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OSWALDO de RIVERO
Adam Smith es visto hoy como el inspirador del nuevo orden económico global.
Su obra más conocida, La riqueza de las naciones, intenta demostrar que la
persecución del interés individual beneficia a toda la sociedad. Sin embargo, esta
obra, contrariamente a la interpretación de los radicales de la teoría neoclásica,
no es de ninguna manera una apología fundamentalista de las fuerzas
EL MITO DEL DESARROLLO
OSWALDO de RIVERO
Antes de publicar La riqueza de las naciones, Smith publicó otra gran obra, La
teoría de los sentimientos morales, cuyo tema central es la inclinación de la
naturaleza humana hacía la vida en sociedad y la necesidad que todos tenemos
de que nuestra conducta sea apreciada y aprobada por los demás. Para Smith,
la satisfacción del interés individual funciona dentro de esta inclinación ética del
hombre, de suerte que el interés económico individual de una persona o de una
empresa no significa vía libre para la búsqueda de beneficios, ignorando las
consecuencias morales y sociales de sus actos. Smith no fue un Maquiavelo de
la economía, no trató de justificar el interés individual por todos los medios, sino
dentro de sentimientos morales que sirven para controlar el egoísmo.
El clima moral y social dentro del cual, según Smith, la economía debe operar es
ignorado por sus seguidores, los economistas radicales neoclásicos y los
políticos ultraliberales. Su metáfora de la mano invisible del mercado, que
continuamente citan como si fuera la médula del pensamiento de Adam Smith,
EL MITO DEL DESARROLLO
OSWALDO de RIVERO
es mencionada sólo una vez en las más de 500 páginas que tiene La riqueza de
las naciones. Tampoco el egoísmo positivo que le atribuyen y que ignora lo social
y lo ético tiene nada que ver con lo que sostuvo un moralista escocés como Adam
Smith en sus dos obras, La riqueza de las naciones y La teoría de los
sentimientos morales. La primera es distorsionada y la segunda es totalmente
ignorada.
Los economistas y políticos de moda que veneran a Adam Smith, no sólo han
ignorado el contexto ético y social de estas dos obras, sino que han ido aun más
lejos y han intentado expresar matemáticamente la metáfora de la mano invisible
del mercado. La teoría económica moderna neoclásica ha desarrollado así
cálculos matemáticos sobre el equilibrio de la oferta y la demanda que tienen la
pretensión de convertir la economía política en una ciencia exacta. Adam Smith
nunca pretendió hacer de la metáfora de la mano invisible del mercado el
enunciado de una ley natural inmutable que se puede expresar
matemáticamente. Nunca pretendió ser Newton económico y demostrar que el
mercado funciona tan exactamente como la ley de gravedad.
Pretender que la economía es una ciencia exacta y el mercado una ley natural
éticamente neutra, que decide qué persona, empresa o nación es apta o no para
competir, sin interesar el desempleo, la pobreza y el grado de subdesarrollo de
los países, ha transformado el planteamiento de libertad económica y
responsabilidad ética de Adam Smith, en darwinismo global de mercado. En
efecto, el razonamiento económico neoclásico que inspira a los políticos
ultraliberales de fines de este siglo emplea, reflejamente, los mismos axiomas
básicos de dualismo, conflicto y evolución expresados por Charles Darwin.
En Darwin, el dualismo se expresa como una antítesis entre las especies, por un
lado, y el medio, por otro. Las especies están continuamente tratando de
adaptarse al medio para sobrevivir. Según el actual razonamiento económico
neoliberal, el mercado global es hoy el medio natural al cual deben adaptarse,
para sobrevivir, personas, empresas o economías nacionales. En consecuencia,
el mercado no es una creación social humana, sino un medio natural,
independiente de nuestra voluntad, una mano invisible, sin ética, una ley
selectiva natural. Cualquier problema económico será resuelto por la ley natural
del mercado, que seleccionará a las personas, empresas y economías
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Según Darwin, la evolución hace que las especies vayan pasando por diferentes
procesos de mutación, de formas primitivas a más complejas y sutiles. La
mutación es lo que hace sobrevivir y triunfar a las especies a través de los siglos.
Las especies adaptadas se repiten, se reproducen. También este axioma de las
ciencias naturales es transferido reflejamente al pensamiento económico
moderno. Las empresas y las economías nacionales deben mutar (innovar y
desarrollarse) para perpetuarse y triunfar sobre el medio económico como
entidades eficientes y viables. Las empresas evolucionan y se reproducen sólo
con la mutación tecnológica para triunfar en el mercado global, creando cada vez
mayores ganancias y prosperidad. Los países que todavía no han terminado su
proceso evolutivo mutarán a través del más libre mercado global hasta volverse
economías desarrolladas capitalistas modernas.
Con este despojo ético de las leyes económicas, las actividades del mercado
son equivalentes a las leyes naturales que no tienen ética, como la ley de
gravitación, que hace que la Tierra se mueva independientemente de que
seamos malos o buenos. Todo este razonamiento ultraliberal está más cercano
a la biología de Charles Darwin que a la economía política de Adam Smith, que
jamás desconoció el sentido ético que tiene la vida económica, ni justificó la
ganancia por cualquier medio ajeno a ciertas normas de conducta social
garantizadas por los sentimientos morales de los individuos.
DESPROLETARIZACIÓN
Además, la Revolución Industrial creó más empleos que los que destruyó. En
cambio, la revolución de la computadora puede destruir más empleos de manera
violenta, sin crear necesariamente mejores empleos para la gran mayoría, y
originar desigualdad social. Es más rápida, y sus efectos sociales son más
drásticos. Las personas no capacitadas simplemente son descartadas. Los que
pierden su trabajo y los no iniciados en la nueva tecnología, si encuentran
empleo, tienen que contentarse, muchas veces, con salarios más bajos.
Esta situación se puede apreciar tanto en los Estados Unidos como en Europa.
En Norteamérica, a pesar de haberse creado muchos empleos dentro de la
revolución tecnológica, la gran mayoría de ellos son con bajos salarios. Muchos
de los nuevos empleados son llamados los Working Poor, es decir, lo que se
vuelven pobres trabajando. El economista premio Novel Robert Solow, del
Instituto Tecnológico de Massachusetts, considera que a pesar de que los
Estados Unidos han recuperado casi los mismos índices de empleo de 1 973
(edad de oro del empleo americano), no ha recuperado su nivel de bienestar,
porque la sociedad americana se ha vuelto mucho más desigual en la
distribución del ingreso por el abismo entre los salarios. En cambio, en Europa
no se han creado muchos nuevos empleos, en parte porque los europeos no se
resignan a rebajar sus ingresos y prefieren esperar y vivir con el seguro social
de desempleo, que es superior a su similar norteamericano.
capacitadas hacia los dueños del capital y hacia una nueva aristocracia
tecnológica. Este violento desajuste social que produce la revolución tecnológica
no es privativo de los Estados Unidos, se esta dando en todos los países
industrializados.
Dar empleo será muy difícil porque casi todas las grandes inversiones
transnacionales que utilizan intensa mano de obra (tipo maquila) ya fueron
hechas entre 1970-1990. Además, es muy posible que, para bajar costos, dentro
de algunos años se introduzcan en estas plantas gradualmente nuevas
tecnologías que reducirán personal o que las harán desaparecer, porque será
menos costosos y políticamente menos riesgoso producir los mismos productos
en plantas automatizadas de los propios países industrializados. En todo caso,
si los empresarios quieren modernizar sus empresas, mejorar su productividad,
la calidad de sus productos, volverse exportadores globales competitivos, no les
quedará otra alternativa que invertir en nuevas plantas y maquinarias más
avanzadas tecnológicamente, lo que no contribuirá precisamente a crear nuevos
y suficientes empleos.
DESMATERIALIZACIÓN
Al ingresar al siglo XXI, los países mejor dotados por la naturaleza están siendo
abandonados por la diosa fortuna. La producción industrial global se está
desmaterializando gradualmente. Las bonanzas temporales de los precios del
algodón, el café, el azúcar, productos tropicales, minerales y metales son cada
vez más cortas para hacer frente a la explosión demográfica urbana en los
países exportadores. Sólo el Petróleo sigue siendo todavía uno de los productos
básicos que permite relativamente ingresos remunerativos. A pesar de ello, los
países petroleros, que tuvieron una gran bonanza y abundante capital con las
alzas del petróleo, perdieron su oportunidad histórica para utilizar estos recursos
y modernizarse tecnológicamente.
Los actuales países industrializados y los NICs asiáticos no han estado dotados
de recursos naturales; sin embargo, han logrado niveles de vida mayores que
todos los países sentados en los bancos de oro del petróleo, cobre, bauxita,
azúcar o café. El único país industrializado que ha tenido abundantes recursos
naturales ha sido Estados Unidos, pero no debe su éxito como potencia
económica mundial a ellos, sino a su materia gris para innovar e inventar. Hoy
tener recursos naturales resulta relativo.
El mundo ingresa al tercer milenio como una sociedad planetaria dual, dividida
entre una minoría próspera de personas y países dedicados a actividades
intelectuales desmaterializadas que inventan modernas tecnologías y nuevos
productos y servicios, y una mayoría de personas y países pobres que viven
todavía de su fuerza física, de labores burocráticas rutinarias y de la explotación
de recursos naturales.