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Emilio Alonso García Rodríguez

Feminismo en la literatura hispana


Introducción
El siguiente ensayo recoge algunas ideas sobre el feminismo en la literatura hispana.
Por lo que se investigará qué se hace actualmente y cómo se puede hablar de feminismo en
la literatura española. Sobre todo de la lucha para que a las mujeres se les reconozca como
escritoras, no por ser mujeres sino por ser seres pensantes, humanos, con talento e ingenio.
Ya que, si se le reconoce a una mujer escritora sólo por ser mujer, se le toma en cuenta, no
por su capacidad creativa e imaginativa, sino por sus cualidades físicas. Se le resalta como
escritora poniéndola como la contraparte del escritor pero no como su igual en las letras.
Como si ser mujer fuera algo a destacar por simplemente ser mujer, pero no el talento de la
escritora. Por lo que se tomará como base el artículo de María del Mar López-Cabrales
Nuevas cuentistas españolas frente al feminismo, publicado en 2014, para resaltar que las
mujeres pueden generar un debate dentro de la literatura sin tener que recurrir a su cualidad
de mujer. Lo que hace que las mujeres escritoras estén al mismo nivel que los escritores, y
se genere una crítica de que no debería haber diferencia entre escritores y escritoras, en
cuanto a talento y capacidad humana.
 
El problema de la cultura universal y el feminismo
Sabemos que el movimiento feminista es un proceso que ha empezado hace poco;
esto por la cultura dominante, la universal, ha sido formada por los hombres. Cultura que ha
dominado en la sociedad por lo menos dos mil años. Por lo que hablar de feminismo es
hablar nuevos modos en que las mujeres pueden tener equidad y reconocimiento en un
mundo patriarcal.
La cultura patriarcal ha dominado tanto, que apenas se reconocen algunas mujeres
como científicas, escritoras, políticas, filósofas, líderes, pensadoras, directoras de cine,
músicas, compositoras, etc. En el mundo actual, aunque ha habido cambios, el lugar de la
mujer sigue siendo negado o dejado de lado. Como si la mujer no tuviera las mismas
capacidades que el hombre. Esto no ha sido por un aspecto natural, sino de imposición. De
pensar que la mujer es inferior cultural, social, intelectual, sexualmente y más. Por lo que se
piensa que los grandes creadores culturales o pensadores son hombres, porque la mujer es
inferior y no puede generar algo de valor cultural.
Se reconocen científicas como Marie Curie, pero es una de miles de mujeres que han
sido ninguneadas. Y eso porque ella ganó un premio nobel, sino pasaría como desconocida,
así como su familia. sólo por hablar de un aspecto de la humanidad, que es la ciencia. En las
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de las humanidades muchas mujeres son vistas como objetos de adorno o de compañía,
como si su obra dependiera de los artistas hombres con los que convivieron. Simone de
Beauvoir, o Hannah Arendt no son tomadas en serio más que como amantes de filósofos.
Otro ejemplo destacable, fue cuando se celebró el centenario de la escritora Elena
Garro y se le recordó del siguiente modo: «mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares,
inspiradora de García Márquez y admirada por Borges» (Cueva, 2017) Mostrando así que
Elena no tenía más mérito que haber llamado la atención de los hombres o haber
pertenecido a uno. Por lo que sus méritos literarios son ignorados.
En el caso actual de España sucede que en la literatura las mujeres escritoras no
están muy conformes con la idea de feminismo. No porque no estén de acuerdo con sus
ideales, sino que intentan desde su propio modo de escribir, pensar y ser, escribir sobre lo
que es ser mujer. Cada una logra a su manera cuestionar los valores impuestos. Por lo que
cada escritora es diferente.
Las mujeres no son homogéneas. No son una sola mujer, pero la experiencia es la
misma. Cada mujer es distinta y experimenta la opresión machista de formas semejantes,
aunque diferentes. En la literatura esta experiencia se muestra de manera diversa. No hay un
modo de abordar el feminismo en la literatura, hay muchos. Por lo que dependiendo de la
época y la escritora se abordará diferente:
“La experiencia existencial de las mujeres, aunque participa de la
heterogeneidad propia de cualquier grupo humano, comparte un factor común:
la presencia de una serie de aspectos diferenciadores respecto a los agrupados
bajo lo que, por coherencia, podríamos denominar «experiencia masculina» –
ambas se nutren de los más profundos y arraigados elementos del tejido
social–, y que aparecen por necesidad en su narrativa, ya sea explícita o
implícitamente, con distintos aspectos y matices.” (López-Cabrales, 2014)
Por lo que su literatura se nutre del tejido social que es por default masculino. La
literatura se entiende como la hecha por hombres. La experiencia literaria es la masculina,
así como las demás creaciones humanas. Pero no hay que caer en el extremismo de decir
que la mujer no puede compartir experiencias masculinas. Más bien hay que decir que la
experiencia masculina ha excluido a la femenina. Y en esto, la mujer logra abrir un espacio
para el pensamiento, un sitio para la escritura desde la experiencia de ser mujer. Porque
aunque la mujer como ser social distinto al hombre es una idea reciente, las mujeres tienen
su propio modo de expresarse y pensar.
“Se inicia pensando que las novelistas, por ser mujeres, se enfrentan a problemas
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parecidos. Los problemas y su intensidad están determinados en gran parte por la cultura
específica a la que las escritoras pertenecen y por sus circunstancias personales en relación
con esa cultura. Se trata […] de identificar esos problemas y de señalar, en las obras, las
diferentes trayectorias que se hayan seguido para superarlos.” (Riddel, 1995, p.3).
Este nuevo modo surge cuando la mujer comienza a expresarse. La mujer ya no es un
ser callado y pasivo. Por lo que hay que decir que la cultura masculina fue una cultura de
dominación y callamiento a la mujer. El hombre tiene valor porque habla y calla a la otra. El
hombre tiene su lugar como escritor porque su voz es la única que se ha escuchado a lo
largo de los siglos. El lugar del discurso ha sido ocupado por hombres por la dominación que
generaban. Por lo que el lugar de la mujer estaba sujeto a una situación de callamiento. La
inferioridad o el hace menos a las mujeres se debe a la cultura masculina. Lo que demuestra
que la mujer no es ni inferior ni secundaria en el pensamiento y en la escritura. Su lugar ha
sido negado por imposición:
“El discurso público, el discurso de autoridad es, desde el principio de los tiempos, un
asunto de hombres. Este modelo en el que el hombre toma la palabra porque la considera
propia y la mujer se calla y silencia porque ha interiorizado las “indirectas sociales acerca de
lo que se define como un comportamiento adecuado para nuestro género, esto es: callarse,
quitarse importancia, no reconocer el talento ni el mérito, sentirse culpable”. (Cueva, 2017)
La mujer por lo tanto, en la cultura no ha logrado expresar su ser porque le ha sido
negado. En la literatura sucede lo mismo. Por lo que si se piensa a la mujer como un ser
homogéneo o igual en cuanto mujer, se le niega su aspecto universal. Así mismo también se
le niega su lugar como escritora por su talento, y se le indica que su lugar es como ser
escritor pero en mujer. Como si su talento o capacidad se vea relacionado a su ser mujer. Lo
que sólo le da un lugar pero como aspecto interesante o extraordinario. Carmen G. de la
Cueva dice que ve a las escritoras como rebeldes que escriben y se apartan del canon que
es masculino. Son archipiélagos dice:
“Siempre me he imaginado a las mujeres que a lo largo de la historia han
escrito y publicado libros como un archipiélago de islas a la deriva desprendidas
del continente de la literatura universal —la literatura canónica, la que escriben
los hombres.” (Cueva, 2017)
Y esto es muy cierto, porque la cultura masculina, con su experiencia de lo universal
como lo masculino excluye lo femenino, lo ser mujer. Las luchas actuales en la literatura son
para mostrar que la parte negada es igual o más importante para la humanidad. Las
escritoras están ganando su sitio por su propio mérito y no por algo de moda, o para
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complacer a la mayoría. Un caso para pensar esto es cuando se le dio su lugar como
miembro de la Real Academia en 1983 a Elena Quiroga. Se comentó lo siguiente:
“Como se observa, la figura de Elena Quiroga no dejó de suscitar apreciaciones
dispares. Incluso su nombramiento como miembro de la Real Academia en
1983 generó comentarios escindidos. Numerosos intelectuales se posicionaron
a favor de Juan Benet, el otro aspirante, al considerar que Quiroga había sido
elegida, no por su talla intelectual –llevaba sin publicar desde 1973-, sino por su
condición de mujer, tratándose de una estrategia de la Academia para
protegerse de los comentarios que en el momento la tachaban de entidad
retrógrada.”(Martín Inés Corujo, 2016, p.17)  
No se le reconoció a la escritora Elena Quiroga por sus logros literarios, sino por ser
mujer, y su nombramiento se pensaba se debió más a una estrategia política que un
reconocimiento intelectual. Es el peligro de reconocer a una escritora sólo por ser mujer, no
se le toma en serio. Da igual su escritura, pensamiento, aportes, lo importante es que se
muestre la equidad, cuando en realidad se le niega su labor intelectual. Las mujeres por
medio de su escritura luchan por su reconocimiento como escritoras.
 
Feminismo en la literatura hispana
Como bien muestra María del Mar López-Cabrales, el asunto no es que se reniegue
del feminismo en la literatura contemporánea española. El feminismo es muy importante y es
un movimiento que siempre hay que defender. Lo que se crítica es la idea de que la escritora
sea buena sólo por ser mujer.
 
“Los resultados de mis entrevistas fueron sorprendentes, y hasta cierto punto
contradictorios. En primer lugar, fue unánime la aversión que estas escritoras
sienten hacia la posibilidad de que sus obras sean catalogadas bajo epígrafes
como «literatura feminista» o «literatura de mujer». El primero porque
«feminismo» se asocia popularmente a una postura política radical, o incluso a
lesbianismo, y el segundo porque la literatura «de mujer» es percibida como un
subgénero plagado de estereotipos, de menor calidad que la Literatura con
mayúsculas, asociada en general a la producción de autores de género
masculino. Ellas desean ser conocidas como escritoras, simplemente, sin
ningún tipo de connotación o preconcepto.” (López-Cabrales, 2014)
El feminismo como vemos en España, según la autor López-Cabrales ha sido
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malentendido o llevado a otras concepciones. Las escritoras no buscan deshacerse del
feminismo sino de escribir más allá de la categoría de feminismo. Su literatura está dentro de
lo que se podría considerar feminista, pero aun así excede su sentido. La idea de feminismo
ha cambiado su contenido a lo largo de la historia y esto es natural, a partir de la crítica a la
modernidad, se tiene en claro que los conceptos son fluidos, por lo que el concepto de
feminismo se ha transformado. Por eso no puede ser el mismo concepto para las escritoras,
cada una lo interpreta de distinto modo. Como bien explica López-Cabrales no se desestima
los logros del feminismo para la mujer española:
“En la actualidad el movimiento feminista en España está bastante disgregado
pero no por ello se debe desestimar los logros de la mujer española que, a
pesar de su historia de opresión en la sociedad patriarcal, paternalista y utilitaria
de comienzos de siglo, y autoritaria y prepotente durante la última dictadura
militar, ha seguido avanzando en su lucha.” (López-Cabrales, 2014)
 
Ahora la literatura española contemporánea tiene como antecedente la posguerra y la
crítica a los valores morales tradicionales españoles. Como sabemos estos valores son el
respeto a la figura masculina, el matrimonio, la fidelidad, la sumisión, etc. Por lo que las
autoras ya no esperan ser rescatadas ni tomadas en cuenta por un salvador masculino.
Desean que ellas mismas sean valoradas. En el caso de las escritoras, se rompen
estereotipos, pues sus historias no son sentimentales, románticas, feministas o incluso
historias de mujeres sacrificadas. Es una respuesta a los valores morales de la posguerra y
que ya son suficientes.
“La educación femenina descrita en la novelística de mujeres durante la
posguerra se basa en la transmisión de los “valores” considerados
tradicionalmente femeninos. La delicadeza, la sumisión, la pureza, el sacrificio y
la entrega a los demás son las “virtudes” que había que despertar en las
jóvenes, ante el temor de que hubieran nacido sin la vocación de alcanzar este
“ideal”. (Zovko, 2010, p. 225)
La más famosa representante de esto es Carmen Laforet con su novela Nada. En
dicha obra se puede ver a una mujer independiente que no espera justo nada de lo que el
mundo masculino le muestra. La cultura universal no le es suficiente. Ella tiene que crear su
propio sentido y para esto debe explorar su propia vida y ser. Por lo que tiene que romper
con muchos valores tradicionales y ser ella misma.
“Como ya se ha podido observar en la novela primeriza de Carmen Laforet,
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Nada, con la que se inició un cierto “boom” de la escritura de mujeres en
España, la trama de estas novelas está centrada en un personaje femenino
inconformista, denominado por Carmen Martín Gaite la “chica rara”, que está
muy lejos de cumplir con la imagen de esclava e ídolo proyectada en la España
de posguerra.” (Zovko, 2010, p. 225)
 
Esta “chica rara” es “rara” a la sociedad española de la posguerra porque no se sujeta
a los valores masculinos. No es la mujer común, y esto es totalmente feminista, pero también
es literatura. Va más allá de sólo ser literatura femenina y se vuelve literatura. Compite y se
iguala con la literatura masculina, reclama su lugar y además muestra que falta algo, lo
escrito por mujeres. La literatura masculina tiene sus propios valores que han sido
impuestos, ahora con el surgimiento de la literatura femenina surgen nuevos valores,
cuestiones, ideas y sentimientos que no se habían explorado. Y en este caso Carmen Laforet
lo experimenta desde su perspectiva de mujer y de una mujer inconforme.
Por lo que la condición de ser mujer si afecta a la literatura, pero la literatura no está
dominada por el hecho de ser mujer. Y es interesante notar que en España las escritoras
quieren reconocidas por su labor de escritoras, no por el hecho de ser mujer. Esto se puede
explicar por lo que ya se dijo de la malinterpretación que se hace de lo que es el feminismo,
pero también por la postura que algunas escritoras toman ante lo que se denomina literatura
femenina o literatura de mujeres. López-Cabrales retoma algunas palabras de escritoras
sobre este tema:
“Elvira Lindo es bastante explícita al respecto y decía «nunca he utilizado mi
condición de mujer como un envoltorio para mi trabajo» y Cristina Fernández
Cubas comentaba que feminismo y literatura no tienen por qué ir juntos porque
en las situaciones de la vida se ve si se es feminista o no. Irene Gracia decía
que el sexo de quien escribe le parecía circunstancial y que lo mismo que ser
anciano, niño, hombre o mujer son anécdotas que influyen. La única distinción
que esta escritora hacía es que haya buena o mala literatura. Ana Rosseti, sin
embargo, defendía que la mujer tenía que empezar a contar su propia historia,
porque recuperarla significa recuperar un prestigio, una profesionalidad y una
manera de saber hacer las cosas por parte de las mujeres que han estado
ocultos.” (López-Cabrales, 2014)
Una de las explicaciones que da López-Cabrales es que la literatura feminista es vista
como menor en comparación con la literatura sin más, que es la literatura masculina, por lo
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que se explicó del discurso público que es la experiencia masculina. También es porque se
supone que la literatura escrita por mujeres debe ser dulce, tierna, romántica, pragmática,
etc. Lo que muestra que a la literatura escrita por mujeres es vista como un género menor de
literatura. Y en España, parece ser que el estigma de ser escritora es que como mujer vale
menos. Y justo como mencioné más arriba, si se le da un reconocimiento es por ser mujer, no
por ser escritora.
Aquí se puede ver obviamente que la dominación cultural masculina hace que la
literatura escrita por mujeres valga menos. Es una consecuencia de tomar lo masculino como
experiencia universal. Sin embargo, la forma en que las escritoras pueden romper este
paradigma es escribiendo con la misma soltura que lo hace la cultura masculina, pues si
escribe con temor o con la idea de que lo suyo no es igual da válido, entonces se pierde su
valor literario. Lo que las mujeres escritoras, y las españolas hacen es escribir sin más. Esto
porque se cree o piensa que una mujer debe escribir como hombre, para valer como escritor,
cuando en realidad deberían tener el mismo valor.
“La única manera de «triunfar», literariamente hablando, en España no es ser
considerada «la escritora del año», sino ser «escritor» de buena calidad –no
sólo asexuado, sino anclado en la tradición literaria masculina documentada
sobremanera en los autores que me dieron estas escritoras como posibles
influencias. Las escritoras españolas conocen los estereotipos que la sociedad
española aún tiene a cerca de lo que significa ser mujer y escribir como mujer.”
(López-Cabrales, 2014)
Por lo que las mujeres al escribir sin pensar en si su literatura es feminista o no,
rompen con el paradigma de que hay un tipo de literatura femenina. Es paradójico, pero lo
que buscan estas mujeres al escribir sin más, es romper con la idea que impuso la cultura
masculina. Para romper ese paradigma deben demostrar que los prejuicios que tiene la
cultura masculina son erróneos.
Esto se logra ver en la literatura de dos autoras contemporáneas. Por un lado tenemos
a Soledad Puértolas con el cuento “El jardín de la señora Mussorgky” y a Belén Gopequi con
el cuento “En playa desierta”. En el cuento de Soledad Puértolas se puede ver una crítica a la
idea de reconocimiento y superficialidad. Es una mujer que tiene el jardín más bello de toda
la vecindad. Es una inmigrante que está sola en el mundo y que sustenta su valor humano en
su jardín. Cuando se hace un concurso para reconocer el jardín más bello, ella pierde y con
ello pierde sentido su vida.
Este cuento se toma como símbolo de la idea de que la mujer es reconocida por el
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otro y no por ella misma. Su valor como persona está en consideración por el otro, por lo que
esta mujer no está liberada. Está encerrada a ser valorada por los demás. “Se puede concluir
que este cuento presenta a una mujer golpeada y descontenta con una vida en la que lo
único que tiene sentido es el reconocimiento de los demás en cuanto a la belleza de sus
flores (pura apariencia).” (López-Cabrales, 2014)
Es un cuento fuerte y crudo y que muestra que las apariencias muchas veces
determinan nuestro ser. Este tipo de cuentos diríamos va contra lo que se cree literatura
feminista, pues no acaba con un final romántico, alegre o bello. Por lo que la crítica al
estereotipo de la literatura feminista es doble: por un lado al prejuicio masculino de lo que es
la literatura femenina, y por otro a la crítica de que la mujer sólo es reconocido por el otro. En
ambos casos se crítica lo que ha impuesto la cultura masculina, y se hace desde la literatura.
Por lo que se muestra que la literatura escrita por una mujer vale tanto e igual que la de un
hombre. Tenemos el caso de Belén con su cuento “En playa desierta” que es un hombre el
que habla y que escribe una carta al padre ausente. Padre que se muestra en una serie de
notas y preguntas que se hacen sobre los libros que lee el personaje en una biblioteca
pública. Pero es más profundo esto, la finalidad de cuestionar al padre ausente, es criticar la
tradición. “El cuento de Belén Gopegui es una llamada al compromiso, un reto a seguir
luchando, creciendo, leyendo aunque los guías que tuvimos hayan desaparecido. Es el
deseo de matar al padre, de enfrentarse a él y pedirle cuentas.” (López-Cabrales, 2014)
El texto crítica la tradición literaria, donde menciona al El Quijote y Madame Bovary y
El hombre sin atributos, libros escritos por hombres. Pero no sólo crítica sino que también
afirma que hay que seguir adelante, pues ellos son los padres pero nosotros tenemos que
tomar eso, transformarnos y seguir adelante. Es un texto que habla de la superación, y en el
caso del feminismo la superación por medio de la crítica a los valores tradicionales impuestos
por la cultura masculina y además retando y escribiendo como mujer. Las mujeres escritoras
tienen que tener su propio camino, y este sólo se logrará escribiendo.
 
Conclusión
En conclusión podemos decir que el feminismo en la literatura hispana se está
llevando a cabo desde varios aspectos. Uno es la crítica a la cultura masculina que supone y
fomenta la idea de que sólo la literatura masculina es válida. De que la literatura femenina o
escrita por mujeres es menor. La segunda crítica es que la literatura escrita por mujeres es
romántica, pragmática, sensible o cursi. La literatura femenina es libre y puede tratar de los
temas deseados. Así mismo, no se encasilla a un género literario. Otra crítica se puede
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observar es que las escritoras ponen en duda los valores morales tradicionales con su
escritura. Al escribir, las mujeres ponen en entredicho valores e ideas sobre lo que es ser
mujer. Por lo que al escribir ellas son participes de la escritura sin más y a la vez logran
generar un discurso feminista sin cerrarse a un tipo de discurso. Por lo que la literatura
feminista hispana es muy destacable, pues busca colocarse al mismo nivel que el de la
cultura masculina, sin tener que escribir como hombres. Tal como dicen algunas escritoras,
cuando una escribe la experiencia de vida se plasma, por lo que sin intención alguna lo
feminista saldrá en la escritura.
Bibliografía
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el difícil y siempre insuficiente reconocimiento de la literatura escrita por mujeres, de
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rebecca-solnit-elena-garro-generacion-27-ctxt.htm
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Martín Inés Corujo (2016): «La voz femenina en los márgenes de la posguerra española:
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María del Mar López-Cabrales, (2014) Nuevas cuentistas españolas frente al
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Puértolas Soledad, «El jardín de la Señora Mussorgsky» en Encinar.
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Trueba, Virginia, (2005) El claroscuro de las luces, Barcelona, Montesinos.
Zovko Maja (2010) Educación femenina y masculina a través de la narrativa de Elena
Quiroga, ITINERARIOS VOL. 12 / 2010
 

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