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Diccionario Isaias

ISAÍAS, LIBRO DE En la Biblia hebrea, este libro forma parte de Los Profetas (Nevi’im), entre los
llamados Profetas Posteriores. Pero se habla de él en los libros históricos (2 R. 19 y 20). En 2 Cr. 26:22 se
dice que fue cronista de lo acontecido en el reinado de Uzías (“Los demás hechos de Uzías, primeros y
postreros, fueron escritos por el profeta Isaías, hijo de Amoz”). También del reinado de •Ezequías (“Los
demás hechos de Ezequías ... he aquí todos están escritos en la profecía del profeta Isaías, hijo de Amoz...”
[2 Cr. 32:32]). Se le menciona también en 2 Cr. 32:20. De manera que el autor o los autores de los libros de
Reyes y Crónicas usaron los escritos de Isaías como una de sus fuentes.

Autor y fecha. Se han levantado en tiempos modernos muchas discusiones con respecto a si ciertas
partes del libro fueron escritas o no por el profeta Isaías. El problema surge porque hay críticos que señalan
que los mensajes proféticos sólo tenían pertinencia para los hombres de su generación y niegan la
capacidad del mensajero divino de proyectarse hacia un futuro lejano. Desde ese punto de vista, hay partes
de la obra que hablan de acontecimientos muy posteriores a la época de Isaías y que, por lo tanto, tuvieron
que haber sido escritas por otras personas. Al no conocerse el nombre de éstas, los eruditos denominan
Deutero-Isaías a los capítulos 40 al 66, que se supone son obra de un profeta anónimo de tiempos del exilio
babilónico que se añadió a la obra de Isaías como un apéndice. Ciertos eruditos no quieren reconocer que
un profeta del siglo VIII a.C. pudiera tener conocimiento de cosas que pertenecen al siglo VI o IV a.C.
Extraña, sin embargo, que profecías del calibre de las que aparecen en esos capítulos quedaran en el
anonimato. Hay incluso quienes piensan que fueron tres los autores, llamando al tercero el Trito-Isaías. Otra
explicación que se ofrece es la posibilidad de que escritores o compiladores posteriores fueron agregando
escritos al material básico preparado por Isaías, quizás porque se consideraban sus discípulos o porque
entendían que el mensaje se relacionaba de alguna manera con lo que el profeta dijo. De todas maneras, el
libro de Isaías aparece siempre como una unidad. El libro apócrifo del •Eclesiástico, escrito unos doscientos
años antes de Cristo, menciona a Isaías, diciendo: “... el profeta Isaías ... con grande inspiración vio el fin de
los tiempos, consoló a los afligidos de Sion, anunció lo venidero hasta el fin de los tiempos y las cosas antes
que sucediesen...” (Si. 48:22–24). Por lo tanto, ya en esa época se trataba al libro como una unidad. De
igual manera lo consideraron los miembros de la comunidad de •Qumrán y los autores del NT. Los rabinos
concuerdan en que el libro es obra de un mismo autor, explicando las referencias a cosas de tiempos muy
posteriores a la vida de I. a su capacidad profética.

Las razones presentadas por los eruditos que sugieren que sólo la primera parte del libro fue escrita por
el profeta Isaías y la segunda por otro u otros, son atendibles, aunque no implican una prueba definitiva. En
realidad, el hecho de que el libro haya sido escrito por más de una persona, en diferentes épocas, no
contradice ninguna doctrina bíblica. Pero la mayoría de los creyentes evangélicos siguen tratando al libro
como una unidad.

Circunstancias. Los ataques de los asirios a Siria habían debilitado a ésta, y permitido un largo período
de prosperidad para los reinos de Israel, gobernados por •Jeroboam II y Judá, bajo •Uzías. Pero la
prosperidad vino acompañada de mucha corrupción e injusticia social. La expansión asiria, sin embargo,
significaba una amenaza para los dos reinos israelitas. Cuando •Peka se hizo con el trono de Israel, formó
una alianza con •Rezín, rey sirio, en contra de los asirios. El rey •Acaz, de Judá, se negó a participar en ella.
Peka y Rezín invadieron a Judá. Isaías animó a Acaz a la resistencia y predijo que tanto Samaria como Siria
serían destruidas (Is. 7:1–25). Jerusalén no pudo ser tomada, pero el rey Acaz envió embajadores a
•Tiglat-pileser, rey asirio, pagando tributo y solicitando apoyo, quedando así como vasallo asirio (2 R. 15:37;
16:5, 7–9). El Reino del Norte, que buscó alianza con los egipcios para librarse de los asirios, finalmente fue
destruido por éste en el año 722 a.C. y el territorio de Israel pasó a ser una provincia de Asiria.

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•Ezequías, rey de Judá, hijo de Acaz, se mantuvo un buen tiempo sin atender a las propuestas de
Egipto, que proponía también una alianza para librarse del yugo asirio. Se atribuye esta posición en gran
parte al consejo de Isaías, que constantemente predicaba en contra de todo arreglo con los egipcios (“¡Ay
de los que descienden a Egipto por ayuda, y confían en caballos...!” [Is. 31:1]). Pero en un momento en que
parecía que Egipto y Etiopía podían vencer a los asirios, Ezequías entró en la alianza. El resultado fue que
los asirios invadieron, derrotaron a los egipcios y etíopes, tomaron las ciudades de Judá y cercaron a
Jerusalén. Isaías aconsejó la resistencia, asegurando que Jerusalén no sería violada (“Porque yo ampararé
a esta ciudad para salvarla, por amor de mí mismo...” [Is. 37:35]). •Senaquerib, el rey asirio, tuvo que
retirarse a causa de una plaga en su ejército, que la Biblia explica como obra del ángel de Jehová (Is. 36 y
37).

Durante todo el tiempo de su ministerio, Isaías predicaba en contra de las injusticias y la corrupción que
se manifestaban en Judá. Las clases dirigentes se dedicaban a la opresión de los pobres (“Tus príncipes,
prevaricadores y compañeros de ladrones, todos aman el soborno, y van tras las recompensas, no hacen
justicia...” [Is. 1:23]). Las casas de los ricos se llenaban a costa de los marginados (“... porque vosotros
habéis devorado la viña, y el despojo del pobre está en vuestras casas” [Is. 3:14]). En los tribunales
imperaba la compra de conciencias (“... los que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su
derecho” [Is. 5:23]). Los terratenientes poderosos quitaban a los campesinos sus tierras (“¡Ay de los que
junta casa a casa, y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo!” [Is. 5:8]). Las mujeres vivían en un
ambiente de lujos extravagantes y desvergonzados (Is. 3:16–24). Con el aumento del comercio y los
contactos con otros pueblos, la idolatría se incrementó (“... siendo sus imágenes más que las de Jerusalén y
de Samaria” [Is. 10:10]).

Los capítulos del 40 al 66 hablan de la situación de los exiliados en Babilonia, los cuales vivían en
angustia y desesperación pensando que Dios les había abandonado (“¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas
tú, Israel: Mi camino está escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio?” [Is. 40:27]). Algunos incluso se
habían dejado llevar por la idolatría caldea (Is. 44:8–21). Isaías, les anuncia los triunfos de •Ciro sobre
•Babilonia, lo cual tuvo lugar en el año 539 a.C. El profeta habla de ello como el preludio de una
restauración de Judá (“No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente
te recogeré” [Is. 43:5]; “Porque tu tierra devastada, arruinada y desierta, ahora será estrecha por la multitud
de los moradores...” [Is. 49:19]). Los ídolos de Babilonia serán destruidos (“Se postró Bel, se abatió Nebo...”
[Is. 46:1]). Dios perdonará a su pueblo (“Hablad al corazón de Jerusalén, decidle a voces que su tiempo es
ya cumplido, que su pecado es perdonado...” [Is. 40:2]). El retorno a la tierra es asegurado (“Ciertamente
volverán los redimidos de Jehová; volverán a Sion cantando, y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas...”
[Is. 51:11]). Los capítulos 56 al 66 son los que algunos quisieran llamar el Trito-Isaías, porque sugieren que
su tema y estilo es muy diferente del resto.

Desarrollo. Dada la extensión y la variedad de los oráculos contenidos en este libro, para fines de este
artículo se señalan solamente los temas principales de cada capítulo, tomando unas palabras
representativas de la idea central de cada uno de ellos.
Cap. 1. Queja de Dios sobre su pueblo (¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de
malignos..." [1:4]). Se anuncia el juicio, a menos que consientan en arrepentirse (“... si no quisiéreis y fuereis
rebeldes, seréis consumidos...” [1:20]).
Cap. 2. Sin embargo, “en lo postrero de los tiempos” hay un futuro glorioso para Sion, cuando Dios
“quitará totalmente los ídolos” (2:18).
Cap. 3. Vuelve con los avisos de juicio. La corrupción entre el elemento femenino será juzgada (“Aquel
día quitará el Señor el atavío del calzado, las redecillas...” [3:18]).
Cap. 4. Sigue el juicio contra Jerusalén, pues habrá un día en el que “el Señor lave las inmundicias de
las hijas de Sion...” (4:4).

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Cap. 5. Es una parábola en la cual se compara a Israel con una viña que a pesar de los cuidados de su
dueño “ha dado uvas silvestres” (5:4). De nuevo se anuncia el juicio de Dios.
Cap. 6. Isaías ve la gloria de Dios, a quien contempla “sentado sobre un trono alto y sublime”. Acepta la
encomienda divina para el ministerio profético.
Cap. 7. Narra los acontecimientos relacionados con el ataque de Peka y Rezín contra Jerusalén, que fue
un fracaso (“... pero no la pudieron tomar” [7:1]).
Cap. 8. El profeta anuncia la destrucción de Samaria y Damasco (“... será quitada la riqueza de
Damasco y los despojos de Samaria delante del rey de Asiria” [8:4])
Cap. 9. Contiene profecías sobre el futuro •Mesías (“... el pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz”
[9:2]; “... porque un niño nos es nacido...” [9:6]). Se ratifica el triste destino de Samaria (“Jehová cortará de
Israel cabeza y cola...” [9:14]).
Cap. 10. Asiria es descrita como un instrumento de Dios para juicio (“Oh Asiria, vara y báculo de mi
furor, en su mano he puesto mi ira” [10:5]).
Cap. 11. Contiene profecías sobre el Mesías (“Saldrá una vara del tronco de Isaí” [11:1]).
Cap. 12. Cántico de alabanza por la liberación del poder de Asiria (11:16; Mi. 5:2–5).
Cap. 13. Dios hará juicio contra los caldeos (“Babilonia... será como Sodoma y Gomorra.... Nunca más
será habitada” [13:19–20]).
Cap. 14. Babilonia y Asiria sufrirán juicio de Dios (“... raeré de Babilonia el nombre y el remanente, hijo y
nieto” [14:22]; “... quebrantaré al asirio” [14:25]).
Cap. 15. Juicios contra Moab (“Porque el llanto rodeó los límites de Moab” [15:8]).
Cap. 16. Juicios contra Moab (“Por tanto, aullará Moab...” [16:7]).
Cap. 17. Juicios contra Damasco (“Damasco dejará de ser ciudad” [17:1]).
Cap. 18. Juicios contra Etiopía (“¡Ay de la tierra que hace sombra con las alas, que está tras los ríos de
Etiopía...!” [18:1]).
Cap. 19. Juicios contra Egipto (“Levantaré egipcios contra egipcios...” [19:2]).
Cap. 20. Egipto y Etiopía serán vencidos por Asiria (“... señal y pronóstico sobre Egipto y Etiopía, así
llevará el rey de Asiria a los cautivos de Egipto y los deportados de Etiopía...” [20:3–4]).
Cap. 21:1–9. De nuevo se habla de la destrucción de Babilonia (“Cayó, cayó Babilonia...” [21:9]).
Cap. 21:11–17. Las tribus árabes también sufrirán (“Profecía sobre Arabia.... porque ante la espada
huye...” [21:13, 15]).
Cap. 22. Juicio sobre Jerusalén (“Tú, llena de alborotos, ciudad turbulenta ... tus muertos no son
muertos a espada...” [22:2]).
Cap. 23. Juicio sobre Fenicia (“... porque destruida es Tiro...” [23:1]; “No te alegrarás más, oh oprimida
virgen hija de Sidón” [23:12]).
Cap. 24. Profecías sobre el día de Jehová (“... cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion
y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso” [24:23]).
Cap. 25. Después de ese día Dios “destruirá a la muerte para siempre” [25:8]).
Cap. 26. Es un cántico de alabanza celebrando las bondades de Dios para con su pueblo (“Tus muertos
vivirán; sus cadáveres resucitarán” [26:19]).
Cap. 27. Continúan las promesas de restauración de Israel (“... será perdonada la iniquidad de Jacob...”
[27:9]).
Cap. 28. Se reiteran los juicios contra los gobernantes de Judá (“... varones burladores que gobernáis a
este pueblo que está en Jerusalén...” [28:14]).
Cap. 29. Juicio contra Jerusalén (“¡Ay de Ariel, de Ariel, ciudad donde habitó David!” [29:1]).
Cap. 30:1–17. Isaías aconseja en contra de buscar ayuda egipcia (“¡Ay de los hijos que se apartan...!
para descender a Egipto, y no han preguntado de mi boca...” [30:1–2]).
Cap. 30:18–33. A pesar de todo, Dios tendrá misericordia de Israel (“Ciertamente el pueblo morará en
Sion, en Jerusalén...” [30:19]).
Cap. 31. Se reitera el consejo en contra de la alianza con Egipto (“¡Ay de los que descienden a Egipto
por ayuda...!” [31:1]).

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Cap. 32. Profecías sobre el reino mesiánico (“He aquí que para justicia reinará un rey...” [32:1]).
Cap. 33. Profecías sobre la esperanza de Israel (“Será exaltado Jehová, el cual mora en las alturas,
llenó a Sion de juicio y justicia” [33:5]).
Cap. 34. Juicio contra las naciones. El día de Jehová (“Porque es día de venganza de Jehová, año de
retribuciones en el pleito de Sion” [34:8]).
Cap. 35. Profecías sobre el reino mesiánico (“Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con
alegría” [35:10]).
Cap. 36. Narración sobre la invasión de Senaquerib. Jerusalén es sitiada (“Senaquerib rey de Asiria
subió contra todas las ciudades fortificadas de Judá” [36:1]).
Cap. 37. Incidencias del sitio de Jerusalén (“Y salió el ángel de Jehová y mató a ciento ochenta y cinco
mil en el campamento de los asirios” [37:36]).
Cap. 38. Enfermedad y curación de Ezequías. Cántico de éste (“El que vive, el que vive, éste te dará
alabanza, como yo hoy” [38:19]).
Cap. 39. Visita de los embajadores caldeos. Isaías anuncia la invasión caldea (“He aquí vienen días en
que será llevado a Babilonia todo lo que hay en tu casa” [39:6]).
Cap. 40. Promesa de consolación para Jerusalén (“Consolaos, consolaos, pueblo mío...” [40:1]).
Cap. 41. Promesas de restauración para Israel (“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes,
porque yo soy tu Dios...” [Is. 41:10]).
Cap. 42. Cántico del siervo de Jehová (“He aquí mi siervo, yo le sostendré...” [42:1]).
Cap. 43. Promesas de restauración para Israel (“No temas, porque yo te redimí...” [43:1]).
Cap. 44. Promesas de restauración para Israel (“No temas, siervo mío, Jacob...” [44:2]).
Cap. 45. Profecías sobre Ciro, el persa (“Así dice Jehová a su ungido, a Ciro...” [45:1]).
Cap. 46. Derrota de los ídolos caldeos (“Se postró Bel, se abatió Nebo...” [46:1]).
Cap. 47. Derrota y destrucción de Babilonia (“Desciende y siéntate en el polvo, virgen hija de
Babilonia...” [47:1]).
Cap. 48. Dios tendrá misericordia de los exiliados (“Por amor de mi nombre diferiré mi ira...” [48:9]).
Cap. 49. Dios tendrá misericordia de los exiliados (“Cantad alabanzas, oh cielos ... porque Jehová ha
consolado a su pueblo...” [49:13]).
Cap. 50. El siervo de Dios sufre (“Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la
barba...” [50:6]).
Cap. 51. Dios tendrá misericordia de los exiliados (“He aquí he quitado de tu mano el cáliz de
aturdimiento...” [51:22]).
Cap. 52. Promesas de restauración para Jerusalén (“Despierta, despierta, vístete de poder, oh Sion...”
[52:1]).
Cap. 53. El siervo de Dios sufre (“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores...”
[53:3]).
Cap. 54. Cántico de una Sion triunfante (“... levanta canción y da voces de júbilo...” [54:1])
Cap. 55. Invitación universal al arrepentimiento (“A todos los sedientos: Venid a las aguas...” [55:1]).
Cap. 56. Recompensa para los que guardan el pacto de Dios (“... yo les daré lugar en mi casa...” [56:5]).
Cap. 57. Rechazo a la inutilidad de los ídolos (“Cuando clames, que te libren tus ídolos...” [57:13]).
Cap. 58. La verdadera religión. El verdadero ayuno (“¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar
las ligaduras de impiedad...?” [58:6]).
Cap. 59. Detalles sobre los pecados de Israel (“Sus pies corren al mal...” [59:7]).
Cap. 60. La gloria futura de Israel (“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz...” [60:1]).
Cap. 61. Misión del Mesías (“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí...” [61:1]).
Cap. 62. La gloria futura de Israel (“Y serás corona de gloria en la mano de Jehová...” [62:3]).
Cap. 63. Dios vengará a su pueblo (“Porque el día de la venganza está en mi corazón, y el año de mis
redimidos ha llegado...” [63:4]).
Cap. 64. Oración de Israel pidiendo la restauración (“¿Te estarás quieto, oh Jehová, sobre estas cosas?”
[64:12]).

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Cap. 65. Los gentiles buscarán a Jehová (“Fui buscado por los que no preguntaban por mí...” [65:1]).
Cap. 66. Rechazo a la religión hipócrita (“El que sacrifica buey es como si matase a un hombre...”
[66:3]). Juicio de Dios (“... voz de Jehová que da el pago a sus enemigos” [66:6] y futura gloria de Jerusalén
(“He aquí que yo extiendo sobre ella paz como un río...” [66:12]).
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Lockward, A. (2003). Nuevo diccionario de la Biblia. (520). Miami: Editorial Unilit.

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