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SALUD MENTAL

1. ¿Qué es la salud mental?


La OMS describe la salud mental como “un estado de bienestar en el cual el individuo se da cuenta de
sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar productiva y
fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”.

Según la Confederación de Salud Mental de España, esto significa que el concepto de ‘salud mental’
está relacionado con la promoción del bienestar físico y psíquico, la prevención de trastornos
mentales y el tratamiento y recuperación de las personas con problemas de salud mental.

2. ¿Qué se entiende por derecho a la salud mental?


La salud mental es un derecho humano que forma parte del derecho de todas las personas a una
salud integral. No hay derecho a la salud si la salud mental no está cubierta. Supone garantizar a la
población una atención adecuada en este campo.

El derecho a la salud mental se encuentra comprometido, en muchos casos, por la escasez de


personal especializado contratado, faltan psicólogos y psicólogas en la atención primaria, que es la
principal puerta de entrada de las personas con problemas mentales.

3. ¿Cómo se garantiza el derecho a la salud mental?


En 2017, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU aprobó la resolución “Salud mental y derechos
humanos” donde reafirmaba el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de
salud física y mental. Esta resolución pone de relieve que la salud mental es una parte esencial de
ese derecho.

Los Estados son los que deben garantizar este derecho a la salud mental a la población a través de
programas de promoción y prevención de la salud mental, invirtiendo en ellos y dedicando los
recursos necesarios.

Sin embargo, la inversión sanitaria por los Estados es ínfima, lo que hace que este derecho se vea
desprotegido.

4. ¿Es la salud mental una de las esferas más desatendidas de la salud?

Los datos hablan por sí solos. La OMS prevé que en 2030 la salud mental sea la primera causa de
enfermedad en el mundo y ya en 2020 denunció que los países solamente destinan el 2% en
promedio de sus presupuestos sanitarios a atenderla. Un porcentaje insuficiente.

En España hay una media de seis profesionales de la psicología por cada 100.000 habitantes, tres
veces menos que la media de la Unión Europea, y solo el 60% de los hospitales públicos cuenta con
atención psicológica. Unos datos que muestran que los países no están invirtiendo en los recursos
suficientes para que la población reciba una atención en salud mental responsable y adecuada.
Sobre todo si tenemos en cuenta que el 6,7% de la población española padece ansiedad, y el mismo
porcentaje, depresión. Según la Confederación de Salud Mental de España, más de la mitad de las
personas que padecen un trastorno mental no reciben el tratamiento adecuado o ni siquiera son
atendidas. En cuanto a la gente joven, el Barómetro Juvenil 2021 indica que el 15,9% de los chicos y
chicas jóvenes han sufrido algún tipo de problema de salud mental con mucha frecuencia, habiendo
sido diagnosticado el 36,2% de ellos con depresión o ansiedad.
5. ¿Qué valor añaden los derechos humanos a la salud pública?
Los derechos humanos ponen de relieve lo importante que es proteger y garantizar el derecho a la
salud de las personas en todo el mundo y facilitan el marco normativo para ello. Los derechos
humanos proporcionan criterios para evaluar las políticas y los programas sanitarios existentes.
También ofrecen una base sólida para que los sistemas de salud den prioridad a las necesidades
sanitarias de los grupos de población más vulnerables.

Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948): “Toda persona tiene derecho a un
nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la
alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia sanitaria y los servicios sociales necesarios”.

6. ¿Cómo afectó la pandemia a la salud mental de las personas?


Estudios de varios organismos señalan que la COVID-19 agravó enfermedades mentales
preexistentes -como alzhéimer, esquizofrenia, trastorno bipolar o trastornos de ansiedad y
depresivos-, al mismo tiempo que generó problemas de salud mental. Las situaciones derivadas de
dos años de pandemia, marcados por el miedo, la incertidumbre, la muerte, el no poder despedir a
familiares, la falta de contacto social y las consecuencias económicas impactaron gravemente en
nuestro bienestar emocional.
La OMS ha señalado que los niveles de ansiedad y estrés en Europa han aumentado, y alrededor de
un tercio de las personas adultas sufre niveles de angustia. Los grupos más vulnerables a sufrir
consecuencias en su salud mental son las personas enfermas de COVID-19, aquellas que tienen
riesgo más alto (enfermedades crónicas, personas mayores, etc), las personas con diagnósticos
previos en salud mental, las personas con situación socioeconómica más desfavorable, el personal
sociosanitario, las mujeres -que han tenido que asumir además la carga de los cuidados-, y los niños,
niñas y jóvenes, pues la pandemia ha roto sus espacios de socialización y crecimiento. Si no se presta
especial atención a la salud mental de estos colectivos, puede desembocar en enfermedades
mentales futuras.

Según la OCDE, la prevalencia de ansiedad y depresión entre los 18 y 24 años “fue desproporcionada
especialmente entre finales de 2020 y principios de 2021”. Save the Children puso también sobre la
mesa esta realidad: la pandemia triplicó el número de trastornos mentales entre niños, niñas y
adolescentes. Un 3% tuvo pensamientos suicidas.

Olvidadas en el tratamiento de problemas de salud mental están también las mujeres víctimas de
trata, migrantes, menores víctimas de acoso escolar, personas con discapacidad e internos de
prisiones. Estos colectivos pueden sufrir a menudo enfermedades mentales que necesitan un
tratamiento urgente.

Durante los últimos años, Amnistía Internacional ha denunciado la deficiencia en la recogida de


datos sobre salud mental en relación a la violencia de género. Así, sobre violencia sexual no existen
datos oficiales disponibles de cuántas mujeres han necesitado apoyo psicológico o cuántas lo han
recibido. Por otra parte, Amnistía Internacional recuerda que actualmente no hay ningún recurso
especializado de salud mental para las mujeres víctimas de trata de seres humanos.

APUNTES SOBRE EL SUICIDIO

Desde mi punto de vista, el suicidio es, hasta cierto punto, una denuncia sobre la ausencia y la falta
de sentido. Es decir, pone en evidencia la forma de relación que se está construyendo socialmente
desde las realidades macrosistémicas hacia las microsistémicas. La pérdida de sentido se produce
por el despojo del aspecto humano, emocional y vincular de las relaciones.

Primero, debemos saber que, en el Ecuador, la tasa de suicidio en jóvenes es una problemática de
salud pública, especialmente en menores de 18 años donde el suicidio es la principal causa de
muerte.

Hay un caso en especial que me parece importante tanto por la problemática como por lo que se
hizo al respecto. El suicidio infantil y juvenil en Chunchi, cantón de la provincia de Chimborazo. En
esta localidad, se presentaron alrededor de 63 suicidios en el lapso de 20 años, en una población
total de 13.000 habitantes. De hecho, Chunchi fue considerada la ciudad con la mayor tasa de
suicidio infantojuvenil del mundo entre el 2010 y 2014.

Este fenómeno se asoció a que una importante parte de la población adulta emigró hacia España a
finales de los años 90 y durante la primera década del siglo 21, principalmente, por motivos
económicos. Muchos padres y madres dejaron a sus hijos a cargo de familiares y, en algunos casos,
se quedaron grupos de hermanos solos.

Aquí también encontramos un tipo de abandono, pero guarda sus diferencias respecto al fenómeno
estadounidense, pues presenta varias escalas. El nivel visible es un abandono vincular y familiar. Sin
embargo, los padres no abandonan a sus hijos por capricho, sino porque las condiciones sociales
en Ecuador no garantizan una vida digna, por lo que la pobreza fuerza la separación familiar.

Además, debe tomarse en cuenta que los estados criminalizan la migración internacional e impiden
el reencuentro y el retorno. De cierta forma, se trata de abandono institucional y social.

Como señalan los testimonios de decenas de jóvenes de la provincia de Chimborazo, el sufrimiento


que provoca el rompimiento de los vínculos familiares es vivido como una muerte. El suicidio es, de
cierta manera, un intento por liberar ese sufrimiento.

¿Se puede prevenir el suicidio?


Sí, sí se puede, pero, depende mucho del enfoque. Estamos acostumbrados a pensar que el suicidio
es un asunto psicopatológico de individuos específicos. Incluso, si decimos que el suicidio es un
problema de salud pública, el abordaje es individualizado.

Sin embargo, lo que estamos encontrando en estudios actuales, es que ya no se trata de


problemas individuales. Se trata de problemas anclados a una profunda determinación social.

Entonces, para prevenir el suicidio no solo se debe tratar a las personas sino a las problemáticas
sociales subyacentes.

Entonces, ¿qué debemos hacer como sociedad?


Me parece que todos somos el Estado. La cuestión es cómo podemos exigir y demandar al Estado y
a nuestras instituciones la garantía sobre sobre nuestros derechos. Por ejemplo, proponer a la
población más joven alternativas para su desarrollo.

Precisamente, el caso de Chunchi es también un ejemplo de cómo se enfrenta el problema. La


sociedad misma se organizó a través de sus comités, la municipalidad, las instituciones educativas
para crear espacios donde los niños y jóvenes construyan nuevas relaciones. Uno de esos espacios es
La Casa del Migrante. A partir de estos esfuerzos, la tasa de suicidio disminuyó rápidamente. Es
decir, podemos encontrar experiencias en la realidad de las que podemos aprender mucho.

En el trabajo clínico, observo que los jóvenes están decepcionados por la falta de alternativas. La
experiencia de Chunchi demuestra que la recuperación del tejido social conduce a las sociedades a
una posición más creativa y propositiva.

¿Qué hacer como individuos?


Creo que exige replantearnos cómo estamos construyendo nuestras relaciones. Por un lado, el
sistema económico actual nos incentiva a tratar las relaciones bajo una dinámica de consumo. Por
ejemplo, la proliferación de las plataformas de redes sociales lo dejan muy claro. En este sentido, la
experiencia de la pandemia demuestra que niños, jóvenes y adultos buscan relacionarse de una
manera distinta, más humana y más sólida.

Indudablemente, detrás de ese horizonte de reconstrucción del tejido social subyace una nueva
búsqueda de sentido. Es bueno preguntarnos: ¿Cómo queremos que sean nuestras vidas?
Conceptos sobre la salud mental

La salud mental es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los
momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar
adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Es parte fundamental de la salud y el
bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones,
establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos. La salud mental es, además, un
derecho humano fundamental. Y un elemento esencial para el desarrollo personal, comunitario y
socioeconómico.

La salud mental es más que la mera ausencia de trastornos mentales. Se da en un proceso complejo,
que cada persona experimenta de una manera diferente, con diversos grados de dificultad y
angustia y resultados sociales y clínicos que pueden ser muy diferentes.

Las afecciones de salud mental comprenden trastornos mentales y discapacidades psicosociales, así
como otros estados mentales asociados a un alto grado de angustia, discapacidad funcional o riesgo
de conducta autolesiva. Las personas que las padecen son más propensas a experimentar niveles
más bajos de bienestar mental, aunque no siempre es necesariamente así.

Determinantes de la salud mental

A lo largo de la vida, múltiples determinantes individuales, sociales y estructurales pueden


combinarse para proteger o socavar nuestra salud mental y cambiar nuestra situación respecto a la
salud mental.

Factores psicológicos y biológicos individuales, como las habilidades emocionales, el abuso de


sustancias y la genética, pueden hacer que las personas sean más vulnerables a las afecciones de
salud mental.

La exposición a circunstancias sociales, económicas, geopolíticas y ambientales desfavorables, como


la pobreza, la violencia, la desigualdad y la degradación del medio ambiente, también aumenta el
riesgo de sufrir afecciones de salud mental.

Los riesgos pueden manifestarse en todas las etapas de la vida, pero los que ocurren durante los
períodos sensibles del desarrollo, especialmente en la primera infancia, son particularmente
perjudiciales. Por ejemplo, se sabe que la crianza severa y los castigos físicos perjudican la salud
infantil y que el acoso escolar es un importante factor de riesgo de las afecciones de salud mental.

Los factores de protección se dan también durante toda la vida y aumentan la resiliencia. Entre ellos
se cuentan las habilidades y atributos sociales y emocionales individuales, así como las interacciones
sociales positivas, la educación de calidad, el trabajo decente, los vecindarios seguros y la cohesión
social, entre otros.
Los riesgos para la salud mental y los factores de protección se encuentran en la sociedad en
distintas escalas. Las amenazas locales aumentan el riesgo para las personas, las familias y las
comunidades. Las amenazas mundiales incrementan el riesgo para poblaciones enteras; entre ellas
se cuentan las recesiones económicas, los brotes de enfermedades, las emergencias humanitarias y
los desplazamientos forzados, y la creciente crisis climática.

Cada factor de riesgo o de protección tiene una capacidad predictiva limitada. La mayoría de las
personas no desarrollan afecciones de salud mental aunque estén expuestas a un factor de riesgo,
mientras que muchas personas no expuestas a factores de riesgo conocidos desarrollan una afección
de salud mental. En todo caso, los determinantes de la salud mental, que están relacionados entre
sí, contribuyen a mejorar o socavar la salud mental.

Promoción de la salud mental y prevención de las afecciones de salud mental

Las intervenciones de promoción y prevención se centran en identificar los determinantes


individuales, sociales y estructurales de la salud mental, para luego intervenir a fin de reducir los
riesgos, aumentar la resiliencia y crear entornos favorables para la salud mental. Pueden ir dirigidas
a individuos, grupos específicos o poblaciones enteras.

Actuar sobre los determinantes de la salud mental requiere a veces adoptar medidas en sectores
distintos del de la salud, por lo que los programas de promoción y prevención deben involucrar a los
sectores responsables de educación, trabajo, justicia, transporte, medio ambiente, vivienda y
protección social. El sector de la salud puede contribuir de modo significativo integrando los
esfuerzos de promoción y prevención en los servicios de salud, y promoviendo, iniciando y, cuando
proceda, facilitando la colaboración y la coordinación multisectoriales.

La prevención del suicidio es una prioridad mundial y forma parte de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible. Algunas medidas permitirían avanzar considerablemente al respecto, como limitar el
acceso a los medios de suicidio, fomentar una cobertura mediática responsable, promover el
aprendizaje socioemocional en los adolescentes y favorecer la intervención temprana. Prohibir los
plaguicidas muy peligrosos es una intervención particularmente económica y rentable para reducir
las tasas de suicidio.

La promoción de la salud mental de los niños y adolescentes es otra prioridad, que puede lograrse
mediante políticas y leyes que promuevan y protejan la salud mental, apoyando a los cuidadores
para que ofrezcan un cuidado cariñoso, poniendo en marcha programas escolares y mejorando la
calidad de los entornos comunitarios y en línea. Los programas de aprendizaje socioemocional en las
escuelas son de las estrategias de promoción más eficaces para cualquier país, independientemente
de su nivel de ingresos.
PELÍCULAS

Cocodrilo – Cortometraje (2019)

Director y guionista: Jorge Yúdice


Reparto principal: Marta Bayarri, Alejandro Bordanove, Javier Casamayor (voz). Se requirieron poco
menos de cinco minutos para transmitir un hermoso mensaje de reconciliación. ¿Cuántas veces se
han fracturado las relaciones entre padres e hijxs sin que ninguna de las partes dé el primer paso
para sanar las cosas?

El cortometraje “Estoy bien”, Nuna Films, auspiciado por el gobierno de Perú

Hotarubi no Mori e (“Hacia el bosque de las luciérnagas”)

Es un manga one-shot creado por Yuki Midorikawa. Se adaptó a una película de anime en 2011,
dirigida por Takahiro Omori.

La Maison en Petits Cubes (つみきのいえ, Tsumiki no ie)

es un cortometraje animado japonés creado por Kunio Katō. Fue ganador del Premio Cristal del
Festival Internacional de Películas Animadas de Annecy en 2008 y de un Premio Oscar al mejor
cortometraje animado en 2009.

Ma Vie De Courgette

es una película de comedia dramática animada en stop motion franco-suiza de 2016 dirigida por
Claude Barras.

Sinking Feeling

el cortometraje para la prevención del suicidio. Sensación de hundimiento (Sensación de


hundimiento) enfrenta la desgarradora realidad de que muchos niños y jóvenes están sufriendo en
silencio sin la ayuda y el apoyo vital que necesitarían. Blue Zoo contactó a PAPYRUS después de
enterarse de que el suicidio es la principal causa de muerte en menores de 35 años en el Reino
Unido: la colaboración es oportuna, ya que el tema de 2021 para el Día Mundial de Prevención del
Suicidio es "Crear esperanza a través de la acción".

TIMECODE

es un cortometraje español estrenado en 2016, dirigido por Juanjo Giménez Peña.

Votamos (2021)

Lo que comienza como una junta ordinaria de vecinos para votar el cambio de ascensor, acaba
convirtiéndose en un inesperado debate sobre los límites de la convivencia. Escrito y dirigido por el
placentino Santiago Requejo, que estuvo nominado a los Goya y fue preseleccionado para la “Short
List” de los Premios Oscar

Mental Health Transparency: Dirigido por Seb Cox. (2017)


Expresando cómo la salud mental es invisible a los ojos, experimentamos con el concepto de que la
salud mental podría verse entre quienes hacen su vida cotidiana.

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