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Trabajo Práctico Legislación Laboral y Práctica impositiva

Lee los siguientes artículos y relacionarlos con lo dado en clase

10 MAY 2012 11:02h
IMPUESTOS
La AFIP anunció multas y clausuras para los restaurantes que no entreguen facturas homologadas
La Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) adelantó hoy que comenzará a sancionar con multas y clausuras a
los comercios y deliveries que entreguen a sus clientes comprobantes sin valor fiscal, en lugar de tickets o facturas.
Según el comunicado de la AFIP, la decisión apunta a evitar la evasión fiscal en el IVA: "Surge a partir de haberse
detectado gran cantidad de infracciones a las normas de facturación, mediante la utilización de las comandas, que en
ocasiones son entregadas a los consumidores como facturas de las operaciones realizadas".
El organismo recaudador recordó la obligación de emitir tickets o facturas a través de los controladores fiscal homologados
y advirtió sobre la proliferación de facturas hechas con "impresoras distintas a las autorizadas por la AFIP con el objetivo de
no declarar sus ventas

La evasión fiscal y las malas costumbres


30/11/10 - 01:11
Por NELSON FREYRE 
La Ley es pareja para todos. ¿Será así? Es bastante dudoso, ya que es aplicable según sea “la cara del cliente”. En el caso
de la AFIP actúa con seguridad, pero a veces no con premura. Actúa contra ciertos comerciantes y no contra otros. Los
quioscos, que no emiten facturas, son castigados con multas apreciables mientras otros, no. Los profesionales, que tienen
alto nivel intelectual son los más evasores. Tenemos los contadores, que han sido preparados para liquidación de
impuestos, algunos se especializan en “engañar” a la AFIP. Los abogados y los médicos, en su mayoría, tienen personal en
forma ilegal. 
1.03.2012 | La profundización del modelo
Por más impuestos para los ricos
Matías Garfunkel

La eliminación de los beneficios a la renta financiera permitiría al Estado recaudar


al menos 4879 millones de pesos más por año, sin que esto implique aumentar las tasas, tal cual se desprende del
Presupuesto 2012. Con ese dinero se les podría pagar a más de un millón de chicos la Asignación Universal por Hijo
durante un año. Y si se gravara la compra-venta de acciones privadas, ese número se multiplicaría por tres,
aproximadamente.

La Argentina necesita una transformación de fondo sobre su sistema tributario para que las políticas de Estado puedan ser
pensadas a largo plazo y que el proceso de transformación iniciado en 2003, fundado sobre un modelo de recaudación,
profundice la redistribución del ingreso.
Personalmente, admiro a aquellas personas multimillonarias con una clara responsabilidad social y que claudican por el
aumento de los impuestos, desde su situación personal de privilegio, en lugar de ser meros espectadores. Personas
dispuestas a asumir un fuerte compromiso social. De alguna manera, sería devolverle a la sociedad todo lo que nos
permitió cosechar, siendo los casos más resonantes los de Bill Gates, Warren Buffet o George Soros, que no sólo piden que
se les aumenten sus impuestos sino que además tienen un gran compromiso con la sociedad mundial y las políticas
humanitarias, no sólo en sus países de origen sino que, con sus fundaciones, ayudan a personas en todos los rincones del
planeta.
 ¿Por qué no podemos soñar con que, en esta nueva Argentina, las cosas cambien? ¿Por qué los que más tenemos estamos
exentos de pagar renta financiera? ¿No sería maravilloso que los que más tenemos o ganamos también seamos los que
más paguemos?
 Hoy el dinero que se genera en la colocación de moneda a plazo fijo, títulos públicos y compra-venta de acciones no
tributa impuestos. Y si a eso se le sumasen las transacciones de acciones privadas, la recaudación podría ser muchísimo
mayor.
 A simple modo de ejemplo, si una persona se compra un departamento y lo vende con una ganancia, debe tributar el
Impuesto a las Ganancias. Ahora, si dicho departamento estaba bajo una sociedad, y se compra la sociedad con el inmueble
dentro, está exento. Es decir, si una persona se compra un inmueble en 100 mil pesos y lo vende en 200 mil pesos,
tributaria 35 mil pesos en concepto de ganancias. Pero si un multimillonario se compra un campo de 20 millones de pesos
bajo una sociedad y vende en 30 millones de pesos dicha sociedad, tributa cero en concepto de ganancias.
Intrínsecamente, hay algo que está mal en detrimento de la sociedad en su conjunto.
 En 1972, el economista liberal James Tobin lanzó la idea de un gravamen sobre las transacciones financieras. Tobin
buscaba “arrojar granos de arena en el engranaje de la finanza internacional” y frenar así el incremento de la especulación
a corto plazo. El porcentaje de la tasa oscilaba entre el 0,05 y el 0,2 por ciento. El economista estadounidense recibió el
Nobel de Economía en 1981, pero su idea nunca fue verdaderamente llevada a la práctica. Sin embargo, ante la nueva crisis
del sistema, el proyecto toma relevancia en los países más importantes.
Por qué no plantear una reforma tributaria a largo plazo, que contemple una redistribución de la riqueza. En forma
inequívoca y verdadera. Con justicia e inclusión social. Donde se pueda diferenciar bien los impuestos colectivos (cigarrillos,
combustibles, etcétera) de los individuales (a la riqueza).  Donde, de alguna manera, aquellas empresas que tienen grandes
ganancias sepan que si no se reinvierte un alto porcentaje de las mismas en generar nuevos puestos de trabajo el Impuesto
a las Ganancias es del 50% en vez del 35% actual.
 Y si llegara a prosperar la idea de gravar las transacciones de compra-venta de acciones, estos números serían aun
muchísimo más beneficiosos para el Estado Nacional.
 A diferencia de una gran porción de los trabajadores o de los comerciantes, los financistas que operan con bonos, acciones
o invierten su dinero en un plazo fijo no pagan ningún tipo de impuesto. El gobierno podría recaudar más de 4900 millones
de pesos si efectivamente fuera gravada la compra-venta de títulos públicos y las inversiones en plazos fijos. Y mucho más
si se gravan también a las transacciones que involucren compra-venta de acciones como sucede en los Estados Unidos,
Chile o Brasil.
 Si quisiéramos ser más ambiciosos, podríamos suprimir dos gravámenes que son injustos, el impuesto al cheque y al
patrimonio (ya que este se debe pagar, se gane o se pierda dinero), y suplantarlos, como en otros países, con un impuesto
a la herencia a los más ricos. Tal es el caso de países como los Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón, España, Francia, Suecia,
etcétera. Sin embargo, no sólo se encuentra en los sistemas tributarios de países desarrollados, sino también en algunos
más próximos a esta región y con características similares a las de nuestro país, por ejemplo: Brasil, Uruguay y Chile.
Asimismo, la Argentina ha sabido pertenecer a este grupo de países durante un largo período que finaliza en 1976, cuando
el impuesto es derogado definitivamente a partir de una ley impulsada por el ministro de Economía del gobierno de facto
José Alfredo Martínez de Hoz.
 Sin embargo, creo que la sociedad vería con beneplácito la reincorporación de dicho impuesto. A modo de ejemplo,
podríamos decir que el primer millón de dólares está exento, y por encima de eso se paga el 35% de impuesto. O hasta el
50%, como sucede en los Estados Unidos. Lo mismo podría suceder con quienes ganan mas de un millón de dólares por
año: en vez de pagar el 35% de Ganancias, se podría elevar al 50%, y bajar el IVA del 21 al 18 por ciento. En fin, que seamos
los que más tenemos quienes más paguemos.
 Creo que la situación económica mundial, con la debacle financiera de los mercados europeos y americanos, y ya que otros
países de la región lo han hecho exitosamente, podría ser buen momento para implementar y grabar la renta financiera. La
gente no va a dejar de comprar y vender acciones públicas por el hecho de que estén gravadas de Ganancias. No impacta
en las decisiones de inversión.
 En una entrevista a el economista Jorge Gaggero publicada por el matutino Página/ 12 el 11 de julio de 2009, el
especialista explica en uno de sus trabajos sobre la reforma tributaria pendiente que los intereses bancarios se dejaron de
gravar en 1977. “De modo coincidente con la sanción de la Ley de Entidades Financieras aún vigente”, indica como
imprescindible referencia histórica, al tiempo que señala que “esta exención, junto con las que benefician a las restantes
inversiones financieras especulativas de las personas, constituye un caso único entre los países de desarrollo intermedio”.
Destaca que Chile y Brasil gravan estas rentas. Consciente de las restricciones políticas antes mencionadas, Gaggero sugiere
que “un modo de facilitar la reintroducción de este gravamen es hacerlo junto con la reducción del impuesto al cheque”.
 Las Obligaciones Negociables (títulos de deuda que emiten empresas) y otros instrumentos financieros del sector privado
están exentas sus rentas y resultados de compra-venta. Lo mismo sucede con los títulos públicos, que incluso contienen
cláusulas de estabilidad tributaria. El objetivo declarado para imponer estas exenciones fue el de promover el ahorro
interno, lo cual –visiblemente– no ha sido alcanzado. En los hechos, ningún país ha obtenido ventajas en el ahorro interno
por esta vía.
 Si logramos una reforma tributaria que abarque a la renta financiera, estaría en línea con el actual modelo productivo. En
ese sentido, sería indispensable aplicar el Impuesto a las Ganancias para la compra-venta de paquetes accionarios de
personas físicas y jurídicas. Esta medida “eliminaría una situación de fuerte inequidad vertical mediante la reinstalación de
una imposición que estuvo vigente entre 1946 y 1989”.
 De esa manera, se evitarían mecanismos de elusión que hoy son aprovechados por los propietarios de los holdings para
vender sus activos, ya que si la venta la realiza la empresa paga el Impuesto a las Ganancias. El objetivo, además de
aumentar la recaudación, sería mejorar la progresividad y equidad del sistema tributario.
 Un impuesto, para ser cobrado y luego redistribuido, necesita de dos partes cada vez: primero, de quien lo paga y de quien
lo cobra, y luego, de quien lo devuelve a la sociedad y de quien lo recibe. Ahora bien, si una de las partes que opera en
dicha transferencia es encasillada dentro de una serie de prevalores negativos, como lo es en este caso el Estado, es fácil
concluir que los objetivos que se persiguen con dichas transferencias (aumentar el nivel de recaudación, mejorar la
distribución de la riqueza, etcétera) no serán conseguidos. Por lo tanto, en este caso, agregar un nuevo impuesto nunca
podría ser una buena medida.
 El Estado debe cumplir con determinadas funciones que lo caracterizan como tal, independientemente de la competencia
de los gobernantes de turno en cuanto a su realización. Nos encontramos, entonces, con dos niveles de discusión
totalmente distintos e independientes: la función del Estado y la gestión de gobierno. Este punto puede resultar algo trivial,
pero es importante detenerse en él debido a que mezclar estas dos esferas puede llevar a la confusión de pretender
restringir las funciones que conciernen a cualquier Estado moderno, a raíz de la eventual “torpeza” de quienes lo
gestionan. Una vez aclarado esto, se entiende que queda fuera de la discusión la posibilidad de que el Estado no sea el
encargado de redistribuir la riqueza arguyendo que existe el riesgo de que el gobierno sea un mal administrador. Por el
contrario, una de las funciones esenciales del Estado es precisamente la redistribución del ingreso.
 Siguiendo con la misma línea argumentativa, el Estado es visto como un agente totalmente externo a la sociedad, negando
de este modo su función de garante de las relaciones económicas y sociales. Incluso, en ocasiones se caracteriza a la
intervención estatal como “artificial” oponiéndola implícitamente a lo “natural”, atributo que quedaría reservado para el
mercado en su estado puro.
 Sin embargo, los impuestos en sí no son otra cosa que la retribución al Estado como un pago por el retorno de los servicios
brindados. Según ese enfoque, el Estado puede considerarse como un “socio silencioso” en los negocios de cada
ciudadano, sin cuya protección y amparo sería imposible desarrollar las actividades que permiten la acumulación de
riqueza privada. Por lo tanto, cuando la sociedad se disuelve por la muerte de uno de los miembros, el Estado, como socio,
tiene derecho a una porción del capital. La esencia de este argumento simplemente da cuenta de las íntimas relaciones
entre la esfera privada y la pública; es decir, entre los individuos y el Estado.
Si nos detenemos a analizar el punto más de cerca, podremos observar que la mera existencia del Estado como
organización humana implica su reproducción material. Este tiene necesidades materiales análogas a las de los individuos,
inherentes a su propia existencia que posibilitan su “vida”, su funcionamiento a lo largo del tiempo. Sin embargo, la forma
en que se provee de recursos es distinta a la de los individuos u empresas pues cuenta, como fuente principal de
financiamiento, con la capacidad de cobrar impuestos.

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