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Florencia Levín
Humor gráfico
Manual de uso para la historia
Levín, Florencia
Humor gráfico : manual de uso para la historia . - 1a ed. - Los Polvorines :
Universidad Nacional de General Sarmiento, 2015.
119 p. ; 21x15 cm. - (Comunicación, Artes y Cultura)
ISBN 978-987-630-203-6
Impreso en Docuprint S. A.
Calle Taruarí 123 (C1071AAC) Ciudad de Buenos Aires, Argentina,
en el mes de abril de 2015.
Tirada: 500 ejemplares.
Índice
Prólogo ............................................................................................. 9
Introducción ................................................................................... 13
Oscar Steimberg
introducción
Florencia Levín
caPÍtulo 1
Hacia una conceptualización
GHOKXPRUJUi¿FR
1. De géneros y genealogías
2 Es fundamental destacar que tomo estos dos términos como originarios aun
cuando su etimología es compleja y se anuda con una gran diversidad de términos
provenientes del latín y el italiano, cuyos derroteros no estaría en condiciones de
trazar. Asimismo, los utilizo para denominar los dos géneros que intento delimitar.
3 Esta sería, al decir de Javier Coma, una acepción “rigurosa” del término, ya que,
como todos los términos que estamos revisando, el de cartoon ha adoptado sentidos
poco precisos en virtud de su significado amplio de “dibujo”. En efecto, se conoce
como cartoons a los dibujos animados cinematográficos, a los chistes ilustrados y a
las caricaturas (1977: 47).
4 Para E. H. Gombrich, el retrato caricaturesco consiste en la deformación
cómica de la cara de una víctima. Retomando las palabras de Filippo Baldinucci (siglo
xvii), define a la caricatura como un “método de hacer retratos en el que [pintores y
escultores] aspiran al mayor parecido posible del conjunto de la persona retratada,
aunque, para divertirse, o a veces para burlarse, aumentan y destacan desmedidamente
&DStWXOR+DFLDXQDFRQFHSWXDOL]DFLyQGHOKXPRUJUi¿FR 19
los defectos de las figuras que copian, de modo que el retrato en conjunto parece ser el
modelo mismo, mientras que los componentes están cambiados” (1979: 296).
5 Aun cuando, ciertamente, existen comics descriptivos, son tan fuertes las
estructuras narrativas que son activadas ni bien el lector se encuentra ante un comic
que, como argumenta Anne Magnusen, aun cuando este se disponga a leer un comic
no narrativo, tenderá a leerlo narrativamente. De acuerdo con estas estructuras, dice
la autora, el lector de comics intentará crear una coherencia global entre cada viñeta
a partir de inferencias en relación con las acciones, tiempos y espacios que componen
el relato (2000: 198-199).
6 Se trata de publicaciones específicas del género. Los primeros comic books
aparecieron en los Estados Unidos hacia los años 40 del siglo xx. Según Oscar
Steimberg, “se diferencian de las revistas del género por la supresión de la variedad
de las creaciones incluidas (habitualmente solo trae una o dos por número) y por la
organización gráfica general, destinada a apoyar o adornar la comunicación de esa
historieta única o casi única” (1977: 111).
7 Abreviatura de fanatic magazine (revista de aficionados). Se trata de revistas
alternativas de la contracultura, realizadas de modo independiente, generalmente
rudimentarias, cuyos autores suelen ser al mismo tiempo los editores y distribuidores.
Los fanzines escapan a los circuitos comerciales de distribución y, dado que no son
rentables, suelen sostenerse con aportes o esfuerzos de los propios autores-editores.
Los fanzines se asocian con la contracultura y se suelen aprovechar como “lugares de
experimentación, para un público al que no lo conforman los cánones tradicionales”
(Gociol y Rosemberg, 2001: 51).
8 Esta historia está contada en el capítulo 3.
20 Florencia Levín
9 Por estos motivos es necesario prestar atención a cómo estas categorías son
empleadas por la bibliografía especializada. Así, por ejemplo, se verá que algunos
autores restringen el término comic a las tiras que incorporan humor, y reservan el
de historieta (o alguna de las versiones específicamente nacionales) para designar al
género en su nivel más “abarcador”, de modo tal que el comic sería tomado como un
subgénero de la historieta (ver, por ejemplo, Birmajer, 1988). Otros autores, en cambio,
utilizan ambos términos indistintamente (siendo historieta sinónimo o traducción de
comic) para referir de modo amplio y genérico tanto a las tiras de humor como a las
de acción, aventuras, ciencia ficción, terror, etc. Pablo De Santis, por ejemplo, emplea
el concepto de historieta como sinónimo del de comic para referir tanto a las “tiras de
humor” como a las “tiras de aventuras” (1998: 17).
10 En lo que sigue, tenderé a hablar de comic para referir a las producciones
estadounidenses, hablaré de historieta para referir a las argentinas, y en todos los
casos que sea pertinente respetaré los términos tal y como son empleados por los
autores referenciados.
&DStWXOR+DFLDXQDFRQFHSWXDOL]DFLyQGHOKXPRUJUi¿FR 21
11 Más aún, muchas veces la producción de una historieta supone una división
del trabajo más específica. Es frecuente, por ejemplo, que se encarguen distintas partes
del dibujo a diferentes dibujantes (fondos, personajes, escenografías, etc.). Otras
veces, incluso, las series se mantienen a pesar de que cambie su dibujante principal.
De ahí que sea habitual contratar a un dibujante para que trabaje “al estilo” de otro
(Gubern, 1981: 91).
12 Como aseveran Martignone y Prunes, el prestigio del que gozan los “humoristas”
suele ser inmensamente mayor que el que recae en los historietistas. Así, mientras el
trabajo de los “humoristas puede ser discutido por filósofos, semiólogos, psicólogos y
teólogos […] o provocar cada tanto un escándalo político nacional, ninguna historieta
de superhéroes es noticia a menos que sea llevada a la pantalla de cine” (2008: 26).
22 Florencia Levín
+XPRU\KXPRUJUi¿FR
13 El dibujo sin palabras, dirá Violette Morin, contiene una mayor invención
de estilo que el dibujo que alterna con la palabra: su comicidad está más realizada
porque es enteramente visualizada. Por sí solo, el trazo únicamente puede restituir,
y por lo tanto establecer, una disyunción, contenidos inmediatamente perceptibles
como situaciones estereotipadas por la ciencia, las costumbres, los hábitos, la moda.
En cambio, para sondear lo inhabitual psicológico, político, sociológico, generalmente
la escritura explicativa sustituye a la imagen compensándola (139).
14 Esta precisión no es de Masotta, quien habla en términos generales de
“historieta”.
15 Estas ideas de Masotta son retomadas y ampliadas en el capítulo 6.
24 Florencia Levín
(OKXPRUJUi¿FRFRPRGLVFXUVRVRFLDO17
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8QOHQJXDMHDOWDPHQWHHVWDQGDUL]DGR
18 Del griego phullakterion: pequeña caja atada a una venda fija alrededor de la
cabeza o el brazo. Los hebreos guardaban en ella fragmentos de los pergaminos en los
que estaban inscriptas las plegarias (Fresnault-Duruelle, 1970: 182).
30 Florencia Levín
3ULQFLSDOHVUHFXUVRVH[SUHVLYRV
0RQWDMH\HVWUXFWXUDQDUUDWLYDGHOcomic24
24 En este caso, vale la pena utilizar el término comic, ya que incluye a las tiras
de humor.
25 Idea elaborada a partir de Steimberg, 1977: 111.
38 Florencia Levín
26 Son muchos los ejemplos que dan cuenta de los trastornos narrativos que
produce un cambio de formato en un comic (entre distintos tipos de formatos de
diarios y/o entre distintos formatos de comic books o álbumes). Un ejemplo interesante
puede verse en el mencionado ensayo de Umberto Eco sobre Steve Canyon, en el que
se demuestra cómo estos cambios alteran el ritmo y los clímax narrativos (Eco, 2001).
27 Elipsis: “Figura retórica que consiste en omitir un elemento del discurso, que
puede ser fácilmente supuesto o sobreentendido por el destinatario del mensaje”
(Gubern, 1974: 143).
Capítulo 2. El lenguaje del comic y el cartoon 39
psicológicos), pero, más raramente, como insertos objetivos del autor, para
documentar al lector acerca de un hecho pasado o anunciándole lo que va
a ocurrir” (Gubern, 1974: 67-68). Casi todas estas modalidades de articu-
lación entre viñetas, salvo la llamada articulación de espacios contiguos,
son características típicas del comic de aventuras, y son prácticamente
inutilizadas por la historieta humorística.
/RVSURFHVRVGHVLJQL¿FDFLyQHQHOcartoon
identificar a cada político con un animal, más allá del contexto particular
y la relación entre ambos) (Morris, 1993: 200).
Junto a los procesos de condensación y combinación, Morris propo-
ne el de oposición, por medio del cual la complejidad de un problema o
suceso es reducida a una oposición binaria, denominada domesticación,
que refiere al tratamiento de lo remoto por medio de cuestiones concretas
y familiares al lector. A todos estos procesos, Josh Greenberg propone
sumar además el de transferencia, que refiere a los modos implícitos a
partir de los cuales se absuelve a los actores del cartoon de sus acciones
o comentarios absurdos, desplazando la culpa a otros, generalmente un
actor no visible (2000).
Ahora bien, si encaramos la cuestión del vínculo entre el discurso del
cartoon y aquellos discursos a los cuales refiere, podemos distinguir, de
la mano de Oscar Steimberg, dos tipos de operatorias retóricas opuestas:
la de la sátira y la del pastiche. En la sátira prima una operación de des-
calificación o agresión a un tercero (diferente al enunciador y al enun-
ciatario supuesto por el contrato de lectura), mientras que en el pastiche
toma la escena algún dispositivo lúdico con el intertexto de referencia
(2001: 8). De este modo, mientras que la sátira asienta esa condición
hipertextual en la objetivación de los enunciados de un tercero, en el
pastiche, aun cuando también se juega con textos (verbales y visuales)
ya circulados por la cultura, “se prioriza su emplazamiento en el régi-
men lúdico por sobre la crítica o el documento, lo que inevitablemente
atenúa, complica o suprime el efecto de confrontación”, de modo que la
hipertextualidad se ve afectada “por el crecimiento de la función poética
del texto por sobre la referencial”, y por el juego de la “representación y
la conceptualización, que se aparta también del señalamiento valorativo
y polémico” (Ibíd.: 8-9).
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+LVWRULDV\JHQHDORJtDV
35 Ver, por ejemplo, Acevedo (1984), Barbieri (1993), Coma (1978), Gasca (1966),
Gubern (1974 y 1981), Steimberg (1977), etc.
46 Florencia Levín
36 Richard Felon Outcault estudió bellas artes en París, y en 1894 fue contratado
por Morrill Goddard, responsable del diario dominical World, para realizar dibujos
científicos populares. Entre sus obras se destacan, además del mencionado personaje,
“Hogan’s Alley”, una viñeta que lanza el New York World en 1895 que describe la vida
cotidiana de un barrio proletario de Nueva York, cuyo protagonista es un niño orejudo
y pelado vestido con un largo camisón del que asoman solo su cabeza, manos y pies, lo
cual fue la primera versión del famoso Yellow Kid (Gubern, 1981: 20).
Capítulo 3. La historia del comic y el cartoon 47
37 De ahí el origen del término “prensa amarilla”, para referir a los diarios
sensacionalistas (Steimberg, 1977: 29).
38 En ese entonces, existía en los Estados Unidos una gran variedad de periódicos
humorísticos (196 títulos entre 1800 y 1900), a los que poco a poco se fueron agregando
ilustraciones. De modo que la inclusión de imágenes en los periódicos no era nueva.
Incluso, en la prensa no humorística, hay antecedentes muy anteriores: en 1823 el New
York Mirror fue el primero en incorporar ilustraciones (Gubern, 1981: 28).
48 Florencia Levín
propio Outcault adoptó un poco más adelante sin abandonar los recursos
ensayados previamente) (Gubern, 1981: 17-21).
De acuerdo con Oscar Steimberg, otro hito importante en el nacimien-
to del género fue la publicación de Mutt (luego, en la clásica pareja con
Jeff), primera historieta en tira simple de tres o cuatro cuadros, conse-
cuencia del objetivo de aumentar la lectura de la página de carreras de un
diario estadounidense –ciertamente, Mutt era un carrerista– (Steimberg,
1977: 29). De acuerdo con este mismo autor, en aquellos momentos el
gran periodismo estadounidense estaba inventando no solo los lengua-
jes del periodismo “sino también las orillas del lenguaje periodístico,
mediante las cuales el periódico se aseguraba la relación con otros
lenguajes sociales y presentaba a sus lectores ese necesario parpadeo
que todo medio de comunicación masiva debe tener en términos de su
propio lenguaje y de su apertura hacia otros. Esto es lo que sucedió por
primera vez en la historieta estadounidense” con la aparición de Yellow
Kid (Steimberg, entrevista en Odile Baron Superville, s/f, s/p). Y es lo
que después comenzó a ser adaptado como costumbre en otros países.
De hecho, en Gran Bretaña, Francia, España e Italia fue recién en los
años 60 del siglo xx que la producción autóctona comenzó a editar sus más
célebres producciones. Hasta el momento, la mayor parte del consumo
había sido abastecido con la importación de las tiras estadounidenses,
muchas veces adaptadas al público infantil. En Gran Bretaña, muchos pe-
riódicos comenzaron a imitar a los estadounidenses insertando tiras diarias
a partir de la Primera Guerra Mundial (como es el caso del Daily Mirror,
el Daily Express y el Daily Sketch), y pronto desarrollaron una producción
local de cierta envergadura. Por su parte, la producción franco-belga, salvo
algunas excepciones como el caso del célebre Le Proffesseur Nimbus, hasta
los años 60, en donde aparece, por ejemplo, la célebre Barbarilla, dirige su
producción fundamentalmente para el público infantil. Algo similar ocurrió
con la producción italiana, luego famosa por las célebres obras de Hugo
Pratt y Guido Crepax (Coma, 1978: 193 y subs.). En cuanto al caso español,
lo destacable es que como Barcelona permaneció hasta enero de 1939 al
margen de la conquista franquista, pudo mantener mayores conexiones
con el mundo exterior, y fue hasta ese momento el seno de la recepción
de comics estadounidenses, pudiendo desarrollar una producción local
durante los años 40, hasta que el franquismo aniquiló esas y otras formas
de expresión y censuró la producción estadounidense importada, la cual
muchas veces debió sufrir modificaciones en su contenido para poder
circular localmente (Birmajer, 1988: 127).
Capítulo 3. La historia del comic y el cartoon 49
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(VWDQGDUL]DFLyQFHQVXUD\H[SRUWDFLyQ
'HOPHUFDGRGHOHQWUHWHQLPLHQWRDODSURSDJDQGDSROtWLFD
Pelayos (1937), con clara intención ideológica. Con ese propósito también
nació, en 1938, Chicos, y luego, Roberto Alcázar, cuyo personaje, además
del significativo apellido, tuvo un rostro inspirado en José Antonio Primo
de Rivera (fundador de la Falange) (Gubern, 1974: 27).50
Finalmente, si volvemos a los Estados Unidos, encontramos que la
politización del comic fue también allí sumamente visible a raíz de la
Segunda Guerra Mundial, aunque ya había habido algunos antecedentes
en el marco de la Primera.51 Al igual que las películas de Hollywood, los
comics se convirtieron en una poderosa arma de propaganda, lo que se
hizo evidente en la militarización de varios de sus personajes. En 1941,
Joe Palooka (boxeador robusto y generoso creado diez años antes por Ham
Fisher) aparecía en las páginas del New York Mirror pidiendo la interven-
ción estadounidense en la guerra, mientras que desde el New York Sun el
comandante Don Winslow of the Navy (de Carl Mammond) estimulaba el
reclutamiento en el cuerpo de marines; Terry Lee (de Milton Caniff) trocaba
sus aventuras contra piratas asiáticos en luchas racistas contra japoneses,
y Secret-Agent X-9 pasaba de la persecución de delincuentes a la caza de
espías alemanes (Gubern, 1974: 27-29).
El ataque japonés a Pearl Harbor agudizó este fenómeno, que se hizo
masivo en la irrupción en diversas historietas de tenientes de aviación,
paladines de la lucha anticomunista, héroes de la guerra contra los japo-
neses. Entonces, muchos superhéroes de los comic books reorientaron su
violencia hacia los nuevos objetivos políticos (lo que le valió a Superman
ser tildado de judío por el ministro de propaganda nazi, Goebels), e incluso
nacieron nuevos personajes, como Captain America, especialmente para
combatir contra el Eje (1941). Incluso, personajes difíciles de sustraer
de su ámbito territorial específico, como Tarzán, recibieron al enemigo a
domicilio (Gubern, 1974: 30; Coma, 1978: 161).
De este modo, se inauguró en el comic estadounidense la tradición bélica
mezclada con motivos racistas, que se extendió luego a los conflictos de
Corea y Vietnam y que adquirió un tono característico durante los años de
la Guerra Fría (Gubern, 1974: 31-32). Junto con las motivaciones políticas,
la difusión de propaganda anticomunista en estos comics se debió a que,
50 Sobre los vínculos entre el género y los regímenes fascistas y totalitarios puede
consultarse Carabias, 1973; Martín, 2002; Pelloile, 2006; Segado Boj, 2006 y 2007;
Sarría Buil, 2007, entre otros.
51 Esto puede apreciarse, por ejemplo, en la ya mencionada Mutt y Jeff, o en la
tira de Knerr, The Katzenjammer Kids, que junto con su doble, Hans y Fritz, de Rudolph
Dirks, muestran un declarado rechazo a la germanización, en un contexto de arribo
masivo de inmigrantes alemanes a los Estados Unidos (Coma, 1978: 157-160).
58 Florencia Levín
52 Sin embargo, desde muchas décadas atrás el género había sido utilizado
como arma de lucha y propaganda ideológica por sectores radicalizados en contra de
la expansión capitalista. Al respecto se puede consultar, por ejemplo, Cohen (2007),
donde se analiza la política de masas de “radicalismo popular” durante las dos primeras
décadas del siglo xx y sus vínculos con los cuestionamientos y desafíos al capitalismo
en los Estados Unidos, a partir de publicaciones proletarias y socialistas que apelaron
a la recreación de valores anticapitalistas en conjunción con series reconocibles de
íconos con el objetivo no solo de provocar la risa sino, fundamentalmente, con objetivos
ideológicos y doctrinarios.
caPÍtulo 4
+XPRUJUi¿FRHKLVWRULHWDHQOD$UJHQWLQD
$QWHFHGHQWHV
0DJD]LQHV\UHYLVWDVKXPRUtVWLFDV
Copi y Constantini, entre otros), que aportaron una mirada más intelectual
y un mayor grado de sofisticación que las halladas en las páginas de Rico
Tipo y Patoruzú. Asimismo, se asentaron humoristas consagrados, como
Oski y el propio Landrú.57
Tía Vicenta supuso el regreso protagónico del humor político, aunque
de orientación oficialista, que toleró y se acomodó fácilmente a la cre-
ciente presencia de los militares en la escena política. De larga tradición
antiperonista, anticipado profesionalmente por su desempeño en Cascabel
y demostradas ansias de vincularse con las altas esferas del poder, Landrú
condujo su emprendimiento sin comprometerse explícitamente con ningún
grupo o facción política, pero sin tomar distancia crítica de la proscripción
vigente y del creciente clima represivo (lo que le valió algunas renuncias y
rupturas con miembros de su grupo de colaboradores). Defendiendo la idea
de que su humor no era en contra de sino sobre, Landrú pudo sobrevivir a
los avatares y recambios políticos por varios años, tomando como blanco
y caricaturizando tanto a civiles como a militares, a políticos oficialistas
como a opositores.
La revista de Landrú aportó al género un conjunto de experiencias
desprejuiciadas e innovadoras, como las parodias de publicaciones, los
números bilingües, los fotomontajes, o el manejo satírico y al mismo
tiempo sutilmente informativo del caudal de noticias y rumores políticos o
económicos (Rivera, 1986c). Tía Vicenta produjo asimismo una verdadera
ruptura que abrió un nuevo cauce en la historia del género, y su innovación
se basó fundamentalmente en los contenidos temáticos que abandonaron
la crónica costumbrista y el tradicional marco de lo cotidiano, esto es, el
chiste convencional, para profundizar en el terreno de lo existencial y
lo político. Pero, como dice Rivera, “de lo existencial y lo político vivido
como apocalipsis, porque en esos terrenos ya no se trata de la observación
amable y poco comprometida de un Columba, de la crónica anecdótica
de los años del alvearismo y del justismo, sino de una introspección de-
liberadamente revulsiva que toma a lo político –a través de temas como
el hambre mundial, el analfabetismo, la superpoblación, la censura, la
dictadura de los monopolios, la represión, el auge alienante de los medios
masivos, etc.– como una instancia más riesgosa, profunda y compleja de
la realidad” (1990b: 122).
57 En las páginas de Tía Vicenta, Landrú cultivó un estilo de humor absurdo y
paradojal, basado en el uso del calembour o sinsentido y en las infracciones a los hábitos
lógicos y verbales corrientes, algo que explotó a lo largo de toda su carrera y que llevó a
las páginas de Clarín a partir de 1971. Según Rivera, se trata de un humor más literario
que gráfico, aunque su peculiar estilo naíf constituye una apoyatura singularmente
eficaz (1990b; Rivera, 1986c).
66 Florencia Levín
Tía Vicenta marcó la edad de oro del humor gráfico. Pero la represión
y la censura clausuraron esa etapa. El advenimiento del régimen militar
comandado por Juan Carlos Onganía supuso una importante profundi-
zación de la censura y la represión. A propósito de una caricatura de tapa
que dejaba en ridículo al presidente de facto, el gobierno decidió el cierre
de la revista. Allí, Landrú había dibujado a dos morsas, que comentaban
acerca del reciente recambio presidencial, con bigotes especialmente
prominentes y tupidos que aludían al bigote utilizado por Onganía para
esconder su labio leporino.58
El cierre de Tía Vicenta constituyó el puntapié inicial de un repliegue
del género, que fue contemporáneo del descubrimiento erudito y del
creciente interés académico (particularmente en el ámbito de la semio-
logía) por la historieta, lo que se expresó, por ejemplo, en la realización
de la Primera Bienal de la Historieta, realizada en el Instituto Di Tella en
1968, y posteriormente en los escasos números de la famosa revista LD
(Literatura Dibujada) dirigida por Oscar Masotta (Rivera, 1986d). Si bien
estas miradas se posaron principalmente en la narrativa dibujada, las tiras
cómicas y las viñetas de humor formaron parte, de modo secundario, de las
exposiciones y disquisiciones académicas (habitualmente bajo la fórmula
de “la historieta y el humor”).
A partir de entonces, dice Rivera, “el mejor humor gráfico, en todo caso,
inició una larga invernada en el viejo refugio de la revistas sobrevivientes
o se instaló –como hicieron Quino, Kalondi, Copi, Oski, Caloi, Amengual y
otros– en el albergue de semanarios como Primera Plana, Panorama, Con-
firmado, Análisis, Mercado, etc., para ejercitar todas las facetas del nuevo
estilo” que incorporó la vertiente del humor negro y del humor sexual, y se
habilitaron juegos con la lógica, lo fantástico y lo simbólico (1990b: 126).
Ese nuevo estilo estuvo dado, en primer lugar y siguiendo a Rivera, por
el grafismo y la influencia del pop y del boceto publicitario de sabor kitsch
en muchos de los nuevos humoristas, así como por la influencia del grabado
y la neofiguración en otros. Asimismo, se vio reflejado en el impacto de la
experiencia perceptiva del cine en el dibujo, que se aprecia en la ruptura
de la clásica imagen frontal para enriquecer y dinamizar el espacio dibu-
jado con montajes, primeros planos, juegos con la profundidad del campo,
visión de gran angular, picados, contrapicados, etc. Por otro lado, el texto
comenzó a ocupar un lugar más destacado, asumiendo en muchos autores
58 Luego de pasar brevemente como suplemento del diario El Mundo y de haberse
convertido en María Belén y luego en Tío Landrú (asociado a Primera Plana), Tía Vicenta
reapareció por un tiempo a fines de 1977, en plena dictadura militar, y con su probado
estilo se permitió incluso caracterizar a los miembros de la Junta. Sin embargo, la baja
tirada de ese entonces llevó a Landrú a decidir su cierre (Russo, 2004).
&DStWXOR+XPRUJUi¿FRHKLVWRULHWDHQOD$UJHQWLQD 67
59 Con altibajos y pasando por distintas etapas, la revista siguió saliendo hasta
1989.
68 Florencia Levín
1976, reincorporando, por el fugaz período que subsistió, a gran parte del
staff original. Como dice Rivera, de la experiencia de Hortensia y Satiricón
quedó la tendencia a elaborar pastiches con autores, seriales, tendencias o
subgéneros de la historieta, la circulación de los personajes –que se despla-
zan de una tira a otra como una suerte de homenaje, de reflexión sobre el
género, de afirmación del referente–, la utilización del espacio publicitario
como una zona de ejercitación del humor, y la creación de una continui-
dad de circulación que rompe las fronteras internas de las publicaciones
y del género (1990b: 138-9). Asimismo, ambas publicaciones marcaron
la consagración de nuevos humoristas (Caloi, Fontanarrosa, Crist, Ian,
Bróccoli) y la consolidación de un público y un mercado.
En el marco de la feroz clausura y de la represión de la cultura y de la
política implementada en el marco de la espiral de violencia y desinte-
gración institucional que condujo al golpe y al terrorismo de Estado, el
mercado humorístico e historietístico comenzó una larga decadencia. La
gran inflación producida por la política económica de Martínez de Hoz
hizo su parte al producir un gran encarecimiento del precio de las revis-
tas, contribuyendo así al proceso de retraimiento (Vázquez Lucio, 1987:
463). Sin embargo, la dictadura militar no interrumpió la realización de
las tradicionales bienales de humor que convocaban a toda la corporación
de dibujantes, historietistas, humoristas, editores, críticos, ensayistas y afi-
cionados, ni la publicación de sus respectivos catálogos. Incluso, el famoso
semanario de Landrú, Tía Vicenta, volvió a salir a fines de 1977, aunque
por un breve período, y en 1978 se produjo el lanzamiento de la exitosa
revista Humor, en cuyas páginas se recrearon en gran parte el formato y la
estética de Satiricón, y se fueron abriendo espacios para el humor crítico
y el disenso (Burkart, 2008).60
Si bien la censura y el terror empujaron el desarrollo de la creatividad
alegórica, la alusión y el sobreentendido, generando no solo innovacio-
nes en el lenguaje sino también en los modos de lectura, y aun cuando
historietistas y humoristas, así como todos los trabajadores de la cultura,
experimentaron la represión y la censura, el exilio e incluso en algunos
casos la desaparición, como la del creador de El eternauta, Héctor Ger-
mán Oesterheld, solo se conoce un único memorándum de las fuerzas
represivas, el 68/81 “R”, en el que los servicios de inteligencia solicitan
información referente a autores de historietas.61
60 Ver otra tesis defendida con posterioridad sobre la revista en Raíces (2010),
donde se aborda el análisis de las cartas de lectores.
61 En ese memorándum los historietistas aparecen listados en el marco de una
investigación sobre la revista Superhumor, publicación editada por La Urraca, que
también contenía humor gráfico y político (Torres, 2005: 19-20).
70 Florencia Levín
(OPHUFDGRKLVWRULHWtVWLFRQDFLRQDO
7LUDV\cartoonsHQODSUHQVDGLDULD
70 Ciertamente, Crítica contaba desde 1927 con una rotativa a cuatro colores.
71 En las páginas de La Nación cobraron vida a inicios de los años 40 los famosos
Grafogramas de Medrano, en donde se esbozará una suerte de pequeña sociología
dibujada de la vida porteña; un catálogo de tics, fantasías y debilidades y pesadillas
de esos seres que se apiñan y se ofuscan en la gran ciudad (Rivera, 1986b: 43).
&DStWXOR+XPRUJUi¿FRHKLVWRULHWDHQOD$UJHQWLQD 75
de Eduardo Gutiérrez, para hacer eclosión, como dice Rivera, en una tira
de sostenido interés, como Lindor Covas, el cimarrón, que se prolonga
en el tiempo y enlaza las primeras tentativas criollistas de Ramauge con
tiras gráficamente documentadas, como El capitán Ontiveros, de Arancio
(Clarín, 1970), y Fabián Leyes, la tira dibujada por Enrique Rapela para
La Prensa (1986b: 42).
A su vez, los años 60 y los primeros 70 brindaron nuevos materiales,
aunque en líneas generales no aportaron grandes novedades. Entre las tiras
importadas se destaca la famosa creación de Schultz, Peanuts, traducida
como Rabanitos, publicada por La Prensa en 1968; y entre las nacionales,
la memorable Mafalda de Quino, inspirada sin dudas en la tira de Schultz,
publicada en el diario El Mundo entre 1965 y 1967 y en los semanarios
Primera Plana (1964-1965) y Siete Días (1968-1973) (Rivera, 1979). Por
entonces, la gran mayoría de las tiras publicadas por la prensa diaria co-
rrespondía a material comprado a los syndicates estadounidenses. Ahora
bien, dentro del pequeño porcentaje del espacio destinado a las produccio-
nes nacionales se destacaron la de Lino Palacio en La Razón, la de Robles
en La Prensa, las de Vilar y Heredia en La Nación y la de Ian en Clarín. De
acuerdo con Rivera, la tendencia que se observa en general en las tiras
nacionales es una producción que arrastra los mecanismos humorísticos
de décadas pasadas (el personaje soporte de situaciones múltiples o el
personaje unidimensional clásico), junto con las nuevas formas reflexivas
y grotescas de los dibujantes de los años 70 (Rivera, 1978).
De modo que, en una perspectiva de mediano y largo plazo, se puede
hablar de un proceso de creciente expansión y nacionalización del género
en la prensa diaria. En el marco de ese proceso, se destaca entonces el im-
pacto del gesto innovador del diario Clarín, que, en 1973, tomó la decisión
de convocar únicamente a humoristas argentinos para integrar la sección
humorística de la contratapa, lo cual marcó importantes antecedentes
(Levín, 2013). En efecto, el 7 de marzo de 1973 Clarín salió a la calle con
una nueva contratapa, que apuntó al humor argentino y se estrenó con la
obra de un grupo de humoristas jóvenes de reconocida trayectoria: Caloi,
Crist, Fontanarrosa y Bróccoli, quienes sellaron la apuesta por el humor na-
cional emprendida unos años antes con la incorporación de Ian y Landrú.74
La “nacionalización” implicó no solo un cambio de nombres y nacio-
nalidades sino también un gesto de revaloración del humor gráfico, hasta
74 Es preciso especificar que aunque el año 1973 marca el momento de la
“nacionalización” (tal es el término contemporáneo) con el ingreso de los mencionados
humoristas, el proceso se profundizó en 1975 con la incorporación del sanjuanino Aldo
Rivero; en 1977, con la de Tabaré y su tira Diógenes y el Linyera; y se completó cuando
Teodoro & Cía., de Viuti, desalojó a Mutt y Jeff, de Fischer, en enero de 1980.
&DStWXOR+XPRUJUi¿FRHKLVWRULHWDHQOD$UJHQWLQD 77
'HODPDUJLQDFLyQDOHQFDQWDPLHQWR
Desde luego, este auge tuvo además una repercusión editorial importan-
te, manifestada en la edición de obras específicas, entre las que sobresale
el famoso libro de Umberto Eco, Apocalípticos e integrados (1965), que
incluye varios ensayos sobre comics; en la aparición de revistas especiali-
zadas, como la famosa Linus (revista italiana de historietas para adultos
creada por Giovanni Gandini y Oreste del Buono, en la que Guido Crepax
crearía a sus famosas Neutrón y Valentina en 1965), y en la edición de
álbumes de lujo de historietas famosas (como por ejemplo, Barbarella,
de Jean-Claude Forest, en 1964) (Gubern, 1981: 96-98). Según Oscar
Steimberg, estas revistas, así como otras que aparecieron en Norteaméri-
ca y en América del Sur –entre las que cabe recordar a la efímera revista
argentina Literatura Dibujada–, “fueron percibidas como el síntoma del
carácter intelectualizado y minoritario” de los nuevos contactos con el
lenguaje del comic (Steimberg, 2000).
(VWUXFWXUDOLVPR\SRVHVWUXFWXUDOLVPR
Hacia mediados de los años 60, de la mano del boom de los estudios
sobre los medios de comunicación de masas, el comic se convirtió en una
importante fuente de inspiración para la semiología estructural, en pleno
auge en Europa, la cual halló en el género una suerte de “laboratorio de
investigación” invalorable, por lo que se consideró como su rasgo distintivo
la permanente mostración de sus mecanismos de producción de sentido
que la convirtieron en un material privilegiado para la búsqueda de los
modos de producción de significación (Steimberg, 1977: 136). En este
contexto, muchos investigadores, ensayistas y académicos europeos (en
particular de Francia, Bélgica, Italia y España) realizaron una gran cantidad
de trabajos dedicados a describir y sistematizar las peculiares caracterís-
ticas del lenguaje del comic, a establecer cómo funcionan sus códigos y a
explorar qué relaciones existen entre ese lenguaje y otros.
Particular importancia tuvo en este movimiento de academización del
género el mencionado libro Apocalípticos e integrados, en el cual Umberto
Eco, articulando el marxismo crítico con la semiología estructural, aborda
el comic en el marco de un estudio sobre la cultura de masas77, y lo define
como un “‘género literario’ autónomo, dotado de elementos estructurales
propios78, de una técnica comunicativa original, fundada en la existencia
77 En la mencionada obra se dedican al comic tres ensayos específicos: “Lectura
de Steve Canyon”, “El mito de Superman” y “El mundo de Charlie Brown”.
78 Que son, de acuerdo con este autor, el nivel de la trama, el de los medios
estilísticos, el de los valores imitativos y el de los valores ideológicos.
Capítulo 5. Tiras y viñetas como objeto de estudio 83
79 Ver capítulo 2.
80 Para una lectura más profunda de este desarrollo, ver específicamente el ensayo
“Lectura de Steve Canyon”, particularmente las páginas 141 a 160.
81 Según el autor, el gusto por el esquema iterativo es un componente presente
en la mayor parte de la narrativa de masas (Ibíd.).
82 Ver, por ejemplo, Fresnault-Deruelle (1982), Gasca (1966), Gubern (1974 y
1981); Acevedo (1984) y, más recientemente, Barbieri (1993), entre otros.
84 Florencia Levín
(2000: 189). Así, la mirada posiblemente más simplista, según la cual las
discontinuidades propias del género son unificadas en la mente del lector
(Eco), es complejizada y tensionada por este tipo de abordajes.
Otro ejemplo dentro de este mismo tipo de iniciativas es el trabajo del
estadounidense Donald Ault, quien retoma, pero intenta superar, el marco
estructuralista a partir de la incorporación de las nociones de “imaginario”,
“real” y “simbólico” de Lacan para explicar la inestabilidad y las disrupciones
que se producen en la relación entre los signos del comic. De acuerdo con
este autor, las imágenes visuales en la página del comic invocan el orden
imaginario lacaniano, aunque de este también participan las palabras, ya
que estas son visiblemente palpables y funcionan en competencia visual
con las imágenes. Por su parte, el orden simbólico se expresa fundamental-
mente en la dimensión lingüística del comic (sus letras, palabras y sintaxis),
aunque de él también participa la red de relaciones entre imágenes a partir
de las leyes de sustitución y asociación (o, lo que es lo mismo, de metáfora
y metonimia). Finalmente, el orden de lo real se relaciona con los espacios
(generalmente blancos pero también negros o de colores) que existen
entre las viñetas, separándolas y al mismo tiempo enmarcándolas88, en la
medida en que esos espacios performan la función disruptiva de lo real: no
hay nada en ellos, pero son ellos los que introducen las discontinuidades en
los espacios de representación que permiten a las viñetas afirmarse como
fragmentos. Por lo tanto, esos espacios son los que estructuran la escena de
lectura y permiten el cumplimiento de las funciones simbólicas (metáfora
y metonimia) e imaginarias (visuales) (Ault, 2000: 124-125).
/RVGHEDWHVVREUHODVIXQFLRQHV\ORVHIHFWRVGHOcomic
por la tira creada por Disney (cuya gran difusión mundial es un dato del
sentido común) conforman una “superestructura de valores, ideas y juicios
que corresponden a las formas en que una sociedad posindustrial debe
representarse su propia existencia para poder consumir inocentemente
su traumático tiempo histórico”.
Dada esta tesis, los objetivos de Dorfman y Mattelart son develar los
mecanismos específicos por medio de los cuales la ideología burguesa se
reproduce a través de los personajes de Disney, entre los cuales el Pato
Donald aparece como el representante paradigmático del american way
of life. Tras estas hipótesis se hallan, claramente, no solo las preocupacio-
nes por los mecanismos de reproducción de la sociedad burguesa sino,
además, los canales y circuitos de penetración o, como apunta el título,
“colonización” estadounidense de Latinoamérica. Las mismas ideas fueron
continuadas luego por Dorfman, junto a Jofré, en Superman y sus amigos del
alma (1974), y más tarde por Dorfman en Patos, elefantes y héroes (1985),
en donde el acento está puesto en la penetración ideológica de las capas
más jóvenes de la población del Tercer Mundo.90
Esta postura manifiestamente militante no ha sido la única que ha
adquirido relevancia y difusión en las discusiones sobre los efectos ideoló-
gicos del comic. En el ya comentado Apocalípticos e integrados de Umberto
Eco se cuestionaba si la saturación de los varios mensajes que reciben los
consumidores a través de diversos canales comerciales pueden imponer
o no determinados modelos y valores, y, por lo tanto, servir como medio
eficaz para estabilizar o cuestionar el orden existente. Por ello, se propo-
ne descifrar la carga ideológica del comic en un minucioso análisis de los
once primeros encuadres de la tira de Steve Canyon, que llevan a Eco a la
conclusión de que se despliega allí una declaración ideológica relativa a
un determinado universo de valores que hacen al llamado american way
of life, de modo tal que el personaje central y su historia se erigen como
un modelo de vida para el lector medio (Eco, 2001: 123).
90 Sin embargo, esta visión no fue unánime. En 1974, por ejemplo, apareció la
crítica de Paula Wajsman al libro de Dorfman y Mattelart, en el primer número de la
revista Lenguajes, que señala, entre otros aspectos problemáticos, el hecho de que los
autores pasan por alto el carácter humorístico de la tira de Disney, en la que se produce
un contraste irónico entre el texto y los dibujos (1974: 127). Pasado el tiempo, se
trata de un libro que se sigue retomando y discutiendo. Entre estas recuperaciones y
referencias sobresale la crítica de Martin Barker (1989), quien demuestra que Dorfman
y Mattelart confieren al comic de Disney sentidos que no están presentes en el mismo,
y la crítica de Ana Merino (2003), quien se lamenta de que los autores de Para leer al
Pato Donald no hayan advertido la posibilidad de pensar el comic autóctono como un
aparato de representación de una cultura autónoma y, por lo tanto, hayan ignorado
la riqueza de las producciones historietísticas chilenas.
90 Florencia Levín
adoctrinamiento político, pero reconoce, sin embargo, que el comic tiene una
potencial capacidad pedagógica para la causa revolucionaria. En este senti-
do, Monsiváis rescata, a pesar de su fracaso, a Juan Pueblo, un experimento
mexicano de comic de izquierda cuyo héroe luchaba contra los capitalistas y
explicaba a los obreros el significado de la plusvalía (Monsiváis, 1965: 10).
Varios trabajos se han dedicado, asimismo, a indagar el rol jugado por las
historietas durante la revolución cultural de Mao Tse-Tung, la Cuba de Fidel
Castro o la Nicaragua sandinista.93
Una forma de superar esta dicotomía entre el comic como herramienta
de dominación y el comic como arma revolucionaria ha sido el intento
de distinguir, retomando de alguna manera la mirada más amplia de
Monsiváis, entre “historietas tradicionales” e “historietas críticas”. De un
modo similar, María Pérez Yglesias ha reconocido el potencial amplio del
género historietístico y ha propuesto entonces diferenciar sus funciones a
partir de dos categorías, “historietas tradicionales” e “historietas críticas”,
siendo las primeras aquellas que sirven para la reproducción del sistema
dominante, y las segundas, las que constituyen un medio de cultura con
potenciales virtudes para el ejercicio de la crítica y eventualmente para el
impulso del cambio social (Pérez Yglesias, 1985).
Este tipo de inquietudes, que fueron características de un período de-
terminado de la historia universal previo a la caída del Muro de Berlín y a
la disolución de la Unión Soviética, siguen teniendo, sin embargo, algunas
repercusiones o impactos en producciones más actuales. En este sentido,
cabe mencionar, por ejemplo, la obra del investigador estadounidense
Jeff Williams, quien, refinando los abordajes más simplistas y maniqueos
mencionados más arriba, y retomando las categorías gramscianas de
hegemonía, contrahegemonía, reproducción y reificación, así como la
preocupación por el carácter subversivo o hegemónico del comic, llega a
la conclusión de que si bien los comics sirven, en su gran mayoría, a la re-
producción de la hegemonía, existen algunos ejemplos aislados de comics
subversivos (Williams, 1994).94
93 Ver, por ejemplo, Pérez Yglesias (1985), quien plantea que las historietas
jugaron un importante rol como medio de alfabetización revolucionaria durante la
revolución cultural de Mao, así como en el Chile de Allende y en la Nicaragua sandinista.
Ver también en esta misma línea, Nomes (1974), y para el caso chino, Roux (1971).
94 A esta conclusión llega luego de haber establecido una tipología de siete
categorías para diferenciar los comics de acuerdo a su potencial subversivo, y que
dan cuenta de un continuum desde el comic no subversivo hasta el comic subversivo,
y luego de haber realizado, a partir de esas categorías, el estudio de siete títulos
estadounidenses. Si bien su trabajo demuestra un esfuerzo –por cierto, mucho más rico
y complejo que el de Pérez Yglesias– por sistematizar y categorizar distintas funciones
Capítulo 5. Tiras y viñetas como objeto de estudio 93
del comic, comparte con todos los trabajos anteriormente mencionados el realizar un
abordaje a partir de considerar exclusivamente los contenidos manifiestos del comic.
95 Más de treinta años más tarde, esta idea será reformulada por Groensteen, quien
afirma que “el lector de comics no solo disfruta de un placer relacionado con la lectura,
sino también de un placer relacionado con el arte, de una emoción estética fundada en la
apreciación de la exactitud y la expresividad de una composición, una pose o una línea.
E incluso existe […] un placer relacionado con el medio, que no puede ser reducido a
la suma de los dos anteriores pero que está relacionado con la organización rítmica en
el espacio y en el tiempo de una multiplicidad de pequeñas imágenes” (Groensteen,
2000: 39 –la traducción es mía; el resaltado, del autor–).
94 Florencia Levín
Por otra parte, Eco advierte que en cualquier investigación sobre comics
(y, ciertamente, sobre cualquier otro género) es preciso considerar las di-
ferentes modalidades de fruición o recepción de acuerdo con el contexto
histórico y las diferenciaciones del público. De este modo, las modalidades
de fruición variarían entre sujetos, grupos y culturas diversas y, por lo tan-
to, distintos sujetos podrían ver en un mismo producto diversos órdenes y
jerarquías de valores. Sin embargo, estas posibilidades, afirma Eco, tienen
un límite, ya que, si bien los esquemas de fruición son mutables, existen en
la obra unas estructuras objetivas e invariantes. En suma, dice Eco, para
un objeto analizable en términos estructurales existe una gran variedad de
reacciones posibles, cuyo control no está en manos del investigador y que,
eventualmente, son abordables únicamente en términos de investigación
empírica (Eco, 1965: 173-174, 178).
Como puede apreciarse, estas formulaciones tienen un correlato en
discusiones más abarcadoras que se estaban desarrollando en el ámbito
de los estudios culturales, en los que se estaba poniendo en tela de juicio
la idea del consumidor pasivo y sujetado, distanciado de toda actividad
creativa y asociado a las nociones de alienación y/o manipulación de
los sectores populares por parte de las elites ilustradas (o, en su otra
versión, por vanguardias político-ideológicas), para dar cabida a la idea
de la polisemia e indeterminación de los mensajes (y entre ellos los del
comic), a la existencia de diversas modalidades de fruición, a una noción
anti-sustancialista del sentido de los mensajes, al consumo creativo y a
diversas formas de interpenetración y mestizaje entre la cultura popular
y la cultura “culta”.
Un ejemplo de estos nuevos desarrollos lo constituye la obra de Chris
Murray, quien en Popaganda. Superhero Comics and Propaganda in World
War Two aborda la relación entre los textos oficiales y los populares en el
contexto del ingreso de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial,
y la necesidad del gobierno de Franklin Roosevelt de encontrar medios
apropiados para informar y al mismo tiempo alentar a las tropas y motivar
a la población en favor del ingreso a la guerra, los cuales encuentra, preci-
samente, en géneros populares que habían demostrado ser ampliamente
aceptados por el público: el cine de Hollywood, los dibujos animados
(cartoons), los comics y los carteles (2000).
Murray argumenta que las fronteras entre los textos populares y los
oficiales son inestables, y propone considerar a la cultura popular y a la
propaganda oficial no como dos elementos separados que interactúan entre
sí, sino como un mismo tipo de discurso que él denomina “popaganda”.
El autor aborda la familiaridad que existe entre la estética y las estrate-
Capítulo 5. Tiras y viñetas como objeto de estudio 95
98 Esta es la forma más habitual que muchos trabajos han elegido para distinguir
al cartoon del comic y la historieta, que puede prestarse a equívoco ya que algunas
historietas pueden ser humorísticas. Otras veces se elige trabajar, por ejemplo, el
“humor político” incluyendo en el género no solo el cartoon, historietas, caricaturas
y/o publicaciones específicas, sino también humor televisivo, escrito, radial, etc.
98 Florencia Levín
&UtWLFDPDU[LVWD\VHPLRORJtDHVWUXFWXUDO
102 De todas formas, para Masotta el globo no es el rasgo que define a una
historieta. De acuerdo con su punto de vista, desde que hay una narración mediante una
secuencia de imágenes dibujadas hay historieta. Así, sostiene, las escenas continuadas
de A. B. Frost (contemporáneas a los inicios del cine), sin recuadros ni globos, son ya
historietas (Ibíd.: 207).
103 En este punto vale la pena seguir las disquisiciones que hace Masotta acerca
de las relaciones entre la historieta y el dadaísmo: aunque en ambos, afirma, existe
una táctica analizadora que descompone siempre los mensajes en sus parámetros, la
estética dadaísta considera siempre al contexto real como parámetro que debe ser
alcanzado por la transformación, mientras que la historieta conserva los resultados de
sus traducciones en el interior del marco originario. La afinidad estructural viene dada
por una imitación estereotipada y exagerada del acontecimiento, en un caso, y por su
contextualización, en el otro, tratándose, en ambos casos, de descubrir la inherencia
de la estructura y del sentido a los parámetros materiales de su constitución.
Capítulo 6. Los estudios en la Argentina 103
/DKLVWRULHWD\HOKXPRUHOFLUFXLWRH[WUDDFDGpPLFR
106 Libro antológico que rastrea y sigue las pistas del género desde el período
virreinal hasta finales de los años sesenta del siglo xx.
107 Aunque su eje sea la caricatura, la antología de Amadeo Dell’Acqua aborda
las mismas obras y publicaciones que para muchos estudiosos, entre ellos Bróccoli y
Trillo, son consideradas como los antecedentes del humor gráfico, y revisa, asimismo,
publicaciones humorísticas del siglo xix y xx.
108 Quien además aborda el género humorístico en otro tipo de discursos y
soportes.
109 Ver, por ejemplo, Trillo y Saccomanno, 1980, y AA. VV., 1981 (obra prologada
por Jorge Rivera, que recoge textos humorístico-costumbristas de Luis Medrano, Carlos
V. Warnes –más conocido como César Bruto–, Copi, Landrú, Julio Cortázar y otros).
110 Compuesta por pequeños artículos, ensayos, entrevistas, comentarios y
una antología de humor político (no solo el gráfico sino también el teatral, radial,
cinematográfico y televisivo), en esta obra se despliega un discurso que, sin rodeos
ni supuestos, hace un contrapunto entre las libertades otorgadas por los gobiernos
militares en contraposición a la censura y el repliegue vividos durante los años
peronistas. De este modo, el régimen de Lanusse aparece como ejemplo de apertura y
libertad, y se sugiere que lo mismo ocurre con aquel período iniciado el 24 de marzo
de 1976, que es el momento en que se detiene el análisis (AA. VV., 1977).
111 Como se vio en el capítulo 4, por lo pronto solo se conoce un memorándum
en el que los servicios de inteligencia solicitan información referente a autores de
historietas.
106 Florencia Levín
(OQXHYRDXJHDFDGpPLFR114
Hacia los años 90 (y con una tendencia que fue in crescendo desde me-
diados de la década y sobre todo avanzado el nuevo milenio), la historieta y
el humor gráfico comenzaron a ser redescubiertos por el ámbito académico
a partir de nuevas miradas y nuevas preocupaciones, particularmente en
el marco del auge de la semiología de la imagen, la historia de las imáge-
nes y la iconología, así como también de los estudios culturales, lo que se
reflejó en una creciente cantidad de tesinas de grado y tesis de maestría
y doctorado. A grandes rasgos, en estas nuevas producciones académicas
se aprecia un abandono de la perspectiva lingüística y semiológica, y un
paralelo auge de investigaciones orientadas al estudio sociocultural y/o
histórico cultural de objetos específicos, principalmente publicaciones
periódicas. Aunque no de modo excluyente, es de destacar que en gran
medida los nuevos trabajos están escritos por nuevas generaciones de in-
vestigadores provenientes de diversas disciplinas humanísticas y sociales.
Si intentáramos hacer una descripción muy general de este campo,
diríamos, para empezar, que existe un conjunto relativamente nutrido de
trabajos que, en distintos formatos (tesis, artículos, ponencias, etc.), toman
como centro de atención las publicaciones humorísticas e historietísticas
para analizarlas en su contexto político. Dentro de este conjunto podría-
mos decir, muy a grandes rasgos, que una primera oleada de atención a
estos géneros se produjo tempranamente en el marco de la renovación
historiográfica e intelectual propia de los años 90, cuando aparecieron
algunos estudios pioneros que pusieron su mirada en las publicaciones
satírico-humorísticas de finales del siglo xix y principios del xx. Uno de
114 Es preciso resaltar que la mirada que se ofrece es amplia y panorámica, y que
ha hecho eje en algunas preocupaciones o discusiones propiamente historiográficas. En
los últimos años, los estudios sobre la historieta y el humor gráfico vienen mostrando
un acelerado dinamismo que se expresa en la explosión de temas, enfoques, recortes
y problemas hasta el momento materializados, fundamentalmente, en artículos,
ponencias y comunicaciones académicas. Sin duda, la acelerada producción de nuevas
indagaciones ameritaría un estudio bibliográfico en sí mismo, tarea que no se realiza
en este libro.
108 Florencia Levín
115 Ciertamente, no son los únicos trabajos sobre estas publicaciones. Ver, por
ejemplo, el abordaje comparativo de Matallana sobre El Mosquito, Don Quijote y Humor
(1999), y el de Eduardo Romano, que compara Caras y Caretas con la publicación
uruguaya Azul y Rojo (2004).
116 Esta investigación inicial fue completada en 2012 con la defensa de su tesis
“Humor: la risa como espacio crítico bajo la dictadura militar, 1978-1983” (FCS-UBA).
Posteriormente apareció la investigación de Eduardo Raíces, que cambió el foco de la
mirada y se concentró en el análisis de las cartas de lectores publicadas por la revista
(2010).
Capítulo 6. Los estudios en la Argentina 109
119 Ver también el trabajo de Rafael Gutiérrez (2003), que se propone rastrear el
impacto que el rosismo y el peronismo dejaron en la historieta argentina contemporánea
de aventuras, y la tesina de Cristen Bjerg (2012) sobre la revista antiperonista Cascabel.
120 Ver algunas tesis y tesinas, como por ejemplo Lindner, 1997 (quien propone un
análisis comparativo del humor gráfico político en tiempos de dictadura y democracia),
y Abbruzzese, 2005 (que analiza la guerra de Irak a través del humor gráfico de Clarín,
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