Está en la página 1de 1

Isaac y Chato

Abro los ojos y otra mañana nublada me espera, es triste amanecer sin un solo rayo de sol, este
es el día 45 sin papá y mamá, nunca voy olvidar esa noche en la que regresábamos de la casa de
la tía Isabela, es horrendo que después de tan grandiosa cena, las cosas terminen en una tragedia,
luchaba por sacar mi pierna atorada, mientras gente comenzaba a acercarse para observar con
morbo que había pasado en dicho accidente, jamás olvidare los llantos de dolor que pague al ver
como mamá y papá tenían sus ojos cerrados, sin ni siquiera acercarme a tocarlos, algo me decía
que jamás iba a volver a verlos, a veces siento que poco a poco olvido sus rostros…
Toc, toc, -Chicos es hora de que se levanten a desayunar, ya es navidad!- grito Juana la directora
del orfanato, mientras se dirigía hacia mí, rápidamente cerré mi diario, tapándolo con la
almohada. -Venga, Isaac yo te ayudo a ponerte la prótesis- la voltee a ver con una sonrisa,
mientras pensaba lo linda que era Juana, al tenerla al menos a ella, la tía Isabel aún se encontraba
en el proceso legal de mi adopción. Poco a poco me acostumbraba al uso de mi prótesis de la
pierna derecha, al momento del accidente, mi pierna quedo prensada, causando un
desangramiento rápidamente, conllevando a la amputación de esta.
Termine de almorzar y me dirigía a mi habitación para seguir escribiendo en mi diario, cuando
en eso note algo extraño, entre chillidos y aullidos, voltee a ver a las demás habitaciones, sin
embargo, ese sonido tan llamativo provenía del cuarto de Lalo; el conserje del orfanato. Toque a
la puerta, sin embargo, me percate de que no había nadie, mientras tocaba la puerta más grande
se hacia el sonido proveniente, mi curiosidad no aguanto y abrí la puerta, el rechinido me
delataba, así que de un solo paso ya estaba adentro del cuarto de servicio de Lalo y con la puerta
cerrada, con miedo me dirigí a una caja de cartón ¡de ahí salía el ruido!, con cierta cautela la abrí
y ¡oh sorpresa, era un cachorro!, pero este no se movía, solo estaba acostado, tan chiquito y tan
indefenso, a la vez tan curioso, nunca tuve un perro, pero este no era un perro normal,
simplemente estaba quieto, como si estuviera triste, lo acariciaba, movía su colita de alegría.
Al momento de cargarlo, algo estaba extraño, lo coloque fuera de la casa, este no se sostenía, era
como si no supiera caminar, batallando debido a mi prótesis, baje con un poco de dificultad al
piso, ¡Chato no tenía una pata!, ¡era un perro de tres patas!, basto verlo mocho para hacer una
mueca de disgusto y de pesimismo, ¡nunca había conocido un perro así!, lo miraba con morbo
incluso deje de acariciarlo, no sabia como me sentía frente al perro. Este empezó hacer el intento
por levantarse, una y otra vez, mientras en cada intento fracasaba y golpeaba el pavimento,
comencé a observar más equilibrio a tal punto de poder sostenerse sobre sus tres patas, ¡era
sorprendente!. Comencé a echarle porras, le decía ¡vamos Chato! ¡Tú puedes!, este nunca dejaba
de intentarlo, una parte de mi me decía que Chato me estaba enseñado una lección, ¡me podía
identificar con Chato!, al ser el único niño en el orfanato sin una pierna, al ser el único niño que
tuvo que vérselas por si solo para ir poco a poco acostumbrándose a una nueva pierna de metal,
además de ser a Chato al que animaba, una parte de mí también se sentía animada por mi mismo.

También podría gustarte