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VICTORIA
Pero esta no es toda la historia. Riosucio, Caldas, fue fundado por los párrocos de
Quiebralomo y La Montaña, dos pueblos mineros irreconciliables que cuando sus
habitantes hicieron las paces, además de convertirse en un pueblo con dos plazas
principales a una cuadra de distancia se mezclaron en una sola “diversión
matachinesca” con leyes festivas que ordenaban la reconciliación de los antiguos
rivales.
De estas leyes festivas surge el personaje principal, el diablo del Carnaval, que es
la representación viva de tres culturas: El cuerpo atlético del negro, los rasgos y
las garras del jaguar al que los indígenas rendían tributo, y los cachos del toro y
las alas de murciélago de 5 puntas de la cultura española.
Por esto, en Riosucio se habla todo el tiempo del carnaval, como un estado del
alma, lo que le da la identidad y el carácter al pueblo. Es un gran momento de
libertad, donde la gente goza de todas las formas, es una liberación.
El Carnaval de Riosucio tiene lugar cada dos años alrededor del seis de enero y
se halla estructurado como un extenso poema dramático escrito de manera
colectiva por los “matachines” o carnavaleros de más honda mística y capacidad
literaria.
Literatura Matachinesca
[3]
Bajo este nombre, se amparan todas las obras inspiradas al Carnaval y para el
Carnaval y sus fundadores, son fundamentalmente los decretos, el convite, el
saludo al Diablo, las comparsas y el testimonio del diablo; los temas de ésta
literatura son variadisimos, de acuerdo con el aspecto que se quiere resaltar. Sin
embargo, el saludo y el testamento guardan una misma ideología, por cuanto se
refieren respectivamente a la alegría y las novedades dignas de contarle al rey de
la fiesta, y la tristeza seguida de promesas que casi nunca se cumplen: arreglo de
calles, cambios sustanciales en los regímenes del gobierno municipal,
matrimonios que se efectuaron entre parejas que ya eran novios, cuando el
Ingrumá era apenas un barranquito, hacer trabajar a los enemigos sempiternos de
la actividad, etc.
El Convite es un cuadro vivo sobre algún aspecto de la problemática municipal,
nacional o internacional llevada a escena dentro de la más estricta medida de la
tradición propia del género. Con él se cierra la etapa de preparación a la gran
festividad, y corre a cargo de la junta central del Carnaval, como un anticipo a lo
que será la culminación del certamen. Su contenido puede ser cantado,
declamando, o simplemente leído. En ningún caso aparece la improvisación de
papeles a desempeñar.
Los decretos ya son otra cosa, dispuesto a pasar un mal rato, el decretero se sube
al proscenio para cantar en rimados versos de arte menor las intimidades y no
intimidades del desprevenido ciudadano, pero en un estilo tan sutil y ameno que
en lugar de producir enojo causa hilaridad; no obstante, si hubo exceso en la
disertación, la víctima del panfletista exterioriza de alguna manera su disgusto, sin
alcanzar mayores proporciones, el mérito del decretero está en saber deleitar al
oyente sin herir gravemente la susceptibilidad, empleando un lenguaje claro,
sencillo dentro de un estilo humorístico, pero sin caer en el ridículo, esa sutileza
del decretero podemos advertirla en la siguiente muestra que se remonta a
muchos años atrás.
SILUETAS
MUÑECOS DEL DIABLO
PERSONAJES MATACHINEZCOS
MANDALAS
COMPARSA
BANDA
CARROSA