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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

2. LA INTELIGENCIA EMOCIONAL II

Con el fin de complementar el temario presentado en el primer módulo, en este


segundo tema vamos a hablar sobre la inteligencia emocional en los entornos escolar y
familiar, con el fin de conocer cómo estos pueden influir en el correcto desarrollo de la
inteligencia emocional en el niño o niña.

2.1 LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN EL ENTORNO ESCOLAR

Hasta hace poco, cuando se hablaba de la educación que se recibía en la escuela, así
como del aprendizaje y los modelos de enseñanza, se daba muy poca o nula
importancia a los sentimientos y emociones.

No obstante, desde hace poco esto no es así y es que, de cada vez más, se tiene más
en cuenta la educación emocional. Siguiendo a Mayer y Salovey, es muy importante
tratar de comprender y crear en nuestros adolescentes una forma inteligente de
sentir, sin olvidar cultivar los sentimientos de padres y educadores y, tras ello, el
comportamiento y las relaciones familiares y escolares se volverán más equilibrados.

Sobre ello, es muy importante que seamos conscientes que la enseñanza de


emociones inteligentes depende de la práctica, el entrenamiento y su
perfeccionamiento, y no tanto de la instrucción verbal. De modo que lo esencial en un
proceso de educación emocional es ejercitar y practicar las capacidades emocionales,
con el fin de convertirlas en una parte más del repertorio emocional del niño o niña.

Así, técnicas como el modelado y el role-playing emocional pasan a convertirse en


herramientas básicas de aprendizaje mediante las cuales los educadores, en cuanto
expertos emocionales, materializan su influencia educativa, marcan las relaciones
socioafectivas y encauzan el desarrollo emocional de sus alumnos.

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Por ello, la escuela tiene la responsabilidad de educar las emociones de los más
pequeños. Como hemos visto, la inteligencia emocional no es solo una cualidad de tipo
individual, sino que las organizaciones y grupos poseen su propio clima emocional,
determinado, en gran parte, por la inteligencia emocional de sus líderes.

En el ámbito escolar, los profesores son los principales líderes emocionales de sus
alumnos, por lo que, la capacidad de estos para captar, comprender y regular las
emociones de sus alumnos es el mejor índice del equilibrio emocional de su clase.

Como ya hemos visto, las habilidades de la inteligencia emocional pueden utilizarse


sobre uno mismo; competencia personal o inteligencia intrapersonal, o sobre los
demás; competencia social o inteligencia interpersonal.

En este sentido, la inteligencia emocional se diferencia de la inteligencia social y de las


habilidades sociales en que incluye emociones internas y privadas, importantes para el
crecimiento personal y el ajuste emocional.

Por otra parte, los aspectos personal e interpersonal son bastante independientes, y
tienen que darse de manera concadenada. Podemos encontrarnos con personas muy
habilidosas en la compresión y regulación de sus emociones, así como muy
equilibradas, pero con pocos recursos para conectar con los demás. Por el contrario,
existen personas con una gran capacidad empática que les permite comprender a los
demás, pero que no logran gestionar sus propias emociones.

Como la habilidad, la inteligencia emocional no puede entenderse como un rasgo de la


personalidad o una parte del carácter de una persona. Por ejemplo, si nos
encontramos frente a una persona extrovertida, sin conocerla, de ninguna manera
podemos pronosticar el grado de inteligencia emocional, ya sea personal o
interpersonal, que esta persona posea.

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Hecha esta breve introducción, pasemos a hablar sobre los siguientes elementos
básicos en relación a la educación de la inteligencia emocional en el entorno escolar.
Estos son:

- Percepción y expresión emocional.


- Facilitación emocional
- Compresión emocional.
- Regulación emocional.
- Fracaso escolar.

2.1.1 Percepción y expresión emocional

Los sentimientos y emociones conforman un sistema de alarma que nos informa sobre
cómo nos encontramos, qué nos gusta o disgusta, o qué funciona mal a nuestro
alrededor, con el fin de realizar toda una serie de cambios en nuestras vidas para
lograr un estado emocional bueno y equilibrado.

Una buena percepción implica saber leer nuestros sentimientos y emociones,


etiquetarlos y vivenciarlos. Con un buen dominio para reconocer cómo nos sentimos,
establecemos la base para, posteriormente, aprender a controlarnos, moderar
nuestras reacciones y no dejarnos arrastrar por impulsos o pasiones exaltadas.

Ser conscientes de las emociones y sentimientos implica que debamos ser hábiles en
múltiples facetas tintadas afectivamente. Junto a la percepción de nuestros estados
afectivos, se suman las emociones evocadas por objetos cargados de sentimientos,
reconocer las emociones expresadas, tanto verbal como gestualmente, en el rostro y
cuerpo de las personas; incluso distinguir el valor o contenido emocional de un evento
o situación social.

La única manera de evaluar nuestro grado de conciencia emocional está unida a la


capacidad para poder describir nuestros sentimientos y emociones, expresarlos con
palabras y darles una etiqueta verbal correcta. No en vano, la expresión emocional y la

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revelación del acontecimiento causante de nuestro estrés psicológico se alzan en el eje


central de cualquier terapia con independencia de su corriente psicológica.

2.1.2 Facilitación emocional

La razón y la pasión son percibidas como aspectos opuestos en nuestra vida. Durante
siglos, filósofos y científicos han puesto en duda su carácter interactivo y de ayuda
recíproca. No obstante, es importante ser conscientes que las emociones y los
pensamientos se encuentran fusionados de manera sólida y, si sabemos utilizar las
emociones al servicio del pensamiento, ello nos ayudará a razonar de manera más
inteligente, de modo que podamos tomar las mejores decisiones posibles.

Tras una década de investigaciones, se ha comprobar que el hecho de dominar


nuestras emociones y hacerlas partícipes de nuestros pensamientos, favorece una
adaptación al ambiente más apropiada. Por ejemplo, nuestras emociones se funden
con nuestra manera de pensar, consiguiendo guiar la atención a los problemas que son
realmente importantes, nos facilita el recuerdo de acontecimientos emotivos, permite
una formación de juicios acorde a cómo nos sentimos y, en función de nuestros
sentimientos, tomamos perspectivas diferentes ante un mismo problema.

Por otra parte, cómo nos sentimos guiará nuestros pensamientos posteriores, influirá
en nuestra creatividad en el trabajo, dirigirá la manera de razonar y afectará a nuestra
capacidad diaria de deducción lógica.

En definitiva, que nuestros alumnos se sientan felices o tristes, enfadados o eufóricos,


y que hagan o no un uso apropiado y correcto de su inteligencia emocional para
regular y comprender sus sentimientos y emociones, puede llegar a determinar el
resultado final de sus notas escolares, así como su posterior carrera profesional.

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2.1.3 Comprensión emocional

Con el fin de comprender los sentimientos y emociones de los demás, lo primero que
debemos hacer es aprender a comprendernos a nosotros mismos, determinando
cuáles son nuestras necesidades y deseos, qué personas, cosas o situaciones nos
provocan unos determinados sentimientos, qué pensamientos nos generan
determinadas emociones y cómo nos afectan y qué consecuencias y reacciones nos
provocan. Así, si somos capaces de reconocer e identificar nuestros propios
sentimientos, así como de explicarlos y comprenderlos, podemos conectar con los
sentimientos y emociones de los demás.

Para ello, es muy importante empatizar, que consiste en ser capaces de situarnos en el
lugar del otro y ser conscientes de sus sentimientos, causas e implicaciones
personales.

No obstante, es importante comentar que, si nunca hemos experimentado el


sentimiento que siente el otro, difícilmente podremos comprenderlo. Así, aquel que
nunca ha vivido una ruptura de pareja, en ningún momento ha sido alabado y
reforzado por sus padres por un trabajo bien hecho o jamás ha sufrido la pérdida de un
ser querido, deberá realizar un mayor esfuerzo mental y emocional de la situación, aun
a riesgo de no llegar a entenderlo en su totalidad.

Junto a la existencia de otros factores personales y ambientales, el grado de


inteligencia emocional de una persona está relacionado con las experiencias
emocionales que nos ocurren a lo largo del ciclo vital.

Desarrollar una plena destreza empática en los niños implica también enseñarles que
no todos sentimos lo mismo en situaciones semejantes y ante las mismas personas,
que la individualidad orienta nuestras vidas y que cada persona siente distintas
necesidades, miedos, deseos y odios.

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2.1.4 Regulación emocional

La regulación emocional conforma una de las habilidades más complicadas de


desplegar y dominar con maestría.

Dicha regulación consiste en la habilidad para moderar o manejar nuestra propia


reacción emocional ante situaciones intensas, independientemente de si son positivas
o negativas. Se ha considerado como la capacidad para evitar respuestas emocionales
descontroladas en situaciones de ira, provocación o miedo.

Esta definición es considerada correcta, aunque resulta incompleta. Así, las


investigaciones en esta materia están ampliando el campo de la autorregulación a las
emociones positivas. Una línea divisoria invisible y muy frágil demarca los límites entre
sentir una emoción y dejarse llevar por ella. Es decir, regular las emociones implica
algo más que simplemente alcanzar satisfacción con los sentimientos positivos y tratar
de evitar y/o esconder nuestros afectos más nocivos. La regulación supone un paso
más allá, consiste en percibir, sentir y vivenciar nuestro estado afectivo, sin ser
abrumado o avasallado por él, de manera que no llegue a nublar nuestra forma de
razonar. Posteriormente, debemos decidir, de manera prudente y consciente, cómo
queremos hacer uso de tal información, de acuerdo a nuestras normas sociales y
culturales, de modo que ello nos permita alcanzar un pensamiento claro y eficaz y no
basado en el arrebato y la irracionalidad.

Un experto emocional elige bien los pensamientos a los que va a prestar atención con
el fin de no dejarse llevar por su primer impulso e, incluso, aprende a generar
pensamientos alternativos adaptativos para controlar posibles alteraciones
emocionales. De igual manera, una regulación efectiva contempla la capacidad para
tolerar la frustración y sentirse tranquilo y relajado ante metas que se plantean como
muy lejanas o inalcanzables.

Algo que no debemos dejar de lado es la importancia de la destreza regulativa en el


momento de poner en práctica nuestra capacidad para automotivarnos. En este

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sentido, el proceso autorregulativo forma parte de la habilidad inherente para valorar


nuestras prioridades, dirigir nuestra energía hacia la consecución de un objetivo,
afrontando positivamente los obstáculos encontrados en el camino, mediante un
estado de búsqueda, constancia y entusiasmo hacia nuestras metas.

2.1.5 Fracaso escolar

A modo de definición, el fracaso escolar es un término que requiere ser definido con
mayor propiedad y de manera más extensa.

En principio, este se plantea como el bajo rendimiento de un alumno en relación a las


expectativas que la institución educativa tiene de él partiendo de toda una serie de
parámetros como su edad, historial escolar, ubicación en la red escolar y pautas de
calificación. Ello implica que exista una idea predeterminada sobre el nivel que el
alumno debe alcanzar, de modo que este debe adecuarse a dicha idea y rendir en
consecuencia para no fracasar.

El peso del concepto se relativiza si decimos que el fracaso escolar puede


circunscribirse a una materia específica, por ejemplo, un estudiante que tiene
problemas en lengua pero alcanza un nivel satisfactorio en el resto de las materias.

Por tanto, el fracaso escolar puede darse en torno a una determinada capacidad, como
puede ser, por ejemplo, la comprensión lectora. Así, el alumno presenta dificultades
para leer y comprender lo que lee, excede el ámbito de una materia dada y le acarrea
dificultades en todas las materias para las cuales necesita poder comprender un texto
como parte del aprendizaje.

Por lo general, la forma de fracaso escolar a la que más comúnmente nos referimos es
a la más radical y extrema de todas: el abandono o la imposibilidad de finalizar el ciclo
lectivo. El abandono escolar es una forma de fracaso escolar y sus causas y motivos son
múltiples.

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Cuando hablamos de los factores que pueden provocar el fracaso escolar, el tema se
vuelve más complejo todavía, y es que las causas que lo provocan, en su caso más
extremo, pueden venir de diferentes ámbitos, como puede ser el familiar, la situación
social del niño o niña, la desmotivación o una integración social fallida de un colectivo
de personas.

A pesar de lo que se cree, el fracaso escolar no es culpa del niño o niña, sino que es
culpa de la propia acción educativa. Según los expertos en la materia, el alumno es
considerado el eslabón débil de la cadena y no debe asignarse a él el fracaso. En todo
caso, el alumno sufre de las consecuencias de ese fracaso pero ni lo provoca ni tiene la
culpa de que suceda.

Los alumnos tienen dificultades pero nunca tienen fracaso. Así, pueden tener
dificultades para prestar atención en clase y eso les provoca malos resultados a la hora
de los exámenes. Pero el fracaso es de la institución que no pudo ayudar a ese chico
con su dificultad de aprendizaje.

Las causas más comunes de fracaso escolar son múltiples, y presentan varios
responsables. Como hemos dicho, en la cadena educativa, los niños no son los
culpables del fracaso escolar, sino que es el colectivo educativo el que no puede
resolver problemas puntuales de los chicos, los cuales conducen al fracaso escolar.

Existe toda una serie de dificultades a las que los docentes y la comunidad educativa
deben hacer frente para evitar las situaciones de fracaso escolar. Aquí presentaremos
algunos de los problemas más importantes.

Uno de los principales problemas es la falta de concentración, de modo que deberán


detectarse los casos de niños distraídos, inquietos y que presentan dificultades para
prestar atención, ya que ello puede deberse a un trastorno por déficit de atención
combinado con hiperactividad.

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Otra gran causa del fracaso escolar es la falta de motivación. Tanto niños como
adultos, hacemos las cosas por motivación, debido a que algo nos entusiasma. Así,
desde la institución educativa, debe trabajarse para lograr la motivación de los niños
en la escuela, ya que, de lo contrario, no realizarán sus tareas por gusto, sino por
obligación, provocando ello que no se obtengan resultados favorables. Así, se debe
lograr que estos obtengan una satisfacción por el trabajo logrado, el objetivo
alcanzado y la prueba superada.

Es muy importante estar atentos a cualquier cambio que pueda darse en la actitud y
conducta del niño o niña, y es que un motivo de los cambios pronunciados es la
depresión. Es fundamental que no consideremos la depresión como algo exclusivo de
los adultos, ya que los niños pueden también padecerla, repercutiendo negativamente
en su rendimiento escolar.

Una de las principales señales indicativas de depresión es la agresividad.

Finalmente, existen trastornos específicos de aprendizaje que llevan a que un alumno


fracase en determinadas materias o el curso en general.

Uno de los trastornos más frecuentes que se diagnostica en niños en los primeros años
de escolaridad es la dislexia. Es importante tener un diagnóstico prematuro del
problema de aprendizaje porque de eso dependerá la posibilidad de superarlo.

2.2 LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN EL ENTORNO FAMILIAR

Tal y como afirma Lawrence E. Shapiro, todos los niños se pueden beneficiar con el
aprendizaje de las capacidades de la inteligencia emocional, no solo los niños
derivados por mostrar problemas específicos.

Anna Freud, hija de Sigmund Freud y célebre terapeuta infantil por derecho propio, fue
la que explicó y defendió que jugar es el trabajo de los niños.

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Como hemos comentado ya, tener un coeficiente emocional elevado resulta tan
importante como tener un coeficiente intelectual elevado. De hecho, son muchos los
estudios que demuestran que los niños con capacidades en el campo de la inteligencia
emocional son más felices, más confiados y tienen más éxito en la escuela, y es que
dichas capacidades se convierten en la base para que los niños y niñas se conviertan en
adultos responsables, atentos y productivos.

Las investigaciones muestran que las mismas capacidades del coeficiente emocional
que dan como resultado que el niño o niña sea considerado como un estudiante
entusiasta y motivado por parte de sus profesores, o apreciado por el resto de sus
compañeros, ayudarán a ese niño o niña en un futuro en temas tales como el trabajo,
la relación con la pareja, la familia, etc.

Durante los últimos cincuenta años, se han desarrollado infinidad de estudios e


investigaciones relacionados con el desarrollo de las capacidades emocionales en los
niños.

Sobre ello, Salovey y Mayer fueron los primeros en definir la inteligencia emocional
como un subconjunto de la inteligencia social que comprende la capacidad de controlar
los sentimientos y emociones propias, así como las de los demás, de discriminar entre
ellas y utilizar esta información para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones.

Ambos se oponen a la utilización del término coeficiente emocional como un sinónimo


de la inteligencia emocional, debido a que temen que lleve a la gente a pensar
erróneamente que existe un test preciso para medir el coeficiente emocional o,
incluso, que puede llegar a medirse de alguna manera. De todos modos, subsiste el
hecho de que, aunque el coeficiente emocional no resulte nunca medible, emerge de
todos modos como un concepto significativo.

De acuerdo con el experto en ciencias políticas de la Universidad de Duke, James David


Barber, Thomas Jefferson poseía una mezcla casi perfecta de personalidad e intelecto.
Era conocido como un gran comunicador empático, y como un verdadero genio.

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De este modo, y considerando lo expuesto, se debe considerar una nueva manera de


criar y educar a los niños y niñas, que pasa por incluir una enseñanza a nivel
emocional.

Desde el punto de vista de su desarrollo, los niños están preprogramados para tener
confianza en sus capacidades, por lo menos hasta haber alcanzado los siete años.
Hasta esta edad, los niños no distinguen el esfuerzo de la capacidad, y mientras lo
intentan, la mayoría cree que finalmente tendrá éxito.

Por supuesto, la figura del padre o la madre perfectos no existe, aunque muchos
psicológicos utilizan la expresión padre o madre suficientemente bueno para referirse
a aquellos progenitores que proporcionan a sus hijos los ingredientes suficientes para
que dispongan de los elementos básicos del crecimiento social y emocional, brindando
las oportunidades para que sus hijos continúen su desarrollo fuera de la familia.

Los investigadores dedicados a estudiar cómo reaccionan los padres con sus hijos, han
establecido tres estilos generales de padres; el autoritario, el permisivo y el autorizado

Los padres de tipo autorizado, a diferencia de los padres autoritarios y permisivos,


logran equilibrar límites claros con un ambiente estimulante en el hogar. Estos ofrecen
una orientación, pero no ejercen control. Ofrecen explicaciones para lo que hacen,
permitiendo, al mismo tiempo, que el niño o niña contribuya en la toma de decisiones
importantes. Los padres autorizados valoran la independencia de sus hijos, pero tratan
de comprometerlos con criterios elevados de responsabilidad hacia la familia, los
padres y la comunidad.

El comportamiento dependiente e infantil es desalentado. Se alienta y elogia la


competencia. Tal como podría esperarse, son muchos los estudios que consideran que
los padres autorizados tienen el estilo que puede permitir el crecimiento de niños con
confianza en sí mismos, independientes, imaginativos, adaptables y simpáticos con
grados elevados de inteligencia emocional.

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Como afirma William Damon en su libro Greater Expectations: Overcoming the Culture
of Indulgence in Our Homes and Schools (Mayores expectativas: sobreponerse a la
cultura de la indulgencia en nuestros hogares y en la escuela); todos los jóvenes
necesitan disciplina en un sentido positivo y restringido. Si los niños pretenden
aprender capacidades productivas, necesitan desarrollar la disciplina a fin de
aprovechar al máximo sus talentos innatos. También deben encontrar una disciplina
firme y coherente cada vez que ponen a prueba los límites de las normas sociales
(como lo hacen todos los niños de vez en cuando).

De hecho, resulta imposible desarrollar un estilo de padre que no apunte a mejorar el


coeficiente emocional de sus hijos sin ofrecer una forma coherente y efectiva de
disciplina. Eso sí, se trata de algo que puede suponer grandes dificultades.

Aunque existen cientos de libros sobre la manera de disciplinar mejor a los hijos, la
disciplina efectiva se reduce realmente a unos pocos principios y estrategias:

- Establecer reglas y límites claros, y atenernos a ellos. Resulta realmente útil


escribirlos y fijarlos sobre la pared, a modo de recordatorio.
- Advertir a nuestros hijos cuando su comportamiento empieza a ser malo. Ello
nos ayudará a enseñarles autocontrol.
- Definir el comportamiento positivo reforzando la buena conducta con elogios y
afecto, ignorando aquellos comportamientos que solo buscan llamar la
atención.
- Deberemos educar a nuestros hijos conforme nuestras expectativas. En
general, y algo que resulta erróneo, los padres no emplean el tiempo suficiente
para hablar con sus hijos acerca de los valores y las normas, y porqué estos son
importantes.
- Prevenir de los problemas antes de que se produzcan. Según dicta la psicología
de la conducta, la mayoría de los problemas se producen como resultado de un
estímulo o una señal específica. La comprensión y eliminación de dichas señales
ayudarán a evitar situaciones que dan lugar a una mala conducta.

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- Resulta importante aplicar el castigo adecuado cuando se viola una norma o un


límite claramente establecido, tanto si ha sido intencionado como si no. Sobre
ello, cuando el castigo sea necesario, deberemos asegurarnos que guarda
relación con la infracción a la regla o a la mala conducta. Esto es, el castigo
debe ajustarse a la falta cometida.

2.2.1 La comunicación entre padres e hijos

La comunicación es un elemento indispensable en cualquier relación, por lo que, la


comunicación que pueda haber entre padres e hijos en relación a la educación en
términos emocionales, resulta crucial para su crecimiento, desarrollo y aprendizaje, así
como para afrontar la vida y los problemas de la manera más beneficiosa posible.

De este modo, en este apartado nos centraremos en el libro de Adele Faber y Elaine
Mazlish; Cómo hablar para que sus hijos le escuchen. Y cómo escuchar para que sus
hijos le hablen.

De este modo, presentaremos toda una serie de directrices comunicacionales que


deben aplicarse en el ámbito familiar con el fin de lograr una buena comunicación
entre padres e hijos.

Cómo ayudar a los hijos a afrontar sus sentimientos

Los niños necesitan que sus sentimientos se acepten y respeten:

- Puede escuchar callada y atentamente.


- Puede reconocer sus sentimientos con la palabra  Vaya, Ajá, Ya veo, etc.
- Puede dar nombre al sentimiento  Parece realmente frustrante.
- Puede conceder al niño sus deseos en la fantasía  Ojalá pudiera hacer que
tus primos estuviesen aquí ahora mismo para jugar contigo.
- Todos los sentimientos pueden aceptarse.
- Ciertas acciones deben ser limitadas  Entiendo que se hayas enfadado con
tu hermana, pero dile lo que quieres con buenas palabras y sin gritar.

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Cómo propiciar la colaboración de un niño

- Describa lo que ve o describa el problema  Veo tu juguete roto en el suelo.


- Dé información  Este juguete te lo regaló tu abuela la semana pasada.
- Expréselo sucintamente  El juguete.
- Comente sus sentimientos  No me gusta que rompas tus juguetes.
- Escriba una nota  Cuídame, soy tu juguete.

Alternativas al castigo

- Exprese sus sentimientos con rotundidad, sin atacar el carácter  No me ha


gustado nada encontrar todos los juguetes en el jardín, ensuciándose en el
barro.
- Manifieste sus expectativas  Cuando te enseño a guardar tus juguetes es
porque lo aprendas y los dejes recogidos.
- Enseñe al niño cómo rectificar  Lo que debes hacer ahora es limpiar los
juguetes con agua y jabón, y guardarlos en sus cajas.
- Dé opciones al niño  Si no quieres recoger tú solo los juguetes, puedes
pedirme ayuda y lo hacemos los dos.
- Tome medidas  Hijo: ¿Por qué no encuentro mis juguetes? / Padre: dímelo
tú.
- Resuelvan conjuntamente los problemas  ¿De qué manera podemos lograr
que recojas tus juguetes cuando acabas de jugar, evitando que se ensucien?

Cómo estimular la autonomía

- Dele opciones para que escoja  ¿Qué prefieres, ir a jugar con tus primos o
quedarte en casa?
- Muestre respeto por su lucha personal  Este juego es difícil de montar, pero
puede resultarte útil revisar las instrucciones.
- No haga demasiadas preguntas  Me alegro de verte.
- No se precipite dando respuestas  ¿Te parece bien?

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- Animarle a utilizar fuentes externas  Si no sabes cómo hacerlo, quizá alguno


de tus compañeros puede ayudarte.
- No le quite la esperanza  Sí quieres aprender a tocar el piano te apuntaré a
la escuela de música. Puede ser bueno para ti.

El elogio y la autoestima

En vez de evaluar, describa:

- Describa lo que ve  Veo tu habitación limpia, la cama está hecha, los


juguetes guardados y la mesa de hacer los deberes ordenada.
- Describa lo que siente  Da gusto entrar en tu habitación.
- Sintetice la conducta encomiable del niño con una o dos palabras  Has
puesto tus libros en una caja diferente a la de los coches, y has separado los
rotuladores de los bolígrafos. ¡Muy buena organización!

Cómo huir de los encasillamientos:

- Busque oportunidades para mostrarle una nueva imagen de sí mismo 


Tienes este juguete desde hace más de tres años y parece nuevo.
- Póngale en situaciones en las que pueda verse de otra manera  ¿Podrías
quitar las sábanas y llevarlas al lavadero?
- Deje que le oiga cuando dice algo favorable de él  Se portó muy bien pese a
lo dolorosa que fue la vacuna.
- Ejemplifique el comportamiento deseado  Aunque no te guste perder,
deber tener espíritu deportivo.
- Sea la memoria viva de sus momentos más inspirados  Recuerdo cuando
participaste en tu primera competición de patinaje artístico.
- Cuando actúe según la vieja etiqueta, exprese sus sentimientos y/o
expectativas  No me gusta nada esta actitud. Por mucho que te fastidie
perder, debes actuar con más deportividad.

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2.2.2 Las emociones morales.

Según establece Lawrence E. Shapiro, todos los niños pueden beneficiarse con el
desarrollo moral.

Lograr un desarrollo moral satisfactorio supone tener emociones y conductas que


reflejan preocupación por los demás, tales como compartir, ayudar, estimular, mostrar
una conducta altruista, tolerancia hacia los demás y voluntad de respetar las normas
sociales.

El profesor William Damon de la Universidad de Brown, considerado uno de los


expertos más importantes de Estados Unidos en el campo del desarrollo moral de
niños y adolescentes, sugiere que, para que los niños y niñas se conviertan en personas
morales, estos deben adquirir toda una serie de habilidades y capacidades sociales y
emocionales. Estas son:

- Adoptar y comprender aquello que distingue una buena conducta de una mala
conducta, así como desarrollar hábitos de conducta compatibles con aquello
que perciben como bueno.
- Desarrollar interés, consideración y un sentido de responsabilidad por el
bienestar y los derechos de los demás. Este interés se deberá expresar
mediante actos de atención benevolencia, amabilidad y caridad.
- Experimentar una reacción emocional negativa, incluyendo vergüenza, culpa,
indignación, temor y desprecio ante la violación de las normas morales.

El deseo de preocuparnos por los demás, llegando incluso al altruismo, sin duda forma
parte de nuestro código genético.

Tanto la historia como la experiencia cotidiana revelan numerosos casos en que los
seres humanos se preocupan por los demás. Pero a pesar de nuestra predisposición
genética a interesarnos por los demás, estudios de diferentes culturas muestran que el
desarrollo moral puede verse directamente influido por prácticas y valores educativos.

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Las dos emociones principales que modelan el desarrollo moral de un niño son la
empatía y lo que uno podría llamar instinto de atención, que incluye nuestra capacidad
de amar.

 La empatía

Los psicólogos del desarrollo establecen la existencia de dos componentes para la


empatía; por un lado, una reacción hacia los demás que, normalmente, se desarrolla
durante los seis primeros años de vida y, por otro lado, una reacción cognoscitiva que
determina el grado en el que los niños de más edad son capaces de percibir el punto
de vista o la perspectiva de otra persona.

A lo largo de su primer año de vida, podemos observar una empatía emocional en la


mayoría de niños. Por norma general, los bebés suelen darse la vuelta para observar a
otro niño que llora y, lo más habitual, es que estos acaben también llorando. Según el
psicólogo del desarrollo Martin Hoffman, ello se denomina empatía global, debido a la
incapacidad del niño para distinguir entre él mismo y su mundo, interpretando la
aflicción o emoción de cualquier otro bebé como suya propia.

Entre su primer y segundo año, los niños ingresan en una segunda etapa de empatía
en la que pueden ver claramente que la congoja de otra persona no es la propia. La
mayoría de los niños de esa edad tratan, en forma intuitiva, de reducir la congoja del
otro. Sin embargo, debido a su desarrollo cognoscitivo inmaduro, no están seguros de
lo que deberían hacer exactamente, adquiriendo un estado de confusión empática.

Algunos niños parecen nacer con más empatía que otros. Los psicólogos M. Radke-
Yarrow y A. Zahn-Waxler señalan, a partir de un estudio sobre niños de uno a dos años,
que algunos respondieron a la congoja de otros niños con una expresión de
sentimientos empáticos e intentos directos por ayudar, mientras que otros se
limitaron a observar y expresar más interés que preocupación. Un tercer grupo mostró
una reacción negativa ante el dolor de otros niños, algunos se retiraron de los que
estaban llorando y otros incluso regañaron o golpearon al niño que se lamentaba.

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Al final de la niñez, entre los diez y doce años, los niños expanden su empatía más allá
de aquellos a los que conocen u observan directamente, para incluir a grupos de gente
que no conocieron nunca. En esta etapa, denominada empatía abstracta, los niños
expresan su preocupación por gente que tiene menos ventajas que ellos. Cuando los
niños hacen algo acerca de estas diferencias percibidas a través de actos caritativos y
altruistas, podemos suponer que han adquirido en forma completa la capacidad de
empatía del coeficiente emocional.

Como hemos visto, la empatía, considerada como la base de todas las capacidades
sociales, surge, por norma general, en la gran mayoría de niños y niñas.

Sobre ello, son numerosos estudios los que establecen que no existen apenas
diferencias significativas entre las conductas empáticas de niños y de niñas. Por norma
general, los niños son tan serviciales como las niñas, aunque ellos tienden a desarrollar
actividades físicamente serviciales, mientras que ellas son más aptar para ser más
solidarias desde un punto de vista psicológico. Tampoco se aprecian diferencias
significativas en temas como el contexto, y es que ni la clase social ni el tamaño de la
familia parecen estar relacionados con los comportamientos empáticos, aunque las
hermanas mayores parecen ser en general más serviciales que sus contrapartes más
jóvenes. Tiende a producirse una conducta más servicial entre hermanos cuando
existen más diferencias de edades.

Durante los primeros años de edad, la educación que reciban los niños en casa es
realmente importante en lo que a inteligencia emocional se refiere, por lo que será
clave enseñarles a tener una conducta responsable y a actuar con bondad.

Así, deberemos enseñar a nuestros hijos a preocuparse por los demás, pero no lo
haremos solo de manera verbal, sino mediante la experiencia, y es que, como
veremos, algunas de las capacidades del coeficiente emocional, en particular, aquellas
que están ligadas a las relaciones de su hijo con los demás, solo pueden enseñarse en
forma efectiva al cerebro emocional.

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Aunque el lenguaje y la lógica del cerebro pensante son importantes cuando


enseñamos valores a nuestro hijo, no modelarán su conducta como los sentimientos
de orgullo y pertenencia que acompañan los actos de atención y ayuda a los demás.

En lo que se refiere a las emociones morales, resulta interesante hablar sobre las
emociones morales de la vergüenza y la culpa.

Tal como lo señala el profesor William Damon de la Universidad de Brown en su libro


Greater Expectations: Overcoming the Culture of Indulgence in Our Homes and Schools;
estamos viviendo en una época en la que la ética centrada en el niño se ha convertido
en una justificación para todo tipo de práctica excesivamente indulgente en el marco
de la educación para los niños. (Esta filosofía) ha multiplicado una gran cantidad de
doctrinas permisivas que han disuadido a los padres de poner en práctica una disciplina
coherente en el hogar… La premisa alguna vez valiosa del enfoque centrado en el niño
ha sido usada (o mal usada) para alentar el egoísmo en los niños y adolescentes de
hoy.

El movimiento del potencial humano, liderado por idealistas tales como Carl Rogers y
Virginia Axline, sostenía que cada individuo tenía el derecho y el poder de realizarse a
sí mismo a su manera. Sobre la base del respeto y la fe en la capacidad del individuo,
se creía que la bondad inherente en los niños se revelaría de manera invariable una
vez eliminados los obstáculos y las expectativas restringidas para que los niños
pudieran expresar sus sentimientos y necesidades.

No obstante, y en relación a lo que sabemos sobre la inteligencia emocional, el error


más significativo cometido por los defensores de la educación permisiva ha sido el
hecho de haber convertido las buenas emociones en los héroes de nuestra psiquis y las
malas emociones en los villanos.

Partiendo desde una perspectiva evolutiva, cada emoción se ha desarrollado para un


propósito, por lo que no resulta nada favorable eliminar las emociones negativas de los
niños. Así, lo importante es educar a nuestros hijos considerando las emociones

79
FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

buenas y las emociones malas, de modo que estos sean capaces de identificarlas, así
como identificar el motivo que les lleva a sentirlas y de qué manera las pueden
manejar y gestionar.

2.2.3 El pensamiento del coeficiente emocional

A diferencia de los animales, los humanos tenemos la capacidad de inventar y


controlar las emociones a través del pensamiento.

El desarrollo de la neocorteza, que es la parte del cerebro que controla el lenguaje y el


pensamiento lógico, nos permite tener pensamientos sobre nuestros sentimientos, y
hasta modificarlos. Por ejemplo, si ante una entrevista de trabajo nos encontramos
realmente nerviosos, tenemos la capacidad, mediante el pensamiento, de calmarnos y
sentir que todo saldrá bien.

 El pensamiento realista

Los niños pueden criarse para actuar en beneficio propio y de los demás. Sin duda, lo
más importante que podemos hacer para ayudar a nuestros hijos a desarrollar una
pauta de pensamiento realista es ser sinceros y veraces, por lo que, tratar de
protegerlos del estrés y del dolor, no les supondrá ningún beneficio, ya que se les
estará ocultando algo que tarde o temprano descubrirán.

Sobre ello, resulta interesante hablar sobre el optimismo, considerado algo más que el
simple pensamiento positivo. Se trata así de un hábito de pensamiento positivo,
definido como la disposición o tendencia a mirar aquello más favorable de los
acontecimientos, así como a esperar el resultado más favorable posible.

El psicólogo Martin Seligman, autor de The Optimistic Child (El niño optimista),
establece que el optimismo es mucho más que un simple rasgo atractivo de la
personalidad de las personas. De hecho, este puede ser un tipo de inmunización
psicológica contra toda una serie de problemas con los que nos podemos topar a lo
largo de la vida.

80
FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

Seligman escribe que, en más de 1.000 estudios, que incluyen a más de medio millón
de niños y adultos, la gente optimista se mostraba con menos frecuencia deprimida,
tenía más éxito en la escuela y en el trabajo y, curiosamente, era más saludable
físicamente que la gente pesimista. No obstante, cuando el niño no nace con una
disposición optimista, el optimismo es una capacidad del coeficiente emocional que
puede aprenderse.

La primera premisa que debemos considerar si queremos enseñar a nuestros hijos a


ser más optimistas, radica en que estos aprendan a distinguir entre los pensamientos
pesimistas y optimistas. Seligman establece que la principal diferencia radica en cómo
las personas optimistas y pesimistas explican las causas de los acontecimientos,
buenos y malos.

La persona optimista cree que los acontecimientos positivos y felices se explican a


través de cosas que son permanentes, por lo que seguirán ocurriendo en el tiempo, y
generalizadas, esto es, seguirán ocurriendo en diferentes situaciones. También asume
la responsabilidad adecuada para lograr que las cosas buenas sucedan. Si ocurre algo
malo, lo considera como algo temporario y específico de esa situación, y se muestra
realista si es él quien ha causado el acontecimiento negativo.

Por su parte, el pesimista piensa en términos opuestos; los acontecimientos buenos


son temporarios, los acontecimientos malos son permanentes; los acontecimientos
positivos son el resultado de la suerte o de circunstancias fortuitas, mientras que los
acontecimientos negativos resultan más previsibles. El pesimista también se equivoca
al asignar culpas. Tenderá o bien a culparse a sí mismo por todo lo malo que ocurre o a
culpar a cualquier otra persona.

Sobre el pensamiento, y la importancia que tiene este en nuestra conducta y en


nuestro éxito en la vida, en las universidades y los centros de investigación, los
científicos están descubriendo que enseñarle a la gente a cambiar su forma de pensar
puede realmente modificar la química del cerebro. Estos métodos innovadores se

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

denominan modificaciones de conducta cognoscitiva porque se centran en cambiar los


vínculos entre lo que pensamos y lo que hacemos, respetando los principios generales
de la psicología de la conducta.

Para ello, resulta interesante poner en práctica las tres siguientes acciones:

- Definir un problema como el enemigo  el hecho de designar un problema


como un enemigo nos sirve para motivarnos a hacer algo nuevo. Ello implica
percibir el problema como algo que controla nuestra conducta, por lo que
debemos trabajar para eliminarlo.
- Reubicar el problema y formularlo por escrito para expulsarlo  esta acción
permite reubicar el problema, de modo que pensemos en un problema interno
como algo que se encuentra fuera de nosotros, esto nos permite considerarlo
como un nuevo modelo, ofreciéndonos un nuevo marco de referencia.
- Hablarse a sí mismo  a diferencia de los animales, los humanos tenemos la
capacidad de hablarnos a nosotros mismos y mantener diálogos internos. No
obstante, y al estudiar cómo nuestros pensamientos influyen en nuestros
sentimientos y comportamientos, los investigadores descubrieron una
variación asombrosa en la forma en que los niños utilizan su capacidad para
hablarse internamente. Estas diferencias pueden ser un elemento decisivo en
nuestro funcionamiento mental.
Según el experto en desarrollo infantil, Lawrence Kohlberg, los niños atraviesan
toda una serie de etapas en el uso del lenguaje para hablarse a sí mismos. Al
principio, puede describirse su discurso privado como una forma de
entretenimiento propio, cuando repiten palabras o rimas. En una segunda
etapa, el discurso se dirige hacia fuera, y suele escucharse que los niños
pequeños describen sus propias actividades, haciéndose observaciones a sí
mismos como si estuvieran hablándole a otra persona en la habitación.

82
FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

2.2.4 Resolución de problemas

La manera cómo resolvemos los problemas forma parte inherente del crecimiento de
una persona, y es que ya durante los primeros meses de vida, el niño o niña adquiere
la capacidad para resolver problemas. De hecho, su crecimiento intelectual y
emocional está impulsado por el proceso de resolución de problemas.

No obstante, y al igual que sucede con otras habilidades y capacidades del coeficiente
emocional, la capacidad de resolución de problemas está íntimamente ligada a nuestra
edad.

Sobre la resolución de problemas, un concepto erróneo que resulta interesante


comentar es que esta está mucho más relacionada con el desarrollo intelectual que
con las capacidades emocionales y sociales.

Jean Piaget, psicólogo especializado en el desarrollo, suponía que la lógica, primero


concreta y luego abstracta, constituye el elemento crítico en la resolución de
problemas, relacionándola directamente con la edad y las dotes intelectuales de un
niño. Pero un cuerpo creciente de pruebas sugiere que la experiencia social y la
familiaridad con el problema pueden ser los factores más críticos.

En su libro, Children Solving Problem (Niños resolviendo problemas), Stephanie


Thornton, una profesora de psicología de la Universidad de Sussex, concluye que una
resolución satisfactoria de problemas en los niños depende más de la experiencia que
de la inteligencia.

Este principio resulta válido cuando les enseñamos a nuestros hijos a resolver sus
problemas personales internos. Con cada experiencia positiva de resolución de
problemas que le damos a nuestros hijos, construimos un depósito de hechos y
experiencias al que pueden recurrir para resolver el problema siguiente. Así, estamos
creando caminos para la resolución de problemas que comienzan con sus impulsos

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

naturales de desarrollo pero que se conectan y vuelven a conectar a través del


conocimiento y la experiencia.

Como padres, cuando nuestros hijos nos observan analizar, de manera tranquila, un
problema, resolviendo las cosas por medio de la lógica y ponderando soluciones
alternativas, estos comienzan a imitar este comportamiento. De este modo, como
padres, en este aspecto, debemos enseñar a través del ejemplo. Así, si nuestros hijos
observan que cuando tenemos un problema nos enfadamos y acabamos gritando,
ellos aprenderán que esa es la manera para resolver un problema, de modo que nos
imitarán. Por el contrario, si nos lo tomamos con calma, imitarán nuestro
comportamiento tranquilo.

Así, como padres, es muy importante que adoptemos un comportamiento correcto,


acorde a los valores y a los principios que queremos para nuestros hijos, ya que cómo
nos comportemos nosotros en las diferentes situaciones de la vida y con las diferentes
personas con las que nos topemos, se comportarán nuestros hijos.

La doctora Louise Hart habla en sus trabajos sobre el papel de liderazgo de los padres,
y establece la existencia de seis cualidades de liderazgo que los padres deben exhibir
para mantener la felicidad y la estima individual en la familia. Estas son:

- Deben tener visión, dirección y metas.


- Deben comunicar su liderazgo de manera efectiva.
- Deben mantener a la familia centrada en las metas.
- Deben tomar en consideración las necesidades de los demás.
- Deben apoyar el progreso.
- Deben esperar el éxito y obtenerlo.

Una buena manera de enseñar al niño o niña a resolver los problemas es mediante las
llamadas reuniones familiares. En estas deberán acudir todos los miembros de la
familia (padres e hijos), con el fin de tratar aquellos problemas o asuntos que afectan a

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

toda la familia, de modo que cada miembro tenga la oportunidad para examinar y
desarrollar un problema o asunto al que debe enfrentarse.

A la hora de tratar el asunto, será de gran ayuda seguir los pasos siguientes:

- Identificar el problema.
- Pensar en soluciones alternativas
- Comparar cada solución.
- Escoger la mejor solución.
- En la siguiente reunión, informar sobre el resultado de la solución propuesta y
analizar las modificaciones que resulten necesarias.

Una de las investigaciones relacionadas con la enseñanza de las capacidades para la


resolución de problemas que tuvo una mayor difusión e interés fue la que propusieron
en los años setenta los psicólogos David Spivak y Myrna Shure a través del problema
YPRP, “Yo puedo resolver un problema”, que demostró que se puede enseñar a niños
impulsivos de entre tres y cuatro años a razonar en lugar de actuar sobre sus
problemas. Así, los niños aprenden a pedirles a otros que compartan sus juguetes, en
lugar de quitárselos, a comentar su disgusto en lugar de pelear y a hablar a favor de sí
mismos en lugar de retirarse y sentirse resentidos. Una vez estas capacidades han sido
aprendidas, estas perduran.

Los estudios de investigación han demostrado que los niños que habían adquirido la
capacitación del YPRP en la etapa preescolar tenían menos probabilidad de
experimentar problemas en el jardín de infantes. Los niños capacitados en el programa
YPRP no solo tienen menos probabilidad de ser impulsivos, insensibles, agresivos o
antisociales, sino que tienen más éxito en su desempeño académico.

Dicho programa se inicia enseñando a los niños pequeños seis pares de palabras que
forman la base de las capacidades para resolver problemas. De modo que podemos
servirnos de estos pares de palabras de manera lúdica con el fin de lograr que nuestros
hijos empiecen a usarlos de manera regular y a asociarlos con una actividad divertida.

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

Ello aumenta las probabilidades de que las acaben utilizando cuando deban
enfrentarse a un problema interpersonal.

Estas palabras son:

Es/no es Y/o Algo/todo

Antes/después Ahora/más tarde Mismo/diferente

2.2.5 Capacidades sociales

De todas las capacidades emocionales que desarrolla un niño o niña, sin duda, la que
más repercusión tendrá en su éxito y satisfacción en la vida será la de llevarse bien con
los demás, esto es, la capacidad de socialización.

Así, para que el niño o niña se desempeñe de manera efectiva en el mundo social,
necesita aprender a reconocer, interpretar y responder de manera apropiada a las
situaciones sociales. Esto es, debe juzgar la manera de conciliar sus necesidades y
expectativas con las de los demás.

Del mismo modo que ocurre con cualquier otra capacidad emocional, el proceso de
socialización empieza con una combinación del temperamento heredado del niño o
niña y su reacción ante él.

Los niños con temperamentos menos sociables pueden sin duda ser tan felices y tener
tanto éxito como los demás, pero requieren más paciencia y atención por parte de los
adultos.

En el proceso de socialización, la capacidad de conversar es realmente importante, ya


que esta va mucho más allá que el simple hecho de hablar. De hecho, la gran mayoría
de niños o niñas que presentan problemas para llevarse bien con los demás, carecen
de la capacidad de conversar adecuada a la edad. Estos tienen problemas para
transmitir sus necesidades a los demás, y parecen tener dificultades para comprender
las necesidades y los deseos de los demás.

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

Los problemas y dificultades en el ámbito de la comunicación presentan un dilema


común del tipo “el huevo y la gallina” para muchos niños a los que se ha diagnosticado
problemas de aprendizaje y de conducta.

El psicólogo David Guevremont, en su trabajo con niños con trastornos de déficit de


atención o TDA, observa que, aunque estos se muestren muy locuaces, experimentan
toda una serie de dificultades para iniciar interacciones verbales, además de tener
menos probabilidades de responder a la comunicación de otros niños. Debido a las
capacidades deficientes de conversación y otras capacidades sociales deficitarias, el
50-60% de los niños con TDA experimentan alguna forma de rechazo social por parte
de grupos de sus pares, lo cual incrementa la probabilidad de que muestren una
conducta negativa, agresiva y egoísta, que conduce a una mayor cantidad de
dificultades sociales.

Guevremont observa que la capacidad deficiente para conversar resulta realmente


evidente cuando los niños tratan de hacerse nuevos amigos. Estos desean acoplarse a
las actividades de los demás, pero eligen las tácticas sociales equivocadas. Los estudios
e investigaciones indican que los niños populares tienden a acercarse a los pares
desconocidos en forma gradual, rondando por la periferia como si estuvieran
recogiendo información antes de hacer realmente algo. Por lo tanto, es más probable
que los niños populares inicien un contacto verbal con preguntas o comentarios acerca
de lo que ven. Un ejemplo de ello sería acercarse a un grupo de niños que están
jugando y comentar que dicho juego parece entretenido, interesándose por cómo se
juega. Al contrario, lo más probable es que los niños con capacidades sociales
deficientes inicien el contacto con conductas disociadoras, detestables o egoístas. Un
ejemplo sería acercarse a ese mismo grupo de niños diciéndoles que no están jugando
bien.

El psicólogo Paul McGhee establece otro elemento importante en el desarrollo de la


competencia social; el humor.

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

McGhee defiende que los niños que tienen habilidad para el humor pueden tener más
éxito en sus interacciones sociales a lo largo de su niñez, observando que resulta difícil
que alguien que hace reír no caiga bien. La investigación ha respaldado la percepción
común de que los niños considerados graciosos son más populares, mientras que los
niños que carecen del sentido del humor son descriptos como menos simpáticos por
sus pares.

Otros investigadores han descubierto que incluso los niños de cuatro y cinco años con
una competencia social considerada elevada, iniciaron con mayor frecuencia
interacciones humorísticas con otros niños. También festejaban más el humor de los
demás. En otro estudio, los niños de ocho a trece años que se consideraban tímidos
también se percibían a sí mismos como poco divertidos. Y en otro estudio de
estudiantes universitarios, la calidad de ser entretenido era identificada como una de
las tres dimensiones básicas de la amistad.

Siguiendo con McGhee el verdadero humor se inicia en el segundo año de vida del
niño o niña, momento en el que empieza a comprender la naturaleza simbólica de las
palabras y los objetos. A esa edad, la base del humor es la incongruencia física. Por
ejemplo, para un niño de dos años, colocar un zapato sobre la cabeza de alguien
simulando que se trata de un sombrero, es algo realmente gracioso, así como ver, en
los dibujos animados como un ratón es perseguido por un gato, y este por un perro.

Algunas consideraciones a tener en cuenta sobre el humor son:

- El humor es una capacidad social importante.


- Se trata de uno de los rasgos de carácter más apreciados, tanto en niños como
en adultos.
- Aunque los niños poseen diferentes capacidades innatas para contar chistes y
hacer reír a los demás, todos nacen, por lo menos, con una valoración del
humor.

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

- El humor cumple diferentes propósitos en diferentes edades, pero a lo largo de


nuestra vida puede ser una ayuda para llevarse bien con los demás y hacer
frente a una amplia variedad de problemas.

Durante los primeros años de vida, hacer amigos es más importante de lo que
imaginamos, y es que, tal y como indicó Harry Stack Sullivan, un estudiante de
Sigmund Freud, las relaciones sociales de los niños son realmente importantes para el
desarrollo de sus personalidades. Este opinaba que la personalidad en desarrollo de un
niño era igual a la suma de todas sus relaciones interpersonales comenzando, por
supuesto, por su relación con sus padres.

Alcanzados los siete u ocho años, el niño o niña empieza a alejarse de la influencia de
sus padres, y presta más atención a sus compañeros, buscando afecto, aprobación y
apoyo. Aunque en la familia el apoyo emocional es algo que se da por sentado, entre
grupos de niños se trata de una recompensa que se gana. El camino hacia dicha
recompensa se vislumbra en su mayor parte a través de la capacidad emocional y
social del niño. Según Sullivan, la amistad entre niños imprime hábitos de por vida en
la relación con los demás, así como un sentido de autoestima casi igual al que se
desarrolla a través del amor y el cuidado de los padres.

Por el contrario, cuando un niño carece de amigos o de la aceptación por parte de sus
padres, sobre todo durante los años de la escuela primara, carga con cierto sentido de
lo incompleto y de insatisfacción, a menudo a pesar de logros significativos.

Hacerse amigos es una capacidad que resulta difícil de aprender después de la niñez. Y
es que, existen ciertas capacidades emocionales que se ven influidas por un periodo de
desarrollo determinado, como es esta. Ello no quiere decir que si un niño de pequeño
ha sido incapaz de hacer amigos, de adulto tampoco los hará, pero sí que le costará
más.

Sobre hacer amigos, Zick Rubin escribe lo siguiente: un criterio particularmente


importante de la amistad a cualquier edad de la niñez es compartir información

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

personal, hechos o sentimientos privados que otras personas no conocen. Así,


compartir información de tipo personal supone uno de los elementos básicos para
desarrollar relaciones satisfactorias, ya que produce beneficios psicológicos profundos.
El grado en el cual alguien comparte información personal, incluyendo intimidades y
secretos, quizá sea la medida más importante utilizada por los niños para juzgar a sus
amistades, y es que cuando alguien nos explica algo íntimo o privado, tendemos a
relacionarlo como una muestra de confianza.

Ligado con el concepto de la amistad, un factor importante en la socialización es la


capacidad de unirse a un grupo, considerada como el segundo pilar que necesita el
niño o niña para crear relaciones sociales sólidas.

Alcanzados los tres o cuatro años de edad, a los niños les gusta estar cerca de grupos
de otros pequeños. Inicialmente, jugarán con niños y niñas indiscriminadamente,
aunque llegados a los cuatro-cinco años, empezarán a mostrar preferencia por los
grupos de su mismo sexo.

A partir de los seis o siete años, empezarán a apreciar de qué manera, ser miembro de
un grupo puede mejorar su confianza y su sentido de pertenencia. Aunque empiezan a
desarrollar un fuerte sentido de lealtad hacia estos grupos, estos siguen estando
definidos y organizados, de manera exclusiva por los adultos.

Dado que los niños suelen buscar a sus compañeros de juego en el seno del grupo de
pares, un sentido de identidad grupal puede comenzar a cobrar tanta importancia
social como la familia.

Cuando se alcanzan los siete u ocho años, los niños y niñas comienzan a definir ellos
mismos sus grupos de pares. Al principio, la estructura del grupo es mucho más
importante que su función. Los niños suelen formar clubes secretos con el propósito
exclusivo de definir quién puede pertenecer o no a dichos clubes. Estos se preocupan a
menudo por elegir a un presidente, un vicepresidente y otros funcionarios y por

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

establecer un programa de reuniones, normas y rituales. Todo ello hace que se cree en
ellos el sentimiento de pertenencia.

Entre los nueve y doce años, el interés de los niños por los grupos se vuelve una
preocupación. Son ahora casi exclusivamente del mismo sexo y, por supuesto, el tema
más común de los debates del grupo es el sexo opuesto. Los grupos de esa edad y de
adolescentes se caracterizan por una fuerte presión para amoldarse, una presión que
se convierte, a menudo, en un disfraz transparente para las formas más crueles de
aislamiento social.

2.2.6 La automotivación y las capacidades de realización

Otros elementos realmente importantes en relación a la inteligencia emocional y que


se fomenta en el entorno familiar son la automotivación y las capacidades de
realización.

Aquellas personas que se sienten automotivadas sienten el deseo de enfrentar y


superar los obstáculos, y así lo harán. Para muchos, la automotivación es sinónimo de
trabajo, y este conduce al éxito.

Como en la mayoría de las capacidades emocionales, los elementos básicos de la


motivación para aprender y dominar nuestro medio forman parte de nuestra herencia
genética. Desde los primeros momentos de vida, un bebé siente curiosidad por su
mundo y se esfuerza por comprenderlo. Este nace con el deseo de dominar el medio:
rodar, sentarse, ponerse de pie, caminar y hablar, buscando alcanzar estas metas de
manera inexorable.

Los niños automotivados esperan tener éxito y no tienen inconvenientes en fijarse


metas elevadas para sí mismos. Los niños que carecen de automotivación solo esperan
un éxito limitado y, según el psicólogo Martin Covington, fijan sus metas en el grado
más bajo de realización que una persona puede tener sin experimentar una inquietud
indebida. Un niño que cree que es un estudiante promedio y no puede realmente

91
FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

obtener una calificación más alta, orientará sus esfuerzos, de manera consciente o
inconsciente, hacia la mediocridad, independientemente su potencial intelectual.

Las expectativas que se generan los niños sobre sus capacidades empiezan en el hogar
pero, por supuesto, esto no es suficiente, ya que estas no sirven de nada si no vienen
acompañadas y respaldadas por la valorización del aprendizaje por parte de los padres.

Los elogios sirven para aumentar la autoestima de los otros. No obstante, un elogio
excesivo produce el efecto inverso sobre la confianza en uno mismo, y es que si nos
dedicamos a elogiar, de manera indiscriminada, todo lo que hacen nuestros hijos,
estos no aprenderán a juzgar sus capacidades de manera realista. Por consiguiente,
tienen más tendencia a sentirse decepcionados cuando se encuentran en un ambiente
escolar competitivo.

El psicólogo Martin Seligman afirma que podemos transmitir mejor nuestras


expectativas ofreciéndoles a nuestros hijos las oportunidades de dominar su medio.
Cada vez que le pedimos a nuestro hijo que busque una respuesta en lugar de
simplemente dársela o que encuentre una forma de ganar dinero para una nueva
bicicleta en lugar de decirle que espere hasta el cumpleaños o las vacaciones, le
enviamos el mensaje de que puede aprender a confiar en su propia iniciativa.

Estos aprenden que sus acciones específicas pueden producir resultados previsibles y
que el camino hacia el éxito se construye sobre la base de su propia decisión y
perseverancia.

Un concepto interesante a considerar aquí es el dominio, que se refiere a una


sensación interna de controlar la capacidad de comprender, integrar y responder con
efectividad al medio.

Para ayudar a nuestros hijos a desarrollar un sentido del dominio y control que, a su
vez, conducirá hacia una iniciativa y orientación propia recientes, deberemos esperar a
que estos hagan más por su propia cuenta. Es muy importante dejar la tendencia de

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

darles a nuestros hijos más y pedirles menos, ya que ello, en ningún modo, ayuda a
enseñarles automotivación y sentido del propósito.

En segundo lugar, deberemos reconsiderar la manera de recompensar a nuestros hijos


por aquellas cosas que hacen libremente. Hubo un tiempo en el que se consideraban
de gran ayuda los elogios y la atención constante, aunque ello puede repercutir de
manera negativa. Tanto en casa como en el colegia, cuando los niños reciben una
atención y un refuerzo constante por un trabajo, comienzan a pensar que aprender es
solo una manera de ganar recompensas. Por ejemplo, si a final de curso hacemos un
regalo a nuestro hijo por haber aprobado todas las asignaturas, el asociará que debe
esforzarse para obtener solo el regalo. Aunque el elogio y las recompensas externas
tienen su lugar para motivar a los niños a hacer cosas que les resultan difíciles, el
refuerzo pierde su sentido cuando es excesivo.

Una buena manera para lograr mantener la automotivación es dividir una tarea en
pasos manejables, ya que ello nos permite administrar las tareas a realizar y nos
facilita la realización de tareas difíciles.

Una premisa básica de la inteligencia emocional es que la falta de sentido de lo que


debe aprenderse constituye un factor crítico para que sea realmente asimilado.

Algunas premisas a tener en cuenta en relación a la automotivación son:

- Si esperamos más de nuestros hijos, ellos también esperarán más de sí mismos.


- Les deberemos exigir que trabajen más duro y que dediquen más tiempo a las
tareas escolares, domésticas, de lectura y en conocer el mundo.
- Permitiremos que nuestros hijos controlen determinados aspectos de su propio
aprendizaje.
- Les enseñaremos cómo controlar su tiempo y evaluar el resultado de sus
esfuerzos.
- En aquellos casos en que los niños no se desempeñen de acuerdo a sus
capacidades, resultará interesante trabajar de manera cooperativa con los

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

docentes para desarrollar un programa educativo que divida el aprendizaje en


pequeños pasos, que le permita a nuestros hijos el establecimiento de sus
propias metas y la evaluación de su propio progreso, y les enseñe a través de
enfoques multisensoriales utilizando el arte, la música y el aprendizaje
empírico.
- Aumentar el tiempo que, como padres, dedicamos a la educación de nuestros
hijos, en lugar de culpar a la escuela.
- Deberemos hacer uso de Internet, una herramienta magnifica que proporciona
recursos y oportunidades de aprendizaje ilimitadas.

Ligado con ello, debemos hablar sobre la persistencia y el esfuerzo.

El psicólogo e investigador Martin Covington describe las cuatro etapas cognoscitivas


que atraviesan los niños cuando perciben la relación entre el esfuerzo, la capacidad y
el logro. Dichas etapas influyen significativamente en la motivación de un niño
relacionada con el aprendizaje.

Estas son:

- Etapa 1: los niños que se encuentran en la etapa preescolar perciben el


esfuerzo como un sinónimo de capacidad. Estos creen que, por el simple hecho
de intentarlo con más decisión, pueden tener éxito en casi todo. En esta edad,
los niños son incapaces de comprender el hecho que cada persona posee
fuerzas y debilidades innatas. Estos creen que si alguien quiere ser un gran
jugador de fútbol, lo único que debe hacer es entrenar con más esfuerzo. Estos
se creen capaces de lograr cualquier hazaña, ignorando el fracaso.
- Etapa 2: entre los seis y los diez años de edad, los niños empiezan a percibir
que el esfuerzo constituye solamente un factor de realización, siendo otro la
capacidad innata. Sin embargo, estos seguirán centrándose en el valor del
esfuerzo. Durante esta segunda etapa, la mayoría de los niños ven que existe

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

una correspondencia exacta entre el esfuerzo y el resultado. Por lo que, para


tener éxito, deben trabajar duro.
- Etapa 3: esta etapa se da entre los diez y los doce años. En ella, los niños
entienden todavía más la relación entre el esfuerzo y la capacidad. Estos son
plenamente conscientes de que una persona con menos capacidad puede
compensar con un esfuerzo mayor, mientras que una persona con una mayor
capacidad, requiere de un esfuerzo menor.
La mayoría de niños sigue mostrándose optimista en relación a su trabajo
escolar, aunque algunos perciben como negativo que su trabajo se vuelva más
duro, requiriendo más tiempo. Estos niños, sin una adecuada supervisión,
desarrollarán el hábito de aplazar su trabajo, incluso algunos lo evitarán.
- Etapa 4: cuando los niños empiezan la escuela secundaria, su percepción del
esfuerzo como partícipe del éxito cede su lugar a la creencia de que la
capacidad sola constituye la condición necesaria para la obtención de
determinados logros. La falta de capacidad se convierte en una explicación
suficiente para el fracaso.
En esta etapa, el desempeño deficiente empieza a difundirse como una
epidemia, provocando ello el aumento de adolescentes que optan por adoptar
una actitud pesimista en relación a sus oportunidades de éxito. Realizar duros
esfuerzos y no lograr lo esperado se vuelve una razón suficiente para
abandonar todo intento. Demasiados adolescentes buscan entonces el camino
de la menor resistencia, pasando por el colegio con el esfuerzo mínimo y
contentándose con la mediocridad.

Aunque estas etapas del desarrollo influyen en los niños a medida que crecen, por
supuesto, no todos los niños reaccionan y actúan de la misma manera. Muchos de
ellos desarrollan buenos hábitos de trabajo y un entusiasmo desenfrenado por
aprender que no disminuye en la adolescencia.

Las capacidades de administración del tiempo ayudan a los niños a aprender a


obtener logros estimulando la neocorteza. No obstante, estas capacidades también

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

pueden ser reforzadas mediante el sistema límbico. Enseñar a través del centro
emocional del cerebro es por definición algo más placentero, pero ello no significa que
no pueda ser muy efectivo para cambiar la forma en que estos aprenden los hábitos de
trabajo.

Ello ocurre cuando, trabajando, estamos disfrutando tanto que no nos damos cuenta
del paso del tiempo, percibiendo ese tiempo como de ocio, más que como de trabajo.
Muchas personas experimentan esa sensación cuando están dedicadas a un hobby,
por lo que, en el aprendizaje y desarrollo de un niño, disponer de un hobby es algo
realmente importante. Fue Anna Freud una de las primeras personas en percibir la
importancia de estos, ya que además de ayudar en el desarrollo de los niños, les
enseñan a crear hábitos de trabajo.

Igual que los juegos, los hobbies son placenteros, comparativamente libres de
presiones y alejados, pero no demasiado, de los impulsos básicos del niño. Igual que el
trabajo, estos requieren de importantes capacidades cognoscitivas y sociales, tales
como la planificación, el retraso en la gratificación y el intercambio de información con
los demás, entre otras.

Muchos tipos de hobbies sirven para aprender las capacidades emocionales que
asociamos a la automotivación y la realización, pero la mayoría de ellos recaen en
cuatro grandes categorías; coleccionar, los hobbies de destreza, los relacionados con la
ciencia y los de desempeño.

Aunque muchos niños buscan hobbies similares a los de sus padres, algunos
seleccionan hobbies basados en los que son interesantes para sus amigos, y otros
simplemente se despiertan un día con un interés único.

Un elemento importante que debemos considerar en relación a la automotivación y


que puede impactas negativamente es el fracaso, por lo que, en todo entorno familiar,
se debe enseñar al niño o niña a aceptar el fracaso y a enfrentarse a él.

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

Es muy importante no dar todo hecho a nuestros hijos, sino que debemos enseñarles a
esforzarse y a trabajar para conseguir lo que quieren. Si se lo damos todo hecho, estos
serán incapaces de percibir el valor de los esfuerzos, no serán conscientes de lo que
cuesta lograr algo y cuando fracasen, no lo tolerarán, siendo incapaces de ver en qué
han fallado y corregir sus errores.

La mayoría de fracasos producen en nosotros una mezcla de emociones


perturbadoras, entre las que se incluyen la angustia, la tristeza y la ira. Por ello, es muy
importante que los niños aprendan a tolerar estas emociones, con el fin de alcanzar el
éxito. Tal y como afirma Martin Seligman en su libro, The Optimistic Child (El niño
optimista); para que su hijo experimente el control, es necesario que fracase, se sienta
mal y lo intente nuevamente en forma repetida hasta alcanzar el éxito. Ninguno de
estos pasos puede evitarse. El fracaso y el sentirse mal constituyen la base del éxito y
del sentirse bien.

No obstante, en actualidad, a muchos niños no se les enseña a tolerar las emociones


negativas asociadas al fracaso.

2.2.7 El poder de las emociones

Mediante el estudio de otras especies, así como del desarrollo evolutivo de las
emociones humanas, sabemos que las emociones y los sentimientos cumplen toda una
serie de propósitos determinados con el fin de que un niño logre desarrollarse hasta
convertirse en un adulto feliz y con éxito.

No obstante, el desarrollo emocional de un niño no es nada sencillo, ya que puede


implicar hacerle sufrir toda una serie de problemas personales y sociales.

La mayoría de teóricos afirma que existe un conjunto de emociones básicas que


incluyen el amor, el odio, el miedo, el dolor y la culpa, y toda una serie de emociones
que surgen de esta base emocional.

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

Como seres humanos, tenemos la capacidad de mostrar cientos de matices


emocionales, pero lo que nos caracteriza es nuestra capacidad para reconocer y pensar
en las emociones que experimentamos.

La psicoterapia tradicional promueve la conciencia emocional como el vehículo


primario para el cambio de vida. Así, los pacientes hablan de lo que los hace sentir
enojados, tristes o culpables, y trabajan para transformar las situaciones que han
causado estos sentimientos. Estos también hablan de lo que les produce alegría, placer
y orgullo, y buscan formas de aumentar estos sentimientos. Hablar de sus sentimientos
es la forma más directa de comprenderlos y controlarlos.

La corteza, o cerebro pensante, nos permite tener sentimientos sobre nuestros


sentimientos, expresar dichos sentimientos a los demás y observar y aprender a partir
de la forma en que estos reaccionan ante ellos. Enseñar a los niños a comprender y
comunicar sus emociones afectará muchos aspectos de su desarrollo y éxito en la vida.
Asimismo, si uno no les enseña a comprender y comunicar sus emociones estos
podrían volverse innecesariamente vulnerables a los conflictos de los demás.

Para ello, nos serviremos de las siguientes pautas o indicaciones:

- Animar a nuestros hijos a verbalizar sus sentimientos, de modo que lo perciban


como una manera de enfrentarse a sus conflictos y preocupaciones y satisfacer
sus necesidades.
- Deberemos enseñar a nuestros hijos la importancia de escuchar de manera
activa, con el fin de ayudarles a desarrollar relaciones emocionalmente
gratificantes, tanto en la actualidad como en un futuro.

Sobre ello, y aunque resulta importante enseñar a nuestros hijos a hablar sobre sus
sentimientos y a escuchar atentamente los sentimientos expresados por los demás, las
investigaciones han descubierto que las palabras representan en realidad solo una
pequeña parte de la comunicación emocional, por lo que será realmente importante

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

toda la comunicación no verbal que se transmita mediante aspectos tales como la


mirada, los gestos, la postura corporal, el tono de voz, etc.

Además de tener la capacidad para expresar nuestros sentimientos y emociones, tal y


como afirmó Sigmund Freud, el control emocional juega un papel realmente
importante en el desarrollo emocional, ya que este constituye un punto de referencia
del desarrollo de la personalidad que define al hombre civilizado.

Freud consideraba que la personalidad de un niño en desarrollo se formaba a través de


dos fuerzas poderosas, una que busca el placer, y otra que trata de evitar el dolor y el
displacer. Los instintos primarios de la vida, representados por una estructura teórica
que él denominó el Ello, eran controlados por un centro moral, el Superyó, que era en
realidad la internalización de la autoridad paterna. Cuando los impulsos del Ello de un
niño le dicen que vaya a tomar una golosina del escaparate, su Superyó le recuerda
que tomar cosas sin autorización es algo malo. Si de todos modos toma la golosina, su
Superyó responderá castigándolo con culpa por sus acciones, lo que podría
manifestarse en formas espantosas, como pesadillas, enfermedades psicosomáticas y
ataques de pánico.

Con el fin de negociar entre sus impulsos y la amenaza de castigo, Freud postuló que el
niño desarrolla un Yo que actúa como intermediario o administrador emocional. El Yo
se convierte en la voz de la razón de un niño en desarrollo, una fuerza de adaptación
que le permite obtener lo que desea de una manera socialmente adecuada. De este
modo, y en el ejemplo expuesto, para obtener su golosina, el niño podría esperar hasta
la cena y pedir la golosina como postre, llevar a cabo una tarea doméstica inesperada y
esperar su recompensa, o simplemente pedir lo que quiere y explicarles a sus padres
que una golosina podría mejorar un poco su día. Freud creía que cuánta más
conciencia de sus diversas opciones y ponderarlas, pudiera tener un niño, más
probabilidades tendría de tener éxito en sus metas.

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

Los terapeutas y asesores que ayudan a los niños a desarrollar el control emocional
siguen tratándolos sobre la base de estas mismas suposiciones, a saber, que para
ayudar a un niño a dominar sus pasiones inconscientes, uno debe ayudarlo a
desarrollar mecanismos de control del Yo, incluyendo el insight, la planificación, el
retraso en la gratificación y la conciencia de los demás.

En el ámbito de la neurociencia, los neurocientíficos creen ahora que nuestras


emociones se transmiten y controlan a través de un sistema de comunicación en el
cerebro que tiene la velocidad del rayo y está dominado por el tálamo, la amígdala y
los lóbulos frontales de la corteza, con el apoyo de una variedad de otras estructuras
cerebrales y glándulas que envían información en forma de elementos bioquímicos al
resto de cuerpo. Judith Hooper y Dick Jeresi, en su libro The 3 Pound Universe (El
universo de tres libras), comparan el tálamo con el centro de control de vuelos del
aeropuerto de O’Hare de la siguiente manera: ninguna señal de los ojos, oídos u otros
órganos sensoriales puede alcanzar la corteza sin pasar a través de él.

Con ello, establecen que la información sensorial, ya sea en la forma de una voz dura o
seductora, es canalizada por el tálamo hacia diferentes áreas de nuestro centro
cerebral más elevado; la corteza, donde le damos algún sentido. Los lóbulos frontales
de la corteza parecen ser particularmente importantes en el control emocional, y
muchos científicos creen que ese es el sitio de la conciencia de sí mismo.

No obstante, no toda la información pasa directamente del tálamo a la parte pensante


del cerebro, y es que una parte de ella también va a la amígdala, considerada el
administrador residente del cerebro emocional. La amígdala interpreta una
información sensorial variada y reacciona ante ella mucho más rápidamente y, con
menos precisión, que la corteza, pudiendo provocar una respuesta emocional mucho
antes que el cerebro pensante haya resuelto qué hacer.

Frente a situaciones emocionales realmente intensas, la amígdala activa un nervio


conectado con la glándula suprarrenal que secreta las hormonas epinefrina y

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

norepinefrina para poner el cuerpo en estado de alerta. Estas hormonas, a su vez,


activan el nervio vago el cual envía señales nuevamente hacia la amígdala.

La amígdala es capaz de experimentar el aprendizaje emocional y la memoria


emocional, que pueden ser algo totalmente aparte del aprendizaje consciente y la
memoria consciente que se producen en la corteza.

Los neurocientíficos como Joseph LeDoux creen que la memoria emocional del
cerebro, que es distinta de la memoria cognoscitiva más familiar, puede explicar la
razón por la que los traumas de la infancia pueden afectarnos como adultos, aunque
no podamos recordarlos de manera consciente. Los recuerdos emocionales, tales
como sentirnos abandonados cuando nuestros llantos no eran respondidos con la
suficiente rapidez, se encuentran almacenados en la amígdala sin el beneficio de las
palabras o incluso de las imágenes conscientes pero, de todos modos, pueden
desempeñar un papel importante en nuestra forma de sentir y actuar.

Comprender los aspectos neuroanatómicos de las emociones nos permite ver que
existen dos sistemas por medio de los cuales los niños aprenden el control emocional.
Aunque la teoría de Freud refleja su comprensión intuitiva de cómo la parte pensante
del cerebro maneja las emociones, este no percibió el significado del cerebro
emocional, que es capaz de pasar por alto completamente la parte pensante. De esta
manera, cuando estimulamos lo que Freud denominaba las fuerzas del Yo del niño, lo
que realmente activamos son funciones corticales (pensantes) del cerebro, pero
descuidamos el sistema complejo del cerebro emocional, que desempeña un papel
mucho más significativo en el manejo de emociones fuertes.

En la enseñanza del control emocional de los niños, ello implica que, hablarles para
ayudarles a desarrollar la percepción de sus sentimientos, no resulta suficiente. Hablar
pone en marcha los centros de control en la parte pensante del cerebro, pero produce
un impacto relativamente reducido sobre el control emocional.

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FUNDAMENTOS EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD II

Así, para ayudar a un niño a controlar sus emociones, debemos proporcionar


soluciones emocionales. En definitiva, debemos educar tanto el cerebro emocional
como el cerebro pensante.

El problema emocional más común a que deben enfrentarse los niños hoy en día es,
sin duda, el control de la ira. Por lo que resulta imprescindible conocer de qué manera
les podemos ayudar a dominar esa emoción.

Por supuesto, la solución pasa por una reeducación emocional, por lo que son
necesarias las siguientes pautas:

- El control emocional, en especial el control de la ira y la agresividad, constituye


uno de los problemas emocionales más comunes de los niños de hoy el día.
- Partiendo de un punto de vista evolutivo, nuestra capacidad para enojarnos
rápidamente y pelearnos ferozmente ha asegurado nuestra supervivencia
como especie. No obstante, la ira y su expresión se han convertido en una
alternativa emocional realmente peligrosa.
- Por suerte, existen muchas formas de estimular la parte pensante del cerebro a
fin de ayudar a los niños a inhibir y controlar su ira
- Las técnicas de resolución de conflictos enseñan capacidades como la
negociación y la mediación, y deben formar parte de la educación de todos los
niños.

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