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Últimos días del Beato Mamerto Esquiú

El 28 de mayo de 1878 Fray Mamerto se reencontraba nuevamente su querida


patria, después de haber estado en Jerusalén. Lugar que pudo sentir la
presencia de Dios, en ese bendito lugar, donde nuestro Señor Jesús estuvo
presente durante su vida terrenal. Para nosotros los cristianos y para el mismo
fray es un anticipó a la Jerusalén celestial.

El 08 de julio llego a Catamarca y en par de unos días es elegido convencional


para la Reforma de la constitución Provincial, acepta este desafío para ayudar
a construir una carta magna que sirva a los catamarqueños a vivir una
conducta de armonía donde reina la paz, la justicia y la igualdad ante la ley.

El 24 de agosto muere Mons. Álvarez, dio lugar a que el Senado de la Nación


eligiera en primer término el nombre de Fray Mamerto en la terna para el
obispado de córdoba. La renuncia de Esquiú no se hizo esperar. Con fecha el
04 de octubre elevo al gobierno, siendo publicada por la prensa de país. Las
razones eran muy distintas de las que expusiera en su dimisión al Arzobispado
de Buenos Aires. También se dirigió al mismo Papa León XIII, anticipando su
renuncia para que no prosiga su designación.

El 27 de diciembre de 1879 recibía un telegrama del Delegado Apostólico,


Mons. Di Pietro, quien lo hacía llamar a Buenos Aires, sin darle explicación: ¿A
que me llama? Fueron las preguntas que Esquiu se realizó.

El Delegado Apostólico lo recibió con mayor y más sincera amabilidad, las


palabras que el delegado le quería transmitir era nada menos que; “El Santo
Padre quiere que Usted sea Obispo de Córdoba”. El Franciscano Mamerto
Esquiu sabía que la obediencia dentro de los votos franciscano estaba dentro
de los proyectos evangélicos franciscano, la obediencia es una actitud
fundamental, no por tratarse de un voto, sino por ser el modo adecuado de
aceptar la voluntad de Dios. Por eso le respondió Fray Mamerto Esquiú; “Si el
Santo Padre quiere, lo quiere Dios”. Solo le he suplicado que el dar cuenta a
Su santidad de mi sumisión a su voluntad. En el resonaba sus pecados, creía
que era mucho para lo que Dios tenía preparado en su vida.

El domingo 12 de diciembre de 1880, fecha elegida para su consagración. La


predicción de Fray Francisco se cumplía. Era ya Obispo de la Iglesia y Pastor
de su pueblo, después de tres años de soledad, volvía a tener cabeza
espiritual.

El 01 de enero de 1881 llegaba a Córdoba, donde una multitud esperaba su


presencia. El pueblo cordobés espera a su nuevo pastor que lo iba a guiar por
el camino del bien pero sobre todo los iba a santificar con los sacramentos.
Durante su sus pastoreo centro su mirada en los pobres. Fue tal su amor por
los necesitados, que su casa estaba permanentemente asediada por multitud
de seres que esperaban de la generosidad sin límites de su padre espiritual.
Era un verdadero pobre entre los pobres, quedándose muchas veces sin comer
por haber repartido previamente sus propios alimentos.

Un sacerdote diocesano testimonió de él lo siguiente: Siempre a todas horas


estaba rodeado de los pobres. También contaba una anécdota que realizaba
rifa con los muebles que le habían regalado para distribuir el dinero entre los
pobres. A un obrero que lo saludo y que por ello perdía las herramientas que
transportaba en un caballo, se las alcanzo todas corriendo tras de él. Otra fue
que una changada que hacían inútiles esfuerzos para subir un cajón pesado a
un carro, presto corrió a ayudarlos, ante las miradas de los presentes. El
franciscano catamarqueño no hacia gesto para la mirada sino porque en su
corazón brotaban los valores como la solidaridad, el amor, la fraternidad, la
igualdad, el bien de la personas etc.

Los últimos días del padre Esquiú

El 28 de diciembre de 1882 Fray Mamerto abandonaba Córdoba, para no


volver a verla más. Se dirigía a La Rioja donde se había suscitado una
discusión con el Gobierno provincial, a causa de la construcción de un nuevo
cementerio y del reglamento civil que se había dado, en franca pugna con las
normas en vigencia que hacían depender a los cementerios de la
administración eclesiástica.

Partió en tren de segunda clase, aunque el gerente del ferrocarril le había


ofrecido un coche especial, que se negó su palabras eran: “Yo no puedo gastar
en lujo, porque la plata que tengo no es mía, sino de los pobre”, según el
testimonio de su secretario privado.

Apena inicio el viaje rezó, inmediatamente después tomó los canastos con
provisiones, que frailes y monjas con mucho cariño le habían preparado,
distribuyéndolos a todos los compañeros del trayecto, y el comió lo que quedo.
Como buen anfitrión les convido a todos el vino que llevaba, siendo de este
modo un banquete perfecto. Era una verdadera eucaristía…

Al pasar por los campos de Catamarca en especial El Recreo un 29 de


diciembre de 1882, se bajó en la estación de El Recreo, donde salieron a su
encuentro los campesinos a saludarlo y lamentarse de que no llovía, se alejó
de todos e internado en el monte, de rodillas y con los brazos en cruz, pedía al
Señor la gracia de la lluvia, la que no se hizo esperar. Después de que él partió
a la noche llovió.

El 31 de diciembre llego a La Rioja, recibiendo demostraciones de aprecio, que


fueron desde el Gobernador hasta el simple ciudadano. Celebro en los
conventos de los dominicos, franciscanos la santa liturgia.
En su breve estadía riojana administro los sacramentos, predicó el 1 de enero
en el templo de Santo Domingo. El 08 de enero 1883 se alejaba de La Rioja
colmado de regalos, que a su vez fue obsequiando en las casas más humildes
que iba encontrado a la vera del camino en su viaje de regreso. El primer día
de viaje todo transcurrió tranquilamente. El segundo ya no tanto.

Testimonio de su Secretario

El segundo día no pudo dormir la siesta, se sintió un poco descompuesto, le


pesaba su cabeza y sus brazos decaídos. Se sentía débil ya que quería dormir
pero no podía. Tomaba el breviario y no podía rezar porque su cabeza le
pesaba. Llego al Medano y no comió nada, él ni las personas que lo
acompañaban porque todos estaban afligidos al verlo descompuesto al Santo
obispo.

Se le preparo una cama y el señor Don Manuel Fernández le administro


remedio de homeopatía y le paso la sed y durmió tranquilamente toda la noche.

El día 10 de enero, amaneció bien, tomo otro remedio y antes de marchar,


tomo dos pocillos de café y un bizcocho. Le sobrevino más tarde la sed; tomo
remedio, pero sin fe, diciendo: “Yo no tengo más fe sino en Dios”.

Ansiaba llegar a El Recreo y decía: “Si Dios me presta la vida hasta allá, me
ganare una cama y tomare manzanilla y agua tibia para vomitar todo lo que he
comido en La Rioja”.

Llego a la Posta del Suncho, provincia de Catamarca. Su secretario sacerdote


Bendecía a la gente que esperaba al Obispo. Se bajó e hizo preparar
manzanilla y agua tibia. Le va a comunicar al señor obispo que estaba
preparado lo que deseaba ya no podía bajarse, apena hablaba. Se lo bajo y se
lo coloco sobre una buena cama, perdió el habla y no pudo tomar el remedio de
manzanilla.

A las tres de la tarde murió con una muerte tan dulce como la sonrisa de un
ángel, después de haber recibido varias veces la absolución. En un paraje
cuasi desértico y rodeado de algunos vecinos del lugar que esperaban el paso
de su obispo que entrego su vida al Señor Fray Mamerto de la Ascensión
Esquiu y Medina. Como dice la Canción el Suncho a la Gloria “Perdía la tierra
un hombre y un Santo ganaba el cielo”.

Murió como había vivido, pobre y en actitud de servicio a su pueblo. Su noticia


de deceso revoluciono a todos los pobladores que vivían cerca del lugar. Todos
querían ver y despedirse del Santo Padre Esquiú.

Acompañaron en caraba con antorcha hasta la Estancia El Recreo, ante de


llegar la gente lo estaba esperando, era una multitud de ciudadanos que
salieron a recibir al cortejo a pies y a caballo con faroles encendidos. Todos
querían acompañar, llorar y despedir del Santo Obispo Fray Mamerto Esquiu.

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