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Las políticas económicas del gobierno de Nicolás Maduro cada vez se alejan más de su
presunta premisa de «proteger al pueblo» y se dirigen más bien a exprimir sus finanzas y
obstaculizar su estabilidad económica.
Después de tres años de avance de la dolarización, la economía logró escapar del ciclo
hiperinflacionario en el que estaba sumergida desde 2017. Pese a la brutal contracción de la
actividad económica en 80% desde 2013, finalmente el venezolano parece haber encontrado
una diminuta bocanada de aire fresco con el cese de las regulaciones estatales, el esfuerzo de la
empresa privada para recuperarse y la libre circulación de divisas.
Todo este progreso se empieza a ver obstaculizado por nuevas políticas económicas
emanadas desde la dirigencia chavista, que insiste en imponer restricciones al mercado.
En esta ocasión, la Asamblea Nacional (AN) administrada por el chavismo elaboró y aprobó un
proyecto de reforma para la Ley de Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras,
que lejos de perjudicar a las operaciones «grandes» acaba por aplicarse para
prácticamente todas las transacciones cotidianas, especialmente aquellas que se concreten
en divisas o en criptomonedas.
En segunda instancia, la ley propone que, al hacer más económico el uso del bolívar con
respecto a las divisas, se fortalecerá gradualmente la moneda nacional.
Sin embargo, sus efectos podrían alejarse mucho de sus objetivos y generar más problemas
que soluciones. Los expertos consideran que la reforma será contraproducente.
Esto quiere decir que todos los pagos emitidos a entidades o personas tanto naturales como
jurídicas que sean considerados por la ley como «sujetos pasivos especiales», deberán
someterse a estos 2% y 3%, dependiendo de si pagan en bolívares o en dólares,
respectivamente.
El consultor tributario Héctor Orochena explicó que esta metodología afectará a «todos» los
contribuyentes, a todas las personas naturales, porque «la obligación es para que toda
aquella empresa o persona que le compre a contribuyentes calificados como sujetos pasivos
especiales».
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Como resultado, los establecimientos comerciales ajustarán los precios de sus productos
para arropar este impuesto en su estructura de costos. Los productos, entonces, serán
más costosos cuando se paguen en dólares.
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«Sin duda, se incluirá el nuevo impuesto dentro de las estructuras de costos. El comercio tendrá
que incrementar el precio para recuperar el impuesto al cual quedó obligado a pagar por recibir
divisas», razonó Orochena.
Claro está, el impuesto se afinca en los usuarios frecuentes de monedas extranjeras y podría dar
la impresión de que cubrirá solo a un porcentaje concreto de la población, pero no es el caso.
Según estudios de Ecoanalítica, alrededor del 70% de las transacciones que se hacen en el
país se concretan en dólares.
Hacia la informalidad
Las condiciones que impone la reforma ofrecen un marco ideal para el incumplimiento de la
norma. Los contribuyentes intentarán evitar pagar el impuesto y, en este contexto, podría
florecer la informalidad en las transacciones.
El economista Asdrúbal Oliveros, director de la consultora Ecoanalítica, opina que prelará la
informalidad en las transacciones con dólares, algo que no estimula la recuperación económica.
«Esta ley genera que los agentes económicos busquen protegerse, lo que va a profundizar
la informalización con respecto a la dolarización. Eso provocará el encarecimiento de los
precios por el desarrollo de mercados negros. Es un punto que no estimula la recuperación
económica», argumentó.
Durante estos últimos 22 años, Venezuela ha tenido una alta tasa de informalidad, pero en los
últimos años este fenómeno ha tenido mayor presencia. De acuerdo con la Encuesta de
Condiciones de Vida (Encovi), elaborada por el Instituto de Investigaciones Económicas y
Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), un 51,7% de la población laboral
ocupada se califica como «trabajador por cuenta propia», un sinónimo de las actividades
informales.
Orochena coincide en que la ley podría empujar a los contribuyentes a buscar los vacíos de la
norma para evitarla. En el sistema tributario actual, además, las transacciones con dólares son
especialmente difíciles de regular, por lo que las condiciones se dan para que se intente de
ignorar el impuesto.
«Si yo soy una persona natural de bajos ingresos puedo convencer al establecimiento de que no
me emita la factura para ahorrarme el 2,5% e incluso el 16% (IVA). El comerciante podría
verlo como una buena idea para ahorrarse el Impuesto Sobre la Renta. Este mecanismo y
cualquier otro de tipo tributario que signifique una carga importante para cualquier segmento de
la economía, tiende a estimular la informalidad», argumentó.
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nacionalidad
Durante 2021 hubo un leve repunte en la actividad económica. Aunque el crecimiento no fue
demasiado relevante —especialmente al considerar la masiva caída de 2020— creó
un escenario ideal para que inicie una trayectoria ascendente para la economía
venezolana, pero para lograrlo, el país necesita expandir sus sectores productivos en vez de
apuntar hacia la informalidad.
«Pretender que un país que se ha contraído 80% en los últimos ocho años pueda crecer
y alcanzar niveles de bienestar medianamente aceptables solo a través de la
informalidad es un error. Venezuela necesita expansión importante en la mayoría de sus
sectores, algo que solo puede darse a través de formalización y mediante políticas
públicas adecuadas», insistió.
Orochena se cuestiona cómo los contribuyentes deberán declarar esta alícuota del 3% «¿Acaso
luego de ir al banco, tenemos que ir a presentar una declaración y decir a la administración
tributaria que vamos a pagar el 3% porque compramos una mercancía y la pagamos en dólares?
Eso no tiene sentido y no va a pasar», infiere.
Por lo tanto, aplicar la norma implica una reestructuración de todos los sistemas de
facturación del país, con la finalidad de que incluyan la tasa del 2% y 3% adicional, y
programarlos de manera tal que deduzcan los montos respectivos si se paga en bolívares
o en dólares.
Muchos cuestionamientos surgen de un mecanismo así, pues ¿qué ocurre si medio pago se
efectúa en dólares y la otra mitad en bolívares? ¿La alícuota pesa sobre esa fracción que se
pagó en dólares o sobre el precio del producto entero? ¿Cómo evitar que se facturen las
transacciones en efectivo como si fuesen con bolívares? ¿En el caso de Zelle, cuyos registros
bancarios son exclusivamente en el extranjero? A estas preguntas, el oficialismo aún no tiene
respuesta.
«Tal y como está redactada la ley, se requerirá todo un aparataje reglamentario para establecer
los procedimientos que ha de aplicar la administración tributaria y los contribuyentes.
Probablemente las empresas tendrán que modificar sistemas, modos de facturación, cambiar
mecanismos de control interno para poder tener a la mano las herramientas de control que la
administración tributaria requiera», especuló Orochena.
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Estos cambios suponen otro problema, ya que las máquinas fiscales tienen un software
«blindado», que no puede modificarse a menos que sea la propia empresa que los fabrica.
La modificación requerirá de la coordinación entre el Seniat y el fabricante de estos sistemas
para implementar el nuevo mecanismo en todo el país.
Por su parte, Oliveros acota que tiene muchas dudas sobre el impacto que llegue a tener esta
ley, ya que aunado a las dificultades técnicas, la recaudación para el Estado no acaba por ser
demasiado relevante.
«Es una reforma que está basada en atajar principalmente unos 700 millones de dólares
que están depositados en los bancos, donde probablemente se podrá aplicar la ley. Fuera
de ellos hay cerca de 2.000 millones de dólares que posiblemente se muevan en la
estructura informal», remarcó.
Ante los pocos beneficios y las dificultades a nivel técnico, no puede descartarse un escenario
en el que la ley no se aplique. De hecho, ya el chavismo intentó pechar el dólar, con una
reforma de la Ley que Establece el Impuesto al Valor Agregado.
Aquel documento, publicado en la Gaceta Oficial Nº 6.507 del 29 de enero de 2020, establecía
una alícuota adicional comprendida entre 5% y 25% —cuya determinación dependía
nuevamente del Ejecutivo— aplicable a bienes y prestación de servicios en moneda extranjera
o criptoactivos.
Maduro debía emitir una providencia administrativa para fijar la tasa a aplicar entre ese
margen de 5% y 25%, pero nunca lo hizo y la reforma quedó en el olvido.
«No puede descartarse que incluso tras la aprobación de esta ley, su aplicación sea selectiva o
incluso el impuesto esté aprobado, pero no se aplique. Eso, por supuesto, eleva los temas de
credibilidad y vulnerabilidad de los derechos de los agentes económicos en Venezuela»,
concluyó Oliveros.
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