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Introducción
Hemos celebrado a lo largo de nuestra vida muchas eucaristías,
celebraciones de la Palabra, hemos rezado montones de rosarios y de
novenas, hemos asistido innumerables veces a la celebración comunitaria
del sacramento de la Reconciliación, a los bautizos de todos los primos, de
los nietos, a bodas y funerales... Con tal proliferación de eventos no es
extraño que alguna vez hayamos asistido a estos actos por costumbre, sin
pararnos a pensar en lo que estamos haciendo, distraídamente o con poco
interés. No es extraño pero debemos luchar contra ello, porque en cada
misa conmemoramos el sacrificio de Cristo, cada domingo celebramos su
resurrección y son éstas cosas muy serias como para tomarlas de cualquier
manera.
Debemos reconocer que muchas veces hemos sido nosotros mismos los
que hemos ido poco a poco desvirtuando la liturgia. Lecturas mal
proclamadas o que apenas se oyen, goteo incesante de personas hasta bien
entrada la homilía, homilías mal preparadas o plagadas de lugares comunes,
etc. hacen presa en nuestras celebraciones y acaban convirtiéndolas en un
mero trámite. Hay que recordar que el centro de las celebraciones es Cristo,
que la liturgia no es un simple medio para calmar nuestras ansiedades y
deseos sino que es el lugar donde nos encontramos con Jesús "que vive,
honra y alaba al Padre, para alabarlo y honrarlo con Él. Las celebraciones
eclesiales proclaman que nuestra esperanza nos viene de Dios por medio de
Jesús nuestro Señor" (EE 71). Para conseguir vivir la liturgia de esta
manera, se hace necesaria una formación que facilite la comprensión de los
signos, de los tiempos litúrgicos y que posibilite la participación activa de
todos los fieles.
Otro dato que debería preocuparnos a todos es la pérdida del sentido del
domingo. El domingo ha pasado de ser el Día del Señor, a ser parte del fin
de semana, o simplemente, otro día más de trabajo, casi siempre
insuficientemente pagado. El Papa nos pide a los cristianos europeos que
recuperemos el sentido del domingo; que el descanso, querido por Dios y
necesidad de todo hombre, lleve a las personas a separarse
momentáneamente de sus compromisos para caer en la cuenta de que todo
lo creado ha sido creado por Dios; que el poder que nos ha dado, nos lo ha
dado precisamente para cuidar su obra. De esta manera, no perderemos la
perspectiva y sabremos, precisamente en el domingo, alabar al Creador por
tantos bienes como ha puesto en nuestras manos.
"Te dirijo a ti, Iglesia que vives en Europa, una invitación apremiante: sé
una Iglesia que ora, alaba a Dios, reconoce su absoluta supremacía y lo
exalta con fe gozosa (...). Celebra la salvación de Cristo: acógela como don
que te convierte en sacramento suyo y haz de tu vida un verdadero culto
espiritual agradable a Dios" (EE 69).
A) Palabra de Dios
B) Magisterio de la Iglesia