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EL DON DEL RABINO.

1. Depende lo que vemos de cómo miramos?


2. Puede el cambio de la mirada hacia nosotros mismos y los
demás transformar nuestra realidad? 
3. Es esencia o existencia? Por qué?
4. Cuáles conceptos se han manejado través de la historia del
hombre? Por qué?
5. Qué dimensiones del hombre se deben constituir en
esenciales para suscitar actitudes éticas que promuevan la
vida como único valor en una sociedad se ha perdido la
actitud por el otro?

Quiero compartir uno de mis cuentos favoritos. Es una historia, o tal vez
un mito. Como todos los mitos, existe en diferentes versiones, creo que
se ha ido trasmitiendo mediante la tradición oral, la fuente de la versión
que voy a relatar es difícil de identificar, lo cual es también propio de los
mitos. No recuerdo si me lo contaron o lo leí, no sé dónde ni cuándo. Lo
único que sé con certeza es que la versión llego a mi conocimiento
provista de un título. Este “El don del rabino”.

Se trata de un  monasterio, que se encontraba en graves dificultades. La


orden había sido muy poderosa, pero debido a las persecuciones de los
siglos XIX, muy poderosa en otros tiempos, había perdido muchos de
sus miembros, quedando reducida tan solo a una casa con cinco monjes:
el abad y cuatro hermanos. Estaba  al borde de la extinción.

En el bosque que rodeaba al monasterio había una choza, que utilizaba


el rabino del pueblo como un lugar de meditación. Después de tantos
años de plegarias y meditaciones, los viejos monjes habían adquirido
ciertos poderes mentales, de manera que siempre intuían la presencia
del rabino en su refugio. “El rabino está en el bosque, el rabino ha vuelto
al bosque” susurraban. En una de esas ocasiones, mientras meditaba
angustiado sobre la muerte segura de su orden, el abad tuvo la idea de
visitar a su refugio y pedirle al rabino algún consejo, con la remota
posibilidad de que le permitiera salvar el monasterio.

El rabino recibió al abad con alegría, pero cuando este le comentó el


motivo de su visita, sólo pudo ofrecerle su comprensión.
– Conozco el problema – dijo – la gente ha perdido su espiritualidad; lo
mismo sucede en la ciudad y muy pocos vienen a la sinagoga.

Los dos sabios ancianos se abrazaron y lloraron juntos, luego leyeron


pasajes de la Biblia y conversaron sobre cuestiones profundas y sobre lo
maravilloso de haberse conocido, el abad tuvo que partir. Se abrazaron.

-Es maravilloso que nos hayamos conocido después de tantos años, dijo
el abad, pero no he podido cumplir mi cometido inicial. El Abad, teniendo
que partir, preguntó: ¿No hay nada que pueda decirme? ¿Ningún
consejo que pueda darme para salvar a mi monasterio?

-Lamentablemente no – respondió el rabino – no tengo consejos para


darle. Después de un instante de silencio – Sólo puedo decirle una cosa:
que el Mesías es uno de ustedes.
Cuando el abad llegó al monasterio, los hermanos lo rodearon y
preguntaron qué había dicho el anciano: – No pudo ayudarme, lloramos
juntos y leímos las Sagradas Escrituras… solamente al despedirnos con
un abrazo, dijo algo extraño que no comprendí: que el Mesías es uno de
nosotros. No entendí que quiso decir.

Durante los días, semanas, meses siguientes, los monjes meditaron


sobre las palabras del rabino y sus posibles significados:
Si el Mesías es uno de nosotros, quién es? Se refirió, acaso, a uno de los
monjes de este monasterio? Si es así, a quién? Tal vez es el Abad? Si
es uno de nosotros, sólo puede ser el Padre Abad quien nos ha dirigido
durante muchísimos años. Pero tal vez, se trata del hermano Pedro;
todos sabemos que Pedro es tan bueno, una verdadera luz de nuestro
monasterio. Seguro que no es el hermano Juan! El pobre está un poquito
falto de juicio. Aunque pensándolo bien… nos fastidia con su chochez,
pero casi siempre dice verdades muy profundas. En cuanto al hermano
Tomás, nooo, no puede ser, Tomás es tan pasivo! Un verdadero don
nadie. Sin embargo, tiene el increíble don de aparecer como por arte de
magia cuando necesitamos algo. Entonces, tal vez, si, Tomás es el
Mesías. Bueno de lo que no tengo dudas, es que el rabino no se refería a
mí, que soy una persona normal y corriente… Pero…y si hablaba de mí?
Si soy YO el Mesías? Dios, que no sea yo! No puedo ser yo! O… si??

En el curso de estas reflexiones, cada monje comenzó a tratar a sus


hermanos con un respeto extraordinario, ante la remota posibilidad de
que fuese el Mesías y empezó a tratarse a sí mismo con el mismo
respeto, ante la remota posibilidad de que fuese el Mesías.

El monasterio estaba situado en un bosque hermoso, que la gente de la


vecindad solía visitar. Hacían paseos bajo los árboles, paseaban por los
senderos y algunos incluso se sentaban a meditar en la vieja capilla y
casi sin darse cuenta, empezaron a percibir el aire de gran respeto que
rodeaba a los monjes hasta impregnar la atmósfera del lugar. Era algo
extraño y, a la vez, muy atractivo, poderosamente atractivo.

Sin saber por qué, empezaron a visitar el monasterio cada vez con más
frecuencia, trayendo consigo amigos para que conocieran ese lugar tan
especial y así llegaban cada día más y más personas al lugar.
Poco a poco, los jóvenes se acercaron a los Monjes, y empezaron a
ingresar a la orden. Luego otro, y otro y otro más, fueron muchos los
jóvenes que ingresaron y, en pocos años, el Monasterio floreció gracias
al don del rabino se convirtió en un vigoroso centro de luz y
espiritualidad.

Tomado de: “La Nueva Comunidad Humana”.


Autor: S. Scott Peck.
Adaptación: Rodrigo Ramos.

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