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Información General

Nombre del curso Fundamentos de Psicoterapia Dinámica

Programa Psicología

Facultad Humanidades y Ciencias Eclesiásticas

Elemento de competencia 1

Establecer una relación terapéutica de acuerdo con las necesidades de un


consultante de un proceso psicológico individual.
CD1. Instaura un vínculo terapéutico.
CD2. Identifica el motivo de consulta de una persona
que asiste a un proceso psicológico.
Criterios de CD3. Diferencia el pedido de atención psicológica
desempeño personal del consultante, de su círculo social e
institucional.
CD4. Registra el motivo de consulta del paciente y en
el formato de historia clínica pertinente.
Tema 1. Introducción a las psicoterapias dinámicas
Tema 2. Terapia breve de orientación dinámica:
Temas generalidades
Tema 3. Establecimiento de la relación terapeuta–
paciente (vínculo y alianza)

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Tema 4. Primera entrevista

Ver video: Elemento de competencia 1.

Tema 1: Introducción a las psicoterapias


dinámicas

Para comprender las características diferenciales de las psicoterapias


dinámicas, es necesario recordar que estas se basan en la teoría
psicoanalítica. Freud inició sus estudios acerca de la complejidad psíquica
atendiendo a la enfermedad que desafiaba a la medicina de su época: la
histeria. Las pacientes aquejadas de esta condición presentaban parálisis

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motrices u orgánicas, sin que pudiera ubicarse una lesión anatómica, por
lo que los expertos se vieron convocados a emplear métodos alternativos
para descifrar su origen.

Desde luego, los tratamientos se centraban mayormente en el


aspecto físico (uso de electroterapia, por ejemplo) desatendiendo lo
psíquico. El padre del psicoanálisis hizo especial énfasis en la terapéutica,
dando voz a sus pacientes y permitiéndoles hablar de su sufrimiento. Es
fundamental recordar que inicialmente empleó la hipnosis para conducir
a sus pacientes a contar aquello asociado al momento de la aparición del
síntoma sin omitir detalles, pero la abandonó tempranamente al punto de
evitar todo tipo de sugestión, lo que desembocó en la técnica fundamental
de “asociación libre”. Es justamente al escuchar a sus pacientes cuando
Freud subraya que “el recuerdo ideativo” de lo que solemos llamar un
acontecimiento traumático, o en otros términos, el que una persona
evoque y narre aquello que le sucedió, carece de eficacia si al comentarle
no acompaña su narración de los afectos que emergieron al momento en
que el suceso ocurrió, dando especial lugar a lo anímico. Así, inauguró
una nueva forma de acoger el sufrimiento psíquico y sentó las bases de
lo que hoy concebimos como psicoterapia. Los acontecimientos que
generaban dolor, tristeza y sufrimiento a los sujetos eran aislados en su
psique, pero al intentar obviarles, estos buscaban nuevas formas de
presentarse en su realidad, esta vez enfermándoles.

El padre del psicoanálisis descubre que los sujetos se defienden


psíquicamente de aquello que les es penoso, pero que esta forma de
defensa no es voluntaria o, en otros términos, consciente. Por ello, el
malestar psíquico se les presentaba como enigmático y ajeno, siendo
necesario rastrear lo que les condujo a enfermar.

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Este acoger los sentimientos, afectos y elementos subjetivos que
rodean las vivencias, a su vez soporta lo que dentro del psicoanálisis se
sostiene y se traslada a los abordajes psicodinámicos: cada psique es
diferente y merece un trato singular. No es posible hacer generalizaciones
acerca de la complejidad psíquica: por esto, hay que brindar las
condiciones elementales para invitar al paciente a hablar y, por supuesto,
tomarse el tiempo requerido para escuchar.

En cuanto a las terapias dinámicas existentes, es necesario recordar


que de la disciplina psicoanalítica derivan los modelos “pulsional” y
“relacional”. El énfasis que cada uno de los exponentes de cada vertiente
realice alrededor de la teoría implicará cambios en cuanto al proceder
psicoterapéutico. Por ello, se recomienda que, de elegir orientar la
práctica clínica desde el modelo psicodinámico, se opte por alguno de sus
principales exponentes, se estudien a profundidad sus postulados y, en
consecuencia, poner al servicio las herramientas para explorar los
aspectos que desde su lectura cobran relevancia.

Según Aron (2001, p. 66), antes de los años sesenta, el medio


psicoanalítico norteamericano estaba dominado por el enfoque estructural
freudiano y la Psicología del Yo (con exponentes como Anna Freud, Heinz
Hartmann, entre otros.). A partir de allí, se introdujeron diferentes
escuelas, como la Teoría de las Relaciones Objetales (representada por
Winnicott, Fairbairn, etc.) y la Psicología del Self (de Heinz Kohut). La
Psicología del Yo cambió varias de sus consideraciones de la mano de
Loewald y Roy Schafer y, al mismo tiempo, creció la tradición
perteneciente al “Psicoanálisis Interpersonal”, movimiento que siguió las
contribuciones de Harry Stack Sullivan, Erich Fromm y otros. Más tarde,
entre los años setenta y ochenta, empezó a tomar fuerza una nueva
escuela dentro del psicoanálisis, la Psicología del Self, que motivó un

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intenso debate e introdujo nuevas características en la práctica
psicoterapéutica.

A continuación, se indican las diferencias más sobresalientes entre


los dos modelos dinámicos derivados del psicoanálisis:

Tabla 1

Principales características modelo pulsional y relacional

Modelo pulsional Modelo relacional


Teoría propuesta por Delimitación propuesta
Bases teóricas S. Freud por S. Mitchell
Objeto de estudio Inconsciente y sus Relaciones
manifestaciones–
Pulsión
Énfasis Dinámica del deseo Vínculos relacionales
Elementos de Defensas–destinos Campo interpersonal–
interés pulsionales afectos y relación con el
ambiente
Concepto central Pulsión Matriz relacional
Método Asociación libre Focalización
Meta terapéutica Elaboración sobre los Separación-
contenidos individuación
inconscientes
Nota. Elaboración propia.

Atendiendo a la diversidad de formas de concebir lo psíquico, y por


supuesto de trasladarle al espacio psicoterapéutico e institucional, en la
actualidad se busca trascender las divisiones tradicionales y se proponen
modelos integradores, que además puedan dar cabida a las necesidades
subjetivas en todos los escenarios, de forma práctica y breve. Por

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supuesto, estas propuestas no han estado exentas de crítica, pero se ha
avanzado en el estudio de su impacto y eficacia, por lo que cada vez
cobran mayor terreno. Durante largo tiempo, se indicó que el acceso a un
análisis estaba restringido a personas con un poder adquisitivo alto;
además, se comentó que dada su duración no era posible desarrollarle en
clínicas u otros similares. Esto mismo ocurrió con las psicoterapias
dinámicas más reconocidas, por lo que estas nuevas propuestas se basan
en conceptos psicoanalíticos capitales, pero dejan de lado parámetros
estrictos como número de sesiones, duración de estas, posición que toma
el analista, entre otros, que serán explorados en el segundo elemento de
competencia del curso.

Recursos de profundización
En el siguiente artículo, encontrará aspectos centrales del tránsito del
psicoanálisis a la psicología dinámica y posteriormente a la psicoterapia.
A su vez, permite recordar algunos aspectos estudiados en el curso
Modelo Teórico Dinámico.

• Jaramillo Serna, J. A.; Uribe Jaramillo, L. M. y Rojas Hernández, Y.


A. (2016). Psicología Dinámica: epistemología y práctica. El devenir
de nuestra profesión. Revista Poiésis, 274-281.
www.funlam.edu.co

En el siguiente artículo, comprenderá cómo se realizó la adaptación del


psicoanálisis a las psicoterapias llamadas psicoanalíticas. También, hace
explícitas las características que diferencian tanto uno como el otro
abordaje, y aquellos ejes en los cuales se centran las psicoterapias que
se desarrollan con base en el Psicoanálisis.

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• Lopera, J. (2017). Psicoterapia psicoanalítica. Revista CES
Psicología, 10(1), 83-98. www.revistas.ces.edu.co

Tema 2: Terapia breve de orientación dinámica:


generalidades
Una de las principales críticas que existen alrededor del psicoanálisis y las
psicoterapias dinámicas es la posibilidad de acceder a ellas (se desarrollan
en consultas privadas y a cierto costo) y a su extensión (suelen ser
prolongadas).

Las coordenadas de época exigen pensar en los posibles sujeto-


objeto de atención clínica. Esto, a su vez, implica comprender aquello que
puede ponerse al servicio de acoger el malestar psíquico y el impacto que
tendrá en la vida de los consultantes.

Si bien, existen múltiples ofertas a nivel de las diferentes


psicoterapias dinámicas, se dará lugar a aquella que responde de manera
directa y clara a las necesidades institucionales y contextuales, prácticas
del quehacer del psicólogo, principalmente de aquellos que brindan
atención psicoterapéutica a adultos en instituciones u otros escenarios
diferentes al consultorio particular.

Los elementos de competencia del presente curso giran alrededor


de las llamadas “psicoterapias dinámicas breves”; estas se consolidan
sobre unos principios fundamentales, tales como la etiología, la
psicopatología, los modelos de estructuración de la personalidad, entre
otros. Quizá la diferencia más notable al tener como eje una psicoterapia
breve (dentro del espectro de las psicoterapias dinámicas) radica en que

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el terapeuta asume un rol activo dentro de esta (a diferencia del
psicoanálisis y demás derivadas).

A continuación, se resumen aspectos que son integrados en las


psicoterapias breves a partir de la psicoterapia de apoyo y la
psicoterapia de esclarecimiento:

En primer lugar, abordaremos algunas características alrededor de


la psicoterapia de apoyo, en donde, como su nombre lo indica, el
terapeuta ocupa una función de “soporte” para el paciente (la misma que
solo es posible a partir del establecimiento de la transferencia).

Psicoterapia de apoyo

La psicoterapia breve basa su propuesta en los aportes que toma en


préstamo de la psicoterapia de apoyo, la psicoterapia de esclarecimiento
y el psicoanálisis.

La psicoterapia de apoyo busca atenuar o suprimir la ansiedad y


otros síntomas clínicos, en búsqueda de conducir al paciente a un estado
de equilibrio previo a la aparición de la crisis. En esta, son introducidos
nuevos comportamientos dentro de la experiencia terapéutica que buscan
modificar ciertas pautas de conducta. Como su nombre lo indica, la
psicoterapia de apoyo consiste en establecer un vínculo terapéutico
protector, orientador, que provea seguridad. Si se lee desde una
perspectiva teórica, esta relación tiende (psicodinámicamente hablando)
a que el paciente separe objetos “buenos” y “malos”, obteniendo como
resultado proyectar en el terapeuta el “objeto bueno” y excluya de su
relación al objeto “perseguidor”.

Es importante aclarar que el terapeuta no se pone únicamente al


servicio de brindar seguridad, sino que también desempeña un rol

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directivo. De esta se extrae entonces la importancia de la posición
interpersonal que se asume en la psicoterapia breve, en donde, a
diferencia del psicoanálisis, se evitan el silencio y la distancia. Al mismo
tiempo, y para cumplir con este efecto, el terapeuta debe delimitar muy
bien su posición y las tareas al interior del proceso, disminuyendo al
mínimo la ambigüedad. En este orden de ideas, y quizá en contraste con
las demás psicoterapias dinámicas, el terapeuta ejerce un rol claramente
sugestivo y directivo. En la psicoterapia de apoyo, es opcional brindar
interpretaciones conducentes a aclarar las motivaciones del consultante,
pero no inherentes a la estrategia básica de apoyo, ya que no resulta
esencial para sus objetivos instalar en el paciente una comprensión del
significado de sus trastornos. En este aspecto, el universo de discurso
propio de esta técnica carece de complejidad: comprende el plano de los
síntomas y otras conductas manifiestas.

Psicoterapia de esclarecimiento

En este tipo de psicoterapia también se busca el restablecimiento del


equilibrio y que se instale una sensación de bienestar, principalmente
alrededor del síntoma. De esta psicoterapia se rescata la importancia de
la autobservación, y que este comprenda lo que le sucede más allá del
sentido común. La forma en que se consigue esta aproximación es
trabajando sobre las motivaciones y conflictos, tomando con base al
psicoanálisis del lado de las conductas, las manifiestas y del lado de las
motivaciones, las latentes.

A través de las preguntas e intervenciones terapéuticas, se aclaran


los nexos que existen entre los momentos vitales significativos, la
transferencia a las relaciones actuales el o los síntomas.

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Se indican sucintamente las siguientes características del psicólogo
y de lo que es distintivo al interior de una psicoterapia breve:

1. El profesional no se limita a circunscribirse al material que


aporta el consultante, también deber explorar e interrogar al
paciente más allá de los elementos que el formato de historia clínica
exige. También, puede incluir aspectos que se den fuera de la
terapia (como aquello que ocurre en los entornos en los que se
desenvuelve el paciente).
2. El psicólogo asume un rol de orientador y no se encuentra anclado
únicamente a la interpretación (como ocurre en la mayoría de las
psicoterapias de orientación dinámica).
3. El terapeuta realiza una introducción en las sesiones iniciativas
para la confrontación, lo que a su vez conduce a promover el
diálogo (lo que no es frecuente en otras psicoterapias dinámicas).
4. A partir de la evaluación que efectúa el terapeuta de la situación del
paciente (lo que incluye la comprensión de la estructura dinámica y
nodal de la problemática), elabora un plan de abordaje
personalizado.

Tomando como referente lo anterior, serán establecidas metas


que se reunirán en una estrategia general, la cual comprenderá
objetivos (tácticos) que se abarcarán de forma escalonada.

1. La planificación se hará atendiendo a preguntas elementales, tales


como:
A. Áreas de conflictos que están ligadas en mayor medida a los
síntomas.
B. Defensas que conviene “atacar”.
C. Defensas necesarias por fortalecer.

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D. Focalización del énfasis terapéutico (el terapeuta sostendrá un
foco o interpretación central sobre la que basará el tratamiento).
E. Una vez se haya delimitado el foco, acompañará al paciente
hacia este a través de interpretaciones parciales y atención
selectiva (se omite de forma deliberada cierto material al
alejarse del foco).
F. Esta focalización perseguirá inicial y elementalmente dirigir la
atención del paciente hacia el significado y la función que tiene
(n) su (s) síntoma (s).

2. La focalización de las terapias breves son su condición principal: la


habilidad de la o el terapeuta con el fin de reconocer los momentos
indicados para introducir las interpretaciones e intervenciones son
las que conducirán al éxito terapéutico.

3. Es necesario desglosar lo que se conoce como “principio de


flexibilidad”: las psicoterapias breves acogen la idea en la cual no
solo se elabora un plan centrado en el sujeto al que se escucha y
su problemática, sino que la estrategia debe ser flexible o
modificarse atendiendo a la evolución del caso. Acá se hace una
evaluación dinámica continua, lo que a su vez resulta en los ajustes
necesarios para lograr los mejores resultados posibles.

Así pues, los aspectos puntuales que caracterizan al tipo de terapia


(breve) a estudiar, a diferencia de las demás psicoterapias de orientación
dinámica, son:

• Rol activo del terapeuta o iniciativa


• Individualización de la intervención
• Focalización de la psicoterapia

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• Flexibilidad dentro del proceso
• Definición de parámetros de funcionamiento específico con base en
una estructura singular breve.

Lo anterior evidencia que la psicoterapia breve es objetivable y en


cierta medida permite su formalización, transmisión y enseñanza.

Recursos de profundización
En el siguiente artículo, conocerá como las psicoterapias breves han
mostrado eficacia al colonizar otros escenarios que antes eran exclusivos
de psicoterapias cognitivas y conductuales.

• Sánchez-Barranco Ruiz, A. y Sánchez-Barranco Vallejo, P. (2001).


Psicoterapia dinámica breve: Aproximación conceptual y
clínica. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, (78),
7-25. www.scielo.isciii.es.

En el siguiente artículo, se explican los malentendidos que han surgido


alrededor de las adaptaciones realizadas a las psicoterapias con base en
el psicoanálisis y cómo estas se acoplan a las necesidades vigentes.

• Laguna Barnes, V. Camón Solsona, R. Requejo Báez, B y Romera


Pérez, A (2019). Sobre el psicoanálisis y las psicoterapias de
orientación psicoanalítica. Apuntes de Psicología, 37(1), 69-77.
www.apuntesdepsicologia.es

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Tema 3: Establecimiento de la relación
terapeuta–paciente (vínculo y alianza)

El desarrollo de una psicoterapia dinámica implica la instauración de un


vínculo terapéutico que se construye a partir de la confianza y
aceptación mutua entre el terapeuta y el consultante; sin embargo, el
vínculo por sí sólo no garantiza el éxito de la terapia, para ello es necesario
producir una alianza terapéutica en la que, según Dewald (1984, p.
110), los aspectos sanos del ego del consultante forman una asociación
con el terapeuta para, entre ambos, luchar contra los elementos
neuróticos o enfermos de la vida psíquica del consultante, y realizar
acciones en pro del cambio.

Los procesos sanos del ego incluyen elementos tales como la


capacidad de comunicación, la inteligencia, la motivación, las relaciones
objetales y la capacidad total de integración y síntesis de las experiencias.
Sin embargo, Dewald (1984) aclara que hay también algunos aspectos de
la función del ego que se oponen al proceso terapéutico, de tal forma que,
aunque el consultante quiera aliviar su sufrimiento neurótico y su
incapacidad, no quiere renunciar a su neurosis, ya que representa su
intento de resolver su conflicto psicológico y, como tal, constituye el mejor
nivel de adaptación que ha sido capaz de alcanzar por sí solo (p. 110).

Las necesidades del consultante están relacionadas con una


cantidad de funciones que debe cumplir el vínculo terapéutico, para Fiorini
(1984) estas necesidades implican la gratificación, la rectificación con
respecto a vínculos primarios (en especial parentales), y aluden a
aspectos tales como cercanía-distancia afectiva, intimidad-respeto de
límites, frecuencia del contacto, monto y tipo de suministros del
terapeuta, intervenir-dejar hacer, guiar-acompañar, recibir-devolver,

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proteger-autonomizar, estimular-prescindir, afectivizar-neutralizar (p.
112).

Para cubrir estas necesidades, el primer objetivo terapéutico es


establecer un clima especial de comunicación estructurado según las
necesidades particulares de cada consultante. Es pertinente recordar que
el consultante viene a la terapia a construir un vínculo adecuado a la etapa
de desarrollo en la que experimentó situaciones que entorpecieron su
crecimiento. Además, la demanda del consultante gira en torno a ciertas
cualidades peculiares del vínculo, que no debe reforzar temores, sino
disiparlos y suplir carencias no prolongarlas.

Si hay necesidades a satisfacer por el vínculo terapéutico, que


dependen de una etapa del desarrollo cuyo cumplimiento está
pendiente, será la marcha en la satisfacción y modificación de esas
necesidades la que valla orientando la construcción de las tareas
terapéuticas requeridas para cada fase del proceso evolutivo
iniciado (Fiorini, 1984, p. 111).

¿Qué es la alianza terapéutica?


La alianza terapéutica se expresa en la capacidad del consultante para
establecer una relación de confianza con el terapeuta. Si el consultante
no tiene esta capacidad de confiar, corresponde al terapeuta construirla
mediante las intervenciones de apoyo.

La alianza terapéutica es un prerrequisito para el cambio en terapia.

A continuación, presentan tres componentes muy importantes


entre el consultante y el terapeuta.

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Figura 2
Alianza terapéutica

Nota. Adaptado de Alianza terapéutica evaluada por el paciente y mejora sintomática a


lo largo del proceso terapéutico (p. 27), de Corbella y Botella, 2003.

Descripción de imagen: la imagen presenta los componentes de la alianza


terapéutica: Tarea, Vínculo y Objetivos. Estos se detallan a continuación.

Componentes de la alianza terapéutica

Según Bordin, la alianza terapéutica es definida como el encaje y


colaboración entre el cliente y terapeuta. Este autor ubica tres
componentes que la configuran: acuerdo en las tareas (por tareas, se
entiende aquellas acciones o pensamientos que forman parte del trabajo
en el proceso terapéutico, de tal modo que se consideran importantes
para la mejoría del consultante), vínculo (se establece a partir de la
confianza y aceptación mutua) y acuerdo en los objetivos (los objetivos
a alcanzar en la psicoterapia deben partir del acuerdo entre el terapeuta
y el consultante.

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Aunque la alianza terapéutica es considerada de vital importancia
en el proceso psicoterapéutico, Bordin (1980, citado por Corbella y
Botella, 2003) afirma que una “alianza positiva” no es curativa por sí
misma, sino que es un ingrediente que hace posible la aceptación y el
seguimiento del trabajo terapéutico (p. 208). Por su parte, Luborsky
(1976, citado por Corbella y Botella, 2003, p. 208) sugiere que la alianza
es una entidad dinámica que evoluciona con los cambios de las demandas
de las diferentes fases de la terapia, y describe dos tipos de alianza:

• La alianza de tipo 1: Se da al inicio de la terapia y se caracteriza


por la sensación que experimenta el paciente sobre el apoyo y la
ayuda que proporciona el terapeuta como contenedor.
También puede ser entendida como la sensación de comodidad que
vive el paciente al sentirse acogido por el terapeuta.

• La alianza de tipo 2: Se da en fases posteriores del proceso


terapéutico y consiste en la sensación de trabajo conjunto hacía la
superación de los impedimentos y el malestar del paciente, de tal
modo que la selección de tareas y objetivos terapéuticos es parte
de este tipo de alianza. (Corbella y Botella, 2003, p. 21)

La alianza terapéutica es una construcción entre terapeuta y consultante,

de modo que las expectativas, las opiniones, las construcciones que


ambos van desarrollando respecto al trabajo que están realizando,
la relación establecida y la visión del otro, resultan relevantes para
el establecimiento de la alianza terapéutica, así como la alianza
modula la relación (Corbella y Botella, 2003, p. 208).

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La alianza terapéutica, como modalidad del vínculo interpersonal propio
de las psicoterapias refleja el estilo de una relación que se gesta a través
de la experiencia misma de vivirla.

La alianza terapéutica puede definirse, según Fiorini (1984), como


una relación interpersonal cotidiana en la que

dos (o más) interlocutores sostienen un diálogo con ritmo, gestos,


posturas, mímica verbal habituales, comparten una tarea en
relación igualitaria, aunque sus roles son distintos; uno de ellos es
experto sobre cierto nivel de la problemática humana, el otro aporta
los elementos de testigo directo de esa problemática singular (si
bien sus resistencias le traban el conocimiento de algunos aspectos
de sus situación, otros los conoce plenamente, lo cual le asigna otro
tipo de autoridad igualmente jerárquica) (p. 101).

Contribución del terapeuta a la alianza terapéutica


El funcionamiento de la alianza terapéutica dependerá de varias
condiciones del consultante (tipo de problemática, momento vital, nivel
cultural, estructura caracterológica, inserción grupal). Pero depende
también, y para varios autores en un grado mayor, de las actitudes del
terapeuta, de su capacidad para realizar aportes específicos del vínculo.

Los rasgos generales de la contribución del terapeuta a la alianza


terapéutica pueden sintetizarse a partir de los planteamientos de Fiorini
(1984) en los siguientes puntos:

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Figura 3
Aportes del terapeuta a la alianza terapéutica

Nota. Adaptado de Teoría y técnicas de psicoterapias (pp. 104-110), de Fiorini, 1984.

Descripción de la imagen: Para la construcción de alianzas terapéuticas con


sus consultantes, el terapeuta debe desarrollar cualidades como: calidez,
iniciativa, espontaneidad, contacto empático y actitud docente.

Veamos en qué consiste cada una de las cualidades que el terapeuta debe
desarrollar para la construcción de una alianza terapéutica.

Actitud docente: El terapeuta asume un rol docente: moviliza todos sus


recursos didácticos destinados a facilitar los aprendizajes que constituyen
parte esencial del proceso psicoterapéutico.

¿Qué es el contacto empático?: El terapeuta ofrece evidencias claras


de que es capaz de comprender lo que el consultante expresa y de
comprender, además, desde la perspectiva del consultante que puede (o
no) ser la única posible ni la más certera, pero que es la base desde la
cual podrá, en todo caso, partir hacia otra, dado que el camino a transitar

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juntos hacia esta otra perspectiva requerirá acuerdos sobre el punto de
partida. La empatía del terapeuta se manifiesta, según Fiorini, a través
del acto de escuchar atentamente, de seguir el hilo conductor del relato
sin perder de vista las emociones que se despiertan. También, a través
de términos como, por ejemplo: “mm” sí “comprendo” “entonces”. Estos
asentimientos indican que el relato puede continuar y facilitan la
comunicación.

¿Cómo se concibe la “calidez” ?: A través de sus gestos y tono de voz,


el terapeuta evidencia que la persona que está tratando no le es
indiferente, que siente por esta un afecto en cuanto puede percibir su
humanidad. El terapeuta debe desarrollar su discreción: esto le permite
no interferir con la emergencia de una hostilidad transferencial, así como
evitar una excesiva erotización del vínculo, que podría llegar a interferir
en la relación de trabajo.

¿Qué se indica con el término “espontaneidad” ?: El terapeuta


contribuye a crear un clima de libertad, creatividad, permisividad, e invita
al consultante a “aflojarse” a que exprese mejor lo que en él acontece, a
que encuentre la manera de transmitir sus emociones y pensamientos y
desarrolle la capacidad de cambiar sus perspectivas sobre las situaciones
vividas. Una parte del proceso en psicoterapia consisten en afianzar cada
vez más la alianza terapéutica, que esta se torne cada vez más íntima y
se incremente la relación entre sensibilidad y expresividad.

¿De qué forma se comprende la “iniciativa” ?: El terapeuta


desempeña un rol activo con el fin de estimular la capacidad del
consultante para la ejecución de la tarea terapéutica: interroga, orienta
la búsqueda, solicita detalles, construye modelos, propone al consultante
que los ponga a prueba, hace balances, traza perspectivas, va mucho más
allá de la interpretación de unos datos. No se queda demasiado tiempo

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quieto o silencioso, pues su tarea le otorga un liderazgo que puede llevarlo
a ser él quien inicie una sesión para introducir aclaraciones elaboradas en
el intervalo o aclaraciones que estaban pendientes.

Como se ha mencionado anteriormente, el terapeuta asume un rol


docente y debe tener en cuenta diferentes aspectos que le permitan
construir el proceso terapéutico (ver figura 4).

Figura 4
Actitud docente

Nota. Adaptado de Teoría y técnicas de psicoterapias (pp. 104-110), de Fiorini, 1984.

Descripción de la imagen: la infografía presenta algunos aspectos para tener


una buena actitud docente: motivar para la tarea, clarificar los objetivos, realizar
todo el avance de la tarea, claridad del método expositivo, exposición abierta de
su método de pensamiento y utilización creativa de recursos.

Para ampliar un poco, puedes leer o escuchar a continuación en qué


consiste cada uno de los aspectos presentados en la infografía anterior.

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¿Cómo se clarifican los objetivos?

En las primeras entrevistas, se impone una clarificación de los propósitos


de la psicoterapia que orienten la puesta en marcha del proceso. Cada
momento de cualquier sesión posterior se presta para redefinir los
objetivos a largo plazo.

Recursos del terapeuta

Utilización de todo recurso facilitando el proceso de investigación y


comprensión de la problemática. El terapeuta enriquece su método de
trabajo con recursos que ofrecen un valor didáctico para ilustrar y
objetivar aspectos del consultante o de la situación. No se restringe al
intercambio de la comunicación verbal, aprovecha los aportes de dibujos
(propios o del consultante), fotografías, poemas, escritos personales,
objetos (ejemplo: tallas en madera o piezas en cerámica); tareas
concretas realizadas en sesión, grabación de sesiones, entre otros. Cada
uno de estos recursos puede revelar datos sobre el consultante que el
intercambio verbal a veces no destaca lo suficiente e incluso encubre. Su
incorporación al proceso, la calidad y oportunidad de la inclusión depende
de la iniciativa del consultante y también de la creatividad del terapeuta.

Uso de esquemas

Pueden funcionar como elemento habitual de trabajo. Su valor didáctico


llega a veces a ser enorme. La existencia de núcleos “enquistados”, la
contradicción entre tendencias regresivas y progresivas, la superposición
o la confusión de la identidad propia de los vínculos simbióticos son
aspectos susceptibles de representación gráfica fecunda.

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El trabajo del consultante sobre el esquema puede resultar
altamente enriquecedor. La experiencia de ver y comentar en sesiones
fotografías familiares suele resultar reveladora y fuertemente
movilizadora, ya que fotografías que el consultante daba por conocidas
aparecen en sesión bajo una óptica nueva, imprevisible.

Empleo de tareas y grabaciones

Para Fiorini, otro aspecto sumamente rico de ampliación de recursos


consiste en trabajar con la “tarea problema”. A menudo se encuentran en
psicoterapia consultantes con dificultades persistentes y resistentes al
cambio, que se benefician con la realización de tareas clave. Por ejemplo:
llevar un diario, escribir cartas, entablar una conversación con alguien,
entre otras.

El uso de grabaciones es otro de los grandes recursos didácticos:


volver a escuchar una sesión es para el consultante y terapeuta una
experiencia reveladora de aspectos que originalmente por el ritmo, clima
o tensiones de la sesión no han podido registrarse (más que en pequeña
proporción).

El terapeuta desarrolla una actitud docente que favorece el proceso


terapéutico, dicha actitud se expresa a través de su capacidad para
motivar la ejecución de tareas, clarificar sus objetivos, reforzar los
avances en la tarea, exponer sus ideas con claridad, develar su método
de pensamiento y utilizar creativamente los recursos de los que dispone.

A través de las actitudes que caracterizamos como empatía, calidez,


espontaneidad, iniciativa se ponen en juego rasgos de la persona del
terapeuta. En psicoterapia, la presencia personal del terapeuta no actúa

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como un agregado perturbador del campo terapéutico, sino como parte
nuclear del instrumental técnico.

De hecho, la realidad del terapeuta es un factor que mantiene en


marcha el tratamiento. La relación real conduce a una identificación,
provee también la motivación para el trabajo (…) ver al terapeuta
como realmente es ayuda al consultante a corregir sus distorsiones
transferenciales (Fiorini, 1984, p. 66).

El terapeuta debe desempeñar en la terapia dinámica un papel


esencialmente activo. Según Fiorini (1984), se exige de él una gama
amplia de intervenciones, no se limita al material que aporta el
consultante; además explora, interroga. Un terapeuta que introduce en la
sesión sus iniciativas, que promueve el diálogo, es uno de los
componentes primordiales de este tipo de terapia.

El motivo de consulta
El establecimiento del vínculo terapéutico posibilita una comprensión de
las situaciones vitales que motivan a un consultante a buscar atención
psicoterapéutica; a partir de esta comprensión, se diseñan los objetivos
y las tareas que guiarán el proceso terapéutico; por ende, es vital
identificar los motivos de consulta que impulsan la construcción de la
relación terapéutica. A continuación, abordaremos algunos aspectos
relevantes para la identificación del motivo de consulta que genera la
puesta en marcha de un proceso terapéutico.

Fiorini (1984) comenta que el consultante acude a psicoterapia


motivado principalmente por su deseo de bienestar, y con la voluntad de
someterse a tratamiento y de hacer los sacrificios y el esfuerzo necesario
para alcanzar el éxito (p. 13).

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En el marco de la psicoterapia dinámica, el motivo de consulta
puede identificarse a través de la comprensión de diferentes aspectos de
la vida del consultante: su mundo social, su mundo interno, identificación
de las áreas libres de conflicto y motivaciones para asistir a psicoterapia.

¿Qué me dicen acaso de una persona su complejo de Edipo, sus


defensas histero-fobicas, sus identificaciones proyectivas, sus
núcleos melancólicos? Poco, y tal vez me engañen, recortando
elementos efectivamente “reales” de esa persona puestos en estado
de cosas, no articulados, ignorando la estructura de la experiencia,
su organización con base a las tendencias que en esa persona
presionan hacia alguna totalización de sí misma, en cuyo seno los
dinamismos grupales (familiar, laboral, cultural), sus campos
prospectivos reales e imaginarias, sus prácticas ideológicas, y sus
condiciones materiales socioeconómicas y políticas concurren,
chocan y se acoplan para dar emergencia al hombre en
situación (Fiorini, 1984, p. 13).

La psicoterapia dinámica se orienta, como dice Fiorini (1984), hacia


el fortalecimiento de las áreas del yo libres del conflicto, “sin considerar
tanto el funcionamiento no conflictivo como los conflictos centrales del
consultante no puede comprenderse la conducta” (p. 26). Para Hartmann,
(citado por Fiorini, 1984, p. 116) la enfermedad no puede entenderse sin
considerar su interacción con el funcionamiento normal, pues el
consultante es capaz de conservar en grado variable cierto
comportamiento realista adaptativo. Al comprender el interjuego entre
aspectos patológicos y adaptativos en el funcionamiento del consultante,
el terapeuta puede diseñar en su compañía las estrategias terapéuticas al
identificar qué capacidades están invadidas por conflictos o cuáles libres
de ellos. En psicoterapia dinámica se puede lograr, a través del esclarecer

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aspectos básicos de la situación del consultante, un fortalecimiento en su
capacidad de adaptación realista, de discriminación y rectificación de las
significaciones que da a sus experiencias vividas.

• En la motivación del cliente para asistir a psicoterapia se conjugan


aspectos como la autonomía, dependencia e interpenetración; el
consultante puede comprenderse como un sistema de múltiples
motivaciones organizadas, en la que adquiere especial relevancia
la orientación del sujeto hacia el futuro y la forma como estos se
relacionan con su imagen de sí, sus valores y sus metas ideales.
• Para ello, es necesario emplear una amplia gama de recursos a
través de los cuales se puedan abarcar los diversos aspectos
motivacionales con los que el consultante orienta su vida.
• Se considera que tal multipotencia motivacional es una de las
condiciones de eficacia en la sicoterapia breve. Esto significa
dirigirse no sólo a las motivaciones primaras “egoístas” (regidas por
el principio del placer), sino también a sus motivaciones
secundarias y a lo que se ha denominado motivaciones de valor
(Fiorini, 1984, p. 30).

Para identificar el motivo de consulta a través del cual el terapeuta


orientará el proceso, es necesario generar las condiciones para que el
consultante se exprese con claridad y confianza; en el logro de este
propósito, la primera entrevista cumple una función decisiva; por ello, a
continuación, ahondaremos en las características de esta entrevista.

Motivo de consulta y demanda


Tomando como referentes a Ávila Espada et al. (2014), el motivo de
consulta que tiene el sujeto suele estar referido a una descripción de
síntomas y problemas que le llevan a la consulta psicológica: la demanda,

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implica el reconocimiento de necesidad de pedir ayuda. Existen varios
tipos de demanda: explícita, implícita, manifiesta, latente, sintomática y
estructural.

• Explícita: es expresada de manera verbal, corporal, gestual y


motora por parte del sujeto. Suele reflejar su síntoma: llanto, tics,
risa nerviosa y otros.
• Implícita: es expresada de manera indirecta por parte del sujeto.
Los síntomas no se declaran de manera literal: se da a entender,
pero no se indica claramente (el terapeuta debe inferirla).
• Manifiesta: es la interpretación que el sujeto hace de su malestar.
Se encuentra matizada por información médica o psicológica (esto
depende de su capacidad de entender adecuadamente lo que está
sufriendo).
• Latente: son los motivos de consulta que tiene el psicólogo en la
percepción subjetiva que lleva el consultante. En muchas
situaciones el motivo de la consulta latente es distinto al manifiesto.
• Sintomática: en ella, el sujeto expresa de manera consciente que
tiene problemas y requiere ayuda profesional (en búsqueda de
atenuar su sufrimiento).
• Estructural: es el resultado del choque entre las instancias
psíquicas. Permite establecer la estructura ¿Neurótica? ¿Psicótica?

Estos mismos autores se preguntan ¿cuál es la importancia de la demanda


en el ejercicio clínico? y comentan:

• Conduce a ser asertivos en la entrevista y en el tipo de preguntas


a realizar.
• La claridad en la demanda fortalece el proceso de transferencia.
• El consultante se identifica con el modelo psicoterapéutico (dada la
importancia de lo que transmite).

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Tema 4: Primera entrevista
Motivación al tratamiento
Continuando con los aportes de Ávila Espada et al. (2014) la motivación
para el tratamiento básicamente se refiere a la disposición a nivel psíquico
y emocional que se espera se encuentre en el paciente.

Suele encontrarse caracterizada por tres aspectos básicos:

• El sujeto ha reconocido (en primera instancia) su necesidad de


recibir ayuda y por ello se permite y dispone a ser ayudado.
• El sujeto posee cierta categorización consciente (errónea, irracional
o no) sobre su(s) necesidad (es).
• El sujeto tiene disponibilidad afectiva (esta se deriva de vínculos
precedentes a la terapia, lo cual ayuda a generar un nivel básico
de confianza entre paciente y terapeuta, que conducirá a la
apertura del paciente para recibir ayuda).

No todas las personas llegan a psicoterapia con la motivación necesaria


para llevar a cabo este proceso, será entonces ocupación del terapeuta
identificar las capacidades estructurales del paciente que hagan posible
que emerja la motivación para adherirse al tratamiento.

Si estas condiciones no se dan de manera adecuada (y suficiente)


el terapeuta deberá decidir si quien acude puede continuar en la terapia
o debe ser derivado. Es un importante deber ético comunicar al paciente
si no es candidato para una psicoterapia de orientación dinámica o si se
viera beneficiado por otro tipo.

La primera entrevista en psicoterapia dinámica


El manejo que haga el terapeuta de la primera entrevista puede tener
repercusiones decisivas en la continuidad o abandono del tratamiento y,

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de ser mantenido, en la eficacia que alcance el proceso terapéutico;
además, aporta datos significativos para la identificación del motivo de
consulta y la elaboración de la hipótesis diagnóstica del consultante.

Dada su importancia, el terapeuta debe tener claros los


procedimientos que debe realizar en la primera entrevista.

Figura 5
Tareas de la primera entrevista

Nota. Adaptado de Teoría y técnicas de psicoterapias (p. 63), de Fiorini, 1984.

Descripción de imagen: La figura representa las tareas de la primera


entrevista, las cuales son: elaborar una hipótesis diagnóstica, clarificar los
problemas y orientación, elaborar con el paciente “comprensiones”, indicar
acuerdos generales, acuerdos específicos y anticipaciones sobre la interacción
en la tarea terapéutica.

Hipótesis diagnóstica inicial


Una de las tareas terapéuticas durante la primera entrevista es delimitar
una hipótesis diagnóstica inicial. Esta se elabora a partir de la información

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que proporciona el consultante. Durante la entrevista, se establece la
hipótesis diagnóstica inicial en tres planos fundamentales:

1. Clínico y psicodinámico: recolección selectiva de datos referentes


a los principales síntomas que motivan la búsqueda de atención
psicoterapéutica, su tiempo de evolución y las circunstancias que
los agravan, los estabilizan o los suprimen.
2. Grupo familiar del consultante: estructura, enfermedades
importantes, clima emocional, roles.
3. Relación éxito-fracaso en la conducta del consultante: se
refiere a la identificación de los aspectos del consultante que se
encuentran más afectados y aquellos que suelen denominarse áreas
del yo libres de conflicto, para ello se rastrean aspectos sobre la
maduración, estudios o trabajo, la sexualidad, la sociabilidad, la
autoestima (en suma, la evaluación del yo).

Problemática del consultante


Para aclarar la problemática del consultante y aventurar la planeación
del proceso psicoterapéutico, el terapeuta ha de observar durante la
primera entrevista los siguientes aspectos:

1. Aspectos interaccionales de la conducta del consultante en la


entrevista: modalidades de la comunicación, datos transferenciales y
contra transferenciales, identificación de estructuras de conducta
predominantes.

2. El diagnóstico de la motivación y aptitudes del consultante


para la psicoterapia: con el concepto de motivación se abarcan
comúnmente diversos aspectos de la conducta del consultante, sus
expectativas de curación, su disposición para aceptar la psicoterapia,

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sus aptitudes para participar en ella de modo activo. En un consultante
que está bien motivado para iniciar una psicoterapia, se puede
identificar:

• El reconocimiento del carácter psicológico de sus trastornos.


• La capacidad de introspección y su disposición para trasmitir con
honestidad lo que pueda reconocer de sí mismo.
• El deseo de comprenderse, la actitud de participación en la
búsqueda.
• La disposición a experimentar, a ensayar cambios.
• La esperanza de que el tratamiento logre resultados positivos.
• La disposición para realizar ciertos sacrificios con el fin de acceder
a esos logros.

Si el consultante carece de estas condiciones, entonces deberá


descartarse la posibilidad de emplear una psicoterapia breve. Podrá
beneficiarse, en cambio, con una psicoterapia de apoyo, directiva,
supresora de síntomas.

En conjunto, lo que se requiere es evaluar la aptitud del


consultante para establecer un compromiso de trabajo y para extraer
provecho de la experiencia terapéutica.

Con los consultantes –problemáticos desde el punto de vista de su


motivación para el tratamiento– es con quienes más falta recordar
que el diagnóstico de esa motivación no puede ser estático, con
base a lo que el consultante trae a la entrevista, es decir,
individual o intrapersonal, sino que debe ser puesto a prueba
como fenómeno interaccional, con todo lo que el terapeuta pueda
hacer para estimular su motivación (Fiorini, 1984, p. 68).

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3. El diagnóstico de las condiciones de vida del consultante:
evaluar la posibilidad de que el consultante inicie y pueda mantener un
tratamiento requiere indagar por sus horarios, situación económica,
lugar de residencia, obligaciones familiares, y además identificar los
aspectos de esas condiciones de vida que contribuyen a la enfermedad,
así como los recursos que puedan contribuir a la curación.

Comprensión de la problemática del consultante


La comprensión de la problemática del consultante generalmente gira en
torno a la clarificación del problema y promover la motivación; es tarea
de la primera entrevista decidir si es posible constituir un vínculo
terapéutico con base en la información compartida. Esta decisión se basa,
en un primer momento, en la información que aporta el consultante
orientado por el terapeuta y, en un segundo momento, en la información
que el terapeuta pueda ofrecer por su capacidad de respuesta a los
interrogantes del consultante. La relación terapeuta-consultante necesita
funcionar con la mayor simetría posible.

En la primera entrevista corresponde al terapeuta ofrecer al


consultante una imagen global, introductoria, pero lo más precisa
posible, acerca del diagnóstico en primer lugar, y del pronóstico
ligado a una perspectiva de tratamiento. Al decir diagnóstico nos
referimos en primer término al dinámico, que se expresa en la
formulación interpretativa de una conflictiva nuclear, unificadora de
los problemas relatados por el consultante. Pero ligada a esa
formulación global, se requiere el trazado de una perspectiva
terapéutica, que sugiera tipo de tratamiento, tiempo de duración
aproximado y objetivos que se propondrían para el mismo (Fiorini,
1984, p. 69).

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Encuadre
Los autores Ávila Espada et al. (2014) refieren que este es un conjunto
de requerimientos necesarios (y determinados previamente) como “los
más adecuados” para consolidar la relación entre paciente y terapeuta. A
partir de esta relación podrá determinarse el proceso adecuado y acorde
para la demanda en cuestión. Para lograr este encuadre se plantean las
siguientes reglas:

• Estabilidad y continuidad temporal: abarca el horario y la


temporalidad que permitan la eficiencia de la terapia. Se proponen
espacios entre 45 y 50 minutos, con horarios estables y acordados
con anterioridad. Esta también acoge los principios de frecuencia
(una a dos sesiones por semana [tradicionalmente], sin embargo,
será necesario tener en cuenta todas las variables y circunstancias
de cada caso específico).
• Constancia espacial e intimidad segura: en la psicoterapia es
fundamental garantizar un espacio privado ocupado solo por el
terapeuta y el paciente. Desde el psicoanálisis se propuso la
implementación del diván, pero no es empleado en todas las
psicoterapias dinámicas.
• Relación de carácter profesional: hace referencia al pago de
honorarios por concepto de la prestación de servicios del terapeuta
(preferiblemente pactados con el paciente).
• Abstinencia: es la aceptación de terapeuta y paciente de excluir
del proceso todo tipo de relación personal, asegurando una
comunicación neutral, enfocada en satisfacer la demanda y no
intereses personales (en el marco de límites éticos y normativos).
• Tarea analítica: en la psicoterapia dinámica el terapeuta busca
que el paciente esté dispuesto a comunicar verbalmente todo su
contenido mental (a través de un estilo facilitador). No se emplean

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tareas directivas (más que el reconocimiento de los contenidos
mentales).

Para finalizar, veamos los siguientes recursos de profundización.

Recursos de profundización
En el artículo La primera entrevista en psicoterapia dinámica: formulación
y validación, se expone, a través de viñetas clínicas, diversas formas de
abordaje de las problemáticas que se presentan al interior del espacio
terapéutico, y lo que representantes contemporáneos han discutido al
respecto.

• Figueroa, G. (2003). The first interview in dynamic psychotherapy:


formulating and validating. Revista chilena de neuro-
psiquiatría, 41(4), 253 270. www.dx.doi.org

En el capítulo II del libro Entrevista e indicadores en psicoterapia y


psicoanálisis, se explican de manera clara y diferenciada los momentos
particulares que se deben tener presentes en el momento de llevar a cabo
una entrevista en psicoterapia dinámica, tanto desde la perspectiva del
terapeuta, como del paciente.

• Pérez-Sánchez, A. (2019). Entrevista e indicadores en psicoterapia


y psicoanálisis. Capitulo II. (p. 61–93). Pensódromo.
www.elibro.net

Página 33 de 35
Referencias
Aron, L. (2001). A Meeting of Minds: Mutuality in Psychoanalysis. Analytic
Press.

Ávila Espada, A.; Rojí Menchaca, B. y Saúl Gutiérrez, L. A. (2014).


Introducción a los tratamientos psicodinámicos. Uned.
www.elibro.net

Corbella, S. y Botella, L. (2003). La alianza terapéutica: historia,


investigación y evaluación. Revista Anales de psicología, 19.
www.revistas.um.es

Dewald, P.A. (1984). Psicoterapia un enfoque dinámico. Toray.

Fiorini, H. (1984). Teoría y técnicas de psicoterapias. Nueva visión.

Bibliografía complementaria
Abella, A.; Palacio Espasa, F. y Manzano, J. (2018). Compendio de
técnica psicoanalítica: con su aplicación a la psicoterapia. Herder
Editorial. www.elibro.net

Coderch, J. (2015). La relación paciente-terapeuta: el campo del


psicoanálisis y la psicoterapia psicoanalítica. Herder Editorial.
www.elibro.net

Fiorini, H. (1993). Estructuras y abordajes en Psicoterapias. Nueva Visión.

Fiorini, H. (1995). Teoría y técnicas de psicoterapias. Nueva visión.

Holmes, J. (2009). Teoría del apego y psicoterapia: en busca de la base


segura. Editorial Desclée de Brouwer. www.elibro.net

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Icart, A. y Freixas, J. (2015). La familia: comprensión dinámica e
intervenciones terapéuticas. Herder Editorial. www.elibro.net

Nofuentes, C.; Castillo, J. A. y Cabré, V. (2017). Casos clínicos:


evaluación, diagnóstico e intervención en salud mental. Herder
Editorial. www.elibro.net

Pérez-Sánchez, A. (2019). Entrevista e indicadores en psicoterapia y


psicoanálisis. Pensódromo. www.elibro.net

Pérez Testor, C. (Comp.). (2019). Psicoterapia psicoanalítica de pareja.


Herder Editorial. www.elibro.net

Sassenfeld, J.A. (2019). Los giros del psicoanálisis contemporáneo: una


introducción al psicoanálisis relacional. RIL editores.
www.elibro.net

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