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Módulo 3
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MÓDULO III
La Tradición y el Magisterio
Teología I
Martillero y corredor de comercio
Módulo III
La Tradición y el Magisterio
Introducción
Objetivos
- Distinguir y relacionar los conceptos de Tradición y Magisterio.
- Relacionar ambos conceptos con la Escritura.
- Presentar la Tradición y el Magisterio en su contexto histórico.
- Valorar la importancia de la trasmisión divina en la historia.
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Bibliografía consultada
- Catecismo de la Iglesia Católica.
- Constitución Dogmática Dei Verbum.
- Documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II.
- Documentos Pontificios.
- F. Arduso y otros, Diccionario teológico interdisciplinar, tomo IV. Ediciones
SÍGUEME, Salamanca, 1987.
- Guillermo H. Witemburg y otros, Introducción a la teología para universitarios.
Editorial UniversidadLibros, Buenos Aires, 20081.
- J.M. Rovira Belloso, Introducción a la teología, colección Sapientia Fidei,
Madrid, BAC, 2005.
- Latourelle R. Teología de la revelación. Ediciones SÍGUEME, Salamanca, 1993.
- Sagrada Escritura.
Unidad 8: La Tradición
a. Definición de Tradición de la Iglesia.
La palabra tradición fuera del uso teológico implica la idea de antigua usanza, en
este sentido tiene su significado en el contexto de las costumbres, lo histórico (por
anterior) o con diversos aspectos de la cultura de los pueblos que se comunica, se
transmite o se mantiene de generación en generación.
Etimológicamente tradición proviene del sustantivo latino traditio, y éste a su vez
del verbo tradere, “entregar”.
En las Escrituras se usa en el NT en sentido positivo y negativo. En el negativo, es
usado en la disputa entre el Señor y los fariseos acerca de “la tradición de los ancianos”
(Mt 15:1-9; Mr. 7:1-13). La tradición oral judía parece haber sido de tres clases: a)
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pretendidas leyes dadas por Moisés oralmente a los setenta ancianos, además de la Ley
escrita, y que los fariseos consideraban tan vinculantes como ella; b) decisiones de jueces,
que vinieron a sentar precedentes directores de futuras decisiones; c) interpretaciones de
las Escrituras dadas por grandes rabinos, y que finalmente llegaron a ser consideradas con
la misma reverencia que las Escrituras del AT.
De la comparación de los pasajes de Mateo y Marcos es evidente que el Señor
Jesús atacó la pretensión de revelación adicional (esto es, “de los ancianos”). Al añadir a
la Palabra de Dios se habían hecho culpables: a) habían dejado los mandamientos de Dios
(Mc 7:8);b) habían desechado el mandamiento de Dios (Mc 7:9, V.M.); c) habían
quebrantado, o transgredido, el mandamiento de Dios (Mt 15:3);
Así, por la pretensión de una tradición oral suplementaria de la escrita, el
mandamiento de Dios quedaba: a) echado a un lado o ignorado; b) desatendido en sus
demandas; c) manipulado y violado; por último,
El sentido positivo, se usa de la instrucción dada antes de que la revelación del NT
hubiera finalizado (1 Co 11:2, trad. “instrucciones 2; 2 Ts 2:15, “doctrina”; 2 Ts 3:6,
“enseñanza”). Aquí se refiere a la transmisión oral, al ministerio de enseñanza, mediante
el cual transmitía el cuerpo de doctrina cristiana (2 Ts 3:6) y las instrucciones concretas
dadas a las iglesias de Corinto y de Tesalónica (2 Ts 2:15; 1 Co 11:2).
En todo caso, esta “tradición”, esta enseñanza, es la dada por los apóstoles, y
quedaría cristalizada en sus escritos. En las Escrituras no se contempla la transmisión oral
de la revelación divina. La enseñanza, evidentemente, debe ser oral en muchos casos,
pero debe sujetarse en todo a las Escrituras (1 Co 4:6). El apóstol Pablo, en su despedida,
encomienda a los fieles, no a las jerarquías de la iglesia y a sus enseñanzas y tradiciones,
sino “a Dios, y a la palabra de su gracia” (Hch 20:28-32).
Ahora bien, qué es la tradición de la Iglesia.
Lo primero que debemos decir es que: “La “traditio Christi” es el hecho primordial
y básico del que fluye toda ulterior transmisión oral o escrita. La transmisión de Cristo a la
Iglesia da lugar a la recepción apostólica del misterio de Cristo. Tradición y recepción son
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las dos caras de la misma moneda: la de la transmisión del don gratuito de Dios” (Rovira
Belloso, Introducción a la Teología, p. 233).
La recepción del misterio de Cristo por parte de los Apóstoles da lugar, a su vez, a
la traditio apostólica, que primero se expresa como predicación oral y, luego, en forma de
“regla de fe” escrita, implantada en la tradición e interpretada por la conciencia viva de la
Iglesia: es decir, hay una unidad indisoluble entre la tradición apostólica y la Iglesia.
La doctrina católica afirma una unidad entre la Iglesia que trasmite la revelación y
la revelación que es trasmitida en y por la Iglesia.
Retomando lo dicho por la Constitución y después de referirse a la revelación en sí
misma, asume el tema de la "transmisión de la revelación divina". Y lo hace desde el
mismo comienzo del capítulo II: "Dios dispuso benignamente que aquellas cosas que
había revelado para la salvación de todos los pueblos se conservaran siempre íntegras y
se transmitieran a todas las generaciones" (Dei Verbum, cap. II, n. 7).
Los primeros en trasmitir el hecho de
“La tradición es una entrega mediante la
la revelación divina, llevada a su plenitud por
cual el don del Padre se comunica a un gran
número de hombres a través del espacio y Cristo, fueron los apóstoles (n.7). Este encargo
en la sucesión de las generaciones, de tal
que Cristo dio a los apóstoles, de predicar el
manera que una multitud de individuos,
materialmente separados por la distancia y evangelio fue realizado cabalmente, primero
por los años, viven de una misma e idéntica por la predicación y luego por escrito. Así la
Realidad que es el don del Padre y, en
primer lugar, la verdad salvadora, la Revelación, según la Dei Verbum, se trasmite
Revelación divina realizada en Jesucristo. bajo dos formas: la Tradición oral y la
Esta es comunicación de un tesoro que
Tradición escrita, bajo la inspiración del
permanece idéntico a sí mismo: es victoria
sobre el tiempo y su caducidad, sobre el Espíritu Santo.
espacio y alejamiento de la distancia”. YM.
Sin embargo, para que el Evangelio se
Congar, La tradición y la vida de la Iglesia.
mantuviera íntegro, se perpetúa en la Iglesia
por los sucesores de los apóstoles, los
obispos, a quienes se les confió la misión de
enseñar a través de los siglos. Así, la misión de
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b. El “depósito de la fe”
El depósito de la fe lo constituye la Tradición y la Escritura, confiado a toda la
Iglesia (por supuesto que no debe entenderse que toda la Iglesia interprete el depósito de
la fe, la interpretación es un oficio que sólo pertenece al magisterio únicamente), en el
sentido de comunión, pastores y fieles, en la Eucaristía y en la oración, y en profesión de
fe que es una; la fe en Jesucristo que es la fe de la Iglesia. Contra la afirmación
protestante de la “sólo scriptura”, es decir, solamente la Escritura como fuente de la fe,
desechando al mismo tiempo la existencia de una tradición oral de la cual la misma Biblia
se originó, los siguientes pasajes atestiguan que la propia Escritura afirma la existencia de
esa tradición:
a) En II Tes, 2,15, San Pablo exhorta: “Así, pues, hermanos, manteneos firmes y
conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o parearla".
b) En I Cor 11, 2, se lee: “Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y
conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido”.
Como se ve, la propia Escritura afirma que existen verdades doctrinarias
enseñadas por Cristo que deben transmitirse de generación en generación oralmente sin
que los cristianos tengan derecho a despreciarlas o a modificarlas. No se trata, pues, de
las enseñanzas de un doctor aislado, ni de un grupo, ni siquiera de las más antiguas y
primitivas como si se identificara Tradición con Iglesia primitiva. La Tradición es lo que
siempre ha creído y enseñado la Iglesia de un modo constante y firme a lo largo de todos
los siglos.
Por último nos cabe presentar algunos los principales instrumentos que han
conservado la Tradición de la Iglesia:
- las profesiones de fe o símbolos de la fe católica;
- decisiones infalibles de Papas y Concilios;
- los catecismos los escritos de los Padres de la Iglesia (escritores cristianos de
los primeros siglos, del I al VI u VIII que se distinguieron por su santidad y
ortodoxia y a los que la Iglesia reconoció);
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c. Tradición y tradiciones.
Nos dice el Catecismo: “La Tradición de que hablamos aquí es la que viene de los
apóstoles y transmite lo que estos recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y
lo que aprendieron por el Espíritu Santo. En efecto, la primera generación de cristianos no
tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el
proceso de la Tradición viva. Es preciso distinguir de ella las "tradiciones" teológicas,
disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias
locales. Estas constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe
expresiones adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la luz de la
gran Tradición aquellas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas
bajo la guía del Magisterio de la Iglesia (83). He aquí expresado la diferencia entre
tradición y tradiciones.
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Por todo esto, la Sagrada Escritura no puede ser entendida cabalmente al margen
de la Tradición.
Hay tres elemento que debemos tener en cuenta respecto de la tradición de la
Iglesia y su fe: 1) Una continuidad ininterrumpida y continuamente renovada que
podemos llamar fidelidad; 2) Una capacidad inagotable de reexpresión en las diversas
culturas, como lo ha expresado, por ejemplo, el Concilio Vaticano II; 3) La tradición que
“progresa” en la Iglesia.
Sin embargo, debemos dejar en claro lo siguiente, sobre estos tres elementos, la
renovación, la reexpresión y el “progreso”; que no implica cambio alguno que puede
afectar las dimensiones de la fidelidad o que la Iglesia y su fe se acomode a los tiempos
culturales históricos, soslayando sus propios principios.
En el misterio de la tradición se revela el Dios Uno y Trino.
Unidad 9: El Magisterio.
a. ¿Qué es el Magisterio?
La palabra Magisterio proviene latín magisterium, magisterio es el cargo o
profesión de maestro y la enseñanza que éste ejerce con sus alumnos. Ahora bien qué es
propiamente el magisterio en su consideración teológica.
En el uso católico moderno, el término magisterium ha llegado a asociarse case
exclusivamente al papel y autoridad magisteriales de la jerarquía. Un desarrollo aún más
reciente es que el término "el magisterio" es a menudo utilizado para referirse no al oficio
de enseñar como tal, sino al conjunto de hombres que tienen este oficio en la Iglesia
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Católica: el Papa y los Obispos (ver, Dei Verbum 10). Es importante comprender que el
término "auténtico", tal como es utilizado aquí, no significa "genuino" o "verdadero", sino
más bien "autorizado", y específicamente "dotado de autoridad pastoral o jerárquica".
También el Concilio a través de otros documentos afirma la autoridad del magisterio:
"Los obispos han sucedido, por institución divina, a los apóstoles como pastores
de la Iglesia" (LG 20);
"El cuerpo episcopal sucede al colegio de los apóstoles en el magisterio y en el
régimen pastoral" (LG 22);
"Los obispos en cuanto sucesores de los apóstoles, reciben del Señor la misión de
enseñar a todas las gentes y de predicar el evangelio a toda criatura" (LG 24).
“La Revelación pública terminó con la muerte del último de los Apóstoles, ya que
solo ellos fueron testigos autorizados de Jesucristo, que es la plenitud de esa Revelación
divina. De tal manera que el depósito de la fe es irreformable, y no admite aumento o
disminución: su contenido es la verdad revelada por Dios.
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b. Diversidad de magisterios
1. Magisterio ordinario.
El término “ordinario” aplicado al magisterio de la iglesia se define, por un lado, en
contraposición a “extraordinario”; es el uso más común de estos términos, según el cual
se refieren al grado de verdad que el magisterio reivindica para su enseñanza; en este
caso magisterio ordinario es sinónimo de magisterio auténtico pero no infalible
(magisterio simplemente auténtico). Por otro, “ordinario” se define en contraposición a
“solemne”; así en la constitución del Vaticano I sobre la fe las verdades que hay que creer
con “fe divina y católica” se dice que son las contenidas en la palabra de Dios “objeto
material del dogma y propuestas como tales por el magisterio, bien con un
pronunciamiento solemne, bien en su ejercicio “ordinario y universal” (objeto formal del
dogma); aquí evidentemente magisterio ordinario no se contrapone a magisterio infalible
".
2. Magisterio extraordinario.
La consideración explícita del magisterio extraordinario, aunque se refiere
directamente a un ejercicio relativamente raro, lleva a tematizar lo que es el significado
último del magisterio en la iglesia y por tanto lo que le especifica radicalmente. Las
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Como actividad les propongo lo siguiente para una mayor comprensión del
Magisterio.
1- ¿Qué sostiene el Catecismo sobre el magisterio?
2- ¿Cuáles son los niveles del magisterio? El primeros es una definición infalible
del Papa, ¿los otros?
3- Leer en la Lumen Gentium, 25 que le corresponde a los fieles:
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/va
t-ii_const_19641121_lumen-gentium_sp.html
c. El dogma
El término dogma viene del latín dogma cuyo significado es opinión, teoría,
creencia. El latín dogma viene del griego dogma que significa literalmente: lo que parece
bueno; de donde, opinión.
El vocablo dogma viene del verbo dokeo que significa, primero: parecer, semejar.
Luego: parecer luego de una reflexión, parecer bien, decidir. Luego, dokeo pasó a
significar: pensar, juzgar, estimar, parecer bueno y verdadero.
El Magisterio de la Iglesia ejerce Según C. Tresmontant: “Los dogmas de la
plenamente la autoridad que tiene de iglesia son las opiniones, las tesis que ella
Cristo, según el Catecismo, cuando profesa, lo que ella considera ser verdad. En
propone al pueblo de Cristo una verdad lenguaje moderno, es el contenido de la
contenida en la Revelación divina o información que ella considera su deber
verdades relacionadas con éstas, y a eso comunicar al mundo. (Claude Introducción a
llama dogma, tal pueblo cristiano se ve la teología cristiana. Barcelona: Herder, 1978,
p. 172)
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d. Herejías y su historia.
Herejía viene del latín haeresis. En latín, haeresis significa: opinión, sistema,
doctrina, a su proviene del griego hairesis que significa, primero: la acción de tomar algo
ajeno, pasa a tener el significado de preferencia, inclinación, gusto particular. De este
modo pasó a significar: búsqueda de algo, por ejemplo del poder. Pero también significa
estudio particular y preferencia por una doctrina. De donde: escuela filosófica, escuela
literaria, escuela médica. En este sentido, en definitiva, es algo análogo a lo que hoy
llamamos prejuicios, acto y efecto de haber tomado previamente partido. Así, herejía,
pasa a ser “tomar en mano”, “capturar”. Las herejías son doctrinas que la ortodoxia
Católica ha considerado incompatibles con su naturaleza, con su esencia, con lo que ella
es, con la verdad objetiva, con la fe, sin embargo, cada iglesia cristiana estima que la otra
son heréticas, así todo, se debe establecer criterios que determinen la ortodoxia de la
herejía.
El Código de Derecho Canónico, que norma la vida de la comunidad católica,
señala que “se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de
una verdad que ha de creerse con fe divina y católica (recordar la noción de dogma), o la
duda pertinaz sobre la misma” (Código de Derecho Canónico - CIC can. 751): por lo tanto,
es conditio sine qua non el bautismo.
Desde el punto de vista histórico, ya desde el tiempo de los Apóstoles aparecieron
las herejías como heridas a la unidad de la Iglesia, sosteniendo visiones que pretendían
unir sincréticamente la doctrina cristiana con otras religiones o filosofías o negaciones
parciales de los dogmas (no confundir con la apostasía que es “el rechazo total de la fe
cristiana”, o con el cisma que es “el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la
comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos).
Las herejías se han dado tanto en el seno de la propia de la Iglesia como desde
fuera (ver ob. cit. Hilaire Belloc, por ejemplo, la islámica), y frente a ellas no faltaron
tampoco los auténticos defensores de la ortodoxia de la fe y de la recta interpretación de
las Sagradas Escrituras, ya sea por los mismos evangelios (“Habrá entre vosotros falsos
maestros que introducirán herejías perniciosas y que, negando al Dueño que los adquirió,
atraerán sobre sí una rápida destrucción” 2Pe 2,1), pontífices, teólogos o Concilios.
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Las herejías se propagaron a lo largo de la historia, se puede partir del siglo IV,
como el siglo de las grandes herejías que se extendieron a lo largo y ancho del imperio
romano (ya para ese entonces casi evangelizado), y también por el número de los
seguidores que se enrolaban en sus filas, sin excluir sacerdotes y obispos o parte del
mismo pueblo, pero es muy extensa la historia de las herejías, por lo tanto, cabe
mencionar algunas de ellas.
Sobre la divinidad de Cristo:
- Ebionitas: negadores de la divinidad de Jesucristo. Dividían la vida de Jesús en
dos partes: antes del bautismo y después de éste. A partir del bautismo, fue revestido con
el poder necesario para cumplir la misión de Mesías, pero permaneciendo un simple
hombre. Según el Evangelio de los Doce o de los Ebionitas, "el hombre Jesús fue marcado
con el sello de la elección divina, gracias a la unción que recibió se convirtió en el Cristo",
pero permaneciendo un simple hombre, comparable a Moisés y a los profetas, pero no
mayor que ellos. Esta sentencia se puede relacionar con el bautismo de Jesús, debido a la
unción recibida por Juan el Bautista.
- Adopcionismo: Jesús no era sino un hombre nacido de una virgen, que había
vivido más religiosamente que sus semejantes. En Pablo de Samosata, no hay Dios más
que en una sola persona, Jesús no es más que un hombre, pero el Verbo lo ha inspirado.
Sobre la humanidad de Cristo:
- Gnosisjudaizante: en las cartas de san Juan se señalan errores que niegan una
verdadera encarnación, por ejemplo: "Porque al mundo salieron muchos seductores que
no confiesan que Jesús es Cristo venido en carne" (2 Jn 7).
- Docetismo: del verbo griego δοκεο =”parecer”; δοκεσις =”apariencia”. Son
aquellos que negaban que Jesucristo haya sido un verdadero hombre, poseyendo un
cuerpo real como nosotros; en consecuencia, tenían como pura ilusión o apariencia
engañosa lo que los Evangelios y la Iglesia enseñan sobre la concepción humana de Jesús.
El docetismo fue combatido por san Ignacio de Antioquía y san Ireneo,
posteriormente el concilio de Calcedonia del año 451 llama a Cristo "Dios verdadero y
hombre verdadero" y también en el II Concilio ecuménico de Lyon en el año 1274.
Sobre la unión hipostática:
- Nesíoranismo: Nestorio debió nacer aproximadamente en el año 381, de padres
persas, en Siria. Fue presbítero de la Iglesia de Antioquía. La herejía nestoriana se puede
resumir de la siguiente manera:
a) El hijo de la virgen María es distinto del Hijo de Dios, es decir se admiten dos
sujetos o personas distintas.
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que suscitó un optimismo casi mesiánico; los gobiernos de facto etc. La Iglesia de América
Latina no fue ajena a esos cambios.
Al magisterio latinoamericano no podemos ni debemos disociarlo del magisterio
impartido por los Papas. Así, y a partir de Pablo VI, se pronuncian las orientaciones de los
mismos a los Obispos latinoamericanos en sus visitas ad Limina (la visita Ad Limina
Apostolorum expresión latina que significa "los umbrales (de las basílicas) de los
apóstoles (Pedro y Pablo), es decir, la visita a Roma. Esta visita a la Santa Sede la realiza
cada obispo del mundo cada cinco años para dar cuenta del estado de su diócesis. El
Código de Derecho Canónico habla de esta visita en los cánones 399 y 400). Y ello, por
varias razones: a) por la íntima relación del Colegio Episcopal que une al Papa y a los
Obispos; b) porque el magisterio papal asume muchas veces los planteos de los Obispos
latinoamericanos; c) porque responde a cuestiones que los Obispos le plantean al Papa en
sus informes para las Visitas ad Limina.
Veamos ahora algunos de los acontecimientos del magisterio de américa latina,
previo algunos antecedentes.
De los acontecimientos previos al CELAM cabe mencionar la fundación del Colegio
Pío Latinoamericano, primera institución del Continente que, establecida en la ciudad de
Roma en 1858, sigue prestando un valioso servicio hasta nuestros días; así mismo, la
realización del Concilio Plenario Latinoamericano, llevado a cabo en Roma de mayo a
junio de 1899, que ya hemos mencionado
Así también conviene mencionar el I Congreso Latinoamericano de Educación
Católica, efectuado en Bogotá, en 1945; el mismo año en que el Papa Pío XII había
consultado a los Obispos del Continente, a través de la Secretaría de Estado, sobre la
conveniencia de una reunión episcopal cuyos debates fueron acordes a la del Concilio
Plenario Latinoamericano.
Ya estamos ante los umbrales que serán definitivos en la rica historia del CELAM.
Los Obispos de Latinoamérica enviar un petitorio al Papa Pío XII para fundación definitiva
del CELAM, respuesta que llego el 24 de septiembre de 1955 a los Obispos de América
Latina, por encargo del Papa, una carta en la que: “Su Santidad se ha dignado acoger con
benevolencia la petición formulada por la Conferencia General, para formar un Consejo
Episcopal Latinoamericano. Igualmente, el Augusto Pontífice ha accedido a aprobar, en
sus líneas generales, los puntos contenidos en el proyecto de la Conferencia”.
De este hecho histórico para Latinoamérica se sucederán cuatros Conferencias
Episcopales:
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