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"El lenguaje es un virus que viene y utiliza nuestros cuerpos

para reproducirse". William Burroughs


OPINIÓN.
EL PAPEL DE LA MUJER EN LA
LITERATURA (por José Carlos Sánchez)

Más allá del impactante titular, mal vamos si


a comienzos de este 2017 tenemos que
plantearnos estas cuestiones. Si lo hacemos,
es porque algo no termina de arrancar.
¿Nos preguntamos por el papel del hombre
en la literatura? No. Lo tenemos claro.
Damos por hecho que sea el que sea, es un
papel importante. Los hombres siguen
detentando los puestos de responsabilidad y
dirección del mundo político y empresarial
en su gran mayoría. Y esto es relevante,
porque es desde ahí desde donde parten
todas las decisiones verdaderamente vinculantes. La semana pasada, en la presentación de una
iniciativa para el fomento de la lectura, los máximos responsables de la misma eran dos
hombres. En la mesa de debate, hablando de la pertinencia o no, y de los aspectos técnicos,
había tres mujeres por hombre. Parece que, para transformar las cosas, aún se sigue teniendo
que contar con el permiso y la supervisión masculina, como hace algunos años en este país,
cuando una mujer necesitaba la firma de su marido para abrir una cuenta corriente.
Si preguntan por mi opinión, sigo pensando que es mejor ir juntos, y unos al lado de los otros.
Ni por encima, ni por debajo. En el siglo XVI, Juan Luis Vives en Formación de la Mujer,
defendía que: “La mujer debe aprender a leer, pero sin descuidar la labor doméstica ni hablarlo
en público”. En la actualidad, escucho hablar a determinadas personas dentro del panorama
literario y observo que no hemos avanzado nada desde entonces. En multitud de blogs y revistas
especializadas se pueden leer las peticiones encarecidas para darle oportunidades y visibilidad a
mujeres en ciertos géneros, como la fantasía, a las que les parecía vedado el acceso. He leído
titulares como: «Las mujeres leemos y escribimos fantasía». Claro que sí, y muy bien, además.
Es curioso que, en un océano plagado de nombres masculinos, han sido las historias de dos
mujeres (Neimhaim, de Aranzazu Serrano y La Corte de los Espejos, de Concepción Perea) las
que han conseguido cautivar a un mayor número de lectores y lectoras durante mucho tiempo.
Pero ¿te suenan sus nombres? A eso me refiero. Observo el panorama de esta sociedad, y me
entristece ver que hemos avanzado muy poco. Las lectoras claman por personajes femeninos
fuertes, que se alejen de los clichés y los estereotipos afligidos y sometidos que han venido
reproduciéndose para incrustarse en las conductas de aquellas que los leían.
Hoy día, afortunadamente, las mujeres son independientes, fuertes, preparadas, y capaces para
hacer lo que quieran. No necesitan usar un seudónimo, como tuvo que hacer Cecilia Bhöl de
Faber (Fernán Caballero) para poder publicar. A Jane Austen le daba vergüenza decir que
escribía y escondía sus relatos cada vez que alguien llegaba a su casa.
Hagamos memoria por un instante. ¿Cuántos nombres de escritoras nos viene a la cabeza haber
estudiado en el colegio o el instituto? Santa Teresa de Jesús, Emilia Pardo Bazán, Rosalía de
Castro… pocas más. Ahora repitamos el ejercicio con nombres de escritores desde la Grecia
clásica hasta nuestros días, ¿salen los mismos? No me voy a referir a las menciones de premios
como el Nobel, o la detención de sillones en lugares como la RAE. Eso daría para otro artículo,
no es el objetivo. Pero si me gustaría lanzar la siguiente pregunta: ¿por qué es necesaria la voz
de la mujer en la literatura? Según mi opinión, porque es de justicia. Porque solo así
conseguiremos generar una sociedad más equitativa. Restañar la ignominia de haber mantenido
en el olvido nombres como los pertenecientes a la «Generación de las sin sombrero» (Concha
Méndez, Ernestina de Champourcin, Rosa Chacel, Margarita Manso…) y muchas otras,
silenciadas simplemente por el hecho de ser mujer.
Las mujeres leen más que los hombres. No lo digo yo, lo aclaran las encuestas año tras año, en
todas las franjas de edad. En el mundo editorial, hay más profesionales de la edición mujeres
que hombres. En las agencias literarias el 90% son mujeres. ¿Qué sucede entonces? ¿hay que
tomar medidas de discriminación positiva al respecto? Yo creo que no. Ninguna lo pediría.
Simplemente reclaman las mismas oportunidades y un trato que no incluya el género en la
decisión final al respecto de la publicación de una obra de un género u otro.
El último premio Planeta ha sido una mujer (Dolores Redondo). El último Nadal, también (Care
Santos). De la lista de los diez títulos más vendidos del año pasado, seis fueron escritos por
mujeres. Recientemente, la Fundación Banco Santander ha editado un libro que recoge parte de
la correspondencia que mantuvieron las escritoras Elena Fortún y Carmen Laforet. En ellas se
refleja el miedo y la falta de libertad ante el machismo imperante que reinaba entonces. Ese que,
aun dulcificado por algunos, sigue imperando en nuestra sociedad. Machismo para cuya
erradicación definitiva es importante la palabra escrita de mujeres como ellas. Para que no les
lleve el futuro a pensar como a Laforet (“Escribo, absolutamente convencida de que esta labor
mía ni quita un ápice de espiritualidad al mundo, de que para nadie es importante y yo me
entrego a ella a sabiendas de sus muchos defectos…”). Dónde quiera que esté, y para las que
hoy leen estas palabras, para mí sí lo es.

Gracias a aquellas que lo hicieron. Gracias a todas aquellas que hoy lo hacéis. Perseverad.

José Carlos Sánchez. ESCRITOR @jcsanchezwriter

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