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Durante muchos años, una de las creencias más difundidas era que las actuaciones de la
Administración se encuentran subordinadas de manera estricta y exclusiva a lo determinado
por las leyes y, en consecuencia, los órganos administrativos disciplinarios carecían de aptitud
para evaluar la vulneración o no de los derechos fundamentales amparados
constitucionalmente. De ese modo, la potestad administrativa disciplinaria ha sido vista
tradicionalmente como un poder en gran medida inquisitorial, símbolo del modelo de Estado
Policía y ajeno a la consideración de garantías básicas para el imputado. Sin embargo, con la
introducción de una lectura constitucionalista del Derecho, aunada al desarrollo de una teoría
mejor perfilada del Derecho disciplinario, se ha aceptado la presencia de una serie de garantías
que actúan como límites del ius puniendi estatal, del cual forma parte también la potestad
administrativa sancionadora:
(…)
14. El principio de no ser privado del derecho de defensa en ningún estado del proceso (…)”.
“13. Evidentemente, el debido proceso y los derechos que conforman su contenido esencial
están garantizados no solo en el seno de un proceso judicial, sino también en el ámbito del
procedimiento administrativo. El debido procedimiento administrativo supone, en toda
circunstancia, el respeto –por parte de la administración pública o privada– de todos los
principios y derechos normalmente protegidos en el ámbito de la jurisdicción común o
especializada, a los cuales se refiere el artículo 139 de la Constitución (STC Exp. Nº 4289-
2004-AA/TC).
14. Bajo esa premisa, el derecho de defensa constituye un derecho fundamental de naturaleza
procesal que conforma, a su vez, el ámbito del debido proceso, y sin el cual no podría
reconocerse la garantía de este último. Por ello, en tanto derecho fundamental, se proyecta
como principio de interdicción para afrontar cualquier indefensión y como principio de
contradicción de los actos procesales que pudieran repercutir en la situación jurídica de
algunas de las partes, sea en un proceso o procedimiento, o en el caso de un tercero con
interés”.
En ese orden de ideas, el Máximo Intérprete de la Constitución reconoce la plena aplicación del
debido proceso en el ámbito del procedimiento administrativo en vistas de proteger los
intereses y derechos de los administrados. Sobre este punto, cabe revisar el fundamento 5 de
la sentencia recaída en el Exp. N° 3075-2006-PA/TC, el cual indica la existencia de dos
dimensiones del debido procedimiento:
• La dimensión adjetiva: Bajo ese aspecto el debido proceso es un conjunto de condiciones que
deben cumplirse para asegurar la adecuada defensa del administrado; y
Entonces, se puede concluir que, en opinión del Tribunal Constitucional, el debido proceso más
que un derecho constituye un verdadero sistema de derechos, armónicamente integrado e
interdependiente, siendo el derecho a la defensa uno de sus elementos fundamentales.
Conviene puntualizar que la regulación desarrollada por la Ley Nº 27444 expresamente refiere
que el principio del debido procedimiento comprende los siguientes derechos esenciales: a)
exponer argumentos, b) exponer y producir pruebas y c) obtener una decisión motivada y
fundada en derecho. Cada uno de estos derechos a su vez cuenta con derechos derivados del
modo siguiente:
Ahora bien, a efectos de examinar el contenido esencial del derecho a la defensa en sede
administrativa, primero corresponde explicar su sentido lato. En el campo del derecho procesal,
la doctrina en general la define como el derecho a defenderse de la demanda de un tercero o
acusación policial, fiscal o judicial, mediante la asistencia de un abogado. Es decir, mediante la
defensa, las partes deberán estar en la posibilidad –tanto en el plano jurídico como en el
fáctico– de ser convocadas para ser escuchadas, y protegidos frente al Poder del Estado.
Además del derecho a ser oído, el derecho de defensa incluye el derecho a elegir a su
defensor y, si es el caso, de contar con un defensor de oficio y con una defensa eficaz.
Si bien no existe una lista que de modo taxativo señale todas las aristas contempladas por el
derecho de defensa, podemos mencionar como principales aspectos los siguientes según las
observaciones realizadas por el profesor Morón Urbina4:
• Derecho a exponer sus argumentos: Consiste en el derecho de exponer las razones para sus
pretensiones y defensas de modo previo a la emisión de los actos que se refieran a sus
intereses y derechos. En ese sentido, contiene también el derecho del administrado a ser oído
y a ser notificado por la autoridad a cargo del procedimiento a efectos de garantizar su derecho
de defensa en sede administrativa.
• Derecho a ofrecer pruebas y producirlas: Dicho derecho mantiene relación con los principios
del derecho administrativo denominados impulso de oficio y verdad material. Por ende, consiste
en el derecho a presentar material probatorio, a exigir que la administración produzca y actúe
los ofrecidos por los administrados en tiempo hábil, y a contradecir aquellos que otro
administrado o la Administración considere relevante para resolver el asunto.
Finalmente, a modo de síntesis, amerita considerar que el derecho de defensa se ubica como
uno de los derechos de mayor trascendencia a nivel procedimental. Asimismo, pretende de
alguna forma buscar un equilibrio entre las partes de un proceso, teniendo estrecha relación
con los principios fundamentales que garantizan la seguridad y la igualdad ante la ley.
CONCLUSIONES
• En el caso bajo análisis, el Tribunal del Servicio Civil ha determinado que el no informar al
administrado –previamente a la imposición de la sanción– respecto de las presuntas faltas
cometidas, vulnera el derecho de defensa y el debido procedimiento. Esta inobservancia resulta
grave y vuelve nulo el acto administrativo correspondiente, toda vez que el administrado
carecería de la posibilidad de efectuar sus descargos en ejercicio de su derecho de defensa.