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INTRODUCCIÓN AL LIBRO DE ISAÍAS

No cabe duda alguna de que Isaías es el príncipe de los profetas que escribieron libros. Es el
profeta mesiánico por excelencia. Ningún otro profeta escribió con tanta claridad referente al
Mesías como lo hizo Isaías. Tanto es así que se llama a veces a su libro “el quinto evangelio” y al
profeta” el evangelista del Antiguo Testamento”.

También este libro está reconocido como una de las mejores obras literaria del mundo. Dotado de
excepcionales cualidades humanas Isaías escribe con un estilo magnífico. Domina el hebreo
clásico, tiene un vocabulario muy amplio y variado, emplea lenguaje simbólico y muchas
metáforas, o sea, figuras literarias. Una nota de la Biblia de Jerusalén observa: “Sus
composiciones tienen una fuerza concisa, una majestad, una armonía que jamás volverán a
lograrse”. Se considera como “el gran clásico de la Biblia”.

Su impacto sobre el Nuevo Testamento es notable. Cada uno de los cuatro evangelios comienza
con unas cita de Isaías (relacionada con Juan el Bautista). Estos y otros libros del Nuevo
Testamento lo citan directa o indirectamente más de 190 veces. Jesús dijo que Isaías vio su día y
habló de él (Jn. 12:41).

1. El profeta. El nombre Isaías significa “Jehová es mi salvación”. Según la tradición judía,


Isaías era de sangre real. Su padre era primo del rey Uzías. Aunque no se puede confirmar esta
tradición, podemos deducir, por su brillante estilo, que sea de la clase culto dentro de la sociedad
de Jerusalén.

Profetizó durante un período de más o menos 40 años, comenzando en el reino de Uzías


aproximadamente 740 a. C.) y terminó alrededor del 700 a.C. Dio mensajes proféticos durante el
reinado de cuatro reyes: Uzías (un buen rey), Jotam (otro buen monarca), Acaz (un rey malo) y
Exequias (un gran reformador). Isaías era consejero de reyes.
Su firmeza de carácter le hizo libre de todo compromiso político. Censuraba todos los males,
especialmente la idolatría, y hacía frente a los hipócritas religiosos que pretendía cubrirse ante
Dios con ritos externos del culto. Señalaba que sólo con una conversión profunda podían agradar
a Jehová y escapar del juicio divino que se cernía sobre Judá.

Isaías se casó con una mujer llamada “la profetisa” (8:3). Tuvo por lo menos dos hijos a los cuales
puso nombres simbólicos que recalcaron dos temas de su mensaje: Sear-Jasub (un remanente
volverá) y Maher-salal-hasbaz el despojo se apresura, la presa se precipita), son a saber los temas:
misericordia divina para el pequeño remanente que se arrepentiría y el juicio para los muchos
que no quisieron arrepentirse.

La tradición judía nos cuenta que el profeta fue cruelmente martirizado bajo Manases, el malvado
hijo de Exequias.

2. El fondo histórico. Bajo el largo reinado de Uzías (789-740 a.C.), Judá alcanzó un grado de
prosperidad y poder inigualados desde la época de Salmón. Esta prosperidad acarreó la inevitable
avaricia, opresión de los pobres, corrupción en los negocios y la política. El culto se volvió simple
formalismo carente de toda espiritualidad. En esta época, Isaías defendía a los pobres abogada
por la justicia social y demandaba la espiritualidad en el culto (Caps. 1-5).

Después de la muerte de Jotam, Rezín, el rey de Damasco, y Peka, monarca de la diez tribus
denominadas Israel, quisieron arrastrar al joven rey de Judá, Acaz, a una coalición contra los
asirios. Ante su negativa, le atacaron. Acaz quería recurrir a Asiria. Isaías trató de contrarrestar
esta política humana y desastrosa. Como señal de que Dios libraría a Judá de sus enemigos si
volvían a él, Isaías anunció el nacimiento de Emmanuel. Pero todo fue en vano, pues Acaz invitó al
rey de Asirio a intervenir con su ejército.

Los asirios no sólo devastaron a Siria e Israel (la división norteña) sino también sometieron al
vasallaje el reino de Judá. De este período datan la mayoría de las profecías del libro de
Emmanuel (Isaías 7—12). Al quitar una pare del territorio del reino norteño, en el 734 a. C., la
presión asiría se agravó. Los asirios apagaban una sublevación de Samaria en 721, y trasportaron
al pueblo de aquel reino al territorio muy al norte de la Mesopotamia. Cesó de existir el reino de
las diez tribus. Solo el reino de Judá sobrevivió.
En Judá, Exequias sucedió a Acaz. Era un monarca piadoso, animado de espíritu de reforma, pero
vacilante. Judá, al igual que las otras naciones pequeñas tendían a buscar la protección del
poderoso Egipto contra la política expansiva de Asiria. En Isaías capítulos 18-20, con el capítulo 30,
observamos una lucha interna y política en Jerusalén ente los partidos proalianza egipcia y
antialianza. El profeta, Isaías, advirtió que el “Santo de Israel” no quería que su pueblo se aliase
con potencias paganas en contra del enemigo, sino que confiara en Jehová de los ejércitos.

La política de buscar ayuda en Egipto parecía tan necesaria que hasta el buen monarca, Exequias,
Fluctuó y no siguió los consejos del profeta. Habiéndose dejado Exequias arrastrar a una rebelión
contra Asiria, el rey asirio Senaquerib asoló Palestina, destruyendo 46 ciudades amuralladas, y se
llevaron

200.000 cautivos.

Había rumores de movimientos militares de Tirhaca, de la dinastía etíope de Egipto, los cuales
demoraban el ataque de Senaquerib contra Jerusalén (Is. 38:8,9). Pero éste (Senaquerib) envió
una carta insultante, no sólo para Exequias sino para Jehová, Dios de Israel. Sabiamente, el rey
judío expuso la carta delante del Señor e Isaías le animó a confiar a los asirios. Dios intervino en la
lucha enviando un ángel que mató 185.000 personas de las tropas enemigas delante de los muros
de Jerusalén. La ciudad había sido liberada e Isaías gozó del triunfo más destacado de su
ministerio.

3. La estructura del libro. El lector del libro puede percibir tres secciones.

a) Denuncias de los pecados de Judá, juntamente con profecías de esperanza, caps. 1-35.

Fueron destinadas a los contemporáneos del profeta. b) Un paréntesis histórico, caps.- 36-39.

c) El mensaje de consolación dirigido a los cautivos en Babilonia, caps. 40-66. En esta ultima
sección se destacan mucho la persona y obra del Mesías.

Puesto que el marco histórico de la tercera sección es posterior al profeta en 150 años, los
eruditos modernistas ponen en tela de juicio la autenticidad isaíanica de estos capítulos. Piensan
que tal vez fueran escritos por discípulos d la escuela que formó Isaías. Dudan que el Espíritu
Santo puede trasladar en visión al profeta a un futuro remoto y revelarle cosas que han de
suceder. Sin embargo, la tradición judía siempre ha atribuido el libro entero a Isaías. La prueba
contundente de la unidad del libro es que el Nuevo Testamento lo atribuye a Isaías, hasta
menciona su nombre varias veces al citar versículos de la última sección (ver Mateo 3:3; 12:17-21;
Jn. 12:38; Ro. 10:16).

4. El tema. El propósito del libro es doble: corregir y consolar. Isaías llama al pueblo al
arrepentimiento de sus pecados y a la fe en Dios. Luego, anima a los fieles con visiones del tri unfo
final de Mesías y la inauguración de una edad dorada la cual se caracteriza por el conocimiento
universal de Dios, la justicia, la paz y la prosperidad. Corrección es la nota dominante de los
primeros 39 capítulos y consuelo es la nota dominante en los capítulos 40-66.

El erudito evangélico, Guillermo Ross, presenta los dos aspectos empleando otras palabras.
Señala que la idea de juicio se pone de relieve en la primera sección (caps. 1-39) y en los capítulos
40 al

66 se recalca la gloria que viene después del juicio, como resultado del arrepentimiento y perdón.
El versículo clave sería 1:27: “Sion será rescatado con juicio y los convertidos de ella con justicia”.
Por lo tanto un buen tema sería: LA GLORIA POR MEDIO DEL JUICIO. (Ver Guillermo Ross:
Estudios en las

Sagradas Escrituras, tomo IV, págs. 119-120).

El bosquejo del libro sería lo siguiente:

A. Juicio caps. 1-35.

Juicio sobre Judá y Jerusalén 1-12.

Juicio sobre las naciones circunvecinas 13-23. Juicio sobre el mundo el mundo entero 24-27. Más
juicios y el reino mesiánico 28-35.

B. Historia 36-39.

C. Consolación y gloria 40-66.

Rescate de la cautividad por medio de Ciro 40-48. Redención por medio de sufrimiento 49-53.

La gloria futura del pueblo de Dios 54-66


III. LA ENSEÑANZA DEL LIBRO

El mensaje del profeta abarca muchos temas pero se destacan el momento, moralismo y
mesianismo. Nos interesa más el último, y consideraremos especialmente las enseñanzas que
tiene valor permanente.

1. Dios. Isaías quedó profundamente impresionado para siempre por la visión de Dios que
tuvo en el templo, al ser comisionado (cap. 6). Jehová es el único Dios, es majestuoso,
trascendente, superior a su creación. Esta trascendencia la expresa el profeta sobre todo al decir
que Jehová es “santo”, el cual es uno d3e sus temas favoritos. Isaías lo denomina “El Santo de
Israel”, título que se emplea 26 veces en el libro.

A la santidad de Jehová se opone la indignidad e impureza humanas (6:5). “Por este contraste, el
profeta adquiere una aguda conciencia del pecado. El pecado es lo que separa al hombre de Dios
(59:2); es un atentado con “el Dios de santidad”. Al relacionarse los hombres con Jehová es
necesario que ellos se santifiquen, separándose de todo lo que puede contaminarles.

Aunque el profeta fue abrumado por la pecaminosidad de su generación, encontró esperanza en


la expiación divinamente provista para su pecado (6:5´7). En su cuarta visión del Siervo sufriente
de Jehová, contempló el sacrificio verdaderamente eficaz para quitar la culpa de toda la
humanidad, el del Mesías mismo (cap. 53). Sin embargo, los hombres debían confesar sus
pecados y arrepentirse para experimentar el perdón divino.

Isaías recalca la grandeza de Dios. En comparación con él, las naciones son como una gota de agua
que cae del cubo (40:15); “toda la tierra está llena de su gloria” (6:3). Su concepto de dios tiene
algo triunfal: Jehová es el Santo, el Fuerte, el Poderoso y el Rey. Tiene el control de todo.

2. El pueblo de Dios y el remanente. Aunque Dios truena contra el pecado de su pueblo y


destruirá la nación apóstata, no rompe su pacto con él ni permite su ruina total. Tiene un plan de
salvación, pues tiene una obra que realizar en él y a través de él. Echa mano de las naciones y, en
especial de Israel para llevar a cabo sus designios sublimes, aunque los impíos no se dan cuenta
de ello. Como los israelitas son pecadores se impone un proceso de purificación, que los
acrisole por el sufrimiento para ser dignos de su Dios.

Jehová reservará un “remanente” (4:3) el cual se librará del peligro presente y se beneficiará de la
salvación final. Sobrevivirá la caída de la nación. Aunque será llevado cautivo a Babilonia se
convertirá y volverá a la tierra santa en un nuevo éxodo. Esta es una doctrina muy importante en
el libro. Se encuentra nuevamente un eco de esta doctrina en el Nuevo Testamento (Ap. 7:1-8).
Al igual que las profecías de Amós y Oseas, el profeta Isaías espera la inauguración de un nuevo
orden de cosas en el cual regirán la justicia y la equidad. Habrá una transformación de la
naturaleza y el conocimiento universal de Dios. En el “día de Jehová” se hará la discriminación
definitiva entre buenos y malos. Relacionada a este concepto de purificación de la sociedad por el
juicio divino, está la idea del Mesías Rey, el cual establecerá un reinado de paz basado sobre la
justicia divina, y el conocimiento de Jehová. Se denomina “el milenio” la época del reino
mesiánico en la tierra. El libro termina con la visión de los cielos nuevos y la tierra nueva.

3. Las naciones. Jehová es Señor no sólo de Israel sino de toda la tierra; dirige la historia y
destino de las naciones. Emplea temporalmente a las naciones poderosas como instrumentos de
su ira contra su pueblo. Por ejemplo, Asiria fue la vara de su cólera para castigar al pueblo
apóstata (7:20; 10:5). Pero como al obrar se deja elevar el orgullo de Asiría, habrá de caer también
bajo la justicia divina. Dios lo anuncia para consuelo de los oprimidos (10:5-19).

Se presenta a Babilonia tanto como el centro de idolatría como el ápex del poder mundial (13:1 -
24). Pero este espíritu que se opone a Dios será cortado definitivamente en juicio (29:6-11).
Varias de las naciones vecinas de Juda también serán juzgadas (caps. 15-23). En el pequeño
Apocalipsis de Isaías (caps. 24-27), se amplía el panorama de juicio para incluir todas las naciones,
algo que probablemente queda por cumplirse y coincide con la perspectiva del último libro del
Nuevo Testamento.

Hay que notar, por otra parte, que el profeta no sólo predice juicio para las naciones gentiles, sino
también salvación y bendición. Egipto, Asiria e Israel servirán a Jehová (19:18-25). El Mesías será
“luz de las naciones” (42:6), y “asombrará él a muchas naciones” (52:15). Isaías presenta el
evangelio universal.

4. El Mesías. La figura central para establecer el reino perfecto de Dios en Israel y en toda la
tierra es el representante de Jehová, el Mesías, es decir, su “Ungido” (su Cristo). Será el
descendente real de David, “un vástago del tronco de Isaí”, sobre el cual reposará el Espíritu de
Jehová en siete de sus manifestaciones. Estos dones eminentes del Espíritu le capacitarán
para hacer reinar la justicia verdadera, reflejo de la santidad divina en la tierra. Restablecerá la
paz (“shalom” o bienestar en todo sentido) paradisíaca y el conocimiento universal de Dios
(11:1’9). No cabe duda alguna de que este cuadro se refiere al reino futuro.

Este gran Rey es un Ser humano y ala vez divino. En su confrontación con el rey Acaz, Isaías habló
de un niño que nacerá. Se llamará Emmanuel o sea “Dios con nosotros” (cap. 7). Puesto que ni
Isaías ni Acaz tuvieron un hijo con este nombre, podemos deducir que se refiere a un gobernador
futuro, el Mesías. Mateo señala que es una profecía mesiánica. El profeta es más explícito en su
descripción del Mesías encontrada en 9:17. aunque nace humano - - “hijo nos es dado” - - tiene
títulos de deidad que muestran que él es el verdadero Emmanuel, Dios encarnado.
Es interesante considerar estos títulos. “Admirable — Consejero” se refiere a un consejero
sobrenatural que revela las cosas ocultas e incomprensibles a los hombres. La palabra hebrea que
se traduce “admirable” aquí significa “ministerio”, “secreto”, “maravilloso”. Al ser peguntado
“¿cuál es su nombre?”, el ángel de Jehová respondió: “admirable” o “secreto” (jueces 13:19),
porque el ser mortal no puede comprender al ser divino por medio del mero conocimiento de su
nombre. La naturaleza divina es incomprensible al hombre. El Mesías es un Rey que no necesita
tener consejeros; él solo aconseja a los que sienten su necesidad de sabiduría.

El título “Dios fuerte” puede traducirme también “Dios invencible” (Versión Popular). Es un título
de Dios que se encuentran en otros pasajes (10:21; Dt. 10:17; 24:8). El Mesías es el Dios poderoso
que conduce su pueblo a la victoria sobre sus enemigos.. Como “Padre eterno” o sea “Siempre
Padre” es el Rey eterno que ama a su pueblo como el padre ama a sus hijos. (En el Medio Oriente
se llamaba “Padre” a los reyes benévolos). Como “Príncipe de Paz”, el Mesías quita todo lo que
produce conflicto en su reino y hace que las naciones dejen parra siempre la guerra como el medio
de solucionar sus problemas. “Se sentará en el trono de David; extenderá su poder real a todas
partes y la paz no acabará” (9:7, Versión Popular). Este gobernador no sólo reinará en Sión donde
se reunirán los sobrevivientes fieles sino que su influencia se extenderá a todas las naciones.
Personas de lejanas naciones subirán al monte de Jehová para recibir sus consejos y enseñanzas
(2:1-4).

En cuatro cantos del “Siervo de Jehová” (42:1-7; 49:1-9; 50:4-9 y 52: 13-53:2) se encuentra una
descripción asombrosa d3el carácter y obra del Mesías. Este cuadro contrasta notablemente al de
las profecías mesiánicas anteriores. En lugar de librar a su pueblo y reinar sobre las naciones, es
oprimido y angustiado; en vez de vengarse de sus enemigos, humildemente acepta el injusto
castigo que éstos le dan (53:1-9). Hace expiación por la rebelión y pecado de los injustos.
Su sufrimiento propiciatorio, resurrección y exaltación harán posible la justificación de muchos
(cap. 53).

El término “Siervo de Jehová” se aplica a veces al pueblo de Israel, a veces a Ciro el conquistador
del Medio Oriente que Dios usó para librar a los cautivos en Babilonia, y a veces se aplica al
Mesías. Israel fue elegido por Jehová para ser su siervo, para obedecerlo y para ser su testigo a las
naciones.

Pero Israel fracasó en su tarea. Jehová lamenta: “¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quiénes
sordo como mi mensajero?” (42:19). Dios buscó a otro que hiciera su voluntad; el que cumplió
cabalmente todas las condiciones fue el Mesías, Jesucristo.

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