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Facultad de Derecho y Ciencias políticas

MÓDULO III
La Tradición y el Magisterio

Teología I
Martillero y corredor de comercio

Módulo III
La Tradición y el Magisterio

Introducción

En el Módulo II hemos expuesto el “hecho de la revelación”, instancia


fundamental ya que, ahora sabemos que Dios comunicó su palabra a los hombres y su
palabra ha llegado a nosotros por medio de la Escritura.
Ahora bien como nos llegado dicha palabra de Dios: respuesta, además de la
Escritura, por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.
La Constitución Dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II sobre la revelación
divina en su proemio, propone enseñar la auténtica doctrina y su trasmisión, es que,
cuando nos referimos a la Tradición y al Magisterio, nos referimos a la trasmisión “para
que todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación, creyendo espere, y
esperando ame” en palabras de San Agustín que cita la Constitución.
Una única finalidad tiene la Trasmisión de la Relación Divina: que todo aquello que
Dios nos ha revelado se trasmita a todos los pueblos, inmutable y a todas las
generaciones. Podemos afirmar que no hay lugar en el mundo que dicha finalidad no se
cumpliera, si el mensaje fue aceptado o rechazo es otra cuestión.
En este Módulo expondremos las líneas esenciales de la Tradición y del
Magisterio, haciendo hincapié en sus significados y fundamentalmente como exhorta la
Dei Verbum en la relación mutua entre Tradición y Magisterio, conjuntamente con la
Sagrada Escritura.
Intentemos pues, reflexionar sobre las cuestiones mencionadas.

Objetivos
- Distinguir y relacionar los conceptos de Tradición y Magisterio.
- Relacionar ambos conceptos con la Escritura.
- Presentar la Tradición y el Magisterio en su contexto histórico.
- Valorar la importancia de la trasmisión divina en la historia.
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- Reconocer las posturas opuestas al dogma.


- Tener conocimiento del Magisterio en América Latina.

Bibliografía consultada
- Catecismo de la Iglesia Católica.
- Constitución Dogmática Dei Verbum.
- Documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II.
- Documentos Pontificios.
- F. Arduso y otros, Diccionario teológico interdisciplinar, tomo IV. Ediciones
SÍGUEME, Salamanca, 1987.
- Guillermo H. Witemburg y otros, Introducción a la teología para universitarios.
Editorial UniversidadLibros, Buenos Aires, 20081.
- J.M. Rovira Belloso, Introducción a la teología, colección Sapientia Fidei,
Madrid, BAC, 2005.
- Latourelle R. Teología de la revelación. Ediciones SÍGUEME, Salamanca, 1993.
- Sagrada Escritura.

Unidad 8: La Tradición
a. Definición de Tradición de la Iglesia.
La palabra tradición fuera del uso teológico implica la idea de antigua usanza, en
este sentido tiene su significado en el contexto de las costumbres, lo histórico (por
anterior) o con diversos aspectos de la cultura de los pueblos que se comunica, se
transmite o se mantiene de generación en generación.
Etimológicamente tradición proviene del sustantivo latino traditio, y éste a su vez
del verbo tradere, “entregar”.
En las Escrituras se usa en el NT en sentido positivo y negativo. En el negativo, es
usado en la disputa entre el Señor y los fariseos acerca de “la tradición de los ancianos”
(Mt 15:1-9; Mr. 7:1-13). La tradición oral judía parece haber sido de tres clases: a)
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pretendidas leyes dadas por Moisés oralmente a los setenta ancianos, además de la Ley
escrita, y que los fariseos consideraban tan vinculantes como ella; b) decisiones de jueces,
que vinieron a sentar precedentes directores de futuras decisiones; c) interpretaciones de
las Escrituras dadas por grandes rabinos, y que finalmente llegaron a ser consideradas con
la misma reverencia que las Escrituras del AT.
De la comparación de los pasajes de Mateo y Marcos es evidente que el Señor
Jesús atacó la pretensión de revelación adicional (esto es, “de los ancianos”). Al añadir a
la Palabra de Dios se habían hecho culpables: a) habían dejado los mandamientos de Dios
(Mc 7:8);b) habían desechado el mandamiento de Dios (Mc 7:9, V.M.); c) habían
quebrantado, o transgredido, el mandamiento de Dios (Mt 15:3);
Así, por la pretensión de una tradición oral suplementaria de la escrita, el
mandamiento de Dios quedaba: a) echado a un lado o ignorado; b) desatendido en sus
demandas; c) manipulado y violado; por último,
El sentido positivo, se usa de la instrucción dada antes de que la revelación del NT
hubiera finalizado (1 Co 11:2, trad. “instrucciones 2; 2 Ts 2:15, “doctrina”; 2 Ts 3:6,
“enseñanza”). Aquí se refiere a la transmisión oral, al ministerio de enseñanza, mediante
el cual transmitía el cuerpo de doctrina cristiana (2 Ts 3:6) y las instrucciones concretas
dadas a las iglesias de Corinto y de Tesalónica (2 Ts 2:15; 1 Co 11:2).
En todo caso, esta “tradición”, esta enseñanza, es la dada por los apóstoles, y
quedaría cristalizada en sus escritos. En las Escrituras no se contempla la transmisión oral
de la revelación divina. La enseñanza, evidentemente, debe ser oral en muchos casos,
pero debe sujetarse en todo a las Escrituras (1 Co 4:6). El apóstol Pablo, en su despedida,
encomienda a los fieles, no a las jerarquías de la iglesia y a sus enseñanzas y tradiciones,
sino “a Dios, y a la palabra de su gracia” (Hch 20:28-32).
Ahora bien, qué es la tradición de la Iglesia.
Lo primero que debemos decir es que: “La “traditio Christi” es el hecho primordial
y básico del que fluye toda ulterior transmisión oral o escrita. La transmisión de Cristo a la
Iglesia da lugar a la recepción apostólica del misterio de Cristo. Tradición y recepción son
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las dos caras de la misma moneda: la de la transmisión del don gratuito de Dios” (Rovira
Belloso, Introducción a la Teología, p. 233).
La recepción del misterio de Cristo por parte de los Apóstoles da lugar, a su vez, a
la traditio apostólica, que primero se expresa como predicación oral y, luego, en forma de
“regla de fe” escrita, implantada en la tradición e interpretada por la conciencia viva de la
Iglesia: es decir, hay una unidad indisoluble entre la tradición apostólica y la Iglesia.
La doctrina católica afirma una unidad entre la Iglesia que trasmite la revelación y
la revelación que es trasmitida en y por la Iglesia.
Retomando lo dicho por la Constitución y después de referirse a la revelación en sí
misma, asume el tema de la "transmisión de la revelación divina". Y lo hace desde el
mismo comienzo del capítulo II: "Dios dispuso benignamente que aquellas cosas que
había revelado para la salvación de todos los pueblos se conservaran siempre íntegras y
se transmitieran a todas las generaciones" (Dei Verbum, cap. II, n. 7).
Los primeros en trasmitir el hecho de
“La tradición es una entrega mediante la
la revelación divina, llevada a su plenitud por
cual el don del Padre se comunica a un gran
número de hombres a través del espacio y Cristo, fueron los apóstoles (n.7). Este encargo
en la sucesión de las generaciones, de tal
que Cristo dio a los apóstoles, de predicar el
manera que una multitud de individuos,
materialmente separados por la distancia y evangelio fue realizado cabalmente, primero
por los años, viven de una misma e idéntica por la predicación y luego por escrito. Así la
Realidad que es el don del Padre y, en
primer lugar, la verdad salvadora, la Revelación, según la Dei Verbum, se trasmite
Revelación divina realizada en Jesucristo. bajo dos formas: la Tradición oral y la
Esta es comunicación de un tesoro que
Tradición escrita, bajo la inspiración del
permanece idéntico a sí mismo: es victoria
sobre el tiempo y su caducidad, sobre el Espíritu Santo.
espacio y alejamiento de la distancia”. YM.
Sin embargo, para que el Evangelio se
Congar, La tradición y la vida de la Iglesia.
mantuviera íntegro, se perpetúa en la Iglesia
por los sucesores de los apóstoles, los
obispos, a quienes se les confió la misión de
enseñar a través de los siglos. Así, la misión de
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los obispos es trasmitir todo aquello que han


recibido de los apóstoles.
La transmisión de la Revelación continúa en el documento del magisterio
extraordinario poniendo de relieve la naturaleza de la Tradición (n.8), su objeto e
importancia. La Tradición que deriva de los apóstoles y el evangelio fuente de toda
verdad, se comunica a la Iglesia, que con el auxilio del Espíritu Santo, debe trasmitirse a
todas las generaciones, en su doctrina, en su vida y en su culto. La parte última analiza la
mutua relación entre la Tradición y la Escritura.
Teniendo en cuenta la relación anterior entre Tradición y Escritura, la Dei Verbum
deja en claro la mutua relación (no se pueden considerar por separadas o independientes
una de la otra) de ambas: por su misma fuente, la revelación divina; porque expresan el
misterio único y por su fin que es la salvación del hombre (n.9).
El capítulo II (n.10) concluye con la relación de la Tradición y de la Escritura con
toda la Iglesia (fieles y jerarquía), por un lado, y la Tradición y la Escritura con el
Magisterio de la Iglesia por el otro.
Por último debemos mencionar en este apartado (si bien el tema de la herejía
corresponde después) la llamada herejía modernista frente a la tradición:
Así habla San Pio X de la herejía del modernismo en Pascendi:
“A su vez, el hombre, al creer, puede estar en condiciones que pueden ser muy
diversas. Por lo tanto, las fórmulas que llamamos dogma se hallarán expuestas a las
mismas vicisitudes, y, por consiguiente, sujetas a mutación. Así queda expedito el camino
hacia la evolución íntima del dogma. ¡Cúmulo, en verdad, infinito de sofismas, con que se
resquebraja y se destruye toda la religión! No sólo puede desenvolverse y cambiar el
dogma, sino que debe; tal es la tesis fundamental de los modernistas, que, por otra parte,
fluye de sus principios.”
Tal respuesta no es en cierto modo una condena a la modernidad, sino algunos de
sus aspectos.
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b. El “depósito de la fe”
El depósito de la fe lo constituye la Tradición y la Escritura, confiado a toda la
Iglesia (por supuesto que no debe entenderse que toda la Iglesia interprete el depósito de
la fe, la interpretación es un oficio que sólo pertenece al magisterio únicamente), en el
sentido de comunión, pastores y fieles, en la Eucaristía y en la oración, y en profesión de
fe que es una; la fe en Jesucristo que es la fe de la Iglesia. Contra la afirmación
protestante de la “sólo scriptura”, es decir, solamente la Escritura como fuente de la fe,
desechando al mismo tiempo la existencia de una tradición oral de la cual la misma Biblia
se originó, los siguientes pasajes atestiguan que la propia Escritura afirma la existencia de
esa tradición:
a) En II Tes, 2,15, San Pablo exhorta: “Así, pues, hermanos, manteneos firmes y
conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o parearla".
b) En I Cor 11, 2, se lee: “Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y
conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido”.
Como se ve, la propia Escritura afirma que existen verdades doctrinarias
enseñadas por Cristo que deben transmitirse de generación en generación oralmente sin
que los cristianos tengan derecho a despreciarlas o a modificarlas. No se trata, pues, de
las enseñanzas de un doctor aislado, ni de un grupo, ni siquiera de las más antiguas y
primitivas como si se identificara Tradición con Iglesia primitiva. La Tradición es lo que
siempre ha creído y enseñado la Iglesia de un modo constante y firme a lo largo de todos
los siglos.
Por último nos cabe presentar algunos los principales instrumentos que han
conservado la Tradición de la Iglesia:
- las profesiones de fe o símbolos de la fe católica;
- decisiones infalibles de Papas y Concilios;
- los catecismos los escritos de los Padres de la Iglesia (escritores cristianos de
los primeros siglos, del I al VI u VIII que se distinguieron por su santidad y
ortodoxia y a los que la Iglesia reconoció);
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- los escritos de los llamados escritores eclesiásticos, es decir, teólogos de los


tiempos antiguos a quienes falta la nota de santidad u ortodoxia y que por eso
no han sido reconocidos por la Iglesia: ej. Orígenes. Se considerarán testigos de
la Tradición cuando en sus enseñanzas no se aparten del espíritu de la Iglesia
universal.
- las Actas de los mártires;
- los monumentos arqueológicos.

c. Tradición y tradiciones.
Nos dice el Catecismo: “La Tradición de que hablamos aquí es la que viene de los
apóstoles y transmite lo que estos recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y
lo que aprendieron por el Espíritu Santo. En efecto, la primera generación de cristianos no
tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el
proceso de la Tradición viva. Es preciso distinguir de ella las "tradiciones" teológicas,
disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias
locales. Estas constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe
expresiones adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la luz de la
gran Tradición aquellas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas
bajo la guía del Magisterio de la Iglesia (83). He aquí expresado la diferencia entre
tradición y tradiciones.

d. El valor de la Tradición en la Iglesia. ......


Gracias a la Tradición, la Iglesia conoce con seguridad el canon (colección de los
libros del Antiguo y del Nuevo Testamento que la Iglesia Católica ha recibido como
inspirados por Dios). Gracias a la Tradición, conoce la Iglesia los criterios para interpretar
con certeza el mensaje cristiano. Hace que la Escritura sea incesantemente operativa,
introduciendo a todos los fieles a la verdad plena.
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Por todo esto, la Sagrada Escritura no puede ser entendida cabalmente al margen
de la Tradición.
Hay tres elemento que debemos tener en cuenta respecto de la tradición de la
Iglesia y su fe: 1) Una continuidad ininterrumpida y continuamente renovada que
podemos llamar fidelidad; 2) Una capacidad inagotable de reexpresión en las diversas
culturas, como lo ha expresado, por ejemplo, el Concilio Vaticano II; 3) La tradición que
“progresa” en la Iglesia.
Sin embargo, debemos dejar en claro lo siguiente, sobre estos tres elementos, la
renovación, la reexpresión y el “progreso”; que no implica cambio alguno que puede
afectar las dimensiones de la fidelidad o que la Iglesia y su fe se acomode a los tiempos
culturales históricos, soslayando sus propios principios.
En el misterio de la tradición se revela el Dios Uno y Trino.

1- Foro: qué expresa la Dei Verbum en su número 8.


2- Cuál es el motivo por el cual Lutero rechaza la tradición
3- Porqué Orígenes no tiene la “nota de santidad”.
4- Cuáles son las aportaciones del Concilio Vaticano II, respecto de la relación de
la tradición con la Escritura y el Magisterio.
5- Contiene la tradición “verdades” no contenidas en la Escritura.
6- Foro: opinar qué relación hay con nuestro tema en:
http://www.corazones.org/doc/orientale_lumen.html
Nota: para las preguntas 4 y 5 valerse del texto de Rovira Belloso, Introducción a la
teología, capítulo VII

Unidad 9: El Magisterio.
a. ¿Qué es el Magisterio?
La palabra Magisterio proviene latín magisterium, magisterio es el cargo o
profesión de maestro y la enseñanza que éste ejerce con sus alumnos. Ahora bien qué es
propiamente el magisterio en su consideración teológica.
En el uso católico moderno, el término magisterium ha llegado a asociarse case
exclusivamente al papel y autoridad magisteriales de la jerarquía. Un desarrollo aún más
reciente es que el término "el magisterio" es a menudo utilizado para referirse no al oficio
de enseñar como tal, sino al conjunto de hombres que tienen este oficio en la Iglesia
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Católica: el Papa y los Obispos (ver, Dei Verbum 10). Es importante comprender que el
término "auténtico", tal como es utilizado aquí, no significa "genuino" o "verdadero", sino
más bien "autorizado", y específicamente "dotado de autoridad pastoral o jerárquica".
También el Concilio a través de otros documentos afirma la autoridad del magisterio:

"Los obispos han sucedido, por institución divina, a los apóstoles como pastores
de la Iglesia" (LG 20);
"El cuerpo episcopal sucede al colegio de los apóstoles en el magisterio y en el
régimen pastoral" (LG 22);
"Los obispos en cuanto sucesores de los apóstoles, reciben del Señor la misión de
enseñar a todas las gentes y de predicar el evangelio a toda criatura" (LG 24).

Sin embargo tales afirmaciones deben encontrarse en la Escritura, dada la relación


que hemos explicado, en este sentido debe de haber: a) los apóstoles recibieron de Cristo
el mandato de enseñar en su nombre; b) ellos compartieron este mandato con otros a los
que asociaron al ministerio pastoral; c) el principio de sucesión de este mandato es ya
operativo durante el período de la redacción del NT. A esto debemos agregar el propio
mandato de Cristo a sus discípulos, siendo los evangelios un claro testimonio: "Predicad el
evangelio a toda criatura" (Mc 16,15); "haced discípulos míos en todos los pueblos...
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19s) o las cartas
pastorales de San Pablo donde a Timoteo y Tito se les recuerda repetidamente su misión
de maestros.
Pero, no hay que olvidar en todo esto un artículo básico de la fe cristiana: que el
Espíritu Santo mantiene a la Iglesia en la fe verdadera.
Y quién es el sujeto del magisterio. Este sujeto es el colegio episcopal (en unión
con y bajo el Papa, su cabeza) como unidad que en la iglesia continúa al colegio apostólico
constituido por Jesús. Él es por tanto “sujeto de suprema y plena potestad sobre toda la
iglesia”. Pero también el Papa, según la definición dogmática del Vaticano I recogida por
el Vaticano II, tiene en la iglesia “una potestad plena, suprema y universal, que puede
ejercer libremente”.
Y cuál el objeto.

“La Revelación pública terminó con la muerte del último de los Apóstoles, ya que
solo ellos fueron testigos autorizados de Jesucristo, que es la plenitud de esa Revelación
divina. De tal manera que el depósito de la fe es irreformable, y no admite aumento o
disminución: su contenido es la verdad revelada por Dios.
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Al respecto, el Concilio Vaticano I declaraba que la doctrina de la fe que Dios ha revelado


no ha sido propuesta como un hallazgo filosófico que deba ser perfeccionado por los
ingenios humanos, sino entregada a la Esposa de Cristo como un depósito divino, para ser
fielmente guardada e infaliblemente declarada. De ahí que también hay que mantener
perpetuamente aquel sentido de los sagrados dogmas que una vez declaró la santa madre
Iglesia y jamás apartarse de ese sentido so pretexto y nombre de una más alta inteligencia
(can.3)"(Dz!800).
Respecto a las revelaciones privadas señalemos dos cosas: a) Las revelaciones privadas no
hacen ninguna contribución al aumento sustancial de la Revelación pública. Se dirige a
personas particulares a diferencia de la Revelación pública que vale para la comunidad
misma de la Iglesia. No pertenece, portante, al depositum fidei (depósito de la fe); b) La
Iglesia, en cuanto guardiana de la Revelación tiene derecho a contrastar la revelación
privada y deber de hacerlo. Aunque la Iglesia, después de un cuidadoso examen, reconozca
como auténtica una revelación privada (por ejemplo, los mensajes recibidos por
determinadas personas por parte de la Virgen María), jamás lo propone como objeto de
un deba universal de la fe. La aprobación de la Iglesia dice, en realidad, que la revelación
no está en contradicción con la Revelación general y pública y que puede servir para
edificación espiritual” (Ob. cit., Introducción a la teología para universitarios, 234-
235).

b. Diversidad de magisterios
1. Magisterio ordinario.
El término “ordinario” aplicado al magisterio de la iglesia se define, por un lado, en
contraposición a “extraordinario”; es el uso más común de estos términos, según el cual
se refieren al grado de verdad que el magisterio reivindica para su enseñanza; en este
caso magisterio ordinario es sinónimo de magisterio auténtico pero no infalible
(magisterio simplemente auténtico). Por otro, “ordinario” se define en contraposición a
“solemne”; así en la constitución del Vaticano I sobre la fe las verdades que hay que creer
con “fe divina y católica” se dice que son las contenidas en la palabra de Dios “objeto
material del dogma y propuestas como tales por el magisterio, bien con un
pronunciamiento solemne, bien en su ejercicio “ordinario y universal” (objeto formal del
dogma); aquí evidentemente magisterio ordinario no se contrapone a magisterio infalible
".

2. Magisterio extraordinario.
La consideración explícita del magisterio extraordinario, aunque se refiere
directamente a un ejercicio relativamente raro, lleva a tematizar lo que es el significado
último del magisterio en la iglesia y por tanto lo que le especifica radicalmente. Las
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verdades de la fe que se comunican mediante la Iglesia la ofrece de una forma


extraordinaria en su enseñanza, que se identifica en último análisis con el Papa, cuando
éste pretende afirmar algo usando para ello de toda su autoridad. Y esto puede ocurrir
bien de dos maneras: la convocatoria de un Concilio Ecuménico, que es la asamblea de
todos los obispos bajo la guía del obispo de Roma, o con una intervención personal del
Pontífice, iniciativa que recibe el nombre de definición ex cathedra.
Semejante Magisterio extraordinario consiste, pues, en una enseñanza
excepcional en su formulación y en la misma posibilidad de que tenga lugar, y tiene como
sujeto a la autoridad del Papa, tanto en el caso de la formulación personal ex cathedra
como en la eventualidad de un Concilio, que no puede ser válido sin la aprobación del
Pontífice (la expresión que se usa en la Iglesia para indicar estas explicitaciones es la
palabra “dogma”, cuyo tratamiento lo haremos seguidamente).

Como actividad les propongo lo siguiente para una mayor comprensión del
Magisterio.
1- ¿Qué sostiene el Catecismo sobre el magisterio?
2- ¿Cuáles son los niveles del magisterio? El primeros es una definición infalible
del Papa, ¿los otros?
3- Leer en la Lumen Gentium, 25 que le corresponde a los fieles:
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/va
t-ii_const_19641121_lumen-gentium_sp.html

c. El dogma
El término dogma viene del latín dogma cuyo significado es opinión, teoría,
creencia. El latín dogma viene del griego dogma que significa literalmente: lo que parece
bueno; de donde, opinión.
El vocablo dogma viene del verbo dokeo que significa, primero: parecer, semejar.
Luego: parecer luego de una reflexión, parecer bien, decidir. Luego, dokeo pasó a
significar: pensar, juzgar, estimar, parecer bueno y verdadero.
El Magisterio de la Iglesia ejerce Según C. Tresmontant: “Los dogmas de la
plenamente la autoridad que tiene de iglesia son las opiniones, las tesis que ella
Cristo, según el Catecismo, cuando profesa, lo que ella considera ser verdad. En
propone al pueblo de Cristo una verdad lenguaje moderno, es el contenido de la
contenida en la Revelación divina o información que ella considera su deber
verdades relacionadas con éstas, y a eso comunicar al mundo. (Claude Introducción a
llama dogma, tal pueblo cristiano se ve la teología cristiana. Barcelona: Herder, 1978,
p. 172)
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obligado a una adhesión irrevocable de fe.


A veces la misma Iglesia es acusada de dogmática, pero el dogma tiene su razón de
ser en la tradición de la Iglesia, además, como bien dice C. Tresmontant, “los que no
profesan ningún dogma, o sea, ninguna opinión son, si los hay, quienes suspenden
constantemente su juicio” (ob. cit. p. 173).

d. Herejías y su historia.
Herejía viene del latín haeresis. En latín, haeresis significa: opinión, sistema,
doctrina, a su proviene del griego hairesis que significa, primero: la acción de tomar algo
ajeno, pasa a tener el significado de preferencia, inclinación, gusto particular. De este
modo pasó a significar: búsqueda de algo, por ejemplo del poder. Pero también significa
estudio particular y preferencia por una doctrina. De donde: escuela filosófica, escuela
literaria, escuela médica. En este sentido, en definitiva, es algo análogo a lo que hoy
llamamos prejuicios, acto y efecto de haber tomado previamente partido. Así, herejía,
pasa a ser “tomar en mano”, “capturar”. Las herejías son doctrinas que la ortodoxia
Católica ha considerado incompatibles con su naturaleza, con su esencia, con lo que ella
es, con la verdad objetiva, con la fe, sin embargo, cada iglesia cristiana estima que la otra
son heréticas, así todo, se debe establecer criterios que determinen la ortodoxia de la
herejía.
El Código de Derecho Canónico, que norma la vida de la comunidad católica,
señala que “se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de
una verdad que ha de creerse con fe divina y católica (recordar la noción de dogma), o la
duda pertinaz sobre la misma” (Código de Derecho Canónico - CIC can. 751): por lo tanto,
es conditio sine qua non el bautismo.
Desde el punto de vista histórico, ya desde el tiempo de los Apóstoles aparecieron
las herejías como heridas a la unidad de la Iglesia, sosteniendo visiones que pretendían
unir sincréticamente la doctrina cristiana con otras religiones o filosofías o negaciones
parciales de los dogmas (no confundir con la apostasía que es “el rechazo total de la fe
cristiana”, o con el cisma que es “el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la
comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos).
Las herejías se han dado tanto en el seno de la propia de la Iglesia como desde
fuera (ver ob. cit. Hilaire Belloc, por ejemplo, la islámica), y frente a ellas no faltaron
tampoco los auténticos defensores de la ortodoxia de la fe y de la recta interpretación de
las Sagradas Escrituras, ya sea por los mismos evangelios (“Habrá entre vosotros falsos
maestros que introducirán herejías perniciosas y que, negando al Dueño que los adquirió,
atraerán sobre sí una rápida destrucción” 2Pe 2,1), pontífices, teólogos o Concilios.
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Las herejías se propagaron a lo largo de la historia, se puede partir del siglo IV,
como el siglo de las grandes herejías que se extendieron a lo largo y ancho del imperio
romano (ya para ese entonces casi evangelizado), y también por el número de los
seguidores que se enrolaban en sus filas, sin excluir sacerdotes y obispos o parte del
mismo pueblo, pero es muy extensa la historia de las herejías, por lo tanto, cabe
mencionar algunas de ellas.
Sobre la divinidad de Cristo:
- Ebionitas: negadores de la divinidad de Jesucristo. Dividían la vida de Jesús en
dos partes: antes del bautismo y después de éste. A partir del bautismo, fue revestido con
el poder necesario para cumplir la misión de Mesías, pero permaneciendo un simple
hombre. Según el Evangelio de los Doce o de los Ebionitas, "el hombre Jesús fue marcado
con el sello de la elección divina, gracias a la unción que recibió se convirtió en el Cristo",
pero permaneciendo un simple hombre, comparable a Moisés y a los profetas, pero no
mayor que ellos. Esta sentencia se puede relacionar con el bautismo de Jesús, debido a la
unción recibida por Juan el Bautista.
- Adopcionismo: Jesús no era sino un hombre nacido de una virgen, que había
vivido más religiosamente que sus semejantes. En Pablo de Samosata, no hay Dios más
que en una sola persona, Jesús no es más que un hombre, pero el Verbo lo ha inspirado.
Sobre la humanidad de Cristo:
- Gnosisjudaizante: en las cartas de san Juan se señalan errores que niegan una
verdadera encarnación, por ejemplo: "Porque al mundo salieron muchos seductores que
no confiesan que Jesús es Cristo venido en carne" (2 Jn 7).
- Docetismo: del verbo griego δοκεο =”parecer”; δοκεσις =”apariencia”. Son
aquellos que negaban que Jesucristo haya sido un verdadero hombre, poseyendo un
cuerpo real como nosotros; en consecuencia, tenían como pura ilusión o apariencia
engañosa lo que los Evangelios y la Iglesia enseñan sobre la concepción humana de Jesús.
El docetismo fue combatido por san Ignacio de Antioquía y san Ireneo,
posteriormente el concilio de Calcedonia del año 451 llama a Cristo "Dios verdadero y
hombre verdadero" y también en el II Concilio ecuménico de Lyon en el año 1274.
Sobre la unión hipostática:
- Nesíoranismo: Nestorio debió nacer aproximadamente en el año 381, de padres
persas, en Siria. Fue presbítero de la Iglesia de Antioquía. La herejía nestoriana se puede
resumir de la siguiente manera:
a) El hijo de la virgen María es distinto del Hijo de Dios, es decir se admiten dos
sujetos o personas distintas.
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b) El hombre Cristo no es Dios sino portador de Dios. Por la encarnación no se ha


hecho hombre propiamente el Logos-Dios, sino que ha pasado a morar en el hombre
Jesucristo, de manera parecida como Dios habita en los justos.
c) No es posible dar el título de "Madre de Dios" a María, ya que solo es madre del
hombre Cristo.
d) Las propiedades humanas (nacimiento, pasión, muerte) tan sólo se pueden
predicar del hombre Cristo; las propiedades divinas (creación, eternidad) únicamente del
Logos-Dios.
El concilio de Éfeso (431) definió contra los nestorianos la unidad de persona,
afirmando las dos naturalezas en Cristo, Dios y hombre.
- Monofisismo: etimológicamente el vocablo "monofisismo" designa a cualquier
doctrina que no reconozca, en el Verbo encarnado, más que una sola "phisis" (naturaleza)
después de la unión de la divinidad con la humanidad. Históricamente, el nombre
"monofisista" ha sido dado a todos aquellos que han rechazado la definición del I Concilio
de Calcedonia, IV ecuménico.
Para concluir con el tema, exponemos lo dicho por El Concilio Vaticano II que no
dice: “en esta una y única Iglesia de Dios, aparecieron ya desde los primeros tiempos
algunas escisiones que el apóstol reprueba severamente como condenables; y en siglos
posteriores surgieron disensiones más amplias y comunidades no pequeñas se separaron
de la comunión plena con la Iglesia católica y, a veces, no sin culpa de los hombres de
ambas partes” (Decreto Unitatis Redintegratio, Sobre el ecumenismo, 3).

e. El Magisterio en América Latina


El último tema que hemos de tratar, ya sabido el concepto de magisterio, es el
Magisterio en América Latina.
Ante todo, dicho magisterio, es la existencia de una conciencia eclesial, regional o
continental, que se muestra en los Concilios realizados a partir del siglo XVI, para
enfrentar los tiempos nuevos, también se puede mencionar los Concilios Limenses (1551-
1772), o el Concilio Plenario de América Latina, celebrado en Roma en 1899, si vamos a
sus orígenes, además debemos tener en cuenta en la historia los Concilio
hispanoamericanos. Pero supone, sobre todo, al Concilio Vaticano II (1962-1965) que con
la Constitución pastoral Gaudium et Spes se abre al mundo contemporáneo, y ello supone
el mundo nuevo.
Se debe recordar algunos sucesos de aquellos tiempos, como por ejemplo, la
ideología marxista en Cuba; las guerrillas revolucionarias; la idea del desarrollo en auge
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que suscitó un optimismo casi mesiánico; los gobiernos de facto etc. La Iglesia de América
Latina no fue ajena a esos cambios.
Al magisterio latinoamericano no podemos ni debemos disociarlo del magisterio
impartido por los Papas. Así, y a partir de Pablo VI, se pronuncian las orientaciones de los
mismos a los Obispos latinoamericanos en sus visitas ad Limina (la visita Ad Limina
Apostolorum expresión latina que significa "los umbrales (de las basílicas) de los
apóstoles (Pedro y Pablo), es decir, la visita a Roma. Esta visita a la Santa Sede la realiza
cada obispo del mundo cada cinco años para dar cuenta del estado de su diócesis. El
Código de Derecho Canónico habla de esta visita en los cánones 399 y 400). Y ello, por
varias razones: a) por la íntima relación del Colegio Episcopal que une al Papa y a los
Obispos; b) porque el magisterio papal asume muchas veces los planteos de los Obispos
latinoamericanos; c) porque responde a cuestiones que los Obispos le plantean al Papa en
sus informes para las Visitas ad Limina.
Veamos ahora algunos de los acontecimientos del magisterio de américa latina,
previo algunos antecedentes.
De los acontecimientos previos al CELAM cabe mencionar la fundación del Colegio
Pío Latinoamericano, primera institución del Continente que, establecida en la ciudad de
Roma en 1858, sigue prestando un valioso servicio hasta nuestros días; así mismo, la
realización del Concilio Plenario Latinoamericano, llevado a cabo en Roma de mayo a
junio de 1899, que ya hemos mencionado
Así también conviene mencionar el I Congreso Latinoamericano de Educación
Católica, efectuado en Bogotá, en 1945; el mismo año en que el Papa Pío XII había
consultado a los Obispos del Continente, a través de la Secretaría de Estado, sobre la
conveniencia de una reunión episcopal cuyos debates fueron acordes a la del Concilio
Plenario Latinoamericano.
Ya estamos ante los umbrales que serán definitivos en la rica historia del CELAM.
Los Obispos de Latinoamérica enviar un petitorio al Papa Pío XII para fundación definitiva
del CELAM, respuesta que llego el 24 de septiembre de 1955 a los Obispos de América
Latina, por encargo del Papa, una carta en la que: “Su Santidad se ha dignado acoger con
benevolencia la petición formulada por la Conferencia General, para formar un Consejo
Episcopal Latinoamericano. Igualmente, el Augusto Pontífice ha accedido a aprobar, en
sus líneas generales, los puntos contenidos en el proyecto de la Conferencia”.
De este hecho histórico para Latinoamérica se sucederán cuatros Conferencias
Episcopales:
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Río de Janeiro. Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Río


de Janeiro, Brasil, del 25 de julio al 4 de agosto de 1955
Su finalidad fue un proceso de evangelización, de la inculturación por la fe, en la
vida de los pueblos, en el clero, en las costumbres, en la educación religiosa, todo ello
para afianzar la rica doctrina católica.

Medellín. Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Medellín,


Colombia, 26 de agosto al 7 de septiembre de 1968
La Segunda Conferencia General del Episcopado latinoamericano tiene un alto
contenido antropológico, la relación hombre-Dios debe ser el punto de partida hacia la
Persona de Cristo (GS). Se ve la necesidad de acudir a los documentos del Concilio
Vaticano II y a los siguientes temas centrales: la promoción del hombre y de los pueblos;
evangelización y maduración en la fe de los pueblos y sus élites, a través de la catequesis,
la teología en los centros de enseñanza superiores y la liturgia (GS), y los problemas
relativos a los miembros de la Iglesia (LG).

Puebla. Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Puebla,


México, 27 de enero al 13 de febrero de 1979
La Tercera Conferencia General centra su atención en la Evangelización en el
presente y en el futuro de América Latina. Se hace un análisis de los aspectos
socioculturales y eclesial del presente en consonancia con la Evangelii Nuntiandi de Pablo
VI, y la evangelización de la Iglesia de carácter universal, siendo siempre el mensaje:
Cristo salvador del mundo y el Espíritu del Señor impulsando a su pueblo en la historia
para discernir los signos de los tiempos.

Santo Domingo. Cuarta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,


Santo Domingo, República Dominicana, 12 al 28 de octubre de 1992
La evangelización de la cultura y, en el contexto de la celebración del V Centenario
del inicio de la Evangelización de América, convoca a la Cuarta Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano, donde la nueva evangelización propuesta por el Santo
Padre fue interpretada como inculturación del Evangelio. Eje de su reflexión es Jesucristo:
vida y esperanza de América Latina. Se destaca la importancia de la cultura urbana y el
auge de los medios de comunicación social.
Dejamos la siguiente conclusión para reflexionar:
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“La unidad y relación de la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la


Iglesia deber guiar a la Iglesia toda. El “depósito de la fe” confiado a la Iglesia debe
trasmitirse de generación en generación permaneciendo inmutable en su doctrina sin
dejar de adecuarse a los procesos de inculturación necesarios para la trasmisión del
Evangelios a todas las naciones, y en esto estamos llamados todos”

1. Glosario: ortodoxia; Papa; Concilio; Presbítero, Obispo; Apóstol.


2. Foro: debatir el sentido de dogma en la Iglesia y, si tiene sentido hablar de
dogma en la ciencia y en la filosofía.
3. Ver otros tipos de herejía según Rovira Belloso, p. 273.
4. Foro: pueden determinar cuál o cuáles han sido las primeras herejías.
5. Leer el texto de Hilaire Belloc Las grandes herejías en:
http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/Belloc_Hilaire/LasGrandesHerejias
_01.htm y responder en qué consiste la herejía moderna.
6. Para una visión del Magisterio de América Latina ver:
http://www.inculturacion.net/phocadownload/Autores_invitados/Cadavid,_Hi
storia_del_magisterio_latinoamericano.pdf

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