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Que es la misa?

La Misa es el sacrificio de Cristo que se ofreció a sí mismo una vez para siempre en la Cruz. Es el centro de nuestra vida
cristiana y la acción de gracias que presentamos a Dios por su gran amor hacia nosotros. No es otro sacrificio, no es una
repetición. Es el mismo sacrificio de Jesús que se hace presente. Es una re-presentación del Calvario, memorial,
aplicación de los méritos de Cristo.
La celebración del misterio-sacrificio Pascual (pasión, muerte, resurrección) de Jesucristo. Hecho presente y eficaz al
interno de la comunidad cristiana. La presencia verdadera, real, sustancial de Cristo con su Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad: verdadero Dios y verdadero Hombre.

¿Qué relación existe entre la Misa y la Iglesia?


La Eucaristía expresa y constituye la Iglesia, como auténtica comunión del pueblo de Dios, en su rica pluralidad y en su
íntima unidad. El mismo pan eucarístico, hecho a base de muchos granos, y el vino eucarístico, hecho de muchas uvas,
significan la unidad y la pluralidad del pueblo cristianos que celebra la Eucaristía. Reúne, la manifiesta, la nutre, la
fortalece, la hace crecer en calidad y la envía a toda la humanidad. Y al mismo tiempo, la Iglesia hace la Eucaristía, la
celebra, la ofrece al Padre, unida a Cristo en el Espíritu Santo.
Contiene todo el tesoro espiritual de la Iglesia, es decir, a Cristo mismo, nuestra Pascua y nuestro pan vivo. Es el lugar
privilegiado en el cual la Iglesia confiesa su fe y la confiesa en el modo más alto y más completo.

¿Cuál es la relación entre la misa y la vida cotidiana?


Ella une el cielo y la tierra. Abarca y penetra toda la creación;
Es el punto de llegada y de partida de toda actividad de la comunidad cristiana y de cada fiel. De la Misa que se va al
mundo, o sea, se va hacia la propia actividad cotidiana con el propósito de vivir lo que se ha celebrado (Misa – enviados
– misión en el mundo). Y a la Misa que se regresa, o sea, todos llenos del propio trabajo (Eucaristía, ofrecimiento y
alabanza por todo y de todo que se ha hecho por medio de Cristo);

¿Existe una oración que sea igual o supere a la misa?


Absolutamente no. La Santa Misa supera la cualquier oración, y más aún, ninguna otra acción de la Iglesia iguala su
eficacia al mismo título y al mismo grado. La Misa es lo más hermoso que la Iglesia pueda tener en su camino por la
historia. En ella se encierra todo el bien espiritual de la Iglesia.

El deber de participar en la Misa


Revivimos la experiencia de los Apóstoles, cuando Jesús se les aparece y Tomás proclama: "¡Señor mío y Dios mío!". Nos
alimentamos de Cristo, pan de vida, nos cristificamos por entero, nos transformamos en Cristo, participamos de sus
sentimientos hasta pensar como él, valorar las personas y cosas según su corazón, vemos a Cristo en las personas que
nos rodean.
Los cristianos tienen la obligación de participar en la Misa todos los domingos y en las otras fiestas de precepto, a menos
que haya graves motivos (enfermedad…). En el caso de que no haya motivo grave, el cristiano que no cumple con esta
obligación comete un pecado mortal.

¿Por qué es una obligación asistir los domingos?


Porque Cristo Jesús resucitó el domingo. Y la resurrección de Cristo es el evento central de toda la vida de Cristo y de
nuestra fe cristiana: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe” (1 Cor. 15,14).

¿Cuál debe ser nuestra actitud en relación con la Santa Misa?


 Una disponibilidad continúa para profundizar, mediante la catequesis, aquello que se celebra, de modo que
pueda convertirse en Vida para nuestra vida.
 Una formación adecuada, en favor de una participación plena, consciente y activa en la celebración eucarística.
 Una participación festiva y comunitaria. Precisamente debido a este carácter comunitario de la Misa, son de
gran importancia:
 El canto: signo de la alegría del corazón: “El que canta, ora dos veces”;
 Los gestos y las actitudes (estar de pie, de rodillas, sentados…), que expresan y favorecen la intención y los
sentimientos interiores de participación, y que son signo de la unidad de espíritu de todos los participantes;
 Una pureza de conciencia: sólo quien está en paz con Dios y los hermanos participa plena y eficazmente en la
Misa;
Una participación completa. Lo cual exige:
 Puntualidad para llegar al inicio de la Misa;
 Participación atenta a la mesa de la Palabra de Dios;
 Participar del banquete del Cuerpo de Cristo (Tomad y comed todos de él…”);

Cómo vivir mejor la Misa


 La adoración a Dios
 Acción de gracias
 Petición de perdón
 Peticiones

Tiene dos partes importantes:


Liturgia de la Palabra y Liturgia Eucarística que constituyen un sólo acto de culto.

Liturgia de la Palabra:
Ritos iniciales:
Todo lo que precede a la Liturgia de la Palabra tiene el carácter de introducción.
Sirve para que los asistentes se dispongan a formar comunidad, y se dispongan a una celebración consciente y fructífera,
oyendo atentamente la palabra de Dios y participando en la celebración de la Eucaristía.

Canto de entrada
Abrir la celebración, Es un canto que nos une a todos porque a la misa venimos personas de distintos lugares, culturas,
edades y cantamos a una voz, como un cuerpo que somos en torno a Cristo y elevar sus corazones para la
contemplación del misterio litúrgico del día. Nos unimos para celebrar uno de los dones más grandes que Jesús nos dejó:
la Eucaristía.

Señal de la cruz
La misa empieza propiamente con la señal de la cruz y terminará también de la misma manera, cuando recibimos la
bendición final. Hacer la señal de la cruz nos recuerda que le pertenecemos a Cristo. En el lenguaje bíblico, el nombre
representa a la persona misma. Empezar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo no es sólo mencionar el
nombre de Dios, sino ponernos en su presencia.

• Acto penitencial

Puestos en la presencia de Dios, la Iglesia nos invita a reconocer con humildad que somos pecadores. Porque como dice
san Pablo: “Mi proceder no lo comprendo, pues no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Rm 7, 15). Algo
así nos sucede a todos… Por eso, al empezar la Eucaristía reconocemos humildemente frente a todos nuestros
hermanos, que somos pecadores. Y para pedirle perdón a Dios, usamos las palabras del ciego que oyó que Jesús pasaba
cerca, y como sabía que no podía curarse a sí mismo, sino necesitaba del auxilio de Dios, se puso a gritar en medio de la
multitud: «Señor, ten piedad de mí». Así, con confianza en la misericordia de Dios, rezamos también el “Señor ten
piedad”.

¿Para qué se hace?


El acto penitencial manifiesta el sentimiento que tiene la Iglesia de ser comunidad de pecadores. Sirve para valorar la
realidad del pecado, crecer en espíritu de penitencia, y considerar la misericordia de Dios.
Este acto consta de tres partes:
- invitación a los fieles para que se examinen y reconozcan pecadores. Este momento de silencio es importante y forma
parte de este acto.
- petición de perdón, que se expresa con la oración "Yo confieso ante Dios todopoderoso" con el gesto de un golpe de
pecho al decir: Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. En el anterior rito eran tres golpes; ahora basta con uno.
- absolución, que no es sacramental, sino que expresa un deseo de perdón de Dios. El sacerdote implora: Dios
todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Canto del Gloria
Es un canto antiquísimo de aclamación y suplica. En los domingos y solemnidades se reza este himno, que resume el
sentido máximo de la vida cristiana: darle gloria a Dios. Alabar a Dios, no sólo porque es bueno, o porque nos ayuda, o
por las cosas que nos da. Darle gloria por quién es Él, porque es Dios. Nos ayuda a estar bien orientados, a afirmar que
el sentido máximo de nuestra vida es Él.

Oración colecta
Este no es el momento en el que se pasa la limosna, eso viene después. Se trata de la oración colecta. Es el momento en
el que el sacerdote invita a toda la comunidad a rezar pidiendo. Es el momento de recogernos todos en silencio y
pedirle también al Señor por nuestras necesidades. Se llama colecta porque es la oración que recoge las peticiones de
todos.
1. Invitación a la oración.
2. Un momento de silencio, para la oración personal, abierta a intenciones universales.
3. Oración por parte del Sacerdote, dirigida a la Trinidad: Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo...
4. Conclusión, con una profesión de fe.
5. Aclamación y asentimiento por parte del pueblo, que contesta: Amén; es decir: Así se sea, que se haga así.

¿Qué significa la expresión "liturgia de la Palabra"?


En esta parte de la Misa escuchamos la “proclamación” de la Palabra de Dios. Cristo mismo es quien la realiza, ya que es
Palabra de Dios encarnada, la única Palabra que resuena en el antiguo y en el Nuevo Testamento.
Se lee una selección de textos de la Sagrada Escritura, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
No es una evocación de palabras pronunciadas en el pasado: es una memoria que actualiza lo que se recuerda,
haciéndola eficaz, en el momento de su proclamación, a aquellos a quienes se dirige.
Consta de:
1. Lecturas
2. Homilía
3. Credo
4. Oración de los fieles

• Lecturas
La primera lectura está tomada de alguno de los libros del Antiguo Testamento. Es importante meditarlas, porque por
estas palabras, Dios fue preparando a su Pueblo para la venida de Cristo. Y también nos preparan a nosotros para
escuchar a Jesús, ya que la primera lectura está directamente relacionada con el Evangelio que se va a leer.

Después de la primera lectura, se lee el salmo. Los salmos siempre han sido una oración muy importante en la historia
de la Iglesia, porque cuando rezamos con los salmos rezamos con las mismas palabras de Dios, palabras que Él pone en
nuestra boca para que sepamos cómo pedir, cómo expresarnos. Con los salmos aprendamos a rezar, aprendemos a
hablar con Dios, usando sus mismas palabras, que se convirtieron en oración.

La segunda lectura está tomada del Nuevo Testamento: de las cartas de San Pablo, o las Epístolas Católicas o del libro de
los Hebreos o el Apocalipsis. Es decir, son los escritos de los apóstoles, escuchamos la predicación de los primeros
hombres a los que Jesús les dijo: “Vayan y hagan discípulos míos a todas las gentes… enseñándoles a guardar todo lo
que les he mandado.” (Mt 28, 19-20).

Aleluya. Significa en hebreo: "alabad al Señor". (Cantado)

• Evangelio
Evangelio nos habla directamente por medio de su Hijo Jesucristo. Es el momento más importante de la liturgia de la
Palabra, vamos a escuchar directamente a Jesús hablando, enseñando, curando. La palabra Evangelio significa “buena
noticia” y esta buena noticia no es sólo un mensaje, ¡es Jesús mismo! ¡La mejor noticia que ha existido! Es un momento
muy importante, el Evangelio es proclamado por el sacerdote. Lo escuchamos de pie, en señal de atención y de la
prontitud que queremos tener para seguirlo. Y al iniciar, nos hacemos la señal de la cruz en la frente, la boca y el pecho,
como diciendo que recibimos la Palabra de Dios en la mente, la confesamos con la boca y la guardamos en el corazón.

¿Cómo se leen?
El lector va al ambón y los fieles se sientan
No se dice "Primera lectura" o "Segunda lectura" o “Salmo responsorial”, sino que se leen directamente.
Terminan con la expresión: Es palabra de Dios. Esto no es una aclaración, sino una confesión de fe.
Todas estas lecturas, lo mismo que el salmo, se hacen desde el ambón.

La Homilía
No basta oír la Palabra de Dios, sino que también necesitamos que nos sea explicada de manera adecuada. Homilía
viene de una palabra griega que significa “diálogo”, “conversación”. Es el momento en el que el sacerdote explica los
pasajes proclamados para poder ahondar en ellos. Si en el Evangelio Dios nos habla por su Hijo Jesucristo, en la homilía
nos habla por su Iglesia.

Credo
¿Qué es?
Es una profesión de fe que recita la comunidad. También se llama símbolo, que significa "señal por la que a uno se le
reconoce". Al cristiano se le reconoce por la profesión de fe.
¿Por qué se reza de pie?
Porque estar de pie significa firmeza en la fe y un deseo de poner en práctica, con hechos, esa fe que se proclama.

La Oración de los fieles


La Oración de los fieles también se llama Oración común, Oración o Plegaria universal
Consta de una introducción y de unas peticiones de carácter universal, y también local

La segunda parte
La liturgia de la Eucaristía.
La liturgia de la Eucaristía el momento más importante de la Misa. Ésta tiene tres partes: El rito de las ofrendas, la Gran
Plegaria Eucarística (que es el núcleo de toda la celebración) y el rito de comunión.

Presentación de dones
Es el momento en el cual se lleva al altar el pan y el vino, dos alimentos muy sencillos, que el sacerdote ofrecerá a Dios
para que Cristo se haga presente en la Eucaristía. Le ofrecemos nuestros esfuerzos, sacrificios, alegrías y dolores.

¿Qué significado tiene este rito de las ofrendas?


- Tiene un significado bautismal, porque sólo pueden hacer ofrendas los bautizados en comunión con la Iglesia.
- Tiene un significado eucarístico, porque los dones se presentan para ser consagrados en el Cuerpo y la Sangre de Cristo
- Tiene un significado antropológico: ese ofrecimiento de los frutos más representativos del trabajo del hombre significa
el ofrecimiento de cada fiel en concreto, de su vida, de su trabajo, de sus ilusiones.
-Tiene un significado social: no son ofrendas sólo individuales, sino de toda la Iglesia.
¿El pan y el vino se presentan juntos o por separado?
Se presentan por separado, siguiendo la tradición litúrgica. Lo contrario sería además empobrecer los signos.
¿Qué simboliza esta mezcla de agua y vino?
El agua simboliza a los fieles y el vino a Cristo. La mezcla de vino y agua simboliza la unión de nuestra naturaleza humana
con la naturaleza divina de Cristo.
También simboliza el agua y la sangre que brotaron el costado de Cristo al ser traspasado con la lanza.

Oración sobre las ofrendas


Es una oración que se recita en voz alta, con las manos extendidas, y que cierra y condensa el sentido de esta primera
parte de presentación de los dones
Esta oración prepara a la Asamblea para su participación en la gran oración eucarística.
La Iglesia ruega para que, unidos a la entrega de Cristo, los fieles ofrezcan su existencia entera a Dios Padre.
Prefacio
Esta palabra viene de dos palabras en latín: pre – factum, que significa literalmente “antes del hecho”. Y se llama así
porque está justamente antes del hecho más importante de toda la misa: la plegaria eucarística, que son todas las
oraciones que rodean el momento de la consagración. En el prefacio hay un diálogo con el sacerdote, que siempre dice:
“Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor”. Es que en el prefacio hemos dado gracias a Dios, hemos
reconocido sus obras de amor y lo alabamos. Todo esto verdaderamente eleva nuestro corazón. Ésa es la actitud
interior a la que la liturgia nos conduce, elevar el corazón para estar listos para el momento más importante: cuando
Cristo se haga presente con su Cuerpo y su Sangre.

Santo
El prefacio termina con este canto de alabanza a Dios. La letra está tomada totalmente de las Sagradas Escrituras. La
primera parte, es un canto que hemos aprendido del coro de los ángeles, que el profeta Isaías oyó que le cantaban a
Dios junto a su trono. El tres veces santo repetido, nos recuerda las tres personas divinas de la Santa Trinidad. Y la
segunda parte es la aclamación que le dicen a Jesús cuando está entrando montado en un burrito a Jerusalén el
domingo de Ramos: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor, hossana!” Estaban felices aclamando Jesús, el rey
esperado, que entraba a su ciudad. Nosotros en la misa también aclamamos a Cristo que está a las puertas de hacerse
presente ante nosotros. Por eso podemos decir que el santo, es un canto de hombres y ángeles, que nos unimos para
alabar a Dios.
Santo damos gracias a Dios creación, redención y santificación.

Epíclesis
Es el momento en el cual se invoca al Espíritu Santo para que santifique las ofrendas de pan y vino que hemos
presentado. Por eso en ese momento el sacerdote extiende e impone las dos manos sobre las ofrendas. Así como el
Espíritu Santo descendió sobre la Virgen María para que concibiera e hiciera presente a Jesús en su seno, ahora
invocamos al Espíritu Santo para que descienda sobre estos dones y también haga presente a Cristo entre nosotros.

Relato de la institución y consagración


Hemos llegado al corazón de la plegaria eucarística, al momento más importante de la misa. Siguiendo el mandato que
Jesús le dijo a sus apóstoles: “Hagan esto en memoria mía”, el sacerdote, actuando en la persona misma de Cristo,
pronuncia las palabras de la institución de la Eucaristía, las mismas que Jesús pronunció el día de la Última Cena. Y esas
palabras tienen el poder de transformar la realidad. Así como cuando Dios dijo: “que se haga la tierra”, y la tierra se
hizo. Cuando Jesús le dijo al paralítico: “toma tu camilla, levántate y anda” y el paralítico que nunca había podido
caminar, se puso de pie y empezó a caminar. O cuando le dijo a su amigo Lázaro que llevaba 3 días en la tumba: “¡Lázaro
sal fuera!” y Lázaro volvió a la vida y salió de la tumba. Así como Dios, cuando pronuncia su Palabra, la Creación le
obedece, en la misa, cuando Dios pronuncia su Palabra a través del sacerdote: “tomen y coman que esto es mi cuerpo…”,
“tomen y beban que esto es mi sangre…”, su Palabra, que es eficaz, transforma la realidad y las ofrendas de pan y vino
dejan de serlo y se convierten realmente, en el cuerpo y la sangre del Señor Jesús. Verdaderamente Cristo, en su
cuerpo, sangre, alma y divinidad.

Anámesis
Se recuerda la Pasión, Resurrección y Ascensión de Cristo
Oblación
La Iglesia ofrece al Padre en el Espíritu Santo la hostia inmaculada, con el deseo de que los fieles se ofrezcan también a sí
mismos
Intercesiones
A continuación, el sacerdote, con los brazos abiertos, sigue dirigiéndose a Dios Padre pidiéndole por nuestras
necesidades. Pide por la Iglesia y por todos sus miembros, tanto vivos como difuntos; pide por la paz y la unidad; etc.
Doxología o alabanza final
Dice: Por Cristo, con Él y en Él, a Tí Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
Y todos responden Amén.
Durante la Plegaria Eucarística no se deben recitar oraciones o ejecutar cantos, tocar el órgano, etc. Al proclamar la
Plegaria Eucarística el sacerdote debe pronunciar claramente el texto, faclitando su comprensión a los fieles. Lo que se
recomienda es que el sacerdote cante el Prefacio, anámnesis, consagración y epíclesis, según las melodías aprobadas
por la autoridad competente.

Padre nuestro
Antes de recibir la comunión, la Iglesia nos invita a rezar la oración que Cristo nos enseñó. San Cipriano decía: “¿Qué
oración podría escuchar el Padre más gustosamente que aquella en la que escucha la voz de su Hijo único, de
Jesucristo?”. Cuando rezamos el Padre nuestro, el Padre reconoce la voz de su Unigénito en nosotros. Y es así, porque
cuando rezamos el Padre nuestro, estamos rezando no con nuestras palabras, sino con las palabras de Dios, con las
mismas palabras con las que Jesucristo nos enseñó a rezar. La oración no es Padre mío, sino nuestro. Es una invitación al
amor entre nosotros, a la fraternidad, a la hermandad, a la reconciliación. El Papa Francisco lo ha dicho muy claramente:
“Esta es una oración que no se puede rezar con enemigos en el corazón, con rencores con el otro”. Es una oración que
prepara nuestro corazón, porque nos invita a la comunión.

Rito de la paz
Sigue el Rito de la paz por el cual los fieles se expresan mutuamente la caridad. El sacerdote desea la verdadera paz a
todos, invitando a la Asamblea a manifestar ese mismo sentimiento.
Ese gesto puede ser: darse la mano, inclinar la cabeza o un abrazo. Es un gesto de comunión, no de felicitación.
Debe ser un gesto verdadero. No hay ninguna fórmula. La paz que se desea ha de entenderse en el sentido bíblico-
teológico: compendio de todo bien, fruto del Espíritu Santo que lleva a los fieles al amor a Dios y a los hermanos.
Fracción del pan
El sacerdote toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena y deja caer una parte del mismo en el cáliz, diciendo en
secreto: El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimentos de vida
eterna.

Comunión
Cuántas veces hemos dicho: ¡me muero de hambre! Tanto así nuestro cuerpo rechaza la experiencia de tener el
estómago vacío, que nos expresamos así. Pero tenemos un hambre más profundo aún. El hambre de Dios. Cristo se hace
alimento, porque no quiere dejarnos vacíos, Él ha venido a traernos vida y vida en abundancia. Es el momento de la
comunión. Es cuando el sacerdote se acerca a distribuir el alimento de la Eucaristía. Se le llama también comunión
porque al recibir el cuerpo de Cristo, entramos en una íntima y profunda común – unión con Él. Cuando alguien come
algo, eso que ha comido se convierte en parte de tu cuerpo y se hace uno contigo y ya nadie lo puede separar. Cuando
recibimos el Cuerpo de Cristo, con este alimento sucede algo distinto, no sólo se vuelve parte de nosotros, sino sobre
todo nosotros nos volvemos en aquello que comemos, nos Cristificamos, nos hacemos más como el Señor. Este es el
verdadero alimento, el alimento de vida eterna, que quien lo reciba, vivirá para siempre.

La comunión es un don que el Señor ofrece a los fieles por medio de un ministro autorizado. Se imita el gesto del Señor:
"se lo dio, diciendo, tomad...".
Por esa razón, la Iglesia no admite que los fieles tomen por sí mismos el pan consagrado y el cáliz sagrado; ni que se lo
pasen de uno a otro. Ese autoservicio sería, además, una manifestación de clericalismo, porque se obligaría a todos a
comulgar en la mano y la Iglesia respeta la sensibilidad de cada uno. Unos pueden comulgar en la boca y otros en la
mano.
Se concluye esta parte con la Oración después de la Comunión.

Rito de conclusión

La misa termina como la empezamos, con la señal de la cruz. Podemos ir en paz, porque hemos visto a Dios, nos
hemos encontrado con Él y estamos renovados para seguir en la misión que Dios nos encarga. Al terminar la misa el
sacerdote nos da la bendición final. La palabra bendición viene de dos palabras: bien y decir. Decir bien de alguien.
Generalmente cuando alguien nos halaga, eso no nos hace ni mejores ni peores personas. Pero cuando Dios dice bien de
nosotros, su Palabra sí nos hace distintos, nos da esa gracia para librar el buen combate de la fe. Así termina la misa y
estamos listos para seguir adelante con nuestra vida cristiana.

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