiene ya una cierta


experiencia y se encuentra en progresivo auge, con psicólogos especializados cada vez mejor
preparados y un creciente interés por parte de los deportistas y los entrenadores. Sin embargo,
deben perfeccionarse y delimitarse mejor los distintos enfoques desde los que se puede aplicar
la Psicología y elegirse cuidadosamente el método más apropiado en cada circunstancia
concreta, involucrando activamente a los entrenadores en la aplicación de la Psicología, pero
especificando su rol en este cometido, diferenciándolo del rol del psicólogo y encontrando la
compenetración adecuada entre los roles de ambos.

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2.

CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DE LA APLICACIÓN DE LA


PSICOLOGÍA EN EL DEPORTE DE COMPETICIÓN

2.1. Circunstancias Deportivas y Necesidades Psicológicas

2.2. Objetivo de la Preparación Psicológica

2.3. Variables, Habilidades y Técnicas Psicológicas

2.4. Vías de Intervención Psicológica

2.5. Roles Específicos en la Aplicación de la Psicología

2.6. Participación de los Deportistas en la Preparación Psicológica

2.7. Trabajo Colectivo y Trabajo Individual

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2.1. Circunstancias Deportivas y Necesidades Psicológicas.

Cada deporte y cada deportista o grupo de deportistas, tiene unas circunstancias deportivas
particulares que deben ser consideradas para poder comprender cuáles son las necesidades
psicológicas existentes, pues de lo contrario se estaría aplicando la Psicología, como por
desgracia ocurre en ocasiones, dando auténticos "palos de ciego". Por tanto, no se puede
hablar de una problemática psicológica y de un subsiguiente trabajo psicológico
estandarizados, sino de una problemática y de un trabajo que aún pudiendo coincidir en
numerosos casos en muchos aspectos, son la consecuencia de unas circunstancias
deportivas específicas.

Por ejemplo, el principal objetivo del deporte de competición es la consecución de un


determinado resultado deportivo (ganar una prueba, batir un record, no descender de
categoría, quedar entre los cinco primeros, etc.), y todo el esfuerzo de la preparación del
deportista en su conjunto, consiste en optimizar al máximo sus posibilidades de rendimiento
para poder alcanzar este objetivo concreto. Se parte de la base de que incrementando el
rendimiento de los deportistas, aumenta la probabilidad de que consigan el resultado
deseado, y aquí, precisamente, es dónde tiene cabida la contribución de las ciencias
aplicadas como la Psicología: en concreto, ayudando a que los deportistas rindan al máximo
de sus posibilidades reales para poder conseguir, así, los resultados deportivos que
constituyen su objetivo. Sin embargo, siendo este aspecto común a todos los deportistas de
competición, son diferentes las circunstancias de cada uno de ellos, y por tanto debe ser
diferente el camino de la intervención psicológica que pretenda ser eficaz en cada caso
particular.

Por ejemplo, en el caso de un equipo de fútbol de primera división, el objetivo de obtener el


mejor resultado en cada partido de liga, para poder conseguir, así, la clasificación deseada al
final de la temporada, obliga a que sus jugadores individualmente y como conjunto rindan al
máximo durante nueve meses. En otro extremo, un corredor de marathon cuyo objetivo sea
conseguir una determinada clasificación o marca personal en una prueba concreta de la
temporada, dedicará la mayor parte del año a prepararse para este evento, entrenando
durante muchas horas y compitiendo en otras pruebas menores sin un objetivo de
clasificación o de consecución de marca per se, sino de llegar en el mejor estado posible a la
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carrera principal. Lógicamente, las circunstancias deportivas de este corredor son diferentes a
las de los futbolistas anteriores, y por tanto, sus necesidades psicológicas serán otras y su
caso deberá ser contemplado también de manera diferente.

Otros ejemplos: en el caso de los deportistas "promesa" que siguen un plan de trabajo a largo
plazo, sus objetivos de resultados y de rendimiento a corto plazo estarán supeditados a su
progreso hacia metas mayores; mientras que en el caso de los deportistas más jóvenes,
puede ocurrir que la competición tenga como principal objetivo contribuir a su formación
integral, relegándose los resultados deportivos a un segundo plano; y en el de un deportista
ya muy veterano, su objetivo sea rendir al máximo a pesar del declive de sus facultades
físicas.

Las necesidades psicológicas de todos estos deportistas, pueden coincidir, cómo es lógico,
en algunas cuestiones (por ejemplo: para todos puede ser muy estresante la evaluación que
su entrenador hace de ellos; todos pueden tener momentos de desánimo; etc.), pero difieren
claramente en otras muchas (por ejemplo: la motivación por el entrenamiento deberá ser
mayor en el deportista que debe entrenar muchas horas, días y semanas, con pocas
competiciones en su calendario anual, que en el deportista que compite una o dos veces
todas las semanas y apenas entrena).

En líneas generales, deben tenerse en cuenta diferencias deportivas determinantes, tales


cómo: el ciclo competición-entrenamiento de cada deporte; las exigencias y circunstancias
concretas del entrenamiento y la competición de cada especialidad; los objetivos específicos
de la actividad deportiva en función de la edad, la existencia de perspectivas deportivas a
largo plazo, el grado de profesionalidad, etc.; y, por supuesto, la situación concreta en la que
se encuentra cada deportista en particular dentro de un mismo deporte o de una misma edad
o circunstancia global (no es lo mismo, por ejemplo, ser titular que suplente, destacar que no
hacerlo, disponer del apoyo apropiado de la familia que sufrir la "presión" irracional de los
padres, etc.). En definitiva, cada deportista de competición tiene unas circunstancias
deportivas específicas que plantean unas necesidades psicológicas también específicas; y
comprendiéndose las primeras se podrán detectar mejor cuáles son las segundas, y
determinar cuál es el trabajo psicológico que en cada caso particular conviene realizar.

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2.2. Objetivo de la Preparación Psicológica

La preparación psicológica de los deportistas incluye la aplicación rigurosa de estrategias


apropiadas para conseguir que alcancen un determinado estado mental y realicen una
conducta o conjunto de conductas que resulten relevantes para su rendimiento. La
preparación psicológica, supone la manipulación de variables psicológicas como la
motivación, la auto-confianza, la atención, etc. con el objetivo, en este contexto, de conseguir
el rendimiento deportivo y personal más apropiado en cada momento concreto
(entrenamientos, competiciones, momentos previos a la competición, periodos de descanso,
reuniones entrenador-deportista, etc.).

En general, existen tres grandes áreas de trabajo psicológico en el deporte de competición:

(a) el área del entrenamiento deportivo, en la que el principal objetivo es contribuir a


ensanchar las posibilidades de rendimiento de los deportistas, ayudando a incrementar y
"poner a punto" sus recursos de todo tipo;

(b) el área de la competición deportiva, en la que se trata de colaborar a que los deportistas
pongan en práctica las habilidades que dominan en las condiciones estresantes de la
competición;

(c) un área de apoyo a las anteriores, en la que se incluyen apartados que pueden contribuir a
optimizar el rendimiento tanto en el entrenamiento como en la competición; principalmente: la
comunicación interpersonal, el funcionamiento del grupo, la prevención y rehabilitación de
lesiones, y el ajuste o equilibrio psicológico.

Por tanto, en contraste con lo que todavía piensan algunas personas del deporte, el trabajo
psicológico no es algo que sirva unicamente para los deportistas con problemas emocionales
o alteraciones mentales de cualquier tipo, sino que constituye una rama más de la
preparación global del deportista, al igual que la preparación física, el entrenamiento técnico o
el entrenamiento táctico. Lógicamente, la prevención de alteraciones mentales y el control o
alivio de éstas cuando estén presentes, serán también objetivos de la intervención
psicológica, tal y como hemos apuntado al referirnos al área de apoyo, pero debe entenderse
que el trabajo psicológico en el deporte abarca mucho más, incluyendo, fundamentalmente, la
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preparación de los deportistas que sin ningún problema psicológico pueden optimizar su
rendimiento, aumentar su grado de satisfacción y disfrutar más con la práctica de su deporte.

En ocasiones se ha planteado si la intervención psicológica debe centrarse prioritariamente


en el rendimiento deportivo del deportista o en cuestiones más relacionadas con el deportista
como persona, tales como su desarrollo integral, su funcionamiento general o su ajuste
emocional. Parece claro, que el rendimiento del deportista debe ser, en general, el principal
objetivo del trabajo psicológico en el contexto del deporte de competición, pero no por ello se
debe olvidar al deportista como persona, ayudándole a que aproveche la experiencia
deportiva en un sentido más amplio que el del rendimiento, se enfrente saludablemente a los
riesgos y problemas psicológicos que pueden derivarse de las exigencias permanentes del
deporte de competición y, en definitiva, sea una persona equilibrada, satisfecha y feliz, sin
que por ello desvie su atención del objetivo principal de su cometido como deportista de
competición: el alto rendimiento. Además, puesto que el deportista equilibrado y satisfecho
también tenderá a rendir mejor a lo largo del tiempo, esta vertiente del trabajo psicológico no
sólo es perfectamente compatible con la preparación psicológica dirigida especificamente a la
optimización del rendimiento deportivo, sino que constituye una alternativa complementaria
que indirectamente beneficiará también al rendimiento, razón por la que debe incluirse dentro
del área que hemos denominado de apoyo.

2.3. Variables, Habilidades y Técnicas Psicológicas.

Al igual que el entrenamiento físico pretende incidir sobre variables relevantes para el
rendimiento como la resistencia, la fuerza, la flexibilidad o la velocidad, el trabajo psicológico
debe centrarse en la manipulación de variables psicológicas que también sean relevantes en
este contexto, tales como la motivación, el estrés psicosocial, la auto-confianza, la auto-
estima, los estados de ánimo, el nivel de activación, la atención, la toma de decisiones, la
agresividad, la constancia o persistencia, las relaciones interpersonales y la cohesión de
equipo, teniendo en cuenta las condiciones ambientales y personales que afectan a estas
variables y las estrategias que pueden controlarlas en la dirección adecuada.

Como ya se ha señalado, la manipulación de estas variables dependerá de las necesidades


existentes en cada momento concreto. Por ejemplo, en la pretemporada o en general en
periodos alejados de la competición caracterizados por una elevada carga de trabajo físico y
18
Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

técnico, será muy importante incrementar la motivación por la actividad deportiva, eliminar el
estrés asociado a situaciones ajenas al entrenamiento y conseguir que la atención se centre
en los objetivos y tareas de este periodo de entrenamiento, pero al mismo tiempo quizá
convenga provocar estrés en relación a las demandas deportivas del entrenamiento (para que
los deportistas se acostumbren a enfrentarse a las dificultades de la competición), desarrollar
una cierta inseguridad respecto a los propios recursos (que alerte y predisponga
favorablemente a los deportistas respecto a la necesidad de entrenar) y favorecer una cierta
rivalidad deportiva interna entre los miembros del equipo (que evite el acomodamiento y
motive a los deportistas a entrenar).

Sin embargo, cuando la competición esté cerca, aunque en ocasiones puedan obsevarse
déficits, lo normal es que la motivación sea ya suficientemente elevada per se, y que no sea
necesario incrementarla sino controlarla para que no aumente en exceso, resultando muy
importante, además, sustituir la inseguridad respecto a los propios recursos por una elevada
auto-confianza que contrarreste el potencial estresante de la competición, y reemplazar la
rivalidad interna por una sólida y apropiada cohesión de equipo.

Asimismo, será importante mantener bajo el nivel de activación del organismo en las horas
anteriores a la participación en la competición (para que el deportista funcione bien y acumule
energía), pero también conseguir en los momentos previos un nivel de activación apropiado
(el considerado nivel óptimo) para comenzar la competición en las mejores condiciones físicas
y mentales; y también que en el transcurso de la competición la atención se centre en las
cuestiones que sean relevantes para rendir al máximo en el momento presente, evitando
desviarse hacia cuestiones superfluas que distraigan al deportista o que puedan ser
estresantes y perjudiquen el estado psicológico apropiado para conseguir el máximo
rendimiento posible (como analizar en profundidad lo sucedido en las acciones anteriores o
estar demasiado pendiente del marcador, de la actuación de los árbitos, de sus sensaciones
de cansancio o dolor, o de cuestiones ajenas a su control).

En definitiva, se debe comprender la importancia de las variables psicológicas que pueden ser
relevantes en cada momento concreto, y saber la dirección en la que partiendo de la situación
presente, debería ser controlada cada variable con cada deportista o grupo de deportistas en
particular. Por desgracia, ésta es una de las lagunas más importantes de la Psicología
aplicada al deporte de competición, pués a menudo se habla y se escribe sobre habilidades
psicológicas o técnicas de intervención concretas (por ejemplo: la relajación o la práctica en
19
Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

imaginación) sin que se explique cuál es la variable que se pretende que cambie, y cuál la
dirección de este cambio, al utilizarse una determinada habilidad o técnica. Es cómo si en el
terreno del entrenamiento deportivo, se les enseñara a los deportistas habilidades como
realizar correctamente ejercicios de pesas o planificar y evaluar series de carreras, o se les
aplicara un determinado entrenamiento como el interval-training, pero no se supiera
exactamente que es lo que se pretendía manipular: ¿la fuerza?, ¿la resistencia muscular?,
¿la resistencia orgánica?, etc. El deportista podría tener muchas habilidades y el entrenador
aplicar muy bién diferentes sistemas o técnicas de entrenamiento, y en muchos casos todo
ello incidiría en un rendimiento mejor, pero al ignorarse las variables concretas que deben
cambiar a través del entrenamiento, se estaría trabajando en gran medida "dando palos de
ciego". Algo parecido sucede cuándo se trata de la preparación psicológica y se ignora el
papel de las variables (motivación, estrés, auto-confianza, etc.) que juegan un papel crucial en
relación con el rendimiento.

Estas variables, eso sí, pueden ser manipuladas a través de habilidades y técnicas
psicológicas. Las primeras se refieren a la capacidad de un deportista para auto-controlar las
variables relevantes que pueden afectar su propio rendimiento, o también a la capacidad de
un entrenador para controlar las variables relevantes que pueden afectar el rendimiento de
sus deportistas. Pueden tener algo de innato y/o haber sido adquiridas a través de la propia
experiencia de los deportistas o entrenadores, o haber sido aprendidas mediante el
entrenamiento psicológico apropiado. En ocasiones se observa que los deportistas y los
entrenadores dominan habilidades psicológicas que nadie les ha enseñado de manera
específica (aunque en parte han podido aprenderlas recibiendo información verbal de otras
personas u observando a otros deportistas o entrenadores); en muchos de estos casos estas
habilidades podrían ser perfeccionadas mediante un entrenamiento específico que corregiría
posibles defectos, añadiría nuevos detalles y, en definitiva, haría más eficaces a estos
deportistas y entrenadores. En otros casos, los deportistas y entrenadores no dominan las
habilidades psicológicas relevantes, y sólo llegan a hacerlo después de haberse sometido al
entrenamiento correspondiente.

En general, el entrenamiento apropiado para el dominio o perfeccionamiento de habilidades


como el planteamiento de objetivos, la auto-evaluación del nivel de activación, la utilización de
la relajación y de otras estrategias de auto-regulación de la activación, el uso de la práctica en
imaginación, la utilización de monólogos internos, el empleo de estrategias que ayuden a
controlar la atención durante la competición, el análisis objetivo y apropiado del propio
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rendimiento, etc., puede constituir una valiosísima ayuda para la mayoría de los deportistas,
aunque también habrá que entrenarles para que aprendan a aplicar tales habilidades en
función de las variables (motivación, estrés, atención, etc.) que se deban controlar y de la
dirección (aumentar, disminuir) o cuestión específica de cada variable que se deba manipular.

Reducir la intervención psicológica en el deporte de competición al simple entrenamiento de


habilidades, e incluso extenderlo a la aplicación de éstas sin discriminar muy bién cuál es la
variable sobre la que se pretende actuar, es un grave y común error en la evolución de esta
disciplina que en el futuro se debe subsanar.

Otro grave déficit, es que apenas se ha incidido sobre las habilidades psicológicas de los
entrenadores; por ejemplo: plantear objetivos apropiados para sus deportistas, utilizar
correctamente estrategias operantes y de modelado, aplicar con precisión técnicas de
exposición para controlar las situaciones estresantes de la competición, dominar habilidades
de comunicación e interacción social, habilidades de negociación, habilidades para la
motivación del grupo y la solución de conflictos, etc. Parece obvio, que el papel tan relevante
que tiene el entrenador en el rendimiento de sus deportistas, la importancia tan notable de
habilidades como las anteriores y las enormes carencias existentes en la mayoría de los
entrenadores, requieren que desde la Psicología se le dedique una atención mayor a este
trascendente apartado.

En gran parte, las habilidades relevantes de los entrenadores incluyen la aplicación de


determinadas técnicas psicológicas para conseguir que sus deportistas rindan al máximo de
sus posibilidades; pero también se refieren a su capacidad para rendir al máximo en su propio
cometido como entrenadores. Por ejemplo, un entrenador puede dominar la habilidad de
controlar la activación de sus deportistas en un determinado momento, pero puede no
dominar la habilidad de controlar su propia activación, lo que puede provocar que aún
sabiendo hacerlo, no sea capaz de aplicar la primera habilidad en situaciones estresantes en
las que se pone nervioso. El entrenamiento en habilidades de los entrenadores debe abarcar,
por tanto, dos grandes apartados: las habilidades que pueden afectar el rendimiento de sus
deportistas incidiendo en variables psicológicas relevantes; y las habilidades de auto-
regulación de su propio funcionamiento como personas y entrenadores.

Por último, las técnicas psicológicas son estrategias que sirven para manipular las variables
psicológicas relevantes (motivación, estrés, etc.), pero no necesariamente son habilidades
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que auto-aplica el deportista o aplica el entrenador. En ocasiones incluyen habilidades sólo


propias del psicólogo, que por tanto no pueden ser aplicadas por deportistas y entrenadores
sin la especialización profesional de aquél. Entre ellas, está la habilidad de saber entrenar a
deportistas y entrenadores para que dominen las habilidades propias de su condición y de
orientarles correctamente sobre la utilización de estas habilidades; y también el uso riguroso
de procedimientos de evaluación e intervención específicos. Técnicas como la
desensibilización sistemática para la eliminación de miedos concretos, la restructuración
cognitiva con objetivos como el anterior o la modificación de creencias disfuncionales y
estados emocionales adversos, el condicionamiento encubierto de determinadas respuestas a
estímulos antecedentes específicos, el diseño de programas operantes complejos para la
modificación de conductas deportivas, etc., no son habilidades que puedan formar parte del
repertorio de deportistas y entrenadores (como tampoco lo es, por ejemplo en la Medicina del
Deporte, la habilidad de operar una rodilla), pero bien aplicadas por los psicólogos pueden
contribuir enormemente a modificar variables relevantes relacionadas con el rendimiento.

En resumen, tanto las habilidades que pueden auto-aplicar los deportistas o aplicar los
entrenadores, como las técnicas de uso exclusivo de los psicólogos, deben dirigirse a la
manipulación apropiada de variables psicológicas que afectan el rendimiento de los
deportistas.

2.4. Vías de Intervención Psicológica

Como consecuencia del planteamiento del apartado anterior, la intervención psicológica (o


preparación psicológica) puede realizarse por distintas vías. Como ocurre con otras parcelas
de la preparación de un deportista (entrenamiento fís ico, entrenamiento técnico, etc,), el
objetivo será contribuir al máximo rendimiento del deportista, en este caso manipulando
variables psicológicas relevantes, y para conseguirlo se podrán utilizar: (a) el entrenamiento
de los deportistas en habilidades de auto-aplicación; (b) el entrenamiento de los entrenadores
en habilidades relevantes; (c) el entrenamiento de todos aquellos profesionales que pueden
tener una influencia sobre las variables psicológicas relevantes (en la misma línea que en el
caso del entrenador: el médico, el fisioterapeuta, otros miembros del cuadro técnico, los
directivos, los familiares); (d) el asesoramiento de deportistas, entrenadores y otras personas
influyentes para que apliquen correctamente las habilidades aprendidas; y (e) la aplicación de
procedimientos de evaluación e intervención por parte del psicólogo. Todas estas posibles

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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

formas de intervención psicológica, pueden agruparse en dos grandes bloques o vías de


intervención: la intervención directa y la intervención indirecta.

La intervención psicológica directa tiene lugar cuando el psicólogo y el deportista trabajan en


contacto directo, incluyendo el entrenamiento y asesoramiento del deportista para la auto-
aplicación de habilidades, y la aplicación de técnicas específicas por parte del psicólogo. Es la
forma más tradicional de trabajar y, erróneamente, suele hablarse de intervención psicológica
sólo cuando se trabaja de esta manera. Mediante la intervención indirecta, sin embargo, el
psicólogo intenta incidir sobre el estado psicológico del deportista a través de intermediarios
que están en el entorno habitual de éste: sus entrenadores, directivos, médicos, compañeros,
familiares, etc.; entrenándoles y asesorándoles para que mediante sus decisiones y
actuaciones influyan en las variables psicológicas relevantes.

La decisión de un entrenador sobre la selección de un deportista para disputar una prueba o


un partido, las normas que utiliza en los ejercicios de los entrenamientos, los objetivos que
establece y la manera de hacerlo, el rol específico que asigna a cada uno de sus jugadores,
etc., pueden tener una notable influencia en el estado psicológico de los deportistas a su
cargo; como también sucede con el contenido y la forma de sus instrucciones, comentarios y
cualquier otra de sus conductas verbales y no verbales. Lo mismo ocurre cuando se trata de
otros miembros del cuadro técnico (entrenadores ayudantes, preparador físico, médico,
fisioterapeuta, etc.) cuyas decisiones y acciones puedan ser influyentes. Resulta obvio, que el
control adecuado de estas importantes vías de influencia psicológica (es decir, la intervención
indirecta) también debe considerarse intervención psicológica aunque el psicólogo no aplique
directamente ninguna técnica específica.

En general, la intervención indirecta debería estar siempre presente formando parte de la


preparación global de cualquier deportista (y de alguna manera siempre lo está, aunque por
falta de entrenamiento y asesoramiento apropiados, dándose múltiples "palos de ciego" con
efectos diversos que a veces resultan muy perjudiciales en lugar de positivos), mientras que
la intervención directa puede o no estar presente en función del conocimiento y la disposición
de los responsables que deben contratar a los psicólogos, la disposición de los deportistas a
trabajar con éstos, y la conveniencia de llevar a cabo este tipo de intervención teniendo en
cuenta las necesidades existentes. En realidad, en un planteamiento ideal cada vez más
habitual y al que se debe aspirar, la correcta interacción entre intervención directa e indirecta,
será la clave de una preparación psicológica verdaderamente eficaz.
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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

2.5. Roles Específicos en la Aplicación de la Psicología

Numerosos entrenadores han reconocido, y reconocen, la importancia de las cuestiones


psicológicas en el funcionamiento general y el rendimiento deportivo de sus deportistas. Sin
embargo, muchos de ellos no aceptan o no comprenden la necesidad de los psicólogos,
llegando a esgrimir, incluso, que "el entrenador es el auténtico psicólogo". En realidad, no es
extraño este planteamiento, ya que, por un lado, tal y como se ha señalado en el apartado
anterior, los entrenadores, a través de sus decisiones y actuaciones, pueden incidir
poderosamente en variables psicológicas relevantes de sus deportistas (en su motivación, su
auto-confianza, etc.), y por otro lado, existe un gran desconocimiento y una tremenda
desconfianza como consecuencia de éste, respecto a la posible aportación e implicaciones
del trabajo del psicólogo.

La distinción entre intervención directa e indirecta, delimita claramente el rol del psicólogo y
del entrenador en la aplicación de la Psicología. Los entrenadores pueden aprender mucha
Psicología asistiendo a cursos o estudiando por su cuenta, pero no por ello serán psicólogos
titulados con la capacidad de aplicar cualquier estrategia psicológica. Eso sí, cuanta más
Psicología sepan, mejor comprenderán la problemática y las necesidades de sus deportistas,
y más enriquecerán su método habitual de trabajo incorporando estrategias de evaluación e
intervención que sí puedan emplear. Buscando un símil con la Medicina del Deporte, el
entrenador puede incrementar sus conocimientos sobre las lesiones más habituales en su
deporte e incorporar algunos ejercicios preventivos para evitar lesiones o contribuir a su
recuperación, pero por mucho que sepa no estará capacitado para operar la rodilla a uno de
sus deportistas. Del mismo modo, las cuestiones más complejas de la Psicología no están al
alcance del entrenador, por lo que aún considerándose "un gran psicólogo" que influye
psicológicamente en sus deportistas hasta cierto punto, será inevitable que se le escapen
detalles importantes, casos complejos y, en definitiva, problemas cuya solución requiere algo
más que "un buen psicólogo", es decir la intervención de un verdadero psicólogo profesional
especializado en este campo.

Del mismo modo, el psicólogo, aún teniendo amplios conocimientos de un determinado


deporte, no debe ignorar la importancia del entrenador en la aplicación de la Psicología con
los deportistas, sino que debe ayudarle en este cometido sin cometer el grave error de pensar
que podría suplantarle. En muchos casos, el papel del psicólogo se limitará a observar el
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funcionamiento de los deportistas desde una perspectiva más especializada y un poco más
alejada que la del entrenador, anticipando posibles problemas y buscando soluciones
preventivas para ellos. Otras veces, escuchará al entrenador y le asesorará sobre la forma
más conveniente de actuar desde el punto de vista psicológico, sin decirle al entrenador "lo
que tiene que hacer" (pués la decisión final debe ser siempre del entrenador) sino
explicándole las posibles alternativas y sus previsibles efectos psicológicos a corto y a largo
plazo, y preparándole, si procediera, para que utilice correctamente alguna estrategia
concreta.

Asimismo, el psicólogo puede utilizar sus habilidades profesionales y su posición distante de


las decisiones deportivas que afectan a los deportistas, para entrenar a los deportistas en el
dominio de habilidades psicológicas relevantes y tratar problemas que requieran una ayuda
más específica. Buscando un simil en el rol del preparador físico, éste puede asesorar al
entrenador sobre la conveniencia de incorporar a las sesiones de entrenamiento técnico o
táctico, ingredientes que contribuyan a mejorar la preparación física de los deportistas (por
ejemplo, incrementar la intensidad, reducir los periodos de recuperacion, etc.), y este trabajo
deberá ser realizado por el entrenador, que es el responsable de dirigir estas sesiones de
entrenamiento. Además, el preparador físico puede entrenar a los deportistas para que
aprendan a trabajar con las pesas y puedan llevar a cabo un plan específico de pesas con un
determinado deportista, sin que en estos casos intervenga el entrenador. Es verdad que el
entrenador puede ser un gran especialista en temas relacionados con la preparación física y
podría trabajar sin un preparador físico, mientras que en el caso de la Psicología nunca podrá
sustituir al psicólogo en determinadas tareas salvo que sea también un psicólogo titulado,
pero el ejemplo anterior puede servir para comprender cuál puede ser la interacción entre el
rol del entrenador y el de otros profesionales que colaboran con él en la preparación de sus
deportistas.

¿Y que sucede si el entrenador es también un psicólogo titulado?. En este caso, el entrenador


sí estaría capacitado para ejercer el papel del psicólogo, y como hemos planteado en otro
escrito (Buceta, 1993) podría beneficiarse de su doble rol si fuera capaz de controlar las
dificultades que éste conlleva. En general, el entrenador-psicólogo estará en una buena
posición para despertar el interés de sus deportistas por las cuestiones mentales, coordinar
con facilidad lo deportivo y lo psicológico, entrenar a sus deportistas en el dominio de
habilidades psicológicas básicas y aplicar con conocimiento la intervención indirecta, pero le
faltará tiempo para llevar a cabo ambos roles con la dedicación que cada uno requiere y
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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

podrá encontrarse con dificultades como: (a) una falta de confianza de los deportistas hacia él
y viceversa (por ejemplo: los deportistas pueden pensar que la información que le den al
entrenador podría perjudicarles cuando el entrenador tome decisiones deportivas que les
afectan; y el entrenador puede pensar que los deportistas le están diciendo aquello que
piensan que a él le gustaría oir); (b) una mínima disposición de los deportistas a colaborar en
un tipo de trabajo (el trabajo psicológico más profundo) que requiere compartir ideas,
pensamientos, creencias e imágenes muy íntimas; y (c) un exceso de implicación emocional
(sobre todo cerca y durante la competición) que impedirá que el entrenador trabaje con la
perspectiva y la objetividad que necesita el trabajo psicológico más complejo.

Las conclusiones de mi propio trabajo utilizando este doble rol con el equipo olímpico de
baloncesto femenino (Buceta, 1992; Buceta, 1993), indican que incluso en las mejores
condiciones para llevar a cabo este doble cometido, el entrenador-psicólogo debe aceptar la
existencia de un límite a partir del cuál no puede seguir realizando un trabajo psicológico
específico. Hasta ese límite puede beneficiarse considerablemente en la mayoría de los
casos, pero después, la doble condición de entrenador-psicólogo dificultará que pueda seguir
avanzando en su trabajo como psicólogo. Por tanto, si se pretende conseguir el máximo
aprovechamiento de todas las posibilidades que ofrece la preparación psicológica, el
entrenador-psicólogo debe complementar su trabajo indirecto y directo, con el trabajo directo
de otro psicólogo ajeno a la responsabilidad como entrenador.

En definitiva, aunque queda claro que los entrenadores pueden y deben trabajar para
conseguir una buena preparación psicológica de sus deportistas, ésta no será completa, en la
mayoría de los casos, en ausencia de un profesional de la Psicología que ayude al entrenador
y complemente su trabajo; e incluso cuando el entrenador sea un psicólogo titulado,
convendrá que cuente con la colaboración de otro psicólogo no implicado en las decisiones
deportivas que afectan a los deportistas.

El psicólogo profesional puede colaborar con el entrenador desde diferentes perspectivas, en


función de los medios disponibles y de las preferencias de los interesados. En general, podrá
ser un miembro más del equipo técnico de un equipo, un club u otra organización deportiva, o
podrá trabajar por cuenta ajena y ser contratado por la organización deportiva (club o
federación) o por los propios deportistas para tareas concretas.

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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

En cualquier caso, deberá respetarse la confidencialidad de su relación con el deportista,


pués es ésta una de las piezas clave del trabajo psicológico más complejo. Aunque le
contrate la organización, el psicólogo no puede ser un "confidente" del entrenador o de los
directivos, pués además de atentar contra los principios éticos de la profesión, perdería la
confianza de los deportistas y ya no podría realizar eficazmente su trabajo. Ahora bién,
tampoco puede ser un "cómplice" de los deportistas, en contra de los intereses de la
organización, para ganarse su confianza por esta vía y evitarse problemas. El psicólogo debe
colaborar con el entrenador y con la organización sin necesidad de revelar detalles que el
deportista no le contaría si no confiara en su discrección. Y debe ganarse la confianza del
deportista trabajando con profesionalidad; fundamentalmente: comprendiéndole, analizando
las situaciones objetivamente, asesorándole convenientemente aún teniendo que decirle lo
que no le gustaría oir, y garantizándole una relación confidencial.

2.6. Participación de los Deportistas en la Preparación Psicológica.

¿Es necesario que todos los deportistas realicen un trabajo específico para su preparación
psicológica?; ¿qué sucede si algunos deportistas no quieren hacerlo?; ¿debe ser obligatorio
el trabajo psicológico?; ¿qué ocurre en los deportes de equipo si algunos deportistas no
quieren participar?.

Todos los deportistas, de una u otra manera, realizan algún tipo de preparación psicológica.
En ocasiones, basándose en su propia experiencia, que les aconseja lo mejor que pueden
hacer en determinados momentos concretos, y otras veces a través de la intervención
indirecta de sus entrenadores. Muchos deportistas no necesitan realizar un trabajo psicológico
directo para mejorar su preparación psicológica, porque han aprendido por sí mismos a
controlar la motivación y el estrés asociados a la competición y son capaces de "auto-
regularse" para rendir al máximo, aunque sin duda podrían optimizar sus recursos si
ampliasen su repertorio de conocimientos y habilidades, y perfeccionasen sus métodos
habituales de actuación.

Muchos otros deportistas sí necesitan, claramente, un trabajo psicológico específico directo


que les ayude a controlar variables psicológicas relacionadas con su rendimiento. Se trata, en
numerosos casos, de deportistas que aún rindiendo bién la mayoría de las veces, rinden por
debajo de sus posibilidades en momentos decisivos concretos en los que son las cuestiones
psicológicas las que les controlan a ellos y no al revés. Cuantitativamente, el saldo puede ser
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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

casi insignificante, pués puede haber muchas más veces en las que esto no sucede, pero
cualitativamente el problema puede ser muy grave, ya que estos pocos momentos de pérdida
de control pueden significar la pérdida de las competiciones importantes. El trabajo
psicológico específico (intervención directa) puede ayudar a estos deportistas a incrementar
su control sobre las variables psicológicas relevantes y, por esta vía, a optimizar su
rendimiento y aumentar sus posibilidades de éxito en los momentos más difíciles y
trascendentes.

Ahora bién, puede ocurrir que algunos deportista no quieran realizar el trabajo psicológico
específico que podría beneficiarles. Esto sucede, sobre todo, con deportistas veteranos que
en general suelen rechazar cualquier innovación, o con otros deportistas escépticos o
desconfiados (en gran parte debido a su desconocimiento) o que temen dar una imagen de
vulnerabilidad o fragilidad mental ante los demás. Resulta obvio, que si un deportista no
quiere realizar este trabajo, será absurdo obligarle a ello, pués por mucho que se le obligue
no lo hará. Es distinto, por ejemplo, el caso de los deportistas que no quieren hacer ejercicios
de preparación física pero a los que se obliga a ello. El preparador físico podrá observar,
perfectamente, si el deportista hace o no hace el trabajo programado, e insistirle, e incluso
penalizarle, hasta que lo haga bién; y aún haciéndolo a "regañadientes", el deportista se
beneficiará del trabajo físico realizado (abdominales, carrera, etc.). Sin embargo, cuando se
trata de realizar un trabajo mental, no existe la posibilidad de observar lo qué está sucediendo
en la mente del deportista, ni se le puede obligar a qué aporte información relevante sobre
sus experiencias mentales más íntimas, ni se puede lograr qué aprenda y aplique
correctamente las estrategias más apropiadas, ni conseguir, en definitiva, qué en contra de su
voluntad el trabajo realizado pueda resultarle útil.

Es claro, que no se puede trabajar con una persona por la vía directa si ésta no quiere, algo
que deberían tener muy presente psicólogos y entrenadores cuando se plantean las
posibilidades reales de la intervención psicológica con sus deportistas. En estos casos, el
trabajo del psicólogo debe consistir en preparar el terreno, poco a poco, para mejorar la
disposición del deportista e intervenir más adelante, lo que requiere habilidad, paciencia y una
perspectiva amplia del trabajo psicológico que debe extenderse más allá de la solución "como
sea" del problema más urgente. Mientras mejora la disposición del deportista hacia el trabajo
psicológico directo, o en el caso de que "se mantenga en sus trece" y nunca mejore,
psicólogo y entrenador deben aceptar esta realidad sin que resulte una situación traumática,

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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

diseñando y empleando estrategias de aplicación indirecta, y evitando que la relación


personal y profesional con estos deportistas se deteriore como consecuencia de su negativa.

Por tanto, cuando se trate de un equipo, podrá haber deportistas que realicen un trabajo
psicológico directo y otros que no lo hagan, y no por ello el psicólogo debe sentirse incómodo
en presencia de estos últimos o se debe desarrollar la idea de que existe una discriminación
de trato. El enfoque que se le debe dar a esta situación, es que al igual que no todos los
deportistas realizan el mismo entrenamiento físico o técnico, tampoco todos tienen porqué
realizar el entrenamiento psicológico directo, y qué sólo lo realizarán aquellos que consideren
que pueden beneficiarse de él.

Eso sí, y en este punto es decisiva la aportación del entrenador, el trabajo psicológico directo
no puede ser una carga "extra" para los que lo hacen, y sí un elemento más de la preparación
global del deportista para la optimización de su rendimiento deportivo. De esta forma, los
deportistas pueden optar entre el complemento del trabajo psicológico específico o el de otras
alternativas no psicológicas del entrenamiento, y los que no necesiten este trabajo específico
para optimizar su rendimiento (o que consideren que no lo necesitan) deberán dedicar más
tiempo a hacerlo por otras vías (trabajo técnico, análisis táctico, estudio de videos, solución de
problemas teóricos, etc.). Si el entrenador considera importante el trabajo psicológico directo
en el conjunto de su plan de entrenamiento, deberá darle importancia ante sus deportistas
concediéndole un "hueco" apropiado en el conjunto de actividades a realizar; lo que significa
que deberá establecer otras prioridades y eliminar parte de la carga de trabajo de otros
apartados del entrenamiento para traspasarla a éste.

Si un deportista está bién preparado física y técnicamente, pero falla en el momento decisivo
de la competición porque se pone muy nervioso, ¿no sería conveniente que se dedicara una
parte destacada del tiempo de entrenamiento a solucionar este problema, aunque fuera en
detrimento de otras parcelas también importantes (la preparación física, el entrenamiento
técnico) pero quizá menos priorotarias en este momento?, o ¿se debe seguir entrenando en
la misma línea de siempre, "confiando" en que "ocurrirá algo" y que algún día quizá este
deportista ya no se ponga nervioso y demuestre en la competición de lo que es capaz?. Hay
entrenadores que increiblemente siguen esperando ese "algo" que un día, sin que se sepa
muy bien el porqué, solucione sus problemas; otros, sin embargo, prefieren buscar soluciones
eficaces y empiezan a darle importancia a las cuestiones psicológicas y al trabajo psicológico
más específico. Esta importancia se manifiesta en un apoyo total a este tipo de trabajo y en
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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

organizar su plan general contando con este apartado como uno más de los que contribuyen
a la preparación de sus deportistas, aunque comprendiendo y respetando que se trata de un
tipo de trabajo que debe ser voluntario para que verdaderamente pueda resultar eficaz.

Aunque existen opiniones diferentes, la tendencia más actual a este respecto, es que con los
deportistas más jóvenes se puede introducir facilmente el trabajo psicológico específico como
una parte más de su entrenamiento cotidiano, pero que con los deportistas más formados que
no han realizado este trabajo previamente, se debe seguir otro procedimiento. En estos
casos, se les debe informar convenientemente sobre las posibilidades que puede abarcar el
trabajo psicológico, y dejarles elegir si quieren o no realizarlo. Puede ocurrir que el primer año
sólo una minoría de los deportistas de un equipo decidan participar, pero éste será el primer
paso para seguir avanzando. Estos deportistas, claramente interesados, podrán beneficiarse
de este trabajo específico y serán el mejor "reclamo" para que al año siguiente otros
compañeros decidan participar también, y así sucesivamente hasta que se consiga un
elevado nivel de participación que no tiene porqué abarcar, necesariamente, a todos los
miembros del equipo (siempre habrá algunos que no quieran participar) ni suponer que todos
los participantes deban implicarse de la misma manera (por ejemplo: unos se limitarán a
aprender algunas habilidades básicas y otros continuarán trabajando con mayor dedicación y
"profundidad").

Al contrario, obligar a todos los miembros del equipo a participar desde el primer momento y
además formando un solo grupo, propiciará que los que no estén interesados puedan
interferir negativamente en el buen funcionamiento del trabajo, impidiendo que se beneficien
los que tengan interés y contribuyendo a que se cree una "mala imagen" de lo que puede
aportar el entrenamiento psicológico. Este es, probablemente, el caso de algunas de las
conocidas experiencias sin continuidad con equipos de la primera división del fútbol español.
Con un enfoque diferente, similar al que hemos explicado, tal y como se trabaja en los países
más avanzados con los deportistas de élite, es muy posible que el impacto de estas
experiencias hubiera sido otro, y que, poco a poco, se hubieran extendido el interés y la
credibilidad respecto al trabajo específico directo que pueden hacer los psicólogos.

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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

2.7. Trabajo Colectivo y Trabajo Individual.

Este apartado compete a los deportistas de especialidades colectivas y a los de deportes


individuales que pertenecen a un grupo para entrenar o competir. En líneas generales, la
interacción entre lo colectivo y lo individual debe ser permanente en estos casos, debiendo
actuarse en tres frentes para conseguir efectos sobre ambos: (a) la intervención individual con
cada miembro del grupo; (b) la intervención en grupos pequeños en función de alguna
característica que se considere relevante; y (c) la intervención con la totalidad del grupo.
Interviniendo individualmente se pueden conseguir efectos sobre el deportista y sobre el
grupo, y lo mismo ocurre cuando se interviene en grupos pequeños o con la totalidad del
grupo.

En general, la intervención con la totalidad del grupo debería estar integrada en el trabajo
habitual del entrenador. Aún tratándose de sesiones con un claro objetivo psicológico, parece
razonable que sea el entrenador, como director del grupo, el que dirija estas sesiones
colectivas, si bien puede ser conveniente que psicólogo y entrenador trabajen conjuntamente
en su preparación. En una sesión colectiva bien planteada y conducida, el entrenador puede
conseguir enormes beneficios psicológicos, tales como fortalecer la motivación colectiva e
individual, potenciar la auto-confianza o conseguir una apropiada cohesión de equipo; al
contrario que cuando estas sesiones se hacen rutinarias y el entrenador "habla y habla" sin
que apenas le escuchen. Precisamente, conseguir que las sesiones colectivas sean eficaces
desde el punto de vista psicológico, es uno de los objetivos que pueden tener los
entrenadores ampliando sus conocimientos de Psicología.

Las sesiones con grupos pequeños, dependiendo de su objetivo específico, pueden ser
conducidas por el entrenador o por el psicólogo. El entorno de un grupo pequeño parece
bastante apropiado para tratar cuestiones específicas de ese grupo (por ejemplo: la toma de
decisiones de los delanteros del equipo), y también para iniciar con los deportistas el
entrenamiento en habilidades psicológicas (Buceta, 1992; Blanco y Buceta, 1993). En este
caso, la interacción entre los miembros del grupo, todos ellos interesados en este trabajo y
adscritos al grupo voluntariamente, puede favorecer el proceso de entrenamiento, aunque
desde el primer momento debe quedar muy claro que aunque siguiendo pautas similares para
todos los participantes, el entrenamiento debe ser individualizado, adaptándose a las
necesidades que en cada caso se vayan detectando.
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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

En general, la utilización de grupos pequeños puede ser beneficiosa siempre que quede claro
que el objetivo final consiste en beneficiar a cada componente a nivel individual y al gran
grupo como conjunto. La identidad de grupo que puede desarrollarse empleando grupos
pequeños, puede ser beneficiosa para el objetivo concreto por el que se hace el grupo, pero
perjudicial si eclipsa la identidad de grupo del gran conjunto que es el equipo. Para paliar este
posible riesgo, conviene elaborar pequeños grupos diferentes para cada objetivo concreto
(por ejemplo: si se trabaja con un grupo de cuatro deportistas para el entrenamiento en
habilidades psicológicas, conviene no repetir el mismo grupo para realizar un trabajo
específico de pesas), contrarrestándose, de esta forma, el peso de cada grupo pequeño en
beneficio del gran grupo.

Por último, la intervención individual resulta crucial en cualquier contexto, incluyendo el de los
deportes de equipo, pues cada deportista debe ser tratado como una persona singular que
tiene unas necesidades concretas que a veces coinciden más, y a veces menos, con las de
sus compañeros. Tanto el entrenador como el psicólogo deben comprender las circunstancias
y el funcionamiento de cada deportista, y ser capaces, cada uno desde su rol, de intervenir
individualmente para conseguir el máximo rendimiento individual en beneficio del grupo.

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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

3.

LA MOTIVACIÓN DE LOS DEPORTISTAS

3.1. Características Fundamentales

3.2. Motivación Básica y Motivación Cotidiana

3.3. La Motivación en el Entrenamiento

3.4. La Motivación en la Competición

3.5. La Motivación Después de la Competición

3.6. La Motivación en los Deportes de Equipo

3.7. Necesidades e Intereses de los Deportistas

3. 8. Beneficios y Costes

3.9. Compromiso de los Deportistas

3.10. Conflictos de Intereses

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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

3.1. Características Fundamentales

En numerosos casos, la motivación de los deportistas de competición es bastante elevada,


pues de otra forma no podrían afrontar, eficazmente, los múltiples retos y dificultades de su
actividad deportiva. Sin embargo, en muchos de estos casos, no es lo suficientemente alta
o estable como para perseguir metas cada vez más ambiciosas o perseverar en los
momentos más críticos. Así, puede ocurrir que un deportista, en general, esté muy motivado
por su deporte o, por conseguir unos resultados deportivos, pero que le falte un "extra de
motivación" que puede ser decisivo para que fracase en los momentos más importantes.

Cuantitativamente, este "extra de motivación" puede ser mucho más pequeño que la
elevada dosis de motivación que, en general, el deportista tiene, pero su trascendencia
suele ser enorme, estableciendo la diferencia clave, en muchos casos, entre el éxito y el
fracaso deportivo. De hecho, muchos jugadores se estancan en su progreso y no llegan al
nivel deportivo que podrían, o no rinden bien en los momentos más delicados de la
temporada, porque aún siendo su motivación bastante alta, carecen del "extra de
motivación" que cualitativamente es tan decisivo en el deporte de competición.

También hay deportistas de alta competición que, en general, están poco motivados y
"viven de las rentas" de otros tiempos. Por ejemplo, han sido buenos jugadores y, ahora,
aprovechan su pasado para seguir consiguiendo contratos, pero su interés por el deporte
que practican es muy bajo. A lo largo de la temporada, estos jugadores pueden hacer
algunos buenos partidos que, en ocasiones, "maquillan" su rendimiento de la temporada y
ayudan a que el mismo u otro equipo vuelva a ficharles, pero suelen fracasar en los
momentos más trascendentes y, por tanto, su rentabilidad real es mínima.

3.2. Motivación Básica y Motivación Cotidiana

Para poder influir en la motivación de los deportistas, es conveniente distinguir entre


motivación básica y motivación cotidiana.

La motivación básica, se refiere a la base estable de motivación que determina el


compromiso del deportista con su actividad; tiene que ver con el interés y la ambición de los
jugadores por los resultados deportivos, su rendimiento personal y/o las consecuencias
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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

beneficiosas de ambos (dinero, contratos, victorias, campeonatos, prestigio, posición social,


satisfacción personal, autorrealización, etc.).

La motivación cotidiana se refiere al interés del deportista por la actividad diaria y la


gratificación inmediata que produce ésta, con bastante independencia de los logros
deportivos. Tiene que ver, fundamentalmente, con el atractivo del ambiente de trabajo y las
tareas diarias (la relación diaria con los compañeros y el equipo técnico, los retos que
plantea el entrenamiento, el ambiente de trabajo, etc.); el disfrute, la satisfacción y el
rendimiento personal cotidianos (divertirse entrenando o jugando, sentirse satisfecho por lo
que uno ha hecho, conseguir retos deportivos concretos en entrenamientos o partidos, etc.);
y la obtención de cualquier tipo de gratificación que al jugador le resulte interesante
(atención y reconocimiento por parte del entrenador, pequeños premios materiales, etc.).

La motivación básica y la motivación cotidiana están relacionadas y se complementan entre


sí. Por ejemplo, una dosis elevada y estable de motivación básica, propiciará una
disposición favorable de los jugadores hacia la actividad cotidiana; y sobre esta disposición
favorable, será más fácil que los jugadores realicen, eficazmente, sus cometidos diarios;
aunque para ello, además, se deba desarrollar, de forma específica, la motivación cotidiana.

Sin embargo, en ausencia de motivación básica, los jugadores no alcanzarán el suficiente


nivel de compromiso como para afrontar retos verdaderamente ambiciosos; y en estos
casos, una elevada motivación cotidiana propiciará que la experiencia diaria sea más grata,
pero aumentará el riesgo de que se produzca un peligroso estado de conformismo que
abortará el interés y el esfuerzo por objetivos deportivos más ambiciosos.

3.3. La Motivación en el Entrenamiento

La considerable exigencia del entrenamiento deportivo en el deporte de competición, sobre


todo en la alta competición, requiere que los deportistas tengan una dosis elevada de
motivación.

En líneas generales, los jugadores tienen que afrontar largas, intensas y continuas sesiones
de entrenamiento, en las que deben realizar tareas que exigen altos niveles de
concentración, esfuerzo y rendimiento, combatiendo y superando múltiples dificultades e
incomodidades que pueden presentarse. Así mismo, deben sacrificarse en su vida
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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

cotidiana, controlando numerosas cuestiones que complementan su entrenamiento


deportivo, tales como mantener una dieta alimentaria, tomar una medicación, realizar
ejercicios de fisioterapia, etc., renunciando a muchas actividades ajenas a la práctica
deportiva, limitando sus relaciones sociales y/o retrasando, a veces decisivamente, sus
posibles logros como estudiantes o profesionales en entornos laborales más estables y
duraderos que el deporte. En estas circunstancias tan difíciles, es necesario que los
jugadores estén muy motivados para que puedan "sobrevivir" con éxito.

Para alcanzar el nivel de motivación adecuado, son importantes la motivación básica y la


motivación cotidiana. En general, esta última favorecerá el cumplimiento de las exigencias
cotidianas del entrenamiento que no excedan el límite de dedicación y esfuerzo al que el
deportista esté dispuesto, pero este límite estará determinado, y sólo se podrá ensanchar,
en función de la motivación básica.

* Por ejemplo: los jugadores de un equipo de baloncesto que estén muy motivados
porque les gusta el ambiente de trabajo de los entrenamientos, les resultan
atractivos los ejercicios que plantea el entrenador, se divierten cuando entrenan,
tienen la satisfacción de observar que progresan, reciben palabras de apoyo y
reconocimiento de su entrenador y sus compañeros, y se sienten eficaces porque a
menudo superan los retos deportivos del entrenamiento, tendrán, en general, una
buena disposición para dedicarse a entrenar y esforzarse al máximo, pero
únicamente hasta el límite que determine su motivación básica. Así, el límite de los
que, por ejemplo, estén muy motivados por conseguir resultados más ambiciosos,
será más amplio que el de aquellos otros que se conformen con los logros ya
conseguidos.

En el desconocimiento de esta cuestión radica, precisamente, el error de algunos


entrenadores que se esfuerzan en hacer más atractivas y gratificantes las sesiones de
entrenamiento (es decir, en aumentar la motivación cotidiana), sin reparar en la motivación
más básica, cuando puede ocurrir que sea en ésta en la que haya que incidir para
conseguir un nivel de compromiso más alto y duradero. Y al contrario, también debe tenerse
en cuenta que una buena dosis de motivación básica puede ser insuficiente para mantener
la motivación cotidiana, sobre todo en periodos sin partidos o en los casos de los jugadores
que no juegan.
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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

Por tanto, la combinación apropiada para conseguir el máximo rendimiento en el


entrenamiento, debe incluir: una buena dosis de motivación básica competitiva, es decir:
una motivación estable por los logros deportivos y sus consecuencias; junto a una
motivación más específica por la propia actividad, es decir: centrada en el disfrute y los
incentivos que hagan atractivo y gratificante el entrenamiento diario. En ausencia de
motivación básica alta, puede que los deportistas se diviertan y disfruten entrenando, pero
será difícil que trabajen en el día a día con la dedicación, intensidad, persistencia, tolerancia
a las dificultades y espíritu de superación que son necesarios para alcanzar grandes retos.
De hecho, cuando predomine la motivación cotidiana sobre la básica, lo probable es que los
jugadores hayan alcanzado un grado de "comodidad" y "conformismo" que les resultarán
muy agradables y poco estresantes, pero que, casi con seguridad, les impedirán ampliar
sus posibilidades de rendimiento.

En la alta competición esta situación puede ser muy grave, pues la mayoría de los
jugadores y los equipos deben seguir trabajando para ensanchar sus propios límites. El
"estancamiento" de muchos deportistas "promesa" y de élite, y de muchos equipos, se
produce, en gran parte, porque su motivación básica por alcanzar logros deportivos que
requieren grandes dosis de sobreesfuerzo, sacrificio, disciplina, perseverancia y autocontrol,
es insuficiente. Por ello, incrementar la motivación básica mediante estrategias apropiadas
constituye un objetivo de suma importancia del plan de entrenamiento.

En definitiva, la motivación apropiada favorece que los jugadores obtengan el máximo


beneficio del entrenamiento, reduciendo el absentismo a las sesiones de trabajo,
propiciando un mayor autocuidado, consiguiendo un mejor aprovechamiento del tiempo (al
estar los jugadores más concentrados y dispuestos a realizar el máximo esfuerzo) y
logrando que los deportistas se involucren en las tareas más complejas, menos gratificantes
o que requieran un sobreesfuerzo.

3.4. La Motivación en la Competición

En la competición (partidos, carreras, concursos, etc.), los deportistas tienen que


enfrentarse a numerosas dificultades (por ejemplo: un mal comienzo, un rival que lo está
haciendo muy bien, un ambiente hostil, unas decisiones arbitrales desfavorables, el
cansancio, el dolor físico en un pie lesionado, el agobio y la insatisfacción por no estar
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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

rindiendo como se esperaba, el deseo de "escapar" de la situación, etc.) y procurar rendir al


máximo de sus posibilidades incluso en las condiciones más adversas. En numerosos
casos, esta demanda tan exigente requiere un considerable sobreesfuerzo que será mucho
más probable si los deportistas están motivados.

*Por ejemplo: Luis es un jugador de fútbol cuya motivación no es lo suficientemente


alta. Cuando el partido se pone "cuesta arriba" y él se encuentra un poco cansado,
sigue jugando y, hasta cierto punto, intenta hacerlo lo mejor que puede, pero no
realiza los sobreesfuerzos que el equipo necesitaría para remontar el partido. Así, no
apoya las jugadas en las que considera poco probable que vaya a intervenir (aunque
su esfuerzo podría beneficiar el desmarque de otros compañeros) o no se anticipa
en defensa como debería hacerlo. Consecuentemente, aunque en general "ha
cumplido", no ha rendido como lo habría hecho de haber estado más motivado. La
diferencia quizá pase desapercibida para la mayoría, pero el observador experto
detectará un déficit de rendimiento cuantitativamente pequeño pero cualitativamente
trascendente para el desenlace del partido.

En general, si la motivación básica por los logros deportivos y la motivación cotidiana por
cada competición en concreto son elevadas, los deportistas se cuidarán mejor para llegar a
la competición en las mejores condiciones, alcanzarán con mayor facilidad su nivel de
activación óptimo (véase más adelante el apartado correspondiente), se concentrarán
mejor, serán más perseverantes en su esfuerzo durante todo el partido y será más probable
que superen los momentos más difíciles. En estas condiciones, los deportistas rendirán
mejor y tendrán más posibilidades de conseguir un buen resultado.

Sin embargo, una motivación incontrolada puede propiciar consecuencias perjudiciales para
el rendimiento. Por ejemplo, puede ocurrir que un jugador de fútbol, llevado por su
incontrolado deseo de ganar, realice acciones impulsivas inadecuadas (como intentar
"robar" el balón "como sea" en situaciones de alto e innecesario riesgo), pierda la
perspectiva táctica más conveniente o, al estar su atención tan centrada en su propio deseo
de ganar, no se concentre adecuadamente en lo que tiene que hacer para conseguirlo.

Por tanto, la motivación de los deportistas debe ser elevada para afrontar y superar con
éxito las demandas de rendimiento y autocontrol de las competiciones, pero no
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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

incontrolada. Y tanto el entrenador como el psicólogo deportivo, pueden ayudarles a


alcanzar el nivel de motivación controlada que beneficie su rendimiento.

Así mismo, en las competiciones aparentemente "fáciles", es especialmente importante


potenciar la motivación específica por estas competiciones, pues es frecuente que los
deportistas los afronten con déficits de motivación que, en muchos casos, perjudicarán su
rendimiento y conducirán a resultados deportivos adversos.

*En el fútbol, por ejemplo, puede suceder que los jugadores de un equipo que
está bien clasificado, no se motiven lo suficiente por los partidos que juegan en casa
contra rivales que están abajo en la clasificación, sobre todo si, además, están en
una buena racha de resultados (y el rival en una mala racha) o han ganado un
importante partido fuera de casa la semana anterior. En muchos casos, este déficit
de motivación propicia que el rendimiento no sea el apropiado y que el equipo
empate o pierda un partido que, en principio, debería haber ganado. Al finalizar la
liga, algunos equipos no consiguen sus objetivos deportivos de la temporada porque
han "pinchado" en este tipo de partidos.

En deportes como el fútbol, el baloncesto, el balonmano, el fútbol-sala y otros en los que se


compite con bastante asiduidad, el entrenador debe estar especialmente atento a este tipo
de partidos y prevenir este posible déficit de motivación.

3.5. La Motivación Después de la Competición

Después de la competición, la motivación juega un papel importante en la recuperación


física y psicológica de los deportistas, sobre todo cuando el resultado conseguido o sus
actuaciones individuales no han sido favorables.

En el deporte de competición, la recuperación de los deportistas es un elemento


sumamente decisivo, pues en poco tiempo deben afrontar nuevos entrenamientos y
competiciones. En general, es mucho más probable que se recuperen mejor si, a pesar de
lo ocurrido en la competición recién terminada, continúan estando motivados por un
importante objetivo a medio-largo plazo y encuentran incentivos cercanos que les ayuden a
recuperar la ilusión y el rumbo.
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3.6. La Motivación en los Deportes de Equipo

En los deportes de equipo, el objetivo final es que el equipo consiga sus objetivos
deportivos. Y este objetivo será más probable si el equipo funciona como un conjunto. Para
que esto ocurra, el entrenador debe conseguir una interacción eficaz entre lo colectivo y lo
individual, pues el equipo es un conjunto que está formado por personas individuales.

En el caso de la motivación, la interacción entre lo colectivo y lo individual es fundamental.


Por un lado, el equipo debe estar motivado como conjunto, con unos intereses comunes
que resulten atractivos para el grupo (por ejemplo: ascender de categoría, mejorar la
clasificación del año anterior, etc.). Pero además, paralelamente, es importante que cada
jugador del equipo se encuentre motivado por intereses particulares que sean compatibles
con los intereses comunes.

La motivación individual de cada jugador debe estar coordinada con los intereses colectivos
del equipo de dos formas:

- Cada jugador debe estar motivado por la labor individual que debe desempeñar
para contribuir a que el equipo rinda lo mejor posible. Por ejemplo: si un equipo de
fútbol necesita que el portero mejore su habilidad de jugar con los pies, es
importante que este jugador esté motivado por mejorar esta habilidad.

- Cada jugador debe estar motivado por los beneficios individuales que podría
conseguir si el equipo como conjunto alcanzase sus objetivos deportivos. Por
ejemplo, un jugador puede tener la opción de mejorar su contrato, fichar por un
equipo mejor o, simplemente, tener una enorme satisfacción personal, si su equipo
consigue jugar bien al fútbol, hacer buenos resultados y atraer la atención de los
medios de comunicación. Si le motivan este tipo de posibles beneficios individuales,
y entiende que están ligados al logro de los objetivos colectivos, será mucho más
probable que también se motive por éstos y, consecuentemente, por la labor
individual que deba realizar para contribuir a conseguirlos.

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Por tanto, para potenciar la motivación en los deportes de equipo, es importante que el
equipo como conjunto tenga unos objetivos colectivos atractivos, y que cada jugador del
equipo, en particular:

- tenga unos objetivos individuales por los que se encuentre motivado;

- perciba que sus objetivos individuales están relacionados con los objetivos que
persigue el equipo como conjunto;

- perciba que la consecución de los objetivos colectivos del equipo, le puede


proporcionar beneficios individuales interesantes.

3.7. Necesidades e Intereses de los Deportistas

Las necesidades de las personas influyen en su motivación, propiciando que se motiven por
alcanzar aquello que necesitan. Según Maslow, reconocido experto en el campo de la
motivación, las necesidades humanas pueden organizarse en una pirámide con cinco
categorías (veáse la tabla-1).

En la base de la pirámide se sitúan las necesidades más básicas: las fisiológicas (comer,
beber, etc.) y de seguridad (tener dinero, sentirse protegido, etc). Si estas necesidades no
están convenientemente cubiertas, la motivación principal de las personas será satisfacer
estas necesidades, y éste será el beneficio que desearán obtener prioritariamente.

Sin embargo, en la medida que las necesidades más básicas están satisfechas, la necesidad
de las personas se desplazará hacia cuestiones superiores como el amor y la estima de los
demás, la autoestima y la autorrealización.

Las necesidades de las personas serán mayores o menores según los casos. Así, algunas
personas pueden cubrir fácilmente sus necesidades más básicas, mientras que otras, a pesar
de tenerlas objetivamente bien cubiertas, seguirán necesitando satisfacerlas cada vez en
mayor medida. Otras personas están tan necesitadas de afecto, autoestima o
autorrealización, que por cubrir estas necesidades podrían llegar a descuidar (siempre dentro
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de un límite), la satisfacción de las necesidades más básicas. Para otras personas, las
necesidades superiores pasan a un segundo plano en cuanto ven mínimamente amenazada
la satisfacción de las necesidades básicas.

Por tanto, si bien la pirámide de Maslow permite comprender y organizar mejor las
necesidades humanas y la motivación de las personas en función de éstas, se deben tener
muy en cuenta las diferencias individuales entre unos deportistas y otros.

AUTORREALIZACIÓN

AUTOESTIMA

AMOR Y ESTIMA
DE LOS DEMÁS

SEGURIDAD

FISIOLÓGICAS

TABLA-1. Necesidades que influyen en la motivación.

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En líneas generales, los beneficios que interesan a los deportistas, se relacionan con alguna o
varias de las categorías de necesidades señaladas. Por ejemplo, los sueldos y las "primas" o
tener una vivienda, ayudan a cubrir las necesidades básicas; mientras que el prestigio
profesional, los aplausos, el reconocimiento público, la diversión, el apoyo de los compañeros
y la satisfacción de alcanzar retos difíciles, contribuyen a satisfacer las necesidades
superiores.

En alguno de los escalones de la pirámide, se encuentran las necesidades prioritarias de


cada jugador en cada momento concreto. A partir de estas necesidades, se puede determinar
qué es lo que puede interesar suficientemente a los jugadores como para realizar el
sobreesfuerzo que demanda el deporte de competición.

3.8. Beneficios y Costes

En relación con las necesidades y los intereses, se encuentran los beneficios que los
deportistas pueden conseguir y los costes que deben “pagar” para lograr tales beneficios.

En gran parte, la motivación depende del atractivo que para el deportista (o el equipo)
tienen los beneficios de todo tipo que se pueden conseguir (resultados importantes, dinero,
prestigio, satisfacción personal, diversión, etc.), de los costes necesarios para conseguir
tales beneficios (horas de entrenamiento, esfuerzo físico y psicológico, sufrimiento,
disciplina, etc.) y de la relación entre beneficios y costes. El entrenador y el directivo deben
preguntarse:

- ¿qué beneficios pueden ser lo suficientemente atractivos para este deportista (o


para este equipo)?;

- ¿qué coste está dispuesto a pagar el deportista (o el equipo) para conseguir estos
beneficios?;

- ¿cómo se puede conseguir una relación apropiada entre los posibles beneficios y
su coste?.

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En general, la motivación básica será mayor cuanto más atractivo sea para el deportista el
beneficio material, social o interno que podría conseguir.

Después, esta motivación se consolidará si el deportista conoce y está dispuesto a "pagar"


el coste que conlleva conseguir tal beneficio. En general, el coste que el deportista está
dispuesto a soportar, será más elevado cuanto más interesante le resulta el beneficio,
siempre que perciba que dicho coste le llevará, casi con seguridad, a la consecución de ese
beneficio (algo que muchos deportista no tiene claro cuando se les pide un esfuerzo
elevado).

Finalmente, la motivación se mantendrá y se fortalecerá, si el deportista consigue el


beneficio deseado y, más aún, si percibe que lo consigue gracias al esfuerzo o coste que él
realiza.

Muchos entrenadores y directivos cometen el error de intentar motivar a sus deportistas


hablándoles de los posibles beneficios pero sin mencionar los costes. Esta forma de actuar
puede provocar que, momentáneamente, los deportista se muestren muy motivados por los
atractivos beneficios, y que esta motivación, en muchos casos, confunda a los entrenadores
o directivos, haciéndoles creer que han realizado un buen trabajo. Sin embargo, como los
deportistas ignoran los costes, es muy posible que su motivación no sea estable,
disminuyendo en la medida que se presenten esos costes y consideren que no están
dispuestos a pagarlos.

Por tanto, es importante que los deportistas conozcan los beneficios y los costes para que
puedan establecer una relación entre ambos, pues de esta relación, en gran parte,
dependerá su motivación.

¿Quiere esto decir que cuanto menor sea el coste, mayor será la motivación de los
deportistas por un beneficio deseado?; no exactamente. Por ejemplo, muchos deportistas
no se motivarán por beneficios que sean demasiado fáciles (es decir, con un coste muy
bajo); y para otros, el simple hecho de sentirse capaces de afrontar y superar un elevado
coste, se convertirá en un reto que aumentará su motivación. En general, el coste debe ser
lo suficientemente alto como para que el deportista valore la importancia de su esfuerzo

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personal, pero proporcionado respecto al posible beneficio y, por supuesto, viable para el
deportista en función de su disponibilidad y sus posibilidades reales.

Consecuentemente, el entrenador y el directivo deben tener en cuenta que sólo puede


exigirles a sus deportistas un coste elevado, si el posible beneficio a conseguir también es
elevado, los deportista perciben que gracias al coste tienen posibilidades razonables de
alcanzar el beneficio, y además están dispuestos y capacitados para afrontar ese coste.

3.9. Compromiso de los Deportistas

Para conseguir una motivación básica elevada y estable, es importante que habiendo
valorado los posibles beneficios, los costes correspondientes y la relación entre beneficios y
costes, los deportistas adquieran el compromiso de lograr esos beneficios afrontando tales
costes. Para ello es conveniente que participen y se involucren activamente en esta
decisión, en lugar de adoptar un papel pasivo aceptando (aparentemente) la decisión que
toman el entrenador o el directivo.

Así, para conseguir una buena motivación es mejor que el entrenador y el directivo, en lugar
de decidir por su cuenta los beneficios que podrían satisfacer a los deportistas y los costes
que éstos estarían dispuestos a afrontar, escuche sus deseos y opiniones, analice con ellos
las ventajas e inconvenientes de las posibles alternativas y deje que la decisión final sea
una decisión conjunta. De esta forma, a lo mejor no se decide, exactamente, aquello que
preferirían el entrenador o el directivo, pero se adoptará un planteamiento que hará más
probable una motivación estable a lo largo de la temporada.

Es importante, no obstante, que el entrenador y el directivo ayuden al deportista a


establecer relaciones apropiadas entre los beneficios deseados y los costes necesarios
para conseguirlos.

* Por ejemplo: si un jugador de fútbol desea ser titular (beneficio) pero no es


consciente del coste que va a suponerle alcanzar este beneficio, el entrenador debe
explicárselo. Así, el jugador podrá decidir que intentará conseguir este beneficio,
pero asumiendo el coste que le supondrá, adquiriendo el compromiso de afrontar
este coste. Adquirir este compromiso con conocimiento de causa y por voluntad
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propia, potenciará la motivación del jugador por alcanzar el beneficio deseado y


afrontar el coste correspondiente, favoreciendo que la motivación se mantenga
durante un periodo prolongado, a pesar de las dificultades que vayan surgiendo.

En los deportes de equipo, además del compromiso individual de cada jugador, es


necesario que el equipo como conjunto también adquiera compromisos. Para ello, es
importante que los jugadores dispongan de la información necesaria para poder adoptar
decisiones con conocimiento de causa, que valoren esta información en reuniones de grupo
que sean participativas, y que lleguen a acuerdos colectivos que asuman todos ellos. Este
mismo procedimiento puede utilizarse con grupos específicos de jugadores (por ejemplo, los
defensas del equipo) para que adquieran un compromiso colectivo respecto a cuestiones
que sean propias de ese grupo (por ejemplo, mejorar la estrategia del fuera de juego o la
comunicación interna en el campo).

Si el equipo tiene una buena cohesión (es decir, si está unido) estas reuniones colectivas
participativas pueden ser muy productivas. Pero si no lo está, pueden provocar una división
interna todavía mayor, por lo que, en este caso, no son aconsejables salvo que el
entrenador tenga una gran habilidad para manejar al grupo desde una perspectiva no
autoritaria (la más apropiada en este tipo de reuniones) o pueda moderar las reuniones un
entrenador ayudante o un psicólogo deportivo con experiencia en este cometido.

En cualquier caso, las reuniones de todo el equipo para adquirir compromisos colectivos,
deben celebrarse pocas veces a lo largo de la temporada para ser más eficaces. Por
ejemplo: al comenzar la pretemporada para adquirir los compromisos esenciales (objetivos
deportivos colectivos, costes colectivos, normas de funcionamiento, etc.) y en los dos o tres
momentos más críticos de la temporada para que la motivación colectiva aumente o se
mantenga suficientemente alta.

Las reuniones de grupos pequeños específicos (los defensas, los delanteros, etc.), pueden
y deben ser más habituales, contribuyendo a fortalecer la motivación de los jugadores por
los objetivos y costes concretos del grupo pequeño al que pertenecen.

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3.10. Conflictos de Intereses

En ocasiones, adquirir un compromiso es difícil porque existen conflictos de intereses entre


beneficios incompatibles. En el deporte de alta competición, es frecuente que surjan
conflictos de intereses cuando, por cualquier motivo, se considera necesario realizar
cambios significativos en el funcionamiento de los deportistas.

Pensemos, por ejemplo, en un equipo de baloncesto acostumbrado a jugar de una


determinada manera, al que su nuevo entrenador, a mitad de la temporada, pretende
enseñar un sistema de juego diferente; o en un jugador que siempre ha jugado como base,
pero que ahora, al llegar un compañero que también juega en esa posición, debe adaptarse
a estar de suplente y salir a jugar de escolta.

En ambos casos, es probable que la motivación por el cambio no sea apropiada, pues
existe un claro conflicto de intereses. En el primer ejemplo, por un lado, el equipo está
acostumbrado a jugar de una determinada manera y, así, ha conseguido múltiples
beneficios (partidos ganados, autoconfianza, etc.), pero por otro, el nuevo entrenador
demanda un sistema de juego diferente que, en su opinión, resultará más beneficioso. En el
segundo ejemplo, por un lado, el jugador que ha sido base titular quiere seguir siéndolo,
pero por otro, su única opción de jugar es adaptarse al nuevo cometido que le asigna el
entrenador.

- En el primer caso, el entrenador tendrá que valorar las ventajas e inconvenientes


de cambiar el sistema de juego a mitad de la temporada, considerando, entre otras
cuestiones relevantes como el tiempo disponible, etc., la falta de motivación que
podría encontrar en sus jugadores. Y si, finalmente, decidiese cambiar, deberá
procurar que la motivación aumente para que el equipo se comprometa
verdaderamente (no sólo aparentemente) a realizar el coste que supone el cambio.

- En el segundo caso, aunque el entrenador tenga claro cuál es el papel que debe
desempeñar ese jugador, deberá valorar que éste tiene que adaptarse a un cambio
desfavorable respecto a su situación anterior y que, por ello, en principio no estará
muy motivado por este cambio. Considerando esta circunstancia, tendrá que
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ocuparse de mejorar la motivación de este jugador por su nuevo cometido, pues de


otra forma lo más probable es que no se adapte convenientemente.

En la línea del segundo ejemplo, en los deportes de equipo pueden plantearse conflictos
entre los intereses colectivos y los intereses individuales, siendo necesario encontrar
beneficios individuales ligados a los intereses colectivos que compensen la pérdida de los
intereses individuales que estaban en conflicto. Así, en este ejemplo, será conveniente que
el entrenador encuentre cómo podría beneficiarse el jugador si se adapta bien a su papel de
suplente. De esta forma, será más probable que este jugador, aún no estando en la
situación ideal para él, se motive lo suficiente por el nuevo papel que el entrenador le
encomienda.

Para intentar aumentar la motivación en este tipo de casos, el entrenador debe hablar con
sinceridad con los jugadores y explicarles las ventajas del cambio que propone o la
necesidad real de cambiar. Sin embargo, en los casos más difíciles, la única manera de
intentar mejorar la motivación, es que un psicólogo deportivo realice un trabajo altamente
especializado y complejo para modificar creencias y actitudes rígidas que puedan tener
“bloqueados” a los jugadores. Mediante este trabajo específico, será mucho más probable
que los jugadores estén abiertos a los planteamientos del entrenador.

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4.

EL ESTRÉS PSICOLÓGICO EN EL DEPORTE DE COMPETICIÓN

4.1. Manifestaciones del Estrés Perjudicial

4.2. Situaciones Potencialmente Estresantes

4.3. Características Personales Relevantes

4.4. Control de las Manifestaciones del Estrés

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El estrés es una respuesta o reacción del organismo ante situaciones internas o externas que
le resultan amenazantes (o estresantes). Esta respuesta consiste, básicamente, en la
movilización de recursos fisiológicos y psicológicos para poder evitar o hacer frente a la
situación amenazante.

El estrés puede ser beneficioso para la salud y el rendimiento de los deportistas. Por
ejemplo, la preocupación de un atleta por estar aumentando de peso, puede propiciar que
siga una dieta alimentaria más apropiada; o el temor a perder una carrera, favorecer que el
atleta se prepare y se cuide mejor para esa competición.

Sin embargo, el exceso de estrés puede perjudicar, gravemente, la salud y el rendimiento.


Para muchos deportistas, el exceso de estrés provoca que obtengan pocas satisfacciones
de la práctica de su deporte, que no rindan como podrían, que se lesionen con frecuencia y
tarden en recuperarse, que lo pasen mal y sufran problemas emocionales, e incluso, en los
casos más graves, que desarrollen trastornos psicopatológicos.

4.1. Manifestaciones del Estrés Perjudicial

Cuando el organismo del deportista percibe la presencia de una situación amenazante, se


pone alerta y busca los recursos necesarios para hacerla frente. Si dispone de estos
recursos, el deportista habrá controlado el problema, al menos de momento; pero si no es
así, el estrés se manifestará con reacciones de ansiedad o enfado incontrolados,
acompañadas, normalmente, del deseo de "evitar" o "escapar" de la situación amenazante
o "luchar" desesperada y agresivamente contra ella.

En el ámbito del deporte, estas reacciones incontroladas perjudican el rendimiento de los


deportistas.

* Por ejemplo: lanzar un penalti para desempatar un partido en un campeonato


importante, es una situación muy amenazante. Algunos jugadores tienen recursos
psicológicos para hacer frente a esta situación satisfactoriamente, pero otros
carecen de recursos y lo normal es que reaccionen con una elevada ansiedad
incontrolada, sintiéndose agitados, alterados, preocupados, agobiados, agarrotados
o excesivamente tensos. Esta ansiedad puede propiciar que el jugador evite lanzar

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el penalti o, si finalmente lo tira, que lo haga deficientemente; pues la ansiedad


puede contribuir a que se estreche su enfoque atencional y, por tanto, se reduzca su
campo visual, a entorpecer su preparación para lanzar, a dificultar sus decisiones
sobre el tipo de lanzamiento, a hacerle dudar en el momento de lanzar y favorecer
un agarrotamiento o exceso de tensión muscular que perjudicará la precisión del
golpeo.

* Otro ejemplo: para un delantero puede ser muy estresante que le estén dando
patadas, sobre todo cuando, además, no está jugando bien (otra situación
estresante añadida). Si el jugador no tiene recursos psicológicos para
autocontrolarse, es probable que se enfade, pierda el control y reaccione
agresivamente, encarándose con el árbitro o dándole una patada inoportuna a su
defensor y, como consecuencia de ello, propiciando que le saquen una tarjeta roja.
Si esto ocurre, su equipo se quedará con diez jugadores y disminuirán,
sensiblemente, las posibilidades de ganar el partido.

Otras veces, la falta de recursos eficaces para controlar el estrés, provoca que el organismo
"se rinda", apareciendo, entonces, la frustración y el desánimo.

* Por ejemplo: cometer errores en un partido es una situación estresante. El jugador


que comete un error, aunque sea muy grave, debe ser capaz de controlarse y seguir
jugando el partido como si no hubiera ocurrido nada. Pero si no es capaz de
controlarse (es decir, si no tiene recursos psicológicos eficaces para hacer frente a
esta situación estresante), reaccionará con ansiedad o enfadándose consigo mismo.
Si este jugador comete varios errores, o un error muy decisivo, es posible que la
ansiedad o el enfado den paso a la frustración y al desánimo, mostrándose el
jugador abatido y pasivo. En este caso, el jugador dejará de luchar como debería,
reaccionará tarde, no se anticipará, correrá menos y se encontrará desganado
deseando que termine el partido.

En casos como los expuestos, ¿se hace algo verdaderamente útil para ayudar a los
deportistas, evitando que estos problemas vuelvan a suceder en el futuro?. Lo más habitual
es que no se tomen medidas eficaces para que los deportistas aprendan a controlar el
estrés y mejoren su funcionamiento, limitando, así, sus posibilidades de rendimiento.

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Agotamiento Psicológico

El hecho de que un deportista disponga de recursos para hacer frente a las situaciones
estresantes, no quiere decir que el problema del exceso de estrés esté resuelto
definitivamente. La utilización de esos recursos supone la movilización de energía, física y
mental, en una medida mayor que la necesaria para el funcionamiento normal y saludable
de las personas. Esta movilización "extraordinaria", habitual en el deporte de alta
competición, a corto plazo favorece que el deportista controle, eficazmente, la situación
estresante. Si esta situación desaparece y no existen otras situaciones estresantes
inmediatas, el organismo del deportista podrá descansar y recuperarse del sobreesfuerzo
realizado. Sin embargo, si el deportista sigue expuesto a situaciones estresantes que le
obligan a mantenerse alerta continuamente, movilizando más y más energía "extraordinaria"
sin apenas descanso, llegará un momento en que se agotará, disminuyendo su rendimiento
y aumentando el riesgo de que se lesione.

Este es el caso, por ejemplo, de los futbolistas de élite que al terminar una temporada
sobrecargada de partidos en varias competiciones, se incorporan a la selección nacional
para disputar un campeonato de la máxima importancia y que, al finalizar éste, con pocos
días de descanso, vuelven a sus clubes para iniciar una nueva temporada. Para estos
jugadores, el mayor problema no es el esfuerzo físico que supone entrenar y jugar muchos
partidos, pues normalmente, los entrenadores, los preparadores físicos, los médicos y los
fisioterapeutas, programan con minuciosidad actividades y otras medidas que contribuyen a
su recuperación física (días de descanso, entrenamientos suaves, masajes, hidroterapia,
bebida y alimentación apropiadas, complementos vitamínicos, etc.).

El principal problema en estos casos, es el desgaste psicológico que supone estar


expuesto, casi permanentemente, a un ritmo de vida estresante (viajes, concentraciones,
cambios horarios, horas de espera, etc.), a la presión de tener que ganarse el puesto en el
equipo y rendir al máximo en múltiples partidos trascendentes, a la incertidumbre de los
resultados y del propio rendimiento, a numerosos momentos de tensión antes, durante y
después de los partidos, a resultados adversos del equipo o malas actuaciones personales,
a la evaluación y las decisiones del entrenador y los directivos, a la evaluación del público,
de los medios de comunicación e, incluso, de los propios compañeros y de uno mismo, y a

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veces, a estar lesionado y tener la incertidumbre de poder jugar, soportando dolor,


atendiendo las tareas de recuperación y haciendo un sobreesfuerzo general para seguir
adelante. Además, en ocasiones, se debe añadir la inseguridad de aquéllos que todavía no
saben dónde jugarán la temporada siguiente.

Todas estas situaciones, exigen que los jugadores realicen un enorme sobreesfuerzo
psicológico que, tarde o temprano, "les pasará factura", provocando que se encuentren
desmotivados, les cueste más esforzarse y concentrarse, disminuyan su rapidez de
reacción y su precisión, pierdan visión de juego, les falte iniciativa y aumente el riesgo de
que se lesionen.

Además, a diferencia de lo que sucede en la parcela del desgaste físico, no es habitual que
se adopten medidas para prevenir y aliviar el problema del agotamiento psicológico, por lo
que muchos deportistas sufren "crisis de rendimiento" o se lesionan con mayor facilidad.

Sin duda, uno de los cometidos que debe afrontar un psicólogo deportivo en el deporte de
alta competición, es asesorar al entrenador y los directivos, y trabajar directamente con los
deportistas para prevenir y aliviar el agotamiento psicológico.

4.2. Situaciones Potencialmente Estresantes

En el deporte de competición, existen numerosas situaciones que pueden ser amenazantes,


pero esto no quiere decir que, automáticamente, provoquen estrés. En realidad debe
hablarse de situaciones potencialmente estresantes que en unos casos serán
verdaderamente estresantes y en otros no, dependiendo de la valoración subjetiva de cada
deportista. Así, numerosas situaciones tienen el potencial suficiente como para provocar
estrés, pero es la interacción entre estas situaciones y cada deportista individual o grupo de
deportistas, la que determina que el estrés esté presente y, más aún, la intensidad del
estrés.

En general, son potencialmente estresantes aquellas situaciones que implican cambios en


la vida de una persona, o tienen para ello una trascendencia, sobre todo si son novedosas,
inciertas, ambiguas, conflictivas, difíciles o insolubles, que resultan dolorosas,
desagradables, molestas, incómodas o poco gratificantes, o que conllevan una evaluación

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de otras personas cuya opinión importa. Muchos de estos "ingredientes" forman parte del
entorno habitual de los deportistas de competición, sobre todo de los deportistas de élite,
por lo que éstos están expuestos, casi continuamente, a situaciones potencialmente
estresantes que pueden provocar estrés.

Las situaciones potencialmente estresantes no son, necesariamente, situaciones negativas


para el deportista. También pueden serlo situaciones aparentemente positivas.

* Por ejemplo: para algunos jugadores puede ser muy estresante pasar de ser
suplentes a ser titulares. Este cambio es una situación positiva que, en principio,
desea cualquier jugador, pero conlleva más responsabilidad, mayor nivel de
exigencia, mayor exposición a las situaciones estresantes de los partidos, mayor
evaluación de otras personas y, en ocasiones, un deseo incontrolado de hacerlo
bien. Muchos jugadores no saben hacer frente a esta situación positiva pero
estresante, y desaprovechan su oportunidad no por falta de recursos físicos,
técnicos o tácticos, sino por no disponer de recursos psicológicos para controlar el
estrés.

Así mismo, es importante señalar que las situaciones potencialmente estresantes no


incluyen, únicamente, excesos (por ejemplo: muchas horas de entrenamiento, mucha
responsabilidad, errores graves, una evaluación muy negativa, etc.), sino también déficits
que pueden resultar muy impactantes (por ejemplo: monotonía y aburrimiento en los
entrenamientos, falta de interés por la actividad, sentirse infrautilizado en el equipo, no
mejorar, etc.).

Tanto el exceso de motivación incontrolada, como la falta de motivación, son situaciones


internas potencialmente estresantes. En el primer caso, porque el deportista que está
sobremotivado puede estresarse al percibir que quizá no consiga lo que tanto desea. En el
segundo caso, porque al deportista desmotivado le resultará muy estresante cumplir con
sus obligaciones deportivas en estas condiciones. Por tanto, potenciar apropiadamente la
motivación no sólo aporta los beneficios expuestos en el apartado correspondiente, sino
que, además, sirve para controlar el estrés relacionado con los excesos incontrolados y los
déficits de motivación.

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En el deporte de competición, las situaciones potencialmente estresantes


pueden agruparse en cinco grandes apartados:

- situaciones ajenas a la actividad deportiva, pero que pueden influir en el


rendimiento y la salud del deportista (por ejemplo: problemas familiares, pérdida de
seres queridos, "presión" de la novia para casarse, hipotecas, etc.);

- situaciones relacionadas con la organización y las características propias de la


actividad deportiva;

- situaciones relacionadas específicamente con el entrenamiento;

- situaciones relacionadas específicamente con los partidos;

- lesiones deportivas.

Las situaciones ajenas a la actividad deportiva exceden el ámbito de trabajo del entrenador
y los directivos, pero los deportistas suelen apreciar que éstos se interesen y les apoyen
como personas. El psicólogo deportivo tampoco puede eliminar las situaciones estresantes
extradeportivas, pero sí ayudar al deportista a controlar su impacto. En muchos casos, esta
ayuda puede ser suficiente para que el deportista se centre mejor en su cometido deportivo
y rinda a buen nivel a pesar de sus problemas extradeportivos.

4.2.1. Situaciones Relacionadas con la Actividad Deportiva

La organización general de la actividad deportiva y sus características particulares, plantean


múltiples situaciones potencialmente estresantes que pueden influir en el rendimiento, la
salud y el bienestar de los deportistas. A modo de ejemplo, se exponen a continuación
algunas de ellas.

- El cambio de residencia al fichar por otro club o irse a un centro de alto rendimiento; lo que
obliga al deportista a trasladar a la familia o vivir alejado de ella, a buscar y adaptarse a una
nueva vivienda, a adaptarse a otro clima, a otro estilo de ciudad, a otras personas, etc.

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- Vivir en malas condiciones (mal apartamento, lugar lejano a las instalaciones deportivas,
zona con mucho ruido, etc.).

- No tener medios para entrenar adecuadamente, incluyendo material, instalaciones,


profesionales competentes, etc.

- Tener un sistema de premios inapropiado, bien porque se consideran inalcanzables, bien


porque no está claro su funcionamiento desde el primer momento.

- No cobrar puntualmente el sueldo y los premios.

- Percibir que los costes son mucho más elevados que los beneficios que se pueden
conseguir; y percibir que es difícil alcanzar los objetivos individuales que uno persigue,
estando en este equipo o con este entrenador.

- No saber que espera el entrenador de uno(¿cómo quiere que juegue?, ¿cuenta conmigo?,
¿porqué no me dice nada?, ¿qué puedo esperar de este entrenador?).

- No contar en los planes del entrenador (¿qué hago?, ¿pueden traspasarme?, ¿tengo
alguna oportunidad?, ¿merece la pena esforzarme para que el entrenador cambie de
idea?).

- No tener objetivos deportivos claros y atractivos a largo, medio y corto plazo. O tener unos
objetivos que se consideran inalcanzables o muy poco realistas.

- Cambiar de función en el equipo (de titular a suplente o viceversa, de un puesto de juego a


otro, ser nombrado capitán del equipo, etc.).

- La renovación del contrato (¿sí?, ¿no?, ¿mejor?, ¿peor?, ¿aquí?, ¿allí?, ¿en qué equipo?,
¿en qué condiciones?, etc.).

- La incertidumbre respecto al futuro profesional y personal (¿qué voy a hacer después,


cuando me retire?, ¿podré ahorrar suficiente dinero?, ¿podré encontrar algún trabajo?,
¿debería hacer los cursos para ser entrenador?).

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- El estilo de vida característico del deportista de alta competición (temporada muy larga,
entrenamientos, partidos, sesiones de fisioterapia, cuidado de la alimentación, viajes, estar
siempre a disposición del entrenador, etc.).

- Renunciar a otros intereses o acometerlos con dificultad (por ejemplo, no poder estudiar o
hacerlo con muchos problemas).

- Relacionarse con el entrenador, con los directivos, con el representante; mantener


intensas relaciones con los compañeros del equipo (incluyendo los que a nivel personal no
caen bien).

- Conceder entrevistas, participar en ruedas de prensa y acudir a actos públicos (asistir


aunque no apetezca, cuidar las declaraciones, manejar las preguntas conflictivas, ofrecer
una buena imagen, hablar en público, etc.).

- Leer o escuchar opiniones de los periodistas que no gustan, con las que no se está de
acuerdo, que se consideran amenazantes o injustas, o que contribuyen a crear una
expectativa de rendimiento estresante (por ejemplo: “fulanito, mañana, seguro que nos va a
dar una alegría a todos los españoles”).

- Atender a los aficionados (firmar autógrafos, tratarles con amabilidad aunque no se esté
de humor), cuidar la imagen pública (no salir a determinadas horas, etc.) y perder intimidad
(no poder ir a un restaurante o salir a la calle sin que te conozcan).

- En algunos casos, manejar la "presión" de los padres o del cónyuge ("no entiendo que no
juegues", "eres mucho mejor que este otro que siempre juega de titular", "saliendo sólo diez
minutos no vas a poder demostrar nada", "como no demuestres algo, te echan al finalizar la
temporada y ya me dirás a dónde vamos", etc.).

Posibles Estrategias

Muchas de estas situaciones pueden solventarse mejorando la organización del club y del
equipo. Por ejemplo, es importante ayudar a los deportistas nuevos a encontrar una
vivienda apropiada y disponer de medios para que entrenen y puedan cuidarse
convenientemente. Aunque parezca increíble, todavía son muchos los deportistas de alta

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competición que, por ejemplo, no tienen acceso permanente a un médico o un


fisioterapeuta, no tienen suficiente esparadrapo para vendarse los pies o carecen de una
sala apropiada para hacer pesas. Solucionar este tipo de problemas, favorece que los
deportistas estén más a gusto y puedan centrarse mejor en su cometido deportivo.

Otras situaciones expuestas pueden aliviarse utilizando diversas estrategias. Por ejemplo, las
matrices de decisiones (véase la tabla-2) pueden ayudar a mejorar una estresante relación
desfavorable entre beneficios y costes; el establecimiento apropiado de objetivos puede paliar
la falta de objetivos y aliviar el estrés de los deportistas con los que el entrenador no cuenta; y
las reuniones adecuadas con los deportistas pueden aliviar su incertidumbre respecto a lo que
espera el entrenador, mejorar la relación entre entrenador y deportista, y ayudar al deportista
a adaptarse a nuevas funciones.

En otros casos, las situaciones potencialmente estresantes no pueden modificarse, pero en


ocasiones pueden aliviarse. Por ejemplo, no puede modificarse el estilo de vida estresante
de los deportistas, pero sí aliviarse en cierta medida, entre otras cosas, si se intenta que los
viajes se realicen de la mejor manera posible.

También se puede preparar a los deportistas para que manejen lo mejor posible las
situaciones no modificables. Por ejemplo, en los casos que sea necesario, se les puede
orientar sobre la forma de participar en las ruedas de prensa sin que les resulte muy
estresante, prepararles para cuidar su imagen pública o entrenarles para que mejoren sus
habilidades sociales y puedan relacionarse con sus compañeros.

Para controlar este tipo de situaciones potencialmente estresantes, algunas estrategias


deben ser aplicadas por los directivos del club (en ocasiones, asesorados por el entrenador
o por el psicólogo deportivo); otras por el entrenador del equipo (a veces asesorado por el
psicólogo deportivo); y otras por el psicólogo deportivo.

* Por ejemplo: los directivos pueden eliminar una situación estresante muy
impactante si consiguen que los deportistas cobren sus sueldos y sus primas en las
fechas acordadas. El entrenador puede hablar claro con cada deportista sobre lo
que espera de él y negociar con cada uno para establecer objetivos individuales

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motivantes. El psicólogo deportivo puede colaborar con el entrenador ayudando a


los deportistas a establecer sus objetivos, o entrenar a los deportistas que lo
necesiten para que mejore la relación con sus compañeros.

A CORTO PLAZO A MEDIO/ LARGO PLAZO


BENEFICIOS COSTES BENEFICIOS COSTES

P
O
S
I
B
L SEGUIR EN
ESTE
E
EQUIPO
S

O
P
C
I
O
N
E CAMBIAR
DE
S EQUIPO

TABLA-2. Ejemplo de Matriz de Decisiones. Antes de tomar una decisión, el deportista puede utilizar
este instrumento para valorar los costes y beneficios, a corto y medio-largo plazo, de las distintas
opciones.

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4.2.2. Situaciones Relacionadas con el Entrenamiento

El objetivo principal del entrenamiento es que los deportistas mejoren y pongan a punto sus
recursos para rendir al máximo en las competiciones. Para ello, deben someterse a un plan
de trabajo continuo e intenso que les permita obtener provecho de sus condiciones físicas y
psicológicas, en una lucha permanente contra las propias limitaciones. Este esfuerzo es, en
sí mismo, una situación potencialmente estresante, pues el organismo debe realizar una
movilización "extraordinaria" de recursos físicos y mentales para poder realizar el esfuerzo
que se le exige. Esta movilización, bien controlada, es esencial para que los deportistas y el
equipo progresen; pero mal controlada, puede provocar efectos perjudiciales para el
rendimiento y la salud de los deportistas.

Soportar la sobrecarga de trabajo físico que plantea el entrenamiento, no sólo exige una
adaptación fisiológica del organismo, sino además, una adaptación mental que permita
lograr y mantener un nivel de motivación apropiado, la autoconfianza necesaria para
perseverar en el esfuerzo, el control de las situaciones cotidianas potencialmente
estresantes (por ejemplo, una discusión con un compañero en un momento de mucho
cansancio físico), el nivel de activación, concentración y agresividad más adecuados en
cada ejercicio concreto, y un alto grado de tolerancia a la frustración, el cansancio y el dolor.

Así mismo, en muchos casos, el entrenamiento demanda la asimilación de conceptos


técnicos y tácticos difíciles, y la toma de decisiones complejas, lo que supone una carga de
trabajo mental que debe tenerse en cuenta. Por todas estas razones, la movilización
"extraordinaria" de recursos psicológicos, también es necesaria para poder asimilar el
exigente trabajo del entrenamiento.

Además de sus beneficios físicos, técnicos y tácticos, el sobreesfuerzo del entrenamiento,


bien organizado, puede influir favorablemente en la preparación mental de los deportistas
para las competiciones. Así, el hecho de ser capaces de controlar y superar los numerosos
momentos difíciles que plantea el entrenamiento, fortalece a los deportistas
psicológicamente, aumentando su capacidad para enfrentase con éxito a los momentos
difíciles de las competiciones.

El estrés que puede provocar la elevada exigencia del entrenamiento es inevitable; pero
más aún, debe considerarse un elemento esencial para que los deportistas mejoren, por lo

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que una habilidad del entrenador consiste en provocarlo de manera controlada y útil,
propiciando que los deportistas desarrollen la capacidad de hacerle frente eficazmente.

Así, es importante que el entrenamiento incluya situaciones apropiadas de "carga


psicológica" para que los deportistas se acostumbren a ellas, pero además, es conveniente
prepararles para que dominen habilidades psicológicas que les permitan controlar estas
situaciones.

La preparación y el manejo de las situaciones estresantes del entrenamiento, es un


cometido del entrenador. El entrenamiento de los deportistas para que controlen el estrés,
es un cometido del psicólogo deportivo. Ambos cometidos son complementarios y su
coordinación apropiada es la mejor fórmula para preparar psicológicamente a los
deportistas.

Control de los Efectos Perjudiciales

Los efectos positivos del estrés del entrenamiento, sólo se producirán si se ejerce el debido
control sobre las situaciones potencialmente estresantes y, preferiblemente, si se trabaja
con los deportistas para que mejoren sus habilidades psicológicas. Sin embargo, la falta de
control o el uso indiscriminado de las situaciones estresantes, pueden provocar que el
estrés del entrenamiento tenga un efecto perjudicial para el rendimiento y la salud de los
deportistas.

A continuación se exponen las situaciones estresantes del entrenamiento que pueden


resultar perjudiciales, junto a las estrategias que serían necesarias para neutralizarlas.

- Falta de motivación básica por la actividad deportiva. Deben emplearse estrategias para
potenciar la motivación.

- Ambiente de trabajo desagradable, en el que predominen las amenazas, las reprimendas,


los insultos, la ironía y la crítica negativas, la falta de compañerismo y la sensación de que
cada uno va a lo suyo sin importarle el equipo. Se debe sustituir este ambiente por otro más
positivo en el que predominen el respeto mutuo, el reconocimiento, los elogios, la crítica
constructiva y una buena relación profesional entre los miembros del grupo.

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- Pobre comunicación entre las personas que forman el equipo (entre el entrenador y los
deportistas; entre los propios deportistas; entre los deportistas y el fisioterapeuta, etc.). El
entrenador debe comunicarse asiduamente con sus deportistas. Se deben organizar
reuniones de todo el grupo, de grupos más pequeños o individuales, en las que los
deportistas puedan expresarse. Además, todos deben tener la posibilidad de acceder al
entrenador en cualquier momento. La comunicación en el campo puede mejorar si se
organizan ejercicios en los que el objetivo sea que los deportistas se comuniquen.

A veces será necesario que los deportistas mejoren sus habilidades para expresarse. En
ocasiones, debe mejorar también la comunicación más informal mediante actos sociales del
equipo (comidas, cenas, etc.), distribuyendo estratégicamente las habitaciones en los
hoteles, aprovechando los viajes, etc. El psicólogo deportivo puede actuar como mediador
para mejorar la comunicación entre los miembros del equipo, sobre todo cuando ésta esté
deteriorada.

- Sobrecarga de trabajo físico y alta exigencia psicológica, sin descanso suficiente para que
los deportistas se recuperen. Se deben paliar estos problemas mediante una buena
planificación del entrenamiento que también tenga en cuenta la sobrecarga psicológica.

- Ausencia de retos atractivos. Siendo necesario establecer en las sesiones de


entrenamiento, objetivos que sean interesantes y desafiantes.

- Exigencia inapropiada al nivel deportivo de los deportistas (es decir, exigirles más de lo
que pueden hacer). Siendo necesario establecer objetivos que sean realistas.

- Exceso de especificidad, monotonía y/o duración en o


l s ejercicios del entrenamiento
(cometido demasiado restringido, siempre los mismos ejercicios, ejercicios demasiado
largos haciendo lo mismo). Resultará apropiado utilizar ejercicios más estimulantes (más
variados, más cortos, con un cometido más amplio).

- Ambigüedad o conflicto en las tareas que se exigen a los deportistas (instrucciones


confusas, objetivos incompatibles al mismo tiempo, instrucciones que impiden centrar la
atención en los aspectos clave del ejercicio, etc.). El entrenador debe eliminar estos

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problemas transmitiendo instrucciones claras y precisas, estableciendo objetivos que no


sean incompatibles y evitando instrucciones que distraigan a los deportistas.

- Ausencia de feedback; (o falta de información a los deportistas sobre lo que hacen). El


entrenador debe utilizar comentarios y registros de rendimiento apropiados que aporten
información a los deportistas.

- Sistema de evaluación arbitrario o inadecuado (el entrenador aprueba o recrimina sin


objetividad, utiliza criterios que no son adecuados, etc.). El entrenador debe aprobar o
recriminar, consistentemente, en función de criterios establecidos de antemano. La
evaluación debe ser lo más objetiva posible y los criterios adecuados al contenido que se
evalúa (por ejemplo: metodológicamente es incorrecto evaluar una decisión en función de
su resultado, siendo adecuado hacerlo en función de las circunstancias tácticas que
estaban presentes en el momento de tomar tal decisión).

4.2.3. Situaciones Relacionadas con las Competiciones

Las competiciones deportivas (partidos, carreras, etc.) son situaciones potencialmente muy
estresantes porque plantean múltiples amenazas para los deportistas tanto a nivel
individual como, en los deportes de equipo, a nivel como colectivo.

En el deporte de competición, lo que sucede en la competición decide la consecución de


beneficios muy atractivos: la clasificación para disputar campeonatos de mayor importancia,
ingresos económicos para el club, "primas", becas, renovación de contratos, fichajes por un
club mejor, ser convocado a la selección nacional, valoración positiva de los medios de
comunicación, promoción de la propia imagen, prestigio profesional, satisfacción personal,
etc. Por ello, las competiciones son situaciones de enorme trascendencia para los
deportistas, los entrenadores, los directivos y los clubes.

La trascendencia de los resultados y de la actuación personal en la competición, propician


que la posibilidad de fracasar constituya una importante amenaza para los deportistas.
Además, puesto que éstos, por mucho que se preparen, nunca pueden controlar todos los
aspectos que influyen en los resultados, ni tampoco predecir con precisión lo que sucederá,
la situación es todavía más estresante. Y lo es más, aún, si se considera que, en una

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competición, el deportista está expuesto a numerosas situaciones potencialmente


estresantes como la situación del marcador, jugar "contra reloj", las decisiones de los
árbitros o la evaluación de otras personas que le importan: entrenador, directivos,
compañeros, familiares, medios de comunicación, público, ojeadores, representantes, etc.;
e incluso a su propia evaluación, en muchos casos inadecuada y centrada en los aspectos
más negativos.

Las situaciones potencialmente estresantes de las competiciones se agrupan, básicamente,


en tres grandes momentos: antes, durante y después. La mayoría de estas situaciones son
inevitables, pero el entrenador puede intentar controlarlas, en la mayor medida posible,
aplicando estrategias como las que se plantean a continuación.

- Preparar a los deportistas, específicamente, para que afronten las situaciones estresantes
de las competiciones.

- Evitar situaciones potencialmente estresantes ajenas a las competiciones, cuando éstas


estén cerca. El entrenador debe evitar las situaciones estresantes del entrenamiento en los
días anteriores a una competición y procurar, en la medida de sus posibilidades, que las
situaciones estresantes relacionadas con la organización y las características de la
actividad, estén resueltas o se "aplacen" en estos días; sobre todo, en las semanas más
críticas de la temporada. En general, reducir el estrés ajeno a las competiciones, contribuye
a que el estrés relacionado con éstas, aislado del resto, pueda ser más manejable.

- Preparar bien cada competición, de manera específica, tanto a nivel colectivo (cuando
proceda)como a nivel individual.

- Planificar y controlar los periodos previos a la competición (el día anterior, el mismo día,
las horas anteriores).

- Controlar las expectativas de rendimiento de los deportistas y potenciar su autoconfianza.

- Planificar y conducir, adecuadamente, las reuniones previas a la competición (el día


anterior, en el vestuario antes de salir al campo, etc.).

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- Durante la competición, dar pocas instrucciones, y que éstas sean claras y precisas, con
un propósito concreto, en los momentos más oportunos (las paradas del partido, el
descanso, etc.), con el tono de voz apropiado y que se refieran a aspectos que dominen los
deportistas.

- Evitar las broncas incontroladas a los deportistas durante el partido y después de éste.

- Potenciar que, durante la competición, cuando proceda (en los deportes colectivos), la
comunicación entre los deportistas en el campo tenga un talante positivo (este aspecto
debe prepararse en los entrenamientos).

- No evaluar a los deportistas durante la competición, salvo en aquellos aspectos que


contribuyan a mejorar su rendimiento en el resto de la misma y de forma constructiva. Por
ejemplo: no recriminar a un jugador que haya fallado un pase o un gol, pero centrarse, si
procede, en que corrija su posición para rematar mejor en sucesivas oportunidades.

- No evaluar lo sucedido en la competición justo después de finalizar ésta. Aplazar la


evaluación uno, dos o tres días.

- Utilizar lo sucedido en cada competición (victorias y derrotas, buenas y malas actuaciones)


y su posible impacto en los deportistas (alegría, satisfacción, decepción, dolor, rabia, etc.)
para mejorar la motivación y la autoconfianza de los deportistas en sucesivos
entrenamientos y competiciones.

- Procurar que los deportistas sean entrenados por un psicólogo deportivo para mejorar sus
habilidades de autocontrol del estrés y que, así, aumenten sus posibilidades de rendimiento.

Para manejar correctamente todas estas situaciones y estrategias, el entrenador puede ser
asesorado por un psicólogo deportivo. De hecho, ésta debe ser una de las principales
funciones de los psicólogos deportivos.

4.2.4. Lesiones deportivas

El exceso de estrés favorece que los deportistas sean más vulnerables a lesionarse. Pero
además, las lesiones deportivas son situaciones potencialmente estresantes por razones

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obvias: producen dolor e incomodidad general, interrumpen la actividad del deportista (a


veces con graves perjuicios), en ocasiones conllevan hospitalizaciones e intervenciones
quirúrgicas, plantean incertidumbre respecto a la recuperación y al futuro deportivo, exigen
un cambio de estilo de vida, requieren un tratamiento exigente que puede ser lento y
doloroso, conllevan recaídas que producen una enorme frustración y, a veces, cuando no
son muy graves, provocan que el deportista deba seguir entrenando y compitiendo aun
estando lesionado.

Por este tipo de razones, es habitual que los deportistas lesionados estén preocupados,
tengan miedo, se enfaden, se desanimen o se depriman durante el tiempo de su lesión,
perjudicando el proceso de recuperación. Por ejemplo, un deportista que siente dolor y no
se recupera con la rapidez que esperaba, puede desanimarse y faltar a las sesiones de
fisioterapia o no esforzarse como debería en las tareas de recuperación.

Otras veces, el problema se plantea cuando los lesionados se han recuperado y deben
reaparecer, ya que la reaparición (sobre todo cuando ha pasado mucho tiempo) también es
una situación potencialmente muy estresante.

* Pensemos, por ejemplo, en un jugador de balonmano que lleva seis meses sin
jugar. Ya está recuperado y aparentemente listo para jugar. Sin embargo, para este
jugador se trata de una situación muy amenazante (“¿cómo lo haré?”, “¿jugaré como
antes?”, “¿me responderá la rodilla?”, “¡tengo que jugar bien para volver a ganarme
el puesto!”, etc.).

* Y en el caso de los lesionados que, a pesar de ello, deben seguir entrenando y


compitiendo, la situación estresante es evidente (“¿me aguantará el vendaje?”,
“¿podré saltar?”, “¿me lesionaré más?”, “el entrenador me exige y no se da cuenta
de que juego con un esguince”, “me duele el pie, ¿pido el cambio o sigo jugando?”,
“dos días sin entrenar con los demás, ¿estaré en la alineación el domingo?”, etc.).

¿Qué puede hacer el entrenador para aliviar el estrés de sus deportistas lesionados?. En
primer lugar, preocuparse por ellos y darles su apoyo sincero. En segundo lugar, establecer
objetivos deportivos que deben conseguir durante el tiempo de la lesión. En realidad, este

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periodo puede ser una buena oportunidad para mejorar aspectos físicos, técnicos, tácticos o
psicológicos a los que habitualmente no se puede dedicar demasiada atención.

* Por ejemplo: un jugador de fútbol con una lesión en un hombro, quizá pueda
afrontar un plan específico para mejorar su técnica de golpeo con la pierna que peor
usa. Un jugador que no pueda andar, puede realizar un trabajo físico para fortalecer
la musculatura de la espalda, o un trabajo táctico/estratégico teórico (con videos y
reuniones con el entrenador o un entrenador ayudante) para mejorar sus
conocimientos en esta parcela.

Establecer un objetivo deportivo que sea útil para el deportista (no, simplemente, para que
tenga algo que hacer), contribuirá a controlar el estrés de la lesión y a potenciar la
motivación por la recuperación.

Cuando se acerque la reaparición, y en el caso de los que compiten estando lesionados, es


esencial que el entrenador potencie la autoconfianza de los deportistas. Para ello es
importante que controle sus expectativas de rendimiento, haciéndoles ver sus limitaciones,
transmitiéndoles que es consciente de ellas y que, por tanto, no espera más de lo que
pueden hacer, y estableciendo objetivos que sean realistas.

Después, debe evaluar a estos deportistas teniendo en cuenta tales limitaciones, en lugar
de exigirles como si estuvieran sanos. Finalmente, debe reforzar sus progresos (sus
conductas, no sus resultados), potenciando que se sientan eficaces y confíen en que, a
pesar de sus limitaciones, pueden alcanzar algunos objetivos atractivos.

Además del entrenador, lógicamente, en el caso de los deportistas lesionados son


fundamentales la actuación del médico, el fisioterapeuta y el preparador físico.

Entre otras estrategias, es importante informar a los deportistas sobre su lesión (en qué
consiste, que gravedad tiene, cuánto tiempo aproximadamente puede tardar en reaparecer,
en qué consistirá la recuperación, etc.) de forma que disminuya su incertidumbre y aumente
su percepción de control sobre el proceso de recuperación. También será de gran ayuda,
plantear objetivos y planes de recuperación realistas, y anticipar las dificultades más

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probables que puedan aparecer (recaídas, dolor, etc.)para que al deportista no le pillen por
sorpresa y, cuando se presenten, puedan manejarlas mejor.

4.3. Características Personales Relevantes

Como ya se ha señalado, la presencia de situaciones potencialmente estresantes, aún


tratándose de situaciones muy poderosas, no es condición suficiente para que se
produzcan las manifestaciones y los efectos del estrés, ya que existen características
propias de cada persona que resultan determinantes. De hecho, es la interacción entre las
situaciones potencialmente estresantes y determinadas variables o características
personales, la que influye en la percepción de amenaza de las situaciones, en la
movilización de recursos "extraordinarios" para hacer frente a tales situaciones y en la
aparición, duración e intensidad del estrés con sus distintas manifestaciones y efectos
(tabla-3).

¿Qué características personales de los deportistas pueden interactuar con las situaciones
potencialmente estresantes, para reducir o aumentar la probabilidad del estrés?.
Básicamente, las que se señalan a continuación.

- Motivación básica controlada. A mayor motivación básica controlada, menor vulnerabilidad a


sufrir estrés. Sin embargo, un exceso de motivación incontrolada puede favorecer que los
deportistas perciban las situaciones potencialmente estresantes como muy amenazantes.

- Racionalidad y flexibilidad de los valores, creencias y actitudes de los deportistas. En


general, cuanto más racionales y flexibles sean, menor será el impacto de las situaciones
potencialmente estresantes; y al contrario, cuanto menos racionales y más rígidos, más
probable y más grave será el estrés.

* Por ejemplo: un jugador que crea rígidamente (es decir, sin aceptar otras opciones)
que "no puede fallar", será más propenso a tener estrés cuando cometa un error en un
partido, que otro jugador cuya creencia sea más flexible ("no debo fallar, pero a veces
se falla"; "los fallos son parte del juego").

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SITUACIONES CARACTERÍSTICAS

POTENCIALMENTE PERSONALES

ESTRESANTES DE CADA

DEPORTISTA

MANIFESTACIONES

DEL ESTRÉS

CONSECUENCIAS

DEL

ESTRÉS

TABLA-3. El estrés depende de la interacción entre las situaciones potencialmente


estresante y las características personales de cada deportista.

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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

- Trayectoria deportiva de éxitos-fracasos. En general, los deportistas con una trayectoria más
exitosa atribuida a su propio esfuerzo, serán menos vulnerables al impacto de las situaciones
estresantes.

- Experiencias pasadas relacionadas con situaciones concretas. Por ejemplo, un deportista


que se haya lesionado gravemente en un tipo de acción, será más propenso a sufrir estrés
ante esa misma situación. Otro ejemplo: un jugador que haya tenido una mala experiencia
frente a un determinado rival, será más fácil que reaccione con estrés cuando vuelva a
enfrentarse a ese mismo rival.

- Fortaleza mental. A mayor fortaleza mental menor impacto de las situaciones estresantes.
La fortaleza mental se caracteriza por la capacidad de asumir las situaciones estresantes
como retos que pueden ser controlados, adquiriendo el compromiso de afrontarlos a pesar de
las dificultades que surjan, tolerando los fracasos y persistiendo en el esfuerzo por lograr el
objetivo.

- Autoconfianza y autoestima. En la misma línea, los deportistas con una autoconfianza y una
autoestima altas, sufrirán menos estrés.

* Por ejemplo: un futbolista que ha estado de suplente durante gran parte de la


temporada, por fin tiene su oportunidad de jugar. Es una situación potencialmente
estresante que podría provocar mucho estrés y perjudicar el rendimiento del jugador.
Si la autoconfianza de este jugador es alta (es decir, confía verdaderamente en sus
recursos para afrontar la situación con eficacia), el impacto de la situación estresante
será menor que en el caso de que su autoconfianza fuera baja.

- Estilo de afrontamiento de las situaciones estresantes. En general, los deportistas que


afrontan las situaciones potencialmente estresantes analizándolas fría y objetivamente,
comtemplando cuáles son las mejores alternativas disponibles para controlarlas, situando su
gravedad en una perspectiva apropiada, y adoptando con optimismo la mejor solución
posible, son menos vulnerables a sufrir estrés.

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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

- Recursos disponibles para controlar el estrés. Los jugadores que dominen habilidades para
controlar el estrés, se sentirán más seguros ante situaciones potencialmente estresantes cuyo
impacto puedan controlar.

* Por ejemplo: un futbolista que domina técnicas de autocontrol para controlar


pensamientos negativos y estados de sobreactivación que perjudican su rendimiento,
se sentirá más seguro ante situaciones estresantes (por ejemplo, un marcador en
contra quedando poco tiempo para terminar) que podrían provocar pensamientos
negativos y sobreactivación, que otro jugador que no domine tales técnicas.

- Apoyo social. Los deportistas que perciben el apoyo de las personas que les rodean, en
general son menos vulnerables a las situaciones potencialmente estresantes.

Intervención del Entrenador

¿Qué pueden hacer el entrenador o el directivo para influir en estas características


personales?.

Al igual que en la parcela de las situaciones potencialmente estresantes, pueden aplicar


múltiples estrategias para controlar tales situaciones, en la parcela de las características
personales su influencia es más limitada, aunque sin duda muy importante. En líneas
generales, su principal aportación consiste en potenciar la motivación básica, la fortaleza
mental y la autoconfianza de los deportistas, y en lograr que perciban que los apoyan en los
momentos más estresantes.

También pueden influir en las creencias y actitudes más flexibles de los deportistas, si tiene
credibilidad y capacidad para persuadirles. Para ello, más que las clásicas charlas para
"comerles el coco", deberán utilizar con habilidad ejemplos relevantes de conductas y
resultados pasados, comparaciones con las conductas y los resultados de otros deportistas,
y otros datos (no presentimientos o "corazonadas") que apoyen sus argumentos. Para
poder aplicar con la mayor eficacia estas estrategias, puede ser de gran ayuda el
asesoramiento de un psicólogo deportivo.

Sin embargo, influir en algunas características personales muy determinantes (las creencias
más rígidas, los estilos de afrontamiento, los recursos y habilidades para controlar el
71
Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

estrés), es una cuestión muy compleja que requiere la intervención de un especialista de la


mente humana: el psicólogo deportivo.

Incluso en el caso de que el entrenador o el directivo también sean psicólogos titulados y


tengan experiencia en este ámbito, su posición de entrenador o directivo (con poder sobre
el deportista mediante sus decisiones deportivas) dificulta decisivamente que pueda influir
en este tipo de características, por lo que el cometido del psicólogo deportivo es claro.

4.4. Control de las Manifestaciones del Estrés

Puesto que las manifestaciones del estrés (ansiedad, enfado, desánimo, pasividad,
conductas impulsivas, conductas agresivas incontroladas, etc.) son la consecuencia de la
interacción entre las situaciones potencialmente estresantes del entorno de los deportistas y
determinadas características personales, su control puede lograrse, de forma indirecta,
interviniendo en estas dos parcelas en la línea apuntada en los apartados anteriores: por un
lado, eliminando, aliviando o controlando las situaciones potencialmente estresantes; por
otro, modificando o controlando las características personales.

Sin embargo, también se debe prever que aun controlando bien las dos parcelas señaladas,
las manifestaciones de estrés se presentarán en muchos casos. Por ello, es conveniente
entrenar a los deportistas para que autocontrolen estas manifestaciones, evitando que
perjudiquen su rendimiento y aumenten el riesgo de lesiones.

* Así, por ejemplo, el jugador que se enfada y tiende a insultar al árbitro, puede
aprender a autocontrolar el enfado y evitar el insulto (tabla-4); o el deportista que
tras cometer varios errores se desanima y ya no se esfuerza como antes, puede
aprender a autocontrolar este estado de ánimo y seguir esforzándose al máximo
hasta el final del partido.

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DECISIÓN DECISIÓN

ADVERSA ADVERSA

DEL DEL

ARBITRO ARBITRO

ENTRENAMIENTO

ENFADO Y
AUTOCONTROL PSICOLÓGICO

REACCIÓN DEL ESPECÍFICO


IMPULSIVA
JUGADOR PARA
DEL
DESARROLLAR
JUGADOR
EL

AUTOCONTROL
EL JUGADOR
TARJETA
SIGUE EN EL
ROJA,
CAMPO
EXPULSIÓN

TABLA-4. Los jugadores pueden aprender a autocontrolarse en las situaciones adversas más
críticas, gracias al entrenamiento psicológico específico dirigido por el psicólogo deportivo.

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De hecho, una de las características personales más relevantes, es disponer de habilidades


para controlar las manifestaciones del estrés. Cuando los deportistas disponen de estas
habilidades, ya antes de usarlas se sienten más eficaces ante las situaciones
potencialmente estresantes, y esto favorece que éstas ya no sean tan amenazantes,
propiciando que el estrés no se presente o se manifieste en menor medida.

Además, cuando las manifestaciones aparecen, los deportistas pueden aplicar sus
habilidades para controlar el estrés y evitar que éste altere su rendimiento.

Sin duda, este es uno de los principales cometidos de un psicólogo deportivo: entrenar a los
deportistas para que aprendan a autocontrolar sus manifestaciones de estrés. Y en
ausencia del psicólogo deportivo, como sucede habitualmente en muchos deportes, por
mucha Psicología que sepa y aplique el entrenador en las parcelas que le corresponden, los
deportistas seguirán sin desarrollar una habilidad que, en numerosos casos, podría ser
determinante.

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5.

LA AUTOCONFIANZA DE LOS DEPORTISTAS

5.1. Principales Características de la Autoconfianza

5.2. Estrategias para Fortalecer la Autoconfianza

5.3. Confianza en el Entrenador y Autoconfianza

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¿Qué es la autoconfianza?. Pues la confianza que un deportista (o un equipo) tiene en sus


propios recursos para alcanzar un determinado resultado.

* Por ejemplo, un deportista de fútbol con una elevada autoconfianza es aquél que
cuando va a tirar un penalti confía en su habilidad para lanzarlo y conseguir el gol; y
un equipo con una autoconfianza alta, aquél que, perdiendo por dos goles, confía en
sus recursos para remontar el marcador y sigue esforzándose controladamente, sin
acelerarse, para conseguir el empate o la victoria.

5.1. Principales Características de la Autoconfianza

La autoconfianza no es estar convencido "a ciegas", porque sí, porque "hay que estarlo", ni
hacer declaraciones como "seguro que ganamos", "somos unos ganadores" o "no podemos
pensar en perder", ni aparentar que uno está convencido de la victoria con comentarios
como "venga chicos, que en la segunda parte remontamos", sino un estado interno de
fortaleza psicológica que implica un conocimiento real de la dificultad del objetivo, de los
recursos propios que uno puede utilizar para conseguir ese objetivo y, en función de todo
ello, de las posibilidades realistas que uno tiene de lograrlo.

Por tanto, el deportista con autoconfianza respecto al que no la tiene, conoce


aproximadamente sus posibilidades reales y sabe cuáles son las conductas propias que
debe emplear para que estas posibilidades existan. También conoce las dificultades que
podrían impedirle conseguir el objetivo deseado y las conductas que, en ese caso, podría
utilizar para neutralizar en lo posible tales dificultades.

La autoconfianza se fortalece cuando el deportista percibe que es eficaz controlando las


situaciones potencialmente estresantes de los entrenamientos y las competiciones.

En los deportes de equipo, es importante desarrollar la autoconfianza tanto a nivel individual


como a nivel colectivo, de forma que cada deportista y el equipo como conjunto, perciban
que son eficaces para controlar las situaciones que deben afrontar en los entrenamientos y,
sobre todo, en los partidos. Así, la autoconfianza colectiva se refiere al grado de confianza
realista que el equipo, como conjunto, tiene en sus propios recursos.

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Beneficios de la Autoconfianza

Entre otros beneficios, la autoconfianza favorece que los deportistas sean más
perseverantes para conseguir sus objetivos, se encuentren mejor las días y horas anteriores
a las competiciones, se esfuercen al máximo en los competiciones y sigan compitiendo con
inteligencia en los momentos adversos (por ejemplo, con un marcador en contra), no les
afecten gravemente los errores que cometen, se recuperen mejor de los malos resultados y
actuaciones, y en definitiva, se centren en lo que verdaderamente pueden hacer en cada
momento, sabiendo que, de esta forma, es como mejor pueden influir en los resultados que
desean.

A nivel de equipo, la autoconfianza colectiva influye en el esfuerzo conjunto del equipo, su


perseverancia, concentración y buen hacer en los momentos más difíciles de los partidos, la
tolerancia de cada deportista ante los errores de los compañeros y la capacidad del grupo
para reaccionar y superar marcadores adversos y situaciones críticas.

* Por ejemplo: en un partido de fútbol, un equipo con un elevada autoconfianza


seguirá esforzándose para ganar aunque tenga el marcador en contra; pero no de
forma precipitada, "con más corazón que cabeza", sino inteligentemente,
centrándose en lo que sabe hacer, sin lamentarse, ni desanimarse, ni dejar de luchar
hasta el final del partido.

En definitiva, la autoconfianza ayuda a controlar el estrés en beneficio de la motivación. Así,


una situación potencialmente estresante de los entrenamientos o los partidos, en lugar de
ser amenazante puede convertirse en motivante, provocando que los deportistas se sientan
atraídos por el reto de controlarla en lugar de estresarse por la amenaza de no poder
hacerlo.

* Por ejemplo: ante un partido muy importante (situación potencialmente estresante),


el equipo con autoconfianza tenderá a percibir este partido más como un reto que
como una amenaza, y esto provocará que prevalezca la motivación por ganar,
hacerlo bien, etc., más que el miedo a perder o a las consecuencias de la derrota.

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5.2. Estrategias para Fortalecer la Autoconfianza

Para potenciar la autoconfianza de sus deportista, el entrenador puede emplear estrategias


como las siguientes:

- Utilizar modelos significativos (es decir, ejemplos de deportistas que puedan ser imitados).

El entrenador debe elegir modelos competentes que muestren a los deportistas las conductas
que resultan eficaces para lograr objetivos de rendimiento.

Los deportistas deben estar preparados para poder imitar las conductas de los modelos. La
autoconfianza se fortalecerá si los deportistas perciben que también ellos podrían realizar las
conductas eficaces que proporcionan buenos resultados a los modelos.

* Por ejemplo: el equipo está perdiendo en el descanso por dos goles de diferencia. El
entrenador recuerda a los deportistas un partido similar en el que otro equipo de nivel
parecido al propio fue capaz de remontar esta diferencia gracias a determinadas
conductas que su equipo domina. La autoconfianza de los deportistas para remontar
el resultado aumenta, al percibir que disponen de conductas eficaces para conseguir
este objetivo.

- Establecer objetivos realistas.

El entrenador debe establecer objetivos realistas en los entrenamientos y los partidos. De


esta forma, los deportistas percibirán que los objetivos que el entrenador les propone son
verdaderamente alcanzables, y confiarán más en que pueden conseguirlos.

Asimismo, la consecución de objetivos es una experiencia de éxito que contribuye a fortalecer


la autoconfianza de los deportistas; y puesto que los objetivos realistas tienen una mayor
probabilidad de conseguirse, su utilización resultará muy útil para propiciar esta experiencia
de éxito.

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* Por ejemplo: un deportista tiene como objetivo realizar un determinado regate en una
situación concreta. Si el objetivo es realista (es decir, el deportista verdaderamente
está preparado para realizar ese regate en esa situación), el deportista confiará más
en que puede conseguir este objetivo (que en el caso de que el objetivo no sea
realista) y además, será más probable que, de hecho, lo consiga, en cuyo caso se
fortalecerá su autoconfianza respecto a ese regate.

- Exigencia apropiada.

El entrenador debe exigir a los deportistas en función de sus posibilidades. Si les exige más
de lo que en realidad pueden hacer, propiciará que desconfien de sus posibilidades de éxito y
les conducirá a experiencias de fracaso que debilitarán más su autoconfianza.

El deportista que fracasa porque no tiene recursos para rendir como su entrenador le exige,
puede percibir que no es tan eficaz como se supone que debería; y como consecuencia de
ello, disminuirá su autoconfianza.

* Por ejemplo: el entrenador pide a sus deportistas jóvenes que controlen la pelota,
que la toquen, que no la pierdan. Los deportistas no tienen la habilidad suficiente para
responder a esta exigencia satisfactoriamente. Sin embargo, el entrenador insiste. Los
deportistas perciben que no son capaces de responder como deberían (puesto que el
entrenador así se lo demanda) y su autoconfianza disminuye.

En este apartado, el entrenador debe tener muy en cuenta no sólo el nivel deportivo de los
deportistas, sino también su estado de forma física y psicológica en cada momento de la
temporada.

* Por ejemplo: en una sesión de entrenamiento con una carga de trabajo físico muy
alta, lo normal es que los deportistas rindan peor en tareas de mucha habilidad y
precisión (tiros a gol, pases, etc.) que en otra sesión de entrenamiento con una carga
de trabajo físico baja. Por tanto, no es apropiado que el entrenador exija el mismo
rendimiento en estas dos sesiones, debiendo exigir más en la segunda que en la
primera.

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Los entrenadores deben esforzarse en plantear exigencias apropiadas, teniendo en cuenta el


nivel deportivo de sus deportistas y sus condiciones físicas y psicológicas en cada momento
de la temporada.

- Proporcionar información a los deportistas sobre lo que hacen (feedback).

La autoconfianza se fortalece si los deportistas reciben información sobre sus conductas.

Si la información es positiva, porque confiarán en las conductas que realizan bien. Si la


información es negativa (pero el feedback les ayuda a corregir futuras acciones), porque
percibirán que controlan el proceso de aprendizaje y confiarán en qué pueden lograr sus
objetivos.

- Preparar las competiciones.

Una buena preparación de las competiciones, considerando todos los detalles que el
entrenador estime relevantes para rendir bien, reduce la incertidumbre de los deportistas
sobre lo que puede suceder en el partido, favoreciendo que perciban más control y, de esta
forma, que confien más en lo que pueden hacer para lograr sus objetivos en el partido.

La preparación de la competición debe incluir aspectos como los siguientes:

- que los deportistas sepan cuáles son sus objetivos de realización para ese partido,
tanto a nivel colectivo como a nivel individual (es decir, lo que deben hacer en el
partido para que aumenten sus posibilidades de éxito);

- que ensayen específicamente las principales conductas a utilizar en el partido;

- que conozcan las principales dificultades que podrían encontrarse en el partido, y


sepan cómo actuar en el caso de que se presenten tales dificultades.

- Controlar expectativas de rendimiento en las competiciones.

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El entrenador debe controlar, en la medida posible, lo que los deportistas esperan que suceda
respecto a su rendimiento colectivo e individual en los partidos (resultado del partido,
trayectoria del marcador, actuación personal, grado de esfuerzo requerido, etc.).

En general, una expectativa realista favorece una autoconfianza apropiada, mientras que una
expectativa demasiado optimista puede propiciar un exceso de confianza, y una expectativa
demasiado pesimista suele provocar una autoconfianza baja.

El trabajo del entrenador antes de los partidos, entre otros cometidos, debe incluir ajustar en
lo posible las expectativas de rendimiento de sus deportistas para que éstas sean realistas.

De esta forma, favorecerá que los futbolistas afronten el partido con la autoconfianza
adecuada, y evitará que la autoconfianza se debilite si, durante el partido, las cosas no salen
como los deportistas esperaban.

* Por ejemplo: los deportistas esperan ganar el partido con cierta facilidad porque se
enfrentan a un rival aparentemente más débil. Comienza el partido y las cosas no son
como se esperaba: el equipo contrario plantea muchas dificultades y hasta se
adelanta en el marcador. Este contraste entre lo que se esperaba y lo que en realidad
sucede puede perjudicar el rendimiento del equipo durante todo el partido. El
entrenador debe prevenir este problema ajustando correctamente las expectativas
previas de los deportistas; en este caso, anticipando las dificultades que podría
plantear el equipo contrario.

- Utilizar un sistema de evaluación apropiado.

La forma en que el entrenador evalúa el rendimiento influye en la percepción de control que


tienen los deportistas sobre su propio rendimiento y, por esta vía, en la autoconfianza de
éstos.

En general, el entrenador puede contribuir a fortalecer la autoconfianza de sus deportistas si


utiliza un sistema de evaluación que reuna características como las siguientes:

81
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- que sea un sistema objetivo; es decir, basado en datos y no en intuiciones o


apreciaciones personales (por ejemplo: cuántas veces se ha realizado correctamente
el fuera de juego y cuántas no; cuántos pases de determinadas características se han
dado, etc.);

- que se base en criterios establecidos previamente (el entrenador debe establecer


antes del partido, o antes de los ejercicios del entrenamiento, con la mayor exactitud
posible, qué deberían hacer los deportistas para que se considere que su rendimiento
es apropiado; la valoración posterior del rendimiento de los deportistas, debe basarse
en estos criterios previos, y no en otros que, caprichosamente, se le ocurran al
entrenador después);

- que sea una evaluación específica, en vez de global (qué el entrenador evalúe
acciones específicas del juego, distinguiendo el rendimiento de los deportistas en unas
y otras, en lugar de decir, simplemente, hemos jugado bien o mal);

- que la evaluación se centre en las conductas de los deportistas, más que en los
resultados de estas conductas (por ejemplo: cuántas ocasiones de gol o tiros a gol se
han producido, en lugar de valorar, simplemente, cuántos goles se han metido);

- que la evaluación se realice con independencia del resultado final del partido;
evitando la tendencia a ver las cosas de manera positiva cuando se ha ganado y de
forma negativa cuando se ha perdido (el entrenador debe valorar las conductas
positivas de los deportistas aunque el resultado del partido haya sido adverso, y
considerar las conductas que se deben mejorar aunque se haya ganado el partido).

Por el contrario, el entrenador que incorrectamente evalúa el rendimiento de sus deportistas


de manera arbitraria, poco precisa, sin diferenciar unos aspectos de otros, según sean los
resultados de sus acciones, en función del resultado del partido, etc., propicia que los
deportistas se sientan inseguros y no sepan a qué atenerse, pues percibirán que las mismas
acciones pueden ser consideradas buenas o malas "según le de al entrenador ese día". De
esta forma, la autoconfianza de los deportistas será más débil, pudiendo repercutir
negativamente en su rendimiento.

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- Relacionar los resultados de las competiciones con las conductas de los deportistas.

En la línea del apartado anterior, el entrenador debe relacionar las victorias y buenas
actuaciones con conductas de los deportistas que puedan volver a repetirse en futuros
partidos, y las derrotas y malas actuaciones con conductas que verdaderamente puedan ser
modificadas; de esta forma, contribuirá a que los deportistas perciban que los resultados, en
cierta medida, dependen de sus conductas.

* Por ejemplo: después de ganar un partido, el entrenador puede destacar las


conductas concretas de esfuerzo (bajar a defender; marcar a los contrarios en los
corners, presionar, etc.) que han contribuido a esa victoria, de manera que los
deportistas perciban que disponen de recursos eficaces para ganar partidos.

* Otro ejemplo: después de una derrota, el entrenador puede destacar los errores
concretos en los marcajes que propiciaron los goles contrarios, de manera que los
deportistas perciban que corrigiendo esas conductas, dispondrán de recursos eficaces
para ganar sucesivos partidos.

Para fortalecer la autoconfianza de los deportistas, también puede ser importante el trabajo
del psicólogo deportivo, ayudando al deportista a tener expectativas realistas, percibir un
mayor control de las situaciones deportivas y manejar, correctamente, sus experiencias de
éxito y fracaso.

5.3. Confianza en el Entrenador y Autoconfianza

En muchos deportes, sobre todo los deportes de equipo, el funcionamiento de los


deportistas en la competición y el entrenamiento depende en cierta medida de la actuación
del entrenador, y por ello es importante la confianza que los deportistas tienen en el
entrenador. Si los deportistas consideran que su entrenador es eficaz haciendo su trabajo,
percibirán que es un valioso recurso con el que pueden contar, fortaleciéndose, así, la
autoconfianza colectiva.

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No obstante, es importante que, paralelamente, los deportistas potencien su autoconfianza


con independencia del entrenador, ya que una dependencia exclusiva o muy acusada del
entrenador, será perjudicial tarde o temprano.

Cuando los deportistas confíen verdaderamente en el entrenador, éste tendrá una mayor
influencia sobre ellos, y sus comentarios, correcciones y evaluaciones, serán muy valiosos
para potenciar su autoconfianza. Sin embargo, cuando la confianza en el entrenador
apenas exista, sus intervenciones no servirán para fortalecer la autoconfianza de los
deportistas o, más grave aún, podrán tener una influencia negativa al fomentar un estado de
duda y desconfianza casi permanentes.

La confianza en el entrenador resulta crucial en muchos momentos, pero sobre todo en los
más críticos. Por ejemplo: cuando el equipo está en una situación comprometida en la
clasificación, después de varios resultados adversos, cuando un deportista está
compitiendo mal, cuando un deportista suplente tiene que jugar en un partido de gran
trascendencia, antes y durante las competiciones más decisivas, en el descanso cuando las
cosas no van bien, etc. En todos estos casos, la aceptación de los comentarios del
entrenador y el cumplimiento apropiado de sus instrucciones, pueden depender de la
confianza que tengan en él los deportistas.

Aspectos que determinan la Confianza en el Entrenador

La confianza de los deportistas en el entrenador depende de varios aspectos: sus


conocimientos, su capacidad para transmitirlos, su experiencia entrenando equipos de
características similares, su prestigio como profesional, su imagen pública y su credibilidad.

De todos ellos, la credibilidad es el aspecto que más depende de la actuación cotidiana del
entrenador con sus deportistas. Para desarrollarla son importantes dos ingredientes:

- que los deportistas perciban que el entrenador cumple consistentemente con los
compromisos que adquiere con ellos;

- que perciban que cuando el entrenador dice o hace algo, no es por capricho,
porque ese día está triste, enfadado o contento, o por cualquier otra razón arbitraria

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e imprevisible, sino porque, de acuerdo o no con él, tiene un motivo objetivo sobre el
que se está apoyando.

Para ganarse la credibilidad de los deportistas, no sirven las palabras si no se confirman


con hechos. Por ejemplo, un entrenador que asegura que todos los deportistas tendrán las
mismas oportunidades y después no cumple, perderá credibilidad, porque los hechos no
apoyarán sus palabras.

En general, el entrenador puede potenciar su credibilidad si establece una relación con sus
deportistas basada en la objetividad y en la consistencia. Para ello, es importante que
adquiera compromisos razonables y sea consistente cumpliéndolos; y también que, como
norma, base sus comentarios, valoraciones, reprimendas y elogios en hechos o criterios
objetivos que justifiquen tales mensajes. De esta forma, los deportistas percibirán que el
entrenador "sabe lo que está haciendo" y confiarán en él, manteniéndose esta confianza en
los momentos que por su urgencia no le permitan justificar sus comentarios (por ejemplo, en
el descanso de un partido al tener un tiempo limitado).

Por el contrario, si el entrenador no actúa habitualmente con objetividad, sus deportistas


dudarán de sus mensajes incluso cuando éstos sean favorables. Por ejemplo, cuando un
entrenador elogia a sus deportistas indiscriminadamente, éstos pueden llegar a interpretar
que lo hace porque ese día está de mejor humor o porque intenta animarles, pero no
porque hayan hecho algo que verdaderamente merezca ese reconocimiento. De esta forma,
los mensajes del entrenador apenas serán valorados por sus deportistas, convirtiéndose en
estímulos neutros (sin valor) o, peor aún, estímulos estresantes que amenazan la
autoconfianza.

* Veamos dos ejemplos. El primero es el de un entrenador de fútbol que reúne a sus


deportistas casi todos los lunes para analizar el partido del día anterior. En esta
reunión, suele hacer numerosas afirmaciones e interpretaciones sobre lo ocurrido,
pero casi nunca las fundamenta objetivamente; utiliza criterios inapropiados para
evaluar lo sucedido; generaliza si ningún rigor; destaca como positivas acciones que
otros días considera negativas (o viceversa) sin que existan circunstancias

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diferentes salvo el resultado final del partido (es decir, el día que ganan una acción
le ha parecido buena; y el día que pierden, la misma acción le ha parecido mala).
Aunque sus deportistas le respetan mucho por sus conocimientos de fútbol y su prestigio
como entrenador, ha llegado un punto en el que apenas confían en sus comentarios. El
entrenador ha perdido credibilidad. En estas condiciones, ¿cómo asimilan los deportistas
sus charlas anteriores a un partido, en las que intenta "motivarles" y "darles confianza"?;
¿cómo interpretan en el descanso sus comentarios sobre la marcha del partido?; ¿cómo
asimilan cualquier instrucción que pueda darles a lo largo del partido?; ¿cómo repercute la
falta de confianza en el entrenador, en la autoconfianza individual y colectiva?.

* El segundo ejemplo es el de otro entrenador de fútbol que, al contrario que el del ejemplo
anterior, suele ser muy objetivo cuando evalúa lo sucedido en los partidos. Este entrenador
no permite que el resultado influya en la evaluación positiva o negativamente. Refiriéndose
al partido, destaca los aspectos positivos y negativos en función de los objetivos
establecidos para ese partido con independencia del resultado, emplea criterios apropiados
y datos objetivos, e intenta obtener el máximo beneficio de la experiencia vivida,
acentuando lo que se ha hecho (o no se ha hecho) y la manera de mejorarlo en el futuro.

Este entrenador no elogia a sus deportistas indiscriminadamente, sino como consecuencia


de haber cumplido con su cometido. Cuando habla con ellos antes del partido o en el
descanso, los deportistas confían en sus comentarios y palabras de ánimo, pues se han
acostumbrado a que sus afirmaciones no son caprichosas, sino que responden a un
planteamiento objetivo.

En definitiva, los deportistas perciben que su entrenador controla la situación estresante del
partido en la que todos se juegan mucho, por lo que es un valioso recurso en el que pueden
confiar.

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6.

EL NIVEL DE ACTIVACIÓN DE LOS DEPORTISTAS

6.1. Características Generales

6.2. Nivel de Activación Óptimo

6.3. Activación Positiva y Activación Negativa

6.4. Estrategia General del Entrenador

6.5. Situaciones y Señales Relevantes

6.6. Activación Colectiva

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6. EL NIVEL DE ACTIVACIÓN DE LOS DEPORTISTAS

6.1. Características Generales

La activación general es una respuesta del organismo en la que intervienen el sistema


nervioso central y el sistema neurovegetativo, aumentando el nivel de alerta cortical, la
actividad somática y la actividad simpática. Esto supone, por ejemplo, que al aumentar el
nivel de activación de un deportista, su atención se estrechará más, tendrá más tensión
muscular y mostrará síntomas como sudar más o tener más pulsaciones por minuto.

El nivel de activación de los deportistas se sitúa en un continuo de activación general que,


en estado de vigilia, se extiende desde la máxima calma y relajación (activación muy baja)
hasta la máxima alerta, tensión y excitación (activación muy alta). Para comprender y
manejar mejor este continuo, se puede cuantificar la activación utilizando una escala de 0-
10 puntos, representando los valores bajos la activación más baja y los valores altos la
activación más elevada (véase la tabla-5).

El nivel de activación es una variable clave para comprender la relación entre el


funcionamiento psicológico y el rendimiento deportivo de los deportistas en los
entrenamientos y los partidos, pues depende, fundamentalmente, de la motivación, el estrés
y la autoconfianza, y determina el funcionamiento físico y mental.

Básicamente, la activación aumenta cuando aumentan la motivación y las manifestaciones


de búsqueda de recursos, ansiedad y hostilidad del estrés; y es más baja en ausencia de
motivación o estrés, o cuando están presentes las manifestaciones de desánimo y
agotamiento psicológico del estrés.

* Así, por ejemplo, el nivel de activación de un deportista será mayor cuando, esté
motivado por jugar un partido, preocupado por su rendimiento, con miedo a fracasar,
o enfadado por una decisión del árbitro. Y menor cuando no le interesen los
ejercicios del entrenamiento, no le preocupe un determinado rival por considerarlo
muy fácil, se encuentre "hundido" porque está jugando muy mal, o esté agotado tras
soportar durante muchos meses una enorme "presión psicológica".
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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

0--------1--------2--------3-------4-------5-------6--------7------8-------9--------10

MÍNIMA MÁXIMA
ACTIVACIÓN ACTIVACIÓN

TABLA-5. Escala de 0-10 puntos para cuantificar el Nivel de Activación

El nivel de activación influye en el rendimiento de los deportistas afectando su


funcionamiento psicológico y físico. En el primer caso, influye en su concentración y en los
procesos mentales implicados en el procesamiento de la información y la toma de
decisiones. En el segundo caso, repercute en el nivel de tensión muscular, la movilización
de energía y la coordinación motriz. Por ambas vías, puede influir positiva o negativamente
en el rendimiento.

* Por ejemplo: pensemos en un futbolista demasiado activado que avanza con la


pelota en un contraataque. Su atención se estrechará demasiado y, como
consecuencia de ello, sólo tendrá en cuenta algunos estímulos relevantes (por
ejemplo, el hueco que aparentemente tiene para avanzar hasta la portería),
ignorando otros estímulos que pueden ser determinantes (por ejemplo, la posición
de un contrario que avanza hacia ese hueco; la posición de dos compañeros a los
que podría pasar, etc.). Esta falta de información, hará más probable que su decisión
sea errónea (por ejemplo, intentar avanzar para tirar a gol, en lugar de pasar a un
compañero mejor situado). Además, su nivel de tensión muscular habrá aumentado
y estará más agarrotado, por lo que su ejecución al tirar a gol no será tan precisa. En
estas condiciones, aun logrando tirar a gol, lo más probable es que su disparo
resulte defectuoso.

6.2. Nivel de Activación Óptimo

El nivel de activación óptimo es aquél que, en cada caso particular, favorece el mejor
funcionamiento físico y psicológico, y por tanto, el que propicia el máximo rendimiento
deportivo dentro de las posibilidades reales de cada deportista. Mientras que los niveles de

89
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activación situados por debajo o por encima del nivel óptimo, propician un funcionamiento
defectuoso que perjudica al rendimiento.

Así, un deportista que se encuentre por debajo de su nivel de activación óptimo (es decir,
demasiado relajado) no será capaz de rendir según su nivel deportivo. Si la activación
aumenta hasta alcanzar el nivel óptimo, podrá rendir al máximo de sus posibilidades. Pero
si su activación sobrepasa el nivel óptimo (demasiado tenso, agarrotado, ansioso,
acelerado, excitado, "revolucionado") tampoco rendirá como podría hacerlo.

El nivel de activación óptimo es específico y diferente para cada deportista, y también varía
en función de la tarea deportiva a realizar, siendo más elevado cuando la tarea exige una
dosis alta de movilización de energía (como, por ejemplo, presionar al deportista que tiene
el balón) que en el caso de tareas que, principalmente, requieren mucha precisión (por
ejemplo, tirar un penalti).

Por tanto, lo más importante es que cada deportista aprenda a autoevaluar su propia
activación (utilizando una escala de 0-10 puntos), a detectar cuál es su nivel de activación
óptimo en cada situación concreta en la que debe rendir y, a partir de estos conocimientos,
utilizar habilidades específicas que le ayuden a autorregular convenientemente su nivel de
activación; es decir, a incrementar la activación cuando se encuentre por debajo del nivel
óptimo, a disminuirla cuando se sitúe por encima y a mantenerla cuando esté presente el
nivel óptimo. Para desarrollar estas habilidades de autocontrol, los deportistas deben ser
entrenados por el psicólogo deportivo.

6.3. Activación Positiva y Activación Negativa

Como se ha señalado, tanto la motivación como el estrés (y la autoconfianza mediante su


relación con éstos) pueden provocar activación. Cuando es la motivación la que,
principalmente, provoca la activación (es decir: el interés por el reto; el deseo de conseguir
un objetivo deportivo o personal, el interés por las consecuencias del éxito, incluyendo los
incentivos económicos y el reconocimiento social; la búsqueda de sensaciones positivas,
etc.), se puede hablar de "activación positiva"; mientras que si es el estrés (es decir: el
miedo al fracaso o a sus consecuencias, el temor a una evaluación negativa de los demás,
la incertidumbre sobre el resultado, las dudas sobre el propio rendimiento, la insatisfacción y
la frustración, etc.) se puede hablar de "activación negativa".
90
Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

La distinción entre activación positiva y activación negativa, sólo se refiere al contenido


psicológico (motivación o estrés) que provoca la activación, pero no indica que un tipo de
activación (la activación positiva) influya positivamente en el rendimiento de los deportistas y
que otro tipo (la activación negativa) influya negativamente. Tanto la activación positiva
como la activación negativa pueden propiciar el máximo rendimiento si el nivel de activación
es el nivel óptimo. Y tanto una como otra perjudicarán el rendimiento si el nivel de activación
se encuentra por debajo o por encima de dicho nivel óptimo. Sin embargo, existen algunos
matices que deben ser considerados.

+
R
E
N
D
I
M
I
E
N
T
O

- +
NIVEL DE ACTIVACIÓN
Nivel de Activación Óptimo

FIGURA 1. Relación básica entre el nivel de activación y el rendimiento deportivo. El nivel de


activación óptimo favorece el máximo rendimiento de los deportistas.

91
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ACTIVACIÓN
AUMENTAR
MÁS BAJA
ACTIVACIÓN
DEL
NIVEL OPTIMO

ACTIVACIÓN
DISMINUIR
MÁS ALTA
ACTIVACIÓN
DEL
NIVEL OPTIMO

ACTIVACIÓN
MANTENER
EN EL
ACTIVACIÓN
NIVEL OPTIMO

TABLA-6 Los deportistas pueden ser entrenados por el psicólogo deportivo para identificar y
autoevaluar su nivel de activación, detectar cuál es su nivel de activación óptimo y autorregular su
activación, bien aumentándola, bien disminuyéndola, bien manteniéndola, para conseguir estar en su
nivel óptimo a lo largo de la competición.

92
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6.4. Estrategia General del Entrenador

- Cuando el nivel de activación se encuentra por debajo del nivel óptimo debido a una falta
de motivación o de estrés (no como consecuencia del desánimo o el agotamiento
psicológico), suele ser más fácil incrementarlo rápidamente mediante el estrés que a través
de la motivación (es decir, si la activación es negativa).

* Por ejemplo: ante un partido aparentemente fácil los deportistas se encuentran


muy relajados. Se acerca el partido y siguen relajados. En el vestuario continúan
relajados. En general, será más fácil que se activen y alcancen rápidamente su nivel
de activación óptimo para jugar bien el partido, si el entrenador provoca estrés que si
intenta motivarlos (por ejemplo: enfadándose con ellos o recordándoles un partido
similar en el que, por estar tan relajados, perdieron el partido).

MOTIVACIÓN ESTRÉS

ACTIVACIÓN ACTIVACIÓN
POSITIVA NEGATIVA

NIVEL DE ACTIVACIÓN

TABLA-7. Distinción entre activación “positiva” y activación “negativa”. Ambas pueden propiciar el
máximo rendimiento de los deportistas si el nivel de activación es el nivel óptimo.

93
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- Sin embargo, es más fácil mantener el nivel de activación óptimo cuando la activación es
positiva, ya que la activación negativa tiende a aumentar con mayor rapidez y es más difícil
de controlar, por lo que no tarda en sobrepasar el nivel óptimo.

* En el ejemplo anterior, el estrés (activación negativa) habrá provocado un aumento


de la activación que ha situado a los deportistas en su nivel óptimo, pero si se
mantiene la activación negativa (por ejemplo; el entrenador echa una bronca a los
deportistas por cualquier error y les recuerda continuamente que así no ganarán el
partido) el nivel de activación continuará aumentando hasta sobrepasar, también con
rapidez, el nivel óptimo alcanzado.

- Por todo ello, para provocar activación es recomendable trabajar con activación positiva
(motivación) en lugar de activación negativa (estrés), dejando ésta para los momentos en
los que aquélla no sea suficiente para conseguir el nivel óptimo.

* En el caso anterior, el entrenador, en primer lugar, podría haber intentado provocar


motivación por ese partido, mediante estrategias como establecer objetivos
especiales o utilizar incentivos atractivos. Y sólo en el caso de que estas medidas no
fuesen suficientes, recurrir a las estrategias para provocar estrés.

- Cuando se haya provocado activación negativa para incrementar el nivel de activación,

una vez alcanzado el nivel de activación óptimo será recomendable sustituir la activación

negativa por activación positiva.

En el ejemplo que estamos siguiendo, una vez alcanzado el nivel de activación


óptimo, el entrenador debería sustituir las broncas y los comentarios sobre la
posibilidad de perder el partido, por estrategias que favoreciesen la activación
positiva (por ejemplo; dar información constructiva, destacar retos interesantes,
elogiar a los deportistas).

- Cuando la activación es baja por falta de interés o exceso de relajación, las estrategias
para incrementarla son más eficaces si no se abusa de ellas (sobre todo, las estrategias
que provocan activación negativa), por lo que es conveniente alternar diferentes estrategias.

94
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* Así, el entrenador que consigue su propósito echando una bronca, no por ello debe
utilizar siempre esta estrategia, pues llegará un momento en el que ya no será
eficaz.

- Cuando la activación es baja debido al desánimo o el agotamiento psicológico, se debe


intentar reducir el estrés que provoca estas manifestaciones, al tiempo que se procura
aumentar la motivación; pero no es una buena medida intentar que aumente la activación
provocando más estrés (es decir, provocando activación negativa).

Por ejemplo: intentar activar a un deportista que está desanimado, gritándole para
que se mueva o amenazándole con lo que puede pasarle si no reacciona, añadirá
más estrés; y, en esta situación, sólo se conseguirá que el jugador siga poco
activado. En cambio, será más apropiado potenciar su autoconfianza (por ejemplo,
pidiéndole que realice cosas que domina) para que, a través de ésta, aumente su
motivación y disminuya su desánimo.

- Cuando la activación sobrepasa el nivel óptimo, el objetivo es que disminuya; para ello, los
deportistas pueden emplear técnicas de autorregulación para controlar su propia activación
y, en muchos casos, el entrenador puede intervenir para reducir el exceso de motivación o
de estrés que provocan la sobreactivación.

* Por ejemplo: un deportista joven va a debutar y está sobreactivado o


l s días
anteriores al partido. Si ha sido entrenado por el psicólogo deportivo, podrá aplicar
técnicas psicológicas para reducir esta activación y situarla en el nivel óptimo.
Además, el entrenador podrá ayudarle aplicando medidas para reducir el exceso de
motivación y de estrés que puede tener este deportista (disminuyendo la
trascendencia que el deportista le concede al partido, ajustando sus expectativas de
rendimiento, estableciendo objetivos realistas, anticipando dificultades que puedan
surgir y preparando planes para controlarlas, etc.).

6.5. Situaciones y Señales Relevantes

¿Cómo sabe el entrenador si la activación es baja o alta y, por tanto, si debe intentar
aumentarla o disminuirla?. Entrenándose específicamente para ello y contando con la
ayuda del psicólogo deportivo.

95
Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

En primer lugar, aprendiendo a identificar situaciones deportivas que suelan influir en el


nivel de activación de sus deportistas en uno u otro sentido (por ejemplo: determinados
ejercicios de los entrenamientos, competiciones aparentemente fáciles, competiciones
contra determinados rivales, tareas específicas en el campo, errores, aciertos, situación
adversa del marcador, etc.).

En segundo lugar, aprendiendo a identificar señales externas relacionadas con la falta o el


exceso de activación (reacciones tardías, precipitación, inhibición, etc.) y aprendiendo a
interpretarlas teniendo en cuenta las situaciones que aparentemente las provocan (en lugar
de hacerlo aisladamente).

* Por ejemplo: ver a un deportista más pasivo que habitualmente, puede


considerarse una señal de que no está motivado y, sin embargo, ser la
consecuencia de encontrarse muy agarrotado (es decir, muy activado) por el estrés
que provoca un exceso de responsabilidad.

Este error es menos probable si el entrenador sitúa la pasividad del deportista en el


contexto de la situación que esté presente. Así, por ejemplo, suponiendo que se
trate de un jugador que debuta en el primer equipo o que juega la final de la Copa
del Rey, parece razonable que en principio se descarte una falta de motivación
(pues se trata de situaciones en general muy motivantes), pero si se trata de un
deportista que ha pasado de titular a suplente, y sale al campo cuando faltan sólo
diez minutos y el partido está decidido (situación en general poco motivante), parece
apropiado pensar que su pasividad tiene que ver con una motivación baja.

En realidad, no es posible determinar "desde fuera del deportista" cuál es su nivel de


activación y cualquier interpretación debe hacerse con mucha cautela, pero el entrenador
puede aprender a identificar situaciones y señales que le orienten con un margen de error
pequeño. Por supuesto, la ayuda del psicólogo deportivo en esta parcela puede ser enorme,
pues desde su posición de observador especializado puede identificar con mayor facilidad y
precisión las situaciones y señales clave, e informar al entrenador para que éste actúe con
más eficacia.

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Así mismo, el psicólogo deportivo puede ser de gran ayuda para identificar las
características individuales de cada deportista en lo que respecta a las situaciones y
señales indicadoras de activación.

6.6. Activación Colectiva

En el apartado anterior se ha señalado que, en términos absolutos, el nivel de activación


óptimo varía de unos deportistas a otros; es decir, que en un equipo, el nivel óptimo de un
deportista puede ser mayor o menor que el nivel óptimo de otro deportista. Siendo así,
¿cómo puede controlarse que todos los deportistas de un equipo se encuentren en su nivel
de activación óptimo?.

Evidentemente, una posibilidad muy útil, es que los deportistas sean entrenados por el
psicólogo deportivo para que aprendan a autorregular su propio nivel de activación a partir
de la activación que propicie el entrenador.

Así, el entrenador podrá intervenir para provocar que la activación aumente o disminuya
para el conjunto del equipo y, a partir de aquí, cada deportista podrá aumentar, disminuir o
mantener su propia activación.

En algunos casos, el entrenador podrá centrarse en algún deportista en particular,


interviniendo específicamente para procurar que aumente o disminuya su nivel de
activación; pero incluso en este supuesto, lo mejor será que, posteriormente, el deportista
"de el toque final" para autorregular su activación.

Además, debe tenerse en cuenta que en los deportes de equipo puede producirse un nivel
de activación colectiva en el que coincidan todos o la mayoría de los deportistas del equipo.
Así, aunque existan diferencias individuales en la activación de cada deportista,
determinadas circunstancias que tienen una trascendencia significativa para el grupo (entre
ellas, la actuación del entrenador), pueden llegar a ensombrecer estas diferencias en favor
de una tendencia colectiva. Esta tendencia, más que indicar una similitud de síntomas o de
cantidad de activación (aspectos que seguirán siendo específicos de cada deportista), se
refiere al tipo de activación (positiva o negativa) y al hecho de que ésta se encuentre en el
nivel óptimo, por debajo o por encima de éste.

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Es decir, la activación colectiva de un equipo señalará si todos o la mayoría de los


deportistas están en su nivel óptimo de activación (el que corresponda a cada uno) y si su
activación es predominantemente positiva(provocada por la motivación) o negativa
(provocada por el estrés).

* Por ejemplo: en un partido de fútbol con empate a cero, un equipo recibe un gol a
falta de quince minutos. Se trata de una situación muy relevante para todo el equipo
que, probablemente, afectará de manera similar al nivel de activación de todos o la
mayoría de los deportistas. En este caso, quizá provoque un aumento de la
activación negativa (ansiedad) que situará a los deportistas por encima de su nivel
óptimo (cualquiera que éste sea para cada deportista), perjudicando su rendimiento.

En la línea señalada anteriormente, el entrenador debe conocer las situaciones que pueden
influir en la activación colectiva de su equipo y las señales indicadoras de esa activación,
pudiendo recurrir al psicólogo deportivo para que le ayude en este importante cometido.

También es importante que el entrenador identifique y aprenda a dominar las estrategias


que él puede utilizar para influir en la activación colectiva (establecimiento de objetivos,
comentarios para potenciar la autoconfianza, etc.). Muchos entrenadores son expertos en
manipular el nivel de activación colectiva de sus equipos, y de hecho éste es uno de los
cometidos más importantes de un entrenador en la alta competición. Aún así, son muchos
los que podrían rendir más en esta parcela tan decisiva si tuvieran más conocimientos
psicológicos.

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7.

EL ENTRENADOR Y EL PSICÓLOGO DEPORTIVO

7.1. La Figura del Psicólogo Deportivo en el Deporte de Competición

7.2. ¿Quién es un Psicólogo Deportivo?

7.3. El Rol Psicológico del Entrenador

7.4. El Rol Psicológico del Psicólogo Deportivo

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Existen múltiples situaciones en las que el entrenador puede y debe aplicar estrategias
psicológicas, y otras en las que, debe intervenir el psicólogo deportivo.

Por tanto, no es incompatible que los entrenadores incorporen la Psicología a su método


habitual de trabajo, con el cometido específico de los psicólogos deportivos. Todo lo
contrario, los roles psicológicos del entrenador y del psicólogo deportivo son diferentes y
complementarios, siendo conveniente que interactúen, correctamente, para que la
preparación psicológica de los deportistas sea la mejor posible, en beneficio de su
rendimiento.

7.1. La Figura del Psicólogo Deportivo en el Deporte de Competición

Es cierto que en deportes como el fútbol o el baloncesto, de momento no es habitual que


trabajen psicólogos deportivos, pero tampoco lo era que trabajasen preparadores físicos o
fisioterapeutas y hoy en día son profesionales totalmente incorporados a estos deportes.

La trayectoria del preparador físico en deportes como el fútbol, ilustra en gran parte cómo es
la situación actual del psicólogo deportivo y cómo será, probablemente, en el futuro. En este
momento, muchos entrenadores y los directivos (cada vez menos), todavía tienen opiniones
similares a las que tenían los entrenadores de hace treinta años respecto al preparador
físico: "¿para que quiero yo a un psicólogo deportivo?", "¡yo soy el psicólogo!", "ya me basto
yo para motivarles y animarles", "la mejor Psicología es que la pelota entre"; "el fútbol se ha
inventado hace más de cien años y nunca ha habido psicólogos deportivos"; "que le
pregunten a...; ese sí que era un gran psicólogo"; "¿para que van a realizar los deportistas
un entrenamiento psicológico específico con un psicólogo deportivo?": "¡eso es para los que
están locos!"; "en el fútbol lo importante es darle bien al balón y jugar con un par de...", etc.

Además, hace algunos años, en España, hubo casos desafortunados que, por falta de
preparación específica en Psicología del Deporte y de experiencia en el deporte profesional,
no respondieron a la confianza de algunos clubes de fútbol, propiciando que se extendiera
una idea equivocada sobre los psicólogos deportivos y su aportación en este medio.

Sin embargo, experiencias menos difundidas, como el trabajo realizado con la selección
olímpica de fútbol de Barcelona-92 por el psicólogo deportivo Jesús García Barrero
100
Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

(q.e.p.d.) y otras menos conocidas, han demostrado que el trabajo psicológico del psicólogo
deportivo puede ser de enorme ayuda en el ámbito del fútbol, tanto en el fútbol-base como
en el fútbol profesional.

* Sin ir más lejos, Fabio Capello, en su intervención en el Master en Psicología del


Deporte de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), señaló que
en el Milán había trabajado con dos psicólogos: con uno de ellos, la experiencia no
fue positiva porque no era un psicólogo deportivo, pero con el otro fue muy favorable
porque se trataba de un especialista en este campo. Capello señaló, claramente, la
diferencia entre el trabajo psicológico del entrenador y el trabajo psicológico del
psicólogo deportivo, incluyendo entre las competencias de éste el asesoramiento al
entrenador, e insistió, eso sí, en que el psicólogo deportivo debe estar muy bien
preparado para poder trabajar con eficacia en el fútbol profesional.

En esta línea, ya en muchos países los psicólogos deportivos, cada vez más, trabajan con
equipos y deportistas de fútbol. Sobre todo en los equipos de la cantera. Por ejemplo, la
Selección Nacional de Brasil, reciente campeona del Mundo, ha trabajado con un psicólogo;
también disponen de un psicólogo, entre otros, el benfica de Lisboa que entrena José
Antonio Camacho, y algunos equipos de la Premier League inglesa y la NBA. En España,
muchos clubes de fútbol ya han optado por incorporar psicólogos deportivos,
fundamentalmente, para la formación de sus jugadores y entrenadores de cantera, como
paso previo a la probable incorporación de estos profesionales en los primeros equipos.

En otros deportes, son muchos los psicólogos deportivos que fuera y dentro de España
trabajan con deportistas cuyo rendimiento ha mejorado significativamente en la mayoría de
los casos. En los Estados Unidos, Australia, Canadá y Gran Bretaña y otras potencias
mundiales, los psicólogos deportivos están presentes en los equipos interdisciplinares que
trabajan con los deportistas. En España, en esta línea, cabe destacar el ejemplo pionero de
la Selección Nacional Femenina de Hockey y las experiencias consolidadas de las
Federaciones Españolas de Gimnasia y Atletismo.

Además, los psicólogos deportivos cada vez están mejor preparados, porque se producen
avances muy rápidos al acumularse y propagarse numerosas experiencias con deportistas
de todo el mundo. Así, por ejemplo, los conocimientos disponibles a principios de la década

101
Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

de los noventa han sido ampliados y perfeccionados notablemente en los últimos años,
propiciando que el trabajo del psicólogo deportivo que "está al día" pueda ser más eficaz.

7.2. ¿Quién es un Psicólogo Deportivo?

En realidad, es muy importante la distinción entre un psicólogo y un psicólogo deportivo, y


dentro de este último grupo, entre psicólogos deportivos con experiencia en el deporte de
competición o sin ella. Un psicólogo es un licenciado en Psicología, y un psicólogo deportivo
(o del deporte) es un licenciado en Psicología que está especializado en este campo.

Por tanto, no es suficiente ser un licenciado en Psicología (aunque legalmente baste esta
titulación) para trabajar con eficacia en el ámbito del deporte, y por ello, se debe evitar el
extendido error de contratar psicólogos que no están especializados, específicamente, en
este ámbito; por ejemplo: un psicólogo que uno conoce porque es un vecino, o trabaja en
una empresa de un amigo, o es la hija de un directivo del club, o es un chico "majete" que
es aficionado al deporte o fue deportista.

Seguramente, cuando un entrenador o un directivo pretenden contratar a un médico para


atender a sus deportistas lesionados, quieren que este médico sea un traumatólogo (es
decir, un especialista), no un ginecólogo o un médico de atención primaria, aunque éstos
sean grandes apasionados del deporte o hayan sido deportistas; pues el mismo criterio
deberían seguir para contratar a un psicólogo: en este caso, el especialista adecuado es el
psicólogo deportivo.

En la actualidad, en España, existen estudios de postgrado de Master en Psicología del


Deporte impartidos por universidades y estas titulaciones son un primer eslabón para
discriminar a los psicólogos deportivos de los que, simplemente, son psicólogos.
No obstante, se debe tener en cuenta que estas titulaciones son relativamente recientes y
que, por tanto, puede haber buenos psicólogos deportivos de una edad más avanzada,
cuya formación se haya basado en el estudio de la especialidad por otras vías y la
acumulación de experiencia práctica, aunque son pocos los psicólogos deportivos
españoles que pueden incluirse en este grupo. En cualquier caso, la experiencia es un
grado muy importante y al contratar a un psicólogo deportivo debe valorarse este factor
para decidir si es el profesional idóneo. Por ejemplo, no es apropiado que un equipo de alta

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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

competición al que se asigna un entrenador del máximo nivel, trabaje con un psicólogo
deportivo sin apenas experiencia en este ámbito.

7.3. El Rol Psicológico del Entrenador

La incorporación de la Psicología al método de trabajo habitual de un entrenador, favorece


que el entrenador comprenda mejor las necesidades y problemas de sus deportistas,
adopte las decisiones más oportunas y aplique, eficazmente, las técnicas psicológicas que,
desde su rol de entrenador, resulten más apropiadas en cualquiera de las parcelas de su
ámbito de actuación (en los entrenamientos, en las competiciones, en las reuniones con los
deportistas, en sus decisiones sobre el equipo, etc.). Por ello, debe considerarse
sumamente trascendente que los entrenadores aprendan Psicología e integren estos
conocimientos en su repertorio de recursos profesionales, enriqueciendo su forma de
entrenar a los deportistas y de dirigir al grupo.

No obstante, los entrenadores deben comprender que, aún dominando y aplicando


múltiples estrategias psicológicas desde su rol de entrenador, no pueden sustituir al
psicólogo deportivo en las facetas concretas que le corresponden a éste, específicamente,
por su mayor grado de especialización y el tipo de relación profesional, diferente a la del
entrenador, que puede establecer con los deportistas.

* Por ejemplo: es difícil que dos días antes de un partido, un deportista sea lo
suficientemente sincero con su entrenador como para decirle que se encuentra
inseguro, cuando este comentario puede ocasionar que el entrenador no le incluya
en la alineación titular.

* Sin embargo, es más fácil que este deportista confíe en el psicólogo deportivo (si
éste ha trabajado correctamente para ganarse esta confianza), al no ser la persona
que toma las decisiones deportivas que le afectan, sino un profesional que puede
comprender su estado psicológico y ayudarle a controlarlo para rendir bien en ese
partido.

¿Qué ocurre cuando no hay un psicólogo deportivo disponible?; pues que falta una pieza
que limita las posibilidades de funcionamiento psicológico de los deportistas, al igual que
103
Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

ocurre en otras parcelas cuando, por ejemplo, no hay un médico o un fisioterapeuta. Por
mucha medicina o fisioterapia deportiva que sepa el entrenador, no podrá sustituir al médico
o al fisioterapeuta en los cometidos más complejos, tanto por falta de tiempo (el entrenador
tiene múltiples cometidos propios que le impiden profundizar en todas las parcelas que
contribuyen al rendimiento) como por falta de preparación específica al nivel exigido y, en
algunas cuestiones, impedimentos legales (por ejemplo: un entrenador no puede operar a
un deportista lesionado).

En el caso de la intervención psicológica, además de estas causas, debe añadirse que el


poder del entrenador sobre los deportistas (su autoridad como director del grupo, la
trascendencia de sus decisiones, etc.) aunque en principio puede facilitar la incorporación
del entrenamiento psicológico específico con algunos de ellos, dificulta, decisivamente, la
relación apropiada de confianza y colaboración recíprocas que es imprescindible para poder
avanzar en esta parcela.

Y esto sucederá, incluso, en los pocos casos en los que el entrenador sea también un
psicólogo titulado: podrá introducir e integrar, con mayor facilidad, un entrenamiento
psicológico básico con algunos deportistas (no con todos), pero llegará un punto en el que
los deportistas no estarán dispuestos a compartir con él la información más relevante de sus
experiencias internas (pensamientos, sensaciones, creencias, dudas, etc.) y será necesario
contar con otro psicólogo, ajeno a las decisiones deportivas, que establezca con los
deportistas una relación profesional de otras características.

Debe aceptarse, en definitiva, que el entrenador tiene su papel específico aplicando la


Psicología y el psicólogo deportivo el suyo, que ambos son complementarios y que los dos
son necesarios si se pretende obtener el máximo rendimiento de las posibilidades que la
Psicología ofrece.

En la tabla adjunta, se incluye un esquema que ilustra las características de los cometidos
psicológicos, diferentes y complementarios, del entrenador y del psicólogo deportivo.

104
Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

FUNCIONAMIENTO PSICOLÓGICO
DE LOS DEPORTISTAS

ESTRATEGIAS
CIRCUNSTANCIAS DISPOSICIÓN DISPOSICIÓN (HABILIDADES)
AMBIENTALES PSICOLÓGICA PSICOLÓGICA PSICOLÓGICAS
INFLUYENTES MÁS FLEXIBLE MÁS RÍGIDA DE
AUTOAPLICACIÓN

INTERVENCIÓN
PSICOLÓGICA INTERVENCIÓN
DEL PSICOLÓGICA
ENTRENADOR DEL PSICÓLOGO DEL
DEPORTE
AYUDA CONCRETA

AUTORREGULACIÓN
ASESORAMIENTO

PSICOLÓGICAS DE
ENTRENAMIENTO
ENTRENAMIENTO

PSICOLÓGICAS

HABILIDADES
TÉCNICAS

TABLA-8. Intervención psicológica del entrenador e intervención psicológica del psicólogo del
deporte.

Como se aprecia en la tabla, el entrenador puede emplear múltiples estrategias psicológicas


para influir en el funcionamiento psicológico de sus deportistas mediante dos vías:

- controlando circunstancias ambientales relevantes (estableciendo objetivos


apropiados, organizando ejercicios atractivos y estimulantes, dando instrucciones
adecuadas, proporcionando feedback, reforzando, castigando, exponiendo a los
deportistas a situaciones estresantes, aportando ejemplos que ayuden a controlar
las expectativas de éxito, empleando estrategias para centrar la atención en los
estímulos relevantes, programando bien el tiempo antes de una competición,
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Conocimientos Básicos en Psicología del Deporte.  Dr. Jose Mª Buceta

evaluando correctamente el rendimiento deportivo, propiciando atribuciones


apropiadas de éxito/fracaso, combinando eficazmente su estilo de toma de
decisiones, etc.);

- influyendo en la disposición psicológica más flexible de los deportistas (utilizando


datos y razonamientos objetivos que apoyen sus argumentos, reservando el estilo
autocrático para los momentos más decisivos, controlando con habilidad
expectativas de éxito y atribuciones de éxito/fracaso, utilizando habilidades de
comunicación eficaces, etc.).

Para ello, el entrenador puede recibir la colaboración del psicólogo deportivo en cuatro
apartados:

- asesorándole (por ejemplo: aportando sugerencias sobre la preparación


psicológica de la siguiente competición; dándole ideas para evaluar mejor el
rendimiento; proporcionándole información psicológica para que el entrenador
decida con mayor acierto, etc.);

- ayudándole en cuestiones concretas (por ejemplo: ayudándole a elaborar un


programa de establecimiento de objetivos, diseñar una sesión de entrenamiento en
la que se simulen situaciones estresantes de la competición, o registrar conductas
concretas);

- entrenándole para que domine técnicas psicológicas que le permitan influir en el


funcionamiento de los deportistas (por ejemplo: cómo establecer objetivos, cómo
aplicar refuerzos y castigos, cómo controlar expectativas de éxito, etc.);

- entrenándole para que domine habilidades psicológicas de autorregulación que le


permitan autocontrolar su propio funcionamiento psicológico (por ejemplo, para
tranquilizarse cuando está nervioso o enfadado).

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7.4. El Rol Psicológico del Psicólogo Deportivo

Siguiendo con el esquema de la tabla-8, el cometido del psicólogo deportivo puede situarse
en los siguientes apartados:

- asesorar, ayudar y entrenar al entrenador para que influya eficazmente en el


funcionamiento psicológico de los deportistas y autocontrole su propio
funcionamiento psicológico;

- entrenar a los deportistas para que dominen habilidades psicológicas que les
permitan autocontrolar su propio funcionamiento psicológico;

- intervenir para cambiar la disposición psicológica de los deportistas, sobre todo sus
creencias y actitudes más rigidas que afecten negativamente su funcionamiento).

Por ejemplo, entre otros cometidos específicos, el psicólogo deportivo puede abordar
aspectos como los siguientes.

- Evaluar los aspectos que en cada caso concreto pueden influir en la motivación básica de
los deportistas, y asesorar al entrenador para que actúe eficazmente a nivel individual y con
el equipo como conjunto.

- Ayudar al entrenador a seleccionar, preparar y utilizar las técnicas que mejor pueden influir
en la motivación de los deportistas.

- Intervenir directamente en los casos más complejos de falta de motivación (modificando


creencias y actitudes rígidas mediante estrategias psicológicas complejas).

- Estar alerta respecto al riesgo de agotamiento psicológico y asesorar al entrenador para


prevenirlo y, si procede, aliviarlo. Trabajar directamente para aliviar este problema con los
deportistas que lo sufran.

- Estar alerta respecto a las situaciones potencialmente estresantes que rodean a los
deportistas, asesorando al entrenador, a los directivos y a los propios deportistas para que
las controlen convenientemente.
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- Evaluar características personales relacionadas con el estrés y ayudar a los deportistas


que sean más vulnerables.

- Entrenar a los deportistas para que dominen habilidades que les ayuden a autocontrolar la
motivación y el estrés.

- Trabajar con los deportistas lesionados para optimizar su recuperación.

- Estar alerta respecto a posibles problemas extradeportivos que puedan afectar al


funcionamiento de los deportistas, ayudándoles en lo posible si se presentan.

- Observar cómo funcionan todos los aspectos que influyen en la autoconfianza de los
deportistas, y asesorar al entrenador para que mantenga los que funcionan bien y corrija los
que deberían mejorarse, ayudándole en los casos que el entrenador lo demande.

- Intervenir directamente para mejorar la autoconfianza de los deportistas que necesiten una
atención más especializada.

- Detectar las situaciones de mayor riesgo y las señales clave relacionadas con el nivel de
activación de los deportistas a nivel individual y colectivo, y asesorar al entrenador para que
actúe eficazmente considerando esta información.

- Entrenar a los deportistas para que autoevalúen su nivel de activación, identifiquen su


nivel de activación óptimo y controlen adecuadamente su activación antes, durante y
después de las competiciones.

- Entrenar a los deportistas para que autocontrolen su funcionamiento en las sesiones de


entrenamiento y obtengan el máximo beneficio de cada sesión.

- Asesorar y ayudar al entrenador en la aplicación de estrategias psicológicas para la


optimización de los entrenamientos.

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- Evaluar el estado psicológico de los deportistas antes de cada competición y asesorar al


entrenador sobre la estrategia psicológica para la competición.

- Ayudar al entrenador a organizar la estrategia de las reuniones con los deportistas para
preparar las competiciones.

- Entrenar a los deportistas para que aprendan a preparar su actuación personal en las
competiciones.

- Asesorar al entrenador para que actúe eficazmente en los periodos de participación activa
y pausa de los partidos.

- Ayudar al entrenador a registrar datos objetivos sobre el rendimiento de los deportistas


durante el partido.

- Evaluar el funcionamiento psicológico de los deportistas durante la competición.

- Asesorar al entrenador para que utilice lo ocurrido en la competición de la manera más


provechosa (psicológicamente).

- Evaluar el funcionamiento del grupo, y asesorar al entrenador para lograr el mejor


funcionamiento posible. Intervenir para aliviar problemas dentro del grupo.

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8.
ASPECTOS PSICOLÓGICOS DEL DEPORTE
INFANTIL DE COMPETICIÓN

8.1. Principales Características del Deporte Infantil de Competición


8.2. Valores Psicosociales
8.3. Recursos Psicológicos y Experiencias Gratificantes
8.4. Posibles Perjuicios
8.5. La Actuación de los Entrenadores
8.6. La Actuación de los Padres

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8.1. Principales Características del Deporte Infantil de Competición

El deporte es una de las actividades más populares entre los más jóvenes, como demuestra
que cada vez sean más las niñas y niños españoles que lo practican en colegios, clubes o
escuelas deportivas, participando habitualmente en entrenamientos y competiciones de
especialidades deportivas diversas.

El deporte de competición es atractivo para los niños por motivos como los siguientes:

- la actividad física y lúdica que conlleva; muy gratificante en estas edades;

- la interacción que se produce con otros niños de la misma edad; un aspecto muy
valioso para los jóvenes;

- el elemento competitivo; ya que a muchos niños les gusta competir y el deporte les
proporciona esta oportunidad;

- el hecho de que lo practiquen deportistas profesionales; al ser éstos modelos


sociales que los jóvenes admiran y tienden a imitar.

La enorme motivación que los niños tienen por practicar deporte, convierte a éste en una
poderosa herramienta educativa, cuyos efectos pueden ser muy positivos si se maneja
correctamente.

- El deporte puede optimizar el desarrollo físico de los niños que lo practican,


favoreciendo que sean personas más sanas ahora y en el futuro.

- Puede propiciar que los niños adquieran el hábito saludable de hacer ejercicio físico;
facilitando que en el futuro no sean adultos sedentarios.

- Y es una excelente oportunidad para que los jóvenes desarrollen otros hábitos
saludables: fundamentalmente, hábitos alimentarios, de higiene y de cuidado
personal.
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- Además, es una buena manera de ocupar el tiempo libre y relacionarse con otros
niños que también se interesan por el deporte.

8.2. Valores Psicosociales

Los posibles beneficios del deporte de competición en estas edades, son todavía mayores.

La correcta utilización de la práctica deportiva, permite desarrollar valores personales y


sociales que formarán parte de la personalidad de los deportistas, haciéndoles más capaces
de enfrentarse eficazmente a la vida, hoy como niños y mañana como adultos.

Entre los valores que puede fomentar la práctica deportiva, se encuentran los siguientes:

- Asumir responsabilidades;

- Aceptar y cumplir compromisos con los demás y con uno mismo;

- Ser exigente con uno mismo; pero aceptando las propias limitaciones;

- Ser perseverante realizando el máximo esfuerzo posible;

* sin abandonar con cualquier excusa, ni conformarse fácilmente;


* aprendiendo a luchar y ser constante;
* trabajando disciplinadamente para conseguir lo que uno se propone;

- Ser capaz de trabajar en equipo;

* pensando en los intereses colectivos;


* sacrificando planteamientos egoistas en beneficio del grupo;
* cooperando con los demás para conseguir objetivos comunes;

- Aceptar y respetar las normas; compitiendo con honestidad, sin trampas;

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- Aceptar equilibradamente las victorias y las derrotas, los éxitos y los fracasos, los
aciertos y los errores;

- Ser capaz de obtener el máximo beneficio de la experiencia de la competición, con


independencia del resultado.

- Respetar a los demás: ya sean compañeros, rivales, jefes o jueces; aunque sean
diferentes, tengan otros objetivos, o no se esté de acuerdo con ellos;

- Ser tolerante y solidario con otras personas; aceptando las debilidades y errores
ajenos, y ayudando a aquéllos que lo necesiten.

8.3. Recursos Psicológicos y Experiencias Gratificantes

Además, en esta misma línea, el deporte puede contribuir a desarrollar recursos psicológicos
muy valiosos que contribuyen al funcionamiento eficaz, la salud y el bienestar de las
personas. Básicamente, los siguientes:

- puede ayudar a desarrollar la capacidad atencional de los jóvenes deportistas,


incluyendo su capacidad de concentración;

- proporcionar experiencias que ayuden a percibir que uno es capaz de controlar las
cosas que le importan; en lugar de sentirse indefenso;

- desarrollar y fortalecer la autoconfianza;

- mejorar el autoconcepto y la autoestima;

- y aumentar la capacidad de autocontrol.

Otro importante beneficio que puede aportar el deporte, es proporcionar múltiples


experiencias gratificantes a los niños que lo practican; entre ellas: divertirse, aprender cosas

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nuevas, y sentirse competentes; siendo éste un factor clave, para que los jóvenes sigan
practicando deporte y puedan obtener los beneficios señalados anteriormente.

Sin embargo, estos beneficios sólo se producirán si la actividad deportiva se organiza y


conduce con la habilidad necesaria, siendo determinante la actuación de todos los que
rodean a los deportistas; fundamentalmente, los entrenadores y los padres.

8.4. Posibles Perjuicios

Cuando la actividad deportiva está mal organizada, o mal dirigida, por los entrenadores, o el
comportamiento de los padres es inapropiado, el deporte de competición puede ser perjudicial
para los niños.

- Así, un niño que no se divierte, o que percibe que no progresa, estará insatisfecho; y en
estas condiciones será más probable que abandone el deporte o deje de hacerlo con el
compromiso y la perseverencia que deben estar presentes para que el deporte sea formativo.

- Si al niño se le exigen cosas que no puede hacer, o no sabe cómo hacerlas, y percibe que
su esfuerzo es inútil, se encontrará inseguro y su autoconfianza se debilitará.

- Si el niño deportista se encuentra estresado por la presión que ejercen sobre él su


entrenador y sus padres para que rinda, el deporte se convertirá en una experiencia aversiva
que le hará sufrir; siendo más probables las lesiones y el abandono de la actividad como
mecanismos de escape; e incluso, ya en la etapa de la adolescencia, que el deportista tome
sustancias dopantes para mejorar su rendimiento.

- Si además recibe insultos del entrenador, o éste le pone en ridículo delante de sus
compañeros, o percibe que decepciona a sus padres si no consigue buenos resultados,
todavía será peor; porque se debilitarán su autoconcepto y su autoestima en una edad
especialmente vulnerable.

En definitiva, el deporte de competición puede aportar múltiples beneficios a los jóvenes


deportistas, pero también ser una experiencia negativa. La clave para que sea beneficioso y
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no perjudicial, está en cómo se organiza y se conduce la práctica deportiva, siendo


fundamentales la actuación de organizadores, entrenadores y padres.

8.5. La Actuación de los Entrenadores

El entrenador de deportistas jóvenes tiene una responsabilidad que se extiende más allá de
un resultado deportivo, ya que a través de su comportamiento puede influir, positiva o
negativamente, en el desarrollo físico y psicológico de los niños que dependen de él.

El entrenador no debe olvidar esta responsabilidad, siendo consciente de que entrenar no es


un juego en el que puede utilizar a los deportistas como si fueran simples piezas. Los niños
deportistas son personas, con sus ilusiones, intereses, aspiraciones, sufrimientos, alegrías,
emociones... y el entrenador debe tratarles como tales, aprovechando la enorme influencia
que tiene sobre ellos, para que la actividad deportiva sea una experiencia gratificante y
formativa.

Por tanto, los entrenadores que trabajan con niños, no deben imitar a los entrenadores de
deportistas profesionales, ya que el cometido de éstos es diferente, sino desarrollar un estilo
de funcionamiento propio que resulte adecuado para conseguir los objetivos que debe tener
el deporte en estas edades. Los entrenadores de deportistas jóvenes no deben actuar
caprichosamente, según les apetece en cada momento, o guiados por sus emociones; al
contrario: deben ser justos con los deportistas, con un comportamiento consistente, basado
en criterios objetivos, que deben mantener hasta en los momentos más adversos o emotivos.
También deben tratar a los niños con dignidad y respeto; evitando insultarles,
menospreciarles o ridiculizarles.

El entrenador de niños debe ser un modelo de comportamiento; ya que es muy probable que
sus deportistas le imiten.

- Por ejemplo, debe respetar a los árbitros; evitando menospreciarles, insultarles,


cuestionar sus decisiones, o atribuir las derrotas a su actuación.

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- También debe respetar a los deportistas rivales, y ser un ejemplo de control


emocional en los momentos más críticos: manteniendo una actitud equilibrada ante
las victorias y las derrotas; sin acentuarlas demasiado ni en un caso ni en otro.

- Tanto cuando se gana como cuando se pierde, el entrenador debe felicitar a sus
jugadores por el esfuerzo que han realizado, destacando las acciones bien hechas,
corrigiendo constructivamente los errores que se puedan mejorar, y estableciendo
nuevos retos para el futuro inmediato.

Es importante que el entrenador enseñe a sus deportistas a trabajar en equipo; acentuando la


importancia de la cooperación y la comunicación, y concretando las responsabilidades
individuales de cada niño.

También lo es que exija esfuerzo y rendimiento, pero siempre en función de las posibilidades
reales de sus deportistas; sin pedirles más de lo que pueden hacer. Para ello, debe establecer
objetivos de rendimiento que sean desafiantes pero a la vez alcanzables; y tener en cuenta
que, inevitablemente, se producirán errores; ya que cualquier deportista, por competente y
experto que sea, los comete; por lo que en estas edades, los errores son algo normal que el
entrenador debe aceptar con naturalidad; como parte del proceso formativo de los niños.

Cuando se trabaja con niños, las sesiones de entrenamiento deben ser muy estimulantes; con
ejercicios variados y amenos para que los niños se diviertan y aprendan; en lugar de tareas
monótonas y aburridas, que conviertan al entrenamiento en una experiencia desagradable y
poco productiva. Un aspecto fundamental, es que los deportistas sepan qué es, exactamente,
lo que tienen que hacer; y también que, posteriormente, reciban información sobre lo que han
hecho. Para ello, es conveniente que el entrenador recurra a demostraciones, videos,
registros de rendimiento sencillos, y explicaciones muy claras y concisas.

En estas edades, las explicaciones del entrenador deben ser breves y muy concretas; sin
hacer demasiadas paradas durante el entrenamiento; propiciando que la mayor parte del
tiempo los niños estén activos, en lugar de estar parados.

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El entrenador debe tener en cuenta que el avance de los niños es paulatino; y por tanto debe
ser paciente con sus deportistas, respetando el ritmo de aprendizaje de cada uno de ellos, sin
pretender que asimilen muchos conceptos en poco tiempo.

El entrenador debe diferenciar las conductas de los deportistas de sus resultados; destacando
fundamentalmente las conductas. Y cuando se produzcan resultados significativos, es
importante que los relacione con conductas concretas. Por ejemplo, si el equipo gana un
partido, es importante que el entrenador destaque las conductas concretas que han
contribuido a ganar ese partido, y pueden volver a repetirse en futuros partidos.

De esta forma, los niños se centrarán en lo que más depende de ellos: su propia conducta;
aprenderán a confiar en las conductas que les ayudan a conseguir buenos resultados; y
podrán corregir aquéllas otras conductas que necesiten una mejora.

El entrenador de niños debe ser generoso utilizando elogios y palabras de aprobación para
reconocer los esfuerzos y buenas acciones de sus deportistas; aunque no de manera
arbitraria, sino como consecuencia de conductas concretas.

En estas edades, los elogios y las palabras de aprobación, deben predominar, claramente,
sobre otro tipo de comentarios. Los entrenadores que emplean esta estrategia, consiguen que
sus deportistas estén más satisfechos y motivados por practicar deporte; y como
consecuencia de ello, que estén más atentos y aprendan mejor.

En definitiva, la actuación de los entrenadores puede ser determinante si comprenden y


asumen cuáles deben ser los objetivos del deporte infantil, adoptando un estilo de
funcionamiento apropiado, lograrán que la experiencia deportiva de sus deportistas, sea
gratificante y formativa; De lo contrario, desperdiciarán esta gran oportunidad y podrán
perjudicar a los niños. Para afrontar este reto, los entrenadores deben prepararse
convenientemente; pues no basta con dominar los aspectos técnicos de su deporte, sino que
es necesario que comprendan y dominen las estrategias psicológicas que pueden optimizar el
funcionamiento de sus deportistas y el suyo propio.

Los entrenadores deben asumir la responsabilidad de formarse; pero también deben asumir
su responsabilidad las personas encargadas de contratar a los entrenadores, ya que a los
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niños no debería entrenarles cualquier persona, simplemente porque conozca un deporte,


sino aquél que esté verdaderamente preparado para aprovechar la experiencia educativa del
deporte. Directivos, directores deportivos y padres, deben ser conscientes de esta
circunstancia, y pensar muy bien quién es la persona a la que confían a los niños.

8.6. La Actuación de los Padres

La influencia que los padres tienen sobre sus hijos, propicia que su actuación respecto a la
práctica deportiva de éstos, tenga una enorme trascendencia, pudiendo favorecer que el
deporte proporcione múltiples beneficios, o al contrario, propiciando que se desperdicie esta
valiosa oportunidad educativa, e incluso logrando que el deporte se convierta en una carga
pesada con efectos perjudiciales para los niños.

Por tanto, es importante que los padres comprendan que deben ser una ayuda para sus hijos
deportistas y no una fuente de problemas.

El primer cometido de los padres, debe ser interesarse por la actividad deportiva que hacen
sus hijos: ¿dónde la hacen?, ¿con quién?, ¿qué dedicación exige?. ¿Quién es el entrenador?

Conociendo la exigencia que conlleva practicar deporte de competición, es aconsejable que


los padres ayuden a sus hijos a decidir si quieren o no quieren involucrarse en esta actividad;
sin tomar las decisiones por ellos; explicándoles las alternativas que tienen y lo que supone
cada una de ellas; pero dejando que los niños decidan voluntariamente. Pues debe evitarse
que hagan deporte simplemente por satisfacer a sus padres.

Ahora bien, los padres deben propiciar que los niños adquieran un compromiso con la
práctica deportiva. El compromiso que los propios niños decidan; pero que se comprometan
de verdad y sean consecuentes con ese compromiso.

No es educativo que los niños decidan realizar una actividad deportiva y después falten a los
entrenamientos y las competiciones cuando no les apetezca hacer deporte o tengan otros
planes. Sí lo es comprometerse con la actividad deportiva y cumplir ese compromiso; pues

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aceptar y asumir compromisos es uno de los valores más importantes que debe desarrollar el
deporte en estas edades.

Los padres pueden aprovechar la experiencia del deporte para estar más cerca de sus hijos;
pues se trata de un tema de interés común en el que ambos pueden coincidir fácilmente.
Compartir esta experiencia, favorece enormemente la comunicación entre padres e hijos.

Sin embargo, no deben interferir en la labor del entrenador; ni criticarle delante de los niños;
pues crearán un difícil conflicto para su propio hijo:

- por un lado, porque el niño recibirá instrucciones contradictorias y no sabrá a que


atenerse;

- por otro, porque se encontrará en medio de un problema entre personas a las que
aprecia, y no estará preparado para manejar una situación tan desagradable.

Por tanto, es importante que los niños perciban una buena sintonía entre su entrenador y sus
padres; así estarán más contentos y podrán aprovechar mejor la experiencia del deporte.

Los padres deben entender cómo debe ser el deporte en estas edades; sin buscar
paralelismos con el deporte profesional o pensando que tienen en su hijo una "mina de oro"
que en el futuro les hará ricos.

Deben tener claro que los niños deben divertirse haciendo deporte; y que la actividad
deportiva debe resultarles estimulante y gratificante.

Deben comprender que el deporte es una excelente oportunidad educativa para optimizar el
desarrollo físico, psicológico y social de sus hijos; y que esta oportunidad no deberían
desaprovecharla.

Un elemento importante, para que el deporte sea educativo, es que los padres sean un
modelo de comportamiento para sus hijos deportistas.

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- Por ejemplo, será difícil que los niños aprendan a respetar a los árbitros o a los
deportistas rivales, si sus padres insultan o menosprecian a éstos desde la grada;

- también será difícil que aprendan a trabajar en equipo, si sus padres se enfadan
porque han sido sustituidos o critican a sus compañeros;

Asimismo, es importante que los padres no quieran interferir en el funcionamiento deportivo


de los niños. Por ejemplo, dándoles consejos mientras compiten; en lugar de dejar que sean
ellos mismos, con la ayuda del entrenador, los protagonistas del juego.

Además, es fundamental que no presionen a sus hijos en relación con su rendimiento; pues la
presión de los padres es uno de los aspectos más estresantes y perjudiciales para los niños.

Por tanto, no es apropiado que exijan a los niños que jueguen bien, que marquen goles, o que
ganen competiciones; ni que les critiquen por sus errores; ni que se enfaden con ellos cuando
los resultados sean malos.

Especialmente grave, es que los niños teman defraudar a sus padres; que les preocupe no
ser capaces de responder satisfactoriamente a lo que piensan que sus padres esperan de
ellos. Cuando esto ocurre, los niños se sienten muy presionados y la actividad deportiva se
convierte en algo muy desagradable para ellos.

Hay que tener en cuenta, que en estas edades es fácil que los niños asocien su valor como
personas al éxito deportivo; sobre todo cuando sus padres le dan demasiada importancia a
los resultados deportivos. Así, para muchos niños, los mejores momentos con sus padres,
cuando los ve más contentos y comunicativos, y recibe mayor atención de ellos, son los días
que consiguen buenos resultados. Y esta situación puede derivar en que los niños teman que,
por su culpa, no se produzcan estos efectos tan positivos, si no alcanzan los resultados
deseados. Obviamente, esta situación es muy estresante para los niños antes de cada
competición; y si encima no logran el resultado apetecido, todavía peor.

Tampoco es bueno que los padres menosprecien los logros deportivos de sus hijos;
diciéndoles, por ejemplo, que los contrarios eran malos, o que han tenido mucha suerte;

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ni que compitan con los niños; minimizando lo que hacen al compararlo con lo que ellos
hacían cuando tenían su edad.

Los padres deben comprender las limitaciones de sus hijos; y valorar su esfuerzo y las
satisfacciones que obtienen haciendo deporte, más que sus resultados; manteniendo una
actitud equilibrada ante las victorias y las derrotas; y aceptando los éxitos y los fracasos
deportivos como parte del proceso formativo de un niño que algún día será un adulto.

La ayuda de los padres, colaborando con el entrenador y la organización deportiva, es


fundamental para que el deporte sea una valiosa experiencia formativa en el desarrollo de sus
hijos; por lo que la comunicación entre entrenadores, organizadores y padres debe ser fluida y
constructiva; entendiendo que todos ellos deben remar en la misma dirección en beneficio de
los niños.

Con este propósito, es aconsejable que mantengan reuniones periódicas para exponer
objetivos, inquietudes y sugerencias; que puedan ponerse en contacto cada vez que surja
algún problema o cualquiera de las partes esté descontenta; y que pase lo que pase, tengan
siempre la buena disposición de entenderse.

En definitiva, es importante que los padres comprendan las enormes posibilidades del deporte
de competición y sus posibles riesgos; asumiendo la responsabilidad que les corresponde
para favorecer que sus hijos aprovechen la valiosa experiencia educativa del deporte.

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BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

BALAGUER, I. (ed.) (1994) "Entrenamiento Psicológico en el Deporte". Valencia: Editorial


Albatros Educación.

BUCETA, J.M. (1996) "Psicología y Lesiones Deportivas: prevención y recuperación".


Madrid: Editorial Dykinson.

BUCETA, J.M. (1998) "Psicología del Entrenamiento Deportivo". Madrid: Editorial Dykinson.

BUCETA, J.M. (2004) "Estrategias Psicológicas para Entrenadores de Deportistas


Jóvenes". Madrid: Editorial Dykinson.

CRUZ, J. (ed.) (1997) "Psicología del Deporte". Madrid: Editorial Síntesis.

CRUZ, J. (1991) Historia de la psicología del Deporte. En J. Riera y J. Cruz (eds.)


“Psicología del Deporte: Aplicaciones y Perspectivas”. Barcelona: Editorial Martínez Roca.

WEINBERG, R.S. y GOULD, D. (1996) "Fundamentos de Psicología del Deporte y el


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