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RESPONSABILIDAD CIVIL

MÉDICA

I
MARCO REGULATORIO Y
DOCTRINA GENERAL

1º.- NATURALEZA JURÍDICA DE LA OBLIGACIÓN


ASUMIDA POR EL PROFESIONAL SANITARIO.

La doctrina jurisprudencial califica la obligación del médico como una obligación de


medios, toda vez que, en atención a la complejidad que es inherente al ejercicio de la
ciencia médica, no es posible exigir de este tipo de profesionales la obtención, siempre
y en cualquier caso, de un resultado, que se identificaría con la recuperación del
enfermo (por todas, las SSTS de 7 de febrero de 1990 y de 23 de septiembre de 2004).

Ahora bien, en determinados ámbitos de la medicina moderna, el médico no sólo se


obliga a actuar con diligencia, empleando todas las técnicas disponibles y adecuadas
para la curación del paciente, sino que también se obliga a la obtención de un resultado.
Se trata de las intervenciones que la jurisprudencia califica de “medicina satisfactiva” o
“voluntaria” (cirugía estética, vasectomías, implantes dentales, etc.), en contraposición
a la “medicina curativa” o “asistencial”, aproximando a relación entre el paciente y el
médico a la de un contrato de arrendamiento de obra, habida cuenta que aquél contrata
los servicios [médicos] de este último sobre la única base del resultado prometido
(SSTS de 25 de abril de 1994 y de 11 de febrero de 1997) 1.

1
Sin embargo, la Jurisprudencia más reciente (STS de 03.02.2015) entiende que en el campo de la medicina satisfactiva la
obligación del facultativo resultado única y exclusivamente cuando este se haya comprometido a la obtención de un resultado
concreto. En cualquier otro caso su obligación es de medios.

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2º.- LA RESPONSABILIDAD CIVIL DEL PROFESIONAL
SANITARIO.

El médico está sujeto a un doble régimen de responsabilidad: la contractual del art.


1.101 Cc y la extracontractual del art. 1.902 Cc, de tal modo que para lograr el
resarcimiento del daño ocasionado por aquel (en el desempeño de su actividad sanitaria),
el perjudicado puede optar por ejercer una u otra acción – o incluso por ambas,
subsidiariamente, cuando el hecho causante del daño sea al mismo tiempo
incumplimiento de una obligación contractual y violación del deber general de no
causar daño a otro (SSTS de 8 de febrero de 2000 y de 24 de marzo de 2004).

En uno y otro caso, y consabida la naturaleza de la obligación asumida por el médico


(obligación de medios), la responsabilidad de este viene dada por su actuación culposa
o negligente (arts. 1.104 Cc y 1.902 Cc), es decir, el régimen de responsabilidad civil
que impera como regla general en el ámbito de la medicina moderna atiende a criterios
subjetivos de imputación que requieren, para que se dé el nacimiento de la obligación
de resarcir, del desarrollo de una actividad probatoria orientada a la acreditación de la
presencia de un actuar culposo atribuible al profesional médico actuante – no
consagrándose, por tanto, principio objetivo alguno en relación con la conducta del
médico, más allá de los supuestos expresamente previstos en la legislación especial
sobre defensa de los consumidores y usuarios.

Ahora bien, nuestro Cc no proporciona un concepto de "culpa o negligencia" en el


ámbito extracontractual y, de otro lado, tampoco dispone en el marco contractual de un
concepto de "culpa" o de un canon de diligencia más allá del criterio general sentado
por el artículo 1.104 Cc (la diligencia de un buen padre de familia). En este sentido, el
canon de diligencia exigible cuando se trata del cumplimiento de obligaciones médico-
sanitarias no puede ser ya el del buen padre de familia, sino la que sienten las normas
deontológicas del actuar médico, de manera que la inobservancia de las reglas médicas
que rigen la especialidad de que se trate implicaría una infracción de aquel deber
deontológico: este canon de diligencia exigible es el que ha dado en denominarse lex
artis ad hoc, siendo preciso contrastar la conducta del médico con su lex artis para
determinar si aquella se ajusta a la diligencia exigida al profesional médico, en relación
con los arts. 1.104 y 1.902 Cc.

Cumple advertir, eso sí, del distinto plazo de prescripción de la acción por

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responsabilidad extracontractual (un año) y de la acción por responsabilidad contractual
(quince años), factor este determinante a la hora de decidir entre una y otra.

3º.- LA PRUEBA DE LA CULPA.

3.1.- RÉGIMEN GENERAL.

En lo que respecta a la carga de la prueba, la principal consecuencia que implica la


configuración de la obligación médica como una obligación de medios (que se rige
conforme a un canon de diligencia representado por la lex artis ad hoc) se puede
resumir de manera simplificada en la imposición al paciente-demandante de la carga
de aportar al proceso todo el material probatorio que pueda resultar útil a fin de
acreditar la infracción de aquella diligencia exigible y, por tanto, que pueda
demostrar que el incumplimiento de la obligación le es imputable al profesional médico.
Ello conlleva que en un gran número de ocasiones el actor vea mermadas sus
posibilidades de articular una prueba sólida de su pretensión, toda vez que desconoce
las peculiaridades técnicas de la pericia médica y no tiene acceso a los expedientes
médicos que continúan en poder del profesional de la medicina. Precisamente con el
objetivo de paliar las potenciales desigualdades que en materia probatoria podrían
afectar a las partes en los procesos en que se dirimen presuntas responsabilidades de
personal médico, nuestra jurisprudencia ha elaborado diversos criterios correctores
encaminados a diluir aquella desigualdad procesal y aliviar la posición del demandante.

3.2.- DOCTRINA DEL DAÑO DESPROPORCIONADO.

Los principales mecanismos orientados a este fin se identifican con la denominada


"doctrina del daño desproporcionado", importada y elaborada con base en teorías
empleadas por la jurisprudencia extranjera, y que en esencia pretende derivar la
actuación culposa del profesional sanitario de la sola producción del daño, si bien
únicamente en aquellos supuestos en los que por su entidad y debido a su carácter
ilógico, de manera necesaria ha de responder a una negligencia o falta de cuidado.

La doctrina del daño desproporcionado provoca una inversión de la carga de la prueba,


de modo que el profesional médico únicamente quedará exonerado de responsabilidad si
acredita que el daño causado se produjo por alguna causa o circunstancia al margen de
su actuación: por tanto, se produce una simplificación de importantes repercusiones
prácticas en lo que respecta a la actividad probatoria que debe asumir el demandante, a

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quien le bastará con probar el evento dañoso y la anormalidad o gravedad del mismo (en
atención al tipo de actuación médica a que fue sometido).

A lo anterior hay que añadir, además, el régimen de responsabilidad objetiva


aplicable a los llamados "servicios sanitarios" conforme al art. 148 del vigente
Texto Refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y
Usuarios (en lo sucesivo, TRLGDCU), aprobado mediante Real Decreto
Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, y que el TS resume de la siguiente manera
(STS de 29 de noviembre de 2002 – referida a la anterior LGDCU, de 1984): “… el
demandante es consumidor (art. 1) [art. 3 en el vigente TRLGDCU], ha utilizado unos
servicios (artículo 26) [art. 147 en el vigente TRLGDCU], entre los que se incluyen los
sanitarios (artículo 28.2) ) [art. 148 en el vigente TRLGDCU] y la producción de un
daño genera responsabilidad objetiva que desarrolla el capítulo VIII (artículos 25 y ss)
[arts. 128 y ss. en el vigente TRLGDCU] … [y que] cubre los daños originados en el
correcto uso de los servicios, cuando por su propia naturaleza, o estar así
reglamentariamente establecido, incluyen necesariamente la garantía de niveles
determinados de pureza, eficacia o seguridad, en condiciones objetivas de
determinación y supongan controles técnicos, profesionales o sistemáticos de calidad” 2.

3.3.- DOCTRINA DE LA FACILIDAD O DISPONIBILIDAD


PROBATORIA.

El art. 217 LEC regula la carga de la prueba con carácter general, y así atribuye al
demandante la carga de probar los hechos en los que funde su pretensión; de este modo,
cuando, al tiempo de dictar sentencia o resolución semejante, el tribunal considerase
dudosos unos hechos relevantes para la decisión, desestimará las pretensiones del actor,
o las del demandado, según corresponda a uno u otro la carga de probar los hechos que
permanezcan inciertos y fundamenten las pretensiones.

Por tanto, la regla general contenida en el artículo precitado implica que es el actor el
"encargado procesal" de llevar a cabo una actividad probatoria suficiente para que el
juzgador entienda acreditada su pretensión. No obstante, la aplicación absoluta de esta
regla general produciría en numerosos supuestos resultados inicuos ocasionados, por
2
Ahora bien, este régimen de responsabilidad objetiva que recoge para los servicios sanitarios el artículo 148 del vigente
TRLGDCU alude a la responsabilidad civil a cargo del establecimiento sanitario en el que tuvo lugar la intervención o
actuación médica causante del daño, de manera que la responsabilidad del concreto profesional médico actuante continuará
rigiéndose según criterios culpabilísticos de imputación; y es en este punto donde entra en juego la doctrina del daño
desproporcionado, que lo que pretende es facilitar la posición probatoria del demandante por medio de una suerte de presunción
de culpa de aquel profesional, que éste deberá desvirtuar si desea obtener un pronunciamiento absolutorio frente a la pretensión
actora.

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ejemplo, por la disponibilidad real que cada una de las partes pueda tener en relación al
material probatorio.

Con el fin de evitar consecuencias perversas, ocasionadas por la aplicación estricta de


las reglas de la carga de la prueba, el último apartado del art. 217 LEC preceptúa
expresamente que "para la aplicación de lo dispuesto en los apartados anteriores de
este artículo el tribunal deberá tener presente la disponibilidad y facilidad probatoria
que corresponde a cada una de las partes del litigio".

La entrada en juego de la regla especial de carga probatoria, que atiende a la efectiva


disponibilidad de cada una de las partes procesales, adquiere una especial trascendencia
en el ámbito de la responsabilidad civil médica, y la doctrina de la facilidad o
disponibilidad probatoria ha sido empleada en múltiples ocasiones por nuestra
jurisprudencia con el fin de dar por acreditada la responsabilidad del facultativo en la
causación del daño (SSTS de 2 de diciembre de 1996 y de 29 de noviembre de 2002).

3.4.- EL CONSENTIMIENTO INFORMADO.

También tiene una repercusión fundamental en lo relativo a las reglas de la carga de la


prueba la acreditación de la emisión por el paciente de un consentimiento
suficientemente informado de los riesgos y posibles consecuencias de la intervención
médica a la que va a ser sometido. De este modo, la previa prestación de un
consentimiento informado se ha convertido en elemento esencial para dirimir el
nacimiento de responsabilidad indemnizatoria a cargo del profesional médico
interviniente.

A este respecto, el art. 2 de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, de la autonomía del


paciente, contempla como principio básico la dignidad de la persona y el respeto a la
autonomía de su voluntad (art. 2.1), a cuyo objeto “toda actuación en el ámbito de la
sanidad requiere, con carácter general, el previo consentimiento de los pacientes o
usuarios (…) que debe obtenerse después de que el paciente reciba una información
adecuada” (art. 2.2).

El art. 3 de dicha norma, a su vez, define el consentimiento informado como “la


conformidad libre, voluntaria y conscientes de un paciente, manifestada en el pleno uso
de sus facultades después de recibir la información adecuada, para que tenga lugar
una actuación que afecta a su salud”, quedando debidamente regulado en el art. 8:

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1. Toda actuación en el ámbito de la salud de un paciente necesita el consentimiento
libre y voluntario del afectado, una vez que, recibida la información prevista en el
artículo 4, haya valorado las opciones propias del caso.

2. El consentimiento será verbal por regla general.

Sin embargo, se prestará por escrito en los casos siguientes: intervención quirúrgica,
procedimientos diagnósticos y terapéuticos invasores y, en general, aplicación de
procedimientos que suponen riesgos o inconvenientes de notoria y previsible repercusión
negativa sobre la salud del paciente.

3. El consentimiento escrito del paciente será necesario para cada una de las
actuaciones especificadas en el punto anterior de este artículo, dejando a salvo la
posibilidad de incorporar anejos y otros datos de carácter general, y tendrá información
suficiente sobre el procedimiento de aplicación y sobre sus riesgos.

4. Todo paciente o usuario tiene derecho a ser advertido sobre la posibilidad de utilizar
los procedimientos de pronóstico, diagnóstico y terapéuticos que se le apliquen en un
proyecto docente o de investigación, que en ningún caso podrá comportar riesgo
adicional para su salud.

5. El paciente puede revocar libremente por escrito su consentimiento en cualquier


momento.

A este respecto cumple destacar las siguientes consecuencias atribuidas a la emisión de


un consentimiento deficiente:

- Sentencias que equiparan la falta de información con una infracción de la lex artis.

- Sentencias que equiparan la falta de información al resultado que se produce sobre


la salud del paciente.

- Sentencias que entienden que si no se produce repercusión sobre la salud del


paciente no es valorable la falta de consentimiento.

- Sentencias que entienden que la falta de consentimiento es un daño autónomo


indemnizable por sí mismo.

4º.- EL ERROR MÉDICO EN EL DIAGNÓSTICO.

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En la mayoría de las ocasiones en que se promueve acción civil, por regla general se
refieren al error médico y dentro de él, en lo que se refiere al error en el diagnóstico del
paciente. Desde un punto de vista jurisprudencial el diagnóstico se ha venido definiendo
como un juicio médico que precisa de una fase compulsiva previa constituida por una
pluralidad de actos, desde la anamnesis, a las pruebas de exploración física, radiológicas
y analíticas. En definitiva, se trata de un conjunto de actos médicos para iluminar y
deducir la naturaleza de la afección que padece el enfermo .

La primera cuestión que se plantea a este respecto es si el facultativo interviniente que


comete un error en el diagnóstico es responsable por tal hecho sin más, o si por el
contrario se admite la posibilidad de que pueda errar sin que por ello se le pueda exigir
responsabilidad. A este respecto la jurisprudencia ha venido entendiendo que cuando el
diagnóstico y tratamiento resulten acertados en atención a los síntomas presentados
por el paciente, no surge responsabilidad por error médico. Es decir, si el paciente sufre
alguna otra enfermedad, pero los síntomas de esta no son evidentes o no se manifiestan,
apareciendo otros, indicativos de alguna otra afectación, el médico no es responsable de
no diagnosticar aquella.

Además, la responsabilidad del médico únicamente surge si su acción u omisión (en


este caso el error en el diagnóstico) es negligente o culposa, y si entre esta y el daño
(por ejemplo, el fallecimiento del paciente a causa de la enfermedad no diagnosticada)
existe un nexo de causalidad, debiendo concurrir ambas circunstancias para que se
pueda exigir al médico la reparación del daño (STS de 7 de mayo de 2007).

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II
JURISPRUDENCIA Y CASUÍSTICA

1º.- NATURALEZA DE LA OBLIGACIÓN DEL MÉDICO. MEDICINA


VOLUNTARIA O SATISFACTIVA.

STS núm. 18/2015, Sala 1ª, de lo Civil, de 3 de febrero de 2015

Cirugía estética (mamoplastia de aumento). Responsabilidad médica


general. Obligaciones de medios y de resultado. Obligación de
información en la medicina voluntaria o satisfactiva.

ANTECEDENTES DE HECHO

- El 07.09.2012 la actora se sometió a una operación de aumento de pecho, no


obstante lo cual persistió la asimetría entre ambos pechos, así como su caída,
sometiéndose entonces a una segunda intervención (en la misma clínica, por el
mismo cirujano y sin coste para la paciente) el 24.11.2006. En ambos casos
suscribió el correspondiente consentimiento informado.

- El 18.05.2008, la actora acude al servicio de urgencias, donde se aprecia una


tumoración en el pecho derecho. Un mes mas tarde, el 05.06.2008, la actora es
nuevamente intervenida, por otro cirujano, para la extracción de los implantes
mamarios, pudiéndose apreciar el mal estado en que se encontraban.

- Es mismo año, la paciente promovió juicio ordinario contra la clínica y el cirujano


reclamando daños y perjuicios por incumplimiento contractual. El Juzgado de
Primera Instancia núm. 22 de Valencia dictó sentencia el 12.12.2011, desestimando
la demanda, pues la técnica empleada fue correcta, la actora no cumplió el
calendario de revisiones y lo que ocurrió realmente es que los implantes
pertenecían a una partida defectuosa, se deterioraron y le produjeron graves
molestias, lo que no fue debido a una mala praxis.

- La actora interpuso recurso de apelación, que fue estimado por la Sección 8ª de la


AP de Valencia mediante sentencia de 18.06.2012, revocando la sentencia de
instancia y condenando a la clínica y al cirujano en forma solidaria al pago de la
cantidad de 15.194,69 € más intereses; y ello a partir de la doctrina jurisprudencial
sobre la obligación de medios y de resultados en una operación como esta:

«En relación al contenido de la prestación profesional sanitaria en los supuestos de


cirugía estética (…) el TS ha establecido entre otras en STS de 29.10.2004 que si bien
en principio el contrato que vincula al médico y paciente en la medicina curativa es
de prestación de servicios, ya que aquél no se obliga a la curación de éste, sino a
prestar los servicios adecuados a tal fin, como obligación de actividad o de medios;

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sin embargo, también en la actuación médica se da el contrato de obra, con
obligación de resultado, en casos de cirugía estética (SSTS de 21.03.1950, de
28.06.1997 y 22.07.2003), de ahí que se haya distinguido jurídicamente dentro del
campo de la cirugía entre una “cirugía asistencia” (…) y una “cirugía satisfactiva”
(…) esta distinción tiene consecuencias en orden al cumplimiento o incumplimiento,
pues en lo que aquí importa, la relación contractual médico-paciente al derivar de
contrato de obra, por el que una parte – el paciente – se obliga a pagar unos
honorarios a la otra – médico – por la realización de una obra, la responsabilidad
por incumplimiento o cumplimiento defectuoso se produce en la obligación de
resultado, y en el momento en que no se ha producido éste o ha sido defectuoso surge
la responsabilidad del facultativo».

- El cirujano recurrió en casación esta sentencia, con base en dos motivos:


▪ Primero: interpretación errónea de la doctrina jurisprudencial sobre el contrato
que une a médico y paciente en sede de responsabilidad sanitaria.
▪ Segundo: infracción de la norma que admite la inversión de la carga de la
prueba en sede de responsabilidad médica.

RESOLUCIÓN:

▪ Motivo primero.-

- Dice el TS que la AP desconoce la doctrina de dicha Sala respecto de la obligación


de medios y de resultados. Así, en la STS de 07.05.2014, con cita de las SSTS de
20.11.2009, de 03.03.2010 y 19.07.2013, en un supuesto similar de medicina
voluntaria, la Sala tiene declarado que:

«La responsabilidad del profesional médico es de medios y, como tal, no puede


garantizar un resultado concreto. Obligación suya es poner a disposición del paciente
los medios adecuados comprometiéndose no sólo a cumplimentar las técnicas previstas
para la patología en cuestión, con arreglo a la ciencia médica adecuada a una buena
praxis, sino a aplicar estas técnicas con el cuidado y precisión exigible de acuerdo con
las circunstancias y los riesgos inherentes a cada intervención y, en particular, a
proporcionar al paciente la información necesaria que le perita consentir o rechazar
una determinada intervención. Los médicos actúan sobre personas, con o sin
alteraciones de la salud, y la intervención médica está sujeta, como todas, al
componente aleatorio propio de la misma, por lo que los riesgos o complicaciones que
se pueden derivar de las distintas técnicas de cirugía utilizadas son similares en todos
los casos y el fracaso de la intervención puede no estar tanto en una mala praxis
cuanto en las simples alteraciones biológicas. Lo contrario supondría prescindir de la
idea subjetiva de culpa, propia de nuestro sistema, para poner a su cargo una
responsabilidad de naturaleza objetiva derivada del simple resultado alcanzado en la
realización del acto médico, al margen de cualquier otra valoración sobre culpabilidad
y relación de causalidad de la prueba de una actuación médica ajustada a la lex artis,
cuando está reconocido científicamente que la seguridad de un resultado no es posible
pues no todos los individuos reaccionan de igual manera ante los tratamientos de que
dispone la medicina actual».

- A este respecto, recuerda la Sala que es doctrina retirada del TS que los actos de
medicina voluntaria o satisfactiva no comportan por sí la garantía del
resultado perseguido, por lo que solo se tomará en consideración la existencia

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de un aseguramiento del resultado por el médico a la paciente cuando resulte
de la narración fáctica de la resolución recurrida. Por tanto, concluye la Sala
afirmando que una cosa es el origen del daño, contractual o extracontractual, y
otra distinta la responsabilidad que, en medicina voluntaria o satisfactiva, se
establece, no por el hecho de no haberse obtenido el resultado, sino porque ese
resultado fue prometido u ofertado al paciente, y porque este no se obtuvo en
razón a una mala praxis médica.

▪ Motivo segundo.-

- Conforme al TS, con cita a las SSTS de 04.03.2011 y 16.01.2012, los efectos que
origina la falta de información están especialmente vinculados a la clase de
intervención: necesaria o asistencial, voluntaria o satisfactiva, pues en este último
caso la información que se debe procurar al paciente es más rigurosa, dada la
necesidad de evitar que se silencien los riesgos excepcionales ante cuyo
conocimiento el paciente podría sustraerse a una intervención innecesaria o de una
necesidad relativa.

- En este asunto en particular, existía una imputación expresa de falta de información


adecuada a la paciente, y esta imputación no fue combatida por los demandados, de
tal manera que el TS desestima este motivo y, con ello, el recurso de casación,
manteniendo los pronunciamientos de la sentencia de la AP a este respecto,
“incluso en lo que se refiere a la indemnización por todos los perjuicios
ocasionados puesto que el daño no es más que la concreción de una intervención
innecesaria en principio aceptada por la paciente sin la información precisa de la
misma”.

2º.- RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL.

STS núm. 92/2000, Sala 1ª, de lo Civil, de 8 de febrero de 2000

Responsabilidad médica contractual y extracontractual. Elementos:


culpa, daño y nexo causal.

ANTECEDENTES DE HECHO

- Se trata de una acción de reclamación de indemnización por culpa extracontractual


(art. 1.902 Cc) contra el INSALUD por el mal funcionamiento del servicio de
urgencias quirúrgicas de la clínica a la que acudió la esposa embarazada del
demandante con evidentes síntomas que aconsejaban (y así se diagnosticó) la
práctica inmediata de una cesárea. Sin embargo, y a causa del retraso de la
intervención del anestesista, la clínica tardó algo más de una hora en practicar la
cesárea, dando como resultado el fallecimiento del feto.

- Con fecha 13.07.1993, el Juzgado de Primera Instancia núm. 2 de Santa Cruz de La


Palma dictó sentencia estimando la demanda y condenando al INSALUD a pagar al

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actor la cantidad de 6.500.000 pesetas; confirmada posteriormente por la AP de
Santa Cruz de Tenerife en su sentencia de 05.04.1995, desestimatoria del recurso de
apelación interpuesto por el INSALUD.

- El INSALUD entonces recurrió la sentencia de la AP de Santa Cruz de Tenerife,


sobre la base de tres motivos:
▪ Primero: aplicación indebida del art. 1.104 Cc (responsabilidad contractual).
▪ Segundo: aplicación indebida de los arts. 1.902 y 1.903 Cc (responsabilidad
extracontractual).
▪ Tercero: aplicación indebida del art. 1.105 Cc (fuerza mayor).

RESOLUCIÓN:

▪ Motivos primero y segundo.-

- El TS estudió conjuntamente ambos motivos, habida cuenta que “a propósito de los


diversos negocios jurídicos creadores de relaciones obligatorias, se puede afirmar
en lo que concierne a los temas de culpa, que cuando un hecho dañoso supone la
violación de una obligación contractual y, al mismo tiempo el deber general de no
dañar a otro, surge una yuxtaposición de responsabilidades – contractual y
extracontractual – que da lugar a acciones que puedan ejercitarse
alternativamente o conjuntamente; que es lo que se va a hacer en el presente caso”.

- Y ello, dice, la Sala, “en razón de que cualquiera que sea la perspectiva con que se
mire la presente cuestión, será preciso que ocurran determinados eventos para el
éxito de la pretensión de la parte actora, como son un daño concreto, una acción
impregnada de culpa de una persona unida o no a un vínculo contractual y un nexo
causal entre los anteriores”.

- Sobre dicha base, y puesto que quedó acreditado el mal funcionamiento de la


atención de urgencias quirúrgicas, concretado en el retraso de la intervención
ginecológica, lo que provocó la muerte del feto, la Sala concluye que se dan todos
los requisitos para que surja la responsabilidad reclamada por la actora,
desestimando así ambos motivos.

▪ Motivo tercero.-

- Alega el INSALUD fuerza mayor, a lo que el TS responde afirmando que tal


supuesto, entendido como un suceso imprevisible e inevitable, ha de ser acreditado
por quien lo propone.

- En todo caso, concluye la Sala, la fuerza mayor alegada por el INSALUD “no se da
en la presente situación, ya que si se hubiese practicado la operación de cesárea en
su debido tiempo (…) no se hubiera determinado la muerte del feto. Sin que dicho
retraso se debiera a causa distinta a un desorden ilógico en la transmisión de las
órdenes oportunas, concretada en el retraso de la intervención del anestesista”.
Desestimado también este motivo, el TS confirmó la sentencia de la AP.

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3º.- CARGA DE LA PRUEBA: DOCTRINAS DE LA FACILIDAD O
DISPONIBILIDAD PROBATORIA Y DEL DAÑO
DESPROPORCIONADO.

STS núm. 1152/2002, Sala 1ª, de lo Civil, de 29 de noviembre de 2002

Responsabilidad médica. Carga de la prueba. Doctrina del daño


desproporcionado. Responsabilidad objetiva de los servicios sanitarios
(Ley General de Defensa de los Consumidores y Usuarios).

ANTECEDENTES DE HECHO

- Se trata de una acción de reclamación de responsabilidad médica derivada del


contrato de prestación de servicios, en la que el hecho básico consistió en que el
médico demandado practicó al paciente demandante la extirpación de un tumor el
13.11.1974, teniendo que practicar una nueva intervención unos meses después (el
14.02.1975) para extirpar un trozo de gasa que había quedado dentro con ocasión
de la primera operación. Tras esta segunda intervención, el paciente presentó unas
graves secuelas que determinaron su capacidad permanente absoluta para todo
trabajo.

- En su sentencia de 17.02.1997, y pese a reconocer que en la prestación del servicio


por el médico se produjo una omisión (dejar la gasa dentro de la herida), “de cuya
culpabilidad no cabe duda”, la Sección 12ª de la AP de Madrid confirmó la
sentencia de instancia, desestimando la demanda por no aparecer probada la
relación de causalidad entre dicha omisión y el resultado dañoso.

RESOLUCIÓN:

- La responsabilidad médica en este caso es contractual, al basar la casación en


infracción del art. 1.101 Cc. Para su resolución, la Sala divide el caso en tres fases:

1. La primera intervención quirúrgica, en la que se produce la omisión consistente


en dejar una gasa dentro de la herida: esta fase implica un inicial
incumplimiento de la obligación de prestar correctamente el servicio médico.

2. La segunda intervención, provocada por la anterior omisión.

3. El conjunto de secuelas que desembocan en la declaración de la incapacidad


absoluta permanente.

- La acción se dirige a la reclamación de indemnización por esta última fase, y la sala


la estima sobre la base de las siguientes consideraciones:

a) No se ha acreditado que las secuelas tuvieran una causa ajena a la actuación


médica, y la Sala reitera que “el deber procesal de probar recae, también, y de
manera muy fundamental, sobre los facultativos demandados, que por sus

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propios conocimientos técnicos (…) gozan de una posición procesal mucho
más ventajosa que la de la propia víctima, ajena al entorno médico y, por ello,
con mucha mayor dificultad a la hora de buscar la prueba” [doctrina de la
facilidad o disponibilidad probatoria].

b) El resultado que se ha producido, ni se había advertido al paciente, no lo había


consentido, ni lo había previsto, reiterándose así la doctrina de la Sala sobre el
daño desproporcionado, del que se desprende la culpabilidad del autor, y que
corresponde a la regla res ipsa loquitur (la cosa habla por si misma).

c) Es de aplicación, además, la responsabilidad objetiva que respecto de los daños


causados por servicios sanitarios establece el art. 28 LGDCU DE 1984 [vigente
art. 148 TRLGDCU].

4º.- CONSENTIMIENTO INFORMADO.

STS núm. 226/2014, Sala 1ª, de lo Civil, de 9 de mayo de 2014

Consentimiento informado.

ANTECEDENTES DE HECHO

- El paciente sufrió el 04.10.1991 un cuadro de cefaleas y vómitos, acudiendo al


hospital un día más tarde, donde le recomendaron un estudio angiográfico. Este se
llevó a cabo el día 09.10.1991, revelando una malformación arteriovenosa cerebral
(MAV). El 11.10.1991 se le practicó una resonancia magnética que confirmó la
existencia del MAV.

- Se decidió no extirpar la malformación (cirugía convencional), si no someter al


paciente a radiocirugía en otra clínica, intervención que se llevó a cabo el
05.11.1991.

- Realizados los controles pertinentes (el 24.10.1992 y el 18.10.1993), se pudo


apreciar que el MAV no había experimentado modificaciones significativas, de tal
modo que el paciente decidió someterse al tratamiento de cirugía convencional
(extirpación) en una tercera clínica, intervención que tuvo lugar el 24.11.1993, y
que provocó una hemorragia interna que causaron graves lesiones cerebrales al
paciente – hasta el punto de que el 25.09.2008 se declarara judicialmente su
incapacidad absoluta.

- El paciente formuló demanda contra el cirujano a cargo de la primera intervención


(radiocirugía) y contra la clínica donde finalmente se sometió a la intervención
convencional, por (i) una errónea indicación terapéutica – en su opinión debió
haber sido sometido en primera lugar a cirugía convencional, y no radiológica –,
asumiendo con ello un riesgo desproporcionado por falta de información, y (ii) por
falta de pericia en la cirugía convencional, que provocó una hemorragia interna

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causante de graves lesiones cerebrales que le llevaron, finalmente, a la incapacidad
absoluta. Todo ello sobre la base de, entre otros, los arts. 1.902, 1.903, 1.101 y
1.104 Cc (responsabilidad extracontractual y contractual), y 28 LGDCU (vigente
art. 148 TRLGDCU).

- El Juzgado de Primera Instancia núm. 57 de Barcelona dictó sentencia el


14.05.2010, desestimando íntegramente la demanda. El paciente entonces recurrió
en apelación esta sentencia, posteriormente confirmada por la Sección 4ª de la AP
de Barcelona el 23.11.2011.

- El paciente, desistiendo de sus acciones contra la clínica, recurrió al TS, quedando


la cuestión reducida a si le fue proporcionada una debida información sobre la
intervención radiológica.

RESOLUCIÓN:

- A este respecto la Sala señaló que:

«No se discute que el consentimiento informado es presupuesto y elemento esencial de


la lex artis y como tal forma parte de toda actuación asistencial (SSTS 29 de mayo; 23
de junio 2003; 21 de diciembre 2005; 20 de enero; 13 de mayo 2011 y 19 de julio 2013),
constituyendo una exigencia ética y legalmente exigible a los miembros de la profesión
médica, antes con la Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad, y ahora, con
más precisión, con la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, de la autonomía del paciente,
en la que se contempla como derecho básico a la dignidad de la persona y autonomía
de su voluntad. Lo que se discute es el contenido y alcance de la información que le fue
proporcionada al paciente (…)».

- Así, según la Sala, consta debidamente acreditado que la decisión de someter al


paciente a radiocirugía fue tomada, no por la clínica en la que esta se practicó, sino
por aquella en la que se le diagnosticó el MAV. Decisión que se adoptó a partir de
la opinión de distintos especialistas que no fueron demandados, y que trasladaron al
paciente, haciéndole saber, además, las distintas alternativas existentes. Incluso ya
en la clínica en la que se llevó a cabo esta primera intervención, se le facilitó al
paciente la correspondiente información escrita, que la suscribió.

- Si bien es cierto que el documento firmado por el paciente no menciona los efectos
secundarios y/o las complicaciones que pudieran derivarse del tratamiento
radiológico, también es cierto que sí se hace constar la dificultad del resultado
positivo – y, desde luego, la hemorragia cerebral sufrida por el paciente no fue
provocada por la intervención radiológica.

- En todo caso, la Sala recuerda que tiene declarado en otras sentencias que:

«El consentimiento prestado mediante documentos impresos carentes de todo rasgo


informativo adecuado no sirve para conformar debida ni correcta información (SSTS
27 de abril 2001; 29 mayo 2003). Son documentos ética y legalmente inválidos que se
limitan a obtener la firma del paciente pues aún cuando pudieran proporcionarle
alguna información, no es la que interesa y exige la norma como razonable para que
conozca la transcendencia y alcance de su patología, la finalidad de la terapia

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propuesta, con los riesgos típicos del procedimiento, los que resultan de su estado y
otras posibles alternativas terapéuticas. Pero no es esto lo que sucede en este caso, ni
por la forma del propio documento no por como se produjo».

- Efectivamente, según la Sala, la información integra un procedimiento gradual y


verbal, y en este caso se llegó a la intervención tras una previa decisión clínica que
permitió al paciente valorar las posibles consecuencias y, en su vista, elegir,
rechazar o demorar la terapia elegida, e incluso acudir a otro especialista. No consta,
además, que el paciente no comprendiera dicha información, por lo que la Sala
concluye sosteniendo que “tanto la opción de intervención mediante radiocirugía,
como el hecho de someterse posteriormente a la misma, fue tomada de forma libre
y voluntaria aceptando los riesgos inherentes; todo lo cual permite concluir que el
consentimiento del demandante fue prestado y obtenido de la manera que exige la
ley”.

5º.- ERROR DE DIAGNÓSTICO.

STS núm. 464/2007, Sala 1ª, de lo Civil, de 7 de mayo de 2007

Diagnóstico erróneo. Fallecimiento del paciente. Nexo causal como


requisito para la existencia de responsabilidad médica. Responsabilidad
objetiva de los servicios sanitarios (Ley General de Defensa de los
Consumidores y Usuarios).

ANTECEDENTES DE HECHO

- Paciente afectado de lesión doble aórtica e insuficiencia mitral, en tratamiento en la


Seguridad Social desde 1987. Dentro de las revisiones periódicas a que era
sometido, al paciente se le realizó sendos electrocardiogramas en los meses de
febrero y junio de 1993, sin que se encontrara variación alguna entre ambos.

- El 28.07.1993 el paciente ingresó en el servicio de urgencias manifestando un


empeoramiento en su salud. Analizados los síntomas, y por sospecha de posible
neumonía, el paciente fue remitido al servicio de neumonía del ambulatorio, donde
se descartó un posible proceso neumónico, remitiéndole el 30.07.1993 al servicio
de cardiología, donde fue atendido hasta en dos ocasiones (el 02.08.1993 y el
09.08,1993), descartándose en ambas el origen cardiaco de los síntomas
manifestados por el paciente.

- El 27.08.1993 el paciente ingresó en la unidad coronaria por el servicio de


urgencias, donde se le diagnosticó edema agudo de pulmón y shock cardiogénico
secundario a miocardiopatía dilatada severa, sometiéndole a intervención quirúrgica
al día siguiente. El 07.09.1992 falleció.

- La madre del fallecido promovió juicio de menor cuantía en 1998 contra la


cardióloga que atendió a su hijo en agosto de 1993 y contra el Instituto Nacional de

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la Seguridad Social, sobre la base de los arts. 1902 y 1903 Cc (responsabilidad
extracontractual) y art. 26 LGDCU de 1984 (vigente art. 128 TRLGDCU). El
12.07.1999 el Juzgado de Primera Instancia núm. 12 de Zaragoza dictó sentencia
condenando al INSS al pago de 40 millones de pesetas a la madre y a la viuda del
fallecido, y absolviendo a la cardióloga de las pretensiones contra ella formuladas.

- En su sentencia, el Juzgado de Primera Instancia considera acreditado que la


cardióloga no utilizó todas las pruebas apropiadas para asegurarse del diagnóstico,
siendo dicha omisión negligente y, como tal, dándose el primer requisito de la
responsabilidad extracontractual del art. 1902 Cc. Ahora bien, el Juzgado no halló
relación de causalidad entre el fallecimiento del paciente y el error en el diagnóstico,
habida cuenta que aunque se hubiera detectado el problema con ocasión de las
primeras visititas a la cardióloga, resulta incierto si el paciente se habría sometido a
quirúrgica o no, y si esta hubiera tenido éxito o no.

- La actora también reclamó sobre la base de la LGDCU, que establece un régimen


de responsabilidad objetiva en el caso de los servicios médicos, conforme al cual, la
acciones u omisiones de quienes presten servicios médicos determinantes de
perjuicios dará lugar a la responsabilidad a menos que se acredite que se han
cumplido debidamente las exigencias y requisitos reglamentarios y demás cuidados
y diligencias exigidos. En este asunto el servicio sanitario prestado por el INSS no
tuvo toda la eficacia que le era exigible, pues el paciente acudió con unos síntomas
a finales de julio, con empeoramiento, siendo examinado por numerosas unidades
sin que nadie advirtiese de la rápida evolución de la enfermedad, y sin que el
demandado hubiera acreditado la causa de exoneración (inevitabilidad del
resultado). Por tanto, concluye el Juzgado, la actora ha de ser indemnizada por el
fallecimiento del paciente.

- Tanto la actora como el INSS recurrieron en apelación la sentencia, y la Sección 5ª


de la AP de Zaragoza resolvió mediante sentencia de 16.03.2000, revocando la
sentencia de instancia y desestimando íntegramente la demanda. La Sala se muestra
de acuerdo con el Juez a quo en cuanto a la ausencia de responsabilidad de la
médico (por carencia de nexo causal entre su omisión y el resultado), pero discrepa
en cuanto a la del centro (responsabilidad del INSS). Según la sala la única manera
en que el INSS pudiera haber acreditado la inevitabilidad del resultado habría sido
mediante autopsia, entendiendo, en todo caso, que tal medida no era exigible,
habida cuenta que “no todo fallecimiento natural ha de ser sometido a método
averiguatorio e indagatorio”.

- La actora recurrió en casación esta sentencia, sobre la base de los siguientes


motivos:
▪ Primero: interpretación errónea del art. 1902 Cc, en cuanto que debía estimarse
la concurrencia de culpa o negligencia en la actuación del médico.
▪ Segundo: interpretación errónea del art. 1902 Cc, en cuanto que debía
estimarse la existencia de relación causal entre la conducta del médico y el
fallecimiento del paciente.
▪ Tercero: inaplicación del art. 1903.4º Cc, a cuyo tenor el INSS debía haber sido
condenado solidariamente al pago de la indemnización.

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▪ Cuarto: inaplicación de los arts. 25, 26 y 28 LGDCU [arts. 126 a 148 vigente
TRLGDCU], que determinan la responsabilidad objetiva del INSS.

RESOLUCIÓN:

▪ Motivos primero y segundo.-

- Dice la Sala que la responsabilidad médica sólo puede apreciarse cuando existe
culpa o negligencia por parte del facultativo, que se concreta en la infracción de la
lex artis ad hoc, y recuerda que “no es aceptable la objetivación de la
responsabilidad en un sistema de responsabilidad subjetiva o por culpa, como el
que establece el art. 1902 Cc, ni tan siquiera mediante la doctrina del resultado
desproporcionado, que sólo es admisible como procedimiento racional por vía de
inferencias lógicas a la demostración de la culpabilidad del daño”.

- Para que exista responsabilidad, además de la negligencia ha de existir un nexo de


causalidad establecido entre la conducta culposa del agente y el daño padecido. Si
bien la secuencia causal, dice el TS, ha de valorarse en el plano estrictamente
fáctico (valoración de prueba), también admite valoración jurídica, “que se centra
en la consideración de aquellos criterios con arreglo a los cuales no resulta
razonable imputar objetivamente el médico interviniente el daño causado”. En este
sentido, afirma la Sala que “el test que sirve para contrastar la solidez de la cadena
causal en estos casos – una vez descartada la objetivación absoluta de la
responsabilidad extracontractual en la que se sustenta la acción – se relaciona con
la necesidad de evitar criterios de responsabilidad incomprensibles o absurdos en
el terreno de la práctica médica y de la debida asistencia al paciente”.

- La lex artis supone, entonces, que la toma de decisiones clínicas está basada en el
diagnóstico que se establece a través de una serie de pruebas encaminadas a
demostrar o rechazar una sospecha o hipótesis de partida. Ello implica la obligación
del médico de realizar todas las pruebas diagnósticas necesarias, atendido el estado
de la ciencia médica en ese momento, de tal forma que, realizadas las
comprobaciones que el caso requiera, sólo el diagnóstico que presente un error de
notoria gravedad o unas conclusiones absolutamente erróneas, puede servir de base
para declarar su responsabilidad.

- Como quiera que la Sala estimó que no exigible un segundo ecocardiograma


(habida cuenta que ya se había realizado uno el 15 de junio, y que el paciente había
reaccionado positivamente al tratamiento prescrito el 2 de agosto), coincidió con la
AP en la inexistencia de un nexo de causalidad que permitiera la imputación
objetiva del daño a la médico, “toda vez que las distintas pruebas practicadas
conducen a la consecuencia de que realmente no puede conocerse la verdadera
causa del fallecimiento del paciente, (…) y que el diagnóstico era sustancialmente
correcto y no requería de pruebas complementarias con un grado razonable de
necesidad”.

▪ Motivo tercero.-

- Este motivo se fundaba en que, acreditada la relación de dependencia entre la

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médico y el INSS, este último debía ser condenado con carácter solidario. Ahora
bien, la ausencia declarada de responsabilidad de la médico implica la inviabilidad
de tal condena.

▪ Motivo cuarto.-

- La actora pretendía, asimismo, la aplicación del criterio de responsabilidad objetiva


establecido por la LGDCU en relación con los servicios sanitarios, pretensión que
también desestimó la Sala al coincidir con la AP en que el descubrimiento de la
verdadera causa de la muerte, además de no haber evitado el daño, ni hubiera
alterado el juicio de responsabilidad (por ausencia de nexo causal) ni era algo
[practicar la autopsia] exigible al INSS. Además, recuerda la Sala, “la aplicación
de dicha norma respecto de los servicios sanitarios únicamente puede proyectarse
sobre los aspectos funcionales del servicio sanitario, y no puede alcanzar a los
daños imputables directamente a los actos médicos”.

- A este aspecto (protección de los consumidores) la Sala añade el del principio de


responsabilidad objetiva en el ámbito de los servicios públicos (art. 139
LRJAP/PAC), señalando que en uno y otro caso:

«(…) los criterios de imputación válidos no se separan en gran medida [en uno y otro
caso] puesto que, como es bien sabido, los tribunales del orden contencioso-
administrativo vinculan la existencia de responsabilidad al incumplimiento de los
estándares del servicio».

STS núm. 896/2004, Sala 1ª, de lo Civil, de 23 de septiembre de 2004

Diagnóstico erróneo. Fallecimiento del paciente. Responsabilidad médica


general.

ANTECEDENTES DE HECHO

- La paciente, aquejada de un bulto en su axila derecha, acudió a la consulta del


doctor el 20.05.1994, quien le realizó una punción citológica para su análisis
patológico, y le recomendó una mamografía.

- El informe anatomopatológico descartó la existencia de células neoplásticas, y la


mamografía reveló microcalcificaciones en el pecho derecho, que habían de ser
controladas. Descartada entonces la existencia de un tumor, el doctor recomendó a
la paciente una vigilancia continua y periódica del bulto.

- En septiembre de 1994 la paciente acudió a revisión, sin que el doctor detectara


nada significativo (si bien durante el juicio el demandado negó la existencia de esta
visita, alegando que no costa en el historial clínico).

- El 26.10.1994 la paciente acudió nuevamente a la consulta, ante el aumento del


bulto e inflamación del pecho derecho. Se le practicó una mamografía en el mismo

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centro radiológico del mes de junio, cuyo resultado decía: “la paciente no aporta
placas del estudio previo y además se encuentra en fase premenstrual por lo que
resulta difícil un análisis comparativo preciso en relación con las
microcalcificaciones ya conocidas”. A la vista de ello, el doctor la receta un
medicamento que disminuye la densidad del tejido mamario y la indica que vuelva
a la revisión en un pazo de tres meses.

- Ante la falta de mejoría la paciente vuelve a la consulta el 17.11.1994, siéndole


recomendado un tratamiento a base de antibióticos y antiinflamatorios.

- El 29.11.1994 la paciente vuelve nuevamente a la consulta, y el doctor la remite al


Hospital de San Millán, donde la citan para el 07.12.1994.

- El 30.11.1994 el doctor entrega a la paciente un informe fechado el 17.11.1994, en


el que hace constar “Diagnóstico: adenopatías axila derecha y mama de alta
densidad.- Tratamiento: se recomienda biopsia axilar debido al tamaño de los
ganglios de la axila derecha.- Recomendaciones: preoperatorio para intervención
quirúrgica”. Ese mismo día la paciente acude a la Clínica Universitaria de Navarra,
donde se realiza un análisis que no descarta una metástasis de un carcinoma.

- El 12.12.1994 regresa a la Clínica Universitaria de Navarra para biopsia,


diagnosticándola el cáncer de mama y procediendo a una mastectomía inmediata.
El 26.12.1994 inició la quimioterapia, y a partir del 07.06.1995 se administró
radioterapia, que no evitó la aparición de metástasis pulmonar. La paciente falleció
el 15.11.1995.

- El viudo de la fallecida promovió juicio de menor cuantía en 1996, de reclamación


de daños y perjuicios, contra el doctor a cuya consulta acudió inicialmente la
paciente. El Juzgado de Primera Instancia núm. 7 de Logroño, mediante sentencia
de 25.02.1997, condenó al doctor al pago de 22.990.000 pesetas. Dicha resolución
fue recurrida en apelación por este último, recurso que estimó la Audiencia
Provincial de Logroño mediante sentencia de 02.06.1998, revocando la de instancia
y absolviendo al demandado.

- La actora recurrió en casación esta sentencia, alegando infracción del art. 1902 Cc.

RESOLUCIÓN:

- La obligación contractual o extracontractual del médico no es la de obtener en todo


caso la recuperación del enfermo, no es una obligación de resultado, sino una
obligación de medios, es decir, está obligado a proporcionar al paciente todos los
cuidados que requiera según el estado de la ciencia.

- En la conducta de los médicas se descarta toda clase de responsabilidad objetiva,


sin que opere la inversión de la prueba, estando por tanto a cargo del paciente la
prueba de la culpa y de la relación o nexo de causalidad.

- Para la exigencia de responsabilidad por un diagnóstico erróneo o equivocado, ha


de partirse de si el médico ha realizado o no todas las comprobaciones necesarias,
atendiendo al estado de la ciencia médica en el momento, para emitir el diagnóstico.

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Realizadas todas las comprobaciones necesarias, sólo el diagnóstico que presente
un error de notoria gravedad o unas conclusiones absolutamente erróneas puede
servir de base para declarar su responsabilidad, al igual que si no se hubieran
practicado todas las comprobaciones o exámenes exigidos o exigibles.

- En el presente caso, concluye la Sala, “cabe calificar la conducta profesional del


demandado como negligente, al no haber realizado todas las pruebas médicamente
recomendadas para llegar a un diagnóstico correcto del padecimiento que
presentaba su paciente [pues] una conducta adecuada a la lex artis ad hoc exigía
la realización de todas las pruebas necesarias para emitir un diagnóstico que
hubiese descartado sin duda la existencia de un carcinoma o, detectado éste, lo
hubiera sido en un estado precoz que hubiera permitido un tratamiento que llevase
a la curación de la enferma o a un periodo mayor de supervivencia”.

- La Sala estimó por ello la casación, revocando la sentencia de la AP.

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