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La crisis del jabón en la URSS

Un ejemplo curioso de cómo el manejo de información constituye el problema básico que afronta toda economía lo
proporcionan las múltiples situaciones de escasez y descoordinación sufridas por las economías planificadas del Este
de Europa hasta los años noventa. Las limitaciones que padecía la planificación en cuanto a la producción y uso de
información pone así de relieve indirectamente las propiedades informativas del sistema de precios en las economías
de mercado.

Para el observador occidental de la época, una de las crisis más espectaculares fue la que se produjo en la antigua
Unión Soviética en el año 1989. Entre las reivindicaciones más llamativas de una huelga histórica que paralizó las
minas de Siberia en ese año, figuraba la de aumentar las provisiones de un bien tan común como el jabón. En esos
momentos, los consumidores soviéticos hacían cola para adquirir las raciones del escaso jabón disponible, mientras
que el precio en el mercado negro alcanzaba niveles entre tres y cuatro veces superiores al del precio oficial.

Aparentemente, las causas de la escasez se remontaban a varios años atrás. Por ejemplo, cuatro años antes, en
marzo de 1985, los planificadores habían observado que los centros de distribución almacenaban jabón en exceso.
Para “equilibrar el mercado” ajustando oferta y demanda, decidieron entonces suprimir la importación que se venía
haciendo desde la India de 50.000 Tm. de jabón al año. Además, optaron por paralizar la renovación de las fábricas
de jabón nacional.

En esos años, al hilo de la perestroika liderada por Mijail Gorbáchov se habían ido introduciendo diversos cambios
en el funcionamiento del sistema empresarial soviético. Tales cambios estaban empezando a ejercer sus efectos, no
siempre deseables. En concreto, las fábricas habían empezado a usar sus nuevas libertades para aumentar los
salarios, incrementando así la demanda y, dada la rigidez de la oferta y de los precios, la inflación latente. Esto había
creado las condiciones para que algunos consumidores compraran por puro pánico, acumulando en sus casas
inventarios de todos los productos disponibles a niveles muy por encima de sus necesidades.

Pese a que en los últimos años ochenta los precios aún seguían siendo fijados por el plan, las empresas también
gozaban de mayor libertad para elegir su producción. Como era previsible, las empresas utilizaron esta nueva
discrecionalidad para producir más de los productos que les resultaban más beneficiosos. Éstos eran generalmente
los más caros. Por ejemplo, el mayor productor nacional de jabones, la fábrica Svoboda de Moscú, dejó de fabricar
sus marcas “Ninfa del bosque” y “Ocho de marzo”, que se venían vendiendo a 70 kopekes, y comenzó a producir
“Bálsamo” y “Salida”, cuyos precios se situaban en los 100 kopekes. Pese a disminuir el volumen de producción, este
cambio no le impedía cumplir el plan, ya que la mayoría de sus objetivos ya se habían fijado en términos del “valor”
producido y no de las cantidades físicas, como se había hecho tradicionalmente.

En este contexto, en el año 1988 se produjo una grave escasez de un ingrediente de los detergentes, el sulfanol, que
se elaboraba en una sola planta, situada en Azerbaiyán. Esta fábrica fue incapaz de abrir a tiempo una nueva línea
de producción, factor al que vinieron a sumarse unos disturbios de origen racial. Hacia mayo empezó a faltar en las
tiendas el detergente para lavadoras. Los consumidores lo sustituían por pastillas de jabón barato, pero con
dificultades, pues éste estaba siendo producido en menor cantidad debido al cambio ya comentado en la política
comercial de las fábricas. En ese momento se entra en una espiral de escasez que agrava aún más la situación, pues
el temor a futuras escaseces motiva una fiebre compradora para acumular inventarios de seguridad.

Al desatarse la crisis, las autoridades decretaron en seguida el racionamiento del jabón y organizaron también nuevos
abastecimientos. Sólo en 1989 las importaciones procedentes de la India ascendieron a 200.000 Tm. Los productores
nacionales también reaccionaron. Así, en el otoño de 1989, la planta Svoboda añadió un nuevo turno, aunque sólo
tres días por semana, debido a la falta de personal. Antes de terminarse el año, el contable jefe de esta factoría se
mostraba orgulloso de que la fábrica excedería en un 10 por 100 los objetivos previstos. A la pregunta de por qué
habían tardado tanto tiempo en reaccionar, respondió que esperaron hasta tener garantizado el abastecimiento de
provisiones. Ello había requerido varios meses de negociaciones interministeriales.

La búsqueda de responsables fue infructuosa, pese a que no faltaban candidatos: los dos ministerios de industrias
químicas, los detallistas, el instituto de previsión de mercado y hasta el naciente movimiento cooperativo, creador de
una incipiente burguesía millonaria. La producción de jabón dependía de varios organismos, entre ellos el Comité
Estatal Agro-Industrial y los Ministerios Estatales de Industrias Químicas, Petróleo y Química, Fertilizantes y
Construcción de Maquinaria; así como de los correspondientes ministerios de industria de cada una de las 15
repúblicas. En parte como consecuencia, en 1989 se decidió fusionar los dos ministerios con responsabilidades en
el área química. Sus competencias sobre la producción de jabón fueron divididas entre las agencias agrícolas
regionales y el Ministerio de Industrias Médicas.

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