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Un Salmista, es mucho más que un director de alabanza, o director musical, o el que dirige coritos.

Él es como un
pintor que con sus brochas pinta un cuadro sobre una canva. Música es la brocha del Salmista. Este pinta en el
ambiente, la atmósfera en la cual se quiere mover el Espíritu Santo. A veces, escucha música en su espíritu la cual
duplica con su instrumento. Otras veces, el Espíritu Santo le dirige a crear una atmósfera para sanidad, liberación, o
libertad de opresión. El Salmista tiene que ser sensitivo al mover del Espíritu Santo y fluir de acuerdo a este. Es
llamado a crear esa atmósfera en la cual todos son libres para dar y recibir.
Como predicador y maestro de la palabra de Dios, he estado en muchos lugares. En unos la ministracion de la
palabra es como tirar una pelota contra la pared. En cambio, en otros lugares el fluir de la palabra es una delicia. Las
personas están listas para recibir antes de comenzar a predicar. La diferencia, ha sido hecha por el ministerio de
alabanza y adoración en estos sitios. Gloria a Dios por Salmistas, que saben preparar el ambiente en el cual se
mueve el Espíritu de Dios. Entienda esto, el Salmista no toma el lugar de la predicación; el prepara al pueblo para
recibir el consejo de Dios, por medio de la predica y enseñanza de la palabra.

Salmear es una conversación musical entre Dios y el hombre. El Salmista interpreta esta conversación. A veces la
canción viene de parte de Dios, y otras veces de parte del hombre hacia Dios. Hay quienes no creen que Dios canta,
pero el profeta Isaías en el capitulo 5 nos muestra lo contrario. En ese capitulo, el profeta hace el papel de Salmista
por el cual Dios interpreta un canto.

El llamado del Salmista es algo muy serio. Un peligro que existe en este tiempo, es la imitación. Es el tomar un
ministerio porque este de moda. Vemos como se pone de moda una forma de vestir y todos quieren vestir igual. O
como se pone de moda cierto tipo de música y todos la quieren tocar. Ministerialmente, no podemos tomar un
ministerio por que este en surgimiento. El ministerio, incluyendo el del Salmista es un honor que solo Dios concede -
“Ni nadie toma para sí la honra, sino el que es llamado de Dios, como Aarón” (Hebreos 5:4).

El Salmista debe de tener un corazón limpio. El Salmista representa a Dios por medio de la música. Tiene que tener
un corazón sensitivo a la voz de Dios y siempre juzgar los motivos de ese corazón. Recuerde que el Salmista no es
perfecto (así como ninguno en cualquier otro ministerio). Por esta razón el Salmista debe recibir la corrección del
Señor cuando esta sea necesaria. El rey David no era perfecto, cometió adulterio, mato a un hombre, etc. pero su
corazón era obediente a la corrección del Señor. David siempre escuchó, cuando era corregido por el profeta y se
arrepentía de sus pecados.

Si el orgullo toma asiento en el corazón del Salmista, este no oirá a Dios, sino que comenzara a confiar en sus
propios talentos y logros. El Salmista nunca debe de confiar en sus habilidades propias; su confianza siempre debe
de estar en Dios (1 Samuel 17:37).

Cuantos cantantes Cristianos, comienzan un ministerio lleno de humildad y luego al grabar un CD se sienten ser “la
gran cosa”. Comienzan como un ministerio de música, pero luego no son otra cosa que “artistas” y “entretenedores
musicales”. Se han exaltado a un lugar de gloria.

El ministerio del Salmista data desde antes de la creación del mundo. Satanás, en su estado de Lucero hijo de la
mañana era el Salmista entre los ángeles de Dios (Ezequiel 28:14). El capitulo 14 del profeta Isaías no dice que su
caída fue a causa de un gran Yo. Es importante que el Salmista mantenga su corazón lleno de la palabra de Dios.
Esto mantendrá fuera el espíritu de orgullo (Salmos 119:11), el amor será perfecto (1 Juan 2:5), y tendrá abundancia
de cantos (Colosenses 3:16). Es muy peligroso, el presumir ser Salmista sin una consagración total a Dios y sus
caminos.

La mira del Salmista siempre tiene que estar puesta en Jesús. La Salmista Robin Green, tubo una visión concerniente
a esto. Dice que vio como miles de animales eran sacrificados en el templo de Dios. Algo como lo ocurrido durante la
dedicación del Templo de Salomón (1 Crónicas 8:62-63). Vio los músicos y cantantes que miraban hacia arriba.
Estaban de pie delante de los animales sacrificados. Miles de animales muertos, no era algo bonito para mirar. El olor
a sangre, el grito de los animales al ser sacrificados.

Robin le pregunto al Señor que significaba esta visión. El Señor le contesta, que cuando sé ministra en la alabanza y
adoración, es como estar de pie delante del sacerdote que sacrifica los animales. Uno no debe de ser movido por el
ruido, o por el olor. El Salmista no puede dejarse mover por como la congregación esta respondiendo a su
ministracion en alabanza y adoración. Su foco tiene que ser el Señor y responder a las necesidades del pueblo bajo la
dirección del Espíritu Santo.

Son muchos los líderes de alabanza que he visto emprenderla contra la congregación por que esta no canta con
ellos, o no esta cantando como ellos quieren. Toman la espada del sacerdote y sacrifican al pueblo con el sacrifico.
“Están fríos, canten, canten” le gritan a la congregación. Como dice un pastor amigo, “Si se duerme la congregación,
despierten al predicador”. Quizás el problema esta en el director de alabanza y no en la congregación.

La audiencia del Salmista es Dios primeramente. Ministre a Dios antes de ministrar por él. No importa cuan
impresionante seamos musicalmente, es del corazón del Salmista que tiene que salir la ministracion. Un Salmista
tiene que tener un corazón que ha aprendido a ministrar a Dios en lo secreto para luego ser recompensado en
publico.

El llamamiento de Dios en esta hora, es para todos los directores de alabanza y adoración, directores de música, y
cantantes. Dios quiere Salmistas que profetizan con sus instrumentos y voces. Dios ha levantado una generación que
esta sacando lo añejo para que entre lo nuevo. Dios quiere que la Iglesia entre a un nivel donde la alabanza y
adoración es mucho mas que cantar coritos. Dios esta levantando Salmistas proféticos para este propósito.

LECTOR

Además de los lectores instituidos, que son exclusivamente varones-y


que en la práctica entre nosotros apenas se dan, excepto en los
seminarios, como camino hacia el diaconado, en las comunidades
cristianas ejercen este ministerio de una manera más o menos estable
hombres y mujeres, que no necesitan para ello un cargo tan oficial y
permanente.

Lo que si se pide es que sean “aptos y diligentemente preparados”


(IGMR 66) y que realicen su ministerio con dignidad en su postura y
porte, y con preparación técnica, para que su lectura comunique bien la
Palabra de Dios a la comunidad, “con voz alta y clara, y con
conocimiento de lo que leen”.
SALMISTA

El ministerio de salmista consiste en cantar el salmo responsorial.

El ministerio de salmista está hecho de técnica musical y de fe. Sabe música y realiza su ministerio
pensando en ayudar a la comunidad: “para cumplir bien con este oficio de proclamar el salmo, es
preciso que el salmista posea el arte de salmodiar y tenga dotes para emitir bien y pronunciar con
claridad (IGMR 67). El salmista canta las estrofas del salmo para que la comunidad pueda oírlo
meditando serenamente y contestar con su estribillo o antífona cantada. El papa San Dámaso
habla de la “plácida modulación” del salmista, una modulación plácida que ayuda a ir
profundizando en los sentimientos del salmo.

Pero a la vez canta desde dentro, “escuchando” él mismo lo que ha dicho la lectura y ahora el
salmo, saboreando la salmodia, alegrándose, meditando, suplicando, aclamando o pidiendo perdón
según el salmo que esta cantando para sí y para los demás.
Realiza su ministerio desde el ambón, por que el salmo es también Palabra de Dios. Y en principio
lo hace un ministro distinto del que ha proclamado la primera lectura.

EL EQUIPO DE LITURGIA
Hay muchos grupos de laicos que realizan en la comunidad cristiana una labor realmente
meritoria: en la
catequesis, en la pastoral con los jóvenes, al servicio de la acción social, en las misiones,
con los
enfermos, en Justicia y Paz...
Aquí en concreto nos vamos a referir a los laicos que forman el equipo de liturgia, que
ayudan a que la
comunidad pueda orar y celebrar mejor.
- Nuestra misión es la de profundizar en su conocimiento y amor de la liturgia: estudiar lo
que es el
año cristiano, qué dinámica tiene cada sacramento, cuál es el sentido y el modo mejor de
realizar
los signos.
- Reflexionar sobre la Palabra de Dios y el espíritu de cada fiesta o tiempo litúrgico.
- Intentar conocer mejor qué es importante y qué no lo es, a la hora de poner énfasis o
establecer
prioridades dentro del campo de la celebración.
- Preparar y revisar las celebraciones, en reuniones de formación, en los ensayos de canto,
etc.
EL ANIMADOR, PERSONA QUE SE PONE A DISPOSICIÓN
DEL DON
DE DIOS
El servicio que se dispone a hacer cada domingo el animador de la liturgia viene, ante todo,
de Dios
mismo. No es un servicio que se haya inventado el mismo animador o el
equipo de liturgia de la comunidad, ni la misma comunidad. Es un servicio
que nos viene dado, como todo en la Iglesia. Por eso podemos decir que el
animador se pone a disposición del don de Dios. Si el animador de la
liturgia vive todo esto, cuando ejerce su servicio:
- Estará haciendo una experiencia intensa de acción de gracias al
Padre, de comunión con Cristo, de oración guiada por el maestro de
la oración eclesial que es el Espíritu Santo.
- Y, por eso mismo, también estará haciendo un ejercicio intenso de comunión con los
hermanos
que forman la comunidad.
- Por lo tanto, no vivirá su servicio como un ejercicio mecánico y rutinario que alguien
debe hacer.
- No procurará lucirse para que después le halaguen con alabanzas.
- Procurará, como sea, que todos y cada uno de los miembros de la comunidad puedan
vivir, a
través de la acción sacramental que se está realizando, la misma comunión con Dios y con
el
prójimo que él está viviendo. Esta es su iniciativa propia, fruto de la libertad que le confiere
el
mismo don de Dios que vive y celebra.
EL ANIMADOR, PERSONA QUE SE PONE AL SERVICIO DE
LA
COMUNIDAD
La comunidad cristiana es la que celebra: acoge la Palabra, ora, canta, alaba, ofrece,
participa en la
comunión. Pero para que esto sea posible y la comunidad celebrante llegue a una sintonía
profunda con la
Palabra, con la oración o con el sacramento, el nuevo estilo de la liturgia hace muy deseable
que haya
diversos ministerios de animación, porque animar no significa crear cosas nuevas, sino “dar
vida” a lo
que ya constituye la celebración cristiana, favorecer el ritmo más adecuado, lograr que la
acción común
sea expresiva y auténtica, con una participación más consciente y viva por parte de todos.
NO SOMOS LOS PROTAGONISTAS
Un aspecto que conviene que recordemos sobre todo los que realizamos alguna clase de
ministerio en la
celebración (Presidente, lector, monitor, animador del canto...) es que no somos
exactamente
protagonistas en la acción. El protagonista es Dios. El Dios Trino. Nosotros “colaboramos”
con la obra de
Cristo y de su Espíritu par comunicarnos la gracia del Padre y llevarnos a él.
No es obra sólo nuestra la celebración. Mucho menos es obra nuestra la salvación y la
gracia. Lo que
intentamos hacer es participar activamente en la obra de Dios, acogiéndola, escuchando su
Palabra,
elevándole nuestra alabanza y nuestra súplica. Es Dios quien nos envuelve en su amor y su
alianza y nos
comunica su misma vida.
Lo que se nos pide a nosotros (a un lector que transmite la Palabra, a un presidente que
dirige la oración)
es que seamos conductores, servidores, administradores de la celebración. No dueños: ni de
la
comunidad, ni de la palabra, ni del perdón, etc. Ayudamos a que todo eso llegue a la
comunidad en las
mejores condiciones posibles. Eso sí, con toda la pedagogía de la que seamos capaces, para
que todos
puedan “entrar en el misterio” que se celebra con el protagonismo de un Dios muy activo
GUIAS PARA LECTORES
Primera lectura:
1. Leer la lectura antes de empezar la misa. Leerla dos veces: una para entenderla, la segunda
para
fijarse en las palabras o frases que puedan ser más difíciles de leer en público.
2. Hay que subir al ambón cuando todos se hayan sentado, si el ambón es muy alto solicitar un
apoyo
para NO PERDERSE detrás del ambón. Si antes de la lectura tiene que haber una monición,
puedes
subir antes de ésta y quedarte de pie y quieto en el lugar de la lectura mientras se lee la
monición, o
subir después de la monición. (Ponte de acuerdo con el monitor).
3. No comenzar sin que haya absoluto silencio y la gente esté realmente atenta. Respira antes
de
empezar a leer.
4. Antes de comenzar la lectura, mira a la gente, y a lo largo de ella, si te sale natural, míralos
de ves en
cuando (sobre todo en las frases relevantes) esto ayuda a crear un clima comunicativo y a leer
más
despacio. La lectura va dirigida al pueblo, no al ambón o al libro.
5. NO TAPARSE LA CARA CON LA HOJA DOMINICAL en caso de hacer uso de esta, la
proclamación de la palabra se lee del Leccionario.
6. Las palabras escritas en rojo no hay que leerlas, (Por ejemplo; PRIMERA LECTURA,
SALMO
RESONSORIAL, SEGUNDA LECTURA.
7. Leer poco a poco (¡ya que siempre leemos con prisas!). Mantén un tono general de calma.
(El
LECTOR no se debe subir de prisa, y al terminar la lectura huye más aprisa todavía). Hacer la
lectura con expresión, pero NO como un drama y NO es necesario que grites, no bajar el tono
en los
finales de frase. Las últimas sílabas de cada frase tienen que oírse igual de bien que todas las
demás.
8. Vocaliza cada palabra, mueve los labios y la boca para no equivocarse. (No se trata de que
hagas
comedia, pero recuerda que tienes público y que el público tiene que captar y entender lo que
estás
proclamando).
9. Haz una pausa en cada signo ortográfico (punto, punto y coma, coma) y una respiración
completa en
cada uno.
10. Después de leer el título de la lectura; (Lectura de ….), hacer dos segundos de silencio.
11. Luego de la primera lectura, dejar el Leccionario en la página del salmo responsorial o de la
2ª.
Lectura, listo para el siguiente lector(a).
12. Al terminar la lectura, dejar tres segundos de pausa; decir, mirando a la gente: “Palabra de
Dios”;
aguardar desde el ambón la respuesta de la asamblea: “Te alabamos, Señor”; y volver al sitio
bajando
igualmente sin prisa. En las fiestas principales, sería bueno cantar esta aclamación.
13. No olvides decir simplemente “¡Palabra de Dios!”, y nada más (NO decir por ejemplo:
“Hermanos,
esta es Palabra de Dios” o expresiones parecidas). Se trata de una aclamación (“¡Palabra de
Dios!”),
no de una afirmación o de una explicación (“Es Palabra de Dios”).
Unos consejos para el buen salmista
1. Leer o cantar el salmo (que es un poema) antes de empezar la misa. Leerlo dos veces: una
para captar
el sentido, la segunda para fijarse en las palabras o frases que puedan ser más difíciles de leer
en
público.
2. Hay que subir al ambón cuando se haya sentado el lector de la primera lectura.
3. Las palabras escritas en rojo no hay que leerlas. No se dice, por tanto, “Salmo responsorial”,
sino que
se empieza con el canto de la antífona.
4. La estructura del salmo es la siguiente:
a. El cantor canta la antífona.
b. Todos la repiten
c. El salmista canta la primera estrofa.
d. Todos vuelven a cantar la antífona
e. El salmista canta la segunda estrofa, etc.
f. Al acabar la última estrofa, cantar con toda la asamblea, desde el ambón, por última vez la
antífona, hasta que terminen de responder y volver al sitio bajando igualmente sin prisa.
5. A continuación sube el que tiene la segunda lectura y hace lo mismo que el de la primera.
Pero al
terminar, no se queda en el ambón para leer el versículo del aleluya: esta costumbre no es
adecuada,
ya que el versículo introduce al Evangelio, y no tiene relación con la 2ª. lectura (o el salmo) ;
esté
versículo puede hacerlo el mismo que dirige el canto del aleluya o el monitor.
6. Tener en cuenta las indicaciones dadas en caso de que antes haya moniciones.
7. Para cantar y leer como se debe se necesita fe
Unos consejos para los colectores :
1. Cualquier persona puede prestar este servicio. Los niños no deben colectar, a menos que sea
su Misa
y los acompañe un adulto.
2. Hacen reverencia frente al altar (despacio, y sólo con la cabeza y las manos juntas, palma
con palma
o con los dedos entrelazados) e iniciar desde adelante hacia atrás.
3. La colecta siempre se hace de frente, mirando a las personas, despacio, sin prisas por
terminar y
nunca llegar de espaldas.
4. Dar tiempo a la gente para buscar y depositar su ofrenda. Algunos colectores van casi
corriendo por
las filas de los bancos. No se les puede dejar con la mano extendida, como sucede tan a
menudo.
5. No colectar durante la Consagración (desde que suena la campanilla en la Epíclesis hasta la
aclamación después de la Consagración).
6. Terminada la colecta se esperan todos en la nave del centro y entran juntos hacia el altar para
dejarla
al pie del mismo.
7. Luego haciendo reverencia regresan juntos a su lugar.
8. El equipo de liturgia tendrá en cuenta las celebraciones a las que asiste mucha gente para que
haya
colectores en todos los sectores de la Iglesia y la colecta se haga en tiempo razonable.
9. El equipo de liturgia explicará cuidadosamente a los colectores que sector le queda asignado
para que
no pase la caja 2 veces por el mismo lugar o que otros queden sin que nadie pase por allí}.
Para el lector y salmista:
1. Situarse desde el inicio de la celebración en un lugar no muy lejos del ambón
2. Al pasar frente al altar, deberá inclinarse frente a él antes de pasar al ambón. hacerse con
dignidad y
gracia, nunca apresuradamente.
3. Hay que leer del leccionario,( no de una hoja o del misal que en caso de tenerlos se deja en el
banco)
4. Comprobar que el micrófono está abierto y colocarlo a la altura de la boca. (No des golpes ni
decir
Hola, Hola; para ver si esta encendido. Antes de misa revisa como se apaga y enciende).
5. Ten los pies bien plantados y firmes. Evitar balancearse o poner un pie hacia atrás.
6. Nada de manos en los bolsillos. La mano desocupada se puede colocar en la orilla lateral del
ambón,
sin tocar el Leccionario.
7. Procura leer y / o cantar con la cabeza alta. La voz resulta más fácil de captar y el tono más
alto.
Para todos los que prestan servicio:
Vestirse adecuadamente para mostrar respeto al Culto Divino. Ser respetuoso(a) tiene su
importancia. Pórtate
con reverencia pero sin temor: al Señor le encanta la ofrenda de tu trabajo, si te equivocas trata
de no hacer
“caras o gesticulaciones”, que dan mayor muestra de tu nerviosismo e inseguridad.
ANTES DE INICIAR LA MISA
¿Se encuentra el Leccionario en el ambón?
¿Está abierto en la página que corresponde?
¿Ya sabes si tendrás que pasar a una nueva página para leer? ¿Ya preparaste este movimiento?
¿Está ya conectado y a buen volumen el micrófono?
¿Ya sabes a qué distancia del micrófono tienes que poner la boca para que la voz se oiga bien?
Los encargados de la colecta: ¿Las cajas de colecta están en su lugar?
Para que realizar el servicio a tiempo debes de llegar al menos a quince minutos antes de que
inicie la misa.
Si no se encuentran el Leccionario, el micrófono, las cajas, dile a los que sirven en el Altar que
los coloquen.

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