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RESPONSABILIDAD MÉDICA

DANIA MARCELA CASTRO SERNA – 2017143030

ANDRES ALBERTO SANCHEZ

RESPONSABILIDAD.

Para muchos es sabido que todos los seres humanos en cualquier actividad estamos
propensos a cometer errores y no es muy diferente en el ámbito de la medicina donde
comúnmente encontramos que este derecho a equivocarse es infalible, aunque cabe
recalcar que en la práctica de este oficio el individuo asume una responsabilidad para
con los pacientes. Sin embargo, debemos precisar que existe una gran diferencia entre
un error y una mala praxis médica y que ésta se escude en que la medicina es una
ciencia inexacta, puesto que se presume que quien ejerce esta profesión es una persona
capacitada que tiene los conocimientos esenciales para proteger la vida de un ser
humano.

En Colombia, actualmente la responsabilidad médica y por tanto el ejercicio de esta


profesión es de medio y no de resultado; es decir, no se está en obligación de garantizar
la salud del enfermo pero si de brindar todo su apoyo y conocimiento en procura de su
mejoría, por otro lado, es excepcionalmente de resultado cuando la practica conlleva
casos de cirugías estéticas, y la responsabilidad tanto contractual como extracontractual
del médico para con la persona con la que va a tratar se refiere a la prestación de un
servicio enmarcada en el consentimiento.

La jurisprudencia de Colombia ha ido cambiando los conceptos de daño,


indemnizaciones y carga probatoria pero las modificaciones más significativas en la
responsabilidad médica se han presentado como consecuencia de las demandas por
mala praxis como también la complejidad de la prestación del servicio médico en general
y es por esto por lo que las Altas Cortes se han referido a estos casos de la siguiente
forma.

Para la Corte Constitucional en sentencia T-118A/2013, la responsabilidad médica


deviene de la obligación, en principio contractual, del médico, EPS o IPS de cuidar la
integridad corporal del paciente para devolverlo sano y salvo al concluir la relación
prestación de un servicio médico, esta relación puede surgir, generalmente, como
consecuencia de una convención.

La Corte Suprema de Justicia, en sentencia del 12 de septiembre de 1985 afirma que “…


el médico tan solo se obliga a poner en actividad todos los medios que tenga a su alcance
para curar al enfermo; de suerte que, en caso de reclamación, éste deberá probar la
culpa del médico, sin que sea suficiente demostrar ausencia de curación”. En providencia
del 26 de noviembre 1986, se ratificó lo anteriormente dicho, pero señalando que, en el
campo de la responsabilidad contractual, el caso en que “el contrato se hubiere
asegurado un determinado resultado” y pues si no se obtiene, según dice la Corte, “el
médico será culpable y tendrá que indemnizar a la víctima”, a no ser que pruebe alguna
causa de exoneración como la fuerza mayor, caso fortuito o culpa del perjudicado.

Es por esto por lo que cuando la C.S.J. se refiere a la responsabilidad del médico en
materia extracontractual, señala en la providencia del 5 de marzo de 1940 que “la carga
de la prueba de la culpa del médico cuando se trata de deducírsele responsabilidad civil
extracontractual por el acto médico defectuoso o inapropiado, se descarta la aplicabilidad
de presunciones de culpa, como se menciona en el artículo 2356 del c. civil, por cuanto
el daño se origina en consecuencia del ejercicio de una actividad peligrosa, ya que esto
lo vuelve a ratificar en las sentencias de 1942 y 1959, ya que la labor médica está muy
lejos de poderse asimilar a ellas”.

Es por esto por lo que el planteamiento del 5 de marzo de 1940 es donde la Alta
Corporación precisa que “es una graduación que hoy en día no puede aceptarse, porque
aun teniendo en cuenta los aspectos tecnológicos y científicos del acto profesional
médico, pero sin duda alguna, sin perder de vista la profesionalidad, porque como bien
lo dice la doctrina, el médico responderá cuando cometa un error científico obviamente
injustificable para un profesional de su categoría o clase”. Es en esta providencia donde
la Corporación señala que la actividad médica no puede ser considerada como una
actividad peligrosa por su fin altruista.

La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia ha establecido que cuando se


demanda a la persona jurídica –E.P.S, I.P.S– para el pago de los perjuicios causados
con ocasión a un servicio médico, por el hecho culposo de sus subalternos, responde
directamente por los actos de sus dependientes a la luz de los artículos 1738 o 2347 del
Código Civil. Lo anterior, no implica que, en el ejercicio de la prestación del servicio
médico, el profesional de la salud no responda por su no actuar con pericia, cuidado y
diligencia, propios de la profesión (C.S.J. Sala de Casación Civil, sentencia del 20 de
abril de 1993 y reiterada en las sentencias emitidas el 30 de mayo de 1994 y 25 de marzo
de 1999)

Igualmente, el Consejo de Estado se pronunció sobre este tema señalando que “(…) el
médico como deudor de la prestación asistencial es quien debe demostrar, ante el
incumplimiento y el daño que se presumen de origen culposo, la causalidad fortuita o
causal; o sea que el daño en la salud que es el resultado opuesto o contrario al promedio
le es ajeno, como imprevisible derivación del hecho médico… ello significa, establecer a
favor de la víctima una presunción de causalidad adecuada. Dicha presunción debe ser
destruida por el médico con la prueba de causalidad fortuita…” (Consejo de Estado, Sala
de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del 18 de julio de 1997)

Es en la providencia del 30 de enero de 2001, donde la Sala Civil de la C.S.J. señala


expresamente que basta una sola culpa para que se entienda cumplido el presupuesto
de responsabilidad. Es decir, la responsabilidad profesional y dentro de ella la del equipo
médico, ya que judicialmente se exige la culpa y la culpa probada, La Corte Suprema de
Justicia en providencia del 24 de agosto de 2009, reconoció que “los daños en
consecuencia de una actividad peligrosa hacían parte de los casos de responsabilidad
objetiva. Ello por cuanto, el manejo de la presunción de la culpa, sin posibilidad de
desvirtuarla con la prueba de la diligencia, transforma el análisis de responsabilidad en
un evento en el que realmente está ausente el estudio del comportamiento del presunto
autor del daño.” Pero esta postura solo dura un año, por lo que, en providencia del 26 de
agosto de 2010, la Sala Civil de esta corporación retorna a la postural tradicional donde
estipula desde la teoría que las actividades peligrosas siguen el régimen original de
imputación subjetiva, presunta, pero que en la practica realmente se construye como un
caso de responsabilidad objetiva en el que no se estudia el comportamiento del autor del
daño.

Por otro lado, la providencia del 11 de abril de 2012 de la Sala Penal de la C.S.J.,
expresamente señala que “(…) si hay una actividad peligrosa en la que se debe consentir
la existencia de un riesgo permitido, esa es la medicina. En verdad, se admite cierto nivel
de exposición al daño inherente a su ejercicio, en tanto se trata de una ciencia no exacta
cuya práctica demanda para el colectivo social la necesidad de aceptar como adecuada
la eventual frustración de expectativas de curación o recuperación, siempre que no se
trascienda a la estructuración de una aproximación al daño evitable o no tolerado.” Es de
esta manera como esta Sala califica a la actividad médica como una actividad peligrosa,
visto de forma que no se analiza sin culpa o más concretamente con culpa presunta
como la misma Corte señala.

La C.S.J. en sentencia del 22 de julio de 2010, indicó que la prestación de los servicios
médicos necesariamente general diversas obligaciones a los médicos, sin embargo, su
responsabilidad civil se configura cuando de su actuación surge un daño mediado por la
culpa probada, la cual corresponde demostrar al demandante, sin que sea admisible
presunción alguna. Este concepto se reiteró posteriormente en la sentencia del 15 de
febrero del 2014 donde se estableció por la Corporación “(1) la responsabilidad médica
se deriva de la culpa probada; (2) todas las partes del proceso deben asumir el
compromiso de brindar todas las pruebas atendiendo a la posibilidad real de hacerlo.
En sentencia (T-158/2018, Corte Constitucional) se señala que la responsabilidad civil
de la prestación de los servicios médicos se exige solidariamente a las entidades
prestadoras de salud, a las instituciones prestadoras de dichos servicios y al persona
médico y la responsabilidad será de carácter contractual o extracontractual si el daño
surgió del incumplimiento de una obligación establecida en un contrato o por la violación
del deber genérico de no dañar, por un hecho u omisión del responsable.

Igualmente se ha recalcado por parte de la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia en


sentencia del 29 de marzo de 2017 que, “el criterio de valoración racional de las pruebas
impone a los jueces la obligación de motivar razonadamente su decisión sobre los
hechos”. Es por esto que la mencionada Sala respecto del tema que trata los daños
causados por omisión en los diagnósticos por parte de los médicos a pacientes que se
encuentren en estado de gestación y presenten problemas que no se tratan al debido
tiempo, señala que; “se configura una grave omisión en cuanto al diagnóstico debido y
la precisión que debe ofrecer la ciencia médica, el criterio de imputación sólo lo dan las
normas jurídicas que establecen deberes de actuación, porque entre una omisión y un
resultado no se produce ninguna relación de implicación material”, de igual manera sigue
señalando la Sala que “no es posible seguir consiguiendo la ‘obligación de medios’ del
promotor o prestador de servicio de salud desde una óptica presistémica caracterizada
por la relación personal entre el paciente y su médico de confianza, sino que en el marco
del Sistema Obligatorio de Garantía de Atención de Salud del SGSSS la lex artis ad hoc
es un concepto concreto, medible, transparente y constatable a la luz de la medicina
evidencial”.

Debido a esto, la Sala estimó conveniente también hacer un cambio en su criterio, el cual
fue acogido por la corporación en el pasado acerca de la improcedencia de conceder
indemnización por lucro cesante a menores de edad por el simple hecho de no estar
devengando un salario a la fecha de ocurrencia del hecho dañoso; pues “la
indemnización integral, equitativa y efectiva de los daños no busca poner a la víctima en
la situación exacta en que ‘se hallaba’ antes del daño, sino en la posición en que ‘habría
estado’ de no ser por la ocurrencia del hecho dañoso antijurídico”. Y señala también que
todos los jueces deben seguir este parámetro objetivo y considerar la aplicación de la
carga dinámica de la prueba para valorar las que dan en cuenta de la conducta (activa u
omisiva) de los prestadores del servicio de salud, a fin de poder determinar la presencia
de los elementos que permiten atribuir la responsabilidad civil.

Se ha recalcado en la jurisprudencia (Consejo de Estado, CP. María E. Giraldo Gómez,


7 de octubre de 1999) que la actividad médica es considerada como aquella relación
jurídica compleja, indicando con esto que ya no se deberá circunscribir a una simple
obligación de medio, sino que para derivar la responsabilidad a cargo de los médicos
tocará analizar los procedimientos realizados de una manera integral y no asilada.
Por otro lado, haciendo alusión a otro concepto de la Sección Tercera del Consejo de
Estado del 25 de enero de 2017, éste resalta que dentro de la actividad médica existen
varios escenarios en los que resulta posible predicar la existencia de un régimen objetivo
de responsabilidad, y siendo esto así, precisa que pueden ser los siguientes; (i) en los
eventos en los que la manipulación de cosas peligrosas o el procedimiento o el
tratamiento empleado entrañe peligro, pero siempre que la herramienta riesgosa cause
el daño de manera directa o por ella misma, pues si la lesión es producto de una
ejecución irregular del acto médico, aunque medie un instrumento que represente peligro
o riesgo, el caso específico estará regido por la responsabilidad subjetiva o culposa. (ii)
cuando se practique un tratamiento o procedimiento que conlleve un progreso de la
ciencia y, por lo tanto, se considere novedoso, pero, por eso mismo, se desconozcan las
consecuencias o secuelas a largo plazo. (iii) cuando el daño sea producto de una
infección nosocomial o intrahospitalaria. Entre otros.

Asimismo, la Corte Suprema de Justicia en su Sala Civil el 24 de mayo del 2017, hizo
precisión en que para establecer cuándo la relación entre el profesional de la salud y el
usuario deja de ser de medio para convertirse en una obligación de resultado debe
identificarse el contenido y alcance del contrato de prestación de servicios médicos
celebrados, en efecto se refiere a que en las obligaciones de medio el médico debe
cumplir su deber desplegando la actividad impuesta por la lex artis, independientemente
del fin perseguido, pero si son de resultado, por así haberse pactado expresamente,
habrá cumplimiento cuando el acreedor obtiene las expectativas creadas. De esta forma
si en la actividad se fija un objetivo específico como ocurre con intervenciones estéticas,
sin desconocer su grado de aleatoriedad, así sea mínima, se entiende que todo lo tendrá
bajo su control y por ello cumplirá pagando la prestación prometida. De otro lado, si este
compromiso solo se reduce a su conocimiento profesional y científico para curar o a
aminorar las dolencias del paciente, basta, para su efecto, la diligencia y cuidado, puesto
que finalmente el resultado se encuentra supeditado a factores externos que escapan a
su dominio (M.P. Luis Armando Tolosa).

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