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La rama seca del cerezo es una novela juvenil de Rafael Salmerón que, además de ser galardonada con el Premio Anaya de
literatura Juvenil, acaba de recibir el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. Una historia de personas que sufren y
temen, y que se anclan a la vida como pueden.
Hiroshima
La narración comienza poco antes de que la bomba nuclear fuera lanzada sobre Hiroshima. Allí, en Hiroshima, dos amigos
hablan del futuro y de sueños, hasta que encuentran una pistola que representa todos sus anhelos y que les hace tener una
pelea tan intensa como absurda. Y así les pilla la bomba, enfadados, distanciados. Uno de los amigos sobrevive y el otro muere.
El superviviente, Ichiro, desde entonces adopta el nombre de su amigo, Masuji Utada, y se dedica a cuidar el huerto en el que
quedó grabada su estampa al impactar la bomba.
En el huerto
Pero allí, en el huerto, Sakura se encuentra con un niño pequeño, Tetsuo. Tetsuo también sufre, su padre está en Fukushima,
procurando contener el desastre nuclear de la central tras la explosión de un reactor. Todo el mundo le dice que su padre es un
héroe, pero él prefiere que solo sea su padre y regresar a su casa. Ese viejo huerto, en el que vive el señor Utada y em el que se
encuentran estas tres almas atormentadas, será el lugar en el que sus vidas den un giro a la esperanza.
«En un gesto que se volvió costumbre hace ya mucho tiempo, camufla la mano derecha bajo el chaquetón que cubre la camisa
blanca del uniforme del instituto. Sakura agacha la cabeza, y bucea sin mover los brazos en medio de aquellas aguas en las
que se siente perdida y extraña. De pronto, sorprendida por las voces exageradas de una pareja de turistas, aminora el paso.
Los observa con discreción, de soslayo. El hombre es enormemente alto. También es muy gordo. La mujer es pequeña. No tanto
como Sakura pero sí comparada con el gigante que la acompaña. No puede evitar imaginársela aplastada por aquella enorme
masa humana, que camina con pasos largos y bruscos. Bajo unas bermudas de cuadros llamativas, el gigante muestra al
mundo sus rojizas y ridículas pantorrillas, mientras grita y gesticula como un niño en un parque zoológico. Y la idea de aquella
extraña pareja, sumergida en la intimidad que el paso del tiempo les ha otorgado, descompensada pareja de hipopótamo y
libélula, hace que Sakura se entristezca, vuelva a agachar la cabeza y reanude la marcha, acelerando los breves pasos,
siempre contra corriente. Siempre ocultando la mano derecha, deforme e inerte. Porque incluso aquel hombre, aquel
desagradable hipopótamo, ha sido capaz de encontrar a alguien que acepte y que quiera compartir su vida con él. Algo que a
ella, y de eso está segura, nunca va a sucederle».
Si te gusta escribir…
Fíjate como el autor nos ha contado tres tramas diferentes que al final han comunicado en una sola: la del anciano Utada, la
de Sakuro y la de Tetsuo. El huerto será el punto de unión donde esas tres vidas harán convergencia, adquiriendo, así, un
significado simbólico. El huerto no ha dejado de estar presente en todo momento y poco a poco, de forma sutil, ha ido
acercando a los personajes para que se conozcan justo en ese lugar. Un huerto, un lugar donde se siembra, se riega, se
cosecha. Un lugar de vida y de crecimiento. Un lugar que representa un presente, ya pasado, que los personajes deben superar.
Para saber de otras historias que hablan de personas que sufren y de encuentros que cambian la vida, te dejo aquí la reseña de
Apestoso tío Muffin de Pedro Mañas. Una novela, esta vez infantil y con un tono de humor, pero que ahonda también en esos
baches que nos ponemos y que nos impiden disfrutar de la vida.
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