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El padre Alejandro Hernández preocupado con la falta de asistencia a las horas Santas de
adoración al Santísimo Sacramento del altar los jueves
Ofrecer todos los jueves la Santa Misa por la asistencia a las Horas Santas
Mantenerse el mayor tiempo de rodillas durante la Hora Santa
Durante la Hora Santa (al principio o al final rezar el Angelus) Pedir la intercesión a
María Santísima. A Jesús por María
Solicitar a los fieles que incluyan en sus oraciones la gracia de poder asistir a la Hora
Santa.
Los primeros sábados de mes rezar el santo rosario e incluir esta petición
Mc 4, Dios hace crecer
me solicitó que preparase una conferencia para estimular a los grupos pastorales de la
parroquia y la feligresía sobre la importancia de las horas santas y las diferencias entre la hora
santa y la hora de adoración perpetua.
¿Qué es la hora Santa?
Frutos de la Hora Santa
Realmente existe una diferencia entre la Hora Santa y la Adoración Perpetua
¿Qué se hace en la Hora Santa?
o El me mira yo le miro a nada más
o La llevare al desierto y le hablare al corazón
¿Por qué se nos dificulta realizarla?
Santos con especial devoción al Santísimo
Adorote devote
“No hay nada imposible para Dios”
No preparen lo que van a decir dejen que el Espíritu Santo hable por ustedes
Me gustaría saber de usted una información que encontré que las hermanas Franciscanas,
procedentes de Alemania, tienen un récord de más de cien años de adoración perpetua
continuas en Estados Unidos aproximadamente 144 años.
Ejemplo de la gracia de Dios
De Perseverancia
De fidelidad
De ante mano bien sabría agradecerle toda la información que me pueda facilitar para:
a. estimular a mis hermanos en cristo a las horas de adoración,
b. que mantengamos la fe a pesar de las dificultades que estamos enfrentando en
nuestro país,
c. que abracemos la cruz o nuestra cruz y
d. aprendamos a ver a nuestro Señor Jesucristo no con el sentido visual sino con la
percepción de la fe y
e. lo sintamos en el corazón con todo su gran amor que jamás nos abandona.
Pablo VI, Encicl. Mysterium Fidei, del 3 de setiembre de 1965: AAS 57 (1965), p. 771:
"Además, durante el día, los fieles no omitan el hacer la visita al Santísimo
Sacramento, que debe estar reservado en un sitio dignísimo con el máximo honor en
las iglesias, conforme a las leyes litúrgicas, puesto que la visita es prueba de gratitud,
signo de amor y deber de adoración a Cristo nuestro Señor, allí presente".
“en la Sagrada Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia” [39] (Cf.
Santo Tomás, Summa Theol., III, q. 66, a. 3, ad 1; y 79, a. 1, c, y a. 1.) es decir,
Cristo en persona, nuestra Pascua y pan vivo que, con su Carne, por el Espíritu Santo
vivificada y vivificante, da vida a los hombres que de esta forma son invitados y
estimulados a ofrecerse a sí mismos, sus trabajos y todas las cosas creadas
juntamente con El. Por lo cual, la Eucaristía aparece como la fuente y cima de toda la
evangelización.
Desgraciadamente, junto a estas luces, no faltan sombras. En efecto, hay sitios donde se
constata un abandono casi total del culto de adoración eucarística. A esto se añaden, en diversos
contextos eclesiales, ciertos abusos que contribuyen a oscurecer la recta fe y la doctrina católica
sobre este admirable Sacramento. Se nota a veces una comprensión muy limitada del Misterio
eucarístico. Privado de su valor sacrificial, se vive como si no tuviera otro significado y valor
que el de un encuentro convival fraterno. Además, queda a veces oscurecida la necesidad del
sacerdocio ministerial, que se funda en la sucesión apostólica, y la sacramentalidad de la
Eucaristía se reduce únicamente a la eficacia del anuncio. También por eso, aquí y allá, surgen
iniciativas ecuménicas que, aun siendo generosas en su intención, transigen con prácticas
eucarísticas contrarias a la disciplina con la cual la Iglesia expresa su fe. ¿Cómo no manifestar
profundo dolor por todo esto? La Eucaristía es un don demasiado grande para admitir
ambigüedades y reducciones.” (CARTA ENCÍCLICA ECCLESIA DE EUCHARISTIA DEL
SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II SOBRE LA EUCARISTÍA EN SU RELACIÓN CON
LA IGLESIA)
11. « El Señor Jesús, la noche en que fue entregado » (1 Co 11, 23), instituyó el Sacrificio
eucarístico de su cuerpo y de su sangre. Las palabras del apóstol Pablo nos llevan a las
circunstancias dramáticas en que nació la Eucaristía. En ella está inscrito de forma indeleble el
acontecimiento de la pasión y muerte del Señor. No sólo lo evoca sino que lo hace
sacramentalmente presente. Es el sacrificio de la Cruz que se perpetúa por los siglos.(9) Esta
verdad la expresan bien las palabras con las cuales, en el rito latino, el pueblo responde a la
proclamación del « misterio de la fe » que hace el sacerdote: « Anunciamos tu muerte, Señor
»..” (CARTA ENCÍCLICA ECCLESIA DE EUCHARISTIA DEL SUMO PONTÍFICE JUAN
PABLO II SOBRE LA EUCARISTÍA EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA)
La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un don entre otros
muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por excelencia, porque es don de sí mismo,
de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación. Ésta no queda relegada
al pasado, pues « todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de
la eternidad divina y domina así todos los tiempos... ».(10) .” (CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II SOBRE LA
EUCARISTÍA EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA)
Por su íntima relación con el sacrificio del Gólgota, la Eucaristía es sacrificio en sentido
propio y no sólo en sentido genérico.
Ciertamente es un don en favor nuestro, más aún, de toda la humanidad (cf. Mt 26,
28; Mc 14, 24; Lc 22, 20; Jn 10, 15), pero don ante todo al Padre: « sacrificio que el
Padre aceptó, correspondiendo a esta donación total de su Hijo que se hizo “obediente
hasta la muerte” (Fl 2, 8) con su entrega paternal, es decir, con el don de la vida
nueva e inmortal en la resurrección ».(18)
Numerosos Santos nos han dado ejemplo de esta práctica, alabada y recomendada
repetidamente por el Magisterio.(49) De manera particular se distinguió por ella San Alfonso
María de Ligorio, que escribió: « Entre todas las devociones, ésta de adorar a Jesús
sacramentado es la primera, después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil
para nosotros ».(50) La Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también
estar ante ella fuera de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la
gracia. Una comunidad cristiana que quiera ser más capaz de contemplar el rostro de
Cristo, en el espíritu que he sugerido en las Cartas apostólicas Novo millennio
ineunte y Rosarium Virginis Mariae, ha de desarrollar también este aspecto del culto
eucarístico, en el que se prolongan y multiplican los frutos de la comunión del cuerpo y
sangre del Señor.
IOANNES PAULUS II
“Además, durante el día, que los fieles no omitan el hacer la visita al Santísimo
Sacramento, que ha de estar reservado con el máximo honor en el sitio más noble de
las iglesias, conforme a las leyes litúrgicas, pues la visita es señal de gratitud, signo de
amor y deber de adoración a Cristo Nuestro Señor, allí presente.
Todos saben que la divina Eucaristía confiere al pueblo cristiano una dignidad
incomparable. Ya que no sólo mientras se ofrece el sacrificio y se realiza el
sacramento, sino también después, mientras la Eucaristía es conservada en las iglesias
y oratorios, Cristo es verdaderamente el Emmanuel, es decir, «Dios con nosotros».
Porque día y noche está en medio de nosotros, habita con nosotros lleno de gracia y
de verdad [68]; ordena las costumbres, alimenta las virtudes, consuela a los afligidos,
fortalece a los débiles, incita a su imitación a todos que a El se acercan, de modo que
con su ejemplo aprendan a ser mansos y humildes de corazón, y a buscar no ya las
cosas propias, sino las de Dios. Y así todo el que se vuelve hacia el augusto
sacramento eucarístico con particular devoción y se esfuerza en amar a su vez con
prontitud y generosidad a Cristo que nos ama infinitamente, experimenta y comprende
a fondo, no sin gran gozo y aprovechamiento del espíritu, cuán preciosa es la vida
escondida con Cristo en Dios [69] y cuánto sirve estar en coloquio con Cristo: nada
más dulce, nada más eficaz para recorrer el camino de la santidad.”
De aquí se sigue que el culto de la divina Eucaristía mueve muy fuertemente el ánimo
a cultivar el amor social [71], por el cual anteponemos al bien privado el bien común;
hacemos nuestra la causa de la comunidad, de la parroquia, de la Iglesia universal, y
extendemos la caridad a todo el mundo, porque sabemos que doquier existen
miembros de Cristo. (CARTA ENCÍCLICA MYSTERIUM FIDEI DE SU SANTIDAD PABLO
VI SOBRE LA DOCTRINA Y CULTO DE LA SAGRADA EUCARISTÍA Dado en Roma junto
a San Pedro, en la fiesta de San Pío X, el 3 de septiembre del año 1965, tercero de
Nuestro Pontificado. PAULUS PP. VI)
“Hombre de penitencia, San Juan María Vianney había comprendido igualmente que
«el sacerdote ante todo ha de ser hombre de oración»[46]. Todos conocen las largas
noches de adoración que, siendo joven cura de una aldea, entonces poco cristiana,
pasaba ante el Santísimo Sacramento.
«El hombre es un pobre que tiene necesidad de pedirlo todo a Dios»[49]. «¡Cuántas
almas podríamos convertir con nuestras oraciones!» [50]. Y repetía: «La oración, esa
es la felicidad del hombre sobre la tierra»[51]. Felicidad ésta que el mismo gustaba
abundantemente, mientras su mirada iluminada por la fe contemplaba los misterios
divinos y, con la adoración del Verbo encarnado, elevaba su alma sencilla y pura hacia
la Santísima Trinidad, objeto supremo de su amor. Y los peregrinos que llenaban la
iglesia de Ars comprendían que el humilde sacerdote les manifestaba algo del secreto
de su vida interior en aquella frecuente exclamación, que le era tan familiar: «Ser
amado por Dios, estar unido a Dios, vivir en la presencia de Dios, vivir para Dios: ¡cuán
hermosa vida, cuán bella muerte!»[52].
A los sacerdotes de hoy, tan fácilmente atraídos por la eficacia de la acción y tan
fácilmente tentados por un peligroso activismo, ¡cuán saludable es este modelo de
asidua oración en una vida íntegramente consagrada a las necesidades de las almas!
«Lo que nos impide a los sacerdotes —decía— ser santos es la falta de reflexión; no
entra uno en sí mismo; no se sabe lo que se hace; necesitamos la reflexión, la oración,
la unión con Dios?».
«El hombre es un pobre que tiene necesidad de pedirlo todo a Dios»[49]. «¡Cuántas
almas podríamos convertir con nuestras oraciones!» [50]. Y repetía: «La oración, esa
es la felicidad del hombre sobre la tierra»[51]. Felicidad ésta que el mismo gustaba
abundantemente, mientras su mirada iluminada por la fe contemplaba los misterios
divinos y, con la adoración del Verbo encarnado, elevaba su alma sencilla y pura hacia
la Santísima Trinidad, objeto supremo de su amor. Y los peregrinos que llenaban la
iglesia de Ars comprendían que el humilde sacerdote les manifestaba algo del secreto
de su vida interior en aquella frecuente exclamación, que le era tan familiar: «Ser
amado por Dios, estar unido a Dios, vivir en la presencia de Dios, vivir para Dios: ¡cuán
hermosa vida, cuán bella muerte!»[52].
«Si queréis que los fieles oren con devoción —decía Pío XII al clero de Roma— dadles
personalmente el primer ejemplo, en la iglesia, orando ante ellos. Un sacerdote
arrodillado ante el tabernáculo, en actitud digna, en un profundo recogimiento, es para
el pueblo ejemplo de edificación, una advertencia, una invitación para que el pueblo le
imite»[63]. La oración fue, por excelencia, el arma apostólica del joven Cura de Ars.
No dudemos de su eficacia en todo momento. “ (ENCÍCLICA SACERDOTII NOSTRI
PRIMORDIA* DE SU SANTIDAD JUAN XXIII EN EL I CENTENARIO DEL TRÁNSITO DEL
SANTO CURA DE ARS Dado en Roma, junto a San Pedro, el 1 de agosto de 1959, año
primero de Nuestro Pontificado. IOANNES PP. XXIII )
El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible,
su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el
amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. Cristo,
revela plenamente el hombre al mismo hombre.
El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo —no solamente según
criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso
aparentes— debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y
pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo. Debe, por decirlo así,
entrar en Él con todo su ser, debe «apropiarse» y asimilar toda la realidad de la
Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo. Si se actúa en él este
hondo proceso, entonces él da frutos no sólo de adoración a Dios, sino también de
profunda maravilla de sí mismo. (CARTA ENCÍCLICA REDEMPTOR HOMINIS DEL SUMO
PONTÍFICE JUAN PABLO II A LOS VENERABLES HERMANOS EN EL EPISCOPADO A LOS
SACERDOTES A LAS FAMILIAS RELIGIOSAS A LOS HIJOS E HIJAS DE LA IGLESIA Y A
TODOS LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD AL PRINCIPIO DE SU MINISTERIO
PONTIFICAL ado en Roma, junto a San Pedro, el día 4 de marzo, primer domingo de
cuaresma del año 1979, primero de mi Pontificado.)
https://conferenciaepiscopalvenezolana.com/diocesis-de-el-tigre-inauguro-capilla-provisional-
de-adoracion-perpetua-al-santisimo-sacramento
Adoro te devote
Adoro te devote, latens Deitas,
Quae sub his figuris vere latitas:
Tibi se cor meum totum subiicit,
Quia te contemplans totum deficit.
Amen
Amén
Estas palabras las pronunciaron por primera vez los discípulos de Emaús. Luego, en el
curso de los siglos, las han repetido infinitas veces los labios de muchos discípulos y
confesores tuyos, oh Cristo.
Las mismas palabras las pronuncio hoy yo como Obispo de Roma y primer servidor de
este templo erigido en el lugar del martirio de San Pedro.
Las pronuncio para invitarte, Cristo, realmente presente en la Eucaristía, a recibir la
adoración cotidiana, prolongada durante todo el día en este templo, en esta basílica,
en esta capilla.
Quédate con nosotros hoy y quédate, de ahora en adelante, todos los días, según el
deseo de mi corazón, que acoge la llamada de muchos corazones de diversas partes, a
veces lejanas; y atiende así sobre todo el deseo de muchos moradores de esta Sede
Apostólica.
Deseamos adorarte cada día y cada hora a ti, oculto bajo las especies del pan el vino,
para renovar la esperanza de la.."llamada a la gloria" (cf. 1 Pe 5, 10), cuyo comienzo,
lo has constituido Tú con tu Cuerpo glorificado "a la derecha del Padre".
Amén.