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Lunes Santo

Gracia para pedir hoy: Señor, que te vea presente en cada segundo de mi
vida y te entregue mis heridas
“TODO LO PERMITE DIOS
PARA NUESTRO BIEN”

“Que puedas vivir en la


libertad y en el gozo del
Señor. Abre tu corazón y
alza los ojos al cielo y el
Señor estará siempre
contigo, pequeña mía «. Son
palabras de santa Josefina
Bakhita a Aurora, la niña que
cuidó.

Hay almas que no necesitan decir


una palabra. La presencia de Dios
está en la serenidad de su mirada.
En la mansedumbre de sus gestos.
En la pureza de su alma. Una de
estas almas fue santa Josefina
Bakhita, la primera santa africana, canonizada por san Juan Pablo II .

Sus secuestradores le dieron el nombre de Bakhita, que significa «afortunada


«. pero su vida como esclava no fue afortunada.

Nacida en Darfur en 1869, Josephine Bakhita fue secuestrada por traficantes de


esclavos árabes cuando tenía 9 años. Obligada a caminar 600 millas hasta el sur
de Sudán, con cadenas en el cuello y en las manos, fue comprada y vendida antes de llegar
a El Obeid hasta seis veces.

140 cortes por todo su cuerpo

A través de una combinación de marcas y tatuajes, Bakhita sufrió la práctica


tradicional sudanesa en la que se cortaba un patrón en su piel con una navaja. Para
asegurar los cortes, se vertió sal en las heridas abiertas. La tortura que sufrió esta niña es
algo inimaginable. En su biografía ella misma cuenta que cuando terminaron de
cortarla, tenía 140 cicatrices distribuidas en su pecho, espalda y brazos.

También enfrentó innumerables palizas y latigazos de diferentes dueños, así como


una conversión forzada al Islam.

Aterrorizada, en la película que lleva su nombre hay una escena en la que uno de estos
patronos le arranca salvajemente sus pezones.

¿Rechazada o aceptada?

Dejada por su dueño bajo la custodia de las Hijas de la Caridad en Venecia en 1888,
Bakhita finalmente encontró un oasis de paz.
al llegar a Venecia fue bautizada. No sin
antes luchar por el derecho a
convertirse en cristiana, debido a su
origen y color de piel. Hizo sus votos
perpetuos como religiosa en 1896 y pasó el
resto de su vida en Vicenza como portera
y cocinera.

Me impresiona cómo pudo llegar a ser


monja. Antes tenía que lograr que su amo
la dejara en libertad. Fue juzgada por el
tribunal italiano para decidir. Sin
embargo, había solicitado ser religiosa y la
Iglesia también tenía que dar una
respuesta. Para ello, a cada una de las
religiosas se les preguntaba que
respondieran con una sola palabra:
aceptada o rechazada.

Conmueve cómo la palabra «rechazada»


acumulaba puntos….

Entonces Roco, un niño italiano que se


había quedado sin padres y a causa de ello
no hablaba, salió en su defensa,
irrumpiendo dentro del salón donde era
juzgada y gritando la palabra “aceptada”. Hablaba así por primera vez. Detrás de él,
venía una legión de niños que gritaban «aceptada, aceptada, aceptada». Fue gracias a los
niños que quedó en libertad.

El juez pronunció la sentencia: «Bakhita, te libero de tu vínculo con Federico María, eres
libre de seguir tu vocación».

Bakhita es maestra del alma, maestra del silencio, maestra para el


sufrimiento, maestra de la prudencia y maestra del perdón de los enemigos.
Maestra de la fe. Es el ejemplo de las bienaventuranzas.

Si ella pudo superar el trauma, yo también

Ese intenso sufrimiento, maltrato y vejación a la que fue sometida, fue pasando factura
en la salud de Bakhita. Cerca del final de su vida, pedía a las religiosas si podían quitar
las cadenas de sus muñecas.

Lloro por ella, lloro por las niñas y los niños abusados. Lloro por mí. Sin embargo, su
ejemplo, la superación del trauma, de la vejación, del tratamiento a nivel de
cosa, llena de esperanza mi corazón y me digo: si ella pudo, yo también. Si
ella pudo, tú también puedes.

Aunque llevaba las cicatrices físicas y psicológicas de sus años como esclava sudanesa,
nunca perdió la fe. «Oh, Señor», dijo una vez, «si pudiera volar hacia mi pueblo y
hablarles de tu bondad a todo pulmón, oh, ¡cuántas almas ganaría!». Si no fuera por esos
secuestradores, ahora no sería cristiana. Quizá ellos no sabían lo que hacían. Cuánta
inocencia, cuánta pureza, cuánto despojo de sí misma. Cuánto sólo mirar y vivir para
Dios.

Leer su vida, conocerla a ella, observar su personalidad es como ponerse frente a un


espejo clarísimo, pero en el que no necesariamente todavía puedes verte reflejado.
Escribir sobre ella ha sido muy bueno para mi alma pues me ha parado y me ha llevado
a plantearme preguntas como estas: ¿Cuánto sé amar a la manera de Jesús, el
Cristo? ¿Cuánto soy capaz de perdonar? ¿Qué
tan cómodo/a, me siento obedeciendo? ¿Cuánto
oro, pienso en las niñas, en las mujeres, en los
niños, en los jóvenes que en este mismo instante
están siendo secuestrados, violados y tratados
como basura, como objeto de placer?

Después de los aterradores «maestros» que la habían


poseído hasta ese momento, Bakhita llegó a conocer
un tipo totalmente diferente de “maestro”. Hasta
ese momento solo había conocido amos que la
despreciaban y maltrataban o, en el mejor de los casos,
la consideraban una esclava útil.

Ahora, sin embargo, oyó que hay un «patrón» sobre


todos los señores, Señor de señores, y que este
Señor es bueno, bondad en persona. Llegó a saber
que este Señor incluso la conocía, que Él la había creado,
que realmente la amaba.

Ella también fue amada, y nada menos que por


el supremo «Patrón», ante quien todos los
demás maestros no son más que humildes
servidores.

Era conocida, amada y esperada. Es más, este maestro


había aceptado El mismo el destino de ser azotado y
ahora la esperaba «a la diestra del Padre». Ahora tenía
«esperanza», ya no solo la modesta esperanza de
encontrar amos menos crueles, sino la gran
esperanza: «Soy definitivamente amada y pase lo
que pase soy esperada por este Amor. Y
entonces mi vida es buena».

¿Hija del destino o hija de Dios?

Santa Bakhita comprendió lo que Pablo quiso decir cuando les recordó a los efesios que
anteriormente estaban sin esperanza y sin Dios en el mundo. Sin esperanza porque
estaban sin Dios.

En la película que lleva su nombre, me impresionó muchísimo la escena que explica esto
que Pablo recordaba: su patrón en ese momento llega a la iglesia donde se encontraba
refugiada. Exigía que regresara a casa, a cuidar a Aurora. Le recordaba lo que había hecho
por ella. Era de su propiedad. Su esclava. Sin embargo, en esa iglesia, junto al sacerdote
que la acogió, miraba a Cristo en la Cruz y entonces preguntó: ¿quién es? El sacerdote
responde: «Es Jesús, el hijo de Dios».

¿Este es el hijo de Dios?, ¿un esclavo? En mi país los esclavos son crucificados.

Cruzaba así la santa lo imposible. No estamos a merced del destino. Desde la eternidad,
eres amado. Eres amada. Eres escogido. Ella así lo comprendía.

Descubría. Aceptaba. Sentía y alcanzaba la iluminación de los hijos de Dios. Había


comprendido, mirado, que valía, que era libre, que podía elegir. Dios es mi
Padre y Jesucristo vino a salvarme de la esclavitud, a romper mis cadenas.

Y eligió ser una voz para los pobres y desamparados

El cuerpo de Josefina fue mutilado por quienes la esclavizaron, pero no pudieron tocar
su espíritu. Su bautismo la colocó en un camino hacia la afirmación de su libertad y luego
en el servicio al pueblo de Dios como religiosa.

Ella, que trabajó para muchos «patronos», finalmente se sintió feliz de dirigirse a Dios
como «patrón» y llevar a cabo todo lo que creía que era la voluntad de Dios para ella.

Cuando estaba a punto de ser llevada de regreso a Sudán, Bakhita se negó. No deseaba
ser separada nuevamente de su «Patrón».

Llegar a otras personas

El 8 de diciembre de 1896, en Verona (Italia), hizo sus votos en la Congregación de las


Hermanas Canossianas como Josefina Margarita Afortunada y desde entonces, además
de su trabajo en la sacristía y en la portería del convento, realizó varios viajes por Italia
para promover las misiones: la liberación que había recibido a través de su encuentro
con el Dios de Jesucristo sentía que debía extenderla, debía transmitirla a los demás, al
mayor número posible de personas. Era hora de contar su historia. De dar testimonio
hasta el punto de llegar a escribir su autobiografía.

Benedicto XVI lo expresa así: «La esperanza nacida en ella que la había «redimido» no
la podía guardar para sí misma; esta esperanza tenía que llegar a muchos, llegar a
todos». Bakhita hoy es la Patrona de los oprimidos, el símbolo universal de la trata de
personas y de todos los que se consideran nada a los ojos del mundo. De todos los que no
tienen autoestima.

Ella dijo «Si me encontrara con los traficantes de esclavos que me secuestraron e incluso
con los que me torturaron, me arrodillaría y les besaría las manos, porque si eso no fuera
así, hoy no sería cristiana ni religiosa.»
Después de meditar en la lectura anterior:

- Solo si te es posible, ve la
película Bakhita
Santa Josefina Bakhita. Película
entera HD – gloria.tv
- En oración, escribe las
cicatrices de tu corazón, tus
heridas, los momentos más
difíciles.
-Ora con este texto bíblico,
contémplalo, ROMANOS 8,28
Te sugerimos escuchar: el amor de
mi Dios (hermana Inés de Jesús)

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