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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

5. PSICOLOGÍA POSITIVA Y RESILIENCIA

5.1 LA RESILIENCIA

En la psicología, la resiliencia hace referencia a la capacidad que tienen los sujetos para
sobreponerse a periodos de dolor emocional y a los traumas. Esto es, se refiere a la
capacidad de afrontar la adversidad, saliendo fortalecido y alcanzando un estado de
excelencia profesional y personal. Además, se considera que las personas resilientes
tienen un mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, soportando
mejor las situaciones de estrés y la presión. Permitiéndoles ello una sensación mayor
de control frente a los acontecimientos y una mayor capacidad para afrontar los retos.

La resiliencia conforma un proceso dinámico, constructivo, de origen interactivo y


sociocultural que conduce a la optimización de los recursos humanos, permitiendo
sobreponerse a las situaciones adversas.

Se manifiesta en diferentes niveles de desarrollo; biológico, neurofisiológico y


endocrino en respuesta a los estímulos ambientales.

Según afirma Vanistendael (1994), la resiliencia distingue dos componentes. El primero


de ellos se refiere a la resistencia frente a la destrucción, esto es, la capacidad de
proteger la propia integridad bajo presión. El según es la capacidad de forjar un
comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles.

Algunas definiciones interesantes sobre este término que hacen algunos autores y
expertos en el tema son:

- Rutter (1992)  la resiliencia se ha caracterizado como un conjunto de


procesos sociales e intrapsíquicos que posibilitan tener una vida sana en un
medio insano. Estos procesos se realizan a través del tiempo, dando
afortunadas combinaciones entre los atributos del niño y su ambiente social y
cultural.

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- ICCB, Institute on Child Resilience and Family (1994)  es la habilidad para


resurgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida
significativa y productiva.
- Osborn (1996)  se trata de un concepto genérico que se refiere a una amplia
gama de factores de riesgo y su relación con los resultados de la competencia.
Puede ser producto de una conjunción entre los factores ambientales y el
temperamento, y un tipo de habilidad cognitiva que tienen algunos niños aun
cuando son muy pequeños.
- Grotberg (2006)  es la capacidad del ser humano para hacer frente a las
adversidades de la vida, superarlas e inclusive, ser transformados por ellas.
- Suárez Ojeda (2004)  la resiliencia significa una combinación de factores que
permiten a un niño, a un ser humano, afrontar y superar los problemas y
adversidades de la vida, y construir sobre ellos.
- Infante (1997)  la resiliencia es una respuesta global en la que se ponen en
juego los mecanismos de protección, entendiendo por estos no la valencia
contraria a los factores de riesgo, sino aquella dinámica que permite al
individuo salir fortalecido de la adversidad, en cada situación específica y
respetando las características personales.

Como vemos a partir de esta muestra de definiciones, todas ellas se refieren a


aspectos tales como la resistencia, la adaptación y el fortalecimiento ante las
adversidades.

Así, podemos hablar de una capacidad para sobreponerse a las dificultades, así como
crecerse con ellas, apoyándose, más que en la fuerza, en toda una serie de elementos
positivos tales como la amistad, el proyecto de vida o la espiritualidad, entre otros. Se
trata de aspectos que permiten la construcción o reconstrucción de la vida.

Esta capacidad no será absoluta ni estable, no presenta límites y es un proceso que


puede durar toda la vida, siendo una capacidad universal. Se presenta, entonces, como
un proceso de vida que se construye con otras personas del entorno y que permanece

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variable, siendo el individuo un agente dinámico, pudiéndose transformar por sí


mismo.

Es importante señalar que, por norma general, este proceso requiere de la articulación
de responsabilidades entre diferentes personas y grupos, y comprende siempre la
responsabilidad de la persona con su futuro.

5.1.1 La personalidad resiliente

Los pilares de resiliencia se refieren a aquellos caminos o actuaciones que conducen a


la resiliencia. En este sentido, existen varios autores que plantean y defienden cuáles
son dichos pilares. Aquí nos centraremos en el estudio de tres; Wolin, Grotberg y
Ungar.

 Modelo de Wolin

Los esposos Wolin hacen una recopilación a partir de varios autores, recogiendo la
gran mayoría de los aportes en los siguientes siete pilares:

- Perspicacia: nos permite ver más allá de aquello que es visible a simple vista,
tanto alrededor como en el propio interior. Es el resultado de una actitud de
observación y autoobservación permanente y atenta. Esta actitud es
considerada una manifestación de resiliencia, ya que permite encontrar
diferentes significados a la tragedia y a los problemas, con el fin de descubrir
que siempre podemos aprender algo bueno de una situación negativa. Ello
implica que esté íntimamente ligada con la autoestima, que nos ayuda a
enfrentarnos a la vida con naturalidad y serenidad. Dependiendo del momento
en el que nos encontremos, la perspicacia se manifiesta en nosotros de
maneras diversas:
o Durante los años de niñez, se manifiesta como una manera básica de
intuición, permitiendo percibir cuando algo no va bien, aunque se
desconozcan las causas.

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o En la adolescencia, esta surge como la capacidad para identificar,


nombrar y descubrir problemas de manera articulada y sistemática.
o En la edad adulta se agrega a la capacidad para relaciones problemas
actuales con situaciones anteriormente vividas y soluciones ya
experimentadas, pudiendo ser adaptadas a las nuevas situaciones.
- Autonomía: la autonomía es la capacidad para fijar los propios límites en
relación a los problemas, manteniendo la distancias, física y emocional, en
relación a los problemas y a las personas. Esta se manifiesta en la claridad
mental respecto a la propia identidad, a las fortalezas y a las debilidades
propias.
Un ejemplo de autonomía sería, cuando un niño tiene la capacidad de evitar
con firmeza, y al mismo tiempo con respeto, que sus padres, durante una
discusión, lo utilicen para herirse mutuamente. De igual manera, toma con
naturalidad sus propias decisiones con respecto a las pequeñas cosas que
tienen que ver con su vida y en las cuales no es necesario que intervengan los
mayores.
- Interrelación: se refiere a aquella capacidad que permite crear vínculos fuertes,
íntimos y equitativos con otras personas, con las que se sabe que se puede
contar cuando se necesita apoyo. Se trata así de la capacidad para expresar, de
manera clara y natural y, al mismo tiempo con respeto, las necesidades,
opiniones, expectativas y sentimientos propios, así como para escuchar al otro,
saber ponerse en su lugar, comprenderlo y aceptarlo, sin pretender cambiarlo.
Está directamente relacionada con la solidaridad y la amistad.
- Creatividad: la creatividad nos permite crear orden, belleza y objetivos a partir
del caos y el desorden. Supone un puerto seguro para la imaginación, donde
cada uno puede refugiarse y reestructurar sus experiencias.
Permite idear alterativas y caminos de salida ante la adversidad. Así, ante un
problema, la persona creativa tratará de buscar nuevas ideas y soluciones en
lugar de quejarse por las dificultades.

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Se refiere también a la capacidad para pensar los propios pensamientos


mediante la generación de nuevos conceptos, percepciones, hipótesis,
posibilidades y todo aquello que puede aumentar las posibilidades de
desenvolverse adecuadamente.
- Iniciativa: se refiere a la fuerza que nos impulsa a llevar a la práctica lo que la
creatividad propone. Esta capacidad está relacionada con la tendencia a
exigirse a uno mismo y a ponerse a prueba en situaciones cada vez más
exigentes. En este sentido es la capacidad para la autorregulación y la
responsabilidad personal, ambas necesarias para lograr autonomía e
independencia.
Aquellas personas que tienen iniciativa, por norma general suelen actuar más
por la certeza de que aquello que hacen es bueno y vale la pena, que no porque
otros se lo exigen. Además, estas personas intentarán, de manera firme, buscar
los recursos y las oportunidades para poner en práctica sus ideas. No se
detienen fácilmente ante los obstáculos con los que se encuentran.
- Humor: se refiere a la capacidad que permite encontrar el lado divertido de una
tragedia con el fin de ver lo absurdo de los problemas, así como para reírse de
uno mismo. Tener humor posibilita la superación de tensiones acumuladas.
Sobre el humor, es importante que no se confunda con la ironía o el humor
ofensivo.
- Ética: la ética engloba dos variables fundamentales, siendo, por un lado, la
capacidad de desearle a los demás el mismo bien que nos deseamos a nosotros
mismos y, por otro lado, la capacidad para comprometerse con unos valores
específicos.
Se trata de la actividad de una conciencia informada, y tiene que ver con la
capacidad para darle sentido a la propia vida en cada momento, a pesar de
cualquier situación negativa o problemática que pueda surgir.

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 Modelo de Grotberg

Otro autor a considerar en relación a los pilares que conforman la resiliencia es la


psicóloga Edith H. Grotberg (2006). Esta lo hace en función de tres categorías.

Grotberg resulta de gran utilidad en el ámbito escoltar para hacer un análisis propio y
sobre cómo están estos factores en uno mismo, en el sistema o subsistema del que
formamos parte (claustro, departamento, equipo directivo...) en los alumnos o incluso
a un grupo de alumnos. Además, también resulta útil como guía para facilitar un
entorno educativo que proporcione a todos sus miembros un ambiente estable (YO
TENGO), que facilite el desarrollo de sus fortalezas internas (YO SOY) y su capacidad
para resolver problemas y establecer relaciones saludables con los demás (YO PUEDO).

Veamos entonces las categorías de factores resilientes que esta propone:

YO TENGO (apoyo externo):

- Una o más personas dentro de mi grupo familiar en las que puedo confiar y que
me aman sin condicionamientos.
- Una o más personas fuera de mi entorno familiar en las que puedo confiar
plenamente.
- Límites en mi comportamiento.
- Personas que me alientan a ser independiente.
- Buenos modelos a imitar.
- Acceso a la salud, a la educación y a servicios de seguridad y sociales que
necesito.
- Una familia y entorno social estables.

YO SOY (fuerza interior) y YO ESTOY dispuesto a hacer (proyección):

- Una persona que agrada a la mayoría de la gente.


- Generalmente tranquilo y bien predispuesto.
- Alguien que logra aquello que se propone y planea para el futuro.

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- Una persona que se respeta a sí misma y a los demás.


- Alguien que siente empatía por los demás y se preocupa por ellos.
- Responsable de mis propias acciones y acepto sus consecuencias.
- Seguro de mí mismo, optimista, confiado y tengo muchas esperanzas.

YO PUEDO (capacidades interpersonales y de resolución de conflictos):

- Generar nuevas ideas o nuevos caminos para hacer las cosas.


- Realizar una tarea hasta finalizarla.
- Encontrar el humor en la vida y utilizarlo para reducir tensiones.
- Expresar mis pensamientos y sentimientos en mi comunicación con los demás.
- Resolver conflictos en diferentes ámbitos: académico, laboral, personal y social.
- Controlar mi comportamiento: mis sentimientos, mis impulsos y demostrar mis
sentimientos.
- Pedir ayuda cuando la necesito.

 Modelo de Ungar

Este último modelo que vamos a presentar trata de las características resilientes en los
diferentes niveles ecológico.

Características propias de los niños resilientes:

- Aptitudes físicas e intelectuales.


- Autoeficacia.
- Introspección: autoimagen positiva.
- Autoestima.
- Metas y aspiraciones.
- Sentido del humor.
- Creatividad.
- Perseverancia.
- Empatía.

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- Expresividad.
- Iniciativa.
- Autonomía.
- Moralidad.

Características interpersonales:

- Relaciones significativa con los otros.


- Saber mantener su rol social.
- Capacidad de saber restablecer la autoestima cuando es amenazada por otros.
- Asertividad.
- Atención positiva en los otros.

Características familiares:

- Calidad en la crianza y educación.


- Expresividad emocional.
- Flexibilidad.
- Bajos niveles de conflictos familiares.
- Recursos financieros suficientes.
- Colaboración.

Características del ambiente y características socioculturales:

- Ambientes seguros.
- Acceso recursos comunitarios educativos y de ocio.
- Percibir apoyo social.
- Percibir integración social.
- Afiliación a organizaciones religiosas.

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5.1.2 Construcción de la resiliencia: metáfora de la casita de Stefan Vanistendael

Completando lo anterior, resulta interesante hablar de la construcción de la resiliencia


a partir de la metáfora de la casita presentada por Vanistendael, que sintetiza,
adecuadamente, todos los elementos básicos y necesarios para edificar la resiliencia.

Dicha metáfora puede resultarnos útil para descubrir los puntos fuertes y débiles de
una persona, así como del entorno en el que se mueve.

*Representación gráfica de la metáfora de la casita. Fuente:


https://es.slideshare.net/comollimauricio/que-es-resiliencia

Como podemos ver en la imagen, la casa se estructura en diferentes plantas y


habitaciones, representando cada una de ellas un campo de posible prevención y/o
intervención.

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En primer lugar se encuentra el suelo o los cimientos sobre los que está construida la
casa. Dicho nivel representa, de manera general, la satisfacción de las necesidades
básicas tales como la alimentación y los cuidados elementas de salud. No obstante, y
en un sentido más amplio, se deben incluir en este nivel las necesidades de tipo social
así como todos aquellos elementos y procesos que, como en el caso de las
infraestructuras e instalaciones familiares y educativas, permiten garantizar un mínimo
de bienestar individual y colectivo, de supervivencia si se prefiere, para que los
sistemas y la resiliencia sean operativos.

El subsuelo se refiere a la aceptación incondicional del niño por, al menos, una persona
significativa de su entorno. Sobre ello, es importante recordar que el afecto y el amor
auténtico conllevan a aceptar, sin condiciones, a una persona, independientemente de
su apariencia, salud o comportamiento.

Dicha aceptación constituye un proceso de doble dirección, ya que conlleva a adoptar


nuevas actitudes ante la realidad, ante las competencias y ante el proceso de
desarrollo.

La primera planta representa una capacidad fundamental, la de encontrar un sentido a


la vida y adoptar nuevos significados al hecho y a la experiencia de vivir.

Así, este nivel se refiere a los proyectos concretos que cada persona deberá diseñar y
desarrollar. El descubrimiento de sentido y la adopción de nuevos significados no es
una actividad individual, puede ser activado por los adultos favoreciendo el diálogo
con los demás seres vivos y con el entorno material.

En la segunda planta de la casa nos encontramos con tres habitaciones; la autoestima,


las aptitudes y competencias y el humor y la creatividad.

Del mismo modo que en una casa real, las habitaciones comunican entre sí. La
autoestima, que está considerada como un factor esencial de la resiliencia, está
estrechamente relacionada con la aceptación del otro, mientras que el humor es

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esencial para hacer frente a los nuevos retos y experiencias. Las aptitudes y las
competencias no se refieren solo a las de tipo cognitivo, sino también a las
relacionales, profesionales y de supervivencia, gracias a las cuales se pueden expresar
sentimientos y emociones.

En el desván está la apertura a otras experiencias; al contexto.

La analogía de la casita puede ser utilizada tanto en las familias como en los centros
educativos, como una forma de recordar y de tener presente los aspectos
fundamentales del desarrollo de la competencia de resiliencia.

5.1.3 Perfil de una persona resiliente

Cuando decimos que una persona tiene características resilientes, nos referimos,
según Saavedra, a que es capaz de establecer relaciones sociales constructivas, tiene
un sentido de sí misma positivo, dimensiona los problemas, se enfrenta a las
dificultades con esperanza y optimismo, extrae significado de las situaciones de estrés,
desarrolla iniciativas y se fija metas posibles de alcanzar.

Dicha persona presenta toda una serie de factores internos que actúan como
protectores. Estos factores son:

- Presta servicio a los demás o a una causa.


- Utiliza estrategias de convivencia, es una persona asertiva y controla sus
impulsos.
- Es sociable.
- Tiene sentido del humor.
- Tiene un fuerte control interno frente a los problemas.
- Manifiesta autonomía.
- Percibe el futuro de manera positiva.
- Es flexible.
- Es capaz de aprender y conectar los aprendizajes.

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- Tiene la capacidad para automotivarse.


- Percibe competencias personales.
- Tiene confianza en sí misma.

Además de estos, existen factores de tipo ambiental que apoyan y favorecen las
características resilientes. Estos son:

- El ambiente promueve vínculos estrechos.


- El entorno valora y alienta a las personas.
- Se promueve la educación.
- Ambiente cálido y no crítico.
- Hay límites claros.
- Existen relaciones de apoyo.
- Se comparten responsabilidades.
- El ambiente es capaz de satisfacer las necesidades básicas de las personas.
- El entorno expresa expectativas positivas y realistas.
- Promueve el logro de metas.
- Fomenta valores sociales, así como estrategias de convivencia.
- Hay liderazgos claros y positivos.
- Valora los talentos específicos de cada persona.

Por supuesto, no se espera que todos estos factores y elementos estén presentes en el
sujeto y en el ambiente para que se favorezca la aparición de conductas resilientes. No
obstante, es deseable que gran parte de ellas estén, total o parcialmente,
desarrolladas.

Es importante remarcar que, más que una lista de rasgos personales, se trata de
aspectos sociales, si bien es necesario considerarlos como un conjunto de factores en
un proceso dinámico.

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5.2 PROCESOS DE DESARROLLO EN LA RESILIENCIA

En lo que se refiere al desarrollo de la resiliencia, es importante considerar lo


siguiente:

- Si se trata de una habilidad innata o adquirida.


- Si todas las personas tenemos resiliencia.
- Si se trata de una capacidad que se mantiene estable o si, por el contrario,
cambia con el transcurso del tiempo.

Sobre ello, es importante considerar que, muchas de las características vinculadas al


supuesto desarrollo de la resiliencia, son un grupo realmente complejo y extenso de
conceptos entre los que figuran los estilos cognitivos y atribucionales, autocontrol,
concepto de sí mismo, etc.

A partir de toda una serie de investigaciones, se ha demostrado que el vínculo seguro,


el efecto de las respuestas al estrés y la capacidad de desafío, la exposición controlada
al riesgo, la limitación de la evitación y las diferentes estrategias de afrontamiento, se
han relacionado con el desarrollo de la capacidad de resiliencia.

El movimiento de la psicología positiva promueve que la enseñanza de actitudes


mentales positivas, especialmente en niños y adolescentes, alimenta la resiliencia. Así,
las experiencias positivas influirán en la salud de manera directa mediante las
conductas saludables y el soporte social, y de un modo más directo, como
amortiguamiento del estrés.

En cualquier caso, en el desarrollo de la resiliencia son más importantes los factores


de protección que los de riesgo.

A partir de las investigaciones y estudios, se afirma que la resiliencia no solo cambia


con el paso del tiempo, sino que, en su transcurso, requiere de ajustes en su
definición, en las fuentes de datos y en el modo de evaluarla. Debido a ello, se puede

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decir que la resiliencia es un proceso que dura toda la vida, con fases de adquisición y
de mantenimiento, pudiéndose incluso plantear su disminución o pérdida.

Al mismo tiempo, deben considerarse aquellos factores culturales y del contexto que
inducen especificidad y singularidad a la capacidad resiliente, además de las variables
temperamentales y biológicas.

Hecha esta breve introducción, pasemos a tratar la resiliencia en los ámbitos de la


familia, la comunidad y en la escuela.

5.2.1 Resiliencia en la familia

Uno de los pilares de la resiliencia es la autoestima, desarrollada a partir del amor y el


reconocimiento del bebé por parte de sus padres. Así, es en ese vínculo cuando
empieza a generarse un espacio constructor de resiliencia en el individuo.

Froma Walsh (1998) propone una concepción sistemática de la resiliencia, enmarcada


en un contexto ecológico y evolutivo. Además, presenta el concepto de resiliencia
familiar, atendiendo a los procesos interactivos que fortalecen, con el transcurso del
tiempo, tanto al individuo como a la familia.

La resiliencia relacional puede seguir muchos caminos, variando con el fin de


amoldarse a las diversas formas, recursos y limitaciones de las familias y los grupos, y a
los desafíos psicosociales que se les plantean.

En este sentido se pueden señalar:

- Reconocer los problemas y limitaciones a las que se debe hacer frente.


- Comunicar abierta y claramente acerca de ellos.
- Registrar los recursos, personales y colectivos, existentes y organizar y
reorganizar las estrategias y metodologías tantas veces como sea necesario,
revisando y evaluando los logros y las pérdidas.

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Es por ello que resulta necesario que, en las relaciones entre los diferentes
componentes del grupo familiar, se desarrollen las siguientes prácticas:

- Actitudes demostrativas de apoyos emocionales, esto es, relaciones de


confirmación y confianza en la competencia de los protagonistas.
- Conversaciones en las que se compartan lógicas, como puede ser el caso de
establecer acuerdos sobre los premios y castigos.
- Conversaciones mediante las que se construyan significados compartidos sobre
la vida o de acontecimientos perjudiciales, con coherencia narrativa y con un
sentido dignificador para sus protagonistas.

En conclusión, los elementos básicos de la resiliencia familiar serán:

- Cohesión, que no descarte la flexibilidad.


- Comunicación franca entre los miembros de la familia.
- Reafirmación de un sistema de creencias comunes.
- Resolución de problemas mediante las premisas anteriores.

5.2.2 Resiliencia comunitaria

La resiliencia en la comunidad nace a partir de una concepción latinoamericana


desarrollada teóricamente por E. Néstor Suárez Ojeda (2004), como resultado de
observar que cada desastre que sufre una comunidad, que causa dolor y pérdida de
vidas y recursos, habitualmente genera un efecto movilizador de las capacidades
solidarias, lo que permite reparar los daños producidos y seguir adelante.

Esto permitió establecer los pilares de la resiliencia comunitaria, que son:

- Autoestima colectiva, que implica la satisfacción por la pertenencia a la propia


comunidad.
- Identidad cultural, construida por el proceso interactivo que, a lo largo del
desarrollo implica la incorporación de costumbres, valores, giros idiomáticos,
danzas, canciones, etc., proporcionando la sensación de pertenencia.

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- Humor social, que consiste en la capacidad para encontrar la comedia en la


propia tragedia, con el fin de que ello ayude a superarla.
- Honestidad estatal, como contrapartida de la corrupción que desgasta los
vínculos sociales.
- Solidaridad, resultado de un lazo social sólido que resume el resto de pilares.

5.2.3 Resiliencia en la escuela

El tema de la educación se vuelve central en relación a la posibilidad de fomentar la


resiliencia de los niños y adolescentes, con el fin de que estos sean capaces de
enfrentarse a su crecimiento e inserción social de la manera más favorable posible.

Lamentablemente, en las escuelas, se tiende más a buscar y detectar los problemas y


déficits, que no en buscar y desarrollar las virtudes y fortalezas. Por eso y para
empezar, una actitud constructora de resiliencia en la escuela implica buscar todo
indicio previo de resiliencia, rastreando las ocasiones en las que tanto docentes como
alumnos sortearon, superaron, sobrellevaron o vencieron la adversidad a la que se
enfrentaba, así como los medios de que se sirvieron.

En el informe Delors de la UNESCO de 1996, se especificaron cuatro aspectos


considerados elementos imprescindibles de una política educativa de calidad. Dichos
aspectos son:

- Aprender a conocer.
- Aprender a hacer.
- Aprender a convivir con los demás.
- Aprender a ser.

Los dos primeros enfatizan tradicionalmente, y se trata de medir para buscar


resultados. Los dos últimos son los que hacen a la integración social y a la construcción
de la ciudadanía.

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Para el desarrollo de los cuatro sirven los programas que promueven la resiliencia en
las escuelas .

La construcción de la resiliencia en la escuela implica, según Henderson y Milstein


(2003) trabajar para introducir los siguientes seis factores constructores de resiliencia:

- Ofrecer afecto y apoyo, proporcionando respaldo y aliento incondicionales,


como base y sostén del éxito académico. Siempre debe haber un adulto
significativo en la escuela dispuesto a dar la mano que necesitan los alumnos
para su desarrollo educativo y su contención afectivo.
- Establecer y transmitir expectativas elevadas y realistas para que actúen como
motivadores eficaces, adoptando la filosofía de que todos los alumnos pueden
tener éxito.
- Ofrecer oportunidades de participación significativa en la resolución de
problemas, fijación de metas, planificación y toma de decisiones, valiendo ello
para los docentes, alumnos y, eventualmente, los padres. Es importante que el
aprendizaje se vuelva más práctico, el currículum sea más pertinente y atento
al mundo real y las decisiones se tomen entre todos los integrantes de la
comunidad educativa. Deben poder aparecer las fortalezas o destrezas de cada
uno.
- Enriquecer los vínculos pro-sociales con un sentido de comunidad educativa.
Buscar una conexión familia-escuela positiva.
- Resulta necesario ofrecer capacitación al personal sobre estrategias y
políticas de aula, que trasciendan la idea de la disciplina como un fin en sí
mismo. Debe darse participación al personal, a los alumnos y, en la medida que
sea posible, a los padres, en el establecimiento y fijación de dichas políticas. De
esta manera se lograrán fijar normas y límites claros y consensuados.
- Enseñar habilidades para la vida, tales como la cooperación resolución de
conflictos, destrezas comunicativas, habilidades para resolver problemas y
tomar decisiones, etc. Esto solo ocurre cuando el proceso de aprendizaje está

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centrado en la actividad conjunta y cooperativa de los estudiantes y los


docentes.

La figura del docente adquiere una gran importancia en lo que se refiere al desarrollo
de la resiliencia de los niños y niñas.

La escuela es percibida como un espacio importante en el que los niños y niñas


aprenden a desarrollar y potenciar cualidades, tanto de tipo cognitivo como
emocional. Además, estos no están exentos de vivir situaciones adversas dentro del
espacio escolar, por lo que la escuela se conforma como un espacio óptimo para la
promoción de la resiliencia, en el que el docente debe adquirir el rol de guía.

Este aspecto ha sido estudiado por autores como Bernard, Benson y Milstein, que
ponen de manifiesto la figura del maestro por su papel como posibles tutores o guías
de resiliencia, aspecto que es destacado por Cyrulnik ya que se convierten en modelos
y espejos alternativos.

Así, los docentes pueden convertirse en un apoyo emocional importante para sus
alumnos, ayudándoles a generar fortalezas, recursos y aprendizajes ante las vivencias
de situaciones adversas y traumáticas.

A partir de varios trabajos y estudios en centros educativos se observa que el 100% de


los docentes consideran muy importante la interdisciplinariedad entre todos los
agentes que interceden en los procesos de enseñanza- aprendizaje y también que sus
alumnos deben ser parte activa en el desarrollo de los niños y jóvenes.

Asimismo estos docentes consideran que es muy importante que los niños tengan o
adquieran habilidades para hacer frente a las adversidades de la vida.

Según Cyrulnik, los tutores de resiliencia serán aquellas personas que nos acompañen
de manera incondicional, convirtiéndose en un sostén, administrando confianza e
independencia por igual, a lo largo del proceso de resiliencia.

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Entre las características que se le atribuyen al tutor de resiliencia destacan las


siguientes:

- Al profesional de la ayuda se le supone la disposición para entender y apoyar al


otro.
- El papel del tutor de resiliencia es opuesto a la dependencia, colaborando en la
reconstrucción de la seguridad básica para contribuir a crear individuos
autónomos.
- Se puede establecer un marco que favorezca la intervención del docente no
siendo necesario nada extraordinario. Entre otras actuaciones se habla de estar
presente y disponible en los momentos de crisis, mostrar afecto y disposición
para ayudar y compartir momentos que pueden ir más allá de lo profesional.
- La confianza se construye a través de la constancia y la rutina.

De este modo, el trabajo de un tutor de resiliencia se centra en apoyar al niño o niña


sin imponerle ideas preconcebidas, respetando su individualidad y desarrollando una
actitud en la que se entienda que los fracasos son parte de la vida y que de ellos hay
que tratar de aprender a mejorar, no debiendo de desanimarnos en metas futuras.

Para lograrlo, se plantearán tareas al niño, en la línea que plantea Vygostski, que no
sean ni excesivamente difíciles, evitando experiencias de fracaso, ni demasiado fáciles
para evitar no crear retos en el niño.

Finalmente se buscará solventar sus necesidades con aprobación, interés y esfuerzo


para que puedan adoptar una actitud de compromiso con la realidad.

Con este planteamiento se espera que los niños estén mejor equipados para la vida,
familias más cooperadoras, profesionales más empáticos, dispuestos a escuchar, a
intercambiar y a colaborar. Asimismo esto fomentará la aparición de profesionales
mejor informados, así como de políticas más participativas.

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Es importante que seamos conscientes que las aulas no son solo espacios que sirven
para enseñar y aprender contenidos y capacidades, sino que también, a través de la
resiliencia, debemos detectar las fortalezas y las debilidades o problemas de cada
alumno, con el fin de ayudarle a instruir estrategias de superación para hacer frente a
los problemas que se le presentan.

Para complementar el tema, resulta necesario conocer aquellos elementos educativos


fundamentales que deberán potenciarse para fortalecer la resiliencia en niños y
adolescentes.

Silber (1994) agrupa dichos elementos en un total de seis categorías, válidas en todos
los campos profesionales. Estas son:

- Conocer la realidad: aumenta la resiliencia en los niños y adolescentes que han


desarrollado el hábito de preguntar y obtienen respuestas honestas, ya que
adquieren la capacidad del discernimiento e intuición y pueden tener una
percepción más transparente de los hechos que suceden a su alrededor. Este
conocimiento genera la capacidad para entender lo que les sucede a ellos
mismos y a su alrededor y a desarrollar la tolerancia. Para ello necesitan
disponer de personas adultas cercanas a quienes dirigir sus preguntas.
- Avanzar hacia la independencia y la autonomía: solo puede lograrse desde la
capacidad de los adultos para reconocer en los niños su capacidad para
orientarse según sus necesidades. El objetivo debe ser la posibilidad de
establecer una forma de relaciones donde domine la razón por encima del
sentimiento.
- Ampliar las posibilidades para conectar y establecer relaciones positivas con el
entorno social: crece la resiliencia en los niños y adolescentes que no quedan
encerrados en su entorno y salen a conocer la riqueza de posibilidades que les
ofrece el mundo que les rodea, así se puede completar lo que la familia no
puede dar.

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La posibilidad de establecer una buena red de contactos sociales a muy


diversos niveles potencia los factores de protección ante las situaciones de
riesgo. El objetivo será establecer unas relaciones interpersonales que generen
mutua gratificación con equilibrio entre dar y recibir, y con un respeto maduro
hacia el bienestar propio y de los demás.
- Potenciar la capacidad de explorar todo el entorno, animando a experimentar
las posibilidades que se ofrecen: se trata de una forma de lucha activa contra
los sentimientos de impotencia que algunas familias transmiten a sus hijos. El
objetivo final es completar los proyectos y adquirir la capacidad para abordar
los problemas difíciles.
- Mantener la capacidad de jugar como método para incrementar la creatividad
y activar el sentido del humor: los niños, jóvenes, adolescentes y adultos que
saben jugar son capaces de imponer orden, belleza y objetivos concretos en el
caos diario de experiencias y sentimientos dolorosos. A través del sentido del
humor es posible contemplar lo absurdo de los problemas que nos acongojan y
relativizar los complejos cotidianos.
- Educara la capacidad de juzgar y desarrollar el sentido crítico: niños,
adolescentes y jóvenes necesitan una educación ética de calidad para juzgar la
bondad o maldad de los mensajes que les llegan. Además, necesitan reelaborar
los valores tras la experiencia traumática considerando el servicio a los demás
como forma de compromiso social. El objetivo debe ser la educación de una
conciencia informada.

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