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DIÓCESIS DE IBARRA

CURSO BÁSICO PARA ACÓLITOS


II. TEOLOGÍA EUCARÍSTICA
VICARÍA EPISCOPAL DE LAICOS 2022

Tema 2. La santa misa ¿qué es la Eucaristía?

Tutor: diác. Adrián Paspuel


Candidato: Luis Pinzón Barriga
Parroquia: San Juan Diego

1. Leer en el documento conclusivo de Aparecida los numerales 250, 251, 252 y


253

250. Encontramos a Jesucristo, de modo admirable, en la Sagrada Liturgia. Al vivirla,


celebrando el misterio pascual, los discípulos de Cristo penetran más en los misterios
del Reino y expresan de modo sacramental su vocación de discípulos y misioneros. La
Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Vaticano II nos muestra el lugar y la función
de la liturgia en el seguimiento de Cristo, en la acción misionera de los cristianos, en la
vida nueva en Cristo, y en la vida de nuestros pueblos en Él.

251. La Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo.
Con este Sacramento Jesús nos atrae hacia sí y nos hace entrar en su dinamismo hacia
Dios y hacia el prójimo. Hay un estrecho vínculo entre las tres dimensiones de la
vocación cristiana: creer, celebrar y vivir el misterio de Jesucristo, de tal modo, que la
existencia cristiana adquiera verdaderamente una forma eucarística.

En cada Eucaristía los cristianos celebran y asumen el misterio pascual, participando en


él. Por tanto, los fieles deben vivir su fe en la centralidad del misterio pascual de Cristo
a través de la Eucaristía, de modo que toda su vida sea cada vez más vida eucarística.

La Eucaristía, fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente


inextinguible del impulso misionero. Allí el Espíritu Santo fortalece la identidad del
discípulo y despierta en él la decidida voluntad de anunciar con audacia a los demás lo
que ha escuchado y vivido.

252. Se entiende así la gran importancia del precepto dominical, del “vivir según el
domingo”, como una necesidad interior del creyente, de la familia cristiana, de la
comunidad parroquial.
Sin una participación activa en la celebración eucarística dominical y en las fiestas de
precepto no habrá un discípulo misionero maduro. Cada gran reforma en la Iglesia está
vinculada al redescubrimiento de la fe en la Eucaristía. Es importante por esto promover
la “pastoral del domingo” y darle “prioridad en los programas pastorales” para un nuevo
impulso en la evangelización del pueblo de Dios en el Continente latinoamericano.

253. A las miles de comunidades con sus millones de miembros que no tienen la
oportunidad de participar de la Eucaristía dominical, queremos decirles con profundo
afecto pastoral que también ellas pueden y deben vivir “según el domingo”. Ellas
pueden alimentar su ya admirable espíritu misionero participando de la “celebración
dominical de la Palabra”, que hace presente el Misterio Pascual en el amor que
congrega (cf. 1Jn 3, 14), en la Palabra acogida (cf. Jn 5, 24-25) y en la oración
comunitaria (cf. Mt 18, 20). Sin duda los fieles deben anhelar la participación plena en
la Eucaristía dominical, por lo cual también los alentamos a orar por las vocaciones
sacerdotales.

2. Contestar la pregunta con 3 argumentos desde lo aprendido (mínimo una


hoja) ¿Por qué es importante vivir la celebración de la Eucaristía como centro
y culmen de la vida de discípulo de Jesucristo en la Iglesia?

La Eucaristía es el acto central de la vida cristiana y desde el inicio de la Iglesia


está vinculada al domingo, como día de la resurrección de Jesucristo y del
encuentro con él. Así se expresa en los Padres de la Iglesia, en el Magisterio y en la
misma celebración actual, dentro del rito romano.

El encuentro con Jesucristo


En la Eucaristía se actualiza el misterio pascual de la muerte y resurrección de
Jesucristo, en un encuentro con Jesucristo en su Liturgia de la Palabra y Liturgia
Eucarística. La Eucaristía es el momento primero y último de encuentro con el Hijo
del Padre en comunión con los hijos de Dios.

Jesucristo Dios Padre acoge a todos sus hijos adoptivos por medio del Bautismo a
participar de su cuerpo y sangre en la Misa, momento culmen de la vida de todo
cristiano.

La carta de San Clemente a los Corintios habla genéricamente de la reunión de los


cristianos en un mismo lugar y la realización de la ofrenda en determinados
momentos.

De la misma época, la Didajé (Doctrina de los doce Apóstoles) manda a los


cristianos: “Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias, después de
haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro”. Se
indica la necesidad de reunirse: el encuentro de todos los que son cristianos;

2
también la actitud espiritual con la que se deben acercar al Señor para participar del
sacrificio: limpios de pecado.

Anuncio del Kerigma


Este primer anuncio, primera predicación, primer momento de la obra
evangelizadora, se da en misión (misa) en el encuentro de la comunidad
Eucarística.

En la Eucaristía dominical, los cristianos se reúnen como asamblea, signo visible de


la Iglesia invisible, para escuchar la Palabra de Dios (esta misma Palabra configura
la asamblea que celebra) y participar del sacrificio eucarístico (renovación del
misterio pascual de Jesucristo); de esta manera se vive la comunión con el
Resucitado y se participa de su vida filial en el Espíritu Santo, que glorifica al
Padre.

Para explicar el sentido de este encuentro cercano con el misterio, el Papa Francisco
recordó que el Señor habló a su pueblo no sólo con palabras. «Los profetas referían
las palabras del Señor. Los profetas anunciaban. El gran profeta Moisés dio los
mandamientos, que son palabra del Señor. Y muchos otros profetas decían al
pueblo aquello que quería el Señor». Sin embargo, «el Señor habló también de otra
manera y de otra forma a su pueblo: con las teofanías. Cuando Él se acerca al
pueblo y se hace sentir, hace sentir su presencia precisamente en medio del
pueblo». Y recordó, además del episodio propuesto por la primera lectura (1Re 8,
1-7.9-13), algunos pasajes referidos a otros profetas.

«Sucede lo mismo también en la Iglesia» (Papa Francisco). El Señor nos habla a


través de su Palabra, recogida en el Evangelio y en la Biblia; y a través de la
catequesis, de la homilía. No sólo nos habla, sino que también «se hace presente en
medio de su pueblo, en medio de su Iglesia. Es la presencia del Señor. El Señor que
se acerca a su pueblo; se hace presente y comparte con su pueblo un poco de
tiempo». Esto es lo que sucede durante la celebración litúrgica que ciertamente «no
es un buen acto social y no es una reunión de creyentes para rezar juntos. Es otra
cosa» porque «en la liturgia eucarística Dios está presente» y, si es posible, se hace
presente de un modo aún «más cercano». Su presencia «es una presencia real».

Nueva evangelización
El debilitamiento de la iniciación cristiana, de la comprensión de los signos
sagrados y de la propia liturgia en su conjunto (curiosamente, cuando se ha
traducido para favorecer la participación, nos encontramos con una mayor
incomprensión y un paulatino abandono) y, concretamente, de la participación en la
Misa.

3
Nos movemos en un ambiente desacralizado y secularizador... ¿pero es eso el
causante de todo? Saint-Exupéry1 recuerda la necesidad que tenemos de los ritos:
“es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora de las otras
horas”. Y esto, aplicado al domingo y a la Eucaristía, adquiere connotaciones
fundamentales para el cristiano.

El cristiano debe vivir con toda intensidad su existencia cristiana para que el
proyecto de Cristo y de la Iglesia se pueda llevar adelante. De ahí la necesidad de
vivir el domingo como una novedad, como un día distinto en el que entramos en
comunión con Dios, creador y redentor, y esto hace posible la convivencia
auténtica. Es necesaria una adhesión viva a lo que la Iglesia transmite, para
descubrir y transmitir la presencia de Cristo resucitado.

¡Que en nosotros la santa misa no caiga en una rutina superficial! ¡Que alcancemos
cada vez más su profundidad! Es precisamente ella la que nos introduce en la
inmensa obra de salvación de Cristo, la que afina nuestra vida espiritual para
alcanzar su amor: su «profecía en acto» con la cual, en el Cenáculo dio inicio al don
de Sí mismo en la cruz; su victoria irrevocable sobre el pecado y sobre la muerte,
que anunciamos con orgullo y de un modo alegre.

______________________________________________________ Luis Pinzón


Barriga

1
SAINT-EXUPÉRY, Antoine de. El Principito, Barcelona, Salamandra, 2008, pp. 69-70.

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