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© Rusconi, Dante D.
© de esta edición, AbeledoPerrot S.A., 2015
Tucumán 1471 (C1050AAC) Buenos Aires
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Portada . . . . . . . . . . . .Pág: 1
Manual de Derecho del Consumidor . . . . . . . . . . . .Pág: 1
Referencia sobre el Director y Autores . . . . . . . . . . . .Pág: 3
Dedicatoria . . . . . . . . . . . .Pág: 6
Prólogo a la primera edición. por Aída Kemelmajer de Carlucci . . . . . . . . . . . .Pág: 7
Presentación de la primera edición . . . . . . . . . . . .Pág: 14
Prólogo a la segunda edición . . . . . . . . . . . .Pág: 19
Abreviaturas . . . . . . . . . . . .Pág: 22
Capítulo I - Esencia del derecho del consumidor. Por Dante D. Rusconi . . . . . . . . . . . .Pág: 23
Capítulo II - Fuentes legales de la protección del consumidor. Por Dante D. Rusconi . . . . . . . . . .Pág: 51
Capítulo III - Los derechos de consumidores y usuarios. Por Dante D. Rusconi . . . . . . . . . . . .Pág: 91
Capítulo IV - Nociones fundamentales. Por Dante D. Rusconi . . . . . . . . . . . .Pág: 141
Capítulo V - El deber de información. Por María Belén Japaze . . . . . . . . . . . .Pág: 210
Capítulo VI - El derecho a la salud y a la seguridad del consumidor. Por María Belén Japaze . . . . . .Pág:
236
Capítulo VII - La publicidad comercial y las prácticas comerciales. Por María Belén Japaze . . . .Pág: 256
Capítulo VIII - Contratos de consumo. Por Diego H. Zentner . . . . . . . . . . . .Pág: 320
Capítulo IX - El servicio público en el marco del derecho del consumidor. Por Inés A. D'Argenio . . . . . . . . .
. . .Pág: 379
Capítulo X - Régimen de la responsabilidad civil Por daños al consumidor. Por Jorge M. Bru . . . . . . . . . . .
.Pág: 421
Capítulo XI - Protección judicial del consumidor. Por Roberto Pagés Lloveras . . . . . . . . . . . .Pág: 491
Capítulo XII - Protección estatal de consumidores y usuarios. Por Jorge M. Bru y Dante D. Rusconi . . . . . .
. . . . . .Pág: 557
Capítulo XIII - Función administrativa de control, prevención y juzgamiento de infracciones. Por Jorge M.
Bru y Dante D. Rusconi . . . . . . . . . . . .Pág:585
Bibliografía general . . . . . . . . . . . .Pág: 637
Apéndice normativo . . . . . . . . . . . .Pág: 665
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Referencia sobre el Director y Autores
DANTE D. RUSCONI
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Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba. Director del Instituto de Relaciones
Internacionales de la Federación Argentina de la magistratura y la Función Judicial
(FAMyFJ). Miembro de la Asociación Argentina de Derecho de Seguros Rama Nacional
de A.I.D.A.
DIEGO H. ZENTNER
INÉS A. D'ARGENIO
JORGE M. BRU
Miembro académico del Instituto Argentino de Derecho del Consumidor. Profesor Adjunto
de la Cátedra de Derecho Civil II Facultad de Ciencias Jurídica y Sociales UNLP, Profesor
de la Especialización en Derecho Procesal Profundizado de la Universidad Notarial
Argentina, Ex Director del Instituto de Derecho del Consumidor del Colegio de Abogados
de La Plata. Miembro del Consejo Consultivo Honorario del Programa de Políticas Activas
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de Defensa de los Consumidores y Usuarios del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Miembro del Consejo Consultivo Honorario de la Secretaría de Defensa del Consumidor
de la Municipalidad de San Isidro. Ex profesor de la cátedra de Derecho del Consumidor
de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Tucumán.
Profesor invitado de la Maestría de Derecho Empresarial de la Universidad Católica de
Cuyo. Ex Director del Instituto de Derecho del Consumidor del Colegio de Abogados de
La Plata. Ex Director Operativo de Defensa del Consumidor de la Ciudad de La Plata.
Dedicatoria
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PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN. POR AÍDA KEMELMAJER DE
CARLUCCI
Los cuatro primeros capítulos, escritos por el coordinador, constituyen lo que podría
denominarse "el núcleo duro", centro medular al que conviene volver cada vez que se tienen dudas
sobre las soluciones que corresponde adoptar en los casos particulares.
Subyace en el capítulo primero, titulado Esencia del derecho del consumidor, la filosofía de
Bernardo Kliksberg, quien, a través de su obra, ha buscado una "economía con rostro humano",
porque como él dice "la economía, que es la ciencia social más avanzada matemáticamente, es la
ciencia social y humana más atrasada. Ello tiene que ver con que frecuentemente se abstrae de
las condiciones sociales, históricas, políticas, psicológicas y ecológicas, que son inseparables de
las actividades económicas. Ésta es la causa por la que los expertos en economía son incapaces
de interpretar las causas y las consecuencias de las perturbaciones monetarias y bursátiles y de
prever y predecir el curso de la economía, incluso en el corto plazo".
Dado que el idioma no es neutral, el libro comienza con una aclaración terminológica: ¿por qué
derecho de los consumidores y no derecho del consumo? Porque el objeto de estudio de esta
rama no es el consumo como acción realizada por las personas dentro del mercado; "es el hombre
actuando en el mercado; el hombre influenciado y condicionado por el mercado; el hombre
disminuido —y hasta sometido— en sus libertades". De cualquier modo, y aunque en diversos
capítulos del libro ambos términos se utilizan como sinónimos, la necesidad de hablar claro impuso
al autor informar sobre otros giros idiomáticos, propios de esta área del saber, como por ejemplo,
hiposuficiencia, noción subjetiva, indicativa de que el consumidor es una persona careciente,
escasa de "suficiencia" o "aptitud".
En esta puerta de entrada, también se incorporan datos sociológicos, como son los efectos de
la publicidad, fuente de situaciones de inferioridad que impone crear nuevos derechos
fundamentales, como son el de la información y el de la educación, convertidos en temas
centrales, casi obsesivos, sobre los que se vuelve en otros capítulos, especialmente en el capítulo
XII.
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Rusconi caracteriza el derecho de los consumidores; a tal fin, comienza por señalar qué
calificativos no deben predicarse de este derecho: no es un derecho neutro, ni de menor cuantía, ni
contrario a las empresas ni al desarrollo económico; ni público ni privado. En cambio, es un
derecho "de incidencia colectiva" y "preventivo", un instrumento de equidad y paz social, una
disciplina jurídica autónoma.
El capítulo III ingresa de lleno en Los derechos de consumidores y usuarios. No se olvidan los
antecedentes históricos, incluso del derecho romano, pues allí nacen los denominados "favores"
(rei, testamenti, libertatis) y es en el favor debitoris donde el sujeto débil encuentra su fuente de
protección; el lector que no esté interesado en remontarse tan atrás seguramente lo estará en
saber cómo nacieron las asociaciones de consumidores y cuánto falta aún para que ellas
funcionen adecuadamente. En la buena compañía de la doctrina mayoritaria, el autor divide los
derechos de los consumidores en personales y patrimoniales. Entre los primeros, incluye el
derecho a la salud, al acceso a los bienes y servicios esenciales, a la información. En los
patrimoniales, analiza el derecho de protección al patrimonio, a reclamar y a ser escuchado, a
asociarse, etc. Todos estos derechos iluminan el análisis del famoso discurso de J. F. Kennedy, del
15/3/1962, dirigido al Congreso, verdadera pieza de oratoria, titulado "Mensaje Especial al
Congreso sobre la Protección de los Intereses de los Consumidores". El estudio también alcanza
los derechos reconocidos en la normativa comunitaria europea, de Naciones Unidas, del
Mercosur, institución que ha producido acuerdos interesantes en este ámbito, no obstante su
debilidad política. Al igual que otro prestigioso autor que colabora en esta obra, Gabriel Stiglitz,
Rusconi clasifica los derechos en tres categorías: fundamentales, sustanciales y de
implementación. Todas se estudian a la luz de la jurisprudencia, especialmente de la Corte
Federal. En la primera, analiza el derecho de acceso al consumo, la libertad de elección, el
derecho a recibir un trato equitativo y digno, el derecho a la educación. Entre los derechos
sustanciales de la segunda categoría, ubica el derecho a la salud, que según nuestro máximo
tribunal genera en las autoridades públicas la obligación "impostergable" de garantizarlo con
"acciones positivas"; el derecho a la información, a la protección de los intereses económicos. La
tercera categoría es la de los derechos operativos, instrumentales o de implementación; son
"derechos puente", canales de acceso para ejercer y hacer efectivas las prerrogativas sustanciales
o fundamentales; aquí se ubican el derecho de organización y participación, a obtener
asesoramiento y asistencia, el derecho de acceso a la Justicia y a la solución de conflictos.
El capítulo IV, último a cargo exclusivo del director, está destinado al estudio de las Nociones
fundamentales, entre ellas, dos reglas básicas, resultado de opciones de la alta política legislativa,
cuales son el in dubio pro consumidor y el orden público; ambas presiden la interpretación y la
aplicación de la ley y, según Rusconi, han alcanzado el rango de "principios generales del derecho
de los consumidores". De estas dos se derivan consecuencias significativas, como son el deber de
hablar claro (clari loqui), la aplicación de sistema conocido como "cargas probatorias dinámicas", la
modificación de algunos plazos de prescripción incorporados en otras leyes especiales.
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un examen integral, que abarque no solamente las circunstancias de carácter objetivo (el acto de
consumo) sino también los condicionantes de orden subjetivo (características de las partes, manejo
de la información, conocimientos técnicos, necesidad a satisfacer, etc.). Ingresa en las importantes
reformas operadas por la ley 26.361 a la noción de consumidor; la figura del "consumidor conexo" y
las distintas fórmulas utilizadas, tales como "el que sin ser parte de una relación de consumo, como
consecuencia o en ocasión de ella, adquiere o utiliza bienes o servicios como destinatario final";
aquel que "de cualquier manera está expuesto a una relación de consumo", figura que el autor
vincula al bystander, noción nacida en el derecho anglosajón, que podría traducirse como "aquel
que está al lado de", o sea, la persona que en grado potencial podría encontrarse afectada de
alguna manera por las consecuencias de una relación que le resulta absolutamente extraña. En la
categoría de "tercero consumidor", en una posición de gran avanzada que seguramente causará
polémica, el autor incorpora al "tercero damnificado en el contrato de seguro", a quien la Ley de
Seguros de la Argentina 17.418, a diferencia de lo que ocurre en otros países, no reconoce acción
directa contra la compañía aseguradora; Rusconi entiende que la ley 26.361 ha modificado la Ley
de Seguros y dice: "Si un peatón puede demandar al fabricante del vehículo cuyo defecto de
fabricación le genera un daño mientras circula por la calle, con quien hasta ese preciso momento
no tenía ninguna vinculación, ¿por qué no podrá también demandar a la compañía aseguradora del
titular del vehículo embistiente?". Este capítulo, central en la comprensión del tema, contiene un
prolijo repaso de toda la jurisprudencia que amparó a consumidores que no respondían al concepto
restrictivo consagrado por la ley 24.240, precedentes que quizás sirvieron de fuente material a
la ley 26.361.
Los tres capítulos siguientes han sido redactados por la profesora tucumana Belén Japaze.
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El capítulo VII trata sobre La publicidad comercial y las prácticas comerciales. Después de
pasar revista al concepto de publicidad en numerosos instrumentos normativos y describir
prolijamente el fenómeno social, la define como la "forma de comunicación producida por una
persona física o jurídica, pública o privada, con el fin de promover la contratación o el suministro de
productos o servicios". La distingue de la información, la relaciona con el derecho a la
libre expresión y muestra su regulación en numerosas leyes, conectadas o no al derecho del
consumo, como por ejemplo, el Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial,
ratificado por ley 22.195; el Código Alimentario Nacional (ley 18.284); la Ley de Medicamentos (ley
16.463); la Ley Nacional de Lucha contra el Alcoholismo (ley 24.788); la Ley sobre Limitaciones a
la Publicidad de Cigarrillos (ley 23.344). El análisis alcanza a las regla éticas, autorreguladas
o externas, como el Código de Ética y Autorregulación Publicitaria emanado del CONARP (Consejo
de Autorregulación Publicitaria). Interesantes casos de publicidad ilícita, especialmente engañosa,
como fue el resuelto por Rusconi, relativo a la publicidad de una vacuna contra el cáncer de útero,
están relatados de modo minucioso. Se detiene en la publicidad subliminar, dentro de la
cual incluye la llamada publicidad científica (difusión de anuncios en los que se muestra un
presunto respaldo "científico" al producto; supuestas investigaciones, encuestas,
relevamientos, experimentación, etc.); en la publicidad prohibida o condicionada relativa a bebidas
alcohólicas, tabaco, fármacos y en la publicidad comparativa. Sigue un excelente tratamiento de
los arts. 7º y 8º de la ley 24.240, que regulan la publicidad como elemento integrativo del contrato.
Entre las prácticas comerciales puntualiza la consagración expresa del derecho al trato digno (art.
8º bis) y se refiere al marketing agresivo y sus diversas formas: contratos celebrados fuera de los
establecimientos comerciales (art. 32, ley 24.240), telemarketing, spammig y programas de registro
de navegantes (cookies), etcétera.
El capítulo VIII, escrito por Diego Hernán Zentner, profesor de la Universidad de Buenos
Aires, introduce al análisis de Los contratos de consumo. Señala que la restricción a la autonomía
de la voluntad tradicional obedece a la necesidad de compensar la asimetría informativa por lo que,
razonablemente, se impone un contenido mínimo al contrato, se establecen deberes de
comportamiento, se vedan determinadas cláusulas, se lo somete al control de la autoridad de
aplicación, etcétera.
Enumera, entre otros, los siguientes rasgos característicos de los contratos con consumidores:
el consentimiento se forma por adhesión, salvo escasísimas excepciones; su contenido suele estar
conformado por condiciones generales de contratación elaboradas por el empresario y,
generalmente, se observan cláusulas abusivas; los tratos preliminares son infrecuentes y, en
ciertos supuestos, son sustituidos por la publicidad.
La páginas contienen los aspectos típicos de los contratos con consumidores que se distinguen
de la doctrina general del contrato, como es el de la eficacia de las precisiones publicitarias, la
revocabilidad de la aceptación en los casos previstos en el art. 34, etcétera.
El capítulo IX, dedicado al Servicio público en el marco del derecho del consumo, está a cargo
de Inés A. D'Argenio, ex profesora de derecho administrativo en la cátedra que ocupó el prestigioso
Bartolomé Fiorini en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Plata. Comienza por señalar
la insuficiencia de la noción tradicional de servicio público para tutelar integralmente a los
consumidores y los esfuerzos de la Corte Federal para cubrir los baches a través de los
tratados internacionales. Reconoce que "el mayor fracaso del derecho administrativo en su
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concepción autoritaria —que la mayoría de los estudiosos de la disciplina no abandona— radica en
las dificultades que ofrece para lograr una efectiva gestión"; que al igual que en su país de origen
(Francia), "en la Argentina, el servicio público se transformó en una técnica inadecuada para
comprender la cantidad de relaciones de subordinación estructural que se presentan
espontáneamente en la realidad"; que "esa deficiencia es la que ha provocado la aparición
e incorporación a nuestro sistema jurídico del denominado derecho del consumo, otro ámbito de
regulación de relaciones entre particulares también ajeno al derecho común (art. 75, inc. 12, CN)";
que "la legislación tuitiva de la situación del consumidor ofrece a la noción anquilosada del servicio
público un nuevo enfoque signado por la presencia de procedimientos alternativos de solución de
conflictos sobre la base de la participación social, dotado de mayor eficacia para lograr en la
realidad una gestión adecuada del derecho aplicable". Para fundar su posición, analiza la escuela
francesa del servicio público y el sistema norteamericano desde sus orígenes hasta la actualidad, a
través de doctrina y jurisprudencia de ambos ordenamientos. El tema, claro está, se vincula con la
conocida disputa entre dos reconocidos administrativas argentinos en torno a la noción de servicios
público y su "ideología", presunta o real. La autora se detiene en el problema del control (federal o
provincial) de algunas empresas de servicios públicos (como p. ej., Telefónica), que tantas
decisiones judiciales ha provocado, la mayoría de ellas contrarias a las autonomías provinciales y
que, en mi opinión, siguen sin solución razonable.
El capítulo X sobre Régimen de la responsabilidad civil por daños al consumidor fue redactado
por Jorge M. Bru (integrante de importantes grupos de defensa de los consumidores) y Gabriel A.
Stiglitz (la figura argentina más conocida en el extranjero en materia de derecho de los
consumidores, autor de numerosos libros, artículos monográficos, proyectos de leyes, etcétera).
Resulta difícil no contagiarse del entusiasmo de los autores cuando afirman que "el derecho del
consumidor ha provocado en el sistema jurídico nacional una verdadera transformación,
asumiendo como ninguna otra rama de la ciencia jurídica un papel de relevancia en el proceso de
renovación del derecho privado argentino". El texto insiste sobre la prevención, consagrada en el
texto constitucional, en las directrices de Naciones Unidas, en las leyes nacionales y provinciales,
normas cuya eficacia requiere educación del consumidor y medidas judiciales de tutela inhibitoria.
El lector encontrará minuciosamente tratado el régimen de las garantías legales y contractuales y
la normativa específica sobre responsabilidad civil de los proveedores de productos y servicios por
los daños causados; el tema encuentra apoyo en la doctrina nacional y extranjera y en un completo
análisis de la jurisprudencia, no sólo judicial (especialmente la emanada de la Corte Suprema) sino
la surgida de entes administrativos; de este modo, se revaloriza el rol de los jueces, que a través
de una interpretación sistemática, lograron soluciones justas pese al veto del originario art. 40;
aprenderá cómo compatibilizar el viejo régimen de los vicios redhibitorios del Código Civil con el de
las garantías y responsabilidades de la ley de protección de los consumidores.
Los autores se detienen en tres novedades de la ley 26.361: la modificación de los plazos de
prescripción (art. 50), la facultad judicial de imponer "daños punitivos" (nuevo art. 52 bis) y la
atribución del organismo de aplicación de ordenar la indemnización del llamado "daño directo" (art.
40 bis).
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Los daños punitivos son objeto de amplio estudio y, aunque los autores son partidarios de la
figura, coinciden con la doctrina mayoritaria en que, lamentablemente, su inclusión en la ley
26.361 se ha realizado en forma descuidada, en un texto legal cargado de imperfecciones, que se
desentiende de los antecedentes doctrinarios y legislativos existentes en la materia; marcan, entre
otros defectos, el "cóctel" que implica establecer la "solidaridad" de los integrantes de la cadena de
comercialización también en materia de daños punitivos, siendo que éstos deben atender a la
conducta particularmente considerada.
Critican duramente la introducción de la categoría del daño directo, figura que consideran
"virtualmente sin precedentes, no sólo en el campo del derecho de daños sino específicamente en
la órbita del derecho del consumidor"; entienden que "en forma inadmisible se desalienta el acceso
de los consumidores a la Justicia (la jurisdicción que más ha acompañado la protección jurídica de
los más débiles en la Argentina) pretendiendo otorgar a los damnificados una solución (en sede
administrativa) que, sin dudas, no es ni rápida, ni sencilla"; la solución, dicen, "forma parte de un
sistema promovido durante las décadas del 90 y del 2000, desde el poder Ejecutivo Nacional, de
reducción de la institucionalidad" y muestran, a través de un caso real, cómo la Justicia ha dado
mejor y más rápida respuesta al consumidor.
Bajo el título Protección judicial del consumidor, Roberto Pagés Lloveras, juez en San Juan y
coautor del Anteproyecto de Código provincial de implementación de los Derechos de los
Consumidores y Usuarios en su provincia, informa en el capítulo XI sobre las vías procesales
judiciales que instrumentan la protección del consumidor. El trabajo se estructura sobre la base de
lo que la moderna doctrina procesal, con el recordado maestro Morello a la cabeza, ha dado en
llamar una "tutela procesal diferenciada para los consumidores" adentrándose en el
proceso individual y en los vericuetos del proceso colectivo. En ambos, se analizan los temas
clásicos (competencia, legitimación, cosa juzgada) a la luz de las nuevas necesidades y de leyes
modelo, como el Código Modelo de Procesos Colectivos para Ibero América; de allí, la
consagración de los principios de gratuidad, celeridad y simpleza, colaboración, etcétera.
Según el autor, en opinión que seguramente generará debate, en la acción individual está
legitimado no sólo el consumidor o usuario sino también las asociaciones de consumidores o
usuarios, la autoridad de aplicación nacional o local, el Defensor del Pueblo y el Ministerio Público
Fiscal.
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mexicana, colombiana, chilena, y con la emanada del derecho comunitario europeo y su
transposición en el derecho español, en el dinamarqués y en el italiano.
El capítulo XII, a cargo de Jorge M. Bru y Dante D. Rusconi, se refiere, en general, a otros
medios de protección estatal de consumidores y usuarios frente a los problemas generados por el
mercado. Vuelve la filosofía de Kliksberg y recuerda al magistral Eduardo Galeano, quien en "Patas
Arriba. La escuela del mundo al revés" dice: "El suplicio de Tántalo atormenta a los pobres.
Condenados a la sed y al hambre, están también condenados a contemplar los manjares que la
publicidad ofrece. Cuando acercan la boca o estiran la mano, esas maravillas se alejan. Y si alguna
atrapan, lanzándose al asalto, van a parar a la cárcel o al cementerio. Manjares de plástico, sueños
de plástico. Es de plástico el paraíso que la televisión promete a todos y a pocos otorga. A su
servicio estamos. En esta civilización, donde las cosas importan cada vez más y las personas cada
vez menos, los fines han sido secuestrados por los medios: las cosas te compran, el automóvil te
maneja, la computadora te programa, la TV te ve". La solución de estos males exige no distinguir
entre derecho público y privado, y sumar los remedios que vienen de ambos campos en aras de
lograr un sano activismo estatal a través del ejercicio de todas sus funciones (ejecutivas,
legislativas y judiciales). También aquí campea un prolijo análisis de las decisiones judiciales y una
revalorización del Ministerio Público propiciándose, en definitiva, políticas públicas planificadas,
poniéndose como ejemplo el desarrollo en la provincia de Mendoza de la denominada Escuela
Itinerante del Consumidor y el Usuario, que nació de un proyecto conjunto elaborado por el
gobierno de la provincia de Mendoza, la Cámara de Diputados, la Liga de Consumidores y
Usuarios de Mendoza, la Universidad Nacional de Cuyo y la Dirección de Fiscalización y Control
del Ministerio de Economía.
Finalmente, el capítulo XIII, de igual autoría que el anterior, se refiere a la función administrativa
de control, a la prevención y juzgamiento de infracciones, o sea, al llamado poder de policía. De la
mano de Agustín Gordillo se insiste en la tutela colectiva, en la acción preventiva, en la necesidad
de tener organismos de aplicación independientes política, jurídica y económicamente y,
consecuentemente, en replantear su ubicación dentro de las áreas económicas de la
administración, conforme lo indica la experiencia; se muestran los efectos de la delegación de
atribuciones y competencias en los gobiernos municipales y su impacto constitucional a la luz
del leading case "Rivadamar"; se señala que las leyes provinciales, al modo realizado por las
normativas bonaerense y sanjuanina, deben elaborarse sobre tres pilares: las políticas locales de
educación, difusión, control, fomento, participación, prevención, verificación y sanción
de infracciones; los procedimientos judiciales y administrativos acordes a las necesidades de la
tutela especial; la descentralización en las jurisdicciones municipales de las atribuciones de
la autoridad provincial. Rusconi traslada toda su experiencia como juez de Faltas de La Plata,
especialmente, en la explicación de los procedimientos sancionatorios y en la revalorización de los
otros medios alternativos de resolución de controversias. Se vuelve sobre el debatido tema, nunca
acabado, del control y la línea divisoria entre la jurisdicción local y la nacional, especialmente en
materia de contratos de ahorro previo, contratos bancarios y de servicios turísticos.
Pretendo, a través de este prólogo, sintetizar la riqueza del contenido de esta obra, en la que el
lector podrá mirar hacia atrás (qué ha pasado hasta ahora en nuestro país y en el extranjero en el
ámbito de la protección de los consumidores) y, fundamentalmente, podrá predecir qué pasará de
ahora en más, cuáles son los problemas que aún requieren solución y cómo puede encontrarse
mayor equidad. Damos así la bienvenida a una obra elaborada por un grupo que pertenece,
seguramente, a una nueva y prestigiosa generación de juristas argentinos
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PRESENTACIÓN DE LA PRIMERA EDICIÓN
El derecho del consumidor es, sin dudas, la disciplina jurídica que en mayor medida ha
revolucionado, y ha hecho evolucionar, el derecho en los últimos treinta años. En primer término, al
de raíz privada, y luego también al derecho público. Las instituciones jurídicas clásicas son
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reinterpretadas y modernizadas por esta nueva rama del conocimiento jurídico, dando continente a
las problemáticas derivadas de la "sociedad de consumo".
El derecho del consumidor está llamado a intervenir en la puja de intereses y tensiones surgida
en el seno de la sociedad de consumo moderna, resumiendo con sus propuestas una
perspectiva integradora de herramientas jurídicas de distinta naturaleza. Su misión es concretar el
ideal de justicia en los vínculos de consumo, restableciendo el desequilibrio que padecen quienes
buscan acceder a la satisfacción de sus necesidades básicas.
Ello ha generado un ajuste en los rumbos tradicionales del derecho, pasando desde un
enfoque individualista hacia una visión plural, requisito ineludible para abordar los problemas de la
sociedad de consumo. El apasionante tópico de los derechos de incidencia colectiva, junto con las
recientes inquietudes que ha despertado la irrupción de los llamados derechos individuales
homogéneos o derechos multisubjetivos, adquieren, en nuestra materia, connotaciones sociales y
un protagonismo innegable.
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comercializarlos; involucra la salud y la seguridad de los consumidores, alcanza a la información y
el conocimiento que poseen sus destinatarios, toca la indemnidad física y patrimonial, se vincula
profundamente con los derechos inherentes a la dignidad de las personas, incide sobre las formas
de acceso a la justicia y a mecanismos idóneos de atención y solución de conflictos, genera la
necesidad de prestar atención al consumo sustentable de modo de preservar el medio ambiente y
el abastecimiento de las generaciones futuras, requiere políticas activas y enérgicas por parte del
Estado para evitar abusos, cada vez más interesa a los problemas surgidos del uso de la
tecnología, etcétera.
En la Argentina, todos esos tópicos comenzaron a ser advertidos hace más de veinte años por
unos pocos doctrinarios —Gabriel Stiglitz, Augusto M. Morello, Jorge Mosset Iturraspe, Rubén
Stiglitz—; ellos, con sus pensamientos preclaros, marcaron el inicio del desarrollo de nuestro
derecho del consumidor. El posterior dictado de la ley 24.240 en el año 1993 y la incorporación de
los arts. 42 y 43 a la Constitución Nacional en la reforma del año 1994, evidenciaron la
trascendencia de la materia.
El derecho del consumidor en la Argentina ha ido sorteando distintas vallas, con más avances
que retrocesos, impulsado en primer lugar por la prédica de aquellos autores innovadores, a los
que se fue sumando poco a poco la doctrina más reconocida, y luego, potenciado por la formidable
producción de la doctrina judicial.
Los diferentes estadios por los que transcurrió el crecimiento del derecho del consumidor en
nuestro país fueron analizados por los Stiglitz. Ellos distinguen una primera etapa, previa a la
reforma del Código Civil, huérfana de soluciones normativas, en la cual se nota la necesidad de
normas que tutelen al consumidor en su rol de "parte débil". Una segunda etapa, a partir de la
sanción de la ley 17.711 de Reforma al Código Civil en el año 1968, y de otras normas especiales
(Ley de Abastecimiento, Ley de Lealtad Comercial, Ley de Defensa de la Competencia, entre
otras), en la cual aparecen soluciones que indirectamente aportan algún grado de protección a los
consumidores. La tercera etapa, que comienza a transitarse a partir de la aparición de la Ley de
Defensa del Consumidor en el año 1993, con soluciones específicas, preventivas y colectivas,
sustanciales y adjetivas, pensadas para dar respuesta a las necesidades propias de los
(1)
consumidores y usuarios .
Estas revisiones conceptuales han pretendido plasmarse, con resultados dispares, en la última
modificación al texto de la Ley de Defensa del Consumidor (en adelante, LDC) mediante la sanción
de la ley 26.361. La contratación a título oneroso deja de ser un elemento imprescindible para la
aplicación de la norma, apareciendo la relación de consumo como un recipiente flexible, que
comprende también a quienes se encuentren expuestos a toda circunstancia que constituya un
antecedente o una consecuencia de la circulación de los bienes de consumo. Ya no se excluye de
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la protección legal a las personas que adquieren o utilizan bienes o servicios para ser incorporados
a procesos de producción, cuestión que hará necesario el análisis de la figura del consumidor-
empresario.
De igual modo, la expansión conceptual del objeto de la relación de consumo desborda toda
delimitación, aplicándose ahora el régimen tutelar de los consumidores a todos los vínculos con
"destino final", en los que, sin perjuicio de particularidades o regulaciones especiales, intervengan
un proveedor y un consumidor o usuario. La finalidad tuitiva tenida en miras por el sistema de
protección, satisfactoriamente, viene día tras día superando obstáculos formales y rémoras
conceptuales que pretendían la inaplicabilidad del estatuto del consumidor a determinados
contratos o actividades.
La LDC y sus postulados, impulsada por esa realidad, aparece ahora como un marco legal
general para todos los vínculos de consumo, aun los que cuenten con normativas sectoriales o
específicas. Esta visión omnicomprensiva implica una potenciación del dogma central de la
materia, la regla in dubio pro consumidor, que antes servía como un criterio orientativo sólo en
caso de dudas interpretativas y que hoy se erige con rango de principio general de derecho,
aplicable como criterio de justicia general a las situaciones de vulnerabilidad.
Otro de los puntos en los que el derecho del consumidor ha generado un campo fértil para el
desarrollo de novedosas soluciones es el que tiene que ver con la tutela procesal. Tanto en el
ámbito del Poder Judicial como en el de la Administración, la efectiva tutela de los consumidores
reclama soluciones flexibles y rápidas, capaces de adaptarse a estos nuevos conflictos de
connotaciones particulares. Ya sea por la cantidad de personas involucradas, por la cuantía o
naturaleza del reclamo o por la trascendencia del derecho afectado o amenazado, las respuestas
procesales requieren la adecuación de los mecanismos adjetivos convencionales, de modo de
poner siempre el objetivo tutelar del sistema por encima de cualquier rigorismo formal u obstáculo
que pueda llegar a frustrarlo. La Corte nacional en el caso "Halabi", envió un fenomenal mensaje
en este sentido a todos los operadores jurídicos.
Todas estas cuestiones han comenzado a ser advertidas en su justa dimensión por varias
provincias que, conscientes de que la simple adhesión a la ley nacional o el dictado de normas
adjetivas resultan insuficientes, se encuentran debatiendo normas específicas para
implementar integralmente los derechos de los consumidores a nivel local. Ello sobre la base de, al
menos, tres pilares: el expreso enunciado de las políticas públicas en la materia, la consagración
de procedimientos especiales —judicial y administrativo— con soluciones ajustadas a la naturaleza
del reclamo; y la descentralización de las funciones de control, verificación y sanción
de infracciones en las jurisdicciones municipales. Ese esquema normativo fue adoptado en el año
2004 por la provincia de Buenos Aires al sancionar su Código Provincial de Implementación de los
Derechos de los Consumidores y Usuarios (ley 13.133), seguido de cerca en el año 2006 por la
provincia de San Juan, que también dictó su código homónimo (ley 7714).
Nuestro derecho del consumidor también se nutre de la legislación y las experiencias de otros
países, Brasil fundamentalmente, México, Venezuela, y Europa, lugares en los que esta disciplina
ha tenido avances notables y continúa día a día siendo fuente de soluciones novedosas.
El derecho del consumidor ha adquirido autonomía y, como disciplina autónoma que es, se han
delineado los contenidos de esta obra con el propósito de que sirvan para abordar sus contenidos
con completitud. Con esa premisa como norte, fueron convocados los autores que abordarán cada
uno de los capítulos, todos profesores universitarios de grado y posgrado en distintos puntos del
país, varios de ellos con experiencias en la función pública en diferentes ámbitos relacionados con
el derecho del consumidor. Junto con el director de la obra, aúnan sus esfuerzos en este libro, con
la mirada progresista que la materia requiere, Jorge Bru, Inés D'Argenio, Belén Japaze, Roberto
Pagés Lloveras, Gabriel Stiglitz y Diego Zentner.
17
A esta altura de lo andado, luego de varias reformas a la LDC argentina y la acumulación de un
importantísimo acervo jurisprudencial a su respecto, es impostergable un abordaje estructural de la
materia, sistematizado e integral. La generación de principios y conceptos propios, que
combinan institutos provenientes del derecho civil, del comercial, del derecho administrativo, del
derecho procesal, de la economía política, de la sociología jurídica, entre otras disciplinas,
muestra incontrastablemente la imposibilidad de encarar el estudio de esta materia como un
apéndice de cualquiera de ellas. El derecho del consumidor merece que la entidad que ha
adquirido en la realidad se vea reflejada, en igual medida, en las aulas universitarias y en la
práctica cotidiana de los operadores jurídicos. Esta obra intenta contribuir a ello.
DANTE D. RUSCONI
18
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Con enorme satisfacción, y también, con mucho orgullo, escribo estas líneas de presentación a
la segunda edición de este Manual de Derecho del Consumidor. No puedo comenzar de otra forma
que no sea agradeciendo a los coautores que continúan acompañando esta obra: Jorge M. Bru,
Inés A. D'Argenio, Belén Japaze, Roberto Pagés Lloveras y Diego Zentner. Todos y cada uno de
ellos son, antes que nada, personas verdaderamente admirables, y vuelcan sus valores y sentires
en los distintos roles que ocupan cotidianamente como destacados profesionales, profesores y
juristas; sin dudas, lograron reflejar esas calidades en las páginas que generosamente han
entregado a este esfuerzo colectivo.
Vaya aquí también un especial agradecimiento a todos aquellos profesores que en cursos de
grado y posgrado de distintas universidades del país, han sugerido nuestro libro entre el material
de estudio y, de alguna forma, nos han obligado a mantenerlo vivo mediante este trabajo de
actualización.
Realizar una obra en coautoría no es una tarea sencilla, sobre todo si se pretende que no sea
una mera sumatoria de artículos individuales, sino, como ya a esta altura puedo afirmar que se ha
logrado, materializar un abordaje integral y coherente de la materia, con la suficiente elasticidad de
modo de proporcionar una herramienta de trabajo o estudio, según se requiera, tanto a alumnos
como a profesores, a abogados y también a jueces.
Pero además, se ha buscado que este manual sirva de vehículo de divulgación de los
contenidos del Derecho del Consumidor, de forma tal que pueda ser accesible a funcionarios,
legisladores, activistas de organizaciones y público en general, independientemente de la
formación u ocupación que posea quien se interese en sus páginas; es por eso que se utiliza un
lenguaje que, sin resignar rigor científico, resulta sencillo y asequible.
El Derecho del Consumidor continúa hoy en constante formación y elaboración, tanto desde
sus aspectos teóricos, como igualmente en su recepción normativa. Sin temor a equivocaciones,
puede afirmarse que es uno de los ámbitos de la Ciencia Jurídica en donde se han producido las
mayores transformaciones y debates de las últimas décadas. Esta realidad se refleja
en innumerables eventos académicos que abordan las más variadas temáticas, y en las continuas
modificaciones que vienen sufriendo las normas que conforman el sistema jurídico tutelar, no sólo
su norma troncal, la ley 24.240 de Defensa del Consumidor, sino el enorme conglomerado
normativo que la integra y complementa. El fenómeno se reproduce en el interior del país, donde
las provincias también vienen actualizando y dictando constantemente nuevos instrumentos
legales.
19
doctrina que hablaran sobre el Derecho del Consumidor, al punto tal que cuando se hallaba
alguno, era cuidadosamente atesorado en la biblioteca o en la computadora. Hoy, ese
atesoramiento es capaz de desbordar el espacio físico de anaqueles y discos rígidos.
Sigue destacándose la labor de nuestros jueces, de todas las instancias, ellos fueron los
primeros impulsores del desarrollo de los contenidos del Derecho del Consumidor. Y ahora, como
dato que reconforta, observamos que la jurisprudencia progresista proviene igualmente de las
provincias, y no solamente de los tribunales capitalinos sino, muy especialmente, de
departamentos judiciales del interior. A la par, la explosión del fenómeno de las acciones colectivas
y su generosa recepción en el seno de la Corte Nacional, es un especial motivo de entusiasmo.
Recientemente se han producido dos hechos relevantes que directamente impactan en nuestra
materia y son motivo de análisis en esta nueva edición de la obra: la sanción de la ley 26.993 que
creó el Sistema de Resolución de Conflictos en las Relaciones de Consumo, y la aprobación
por ley 26.994 del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación que entrará a regir a partir del 1 de
agosto de 2015. Ambas leyes introducen modificaciones al texto de la ley 24.240, algunas menores
y otras, a mi juicio, sustanciales y regresivas. Estas últimas, contempladas en el Anexo II de la ley
26.994, impactan sobre el ámbito de aplicación de la ley 24.240 eliminando del art. 1º la figura del
"consumidor expuesto", y suprime la pauta de interpretación del plazo más beneficioso para el
consumidor en materia de prescripción, a la vez que confina este instituto contenido en la ley
24.240 únicamente al procedimiento administrativo (art. 50). Sin perjuicio de los análisis más
profundos que se hacen en los capítulos correspondientes, puede anticiparse que en una
perspectiva que considere contenido al Derecho del Consumidor por el marco más general del
Derecho Internacional de los Derechos Humanos, y en particular de los Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, tal es mi visión del tema, hará que las regresiones señaladas sean pasibles
de serias objeciones a la luz del principio de "progresividad" o "no regresión" que debe imperar
sobre la cuestión.
20
El flamante Código Civil y Comercial de la Nación, por su lado, ha seguido uno de los dos
caminos posibles en relación al sistema legal de protección de consumidores y usuarios. El que se
tomó consistió en traspasar al Código los principios generales contenidos en la norma especial con
la intención, según se esboza en los fundamentos del anteproyecto, de lograr una especie de
núcleo duro de protección que actuará como una "protección mínima"; aunque, en verdad, se ha
ido mucho más lejos que eso. El camino que según mi criterio es el correcto, es el de propiciar la
sanción de un Código de Protección de Consumidores y Usuarios que reglamente integralmente
los aspectos vertebrales de la materia, tanto en lo sustancial como en lo adjetivo, e incluso, al igual
que el modelo brasilero, que contemple las políticas públicas que deben guiar el accionar estatal
e incorpore los ilícitos penales en la materia. La transversalidad de los contenidos del Derecho del
Consumidor hace inconveniente una mirada exclusivamente iusprivatista sobre el mismo, aunque
ese parece ser el enfoque que impera por estos días en la doctrina nacional.
En el marco de nuestra realidad vemos aún un largo camino por recorrer y todavía muchos
desafíos por enfrentar. Existen vastos sectores de la sociedad que todavía tienen vedado el acceso
a los servicios esenciales, y aun así, son víctimas de las trampas que les presenta el mercado de
consumo. No se ha resuelto el estado de crisis constante que presenta la prestación de los
servicios públicos esenciales y de muchas otras actividades no reguladas como tales, pero que
poseen un innegable interés social. Los entes o agencias de control sectoriales, en la mayoría de
los casos, siguen sin dar respuestas adecuadas.
Debe tomarse nota de que las políticas de comercialización de las empresas proveedoras de
bienes y servicios no discriminan entre consumidores pobres, menos pobres o ricos. Como
consecuencia de esas políticas de venta masiva, la problemática del consumo ha llegado a los
grupos más desprotegidos y carecientes de la sociedad. Encontramos consumidores que habitan
en viviendas y caseríos precarios, en terrenos fiscales, en casas usurpadas o en condiciones
sanitarias deficientes, que sin embargo, por virtud de las agresivas políticas de comercialización de
bienes de consumo, pueden acceder a teléfonos celulares, televisores y equipos de audio
sofisticados, televisión satelital, electrodomésticos de todo tipo, etc. Estos bienes agudizan aún
más la situación de vulnerabilidad de esa población, puesto que en lugar de satisfacer sus reales
necesidades, generan nuevos problemas, sobreendeudan a las familias y acrecientan sus
padecimientos.
Por eso el Derecho del Consumidor no sólo debe tutelar a los consumidores que cuentan con la
posibilidad de acceder a los productos y servicios destinados a satisfacer sus necesidades, sino
que debe ocuparse, con mayor énfasis, del grupo de los "no consumidores", aquellas personas
privadas de los bienes esenciales para su bienestar que les fue prometido desde el Preámbulo de
la Constitución Nacional. Con esa mirada, la perspectiva que coloca a los derechos de los
consumidores y usuarios dentro del campo del Derecho Internacional de los Derechos Humanos
nos parece sumamente valiosa y un terreno fértil para futuros desarrollos.
Renuevo la esperanza con esta segunda edición, anhelando que el Derecho del Consumidor
continúe por su senda fecunda, superando las posturas anquilosadas y venciendo los obstáculos
de los intereses corporativos, que efectivamente se independicen y profesionalicen sus organismos
de aplicación, que el Estado pueda trascender de la coyuntura y asuma la responsabilidad de
dictar y sostener políticas públicas integrales de mediano y largo plazo, que las asociaciones de
defensa del consumidor continúen afianzándose y motorizando la fantástica tarea de tutela
colectiva que se ve reflejada en todos los tribunales del país, que el Ministerio Público asuma, al
fin, el rol activo que la ley le ha conferido, que el sistema educativo de todos los niveles coloque a
esta disciplina en el lugar que merece; en definitiva, que el Derecho del Consumidor trascienda en
todo su potencial, afianzándose como una verdadera herramienta jurídica de equidad social. Son
suficientes motivos para redoblar el esfuerzo.
DANTE D. RUSCONI
21
La Plata, domingo 4 de enero de 2015
ABREVIATURAS
22
CAPÍTULO I - ESENCIA DEL DERECHO DEL CONSUMIDOR. POR DANTE D.
RUSCONI
Es necesario hacer una primera aclaración terminológica que, en realidad, viene a ser
mucho más que eso, convirtiéndose en una aclaración ideológica. El consumidor(1)es,
desde nuestra óptica, el objeto y centro del estudio del derecho del consumidor.
23
El profesor brasileño Antonio Hermann Benjamín, uno de los principales referentes de
la materia en el mundo, tomando conceptos de Baudrillard(3), ha conceptualizado el
derecho del consumidor como "la disciplina jurídica de la vida cotidiana del habitante de la
sociedad de consumo"(4).
En ese enfoque, la disciplina resume en sus axiomas la búsqueda constante del ideal
de justicia aplicado al mercado y a las actividades económicas y vinculaciones jurídicas
que nacen y se desarrollan en él, pero no desde una perspectiva economicista o
simplemente regulatoria sino desde una concepción que integra —desde el derecho—
aspectos económicos, humanos y sociales.
El derecho del consumo —en el caso de que existiese como disciplina de estudio—
podría ocuparse de problemáticas que guarden relación con el tráfico comercial en
sentido estricto, pero que no reflejarían la verdadera dimensión de los conflictos que
derivan de la relación consumidor-proveedor o "relación de consumo". Además, al hacer
foco en el acto de consumo, los sujetos tutelados podrían ser tanto los consumidores
como los proveedores.
De ahí que no nos parezca conceptualmente correcto, por ejemplo, ubicar dentro de
nuestra materia —con el grado de importancia que se le da en algunos casos— a la
defensa de la competencia, incorporación que evidencia en cierta medida la confusión
teórica de la que hablamos. Desde el punto de vista pedagógico, en la Argentina, el único
fundamento para esta inclusión sería la expresa alusión que la ley 24.240 hace, en su art.
3º, a la Ley de Defensa de la Competencia(5). Con todo, esta norma que integra la
legislación de defensa del consumidor en nuestro país tiene mucho más que ver con la
defensa de los intereses de los empresarios y la preservación de reglas competitivas
equilibradas entre ellos, que con la protección directa de los consumidores(6). La Ley de
Defensa de la Competencia se ocupa de penalizar los actos o las conductas que puedan
traer aparejado un perjuicio para el "interés económico general"(7), interés que no guarda
relación simétrica con el interés de los consumidores, que no es exclusiva ni
principalmente económico y, como veremos más adelante, únicamente significa una
fuente de protección indirecta o tangencial(8).
Como contraste, podemos aseverar que la LDC —en uno de sus aspectos— se
encarga de evitar actos o conductas que traigan aparejado un perjuicio para el "interés
económico particular o grupal" de los consumidores, el cual no siempre tendrá incidencia
en el interés económico general. En consecuencia, la pregunta que sigue es si se justifica
la existencia de una legislación especial que se ocupe de proteger intereses particulares o
de un sector de la población. La respuesta afirmativa encuentra su inconmovible respaldo
en la naturaleza de los conflictos de consumo, los cuales, como vimos, desbordan lo
económico para convertirse en un problema social, involucrando así el interés
público o interés general. Estas nociones, sobre las que volveremos, nos serán de utilidad
para visualizar la real entidad del derecho del consumidor y el importantísimo aspecto que
el Estado y las normas de derecho público tienen en la materia.
24
Queda así reflejada la esencia del derecho del consumidor, poniendo el énfasis en "lo
humano" sobre "lo económico". La problemática surgida en torno a las relaciones de
consumo, si bien deriva de un contexto económico especial, que repasaremos a
continuación, es una problemática social compleja que, para un correcto análisis desde el
derecho, requiere una perspectiva lo suficientemente abarcativa para conjugar todos los
elementos que convergen en ella.
Definiremos entonces nuestra materia, siguiendo a los Stiglitz quienes a su vez citan a
Benjamín, diciendo que el derecho del consumidor es "un sistema global de normas,
principios, instituciones e instrumentos de implementación, consagrados por el
ordenamiento jurídico en favor del consumidor, para garantizarle en el mercado una
posición de equilibrio en sus relaciones con los empresarios"(9).
Creemos que, en una visión más abarcativa y cercana al desarrollo que viene teniendo
la materia, menos ortodoxa, ese sistema global de protección no solamente se deber
orientar a brindar protección al consumidor en el mercado y en sus relaciones con los
empresarios, sino que también lo debe resguardar en su rol de miembro de la sociedad de
consumo, susceptible de sufrir afectaciones a sus derechos e intereses en situaciones en
las cuales muchas veces no interviene directamente una empresa o en supuestos en los
que ni siquiera ha tenido la intención de "consumir" un producto o servicio.
Comprende dos facetas que también estudiaremos: una privada, que centra su mirada
en el vínculo existente entre proveedor y consumidor; y una pública, en la cual adquiere
preponderancia el accionar del Estado a través del dictado y la ejecución de políticas
públicas tutelares y el rol que asume, desde todas sus funciones, como agente de
evitación de abusos en el mercado, y de control de las actividades y los servicios
de interés público.
Gabriel Stiglitz señala que "el correcto desenvolvimiento de las economías nacionales
sobre la base de mercados libres, competitivos y abiertos, exige como recaudo
complementario, pero condicionante, la vigencia de un efectivo sistema político-jurídico de
protección de los consumidores, que garantice a éstos la concreta y real oportunidad de
situarse en un punto de equilibrio con los proveedores de bienes y servicios, en las
relaciones de consumo"(11).
Para definir el escenario en el cual transcurren las situaciones que estudia nuestra
materia se utilizan dos ideas: la de mercado de consumo y la de sociedad de consumo. Si
bien representan un mismo contexto socioeconómico, es útil a los fines de un mejor
entendimiento, sobre todo de algunos temas que trataremos en los sucesivos capítulos,
distinguir y precisar cada una de ellas.
26
2.1. El mercado de consumo
27
En un documento elaborado por la Universidad de Puerto Rico —Recinto Universitario
de Mayagüez— se puede tomar real dimensión, a través de algunos datos comparativos,
del impresionante impacto que significaron estos cambios: antes de la invención de la
línea de montaje, ensamblar un auto tomaba doce horas; la línea de montaje redujo el
tiempo a seis horas, y las innovaciones introducidas por Ford lo redujeron a noventa y tres
minutos, en 1914. En 1899, se producían dos mil quinientos autos por año, y en 1920, dos
millones(15).
28
sus recursos y el abaratamiento de sus costos. Simultáneamente, este proceso de
crecimiento cuantitativo en la elaboración de bienes, para reflejarse en ganancias
equivalentes, es acompañado de diferentes herramientas y teorías orientadas a ampliar la
cantidad de compradores de los bienes, con lo cual se completa el proceso con el
desarrollo de estrategias de comercialización masiva, por un lado, y por el otro, mediante
la optimización de los mecanismos de producción, con la implementación de estrategias
de "especialización flexible" que buscan obtener ventajas en el mercado ofreciendo
productos "únicos" para mantener un alto nivel de beneficios y estabilidad comercial(20).
Uno de los pensadores que con mayor detenimiento y profundidad se ha ocupado del
análisis de la sociedad de consumo es el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman. Él
afirma que "la sociedad de consumo justifica su existencia con la promesa de satisfacer
los deseos humanos como ninguna otra sociedad pasada logró hacerlo o pudo siquiera
soñar con hacerlo. Sin embargo —advierte— esa promesa de satisfacción sólo puede
29
resultar seductora en la medida en que el deseo permanece insatisfecho o, lo que aún es
más importante, en la medida en que se sospecha que ese deseo no ha quedado plena y
verdaderamente satisfecho. (...) Precisamente, la no satisfacción de los deseos y la firme
y eterna creencia en que cada acto destinado a satisfacerlos deja mucho que desear y es
mejorable son el eje del motor de la economía orientada al consumidor"(23).
30
toneladas de residuos informáticos de los países "desarrollados" con destino al
denominado "3er mundo"; entre muchos otros, son ejemplos palpables de la
obsolescencia programada, uno de los motores del sistema económico de crecimiento
ilimitado imperante en el mundo actual(27).
El hecho de consumir un bien determinado implica mucho más que satisfacer una
necesidad concreta y, a veces, ni siquiera ello es tenido en cuenta. Los bienes de
consumo incorporan valores intangibles que van más allá de sus características físicas,
sus materiales y su calidad. Cobra relevancia la "imagen" que el consumidor percibe del
producto y el significado que se le da a su consumo(30).
31
Existe una corriente de pensamiento dentro de las ciencias económicas y sociales que
apuesta al decrecimiento como una alternativa para paliar los males, fundamentalmente
desde el punto de vista ambiental, que el modelo de producción capitalista actual, basado
en un crecimiento económico ilimitado, trae consigo. Uno de sus principales exponentes
es el economista francés Serge Latouche(33), quien aclara que el decrecimiento tiene
como meta abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento, cuyo motor no es
otro que la búsqueda de beneficios por los poseedores del capital y cuyas consecuencias
son desastrosas para el medio ambiente. Afirma Latouche que los fundamentos de la
sociedad de crecimiento actual son la publicidad, la obsolescencia programada y el
crédito. La idea de decrecimiento no es un concepto, señala, es un estandarte tras el cual
se agrupan aquellos que han procedido a una crítica radical del desarrollo y que quieren
diseñar los contornos de un proyecto alternativo para una política del posdesarrollo. Es en
consecuencia, continúa explicando, una proposición necesaria para reabrir el espacio de
la inventiva y de la creatividad del imaginario, bloqueado por el totalitarismo economicista,
desarrollista y progresista(34).
Los agentes externos vistos, propios del escenario que circunda al consumidor, son
los condicionantes que el medio en el que se desenvuelve diariamente genera y renueva
de manera incesante. Ese hábitat "hostil" reduce sus posibilidades de elegir, muchas
veces lo agrede de diferentes formas e influye en el desarrollo de su vida.
Al igual que ocurre en otras situaciones en las que la legislación se encarga de dar
protección a sujetos débiles o potencialmente débiles —niños, ancianos, discapacitados,
trabajadores, etc.—, el derecho del consumidor brinda un marco legal tutelar a todas las
personas cuando desarrollan o adquieren el rol de consumidores.
32
Ahora bien, una primera precisión que corresponde efectuar en este punto, aunque ha
quedado dicho implícitamente antes, se refiere a que la debilidad del consumidor no
es inherente a su persona sino al rol que ocupa en la sociedad de consumo. Se
ha intentado, sin éxito afortunadamente, desprestigiar nuestra materia diciendo, entre
otras cosas, que el derecho del consumidor era una moda, o que los consumidores no
eran dignos de una tutela legal diferenciada porque simplemente eran los "menos
talentosos" del mercado y esta torpeza no podía ser justificativo para el dictado de normas
especiales(35).
Si se intentó reflejar que el derecho del consumidor era pasajero, como las modas, ha
quedado a la vista —a nivel mundial— que este pronóstico fue absolutamente
desacertado. El derecho del consumidor crece y evoluciona constantemente, y lo seguirá
haciendo, simplemente porque es producto de la sociedad misma a la que acompaña en
sus transformaciones, interpretando y aprehendiendo a los agentes desequilibrantes que
el mercado de consumo genera. El derecho del consumidor es una necesidad social.
Para hacer alusión a la debilidad del consumidor se echa mano a los conceptos de
hiposuficiencia, subordinación estructural o deficiente poder de negociación. Creemos
oportuno distinguir estos términos generalmente empleados como sinónimos pero que, en
verdad, indican diferentes situaciones lo suficientemente ilustrativas para dar una idea
global de las variadas manifestaciones condicionantes referidas.
3.1. Hiposuficiencia
33
manifiesto, en ese escenario, la imposibilidad del consumidor de valerse por sí solo o en
igualdad de condiciones frente a los proveedores. Es preciso un auxilio exterior para
lograr interactuar sin padecimientos en ese medio "hostil" al que ya nos referimos. Por
ende, el reconocimiento de esa situación de vulnerabilidad por los Estados lleva al dictado
de normas especiales y al desenvolvimiento de acciones concretas con la finalidad de
brindar la ayuda necesaria.
Ésta es una idea sistémica, que coloca el foco de atención en el medio en que se
mueve el consumidor y creemos que es la que de mejor manera refleja el elemento
esencial que sirve de fundamento al derecho del consumidor. La estructura
socioeconómica dada por el mercado de consumo provoca un ordenamiento de los
factores de poder y de sus actores que, en su interacción, dan como resultado la posición
subordinada del consumidor respecto de los proveedores. Nos remitimos aquí a lo dicho
respecto de la caracterización de sociedad de consumo(40).
Esta frase representa una noción acotada a situaciones de confrontación directa entre
consumidores y proveedores. El poder de negociación, como manifestación de la
debilidad del consumidor se presenta, principalmente, en el ámbito de la contratación.
Como veremos detenidamente más adelante, en materia de contratos de consumo
proliferan los denominados "contratos por adhesión", en los cuales se hace notable la
superioridad de la posición del proveedor, polo "fuerte" del vínculo obligacional, quien
impone la redacción del instrumento contractual —generalmente un modelo o formulario
pre-impreso—, mientras que el consumidor sólo tiene la alternativa de asentir o no
contratar.
Como dijimos, "poder de negociación" es una idea derivada del vínculo contractual
tradicional y representa la discusión a la que las partes del contrato se sometían
previamente a acordar las condiciones bajo las cuales se obligarían. Como sabemos, esta
34
estructura contractual básica ha mutado y de ella —en el ámbito de los contratos de
consumo—, prácticamente, no queda nada, no hay discusión previa; incluso muchas
veces no hay instrumentación del contrato y, por ende, tampoco rúbrica; en otras
ocasiones, tampoco hay "partes" sino sólo "intermediarios" que sostienen que nada tienen
que ver con el contrato cuando, en realidad, forman parte de una "red contractual" que
acrecienta la vulnerabilidad de los consumidores.
En definitiva, todas las situaciones confusas y difusas que se generan en torno a las
prácticas comerciales y estrategias contractuales formales o informales, amén de facilitar
la fluidez en la circulación en el tráfico de los bienes, objetivo loable por supuesto, son
producto del poder de los proveedores para imponer las condiciones de comercialización
que más les convengan o más los beneficien.
De ahí que la idea del "deficiente poder de negociación" para reflejar o caracterizar la
debilidad del consumidor respecto del proveedor, en la práctica resulta insuficiente,
puesto que ella representa sólo uno de los campos o ámbitos en donde se hace tangible.
Las flaquezas más evidentes del consumidor son las que surgen de la comparación
entre su patrimonio y el del proveedor. Sin perjuicio de la posibilidad de la existencia de
situaciones en las cuales pueda existir un consumidor más rico que el proveedor, digamos
que la mayoría de las veces es el proveedor el que detenta mayor poder económico. Esta
circunstancia implica la posibilidad del proveedor de acceder a medios y recursos que lo
colocan en situación de preeminencia.
35
momento de no contar con ellos, su mayor solvencia le permitirá, llegado el caso,
contratar los servicios que necesite.
Por el contrario, el consumidor medio no cuenta con recursos que le permitan acceder
al asesoramiento de especialistas que lo guíen a la hora de adquirir determinado producto
o utilizar un servicio. Sus decisiones en el mercado son, por lo general, intuitivas,
adoptadas sobre la base de sus necesidades, reales o creadas artificialmente por los
diferentes estímulos generados por quienes comercializan los bienes de consumo.
Por ello son tan importantes los mecanismos desarrollados en torno a la facilitación
para los consumidores del acceso a medios gratuitos de resolución de conflictos, ya sea
ante la administración pública o ante los tribunales de justicia.
Este "desequilibrio material", que es el más tangible de los desequilibrios, el que surge
primero a la vista, se traduce también en muchos otros aspectos en los cuales el
proveedor prevalece: la "interconsulta" con otros proveedores colegas, el respaldo de las
empresas que fabrican los productos o servicios que comercializa, el apoyo de las
cámaras empresariales que cuentan con diferentes áreas y servicios de asesoramiento,
etcétera.
Siempre es difícil para el consumidor decidir cuál es el producto que más necesita o el
que mejor se adapta a sus necesidades y posibilidades económicas, y considerando la
sofisticación y el vertiginoso desarrollo del mercado, esa elección será cada vez más
dificultosa. La publicidad comercial y las estrategias de venta contribuyen a incrementar
sus dudas y a desviar su atención de los bienes que son verdaderamente útiles o
necesarios.
36
resultan tentadores para sus destinatarios. Lo que no hace muchos años era tarea
sencilla tal como, por ejemplo comprar una bebida gaseosa, hoy constituye un desafío
importante para quien se enfrenta con una góndola que ofrece una amplísima variedad de
marcas y varias "subespecies" de bebidas(41). Más dificultoso aún resulta tomar decisiones
a la hora de adquirir bienes más complejos, como un producto tecnológico, o contratar un
servicio bancario o financiero.
37
prestaciones y funciones y con una nueva imagen, acelerándose la inutilidad de
los existentes aun cuando se encuentren en buenas condiciones de uso.
Todos estos elementos, entre muchos otros que iremos viendo a lo largo de los
capítulos de este libro, significan una verdadera opresión psicológica del consumidor, que
precipita sus decisiones o le impide contar con la información necesaria para evaluar
adecuadamente los riesgos y los beneficios reales de la concreción de una operación.
Son situaciones que lo vulneran y disminuyen de diferentes formas, bloquean su
capacidad de raciocinio y percepción de la realidad; y también son circunstancias que lo
agreden por el simple hecho de moverse en el ámbito del mercado, al verse expuesto a
diferentes agresiones (físicas o psíquicas).
Este aspecto de la fragilidad del consumidor es, sin dudas, el más determinante. Es
irrefutable la aseveración de que "el conocimiento es poder"(46)y, en la relación
consumidor-proveedor, el conocimiento está monopolizado por estos últimos.
38
serán los receptores del bien ofertado, desarrollando campañas publicitarias y estrategias
de mercadeo acordes con las características de los receptores del mensaje, diversificando
la producción, la creación y el lanzamiento de ofertas según las "necesidades del
mercado", etcétera.
La gente muy pocas veces se pregunta por qué determinado tipo de publicidad
se exhibe en el horario del almuerzo o de la cena, o qué es ese rico olor que hay dentro
de los centros comerciales, o por qué los hipermercados tienen playas de
estacionamiento, o por qué los productos en su interior están ubicados en los lugares en
que están y cambian aleatoriamente de ubicación, etc. Son todas estrategias de venta
desarrolladas por los proveedores sobre la base del conocimiento que poseen acerca de
los hábitos y las conductas de los consumidores.
39
4.3.2. Desconocimiento "cívico"
El consumidor tiene que ser entrenado para consumir y es el Estado quien posee los
medios materiales suficientes para enseñarle qué consumir, dónde mirar, qué preguntar y
qué exigir. Debe facilitarle los medios para obtener asesoramiento previo a la
contratación, de manera rápida y gratuita. En esto, las autoridades poseen una
responsabilidad indelegable y en la Argentina constituye una obligación de jerarquía
constitucional(48).
Es esencial que el derecho del consumidor ocupe un espacio central en los programas
formales de educación pública. Esto no es novedad, la doctrina lo viene resaltando desde
hace muchos años(49). Cada vez más, las estrategias de comercialización apuntan a los
niños y a los jóvenes, por la simple razón de que ellos son quienes mayor poder
de influencia tienen sobre sus padres y sobre los bolsillos de éstos.
"Introducción a la Sociedad del Consumo" debería ser una de las materias básicas en
los primeros años de formación de cualquier persona. La concientización social que
requiere el ejercicio de los derechos de los consumidores debe iniciarse en los primeros
años de la educación formal. Así acontece con otras cuestiones, tales como la salud e
higiene corporal, la educación sexual o el cuidado del medio ambiente. Son los niños y los
jóvenes los mejores difusores de estos valores hacia el resto de la comunidad en la que
viven, y son ellos quienes, en definitiva, constituirán luego el componente mayoritario de
esa sociedad.¿La carencia de conocimientos por parte de los consumidores acerca de los
canales formales para hacer efectivos sus derechos es también un elemento determinante
de su subordinación. Los mecanismos administrativos y judiciales de prevención o
solución de las situaciones en las que los consumidores ven amenazados o vulnerados
sus derechos funcionan como uno de los factores equilibrantes de su situación de
40
subordinación. Pero para que esa función se plasme en la realidad deben darse, al
menos, tres condiciones:
— en primer lugar, que los ciudadanos sean educados acerca de cuáles son sus
derechos como consumidores;
— luego, que se les informe adecuadamente cuáles son los organismos y medios para
plasmar su descontento en reclamos formales, para lo cual es imprescindible que existan
procedimientos aptos para darles un trámite eficiente;
Bartolomé Fiorini, con visión preclara, revitalizaba en los años setenta la idea
de intervencionismo administrativo, mostrándola como la actividad estatal tendiente a
colaborar, ayudar o promover, para satisfacer necesidades o actividades de los
particulares o en beneficio directo o indirecto de la colectividad(51).
41
circunscribió a los "contratos de consumo", hoy sea una disciplina de enormes
resonancias, en la cual, cada vez más, se encuentra involucrado el interés público.
De ello surge la necesidad de contar con un Estado activo, que traduzca de manera
efectiva la tutela pública obligatoria ante las afectaciones y amenazas que diariamente el
mercado renueva como desafío para el goce pacífico de los derechos contemplados en
el art. 42, CN.
2. No es un derecho neutro
El derecho del consumidor, tal lo visto hasta aquí, asume como premisa y razón de
su existencia la presunción de la existencia de la subordinación estructural de los
destinatarios de la tutela legal. Como correlato de ese escenario, recepta diferentes
principios e institutos equilibrantes enfilados a llevar justicia a la relación de consumo. No
es un cuerpo normativo aséptico de la realidad en la que interviene sino que se
compromete con ella, la aprehende apriorísticamente y diseña sus contenidos para
revertirla o morigerarla.
Posee también un fuerte contenido ideológico en los preceptos que lo conforman. Sus
contenidos, la extensión de la tutela, la amplitud del ámbito de aplicación de las normas,
los campos que abarca, etc., dan una pauta de la sinceridad del compromiso asumido por
el legislador. En la Argentina, el decreto PEN 2089/1993, dictado por el ex presidente de
la Nación Carlos Menem(52), mediante el cual se promulgó parcialmente la LDC, se
constituyó en un palmario e imperecedero ejemplo del divorcio entre los intereses de los
gobernantes y el interés general del conjunto de la sociedad. Los argumentos utilizados
por el Poder Ejecutivo nacional para justificar el veto, amén de la falacia o inexactitud de
muchos de ellos, son una muestra acabada de una ideología contraria a la protección de
los consumidores y usuarios(53).
El gobierno ultraliberal que desde el año 1990 guió los destinos de la Nación hacia el
colapso político y económico con el que iniciamos el nuevo siglo colocó los intereses de
los poderes económicos que reinaron en esa época, no solamente por encima de
42
los intereses de los consumidores sino por sobre los valores más esenciales de la
sociedad en general.
Este repaso muestra claramente una concepción ideológica contraria a los intereses
de los consumidores, desplazados en los objetivos del gobierno por la seducción de los
capitales privados. Esta "economización" del interés general, lenta y trabajosamente
comenzó a contrarrestarse gracias a la sensata y oportuna prédica de la doctrina nacional
más lúcida, al accionar de algunas asociaciones de defensa del consumidor conscientes
de su función, a la tarea de abogados comprometidos y al respaldo que esos operadores
fueron encontrando en pronunciamientos del Poder Judicial.
43
que regulan muchas otras cuestiones tanto o más importantes que los temas procesales.
Como quedó dicho, el factor genético del derecho del consumidor radica en la situación
de debilidad estructural o hiposuficiencia, que es consecuencia de un cúmulo muy
heterogéneo de situaciones, de las cuales la cuantía económica del perjuicio es sólo una
de ellas.
No debe hacerse pasar el hilo del análisis por ideas matemáticas para encontrar las
motivaciones de esta disciplina especial. Si se analizan los conflictos de consumo en su
justa dimensión, social y colectiva, advirtiéndose que la afectación incide de manera
directa o indirecta sobre cientos o miles de personas consumidoras de productos o
servicios comercializados en serie o simplemente "expuestos" a las consecuencias
derivadas del mercado, la "menor cuantía" desaparece.
44
4. Es un derecho de incidencia colectiva y preventivo
La condición de consumidor es un rol tan cotidiano que hay quienes, con acierto,
afirman que hoy en día son menos los actos que se realizan como persona que los que se
llevan a cabo como consumidor o usuario(57). Entonces, la dimensión cotidiana, social y
colectiva de los problemas que le dan su contenido al derecho del consumidor, colocan la
materia en un lugar preponderante dentro de las ciencias humanísticas.
Esta dimensión social del derecho del consumidor ha llevado a que sea caracterizado
como uno de los típicos derechos de incidencia colectiva y, de esta forma, ha sido
contemplado por el párr. 2º, art. 43, CN(58).
El impacto plural que tienen los derechos de los consumidores posee grandes
resonancias en el aspecto instrumental de su ejercicio y, particularmente, en lo que tiene
que ver con los mecanismos procesales idóneos para hacer que la clase o el grupo de
consumidores afectados pueda contar con remedios adjetivos adecuados para hacerlos
efectivos. En este aspecto, la doctrina judicial que viene sentando la Corte Nacional desde
hace unos años, a partir del leading case "Halabi"(59), ha abierto la puerta grande del
acceso colectivo a la justicia de grupos de consumidores y usuarios afectados de manera
homogénea consolidando esa tendencia en importantes pronunciamientos posteriores
que, a esta altura, ya han delineado los trazos gruesos de las acciones de clase en
Argentina(60)
45
4.2. Es un derecho de tipo preventivo
Por otro lado, cobra gran importancia la actividad de control del Estado en su función
administrativa de vigilancia del mercado y de las actividades de los proveedores, de modo
de desalentar con su intervención la proliferación de prácticas comerciales nocivas para
los consumidores y la comercialización de productos o servicios potencialmente dañosos.
Se hace necesario identificar la fuente que amenaza la causación de perjuicios
e intervenir rápidamente desbaratando las consecuencias perjudiciales futuras. Para ello
es necesario contar con cuerpos legales que otorguen a las autoridades atribuciones y
mecanismos idóneos para el obrar preventivo, brindar capacitación a los agentes públicos
para identificar la contingencia del daño y dotarlos de recursos e infraestructura acorde
con tal tarea.
46
podrían valerse de la ineficiencia de las estructuras burocráticas y la atomización de la
clase de los consumidores para obtener ganancias ilegítimas.
47
veces un ahorro imperceptible en términos macroeconómicos, pero un inconmensurable
patrimonio de justicia y equidad social.
Sin que implique desmedro de lo dicho en el punto anterior, también sostenemos que
debe ser desterrada la idea de que la protección del consumidor lleva ínsita una lucha
contra las empresas. Aunque estos polos se presentan naturalmente enfrentados o
contrapuestos por el rol que cada uno de ellos ocupa, esta circunstancia no implica —o no
debe implicar— que deban desarrollar su relación de manera confrontada. Una
confrontación entendida como una lucha en la cual existirá un perdedor y un ganador, es
en este punto una premisa errada, ya que mientras el mundo sea mundo, consumidores
necesitarán de proveedores, y viceversa.
Pero es cierto que esa espontaneidad generalmente no es tal y cuanto más flexibles
sean los mecanismos de control o el marco normativo de aplicación a las relaciones de
consumo, probablemente mayor será la desconsideración que —premeditadamente o
no— las empresas tengan para con aquellas premisas. Las legislaciones y los
mecanismos públicos de control débiles, por un lado, favorecerán a los empresarios
malintencionados y, por el otro, colocarán a los empresarios responsables en desventaja
competitiva. Empero, creemos que no es excesivamente ilusorio predicar la
consustanciación del sector empresario con las buenas prácticas comerciales, ya que sin
dudas, y en una ponderación estrictamente material, el respeto por los derechos de los
consumidores y usuarios puede significar un valor agregado que implique el
posicionamiento por sobre la competencia y, a mediano plazo, el inicio de un círculo
virtuoso que lleve al mejoramiento del "ambiente" reinante en el mercado de consumo.
48
7. Es una disciplina jurídica autónoma
No obstante haber aparecido como una temática menor, en algunos casos vilipendiada
e, incluso, negada su misma existencia o razón de ser, hoy pretender desconocerlo es
un intento que nadie podría encarar sensatamente.
49
que la aplicación de los valores y principios que le son exclusivos traen, en muchos casos,
soluciones originales e inconcebibles a la luz de los cánones tradicionales.
Señala Benjamín que existen diversos factores que conspiran contra una tesis que
propicie la autonomía del derecho del consumidor, entre ellos, la novedad de sus
contenidos, la "multidiscipinariedad" de su temática, su desorden sistemático, al no existir
un cuerpo legal codificado; la supraindividualidad del interés tutelado, que lo hace un
derecho de todos y de ninguno al mismo tiempo; el anterior tratamiento de sus temas por
otras ramas del derecho, circunstancia que alienta a sus detractores a sostener la falta de
originalidad en sus contenidos; entre otros.
Sin embargo, coincidimos con el profesor brasileño en que "el derecho del consumidor
presenta todos los presupuestos de autonomía: la amplitud de la materia, a punto de
merecer un estudio particularizado; la especialidad de principios, conceptos, teorías
e instrumentos... y un método propio, esto es, el empleo de procesos especiales
de interpretación de su formulación y problemática"(64).
50
jerarquizado e independiente para mantenerse impermeable al lobby económico y, a la
vez, estar a cargo de funcionarios especializados, con estabilidad basada en su
idoneidad, que no efectúen valoraciones económicas a la hora de aplicar las normas
tutelares de la materia.
Éstos siguen siendo, en nuestro país, algunos de los desafíos que deberá encarar el
derecho del consumidor.
La "no neutralidad" del derecho del consumidor significa reconocer en el derecho una
herramienta de intervención en las actividades de las personas, incluyendo las que se
desarrollan en el campo de la economía. Este enfoque, que bien podía ser tachado de
sacrílego en nuestro país en la última década del siglo pasado, implica reconocer la
confrontación de derechos e intereses intrínsecamente lícitos pero que, conviviendo en un
mismo espacio, pueden contraponerse. En esta hipótesis de conflicto, el Estado establece
la prioridad que dará a los intereses en pugna y, en su caso, optará por aquel que mejor
refleje los objetivos y valores perseguidos por la Nación que se encuentran plasmados en
su constitución política.
51
La normativa europea —nacional y supranacional— ha sido la pionera y más prolífica
en la regulación de diferentes aspectos de los problemas que enfrentan consumidores y
usuarios.
La tutela legal con la que cuentan hoy los consumidores argentinos es el fruto de aquel
largo proceso de evolución en el derecho comparado, enriquecido con la doctrina autoral
y jurisprudencial nacionales, y refleja la visión que nuestro legislador —inmerso en la
dinámica de las coyunturas políticas, económicas y sociales— tiene de los alcances que
debe darse a la tutela legal de consumidores y usuarios. La particular dinámica de esa
realidad, hace que la Ley de Defensa del Consumidor sea un texto en constante
evaluación y ajuste, agregado un factor de análisis extra a la complejidad de la temática,
cual es el de los avances, y también retrocesos, que presenta el marco normativo de
nuestra materia. Estos últimos, si bien afortunadamente aislados y menores en cantidad
que los avances, siempre están presentes. Anticipamos desde ahora, sin perjuicio de las
consideraciones que nos merece el tema y reflejaremos en los capítulos respectivos, que
en el último proceso de ajuste legislativo de la ley 24.240 producto de la aprobación
del Código Civil y Comercial de la Nación (CCyCN) que entrará en vigencia en el año
2016(1), se introdujeron algunas modificaciones al texto que implican una franca regresión
del estado de la tutela legal que se había alcanzado (ej. acotamiento del ámbito de
aplicación de la LDC al excluir la figura del "consumidor expuesto"; eliminación del
principio de interpretación más favorable al consumidor en materia de prescripción de las
acciones judiciales).
Esas regresiones no pueden interpretarse como una torpeza del legislador, ni siquiera,
teniendo en cuenta la clara regresividad de las nuevas normas, podría ser una cuestión
opinable; debemos decirlo sin eufemismos: son el producto de intereses empresariales
enmascarados en renombrada doctrina pseudoprogresista que, bajo diferentes "pieles",
siempre estarán al acecho(2). Estos embates son la evidencia concreta de la puja
de intereses que caracteriza a nuestra materia; sin embargo, constituyen, a la vez, el
principal incentivo para redoblar los esfuerzos y hacerles frente de modo de no perder el
terreno ganado.
A modo de anticipo sobre lo que trataremos más adelante, señalamos que uno de los
grandes logros del nuevo CCyCN es la "constitucionalización" del derecho privado y la
aparición de los tratados de derechos humanos enunciados expresamente entre las
fuentes y reglas interpretativas (arts. 1º y 2º). El "diálogo de las fuentes" y,
fundamentalmente la construcción doctrinaria y jurisprudencial en torno al control de
convencionalidad y la regla de no regresividad en materia de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, es de esperar, serán la guía de todo el articulado del nuevo código
52
y, avizoramos, alumbrará la labor de los jueces a la hora de confrontar principios y
derechos evitando así los retrocesos señalados(3).
La Carta Europea de Protección a los Consumidores del año 1973, fue el primer precedente normativo comunitario y en él se reconocen
cuatro derechos básicos de los consumidores:
1) A la protección y a la asistencia. La cristalización de este derecho se debe manifestar "en un fácil acceso a la justicia y en una
racional administración de la misma".
Tal como señala Ovalle Favela, la Carta Europea se constituyó en el modelo que
guiaría a las legislaciones nacionales de los países miembros de la actual Unión Europea
(en adelante, UE) e influyó también en otros ordenamientos jurídicos posteriores(5).
53
1.2. El Programa Preliminar para una Política de Protección e Información a los Consumidores del 14/4/1975(6)
El programa toma en consideración que "la Comunidad Económica Europea tiene por misión promover un desarrollo armonioso de las
actividades económicas en el conjunto de la Comunidad, una expansión continua y equilibrada y una elevación acelerada del nivel de vida" y
que ello "implica la protección de la salud, de la seguridad y de los intereses económicos del consumidor".
a) medidas que adopte en virtud del art. 100 A en el marco de la realización del
mercado interior;
b) acciones concretas que apoyen y complementen la política llevada a cabo por los
Estados miembros a fin de proteger la salud, la seguridad y los intereses económicos de
los consumidores, y de garantizarles una información adecuada.
3. Las acciones que se adopten en virtud del apartado 2 no obstarán para que cada
uno de los Estados miembros mantenga y adopte medidas de mayor protección. Dichas
medidas deberán ser compatibles con el presente Tratado. Se notificarán a la
Comisión"(7).
Mediante los denominados Libro verde y Libro blanco, la Comisión Europea efectúa
consultas sobre asuntos particulares y propuestas legislativas. El Libro verde sobre la
protección de los consumidores en la Unión Europea del año 2001 lanzó una consulta
sobre la futura orientación de la protección de los consumidores, teniendo en cuenta que
"para que el mercado interior aporte sus beneficios a los consumidores, éstos deben
poder acceder fácilmente a los bienes y servicios promocionados, ofrecidos y vendidos
más allá de las fronteras. Es precisamente el movimiento transfronterizo de los bienes y
servicios el que permite a los consumidores buscar ofertas favorables y productos y
servicios innovadores, permitiéndoles adoptar las decisiones más ventajosas. Esta
demanda transfronteriza aumenta la presión competitiva dentro del mercado interior y
54
favorece una oferta de bienes y servicios más eficaz y a precios más competitivos. Este
círculo ideal sólo puede conseguirse si el marco regulatorio vigente impulsa a los
consumidores y a las empresas a participar en el comercio transfronterizo. Las diferencias
entre las legislaciones nacionales sobre prácticas comerciales en lo que se refiere a las
relaciones entre las empresas y los consumidores pueden impedir esta evolución"(8).
55
2) Conocimiento de los derechos de los consumidores: Se desarrollaron nuevas
herramientas interactivas para informar, educar y ayudar a los consumidores a participar
plenamente en el mercado único, como el Aula del Consumidor(14).
Esta directiva describe los métodos de toma de muestras, tratamiento de las muestras en el laboratorio, identificación y determinación
del ácido oxálico y de sus sales alcalinas en los productos capilares, de determinación del cloroformo en las pastas dentífricas, de
determinación de zinc y de identificación y determinación del ácido fenosulfónico. Fue complementada con varias directivas posteriores que
establecieron todos los métodos de análisis necesarios para los controles oficiales de los productos cosméticos a escala comunitaria(18). La
56
misión de dichos controles oficiales es verificar el cumplimiento de las condiciones prescriptas por las disposiciones comunitarias relativas a la
composición de los productos cosméticos(19). Desde 2013 rige el nuevo Reglamento de la UE 1223/2009 sobre productos cosméticos(20).
La norma toma en cuenta que el consumidor influenciado por la publicidad engañosa puede tomar decisiones perjudiciales y que la
publicidad, lleve o no a la celebración de un contrato, afecta la situación económica de los consumidores.
Considera como publicidad engañosa la que "de una manera cualquiera, incluida su
presentación, induce a error o puede inducir a error a las personas a las que se dirige o
afecta y que, debido a su carácter engañoso, puede afectar su comportamiento
económico o que, por estas razones, perjudica o es capaz de perjudicar a un competidor".
Contempla la legitimación activa de las personas u organizaciones que tengan un interés
legítimo en la prohibición de la publicidad engañosa (art. 1º, ap. a); las medidas
administrativas o judiciales de "cese" o prohibición, según corresponda, aun en casos en
los que no haya sido dada a conocer al público; y la publicación de comunicados
rectificativos (art. 2º).
Esta directiva se aplica a los bienes muebles producidos industrialmente, estén o no incorporados a otro bien mueble o inmueble.
Establece el principio de la responsabilidad objetiva del productor en caso de daños causados por los defectos de sus productos. Si varias
personas son responsables del mismo daño, la responsabilidad será solidaria, alcanzando el concepto de "productor" a toda persona que
57
participa en el proceso de producción, al importador del producto defectuoso, a quien se presente como productor poniendo su nombre,
marca o cualquier otro signo distintivo en el producto, al que suministra un producto cuyo fabricante no puede ser identificado.
Luego de la conocida "crisis de las vacas locas", para recuperar la credibilidad de los
consumidores en los productos agrícolas, la directiva 1999/34/CE incorporó al ámbito de
aplicación de la directiva 85/374 los daños provenientes de los productos agrícolas no
transformados(27).
1.3.4. Contratos negociados fuera de los establecimientos comerciales(directiva 85/577/CEE, del 20/12/1985)
La norma tiene en cuenta que "los contratos celebrados fuera de los establecimientos comerciales se caracterizan por el hecho de que
la iniciativa de las negociaciones procede, normalmente, del comerciante y que el consumidor no está, de ningún modo, preparado para
dichas negociaciones y se encuentra desprevenido"; también que "frecuentemente, no está en condiciones de comparar la calidad y el precio
de la oferta con otras ofertas...".
58
consumidores allí donde no existe legislación sectorial específica a nivel comunitario y
prohíbe a los comerciantes crear una falsa impresión sobre la naturaleza de los
productos. Además de la publicidad comercial, se ocupa de aquellas prácticas que
mermen de forma significativa la libertad de elección del consumidor, en particular de las
prácticas que utilizan el acoso, la coacción, incluido el uso de la fuerza física, y
la influencia indebida.
1.3.5. Educación al consumidor(resolución del Consejo y de los Ministros de Educación, del 9/6/1986)
La resolución tiene en cuenta que el Programa Preliminar de la Comunidad Económica Europea para una Política de Protección y de
Información de los Consumidores(31)instituyó el derecho a la información y a la educación como uno de los cinco derechos fundamentales
del consumidor.
Se señaló más arriba que como parte del nuevo programa de políticas de protección
de los consumidores, la UE desarrolló el Aula del Consumidor que es una plataforma web
en la que se recopilan recursos educativos de toda la UE, facilitando el acceso a
herramientas interactivas y de colaboración para ayudar a preparar y compartir lecciones
entre estudiantes y otros profesores(32).
Esta directiva tiene por objeto aproximar las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los Estados miembros relativas al
crédito al consumo. Establece que los contratos de crédito deben hacerse por escrito y contener, además de las condiciones esenciales del
contrato, el porcentaje anual de cargas financieras y las condiciones en las que puede modificarse dicho porcentaje anual. La publicidad
sobre créditos en la que se indique su costo debe informar también el porcentaje anual de cargas financieras. Contempla la posibilidad de que
el consumidor se libere anticipadamente de las obligaciones que haya contraído en virtud de un contrato de crédito con una reducción
equitativa del coste del crédito. La Comisión presentó en 1995 un Informe sobre la aplicación de esta Directiva a raíz del cual realizó una
consulta muy amplia de las partes interesadas. En 1997, presentó un informe resumido de las reacciones al Informe de 1995. Este proceso
hizo llegar a la Comisión a la conclusión de que esta Directiva ya no respondía de manera adecuada a la realidad actual del mercado del
crédito al consumidor y que era por tanto necesario modificarla(34).
59
relativa a contratos de crédito (art. 4º), la información precontractual que debe brindarse a
los consumidores para posibilitarles comparar las diversas ofertas y adoptar una
decisión informada sobre la suscripción de un contrato de crédito (art. 5º), y la información
que debe mencionarse en los contratos (art. 10); la obligación para el prestamista de
evaluar la solvencia del consumidor (art. 8º); se consagra un plazo de 14 días para desistir
sin causa del contrato (art. 14); la necesidad de que los Estados supervisen a los
prestamistas mediantes organismos independientes de las instituciones financieras (art.
20); y el establecimiento de procedimientos adecuados y eficaces para la
resolución extrajudicial de litigios en materia de contratos de crédito (art. 24).
Persigue la eliminación de las cláusulas abusivas en los contratos celebrados por consumidores, estableciendo que "las cláusulas
contractuales que no se hayan negociado individualmente se considerarán abusivas si, pese a las exigencias de la buena fe, causan en
detrimento del consumidor un desequilibrio importante entre los derechos y obligaciones de las partes que se derivan del contrato".
Esta Directiva fue modificada por la Directiva 2011/83/UE del Parlamento Europeo y
del Consejo, de 25 de octubre de 2011, que le incorporó el art. 8º bis mediante el cual se
obliga a los Estados a informar a la Comisión la adopción de disposiciones que
impliquen extender el carácter de abusivo a cláusulas contractuales
negociadas individualmente o a la adecuación del precio o de la remuneración; o que
contengan listas de cláusulas que se consideren abusivas(37).
Esta norma tomó en consideración que el desarrollo de nuevas tecnologías lleva consigo la multiplicación de los medios puestos a
disposición de los consumidores para estar al corriente de las ofertas hechas en toda la comunidad y para efectuar sus pedidos, siendo
necesaria la introducción de normas comunes mínimas a nivel comunitario.
60
Consideró que los contratos a distancia se caracterizan por la utilización de técnicas
en el marco de un sistema organizado de venta o de prestación de servicios sin que se dé
la presencia simultánea del proveedor y del consumidor, las que no deben conducir a una
reducción de la información facilitada al consumidor. Resguarda el derecho del
consumidor de solicitar una información básica, tal como la identidad del suministrador,
las principales características de los bienes o servicios y su precio. Esta información debe
ser suministrada en un "soporte duradero", por escrito y con la debida antelación a la
concreción del contrato. Consagra el derecho de rescisión a favor del consumidor
específicamente para este tipo de contratos y la protección de su vida privada e intimidad,
de modo que quienes no deseen ser contactados mediante técnicas de
comunicación insistentes puedan ser protegidos de manera eficaz.
Esta Directiva fue derogada por la Directiva 2011/83/UE citada en el punto anterior
que, entre otros puntos, también reguló los requisitos de información de los contratos a
distancia y los contratos celebrados fuera del establecimiento (art. 6º); los requisitos
formales de los contratos celebrados fuera del establecimiento (art. 7º); los requisitos
formales de los contratos a distancia (art. 8º); el derecho de desistimiento (art. 9º a 16);
etcétera.
Para el caso de afectación de los intereses colectivos de los consumidores, esta directiva prevé la posibilidad de poner fin a las
conductas consideradas ilícitas en materia de publicidad engañosa y prácticas comerciales desleales; contratos negociados fuera de los
establecimientos comerciales; crédito al consumo; televisión sin fronteras; viajes combinados, vacaciones combinadas y circuitos
combinados; medicamentos para uso humano; cláusulas abusivas en los contratos; adquisición de inmuebles en régimen de tiempo
compartido (multipropiedad); contratos a distancia; venta y garantía de bienes de consumo y prácticas comerciales desleales. La directiva
98/27CE complementa las directivas específicas que regulan esos asuntos, dotándolas de mayor ejecutividad y eficiencia al permitir controlar
conductas que afecten masivamente a los consumidores.
Las acciones de cesación son de tipo preventivo que, sin perjuicio de las
acciones individuales, pueden ordenar el cese o la prohibición mediante un procedimiento
de urgencia de cualquier infracción de efectos generalizados; obligar la adopción de las
medidas necesarias, como la publicación de la decisión, para
eliminar los efectos de la infracción; y condenar a pagar una multa coercitiva en caso de
que no se ejecute la decisión en el plazo fijado.
61
Esta norma toma en cuenta que las principales dificultades de los consumidores y la principal fuente de conflictos con los vendedores se
refieren a la falta de conformidad del bien con el contrato, consagrando en este caso el derecho a exigir sin cargo alguno que los bienes se
ajusten a lo establecido en el contrato, pudiendo elegir entre su reparación, su sustitución o, en su defecto, obtener una reducción del precio o
la resolución del contrato. La garantía cubre los defectos que se manifiesten dentro del plazo de dos años contados desde la entrega del bien
y el consumidor tiene un término de dos meses desde que lo advirtió para hacer valer su derecho. Para los bienes de segunda mano, las
partes pueden acordar un período de responsabilidad de menor duración.
1.3.11. Etiquetado, presentación y publicidad de los productos alimenticios(directiva 2000/13/CE del Parlamento
Europeo y del Consejo, del 20/3/2000)
La directiva 2000/13/CE relativa a la aproximación de las legislaciones de los Estados miembros en materia de etiquetado, presentación
y publicidad de los productos alimenticios, persigue que estos productos cumplan determinadas normas mínimas obligatorias, tales como la
denominación de venta del producto, la lista y la cantidad de los ingredientes, los posibles alérgenos (sustancias que pueden provocar
alergias), la duración mínima del producto y las condiciones de conservación.
1.3.12. Comercialización a distancia de servicios financieros(directiva 2002/65/CE, del 23/9/2002, por la que se
modifican la directiva 90/619/CEE del Consejo y las directivas 97/7/CE y 98/27/CE)
Esta norma comprende, dentro de los "servicios financieros", todo servicio bancario, de crédito, de seguros, de jubilación personal,
de inversión o de pago, los que, por su carácter incorporal, son particularmente aptos para su contratación a distancia. Tiene en cuenta que el
establecimiento de un marco jurídico aplicable a la comercialización a distancia de servicios financieros debe aumentar la confianza del
consumidor en las nuevas técnicas para su comercialización, tales como el comercio electrónico (considerando 5). Como los servicios
financieros no fueron incorporados en la directiva 97/7/CE relativa a la protección de los consumidores en materia de contratos a distancia,
son objeto de regulación particular.
62
poder apreciar convenientemente el servicio financiero que se le propone y, en
consecuencia, realizar su elección con conocimiento de causa. El proveedor debe
especificar por cuánto tiempo es válida su oferta (considerando 21; arts. 3º, 4º y 5º).
Entre otras medidas, fija un plazo de catorce "días naturales" para rescindir el contrato
sin expresión de causa y sin penalización alguna (art. 6º) y protege al consumidor de los
servicios no solicitados, eximiéndolo de toda obligación al considerar que la falta de
respuesta expresa ante una propuesta de venta no equivale a consentimiento (art. 9º).
2.1. Objetivos
Este documento tiene en cuenta como fundamento "los intereses y las necesidades de
los consumidores de todos los países, y particularmente de los países en desarrollo;
reconociendo que los consumidores afrontan a menudo desequilibrios en cuanto a
capacidad económica, nivel de educación y poder de negociación; y teniendo en cuenta
que los consumidores deben tener el derecho de acceso a productos que no sean
peligrosos, así como la importancia de promover un desarrollo económico y social justo,
equitativo y sostenido, y la protección del medio ambiente...".
a) ayudar a los países a lograr o mantener una protección adecuada de sus habitantes
en calidad de consumidores;
d) ayudar a los países a poner freno a las prácticas comerciales abusivas de todas las
empresas, a nivel nacional e internacional, que perjudiquen a los consumidores;
63
h) promover un consumo sostenible.
En su actual redacción, las directrices de Naciones Unidas son ocho y algunas de las
más importantes recomendaciones para los gobiernos de los países miembros son:
64
que los consumidores puedan tomar decisiones bien fundadas e independientes (punto
22); se deben adoptar medidas contra las afirmaciones o la información capciosas en
relación con el medio ambiente en las actividades de publicidad y otras actividades de
comercialización (punto 25).
65
H. Medidas relativas a esferas concretas. Los gobiernos deberán, cuando proceda, dar
prioridad a las esferas de interés esencial para la salud del consumidor, como los
alimentos, el agua y los productos farmacéuticos. Deberán adoptarse o mantenerse
políticas para lograr el control de calidad de los productos, medios de distribución
adecuados y seguros, sistemas internacionales normalizados de rotulado e información,
así como programas de educación e investigación en estas esferas (punto 56).
Según el informe, con el objeto de que las Directrices sigan proporcionando un marco
útil, se han definido varios aspectos que se deben mejorar. Para ello, la UNCTAD pidió a
los Estados miembros, las organizaciones internacionales y otros interesados que
participaran dando cuenta de los procesos legislativos de los Estados miembros y las
66
directrices contemporáneas elaboradas por organizaciones como la Red Internacional de
Protección del Consumidor y Aplicación de la Ley (ICPEN, por sus siglas en inglés), la
OCDE, la OEA, la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil
Internacional (UNCITRAL) y la organización Consumers International que reúne a
asociaciones de defensa del consumidor de todo el mundo.
De los datos recogidos, se extrae, en general, que los Estados miembros han
adoptado los objetivos básicos de las Directrices de las Naciones Unidas para la
protección del consumidor y todos tienen leyes de protección que directa o indirectamente
protegen a consumidores y usuarios. En muchos casos, la protección del consumidor ha
sido consagrada constitucionalmente(49)y algunos países han reconocido los derechos del
consumidor como derechos humanos(50). Sin embargo, una de las falencias detectadas es
que el consumo sostenible, incluido en las Directrices en la revisión del año 2009, rara vez
figura en las leyes nacionales de protección al consumidor(51).
Se observa como una deficiencia desde el punto de vista de las estructuras de los
organismos que llevan a cabo las funciones de autoridad de aplicación de las leyes que
protegen a los consumidores, que muchos de ellos comparten esas funciones con otros
organismos ejecutivos aunque, en general, las propias autoridades están conformes con
las estructuras con que cuentan; de esta temática nos ocupamos en el capítulo destinado
a analizar en nuestro país, la función administrativa de control, prevención, y sanción
de infracciones.
67
puede advertirse que, según el informe, Perú es el único país que ha contemplado en su
legislación consumerista la adopción de objetivos de erradicación de la probreza y de
atención de necesidades humanas básicas(56).
El informe analiza los distintos tópicos contenidos en las Directrices y los contrasta con
la realidad que surge de los datos provistos por los organismos y entidades consultados.
Efectuado el diagnóstico de la situación actual de la temática, se puntualiza que
los nuevos temas que no están abarcados por las actuales Directrices son el comercio
electrónico y los servicios financieros, para lo que se propone incorporar una "sección I",
en el capítulo III, sobre comercio electrónico y una "sección J", en el capítulo III, sobre
servicios financieros. Finalmente se destaca la utilidad y amplia aplicación de las
Directrices desde su creación en 1985, la aparición de los nuevos temas señalados, y
otros, como la protección de datos, la publicidad engañosa, la energía y el comercio
transfronterizo que requerirán consultas más amplias.
No entraremos en el análisis de cada una de las normas citadas sino que nos
limitaremos solamente a su mención y a destacar alguna nota distintiva. En los capítulos
sucesivos, volveremos sobre algunas de ellas en la medida en que sus contenidos nos
sirvan de parámetro de análisis para los temas por venir.
3.1. Europa
Se reconoce como uno de los primeros precedentes europeos la Fair Trading Act de
Gran Bretaña del año 1973, que creó el cargo de director general de Comercio, el
Consejo Asesor de Protección del Consumidor, el Tribunal de Prácticas Restrictivas, y
estableció nuevas funciones jurisdiccionales para la protección de los consumidores.
68
La Unfair Trading Act de 1977 complementó la protección mediante la regulación de la
responsabilidad civil emanada del incumplimiento de las obligaciones expresas o
implícitas de los contratos, a la vez que estableció la prohibición de las cláusulas
(términos) contractuales que restrinjan o excluyan la responsabilidad, incorporadas en
contratos en los cuales una de las partes sea un consumidor o se trate de contratos
"estándar".
3.1.2. Alemania
3.1.3. Francia
El primer texto específico fue la ley 78-23 Sur la Protection et l' Information des
Consommateurs, que se ocupó de la salud y la seguridad de los consumidores, de la
69
represión de los fraudes y las falsificaciones de productos y servicios, de las normas de
calidad de los productos, de la protección del consumidor frente a las cláusulas abusivas y
de la publicidad falsa o engañosa.
3.1.4. Portugal
El 22/8/1981 se dictó la ley 29/81, por medio de la cual fueron establecidos los
derechos individuales de los consumidores y también de las asociaciones que los
representan. Esta ley fue reemplazada por la ley 24/96, que se ocupó de las políticas de
consumo y reforzó la tutela individual y colectiva de los consumidores(60).
3.1.5. España
La última versión del "texto refundido" es la modificada por la ley 3/2014 del 27 de
marzo de 2014 que transpone al derecho interno español la Directiva 2011/83/UE sobre
los derechos de los consumidores, por la que se modifican la Directiva 93/13/CEE del
70
Consejo y la Directiva 1999/44/CE del Parlamento Europeo y del Consejo y se derogan la
Directiva 85/577/CEE del Consejo y la Directiva 97/7/CE del Parlamento Europeo y del
Consejo. Según indica el preámbulo de la ley 3/2014, el enfoque de armonización plena al
que responden la mayor parte de las disposiciones de la directiva que ahora se integran
en el texto refundido hace preciso clarificar el ámbito de aplicación de la norma y su
coherencia con el resto del ordenamiento jurídico, especialmente con la regulación
sectorial en materia de protección de los consumidores y usuarios. Por ello, mediante la
nueva redacción del art. 59.2 del texto refundido se aclara esta cuestión y se garantiza en
todo caso la aplicación de aquellas normas sectoriales que, partiendo del nivel de
protección previsto por la legislación general, otorguen una mayor protección a los
consumidores y usuarios, siempre que respeten en todo caso el nivel de armonización
que establecen las disposiciones del derecho de la Unión Europea. Los criterios seguidos
en la transposición se han basado, preferentemente, en la fidelidad al texto de la directiva
y en el principio de mínima reforma de la actual normativa(63).
3.1.6. Italia
El 6/9/2005 se sanciona por decreto legislativo 206 el Códice del Consumo, que
recoge en un único texto las disposiciones referidas a la tutela del consumidor vigentes a
nivel nacional y las dictadas por la UE. El Código reconoce la autonomía y la importancia
del derecho del consumidor dentro del ámbito del derecho civil, reuniendo y coordinando
las disposiciones normativas destinadas a proteger a los consumidores. Reúne en un
único texto un total de veintiuna disposiciones normativas, sintetizándolas en ciento
cuarenta y seis artículos y adecuándolas a la evolución doctrinaria y jurisprudencial en la
materia. Consta de 6 partes: Parte I contiene los derechos fundamentales y las
definiciones; en la Parte II normas sobre la educación, la información, las prácticas
comerciales y la publicidad; en la Parte III contratos celebrados con consumidores; en la
Parte IV de la seguridad y la calidad del producto; en la Parte V grupos de consumidores,
el acceso a la justicia y la acción de clase; en la Parte VI Disposiciones finales(65).
71
3.2.1. Venezuela
Venezuela es el primer país de América Latina en sancionar una ley específica para la
protección de los consumidores, lo hace el 5 de agosto de 1974 creando la
Superintendencia de Protección al Consumidor. Esta norma es derogada por su
homónima del 24/3/1992, la que, a su vez, fue reemplazada por la Ley de Protección al
Consumidor y al Usuario sancionada en 2004 con el objeto de la defensa, protección y
salvaguarda de los derechos e intereses de los consumidores y usuarios; su organización,
educación, información y orientación, así como establecer los ilícitos administrativos y
penales y los procedimientos para el resarcimiento de los daños sufridos por causa de los
proveedores de bienes y servicios y la aplicación de las sanciones a quienes violenten los
derechos de los consumidores y usuarios. Se crea el Instituto Autónomo para la Defensa
y Educación del Consumidor y del Usuario (Indecu) con personalidad jurídica, patrimonio
propio, autonomía técnica, financiera, organizativa, administrativa y funcional, como
órgano rector en la aplicación administrativa de la ley, impartiendo las orientaciones
generales de las actividades a desarrollar y organizando, colaborando y supervisando en
toda la república las actuaciones de los organismos municipales y parroquiales en
defensa de los consumidores y usuarios.
El INDECU luego fue reemplazado por el Instituto para la Defensa de las Personas en
el Acceso a los Bienes y Servicios (INDEPABIS), organismo que hoy ha pasado a
denominarse Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socio
Económicos (SUNDDE) como consecuencia del dictado del decreto 600, mediante el cual
se sancionó la Ley Orgánica de Precios Justos del 21 de noviembre de 2013. Entre los
fines de esta norma se proclama el de "Proteger al pueblo contra las prácticas de
acaparamiento, especulación, boicot, usura, desinformación y cualquier otra distorsión
propia del modelo capitalista, que afecte el acceso a los bienes o servicios declarados o
no de primera necesidad" (art. 3.7).
3.2.2. México
En 1992, se sanciona una nueva ley que fusiona en un solo organismo el Instituto
Nacional del Consumidor (INCO) y la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) (67).
La norma establece el carácter de orden público de sus preceptos y fija los principios
básicos para la defensa del consumidor, entre los que establece: "La protección de la
vida, salud y seguridad del consumidor contra los riesgos provocados por productos,
prácticas en el abastecimiento de productos y servicios considerados peligrosos o
nocivos"; "la educación y divulgación sobre el consumo adecuado de los productos y
servicios, que garanticen la libertad para escoger y la equidad en las contrataciones"; "el
acceso a los órganos administrativos con vistas a la prevención de daños patrimoniales y
72
morales, individuales o colectivos, garantizando la protección jurídica, económica,
administrativa y técnica a los consumidores" y "la real y efectiva protección al consumidor
en las transacciones efectuadas a través del uso de medios convencionales, electrónicos,
ópticos o de cualquier otra tecnología y la adecuada utilización de los datos aportados"(68).
3.2.3. Colombia
El decreto 3466 del 2/12/1982 estableció las primeras normas relativas a la idoneidad,
la calidad, las garantías, las marcas, las leyendas, las propagandas y la fijación pública de
precios de bienes y servicios, y la responsabilidad de sus productores, expendedores y
proveedores(69). Se designa como autoridad administrativa competente la
Superintendencia de Industria y Comercio(70)con amplias funciones (art. 43) y se delegan
las competencias de verificación y aplicación de sanciones en los alcaldes, intendentes y
comisarios (art. 44).
3.2.4. Brasil
El Código se ocupó de las políticas públicas, a las que denomina "Política nacional de
relaciones de consumo" (cap. II); de enumerar los "derechos básicos" de los
consumidores (cap. III); de la calidad de productos y servicios, a la protección de la salud
de los consumidores y la responsabilidad por los daños generados (cap. IV); de las
prácticas comerciales, entre ellas específicamente se ocupa de la oferta, la publicidad, las
prácticas abusivas, la forma del cobro de deudas y los bancos de datos y registros de
consumidores (cap. V); de la protección contractual del consumidor, con especial
referencia a las cláusulas abusivas, a la información que deben brindar los proveedores
73
en las operaciones de crédito (cap. VI); de las sanciones administrativas (cap. VII);
etcétera.
Especial destaque merece el título III, dentro del cual existen dispositivos que
reglamentan los procesos judiciales para la defensa individual y colectiva de los
consumidores, que han sido tomados como modelo a nivel mundial. Se contemplan las
disposiciones relativas a las acciones colectivas para la defensa de
los intereses individuales homogéneos (arts. 91 a 100) y a los efectos de la cosa juzgada
cuando se trata de acciones colectivas (arts. 103 y 104).
El Sistema Nacional de Defensa del Consumidor (SNDC) está integrado por los
órganos federales, estaduales, los del distrito federal y los municipales, juntamente con
las entidades privadas de defensa del consumidor. El 28 de mayo de 2012 por decreto
7738 se creó la Secretaría Nacional del Consumidor (SENACON) dentro del Ministerio de
Justicia, que es actualmente el organismo encargado del planeamiento, elaboración,
coordinación y ejecución de la Política Nacional de las Relaciones de Consumo (art. 106
CDC).
74
coordinación a través de la Secretaría General que deberá presentar informes anuales
sobre el tema —AG/RES. 2494 (XXXIX-O/09)—.
75
Dominicana, Trinidad y Tobago y Uruguay, además de España y Portugal como
observadores, la Secretaría General de la OEA como Secretaría Técnica, la Organización
Panamericana de la Salud (OPS), y representantes del Sistema Nacional de Protección al
Consumidor de Brasil, el Sistema Nacional de Vigilancia Sanitaria, la Red Brasileña de
Metrología y Calidad y organizaciones de la sociedad civil y academia. El Plenario nombró
como autoridades del Comité de Gestión para el período 2014-2015, a Brasil
(Presidencia), Perú y Colombia (Vicepresidencias) y Chile y México (Miembros), y a
Colombia como Presidencia del periodo 2015-2016. Entre otras decisiones, se
establecieron las líneas de acción para el trabajo de la RCSS durante el período 2014-
2015, en torno a cinco ejes principales: sustentabilidad de la RCSS, fortalecimiento de la
cooperación entre pares a nivel hemisférico, promoción y educación a consumidores,
proveedores, academia y administradores públicos; e integración de esfuerzos con otros
foros a nivel global(76).
No obstante, es útil resaltar el vuelco dado por la reforma de 1968. Para ello, es
ejemplificador tener presente el texto del reemplazado art. 1198, que en su redacción
originaria, previa a la ley 17.711, establecía que "los contratos obligan no sólo a lo que
esté formalmente expresado en ellos, sino a todas las consecuencias que puedan
considerarse que hubiesen sido virtualmente comprendidas en ellos". Esta laxitud de los
alcances de la voluntad contractual, completada con la norma del art. 1197, que indica
que las partes deben someterse a lo convenido como a la ley misma, muestra la entidad
que, en su enfoque originario, el Código daba a lo —expresa o presuntamente—
convenido. El presupuesto para tal rigidez, para justificar el sometimiento a lo pactado en
el contrato y también a sus consecuencias, era la paridad en la que se suponía que se
encontraban quienes se ponían de acuerdo para "reglar sus derechos" (art. 1137, CCiv.).
76
Luego, empezaron a advertirse distintas situaciones de desequilibrio en esa presunta
relación "entre iguales" y lo pactado comenzó a aparecer injusto bajo determinadas
circunstancias. La sagrada autonomía de la voluntad de las partes pierde su rigidez para
ensamblarse con las reglas interpretativas provenientes de la equidad y la buena fe, tal
como venía sosteniendo la doctrina judicial de la época. Tal es el valor de los cambios
proyectados por Guillermo Borda y plasmados en la reforma integral del Código Civil del
año 1968.
— Ley 19.511 de Metrología Legal que crea el Sistema Métrico Argentino (Simela), del
año 1972. Crea patrones uniformes de medidas y los hace obligatorios para los
fabricantes e importadores en todo instrumento de medición que se utilice en
transacciones comerciales; verificación del peso o medida de materiales o mercaderías
77
que se reciban o expidan en toda explotación comercial, industrial, agropecuaria o minera;
valoración o fiscalización de servicios; etcétera.
— La ley 20.680 de Abastecimiento y Represión del Agio, del año 1974. Reprime
distintas situaciones que puedan distorsionar las reglas de competencia mediante la
manipulación de los precios, de los stocks o existencias, de la fabricación o de
la intermediación de bienes y productos destinados a satisfacer necesidades comunes o
corrientes de la población.
— La ley 22.262 de Defensa de la Competencia, del año 1980(79). Castiga los actos o
conductas referidos a la producción e intercambio de bienes que tengan por objeto o
efecto limitar, restringir, falsear o distorsionar la competencia o el acceso al mercado o
que constituyan abuso de una posición dominante, de modo que pueda resultar perjudicial
para el interés económico general.
— La ley 22.802 de Lealtad Comercial del año 1983. Regula algunos aspectos de la
publicidad comercial, el envasado, la rotulación e información de los frutos y productos
que se comercialicen en nuestro país.
La legislación citada hasta aquí tenía como objetivo atender distintas problemáticas
puntuales, relacionadas con la elaboración, la comercialización o la oferta de bienes que,
por diferentes razones, el legislador consideró necesario regular o reglamentar. Sin
embargo, no existía en este cúmulo de normas dispersas una "visión sistémica" que
tuviese como última ratio la tutela del consumidor basada en su posición de subordinación
respecto de los proveedores.
78
La ley 24.240 se promulgó parcialmente mediante el decreto 2089/1993 con
sustanciales supresiones al texto originalmente aprobado por el Congreso nacional. Fue
el producto de siete años de trámite parlamentario y se tomó como base el texto del
Anteproyecto elaborado por los Dres. Atilio Alterini, Roberto López Cabana y Gabriel
Stiglitz. El proyecto de ley fue presentado en el Honorable Senado de la Nación por el
senador por la provincia de Chaco Dr. Luis León y había obtenido sanción el
29/10/1986, aunque con posterioridad y ante la falta de aprobación por la Cámara de
Diputados, perdió estado parlamentario. Luego, fue impulsado nuevamente y, finalmente,
fue convertido en ley con modificaciones. El proyecto originario contenía iniciativas
novedosas, tales como la creación del Instituto Nacional del Consumo, siguiendo el
modelo español, y también el Tribunal del Consumidor(82).
A diferencia de las normas anteriores, las que como vimos plasmaban soluciones
heterogéneas destinadas a preservar la transparencia en la competencia entre los
proveedores y a regular aspectos determinados de la elaboración y comercialización de
bienes básicos, la LDC centró sus preceptos en la tutela del "consumidor-persona". El
control de las actividades económicas que afectan a los consumidores ahora es abordado
desde una perspectiva diferente, diametralmente opuesta a la anterior.
Este cambio importa un giro radical en la visión de la tutela ya que, por primera vez, el
objeto y la razón de ser de la protección recaen en la persona. Se "humaniza" la norma y
deja de tener un estricto contenido económico. Nace un sistema con valores y reglas
propios y, fundamentalmente, con un eje humano que lo diferencia de cualquier otra
norma de derecho económico conocida hasta entonces.
79
alcanzado. Particularmente nos preocupa el acotamiento de la noción de consumidor,
al excluirse la figura del consumidor "expuesto", y la sorpresiva alteración del texto del art.
50 sobre prescripción y la supresión de la regla favor consumatore que contenía la norma
(punto 3.1 y 3.4 del Anexo II de modificaciones de la ley 26.994). También analizaremos
estos aspectos a medida que los desarrollemos.
— Normas nacionales. Entre las cuales ubicamos las leyes "de fondo" y las que
regulan cuestiones cuya facultad legislativa, por imperio de los incs. 12 y 30, art. 75, CN,
pertenece exclusivamente al Congreso nacional; las normas constitucionales, es decir, la
propia Constitución Nacional, y los tratados internacionales; y toda la normativa nacional
de rango inferior dictada por organismos descentralizados, entes autárquicos y
reparticiones dependientes del Poder Ejecutivo nacional con facultades reglamentarias
sobre cuestiones inherentes a aquellas materias no delegadas en las jurisdicciones
locales.
— Normas provinciales. Son las normas provinciales que, en virtud del reparto
constitucional de competencias, legislan sobre cuestiones referidas a la implementación
e instrumentación de aquellos derechos y prerrogativas contemplados en las normas
nacionales y reglamentan determinadas condiciones en las que se desarrollan las
actividades de consumo sustancialmente contempladas en normas de superior jerarquía.
Entre ellas se encuentran las normas que designan a las autoridades de aplicación
locales (provinciales y municipales) y definen sus estructuras organizativas, las que
reglamentan los procedimientos administrativos y judiciales para iniciar reclamos y
acciones ante la afectación de derechos, las que establecen las políticas públicas
protectoras, y las que fijan los requisitos para la comercialización o elaboración de
determinados productos y servicios (habilitación de establecimientos, normas sanitarias y
bromatológicas, mecanismos para la difusión de los derechos y organismo de
reclamación, etcétera).
80
3.1. Las normas nacionales
81
Este conjunto de normas, de muy diferente génesis y jerarquía, al completar y
complementar la LDC, como consecuencia del dispositivo integrador del art. 3º, constituye
el sistema protectivo que ampara a consumidores y usuarios y, consecuentemente, se
imbuye de sus principios esenciales y espíritu protectivo. Conforman un bloque de
legalidad de "orden público", inderogable, al que deben someterse tanto la voluntad de los
particulares como el propio Estado, que no podrá actuar, fallar ni legislar en su contra.
Aunque de distintas formas y con dispar profundidad, las provincias argentinas han
dictado normas a los efectos de implementar mecanismos para efectivizar los derechos
del consumidor receptados en las normas nacionales y en muchas de las constituciones
provinciales.
82
autoridades locales de aplicación, en virtud del art. 41, ley 24.240— en concordancia con
las incumbencias que les son propias de acuerdo con el reparto constitucional de
atribuciones legislativas, ellas poseen facultades para reglamentar no sólo los
mecanismos de reclamación —administrativos y judiciales— sino también los restantes
tópicos que deben involucrarse en una gestión local para alcanzar una tutela legal íntegra.
A la fecha de la elaboración de este capítulo, las únicas leyes que han regulado de
manera integral la cuestión son la ley 13.133 de Buenos Aires(104)y la ley 7714 de San
Juan(105), ambas denominadas Código Provincial de Implementación de los Derechos de
los Consumidores y Usuarios. La provincia de La Rioja ha sancionado una ley
prácticamente idéntica a la de Buenos Aires, aunque sin contemplar la descentralización
del sistema en los municipios(106); y recientemente la provincia de Córdoba, que era la
única que no poseía una ley específica a nivel local(107), ha sancionado el 10 de diciembre
de 2014 la ley 10.247 tomando como base algunos de los contenidos de la ley 13.133 de
Buenos Aires, aunque sin reglamentar un proceso judicial especial ni tampoco delegar
competencias sancionatorias en los municipios, los que podrán firmar convenios con
la autoridad provincial para "colaborar" en la aplicación de la norma.
Estas normas han recogido entre sus fuentes la legislación internacional más
avanzada, distintos proyectos de ley que habían tenido trámite en la legislatura
bonaerense, la opinión de importantes doctrinarios nacionales y la de distintos
actores involucrados en la materia. Esos antecedentes fueron resumidos en un importante
trabajo de elaboración y discusión académica que, luego de un debate legislativo que
duró casi dos años, reunió el consenso necesario para alumbrar una norma sin
precedentes hasta entonces en el país: el Código Provincial de Implementación de los
Derechos de los Consumidores y Usuarios de la Provincia de Buenos Aires(108). Entre sus
contenidos encuentran expresa recepción legislativa las políticas públicas de protección
de los consumidores, el control de los servicios públicos, la educación para el consumo,
los programas de divulgación e información, los objetivos e incentivos a las asociaciones
de consumidores, el acceso a la justicia y las reglas especiales para el proceso judicial, el
procedimiento administrativo para el trámite de las reclamaciones, la actuación oficiosa de
la autoridad de aplicación y la aplicación de sanciones y la delegación de todas esas
facultades en los municipios. Sobre estos contenidos volveremos en el capítulo destinado
a la protección administrativa de los consumidores.
83
argentino. Hoy se refunda la noción de bienestar en sintonía con las nuevas necesidades
surgidas en el mercado de consumo, trayendo consigo una tutela distintiva que se asienta
en aquella idea de "bienestar general". La protección legal del consumidor resume en sus
contenidos la cristalización de fines de la más alta jerarquía, que desplazan, ante la
confrontación, a otros que, pudiendo ser legítimos, ceden ante la eventualidad de una
mengua al bien jurídico de rango superior.
— España
— Portugal
84
— México
"Art. 28. (...) la ley castigará severamente, y las autoridades perseguirán con eficacia,
toda concentración o acaparamiento en una o pocas manos de artículos de consumo
necesario y que tenga por objeto obtener el alza de los precios; todo acuerdo,
procedimiento o combinación de los productores, industriales, comerciantes o
empresarios de servicios, que de cualquier manera hagan, para evitar la libre
concurrencia o la competencia entre sí o para obligar a los consumidores a pagar
precios exagerados y, en general, todo lo que constituya una ventaja exclusiva indebida a
favor de una o varias personas determinadas y con perjuicio del público en general o de
alguna clase social. Las leyes fijarán bases para que se señalen precios máximos a los
artículos, materias o productos que se consideren necesarios para la economía nacional o
el consumo popular, así como para imponer modalidades a la organización de la
distribución de esos artículos, materias o productos, a fin de evitar
que intermediaciones innecesarias o excesivas provoquen insuficiencia en el abasto, así
como el alza de precios. La ley protegerá a los consumidores y propiciará su organización
para el mejor cuidado de sus intereses".
— Costa Rica
— Guatemala
"Art. 119. Obligaciones del Estado. Son obligaciones fundamentales del Estado: ...La
defensa de consumidores y usuarios en cuanto a la preservación de la calidad de los
productos de consumo interno y de exportación para garantizarles su salud, seguridad y
legítimos intereses económicos...".
— Colombia
85
"Serán responsables, de acuerdo con la ley, quienes en la producción y en la
comercialización de bienes y servicios, atenten contra la salud, la seguridad y el adecuado
aprovisionamiento a consumidores y usuarios.
— Venezuela
"Art. 117. Todas las personas tendrán derecho a disponer de bienes y servicios de
calidad, así como a una información adecuada y no engañosa sobre el contenido y
características de los productos y servicios que consumen, a la libertad de elección y a un
trato equitativo y digno. La ley establecerá los mecanismos necesarios para garantizar
esos derechos, las normas de control de calidad y cantidad de bienes y servicios, los
procedimientos de defensa del público consumidor, el resarcimiento de los daños
ocasionados y las sanciones correspondientes por la violación de estos derechos".
— Ecuador
"Art. 92. La ley establecerá los mecanismos de control de calidad, los procedimientos
de defensa del consumidor, la reparación e indemnización por deficiencias, daños y mala
calidad de bienes y servicios, y por la interrupción de los servicios públicos no
ocasionados por catástrofes, caso fortuito o fuerza mayor, y las sanciones por la violación
de estos derechos.
"Las personas que presten servicios públicos o que produzcan o comercialicen bienes
de consumo, serán responsables civil y penalmente por la prestación del servicio, así
como por las condiciones del producto que ofrezcan, de acuerdo con la publicidad
efectuada y la descripción de su etiqueta.
— Perú
"Art. 65. El Estado defiende el interés de los consumidores y usuarios. Para tal efecto
garantiza el derecho a la información sobre los bienes y servicios que se encuentran a su
86
disposición en el mercado. Asimismo vela, en particular, por la salud y la seguridad de la
población".
— Bolivia
— Paraguay
"Art. 38. Del derecho a la defensa de los intereses difusos. Toda persona tiene
derecho, individual o colectivamente, a reclamar a las autoridades públicas medidas para
la defensa del ambiente, de la integridad del hábitat, de la salubridad pública, del acervo
cultural nacional, de los intereses del consumidor y de otros que, por su naturaleza
jurídica, pertenezcan a la comunidad y hagan relación con la calidad de vida y con el
patrimonio colectivo".
— Brasil
Art. 5º. "Todos son iguales ante la ley, sin distinción de cualquier naturaleza,
garantizándose a los brasileños y a los extranjeros residentes en el país la inviolabilidad
del derecho a la vida, a la libertad, a la igualdad, a la seguridad y a la propiedad, en los
siguientes términos:... XXXII. El Estado promoverá, en forma de la ley, la defensa del
consumidor". El art. 170, inserto dentro del título VII: "Del orden económico y financiero",
cap. I: "De los principios generales de la actividad económica", señala: "El orden
económico, fundado en la valorización del trabajo humano y en la iniciativa, tiene por fin
asegurar a todos existencia digna, conforme los dictámenes de la justicia social,
observando los siguientes principios:... V. Defensa del consumidor...".
Cabe destacar que países como Chile y Uruguay, pese a que cuentan con reformas
constitucionales recientes, no han incorporado los derechos de los consumidores a sus
textos constitucionales.
87
regionales. El intercambio político y comercial regional es una de las respuestas que los
países menos desarrollados poseen para hacer frente, en el contexto internacional, a las
naciones de economías más fuertes, muchas de las cuales forman parte a la vez de
bloques de integración.
Dejaremos ese análisis para más adelante, haciendo en este capítulo solamente el
muestreo de los textos, de modo de advertir cuáles son los países que en sus
constituciones políticas han brindado mayor atención a los derechos de sus ciudadanos
cuando ocupan el rol de consumidores y usuarios, dejando a la vista las
disparidades existentes.
88
hombre, refuerza el sistema jurídico de control de abusos e inequidades de cara a los
nuevos tiempos que empezamos a transitar.
La transformación del rol del Estado como agente activo de la gestión del interés
público implicado en las relaciones que surgen del mercado de consumo ha hecho
cumbre con la reforma constitucional de 1994. La Convención Nacional Constituyente,
tomando como base el Anteproyecto presentado por Gabriel Stiglitz en el II Congreso
Argentino de Derecho del Consumidor, realizado en Rosario en mayo de 1994(116), se hizo
eco de la relevancia social de la problemática. En el discurso del miembro informante del
dictamen de la mayoría —convencional Irigoyen—, se repasan los distintos antecedentes
tenidos en cuenta para sustentar la incorporación del texto constitucional, mencionándose
la normativa comunitaria europea, el discurso del ex presidente estadounidense John F.
Kennedy del año 1962, la Constitución española de 1978 y la legislación latinoamericana
(Brasil, Ecuador, Colombia, México y Costa Rica). Pese a la coyuntura económica
ultraliberal del momento, allí quedó cristalizada una nueva orientación de los rumbos de la
Nación argentina en materia de protección de los derechos de los consumidores y
usuarios, con preponderancia de lo social y humano por sobre lo meramente material(117).
89
tutela integral y efectiva. Se enumeran los derechos más importantes, poniendo a cargo
de las "autoridades" su protección, los aspectos colectivos son tenidos en cuenta al
establecer el fomento de las asociaciones de consumidores, se asegura la participación
de los usuarios en el control de los servicios públicos, y la existencia de procedimientos
eficaces para la prevención y solución de conflictos.
Si efectuamos una lectura integral de la Carta Magna, es posible afirmar que los
derechos de los consumidores y usuarios forman parte del "bienestar general" prometido
desde las primeras palabras del constituyente, plasmadas en el preámbulo. El bienestar
general es una especie de cuenco vacío en el cual los lineamientos de la política de
Estado van vertiendo contenidos, conforme avanza la maduración política, social y
económica de la Nación. Los derechos del consumidor, al haber obtenido recepción
constitucional expresa, han ingresado en la élite de derechos argentinos adquiriendo el
privilegiado estatus de "derechos de raigambre constitucional".
Merece destacarse el concepto de relación de consumo que por primera vez aparece
en nuestro derecho positivo en el año 1994 con la sanción del nuevo texto constitucional.
El art. 42, Carta Magna, comienza diciendo que "los consumidores y usuarios de bienes y
servicios tienen derecho, en la relación de consumo...". Esta mención al principio nos
generó algunas dudas en tanto la protección constitucional aparecía condicionada a
la existencia de esa relación que aún no se encontraba definida en nuestro país. Existía la
posibilidad de que, vía interpretativa, se pretendiera recortar los alcances del precepto,
haciéndolo pasible de adaptaciones o adecuaciones a la coyuntura política o económica,
ya sea por la doctrina jurisprudencial o la intervención de los legisladores(118). O que se
entendiese que la "relación de consumo" era coincidente con el "contrato de consumo" al
cual la LDC ajustaba su ámbito de aplicación por esos años. Si esta interpretación
restrictiva hubiese prosperado, habrían quedado fuera de la protección constitucional
multiplicidad de situaciones en las que se pueden dar situaciones lesivas o riesgosas para
consumidores y usuarios sin que se formalice una "relación contractual de consumo".
Y también posee una relevancia preponderante el segundo párrafo del art. 42CN, que
genera una obligación constitucional en cabeza de todas las autoridades públicas —de los
tres poderes del Estado— de proveer protección a los derechos de los consumidores y
90
usuarios. Con lo cual puede afirmarse que existe un verdadero derecho a la acción
positiva del estado(121)por parte de los consumidores y usuarios a quienes la Nación les
garantiza el ejercicio de los derechos identificados en los arts. 42 y 43 de la Constitución
Nacional.
Resulta una obviedad sentenciar que el elenco de derechos que se reconocen a las
personas en su rol de consumidores y usuarios condiciona la manera en que ellas
desarrollarán gran parte de su vida en la sociedad moderna. Ahora bien, tales derechos
no son institutos inconmovibles y están sujetos a la adecuación que hagan de ellos
quienes, ejerciendo distintos roles, se convertirán en intérpretes y ejecutores de la
legislación específica. Legisladores, jueces, funcionarios de la Administración,
asociaciones de consumidores, abogados, profesores universitarios, maestros y, en
general, todos aquellos que se denominan "operadores jurídicos" o, con mayor amplitud,
"operadores sociales", contribuyen en su labor cotidiana a darles contornos a los alcances
de las prerrogativas de los consumidores y usuarios.
Por otro lado, las circunstancias políticas, económicas, sociales y jurídicas reinantes
en un tiempo y lugar determinados hacen que un concepto posea diferente entidad al
momento de su enunciación y, más aún, en el de su aplicación concreta. Los conceptos y
definiciones, además de arbitrarios por naturaleza, son pasibles de superación y
adecuación a las nuevas necesidades. Esta característica adquiere particular significación
en el derecho del consumidor, destinado a mutar al compás de los cambios que se
producen en el escenario del consumo, adaptando sus alcances y enunciados para
preservar la efectividad de sus postulados.
El punto de partida para una adecuada tutela legal radica en un amplio reconocimiento
legislativo de derechos básicos para los consumidores, derechos que, una vez
establecidos, serán susceptibles de ampliaciones o recortes, pero no podrán
desconocerse. Resulta trascendental la jerarquía normativa con que tales derechos
son incorporados al ordenamiento legal, siendo vital, como veremos que acontece en
nuestro país, un generoso estatus constitucional. Este estatus legal jerarquizado garantiza
un nivel mínimo e irrenunciable de protección por imperio de los principios generales que
91
gobiernan la aplicación e interpretación de las normas, salvaguardando la materia de
cualquier visión mezquina.
Los derechos de los que gozan los consumidores y usuarios han evolucionado con el
paso de los años, y han alcanzado aspectos cada vez más complejos en procura de una
protección comprensiva de las diferentes facetas que quedan involucradas al establecerse
vínculos de consumo.
92
aspecto teórico con el conjunto de principios efectivamente receptados por el
ordenamiento, y contrastándolos luego con la efectiva implementación de su goce.
Como acontece con casi todas las instituciones de nuestro sistema jurídico, las
primeras expresiones protectorias de los derechos de los consumidores pueden
rastrearse en el derecho romano. Claro que no podrá decirse que existía conciencia en la
sociedad romana de los problemas relacionados con las relaciones de consumo tales
como las conocemos hoy. No obstante, en diversas figuras del "moderno" derecho del
consumidor, se advierte la impronta de las ideas romanistas, las que luego fueron
adquiriendo formas concretas a través de nuestra disciplina.
Aquel documento se conoció como el Edicto de Precios de Diocleciano del año 301 y
en él se justificaba la adopción de tales medidas drásticas en la "necesidad general" de
poner coto a la "avidez"(2). Luego, continúa Ledesma, aparecen en Roma, a partir del siglo
IV, diversas iniciativas que están destinadas a brindar respuestas a situaciones que se
planteaban en las relaciones civiles, todas ellas derivadas del trascendental valor que le
dieron a la tutela de la buena fe (p. ej.: la prohibición del dolo malo, las acciones derivadas
de los vicios ocultos, las limitaciones a la usura, etc.). Nacen los
93
denominados favores (rei, testamenti, libertatis, debitoris, etc.) y es en este último, el favor
debitoris, donde se localiza la raíz de la protección del sujeto débil que daría sustento a
las ramas jurídicas tutelares(3). El autor citado rescata también ciertas instituciones del
derecho civil, que denomina "recursos de técnica jurídica", tales como la solidaridad en las
obligaciones, la literalidad como forma de obligarse contractualmente, la responsabilidad
civil, la tipificación de delitos, etcétera.
El poder de policía del Estado estaba personalizado en las funciones conferidas a los
ediles curules, cuya tarea era vigilar el orden en los mercados, los precios y el
abastecimiento de productos, animales y esclavos(4). Estos funcionarios públicos
tenían incluso la potestad de fijar multas relativas a ilícitos de distinta naturaleza,
relacionados con la "policía urbana" y las ofensas a la moral pública, el acaparamiento de
mercancías y la usura.
94
Consumidores comienza sus actividades desarrollando pruebas sobre los riesgos y la
calidad de productos elaborados, las que son difundidas a través del Consumers Report,
actualmente con más de seis millones de lectores y suscriptores en sus versiones en
papel y online(8).
95
2.1. Derechos personales del consumidor
Por supuesto que este derecho no es patrimonio exclusivo de nuestra materia y tuvo
manifestaciones muy tempranas en la historia del hombre. De igual modo, para los
consumidores, la preocupación por acceder a alimentos y productos inocuos fue el
generador de las primeras manifestaciones normativas, orientadas a brindar atención a
situaciones lesivas.
96
centraron en trasladar aquellos valores de equidad y libertad social a las injusticias
evidenciadas en las vinculaciones propias del mercado y la nueva sociedad de consumo.
Esta prerrogativa fue adquiriendo cada vez mayores alcances a medida que los víncu-
los de consumo se tornaban más complejos. Con el tiempo alcanzaría un vasto desarrollo
en materia de abusos cometidos a través de la publicidad comercial, cláusulas
contractuales, condiciones de las ofertas, precios y modalidades para las ventas a crédito,
etc.; temas estos que serán motivo de estudio en los capítulos siguientes.
Del antecedente romano reseñado antes a modo de ejemplo —el Edicto de Precios de
Diocleciano del año 301— se puede extraer que la protección del poder adquisitivo del
dinero y la preservación de su valor fueron asuntos que movilizaron a hombres y
gobernantes desde antaño. Para los consumidores, aun cuando no se identificasen como
tales hasta bien entrado el siglo XX, ésta es una cuestión de gran importancia siempre
que se le dé su justo entendimiento: cuando nos referimos al patrimonio del consumidor,
no solamente tenemos en mente su dinero y su posibilidad de adquirir bienes de consumo
sino que, además, el concepto comprende los bienes que integran la esfera susceptible
de valoración patrimonial de su persona. De lo contrario, podría caerse en la concepción
97
equivocada de creer que una persona indigente no podría ser considerada "consumidor"
y, por ello, encontrarse fuera del sistema protectivo.
Es cierto que el patrimonio de los consumidores —en esa concepción amplia— se fue
ensanchando a medida que fue tomando conciencia de sus derechos y,
fundamentalmente, como veremos en el capítulo siguiente, con la reciente "explosión" del
concepto de consumidor que desechó definitivamente la existencia de una vinculación
onerosa y determinada como requisitos para la existencia de relaciones de consumo.
También lo es que, con el devenir del tiempo y la "culturización" de los consumidores, sus
reclamos en materia de reivindicaciones patrimoniales evolucionaron desde lo más
básico, lo estrictamente monetario o dinerario e individual (el precio de un producto,
los intereses usurarios de una operación a crédito o un préstamo dinerario), hacia
aquellas situaciones que involucraban otros aspectos que podían ser representados
mediante la asignación de un valor (p. ej., el tiempo de espera en una fila, la falta de
respuesta oportuna de un reclamo, la privación de un servicio, la exigencia de abonar
para poder concretar un reclamo, la inclusión en bases de datos de calificación de
solvencia, etcétera).
En la sociedad de consumo actual, los grupos económicos han impuesto las reglas al
compás de las cuales deben moverse los consumidores. El imperio de un sistema
usualmente denominado "capitalista", que propicia como dogma un espiral virtuoso dado
por la multiplicación de la producción, por un lado, y del consumo, por el otro, relega con
diferentes matices a quienes deberían ser sus principales destinatarios: los consumidores.
En este esquema, y en sus variaciones más o menos liberales en términos económicos,
los destinatarios de los bienes y servicios de consumo siempre se han ubicado como
actores de reparto.
98
Estas necesidades fueron las que guiaron el nacimiento de la Consumers Union en
1930 y del Consejo Danés del Consumo en 1947, y fue una de las que proclamó John
Fitzgerald Kennedy en su famoso discurso de 1963, del que nos ocupamos a
continuación.
3. La visión de Kennedy
Cuando comenzamos esta obra, nos referimos a un hecho histórico, hoy reconocido y
conmemorado como el Día Mundial de los Derechos del Consumidor, por ser la primera
referencia formal a sus derechos y a los problemas que los aquejan como "grupo" de
personas. Ese acontecimiento fue el mensaje del presidente norteamericano John
Fitzgerald Kennedy del día 15/3/1962 dirigido al Congreso de su país, titulado "Mensaje
especial al congreso sobre la protección de los intereses de los consumidores"(12).
a) los consumidores son el mayor grupo de personas en la economía, pero son los
únicos que no están efectivamente organizados y cuyas opiniones no son escuchadas(14);
99
i) Los derechos de los consumidores incluyen:
— el derecho a ser oído: para tener la certeza de que sus intereses sean considerados
al formularse las políticas del gobierno; y que recibirá un trato justo y expedito en los
tribunales administrativos(22).
100
Como vimos en el capítulo anterior, a partir de 1970, varios países europeos dictan
normas de protección a los consumidores y el primer antecedente normativo específico a
nivel continental es la Carta Europea de Protección a los Consumidores de 1973, seguida
luego por el Programa Preliminar para una Política de Protección e Información a los
Consumidores del 14/4/1975.
El conjunto de derechos de los consumidores ha quedado conformado en el art. 169, antiguo art. 153, incorporado por el Tratado de
Amsterdam de 1997. Los derechos reconocidos son los siguientes:
3) a la información;
4) a la educación;
101
4.4. Las Directrices de Naciones Unidas para la Protección del Consumidor de
1985
3) el acceso a una información adecuada que les permita hacer elecciones bien
fundadas conforme a los deseos y las necesidades de cada cual;
4) la educación;
Este último "derecho-deber", derecho para los consumidores y deber para los Estados,
fue incorporado a las directrices en el año 1999 y constituye un tema que, aún hoy, es
soslayado en la legislación y políticas públicas para los consumidores en muchos
países, incluyendo entre ellos a la Argentina(27).
Las relaciones entre particulares, que llevaron a delinear los primeros trazos de la
materia, sus posteriores impulsos al compás de la evolución y multiplicación de las
102
manifestaciones industriales y comerciales, y el arribo de este "derecho socializante" a los
textos constitucionales y tratados internacionales les han dado a los derechos de los
consumidores rasgos bien definidos, que permiten construir una plataforma axiomática de
raíz sólida y coherente.
Los derechos del consumidor repercuten no solamente en el plano individual del sujeto
afectado sino que se proyectan a toda la comunidad. Las conductas que inciden
negativamente sobre ellos, usualmente, son prácticas que se multiplican por cientos o
miles, alcanzando por igual a todas aquellas personas que se encuentran en la misma o
similar situación que el sujeto afectado. Esta particularidad ha sido tenida en cuenta en el
texto del art. 43, 2º párr., CN, que los coloca dentro de la categoría de "derechos
de incidencia colectiva". Consideramos comprendida dentro de esta categoría la división
clásica en que, prácticamente con unanimidad, la doctrina ha agrupado a los derechos
plurales —intereses o derechos colectivos e intereses o derechos difusos—, a los que
sumamos una tercera especie, la de los derechos individuales homogéneos, a los que
caracterizamos siguiendo el Código Brasileño de Defensa del Consumidor, como los que
derivan de (o tienen) un origen común(28). Son derechos cuya titularidad está
perfectamente individualizada y es divisible —derechos subjetivos en sentido lato—, pero
cuya afectación o lesión proviene de una misma situación o vínculo jurídico y pueden ser
ejercidos procesalmente mediante una acción común, colectiva o "de clase". Son una
subespecie de los intereses colectivos y se diferencian de ellos por la circunstancia de
que la clase o grupo se encuentra atomizada, sin un proceso de sectorización que permita
definir ab initio a sus integrantes(29).
103
de los usuarios y consumidores como de los derechos de sujetos discriminados"
(considerando 12)(30).
Su afectación, aun cuando ella sea potencial (en grado de amenaza), da lugar a un
"agravio constitucional", justificando la vía excepcional de la acción de amparo del art.
43, CN. Al mismo tiempo, activa las legitimaciones especiales contenidas en la Carta
Magna —además del afectado— del defensor del pueblo y las asociaciones de defensa
del consumidor.
104
5.5. Son de orden público
Este carácter se encuentra reconocido en el art. 65, ley 24.240, cuyo texto resalta: "La
presente ley es de orden público, rige en todo el territorio nacional".
Del referido fallo, extraemos que en nuestra materia nos encontramos frente a un
orden público económico, puesto que alcanza relaciones predominantemente
económicas, toma en cuenta el intercambio de bienes y servicios, y agrega la imposición
de ciertas conductas por imperio legal, a la vez que procura imponer de manera positiva
cierto contenido contractual.
105
Se desprende de lo anterior que el orden público del derecho del consumidor, en sus
alcances actuales, contiene tanto al orden público "de protección" como al orden público
"de dirección". En efecto, la normativa que conforma el Estatuto del Consumidor
contempla soluciones tendientes al resguardo de las relaciones contractuales en las
que intervienen consumidores y proveedores pero, al mismo tiempo, coloca en cabeza de
las autoridades públicas la obligación de intervenir en las actividades económicas para
garantizar el goce y ejercicio de estos derechos, los que pueden ser considerados un
"bien social" que recae sobre todos y cada uno de los miembros de la comunidad.
106
hasta que se tomara conciencia de la formidable renovación que significaría la
constitucionalización de los derechos de consumidores y usuarios. Como consecuencia
de la generosa redacción dada al texto del art. 42, comienza un período —que aún
transitamos— de revisión de las instituciones clásicas de nuestro derecho y empiezan a
surgir soluciones innovadoras, primero de la mano de las interpretaciones
jurisprudenciales y luego con el aggiornamento de la legislación mediante las sucesivas
modificaciones a la ley 24.240.
Lorenzetti, en una atinada lectura integral del sistema jurídico, resalta la necesidad de
encontrar soluciones a los problemas privados desde una perspectiva pública, de modo
de superar las antinomias clásicas, y propone como solución una "dogmática sistemática"
que sitúe a las normas fundamentales del derecho privado dentro de la Constitución, los
tratados, los códigos y las costumbres; destaca así la función "fundante" de este enfoque,
al punto tal que postula la necesidad de una "reformulación básica del sistema que se
advierte en la realidad social y normativa"(41).
107
Esa fue la punta de lanza de una impresionante producción de normativa comunitaria
sobre temas específicos y el diseño de políticas a mediano y largo plazo en la materia,
que comenzó con la creación del Comité Consultivo de los Consumidores en 1973(43),
siguió en 1975 con el Programa preliminar de la Comunidad Económica Europea para una
política de protección e información de los consumidores(44)y se renueva periódicamente
con la Estrategia comunitaria en materia de política de los consumidores(45).
Por su lado, la conocida Cumbre de Río del año 1992, en la que se aprobó la
Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, proclamó como Principio 8
que los Estados debían reducir y eliminar las modalidades de producción y
consumo insostenibles; y en el Programa 21 o Agenda 21, documento en el que se
reconoció el "continuo empeoramiento de los ecosistemas de los que depende nuestro
bienestar", fue incluido el capítulo IV referido a la evolución de las modalidades de
consumo.
108
una Propuesta de Convención Interamericana de Derecho Internacional Privado (CIDIP)
sobre la ley aplicable a algunos contratos y relaciones de consumo(49).
En el año 1994, se aprobó la resolución 126/1994 del Grupo Mercado Común que, en
el marco del proceso de armonización de las legislaciones y en el período de transición
hasta el dictado de un reglamento común para la defensa del consumidor en el
Mercosur, instruyó a los Estados parte para que continuaran aplicando sus legislaciones
nacionales de defensa del consumidor y reglamentos técnicos a los productos y servicios
comercializados en su territorio(50).
Luego, en la reunión del Grupo Mercado Común de Fortaleza del año 1996, tomando
en cuenta los avances del Comité Técnico Nº 7, se dictó la resolución 123/1996 del Grupo
Mercado Común que aprobó una serie de conceptos básicos que tienen validez
únicamente para las normas del Mercosur y sólo serán incorporados a los ordenamientos
jurídicos nacionales cuando sea aprobado el reglamento común. Allí se definieron los
conceptos de "consumidor", "proveedor", "relación de consumo" y "servicio". En la misma
reunión fueron aprobadas las resoluciones GMC 124/1996 sobre "derechos básicos de los
consumidores", la 125/1996 sobre "protección de la salud y seguridad de los
consumidores", la 126/1996 que aprobó el capítulo sobre protección del consumidor frente
a la publicidad engañosa o comparativa de bienes y servicios destinados al consumo, y la
127/1996 que reglamenta la "garantía contractual" de los productos y servicios cuando es
otorgada por el proveedor, que fuera luego reemplazada por la 42/1998. En el año 2004,
en Brasilia, se aprobó la resolución GMC 21/2004, relativa al "derecho a la información del
consumidor en las transacciones comerciales efectuadas a través de internet"; en el año
2006, el Grupo Mercado Común, teniendo en cuenta que la resolución 126/1996 sobre
publicidad engañosa no había sido plenamente incorporada por los países, dictó
la resolución 45/2006, complementaria de la anterior.
109
No obstante el estancamiento de los avances en acuerdos referentes a la
homogeneización de normas específicas para la protección de los consumidores, existe
gran cantidad de normativa aprobada en el seno del Grupo Mercado Común que
tangencialmente los beneficia por referirse a cuestiones técnicas que tienen que ver con
la elaboración, las cuestiones higiénico sanitarias, la identificación, el rotulado y la
comercialización de productos "de consumo" (sustancias alimenticias, cosméticos,
plaguicidas, juguetes, productos de higiene y aseo, etc.), que ha sido incorporada al
ordenamiento nacional a través del Código Alimentario argentino o resoluciones de
distintos organismos del Poder Ejecutivo nacional(51).
Entre los días 29 y 30 de septiembre de 2014 se llevó a cabo en Buenos Aires la LXXV
Reunión Ordinaria del Comité Técnico Nº 7 de Defensa del Consumidor del MERCOSUR
con la presencia de las delegaciones de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Allí se
acordó en identificar al servicio de las telecomunicaciones como uno de los sectores que
mayor grado de conflictividad presenta y la realización de un relevamiento en cada Estado
Parte sobre la problemática en el tema y el marco normativo del servicio; en materia de
armonización normativa, los estados acordaron en utilizar la plataforma y modalidad
de intercambio de informaciones previstas en el Sistema Interamericano de Alertas
Rápidas de la OEA (SIAR); en lo referente a acciones de integración regional, hubo
consenso en la importancia de desarrollar y ampliar el Acuerdo Interinstitucional de
Protección del Consumidor Turista en el ámbito del MERCOSUR, en organizar y realizar
visitas de las delegaciones a distintos organismos de cada país que ostenten
competencias específicas sobre la materia de protección al consumidor, y en continuar los
trabajos preparatorios y de realización de un comparativo sobre el régimen de reparación
de daños en materia de protección al consumidor.
110
Nos apoyaremos en este punto sobre los conceptos y la clasificación elaborados por
Gabriel Stiglitz, quien los divide en tres categorías: fundamentales, sustanciales y de
implementación(52). No obstante corresponde aclarar que esta clasificación, reviste
únicamente un mero valor pedagógico ya que no implica preponderancia de unos
derechos sobre los otros, e incluso, la posición de "sujeto activo" o "sujeto pasivo"
adjudicada al consumidor en la clasificación puede variar según las circunstancias,
pudiendo incluso situarse en ambos roles de manera simultánea o indistinta(53).
Dentro de esta categoría, se ubican aquellos derechos vinculados con el rol que le
toca ocupar al consumidor como "sujeto activo del mercado". Son derechos cuyo goce y
garantía dependen exclusivamente del papel que le cabe desarrollar al Estado como su
custodio, encontrándose esta actividad protectiva dentro de sus "funciones
irrenunciables".
Son derechos primarios o primordiales, que toman como bien jurídico tutelado al
consumidor en su condición de "persona humana"; con ellos se persigue la regulación del
mercado y la obtención de resultados "humanistas y solidarios, por sobre los
estrictamente patrimoniales".
Repasando lo dicho, hemos citado al maestro Benjamín, quien tomando ideas del
pensador francés Baudrillard, conceptualizó con toda justeza el derecho del consumidor
afirmando que es "la disciplina jurídica de la vida cotidiana del habitante de la sociedad de
consumo"(58).
111
en el mercado, sin pretender regular el aspecto económico de la actividad de los
proveedores. Se limita el libre accionar de éstos por medio del fortalecimiento y la
modernización de las instituciones jurídicas que tutelan los derechos esenciales de las
personas, apreciando las particulares proyecciones que adquieren al insertarse en el
ámbito del mercado.
Es una obviedad señalar que todo ser humano, como parte de sus derechos
fundamentales, tiene garantizado el derecho a acceder a aquellos bienes que le permitan
satisfacer sus necesidades básicas. Ello, además de ser una verdad universal, surge de
varios documentos internacionales de derechos humanos que han sido incorporados con
máxima jerarquía a nuestro ordenamiento jurídico nacional por el art. 75, inc. 22, CN(59).
El derecho del consumidor se constituye en una disciplina que provee tutela al derecho
humano de acceso al consumo en sus expresiones más básicas. O, dicho de otra forma,
aquellos bienes que posibilitan a los consumidores el acceso a las
necesidades indispensables de supervivencia y bienestar (alimentación, vivienda, salud,
etc.) son "bienes de consumo" y, como tales, se encuentran alcanzados por la legislación
específica.
De modo que es atinado sostener que existe una especie de sinergia entre ambos
órdenes de derechos —el derecho internacional de los derechos humanos y el derecho
del consumidor—, ya que el primero realza la necesidad y la entidad de la tutela
específica de consumidores y usuarios, mientras que el derecho del consumidor actúa
como una instrumentación de aquellos enunciados generales, facilitando su operatividad y
efectividad. Una máxima integradora de ambos órdenes normativos postularía que todos
los argentinos tienen el derecho constitucional a convertirse en consumidores, accediendo
al consumo de aquellos bienes esenciales que le posibiliten vivir y desarrollarse en
condiciones dignas y adecuadas.
112
El principal obligado a facilitar el acceso a estos bienes primarios será, por imperio del
bloque legal de más alta jerarquía (arts. 42 y 75, inc. 22, CN), el propio Estado.
Corresponderá a las autoridades asegurar el acceso, por todos los medios a su alcance, a
condiciones mínimas de sustento y supervivencia de la población. Esta carga, planteada
en estos términos, se confunde, o se funde, con la más genérica del preámbulo
constitucional del "bienestar general" y las obligaciones del Estado de satisfacer las
necesidades básicas de la población. El Estado se encuentra conminado a brindar esta
tutela por una confluencia de deberes de fuente diversa: por una parte, como
gestor indelegable del bienestar general de "todos los hombres del mundo que quieran
habitar en el suelo argentino" (preámbulo, CN); pero también, en el marco de la "relación
de consumo", debe asegurar y facilitar el acceso de la población a aquellos bienes
esenciales.
113
prerrogativas constitucionales que amparan el derecho a la vida, a la propiedad, al acceso
a la justicia, etcétera.
La norma contiene los elementos esenciales para que el acceso al consumo sea fluido
y desprovisto de obstáculos: la ausencia de discriminaciones y arbitrariedades, la
verdadera posibilidad de elegir, la transparencia del mercado que evite la manipulación de
precios, el abastecimiento sostenido en el tiempo de los bienes y servicios esenciales.
114
El derecho a la libertad de elección importa el ejercicio incondicionado e irrestricto de
la voluntad en el marco de las relaciones de consumo, exteriorizada mediante la
posibilidad de efectuar verdaderas opciones, sin limitaciones arbitrarias o ilegítimas.
En general puede afirmarse que las conductas desplegadas por los proveedores antes
y después de la contratación, tendientes a, o que tienen por efecto, impedir, restringir o
desvirtuar la libre elección de consumidores y usuarios, pueden identificarse bajo
la expresión de prácticas comerciales abusivas. Por prácticas comerciales se entiende a
las acciones (procedimientos, mecanismos, métodos o técnicas) empleadas para
favorecer y potenciar la comercialización de productos y servicios(70). La Directiva
2005/29/CE del 11 de mayo de 2005 relativa a las prácticas comerciales desleales, define
como "práctica comercial" a "todo acto, omisión, conducta o manifestación, o
comunicación comercial, incluidas la publicidad y la comercialización, procedente de un
comerciante y directamente relacionado con la promoción, la venta o el suministro de un
producto a los consumidores".
Pero también la libertad de elección de los consumidores puede verse afectada dentro
del propio ámbito del contrato, mediante estipulaciones o cláusulas contractuales
abusivas. Entonces, las restricciones a la libertad de elegir de los consumidores pueden
darse en el marco de relaciones interindividuales entre consumidores y proveedores,
contractuales o no; o ser la consecuencia del funcionamiento corrompido del mercado,
siendo este último aspecto el de mayor relevancia por su potencialidad dañosa a gran
escala.
115
domicilio del potencial consumidor constituye un factor determinante en la futura compra;
una llamada "oportuna" de un telemarketer —a la hora de la cena o de la ducha—
, combinada con el efecto apabullante de una catarata de información superflua y muchas
veces incompleta y/o equívoca, probablemente darán como resultado la adopción de
decisiones erróneas. Ocurre lo mismo con el adormecimiento del estado de alerta o del
sentido común, que generan determinadas técnicas que desvían o impiden la atención
mediante los más variados artilugios: según quien sea su destinatario, los productos o
servicios se ofrecerán exhibiendo cuerpos esculturales que los han experimentado y por
eso lucen así, mostrando filmaciones en donde un público azorado e ignoto asiste
a experimentos "científicos" que avalan la eficiencia de la sustancia o el aparato en
cuestión, ofrecimientos de brindis y cenas gratis con abundantes bebidas alcohólicas
servidas con antelación al momento de la rúbrica contractual, para relajar todo
freno inhibitorio, principalmente el de adquirir bienes innecesarios o caros, etcétera.
3) en el mercado, mediante el art. 3º, LDC, que integra las normas que: a) regulan la
lealtad comercial exigiendo la correcta información de las calidades y las características
de frutos y productos, y su publicidad (ley 22.802); b) impiden conductas relacionadas
"con la producción e intercambio de bienes o servicios, que tengan por objeto o efecto
limitar, restringir, falsear o distorsionar la competencia o el acceso al mercado o que
constituyan abuso de una posición dominante en un mercado, de modo que pueda
116
resultar perjuicio para el interés económico general" (ley 25.156 de Defensa de la
Competencia, art. 1º) y; c) permite al Estado intervenir en las operaciones comerciales de
bienes destinados "a la sanidad, alimentación, vestimenta, higiene, vivienda, deporte,
cultura, transporte, calefacción, refrigeración, esparcimiento, así como cualquier otro bien
mueble o servicio que satisfaga —directamente o indirectamente— necesidades comunes
o corrientes de la población" (ley 20.680 de Abastecimiento), y también con la creación de
un "Observatorio de Precios y Disponibilidad de Insumos, Bienes y Servicios"
como auxiliar de la autoridad de aplicación con facultades de realizar monitoreos y
proponer acciones para evitar actos o conductas que pudieran generar distorsiones en el
mercado y en los procesos de formación de precios (ley 26.992).
Debe hacerse notar que el art. 1092 del CCyCN omitió referirse al
consumidor expuesto propiamente dicho tal como, hasta le entrada en vigencia del
CCyCN, contempla el art. 1º, in fine, LDC. El art. 1096 del CCyCN considera únicamente
como consumidor equiparado a "quien, sin ser parte de una relación de consumo como
consecuencia o en ocasión de ella, adquiere o utiliza bienes o servicios, en forma gratuita
u onerosa, como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social". No
obstante, la mención que el art. 1096 CCyCN hace de "todas las personas expuestas", es
equivalente a la contenida en el art. 1º, LDC que se refiere a "quien de cualquier manera
esté expuesto", con la diferencia de que aquella se circunscribe al ámbito de las prácticas
comerciales, mientras que ésta hace alusión al ámbito general de las relaciones de
consumo.
Por otro lado, son destacables las novedades que trae el Código Unificado en materia
de regulación de la publicidad comercial, prohibiendo modalidades publicitarias que
eran inéditas en las normas argentinas, como la publicidad comparativa que conduzca a
error al consumidor (art. 1101, inc. b]), y la publicidad abusiva, discriminatoria, o la que
117
lo induzca a comportarse de forma perjudicial o peligrosa para su salud o seguridad (art.
1101 inc. c]).
Esa regulación se complementa con una serie de acciones orientadas a revertir los
efectos de la publicidad prohibida, ya sea de modo anticipatorio o como una condena
posterior a su divulgación. Las acciones posibilitan que "el consumidor afectado" —
creemos que lo correcto hubiera sido referirse al consumidor afectado o expuesto— o
"quienes resulten legalmente legitimados" —entendemos que son todos los sujetos
enumerados en el art. 52 LDC— soliciten: a) la cesación de la publicidad ilícita; b) la
publicación a cargo del demandado de anuncios rectificatorios; y c) de la sentencia
condenatoria en su caso (art. 1102)(74).
118
De lo dicho por el Superior Tribunal nacional se extrae que el resguardo de la dignidad
de los consumidores obliga a los proveedores a comercializar sus bienes o prestar sus
servicios, previendo todas las eventualidades que puedan surgir cuando sus destinatarios
entren en contacto con ellos. Esta carga es lo suficientemente amplia, de modo de
comprender a todo el público al que potencialmente están destinados los bienes de
consumo, al experto y al incauto, al instruido y al inculto.
El texto del art. 42, CN, incorpora también, además de la dignidad como potestad
tutelada, el trato equitativo. Podría sostenerse en una lectura superficial que ambas
condiciones de trato son una misma cosa o que responden a un mismo fin. Sin embargo,
creemos que es necesario establecer una diferenciación. La equidad acciona en otro
campo y se encuentra relacionada con el derecho a la no discriminación, es decir, a
recibir un trato igualitario frente y respecto de los iguales, sin distinciones ni
diferenciamientos injustificados.
Para ejemplificar esta situación es útil recordar un fallo recaído en primera instancia en
una acción judicial colectiva, impulsada por una asociación de defensa de los
consumidores, a raíz del trato discriminatorio sufrido por los usuarios del servicio
ferroviario eléctrico de la ciudad de Buenos Aires que une las localidades de Once y
Moreno (línea Sarmiento), respecto de los usuarios del corredor Retiro-Tigre (línea Mitre).
Ambos servicios eran prestados por la misma empresa concesionaria y se señaló en la
demanda que los usuarios del ramal Once-Moreno recibían un servicio de "evidente peor
calidad" y debían abonar una tarifa en promedio más cara que el servicio prestado en la
línea Mitre. Demostrando la grave inequidad del caso, la asociación accionante incorporó
a la causa datos oficiales que demostraban que el ramal menos favorecido atraviesa
zonas (Tres de Febrero, Morón, Merlo y Moreno) cuyos habitantes poseen una posición
económica peor y alcanzan un mayor porcentaje de necesidades básicas insatisfechas
(NBI), que los que habitan los distritos que atraviesa el ramal aventajado (Vicente López,
San Isidro, San Fernando y Tigre). En un enjundioso y comprometido pronunciamiento, el
juez interviniente, Ernesto L. Marelli, titular del Juzgado Federal Contencioso
Administrativo n. 1 de la Capital Federal, declaró la inconstitucionalidad del decreto PEN
104/1991, puesto que la norma avala la prestación del servicio en forma desigual entre
ambos ramales. El magistrado señaló que esa situación "implica una violación a la
prohibición de discriminación consagrada en la Constitución Nacional y en
los instrumentos internacionales con jerarquía constitucional, que no es posible
desvincular de la más pobre condición social que exhiben los usuarios de aquel ramal en
comparación con los usuarios de la segunda línea". El juez agregó que "la prohibición de
discriminación (en cualquiera de sus variantes prohibidas y, en especial, en cuanto al
caso interesa, en tanto encuentra origen en la condición social de la gente, en su riqueza
o pobreza) está vinculada —como lo señala Alain Touraine— a la vigencia del principio
119
universalista de igualdad entre las personas, el cual, como el de libertad, sabemos que es
esencial a la dignidad humana. De la misma forma, también sabemos que la igualdad
jurídica, sin la cual no puede existir la democracia, no es únicamente la atribución a todos
los ciudadanos de los mismos derechos, sino, más aún, que ello es un medio de combatir
las desigualdades sociales, en nombre de unos derechos morales(76).
El fallo que nos permitimos transcribir en algunos de sus partes enfoca, en su justo
medio, la trascendencia que atribuimos a la cuestión. La reserva constitucional de la
equidad implica un obstáculo infranqueable para estas situaciones que injustamente
desvirtúan, en el campo de las relaciones de consumo, el derecho a la igualdad de las
personas.
El art. 8º bis establece en su 1º párr. una obligación genérica que pesa sobre todo
proveedor: "garantizar condiciones de atención y trato digno y equitativo a los
consumidores y usuarios".
120
empresas que ofrecen el servicio de cobros utilizando técnicas que exponen al
consumidor remiso frente a sus vecinos o familiares, haciendo pública una situación que
lo ridiculiza o deshonra (como p. ej. estacionar en la puerta del domicilio del deudor por
largas horas una camioneta, generalmente de gran porte, pintada con una leyenda que
dice "morosos incobrables"). E, incluso, prácticas empleadas por el propio Estado o
empresas de servicios, que estigmatizan al contribuyente o usuario colocando en el sobre
en el que se envía el impuesto o la factura la temida leyenda en letras rojas destacadas
"contribuyente moroso" o "cliente con deuda".
Es muy ponderable la vinculación que el art. 8º bis hace de estas conductas con la
"multa civil", estableciéndolas como supuestos en los cuales procede
la indemnización extraordinaria prevista en el art. 52 bis, LDC(79).
Algunas provincias han reglamentado a nivel local exigencias relacionadas con el trato
digno a consumidores y usuarios. Citamos a modo de ejemplo el caso de Salta con la
sanción de laley 7800(BO 18/12/2013) que reglamenta la prioridad de atención en
dependencias públicas y establecimientos privados de mujeres embarazadas, personas
121
con capacidades diferentes o movilidad reducida transitoria, personas mayores de 70
años y personas con niños en brazos (art. 1º), un tiempo de espera inferior a los treinta
minutos (art. 5º), y otras prácticas o condiciones de trato que se consideran contrarias al
art. 8º bis LDC, tales como esperas en condiciones de incomodidad, falta de sanitarios, o
esperas superiores a los sesenta minutos cualesquiera sean las condiciones (art. 7º).
En materia de servicios públicos, importa señalar que la LDC exige en su art. 27 que
los prestatarios del servicio, se trate de empresas privadas o del propio Estado, deben
garantizar la atención personalizada de los usuarios cuestión que entendemos
íntimamente ligada al derecho a recibir condiciones digna de trato por parte de los
consumidores. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires dictó laley 2221en el año 2007,
luego reformada en el año 2013 porley 4744,que establece que las empresas prestataria
de servicios que tenga sucursales en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
debe contar con una oficina de atención personalizada dentro de la ciudad, y las
empresas prestadoras de servicios de telefonía móvil deben contar al menos con una
oficina de atención personalizada en cada una de las comunas donde presten servicios;
en ambos casos, las empresas deben informar en sus facturas y páginas web los
domicilios y horario de atención al público (art. 1º).
122
habitualmente, que los deriven a una línea telefónica instalada en el lugar a través de la
cual obtienen el mismo trato que pudieron "telegestionar" desde sus domicilios(84).
Esas situaciones, y una infinita cantidad de variantes, significan un claro destrato para
los usuarios de servicios. En definitiva, la exigencia legal trata de asegurar que los
usuarios de servicios sean atendidos como personas con dignidad que son(85), y en
condiciones acordes a esa elemental premisa(86).
1.3.2. Los arts. 1097 y 1098 del Código Civil y Comercial de la Nación
El recientemente sancionado CCyCN incorporó dentro del Título III destinado a reglar
los contratos de consumo, en el capítulo 2 denominado "De la formación del
consentimiento", los siguientes artículos:
b) teniendo en cuenta la ubicación de los arts. 1097 y 1098 dentro del Código, su
aplicación se circunscribe únicamente al campo de los contratos de consumo, lo que
nuevamente señalamos como un equívoco del legislador.
Con lo cual seguirá siendo de utilidad, tal vez en mayor medida que los propios
preceptos incorporados al CCyCN, el art. 8º bis, LDC puesto que el mismo está enclavado
en el Capítulo III de la ley 24.240 que se ocupa de reglamentar las "Condiciones de la
oferta y venta". De tal forma, la norma de la ley nacional opera, a diferencia de los artícu-
los del Código, indistintamente tanto en el campo contractual como en el
terreno extracontractual, y es en este último ámbito, el de las denominadas "prácticas
comerciales", donde mayormente se violan por acción u omisión los deberes emanados
del respeto a la dignidad y equidad de las personas. Y tanto o más importante que ello, es
importante tener presente que el art. 8º bis, LDC establece que las conductas violatorias
123
del derecho de los consumidores a recibir condiciones de trato digno y equitativo, son
pasibles de ser penalizadas con la multa civil del art. 52 bis, LDC, figura esta que, como
es sabido, no se encuentra contemplada en el Código Civil y Comercial Unificado.
124
En igual grado de importancia, el consumidor debe encontrarse capacitado para
conocer cuáles son los derechos que lo asisten y los medios para hacerlos valer. Stiglitz
sostiene que este derecho es "el primero de los derechos", ya que sin él "la vigencia real
de los demás es impensable"(88).
Las Directrices de las Naciones Unidas para la Protección del Consumidor exhortan a
los Estados a mantener "políticas enérgicas", colocando dentro de sus objetivos y
"necesidades legítimas, la educación del consumidor, incluida la educación sobre la
repercusión ambiental social y económica que tienen las elecciones del consumidor"
(principios, punto 3, d).
Respecto de los programas de educación, las directrices señalan que "los gobiernos
deben formular o estimular la formulación de programas generales de educación
e información del consumidor, incluida la información sobre los efectos en el medio
ambiente de las decisiones y el comportamiento de los consumidores y de las
consecuencias, incluidos costos y beneficios, que pueda tener la modificación de las
modalidades de consumo, teniendo en cuenta las tradiciones culturales del pueblo de que
se trate. El objetivo de tales programas debe consistir en capacitar a los consumidores
para que sepan discernir, puedan hacer elecciones bien fundadas de bienes y servicios, y
tengan conciencia de sus derechos y obligaciones. Al formular dichos programas, debe
prestarse especial atención a las necesidades de los consumidores que se encuentran en
situación desventajosa, tanto en las zonas rurales como urbanas, incluidos los
consumidores de bajos ingresos y aquellos que sean casi o totalmente analfabetos. Los
grupos de consumidores, las empresas y otras organizaciones pertinentes de la sociedad
civil deben participar en esa labor de educación" (directriz F, punto 35). A reglón seguido,
se postula que esa educación forme parte integrante del programa básico del sistema
educativo.
"a) sanidad, nutrición, prevención de las enfermedades transmitidas por los alimentos
y adulteración de los alimentos;
125
la población, "particularmente en beneficio de los grupos de consumidores de
bajos ingresos de las zonas rurales y urbanas" (punto 37). Es importante destacar que las
Naciones Unidas incluyen también a los comerciantes como involucrados en la
divulgación de educación e información a los consumidores.
Estos derechos, no obstante el rol que debe ejercer el Estado "en general" mediante la
motorización de políticas activas de control, verificación y sanción de abusos, se
encuentran resguardados por soluciones emergentes de las normas de fondo: acciones
preventivas, deberes precontractuales de información, normas de control de la publicidad
y la comercialización, contenido e instrumentación del contrato y sus cláusulas, régimen
de garantías y responsabilidad por daños, modalidades "atípicas" de contratación,
etcétera.
126
El derecho a la salud es reconocido en documentos internacionales ratificados por
nuestro país en el art. 75, inc. 22, CN. A saber: en la Declaración Americana de Derechos
y Deberes del Hombre, art. XI(89); en la Declaración Universal de Derechos Humanos, art.
25.1(90); en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, art.
12(91). Por ello resulta evidente que su reconocimiento legal integra el estrato normativo
más alto de nuestro país.
127
brindarle adecuado asesoramiento. Igual obligación regirá en todos los casos en que se
trate de artículos importados, siendo los sujetos anunciados en el art. 4º responsables del
contenido de la traducción".
Vale destacar que el art. 6º, LDC, al igual que lo hace el art. 3º de forma
general, integra su contenido con todas las normas de derecho positivo y también con las
normas "razonables" que sean adecuadas para garantizar la indemnidad de la salud de
los consumidores. Con ello, forman parte del Estatuto del Consumidor en este punto los
"usos y costumbres", junto con la frondosísima legislación que regula la elaboración,
conservación, manipulación y expendio de productos alimenticios, medicamentos,
juguetes, cosméticos, etcétera(93); las disposiciones pertinentes de los marcos regulatorios
de los servicios públicos; las normas ambientales; los reglamentos y las ordenanzas
municipales; etcétera.
128
declarando la ilegitimidad de los denominados "períodos de carencia" respecto de las
prestaciones reconocidas en los programas básicos oficiales, etcétera(95).
Este derecho tiene múltiples facetas que inciden a lo largo de toda la temática de
nuestra materia. El derecho de los consumidores a recibir información veraz, adecuada y
oportuna se proyecta en la etapa precontractual de las relaciones de consumo: oferta,
publicidad comercial y prácticas comerciales; en el ámbito extracontractual: rotulado
e información de productos elaborados; y, por supuesto, en los contratos de consumo:
contenido e instrumentación del contrato, alcances de las garantías, condiciones de
comercialización y ventas a crédito, etcétera.
Sin una información verdadera será imposible que consumidores y usuarios conozcan
en forma cierta y oportuna el bien por adquirir y las condiciones bajo las cuales se
obligarán. Pero mucho más importante aún, como se dijo antes, se verán imposibilitados
de efectuar decisiones de consumo razonadas y asentadas en sus verdaderas
necesidades y posibilidades económicas.
129
raíz de la desigualdad que exhiben en relación a aquél"(97). Igualmente reforzó su
significación al referirse a la publicación que deben hacer los proveedores sancionados
por los organismos administrativos de defensa del consumidor, independientemente del
pago de las multas que correspondan. Dijo: "la sanción accesoria de publicación prevista
en el último párrafo del art. 47, ley 24.240, hace eficaz el derecho a una información
adecuada y veraz al usuario y al consumidor, principio consagrado en el art. 42, CN"(98).
Resta destacar que no obstante los esfuerzos que dedican los proveedores a desligar
su deber de información y veracidad de los contenidos de sus publicidades comerciales,
ambas cuestiones, miradas desde la perspectiva de nuestra materia,
encuentran innegables puntos de contacto. Teniendo en cuenta que "la oferta dirigida a
consumidores potenciales indeterminados obliga a quien la emite" (art. 7º, LDC) y que las
"precisiones" formuladas en la publicidad o en anuncios "obligan al oferente y se tienen
por incluidas en el contrato con el consumidor" (art. 8º, LDC), no puede desconocerse que
la publicidad comercial es sinónimo de oferta y, como tal, debe respetar las pautas
establecidas por las normas que la regulan.
El art. 1100 del CCyCN ha reproducido literalmente el texto del art. 4º de la LDC.
Esta prerrogativa engloba todas aquellas situaciones en las cuales los consumidores
se ven afectados en el ámbito patrimonial de sus intereses y, como consecuencia, les
permite exigir indemnidad ante tales situaciones.
130
Son múltiples las formas en que los consumidores y usuarios a diario ven socavado su
patrimonio. Estos hechos se producen en vinculaciones concretas, pero también en el
marco de las relaciones "difusas", que muchas veces pasan inadvertidas para los
damnificados.
Las directrices de Naciones Unidas colocan dentro de este punto cuestiones que
tienen que ver con la vigilancia de la "adulteración de alimentos, la comercialización
basada en afirmaciones falsas o capciosas y los fraudes en la prestación de servicios"; las
"políticas que especifiquen las responsabilidades del fabricante para asegurar que los
artículos satisfagan los requisitos normales de durabilidad, utilidad y fiabilidad y sean
aptos para el fin a que se destinan y que el vendedor vele porque estos requisitos se
cumplan. Las mismas políticas deben regir la prestación de servicios", la "posibilidad de
elegir productos y servicios dentro del mayor surtido y a los precios más bajos" y la
"disponibilidad adecuada de un servicio confiable posterior a la venta y de piezas de
repuesto"(101).
Los jueces han dicho a este respecto, en materia de servicios públicos de gestión
privada, que ellos "se caracterizan por su enorme incidencia en la calidad de vida de la
población y en el sistema económico en general, así como por su necesaria regulación y
control por parte de la entidad estatal correspondiente por efecto de la consecuente
posibilidad de que se operen abusos, irregularidades o disfuncionalidades. Por su parte, el
131
usuario, 'débil jurídico' en relación al ente gestor o prestador del servicio, debe contar con
los medios aptos para la protección de sus derechos... La legislación específica de los
servicios públicos domiciliarios debe armonizarse con la Ley de Protección al Consumidor
24.240 y el art. 42, CN... La calidad y eficacia en la prestación puede ser exigida por el
usuario tanto frente al prestador como ante la autoridad competente para que lo haga
efectivo. Cumplir con eficacia es obtener el fin propuesto al menor costo posible. No se
trata simplemente de lograr la prestación del servicio, sino de hacerlo con los mínimos
costos económicos y sociales"(102). Y también que "respecto a la relación de consumo
operada en forma actual o potencial, el art. 42, CN, reconoce los derechos sustanciales a
la seguridad —que incluye el derecho a la vida, a la salud, a la integridad, a la protección
del medio ambiente y la prevención de daño— y a la protección de sus intereses
económicos —que incluye la calidad de los servicios públicos, la eficiencia en su
prestación, tarifas justas y razonables y la reparación de daños—"(103).
132
La jurisprudencia ha puesto vallas, en innumerables pronunciamientos, tanto a las
conductas empresariales abusivas o engañosas llevadas a cabo mediante prácticas
ilegítimas, a como las establecidas directamente mediante la inclusión en los contratos de
estipulaciones de este tipo.
De modo que, en ese escenario, corresponde a las instituciones jurídicas del derecho
del consumidor consagrar herramientas adecuadas para brindar soluciones efectivas a los
sujetos afectados. Ello implica la existencia de normas que aprehendan la complejidad de
los infortunios en este campo, su dimensión social y la necesidad de ajustar las
estructuras e instituciones clásicas a las necesidades del público consumidor.
Volviendo una vez más a las directrices de 1985, la directriz E, titulada "Medidas que
permiten a los consumidores obtener compensación", insta a los gobiernos a "establecer
o mantener medidas jurídicas o administrativas para permitir que los consumidores o, en
su caso, las organizaciones competentes obtengan compensación mediante
procedimientos oficiales o extraoficiales que sean rápidos, justos, poco costosos y
asequibles. Al establecerse tales procedimientos deben tenerse especialmente en cuenta
las necesidades de los consumidores de bajos ingresos" (ap. 32); a "alentar a todas las
empresas a solucionar las controversias con los consumidores en forma justa, rápida
y exenta de formalidades, y a crear mecanismos voluntarios, como servicios de
asesoramiento y procedimientos extraoficiales para presentar reclamaciones, que puedan
prestar asistencia a los consumidores" (ap. 33); y a "facilitar a los
consumidores información sobre los procedimientos vigentes y otros procedimientos para
obtener compensación y solucionar controversias" (ap. 34).
133
La ley 24.240, en su actual redacción, ha receptado suficientemente las premisas de
Naciones Unidas: contempla tanto en sede administrativa (caps. XI y XII) como en judicial
(cap. XIII) mecanismos para canalizar reclamos y demandas de consumidores; consagra
soluciones acordes a las responsabilidades derivadas del mercado de consumo, tales
como la solidaridad de toda la cadena de comercialización respecto de la garantía de
productos (art. 13), la responsabilidad civil objetiva y solidaria frente a daños generados
por productos o servicios (art. 40), las "multas civiles" a favor del consumidor
cuantificables de acuerdo con la gravedad del incumplimiento del proveedor (art. 52 bis).
Son todas soluciones tendientes a evitar que los consumidores asuman daños
provenientes de la "cadena de comercialización". Como remedio se propicia que esos
daños recaigan: a) sobre el agente dañador, en principio; b) sobre todos quienes de
alguna manera intervienen u obtienen ventajas de la "actividad dañadora", en segundo
lugar, y c) sobre la sociedad en su conjunto, en última instancia.
El grupo de derechos englobados en esta categoría son los que permiten hacer
efectivos a los anteriores mediante mecanismos adecuados de implementación.
Son derechos puente puesto que constituyen los canales de acceso para ejercer y hacer
efectivas las prerrogativas sustanciales o fundamentales. Al decir de Stiglitz, "no
constituyen un fin en sí mismo", ya que no satisfacen directamente un interés del
consumidor, sino que son el medio para ejercerlo o hacerlo valer(111).
134
3.1. El derecho de organización y participación
135
El Código de Defensa del Consumidor de Brasil (CDC) consagra el instituto de
las convenciones colectivas de consumo, mecanismo que creemos imprescindible para
facilitar la participación formal de las asociaciones de consumidores en los diferentes
aspectos de interés para los consumidores. El art. 107, CDC de Brasil, dispone: "Las
entidades civiles de consumidores y las asociaciones de proveedores o sindicatos de
categoría económica pueden regular, por convención escrita, relaciones de consumo que
tengan por objeto establecer condiciones relativas al precio, a la calidad, a la cantidad, a
la garantía y características de productos y servicios, así como a los reclamos y acuerdos
sobre conflictos de consumo".
Hay autores que señalan diferentes dificultades para que este instituto funcione
adecuadamente, destacando resultados favorables en pocos países(113). Sin embargo,
creemos que adaptando el funcionamiento de las convenciones colectivas de consumo a
la legislación local, posibilitando la participación en ellas de las organizaciones
verdaderamente representativas de los diferentes sectores y garantizando la
obligatoriedad y la exigibilidad de los acuerdos, podría arribarse a logros verdaderamente
satisfactorios(114).
136
La concreción de este derecho se logra mediante la puesta a disposición del público
consumidor de servicios estatales gratuitos de asesoramiento, mediante el funcionamiento
de organismos que brinden atención personalizada y especializada, así como también a
través de los diferentes canales de divulgación masiva (números de atención telefónica
gratuita, páginas de internet, espacios de divulgación en medios periodísticos escritos,
radios, revistas y canales de televisión; distribución de publicaciones específicas; etc.).
Las organizaciones de consumidores tienen también una insoslayable función al
respecto(116).
Las políticas públicas en la materia deben disponer los medios para brindar adecuado
asesoramiento y canalizar los reclamos de los consumidores (cfr. art. 43, ley 24.240). En
este sentido, la ley 13.133 de Buenos Aires y la 7714 de San Juan disponen que
"la autoridad de aplicación brindará un servicio de asistencia técnica y jurídica, consulta,
consejo y asesoramiento, sobre los derechos y cuestiones relativas a los contratos de
consumo, en relación a los productos y servicios que se comercializan en el mercado, o
de los proveedores de los mismos, y vías para efectuar denuncias y reclamaciones" (arts.
33 y 37, respectivamente).
A la vez, tanto en Buenos Aires como en San Juan, también recae en cabeza de los
proveedores —expresamente— la labor de divulgar y asesorar a los consumidores,
puesto que están obligados a exhibir en lugares destacados de sus locales comerciales
carteles que contengan una lista con los derechos de los consumidores y usuarios y los
teléfonos y direcciones de las autoridades provinciales y municipales competentes para
recibir consultas y reclamos (art. 18, ley 13.133, y ley 7714).
En este sentido, vemos con preocupación la entrada en vigencia del nuevo Sistema de
Resolución de Conflictos en las Relaciones de Consumo sancionado por ley
26.993 puesto que prevé el traspaso de la instancia conciliatoria que contenía el
procedimiento administrativo especial de la ley 24.240 (art. 45), a un Servicio de
Conciliación Previa en las Relaciones de Consumo (COPREC) compuesto por
mediadores. Por lo tanto, en el marco del procedimiento administrativo, tal como
desarrollamos en el capítulo respectivo, el asesoramiento y asistencia debe ser prestado
a los consumidores en oportunidad de las audiencias conciliatorias en donde la Autoridad
de Aplicación hace las veces de "patrocinante" del consumidor reclamante. Así surge
también del art. 42 segundo párrafo de la Constitución Nacional, que pone en cabeza de
las autoridades la función de proveer protección a esos derechos. Esta función,
naturalmente, excede las posibilidades de los mediadores y tampoco ha sido prevista de
esa forma en la ley 26.993.
137
El acceso a la justicia es una expresión acuñada por el principal inspirador e impulsor
de ese movimiento intelectual dentro de la doctrina del derecho procesal, el procesalista
italiano Mauro Cappelletti, quien la utilizara para referirse al "principio fundamental de todo
sistema jurídico: que el pueblo pueda ejercer sus derechos y/o solucionar sus conflictos
por medio del Estado". Bajo su dirección, se realizó una
ambiciosa investigación interdisciplinaria durante la década del 70, que fue conocida
como el "Proyecto florentino sobre el acceso a la justicia". Esta labor serviría —y aún
sirve— para replantear las instituciones tradicionales del procedimiento, con el propósito
de dar respuestas útiles y efectivas a las necesidades surgidas por la aparición de
los nuevos derechos (fundamentalmente, los derechos ambientales y de los
consumidores) y las nuevas necesidades sociales. El objetivo es la "nivelación social del
proceso" en pos de un sistema legal igualitariamente accesible a todos y encaminado a
que su funcionamiento sea individual y socialmente justo(117).
Sin desmedro del análisis del acceso a la justicia como institución propia del derecho
procesal, en nuestra materia, la expresión comprende también todos aquellos medios
consagrados, además de los judiciales, que permiten a los consumidores arribar a
soluciones satisfactorias frente a los conflictos de consumo. Esos medios están
consagrados fundamentalmente en los procedimientos administrativos específicos para la
tramitación de reclamos ante las autoridades de aplicación de la LDC.
— Geográficas: tiene que haber proximidad entre los afectados y los centros de
asesoramiento y resolución de sus conflictos.
138
el sistema. Comúnmente, el afectado se siente disminuido o temeroso frente al proveedor,
y desarrolla mecanismos de justificación de la conducta empresarial adversa,
llegando incluso a resignarse y desistir de reclamar. Es aquí donde debe recibir la
contención y el asesoramiento especializado, ya sea de su letrado o del funcionario que
tiene el deber de patrocinarlo (acompañarlo) en sede administrativa(120).
En cuanto a los requisitos básicos que deben contener los procedimientos destinados
a dar andamiento a este tipo de demandas, señalamos los siguientes:
c) procesos colectivos adecuados para tramitar derechos que han sido afectados de
manera colectiva o uniforme;
139
En este aspecto, nuestra legislación ha avanzado notablemente con las
reformas introducidas por la ley 26.361 a la Ley Nacional de Defensa del Consumidor. La
LDC recepta la legitimación judicial activa amplia —en cabeza de
asociaciones, autoridades administrativas, defensor del pueblo y Ministerio Público— (art.
52); el "daño punitivo" (art. 52 bis); procesos colectivos, abreviados, gratuitos y con
"efectos expansivos" (arts. 53 y 54); y la existencia de tribunales arbitrales de consumo
(art. 59).
No obstante, tal como señalábamos más arriba, la entrada en vigencia del nuevo
sistema de resolución de conflictos en las relaciones de consumo creado por la ley
26.993, pese a que concretó el esperado anhelo de la creación del fuero judicial especial,
fue alumbrado con notables inconsistencias que perjudicarán, sin dudas, su
implementación práctica y la eficacia que se espera de este ámbito. Tampoco se previó su
ensamble con el sistema administrativo y judicial vigente(124), por lo que es de esperar que
las provincias vayan sancionando normas de implementación local que de alguna manera,
logren corregir los numerosos desajustes que presenta.
Por último, otro tema de gran importancia desde el punto del acceso a la justicia, es el
de las afectaciones colectivas y las soluciones ante tales casos. Es sabido que del
universo de potenciales afectados por una determinada conducta disvaliosa de un
proveedor, la mayor parte de ellos son inadvertidos para el sistema estatal —judicial y
administrativo— de tutela. Esta situación posee un doble efecto negativo: en primer lugar,
acrecienta el descontento y la resignación de los destinatarios de la protección
legal, instalando una sensación de ineficiencia de la Administración en su rol de control
del mercado y, además, convalida la "rentabilidad ilegítima" de los proveedores
que incorporan como margen extra de ganancia —intencionalmente o no— el resultado
económico favorable que implican las afectaciones no reclamadas e impunes(125).
Pero, sin dudas, el acontecimiento más importante en la doctrina judicial de los últimos
tiempos en materia de acceso a la justicia en general, con particular impacto en el campo
de las relaciones de consumo, ha sido el pronunciamiento de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación en el caso "Halabi"—y la posterior doctrina derivada del mismo—
, que otorgó formal carta de nacimiento a los derechos individuales homogéneos al
considerárselos comprendidos dentro de los de "incidencia colectiva" a los que se refiere
el art. 43, CN. La Corte dijo que estos derechos son operativos pese a la pasividad del
legislador en dictar una norma que reglamente su ejercicio procesal, y esbozó para el
futuro el trámite de las "acciones de clase" en la Argentina(127).
Estos avances, que propiciábamos y anticipamos desde hace bastante tiempo(128), dan
la pauta para colocar el énfasis en materia de acceso de consumidores en su justo lugar:
140
la dimensión colectiva de las afectaciones y la necesidad de herramientas procesales
eficientes para atender y canalizar estos reclamos.
A partir de "Halabi" la Corte Nacional viene consolidado lo que creemos es una senda
difícil de revertir, ampliando incluso potencialmente el "caso colectivo" al posibilitar la
procedencia de la acción colectiva "de todos modos" —es decir, cuando no se dé
estrictamente la afectación de derechos individuales homogéneos— en aquellos casos en
que "pese a tratarse de derechos individuales, exista un fuerte interés estatal en su
protección, sea por su trascendencia social o en virtud de las particulares características
de los sectores afectados"(129). Esto demuestra una clara intención de mantener abierta la
"puerta grande" de los tribunales para permitir el ingreso de grupos, homogéneos o
heterogéneos, necesitados de justicia(130).
141
El derecho del consumidor es por esencia dinámico, razón por la cual sus conceptos y
contenidos son lo suficientemente maleables para comprender el enorme abanico de
situaciones que regulan. Pero la adecuación de sus preceptos por parte del intérprete —
jueces, legisladores, abogados, autores, profesores, etc.— podría llegar a modificar su
esencia, desvirtuando en su aplicación dinámica los principios sobre los que se ha
construido y evolucionado.
Entonces, señalaremos que existen dos postulados fundamentales que guían toda la
estructura de nuestra materia: ellos son el principio "in dubio pro consumidor" y el principio
de orden público de la legislación que la integra. El primero de ellos es esencial e irradia
tanto los aspectos "duros" o dogmáticos del derecho del consumidor, como las cuestiones
naturalmente cambiantes (procedimientos, políticas públicas); el restante es un principio
operativo o instrumental que opera estrictamente en el campo normativo.
Ambas reglas orientan el estudio y el análisis teórico del derecho del consumidor, así
como también el diseño de sus normas sustanciales, reglamentaciones específicas y
normativa complementaria, y su aplicación práctica; al mismo tiempo, son las líneas que
encauzan el diseño y la implementación de las políticas públicas y, como último
resguardo, serán las columnas que sostendrán el razonamiento de los jueces.
1.1. Orígenes
142
Moisset de Espanés y Tinti señalan que ya en el Digesto se encuentran textos de Ulpiano,
Pomponio y Paulo en los que se hace aplicación práctica del favor debitoris, aunque el
adagio posiblemente haya sido acuñado con posterioridad por los glosadores(1). Peyrano
destaca que es una "respuesta morigeradora" a las severas consecuencias que en la
Roma primitiva traía consigo la condición de deudor moroso, la que daba derecho al
acreedor a disponer de la libertad e incluso de la vida del obligado(2).
143
Si nos atenemos al análisis del la letra de la ley 24.240, veremos que el principio
de interpretación más favorable al consumidor ha sido receptado expresamente y con
alcances diversos:
1.2.1. Como criterio orientador general de todas las normas aplicables a las
relaciones de consumo (Estatuto del Consumidor)
El art. 3º, párr. 2º, LDC, establece que "las disposiciones de esta ley se integran con
las normas generales y especiales aplicables a las relaciones de consumo, en particular
la ley 25.156 de Defensa de la Competencia y la ley 22.802 de Lealtad Comercial o las
que en el futuro las reemplacen. En caso de duda sobre la interpretación de los
principios que establece esta ley prevalecerá la más favorable al consumidor".
La redacción del art. 3º establece claramente que la regla in dubio pro consumidor rige
para todos los principios establecidos en el Estatuto del Consumidor, extendiéndose a
todo el contenido de la legislación de defensa del consumidor incluyendo, por supuesto, a
la propia ley 24.240 y a todas las normas sustanciales y adjetivas, que por imperio del
mismo art. 3º, la integran y complementan.
Queda alcanzado por esta regla también el Código Civil y Comercial, que es la "norma
general" de aplicación más común a las relaciones de consumo, cuyos preceptos y
principios, cuando operen en el marco de las relaciones de consumo, deben
ser interpretados siguiendo el criterio tuitivo de protección al sujeto débil(5). En este
sentido, el nuevo CCyCN incorpora expresamente la regla del favor consumatore en
varios de sus artículos:
— Art. 7º: en relación a la eficacia temporal de las normas, establece que "Las nuevas
leyes supletorias no son aplicables a los contratos en curso de ejecución, con excepción
de las normas más favorables al consumidor en las relaciones de consumo" (últ. párr.).
— Art. 1094: en cuanto a la prelación de las normas que regulan las relaciones de
consumo, "deben ser aplicadas e interpretadas conforme con el principio de protección del
consumidor y el de acceso al consumo sustentable. En caso de duda sobre
la interpretación de este Código o las leyes especiales, prevalece la más favorable al
consumidor".
144
— Art. 1384: las disposiciones relativas a los contratos de consumo, entre ellas el
principio in dubio pro consumidor, también son aplicables a los contratos bancarios.
Sobre esa premisa protectiva se establecieron las cargas que la LDC coloca en
cabeza de los proveedores y, como contrapartida, los beneficios conferidos a los
consumidores. Así tenemos, entre otros, el art. 4º, que obliga a los proveedores a
brindar información cierta sobre los productos y su comercialización; los arts. 5º y 6º, que
protegen la salud e integridad física del consumidor; los arts. 7º y 8º, sobre el contenido y
efectos de la oferta y la publicidad comercial; el art. 8º bis, que protege el trato digno y
equitativo; los arts. 10, 14, 15, 22 y concs., que exigen que la redacción de los contratos
de consumo, los certificados de garantía y presupuestos para la reparación de productos
durables, debe ser por escrito, detallada, en idioma nacional, clara y fácilmente legible; los
arts. 10 bis y 17, que ponen diferentes opciones a disposición del consumidor en
supuestos de incumplimientos; el art. 10 ter, que posibilita la rescisión contractual a través
de medios idénticos a los utilizados para contratar; los arts. 13 y 40, que establecen
responsabilidades solidarias para todos los integrantes de la cadena de comercialización,
asegurando la indemnidad del consumidor; el art. 28, que manda que los usuarios de
servicios públicos domiciliarios deben ser debidamente informados sobre las condiciones
de seguridad de las instalaciones y artefactos; el art. 30, que establece que cuando
se interrumpa o existan alteraciones en la prestación del servicio público domiciliario, se
presume que la causa es imputable al prestador; el art. 31, que fija penalidades para la
prestataria del servicio en caso de facturación de consumos indebidos o excesivos; el art.
34, que contempla un "plazo de reflexión" de diez días o "derecho de arrepentimiento",
para que el consumidor pueda retractarse en las operaciones realizadas fuera del
establecimiento del proveedor; el art. 37, que veda la inclusión de cláusulas abusivas en
los contratos y sanciona los comportamientos de mala fe de los proveedores; etcétera.
Sin desmedro de todo lo anterior, debemos hacer notar un lamentable retroceso con
motivo de la reciente sanción del Código Civil y Comercial de la Nación. El Anexo II de
la ley 26.994 de sanción del Código reemplazó el actualmente vigente art. 50 de la ley
24.240 que regula el instituto de la prescripción en las relaciones de consumo, por un
texto claramente desfavorable a los derechos de los consumidores y usuarios o, en el
mejor de los casos, que reinstala un debate que ya había sido superado ante la clara
redacción de la norma. Veamos:
145
— Art. 50, LDC (vigente a diciembre de 2014): "Prescripción. Las acciones judiciales,
las administrativas y las sanciones emergentes de la presente ley prescribirán en el
término de tres (3) años. Cuando por otras leyes generales o especiales se fijen plazos de
prescripción distintos del establecido precedentemente se estará al más favorable al
consumidor o usuario. La prescripción se interrumpirá por la comisión de
nuevas infracciones o por el inicio de las actuaciones administrativas o judiciales" (texto
según ley 26.361).
— Art. 50, LDC (según ley 26.994, Anexo II, punto 3.4): "Prescripción. Las sanciones
emergentes de la presente ley prescriben en el término de tres (3) años. La prescripción
se interrumpe por la comisión de nuevas infracciones o por el inicio de las actuaciones
administrativas".
También debemos poner en blanco sobre negro aquello que, a modo de disculpas o
justificación, se ha dicho en el sentido de que la reforma del art. 50, LDC era necesaria
146
porque la prescripción de las acciones judiciales "estaba allí mal situada" (en el capítulo
XII de procedimientos y sanciones), y por otro lado, que con la entrada en vigencia del
CCyCN al plazo de prescripción aplicable a las relaciones de consumo sería más
beneficio para los consumidores por imperio del art. 2560 —que establece un plazo
general de 5 años— en conjunción con la regla hermenéutica del art. 1094 que dispone
que cuando existan dudas sobre los alcances de su obligación, se adopta la que sea
menos gravosa(11).
En primer lugar y más allá del purismo desde la técnica legislativa que, obviamente,
muestra una incorrección en el punto, no se conoce ningún precedente judicial y tampoco
doctrinario de relevancia, que a partir de tal desacierto haya propiciado, o pueda hacerlo
con seriedad, la necesidad de alterar de modo radical el sentido de un precepto legal. Si
la intención sincera de la modificación hubiera sido la de "subsanar esa incorrección" en
beneficio de los consumidores se podría haber previsto su reubicación y no su
derogación, amén de que con ese criterio las cuestiones cosméticas probablemente
habrían llevado a retocar muchos otros preceptos de la ley 24.240 que, no por casualidad
no fueron tocados, a excepción de las figuras que más incomodaban al sector corporativo,
particularmente a las compañías de seguro, tales como la figura del
"consumidor expuesto" y justamente éste precepto, que posibilitaba alongar de 1 a 3 años
el plazo de prescripción en materia de seguros de responsabilidad civil.
Además de lo anterior, esa doctrina que pretende justificar tamaño retroceso, porta
otro yerro garrafal, cual es el de soslayar que justamente el plazo prescriptivo del art.
2560 es un plazo general y se aplica en defecto de la existencia de plazos especiales; y
en materia de relaciones de consumo, lamentablemente, esos plazos existen: el de 1 año
contenido en el art. 58 de la Ley de Seguros; el de 1 año contemplado para el reclamo por
vicios redhibitorios en el art. 2564, inc. a) del CCyCN; el de 2 años para reclamar
la indemnización de los daños derivado del contrato de transporte de persona o cosas
fijado por el art. 2562, inc. d) del CCyCN. En todos estos supuestos, como vemos algunos
contemplados dentro del propio Código Civil y Comercial, hecho que hace inaplicable el
plazo genérico del art. 2560, se prevén plazos más breves que el de 3 años que
contiene —hasta la entrada en vigencia de la ley 26.994— el art. 50 de la ley 24.240.
La única esperanza es que los jueces tomen nota de los avances que se habían
logrado en el punto a la luz de criterios progresistas y desinteresados gracias a la
redacción del art. 50, LDC en su versión dada por ley 26.361(12), vuelvan a hacer un
ejercicio hermenéutico guiados por las pautas del favor debilis contenidas en la propia ley
de defensa del consumidor (arts. 3º y 37, 2ª parte) y en el nuevo art. 1094 del Código
Civil y Comercial.
El art. 7º, dec. 1798/1994, reglamentario de los arts. 7º y 8º, ley 24.240, establece que
"cuando por cualquier causa en una oferta se hubieren incluido precisiones
contradictorias, se estará siempre a la más favorable al consumidor o usuario"(13).
147
No obstante que el criterio, como vimos en el punto anterior, rige para todo el Estatuto
del Consumidor, es de suma importancia la inclusión expresa del principio in dubio pro
consumidor en materia de ofertas comerciales y como pauta de valoración de la
publicidad dirigida a consumidores. En estos dos terrenos se configuran, en la práctica, la
mayor cantidad de engaños y excesos.
Como dicen Alterini y López Cabana, citando a Clark, "en los hechos, la publicidad es
el producto, porque la gente lo adquiere tal como lo percibe mediante la publicidad"(14). Y
en la actual sociedad de consumo, es un hecho notorio que la forma más utilizada y la
más eficiente para hacer llegar las ofertas a los consumidores potenciales es a través de
la publicidad difundida por medios masivos (en la vía pública, en radio, televisión, revistas,
diarios, etcétera).
El deber de información receptado en general en el art. 4º, LDC, comprende todos los
aspectos de los vínculos contractuales pero, más importante que ello, actúa de modo
relevante en la etapa precontractual o de formación de la voluntad de contratar, que es el
momento en el cual el "estímulo" del proveedor —mediante una oferta tradicional o una
oferta publicitaria— incide en la decisión del consumidor.
148
presentarse como excusa para justificarlo por quienes lo usan sino que, por el contrario,
se debe atender al efecto que pueda producir en el público o en una parte de éste(16).
La postura que hemos venido sosteniendo, ha sido respaldada por el nuevo Código
Civil y Comercial de la Nación que dentro del Título III de los "Contratos de
Consumo", incorpora en la Sección 2da del Capítulo II (Formación del Consentimiento)
normas destinadas a regular la "Información y publicidad dirigida a los consumidores"
(arts. 1100 a 1103).
Si bien en este aspecto el Código no trae novedades en relación a las normas que ya
contenía la LDC, sí es interesante lo señalado en punto a la regulación bajo la misma
sección del deber de información, con sus notas caracterizantes de certeza y detalle (art.
1100), y de la publicidad comercial, técnica legislativa que, como propiciábamos, autoriza
a sostener que son directamente aplicables a la publicidad las exigencias generales para
toda información destinada a consumidores; ello así cuando su objeto sea elementos o
características esenciales del producto o servicio (art. 1101, inc. a CCyCN).
El principio rector que venimos analizando también opera dentro del marco
contractual. El art. 37, ley 24.240, en su párr. 2º, establece que "la interpretación del
contrato se hará en el sentido más favorable para el consumidor. Cuando existan dudas
sobre los alcances de su obligación, se estará a la que sea menos gravosa". Igual
pauta incorpora el CCyCN tal como vimos arriba.
Los proveedores tienen la obligación de "hablar claro". Sobre ellos pesa la carga de
hacerse entender y exteriorizar "cristalinamente" las modalidades con que ofertan sus
bienes de consumo. Este deber es fundamental en la contratación por adhesión, donde el
contenido contractual propuesto unilateralmente por el cocontratante "fuerte"
debe expresar las obligaciones de las partes con precisión y equilibrio.
El deber de clari loqui, receptado desde antaño por el derecho romano y que emana
de la necesidad de transparencia en las relaciones privadas de intercambio, fue receptado
en nuestro derecho con la consagración legal del principio jurídico de la buena fe en la
reforma del Código Civil del año 1968 (cfr. arts. 1071, parte 2ª; 1198 y
concs., CCiv. Vélez; art. 961 CCyCN). Este deber, en las reglas aplicables al mercado de
consumo, ya ha dejado de ser "accesorio" o "secundario" de conducta, como se lo
consideraba otrora, para convertirse en las relaciones de consumo, en conjunción con
el in dubio pro consumidor, en el cristal a través del cual deberá observarse la conducta
de las "partes"(17).
149
La doctrina judicial indica que "la actual Ley de Defensa del Consumidor (24.240)
impone a quienes presten servicios una 'información veraz, detallada, eficaz y suficiente
sobre las características esenciales de los mismos' (art. 4º), fijándose como
principio interpretativo para tales contratos que 'en caso de duda se estará siempre a
la interpretación más favorable para el consumidor' (arts. 3º y 37). Ello se justifica porque
el estipulante, que es quien formula la cláusula, está en condiciones de expresarse con
claridad, no pudiendo admitirse su ambigüedad y que con ella pueda abusarse del
consumidor, quien resulta ser el contratante más débil"(18).
La jurisprudencia de la Corte federal tiene dicho en el sonado caso "ERE vs. Omint",
en el que se debatió la legitimidad del derecho del proveedor a rechazar la continuidad del
contrato solicitada por un afiliado que padecía una enfermedad crónica, que cuando se
trata de una "figura contractual de adhesión" y "de consumo", le son aplicables las
disposiciones de la ley 24.240 y la particular hermenéutica jurisprudencial y legal
elaborada a propósito de esta materia. Ella ordena que entre todos los sentidos posibles,
debe estarse al que favorezca al consumidor, criterio que se extiende igualmente a los
contratos(19).
La regla del in dubio pro consumidor ha sido llevada también a la realidad del
procedimiento en infinidad de pronunciamientos de nuestros tribunales, que la han hecho
valer como una forma de salvar obstáculos, fundamentalmente probatorios, a la hora de
resolver.
150
"mal puede la accionada pretender... que sea el abonado quien pruebe exclusivamente él,
que el mecanismo de control de pulsos no funciona concretamente, y que las facturas
remitidas no acreditan conforme a las lecturas de los medidores; cuando es el
directo interesado (usuario) quien no tiene acceso a las oficinas comerciales donde se
encuentran dichos aparatos de medición exigiendo una fuente de prueba imposible de
acreditar"(22); ello así puesto que "toda vez que la suerte del litigio no puede quedar librada
a la situación de preeminencia de las empresas de servicios públicos con desmedro de
los derechos de los consumidores, cabe ponderar con un criterio dotado de flexible
amplitud el resto de la prueba. Por ello, y sin perjuicio de las prescripciones del art. 377,
CPCC, resulta por demás aplicable en controversias como ésta la doctrina de las cargas
probatorias dinámicas, desplegando aquí su receptividad con mayor amplitud"(23).
La doctrina autoral más autorizada y progresista en materia procesal, con una mirada
"solidarista" del procedimiento, alienta la recepción de este instituto(24).
Estas presunciones serán de utilidad a los efectos de establecer, con razonable grado
de certeza, las circunstancias del caso no acreditadas por ausencia de prueba directa,
sirviendo incluso para atribuir responsabilidad ante supuestos de daños causados a
consumidores o usuarios en el caso de productos elaborados defectuosos(28), o servicios
151
que generan daños (p. ej. un corte del servicio de energía eléctrica(29)o los daños
derivados del "servicio de estacionamiento gratuito"(30)).
En una perspectiva más amplia y saliendo del estricto terreno probatorio, la regla in
dubio pro consumidor impera como un criterio general de valoración de la actuación
procesal de las partes intervinientes en los procedimientos administrativos y judiciales en
los que se debata acerca de los derechos de consumidores y usuarios.
La redacción del art. 3º previa a su modificación por la ley 26.361 establecía que "las
disposiciones de esta ley se integran con las normas generales y especiales aplicables a
las relaciones jurídicas antes definidas, en particular las de defensa de la competencia y
152
de lealtad comercial. En caso de duda, se estará siempre a la interpretación más
favorable para el consumidor".
Este texto dio lugar a algunas interpretaciones restrictivas de los alcances del
principio in dubio pro consumidor, puesto que hubo quienes entendieron que este mismo
sólo era de aplicación en caso de dudas frente a conflictos normativos, pero no frente a la
apreciación de las circunstancias fácticas del caso o las pautas de aplicación a los
procedimientos judiciales o administrativos.
Sin perjuicio de que la solución actual surgía del entorno esencial de toda la materia, la
nueva redacción del art. 3º ha terminado todo debate al respecto, puesto que ahora quedó
establecido que el axioma in dubio pro consumidor es de aplicación a todos los
"principios" establecidos en la ley 24.240. Obtenemos así, en una correcta perspectiva, un
panorama mucho más flexible del ámbito de actuación de la regla interpretativa favorable
a la parte débil de los vínculos de consumo, la que opera a lo largo de los preceptos
normativos específicos de la ley 24.240, pero además trasciende sus límites,
convirtiéndose en una pauta hermenéutica general que orienta sus principios, a la luz de
la cual se deberán juzgar todas las conductas que desarrollen los sujetos que interactúan
en las relaciones de consumo.
Vemos reconocido en estos fallos el derecho del consumidor como principio general
de derecho, aun en vinculaciones jurídicas atípicas o de naturaleza mixta. Sin
entretenerse el juzgador con el debate teórico o el desentrañamiento de la naturaleza —
contractual o extracontractual, pública o privada— de la relación específica habida entre
las partes, ha colocado plausiblemente el acento en la actividad empresarial involucrada y
el objetivo tutelar del marco legal de las relaciones de consumo.
Así, los principios del derecho del consumidor trascienden el mercado en general, sin
rigideces axiomáticas, adquiriendo su justa dimensión social e interés público. Con la
amplitud conceptual en torno al objeto de la relación de consumo y el reconocimiento de
la exposición a las relaciones de consumo como un nuevo factor de riesgos y
afectaciones, la doctrina del derecho del consumidor ha puesto rumbo hacia la verdadera
trascendencia social de la materia, al punto que su contenido aparece ya como normativa
"pública" destinada a regular actividades y situaciones que involucran el conjunto de la
sociedad.
153
De modo que el principio de protección al consumidor, amalgamando normas de la
más diversa naturaleza y jerarquía, incide en la apreciación de toda la legislación
"consumerista", guía el entendimiento de los vínculos contractuales de consumo, alumbra
los hechos y conductas desarrollados por los proveedores, establece pautas flexibles en
los procedimientos administrativos o judiciales e impulsa la actividad estatal en los
"cometidos" que le toca desarrollar a través de sus diferentes poderes para garantizar la
protección de consumidores y usuarios(33).
Podemos concluir aquí entonces, sosteniendo que los principios tutelares del derecho
del consumidor, como norte orientador de las relaciones de consumo al igual que, por
ejemplo, el principio general que veda causar daño a otro (alterum non laedere), exceden
el derecho privado y se proyectan como principios generales, vigentes para todo el orden
jurídico interno(34).
El art. 21, CCiv. de Vélez enseñaba los alcances del orden público, disponiendo que
"las convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en cuya observancia
estén interesados el orden público y las buenas costumbres". El art. 12 del CCyCN
contempla idéntica regla a excepción de la referencia a las buenas costumbres,
agregando los efectos que deben darse a los actos otorgados en fraude a las normas
imperativas, a las que de todos modos deben someterse. Por su parte, el art. 279 del
CCyCN prohíbe como objeto de los actos jurídicos en general aquellos que sean
contrarios al orden público; mientras que el art. 386 los sanciona con la nulidad absoluta,
y los arts. 958, 1004 y 1014 lo colocan como un límite a la libertad de contratar.
La Corte nacional ha dicho desde antaño que "ninguna persona puede tener derechos
irrevocables adquiridos contra una ley de orden público"(36). Y, más recientemente, que
"corresponde a los poderes del Estado proveer todo lo indispensable para salvaguardar el
orden público o bienestar general, lo que significa atender a la conservación del sistema
político y del orden económico, sin los cuales no podría subsistir la organización jurídica
sobre la cual reposan las libertades individuales"(37).
154
Por ende, el orden público del derecho del consumidor significa un límite a los
convenios en los que se encuentren implicados derechos de consumidores y usuarios, ya
sea que se celebren en ámbitos privados como ante organismos judiciales o de la
Administración, no pudiendo en ningún caso pactarse en ellos condiciones contrarias a los
derechos reconocidos ni derivarse de tales convenciones efectos disfuncionales a la
norma tuitiva. Este resguardo también se encuentra contenido en el art. 1644 del CCyCN
que prohíbe las transacciones sobre derechos en los que esté comprometido el orden
público.
Al mismo tiempo, el orden público obliga no sólo a los particulares sino que también
significa una exigencia para las autoridades de todas las esferas, las que tienen la
obligación de respetar y exigir el respeto de las normas que cuentan con esa entidad y,
además, disponer lo necesario para lograr que esos fines superiores del Estado obtengan
su adecuado desenvolvimiento en la sociedad.
En el fallo apuntado, se nos enseña que el orden público económico posee los
siguientes caracteres: "i) Atañe a las relaciones económicas; ii) toma en cuenta el cambio
de los bienes y servicios considerados en sí mismos; iii) agrega la exigencia de obrar
ciertas conductas impuestas legalmente y procura imponer de manera positiva cierto
contenido contractual". Y que la doctrina distingue dos tipos de orden público, el
de protección y el de dirección. El de dirección "es aquel por el cual los poderes públicos
se proponen "realizar ciertos objetivos económicos, a cuyo fin, en algunos casos, los
actos privados quedan sujetos, entre otras medidas, a autorizaciones estatales, y es
menester una apreciación de la situación concreta por una autoridad competente,
dándose la aprobación cuando el Estado no se opone al contrato pero quiere controlarlo",
y el de protección "tiende a resguardar a una de las partes, y particularmente el
equilibrio interno del contrato. En síntesis, el orden público de protección está constituido
por normas que tutelan ciertos intereses particulares cuando la sociedad les concede
especial y fundamental trascendencia. El orden público de dirección está referido a
normas que resguardan el buen funcionamiento de las instituciones económicas
esenciales".
A continuación, el fallo que venimos anotando, con cita de Alterini(39), dice: "El orden
público económico de dirección se diluye en los sistemas económicos que acentúan la
libertad de los mercados, porque el Estado minimiza su función regulatoria. Pero, aun en
ellos, subsiste el orden público de protección puesto que las precauciones legislativas que
implica no tienden a afectar el albedrío negocial, sino antes bien a afirmarlo mediante la
restauración de la libertad contractual del lado donde era amenazada". Y con cita de
Rubén Stiglitz(40), agrega: "Orden público de protección es aquel que se aplica a favor del
contratante débil. Orden público de dirección, el que tiene por objeto suministrar cierta
dirección a la producción, cambio y distribución de la riqueza".
155
Estos postulados, entendemos que han sido compendiados magníficamente en otro
pronunciamiento judicial, digno de destaque, emitido por la sala 2ª de la Cámara 1ª Civil y
Comercial de Mar del Plata en los autos "Martinelli v. Banco del Buen Ayre". Allí se dijo
que "dada la naturaleza y fines tuitivos que persigue esta ley (24.240), la misma es
considerada de orden público, así lo establece expresamente su art. 65. El orden público
implica un conjunto de principios de orden superior, políticos, económicos, morales y
algunas veces religiosos a los que se considera estrechamente ligadas la existencia y
conservación de la sociedad. Limita la autonomía de la voluntad y a él deben acomodarse
las leyes y la conducta de los particulares (esta Cámara, sala 2ª, causas 95.012, 100.799,
entre otras). En definitiva, la citada ley, que consagra el derecho del consumidor, es por lo
tanto la disciplina jurídica de la vida cotidiana del habitante de la sociedad de consumo
(BAUDRILLARD, Jean, A sociedade de consumo, trad. de Artur Morao, Lisboa, 1981, p. 27,
cit. por STIGLITZ, Gabriel, Defensa de los consumidores de productos y servicios, p.
87)"(41).
Lo anterior nos lleva a sostener que, en nuestra materia, el orden público opera en
ambos sentidos, como fueron puntualizados por la doctrina reproducida:
A modo de apertura de este punto, acudimos una vez más a consolidada doctrina de
la Corte nacional que indica que los jueces deben interpretar las leyes de modo que
su exteriorización gramatical concuerde con las disposiciones constitucionales y el resto
del ordenamiento jurídico, respetando el espíritu del legislador y evitando
que interpretaciones rígidas puedan llevar a "formalismos paralizantes" o a la pérdida de
derechos(43).
156
Desde la sanción de la LDC en 1993, se vienen actualizando y extendiendo los
alcances del texto legal mediante sucesivas reformas legislativas que fueron revirtiendo la
oprobiosa mutilación infringida por el veto presidencial al promulgar la norma(44). En
paralelo, tanto la jurisprudencia como la doctrina de los autores impulsaron los alcances
de la norma, logrando llevar las ideas protectorias a ámbitos o situaciones que pretendían
o se propiciaban como exentas del régimen especial. Fueron así derribados uno tras otro
los preconceptos e interpretaciones ortodoxas —o lisa y llanamente
corporativas, interesadas o malintencionadas— que pretendían anclar los contenidos de
la legislación "consumerista" y circunscribirlos a un limitado terreno de actuación(45).
Una apreciación dinámica del conjunto de leyes que integran el bloque legal que tutela
a consumidores y usuarios nos lleva a analizar dos cuestiones de real significación: 1) en
primer lugar, la distinta jerarquía de las normas aplicables a los vínculos de consumo; 2)
y, consecuentemente, las reglas de interpretación derivadas de la naturaleza y la jerarquía
de esas normas.
La cuestión, por más simple que parezca, presenta aristas difíciles de resolver en la
práctica, ya que en determinadas relaciones de consumo existe superposición de normas
y reglamentaciones, o concurrencia de las potestades de control de las autoridades de
defensa del consumidor con otras autoridades, entes u organismos establecidos en leyes
específicas; por otro lado también se presenta el caso de competencias legislativas
concurrentes entre distintas jurisdicciones sobre aspectos específicos de una misma
actividad. Por ejemplo: la regulación legal de los servicios de telecomunicaciones es una
facultad del Poder Legislativo nacional (art. 75 inc. 30); el control interjurisdiccional del
servicio de telecomunicaciones es competencia de la Comisión Nacional de
Comunicaciones o la Secretaría de Comunicaciones de la Nación, según corresponda; el
control de la prestación del servicio de telefonía básica o móvil a usuarios finales es
competencia de los organismos locales de defensa del consumidor o de la Comisión
Nacional de Comunicaciones, a elección del usuario (art. 25, ley 24.240); la
reglamentación de la instalación de antenas de telefonía celular (ubicación, impacto
ambiental, normas de seguridad, etc.), así como las habilitaciones de locales de venta y
atención al público, es competencia municipal. Otro ejemplo: la Inspección General de
Justicia de la Nación (en adelante, IGJ) tiene la facultad de aprobar los contratos que
utilizan las empresas que comercializan vehículos a través de los sistemas de "ahorro
157
previo"; no obstante, los organismos de defensa del consumidor tienen la potestad de
vigilar que esos contratos no posean cláusulas abusivas, pudiendo solicitar a la IGJ que
adopte las medidas necesarias para modificar los contratos aprobados (arts. 37 y 38, ley
24.240), y sin perjuicio de todo lo anterior, los jueces del Poder Judicial pueden declarar la
nulidad de las cláusulas que, aún cuando aprobados por la IGJ, sean consideradas
abusivas (art. 37, 2ª parte, LDC).
— Segundo lugar. Está ocupado por la Ley Nacional de Defensa del Consumidor
24.240 por ser la norma específica y de orden público (art. 65); los dispositivos del Código
Civil y Comercial que, por el principio integrador del art. 3º, LDC, complementan su
contenido; y también podría colocarse en este estrato a las leyes de Lealtad Comercial
(ley 22.802) y de Defensa de la Competencia (ley 25.156) a las que la LDC hace particular
referencia.
— Tercer lugar. Un escalón por debajo se colocan las demás leyes nacionales que
regulan relaciones jurídicas especiales que son alcanzadas por el omnicomprensivo
concepto de "relación de consumo" (art. 3º LDC), y que por ello también integran el
Estatuto del Consumidor. Ingresan aquí todas aquellas normas regulatorias de relaciones
jurídicas especiales o vínculos de consumo determinados, tales como la Ley de Seguros
17.418, la Ley de Tarjetas de Crédito 25.065, la Ley de Protección de Datos Personales
25.326, la Ley de Prestaciones Obligatorias para la Medicina Prepaga 24.754, los marcos
regulatorios de los servicios públicos nacionales de energía eléctrica y gas natural (leyes
24.65 y 24.076), entre muchísimas otras. En esta posición también pueden ubicarse
las leyes que regulan aspectos generales de los vínculos de consumo, tales como el
Código Alimentario argentino aprobado por ley 18.284 en las cuestiones relacionadas con
la seguridad y salubridad de alimentos y algunos aspectos de su publicidad, la Ley de
Abastecimiento 20.680 (modif. por ley 26.991), la Ley de Identificación de Productos
Alimentarios 25.380, entre muchas otras.
158
administrativos, las sanciones a aplicar a las infracciones, la regulación de los servicios
públicos de jurisdicción provincial, etc.). Así lo han hecho varias provincias, entre ellas
Buenos Aires y San Juan, dictando sus respectivos códigos provinciales de
implementación de los derechos de los consumidores y usuarios (leyes 13.133 y 7714,
respectivamente).
159
Lo anterior, en cuanto al orden de prelación y preeminencia jurídica de las normas.
Ahora bien, como anticipamos, debe tenerse presente que existen distintos regímenes
jurídicos que cohabitan en relación a determinadas actividades, por lo que es igualmente
importante el sentido que cabe darles a las normas en su aplicación dinámica.
Es útil recordar aquí las reglas en materia de hermenéutica normativa delineadas por
la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El Superior Tribunal ha dicho que "las leyes
deben ser interpretadas considerando armónicamente la totalidad del ordenamiento
jurídico, y los principios y garantías de raigambre constitucional, para obtener un resultado
adecuado, pues la admisión de soluciones notoriamente disvaliosas no resulta compatible
con el fin común, tanto de la tarea legislativa como de la judicial"(46).
Así las cosas, ante un conflicto de normas e intereses, corresponde analizar cuál de
ellas prevalece o, en su defecto, cómo se armonizan. Para ello, siguiendo los parámetros
delineados por los principios constitucionales ya vistos (arts. 28, 31, 42, 75 inc. 22 y
concs., CN) y lo que surge de la doctrina judicial más encumbrada, es evidente que,
encontrándonos en el marco de una relación de consumo, las regulaciones sectoriales o
específicas deben "leerse" en sintonía con los lineamientos que surgen del Estatuto del
Consumidor. Su espíritu tuitivo contagia al resto del ordenamiento jurídico y prevalece en
la dinámica de su aplicación por sobre cualquier otra norma que pueda llegar a debilitar,
perjudicar u obstaculizar la tutela de consumidores y usuarios.
Sin temor a equivocarnos, venimos sosteniendo que los principios de protección del
derecho del consumidor han alcanzado el rango de "principios generales de derecho",
sirviendo de guía a toda la actividad económica pública y privada del país. A partir de su
reconocimiento constitucional, los derechos del consumidor quedan colocados en un lugar
de innegable preeminencia dentro del elenco de prerrogativas ciudadanas, alzándose
160
como un principio de nivel máximo, a punto tal que el propio Estado asume el rol de
garante y principal promotor de su goce pacífico y adecuada implementación(48).
La ley 26.361, en este aspecto, ha sido coherente con esa orientación puesto que ha
reforzado en la redacción de la LDC el criterio interpretativo in dubio pro consumidor (arts.
3º, 25, 37 y 50). Existen situaciones particularmente conflictivas en las que confluyen
diferentes regímenes jurídicos y sus respectivos órganos de control específicos. Una de
ellas es el área de los servicios, ya se trate de los denominados "servicios públicos
domiciliarios" o de las diferentes prestaciones de servicios con regulaciones especificas
(telefonía celular, medicina prepaga, televisión por cable, internet, turismo, ahorro previo,
etc.). En estos casos, la jurisprudencia ha señalando, de manera reiterada y
prácticamente uniforme, la preeminencia del principio integrador y tutelar del Estatuto del
Consumidor(49).
Ahora, amén de la regla general que da prevalencia a los principios del régimen de
defensa del consumidor, la ley 24.240 contiene un último párrafo en su art. 3º que deja de
lado la supletoriedad que antes del año 2008 la propia norma establecía para
determinados casos; el párrafo aludido ahora proclama que "las relaciones de consumo
se rigen por el régimen establecido en esta ley y sus reglamentaciones sin perjuicio de
que el proveedor, por la actividad que desarrolle, esté alcanzado asimismo por otra
normativa específica" (art. 3º, 3º párr., LDC). Es decir que cualquiera sea el régimen
específico de la actividad del proveedor de que se trate, el Estatuto del Consumidor
actuará como una salvaguarda para los consumidores o usuarios involucrados en esa
relación, quienes podrán valerse de los principios e institutos generales contenidos en la
legislación de defensa del consumidor para asegurar o potenciar sus derechos, aun en los
casos en los que exista normativa específica.
161
redacción establece que el plazo de prescripción de tres años se refiere a "las acciones
judiciales, las administrativas y las sanciones" emergentes de la ley, pero lo que más
importa aquí es que expresamente la LDC aclara que "cuando por otras leyes generales o
especiales se fijen plazos de prescripción distintos del establecido precedentemente se
estará al más favorable al consumidor o usuario". Con lo cual, si otras leyes establecen
plazos de prescripción más cortos que el establecido en el art. 50, ley 24.240, si se trata
de una relación de consumo, éstos son inaplicables en la medida en que perjudiquen al
consumidor. Ello ocurre, por ejemplo, con el art. 58, ley 17.418, que establece un plazo de
prescripción de un año para las acciones fundadas en el contrato de seguro.
162
Internacional de los Derechos Humanos, pero también algunos de sus aspectos orbitan
en el espacio de los Derechos Civiles y Políticos.
La tutela en ese contexto, recae sobre el derecho a recibir un trato equitativo y digno,
la protección de la salud, el acceso una vivienda adecuada, a la libertad de elección, a la
educación para el consumo responsable, al bienestar mediante el goce de los servicios
esenciales, al cuidado de los intereses económicos, el acceso a la justicia en su más
amplio sentido, entre otros. Estas prerrogativas, como ya señaláramos, directa
o indirectamente reciben resguardo en la Declaración Americana de los Derechos y
Deberes del Hombre, en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales y su Protocolo Adicional, y en el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo Facultativo.
El nuevo Código Civil y Comercial de la Nación introduce entre sus fuentes y pautas
de interpretación a la Constitución Nacional y los tratados de derechos humanos, dando
un paso trascendental hacia la constitucionalización del derecho privado (arts. 1º y 2º,
CCyCN). En efecto, tal como explicara la Comisión Redactora del anteproyecto —
integrada por los Dres. Ricardo Lorenzetti, Aída Kemelmajer de Carlucci y Helena Higton
de Nolasco— en sus fundamentos, "La mayoría de los códigos existentes se basan en
una división tajante entre el derecho público y privado. El Anteproyecto, en cambio, toma
muy en cuenta los tratados en general, en particular los de Derechos Humanos, y los
derechos reconocidos en todo el bloque de constitucionalidad. En este aspecto innova
profundamente al receptar la constitucionalización del derecho privado, y establece una
comunidad de principios entre la Constitución, el derecho público y el derecho privado,
ampliamente reclamada por la mayoría de la doctrina jurídica argentina. Esta decisión se
ve claramente en casi todos los campos: la protección de la persona humana a través de
los derechos fundamentales, los derechos de incidencia colectiva, la tutela del niño, de las
personas con capacidades diferentes, de la mujer, de los consumidores, de los bienes
163
ambientales y muchos otros aspectos. Puede afirmarse que existe una reconstrucción de
la coherencia del sistema de derechos humanos con el derecho privado". Ello implica que
"Todos los tratados internacionales suscriptos por el país y que resultan obligatorios
deben ser tenidos en cuenta para decidir un caso. Esa es la función que tienen como
fuente de derecho referida en el artículo primero. Pero además, cuando se interpreta una
norma, tienen especial relevancia los tratados de derechos humanos, porque tienen un
contenido valorativo que se considera relevante para el sistema. Esta es la función que
tienen en materia hermenéutica a la que se refiere el artículo segundo"(57).
Tales postulados nos llevaron a ser críticos con el anteproyecto de Código Civil y
Comercial en punto a algunas de las modificaciones que se propiciaban en el texto de
la ley 24.240. Así lo manifestamos en nuestra ponencia ante la Comisión Bicameral para
la Reforma, Actualización y Unificación de los Códigos Civil y Comercial de la Nación(59).
Nos referimos particularmente a la supresión de la figura del "consumidor expuesto" del
art. 1º de la LDC, y el indiscutible retroceso en la cláusula de prescripción que contiene
el —todavía vigente al momento de la redacción de estas líneas— art. 50 de la ley 24.240.
Ambas normas fueron férreamente criticadas y resistidas por el corporativismo
empresarial, y especialmente por los lobistas de las compañías de seguro. En los propios
fundamentos del anteproyecto se señala como una preocupación que la incorporación de
la figura del "consumidor expuesto" conllevaba una protección carente de sustancialidad y
de límites por su amplitud —cuestión ésta que destacamos como la principal virtud y no
un defecto de la norma(60)—, amplitud que habían dado lugar a que "alguna opinión y
algún fallo" consideraran consumidor "al peatón víctima de un accidente de tránsito, con
relación al contrato de seguro celebrado entre el responsable civil y su asegurador".
Lamentablemente para nuestro modo de ver, esas modificaciones hoy son ley y
entrarán a regir a partir del 1 de agosto de 2015 con la vigencia del Anexo II de la ley
26.994(61).
164
reparos a la figura del "daño directo" (art. 40 bis LDC), aunque ni siquiera en este caso
podríamos afirmar de manera tajante que tales voces eran unánimes en algún sentido. Al
contrario, en orden al "consumidor expuesto", podría afirmarse que la figura había sido
muy bien recibida por la doctrina consumerista más progresista, afortunadamente la
mayoritaria.
165
III. CONCEPTOS ELEMENTALES: ÁMBITO DE APLICACIÓN
En esta tarea, existen dos ámbitos que quedarán delineados: el ámbito objetivo de
aplicación de la LDC, dentro del cual se ubican los bienes y los actos que son alcanzados
por la legislación especial y sus normas integrantes y complementarias, y el ámbito
subjetivo, ocupado por las personas a las que el Estatuto del Consumidor dirige su
normas, ya sea en el rol de sujeto protegido, "consumidor", o en el de sujeto obligado,
"proveedor".
La reforma a la LDC aprobada por ley 26.361 en el año 2008, impactó de manera
fundamental en su campo de incidencia ampliando significativamente los ámbitos
subjetivo y objetivo de aplicación. Extendió considerablemente el concepto de
"consumidor", los "bienes" de consumo y lo mismo ocurrió con la delimitación de la
denominada "relación de consumo".
166
ellas, puesto que tal como queda definido el concepto de relación de consumo, dada su
amplitud, no era necesario hacer referencia a estas figuras; y por otro lado, para evitar
superponer los dispositivos de la ley 24.240 con la regulación específica que el Código
Civil y Comercial trae ahora del tiempo compartido (arts. 2087 a 2102), los cementerios
privados (arts. 2103 a 2113) y los clubes de campo, a los que se regula como una especie
dentro de los denominados "conjuntos inmobiliarios" (arts. 2073 a 2086). De cualquier
manera, en tanto las partes involucradas en estos negocios jurídicos —que ahora el
CCyCN categoriza como "derechos reales sobre cosa total o parcialmente ajena" (art.
1888)— cumplan las condiciones establecidas en los arts. 1º y 2º de la LDC, esta norma y
sus principios les serán de aplicación.
La redacción originaria del art. 1º, LDC, circunscribía su aplicación solamente a los
"contratos a título oneroso" que tenían por objeto algunas de las operaciones a las que
hacía expresa referencia: "a) la adquisición o locación de cosas muebles; b) la prestación
de servicios; c) la adquisición de inmuebles nuevos destinados a vivienda, incluso los
lotes de terreno adquiridos con el mismo fin, cuando la oferta sea pública y dirigida a
persona indeterminada".
El vínculo jurídico que tiene de un lado al consumidor o usuario y del otro, al proveedor
tampoco había sido conceptualizado en la primigenia redacción de la LDC del año 1994
que, como vimos, circunscribía su incidencia respecto de las consecuencias derivadas de
determinados contratos de consumo. La relación de consumo recibió su bautizo legal en
el art. 42, CN de 1994, como plataforma para la exigibilidad de los derechos de los
consumidores y usuarios(66).
167
queda exteriorizada la denominada "subordinación estructural" de los consumidores
respecto de los proveedores, pero sin precisar a qué tipos de vínculos se hace
referencia(67).
En ese sentido, el derecho del consumidor resume en sus axiomas la búsqueda del
ideal de justicia aplicado al mercado y a las actividades económicas y vinculaciones
jurídicas que nacen y se desarrollan en él, pero no desde una perspectiva simplemente
regulatoria sino desde una concepción que propicia el equilibrio por medio de
la integración de los aspectos económicos, humanos y sociales, todos ellos aprehendidos
desde un particular enfoque jurídico.
La reforma de la ley 26.361 recogió los avances que la jurisprudencia de nuestro país
venía evidenciando a través de distintos pronunciamientos que, una vez incorporada
la expresión "relación de consumo" en el art. 42, CN, fueron extendiendo los alcances de
la ley 24.240 mucho más allá de los casos a los que originariamente se la circunscribió,
limitados, como vimos, a la contratación onerosa de cosas muebles y servicios y a la
adquisición de inmuebles nuevos con destino de vivienda. Como correlato de ello, en los
comienzos, las personas que invocasen la protección de la LDC únicamente se
encontraban protegidas cuando habían realizado alguna de estas operaciones(69).
168
A modo de mojones en la evolución jurisprudencial, previos al dictado de la ley
26.361, citaremos los pronunciamientos recaídos en los casos que siguen. Tal como
propiciáramos, la doctrina que emanó de estos esclarecedores fallos, entre muchos otros
en similar sentido, es la que se consolidó como norte interpretativo de nuestra materia:
Esa apreciación de un derecho del consumidor jerarquizado, tal como postulan los
fallos referenciados, obliga a "rever interpretaciones clásicas" que, por provenir de una
realidad superada, se presentan como disfuncionales a las actuales necesidades del
"hombre-consumidor". De allí la generosa proyección de la tutela a todo vínculo que —
contractual o no, público, privado o mixto, individual o colectivo— involucre a
consumidores, proveedores y bienes de consumo.
Esta mirada innovadora de los vínculos de consumo fue potenciada en la doctrina del
tribunal capitalino citado, en el caso Torres v. Coto, en la voz de la hoy jueza de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, Elena Higthon de Nolasco(72). Este caso trató de un
accidente sufrido por una persona al utilizar la escalera mecánica de un supermercado, en
el cual no se dio trascendencia al tipo de vínculo que ligaba a la accidentada con el
supermercado, haciendo caso omiso a la averiguación de si efectivamente la persona que
sufrió el daño había adquirido algún bien de los que se ofrecían en el lugar. En la
sentencia se sostuvo que "el particular que transita dentro de un supermercado y utiliza la
escalera rodante para trasladarse de un piso a otro, es en definitiva un usuario que se
ajusta a lo determinado por los arts. 1º y 2º, ley 24.240; y la empresa es un típico
proveedor de servicios".
169
alcanzada, aun de manera involuntaria, por las circunstancias o los elementos de los que
se vale el proveedor para colocar sus bienes en el mercado. El simple hecho
de transitar por las instalaciones de un establecimiento comercial hace que las personas
accedan al estatus de "consumidores" amparados por el Estatuto del Consumidor.
Aquí también predomina el enfoque extensivo que reconoce las pautas de la LDC
como parámetros de aplicación flexibles a todo tipo de vínculo generado mediante la
actividad que desarrollan los proveedores, aun en aquellos casos en los que la persona
tutelada no reúne las condiciones que el concepto legal exigía, al momento del dictado del
fallo, para ser "consumidor". Con una mirada pragmática y sistémica, se le asigna
preponderancia al aspecto material del vínculo, advirtiéndose la ilicitud de la conducta de
quien desarrolla una explotación comercial sin adoptar las medidas suficientes para
garantizar la indemnidad de las personas que, consuman o no, se encuentran expuestas
a los infortunios que pueda causar la actividad.
170
De modo que la causa de la relación de consumo —contractual o extracontractual—
pasa a ser un elemento indiferente a la hora de su conceptualización, ya que
encontrándose presentes los dos polos que constituyen el componente subjetivo del
vínculo, es decir, un "consumidor final" y un proveedor profesional, en el marco de una
"actividad de consumo", nos encontraremos frente a los presupuestos indispensables
para la activación del sistema legal protectivo.
Bastará para que quede configurada la relación de consumo que alguno de los sujetos
a los que nos referiremos más adelante, persona física o jurídica, "consuma" —en su
sentido más amplio— un bien producido, montado, creado, construido, transformado,
importado, distribuido o comercializado por parte de un proveedor profesional, siempre
que el destino del acto de consumo sea "final", "en beneficio propio", o "de su grupo
familiar o social"(76). El acto de consumo podrá materializarse de cualquier manera, incluso
de forma casual, involuntaria o no querida.
El art. 3º, párr. 1º, LDC, al decir que la relación de consumo "es el vínculo jurídico
entre el proveedor y el consumidor o usuario", permite inferir que podrá tener como causa
un hecho jurídico entendido como todo acontecimiento que, conforme al ordenamiento
jurídico, produzca el nacimientos de relaciones o situaciones jurídicas (art. 257, CCyCN),
ya sea un simple acto lícito (cfr. art. 258, CCyCN), o bien un acto jurídico en sentido
estricto, que son aquellos actos voluntarios lícitos que tienen por fin inmediato la
adquisición, extinción o modificación de relaciones o situaciones jurídicas (art. 259,
CCyCN).
Lo dicho nos lleva a razonar de la siguiente forma: todo hecho o acto atribuible al
hombre es susceptible de generar una relación de consumo en la medida en
que involucre o afecte, directa o indirectamente, a un "consumidor", y se dé como
consecuencia o en el marco de una actividad desarrollada, directa o indirectamente por un
"proveedor".
El art. 1º, ley 24.240, según la redacción dada por la ley 26.361, hace referencia al
término bienes como objeto de las operaciones de consumo. Esta expresión es
171
jurídicamente correcta y abarcadora de todos los eventuales objetos sobre los que puede
establecerse la vinculación entre consumidores y proveedores, siendo ellos cualquier
objeto o prestación material o inmaterial susceptible de tener un valor económico (art. 16,
CCyCN).
Han sido desterradas aquellas interpretaciones que pretendían excluir de la LDC las
operaciones inmobiliarias que no encajaran dentro del inc. c del anterior art. 1º(79). Ahora
todo tipo de operación inmobiliaria destinada a consumidores finales queda bajo el
régimen de la LDC (locaciones, cesiones, donaciones, etc.), así como las operaciones
sobre derechos de uso y goce de inmuebles (tiempo compartido, cocheras, cementerios
privados, depósitos, etcétera)(80), algunas de ellas incorporadas, como vimos, al
nuevo Código Civil y Comercial de la Nación.
El vínculo de consumo puede estar dado por una prestación de servicios, es decir,
obligaciones de hacer comprensivas de las categorías clásicas de la locación de obra o
de servicios(81), cuyo objeto pueden ser prestaciones materiales e inmateriales, onerosas
o gratuitas, que podrían denominarse, en sentido general, prestaciones de actividad de
consumo. Entre ellas, la LDC enuncia en el párr. 1º, art. 2º, las "actividades de
producción, montaje, creación, construcción, transformación, importación, concesión de
marca, distribución y comercialización de bienes y servicios".
172
Civil y Comercial de la Nación (arts. 257 ss. y concs.). Tales actos pueden ser gratuitos u
onerosos, con lo cual, las posibilidades de actos de consumo que se presentan son
prácticamente inagotables puesto que serán tantos como posibilidades de
relacionamiento o contacto entre consumidores y proveedores existan.
Al mismo tiempo, existe una constelación de hechos de consumo, lícitos o ilícitos, que
es todo lo que rodea, se refiere, constituye un antecedente o una consecuencia de la
actividad que desarrollan quienes profesionalmente comercializan bienes a consumidores
y usuarios. Quedan comprendidas en ellos las denominadas "prácticas comerciales"
(publicidad, ofertas, exhibiciones, etc.), también regladas en el nuevo CCyCN (arts. 1096
y ss.)(83), los daños causados por productos elaborados a la colectividad de consumidores,
los daños a derechos de incidencia colectiva en general (al medio ambiente, a la salud de
la población, etcétera).
173
consumo llegaba al consumidor, aun cuando ello no ocurriera "en función de" un contrato
oneroso. Obsérvese que el caso antes citado de la persona que sufre un accidente con
las puertas del supermercado, queda fuera del inc. a, art. 1º, dec. 1798/1994, ya que el
potencial consumidor ni siquiera llegó a ingresar al establecimiento comercial, ergo, es
obvio que no existió el contrato oneroso de consumo principal "en función" del cual podría
haber reclamado.
De ahí que el texto del art. 1º de la LDC modificado por la ley 26.361, para evitar
cualquier interpretación restrictiva, directamente contempló a la adquisición o utilización
gratuita u onerosa. Con lo cual puede considerarse consumidor a quien accede a un
producto o servicio de forma gratuita, sin que importe si efectivamente lo adquirió en
propiedad o si fue objeto de un préstamo, si lo recibió por donación, permuta o
compraventa o si es el resultado de otra operación principal(85). En cualquier caso,
siempre que se encuentren presentes los elementos que subjetivamente configuran la
relación de consumo, el consumidor podrá escudarse en la normativa tutelar sin que sea
necesario demostrar la forma mediante la cual llegó al bien. Como señala Bourgoignie,
nada justifica la exclusión de los adquirentes no compradores de un régimen legal que
pretenda tutelar a los consumidores, advirtiendo que la "adquisición" o la "entrada en
posesión" no son suficientes para cubrir todas las posibles formas de las relaciones de
consumo(86).
La letra del art. 1º, LDC, dice que los actos que realice una persona, para que sean
considerados actos de consumo, deben ser realizados como "destinatario final, en
beneficio propio o de su grupo familiar o social".
En primer lugar, corresponde aclarar que la norma se refiere aquí sólo a las
operaciones en las que el consumidor interviene de manera directa y voluntaria en el acto
de consumo, es decir, a los "actos voluntarios de consumo" (cfr. art. 994, CCiv.; art. 259
CCyCN), existiendo, además, todas aquellas relaciones de consumo "equiparadas" como
consecuencia del involucramiento indirecto o involuntario del consumidor en ellas, ya sea
por consumir "en función de" otra relación de consumo o encontrarse "expuesto" a ella,
supuestos estos que analizaremos más adelante.
174
Así, de la voluntad del legislador plasmada en el texto legal, de los criterios
doctrinarios y, fundamentalmente, de la labor de los jueces, se ve que el ámbito de
aplicación del Estatuto del Consumidor adquiere perfiles que son susceptibles de mudar
de acuerdo con las necesidades y la evolución del tráfico comercial.
Una visión expansiva y pragmática del régimen especial indica que existen
operaciones llevadas a cabo por "sujetos profesionales" (personas que intervienen en el
mercado habitualmente como proveedores), que implican la inserción o
utilización tangencial del bien en su actividad productiva o comercial y, no obstante ello,
puede propiciarse que, dadas determinadas condiciones, también merecen la tutela del
régimen especial que ampara a consumidores y usuarios. De igual modo, los actos de
consumo de naturaleza mixta, que implican en simultáneo la satisfacción de necesidades
personales o propias del sujeto, es decir, un beneficio propio y también su utilización
comercial o lucrativa, da lugar a la flexibilización de la pautas legales para brindar
protección a los sujetos que intervienen en estas operaciones que se encuentran a mitad
de camino entre el consumo doméstico y el consumo lucrativo.
Asimismo, es bueno tener presente que "destino final" no es lo mismo que "beneficio
propio". El destino final, como dijimos, es una noción netamente objetiva, de carácter
económico, que alude a la extinción económica del bien, a la pérdida de su valor de
cambio; por el contrario, el beneficio propio es una idea subjetiva que indica el interés a
satisfacer tenido en cuenta por el sujeto al llevar a cabo el acto de consumo; se consume
para satisfacer necesidades personales y sin ánimo de transformarlo u oficiar
de intermediario.
Pese a ello, creemos que el debate que ha librado, y aún libra, la doctrina brasileña es
enteramente aplicable a nuestra realidad normativa, puesto que el agregado del "beneficio
propio" (o del grupo familiar o social) no excluye los supuestos que han originado los
desencuentros de los autores brasileños, como veremos a continuación.
175
Para esta postura, la utilización directa o indirecta del producto o servicio en la
actividad económica ejercida por el sujeto aparta el destino o goce final del bien
transformándolo en un instrumento del ciclo productivo de otros bienes o servicios. Esta
teoría se asienta sobre los siguientes presupuestos:
b) El concepto de consumidor debe ser impregnado por el criterio económico. Con cita
de Brito Filomeno, se sostiene que el concepto de consumidor adoptado por el CDC
fue exclusivamente de carácter económico, teniendo en cuenta a la persona que en el
mercado adquiere bienes o contrata la prestación de servicios como destinatario final,
presuponiéndose que así actúa cuando lo hace para atender necesidades propias y no
para desarrollar otra actividad negocial(89).
2) en el caso que la persona jurídica tenga interés lucrativo, deben darse dos
condiciones adicionales: 2.1) el producto o servicio adquirido o utilizado no debe poseer
conexión directa o indirecta alguna con la actividad económica desenvuelta y; 2.2) se
encuentre demostrada su hiposuficiencia (fáctica, jurídica o técnica) por ante el proveedor.
Seguidamente, el voto que venimos sistematizando indica que las turmas (salas) 4ª y
6ª del STJ de Brasil, con cita de los respectivos pronunciamientos, comulgan con los
lineamientos repasados de la teoría finalista o subjetiva(92).
176
2.1.2. Teoría objetiva o maximalista
a) El concepto de consumidor del art. 2º, CDC, es de índole objetiva: puesto que
define al consumidor tan sólo el destino dado al goce del bien o servicio adquirido o
utilizado, el cual debe ser final, es decir, consumiéndolo o utilizándolo de modo de
depreciar, invariablemente, su valor como medio de cambio en el mercado.
e) La persona jurídica que ejerce actividad económica será consumidora siempre que
el bien o servicio fuera adquirido para destino final: no es necesaria la demostración de
que, en ese caso, la persona jurídica sea vulnerable o hiposuficiente (económica, técnica,
o jurídica) frente al proveedor. Ello así puesto que el CDC en ningún caso condiciona el
concepto de consumidor a la existencia de hiposuficiencia.
177
Igual que respecto de la teoría finalista, la jueza Andrighi cita los precedentes del STJ,
de la 1ª y 3ª turmas, que se inclinaron por el criterio objetivo o maximalista(96).
En este contexto, verificado el goce final del bien, el eventual uso profesional de la
utilidad producida por la persona jurídica con ánimo de lucro no excluye la existencia de
relación de consumo. Protege la norma al destinatario final fáctico, entendiéndose por tal
a aquel que retire el bien del circuito económico, consumiéndolo o utilizándolo de forma
de depreciar su valor como medio de cambio(97).
Tanto la opinión del Ministerio Público como la del juez "relator" (preopinante) del STJ
se inclinaron por sostener que no existía relación de consumo en el caso. Finalmente, con
voto desempate del presidente del tribunal, predominó la tesis de Andrighi, aplicando las
reglas del CDC al caso, sosteniéndose que la empresa consumidora era destinataria final
del servicio contratado, puesto que éste no integraba su actividad principal de venta de
medicamentos, destacándose además que los pagos y la financiación de las compras
mediante la utilización de tarjetas de crédito eran directamente efectuados por la empresa
proveedora del servicio(98).
178
Apunta que la clave de todo el sistema radica en la vulnerabilidad, que posee múltiples
manifestaciones (técnica, jurídica, económica, informativa). La vulnerabilidad, define
la autora citada, "es una situación permanente o provisoria, individual o colectiva, que
fragiliza, debilita al sujeto de derechos, desequilibrando la relación de consumo.
Vulnerabilidad es una característica, un estado del sujeto más débil, una señal de
necesidad de protección"(100).
— Una persona que compró un camión para utilizarlo como transporte de cargas,
mediante el cual obtiene lo necesario para la manutención de su familia. Se ha dicho que
"la noción de destinatario final no es unívoca. Puede ser entendido con el uso que se dé al
producto adquirido... La doctrina y la jurisprudencia, por eso, vienen ampliando la
comprensión de la expresión 'destino final' para aquellos que enfrenta el mercado de
consumo en condiciones de vulnerabilidad. En esa línea, una persona jurídica de
importancia que explota la prestación de servicios de transporte se encuentra en
condiciones de regir sus negocios con los proveedores de camiones por las reglas
del Código Civil. Ya el pequeño camionero, que conduce un único camión para prestar
servicios que le permiten su mantenimiento y el de su familia, debe tener una protección
especial, aquella proporcionada por el Código de Defensa del Consumidor"(101).
179
eléctrica), aun cuando ellos puedan considerarse insumo de su producción, por lo que, en
sentido estricto, serían intermediarios y no consumidores finales(103). Claro está que esta
situación es excepcional y obedece a la particular posición de vulnerabilidad en el caso
concreto, en la que se conjuga la esencialidad del bien de consumo que impide su
sustitución, la necesidad impostergable de su utilización o adquisición y su provisión en
condiciones monopólicas, circunstancias estas que impiden el derecho a elección y la
discusión de las condiciones de la operación.
El voto de la ministra Nancy Andrighi, que finalmente prevaleció en la decisión del STJ
que desglosamos antes, señala que la teoría subjetiva parte de un concepto económico
de consumidor, mientras que la teoría objetiva lo hace desde un concepto jurídico de
consumidor, siendo esta última más coincidente con el concepto legal positivado en el art.
2º, CDC, que considera consumidor al destinatario final del producto o servicio adquirido o
utilizado(104). No obstante, tuvo en consideración las advertencias efectuadas por los
sostenedores de la teoría subjetiva, acerca de que la utilización del CDC
como instrumento de defensa de las personas jurídicas podría implicar desvirtuar el
sistema protectivo; explica, como alternativa, la posibilidad de morigerar los postulados de
la tesis objetiva, adecuándola a las circunstancias fácticas del caso y repasa la
jurisprudencia del STJ que ha obrado con ese sentido. De los fallos reseñados(105)extrae
que, a pesar de no exigir el CDC para su aplicación la prueba de que la persona jurídica
sea vulnerable o hiposuficiente en el caso concreto, se ha descartado la existencia de
relación de consumo cuando se verificó un "expresivo porte financiero o económico" de:
180
grandes empresas de producción y de distribución o de los grandes prestadores". Y cita
un fallo del año 1982 del Tribunal de Casación Francés que se pronunció a favor de la
condición de consumidor de un productor agropecuario al firmar un contrato con un
gabinete de peritaje para la evaluación de un siniestro que afectaba su producción,
teniéndose en cuenta que el profesional actuó fuera de su competencia particular, puesto
que el peritaje no pertenecía a la categoría de actos directamente vinculados a la
actividad de su explotación agrícola. Cita también jurisprudencia de los tribunales belgas
que han adoptado similar criterio respecto de la obligación de informar, y cláusulas
limitativas de la garantía por vicios ocultos, en contratos en los que intervienen
profesionales que son asimilados al comprador profano y no prevenido(106).
A los efectos de allanar el camino del ejercicio de los derechos de los consumidores y
usuarios, conviene delinear un criterio que nosotros preferimos denominar subjetivo-
relacional, el que, sin perder de vista la esencia de la norma —esto es, brindar una
protección desigual para equilibrar situaciones de desigualdad en el marco de una
relación de consumo—, sea lo suficientemente maleable de modo de adaptarse a la
diversidad de situaciones que pueden darse en un mercado cada vez más complejo, en el
cual la debilidad no solamente es inherente a la condición del consumidor como persona
física sino que, además, en muchos casos se adquiere en virtud de circunstancias
sobrevinientes y condicionamientos de orden fáctico, que también colocan en situación de
desigualdad a otros sujetos (comerciantes o empresas) que merecen la extensión de las
reglas del derecho del consumidor en su beneficio.
181
De lo visto hasta aquí obtenemos los elementos para la delimitación "subjetiva-
relacional" del ámbito de aplicación del Estatuto del Consumidor:
La redacción originaria del art. 1º, LDC, parecía indicar que tres eran los posibles
destinos que el consumidor podía tener en mente al efectuar un acto de consumo: a) el
consumo final propiamente, b) el consumo en "beneficio propio" o c) el consumo en
beneficio de su grupo familiar o social. Esto se desprendía de la literalidad de la norma,
puesto que los tres supuestos estaban ligados por la conjunción disyuntiva "o"(109).
Sin embargo, no era ésa la interpretación que se desprendía del conjunto del
articulado de la norma ni la lectura que de ella hizo la doctrina especializada ni tampoco la
hermenéutica judicial. De haberse leído el art. 1º, LDC, con este sentido, se hubiese
podido sostener que la LDC argentina posibilitaba una visión maximalista de su ámbito de
aplicación, puesto que el "consumo final", o agotamiento fáctico del bien, era uno de los
sentidos posibles del acto de consumo. Aunque, a poco de continuar la lectura del texto
182
legal, podía advertirse que esa posibilidad se encontraba acotada por el 2º párr., art. 2º
que excluía del carácter de consumidores a quienes integren los bienes adquiridos o
utilizados en procesos de producción o prestación a terceros.
Con la actual redacción dada al art. 1º, LDC, por la ley 26.361, el legislador argentino,
aparentemente, incluye la noción del "beneficio propio" como elemento condicionante o
definitorio del "destino final". En este entendimiento, el acto de consumo será con destino
final sólo cuando se oriente a satisfacer necesidades propias o personales del consumidor
o de su grupo familiar o social, quedando apartada toda interpretación maximalista que
pretenda caracterizar el acto de consumo únicamente por el agotamiento económico del
bien.
Esta afirmación no excluye, por supuesto, los actos de consumo protagonizados por
personas jurídicas, puesto que ellas han sido expresamente consideradas consumidores
por la LDC. El interrogante se plantea en torno a qué tipo de personas jurídicas podrán
ser consideradas consumidores y respecto de qué operaciones: ¿lo será cualquier tipo de
persona jurídica, sin importar si posee o no ánimo lucrativo?, ¿o sólo podrán ser
consumidores aquellas entidades con fines altruistas, como pueden ser las asociaciones,
fundaciones y mutuales?
183
de ello la asimetría negocial, en lo que a información se refiere, en unos casos, y en su
poder empresario integral, en otros, y por ende acotada asimismo su vulnerabilidad
contractual".
184
2.2. Teleología de la ley 24.240: destino final "y" beneficio propio
Entonces, el destino dado al consumo podrá ser considerado "final" cuando con él se
satisfagan necesidades específicas de acuerdo con la naturaleza de la persona (física o
jurídica, profesional o no), que serán aquellas que le permitan cubrir los requerimientos
imprescindibles para su subsistencia, bienestar, funcionamiento y
desarrollo, independientemente de todo ánimo especulativo o lucrativo vinculado
estrictamente al bien consumido.
El beneficio propio, tal como surge de la literalidad del texto actual del art. 1º, ley
24.240, actúa como condicionante del destino del acto de consumo. Obviamente lo son
también los consumos dirigidos a beneficiar al grupo familiar o social del consumidor, en
el cual quedarán comprendidos los familiares sanguíneos del consumidor persona física,
su grupo de amigos o círculo social, los invitados a un evento social que organice y todas
las personas con las que, incluso circunstancialmente, pueda vincularse; también podrán
considerarse comprendidos dentro de ese grupo, v.gr., a los empleados de una empresa
que sufren una intoxicación por los alimentos, el agua o el café, que fueron adquiridos por
su empleador para brindarles condiciones confortables para desarrollar sus tareas,
etcétera.
De modo que, como establecía el texto del art. 1º, proyecto originario de reforma de
la ley 24.240, queda excluida del ámbito de aplicación de la LDC la adquisición o
utilización de bienes como insumo directo de la actividad principal lucrativa desarrollada
por un sujeto profesional.
185
consumidores como individuos, pero también como colectividad expuesta a riesgos y
perjuicios de la más variada naturaleza.
1. El consumidor
186
1.2. Los consumidores equiparados
El art. 1º, LDC reformada por la ley 26.361, con bastante laxitud, considera
consumidores a los sujetos que no han participado de manera directa de una relación de
consumo. Para incorporar estas "entidades" hasta ahora desconocidas al conjunto de
sujetos protegidos, la ley utiliza la expresión "se considera asimismo consumidor". Es
decir que, en rigor, no se trata de consumidores stricto sensu porque son personas que o
bien no participan de la relación de consumo o simplemente están expuestas a ellas, son
consumidores por equiparación, equivalencia o analogía.
Aquí el texto de la ley 26.361 sigue la técnica del CDC de Brasil que, ante
determinadas situaciones, "equipara" al consumidor a sujetos que no lo son o bien que lo
son en grado potencial e indeterminado. Así, el CDC brasileño equipara a los
consumidores: 1) a la colectividad de consumidores que, aunque indeterminables,
hayan intervenido en la relación de consumo (art. 2º, párr. único); 2) a las
víctimas indeterminadas de un evento dañoso, con concreta referencia al campo de los
daños por productos y servicios defectuosos (art. 17) y; 3) a las personas, determinables
o no, que se encuentren expuestas a la publicidad y prácticas comerciales abusivas y
engañosas (art. 29)(113).
En nuestra LDC, la redacción dada al 2º párr., art. 1º, también extiende la tutela a
consumidores equiparados pero, a diferencia del Código brasileño que lo hace respecto
de supuestos o situaciones concretas, los incorpora con un notable grado
de indeterminación. Prevé dos supuestos diferentes: 1) el primero de ellos, que
denominaremos consumidor conexo, hace referencia a las personas que, sin ser parte de
una relación de consumo, adquieren o utilizan bienes o servicios en función o como
consecuencia de ella; 2) el restante, al que llamaremos consumidor expuesto o tercero
consumidor, comprende situaciones indeterminadas y eventuales, en las cuales se otorga
la protección del régimen legal específico a personas afectadas en sus derechos por
encontrarse simplemente expuestas a las consecuencias que pueden derivarse de una
relación de consumo en sentido estricto.
187
Para tratar de echar luz sobre el punto, es necesario remitirse a los antecedentes
legislativos. En la página 12 del dictamen de las Comisiones de Defensa del Consumidor,
de Comercio y de Justicia de la Honorable Cámara de Diputados encontramos las
razones tenidas en cuenta por los legisladores para incorporar el párrafo transcripto en
segundo término, quienes consideraron insuficiente para tutelar a los consumidores que
recibían bienes de otro consumidor, a la sola mención contenida en el texto de la ley
24.240 respecto de los eventuales beneficiarios integrantes de "su grupo familiar o
social"(114). Es cierto que la expresión "grupo familiar o social" es imprecisa, aunque
creemos que la situación, luego de la reforma, que mantiene aquellas palabras y además
agrega el 2º párr., art. 1º, no contribuye en mucho a esclarecer la cuestión.
Está claro que si la relación de consumo es el vínculo jurídico oneroso o gratuito entre
el proveedor y el consumidor o usuario, para no ser parte de ella, el acto de consumo
"principal" debe producirse entre otro consumidor con el proveedor. Y que la única
manera en que el sujeto equiparado —consumidor conexo— puede adquirir o utilizar un
bien para su consumo particular, sin vincularse directamente con el proveedor, sin ser
parte de la relación de consumo, es si se vincula directamente con el consumidor en
sentido estricto, partícipe material en la "relación jurídica base". A este contexto se refiere
la ley al decir que el bien se adquiere o utiliza "como consecuencia" o "en función de" una
relación de consumo; se adquiere o utiliza como consecuencia o en función de la relación
de consumo concretada por otro consumidor.
188
beneficio de su grupo familiar o social(115), con lo cual, salvo que se trate de una cosa
consumible con el primer uso, el círculo de consumidores podrá ampliarse
considerablemente, transmitiéndose el carácter de consumidor conexo a través de las
sucesivas transmisiones o usos(116). De ahí que ante la existencia de una cadena de
adquisiciones entre consumidores, exista una "pseudo relación de consumo" que confiere
la posibilidad al último consumidor de saltear los eslabones "no profesionales" o "no
comerciales", haciendo valer sus derechos frente al proveedor(117). Así, todas las
operaciones sobre productos o servicios con destino de consumo responsabilizarán
siempre al proveedor legal, independientemente de que hayan sido transmitidos con
posterioridad entre distintos consumidores(118).
En la casuística que ahora presenta la LDC, quien "de cualquier manera está expuesto
a una relación de consumo" no es un sujeto que participa o se encuentra involucrado —
vinculado— en ella; "estar expuesto a" implica ajenidad respecto de la relación de
referencia. Aquí no existe vínculo jurídico desde antes sino que el vínculo se concreta con
la materialización de los efectos de una relación de consumo que refleja sus
189
consecuencias hacia terceros. Tampoco hay una persona o grupo de ellas destinatarias
de la tutela legal, ni un supuesto determinado como factor de riesgo, como ocurre en
Brasil con las personas expuestas a la publicidad o a los daños causados por productos
elaborados, sino que la protección se generaliza y extiende a la gran masa de
consumidores espectadores de todas las relaciones de consumo que los circundan.
De este modo nos encontramos por vez primera en nuestro derecho positivo con la
figura del bystander, nacida en el derecho anglosajón, que podría traducirse como "aquel
que está al lado de", representándose con ese vocablo a todas aquellas personas que, en
grado potencial, podrían encontrarse afectadas de alguna forma por las consecuencias de
una relación que les resulta absolutamente extraña.
190
Los ejemplos anteriores —si bien según nuestro criterio los involucrados no son
estrictamente bystanders sino consumidores vinculados de manera concreta,
particularizada y afectados colectivamente (titulares de "derechos individuales
homogéneos")— nos hacen ver que no sólo en el campo de la responsabilidad civil por
daños potenciales generados por productos elaborados tendrá directa incidencia
la incorporación del bystander sino que también, y en igual medida, podrá ser significativa
su aplicación en materia de daños eventuales por la prestación deficiente de servicios.
191
colectivos y derechos individuales homogéneos. Así, la salud, la seguridad,
la información, la dignidad, los intereses económicos, son derechos de los consumidores
y usuarios protegidos independientemente de su afectación particularizada y concreta,
configurándose como derechos en "expectativa constante" o de tutela permanente, sin
que siquiera sea necesaria la amenaza inminente de afectación en concreto.
Esta renovada mirada hace que el nuevo derecho del consumidor argentino ejerza su
verdadera función de derecho socializador, ocupándose del sujeto inmerso en la sociedad
de consumo, influenciado, condicionado y agraviado por el mercado; disminuido —y hasta
sometido— en sus libertades; que no negocia ni discute con los proveedores sino que
adhiere, asiente o presta conformidad. Dedica atención al hombre atomizado, multiplicado
por miles como partícipe de la masa de consumidores, falto de individualidad y carente de
representación; tentado por la publicidad y, al mismo tiempo, insatisfecho por la
publicidad; pasible de daños que se intentan justificar en aras del desarrollo económico.
Con esa impronta omnicomprensiva, pero sin perder de vista su razón de ser, el
derecho del consumidor encuentra su rumbo en estos tiempos, muy distintos a sus
orígenes. De ahí que, recordando conceptos de los Stiglitz, pueda sostenerse que el
derecho del consumidor es "un sistema global de normas, principios, instituciones
e instrumentos de implementación, consagrados por el ordenamiento jurídico en favor del
consumidor, para garantizarle en el mercado una posición de equilibrio en sus relaciones
con los empresarios"(126).
192
La doctrina brasileña señala que hoy el consumidor/usuario experimenta en este
mundo libre, veloz y global (recuérdese aquí el consumo por internet, por televisión, por
celular, por los nuevos tipos de computadores, tarjetas y chips), una nueva vulnerabilidad,
que puede denominarse "hipervulnerabilidad"(128). Este escenario indica que
deben extremarse todos los caminos posibles para preservar a las personas de los
riesgos, lesiones, engaños, abusos y daños a los que se enfrentan en su vida cotidiana
como sujetos de la sociedad de consumo.
193
de regular la publicidad o la oferta pública de bienes, buscándose la evitación de
perjuicios a gran escala, causados por la circulación de informaciones o avisos
engañosos, dirigidos a toda la comunidad. La LDC ya se ocupaba de esta situación en los
arts. 7º y 8º haciendo alusión a los "consumidores potenciales indeterminados".
194
La extensión con la que ha sido incorporado el "tercero consumidor" a la ley
24.240 posibilita, al menos en el plano teórico, que esta figura comprenda también al
tercero damnificado en el seguro de responsabilidad civil. Si el tercero consumidor puede
ser todo aquel que "de cualquier manera" esté expuesto a una relación de consumo,
noción que contempla infinidad de inciertos y potenciales legitimados tal lo visto antes, por
qué no considerar que el tercero damnificado, expuesto a la relación de consumo habida
entre asegurado y aseguradora, tiene derecho como consumidor y podrá ejercerlo contra
la aseguradora del causante del daño.
El objeto del acto de consumo y la naturaleza o fuente del vínculo han pasado a un
segundo plano como elementos caracterizantes de la relación de consumo, importando
primordialmente la situación de subordinación en la que se encuentran las personas. Esta
"subjetivación" conceptual resulta beneficiosa puesto que es inclusiva y no excluyente,
como acontecía con la anterior redacción del art. 1º, LDC; la impronta actual incorpora
todas aquellas situaciones novedosas que deban enfrentar los consumidores en el marco
de un mercado cada vez más complejo y evolucionado.
Dijimos que la relación de consumo podrá recaer sobre cualquier objeto material
o inmaterial susceptible de tener un valor, quedando alcanzados dentro de esa noción
también los derechos y la prestación de servicios. Entonces, son sujetos tutelables por la
LDC los adquirentes o usuarios, a cualquier título, de las "cosas" en sentido estricto, pero
también de los diversos derechos que sobre ellas puedan constituirse.
Los ejemplos que trae la ley —tiempos compartidos, clubes de campo, cementerios
privados y figuras afines— ya habían sido incorporados por la doctrina y jurisprudencia
dentro del ámbito de aplicación de la LDC. Si quedaba alguna duda o discusión al
respecto, han quedado definitivamente resueltas. Dentro de las figuras afines,
podrán incorporarse un sinnúmero de vínculos, algunos conocidos, como el caso, tenido
en cuenta por los legisladores al debatir el proyecto, de quien es tenedor de un billete de
lotería beneficiado con un premio o el de la administración de consorcios o los
estacionamientos gratuitos ofrecidos a los asistentes a un centro comercial; pero
195
seguramente se plantearán muchos casos que aún no se conocen o no representan
todavía un problema significativo, los cuales también tendrán acogida en el estatuto
especial.
2.5. El consumidor-empresario
Tal lo dicho antes, las empresas o los comerciantes que no incorporen directamente
los bienes adquiridos o utilizados a su actividad profesional podrán gozar de la protección
diferenciada de la LDC.
La jurisprudencia argentina avanzó sobre este punto antes del dictado de la ley
26.361, considerando que, en determinados supuestos, sujetos que intervenían
profesionalmente en el mercado podían invocar la protección del Estatuto del
Consumidor. En otras ocasiones, incluso en circunstancias similares, los jueces
rechazaron la aplicación de la LDC. Veamos:
196
2.5.1. Jurisprudencia: aplicación de la LDC a empresas o comerciantes
C. Persona que compró un vehículo utilitario al que le daba un uso mixto, familiar y
comercial(137). Para resolver el caso, el tribunal tuvo en cuenta lo siguiente: "Surge
de autos que el actor adquirió un bien que lo integró en forma parcial al proceso
productivo ya que también lo utiliza para otras finalidades. Sucede en la especie que, el
accionante está amparado por la protección de la ley, al tiempo que conforme el art.
2º, párr. 2º, estaría excluido. Prestigiosa doctrina elaboró diversos criterios que —junto
con los principios que de la norma se desprenden— permiten resolver la cuestión. El
primero de ellos es el de la actividad habitual. Debe distinguirse previamente si se trata de
una persona que habitualmente es consumidor o habitualmente comerciante. Es decir
que, si el acto que se celebra es de aquellos que forman parte de manera integral del
negocio o son habitualmente realizados; debe considerarse comercial y excluido de la
relación de consumo. En caso contrario, se presume la relación de consumo por imperio
del art. 3º, ley 24.240. El segundo de ellos se relaciona con el uso, el destino principal del
bien o servicio que se le da a la cosa. De esta manera si mayormente se lo utiliza para su
consumo final o beneficio propio o de su grupo familiar o social debe considerarse en el
ámbito de aplicación de la ley (confr. LORENZETTI, Luis R., Defensa del consumidor. La
197
relación de consumo, Depalma, Buenos Aires, 2003,ps. 81 y ss.). Desde esta perspectiva
conceptual y considerando que a) el art. 3º, ley 24.240, prevé que en caso de duda se
estará a la interpretación más favorable, b) la codemandada fue declarada negligente en
la producción de la prueba por la que se pretendía demostrar el carácter de comerciante
del actor y, c) no existe prueba por la que se acredite que acontecen los presupuestos
fácticos previstos en los criterios supra expuestos que permitan concluir que la
compraventa que realizó el accionante excede el ámbito de aplicación de la ley de
defensa del consumidor; apoyaré su aplicación al sub lite".
198
transporte. De modo que la compraventa del rodado fue un acto profesional; y éste
resulta incompatible con el acto de consumo, pues la figura del consumidor se halla
consustanciada con el agotamiento del bien o del servicio (cfr. STIGLITZ -
STIGLITZ, Derechos y defensa del consumidor, La Rocca, Buenos Aires, 1994,ps. 111 y
ss.)".
199
afirmación tiene por base que aunque no hay dudas que el deber de información recae
principalmente sobre el empresario, cuando el adquirente silencia que él no es un
'consumidor común', en otras palabras, cuando no manifiesta cuáles son las necesidades
vinculadas a su propia actividad, es muy posible que esta falta de comunicación genere
problemas diferentes a los que se presentan en el típico consumidor final (para el tema
ver, especialmente, OSSOLA, Federico - VALLESPINOS, Gustavo, La obligación de informar,
Advocatus, Córdoba, 2001, ps. 57 y ss.)... En otros términos, la exclusión legal, que tantos
problemas genera respecto al concepto mismo de consumidor, es plenamente justa y
equitativa cuando se la vincula a la extensión de los daños reparables desde que no es
razonable hacer diferencias significativas entre consumidores cuando esas diferencias no
se vinculan a los llamados daños a la persona sino que están estrechamente unidos a
determinadas actividades de producción o prestación a terceros". Y desestima la condena
respecto de la cuantía del resarcimiento del lucro cesante establecida en la
anterior instancia —que había tenido en cuenta que "el actor es una persona dedicada en
forma íntegra a la composición de temas musicales"—, afirmando
que "...independientemente de la carencia de una base seria referida a la liquidación de
los daños, la argumentación contraría el sistema legal que dice aplicar pues su único
argumento está vinculado a daños típicos de la integración de la cosa adquirida en un
proceso de producción o de prestación a terceros".
La casuística aludida nos enseña que, tanto en nuestro país como en otras latitudes, el
concepto de consumidor está lejos de alcanzar una uniformidad suficiente que lo haga
desechar o incluir, sin matices, a ciertos comerciantes o empresarios como sujetos
pasibles de la tutela especial.
La reforma introducida por la ley 26.361 a la LDC ha quitado la exclusión que poseía el
anterior art. 2º, que en su párr. 2º vedaba el carácter de consumidores o usuarios a
"quienes adquieran, almacenen, utilicen o consuman bienes o servicios para integrarlos
en procesos de producción, transformación, comercialización o prestación a terceros".
Esta innovación en la redacción del texto legal no implica que lisa y llanamente cualquier
empresario pueda hacer valer los preceptos de la ley 24.240 en su beneficio. Según
nuestro modo de ver acerca del cual nos explayamos anteriormente, en el marco de
una interpretación que denominamos "subjetiva-relacional" del ámbito de aplicación de la
LDC, el destino o utilización final y la actuación fuera del ámbito de su actividad
profesional configuran la situación de vulnerabilidad del "consumidor empresario",
circunstancia que, contrariamente a lo que ocurre respecto del consumidor no profesional,
podrá ser rebatida mediante prueba en contrario.
De modo que sólo aquellas empresas o comerciantes que adquieran bienes fuera de
su ámbito de actividad profesional y, además, que no los incorporen de manera directa a
su actividad comercial o productiva, podrán acudir al auxilio del régimen específico en la
materia. Esta afirmación no eximirá del cuidadoso análisis de las circunstancias del caso,
tarea necesaria a los efectos de no desvirtuar el sistema, generalizando su
aplicación extensiva a supuestos que puedan contrariar su esencia basada en el axioma
del favor debilis.
200
3. El proveedor
El párr. 1º, art. 2º, ley 24.240, define al proveedor como: "la persona física o jurídica de
naturaleza pública o privada, que desarrolla de manera profesional, aun ocasionalmente,
actividades de producción, montaje, creación, construcción, transformación, importación,
concesión de marca, distribución y comercialización de bienes y servicios, destinados a
consumidores o usuarios. Todo proveedor está obligado al cumplimiento de la presente
ley".
201
— creación: actividad intelectual de elaboración o confección de planos o bosquejos a
partir de los cuales se producen o fabrican productos o servicios, así como toda obra
creativa fruto del ingenio humano o de la tecnología, destinada a su comercialización;
202
responsabilidad por daños). Dicho en otras palabras, la cadena de comercialización se
estructura, desde la óptica del consumidor, como un todo frente al cual son exigibles sus
derechos, sin importar qué tipo de vínculo lo liga con cada uno de sus integrantes ni qué
relaciones existen entre ellos. Así lo indica la hermenéutica general del sistema protectivo,
que específicamente ha sido plasmada en la última oración del párr. 1º, art. 2º, que dice:
"Todo proveedor está obligado al cumplimiento de la presente ley"(145).
Podría pensarse que las personas jurídicas, públicas o privadas, o los comerciantes,
cuando desarrollan sus actividades desprovistas de ánimo lucrativo, se encuentran fuera
del ámbito de aplicación de la LDC no obstante desarrollar alguna de las actividades del
art. 2º. En este entendimiento, quedarían ajenos al Estatuto del Consumidor tanto las
entidades privadas sin fines de lucro (asociaciones, cooperativas, mutuales, sindicatos,
gremios, etc.), que orientan su actividad a la consecución de los más variados fines
altruistas, así como el Estado y sus organismos, que actúan desprovistos de todo espíritu
lucrativo, puesto que su objetivo primordial es (debe ser) la realización del interés público
mediante la consecución del "bienestar general".
203
de la obtención de ganancias o resultados positivos del proceso productivo. Puede existir
"lucro" en la obtención de fondos por la actividad desarrollada por una entidad "sin fines
de lucro", los que son afectados al cumplimiento de sus fines estatutarios(146).
204
jurídicas filantrópicas, cuando esté presente el criterio objetivo de la contraprestación de
remuneración en razón de los productos o servicios prestados en el mercado(148). El autor
cita jurisprudencia del STJ que dice: "Para la aplicación del Código de Defensa del
Consumidor, el reconocimiento de una persona física o jurídica o de un ente
despersonalizado como proveedor de servicios atiende a criterios puramente objetivos,
siendo irrelevantes la naturaleza jurídica, la especie de los servicios que prestan o hasta
el hecho de tratarse de una sociedad civil sin fines lucrativos, de carácter benefactora o
filantrópica, bastando que desempeñe determinada actividad en el mercado de consumo
mediante remuneración"(149).
Lo dicho nos lleva a concluir que el ánimo lucrativo ni la naturaleza de la persona son
factores caracterizantes del concepto de proveedor, el que se define por su actuación
profesional que está dada por dos circunstancias: a) un grado elevado de conocimientos
en la actividad de que se trate, consecuencia de la habitualidad o la especialización, y que
no es el que posee el común de la gente y; b) el desarrollo de la actividad en el mercado
de consumo, es decir, destinada directa o indirectamente a los consumidores.
4. Otros proveedores
Existe otro grupo de proveedores que no tiene vinculación directa con el consumidor o
hace las veces de intermediarios entre el verdadero proveedor y éstos, sin que su
actividad integre materialmente una cadena de comercialización del bien. No obstante lo
cual, su accionar influye decisivamente en la materialización de la relación de consumo, al
punto tal que pueden resultar imprescindibles para establecerla, mantenerla, concluirla
o extinguir sus efectos.
205
telefónicos amenazantes a toda hora o enviarles cartas que se asemejan a intimaciones
judiciales. O el caso de los bancos de datos que, no obstante prescindir de una relación
directa con los consumidores, influyen con su actividad en la concreción de infinidad de
operaciones de consumo.
La figura del proveedor equiparado, aquel que no es proveedor del contrato principal
de consumo pero es intermediario, antiguo tercero o estipulante, hoy es el "dueño" de la
relación conexa de consumo, por tener en la otra relación con el consumidor una posición
de poder(152). Este supuesto, en el cual no existe contacto del consumidor con el tercero
que, de todos modos, posee un señorío a su respecto en el marco de una relación de
consumo "madre", es razonable que se encuentre comprendido por la LDC. A esta
conclusión se llega por dos caminos viendo: la actividad del proveedor equiparado como
una relación de consumo "accesoria" que sigue la suerte de la principal (de consumo), tal
como lo propicia la doctrina brasileña citada o, como ya lo analizamos, considerando que
el tercero proveedor que no ha tenido vinculación directa con el consumidor e incluso no
se encuentra ligado con éste por una relación de consumo en sentido estricto, de todos
modos forma parte de la cadena de obligados involucrados en la relación de consumo
principal.
206
consumidor(154). Como contrapartida, la defraudación de la confianza generada ante
el incumplimiento de las calidades aparentadas se traduce en una carga objetiva de
responsabilidad para los proveedores, incluso para quienes detenten tal calidad sólo en
apariencia y no hayan participado materialmente en el proceso o la cadena de
comercialización(155).
Los vínculos que se generan como consecuencia de esas actividades, que usualmente
constituyen estrategias de marketing y de fidelización de clientes, configuran relaciones
de consumo. Al respecto, tal como lo hemos analizado, ya no caben dudas luego de la
amplitud de este concepto contenido en el art. 3º, LDC.
207
y a su exclusivo arbitrio", con el agregado de cláusulas exonerativas ante los eventuales
perjuicios que se pudiesen derivar para los participantes, los que "voluntariamente y bajo
su responsabilidad" deciden someterse a la operación. Este tipo de estipulaciones
unilaterales no resiste el más mínimo análisis a la luz de la normativa de protección de
usuarios y consumidores.
Con ello, los proveedores que participan de este tipo de actividades se encuentran
sujetos al cumplimiento de todas las obligaciones establecidas en la LDC, en las mismas
condiciones y con los mismos alcances que se encuentran alcanzados quienes son
proveedores en relaciones de consumo "típicas".
El párr. 2º, art. 2º, LDC, excluye de su ámbito de aplicación "los servicios de
profesionales liberales que requieran para su ejercicio título universitario y matrícula
otorgada por colegios profesionales reconocidos oficialmente o autoridad facultada para
ello", no así la publicidad que hagan para el ofrecimiento de sus servicios.
En el debate para la sanción de la ley 26.361, en el Senado nacional se dijo que "más
allá de prestar un servicio, el que presta un profesional liberal con título universitario y
matrícula no puede ser asemejado al concepto de un proveedor. El profesional presta un
servicio, pero no se corresponde con la conceptualización del proveedor, o lo que implica
un proveedor, que comercializa bienes y servicios, bajo el contexto de la ley 24.240... En
definitiva, un profesional liberal no es un agente de mercado ni económico, sino más bien
un agente social. Y la renta que hoy se obtiene en el marco de una relación comercial o
empresarial tiene una finalidad o cierra un circuito absolutamente productivo, que nada
tiene que ver con la prestación que se recibe a través de los honorarios profesionales, los
cuales tienen un carácter alimentario...
"Se los excluye por la sencilla razón de que dichos profesionales se rigen por normas
específicas, es decir, por un poder disciplinario interno de matrícula que ejercen los
208
propios colegios profesionales. Ello tiene que ver, muchas veces, con colegios
profesionales que funcionan con ciertas pautas que están establecidas en la ciudad de
Buenos Aires o en las propias provincias, que son materias concretas reservadas a ellas y
que no fueron delegadas al poder central"(159).
Coincidimos, desde el punto de vista teórico, con la más respetada doctrina nacional
que considera que la actividad desarrollada por profesionales liberales se encuadra dentro
de las actividades que caracterizan la noción de "proveedor"(160). Se ha afirmado también
que, por aplicación de elementales principios generales, los profesionales universitarios
que prestan servicios de todo tipo deberían ser obligados con mayor severidad que el
resto de la gente (art. 902, CCiv. Vélez; art. 1725, CCyCN).
En nuestro país, la Corte nacional ha dicho que la reglamentación del ejercicio de las
profesiones liberales es una atribución de las provincias(164). No obstante, cabría
preguntarse si la incorporación de estas actividades al régimen de defensa del
consumidor implicaría, en verdad, inmiscuirse en la reglamentación del ejercicio
profesional, ámbito que comprende, básicamente, el control de la matrícula y la vigilancia
de las normas de ética y disciplinarias.
Lo cierto es que el legislador argentino, en una decisión que puede catalogarse "de
política legislativa", ha decidido mantener fuera del régimen del Estatuto del Consumidor a
los profesionales liberales. El mantenimiento de la exclusión pretendió atemperarse
mediante una solución puramente retórica, que en una confusa y pobre redacción, indica
a las autoridades de aplicación que cuando reciban denuncias contra estos profesionales
"deben informar al denunciante sobre el ente que controle la respectiva matrícula a los
efectos de su tramitación".
A pesar de ello, bien cabe dejar de resalto que los únicos profesionales
liberales excluidos de la ley 24.240 son aquellos que cumplan con una doble exigencia: a)
posean título universitario y b) cuenten con matrícula otorgada por colegios profesionales
reconocidos oficialmente o autoridad facultada para ello. Ambos requisitos deben darse
para la exclusión, quedando comprendidos dentro del ámbito de aplicación de la LDC un
sinnúmero de profesiones, oficios y tecnicaturas que no se enseñan en las universidades
209
o no cuentan con colegios profesionales o autorización estatal obligatoria para su
ejercicio.
I. INTRODUCCIÓN
La tutela jurídica del consumidor parte de una premisa esencial: la desigualdad de las
partes involucradas en la relación de consumo. Es la situación de debilidad de una de
ellas —y el poderío que ostenta el otro extremo de esa relación jurídica— la que justifica
un régimen protectorio.
En la economía de masas, el sistema permite que uno de los sujetos pueda diseñar
normas con eficacia general, para todos los que participen en el negocio. Posibilita que
sea uno de los sujetos de la contratación, quien siente las bases de la regulación
particular a observar. Es de toda evidencia que quien prerredacta, quien predispone el
contenido del contrato, quien predetermina las reglas a las que habrán de sujetarse los
contratantes, ejerce un poder o un señorío en el campo de actuación. Y si se trata de
contratos de consumo que involucran sectores de la economía de gran impacto social, se
advierte claramente la fuerza expansiva de poderío al que nos referimos.
Las asimetrías entre los sujetos involucrados(3)son patentes y en razón de las mismas
es que irrumpen normas de intervención(4)inspiradas en la noción de orden público de
protección(5).
210
En Argentina, la ley 24.240, su reglamentación y las normas complementarias aportan
soluciones a esta problemática en una clara manifestación de la preocupación por superar
las desigualdades, restaurar las libertades amenazadas, y de ese modo, prevenir la
afectación de los derechos e intereses del consumidor.
La Ley de Defensa del Consumidor tomó la posta. Con la vocación de ruptura que
impulsó la construcción del sistema protectorio, se definieron los contornos del
débito informativo impuesto al proveedor de bienes y servicios. El texto legal (art. 4º y
concs.) se vio enriquecido por los aportes de la doctrina autoral y por la fecunda labor
jurisprudencial. El nuevo Código Civil y Comercial unificado echó mano de muchos de los
dispositivos legales consagrados en el régimen de tutela de los consumidores y trajo al
sistema general —entre muchas otras soluciones normativas— la regulación del deber
de información en la relación de consumo.
II. CONCEPTO
211
III. FINALIDAD
La imposición legal de este deber persigue, como fin general, acortar distancias. Se
piensa que el suministro de información contribuye a superar desequilibrios y nivela las
desigualdades estructurales existentes entre los extremos de la relación de consumo(18).
Según la etapa por la que atraviesa el vínculo, la imposición de este deber jurídico
satisface finalidades específicas: en la etapa precontractual, procura un consentimiento
reflexivo del consumidor y la previsión de los riesgos que involucra la contratación(19); y,
durante la ejecución del contrato —y aún luego de la conclusión del mismo— tiende a
asegurar la satisfacción del interés directamente involucrado en el acto de consumo (el
llamado interés de cumplimiento(20)), optimizando los beneficios perseguidos por el
consumidor o usuario. En todos los casos, tiende a evitar asimismo, la afectación
del interés de indemnidad(21).
212
sobrecarga selectiva. Hasta las operaciones propias de la vida cotidiana sorprenden
al individuo con un abanico de opciones a considerar. Cuanto más se amplía el espectro
de elecciones ofrecidas al sujeto y más ardua aparece la tarea de desentrañar el objeto
de la decisión, más apremiante es la necesidad de reducir la complejidad(27). Se ha dicho
que la sociedad moderna vive su futuro en forma del riesgo de las decisiones, con una
marcada preocupación por aprehender las aristas principales del problema a resolver, por
conocer sus dificultades, por prevenir las contingencias y por prever las respuestas a las
mismas. En dicho contexto, la información constituye un bien preciado, que se consume
como producto en sí mismo y como instrumento para acceder a otros bienes y servicios
del mercado(28).
"En esta etapa precontractual y como paso previo a la toma de decisión acerca de la
entrada en el contrato, es cuando el consumidor debe estar en condiciones de conocer,
comprender y evaluar las ventajas y desventajas de dicha contratación(37), como así
213
también, poder prever el desarrollo de esa relación jurídica y las consecuencias de su
eventual salida del contrato(38).
Desde un punto de vista lógico, la imposición del deber de informar en cabeza del
empresario encuentra fundamento en su innegable condición de experto. Es quien conoce
el producto que crea y lanza al público en una organizada estrategia de estudio de
mercado, diseño, elaboración, presentación, publicidad y distribución. Todo ello, frente a
un sujeto —el consumidor— que permanece ajeno a todo aquel proceso de producción y
gestión. Razonable era que el deber de informar fuera impuesto en cabeza de quien se
encuentra en una situación más ventajosa para cumplir con dicho mandato legal. Se
entiende que es una obligación directamente vinculada a la competencia específica en su
área de conocimiento(41). Se trata por otra parte, de un deber derivado del monopolio que
el empresario ejerce respecto de la información que concentra, administra y sobre la cual
dispone(42).
214
1. Sujeto pasivo
El art. 4º de la ley expresa que "el proveedor está obligado a suministrar al consumidor
en forma cierta, clara y detallada todo lo relacionado con las características esenciales de
los bienes y servicios que provee, y las condiciones de su comercialización (...)". El texto
legal citado, en el afán de hacer efectivo el reconocimiento del derecho a la información
contenido en el art. 42 de la Constitución Nacional, impone aquel deber de conducta al
proveedor. Es el proveedor, el deudor de la obligación de informar.
Se trata de una norma legal que corporiza el mandato de tutela enunciado por el
constituyente. Conforme lo señala la doctrina, el mencionado art. 4º traduce en un
dispositivo normativo, un principio general del derecho: el derecho a la información del
consumidor y el correlativo deber de información impuesto al proveedor(48).
2. Sujeto activo
215
de la prestación impuesta al deudor informativo, y la satisfacción del interés del acreedor
de la información(52).
216
2.1. El deber de consejo o asesoramiento
Aconsejar supone que a partir de la información existente, de las opciones que se ofrecen, de las ventajas y desventajas que exhiben
dichas alternativas y de las variables que inciden en la toma de decisión, se emitirá una opinión encaminada a orientar la conducta de la otra
parte. El consejo supone expresar un parecer, un juicio, un criterio, a fin de guiar la decisión del sujeto que lo recibe. Se ha dicho que importa
un plus por sobre la información, en tanto conlleva una carga subjetiva(59). No se trata de una conducta neutra sino dotada de un sentido,
encaminada a una finalidad particular: orientar, guiar, determinar, etc., el comportamiento de otro.
217
Son numerosas las situaciones en las que se impone al proveedor de bienes y
servicios el deber de atraer la mirada del consumidor y ponerlo en aviso de los riesgos
mencionados(66).
En muchos otros supuestos el proveedor debe advertir también sobre posibles riesgos
de daños en el acto de consumo(70).
218
VII. EL OBJETO DE LA OBLIGACIÓN DE INFORMAR
Si entendemos que el elemento objeto en toda obligación hace referencia al bien sobre
el que recae la conducta comprometida por el deudor y que es aquello que el acreedor
espera obtener como resultado de dicha prestación(78), coincidiremos en que
la información es el bien que el consumidor procura alcanzar como resultado del
comportamiento informativo a desplegar por el proveedor, en la obligación analizada.
Nos preguntamos en este ítem, el qué de esta obligación. ¿Qué se debe informar? Se
trata de un interrogante que impone formular una serie de precisiones referidas a la
determinación del objeto(79), a sus caracteres, a sus límites cualitativos y cuantitativos.
Se trata de una fórmula amplia, congruente con la finalidad perseguida al diseñar esta
herramienta jurídica. Se procura que el consumidor acceda a la información necesaria y
útil para conocer el producto o servicio ofrecido en el mercado y las modalidades de
contratación, pues de ese modo evaluará la conveniencia de adquirir el bien o contratar el
servicio en cuestión.
219
Comercial unificado ya citado(83). El legislador modificó la redacción originaria de la
norma(84)entendiendo que con estos calificativos respeta el espíritu de la norma
constitucional y orienta la conducta del proveedor a fin de hacer efectivo el derecho
tutelado(85).
Se exige, asimismo, que la información sea clara. Esta imposición legal supone que el
caudal informativo sea comprensible para su destinatario. Satisfacer este recaudo importa
la adopción de diligencias específicas por parte del proveedor, y de allí que se hayan
impartido directivas concretas, para asegurar la concurrencia del mencionado requisito:
que la información sea proporcionada por escrito(86)y en idioma nacional(87), que resulte
fácilmente legible(88), de acceso sencillo(89)(proporcionada en un acto único o evitando
remisiones, folletos anexos o complementarios, etc.), que se exprese en un lenguaje
adecuado para el público al que está dirigido el producto o servicio(90)y por un medio o
canal de comunicación apropiado(91).
El precepto analizado impone asimismo que la información sea detallada, con lo cual,
debe el proveedor ofrecer precisiones acerca de los ítems legalmente establecidos,
evitando generalizaciones(95). Al explicar este recaudo, se dice que la información debe
ser pertinente(96), completa(97)y suficiente(98)pues sólo de ese modo, el consumidor tendrá
a su alcance los elementos necesarios y útiles para conocer, comprender, hacer una
previsión de riesgos, decidir y adoptar precauciones para evitar daños. Se ha destacado
que el proveedor debe transmitir toda la información que sea necesaria para la obtención
de la finalidad perseguida(99), "de modo que no queden dudas" al consumidor(100).
220
El texto del art. 4º originario imponía que la información suministrada fuera eficaz,
recaudo que ha sido omitido en la posterior redacción pero que se mantiene en el espíritu
del precepto. La eficacia del caudal informativo depende, como es evidente, de la
adopción de las precauciones antes mencionadas: de la adecuada selección del
material informativo (de su veracidad y certeza, de su completividad y suficiencia, de su
detalle y precisión), de la correcta elaboración del mensaje (en lo sustancial y en lo
formal) y de la acertada comunicación (en cuanto a la oportunidad y al modo utilizado
para asegurar el acceso a la misma y su comprensibilidad)(105). Desde esta perspectiva, el
dinamismo de la información es un atributo igualmente deseable(106).
Con el objeto de hacer efectiva la tutela del derecho a la protección de los intereses
económicos del consumidor, el legislador ha impuesto precauciones informativas de
contenido particular:
221
o inmuebles. Indica que deberá constar en el citado instrumento: "a) la descripción y
especificación de la cosa, b) el nombre y domicilio del vendedor, c) el nombre y domicilio
del fabricante, distribuidor o del importador cuando correspondiere, d) la mención de las
características de la garantía conforme a lo establecido en esta ley, e) los plazos y
condiciones de entrega, f) el precio y las condiciones de pago". Y la propia norma advierte
que la redacción debe ser hecha en idioma nacional, ser completa, clara y fácilmente
legible, sin reenvíos a textos o documentos que no se entreguen previa o
simultáneamente".
b. El contenido del certificado de garantía por el buen funcionamiento del bien: El art.
14 —referido al certificado de garantía que debe extender el proveedor— establece,
asimismo, un contenido mínimo de información a consignar en el
mencionado instrumento: "a) la identificación del vendedor, fabricante, importador o
distribuidor; b) la identificación de la cosa con las especificaciones técnicas necesarias
para su correcta individualización; c) las condiciones de uso, instalación y mantenimiento
necesarias para su funcionamiento; d) las condiciones de validez de la garantía y su plazo
de extensión; e) las condiciones de reparación de la cosa con especificación del lugar
donde se hará efectiva".
222
g. El contenido del documento que instrumenta la facturación del servicio público
domiciliario: Sin perjuicio de las precisiones referidas al costo de los servicios prestados,
el mismo art. 25 prescribe que "las empresas prestadoras de servicios públicos
domiciliarios deberán colocar en toda facturación que se extienda al usuario y en las
oficinas de atención al público carteles con la leyenda: 'Usted tiene derecho a reclamar
una indemnización si le facturamos sumas o conceptos indebidos o reclamamos el pago
de facturas ya abonadas, ley 24.240'". Por su parte, el art. 30 bis impone a las empresas
prestadoras de servicios públicos domiciliarios, la obligación de consignar en las
respectivas facturas, "(...) si existen períodos u otras deudas pendientes, y en su caso,
fechas, concepto e intereses (...)". Y advierte que dicha información debe ser escrita "(...)
en forma clara y con caracteres destacados (...)", agregando que si no existen deudas
pendientes, deberá expresarse dicha circunstancia pues "la falta de esta manifestación
hace presumir que el usuario se encuentra al día con sus pagos y que no mantiene
deudas con la prestataria".
223
servicios. Se trata de normas que continúan vigentes, que coexisten con la ley
24.240 e integran el microsistema protectorio en Argentina (conf. art. 3º).
224
comercialización de productos de origen agrícola y alimentarios, en estado natural,
acondicionado o procesado se regirán por la presente ley. Se excluyen a los vinos y a las
bebidas espirituosas de origen vínico, las que se regirán por un régimen especial". El art.
2º hace un distingo entre "indicación de procedencia" y "denominación de origen". En el
primer caso, se informa el nombre geográfico del lugar que sea conocido como centro
de extracción, producción o fabricación de un producto agrícola o alimentario, sea que
dicho nombre se refiera a un país, región, provincia, departamento, localidad o área de su
territorio. La denominación de origen es un supuesto distinto del anterior, pues en este
caso el nombre de la región, provincia, departamento, distrito, localidad o un área del
territorio nacional (no menciona el nombre de país) del cual procede el producto, le
atribuye por tal procedencia "cualidades o características que se deban exclusiva o
esencialmente al medio geográfico, comprendidos los factores naturales y los factores
humanos". Por su parte, el art. 25 dispone: "No podrán registrarse como indicaciones de
procedencia y/o denominaciones de origen las que: a) Sean genéricas de productos
agrícolas o alimentarios, entendiéndose por tales aquellas que por su uso han pasado a
ser el nombre común del producto con el que lo identifica el público en general en el país
de origen. b) Las marcas registradas vigentes. c) Los nombres similares a otros
ya inscriptos como denominación de origen de productos agrícolas o alimentarios, o que
hubieran iniciado trámite de inscripción con anterioridad. d) Los nombres cuyo uso
pudiera inducir a error respecto de las cualidades o características del producto que se
trate. e) La utilización de cualquier medio que, en la designación o presentación del
producto, indique o sugiera que el producto proviene de una región geográfica distinta del
verdadero lugar de origen, que pueda inducir al público a error en cuanto al origen
geográfico".
a. Directivas referidas a la rotulación: el art. 222 dice que "se entiende por rotulación
toda inscripción, leyenda o disposición que se imprima, adhiera o grabe a un producto o a
su envase o envoltura de presentación comercial, que identifique al mismo de acuerdo
con las normas del presente Código. Toda rotulación, así como el texto de los prospectos
o instrucciones que se acompañen al producto, debe ser previamente aprobada por
la autoridad sanitaria competente".
b. En relación a alimentos a los que se les atribuye valor curativo: el art. 235 expresa
que "en los rótulos o anuncios no podrán emplearse indicaciones que se refieran a
propiedades medicinales o terapéuticas. Los productos que lleven indicaciones de esta
índole o se expongan a la venta asignándoles algún valor curativo, se considerarán
especialmente medicinales y deberán tener la aprobación de las autoridades sanitarias
correspondientes".
225
2.3. Resolución conjunta de la Secretaría de Políticas, Regulación y Relaciones
Sanitarias y la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos: la
resolución conjunta
— El art. 5º referido a los alimentos dietéticos establece que "el rotulado de alimentos
comprendidos en el cap. XVII —alimentos de régimen o dietéticos— del Código
Alimentario Argentino, deberá cumplir obligatoriamente las exigencias de la presente
resolución, las incluidas en la res. 3/1995 del ex MSyAS y aquellas específicas del Código
Alimentario Argentino que no sean contrarias a estas normas generales".
226
(art. 20); hoteles, hospedajes y camping (art. 21), e i. Exhibición de precios en
establecimientos del ramo gastronómico (arts. 22 y 23).
227
que permita al consumidor ejercer la opción de ingreso al lugar de expendio". Agrega que
la obligación mencionada deberá ser cumplida en forma análoga por quienes ofrezcan los
productos citados en establecimientos instalados en las márgenes de vías navegables o
pistas de aviación. Por su parte, el art. 19 establece que "los surtidores de nafta de todas
las bocas de expendio que operan en el país, deberán tener en forma bien visible una
leyenda con la indicación de número de octanos de combustible que se expenda,
debiendo incluir la leyenda: "Producto con plomo" o "Producto sin plomo", según
corresponda, de acuerdo con la res. 54/96 de la ex Secretaría de Obras y Servicios
Públicos" Y advierte que "la presentación de dichas leyendas no deberá inducir a error,
engaño o confusión al consumidor respecto de la naturaleza, propiedades, características
y precios del combustible ofertado".
— La res. 1532/1998 del MEOSP referida al transporte aéreo, impone en el art. 4º que
en las condiciones generales del contrato, "el transportador y su agente autorizado
deberán proveer al pasajero adecuadamente información, en el momento de solicitar la
reserva o contratar el transporte, de las distintas tarifas y sus condiciones, así como si se
trata de un vuelo sin escala o con paradas intermedias o con cambio de aeronave en la
ruta o si es realizado en código compartido o entre distintos transportadores o medios de
conexión". Destaca que "tratándose de vuelos superiores a una hora treinta minutos, el
transportador deberá informar al pasajero al momento del expendio del billete, si dicho
vuelo posee o no servicio de comida". Establece asimismo que "en el caso de vuelos en
código compartido o entre distintos transportadores, se informará al pasajero de las
características de los servicios de cada transportador".
— La res. 842/1998 de la SICM, exige que los productos que se vendan premedidos
deben llevar en su lado principal la cantidad nominal del producto contenido; asimismo,
establece que las letras y números de estos rótulos deben tener una altura mínima con
relación a las diversas superficies que puede tener dicho rótulo. La resolución contiene,
además una serie de disposiciones tendientes a facilitar la lectura de tales leyendas.
228
obligación informativa, y en muchos supuestos, se exige asimismo, darle un carácter
destacado o de notoriedad(116).
De lo expuesto se sigue que todas las erogaciones necesarias para poder cumplir con
el suministro de información en la forma legalmente establecida, están a cargo del
proveedor(122). La traducción indispensable para proporcionar información en caso de
productos importados, la confección de los manuales de instrucciones, de las
cartillas explicativas o de los folletos, la implementación de la cartelería, de la señalización
o los vallados, la fabricación de los envases y su etiquetamiento, la impresión de los
certificados de garantía y los presupuestos, así como la utilización de cualquier otro
soporte material empleado para vehiculizar la información, son gastos que debe asumir el
sujeto obligado a informar (o advertir).
229
La elección del soporte material para suministrar la información debe ajustarse a las
necesidades de adecuación y eficacia que impone la ley. De ello se sigue que si por
ahorrar costes, el medio empleado resulta inadecuado o ineficiente, el proveedor deberá
soportar las consecuencias derivadas(123).
Oportuno es señalar que tanto el art. 4º de la Ley de Defensa del Consumidor como
el art. 1100 del Código Civil y Comercial unificado, luego de dejar establecido el deber
de información en cabeza del proveedor de bienes y servicios, advierten que
"la información debe ser siempre gratuita para el consumidor".
Dado que el débito informativo forma parte del plan prestacional impuesto por la ley al
proveedor, el estricto cumplimiento del mismo no debe suponer costes adicionales para el
destinatario. La provisión de información no debe condicionarse al pago de gastos extras.
La implementación de prácticas empresarias en este sentido —proveer información sólo a
requerimiento del consumidor y previo pago de cargos por la misma— constituiría
una intolerable infracción a la ley.
Desde otra perspectiva, tal carga probatoria resulta justificada en tanto es el proveedor
quien se encuentra en mejores condiciones para acreditar el hecho que exterioriza el
cumplimiento de su deber de información(127).
Como regla, puede decirse que existe amplitud en la utilización de los medios
probatorios. Ahora bien, cuando las leyes exigen determinada formalidad ad
probationem, la demostración del cumplimiento de la obligación, impondrá la aportación
de la prueba en cuestión (por ejemplo, el instrumento escrito en el que conste la garantía
del art. 11 —conf. el art. 14—, el presupuesto del art. 21, las reparaciones hechas a la
cosa conforme el art. 15, etc.). A los fines probatorios, es frecuente que el
proveedor extienda estos documentos por duplicado y haga constar en la copia que deja
para sí, la entrega al consumidor de otro instrumento con idéntico contenido. Se trata de
una buena práctica, recomendable para el caso de tener que afrontar reclamos referidos
al cumplimiento de este deber legal impuesto al empresario proveedor(128).
230
XI. INCUMPLIMIENTO DE LA OBLIGACIÓN DE INFORMAR
La procedencia de las vías previstas por la norma citada —la ejecución forzada de la
obligación o la ejecución por un tercero, a costa del deudor originario— dependerá de la
particular naturaleza de la obligación de informar(131), de sus caracteres específicos(132)y
de los matices que ofrezca el contexto de la misma(133).
Son aplicables al caso, las normas referidas a la mora de las obligaciones en general y
el consumidor o usuario tiene a su favor, todas las acciones dirigidas a lograr la
satisfacción de su interés(135).
231
2. Supuesto de incumplimiento definitivo de la obligación de informar
La ley establece en el art. 37 que "en caso de que el oferente viole el deber de buena
fe en la etapa previa a la conclusión del contrato o en su celebración, o transgreda el
deber de información..., el consumidor tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato,
o la de una o más cláusulas...". Y es evidente que el legislador —más allá de los defectos
232
de técnica legislativa que presenta la norma citada— quiso dotar al consumidor, de una
herramienta más ventajosa para la tutela de sus derechos e intereses.
En todos los casos, sea que el consumidor disponga demandar la ineficacia del
contrato celebrado con el proveedor o resuelva mantener el vínculo contractual, podrá
reclamar el resarcimiento de los daños derivados del incumplimiento de la obligación
de informar(142).
233
adecuación y eficacia impuestos a la información a suministrar. En la ponderación de
estos requisitos, se analizará la conducta obrada, el contenido de la información y
su extensión, como así también, la comprensibilidad del código utilizado, la adecuación
del canal o soporte material, la oportunidad, etc. Deberá asimismo analizar los límites que
definen el contorno del deber de informar, lo que necesariamente supone considerar las
condiciones personales del acreedor de dicha información(146), la actitud asumida por
éste(147), las características del negocio en cuestión(148), las particularidades del bien o del
servicio objeto del contrato(149)y el contexto de la relación(150).
El segundo presupuesto está dado por la existencia del perjuicio cuyo resarcimiento se
demanda. Se impone al consumidor acreditar el daño invocado, estimar su cuantía y
aportar elementos de prueba para fijar su cuantía.
234
En relación al factor de atribución de responsabilidad, la doctrina no es pacífica. Por un
lado, un sector de la doctrina condiciona el pronunciamiento sobre el punto a la previa
calificación del deber de informar, sea como obligación de medios, sea como una
obligación de resultado(155). Analizada la cuestión, destacados autores sostienen que la
obligación de informar es de resultados(156), mientras que otro sector expresa que se trata
de una obligación de medios(157). Entre ambas posiciones, se dice también que "el deber
de información comprende por un lado, la obligación de resultado de transmitir
la información a su destinatario y, por otro, la obligación de medios de utilizar las
modalidades adecuadas para la transmisión de tal información"(158).
Mas allá de las fundadas razones que se esgrimen para cuestionar este criterio de
clasificación(159), quienes la adoptan, sostienen:
Luego de la reforma a la ley 24.240introducida por la ley 26.361 y a partir de la incorporación de la figura del daño directo (art. 40 bis), el
sistema ofrece al consumidor un escenario de reclamación alternativo por lo que puede peticionar a la autoridad de aplicación de la ley y en el
marco del procedimiento administrativo previsto en el art. 45, el dictado de una resolución que mande resarcir el perjuicio sufrido como
consecuencia del incumplimiento de los deberes legales impuestos al proveedor (y entre ellos, la obligación de informar). Todo ello, de
conformidad a los alcances establecidos en la citada preceptiva.
235
habilitada al dictado de una resolución que disponga la aplicación de alguna de las
sanciones contempladas en el citado art. 47.
I. INTRODUCCIÓN
236
Desde el Preámbulo, el constituyente hace explícito el objetivo de promover el
bienestar general; directiva que involucra como prioridad indiscutible la preservación de la
salud(5). Consecuentemente, la tutela de este bien constituye un derecho prevalente de la
persona(6).
En esta línea, las directivas de las Naciones Unidas contenidas en la res. 39/248
destacan como una preocupación central a atender por los gobiernos de los Estados, la
protección de estos bienes esenciales con políticas enérgicas y medidas de
implementación eficientes(7).
La tutela de la integridad física constituye una derivación del derecho a la salud antes
mencionado, que da contenido a otro derecho expresamente reconocido al consumidor: la
protección de la seguridad.
237
comportamiento positivo(10). No alcanza con pretender que se abstenga de poner en
riesgo la salud del consumidor. Debe implementar las medidas necesarias para prever el
daño amenazante, controlarlo y así evitar la mengua a la salud del consumidor y la
afectación de su seguridad.
La doctrina destaca que la preceptiva del art. 5º de la ley 24.240 lleva la impronta de la
tutela preventiva que caracteriza al sistema y que traduce en un deber de conducta, la
imperiosa necesidad de prevención de daños en la relación de consumo(11).
238
consumidor —en el sentido más amplio del concepto— que no habrá de sufrir daños
como consecuencia de la actividad desplegada por el empresario proveedor. Esta
garantía de indemnidad no es nueva para el Derecho Privado y menos aún para el
Derecho Contractual y para el Derecho de la Responsabilidad Civil pero, en el ámbito de
las relaciones de consumo, adquiere una fisonomía propia y diferenciada en cuanto a su
contenido y alcance, a la naturaleza de la misma, a los sujetos beneficiarios del mismo y
al factor de atribución de responsabilidad.
Es innegable que no existe mercado de riesgo cero. Está instalada la idea de que
vivimos en una sociedad de riesgo(14). De ser, por hipótesis, posible ese riesgo cero,
supondría un coste mucho mayor que el que la sociedad y sus integrantes estarían en
condiciones de soportar. Todos los actores del mercado asumimos riesgos. El
consumidor, al adquirir bienes y contratar servicios, y por el sólo hecho de
estar involucrado en una red de consumo, asume el riesgo de sufrir daños. El empresario
proveedor, que pretende actuar en el mercado como tal, asume el coste de prevenirlos y
resarcirlos, si se concretan.
Asumiendo esta premisa, puede decirse que el propósito del constituyente y del
legislador infraconstitucional es orientar conductas en procura de que esos esfuerzos
sean dirigidos a mantener los riesgos en el límite de lo razonable, de lo tolerable. Claro
está, la razonabilidad y la tolerancia habrán de juzgarse con el standard que imponga el
bien afectado y las demás circunstancias del caso(15).
El art. 5º de la ley 24.240 aparece como una eficaz herramienta para contribuir a la
protección de la salud y la integridad del consumidor. El legislador ha entendido que, para
hacer efectiva la tutela del derecho reconocido en la Constitución, resulta adecuado
traducirlo en un deber jurídico en cabeza del proveedor. A un derecho a la seguridad, le
corresponde un deber a la seguridad que la contraparte debe satisfacer.
El texto legal citado expresa: "las cosas y servicios deben ser suministrados o
prestados en forma tal que, utilizados en condiciones previsibles o normales de uso, no
presenten peligro alguno para la salud o integridad física de los consumidores o usuarios".
239
III. LA TEORÍA DE LA CALIDAD Y SUS IMPLICANCIAS(17)
La salud y la seguridad emergen como bienes jurídicos concretos que corporizan la moderna tendencia a proteger la calidad de vida de
la persona.
Antonio H. Benjamin expone el desarrollo de la teoría de la calidad explicando que la misma tiene un pie en la órbita de la tutela de
la incolumnidad sicofísica del consumidor y otro, en la tutela de su incolumnidad económica. Señala que la calidad de los productos y
servicios puede verse conculcada por la existencia de vicios que se proyectan en un doble sentido. En relación al primer aspecto, la
protección de la salud se hace evidente frente a lo que se ha dado en llamar vicios de calidad por inseguridad. En relación al segundo
aspecto, la protección al patrimonio del consumidor deriva de la constatación de vicios de calidad por inadecuación.
Los vicios de calidad por inseguridad son aquellos que generan riesgos de accidentes
de consumo, daños vinculados a la salud o a la integridad psicofísica del consumidor, que
pueden ser de gran impacto y gravedad en la sociedad de consumo actual.
La peligrosidad adquirida es definida como aquella que deriva de defectos que afectan
al producto o servicio ofrecido por el proveedor. Se dice que la imprevisibilidad es la
característica principal de esta variante de peligrosidad.
240
Según Benjamín, los defectos de esta especie pueden ser divididos, conforme su
origen en defectos de concepción o diseño, defectos de fabricación y defectos de
comercialización:
1. Los defectos de diseño son aquellos que se generan en el proceso integrado por la
fase de concepción y elaboración del prototipo del producto que habrá de lanzarse al
mercado. La concepción supone siempre una idea inicial en la que el diseñador asocia un
producto a un destino o uso determinado. En este camino debe establecerse una
previsión del ciclo de vida del producto y sus etapas, pues el bien puede ser seguro en
algunas de ellas y en otras no. Se considera que la elaboración del prototipo permitirá
analizar los riesgos que genera el diseño en cuestión y los mecanismos de prevención a
adoptar para garantizar la seguridad de consumidor. Se dice que, recién una vez
superadas estas etapas, el producto está en condiciones de ser fabricado.
Se señala que las características esenciales de esta categoría de defectos son tres:
a. Inevitabilidad
c. Efecto general (el defecto de diseño no se limita a apenas uno u otro producto o
servicio de la cadena de producción sino que, por el contrario, se manifiesta en todos los
productos de la serie, o en todos los servicios ejecutados y, por ello mismo, su potencial
dañosidad colectiva es mayor).
a. La inevitabilidad
c. El efecto limitado (ya que no afecta a todos los consumidores sino a adquirentes o
usuarios de los productos o servicios de esa serie).
241
que, aunque exista un control esmerado, se incorpore tecnología y se desarrollen nuevas
estrategias productivas, el riesgo de fabricación defectuosa será reducido, pero no podrá
ser eliminado totalmente.
Como regla, el deber de informar es cumplido a priori, esto es, antes de la colocación
del producto o servicio en el mercado o bien en el mismo acto de la contratación, pero
debe acompañar al producto o al servicio luego de concretado el acto de consumo, pues
es entonces donde se justifica su razón de ser y donde se explicita su eficacia. Claro está
que si el fabricante recién toma conocimiento del riesgo después de la comercialización
del bien de consumo, estará obligado a cumplir, también, un deber de información a
posteriori(20).
242
por el impacto particular que supone esta revisión normativa de la teoría general, al
régimen particular de responsabilidad civil por daños al consumidor.
— Art. 1710: "Deber de prevención del daño. Toda persona tiene el deber, en cuanto
de ella dependa, de: a) evitar causar un daño no justificado; b) adoptar, de buena fe y
conforme a las circunstancias, las medidas razonables para evitar que se produzca un
daño, o disminuir su magnitud; si tales medidas evitan o disminuyen la magnitud de un
daño del cual un tercero sería responsable, tiene derecho a que éste le reembolse el valor
de los gastos en que incurrió, conforme a las reglas del enriquecimiento sin causa; v) no
agravar el daño, si ya se produjo".
— Art. 1711: "Acción preventiva. La acción preventiva procede cuando una acción u
omisión antijurídica hace previsible la producción de un daño, su continuación o
agravamiento. No es exigible la concurrencia de ningún factor de atribución".
— Art. 1713: "Sentencia. La sentencia que admite la acción preventiva debe disponer,
a pedido de parte o de oficio, en forma definitiva o provisoria, obligaciones de dar, hacer o
no hacer, según corresponda; debe ponderar los criterios de menor restricción posible y
de medio más idóneo para asegurar la eficacia en la obtención de la finalidad".
Ahora bien, este deber de prevención general, eje del Derecho de Daños moderno,
estuvo y está en las bases del sistema protectorio construido por el Derecho del
Consumidor.
No parece discutible ya que las soluciones preventivas se imponen por sobre las
resarcitorias y que su justificación responde a razones éticas, económicas y jurídicas(24).
Los principios solidaristas exigen no desamparar al débil, al vulnerable, al lesionado; y si
esa hiposuficiencia tiene carácter estructural como la del consumidor, el deber
de intervención viene impuesto por las circunstancias del caso. Razones de índole
económica demuestran, por otra parte, que es más eficiente asumir costes de prevención
que de reparación del daño causado. Finalmente, razones de justicia, imponen que en
esa confrontación de intereses en juego, se priorice la situación del débil, cargando sobre
las espaldas del más fuerte, el déficit de la contraparte. Es incuestionable que la
nivelación de los extremos en tensión sólo es posible apelando al esfuerzo de quien
menos dificultades tiene para soportarlo.
V. LA OBLIGACIÓN DE SEGURIDAD
243
1. Consideraciones generales
Con la reforma constitucional del año 1994 y la incorporación del art. 42, el dictado de
la ley 24.240 de defensa del consumidor y las reformas introducidas a ésta mediante ley
24.999; ha quedado conformado un principio general de seguridad en beneficio de los
consumidores y usuarios que refleja la impronta del sistema(25). Hernández y Frustagli
destacan que "la propia Constitución Nacional, al incorporar la cláusula de protección de
los consumidores y usuarios, reconoce en el marco de la relación de consumo los
derechos a la protección de la salud, seguridad e intereses económicos, desplegando un
adecuado programa protectorio que atiende integradamente a los intereses patrimoniales
y extrapatrimoniales de aquellos". Puntualizan que "las normas infraconstitucionales
marchan en esa misma dirección" y que "la ley 24.240, especialmente después de sus
sucesivas reformas, cuenta con valiosos instrumentos: la obligación de seguridad en
sentido estricto (art. 5º); el deber de advertencia (art. 6º) y la responsabilidad por el vicio o
riesgo de la cosa comercializada o por el servicio prestado (art. 40, reincorporado por
la ley 24.999 —ADLA, LVIII-C-2929—)", a lo que se suma "el propio decreto reglamentario
de la Ley de Defensa del Consumidor (1798/94 —ADLA, LIV-D-4525—), que en su art.
4º extiende las proyecciones del deber de advertencia".
2. Concepto
244
3. Caracteres
La característica apuntada orienta el criterio de valoración que debe guiar la labor del
jugador en caso de afectación de la salud y la seguridad en la relación de consumo(29).
245
La doctrina y la jurisprudencia propugnan una interpretación amplia del espectro de
situaciones alcanzadas por la obligación de seguridad. La idea es extender la garantía
de indemnidad a todas aquellas situaciones que estén causalmente vinculadas a la
actuación del proveedor. En esa línea de razonamiento, el empresario proveedor debe
adoptar todas las medidas de prevención que resulten adecuadas para la evitación del
perjuicio dentro de ese ámbito de actuación que le es propio. La Corte Suprema de
Justicia de la Nación ha impartido claras directivas de interpretación en este sentido
definiendo los alcances de la obligación de seguridad y la responsabilidad del
proveedor(35). En esa misma línea de interpretación, los tribunales inferiores se han
pronunciado por la responsabilidad de los establecimientos comerciales (centros de
compras, supermercados, cines, bingos, locales de comidas rápidas) en los que el
consumidor sufre un daño a su salud o integridad física (resbalón y caída, lesiones,
quemaduras, etc.) sin que sea relevante la acreditación de un contrato de consumo en
particular. En todos los casos se entendió que pesaba sobre el empresario un deber de
seguridad que no fue observado; que por el sólo hecho de acceder a sus dependencias y
quedar involucrados en su estructura el consumidor goza de un crédito de indemnidad y,
por tanto, en caso de daño, el proveedor está obligado a reparar el perjuicio(36).
Determinar si la obligación de seguridad es una obligación principal o accesoria, lleva a establecer la normativa legal aplicable a unas y
otras conforme a la previsión de los arts. 523 a 526 del CCiv. Explica Saux que un sector de la doctrina sostiene que se trata de una
obligación accesoria, en tanto existe en función de otro vínculo primario (contractual) que le da razón de ser y condiciona su operatividad(38),
mientras que para otros, el deber de seguridad constituye en sí mismo una obligación principal, en tanto pone en juego valores esenciales de
la persona. Un tercer grupo considera que se trata de una obligación secundaria pero autónoma, paralela a la obligación nuclear, "y que en su
desenvolvimiento funcional puede ser cumplido aunque se incumpla ésta, o incumplido aunque ella se cumpla"(39).
3.6. El factor de atribución de responsabilidad es de base objetiva, con fundamento diverso(el riesgo creado, el deber de
garantía, la apariencia, la generación de confianza)
246
La adopción del factor objetivo de atribución de responsabilidad es una decisión de política jurídica que propicia, como es sabido, el
acceso de las víctimas a la reparación del daño. Respecto de la cuestión analizada, se ha dicho con acierto que "los arts. 42 de
la Constitución Nacional, 5º y concs. de la ley 24.240, que consagran el derecho a la seguridad de los consumidores y usuarios... ponen en
cabeza del proveedor una obligación de seguridad de resultado, como consecuencia de lo cual cualquier daño sufrido por el consumidor en el
ámbito de la relación de consumo compromete la responsabilidad objetiva del proveedor"(44).
La responsabilidad de base objetiva echa mano de teorías diversas que han servido
para justificar la imposición del deber de resarcir el daño: el riesgo creado o riesgo
provecho(45), el deber de garantía o garantía de indemnidad(46), la apariencia(47), la
generación de confianza(48).
4. Contenido
El art. 5º de la ley 24.240 establece que "las cosas y servicios deben ser suministrados
o prestados en forma tal que, utilizados en condiciones previsibles o normales de uso, no
representen peligro alguno para la salud o integridad física de los consumidores o
usuarios".
247
El art. 6º —titulado "cosas y servicios riesgosos"— expresa que "las cosas y
servicios, incluidos los servicios públicos domiciliarios, cuya utilización pueda suponer un
riesgo para la salud o la integridad física de los consumidores o usuarios deben
comercializarse observando los mecanismos, instrucciones y normas establecidas o
razonables para garantizar la seguridad de ellos". En el párrafo siguiente establece que
"en tales casos se debe entregar un manual en idioma nacional sobre el uso, instalación y
mantenimiento de la cosa o servicios de que se trate, brindando adecuado
asesoramiento".
El art. 28 de la ley 24.240 dispone que "los usuarios de servicios públicos que se
prestan a domicilio y requieran instalaciones específicas, deben ser
convenientemente informados sobre las condiciones de seguridad de las instalaciones y
de los artefactos".
248
del proceso: la concepción y diseño, la elaboración, la distribución y aún más, el tiempo
posterior a la colocación de los bienes en el mercado.
4.1. En la etapa de diseño del producto o servicio: creación del prototipo, testeo y
experimentación
249
estética, recreativos, la organización de espectáculos públicos, el mantenimiento de las
rutas concesionadas, etc. ofrecen un sinnúmero de situaciones que exponen al
consumidor a riesgos de daño para la salud e integridad física. La jurisprudencia ha sido
fecunda en su contribución al reconocimiento de la tutela real y efectiva de estos bienes
jurídicos, asignando particular relevancia al deber de prevención e imponiendo, al
prestador de servicios, el deber de resarcir los daños derivados de la omisión del deber de
seguridad(66).
Sin perjuicio de la necesaria remisión al desarrollo que de los ítems citados se hace en
el capítulo referido al deber de información, desde la perspectiva de la obligación de
seguridad, se impone formular ciertas precisiones.
La finalidad de este deber informativo se orienta a prevenir y evitar los riesgos que la
adquisición del producto o la contratación del servicio puedan suponer para la salud y
seguridad del consumidor o usuario. Un sujeto que conoce la composición, las
propiedades, el modo de funcionamiento y los riesgos que puedan derivarse de su
consumo o utilización, estará en condiciones de resguardar su integridad física y la de su
250
grupo familiar o social, adoptando las medidas que sean necesarias para contribuir a esa
deseable indemnidad(69).
251
Ya hemos llamado especialmente la atención acerca del deber de advertencia
impuesto al proveedor cuando se trata de medicamentos y fármacos. La composición del
fármaco, las dosis aconsejadas, las contraindicaciones o efectos colaterales(75), la
importancia de consultar al médico, etc., son advertencias particulares impuestas por la
regulación especial de la actividad. Se trata de normas de naturaleza administrativa que
ponen en evidencia la preocupación del Estado por intervenir y establecer reglas que
aseguren el regular funcionamiento de la actividad y la adecuada protección del interés
público involucrado(76). No podemos contentarnos con prevenir los accidentes particulares
derivados del consumo de medicamentos sino de asumir políticas activas de prevención
de los daños en un área especialmente sensible. Fenómenos tales como
la automedicación y la comercialización no controlada de fármacos ha llamado la atención
del legislador y debe ser motivo de seguimiento por parte de la autoridad administrativa(77)
El texto del art. 4º del decreto reglamentario establece que "los proveedores de cosas
o servicios que, posteriormente a la introducción de los mismos en el mercado de
consumo, tengan conocimiento de su peligrosidad, deberán comunicar inmediatamente tal
circunstancia a las autoridades competentes y a los consumidores mediante anuncios
publicitarios eficientes". De lo expuesto se infiere que quien lanza un producto o servicio al
mercado, se obliga a mantenerse informado sobre los eventuales riesgos que de su uso o
consumo puedan derivarse. Del mismo modo se involucra al Estado, comprometiéndolo a
252
adoptar las medidas necesarias para desplegar las medidas de acción que sean
pertinentes.
Conviene dejar sentado que la advertencia sobre riesgos derivados del consumo de
bienes o de la contratación de servicios, no eximirá al proveedor de su responsabilidad
por los daños que se deriven, si no concurren alguna de las causas eximentes admitidas
por el sistema.
Desde luego, en la hipótesis que así lo justifique, el proveedor estará obligado al retiro
de los productos del mercado cuando pongan o puedan poner en riesgo la salud del
consumidor. Se ha dicho que "si bien nuestra legislación —en contraposición a las más
modernas— no contempla estas soluciones —el deber de advertencia, de sustitución y de
retiro de los productos— de modo expreso, nos parece que la constitucionalización de los
derechos a la información y a la seguridad en la relación de consumo, sirven de suficiente
fundamento para ello así como también los desarrollos doctrinarios y jurisprudenciales
relativos a la prevención del daño(83).
253
Con el mismo acierto se señala que este abordaje de los riesgos que genera el
desarrollo científico y tecnológico aplicado a la producción y comercialización de bienes y
servicios, resulta insuficiente para dar respuesta a esta creciente problemática(88).
Está claro que el análisis del problema de la gobernabilidad de los riesgos ha sido
asumido por el Derecho del Consumidor conforme sus paradigmas y con la racionalidad
propia de su tecnología jurídica. El deber de información ha sido la herramienta diseñada
para la prevención de los daños derivados del intercambio. El proveedor
deberá investigar, comprobar, experimentar y recién producir y comercializar sus
productos. Y dichas diligencias no habrán de cesar una vez colocados los bienes en el
mercado. Por el contrario, y como ya se dijo, el proveedor debe continuar
sus investigaciones, hacer un seguimiento y frente a una amenaza de riesgo que se
hubiera detectado o a la constatación del peligro al que están expuestos los
consumidores, deberá informar y advertir, comunicar esa situación de riesgo sobreviniente
a las autoridades públicas y adoptar las medidas que sean conducentes para neutralizar
ese peligro(89).
Señala Sozzo que "no hay que depositar toda la expectativa en el deber
de información" y, con razón, advierte que existen problemas adicionales a resolver que
no encuentran en este dispositivo jurídico, una herramienta eficaz. Es claro que "el
recurso de la información llega tarde" cuando se trata de riesgos que ya se han traducido
en perjuicios concretos. Cuando el consumidor o el usuario ya han experimentado el daño
derivado del vicio del producto, otras deben ser las soluciones previstas.
No por evidente hemos de omitir una especial mención al rol del Estado y a la
imperiosa necesidad de idear políticas activas, de traducirlas en herramientas legales
complementarias de las ya existentes y, fundamentalmente, de diseñar
medidas instrumentales que hagan efectivo el mandato tutelar impartido desde la
Constitución y dotado de contenido por las normas infraconstitucionales.
254
Resulta especialmente criticable la poca claridad de la normativa particular en relación a la determinación de los sujetos obligados.
Hernández y Frustagli(93)formulan esta observación y destacan que el art. 4º del decreto reglamentario alude a la responsabilidad de todos
los proveedores, mientras que el texto del art. 6º de la ley 24.240 no hace referencia a sujeto alguno.
Sobre el particular, los mencionados autores consideran que "la responsabilidad del
productor resulta indiscutible por ser él quien ha lanzado el bien al mercado, bajo su
marca, encontrándose por ello en condiciones de informar sobre los riesgos que ofrece el
producto o servicio comercializado". Advierten que "la responsabilidad de los
distribuidores, intermediarios o comercializadores, resultará de la obligación de informarse
que tienen a su cargo en tanto profesionales".
255
CAPÍTULO VII - LA PUBLICIDAD COMERCIAL Y LAS PRÁCTICAS COMERCIALES.
POR MARÍA BELÉN JAPAZE
I. LA PUBLICIDAD
1. Consideraciones generales
256
2. Concepto de publicidad
Aún advertidos de las dificultades que ofrece la definición de esta práctica integrativa
del proceso de comercialización(9), la doctrina ha ensayado definiciones variadas pero
coincidentes en sus elementos esenciales. Se dice que la publicidad es una forma de
comunicación producida por una persona física o jurídica, pública o privada, con el fin de
promover la contratación o el suministro de productos o servicios(10). Se la define también
como "la comunicación en el ejercicio de una actividad, generalmente comercial, con el fin
de promover de forma directa o indirecta la contratación(11).
3. Publicidad y propaganda
257
4. Importancia
El desarrollo del fenómeno publicitario nos lleva a reconocer que constituye uno de los
núcleos básicos en torno a los que gira la economía y se erige como el medio idóneo para
facilitar el funcionamiento del mercado. La publicidad sirve como principal arma de lucha
entre los empresarios competidores y es el puente entre aquéllos y el público
consumidor(16).
Los estudios del mercado demuestran que hasta el mejor producto o servicio moriría
en las estanterías o carpetas de los empresarios productores de no ser por la publicidad
que los acerca e instala en la gente(17). "La publicidad es el producto" o dicho de otro
modo, "el producto es ante todo, su imagen", lo que el público ve o cree ver en aquello
que se le ofrece(18).
5. Finalidad
Se dice que "la persuasión está presente en la publicidad de la misma forma que lo
está un iceberg: tres cuartas partes sumergidas bajo el agua"(20). En lo que no se ve está
258
el exhaustivo trabajo de quienes han estudiado el perfil del consumidor: sus gustos y
preferencias, el volumen y la frecuencia con la que se consume tal o cual producto o se
utiliza tal o cual servicio, las circunstancias que son ocasión para la adquisición de
productos, las motivaciones individuales y sociales que determinan ese consumo, etc. Ese
caudal informativo es procesado e incorporado en la etapa de elaboración, para luego dar
paso a la tarea de los profesionales que diseñarán la estrategia de distribución,
fundamentalmente por vía de la actividad publicitaria.
Con acierto se ha dicho que la regulación del fenómeno publicitario debe ser una
prioridad de cualquier política amplia de protección del consumidor(28).
259
6.1. Fundamentación
b. Por otra parte, resulta inexorable que por vía de la regulación se establezcan
condiciones para asegurar la transparencia del mercado, desterrando prácticas
distorsivas, desleales o deshonestas. En este supuesto, existe una doble esfera
de intereses: no sólo los competidores, que aspiran a una competencia leal, sino también
la comunidad toda, interesada en un mercado transparente, de prácticas regulares y
honestas.
c. Por último —y reservamos su mención para el cierre por ser la que más
nos interesa— se impone arbitrar dispositivos legales que, bajo el paradigma tutelar,
contemplen la situación de los consumidores. Precisamente porque en el campo de la
actividad publicitaria es donde suelen manifestarse situaciones de desequilibrio y
vulnerabilidad.
260
Se trata la Directiva del 10 de septiembre de 1984, relativa a la aproximación de las
disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los Estados Miembros en
materia de publicidad engañosa.
Esta norma comunitaria tiene por objeto "proteger a los consumidores y a las personas
que ejercen una actividad comercial, industrial, artesanal o liberal, así como los intereses
del público en general contra la publicidad engañosa y sus consecuencias desleales" (art.
1º). En el art. 2º define lo que se entiende por publicidad y publicidad engañosa. En el art.
3º ofrece pautas para determina la existencia de una publicidad engañosa. En el art. 4º
establece que "los Estados miembros velarán por que existan los medios adecuados y
eficaces para controlar la publicidad engañosa en interés de los consumidores, así como
de los competidores y del público en general". En el art. 5º se deja expresa constancia de
que "la presente Directiva no excluirá el control voluntario de la publicidad engañosa por
organismos autónomos ni el recurso a tales organismos por las personas o los
organismos a que se refieren el art. 4º.
261
6.2.4. El Código de Defensa del Consumidor de Brasil
Se menciona como uno de los derechos básicos del consumidor, "la protección contra
la publicidad engañosa y abusiva (art. 6º). Por su parte, el art. 30 establece que la
publicidad suficientemente precisa obliga al proveedor e integra el contrato que se
celebre. El art. 36 señala que "la publicidad debe ser transmitida de forma tal que el
consumidor, fácil e inmediatamente, la identifique como tal". En el art. 37 se define lo que
es publicidad engañosa y abusiva. En el art. 38, se impone al patrocinante la carga de la
prueba acerca de la veracidad y corrección de la información o comunicación publicitaria.
262
que sea entera o parcialmente falsa, o que de cualquier otro modo, incluso por omisión de
datos esenciales, sea capaz de inducir a error al consumidor respecto a la naturaleza,
cantidad, origen y precio respecto de los productos y servicios. El art. 26 expresa: "la
carga de la prueba de la veracidad y exactitud material de los datos de hecho contenidos
en la información o comunicación publicitaria, corresponde al anunciante".
Establece que "toda publicidad debe ser transmitida y divulgada de tal forma que el
consumidor inmediatamente la identifique como tal, quedando prohibida cualquier
publicidad engañosa". Se entiende por publicidad engañosa "cualquier modalidad
de información, difusión o comunicación de carácter publicitario que sea total o
parcialmente falsa, o que de cualquier otro modo, inclusive por omisión de sus datos
esenciales, sea capaz de inducir a error al consumidor, cuando el suministro
de informaciones respecto de la naturaleza, las características, la calidad, la cantidad, las
propiedades, el origen, el precio, las condiciones de comercialización, o cualesquiera
otros datos esenciales sobre productos o servicios sean necesarios para decidir una
relación de consumo". "El onus probandi de la veracidad y corrección de la información o
comunicación publicitaria recaerá sobre el anunciante", y los Estados pueden "exigir que
el proveedor de productos y servicios conserve en su poder, para la información de los
legítimos interesados, los datos fácticos, técnicos y científicos que dan sustento al
mensaje publicitario".
263
6.3.1. Normativa general
En el Capítulo III, dedicado a "La publicidad y promoción mediante premios", el art. 9º,
dice: "Queda prohibida la realización de cualquier clase de presentación, de publicidad o
propaganda que mediante inexactitudes u ocultamientos pueda inducir a error, engaño o
confusión respecto de las características o propiedades, naturaleza, origen, calidad,
pureza, mezcla, cantidad, uso, precio, condiciones de comercialización o técnicas de
producción de bienes muebles, inmuebles o servicios".
264
Por su parte, el art. 10 establece que "Queda prohibido: a) El ofrecimiento o entrega de
premios o regalos en razón directa de la compra de mercaderías o la contratación de
servicios, cuando dichos premios estén sujetos a la intervención del azar; b) Promover u
organizar concursos, certámenes o sorteos de cualquier naturaleza, en los que la
participación esté condicionada en todo o en parte a la adquisición de un producto o a la
contratación de un servicio; c) Entregar dinero o bienes a título de rescate de envases, de
medios de acondicionamiento, de partes integrantes de ellos o del producto vendido,
cuando el valor entregado supere el corriente de los objetos rescatados o el que éstos
tengan para quien los recupere".
En el art. 10 bis, dice: "1. Los países de la Unión están obligados a asegurar a los
nacionales de los países de la Unión una protección eficaz contra la competencia desleal;
2. Constituye acto de competencia desleal todo acto de competencia contrario a los usos
honestos en materia industrial o comercial; 3. En particular deberán prohibirse:
(i) cualquier acto capaz de crear una confusión, por cualquier medio que sea, respecto
del establecimiento, los productos o la actividad industrial o comercial de un competidor;
(ii) las aseveraciones falsas, en el ejercicio del comercio, capaces de desacreditar el
establecimiento, los productos o la actividad industrial o comercial de un competidor; (iii)
las indicaciones o aseveraciones cuyo empleo, en el ejercicio del comercio,
pudieren inducir al público a error sobre la naturaleza, el modo de fabricación, las
características, la aptitud en el empleo o la cantidad de los productos".
265
El cap. I, "De las Marcas", en su Sección 1 sobre "Derecho de propiedad de las
marcas", establece en el art. 1: "Pueden registrarse como marcas para distinguir
productos y servicios: una o más palabras con o sin contenido conceptual; los dibujos; los
emblemas; los monogramas; los grabados; los estampados; los sellos; las imágenes; las
bandas; las combinaciones de colores aplicadas en un lugar determinado de los
productos o de los envases; los envoltorios; los envases; las combinaciones de letras y de
números; las letras y números por su dibujo especial; las frases publicitarias; los relieves
con capacidad distintiva y todo otro signo con tal capacidad".
El art. 50 dispone que "1. Las autoridades judiciales estarán facultadas para ordenar la
adopción de medidas provisionales rápidas y eficaces destinadas a: a) evitar que se
produzca la infracción de cualquier derecho de propiedad intelectual y, en particular, evitar
que las mercancías ingresen en los circuitos comerciales de la jurisdicción de
aquéllas, inclusive las mercancías importadas, inmediatamente después del despacho de
aduana; b) preservar las pruebas pertinentes relacionadas con la presunta infracción".
El art. 159 establece: "Será reprimido con multa de dos mil quinientos a treinta mil
pesos, el que, por maquinaciones fraudulentas, sospechas malévolas o cualquier medio
de propaganda desleal, tratare de desviar, en su provecho, la clientela de un
establecimiento comercial o industrial".
266
En el art. 4º se define, entre otras figuras, a la publicidad tradicional como "Toda forma
de mensaje que se emite en un servicio de comunicación audiovisual a cambio de una
remuneración o contraprestación similar, o bien con fines de autopromoción, por parte de
una empresa pública o privada o de una persona física en relación con una actividad
comercial industrial, artesanal o profesional con objeto de promocionar, a cambio de una
remuneración, el suministro de bienes o prestación de servicios, incluidos
bienes, inmuebles, derechos y obligaciones" y a la publicidad no tradicional como "toda
forma de comunicación comercial audiovisual consistente en incluir o referirse a un
producto, servicio o marca comercial de manera que figure en un programa, a cambio de
una remuneración o contraprestación similar".
Por su parte, el art. 81 menciona los recaudos y pautas a los que debe ajustarse la
publicidad, al disponer que "Los licenciatarios o autorizados de los servicios de
comunicación audiovisual podrán emitir publicidad conforme a las siguientes
previsiones: a) Los avisos publicitarios deberán ser de producción nacional cuando fueran
emitidos por los servicios de radiodifusión abierta o en los canales o señales propias de
los servicios por suscripción o insertas en las señales nacionales; b) En el caso de
servicios de televisión por suscripción, sólo podrán insertar publicidad en la señal
correspondiente al canal de generación propia; c) En el caso de la retransmisión de las
señales de TV abierta, no se podrá incluir tanda publicitaria a excepción de aquellos
servicios por suscripción ubicados en el área primaria de cobertura de la señal abierta; d)
Las señales transmitidas por servicios por suscripción sólo podrán disponer de los
tiempos de tanda publicitaria previstos en el art. 82 mediante su contratación directa con
cada licenciatario y/o autorizado; e) Se emitirán con el mismo volumen de audio y deberán
estar separados del resto de la programación; f) No se emitirá publicidad subliminal
entendida por tal la que posee aptitud para producir estímulos inconscientes presentados
debajo del umbral sensorial absoluto; g) Se cumplirá lo estipulado para el uso del idioma y
la protección al menor; h) La publicidad destinada a niñas y niños no debe incitar a la
compra de productos explotando su inexperiencia y credulidad; i) Los avisos publicitarios
no importarán discriminaciones de raza, etnia, género, orientación sexual, ideológicos,
socio-económicos o nacionalidad, entre otros; no menoscabarán la dignidad humana, no
ofenderán convicciones morales o religiosas, no inducirán a comportamientos
perjudiciales para el ambiente o la salud física y moral de los niños, niñas y
adolescentes; j) La publicidad que estimule el consumo de bebidas alcohólicas o tabaco o
sus fabricantes sólo podrá ser realizada de acuerdo con las restricciones legales que
afectan a esos productos; k) Los programas dedicados exclusivamente a la promoción o
venta de productos sólo se podrán emitir en las señales de servicios de
267
comunicación audiovisual expresamente autorizadas para tal fin por la autoridad de
aplicación y de acuerdo a la reglamentación correspondiente; l) Los anuncios, avisos y
mensajes publicitarios promocionando tratamientos estéticos y/o actividades vinculadas al
ejercicio profesional en el área de la salud, deberán contar con la autorización de
la autoridad competente para ser difundidos y estar en un todo de acuerdo con las
restricciones legales que afectasen a esos productos o servicios; m) La publicidad de
juegos de azar deberá contar con la previa autorización de la autoridad competente; n)
La instrumentación de un mecanismo de control sistematizado que facilite la verificación
de su efectiva emisión; ñ) Cada tanda publicitaria televisiva se deberá iniciar y concluir
con el signo identificatorio del canal o señal, a fin de distinguirla del resto de la
programación; o) La emisión de publicidad deberá respetar las incumbencias
profesionales; p) Los programas de publicidad de productos, infomerciales y otros de
similar naturaleza no podrán ser contabilizados a los fines del cumplimiento de las cuotas
de programación propia y deberán ajustarse a las pautas que fije la autoridad de
aplicación para su emisión...".
En el art. 11, nos dice: "Toda mercadería que se venda debe ser de la misma calidad
que la que se exhiba y en caso de productos no homogéneos en tamaño, forma, color,
que signifiquen distinta calidad, deben exponerse a la venta en forma tal que el adquirente
no pueda ser inducido a error respecto a las características de la mercadería que se
compra.
Son de especial interés, las normas para la rotulación y publicidad de los alimentos a
las que nos referiremos en el punto pertinente.
El art. 19 de la ley 16.463 dispone: "Queda prohibido: ...c) Inducir en los anuncios de
los productos de expendio libre, a la medicación; d) Toda forma de anuncio al público de
los productos cuyo expendio sólo haya sido autorizado 'bajo receta'; e) Vulnerar, en los
anuncios, los intereses de la salud pública o la moral profesional; f) Violar, en los
anuncios, cualquier otro requisito exigido por la reglamentación".
Por su parte, el art. 37 del decreto reglamentario, establece que "queda prohibida toda
forma de anuncios al público para los productos que hayan sido autorizados en la
condición de venta bajo receta. Para los productos de venta libre, sus titulares deberán
limitar estrictamente la propaganda pública a la acción farmacológica, expresada en forma
tal que no se induzca ni a la automedicación ni a cometer excesos, y que no vulnere
los intereses de la salud pública o la moral profesional. El Ministerio de Asistencia Social y
268
Salud Pública determinará las condiciones a que deberá sujetarse toda forma de
propaganda pública".
En el Anexo II, por su parte, se deja establecido que "1. Toda publicidad o propaganda
de especialidades medicinales de venta libre y/o de medicamentos fitoterápicos de venta
libre deberá: 1.1 Propender a la utilización adecuada, segura y racional del producto,
presentando sus propiedades demostradas objetivamente sin engaños o equívocos,
brindando información veraz, precisa y clara acorde a su uso y dosificación concordante
con la información científica aprobada por esta Administración Nacional. 1.2 Expresar en
forma clara el signo y/o síntoma para el cual está autorizado el producto. 1.3 Reflejar
algunas o todas las indicaciones contenidas en los prospectos autorizados según la
disposición ANMAT 7625/1997 o sus modificatorias. 1.4 Fundarse en las características
269
propias del producto y en sus características demostradas para las afecciones
reconocidas en las indicaciones autorizadas por esta Administración Nacional. 1.5
Ajustarse a lo establecido en el prospecto, cuando la publicidad o propaganda haga
mención a la dosificación y posología. 1.6 Realizarse en idioma español, en lenguaje
accesible y comprensible. 1.7 Incluir: 1.7.1 El nombre comercial del producto, tal como se
encuentra autorizado en el certificado de inscripción en el registro. El/los principio/s
activo/s del producto, que se expresará/n mediante su/s nombre/s genérico/s en
cumplimiento de lo establecido en el Decreto Nº 150/92 (t.o. 1993). 1.7.2 La leyenda: "Lea
atentamente el prospecto y ante la menor duda consulte a su medico y/o farmacéutico".
6.3.2.5. Ley sobre Limitaciones a la Publicidad de Cigarrillos(ley 26.687) y su Resolución reglamentaria 497/2010
MSAL
La ley 26.687, sobre "Regulación de la publicidad, promoción y consumo de los productos elaborados con tabaco" (BO del 14/6/2011)
derogó la ley 23.344 y su modificatoria ley 24.044.
270
de dieciocho (18) años, siempre que se haya obtenido su consentimiento previo y se haya
verificado su edad".
De particular interés es el art. 7º que dispone: "En todos los casos la publicidad o
promoción deberá incluir uno de los siguientes mensajes sanitarios, cuyo texto estará
impreso, escrito en forma legible, prominente y proporcional dentro de un rectángulo de
fondo blanco con letras negras, que deberá ocupar el veinte por ciento (20%) de la
superficie total del material objeto de publicidad o promoción: a) Fumar causa cáncer; b)
Fumar causa enfisema pulmonar; c) Fumar causa adicción; d) Fumar causa impotencia
sexual; e) Fumar causa enfermedades cardíacas y respiratorias; f) El humo de tabaco es
causa de enfermedad y muerte; g) La mujer embarazada que fuma causa daños
irreparables a su hijo; h) Fumar causa muerte por asfixia; i) Fumar quita años de vida; j)
Fumar puede causar amputación de piernas. En todos los casos se incluirá un pictograma
de advertencia sobre el daño que produce el hábito de fumar, el que será establecido para
cada mensaje por la autoridad de aplicación de esta ley".
Por su parte, de interés es la directiva impartida en el art. 13: "En los paquetes y
envases de productos elaborados con tabaco no podrán utilizarse expresiones tales como
"Light"; "Suave", "Milds", "bajo en contenido de nicotina y alquitrán", o términos similares,
así como elementos descriptivos, marcas de fábrica o de comercio, signos figurativos o
frases, que tengan el efecto directo o indirecto, de crear la falsa, equívoca o engañosa
impresión de que un determinado producto elaborado con tabaco es menos nocivo que
otro o que pueda inducir a error con respecto a sus características, efectos para la salud,
riesgos o emisiones".
271
Teniendo en cuenta a un sector particularmente vulnerable, el art. 18 dispone: "Se
prohíbe la venta, distribución, promoción, y entrega por cualquier título, de productos
elaborados con tabaco a menores de dieciocho (18) años para su consumo o para el de
terceros. A tales fines, el vendedor o expendedor deberá verificar la edad del comprador,
debiendo exigir la exhibición del documento que la acredite".
Entre sus objetivos están: a) Contribuir a una mejor comprensión de la función que
cumple la publicidad dentro de nuestro sistema de vida ejerciendo de esta manera la
responsabilidad social que nos compete como empresarios relacionados con la
comunicación; b) Propender a la dignificación de la publicidad como actividad profesional
y como factor positivo y determinante del desarrollo de la comunidad. c) Contribuir al buen
entendimiento y cooperación entre anunciantes, agencias de publicidad y de
comunicación y medios de comunicación. d) Resguardar el correcto acatamiento a las
normas éticas como el fundamento del buen servicio que la publicidad le debe al
consumidor y a la comunidad toda. e) Intervenir en aquellos conflictos que puedan
suscitarse dentro de la actividad para actuar con equidad en defensa de los principios del
Código de Ética y Autorregulación Publicitaria. f) Cooperar con las autoridades en la
legislación relacionada directa o indirectamente con la publicidad. g) Contribuir a la
formación y perfeccionamiento profesional de la actividad por intermedio de las entidades
asociadas y colaborando con las escuelas y universidades que impartan esta clase de
estudios.
El Código establece una Declaración de Principios en sus arts. 1º, 2º y 3º, que sienta
las bases sobre las que se asienta el citado cuerpo normativo.
272
El art. 1º dice: "La publicidad debe respetar los principios de la moral y las buenas
costumbres, así como las normas legales vigentes".
El art. 2º expresa que "La publicidad debe ser honesta, veraz y digna de confianza...".
El art. 3º impone deberes a los anunciantes. Dice: "Los anunciantes, las agencias de
publicidad, los profesionales publicitarios y los responsables de los medios deben: asumir
la responsabilidad social que implica la difusión pública de sus mensajes; ser conscientes
de que la observancia de los principios éticos y el acatamiento de las normas que los
preservan constituyen el fundamento que la publicidad le debe al público, a sí mismos y a
la comunidad en general; comprometer sus esfuerzos para ganar la confianza de la
sociedad en los productos y servicios que publicitan, en los anuncios mismos y en el
ejercicio de la actividad publicitaria; pronunciarse en contra de las prácticas de
competencia desleal; no propiciar la difusión o continuidad de todo mensaje que haya sido
considerado contrario a la letra y el espíritu de este Código".
El art. 6º puntualiza que a fin de resguardar estos valores y principios, "La publicidad
debe evitar: 1. Lo inmoral: Todo aquello que contenga expresiones, actitudes
o insinuaciones indecentes, obscenas o escabrosas; 2. Lo truculento: Todo aquello que
contenga o provoque expresiones o actitudes de violencia, ensañamiento, ansiedad,
temor, morbosidad o superstición y 3. Lo grosero: Todo aquello que signifique una
manifestación de mal gusto, en cualquiera de sus formas, y toda situación, imagen
o expresión desagradable".
Por su parte, el art. 7º añade directivas adicionales. Expresa: "La publicidad debe
hacer un adecuado uso del idioma, con decoro y buen gusto. La publicidad debe respetar
las normas legales existentes, especialmente y entre otras, la Ley de Defensa del
Consumidor; la Ley de Defensa de la Competencia; la Ley de Lealtad Comercial; la Ley
de Marcas; la Ley de Lucha contra el Alcoholismo; y el Código Alimentario Argentino".
273
real, públicas o privadas, deben contar con su consentimiento y autorización expresa
previa; 2. La publicidad debe ser respetuosa de la memoria de las personas fallecidas".
A la defensa de la veracidad, se dedican los arts. 11, 12 y 13. El art. 11 dice: "La
publicidad debe ser veraz y evitar todo engaño o exageración que atente contra la buena
fe del público; abuse de su confianza o explote la falta de cultura, conocimiento
o experiencia de los destinatarios". El art. 12 agrega: "Ningún mensaje, directa
o indirectamente, puede contener descripciones, imágenes o textos que contribuyan a
confundir al público o hacerle creer que el producto que publicita hace algo que no está
dentro de sus posibilidades, salvo que se empleen exageraciones evidentes para divertir o
llamar la atención". Finalmente, el art. 13 dispone: "Ningún mensaje puede hacer suponer
que su contenido esté respaldado por el medio que lo difunde o que es parte de su
material editorial, debiendo especificarse claramente que se trata de un espacio de
publicidad. La identidad del anunciante debe ser evidente. Esto no se aplica en aquellas
comunicaciones que utilizan la modalidad de "campaña incógnita", que tiene como
finalidad llamar la atención sobre futuras piezas, siempre que se revele al final de la
misma el nombre del anunciante".
274
peligrosas, de manera que puedan inducir a los niños y adolescentes a emularlas a riesgo
de su seguridad; 3. Evitar mostrar al alcance y uso de niños, objetos que por sí entrañan
peligros, como armas, elementos cortantes, medicamentos, substancias tóxicas, cáusticas
o inflamables; 4. Evitar mostrar a niños pequeños accionando artefactos eléctricos o a
gas, o encendiendo fuego, sin la guía de los mayores; 5. Evitar mostrar a niños
manejando vehículos de adultos, ni protagonizando acciones que impliquen riesgo a
peligros, ni contraviniendo normas de seguridad; 6. Evitar mostrar a niños cometiendo
actos ilegales o que contravengan ordenanzas o reglamentaciones.
El art. 36 analiza nuevos aspectos y dice "Ningún mensaje dirigido a los menores de
edad debe crear ansiedad ni sugerir que sus padres o familiares no cumplen con sus
deberes si no la satisfacen". El art. 37 agrega: "Ningún mensaje de productos para niños
debe insinuar que si un niño no lo compra, signifique para él una minimización y sea
mirado con menos respeto o sea objeto de burlas u otras formas de ridiculización".
275
publicidad subliminal. Dice "Ningún mensaje puede incluir técnicas dirigidas a inducir su
percepción subliminal por parte del receptor sin que éste pueda reconocer que se trata de
un aviso".
276
publicidad que demuestre el uso práctico de un producto debe hacerlo con veracidad y de
manera comprobable en iguales condiciones que las exhibidas en el mensaje,
absteniéndose de mostrar cualidades que el producto no posee y evitando
crear expectativas que el mismo no puede satisfacer".
El art. 21 establece que "Cuando en los mensajes se haga uso de encuestas, éstas
deben ser realizadas en forma metódica, representativa y verificable, debiendo poder
refrendar con las mismas el contenido del mensaje".
El art. 42 ofrece una pauta de importancia al señalar que "Dadas las diferentes
características de los distintos medios de comunicación, deberá cuidarse de que todas las
versiones de un mensaje publicitario destinado a difundirse por diversos medios se
encuadren igualmente dentro del marco normativo contemplado en este Código".
El art. 43 expresa, por su parte, que "Los principios y normas que lo componen no son
taxativos y en todo caso deberán tomarse en cuenta los principios básicos y su espíritu".
277
7. Clases de publicidad
El nuevo Código Civil dedica ahora una Sección especial titulada "Información y
publicidad dirigida a consumidores" dentro del Título "Contratos del Consumo" y del
Capítulo "Formación del Consentimiento", que resulta de singular aporte. Sus normas
serán mencionadas a propósito del tratamiento particular de cada tema.
278
7.2. Publicidad ilícita
Como bien lo destaca Lorenzetti(33), "en el Derecho argentino no hay una ley de
publicidad que consagre un estándar general"(34). Algunos autores advierten sobre la
dificultad que supone encarar la tarea de elaborar una definición general y un catálogo de
manifestaciones(35).
La Prof. Aída Kemelmajer de Carlucci expresa que "la publicidad ilícita en sentido
estricto es la que atenta contra los principios básicos del sistema de valores imperante,
fomenta la discriminación social y religiosa, infringe el principio de igualdad social,
económica y cultural de los sexos, explota la desconfianza, la incredulidad o la falta
de experiencia del consumidor, apela a sentimientos de miedo, etc.(36).
A propósito del tema, el nuevo Código Civil dispone en su art. 1101: "Publicidad. Está
prohibida toda publicidad que: a) contenga indicaciones falsas o de tal naturaleza
que induzcan o puedan inducir a error al consumidor, cuando recaigan sobre elementos
esenciales del producto o servicio; b) efectúe comparaciones de bienes o servicios
cuando sean de naturaleza tal que conduzcan a error al consumidor; c) sea abusiva,
discriminatoria o induzca al consumidor a comportarse de forma perjudicial o peligrosa
para su salud o seguridad".
La ley española define a este subtipo de publicidad ilícita diciendo: "Es engañosa la
publicidad que de cualquier manera, incluida su presentación, induce o pueda inducir a
error a sus destinatarios, pudiendo afectar a su comportamiento económico, o perjudicar o
ser capaz de perjudicar a un competidor. Es asimismo engañosa la publicidad que silencie
datos fundamentales de los bienes, actividades o servicios cuando dicha omisión induzca
a error de los destinatarios".
Siguiendo estos modelos, la Ley de Lealtad Comercial argentina expresa en su art. 9º:
"Queda prohibida la realización de cualquier clase de presentación, de publicidad o
279
propaganda que mediante inexactitudes u ocultamientos pueda inducir a error, engaño o
confusión respecto de las características o propiedades, naturaleza, origen, calidad,
pureza, mezcla, cantidad, uso, precio, condiciones de comercialización o técnicas de
producción de bienes muebles, inmuebles o servicios".
Como se mencionara, el art. 1101 del nuevo Código Civil, establece una prohibición
referida a la publicidad engañosa, en los siguientes términos: "...Está prohibida toda
publicidad que: a. contenga indicaciones falsas o de tal naturaleza que induzcan o
puedan inducir a error al consumidor, cuando recaigan sobre elementos esenciales del
producto o servicio...".
Deben tolerarse, sin embargo, las exageraciones que habiendo pasado por el tamiz de
las pautas sugeridas para valorar como engañosa a la publicidad, sean consideradas
simples alabanzas altisonantes respecto del producto que se promociona. Es casi de la
280
esencia de la publicidad resaltar las bondades del bien o servicio ofrecido. Es por ello que
la tolerancia debe ser la regla siempre que no se advierta que tal modus operandi puede
conducir a una distorsión de la realidad y al error en el destinatario del mensaje
publicitario.
El carácter engañoso de la publicidad deriva del retaceo de información necesaria. El art. 4º de la ley española establece que "es
asimismo engañosa la publicidad que silencie datos fundamentales de los bienes, actividades o servicios cuando dicha omisión induzca a
error de los destinatarios".
Es frecuente que el anunciante omita información para disimular un déficit del producto
(en sus caracteres, en la calidad, funcionamiento, mantenimiento, durabilidad, riesgos
derivados del consumo o utilización, etc.), las restricciones del servicio ofrecido (las
condiciones de acceso a las prestaciones(50), su alcance o extensión de las mismas(51), los
condicionamientos para el goce de aquéllas, etc.) o los riesgos que pueda suponer la
contratación en sí misma. Cuando esa publicidad peque de omisión informativa y tal
déficit induzca o pueda inducir a error al consumidor, será calificada como engañosa.
281
del servicio. Pero tales estímulos adicionales suelen provocar más dudas que certezas,
más silencios que precisiones(54).
El diseño y el formato del anuncio publicitario —con lo que muestran y con lo que
ocultan— son muchas veces la excusa para crear confusión y desconcierto(55). La
denominación o marca del producto puede generar asimismo falta de certeza, sugiriendo
una naturaleza o calidades que no son las reales(56).
282
dañosa del anuncio); propiciar la inversión de la carga de al prueba; arbitrar vías
procedimentales —administrativas y judiciales— idóneas; y prever mecanismos
correctivos idóneos. Del mismo modo, se impone propiciar el acceso de las víctimas a la
reparación del daño sufrido (por vía del llamado daño directo en sede administrativa y
mediante el ejercicio de las acciones en sede judicial).
283
La publicidad científica es una de las manifestaciones que suele exhibir la publicidad
encubierta. La construcción del anuncio estriba en el respaldo científico del producto
(supuestas investigaciones, encuestas, relevamientos, experimentación, etc.), en la
recomendación de un profesional reconocido o en el aval de una institución vinculada a la
temática, mientras que en otros supuestos se exhibe o sugiere la obtención de
certificaciones oficiales —nacionales o extranjeras—, premios, reconocimientos, etc. del
producto promocionado.
En concordancia con esta directiva legal y, a fin de llamar la atención del público sobre
la naturaleza comercial del anuncio publicitario, dispone en la misma norma: "...ñ) Cada
tanda publicitaria televisiva se deberá iniciar y concluir con el signo identificatorio del canal
o señal, a fin de distinguirla del resto de la programación...". El legislador procura con esta
disposición, que el destinatario de la publicidad sea consciente de que los anuncios
284
transmitidos pertenecen a un espacio publicitario y que cumplen, por tanto, la finalidad
que les es propia.
Las definiciones ensayadas por la doctrina(68)y las recogidas del Derecho Comparado
se elaboran en base a una fórmula descriptiva de supuestos varios. En términos
generales, podemos decir que la publicidad abusiva es aquella que atenta contra la
dignidad de las personas; vulnera valores sociales reconocidos o principios básicos del
sistema democrático, denigra sus instituciones; estimula o exacerba disvalores; promueve
la discriminación en cualquiera de sus manifestaciones; o induce a situaciones de riesgo a
grupos particularmente vulnerables.
El Código de Defensa del Consumidor de Brasil, en el art. 37.2, dice que la publicidad
abusiva es "la publicidad discriminatoria de cualquier naturaleza, la que incite la
violencia, explote el miedo o la superstición, se aproveche de la deficiencia de
juzgamiento y de la inexperiencia de los niños, vulnere valores ambientales, o que sea
capaz de inducir al consumidor a comportarse de forma perjudicial o peligrosa para su
salud o seguridad".
Hasta la promulgación del Código Civil, esta especie de publicidad ilícita no tenía
previsión legal en nuestro país aunque bien podía admitirse su autonomía conceptual y la
posibilidad de establecer la infracción concreta del subtipo particular.
A falta de una norma particular que la definiera, se acudía a los principios emanados
del art. 42 de la Constitución (en tanto reconoce el derecho a la dignidad del consumidor y
la protección de sus libertades) y los deberes impuestos por los arts. 4º, 5º, 6º y 8º bis de
la ley 24.240. Esta última norma significó un soporte legal sólido para fundar la infracción
al régimen protectorio y la aplicación de los correctivos correspondientes.
Dada las modalidades que puede asumir la publicidad abusiva, particularmente firme
debe ser su rechazo. No debe soslayarse que si el mensaje publicitario se transmite por
285
medios de comunicación masiva, su efecto nocivo se ve potenciado y puede
alcanzar insospechada repercusión. Estimular conductas violentas, de riesgo para la
salud, discriminatorias para ciertos grupos —sea por la edad, sexo o identidad sexual,
raza, religión, etc.—, contrarias al respeto de la patria o sus símbolos, de menosprecio por
las instituciones democráticas o sus valores, de menoscabo para quienes padecen una
discapacidad, de desaprensión por el medio ambiente, etc., no es algo que admita
tolerancia.
Si pensamos en los grupos particularmente vulnerables como los niños, los ancianos,
los carenciados, los discapacitados, quienes padecen enfermedades o se encuentran en
situación de marginalidad, etc., se impone un control todavía más acentuado.
286
Como ejemplo paradigmático de anuncio publicitario abusivo debemos mencionar el
caso de la publicidad de una marca de telefonía móvil que, en ocasión del día del niño
(agosto de 2005), difundió en medios gráficos de tirada nacional (los principales diarios
del país) una propaganda en la que mostrando la imagen de un niño en edad escolar con
un celular en la mano, consignaba la leyenda: "Podés no hacer los deberes. Pero no
podés quedarte sin tu CTI". Ante la denuncia promovida por un particular, y tramitadas las
actuaciones pertinentes, la autoridad de aplicación dispuso imponer una multa de $
50.000 a la firma comercializadora del producto(73). La resolución comentada expresa las
razones que justificaban tener por configurada la infracción al art. 4º de la Ley de Defensa
del Consumidor, a los arts. 2º, 3º inc. 1º, 4º, 28 y 29 de la ley 23.849 y al art. 7º de la ley
provincial 13.133. Se entendió que la publicidad transmitía un mensaje disvalioso, de
subversión de los valores preponderantes, de menosprecio por la educación, de
desapego por el cumplimiento de las obligaciones, que asignaba un rango prevalente al
consumo de bienes materiales por sobre valores de orden superior, que en vez de
contribuir a la formación de quienes se hallan en ese proceso deforma la realidad y que
sugiere la posibilidad de acceder a los bienes del mercado sin necesidad de esforzarse,
educarse, aprender y trabajar. Se puso especial énfasis en el grupo social destinatario de
la publicidad (se trataba de productos promocionados por el día del niño) y con ello
justificó la aplicación de las normas protectorias especiales (La Convención de los
Derechos del Niño, de rango constitucional, conforme la previsión del art. 75 inc. 22),
señalando que el Estado estaba obligado a hacerla cumplir".
287
El comercial de un producto de origen chino, dejó de aparecer en televisión tras una
queja de la Fundación Argentina del Mañana ante el Consejo de Autorregulación
Publicitaria (CONARD) que actuó en consecuencia. Luego de analizar la publicidad se
constató que infringía el Código de Ética y Autorregulación Publicitaria, por lo que se
solicitó al anunciante "discontinuar la difusión" de la pieza cuestionada. Se recordó que la
normativa "establece que la publicidad debe evitar todo aquello que lesione los conceptos
y valores esenciales de la sociedad como las personas, la familia, la patria, sus símbolos
y próceres, las normas legales vigentes, las instituciones, las religiones, etc.". En
el spot se veía a una persona de espaldas, vestida de sacerdote, que daba la comunión a
un joven. La hostia era reemplazada por una pastilla de menta que el falso celebrante
ponía en la boca de un muchacho. Unos metros delante del supuesto sacerdote, que al
darse vuelta era una mujer, se observaba una mesa redonda sobre la cual se destacaba
un cáliz rodeado de hostias desparramadas.
Sobre el particular, resulta innegable que el estándar de tolerancia social será variable
en cada geografía y en cada tiempo. Pero igualmente incuestionable es que existe un
loable propósito de desterrar todo discurso y prácticas que instalen o promuevan patrones
estereotipados contrarios a la igualdad de género(78).
288
difusión, etc.—, pero que no constituyen necesariamente publicidad ilícita por
abusividad(79).
El grotesco y el absurdo muchas veces son recursos para llamar la atención del
público consumidor(80). El estándar de tolerancia lo marcará el público destinatario de la
publicidad, más o menos exigente y sensible según las sociedades y las culturas. Se
impone una mirada atenta por parte de las autoridades de contralor en tanto puedan verse
comprometidos temas sensibles (especialmente vinculados a la salud, la seguridad, la
discriminación(81), los valores democráticos y sociales) o los intereses de grupos
particularmente vulnerables(82).
Las medidas correctivas para este tipo de publicidad ilícita son las mismas que para la
publicidad engañosa: el cese de la difusión, el retiro de los elementos que sirven de
soporte a la publicidad, las sanciones previstas por el ordenamiento (principalmente la
multa), la publicidad rectificativa o contrapublicidad, la publicación de la sentencia que
aplica la sanción correspondiente, etc. Todo ello, sin perjuicio de la acción de nulidad del
contrato que pudiera plantearse y del reclamo indemnizatorio por daños (arts. 40 y 40
bis de la ley 24.240).
Podemos definirla como aquella que resulta violatoria de las reglas de la libre
competencia. En este tipo de publicidad ilícita, el bien jurídico protegido es la competencia
libre, leal y honesta. La perspectiva de enfoque es la de los empresarios competidores.
Como efecto indirecto, los esfuerzos encaminados a defender un mercado transparente
y exento de prácticas distorsivas beneficiarán al consumidor, interesado en la existencia
de reglas claras y comportamientos regulares en el ejercicio de la actividad empresaria.
El art. 10 del Código de Ética y Autorregulación Publicitaria dispone que "La publicidad
debe evitar: 1. Hacer uso injustificado y/o denigratorio del nombre,
símbolos institucionales o marcas de productos o servicios de terceros; 2. Todo aquellos
que implique descrédito o menosprecio a la competencia; 3. Todo lo que constituya plagio
o una copia o imitación de logotipos, isotipos, textos, ilustraciones, imágenes o audio, de
un motivo publicitario nacional o internacional creado por otro anunciante o por una
agencia, en todo o en alguna de sus partes, o que pueda crear confusión en la mente del
consumidor con marcas o productos competidores".
289
Se menciona también, como un subtipo, a la publicidad contraria a los buenos usos
mercantiles que, en términos generales, puede definirse como aquella que distorsiona las
prácticas del mercado con comportamientos irregulares o disvaliosos.
290
demás vías de circulación. Cabe destacar, en el caso, la coherencia de las políticas
adoptadas por los Estados que educan y sancionan la conducta de aquellos conductores
que circulan en estado de ebriedad generando riesgos para sí y para terceros, y
consecuentemente restringen, en ese medio, la difusión o promoción orientada al
consumo de bebidas alcohólicas.
El art. 19 de la ley 16.463 establece que "Queda prohibido: ... c) Inducir en los
anuncios de los productos de expendio libre a la automedicación; d) Toda forma de
anuncio al público de los productos cuyo expendio sólo haya sido autorizado por "bajo
receta"; e) Vulnerar, en los anuncios, los intereses de la salud pública o la moral
profesional; f) Violar, en los anuncios, cualquier otro requisito exigido por la
reglamentación".
291
La publicidad comparativa admitiría una doble modalidad(89). Según un primer criterio
de clasificación, será objetiva si la comparación se establece entre datos característicos
comprobables; y será subjetiva cuando la confrontación se haga sobre la base de gustos
de quien emite el juicio(90). Conforme un segundo criterio de distinción, será explícita
cuando se mencione expresamente al competidor, e implícita cuando existen referencias
genéricas(91)que, no obstante ello, permiten la individualización del competidor.
d. Favorece al consumidor.
292
Santarelli advierte que la publicidad comparativa, en efecto, puede ser lícita o ilícita
según se observen ciertas condiciones de ejercicio(94).
293
utilización de la marca ajena, aun con el reconocimiento de que pertenece a otro, puede
ser permitida, si de tal modo se la intenta desacreditar". Finalmente el tercer voto reiteró el
criterio conforme al cual sólo se admite la publicidad comparativa de precios(101).
— No sea parasitaria
— No sea denigratoria
— No sea engañosa
294
8. Remedios previstos para el supuesto de publicidad ilícita
En concordancia con ello, el nuevo Código Civil, luego de precisar los supuestos de
publicidad prohibida, dispone en el art. 1102: "Acciones. Los consumidores afectados o
quienes resulten legitimados pueden solicitar al juez: la cesación de la publicidad ilícita, la
publicación a cargo del demandado de anuncios rectificatorios y, en su caso, la sentencia
condenatoria".
295
II. INCORPORACIÓN DEL CONTENIDO PUBLICITARIO AL CONTRATO
1. Justificación
296
Ante la necesidad de imponer rigor al contenido informativo y en mérito a la remozada
función de la publicidad, se consideró imprescindible establecer que lo expresado en la
publicidad debía integrarse al contenido contractual, al plan prestacional(107). Es que si el
consumidor decide prestar su consentimiento —aunque fuera mediante la adhesión a
condiciones prefijadas o prerredactadas por el empresario proveedor—
resultaba innegable la relevancia de la actividad publicidad previamente desplegada por
éste(108). Si en vistas de las condiciones ofrecidas el consumidor o usuario concretó la
adquisición del producto o la prestación del servicio, tal contenido publicitario formaba
parte de su querer, de su consentimiento, de, su voluntad en el negocio(109).
La solución legal señalada significó —por otra parte— un mecanismo preventivo eficaz
contra empresarios desaprensivos que, mediante publicidad engañosa o abusiva,
distorsionaban la realidad del negocio ofrecido, propiciando la celebración de un acto de
consumo en base a la voluntad viciada del consumidor(112).
El art. 8º, por su parte, agrega: "Efectos de la publicidad. Las precisiones formuladas
en la publicidad o en anuncios prospectos, circulares u otros medios de difusión obligan al
oferente y se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor. En los casos en que
las ofertas de bienes y servicios se realicen mediante el sistema de compras telefónicas,
por catálogos o por correos, publicados por cualquier medio de comunicación, deberá
figurar el nombre, domicilio y número de CUIT del oferente".
297
"Modalidades de prestación de servicios. Quienes presten servicios de cualquier
naturaleza están obligados a respetar los términos, plazos, condiciones, modalidades,
reservas y demás circunstancias conforme a las cuales hayan sido ofrecidos, publicitados
o convenidos".
El nuevo Código Civil replica la preceptiva del art. 8º de la Ley de Defensa del
Consumidor, con una ligera modificación de sus términos pero con idéntico propósito.
Reza el art. 1103: "Efectos de la publicidad. Las precisiones formuladas en la publicidad o
en anuncios, prospectos, circulares u otros medios de difusión se tienen por incluidas en
el contrato con el consumidor y obligan al oferente".
298
proveedor emergen del contrato (conforme la interpretación literal y contextual de su
contenido), de la publicidad y de la ley(122).
Un usuario del servicio de telefonía móvil recibió un sms que decía "Enviá la palabra
Mini al 333"; y al hacerlo, fue alentado a participar del concurso de preguntas y respuestas
que le llegarían a su celular. El premio era tentador: un Mini Cooper cero kilómetro. El
usuario respondió correctamente la totalidad de las preguntas formuladas (alegó haber
enviado alrededor de 300 mensajes de texto) pero no obstante ello, el proveedor del
servicio se negó a entregar el auto alegando que, en realidad, los ganadores del concurso
se hacían acreedores del derecho a participar de un sorteo por el Mini Cooper. En ese
momento, el usuario tomó conocimiento de que por participar del concurso de preguntas y
respuestas, debía abonar un alto costo por los mensajes enviados sin que ello se le
hubiera informado antes. Interpuesta la demanda contra la compañía AMX (Claro), el juez
de la causa dispuso ordenar la entrega del auto, por considerar que el proveedor incurrió
en un supuesto de publicidad engañosa y que debía cumplir con la entrega prometida en
la promoción publicitaria(123). Sostuvo, por otra parte, que la empresa puso en ejecución un
mecanismo de publicidad que en definitiva sólo perseguía engrosar las facturas de los
usuarios.
299
Una empresa de telefonía móvil fue también condenada al cumplimiento de las
obligaciones contractuales con fundamento en el art. 8º de la ley 24.240(128). El
tribunal expresó que "la publicidad obliga al oferente —en el caso, la empresa de telefonía
celular destaca en sus publicidades el no cobro de llamadas recibidas desde teléfonos
públicos—, por lo cual debe considerarse como integrante del marco de ejecución del
contrato con el consumidor —art. 8º de la ley de Defensa del consumidor—, por aplicación
del principio de la buena fe contenido en el art. 1198 del CCiv.".
1. Concepto
300
Como ya se dijo, la oferta empresaria no es ya la respuesta a la demanda del
consumidor sino generadora de ésta(132). Para la colocación de productos fabricados en
masa son necesarias herramientas de distribución masiva, estrategias macro.
a. La publicidad.
b. La oferta combinada.
d. La venta a distancia.
301
discriminatorias(135). Seleccionar clientela con exclusión de determinadas personas o
grupos de personas, es una práctica frecuente aunque disimulada, en algunos sectores
empresarios.
vejatorias(139)o denigrantes(140).
Por otra parte, es frecuente advertir que el proveedor dificulta o desalienta el ejercicio
de ciertos derechos o facultades del consumidor(141)o agrava el cumplimiento de las
cargas que le son propias(142).
302
derecho con la dignidad de la persona como eje, "que se expande por todo el
ordenamiento jurídico, con jerarquía constitucional".
El texto del art. 8º bis de la ley 24.240expresa: "Los proveedores deberán garantizar
condiciones de atención y trato digno y equitativo a los consumidores y usuarios. Deberán
abstenerse de desplegar conductas que coloquen a los consumidores en situaciones
vergonzantes, vejatorias o intimidatorias. No podrán ejercer sobre los
consumidores extranjeros diferenciación alguna sobre precios, calidades técnicas o
comerciales o cualquier otro aspecto relevante sobre los bienes y servicios que
comercialice. Cualquier excepción a lo señalado deberá ser autorizada por la autoridad de
aplicación en razones de interés general debidamente fundadas. En los
reclamos extrajudiciales de deudas, deberán abstenerse de utilizar cualquier medio que le
otorgue la apariencia de reclamo judicial. Tales conductas, además de las sanciones
previstas en la LDC, podrán ser pasibles de la multa civil establecida en el art. 52 bis de la
presente norma, sin perjuicio de otros resarcimientos que correspondieren al consumidor,
siendo ambas penalidades extensivas solidariamente a quien actuare en nombre del
proveedor".
La fórmula general del art. 8º bis reproduce el modelo del art. 42 de la Constitución
Nacional. Impone al proveedor, el deber de garantizar condiciones de atención y trato
digno y equitativo a los consumidores y usuarios.
El precepto sugiere la adopción de medidas de acción positiva por parte del proveedor.
Se espera del proveedor —que actúa como profesional en el escenario del mercado— un
comportamiento ajustado al rol que el propio sistema le reconoce.
303
nota, teléfono, fax, correo o correo electrónico, o por otro medio disponible,
debiendo extenderse la constancia con la identificación del reclamo. Dichos reclamos
deben ser satisfechos en plazos perentorios, conforme la reglamentación de la presente
ley. Se deja asimismo establecido que las empresas deberán garantizar la atención
personalizada a los usuarios(148).
Luego de consignar esta fórmula general, el art. 8º bis ofrece una fórmula descriptiva
del deber impuesto al proveedor que se caracteriza por establecer prohibiciones o
deberes del abstención:
El texto del art. 8º bis prohíbe de modo particular, imponer diferencias entre los
consumidores nacionales y extranjeros, sea en relación a los "precios, calidades técnicas
o comerciales o cualquier otro aspecto relevante sobre los bienes y servicios que
comercialice".
El trato desigual entre consumidores (y aun entre extranjeros) también puede ser
reclamado en nuestro país, con fundamento en la ley que prohíbe la discriminación. En
efecto, el art. 1º de la ley 23.592 señala que quien arbitrariamente impida, obstruya,
restrinja o de algún modo menoscabe el pleno ejercicio sobre bases igualitarias de los
derechos y garantías fundamentales reconocidos en la Constitución Nacional, será
obligado, a pedido del damnificado, a dejar sin efecto el acto discriminatorio o cesar en su
realización y a reparar el daño moral y material ocasionado". Más adelante señala que "se
considerarán actos u omisiones discriminatorias los que estén fundados en motivos de
304
raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, posición
económica, condición social o caracteres físicos".
Nos recuerda Molina Sandoval que "en el período posdevaluación (y debido a las
óptimas condiciones cambiarias para los extranjeros) hubo una gran afluencia de
turistas extranjeros en la República Argentina. Esta situación acentuó la especulación de
los empresarios, quienes establecían precios diferenciales cuando el producto era
comercializado a extranjeros y fijaban su equivalente en dólares estadounidenses o en
euros. Si bien esa conducta estaba prohibida aun antes de la reforma de la Ley de
Defensa del Consumidor, en virtud del principio de igualdad y la prohibición de efectuar
discriminaciones injustificadas, hoy cuenta con un precepto expreso que es pedagógico y
no deja margen a dudas"(159).
Es importante destacar que el propio art. 8º bis expresa que cualquier excepción sobre
el punto, deberá ser admitida previa autorización de la autoridad de aplicación y en
razones de interés general(160).
La metodología utilizada por los proveedores para el cobro de las deudas derivadas de
la adquisición de productos o la contratación de servicios viene siendo objeto de una
preocupación del operador jurídico.
La prohibición de ejercer violencia sobre la persona del deudor (art. 629 del CCiv. de
Vélez), aunque está prevista como una limitación para un supuesto particular de
obligación, constituye una regla que reconoce en la libertad y la dignidad humana su
estricto fundamento(161). Estos principios de antigua data son receptados por el Derecho
moderno que los asume y los revitaliza para adaptar esa solución normativa a los nuevos
problemas y conflictos de intereses. El respeto a la persona y su dignidad impide apremiar
al deudor, sea mediante violencia física o intimidación(162).
305
eventualmente puede comprometer el salario con embargos o medidas afines. La norma
comentada contribuye a tipificar esa práctica como una infracción a la ley y pedir su
sanción; sin perjuicio del resarcimiento de daños que pudiera peticionarse.
El art. 8º bis analiza una particular manifestación de estas conductas lesivas y procura
erradicar una práctica mediante la cual se intimida arbitrariamente al consumidor.
Los proveedores o las empresas de cobranza contratadas por éstas, muchas veces
cursan sus intimaciones a los consumidores utilizando una metodología de coerción
particular que genera inquietud y confusión ya que, por la apariencia de la comunicación,
se cree o se puede creer que es una requisitoria de origen judicial(163).
Se dice que "el standard de valoración de la apariencia del reclamo judicial exigido por
la norma no debe ser el de un profesional o un empresario sino que, la autoridad de
contralor o aún el juez, deben ponerse en el lugar de un consumidor medio que no está
familiarizado con reclamos judiciales o que incluso carece de formación elemental (por no
haber culminado estudios escolares). Sin esta representación mental difícilmente un juez
o funcionario administrativo especializado en derecho del consumidor podrá evaluar
correctamente la situación(164).
El art. 1097 del nuevo Código Civil lleva al sistema general, una norma equivalente al
art. 8º bis antes analizado. Dispone: "Trato digno. Los proveedores deben garantizar
condiciones de atención y trato digno a los consumidores y usuarios. La dignidad de la
persona debe ser respetada conforme a los criterios generales que surgen de los tratados
de derechos humanos. Los proveedores deben abstenerse de desplegar conductas que
coloquen a los consumidores en situaciones vergonzantes, vejatorias o intimidatorias".
Finalmente, el art. 1099 proyectado, reza: "Libertad de contratar. Están prohibidas las
prácticas que limiten la libertad de contratar del consumidor, en especial, las que
subordinen la provisión de productos o servicios a la adquisición simultánea de otros, y
otras similares que persigan el mismo objetivo".
306
3.3. Consecuencias derivadas del incumplimiento
e. Peticionar la imposición de la multa civil o los daños punitivos del art. 52 bis.
307
servicios, además de lo establecido en el artículo precedente, deberán cumplir con las
siguientes obligaciones: a) en cada local de venta del producto o servicio promocionado,
se exhibirá en forma destacada y fácilmente visible para el consumidor, la
siguiente información: I) nómina completa de los premios a adjudicar, indicando la
cantidad de cada uno de ellos y la especificación de su calidad o modelo, si
correspondiere; II) probabilidad matemática de adjudicación de los premios, en caso de
que los mecanismos adoptados permitan conocerla, y de no ser posible, al menos una
estimación de la misma; III) gastos que pudieren resultar al beneficiario de la adjudicación
de los premios; IV) fecha de inicio y finalización de la promoción y de su alcance
geográfico; V) requisitos completos para la participación; VI) mecanismo detallado de
adjudicación de los premios; VII) procedimientos o medio de difusión a través de los
cuales se comunicará la adjudicación de los premios VIII) lugar y fecha de entrega de los
premios; IX) destino previsto para los premios no adjudicados; b) en cada pieza
publicitaria se incluirá, de manera que resulte fácilmente comprensible para el
consumidor: I) nómina completa de los premios a adjudicar, indicando la cantidad de cada
uno de ellos y la especificación de su calidad o modelo, si correspondiere; II) fecha
de inicio y finalización de la promoción y su alcance geográfico; III) requisitos completos
para la participación o indicación precisa del modo de acceder a ellos; c) se informará
dentro de un plazo no mayor de diez días hábiles de finalizada la promoción respectiva, a
través de medios de difusión de alcance idéntico al de los utilizados para la divulgación de
la promoción, la nómina de los ganadores de los premios como así también el destino que
se dará a los premios no adjudicados si los hubiere; d) se conservará durante tres años, a
partir de su finalización, a disposición de la autoridad de aplicación, un listado completo de
los ganadores de los premios mencionados en el inciso anterior, la constancia de su
recepción y la de los premios no adjudicados; e) no se dará por finalizada la promoción
antes de la fecha prevista, sin haber adjudicado la totalidad de los premios ofrecidos, y
haberles dado el destino previsto a los no adjudicados...".
5. Marketing agresivo
308
5.1. Concepto
Si bien el art. 32 de la ley 24.240 define al supuesto como venta domiciliaria, debe
atribuirse a esa expresión un contenido mucho más amplio, abarcativo de todas aquellas
situaciones en las que la oferta de contratación se realiza al consumidor fuera del
establecimiento comercial del proveedor. Caracteriza a esta modalidad el hecho de que el
empresario sale al encuentro del potencial cliente y a incitarlo a contratar, sin esperar que
sea éste quien acuda al lugar de venta para concretar el acto de consumo(171).
309
5.2.1. Supuestos comprendidos
Pese a que el texto del art. 32 habla de ventas, el supuesto aquí contemplado es
abarcativo de todas aquellas contrataciones que se celebren en las condiciones
mencionadas, sea la adquisición de un producto por compraventa, sea la contratación de
un servicio. Comprende dos supuestos específicos y un tercero, por extensión:
Por razones diferentes pero que responden a la misma necesidad de tutela, los
dispositivos legales diseñados por el legislador se hacen extensivos al supuesto en que la
contratación se haya celebrado en el establecimiento del proveedor u otro sitio, pero
cuando la convocatoria fue realizada a otros fines (participar de una reunión social, evento
cultural o recreativo, para recibir un obsequio, premio u otra excusa).
En todos los casos, el último párrafo del art. 32 dispone: "lo dispuesto
precedentemente no es aplicable a la compraventa de bienes perecederos recibidos por
el consumidor y abonados al contado".
En los dos primeros supuestos, lo que llama la atención del legislador es precisamente
el hecho de que la propuesta de contrato haya sido formulada fuera del establecimiento
comercial del proveedor. La nota distintiva es ésa: el empresario sale a la búsqueda del
consumidor, a encontrarse con él en un escenario distinto, no habitual.
310
sentido inverso, el deseo de dar por terminada la reunión, de evitar el asedio del
vendedor, de escapar de la presión del grupo, etc., puede conducir al mismo resultado:
contratar en situación de vulnerabilidad.
Tal situación no podía pasar inadvertida y el sistema se hizo cargo. ¿En qué consiste
la tutela que brinda el art. 32 de la ley 24.240?(172). Del texto no parece surgir ninguna
herramienta especial(173)pero el segundo párrafo impone al contrato requisitos de forma,
que de algún modo auxilian al consumidor afectado. La norma obliga a adoptar la forma
escrita, establece un contenido mínimo (el establecido en el art. 10) y manda cumplir el
deber de advertencia respecto de la facultad de desistir unilateralmente del contrato (conf.
art. 34).
La norma habla de venta por correspondencia en sentido lato pero debe entenderse
que están incluidos los contratos celebrados por correo postal o cualquier otro sistema de
telecomunicaciones (teléfono, fax, etc.), electrónico (correo electrónico, página web, etc.)
o similar. Lo relevante en este supuesto es que las partes no estén la una en presencia de
la otra.
Señala De Lorenzo que la ley 24.240 optó "por regular en una forma unitaria tanto la
contratación realizada fuera de los establecimientos comerciales (art. 32) como la
denominada contratación a distancia" (art. 33)(174).
Dice el art. 34: "En los casos previstos en los arts. 32 y 33 de la presente ley, el
consumidor tiene derecho a revocar la aceptación durante el plazo de 10 días corridos,
contados a partir de la fecha en que se entregue el bien o se celebre el contrato, lo último
que ocurra, sin responsabilidad alguna. Esta facultad no puede ser dispensada ni
renunciada...".
311
El dispositivo legal diseñado para estos supuestos especiales del marketing agresivo,
se integra de dos herramientas complementarias. Configurados los supuestos de los arts.
32 y 33, el sistema ofrece una solución que, por vía legal, compensa al consumidor con
aquello que el proveedor le negó.
Los efectos del ejercicio del derecho analizado están contemplados en el art. 1113 del
nuevo Código Civil, que reza: "Efectos del ejercicio del derecho de revocación. Si el
derecho de revocar ha sido ejercido en tiempo y forma por el consumidor, las partes
quedan liberadas de sus obligaciones correspectivas y deben restituirse recíproca y
simultáneamente las prestaciones que han cumplido".
El art. 34 establece en su 2º párrafo establece: "El vendedor debe informar por escrito
al consumidor de esta facultad de revocación en todo documento que, con motivo de
venta, le sea presentado al consumidor. Tal información debe ser incluida en forma clara y
notoria".
El nuevo Código Civil precisa en el art. 1111 esta carga informativa impuesta al
proveedor, con una fórmula mejorada que refuerza la finalidad protectoria del consumidor.
Reza: "Deber de informar el derecho a la revocación. El proveedor debe informar al
consumidor sobre la facultad de revocación mediante su inclusión en caracteres
destacados en todo documento que presente al consumidor en la etapa de negociaciones
o en el documento que instrumente el contrato concluido, ubicada como
disposición inmediatamente anterior a la firma del consumidor o usuario. El derecho de
312
revocación no se extingue si el consumidor no ha sido informado debidamente sobre su
derecho".
La norma civil impone al proveedor incluir esa advertencia en todo documento exhibido
o entregado al consumidor en la etapa previa a la contratación y, por supuesto, en
los instrumentos que formalicen el contrato. En este último supuesto, la disposición legal
ratifica la exigencia de que se informe de modo destacado sobre el ejercicio de la facultad
de revocación (conf. la res. 906/1998 de la Secretaría de Industria) pero agrega que
esta información específica debe tener una ubicación particular en el cuerpo del contrato,
esto es, como una cláusula inmediatamente anterior a la firma de las partes.
El art. 34 de la ley 24.240 establece que "el consumidor tiene derecho a revocar la
aceptación durante el plazo de 10 días corridos, contados a partir de la fecha en que se
entregue el bien o se celebre el contrato, lo último que ocurra".
313
El nuevo Código Civil dispone en su art. 1110: "En los contratos celebrados fuera de
los establecimientos comerciales y a distancia, el consumidor tiene el derecho
irrenunciable de revocar la aceptación dentro de los diez (10) días computados a partir de
la celebración del contrato. Si la aceptación es posterior a la entrega del bien, el plazo
debe comenzar a correr desde que esta última se produjo. Si el plazo vence en
día inhábil, se prorroga hasta el primer día hábil siguiente...".
Resulta de interés señalar que la norma civil analizada cierra su texto dejando
establecido que "Las cláusulas, pactos o cualquier modalidad aceptada por el consumidor
durante este período que tengan por resultado la imposibilidad de ejercer el derecho de
revocación se tienen por no escritos". El objetivo es disuadir cualquier práctica mediante
la cual el proveedor pueda neutralizar el ejercicio del derecho de arrepentimiento.
Ni la ley 24.240, ni el decreto reglamentario explican el modo en que debe ser ejercido
este derecho. Alguna orientación nos ofrece la res. 906/1998 de la Secretaría de Industria,
al mencionar que "el consumidor comunicará fehacientemente dicha revocación al
proveedor" (art. 4º) con lo cual, implícitamente, se establece una forma para la
comunicación.
Ahora bien, el art. 1112 del nuevo Código Civil dispone: "Forma y plazo para notificar
la revocación. La revocación debe ser notificada al proveedor por escrito o medios
electrónicos o similares, o mediante la devolución de la cosa dentro del plazo de diez
(10) días computados conforme lo previsto en el art. 1110".
314
bien se impone un cierto control de razonabilidad conforme al cual el proveedor tenga la
posibilidad de alegar y acreditar el dolo o intención de dañar del consumidor(183).
Pensamos que si la ley no ha establecido la carga de expresar motivos, el control que
algunos sugieren va a contrapelo del régimen tuitivo. Ello no supone negar que si de las
concretas circunstancias del caso surgen elementos que revelen un ejercicio abusivo de
la facultad legalmente conferida, se imponga el reprobar dicho comportamiento.
No debe olvidarse cuál es la razón que justificó otorgar al consumidor una herramienta
tan poderosa y excepcional. De allí que, en caso de duda, habrá que estar a la solución
normativa más favorable al consumidor (art. 3º y 27 de la ley 24.240).
Se ha señalado que el uso de la cosa operaría como una convalidación del negocio y
como renuncia tácita a la facultad de revocación. Ello así, siempre que la cosa haya sido
usada de manera habitual, y no en el caso de que haya sido empleada al sólo fin de su
prueba o examen. En efecto, "en muchos casos sólo este uso a los fines de la prueba
permite al consumidor constatar de manera precisa la utilidad del producto y,
consecuentemente, decidir la confirmación o la salida del contrato, a la vez que las más
de las veces no debería suponer un deterioro de la cosa que le impida al proveedor volver
a comercializarla"(185).
La apreciación de estos extremos constituye una cuestión de orden fáctico que habrá
de merituarse en cada caso particular. Abrir el envoltorio, el envase o la caja contenedora,
poner en funcionamiento el producto, activar el encendido, etc., no pueden ser
válidamente alegadas para rechazar el ejercicio del derecho de arrepentimiento cuando
tales acciones sólo se han ejecutado a fin de conocer el producto y decidir la suerte del
contrato celebrado. Recordamos que, en caso de duda sobre si la cosa fue o no usada, y
de qué modo, deberá estarse a la opción más favorable para el consumidor.
La norma del art. 34 de la ley 24.240 concluye señalando que los gastos de devolución
son por cuenta del proveedor.
315
es comunicado el ejercicio temporáneo de la facultad revocatoria, es el proveedor quien
deberá encargarse de proceder a su retiro del lugar en que hizo entrega de la cosa, del
domicilio del consumidor o del lugar en que la cosa se encuentre, si esta mutación de
ámbito fuera razonable"(187). Siguiendo a Calderón y Márquez, entendemos que en el caso
de que, puesta la cosa a disposición del proveedor, éste no proceda a retirarla, como no
pesa sobre el consumidor ninguna obligación adicional de custodia o conservación, no
sería esperable que recurra al pago por consignación; y de allí que transcurrido un plazo
razonable desde la comunicación de la revocación al proveedor, si éste no se presenta a
retirar la cosa, el consumidor podrá abandonarla o reclamar al proveedor en su momento
un costo por el depósito y conservación, advirtiendo que "todas estas posibilidades deben
meritarse en el caso concreto, a la luz de la buena fe y la restricción del ejercicio abusivo
del derecho por las partes"(188).
Sobre el tópico, el art. 1115 del nuevo Código Civil prevé: "Gastos. El ejercicio del
derecho de revocación no debe implicar gasto alguno para el consumidor. En particular, el
consumidor no tiene que reembolsar cantidad alguna por la disminución del valor de la
cosa que sea consecuencia de su uso conforme lo pactado o a su propia naturaleza, y
tiene derecho al reembolso de los gastos necesarios y útiles que realizó en ella".
La norma define en forma categórica la cuestión analizada. Echa luz respecto de dos
aspectos que ya no admiten discusión. Por un lado, deja claro que el consumidor no debe
afrontar gastos para ejercer la facultad de arrepentirse, legalmente conferida. Asumirá el
coste de la notificación al proveedor de la voluntad de arrepentirse, pero no estará
obligado a ninguna otra erogación vinculada al ejercicio del derecho de arrepentimiento.
De otro lado, la dispositiva hace explícito que la eventual disminución en el valor de la
cosa, consecuencia del uso (en los términos antes expuestos), no puede cargarse al
consumidor(189). Saludable es el expreso reconocimiento del derecho a obtener el
reembolso de las sumas que, en su caso, haya desembolsado a efectos de afrontar
gastos que aquélla demandara y que el consumidor dispuso afrontar.
316
comunicada la voluntad de desistir del contrato y transcurrido el plazo mínimo razonable
para que la cosa sea retirada, no pesa sobre el adquirente deber de custodia o
conservación alguno, de modo que podría abandonarla o disponer su depósito en otro
lugar, con los riesgos que ello eventualmente suponga para el producto.
Ahora bien, lo que el art. 1114 del nuevo Código Civil prevé, es la hipótesis de
imposibilidad de devolución imputable al consumidor, lo que frustraría injustificadamente
la expectativa del proveedor de recuperar la cosa y comercializarla nuevamente en el
futuro. Siendo imposible la devolución del producto por una causa imputable al
adquirente, la norma carga sobre sus espaldas, el valor de mercado o el precio del bien
que deberá ser afrontado por éste (si no fue abonado antes) o cuyo reembolso no podrá
pretender (si fue abonado antes de ejercer el derecho de arrepentimiento).
Entendemos que con esta solución, el legislador procura dejar a resguardo el regular
ejercicio del derecho de arrepentimiento, desalentando abusos o distorsiones.
Una vez más, en caso de duda sobre si la imposibilidad de devolución —por pérdida o
destrucción de la cosa— es o no imputable al consumidor, habrá que estar a la solución
más favorable al consumidor.
Nuestra ley tampoco regula el problema del pago realizado por el consumidor como
contraprestación a un contrato claudicante. Se limita a establecer que el proveedor debe
restituir al consumidor todos los importes recibidos, aunque sin fijar un plazo para tal fin
(art. 34, dec. 1798/1994).
Los contratos analizados se reputan hechos bajo condición con lo cual, acaecido el
hecho del arrepentimiento del consumidor, éste tiene derecho a la devolución de cuanto
hubiere dado en pago al tratarse de un supuesto de pago indebido por causa cesante (art.
793 del CCiv. de Vélez).
Advierte De Lorenzo que "el carácter condicional del negocio jurídico celebrado,
debiera llevar al comerciante que obra de buena fe como titular de un derecho eventual, a
abstenerse de realizar débitos de tarjeta de crédito o circular cualquier cartular resultante
317
de una operación sujeta ex lege al jus poenitendi durante el plazo de reflexión" (192). En
concreto, y de haber realizado el pago mediante tarjeta de crédito, se sugiere al
consumidor que, al tiempo de ejercer aquella facultad, realice la impugnación preventiva
del resumen que prevé el art. 26 de la ley 25.065 de tarjetas de crédito.
El supuesto prevé:
5.5.2. La prohibición
318
conservarla ni a restituirla al remitente aunque la restitución pueda ser realizada libre de
gastos".
La solución normativa constituye, por sus características, una reacción severa del
ordenamiento jurídico frente a prácticas particularmente agresivas y lesivas de la libertad
y la autodeterminación del individuo.
Si el proveedor infringe esta prohibición legal, en tanto infracción a la ley, será pasible
de las sanciones previstas de modo genérico en el art. 47. No obstante ello, el propio art.
35 prevé una sanción específica para el empresario: "el consumidor no está obligado a
conservar la cosa ni a restituirla al remitente, aunque la restitución pueda ser libre de
gastos".
El consumidor que recibe una cosa en las condiciones mencionadas no puede ser
considerado depositario: no tiene obligaciones de conservación en relación a la cosa, ni
está obligado a restituirla al proveedor. Como una suerte de sanción al proveedor, la
norma pone en manos del consumidor un eventual regalo del que podrá disponer a su
antojo, sea para conservarlo para sí, sea para desecharlo.
Debe recordarse que se trata de una práctica comercial que sorprende, que invade,
que perturba, que genera incomodidad (tener que guardar un bien
recibido inesperadamente, hasta que se desentraña la finalidad del envío), molestias
(tener que hacer las averiguaciones del caso, consultar) y eventualmente gastos
(llamados de averiguación, de reclamo, consulta profesional, etc.).
5.6.1. Telemarketing
319
En estos casos, el bien o servicio se ofrece por medio de la publicidad televisiva; el
teléfono permite la comunicación entre el vendedor y el potencial comprador y la
concreción de la oferta y de la aceptación, la operación se realiza mediante el sistema de
tarjeta de crédito; con posterioridad, el producto le es enviado al consumidor por el correo.
5.6.2. Spamming
Esta práctica es sin duda lesiva de derechos del individuo e impone la regulación del
fenómeno con dispositivos de prevención de riesgos y neutralización, y reparación del
perjuicio que pudiera ocasionar.
I. MARCO TEÓRICO
320
1. El Derecho del Consumidor y la teoría del contrato. La teoría general del
contrato de consumo
No es casual entonces que los aspectos más salientes del sistema de protección del
consumidor se hayan materializado principalmente en el área de los contratos, con la
elaboración de reglas especiales concebidas para la defensa del usuario en tanto
contratante o beneficiario de los bienes o servicios objeto del acto, como consecuencia
del fenómeno jurídico que podría denominarse de "vulnerabilidad contractual del
consumidor"(1).
En este orden, el contrato de consumo, lejos de ser una especie de contrato típico,
conforma una tipología o categoría general, que comprende una diversidad de figuras,
con o sin tipicidad (especial) legal.
321
Es que al abordar lo que denominamos "parte general" del contrato de consumo,
elaboramos una verdadera teoría general de la materia, bajo la impronta de directrices
comunes y propias, a la luz del principio de protección, y con suficiente amplitud para ser
aplicada, a partir de tales presupuestos, sea cual fuere el tipo contractual (de consumo)
bajo análisis.
Es esta línea metodológica, la que nos permitirá sistematizar en los tramos que siguen
el estudio de los principales aspectos de la regulación del contrato de consumo.
322
la libertad contractual en toda su dimensión, comprensiva de la libertad de concertación o
conclusión, que a su vez abarca, por un lado, la libertad de contratar o de no hacerlo y de
seleccionar el tipo contractual (autodeterminación o autodecisión) y la de escoger la
persona del cocontratante, y por otro, la libertad de configuración, posibilidad de los
otorgantes de regular el acto, dotarlo de contenido según sus intereses recíprocos
(autorregulación).
323
El consecuente acotamiento de la libertad contractual, tanto en la faz de la
configuración, cuanto en la de la propia concertación, evidenció la crisis de los principios
cardinales y tornó imprescindible proyectar desde la dogmática jurídica límites a dichas
imposiciones para las que el "voluntarismo" ya no era suficiente.
Tal intervención o "dirigismo" se concreta mediante acciones de todos los poderes del
Estado: del Poder Ejecutivo (a través de organismos administrativos de control previo); del
Poder Legislativo (al dictar leyes de orden público que limitan la libertad
de autorregulación); y del Poder Judicial (en la revisión de los contratos).
Puede decirse, sin hesitaciones, que a través de los textos incorporados a los arts.
954, 1071 y 1198, entre otros, del Código Civil, se refundó la noción de contrato desde
sus ejes filosóficos.
También reviste gran significación simbólica, la reforma del art. 2513 del CCiv., que
regula el ejercicio del derecho real de dominio, con todas las facultades que le
son inherentes, pero siempre a partir de la regla que ordena su ejercicio funcional o
regular(14), lo que descarta toda pretensión de presentarlo como un derecho absoluto.
No sin apoyo en una buena parte de la doctrina jurídica, la reforma del Código
Civil desarrolló varios mecanismos de derecho imperativo con operatividad en la
contratación, tales como: i) la regla del ejercicio regular de los derechos; ii) la prohibición
324
de explotar situaciones de inferioridad; iii) la preservación del equilibrio sinalagmático; iv)
el principio de buena fe.
No parece discutible que, luego de la reforma legislativa civil de 1968, nuestro país
adscribe a la concepción social del contrato, en concordancia con el nuevo ideario
filosófico. El contrato privado, otrora tan tributario del principio de efecto relativo, ya no
puede permanecer ajeno al bien común, es decir, a los intereses de la sociedad, como
herramienta de la justicia y de la solidaridad.
Una evidencia no menor de la variación filosófica operada en la función social que hoy
debe reconocerse a la relación contractual, es la que proporciona el art. 42 de la CN,
al exigir que en ella existan condiciones de trato equitativo y digno; y allí donde
se intensifique la función social del contrato, su finalidad será principalmente la tutela de la
parte débil en esa relación(15).
325
En tercer lugar, el predominio redunda en la rigidez del esquema elaborado por el
predisponente. El adherente no cuenta con la posibilidad de discutir el contenido del
contrato; así se diluye toda libertad de autorregulación (o de configuración interna). Si no
acepta las condiciones fijadas por el profesional, tan solo le queda la opción de no
contratar.
Como excepción, pueden anotarse ciertos casos de formación contractual en los que
se admite la discusión de una o más cláusulas predispuestas y ello posibilita al
adherente influir en los términos definitivos del contenido(20).
326
El Código Civil y Comercial contiene una sección dedicada a los "Contratos celebrados
por adhesión a cláusulas generales predispuestas", ubicada dentro del capítulo del
consentimiento contractual, y parece unificar ambos conceptos de lo que surge del propio
título asignado y de la definición del contrato por adhesión como "aquel mediante el cual
uno de los contratantes adhiere a cláusulas generales predispuestas unilateralmente, por
la otra parte o por un tercero, sin que el adherente haya participado en su redacción" (art.
984).
Hemos referido que el contrato por adhesión supone una asimetría en los poderes de
negociación de las partes, coincidente —en las más de las veces— con la disparidad de
fuerzas económicas. De ello se sigue que, adherir a un contrato implica carecer del poder
de negociación suficiente en relación al profesional, único modo en que puede entenderse
que el contratante, ante la necesidad de contratar, no tenga otra elección que la de
aceptar las cláusulas unilateralmente dispuestas.
327
Asumir el fenómeno de la dominación contractual fue el primer paso para reconocer
que las reglas de protección creadas en torno al contratante débil resultaban insuficientes
para resguardarlo en todos los ámbitos en que el sujeto se expone en una situación
negocial. Así, a la producción y comercialización de productos masivos le siguió, en el
plano normativo, la creación de reglas de protección del consumidor(25).
Todas las notas apuntadas nos autorizan a concluir que el régimen de protección del
consumidor, al producir una ruptura con las tradicionales categorías del "voluntarismo"
negocial, tiene el valor de "refundar" la idea misma de contrato y comporta un
jalón ineludible en sus diversas etapas evolutivas.
328
1. Contrato de consumo y relación de consumo: delimitación conceptual
En rigor, la norma constitucional del art. 42 esté referida a los derechos de los
consumidores y usuarios de bienes y servicios en la "relación de consumo", concepto más
abarcador que "contrato de consumo", lo que evidencia la preocupación del constituyente
de promover una visión más amplia, que abarque a todas las circunstancias que rodean la
actividad encaminada a satisfacer la demanda de bienes y servicios para destino final de
consumidores(29).
La relación de consumo no es otra cosa que una relación jurídica, esto es, una
relación humana regulada por el Derecho(30), compuesta de sujetos, objeto y causa fuente.
Se trata del vínculo jurídico de fuente legal que liga al proveedor de bienes y servicios con
el consumidor que los adquiere o utiliza como destinatario final, así como con todos
aquellos que se ven afectados por sus consecuencias o, en general, por la actividad de
los proveedores(31).
Desde la mirada subjetiva, se amplía el radio de ambos polos del vínculo. De un lado,
no sólo se reconoce legitimación activa a sujetos no negociantes, sino aún a quienes ni
siquiera consumen o utilizan los bienes o servicios (consumidor potencial, consumidor
pasivo). Del otro costado, se proyecta responsabilidad legal a proveedores ajenos a la
relación contractual con el consumidor.
329
receptando las manifestaciones enmarcadas durante el período
precontractual aun cuando el contrato no llegue a celebrarse, las derivaciones o
repercusiones poscontractuales, y hasta diversas situaciones suscitadas fuera del
contrato, sean éstas antecedente o consecuencia de la actividad de los proveedores en el
mercado.
De igual manera, se dilata la perspectiva espacial, atento a que la protección del art.
42 de la Constitución Nacional se extiende a todos los lugares en los que el proveedor
pueda ejercer autoridad o control sobre lo que allí suceda, sin importar si existe vínculo
contractual entre las partes(32).
La definición legal del contrato de consumo ahora viene dada por el art.
1093 del Código Civil y Comercial: "Contrato de consumo es el celebrado entre un
consumidor o usuario final con una persona humana o jurídica que actúe profesional u
ocasionalmente o con una empresa productora de bienes o prestadora de servicios,
pública o privada, que tenga por objeto la adquisición, uso o goce de los bienes o
servicios por parte de los consumidores o usuarios, para su uso privado, familiar o social".
330
2.1. Consumidor
Esta categoría de consumidor es la que define la primera parte del art. 1º de la LDC,
según ley 26.361 ("toda persona física o jurídica que adquiere (...) bienes o servicios en
forma gratuita u onerosa como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar
o social"), y el art. 1092 del CCyCN ("persona humana o jurídica que adquiere ... en forma
gratuita u onerosa, bienes o servicios como destinatario final, en beneficio propio o de su
grupo familiar o social"). Las demás alusiones de las normas aplicables, tanto de la LDC
como del CCyCN, pertenecen, en cambio, a las distintas especies de consumidores
equiparados (indirecto, potencial, pasivo)(33).
De hecho, la amplitud misma del dispositivo y su necesaria articulación con los demás
preceptos de la ley, a la luz de la noción de "relación de consumo", permite establecer una
serie de sujetos activos o beneficiarios, inclusive con distintos niveles de protección,
susceptibles de ser categorizados o discriminados en diversas clases, lo que pone de
manifiesto la dificultad que supone para el legislador y para la propia doctrina la
elaboración de un concepto teórico, unívoco y general de consumidor.
331
Lo dicho es relevante para definir la calificación de consumidor que puede revestir un
empresario, máxime cuando, a diferencia de otras legislaciones(34), la nuestra admite que
las personas jurídicas puedan ser consumidores. Por tanto, para que una empresa
(persona física o de existencia ideal) pueda ser considerada "consumidor" ("consumidor
empresario"), los bienes adquiridos no deben estar integrados al proceso de producción
en forma inmediata o directa. Entendemos que esto es así especialmente a partir de la
sustitución total del texto del art. 2º de la LDC mediante la reforma de la ley 26.361, que a
su vez determina que ha perdido virtualidad la previsión de la norma correspectiva del
decreto reglamentario 1798/94, en cuanto impedía que los bienes y servicios contratados
por el empresario se integraran siquiera genéricamente con el proceso de fabricación o
prestación a terceros.
2.2. Proveedor
Las categorías mencionadas por el dispositivo legal abarcan todos las fases o
eslabones de la actividad mercantil, con un carácter bien amplio que alcanza a
productores, intermediarios y vendedores. Por ello, se incluyen tanto a las personas
físicas (empresario o comerciante individual) como jurídicas, sin discriminar en la índole
privada o pública del oferente.
332
3. Ámbito de actuación objetivo: operaciones jurídicas comprendidas
Era una evidencia, en cambio, que el objeto mediato del contrato de consumo lo
constituían las cosas muebles (y los inmuebles sólo por excepción) y los servicios.
La reforma a los arts. 1º y 2º de la ley 24.240 a través de la ley 26.361 dilató el marco
protectorio al maximizar el ámbito de aplicación de la norma en distintas direcciones:
c) Se eliminó la restricción relativa a los contratos gratuitos, para abarcar ahora los
actos tanto a título oneroso como gratuito, sin distinción del carácter principal o accesorio.
333
Dado que el CCyCN sigue los mismos lineamientos de delimitación objetiva, puede
decirse que en el estado actual de las disposiciones consumeriles se envuelve como
posible objeto de la relación de consumo a cualquier clase de prestación patrimonial
(con excepción de los servicios de los profesionales liberales), bajo la única condición de
que sea ejecutada por un proveedor profesional y con destino final de consumo.
De esta forma, existen dos clases de prestaciones globales abarcadas por la ley,
prestaciones de dar o de hacer, que a su vez determinan los dos subgéneros de contratos
de consumo posibles: contratos que recaen sobre bienes y contratos que versan sobre
servicios.
El contrato de consumo puede recaer sobre los más variados bienes que se producen
y comercializan en el mercado. Así, el negocio puede versar sobre cosas muebles
o inmuebles, y respecto de las primeras, consumibles o no consumibles (durables),
tengan o no carácter perecedero, que resulten de un proceso de elaboración o no, sean
nuevas, usadas o reconstituidas, en perfecto estado o deficientes (arg. art. 9º).
334
La LDC regula diversos aspectos de las relaciones contractuales que versan sobre
prestaciones de servicios, pero no los define, ni tampoco establece limitación alguna que
importe restringir el alcance de la norma a ciertas actividades, salvo el caso de los
servicios de profesionales liberales. En consecuencia, se contempla cualquier prestación
del proveedor que implique un "hacer", una conducta tangible a favor del consumidor o
destinatario final.
Por eso, los contratos sobre servicios comprenden todo acto en el que el objeto
principal no sea la provisión de bienes, sino cualquier actividad que deba ser desplegada
por el proveedor para satisfacer el interés del usuario, sea cual fuere la naturaleza del
servicio contratado.
La regla del art. 19, que obliga a los proveedores de servicios "a respetar los términos,
plazos, condiciones, modalidades, reservas y demás circunstancias conforme a las cuales
hayan sido ofrecidos, publicitados o convenidos", es una disposición superflua.
Otra norma convergente en la regulación de los contratos de consumo cuyo objeto son
servicios —incluyendo los servicios públicos domiciliarios— es la del art. 10 ter (agregado
por ley 26.361). El dispositivo faculta al usuario a comunicar la rescisión en forma
telefónica, electrónica o similar, cuando la contratación del servicio hubiera sido realizada
335
por alguno de esos medios. En tal supuesto, la empresa debe remitirle una constancia
fehaciente dentro de las 72 horas.
Para aquéllos servicios específicos, la ley designa un efecto natural del contrato, que
consiste en la obligación del prestador de emplear materiales o productos nuevos o
adecuados a la cosa sobre la que se ejecutará el trabajo(45), dispensable mediante pacto
en contrario (art. 20)(46), formalizado por escrito, en forma destacada y notoria (art. 20,
decr. regl.).
Cabe ratificar aquí que la regulación de los intereses particulares que involucra la
contratación privada no es materia ajena al Derecho objetivo. A su vez, el ordenamiento
positivo dispone de distintas clases de normas que reglamentan los actos entre
particulares: existen preceptos imperativos y supletorios.
A los primeros, el ordenamiento les asigna una jerarquía superior, lo que las convierte
en normas indisponibles para las partes, verdaderamente coactivas. Su fundamento
reside en el orden público comprometido en la observancia de la norma.
336
En la disciplina contractual de consumo, las normas imperativas constituyen el núcleo
dominante del sistema regulatorio. Dentro de éstas, encontramos: el art. 42 de
la Constitución Nacional, la ley de Defensa del Consumidor (24.240) y las disposiciones
de consumo incorporadas al Código Civil y Comercial, las leyes generales que integran el
marco normativo del estatuto del consumidor (Lealtad Comercial y Defensa de la
Competencia), los estándares imperativos en materia de contratación del CCyCN, y las
normas especiales sobre aspectos puntuales que atañen al consumidor (p. ej., Código
Alimentario, Prehorizontalidad, Tarjeta de Crédito, Medicina Prepaga).
Por tanto, cuando en un contrato de consumo se revela una colisión entre el precepto
privado y la disposición legal de carácter supletorio, es necesario juzgar si la cláusula que
supone un apartamiento de la regla dispositiva es capaz de desnaturalizar el contrato en
su función teleológica, o importa una situación de abuso o de perturbación de la relación
de equivalencia. Allí es donde se impone restar eficacia a la cláusula y restablecer el vigor
de la norma.
Esta solución ha sido expresamente consagrada por la LDC en su art. 37, inc. a])(50).
337
Sin perjuicio de reservar el estudio profundizado de los elementos esenciales o
estructurales del contrato (consentimiento, objeto y causa) para la teoría general, nos
disponemos a analizar las particularidades que presenta cada uno de ellos en lo que
respecta al género bajo examen, el contrato de consumo.
5.1. Consentimiento
Se ha dicho con más propiedad que el acto de aceptación del adherente sometido a la
regulación que el empresario propone a través de la oferta tiene características de
"asentimiento"(52), que supone una suerte de aceptación no irrestricta sino acotada o
limitada a una normativa de la relación contractual rígidamente predispuesta de antemano
sin intervención alguna de su parte(53), al punto de admitir la revisión por vía del control de
contenido como modo de ajuste de la relación de equivalencia.
338
Por ello, no llama la atención el ensanchamiento de los niveles regulatorios en el
campo precontractual, a diferencia de lo que sucedía en el Código Civil, donde
la intervención del legislador es prácticamente nula, toda vez que en el plano de consumo
deben brindarse herramientas que aseguren al adherente un adecuado rango de tutela
especialmente en el período formativo del contrato, en cuestiones tales como la oferta al
público o la retractabilidad de la aceptación.
5.2. Objeto
Como ya hemos anticipado, actualmente la ley 24.240 permite abarcar como objeto de
la relación de consumo a cualquier clase de prestación patrimonial, siempre que sea
ejecutada por un proveedor profesional y con destino final de consumo, sea ésta de dar o
de hacer(56), y sin importar, inclusive, el carácter principal o accesorio de la prestación.
5.3. Causa
339
La causa fin del contrato de consumo no es otra que el destino final de consumo (o
destino de "consumo final", como se prefiera) contemplado por la LDC y ratificado por el
CCyCN, elemento de calificación del régimen normativo.
Nuestra ley ha seguido una concepción finalista que considera la causa fin del acto
celebrado por el consumidor, es decir, que recepta el criterio de otorgar tutela al llamado
"consumidor final", expresión que en el ámbito de la ley va emparentada más a un punto
de vista económico que jurídico, pues se consideran bienes de consumo a los que sirven
a la satisfacción de las necesidades y no vuelven a ser utilizados como bienes de cambio.
El elemento de imputación es la causa fin del acto, esto es, la presencia de una
atribución patrimonial con destino de consumo final. De acuerdo con lo establecido por el
art. 1º de la LDC y el art. 1092 del CCyCN, éste abarca las adquisiciones realizadas por el
consumidor tanto para su beneficio personal como para el de su grupo familiar o social. El
requisito de consumo final debe ser la causa fin o razón de ser inmediata del contrato. El
propio ordenamiento demarca así cuáles deben ser los "fines causalizados" del negocio,
como un elemento positivo que no excluye otras finalidades, salvo aquellas que puedan
vincularse al proceso productivo.
En este orden, la noción de causa fin es un elemento genético para la ley, por lo que,
si se adquiere un bien con destino final de consumo, queda incluido en el sistema
protectorio aunque luego sea utilizado con fines lucrativos (p. ej., compra de un inmueble
con destino a vivienda del consumidor y de su grupo familiar que posteriormente es
alquilado con fines rentísticos). Ello, siempre que no medie un caso de fraude a la ley
(vgr., un empresario que procura la adquisición de un bien por medio de un consumidor —
como interpósita persona— y luego se hace ceder la posición contractual)(59).
Hasta aquí, parece claro que el contrato de consumo posee su propia causa típica,
genérica, abstracta, más allá de los fines privativos de cada tipo particular (compraventa,
locación, etc.). Esto significa que para la inserción del contrato en el subsistema de tutela
del consumidor, es menester primero, verificar la presencia de dicha finalidad propia. La
constatación de los móviles correspondientes al tipo especial carece, en principio, de
trascendencia en este aspecto, puesto que el texto actual de la LDC ya no efectúa
delimitaciones objetivas que importen circunscribir el contrato de consumo a tal o cual tipo
de contrato particular.
Estas disquisiciones nos conducen a razonar sobre las diferentes facetas que exhibe
el elemento causal en la especie contractual de consumo.
Por un lado, una causa fin primaria, inmediata y genérica del contrato de consumo,
prácticamente inherente a éste, consistente en el destino final de los bienes. La
verificación de esta finalidad típica (que la adquisición del bien tenga como destino final el
beneficio propio del consumidor o de su grupo) es la que define, su inclusión dentro del
sistema protectorio.
De forma paralela, una causa fin mediata y específica o motivo impulsor del acto,
emparentada con la finalidad típica que se proponen alcanzar los contratantes, la que a su
vez resulta: i) de la función económica y social del negocio de que se trate (aspecto
objetivo); la comprobación de estos fines típicos determina la eficacia misma del contrato
(p. ej., que la compraventa facilite el acceso al producto buscado y que represente
340
un intercambio equilibrado de atribuciones patrimoniales); ii) de los móviles particulares
que en su caso guíen la voluntad del contratante hacia el negocio concreto (aspecto
subjetivo), cuya relevancia depende del grado de jerarquía causal que las partes decidan
atribuirle en el contrato (p. ej., que el consumidor adquiera el bien con el propósito de
cubrir determinada necesidad a partir de las características "prometidas" por el proveedor,
quien acepta la finalidad programada por aquél).
1. Deber de información
Es por ello que el deber negocial de información, en cuanto contenido concreto del
principio de buena fe en toda la fase formativa del contrato de consumo, constituye un
presupuesto esencial del consentimiento.
Dos son las funciones básicas que tiende a cumplir el deber de información en la
etapa formativa del contrato de consumo: la protección del consentimiento que presta el
consumidor y la utilización satisfactoria del producto o del servicio(62). Nos concentraremos
aquí en el primer aspecto.
341
Asimismo, la necesidad de la información al consumidor para la formación de un
consentimiento válido, y por ende, de una aceptación efectiva, se reafirma en la
circunstancia de que se trata de consentir cláusulas derogatorias del derecho común de
los contratos(64).
342
suficiente para que el cliente pueda confrontar las distintas ofertas de crédito existentes
en el sistema (art. 1387, CCyCN).
Uno de los aspectos en que se manifiesta la tendencia evolutiva del Derecho del
Consumidor hacia la tutela de la dimensión integral de la persona se vincula con las
condiciones de trato negocial que los proveedores deben dispensar a los consumidores,
cuestión que hasta hace algún tiempo no convocaba la atención del operador, a no ser
que se entorpeciera el consentimiento por la existencia formal de un vicio de la voluntad,
materia propia de los remedios tradicionales de los códigos de fondo.
El art. 8º bis (incorporado por la ley 26.361) vino a cubrir en cierto modo el vacío, al
obligar a los proveedores a "garantizar condiciones de atención y trato digno y equitativo a
los consumidores y usuarios". Lo propio estatuye el CCyCN en su art. 1097, que asimismo
fija como patrones en materia de dignidad de la persona "los criterios generales que
surgen de los tratados de derechos humanos".
343
todo intercambio entre las partes en el marco de la relación de consumo, sea de carácter
personal, telefónico, electrónico o por cualquier otro medio.
(i) Práctica discriminatoria (arts. 8º bis, párr. 1º, LDC, y 1098, CCyCN): aplicar precios,
calidades técnicas o modalidades comerciales diferenciadas basadas en pautas
contrarias a la garantía constitucional de igualdad (caso de la nacionalidad de los
consumidores), esto es, a consumidores extranjeros, salvo que
medie excepción autorizada por el organismo de aplicación en razones de interés general
debidamente fundadas.
(ii) Práctica intimidatoria (art. 8º bis, párr. 2º, LDC): utilizar medios que otorguen
"apariencia de reclamo judicial" a los requerimientos extrajudiciales de deudas
(práctica intimidatoria)(69).
(iii) Práctica restrictiva (art. 1099, CCyCN): llimitar la libertad de contratar del
consumidor a través de técnicas que, entre otras similares, subordinen "la provisión de
productos o servicios a la adquisición simultánea de otros".
344
La disciplina de la publicidad constituye un campo cuya exploración desde el Derecho
es relativamente reciente. La doctrina civilista tradicional no prestó demasiada atención al
problema de la relación entre publicidad comercial y contrato(70), siendo que, en un
principio, la preocupación estuvo dirigida casi exclusivamente a la tarea de erradicar los
supuestos de competencia desleal(71).
En la era del dominio del contrato predispuesto, la publicidad sustituye las tratativas
precontractuales, propias del modelo de contratación paritaria.
El precepto, que implica una virtual derogación del art. 454 del Cód. de Comercio(75)en
lo que concierne a las relaciones de consumo, reafirma el principio de que las
manifestaciones publicitarias son vinculantes para el anunciante que las emite y que
forman parte integrante de la relación contractual de consumo.
345
En caso de coexistir precisiones contradictorias entre los términos publicitados y las
estipulaciones posteriores, o en el mismo anuncio, prevalecen aquellas más favorables al
consumidor (arg. arts. 7º, decr. regl., y 3º, LDC). De igual modo, debe nulificarse cualquier
cláusula contractual por la que se pretenda liberar al anunciante del carácter vinculante de
la publicidad(78).
Con relación a la publicidad engañosa, una de las facetas que exhibe la ilicitud
publicitaria, ha sido definida por el legislador como aquella que "mediante inexactitudes u
ocultamiento pueda inducir a error, engaño o confusión respecto de las características,
propiedades, naturaleza, calidad, condiciones de los bienes o servicios" (art. 9º, ley de
Lealtad Comercial —22.802—), o bien, como la que "contenga indicaciones falsas o de tal
naturaleza que induzcan o puedan inducir a error al consumidor, cuando recaigan sobre
elementos esenciales del producto o servicio" o "efectúe comparaciones de bienes o
servicios cuando sean de naturaleza tal que conduzcan a error al consumidor" (arts.
1101, incs. a] y b], CCyCN).
Es por ello que no debe escaparse que el texto alude a las "precisiones" publicitarias.
De allí que no pueda predicarse que todo aquello que contenga el anuncio obliga al
empresario, sino solamente lo que se exprese sobre la naturaleza o calidad del bien o
servicio, condiciones de contratación, etc.
ii) Los provocados por la falta o el retaceo de la información útil para el consumo de
determinados bienes o servicios (publicidad engañosa por defecto u omisión): el
346
resarcimiento debe cubrir la reparación integral del perjuicio no evitado por la conducta
publicitaria (p.ej., el daño a la persona).
iii) Los derivados de la frustración del contrato (por ejemplo, ante el desbaratamiento
de las expectativas del consumidor al verificar la no correspondencia entre lo anunciado y
la calidad real del producto, o por la reticencia del proveedor a la celebración del negocio
alegando falta de "stock") o de su nulidad misma por los vicios de dolo o error (en los
casos de los apartados anteriores): los perjuicios resarcibles se traducen en el daño
al interés negativo, e inclusive, de la pérdida de chance(84), perjuicios que deben ser
soportados por el empresario, hasta el punto de restituir al damnificado el statu
quo anterior al planteo del negocio malogrado(85).
Claro está que ello no importa prescindir de los demás recaudos que debe contener la
oferta, antes exigidos por el Código Civil (versar sobre un contrato determinado y contar
con todos sus antecedentes constitutivos), o actualmente por el CCyCN (intención de
obligarse y tener "las precisiones necesarias para establecer los efectos que debe
producir de ser aceptada"). La ley prevé que la oferta debe ser completa, lo que supone al
menos la fijación de los elementos esenciales del contrato (p. ej., determinabilidad de la
cosa y del precio); de lo contrario, la manifestación sólo puede ser considerada, a lo
347
sumo, como una "precisión publicitaria", lo que torna de aplicación lo normado en el art.
8º, ya comentado(88).
348
En cuanto a la facultad de revocación de la oferta pública, no basta la simple
manifestación del oferente en ese sentido, sino que es necesario para su eficacia que sea
difundida por medios similares a los empleados para hacerla conocer (art. 7º, párr. 2º).
Por tanto, la decisión de retirar o modificar la oferta debe dirigirse al "mismo público" al
cual fue orientada la propuesta original y emitirse por análogos medios a los utilizados
para difundirla, caso contrario la oferta debe considerarse vigente(94).
2. Revocabilidad de la aceptación
En sintonía con esta necesidad, la LDC receptó dicha facultad a favor del consumidor
en aquellos contratos celebrados sobre la base de ofertas formuladas fuera del
establecimiento comercial del proveedor y a distancia, comprendidos en los arts. 32 y 33.
Una regulación más amplia aún es la que estableció el CCyCN en los arts. 1104 a 1116.
Efectivamente, el art. 34 de la ley 24.240 (reformado por la ley 26.361) y el art. 1110
del CCyCN confieren al consumidor un plazo de diez (10) días corridos(96), a fin de que
ejerza la facultad de revocar su aceptación contractual.
349
condición suspensiva y el comprador que recibe la cosa no sería dueño del bien sino un
mero depositario hasta el transcurso del término(98).
Otra modalidad es conceder al consumidor el término para desistir del contrato una
vez concluido, mediante el ejercicio del derecho de arrepentimiento(99). La naturaleza
jurídica aquí es la de una condición resolutoria: el contrato se perfecciona con la
aceptación, pero si acontece el evento incierto previsto en la convención (el desistimiento
del consumidor), se resuelve retroactivamente, lo que implica que durante el período que
corre desde la aceptación hasta el desistimiento el contrato surte sus efectos propios, y si
se verifica la tradición del bien, el consumidor pasa a ser su propietario.
Este último es el camino seguido por el legislador nacional en la ley 24.240 y luego en
el CCyCN, al regular el instituto como una facultad revocatoria de la aceptación
contractual, cuyos efectos indagaremos enseguida.
i) Debe articularse dentro de los diez días contados desde la recepción del producto o
servicio, o desde la celebración del contrato, si ella fuera posterior (arts. 34, párr. 1º, LDC,
y 1110, párr. 1º y 2º, CCyCN); si el plazo vence en día inhábil, se prorroga hasta el primer
día hábil siguiente (art. 1110, párr. 3º, CCyCN). Ello siempre que el proveedor cumpla con
el deber que le incumbe frente al consumidor de informarlo por escrito, en forma clara y
notoria, de esta facultad de revocación en todo documento que se emita con motivo de la
transacción (arts. 34, párr. 2º y 3º, LDC, y 1111, CCyCN); caso contrario, debe
contabilizarse desde que el consumidor toma conocimiento de la existencia de tal
derecho(100).
ii) Puede ejercerse sin expresión de causa, es decir, no requiere motivación alguna.
En punto a los efectos que supone hacer uso de la facultad legal de revocación, la
regla consiste en volver las cosas al estado anterior a la celebración del negocio, lo que
supone determinadas obligaciones para las partes.
Versando el contrato sobre servicios, éstos no deben haber sido ejecutados, o haberlo
sido sólo parcialmente y en forma divisible —en cuyo caso, el consumidor tiene derecho a
la devolución del precio en la respectiva proporción—. Fuera de ello, el ejercicio del
derecho bajo examen no acarrea responsabilidad alguna al consumidor (art. 34, párr. 1º),
ni gastos de ninguna índole (art. 1115, CCyCN).
350
Al proveedor, por su parte, le incumbe restituir los importes recibidos del consumidor
(art. 1113, CCyCN; art. 34, decr. regl.) y cargar con los gastos de devolución de la cosa, si
los hubiere, en tanto el ejercicio del derecho de revocación "no debe implicar gasto alguno
para el consumidor" (art. 1115, CCyCN).
a) Propuestas de persona a persona (arts. 32, LDC, y 1104, CCyCN): son las ofertas
efectuadas en el domicilio del consumidor, en su lugar de trabajo, en la vía pública, en el
domicilio particular del oferente o en el domicilio de un tercero(101), o las que resultan de
una convocatoria al consumidor al establecimiento del proveedor o a otro sitio, con el
objetivo —no expresado— de formalizar la concertación del contrato, o se trate de un
premio u obsequio; en todos los casos, suponen un contacto directo con el consumidor.
a) Propuestas a distancia (arts. 33, LDC, y 1105, CCyCN): son las que se emplean sin
la presencia física simultánea de las partes contratantes, por medios postales,
electrónicos (comercio electrónico por internet, correo electrónico), telecomunicaciones,
así como servicios de radio, televisión o prensa(102).
Mientras en los primeros casos, las partes interactúan personalmente con relación a la
propuesta, en las otras hipótesis (contratos a distancia) las partes no negocian
personalmente las condiciones de la transacción.
351
Si bien los contratos de consumo concluidos por medios electrónicos (comercio
electrónico con consumidores) carecen de una regulación especial, se inscriben en el
régimen de los contratos a distancia en general, aunque sin dejar de advertir que no toda
operación de comercio electrónico entre una empresa y un usuario queda sujeta a las
reglas especiales, sino únicamente aquellas en las que la oferta del proveedor y la
aceptación del consumidor se formulan a través del medio electrónico (art. 33).
De este modo, la LDC ratifica la regla de la inadmisibilidad del silencio como medio de
manifestación de la voluntad negocial y de atribución de consecuencias jurídicas; esto
significa en la práctica que el consumidor no está obligado a pronunciarse por la negativa
para evitar que dicho cargo se efectivice(106).
352
en que se impone una prestación mediante cargo automático al consumidor que no la
rechaza en forma expresa, esto es, que no se manifiesta por la negativa(107).
Una situación peculiar es la práctica contemplada por el segundo párrafo del art. 35,
también relacionada a la emisión de oferta de prestaciones sobre un sistema de
débito automático, pero con el aditamento del envío al consumidor de alguna cosa sin
mediar requerimiento de su parte. Con sentido protectorio, el dispositivo resuelve que el
receptor no está obligado a conservar el bien ni a restituirlo al remitente, aunque la
devolución pueda efectuarse libre de gastos(108).
Otra práctica comercial utilizada con frecuencia por los proveedores es la de ofrecer o
promocionar productos o servicios a los consumidores con el incentivo de la obtención de
premios, obsequios o el derecho a participar en concursos o sorteos.
353
La segunda cuestión atañe a las promociones de concursos, certámenes o sorteos
para la obtención de premios, en los que la participación esté condicionada a la
contratación con el proveedor. La ineficacia de los controles administrativos ha permitido
que, lejos de erradicarse, este tipo de prácticas comerciales haya proliferado de
manera exponencial, bajo una apariencia de legalidad, que en los hechos, no es más que
un verdadero fraude a la ley.
En efecto, se han detectado numerosos casos en los que los proveedores se valen del
simple artilugio de presentar la promoción bajo la leyenda "sin obligación de compra",
manifestación que, si no es acompañada por acciones efectivas que importen facilitar el
acceso gratuito y sin limitaciones a la participación en el sorteo, termina constituyendo
una mera declamación formal que evidencia la violación de la norma, como lo refleja la
jurisprudencia(112).
Se advierte en los últimos tiempos un viraje del Derecho Privado hacia el formalismo,
mediante la imposición de nuevas solemnidades en diversos campos del negocio jurídico,
tendencia a la que se la denomina "neoformalismo".
354
La necesidad de una forma escrita o instrumental está prevista para los siguientes
supuestos:
ii. Contrato celebrado sobre una propuesta formulada fuera del establecimiento del
proveedor. Se trata de otra formalidad de alcance general, al igual que la explicada
precedentemente: el contrato debe ser realizado por escrito y con las mismas precisiones
del art. 10 (art. 32, párr. 2º). En cuanto al carácter de la formalidad, estimamos que
estamos ante una forma solemne relativa(115), a pesar de que la norma no fija las
consecuencias de su omisión, en la medida que la inobservancia, si bien no priva al acto
de todos sus efectos propios, facultaría al consumidor a negarse a cumplir el contrato
no instrumentado(116), y por ende, a exigir su instrumentación; al mismo tiempo, hace
pasible al infractor de las sanciones aplicables por la autoridad administrativa
contempladas en el art. 47 de la LDC.
Asimismo, cabe reputar idéntica exigencia legal en los siguientes casos: certificado de
garantía y constancia de reparación (arts. 14 y 24) y constancia que debe extenderse en
caso de reparación bajo los términos de la garantía legal (art. 15); presupuesto en el
contrato de prestación de servicios de reparación, mantenimiento, acondicionamiento,
limpieza o similar (art. 21)(117); condiciones de prestación de los servicios públicos
domiciliarios (art. 25); constancia de información de la facultad de revocación de la
aceptación (arts. 34, párr. 2º, LDC, y 1111, CCyCN).
355
Tiende a asegurar un razonable nivel de tutela para el consumidor en el plano de la
contratación predispuesta e importa para el profesional un avance sobre la libertad
contractual de configuración.
A diferencia del régimen del Código Civil, la LDC no admite las excepciones
contenidas en aquél ordenamiento que permiten prescindir de la exigencia (arts. 1021,
1022, 1024, 1025), ni la purga del vicio del acto para el proveedor, por lo que la omisión
del recaudo de entregar un ejemplar al consumidor hace que la irregularidad subsista
respecto del proveedor (arg. arts. 1024 y 1025, CCiv.).
356
deben ser escritas en letra destacada (art. 10); certificado de garantía sobre bienes de
consumo durables: se requiere una "redacción de fácil comprensión en letra legible" (art.
14); facultad de revocación de la aceptación: la información de dicho recaudo al
consumidor "debe ser incluida en forma clara y notoria" (art. 34, párr. 3º) y en caracteres
destacados en todo documento perteneciente a la etapa o al contrato mismo, "ubicada
como disposición inmediatamente anterior a la firma del consumidor o usuario" (art. 1111,
CCyCN).
Este recaudo formal es otro de los que tienden a reducir la asimetría informativa entre
el profesional y el profano. Asegura el acceso del consumidor a la información técnica que
permita la utilización de los productos y servicios en condiciones adecuadas, así como la
prevención de riesgos a su persona y a sus bienes. Importa una excepción a lo dispuesto
por las normas de fondo sobre la libertad de forma y de idioma para los instrumentos
privados.
La LDC exige expresamente idioma español en los casos que siguen: a) manual que
debe entregarse sobre condiciones de uso, instalación y mantenimiento de la cosas y
servicios riesgosos, siendo el proveedor responsable por el contenido de la traducción
(art. 6º); documento extendido en los contratos de provisión de bienes (art. 10); certificado
de garantía sobre bienes de consumo durables (art. 14).
357
el sentido y alcance de las cláusulas convencionales, en caso de duda, de la manera que
mejor consulte los derechos del contratante débil.
Cuando la elaboración del contenido es labor privativa de una de las partes, es natural
que el cocontratante pretenda ver resguardada la confianza depositada en aquél para que
la redacción refleje razonablemente las expectativas creadas. Así pues, es el
predisponente quien debe cargar con el "riesgo de la redacción", es decir, con las
consecuencias que derivan de la imprecisión o vaguedad en la redacción de las cláusulas,
a raíz de su falta de diligencia en la creación del esquema negocial, si éste adolece de
ambigüedad(119).
La regla contra proferentem, corolario del principio de claridad, tiene por virtualidad
fijar el sentido de la declaración negocial de modo adverso a los intereses de
quien, incumpliendo el deber de hablar claro, introduce la ambigüedad u oscuridad.
Dicho de otra manera, las cláusulas ambiguas admiten más de una solución sobre un
tópico. En cambio, las estipulaciones oscuras tienen una formulación que no permite
descubrir su significado.
El CCyCN recepta la categoría de los contratos por adhesión y los somete a una serie
de directivas, entre las que se encuentra la interpretación de las cláusulas ambiguas
predispuestas por una de las partes, "en sentido contrario a la parte predisponente" (art.
987).
358
Las cláusulas negociadas son incorporadas al plexo negocial al momento de la
celebración como resultado de la discusión o negociación paritaria. Así, comúnmente se
ha expresado que las cláusulas negociadas (manuscritas o no) tienen prevalencia sobre
las condiciones preexistentes o preimpresas(123).
Más allá de estas directivas, el jalón más trascendente en la evolución de las directivas
de interpretación contractual es la regla "pro consumidor", aplicable a los contratos
celebrados entre consumidores y empresarios.
El cambio de eje que representa la formulación a favor del adherente (en los negocios
de consumo se traduce como "favor consumidor"), además de expresar con más claridad
el objetivo de la política de protección, tiene la implicación práctica de apartarse del
sentido sancionatorio de la regla contra proferentem, al no mediar necesariamente
reproche al predisponente o connotación subjetiva disvaliosa, sino la búsqueda de
mecanismos que aseguren el mantenimiento del equilibrio(124).
El art. 37, párr. 3º, de la LDC dispone que "la interpretación del contrato se hará en el
sentido más favorable para el consumidor".
359
El texto no requiere la existencia de "duda" para la aplicación del beneficio general
conferido al consumidor, lo que significa que en cualquier hipótesis las cláusulas
contractuales deben ser interpretadas a favor de éste(128).
Sí en cambio lo hace la última parte del precepto que remata con otra regla
complementaria del principio "pro consumidor": "cuando existan dudas sobre los alcances
de su obligación, se estará a la que sea menos gravosa", que trasunta un sentido preciso
tendiente al desgravamiento de la situación obligacional del usuario en caso de vacilación
o incertidumbre sobre el rigor del débito a su cargo. Este dispositivo combina el principio
protectorio con la tradicional regla favor debitoris, históricamente consagrada en el art.
218, inc. 7º), del viejo Cód. de Comercio, y actualizada en el nuevo ordenamiento, de
modo de interpretar las expresiones oscuras "en el sentido menos gravoso para el
obligado", si el contrato es a título gratuito, y "en el sentido que produzca un ajuste
equitativo de los intereses de las partes", en los contratos onerosos.
El control de contenido es la solución que mejor consulta los intereses del consumidor,
tanto con la sanción de ineficacia de los términos gravosos, como a través de la
preservación del contrato que le permite la obtención del bien o servicio que procura(133).
360
Representa la herramienta que suministra el legislador para habilitar la revisión del
contrato predispuesto y de consumo. En un sentido más estricto, es el mecanismo
concreto que provee la normativa consumerista para sancionar con la nulidad las
cláusulas contractuales abusivas insertas en los contratos celebrados por los
consumidores.
2.1. Antecedentes
Atrás el debate que puso en tela de juicio la naturaleza contractual de las condiciones
generales y de los contratos por adhesión, los esfuerzos del operador comenzaron a
concentrarse en la principal desventaja que presenta esta técnica negocial:
la incorporación de cláusulas abusivas(135).
361
avanzar en la concepción de normas protectorias tendientes a proscribir diversas
estipulaciones contractuales.
El último jalón está dado por el nueva codificación civil y comercial, que trata la
cuestión en dos bloques normativos distintos. Por una parte, en los arts. 985 a 989, dentro
de las disposiciones relativas a los contratos celebrados por adhesión, que han sido
concebidas como modalidad especial de la formación del consentimiento dentro del tipo
general de contrato(136); en segundo lugar, en los arts. 1117 a 1122, ubicados en el ámbito
de las normas que rigen el tipo contractual de consumo.
Por estas razones, la determinación de la abusividad tiene que realizarse desde una
aproximación objetiva según los paradigmas modernos, en la que el elemento principal
sea el resultado que provoca la estipulación, vale decir, el desbalance en la relación que
supone toda ventaja excesiva, y no ya la conducta maliciosa o disfuncional del agente que
la introdujo(137). El criterio de evaluación pasa a focalizarse en la derivación que
objetivamente produce en el sinalagma.
Desde el punto de vista conceptual, el Derecho comparado nos suministra una noción
ampliamente aceptada de la cláusula vejatoria, entendida como aquella que importa un
desequilibrio significativo en los derechos y obligaciones recíprocos en detrimento del
consumidor(138).
362
vínculo obligacional, lo que supone un apartamiento o derogación del derecho dispositivo
a través de normas supletorias. El legislador diseña un modelo razonable de conducta,
conforme a lo que harían dos contratantes de buena fe en condiciones de libertad de
decisión, para poder juzgar luego en qué medida los apartamientos que exhibe un
contrato real tienen una justificación económica, o por el contrario, importan una
desnaturalización abusiva(141).
Constituye otro presupuesto propio de la cláusula abusiva que ésta no haya sido
negociada individualmente, esto es, que el consumidor no haya participado o influido
sobre su contenido(146). Significa ello que únicamente son cuestionables las estipulaciones
predispuestas a las que el consumidor se ve precisado a adherir sin reservas. La solución
viene a tener asidero legal en la disposición contenida en el art. 38, in fine, de la LDC, que
atribuye a la autoridad de aplicación la fiscalización tendiente a la remoción de las
cláusulas abusivas en los contratos por adhesión y en formularios estandarizados, cuando
el consumidor no tuviere la posibilidad de discutir su contenido.
363
la formación del contrato, la que carecería de relevancia en términos de convalidación de
los abusos negociales.
Para la calificación de la cláusula como abusiva será indistinta la forma del contrato de
que se trate y de su soporte físico(149). En el caso de estipulaciones transcriptas en
comprobantes, o mediante leyendas y anuncios en carteles, letreros u otros medios de
difusión, la cuestión pertenece a la esfera del control de incorporación clausular, en el que
la falta de aceptación del consumidor opera como una valla para la oponibilidad misma de
tales manifestaciones unilaterales, sin que sea necesario siquiera juzgar su abusividad.
El sistema regulatorio de las cláusulas abusivas puede ser abordado desde distintas
técnicas legislativas. Por un lado, se propicia el criterio de la norma abierta, basado en la
definición de estándares generales de calificación que permitan albergar la mayor
cantidad posible de estipulaciones contractuales. Frente a ello, encontramos el método
casuístico, que propone la nominación de determinados tipos clausulares particularizados.
Ninguno de los dos sistemas extremos está exento de flaquezas. El amplio margen de
apreciación que confiere al intérprete un sistema exclusivamente abierto podría aparejar
la consecuencia de distintos criterios judiciales sobre una misma cláusula. A su turno, la
múltiple fisonomía que puede asumir la estipulación vejatoria revela las "lagunas" del
método casuístico "puro", lo que relativiza sus bondades.
Por esta razón, no es descartable la coexistencia del "catálogo" de cláusulas con una
norma general o abierta, basada en principios generales, capaz de operar como una
contención subsidiaria que permita captar residualmente toda ilicitud de las condiciones
contractuales(150).
364
Es así que el Derecho comparado muestra en la actualidad un predominio de los
sistemas mixtos, si bien con matices diversos:
— Directiva CEE 93/13 (art. 3º-3): establece un anexo que contiene "una
lista indicativa y no exhaustiva de cláusulas que pueden ser declaradas abusivas" (art. 3º-
3).
— Código del Consumo de Italia (arts. 33 y ss.): dispone, además de una cláusula
general, de una extensa enumeración casuística de condiciones que se presumen
vejatorias, salvo prueba en contrario, y de otras tres ineficaces de pleno derecho.
— Código del Consumo de Francia (art. L132-1): fija un anexo con una
nómina indicativa y no exhaustiva de cláusulas susceptibles de reputarse abusivas si
satisfacen los recaudos del criterio general.
— CDC de Brasil (art. 51): trae dieciséis incisos con estipulaciones particulares, entre
las que figura una cláusula general de buena fe, equidad y equilibrio, para luego definir los
casos en los que se presume la existencia de "ventaja exagerada" del proveedor.
La cuestión es tratada en el art. 37(151). El precepto contiene tres (3) incisos, en los que
constan: i) dos dispositivos genéricos, que configuran un sistema eminentemente abierto,
de amplia discrecionalidad jurisdiccional ("las cláusulas que desnaturalicen las
obligaciones" —inc. a], 1ª parte—; "las cláusulas que importen renuncia o restricción a los
derechos del consumidor o amplíen los derechos de la otra parte" —inc. b]—); ii) dos
cláusulas cerradas ("las cláusulas ... que limiten la responsabilidad por daños" —inc. a), 2ª
parte—; "las cláusulas que contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la
carga de la prueba en perjuicio del consumidor" —inc. c)—.
365
con las normas constitucionales y legales y con los principios generales (control de
legitimidad y equidad)(152).
Finalmente, el inc. c) del art. 988 califica también como cláusulas abusivas "las que por
su contenido, redacción o presentación, no sean razonablemente previsibles". Se trata de
otro estándar genérico de abusividad, aunque de difusa configuración. Entendemos que
es preciso armonizar este apartado con la noción general de cláusula abusiva del art.
1119, puesto que lo relevante para la procedencia de la sanción es que la estipulación
contractual "razonablemente no previsible" (imprevisibilidad que en sí misma no es
equivalente a abuso) cause un desequilibrio significativo en el sinalagma.
366
Si aceptamos por válido que la cláusula abusiva desnaturaliza las obligaciones y
perjudica la reciprocidad del esquema negocial en que se implanta, basta con su
remoción para restablecer el equilibrio afectado, siendo necesario preservar la eficacia del
contrato con el contenido restante legítimo para no privar al consumidor del negocio que
se propone celebrar. Tal es la solución que adoptan las legislaciones especializadas en la
materia.
El mentado art. 37 de la LDC dispone que "sin perjuicio de la validez del contrato", las
cláusulas enunciadas "se tendrán por no convenidas". De igual manera, los arts. 989
(para los contratos por adhesión en general) y 1122 (para los contratos de consumo) del
CCyCN, establecen como efecto primordial, que "las cláusulas abusivas se tienen por no
convenidas".
Todo parece indicar que la sanción prevista por el legislador no es otra que la nulidad
de la estipulación abusiva. Se trata de una invalidez parcial, que afecta sólo a la condición
opresiva, pero no perjudica la subsistencia del contrato, en la medida que las restantes
disposiciones del acto sean separables (art. 1039, CCiv.) y no perturben elementos
esenciales del negocio(154).
Para determinar el carácter de la nulidad que afecta a las cláusulas vejatorias, hay que
tomar en consideración el interés general resguardado por la sanción de invalidez que
estatuye la LDC, que no es otro que la tutela de los consumidores. Toda estipulación
abusiva contraría el orden público económico de protección, por tanto, la nulidad es
absoluta(157). Consecuentemente, la cláusula es inconfirmable.
367
La remoción de la cláusula impugnada conlleva la necesidad de integrar el contenido
del contrato cuando fuera preciso complementar la regulación insuficiente. Ello es
coherente con el principio de preservación del contrato. El CCyCN impone al juez que
declara la nulidad parcial del contrato su simultánea integración, si es que no puede
subsistir sin comprometer su finalidad (arts. 989 y 1122, inc. c]).
Para llevar a cabo la labor integradora, deben considerarse las normas imperativas y
supletorias de las que se apartara el predisponente en la cláusula derogada, conforme la
naturaleza del acto y los intereses perseguidos por las partes (arg. art. 389, in fine).
La labor integradora del intérprete es clave para sanear y hasta reconvertir el negocio
afectado por la nulidad de alguna cláusula, de modo de aventar la posibilidad de que el
acto caiga en su totalidad. Domina así una hermenéutica de preservación, propia del
principio de conservación del contrato, en sintonía con el recaudo de que la ineficacia de
la estipulación lo es "sin perjuicio de la validez del contrato". Bajo esta óptica,
la integración también procede ante la impugnación de las cláusulas esenciales o
principales del negocio, y no necesariamente secundarias o accesorias.
368
generales instrumentadas por el empresario no se "inmunizan" por la falta de observación
del órgano competente.
Intentaremos formular una suerte de casuística, que, sin ninguna pretensión de agotar
los tipos de cláusulas leoninas conocidas, nos permita presentar algunas de las más
representativas o características, conforme lo revela la experiencia negocial, y en
consonancia con los antecedentes normativos en el Derecho comparado, las decisiones
jurisprudenciales y las recomendaciones de la doctrina.
iii) Modificación unilateral del contrato. Además de predisponer los términos negociales
según sus propios intereses, el proveedor se vale de esta cláusula para readaptar a su
arbitrio el contenido del contrato de acuerdo con las circunstancias sobrevinientes durante
la ejecución. Esta condición es abusiva cuando la alteración del contenido obligacional
constituye una decisión arbitraria del empresario, sin base en necesidades objetivas en
369
función de la dinámica de las circunstancias sobrevinientes(169), o cuando, a pesar de ser
eventos previsibles, el proveedor no cumple en informar adecuadamente al usuario al
tiempo de contratar(170). Se ha aceptado, no obstante, la morigeración de la calificación de
la cláusula en los contratos de larga duración, en función de la previsibilidad de los
cambios que puedan producirse en el transcurso de la ejecución y siempre que no se
alteren condiciones esenciales de la contratación.
370
viii) Aplicación de penalidades inequitativas. El predisponente se vale de las
condiciones generales para establecer cláusulas penales y sanciones, en general, para
todo tipo de incumplimiento del adherente. Más allá de lo excesivas que ciertas
penalidades pueden resultar en sí mismas cuando son aplicadas como consecuencia
de incumplimientos mínimos del usuario, la cláusula se torna desequilibrante en la medida
que no se contemplan penalidades análogas para los casos de incumplimiento del
proveedor (p. ej., recargos por mora, pactos comisorios abusivos)(180). Asimismo, es
vulneratoria del principio de equidad y reciprocidad de trato (arts. 8º bis y 26). Un caso
particular es el de la aplicación de caducidades al consumidor, mediante las que se lo
priva del goce de los plazos acordados convencionalmente. Esto sucede, por ejemplo con
la cláusula claims made en los contratos de seguro de responsabilidad civil profesional,
que condicionan la cobertura del asegurado a que el reclamo del tercero damnificado por
el siniestro se efectúe durante la vigencia de la póliza, de lo que resulta una inaceptable
limitación de responsabilidad(181), y colocan al asegurado en una incuestionable situación
de desprotección(182).
371
que la compensación se encuentre autorizada por normas legales especiales(186). La
jurisprudencia tiene sentado que en ningún supuesto puede alterarse el régimen de las
obligaciones pactadas para cada uno de los negocios jurídicos, las que deben ser
consideradas independientes(187), y en tanto los efectos de uno y otro contrato se agotan
en los estrechos límites de cada relación, no obstando a esta conclusión la circunstancia
de que en ambos contratos las partes hayan sido las mismas, por cuanto cada uno de
ellos obedece a regímenes propios distintos(188).
xii) Interpretación del contrato a cargo del proveedor. Otra estipulación que provoca un
desequilibrio significativo en los derechos y obligaciones recíprocos del contrato de
consumo es la que confiere al proveedor el derecho exclusivo de interpretar las cláusulas
del contrato(189). Sabido es que la función interpretativa se encuentra reservada al juez,
quien, en caso de desacuerdo o duda por ambigüedad en los términos pactados,
debe indagar sobre el genuino sentido y alcance de la manifestación de voluntad.
Reservar para el predisponente una facultad propia del poder jurisdiccional es una
práctica avasalladora, que llega a afectar el derecho de la defensa en juicio(190).
El vínculo negocial que liga al profesional con el consumidor presenta un doble rango
obligacional: la obligación principal o característica, consistente en dar una cosa o prestar
un servicio (arts. 1º y 2º), y la obligación de complementaria de seguridad, como garantía
de mantener indemne al usuario de cualquier lesión sobre bienes distintos de los que
constituyan el objeto del contrato (arts. 5º y 6º).
372
Por su parte, el incumplimiento de la obligación de seguridad es siempre absoluto y
genera ineludiblemente la obligación de resarcir los daños.
"a) Exigir el cumplimiento forzado de la obligación, siempre que ello fuera posible;
Todo ello sin perjuicio de las acciones de daños y perjuicios que correspondan".
373
La norma admite, finalmente, la acumulación de cualquiera de las acciones citadas
con la de daños y perjuicios. La acción indemnizatoria que emerge de la norma pertenece
al campo de la responsabilidad negocial, dependiendo siempre de la clase
de incumplimiento del deudor: si es absoluto, la reparación se identifica con el daño
compensatorio y comprende el valor de la prestación debida y, en su caso, de los
mayores daños en relación causal con el incumplimiento; si es relativo, el consumidor
podrá reclamar el daño moratorio (en caso de cumplimiento tardío), o el que resulta de la
ejecución defectuosa; en cualquiera de los casos anteriores, es dable adicionar el daño
moral efectivamente sufrido por el usuario; finalmente, en caso de resolución del contrato,
en principio, el perjuicio resarcible será el daño al interés negativo(196).
374
Metodológicamente, es dable diferenciar tres situaciones que trataremos por
separado. La primera se focaliza en la regulación de la garantía legal sobre provisión de
bienes durables (arts. 11 a 17). La segunda atañe al régimen de la garantía por vicios
redhibitorios en los contratos de consumo (art. 18). Y la tercera está vinculada con la
garantía legal en caso de deficiencias en los servicios prestados al consumidor (arts. 23 y
24).
La ley obliga al proveedor a brindar una garantía legal para la reparación de los
defectos o vicios de cualquier índole que impidan el correcto funcionamiento de la cosa y
que a su vez asegure el suministro de repuestos y la prestación del servicio técnico de
posventa (arts. 11 y ss., según ley 26.361). Esto supone la implementación de una
garantía obligatoria independiente de las garantías convencionales de buen
funcionamiento que el proveedor ofrece al consumidor, las que, en todo caso, sólo
podrían ampliar la protección que dispensa la ley al consumidor, mas no cercenarla.
ii) La garantía abarca los vicios de cualquier índole, "aunque hayan sido ostensibles o
manifiestos al tiempo del contrato, cuando afecten la identidad entre lo ofrecido y lo
entregado, o su correcto funcionamiento" (art. 11, párr. 1º). Como se ve, no se formula
distinción alguna entre defectos ocultos y defectos visibles, por lo que el régimen excede
el marco de la garantía ordinaria por vicios redhibitorios. Asimismo se advierte que la
garantía instituida no sólo viene a asegurar el buen funcionamiento de la cosa, sino
también la conformidad del bien entregado respecto de las cualidades prometidas por el
proveedor, aunque no sea defectuoso.
iii) El plazo de vigencia de la garantía legal es seis (6) meses —salvo que se trate de
cosas usadas, que gozan de un término de tres (3) meses—, a menos que exista acuerdo
por un lapso mayor, y contado a partir de la entrega (art. 11, párr. 2º). Se entiende que es
un término de caducidad, de modo que los defectos o la disconformidad deben aparecer
dentro de los seis meses, y debe articularse con el término de prescripción de tres años
de las acciones emergentes de la ley(200). El término se considera prolongado durante todo
el tiempo en que el consumidor se vea privado del uso de la cosa sometida a garantía
(art. 16), contado desde que el consumidor entrega la cosa al sujeto responsable y hasta
su efectiva devolución (art. 16, decr. regl.). En el caso de sustitución de la cosa adquirida
375
por resultar insatisfactoria la reparación efectuada, el plazo de la garantía legal se compu-
ta desde la fecha de la entrega de la nueva cosa (art. 17, inc. a]).
vi) Debe entregarse al usuario un certificado de garantía, esto es, un instrumento por
el cual se hace conocer al consumidor de la cosa objeto de comercialización, el derecho a
solicitar su reparación gratuita al sujeto legalmente responsable, y que debe serle
entregado al tiempo de la tradición del bien(201). El certificado debe extenderse redactado
en idioma nacional (español), de manera legible y comprensible, con una serie de
especificaciones mínimas sobre diversos extremos: del proveedor —identificación del
vendedor, fabricante, importador o distribuidor—; de la cosa —individualización, detalles
técnicos, condiciones de uso, instalación y mantenimiento—; y de la garantía misma —
condiciones de validez, plazo de extensión, condiciones de reparación, lugar de
ejecución— (art. 14).
vii) El traslado del bien a la fábrica o taller habilitado, así como los gastos de flete,
seguros y cualquier otro que deba realizarse para la ejecución de la garantía, quedan a
cargo de los sujetos responsables de prestar la garantía (art. 11, párr. 2º). En caso de no
efectivizarse el traslado dentro de las 48 horas de la notificación efectuada por el
consumidor, éste puede realizarlo por su cuenta a costa del responsable (art. 11, decr.
regl.).
376
contemplada en la propia ley reglamentada que contraría el principio de jerarquía
normativa y altera la sustancia del derecho acordado al consumidor por el art. 17(205).
Así como hemos dicho que la garantía legal por defectos en los bienes durables
supera el ámbito de actuación de la que corresponde específicamente a los vicios ocultos,
nada de ello empece a la subsistencia de la garantía de saneamiento por vicios
redhibitorios (no ya dirigida a la reparación del bien), prevista por el ordenamiento
sustantivo para las transmisiones a título oneroso (arts. 2164 y ss., CCiv., y 473, CCom.).
La primera de ellas (art. 18, inc. a]), consiste en la aplicación de pleno derecho de la
presunción de conocimiento de los defectos por parte del proveedor, con el consiguiente
derecho del usuario al resarcimiento de los daños y perjuicios, en caso de optar por la
rescisión del contrato. El legislador parte de la premisa de que el defecto no puede ser
ajeno a la esfera de control del proveedor, dada su profesionalidad (art. 2º, párr. 1º,
LDC)(207). Esta misma razón nos lleva a pensar que la presunción normativa no admite
prueba en contrario.
La otra novedad del régimen tuitivo (art. 18, inc. b]) es la inoponibilidad al consumidor
del conocimiento especial de la prestación, lo que tiene por efecto impedir la liberación de
responsabilidad del proveedor aunque el adquirente conociera o debiera conocer el
defecto en razón de su profesión u oficio. Es una situación simétricamente inversa a la
anterior: el adquirente es aquí un consumidor, y como tal, se encuentra en condiciones
de inferioridad técnica, informativa y económica frente al empresario, lo que torna
irrelevante el conocimiento adicional con el que pudiera contar en el caso concreto.
377
Por una parte, no vemos razón para limitar la acción por vicios
redhibitorios exclusivamente a los adquirentes a título oneroso, en tanto el texto actual del
art. 1º de la LDC comprende los actos gratuitos.
378
CAPÍTULO IX - EL SERVICIO PÚBLICO EN EL MARCO DEL DERECHO DEL
CONSUMIDOR. POR INÉS A. D'ARGENIO
379
normas integrativas del denominado "derecho del consumidor". Y desdibuja su razón de
ser porque se trata de una noción que nació en el ámbito del derecho administrativo
tradicional con la finalidad de tutelar al más débil, ante la presencia de una relación
jurídica entre particulares cuya regulación en el ámbito de la autonomía de la voluntad
debía ser sustituida por un procedimiento de derecho público(5), y se transformó en un
ámbito reservado a la administración pública que operó en contra de aquella tutela. En
efecto: la sala III de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo
Federal, ante la pretensión de que se pronuncie la justicia respecto de las severas
deficiencias constatadas en la prestación del servicio público de transporte urbano
ferroviario de pasajeros por parte de la concesionaria Trenes de Buenos Aires, desestimó
la misma considerando que "el ámbito decisorio en que se enmarca el ejercicio de la
función administrativa exhibe elementos sujetos a la discrecionalidad técnica del obrar de
la autoridad pública, entre los cuales se encuentran precisamente, los atinentes al control,
la determinación y la valoración de las condiciones y del modo de cumplimiento de sus
obligaciones por parte del concesionario y prestador del servicio de transporte ferroviario
urbano de pasajeros"(6)Un razonamiento que corresponde estrictamente al derecho
administrativo autoritario en cuyo ámbito, insistimos, perdió entidad la figura del usuario,
único destinatario de la tutela que originariamente justificó su razón de ser.
De tal modo, y a partir de esta norma fundamental, el servicio público adquiere una
dimensión ajustada a su verdadera problemática en cuanto noción creada para atender la
situación del más débil en el marco de una relación de subordinación estructural, a partir
de la vorágine que la modernidad impuso en la vida cotidiana(7). Nacido en el seno de una
concepción del Estado poderoso, estructurado y dirigido burocráticamente que se
esfuerza constantemente por ampliar sus poderes —al que refiere Marshall Berman(8)— el
servicio público adquirió pronto una connotación especial como noción propia del derecho
administrativo autoritario elaborado sobre tales bases(9). Y como tal, en cuanto noción
propia del derecho administrativo autoritario, requiere hoy un enfoque diferente a la luz del
nuevo proceso social que se gesta a partir de la modernidad, como una nueva visión de
ésta en términos de posmodernidad, signada por los movimientos masivos de personas y
pueblos que desafían a sus dirigentes y se esfuerzan por conseguir cierto control sobre
sus vidas(10).
380
2. Insuficiencia de la noción tradicional de servicio público para una tutela integral.
Los usuarios considerados como "hombres en su calidad de tales"
El derecho del consumo le brinda un marco adecuado a ese efecto, con su impronta
de una disciplina más reciente estructurada sobre bases distintas de neto
contenido internacional o global(11). Lo hemos advertido tiempo atrás, al analizar un fallo
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el que valoramos positivamente la
protección jurídica brindada a una situación de subordinación estructural que no encajaba
en la noción tradicional de servicio público, especialmente por que no mediaba respecto
de la actividad una declaración expresa de su calidad de servicio público por parte del
Estado, conocida en España con el nombre de publicatio. La Corte dijo que, en el caso,
había una "indeterminación normativa" por ausencia de normas específicas regulatorias
de los contratos de medicina prepaga, circunstancia ésta que no le impidió proveer una
solución "apartándose del encuadramiento de la vinculación de las partes en el marco
formal de los negocios comerciales"(12). En esto radica la trascendencia del caso vinculada
con el origen de la noción de servicio público: en que éste nace para la protección jurídica
del más débil y sobre tal base de justificación, la relación jurídica que genera es
desplazada del ámbito de autonomía de la voluntad propia del derecho común, hacia el
marco de un derecho público tutelar que permite un control intensivo de la actividad y el
juzgamiento por otras pautas de la relación jurídica comprometida. Pero en el estricto
ámbito del servicio público, imbuido de los mismos objetivos, tal desplazamiento no
hubiera sido posible ceñido, como ha quedado, para su configuración, a la presencia de
elementos rígidos vinculados a la concepción del derecho administrativo autoritario que en
el caso no estaban presentes. La Corte, magistralmente, aplicó el principio original de
protección jurídica del más débil sin necesidad de acudir al servicio público. De haberlo
hecho, no hubiese podido brindar tutela especial porque no estaban presentes los
requisitos exigidos para su configuración en la concepción iusadministrativa que rige
su existencia. En cambio, elaboró un marco jurídico aplicable al caso con la finalidad
precisa de excluirlo de la autonomía de la voluntad propia del derecho común, a partir
del art. 3º de la Declaración Universal de Derechos Humanos, 4º y 5º de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y 42 y 75, inc. 22 de la CN(13).
381
las personas en condiciones de dignidad, alcanza a los hombres en su calidad de
tales(14). Si la sala III de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso
Administrativo Federal hubiese escuchado al Defensor del Pueblo de la Nación y a la
Unión de Usuarios y Consumidores, en las causas resueltas en diciembre de 2009 a que
nos hemos referido, tal y como lo hace el Juez de Defensa del Consumidor en este caso
en el ámbito de la ley 24.240 y en el más amplio aún de la tutela de derechos humanos,
tal vez hubieran podido los usuarios del ferrocarril Sarmiento víctimas del choque frontal
de un tren el 22 de febrero de 2012, ser tratados oportunamente en su desarrollo integral
en condiciones de dignidad como hombres en su calidad de tales, antes que como
destinatarios objetivos de las consecuencias de un contrato administrativo de cuya
celebración no tomaron parte.
La clara decisión de excluir el caso del ámbito del derecho común adoptada por la
Corte en "Etcheverry, R. v. Omint SA", conduce a considerar la naturaleza de la relación
de consumo, protegida sobre las mismas bases, inmersa en los principios del derecho
público(15). Fuera de esta conclusión, no podríamos sostener la premisa de la identidad
esencial de situaciones, para consumidores y usuarios, que dimana del art. 42 de
la CN, aunque siempre con la aclaración expresa sobre la base de los argumentos que
venimos desarrollando, de que los principios de derecho público a que nos referimos no
son, en absoluto, los que configuran la noción tradicional del régimen administrativo.
La conclusión así obtenida, principalmente sobre la base del art. 42 de la CN, zozobra
ahora en razón del enfoque dado a la materia en el nuevo proyecto de reformas al Código
Civil y al Código de Comercio, en el que expresamente se incorpora a los "consumidores"
en este ámbito normativo sin mención alguna a los usuarios de servicios públicos, salvo
una referencia menor —que podríamos tildar de equívoca— en ps. 162 y 164, al definir el
contrato de consumo y al referirse a la obligación del trato digno a "consumidores y
usuarios". Es obvio que los autores del proyecto han excluido de toda consideración entre
sus normas al servicio público que, naturalmente, tiene adquirida su identidad de instituto
de derecho público específicamente propia del derecho administrativo. Así, aunque al
abordar los "aspectos valorativos" de la reforma encarada, los autores hablan de una
comunidad de principios entre la Constitución, el derecho público y el derecho privado,
anticipando que se trata de un Código basado en un paradigma no discriminatorio, solo se
menciona al "consumidor" entre las nuevas subjetividades que se propone legislar en su
ámbito (la mujer, el niño, las comunidades originarias, etc.); y refiriéndose al vínculo del
Código con otros microsistemas normativos autosuficientes, considera inevitable una
reforma parcial a la ley de defensa de los consumidores y afirma
como necesario incorporar a los contratos de consumo a su articulado (especialmente, p.
141), luego de admitir que es ése un "aspecto más discutido". Los autores del proyecto no
abordan en profundidad las razones de esta "discusión" por lo que es lógico concluir que,
en contra de lo que se postula en este trabajo, sobreentienden que no se trata de una
materia ajena al derecho común. El anteproyecto incorpora a los "contratos de consumo"
como título tercero del Libro tercero, luego del título segundo que habla "de los contratos
en general" y los define en el art. 1093, luego de haber definido la relación de consumo en
382
el artículo precedente. El objetivo tutelar de la Ley de Defensa del Consumidor es
prioritariamente la relación de consumo que se genera sobre la base de cualquier contrato
de derecho privado afín con la institución y, por eso, se trata de una ley reglamentaria de
derechos fundamentales emanada en los términos del art. 28 de la Constitución (acorde
con la naturaleza de ley de policía que le atribuye Pérez Hualde en el marco de una
regulación de derecho público. No es necesario dar entidad al contrato que le sirve de
base porque puede ser cualquier contrato afín al instituto. Al igual que en el servicio
público, lo que interesa es la relación jurídica que se genera al excluir determinados
vínculos del ámbito de la autonomía de la voluntad: se trata de una nueva relación jurídica
regulada por el derecho público que solo tiene vinculación con el derecho privado en la
medida de su referencia a los contratos en general que le sirven de base.
383
como "la relación jurídica en virtud de la cual el acreedor tiene el derecho de exigir al
deudor una prestación destinada a satisfacer un interés lícito" limitada en el marco del art.
725 a que se remite, a "la prestación que constituye el objeto de la obligación" (ps. 120
a 123) ¿Cuál era la prestación que constituía el objeto de la obligación en el contrato de
medicina prepaga celebrado por Etcheverry con Omint SA?
384
consumidor como a las normas especiales sobre contratos financieros, bancarios,
medicina prepaga, publicidad, etc., considerando que se hace muy difícil e inconveniente
una sola regulación y postulando en consecuencia la inclusión en el Código Civil de una
serie de principios generales de protección del consumidor que actúan como una
"protección mínima" (p. 160). Absolutamente inconducente la propuesta que, al efecto de
una protección mínima ya existente, somete a la legislación tutelar autónoma al riesgo de
una consideración de sus aportes bajo los principios de la autonomía de la voluntad que le
es, por completo, ajena y absolutamente incompatible.
385
comprendidas en el Programa Médico Obligatorio. La decisión judicial en este caso
remitió a doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en virtud de la cual
se expresa que si bien la actividad que asumen las empresas de medicina prepaga
presenta rasgos mercantiles (arts. 7º y 8º, inc. 5º del Código de Comercio), en tanto ellas
tienden a proteger las garantías a la vida, salud, seguridad e integridad de las personas,
adquieren también un compromiso social con sus usuarios que obsta a que
puedan invocar las cláusulas de un contrato para apartarse de las obligaciones impuestas
por la ley (Fallos 325:676; 324:677; 324:4747)(18). La sala II de la Cámara de Apelaciones
en lo Contencioso Administrativo y Tributario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
señaló, con relación a los contratos de medicina prepaga, que sin perjuicio de los fines
comerciales de la actividad, el objetivo del contrato se vincula con el derecho a la salud,
un bien jurídico que exige una tutela especial y justifica la adopción de medidas
específicas para su resguardo, por lo que la actividad de estas empresas debe
diferenciarse de otras actividades comerciales(19).
4. El derecho del consumo ofrece un nuevo enfoque para una mejor gestión
administrativa: la aplicación de las normas por los organismos de defensa del
consumidor
386
5. La aplicación de los marcos regulatorios de servicios públicos en el ámbito
general del derecho del consumo, en cuanto consagren un ámbito de protección
más intenso para el usuario (su errónea consideración como cliente comercial por
la Corte Suprema de Justicia de la Nación)
387
relaciones jurídicas reguladas por el legislador, sean o no servicio público, cuando la
necesidad de protección especial se imponga. En este esquema, la legislación de defensa
del consumidor generaliza el concepto y se consagra como marco genérico esencial que
abarca todas las situaciones de subordinación estructural sin necesidad de
declaración expresa, en cada caso, de que el Estado asume la prestación de un servicio
determinado para concederla en un marco de regulación estrecha. A partir de
esta interpretación advertiremos que, muchas veces, la legislación genérica brinda
soluciones más ajustadas a derecho que la que dimana de una regulación precisa con
determinación expresa de las actividades que son servicio público, en la que se
superponen la ley que consagra el servicio, el contrato de concesión que se celebra para
su prestación, las facultades exorbitantes que se reserva el Poder Ejecutivo como poder
concedente en aras a la preservación del interés general acerca de cuya realización
conserva el monopolio, y la actividad desplegada por los entes reguladores, creados a
imagen y semejanza de las agencias de gestión norteamericanas pero establecidos como
entes autárquicos dependientes del mismo Poder Ejecutivo.
1. La ideología del interés general sobre cuya base la sociedad se desarrolla solo
alrededor del Estado
388
El servicio público nace específicamente como un instituto para la protección de los
más débiles en el marco de los profundos cambios sociales generados por la modernidad.
No solo por su origen sino también por su desarrollo posterior, la doctrina del servicio
público es una construcción francesa(27). La concepción clásica francesa es amplia y alude
a él como toda actividad de la administración tendiente a satisfacer de una forma positiva
un interés o necesidad pública, cualquiera que sea (defensa, ferrocarriles, sanidad, etc).
El régimen de los servicios públicos se identificó así con el derecho administrativo,
fluctuando en cuanto sustento definitorio de la disciplina con la puissance
publique identificada con las prerrogativas que exorbitan al derecho común. Es Léon
Duguit (1859-1928), profesor en Bordeaux— en "Las transformaciones de derecho
público" —quien a principios del siglo XX sistematiza una definición de derecho
administrativo a partir de la noción de servicio público. En su concepción, el Estado no
puede ejercer una puissance subjetiva y, terminando el siglo XIX, un imperativo
sociológico lo obliga a organizar y hacer funcionar toda una serie de servicios y a
empeñarse en que ellos no sean interrumpidos durante un solo instante. Esta obligación
general que la conciencia moderna impone a los gobernantes(28)está en flagrante
contradicción con la noción de soberanía; a partir de esta concepción, el Estado no es
más una fuerza soberana que comanda sino un grupo de individuos con una fuerza que
deben emplear en crear y gestionar los servicios públicos(29). Duguit —dice Bigot— cultiva
ideas iconoclastas que le valen la imputación de "revolucionario o anarquista". Es un
radical-socialista de convicción que no ama el derecho por lo que es sino por lo que
debería ser y su concepción surge de manera concomitante con la instalación de la IIIe.
Republique en cuyo seno cobra debate apasionado la cuestión de la titularidad de la
soberanía, en el que los publicistas se enrolan en la defensa de la soberanía nacional (30).
En la misma época en que Rousseau elabora la doctrina de la voluntad general, aparece
otro concepto que ocupará un lugar central en el pensamiento revolucionario de fin del
siglo XVIII y que influirá decididamente en el seno de la IIIe. Republique: es el concepto
de Nación, un ser moral superior a los individuos que la componen, personificada con una
voluntad propia, la voluntad nacional que sustituye a la voluntad general(31). Sin perjuicio
de que tanto Duguit como Hauriou, rebaten a principios del siglo XX la idea hegeliana del
Estado como entidad abstracta(32), ellos adhieren, con los republicanos, a la posición que
desecha al pueblo como titular de la soberanía, preocupados por la omnipotencia
parlamentaria que pueda resultar de ello. La IIIe. Republique se proclama heredera de la
Revolución y, sin perjuicio de que los revolucionarios habían pensado de
manera indiferente la soberanía popular y la soberanía nacional como una misma cosa, la
doctrina publicista de principios del siglo XX se propone oponer ambas nociones. La
soberanía popular implicará, para ellos, el despotismo convencional, mientras que la
soberanía nacional garantizará el equilibrio para la instauración de un nuevo régimen
representativo en el que el Parlamento verá disminuido su poder en cuanto no será más
depositario de la soberanía ni de la voluntad general(33). El pueblo no es más soberano,
dice Hauriou, allí donde la Nación debe serlo. De tal modo, apunta muy bien Bigot,
Rousseau constituye una "bestia negra" para un buen número de publicistas y es
descartado del debate sobre la reinterpretación de la Revolución francesa. Según
Hauriou, Rousseau ha confundido la voluntad general con la voluntad legislativa, un error
que ha viciado su sistema y, a partir de él, todo nuestro derecho público. Del
reconocimiento del Estado soberano por la mayoría de los publicistas resulta la relatividad
del rol del Parlamento y de los ciudadanos en la vida pública y un fortalecimiento del
Ejecutivo en cuanto, encarnando el Estado soberano a la Nación, sus necesidades lo
legitiman a intervenir para organizar, administrar y proteger los intereses colectivos (34)La
noción de servicio público deviene la noción fundamental del derecho público moderno y
sobre su base, Duguit clarifica el objeto del derecho administrativo y justifica la extensión
389
del campo de competencia del juez administrativo; el servicio público es erigido como
criterio general de competencia a favor del juez administrativo(35). A principios del siglo XX,
los criterios de distribución de competencias entre la autoridad administrativa y
la autoridad judicial, permanecen afectados de una extraordinaria ambigüedad(36); el
servicio público a los efectos de la competencia, cobija una crisis larvada por falta de
definición rigurosa y la jurisprudencia posterior a la guerra 1914-1918, confirma que "el
gusano está en la fruta"(37).
3. La resignación al empirismo
Dicen Vedel y Delvolvé que luego de haber battu son plein, entre 1950 y 1960, la
cuestión se ha transformado en una suerte de resignación al empirismo, y destacan que,
en realidad, el criterio del servicio público no tuvo jamás el carácter absoluto que la
doctrina ha querido darle(39). Sobre todo, como criterio rector para dirimir los conflictos de
competencia entre el juez administrativo y el juez judicial, en virtud del sistema de doble
jurisdicción que rige en Francia. A partir de la Constitución de 1958 se tiende a una
definición de la administración a partir de bases constitucionales haciendo hincapié en el
régimen de la puissance publique.
390
tutelar(40)y en tal sentido, nos parece interesante advertir la presencia de otros sistemas
jurídicos que, prescindiendo de la noción de servicio público del régimen francés,
brindaron igualmente protección a situaciones de subordinación estructural sin
la injerencia autoritaria y limitativa —sobre todo limitativa— que supone la exigencia de
declaración estatal de que la actividad ha quedado excluida del ámbito de la autonomía
de la voluntad (publicatio).
391
gravemente las fuerzas sociales(44). O sea, un derecho público local que se instala sin
necesidad de los postulados del régimen exorbitante.
En ese esquema de desenvolvimiento del derecho y su gestión por agencias reguladoras quedó definitivamente excluido el concepto de
una jurisdicción contencioso administrativa impugnatoria de actos de autoridad. Por el contrario, en el marco de la ley antimonopolio
sancionada en 1890 —Sherman Act— es el gobierno quien demanda a las empresas para lograr pronunciamientos judiciales respecto a su
desenvolvimiento(47), en un proceso propio de interrelación de situaciones muy ajeno al que se genera mediante el ejercicio de un poder
administrador discrecional que decide lo que es derecho con carácter previo y ejecutorio(48). Los procesos alternativos de solución de
conflictos previstos en el art. 42 de la CN y desarrollados en la legislación propia del derecho del consumo —excluidas por cierto todas y cada
una de las técnicas de policía preventiva o represiva también previstas en la ley—, se asemejan a este sistema en cuanto se arriba a
soluciones en litigios planteados entre particulares que no ameritan ni admiten pronunciamientos administrativos de autoridad(49). De hecho,
las leyes de protección al consumidor nacen en Estados Unidos de Norteamérica en la década de 1960 dentro del proceso de regulación
económica definido por la instalación de agencias independientes, cuyo funcionamiento es ponderado —en un enfoque absolutamente
desconocido en nuestro ámbito— mediante un test de costo-efectividad de las regulaciones con el objeto de demostrar que la normativa
implementada eligió la solución menos costosa(50).
Por eso rescatamos como variante acertada para una eficaz gestión administrativa del
derecho, los procedimientos alternativos previstos en el derecho del consumo,
especialmente, cuando aparece la autoridad de aplicación actuando en función
administrativa complementaria de la sociedad civil en el marco de un nuevo proceso
administrativo absolutamente desconocido en el esquema tradicional de la justicia
revisora. En el caso "Dirección General de Defensa del Consumidor v. Banca Nazionale
del Lavoro", el órgano administrativo demandó en justicia la aplicación de la ley en lugar
de emanar actos de autoridad en su propio ámbito de competencia, y el juez condenó al
banco emisor de tarjetas de crédito a reintegrar a los "usuarios" —textual— las sumas de
dinero cobradas bajo un rubro no contemplado en los respectivos contratos(51). Dijo
392
entonces en su sentencia, que el art. 53 de la Ley de Defensa del Consumidor contempla
diversos legitimados activos para promover acciones judiciales, con el claro objetivo
de intentar equilibrar la situación de desbalance del consumidor o usuario en la relación
de consumo, considerando expresamente que la norma auspicia la intervención de la
sociedad civil con un relevante papel, pero también tiene como objetivo a una autoridad
de aplicación activa que la complementa(52).
393
IV. EL SERVICIO PÚBLICO EN NUESTRO PAÍS: "LE VERT ES DANS LE FRUIT"
394
sustentado en el art. 28 de la CN—sin proclama de titularidad estatal
ni publicatio alguna— al decir que el contrato celebrado entre el expedidor de un
telegrama y una administración telegráfica, será considerado como una locación de
servicios regido por los principios establecidos en las leyes generales para la
reglamentación de ese contrato, salvo las disposiciones especiales contenidas en la
presente ley que son muchas, añadimos, en protección del usuario. El parecido con la
regulación legal específica actual de las relaciones de consumo en general,
es indiscutible. También consagra una Administración General de Telégrafos similar a la
Dirección de Ferrocarriles y tarifas uniformes para los despachos telegráficos (art. 121).
395
La IV Conferencia Nacional de Abogados celebrada en 1936, al expedirse sobre el
régimen jurídico de la concesión de servicios públicos, revela ya la adopción plena de la
escuela francesa trasmitida principalmente a través de Gaston Jèze: caracteriza a la
concesión de servicios públicos como un acto jurídico de derecho público por el cual el
concedente delega un poder jurídico sobre una manifestación de la actividad
administrativa(61); considera que se trata de la realización de un servicio público
propiamente dicho y no de una simple empresa privada de las que autoriza y vigila la
administración para el supuesto de los servicios públicos impropios; afirma que implica
una delegación que no alcanza a la renuncia de las facultades del delegante, por lo
que, aunque no se hubiese estipulado, la administración tiene la facultad de rescate, o
sea, de revocar la concesión por motivos de interés público y pasar a prestar directamente
el servicio. Simultáneamente, la jurisprudencia nacional comenzó a sustentar sus fallos en
la doctrina del servicio público, afirmando que el Estado califica las actividades de la
administración que han de ser consideradas tales(62); que puede recuperar el servicio
concedido(63); y que si bien las concesiones importan una delegación de poder público, el
servicio público no se enajena(64). Hoy se acude aún a la invocación de prerrogativas
propias que por naturaleza corresponden a la autoridad estatal(65), así como al "esquema
general del poder de policía del Estado" para ejercer el control del servicio público en el
marco de la relación concedente-concesionario(66), y sin embargo, la aplicación del
sistema administrativo autoritario ha perdido su rumbo estatuido en beneficio del más
débil en la relación concesionario-usuario, para transformarse en una parafernalia
normativa que termina beneficiando habitualmente y en este esquema, a la empresa
privada prestadora del servicio.
396
atinente a la creación del Sistema Nacional de Aeropuertos, sino también el pertinente
organismo regulador al que asigna facultades y competencias especiales ("Nieva,
Alejandro y otros v. PEN").
3. Desvío de la finalidad tutelar: el contrato de concesión del servicio como eje del
sistema
Nuestro país acudió al instituto francés del servicio público como un procedimiento de
derecho público adecuado para permitir la regulación de las relaciones entre particulares,
quitándolas del ámbito del derecho común habilitado constitucionalmente como exclusivo
para esa regulación según el principio rector de autonomía de la voluntad (art. 67, inc. 11,
hoy 75, inc. 12) Como procedimiento de derecho público exorbitante del derecho privado,
adoptó todas las características del sistema administrativo autoritario, principalmente el
monopolio de la determinación y gestión del interés general y una técnica única definida
por la declaración legal de su existencia, el contrato de concesión, la regulación de
determinados aspectos por el Poder Ejecutivo con invocación principal de sus facultades
implícitas y la presencia actual de entes reguladores concebidos como entes autárquicos
dependientes del Poder Ejecutivo(70). La Cámara Nacional en lo Contencioso
Administrativo Federal, por su sala II, afirmó que la condición jurídica de los entes
reguladores es la propia de las entidades autárquicas, en cuanto se trata de
descentralizaciones jurídicas del Estado que participan de su naturaleza
pública, perteneciendo en realidad a su organización administrativa pese a su
personalidad diferenciada y, por ende, sometidos al poder de tutela del Poder
Ejecutivo (en causa "Ente Nacional Regulador de la Electricidad v. Edenor SA"
25/2/2010). Constituye ésta una descripción precisa de la desnaturalización que venimos
refiriendo y que se produce cuando se traslada una institución propia del sistema
concurrencial, con la pretensión de insertarla en un régimen administrativo que responde
a otros postulados, sin previa revisión de éstos.
397
Como en su país de origen (le vert est dans le fruit), el servicio público se transformó
en nuestro país en una técnica inadecuada para comprender la cantidad de relaciones de
subordinación estructural que se presentan espontáneamente en la realidad y que deben
protegerse de manera especial; y esa deficiencia, es la que ha provocado la aparición
e incorporación a nuestro sistema jurídico del denominado derecho del consumo, otro
ámbito de regulación de relaciones entre particulares también ajeno al derecho común
(art. 75, inc. 12, CN) que protege relaciones de subordinación estructural previsto tanto en
el estatuto general que configura la ley nacional 24.240 y sus modificatorias —Ley de
Defensa del Consumidor—, como en infinidad de legislaciones especiales. Destacamos
solo a título de ejemplo, la ley 24.455 de obras sociales y entidades del sistema nacional
de seguro de salud, el programa nacional de garantía de la atención médica (decretos
1424/1997; 455/2000); el programa médico obligatorio, ley 24.754(71); el sistema de
prestaciones básicas a favor de personas con discapacidad, ley 24.901(72); el sistema
nacional de seguro de salud, ley 23.661(73), entre muchas otras.
El servicio público, tal y como nos ha venido implantado del régimen administrativo
francés, requiere el ejercicio previo de la publicatio impuesta en tales términos por el
derecho español, o sea, la sanción de una ley que, expresamente, establezca un régimen
específico para excluir del derecho privado las relaciones jurídicas entre particulares, en el
marco de la exorbitancia que le confiere la determinación monopólica del interés general.
Sólo mediante el ejercicio previo de esa potestad estatal, las situaciones quedan
comprendidas en un régimen de protección especial, con lo cual, la ausencia de tal
pronunciamiento en infinidad de situaciones jurídicas tanto o más dignas de protección
que las previstas, las deja fuera del marco del derecho tutelar que el procedimiento de
derecho público supone. Además, la técnica del servicio público se
vincula exclusivamente con la existencia de un contrato celebrado entre el Estado
concedente del servicio y el particular que habrá de prestarlo, en el que se establecen las
condiciones de la prestación (calidad, inversiones, tarifas, etc.); el contrato se celebra en
el marco de un régimen exorbitante en el que el Poder Ejecutivo, como exponente
del interés general, se reserva las potestades de fijación de tarifas, modificación de tarifas,
revisión del contrato y rescate.
398
comporta una magnífica solución adecuada al art. 42 de la CN, la decisión del Juzgado de
Defensa del Consumidor de La Plata a la que nos hemos referido más arriba (I.2, segundo
párrafo), en cuanto al resolver, lo hace considerando a los usuarios como "hombres en su
calidad de tales", concordando con Gordillo en la suficiencia de la invocación del principio
universal de no discriminación.
399
c) Los usuarios tienen derecho a que exista audiencia pública previa a la emisión de
una norma general de trascendencia como lo es, en el caso, la reestructuración tarifaria
del servicio básico telefónico.
400
2. Los derechos del usuario: trato digno, información, tarifas justas y razonables
El derecho a la información fue defendido por Ricardo Moner Sans en una causa en la
que, mediante amparo, requirió que la Dirección Nacional de Aeronavegabilidad habilitara
el acceso de los usuarios y asociaciones que los nuclean a las conclusiones de dicho
organismo sobre el estado de los aviones de las distintas empresas y a su documentación
fundante. La Cámara Nacional en lo Contencioso Administrativo Federal, por su sala V,
confirmó la sentencia de primera instancia que hizo lugar al amparo, quedando firme tal
proceder cuando la Corte Suprema de Justicia de la Nación rechazó el
recurso extraordinario interpuesto por el Estado Nacional (fallo del 26/9/2006 en "Moner
Sans, Ricardo v. Fuerza Aérea"). Lo destacable es además que, en el marco del
sistema autoritario cuya superación reclamamos en éste y otros trabajos, el Estado
Nacional se había agraviado ante la Corte aduciendo, entre otras razones, que la Cámara
había impuesto al órgano ejecutivo actos de administración que le son propios
y exclusivos, desconociendo de tal modo su papel de autoridad de aplicación y contralor
de la actividad aeronáutica; y el dictamen del procurador fiscal acudió también a la
dogmática del sistema administrativo para concluir —sin perjuicio de negar legitimación al
actor sobre las mismas bases— que a través de la acción de amparo se pretendía el
acceso a determinada información que, en principio, la autoridad administrativa no estaba
obligada a entregar(79).
La información tiene por objetivo la transparencia — dijo la C. Nac. Cont. Adm. Fed.
por su sala IV(80)— para decidir con conocimiento acabado las cualidades y atributos de
los servicios puestos a disposición del usuario, para preservar su integridad personal y
patrimonial. Por eso, si un usuario del servicio telefónico realizó diversos reclamos por la
facturación excesiva de pulsos sin que existan constancias de las respuestas dadas por la
prestadora, no se ha cumplido adecuadamente el deber de información previsto en el art.
42 de la CN, cuyas normas son obligatorias y vinculantes(81). El deber de información de
las prestatarias del servicio también les ha sido impuesto para facilitar el control del Ente
regulador sobre ellas en orden a la protección del usuario(82).
401
En lo que se refiere al derecho de los usuarios a cuestionar judicialmente las tarifas
fijadas por la autoridad administrativa e intervenir en el procedimiento sustanciado a tal
fin, la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en este nuevo periodo
que estamos analizando, comenzó siendo adversa. En causa "Prodelco v. Poder Ejecutivo
Nacional" se pretendía la declaración de inconstitucionalidad del art. 2º del decreto
92/1997 por el cual se aprobaron modificaciones a la estructura general de tarifas del
servicio básico telefónico. El juez federal de primera instancia de la Provincia de Mendoza
hizo lugar a la acción de amparo deducida y declaró la inconstitucionalidad pretendida;
apelaron entonces Telefónica de Argentina y la Secretaría de Comunicación, y la Cámara
confirmó la sentencia. El caso llegó a la Corte de la Nación por recursos extraordinarios
de ambas en los que se adujo que la reestructuración tarifaria tiene raíz contractual(84),
que la sentencia desconoce la reserva del Poder Ejecutivo en cuanto a la fijación de
tarifas —utilizada ahora a favor de la empresa concesionaria—, que además, constituye el
ejercicio de una actividad discrecional. La Corte, en fallo del 7/5/1998 decidió que las
facultades privativas de los órganos de gobierno quedan excluidas de revisión judicial;
que es facultad del Poder Ejecutivo fijar tarifas conforme a la ley 19.798; que las tarifas en
el caso estaban reguladas en el pliego del contrato de privatización del servicio; que un
decreto posterior del Poder Ejecutivo confirió autorización para reestructurar las tarifas; y
que en el ordenamiento vigente no existe obligación de someter previamente a
consideración de los administrados los actos administrativos y que la facultad de fijar
tarifas es propia de la zona de reserva de la administración; y que la decisión adoptada en
el decreto 92/1997 aparece regularmente inscripta en el ejercicio de funciones privativas
de uno de los poderes del Estado.
El Poder Ejecutivo insiste en mantenerse del mismo lado que las empresas
adjudicatarias de los servicios en los litigios suscitados por aumentos de tarifas, en este
caso, del servicio de transporte y distribución del gas(86). La Corte Suprema de Justicia
desestimó el recurso extraordinario deducido contra una sentencia que dispuso con
carácter cautelar la no aplicación del reajuste de las tarifas de gas dispuesto por el Poder
Ejecutivo Nacional, desechando la invocación de procedencia del recurso por alegación
por parte de éste de gravedad institucional, conforme se da cuenta en los votos de
algunos de los ministros(87).
402
concesión de servicios con la otra parte del contrato; es decir, con resabios de una
doctrina aplicable para resolver conflictos en los que era el concesionario —y no el
usuario— quien cuestionaba la tarifa. Aquí la Corte le hace saber al usuario que el Estado
ostenta una potestad frente al concesionario propia de la titularidad estatal del servicio
público que no se pierde por la concesión. Un dislate.
Y luego vienen las decisiones que, sin ostentar estas doctrinas y siendo amplias en
punto a la legitimación y vías procesales escogidas, resumen la decisión de la cuestión de
fondo a una apreciación de insuficiencia probatoria, decidiendo por ejemplo, que para que
se declare la nulidad de las resoluciones del Ente regulador del servicio de gas que
aprueban las tarifas de los servicios de distribución del mismo, la asociación actora debe
probar los supuestos vicios que afectan la validez de dichas resoluciones, acreditando
que las tarifas no son justas ni razonables y que resultan violatorias del principio de
proporcionalidad que rige en materia de servicios públicos(88). Una argumentación dentro
de similares pautas ha conducido a la Corte Suprema de Justicia de la Nación a rechazar
una acción de amparo considerando que no media en la fijación de tarifas de un servicio
público, arbitrariedad o ilegalidad manifiesta por lo que la determinación de la
eventual invalidez del acto requiere mayor amplitud de debate y prueba (en "Provincia de
Entre Ríos y otro v. Secretaría de Energía", del 1/7/2000). La complejidad de la cuestión
tarifaria de los servicios públicos —dijo el Tribunal(89)— procedimiento a seguir y variables
a considerar para la fijación del precio, descartan la posibilidad de dilucidar en el marco
del amparo si la modificación plasmada en la resolución cuestionada constituye una
lesión inaceptable para la provincia amparista y los usuarios; todo, con el aditamento del
cliché acerca de que el control de legalidad administrativa y de constitucionalidad que
compete a los jueces no los faculta para sustituir a la administración de las políticas o en
la apreciación de criterios de oportunidad.
403
VI. LA AUSENCIA DE EVALUACIÓN DE RESULTADOS DE LA GESTIÓN
ADMINISTRATIVA: LOS DATOS DE LA REALIDAD. NECESIDAD DE IMPLEMENTAR
UN NUEVO SISTEMA DE GESTIÓN ADMINISTRATIVA
404
El estado de los trenes, vías y estaciones de los ferrocarriles Mitre y Sarmiento "atenta
contra la seguridad de los usuarios del servicio" dice un informe de la Auditoría General
de la Nación difundido en la última semana de marzo de 2008(91). El relevamiento
realizado durante 2007 alertó que el 80% de las formaciones presentan roturas en
puertas, asientos y ventanas; nueve de cada diez estaciones tienen deficiencias en el
alumbrado e instalaciones sanitarias; y en esas condiciones, el Sarmiento transporta
diariamente 300.000 pasajeros entre Once y Moreno. El deficiente estado de la estructura
de las vías, siempre según dicho informe, denota una ineficaz técnica de mantenimiento
por parte del concesionario; y el sistema de señalización es obsoleto. El ramal Retiro-
Tigre también adolece de falta de mantenimiento, baja calidad de los materiales para
reparar averías y materiales inadecuados para situaciones de emergencia: los vagones no
son ignífugos, los coches tienen deficiencia en su estabilidad, el desgaste de las pestañas
de las llantas hace que el tren se bambolee ocasionando un golpe de la vía contra la
rueda que afloja los rieles, etc.(92). En menos de diez días, añade el mismo artículo,
se incendiaron dos formaciones de la ex línea Mitre y fallaron los sistemas de evacuación.
El diario La Nación da cuenta de demoras, exceso de pasajeros, inconvenientes
imprevistos, suspensiones de frecuencia o retrasos inexplicables, señalando que son
apenas algunas de las penurias que afectan a cientos de miles de usuarios del servicio de
ferrocarril del conurbano y la ciudad(93). En "el Roca", como le dicen los pasajeros al tren
que enlaza Plaza Constitución con 69 ciudades del sur del conurbano, unas 450.000
personas por día toman alguno de los 47 trenes en alguno de los 7 ramales para llegar a
Capital; y cada pasajero que viaja le cuesta a las arcas públicas $ 4,18 en concepto de
subsidios: en agosto de 2008 se invirtieron $ 44.147.653 en un tren que funciona cada vez
peor(94). También los usuarios de colectivos, especialmente del sur del conurbano y los
usuarios del servicio de subterráneos, padecen demoras y otras deficiencias que se
muestran a diario(95). En noviembre de 2008, el Secretario de Transporte anunció la
compra de 279 vagones para el subterráneo porteño en una operación con un consorcio
estatal chino; el valor de cada coche en la operación supera entre 100% y 169% el valor
de los vagones que el mismo consorcio chino ofertó hace cuatro años(96).
405
También se conoció un crítico informe de la Auditoría General de la Nación sobre la
prórroga en peajes, según el cual el Poder Ejecutivo Nacional extendió los contratos de
los seis corredores viales hasta marzo de 2009 —la noticia es del 15/10/2008(101)— y
según el relevamiento de la Auditoría ninguna de las empresas estaba en condiciones de
renovar los convenios por severos incumplimientos. Teniendo en cuenta las denuncias y
las multas que el Órgano de Control de las Concesiones Viales les aplicó a los
prestadores, no existe ninguna razón para que se vean beneficiados con la explotación
del servicio durante 120 días más, dijo el Defensor del Pueblo de la Nación, Eduardo
Mondino. La Auditoría General señaló que las irregularidades detectadas en la prestación
del servicio provocan un escenario de alto riesgo para el usuario vial.
Está claro que los funcionarios independientes a cargo de los tres organismos de
control —Auditoría General de la Nación, Defensor del Pueblo de la Nación y Fiscalía
Nacional de Investigaciones Administrativas— deben pagar un alto precio por la calidad e
imparcialidad de sus denuncias que han llegado hasta el pedido de juicio político para la
destitución. El 19/2/2009 La Nacióninforma que se reunieron Despouy, Mondino y Garrido
para alcanzar una estrategia común(102). Garrido denunció a seis miembros de la Auditoría
de haber falsificado un documento público para impedirle investigar(103)y terminó
renunciando de manera extensamente fundada(104); mientras que el titular de la Auditoría,
Leandro Despouy, a quien se intentó recortarle funciones por haber difundido un informe
que señalaba sobreprecios en Santa Cruz y Chubut, resistió el "plan de copamiento"(105).
El gobierno busca controlar a quien lo controla(106)porque simultáneamente asigna 41.500
millones de pesos sin control por efecto de los denominados "superpoderes". Según
un informe de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Pública, durante
2008, el Poder Ejecutivo amplió el presupuesto nacional en un 26%, equivalente a la
suma indicada, por arriba de lo aprobado por el Congreso, distribuyéndola
discrecionalmente sin consentimiento legislativo(107).
Los postulados de la ley 23.661 sobre sistema nacional de seguro de salud y de otras
legislaciones vinculadas, están muy lejos de realizarse en la práctica(108); y sin embargo, el
Ministerio de Salud en el orden nacional fue una de las reparticiones más perjudicadas en
la redistribución de los ingresos extra que recibió el gobierno entre 2004 y 2007: apenas le
tocó el 1,45% de los recursos adicionales que en cada año se incorporan al
presupuesto(109)
En los últimos años, los entes reguladores en Argentina han perdido transparencia y
se ha intensificado la confusión entre gobierno, entes y empresas, dice La Nación del
23/6/2007 ("Poca información en entes reguladores"). En los últimos años ninguno de
ellos utilizó los reglamentos de audiencia pública y de elaboración participativa de normas;
la dependencia del gobierno fomenta los silencios y los funcionarios están fuertemente
custodiados; su declamada autarquía ha sido pervertida por continuas intervenciones
decretadas desde el Poder Ejecutivo; no controlan ni regulan, ni multan; funcionan bajo la
órbita del Ministerio de Planificación Federal y tienen un presupuesto de 1.800 millones de
pesos, el doble de lo que se destina al Congreso y lo mismo que se destinó al Poder
406
Judicial en 2008. Así surge de un informe de la Sindicatura General de la Nación, fechado
en enero de 2008(110), en el que se da cuenta de que la Comisión Nacional Reguladora del
Transporte —automotor y ferroviario— con un presupuesto para el año 2008 de 30
millones de pesos, no cumplió con su labor de controlar a los concesionarios (por ejemplo,
no aplicó ninguna sanción al servicio de trenes metropolitanos); que la Comisión Nacional
de Comunicaciones no posee una base de datos confiables de las sanciones que aplica a
las telefónicas, no obstante que recibe anualmente cuatro millones de pesos para
equipamiento informático y contó en 2008 con un presupuesto de 437 millones de pesos,
suma equivalente al costo de construcción de 7.000 casas del plan federal de viviendas;
que el Órgano de Control de Concesiones Viales (OCCOVI) permitió la renegociación de
los contratos de las rutas nacionales a las mismas concesionarias que habían incumplido
sus obligaciones, nunca aplicó una multa y archiva las actuaciones en las que se evalúan
faltas antes de que los técnicos determinen si corresponde una sanción(111); que
Aeropuertos Argentinos 2000 tiene un ente regulador exclusivo para él —Orsna— que
gasta por año 17 millones de pesos; y que el Ente Nacional Regulador de la Electricidad
no tiene parámetros establecidos que permitan evaluar la efectividad de las sanciones
que aplica a Edesur, Edenor y Edelap(112).
¿Qué dice la titular del Poder Ejecutivo Nacional cuando dice, en la cumbre del G-20
celebrada en Londres el 2 de abril de 2009, que hay que dotar al Estado de amplios
407
poderes para intervenir en la economía, en las empresas y en el sistema financiero (116)?
No nos interesa aquí el alcance de tal pronunciamiento desde el punto de vista de la
política económica, naturalmente. El papel del derecho administrativo es mucho más
modesto y se reduce a analizar cómo ejercerá el Estado esos amplios poderes
de intervención, en caso de que en definitiva se concreten. Precisamente, la postura de la
Argentina en esa reunión internacional, se ubicó del lado de Estados Unidos de
Norteamérica y de Gran Bretaña, quienes lideran en conjunto, una opinión diferente a la
de la Unión Europea representada principalmente por Francia y Alemania(117). Del
complejo contexto que supera el objetivo de análisis en el marco de nuestra disciplina,
nos permitimos destacar un aspecto sumamente trascendente para la cuestión de la
gestión administrativa y sus posibilidades de desarrollo por distintos sistemas. "EE.UU.
anuncia una ambiciosa reforma de la regulación del sistema financiero", dice La Nación en
su Sección Económica del viernes 27/3/2009 explicando cómo será la nueva regulación
propuesta y enviada al Congreso, donde generó dudas entre varios legisladores
preocupados porque el gobierno busca concentrar demasiado poder. Sin embargo, el
sistema regulatorio previsto es impensado en Argentina, en primer lugar porque "el plan
repartirá el poder entre el Departamento del Tesoro, la Reserva Federal, la Corporación
Federal de Seguros de Depósitos y la Comisión de Bolsas y Valores, una autoridad
amplia" para hacer frente a la crisis, dice Timothy Geithner, Secretario del Departamento
del Tesoro que presentó el plan; y luego, porque según la explicación del mismo
funcionario, el plan "incluye la creación de una agencia independiente para monitorear a
las instituciones más importantes o a las cadenas de pagos cuya falla podría tener un
efecto desestabilizador sobre la economía. Por último, se exigirá a las firmas de capital de
riesgo de cierta magnitud su inscripción en la Comisión de Bolsas y Valores"(118).
¿Qué dice la titular del Poder Ejecutivo Nacional cuando dice, en la cumbre del G-20
celebrada en Londres el 2/4/2009, que hay que dotar al Estado de amplios poderes
para intervenir en la economía, en las empresas y en el sistema financiero? La titular del
Poder Ejecutivo Nacional defendió una mayor intervención del Estado señalando que la
receta para salir de la crisis global, en cuyo marco Argentina adhiere a EE.UU. e
Inglaterra, ya se aplica en Argentina desde antes del derrumbe de Wall Street, y consiste
en dotar al Estado de amplios poderes para intervenir en la economía, en las empresas y
en el sistema financiero(119). Surge de esta afirmación, sin duda alguna, que la respuesta a
nuestro interrogante no alude a un sistema de regulación económica al estilo de las
agencias norteamericanas, sino al sistema regulatorio vigente que, siguiendo los
postulados del derecho administrativo autoritario, confiere al Poder Ejecutivo la
emanación de decisiones discrecionales para una mejor y más efectiva satisfacción del
bienestar general que el príncipe(120)tiene a su cargo para la felicidad de su pueblo. Es la
idea de la escuela francesa del servicio público y de Fortshoff, en cuanto consideran a la
administración como la función discrecional del Estado, esencial para el cumplimiento de
sus fines, absolutamente desconocida en los dos países a cuya postura se suma
Argentina en la actualidad. Lo grave no está dado, naturalmente, para estos dos países
que con seguridad seguirán su rumbo sin verificar las circunstancias que se operen en el
seno de la nación aliada. Lo grave son las consecuencias para nosotros de la ejecución
de este pensamiento cuyas consecuencias negativas se explicitan desde ahora. En
efecto: la información periodística citada da cuenta de que la titular del Poder Ejecutivo
Nacional, en consonancia con su apreciación de que la receta para salir de la crisis global
ya se aplica en Argentina desde antes del derrumbe de Wall Street, acudió al ejemplo de
la estatización de los fondos previsionales existentes en las cuentas de
capitalización individual del sistema previsional vigente hasta noviembre de 2008, en la
convicción de su obligación de custodiar cómo se administran fondos que son públicos
408
(sic). Esto no es intervencionismo, dijo la titular del Poder Ejecutivo Nacional, es lo mismo
que están haciendo las grandes potencias con bancos y grandes compañías.
La importancia de este tema, así y tan bien desarrollado en la referida obra, se vincula
a una equivocada idea de "progresismo", al menos en cuanto los partidarios que
se autoengloban en ella, desoyen los postulados básicos de Karl Marx de quien, supongo
por algunas afirmaciones, no pretenden diferenciarse. En primer lugar, porque Marx no
habla de "progreso" —una idea estrechamente ligada al Estado moderno de neto
contenido burgués— sino de "desarrollo"(122), en estrecha vinculación con una asociación
en que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos(123); y luego,
porque el objetivo final así perseguido supone necesariamente el desplazamiento
definitivo del Estado moderno fuerte en cuyo seno se gestó, precisamente, el derecho
administrativo autoritario(124).
Y las consecuencias de no distinguir entre uno y otro sistema regulatorio son nefastas,
al menos en nuestro país, en cuanto advertimos que el manejo discrecional desde el
poder central de los fondos públicos no se traduce en una adecuada satisfacción del
bienestar general. La estatización de los fondos previsionales que la titular del Poder
Ejecutivo Nacional expone como un proceso regulatorio que puede servir de ejemplo a
Wall Street, tuvo como correlato un destino absolutamente discrecional y descontrolado
de los recursos públicos incorporados a las arcas del Estado, dispuesto desde el poder
central. Un informe oficial presentado en febrero de 2009 da cuenta de que los fondos
aportados por la nacionalización de las AFJP se destinaron a cubrir el déficit
presupuestario, producido, entre otras causas, por la continuidad de los subsidios a
empresas prestatarias de servicios públicos, cuyos importes no disminuyeron a pesar
del aumento en las tarifas del transporte y la energía(125). En un informe presentado por el
409
diputado Claudio Lozano(126)se estima en 68.110 millones de pesos el total de recursos
repartidos, a febrero de 2009, desde la nacionalización: hubo 3.100 millones para la
compra de autos cero kilómetro(127); 650 millones para la compra de taxis; 3.500 millones
en créditos para electrodomésticos; 3.000 millones en créditos a las PYMES; 1.700
millones en crédito para el agro; y 1.250 millones para las empresas industriales. Además,
y con recursos provenientes de los mismos fondos, se licitaron 10.900 millones para la
construcción de viviendas; 4.074 millones para el soterramiento del Sarmiento; 2.500
millones para la construcción de centrales térmicas y 890 millones en un crédito para que
AySA construya dos plantas potabilizadoras. ¿Quién controlará los resultados de esa
gestión? No lo sabemos. ¿Sobre la base de qué ponderaciones se destinan fondos a uno
u otro uso público? No lo sabemos; solo sabemos que lo deciden algunos tecnócratas que
asesoran al príncipe en el marco inconsulto de sus despachos cerrados, y que a la hora
de evaluar los resultados estarán en otro destino funcional, desentendidos de esos
resultados que no les interesa conocer. Por las dudas. Lo cierto es que el Presupuesto
2009 tiene previsto realizar obras con plata de la Anses por 13.153 millones y también,
que se espera que el superávit del ente previsional, que rondará los 18.000 millones, se
transfiera al Tesoro para cumplir con los vencimientos de la deuda pública(128). El Defensor
del Pueblo de la Nación debió acudir a la justicia para saber cómo se calculó el aumento
de las jubilaciones, luego de que el organismo administrativo se negara a
entregarle información al respecto(129). El pedido de Mondino —señala la información
periodística— está en línea con los reclamos de la oposición que la semana pasada
juzgó insuficiente el aumento de 11,69% fijado desde el Poder Ejecutivo, desoyendo las
pautas de un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
410
Esta afirmación nos vincula con una última reflexión para el cierre de este trabajo:
Cuando desde el derecho administrativo —concebido fuera de los cauces tradicionales—
reclamamos una aplicación directa del derecho del consumo, en cuanto ámbito jurídico
más amplio estructurado sobre otras bases no autoritarias, la cuestión no se limita,
ciertamente, a los supuestos en que los sujetos protegidos son titulares de una situación
jurídica, como es el caso del servicio público ínsito en la relación de consumo que
pretendemos asimilar. Hay miles de millones de personas que no consumen ni, por lo
tanto, se insertan en una relación de consumo protegida desde este ámbito del derecho.
Nuestro objetivo es lograr que la regulación desde la sociedad que postulamos, se ocupe
especialmente de ellos aunque quienes participen en tal regulación no integren el sistema
de exclusión social al que ellos están sometidos; o precisamente, participen ocupándose
de ellos, porque no lo integran. Si todo queda limitado a la relación de consumo las
consecuencias sociales serán muy limitadas, imperceptibles en el intento de mejorar las
condiciones de vida de la sociedad. Aquí, el derecho administrativo en su nuevo enfoque
propuesto, adquirirá otra vez su trascendencia.
Sin embargo, no solo se ignoraron desde los orígenes estos datos elementales que
definen la implementación de nuevos sistemas de gestión —principalmente en cuanto se
411
los ubicó como entes autárquicos en el mismo sistema de administración
centralizada(132)— sino que, además, se incumplió sistemáticamente por parte del Poder
Ejecutivo su cometido de instituirlos en el marco de los requisitos mínimos fijados por la
ley para su configuración como autoridades independientes. El 14/8/2009, la entonces
señora jueza de Primera Instancia Clara María Do Pico dictó sentencia en una causa
promovida por la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia y por Consumidores Libres
Cooperativa Limitada de Provisión de Servicios de Acción Comunitaria, en la que se
demandaba al Poder Ejecutivo Nacional con el objeto de obligarlo a cumplir con el
procedimiento establecido en el ordenamiento jurídico vigente para la designación de los
cinco miembros del Directorio del Ente Nacional Regulador del Gas (ENARGAS). De la
sentencia surge que la demandada habla del "impulso dado al trámite administrativo por el
cual se promueve la debida integración del ente" y de su preocupación "en procurar la
mayor transparencia, eficacia y eficiencia en la selección de los miembros directivos del
ENARGAS". Sin embargo, y como señala la sentencia al comenzar el considerando IX, de
lo actuado en la causa surge en forma patente que desde por lo menos el 31 de marzo de
2000, ningún miembro del Directorio del ENARGAS fue designado de conformidad con el
ordenamiento jurídico. Dice la señora jueza que algunos vocales permanecieron
"transitoriamente" en sus cargos tanto tiempo como hubiera correspondido a una
designación por concurso, de seguirse el procedimiento establecido por el art. 54 de la ley
24.076 que establece que los miembros del Directorio sean seleccionados entre
"personas con antecedentes técnicos y profesionales en la materia" cuya designación, así
como su remoción, debían serlo con comunicación previa de los fundamentos de tal
decisión a una Comisión del Congreso de la Nación a que se refiere el art. 55 de la misma
ley; y define entonces como jurídicamente reprochable la omisión estatal teniendo en
cuenta que el lapso transcurrido sin que haya cumplido con su deber jurídico excede de lo
que puede estimarse razonable, ordenando la designación de acuerdo a ley. Destaca la
sentencia que además, en la reglamentación de la ley, el Poder Ejecutivo fue claro al
imponer para designar a los integrantes del Directorio, "un proceso de selección" para
"garantizar que la elección final se realice entre profesionales con conocimientos y
antecedentes suficientes" (art. 54decreto 1738/1992); y que, al disponer la intervención
del ente en el año 2007, el propio Poder Ejecutivo reconoció "la necesidad de contar con
técnicos, expertos y especialistas... en condiciones de encontrar las soluciones más
aceptables o plausibles a determinadas situaciones complejas". Esta es la esencia de
la jurisdicción administrativa primaria a la que remite la Corte Suprema de Justicia de la
Nación en "Ángel Estrada y Cía." y que justifica por tal condición, la posibilidad de
solución de conflictos entre concesionarios y usuarios en el marco de un procedimiento
administrativo. La constitución del Ente es fundamental a los efectos del ejercicio de la
función que se le encomienda y el incumplimiento del Poder Ejecutivo como autoridad de
aplicación de la ley, indica la clara decisión —"abastardada" en la expresión de Moreira
Neto— de no contar con órganos de control independientes de su estructura jerárquica
burocrática.
412
reguladoras y aún del sistema italiano al que hemos referido, que se inspira en la
reconstrucción de la dinámica de la actividad jurídica pública(133).
413
en general, mencionando a "el afectado, el defensor del pueblo y las asociaciones que
propendan a esos fines", complementa los postulados esenciales contenidos en el art. 42,
que enuncia claramente los derechos de consumidores y usuarios de bienes y
servicios en la relación de consumo con razón de ser en una trascendencia colectiva, tal y
como sucede con el derecho a un ambiente sano consagrado en el art. 41. Se trata de
derechos que son, por excelencia, de incidencia colectiva: protección de la salud,
seguridad e intereses económicos; información adecuada y veraz; libertad de elección;
condiciones de trato equitativo y digno; y que no requieren para la efectividad de su
vigencia de ninguna clasificación que excluya a alguno de ellos de esa esencia colectiva.
La expresión "afectado" incluida en el art. 43 es íntegramente comprensiva de todas las
posibilidades de afectación, siempre referidas a un derecho que no altera su naturaleza
por el mero hecho de tener incidencia colectiva(135).
a) Que resulta indispensable realizar un análisis del objeto litigioso que, alejado de
todo prejuicio sobre la existencia de campos impermeables a esta
disciplina incipiente, responda a criterios de realidad, procurando dar pleno efecto y vigor
a la tutela constitucional;
414
b) Sobre la base de ese análisis surge que en la causa se procura el resarcimiento de
un daño común a todos aquellos a quienes se les hubieran aplicado los débitos en
cuestión, es decir, a los clientes de caja de ahorro del banco demandado. Considera
magistralmente el señor juez de Cámara que la acción de cada usuario involucra la previa
declaración de responsabilidad de la empresa que presta el servicio público —con
remisión a un comentario al fallo "Edesur" de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y
Comercial Federal— por el hecho causante del perjuicio, aspecto que concierne a todos
por igual;
415
en materias de mayor sensibilidad social dejando en claro una concepción altamente
censurable. Me refiero concretamente al caso "Asociación Civil por la Igualdad y la
Justicia v. Telefónica de Argentina SA" en que se promovió amparo por mora con el objeto
de que se ordenara a la demandada que diera inmediato cumplimiento a su obligación de
suministrar información respecto del trámite que se hubiera dado a los pedidos de líneas
telefónicas realizados por los vecinos de la villa 1/11/2014, en el Centro Comercial Flores.
La sala IV integrada por los jueces Otero y Galli dijo entonces que "el hecho de que la
afectación de derechos subjetivos se vea proyectada a un grupo determinado de
personas, ello no necesariamente conlleva a un derecho de incidencia colectiva, sino más
bien a una sumatoriedad de derechos subjetivos donde (sic) debe el judicante
ser extremadamente cauto, puesto que no podría sustituir la voluntad del interesado a
quien le corresponde en forma exclusiva el ejercicio y tutela de sus derechos" (143). Como si
pudiera haber alguna duda acerca de que los habitantes de la villa que reclamaron la
línea telefónica pudiesen disentir con la posibilidad de saber qué pasó con sus reclamos.
Un razonamiento judicial inexplicable que se consolida con tal carácter a poco de advertir
la insistencia en sostener que en el caso se trata de reclamos individuales de
determinadas personas que no pueden ser asumidos por la asociación, desde que ésta
no está autorizada para representar a uno o más usuarios en pos de un interés concreto
e individual(144).
Sin embargo la sala V, nuevamente con votos de Gallegos Fedriani y Morán, registra
un valioso antecedente en causa "Dalbón Gregorio y otro v. Estado Nacional" en la que la
Asociación de Familiares y Víctimas de Accidentes de Tránsito solicitó como medida
cautelar autónoma la suspensión de los efectos de resoluciones de la Secretaría de
Transporte que permitían la afectación al servicio público de autotransporte de pasajeros,
de vehículos cuyos modelos superaban la antigüedad legalmente prevista en el art.
53, inc. b) de la ley 24.449. La Cámara revocó la denegatoria de primera instancia —
sustentada en la falta de legitimación activa— considerando que el art. 43 párrafo
segundo de la Constitución Nacionalha extendido la calidad de sujetos exponenciales en
el amparo a las asociaciones que propendan a fines ligados a los derechos de incidencia
colectiva posibilitando —sin llegar a consagrar un derecho subjetivo a la pura legalidad—
que determinados sujetos no vinculados estrictamente a una concreta relación material
puedan sin embargo deducir la acción(145).
416
etc. Y principalmente requirió que se suministraran a la causa datos acerca de "cantidad
de beneficiarios del sistema previsional, detallando su composición según tramo de
haberes, fondos presupuestarios destinados al pago de sentencias en ese año 2011 y
medidas adicionales que se hayan adoptado para resolver las peticiones de
los interesados de un modo acorde a los lineamientos fijados por esta Corte, a fin de
evitar conflictos innecesarios o prolongar los existentes".
La misión del Defensor del Pueblo, dice el art. 86 de la CN, es la defensa y protección
de los derechos humanos y demás derechos, garantías e intereses tutelados en esta
Constitución y las leyes, ante hechos, actos u omisiones de la Administración. Y en tal
carácter se presentó en Justicia contra el Estado Nacional y la Provincia del Chaco
reclamando con alcance cautelar el suministro de agua potable y alimentos a las
comunidades indígenas que habitan en la región sudeste del Departamento General
Güemes y noroeste del Departamento Libertador General San Martín de esa provincia,
como así también la provisión de medios de transporte y comunicación adecuados a cada
uno de los puestos sanitarios de la región. La sentencia de la Corte en esa causa —
"Defensor del Pueblo de la Nación v. Estado Nacional y Provincia del Chaco"—, de fecha
18/9/2007, fijó pautas que no admiten retroceso en la materia no obstante el que en la
realidad opera aún en el dictado de algunas sentencias incomprensibles de
tribunales inferiores. Dijo entonces que corresponde al Poder Judicial buscar los caminos
que permitan garantizar la eficacia de los derechos y evitar que éstos sean vulnerados,
como objetivo fundamental y rector a la hora de administrar justicia y de tomar decisiones
en los procesos que se someten a su conocimiento.
417
Hubo no obstante decisiones contradictorias de la Corte en la cuestión, así como en
las sentencias de los tribunales inferiores(149). El 26/6/2007 la Corte dictó sentencia en
"Defensor del Pueblo de la Nación v. Estado Nacional" en la que se explayó acerca
del instituto de la legitimación procesal partiendo del principio que impone, a fin de
determinar en cada caso la existencia de legitimación que brinda aptitud para ser parte en
un determinado proceso, atenerse a la titularidad, activa o pasiva, de la relación jurídica
sustancial comprometida en el pleito. Consideró por consecuencia que el Defensor del
Pueblo es un legitimado anómalo o extraordinario, entendiendo que tal situación se
produce cuando las personas que resultan habilitadas para intervenir en el proceso, son
ajenas a la relación jurídica sustancial en el que aquel se controvierte. Es evidente que
subyace en esta doctrina desacertada la idea de un contrato celebrado entre particulares
en el ámbito del derecho privado que sirve de base a la determinación de la existencia
o inexistencia de una relación de consumo(150)o, como lo dijo expresamente la Cámara
Federal de la Seguridad Social, de una particular relación jurídica que cada una de las
personas afectadas mantiene con la administración(151). Y resulta incomprensible que no
se supere definitivamente este razonamiento a poco que advirtamos que "la defensa y
protección de los derechos humanos y demás derechos" consagrados por la Constitución
(art. 86 citado) es un bien colectivo en si mismo que no requiere ninguna base material de
una relación sustancial entre partes, sobre todo cuando es el Defensor del Pueblo quien
esgrime el cometido de su función constitucional. La relación de consumo, precisamente,
al igual que las restantes materias propias de litigios de derecho público, exige un trato
diverso al que resulta de la relación jurídica sustancial que sirve de base al debate "entre
partes", porque no se trata de "partes" vinculadas por decisiones adoptadas en el ámbito
de la autonomía de la voluntad sino de la invocación de protección que brinda la
legislación tutelar respectiva. La legitimación del Defensor del Pueblo en
esta interpretación que proponemos, lejos de ser "anómala", es auténtica en el seno de la
defensa del bien colectivo que le confía la Constitución.
418
encomendadas por la Ley Fundamental(152). La sala IV de la Cámara de Apelaciones en lo
Contencioso Administrativo Federal siguió los lineamientos de este precedente al que
remite en forma expresa en causa "Papelera Pausandú SAIC v. Estado Nacional -
Ministerio de Planificación Federal", sentencia del 15/10/2009, afirmando que la actora en
esos autos se encontraba alcanzada por los efectos de las medidas cautelares dictadas
por la sala V de la misma Cámara en dos causas promovidas por el Defensor del Pueblo
de la Nación, resueltas el 10 y el 22/9/2009, referidas todas a la suspensión del decreto
2067/2008, normas conexas y resoluciones del ENARGAS, cuestionando las facultades
de los órganos administrativos para imponer un impuesto o cargo tarifario. Dice la sala IV
que, en las causas a las que remite, el Defensor del Pueblo de la Nación demandó en
tutela de los derechos de incidencia colectiva del conjunto de usuarios de los servicios
públicos de gas natural por redes afectados por el incremento de los valores de las
facturaciones finales de sus respectivos servicios producido a consecuencia de los
nuevos cuadros tarifarios establecidos en las normas impugnadas; y que en tales
precedentes se ordenó al Ente regulador, hasta que se resuelva la cuestión de fondo, que
aceptara el pago de las facturas con el régimen tarifario anterior, como pago a cuenta,
absteniéndose suspender, interrumpir o cortar el suministro (considerando VIII). En el
considerando X la sentencia insiste expresamente en que ambas medidas cautelares
otorgadas a instancias del Defensor del Pueblo de la Nación, reconocen como
presupuesto la legitimación de ese funcionario para la tutela de intereses colectivos de
todos los usuarios del servicio público de gas natural alcanzados por dicha normativa,
entre los cuales se encuentra la actora en este pleito.
419
usuarios— deben ceder ante el interés general, con el aditamento autoritario de que la
determinación del contenido de éste y su satisfacción en pos de la felicidad del pueblo, es
patrimonio exclusivo de la administración pública.
La incidencia del derecho del consumidor, con una impronta diferente que no reconoce
aquel origen vinculado al orden napoleónico(154), ha sido altamente positiva, razón por la
cual bregamos en el curso de esta investigación, porque no pierda su naturaleza de
derecho público emanado por el Congreso de la Nación en el ámbito del art. 28 de la CN y
fuera de las regulaciones atinentes al derecho común propias del art. 75, inc. 12.
Cuatro años transcurrieron desde que por decreto 752/2008 se ordenó al Ministerio de
Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, implementar las previsiones
establecidas en la ley 26.352 de Reordenamiento de la Actividad Ferroviaria,
desarrollando sus cometidos en el ámbito jurídico de las sociedades del Estado creadas al
efecto en infracción al art. 42 de la CN. El usuario no fue tenido en cuenta, ni como pieza
clave de los nuevos criterios de gestión, ni como sujeto habilitado para expresar su
disconformidad con las profundas deficiencias en la prestación del servicio mediante la
420
creación de canales institucionales eficaces al respecto, ni como beneficiario de una ley
cuya efectiva vigencia el Congreso de la Nación no se ocupó de verificar. Hasta que el
profundo sufrimiento de los usuarios ignorados en su calidad de tales contra toda
imposición de la Constitución Nacional, se plasmó ostensiblemente en la muerte de 51
trabajadores que utilizaban a diario los servicios del ferrocarril Sarmiento que une el oeste
del conurbano bonaerense con la Estación Once de la Ciudad de Buenos Aires. Y aún
después... porque la violación al ordenamiento jurídico ya producida y que se sigue
produciendo es de tal gravedad, que parece imposible revertirla. Es esta una conclusión
que pone en dudas nuestra capacidad como investigadores del derecho para lograr la
efectiva operación del ordenamiento jurídico. Y así lo asumo.
I. INTRODUCCIÓN
Y esa necesidad que tienen ahora los ciudadanos de contar con una protección más
específica y abarcadora encuentra su fundamento en el reconocimiento de su
vulnerabilidad y de los intereses legítimos que tienen como consumidores y usuarios de
que estos productos y servicios sean seguros, o sea, que no presenten una peligrosidad o
nocividad tal que puedan causar daños a quienes se encuentren expuestos a ellos(2).
421
De tal forma, la necesaria adaptación del derecho a las nuevas circunstancias exigió la
búsqueda de herramientas o instrumentos jurídicos que respondan más adecuadamente a
novedosas situaciones de la realidad, haciendo hincapié ahora en la necesaria protección
de los derechos a la salud y la seguridad de los consumidores en el mercado, en un todo
de acuerdo con la transformación del derecho en general, que apunta modernamente más
a la protección de la víctima que a la represión del responsable del daño.
En ese camino de readaptación del derecho al nuevo orden, tal vez podría afirmarse
que el derecho del consumidor ha provocado, en el sistema jurídico nacional, una
verdadera transformación, asumiendo, como ninguna otra rama de la ciencia jurídica, un
papel de relevancia en el proceso de renovación del derecho privado argentino. Ese
movimiento "de contagio" del derecho del consumidor a otros ordenes normativos
(Derecho Comercial, Civil, Procesal, etc.), se ha profundizado claramente desde la
reforma general de la LDC introducida por la ley 26.361 del año 2008, la consagración
reciente del fuero especial del consumidor creado por la ley 26.993 y muy especialmente
con la inclusión de los principios consumeristas en el nuevo Código Civil y Comercial de la
Nación(3)que entrará en vigencia a partir del 1º de agosto del año 2015(4).
En su aspecto más relevante y acorde con los nuevos tiempos que corren, la faz
preventiva del derecho del consumidor se ha desplegado en nuestro ordenamiento
jurídico a través de la creación de un importante sistema de normas sustantivas y
procesales, principios e instituciones jurídicas que —con respaldo constitucional en los
arts. 42 y 43, Carta Magna— promueven con énfasis la evitación del daño más que su
justa reparación, pues la prevención —como veremos— hace a la esencia del derecho del
consumidor y constituye su nota más saliente y superadora.
Sin perjuicio de ello, también desde la órbita reparatoria los progresos han sido
importantes. Como es sabido, la regla del derecho civil clásico que indicaba que "no existe
responsabilidad sin culpa" (nenhuma responsabilidade sem culpa) fue abandonada en
nuestro sistema jurídico cuando el desarrollo de la producción y comercialización en masa
422
de productos y servicios, generó un crecimiento exponencial de los daños sufridos por
quienes utilizaban o estaban expuestos a éstos. Ello dejó en evidencia que ese criterio
subjetivista, establecido como un dogma, resultaba ser una insuficiente respuesta del
derecho frente a los nuevos riesgos que enfrentaba la sociedad, especialmente por las
dificultades, cuando no la imposibilidad, que tenían los damnificados al momento de
querer demostrar la culpabilidad del proveedor o fabricante del producto o servicio
dañoso.
El sistema, que no vive por sí mismo o aislado, vino a establecer paulatinamente con
el derecho común una vinculación de complementariedad, ampliando cualitativamente, a
nuestro criterio, los horizontes de la protección que hasta entonces brindaba el Código
Civil de Vélez Sarfield. Este "diálogo de las fuentes", como lo denomina la doctrina
brasileña, ha generado un sistema de integración normativa que provocó el replanteo y la
reelaboración de muchos institutos del derecho clásico a través del Estatuto del
Consumidor.
Existe una revisión del derecho tradicional bajo el prisma de la defensa del
consumidor, que ha dotado al ordenamiento jurídico nacional de los instrumentos que
eran necesarios para abarcar, bajo el manto de protección del derecho, un sinnúmero de
423
situaciones dañosas hasta entonces no alcanzadas por la regulación o cuya solución
práctica exigía a los magistrados enormes esfuerzos interpretativos y argumentativos para
arribar a la justicia del caso.
El último paso en este proceso de comunión legal lo dio el Código Civil y Comercial
recientemente sancionado, no solo por incorporar previsiones normativas expresas en
materia de contratos de consumo, publicidad, prácticas abusivas, etc; sino en lo que es
objeto de estas reflexiones, extendiendo los horizontes de la responsabilidad civil de base
objetiva, al sumar a la ya vigente en el Código de Vélez Sarfield, responsabilidad por el
vicio o riesgo de las cosas (art. 1113), la responsabilidad objetiva por daños causados o
derivados de actividades riesgosas o peligrosas por su naturaleza, por los medios
empleados o por las circunstancias de su realización (arts. 1757 y 1758, 2ª parte,
CCyCN)(8).
El nuevo régimen del CCyCN emula las previsiones que en materia de responsabilidad
derivada de "productos o servicios" contiene el art. 40 de la ley 24.240 de defensa del
consumidor, dando cuenta de la valiosa influencia que la ciencia consumerista ha tenido
en este aspecto, diluyendo también en el marco del derecho privado patrimonial las
diferencias existentes entre la responsabilidad contractual y extracontractual.
Sin embargo, las dos figuras eliminadas por las reformas que introdujera el Poder
Ejecutivo Nacional al proyecto elaborado por los juristas de la comisión y solo la
regulación del daño directo que modificaba el actual art. 40 bis, se reinsertó en el derecho
nacional con la sanción de la ley 26.993 sobre Sistema de Resolución de Conflictos en las
relaciones de Consumo.
424
II. LA PREVENCIÓN DE DAÑOS DERIVADOS DE PRODUCTOS Y SERVICIOS
1. Introducción
Este anhelo de la doctrina ya había sido resaltado en los fundamentos del Proyecto de
Código Civil de 1998, señalando en aquella oportunidad que la prevención tiene un
sentido profundamente humanista pero, a la vez, económicamente eficiente, porque la
evitación de los daños no sólo es valiosa desde la perspectiva ética, sino también desde
el puro punto de vista macroeconómico.
Ese derecho a la efectiva prevención contra los riesgos de sufrir daños como
consecuencia de la utilización de productos o servicios, se encuentra entre los derechos
básicos de los consumidores y usuarios.
425
La protección de los atributos esenciales del consumidor es objeto de una serie de
derechos sustanciales o de fondo, que le son reconocidos, antes que como sujeto del
mercado, como persona humana(14). Entre ellos, los de mayor jerarquía, como el derecho
a la vida, a la seguridad, a la salud e integridad física y psíquica, exigen por su propia
naturaleza, que las soluciones del derecho, frente a los nuevos riesgos del mercado,
apunten de forma prioritaria a la prevención de los daños, ya que la reparación —frente a
las afectaciones de estos atributos esenciales— generalmente resultará insuficiente (p.
ej., en casos de muerte o mutilaciones derivadas de accidentes de consumo, daños
masivos por intoxicación o contaminación, etcétera).
2. Régimen normativo
2.1. Las directrices de las Naciones Unidas para la protección del consumidor,
sancionadas en el año 1985, contienen una serie de previsiones específicas para la
prevención de los daños derivados de los productos que se introducen en el mercado.
Entre ellas:
426
a) Los gobiernos deben adoptar medidas para garantizar que los productos
sean inocuos, en el uso al que se destinan o normalmente previsible (art. 9º).
b) Los responsables de introducir los productos en el mercado deben velar por que
éstos no pierdan su inocuidad mientras estén a su cuidado debido a manipulación o
almacenamiento inadecuados (art. 10).
e) Los gobiernos deben adoptar políticas en virtud de las cuales, si se descubre que
un producto constituye un defecto grave o un peligro considerable, aun cuando se lo
utilice en forma adecuada, los fabricantes y distribuidores deban retirarlo del mercado (art.
12).
2.3. También la ley nacional argentina 24.240 de Defensa del Consumidor (1993)
contiene exigencias destinadas a evitar los daños derivados de los productos o servicios,
al imponer a los empresarios deberes preventivos de información y de seguridad en la
producción, distribución y comercialización de aquéllos.
a) En primer lugar, el art. 5º de la ley establece que las cosas y los servicios deben ser
suministrados o prestados en forma tal que, utilizados en condiciones previsibles o
normales de uso, no presenten peligro alguno para la salud o integridad física de los
consumidores o usuarios.
427
comercialización de aquéllos de acuerdo con los mecanismos, las instrucciones y normas
que garanticen la seguridad de los consumidores.
c) Finalmente, en idéntico sentido establece el art. 28, ley 24.240, que en materia de
servicios públicos domiciliarios "Los usuarios de servicios públicos que se prestan a
domicilio y requieren instalaciones específicas, deben ser convenientemente informados
sobre las condiciones de seguridad de las instalaciones y de los artefactos".
2.4. Del mismo modo, entre otros ordenamientos locales, la ley 13.133 de la provincia
de Buenos Aires, dentro del marco de creación de políticas públicas de defensa del
consumidor, establece obligaciones concretas para la autoridad de aplicación en materia
de prevención de daños a los consumidores. Entre ellas podemos destacar las siguientes:
a) arbitrar los medios necesarios para el fiel, oportuno e íntegro cumplimiento de las
obligaciones de los proveedores, tendientes a garantizar que los productos y servicios
comercializados sean inocuos en el uso a que se destinen o normalmente previsible,
protegiendo a los consumidores y usuarios frente a los riesgos que importen para la salud
y seguridad (art. 5º);
d) adoptar las medidas que sean necesarias para que los proveedores
retiren inmediatamente del mercado aquellos productos o servicios en relación con los
cuales se haya comprobado por cualquier medio idóneo que constituyen un peligro
considerable para los consumidores, prohibiendo su circulación y procurando que los
consumidores estén debidamente informados sobre ello (art. 6º);
f) formular políticas y ejercer los controles pertinentes para evitar los riesgos que
puedan importar para el medio ambiente los productos y servicios que se ofrecen y
proveen a los consumidores y usuarios (art. 8º).
428
Como vemos, todas las previsiones normativas descriptas precedentemente encierran
deberes de conducta de carácter positivo y negativo, establecidos tanto para los
proveedores como para las autoridades públicas. Sin embargo, pese a que para su
caracterización resulta posible efectuar esta clasificación según el carácter de la
obligación impuesta, lo que realmente interesa es que todos están direccionados a
obtener anticipadamente, la eliminación de los riesgos que la circulación de productos y
servicios acarrea para los consumidores.
En tal sentido, los controles preventivos del mercado y el deber de informar a los
consumidores sobre los eventuales riesgos de productos y servicios (art. 5º, 6º y 28, ley
24.240) conforman verdaderas obligaciones positivas de los proveedores y
las autoridades públicas, mientras que la obligación de no introducir en la circulación
productos que puedan presentar un importante grado de nocividad o la de no formular
publicidades engañosas o abusivas importan la imposición legal de una conducta
negativa, en relación con el despliegue de actividades que pueden estimarse
anticipadamente como dañosas o riesgosas para la salud o seguridad de los
consumidores(19).
El conocimiento que tengan los ciudadanos sobre sus derechos y los medios de
reclamación fomenta lo que hemos denominado el sistema de "autoprotección" del
consumidor(21), que sobre las bases de un desempeño racional y consciente de los
consumidores en el mercado elimina, con eficacia y preventivamente, cientos o miles de
posibles accidentes o focos de conflicto. Lamentablemente, y aun cuando no sea objeto
de desarrollo en este trabajo, es siempre importante recordar que la implementación
efectiva del sistema de formación y educación para el consumo exigido por la ley es la
gran materia pendiente de nuestros gobiernos(22).
429
4. Acciones judiciales preventivas
En relación con la naturaleza de estas acciones se ha dicho con acierto que ese
"derecho a la prevención" derivado de la garantía constitucional implícita emergente del
preámbulo y de los arts. 14 y ss., 28 y 43, CN, se patentiza como un mandato
singularmente dirigido a la magistratura, cuya función preventiva de daños presenta una
nueva faceta de su función(23).
Las directrices de las Naciones Unidas para la protección del consumidor (1985)
enuncian en su art. 3º, entre los derechos de los consumidores, "la posibilidad de
compensación efectiva". A su vez, entre otros ordenamientos, el Código Brasileño de
Defensa del Consumidor ha consagrado expresamente este derecho a la compensación
de los perjuicios sufridos, estableciendo en el art. 6º como un derecho básico de los
consumidores "la efectiva prevención y reparación de daños patrimoniales y
morales, individuales, colectivos y difusos".
430
Entre nosotros, ese mismo derecho al resarcimiento de los daños sufridos está
comprendido dentro del marco de protección de los intereses económicos de los
consumidores(25), reconocido en la Argentina por el art. 42, CN.
Estimamos prudente aclarar de forma introductoria, que pese a las bondades del
férreo avance hacia la unificación de las órbitas de la responsabilidad civil contractual
y extracontractual que se aprecia especialmente en el marco de la tutela del consumidor
(arts. 40, 52 bis, etc.), compartimos la opinión doctrinaria que entiende que no se trata en
realidad de una unificación total, pues subsisten ciertas particularidades propias de la
responsabilidad derivada del incumplimiento de las obligaciones, de modo tal que si bien,
el concepto de responsabilidad puede ser único, existen diferencias de matices entre
ambos ordenes que permiten afirmar que "científicamente, no hay dos responsabilidades,
sino dos regímenes de responsabilidad"(26)que conservan sus particularidades.
Se entiende que la garantía es la obligación que tienen los proveedores del art. 2º de
la ley 24.240 frente a los consumidores y los sucesivos adquirentes de cosas muebles no
431
consumibles, de reparar el bien o, en el caso resultar esta insatisfactoria por no reunir la
cosa las condiciones necesarias para cumplir con su destino, sustituirlo por uno nuevo de
idénticas características o aceptar la devolución de la cosa en el estado en que se
encuentre a cambio de reintegrar las sumas pagadas conforme el precio actual de ésta o
hacer una quita proporcional del precio, todo ello sin perjuicio de los daños que el
reclamante puede peticionar (conf. arts. 11, 12, 13, 15 y 18, ley 24.240)"(27).
El art. 11 de la ley de defensa del consumidor consagra esta garantía señalando que
"Cuando se comercialicen cosas muebles no consumibles conforme lo establece el art.
2325(28)del Código Civil, el consumidor y los sucesivos adquirentes gozarán de garantía
legal por los defectos o vicios de cualquier índole, aunque hayan sido ostensibles o
manifiestos al tiempo del contrato, cuando afecten la identidad entre lo ofrecido y lo
entregado, o su correcto funcionamiento".
De acuerdo con el régimen diseñado por la ley, la garantía legal es obligatoria por un
mínimo de tres meses cuando se trate de bienes muebles usados y de seis meses en los
demás casos de bienes muebles de uso durable (art. 11, LDC modif. por ley 26.361 del
año 2008) y alcanza solidariamente a los productores, importadores, distribuidores y
vendedores (art. 13) quienes deben garantizar en el cumplimiento de la misma, un
servicio técnico adecuado y el suministro de partes y repuestos (art. 12).
A su vez, cuando la reparación del bien cubierto por la garantía (legal o convencional)
resulte insatisfactoria por no reunir la cosa reparada, las condiciones óptimas para cumplir
con su destino, el consumidor está facultado por la ley a optar por exigir la sustitución de
la cosa adquirida por otra de idénticas características, devolver la cosa y obtener el
reintegro de las sumas pagadas actualizadas o bien obtener una quita proporcional del
precio. Todo ello sin perjuicio de la reclamación de los eventuales daños y perjuicios que
pudieren corresponder (art. 17, ley 24.240)(30).
Este sistema, despliega un piso de protección mínimo que resulta inderogable para las
partes y las autoridades (especialmente los magistrados) en razón de la naturaleza de
orden público que tienen las normas que lo regulan (art. 65, ley 24.240)
432
Dicho sistema se encuentra vigente en razón del incumplimiento de los "deberes de
seguridad", impuestos expresamente por los arts. 5º y 6º, ley 24.240 de Defensa del
Consumidor(33). Del mismo modo, la mencionada carga de seguridad, que surgía
implícitamente del deber de "buena fe" consagrado en el art. 1198 del Código Civil de
Vélez Sarsfield, tendrá fundamento desde su entrada en vigencia, en el sistema que
establece el nuevo CCyCN en base a la interpretación conjunta y armónica de los arts. 9º,
961 y 1061 de dicho ordenamiento.
Sin perjuicio de ello, es necesario advertir que en razón de la puesta en vigencia del
nuevo CCyCN, el sistema integrado por el CCyCN y la ley 24.240 de defensa del
consumidor, ha quedado en este aspecto "normativamente" desvinculado, pues el
actual art. 18 de la ley 24.240 establece que "En caso de vicio redhibitorio: a) A instancia
del consumidor se aplicará de pleno derecho el art. 2176 del Código Civil; b) El art.
2170 del Código Civil no podrá ser opuesto al consumidor", refiriéndose así a normas
del Código Civil de Vélez Sarsfield, que ya no tendrán vigencia desde el 1 de agosto de
2015. Del mismo modo, la primer parte del art. 11 de la ley 24.240 hace referencia —
como vimos— al art. 2325 del código de Vélez Sarsfield, que será reemplazado desde la
fecha indicada por el art. 231 del nuevo CCyCN.
433
vendedores, o bien, de reclamos formulados por consumidores "terceros no adquirentes"
considerados consumidores equiparados, conforme la categorización del concepto de
consumidor que establece la ley 24.240 en su art. 1º (texto según ley 26.994, Anexo II, art.
3.1) y el art. 1092 del CCyCN(35).
Ello sin perjuicio de la aplicabilidad del régimen establecido en el nuevo CCyCN en los
arts. 1757 y 1758 que ampliando las previsiones del antiguo art. 1113 del Código de Vélez
Sarsfield, establece un moderno sistema de responsabilidad objetiva vigente para todo
tipo de daños derivados del "riesgo o vicio de las cosas o de las actividades riesgosas o
peligrosas por su naturaleza, por los medios empleados o por las circunstancias de su
realización"
Por último, los contornos de especialidad del régimen de responsabilidad civil derivado
de la utilización de productos o servicios vigente en la Argentina se aprecian nítidamente
con la incorporación legislativa de dos instituciones que no se vinculan ya con los factores
de atribución de responsabilidad, la naturaleza contractual o extracontractual del vínculo
jurídico o la extensión de los legitimados activos y pasivos, sino con la caracterización y
cuantificación del daño sufrido por el damnificado. Ellas son la facultad judicial de imponer
la indemnización de los denominados "daños punitivos", consagrada en el art. 52 bis de
la ley 24.240 (conforme reforma de la ley 26.361), y la atribuida a las autoridades
administrativas para fijar en dicha sede la indemnización del que fuera denominado en el
texto de la ley "daño directo", conforme lo establece el art. 40 bis de la ley 24.240 (texto
según ley 26.361 ahora sustituido por el art. 3.3 del Anexo II de la ley 26.994)(36).
434
atención es la vinculada a la incolumnidad económica del consumidor en relación con
los incidentes de consumo que son capaces de menoscabar su patrimonio.
Sin embargo, pese a la clasificación de los eventuales vicios de los productos que
referimos, lo cierto es que, en ambos casos, tanto la protección de la integridad física y
psíquica del consumidor, como la de sus intereses económicos, determinada por
la Constitución Nacional y la ley nacional de Defensa del Consumidor, exige una garantía
de adecuación e inocuidad de los productos y servicios que son comercializados en el
mercado. Lo que se pretende es que éstos cumplan con estándares de calidad, que los
hagan aptos para satisfacer la finalidad a la que están destinados. El sistema tutelar
fomenta que los proveedores adopten medidas tendientes a prevenir los riesgos
derivados de la prestación comprometida, garantizando en los términos de la ley no
solamente que los productos respeten la expectativa de identidad y calidad,
razonablemente generada en el adquirente (art. 11, ley 24.240), sino muy especialmente
que utilizados en condiciones previsibles o normales de uso no presenten peligro para la
salud o integridad física de los consumidores o usuarios.
Y es que la ley 24.240 se ocupa no sólo de los intereses económicos del consumidor,
sino también de la protección de su salud, de su integridad física y en general de su
seguridad (arts. 5º y 6º); pues la salud y la seguridad de las personas son valores
absolutos, de modo que aunque no se hubiera dispuesto su protección en esas normas
435
los consumidores y usuarios estarían protegidos en la misma medida por otra leyes
dictadas sobre la materia(40).
Las directrices de las Naciones Unidas para la protección del consumidor exigen que
los productos que se introducen en el mercado cumplan los requisitos normales de
durabilidad, utilidad y fiabilidad (arts. 1º a 6º).
La misma norma determina que "la garantía legal tendrá vigencia por tres (3) meses
cuando se trate de bienes muebles usados y por seis (6) meses en los demás casos a
partir de la entrega, pudiendo las partes convenir un plazo mayor". Finalmente, en caso de
que la cosa deba trasladarse a la fábrica o al taller habilitado para el cumplimiento de la
garantía legal establecida, la ley impone a su responsable, el transporte correspondiente,
debiendo asumir los gastos de flete, seguros y cualquier otro que deba realizarse para
ejecución(43).
436
legal obligatoria, que hasta la sanción de la ley 26.361 (BO del 7/4/2008) era de tres
meses para todos los bienes durables.
Dicha ley, vigente desde el año 2008, amplió positivamente el régimen de tutela
mínima: por un lado, extendiendo la garantía legal también a las cosas muebles usadas
por un lapso mínimo de tres meses(44)y, por otro, incrementando para los demás casos
(bienes de consumo durable) la garantía legal mínima a seis meses.
Atento que durante la primera etapa se frustró, por decisión presidencial, la aplicación
de aquel régimen legal de garantías expresas y obligatorias, durante dicho período (1993-
1998) continuó rigiendo en la Argentina sólo el sistema de garantías voluntarias
establecido en el art. 12, ley 22.802 de Lealtad Comercial. Desde entonces, el régimen de
garantías de productos y servicios se integra en nuestro país con las garantías legales
establecidas en el art. 11, ley 24.240 (por tres y seis meses), que establecen el plazo
mínimo obligatorio por el cual deben ser extendidas y el sistema de garantías voluntarias
que regula el art. 12, ley 22.802 de Lealtad Comercial, obligando a quienes las ofrecen (se
entiende que por encima del mínimo legal) a informar claramente al consumidor sobre el
alcance y demás aspectos significativos de aquélla.
A su vez, más allá del plazo mínimo legal de garantía establecido en la norma, cuando
los empresarios opten por extender una garantía expresa voluntaria por un lapso mayor,
quedan sometidos al cumplimiento obligatorio de los demás recaudos que establecen
los arts. 11 a 18, ley 24.240, que imponen —entre otras— las siguientes exigencias:
— prolongación del plazo de garantía durante el lapso que dure la reparación (art. 16).
Conforme lo establece el art. 13, ley 24.240 (incorporado por la ley 24.999, BO del
30/7/1998), son solidariamente responsables del otorgamiento y cumplimiento de la
garantía legal, los productores, importadores, distribuidores y vendedores de las cosas y
servicios enunciados en el art. 11 de la ley, de modo tal que el consumidor damnificado
por los vicios o defectos que presente un producto puede válidamente exigir el
cumplimiento de la garantía legal o convencional, a cualquiera de ellos indistintamente(45).
437
en la cadena de comercialización quienes no han contratado directamente con el
consumidor. Por ello independientemente del valor conceptual e investigativo que el
análisis de la cuestión encierra, lo cierto es que, por una disposición legal de orden
público, en la Argentina el consumidor puede reclamar el cumplimiento integral de la
garantía, tanto al fabricante como al importador, el distribuidor, el vendedor, etc., y a todos
ellos de forma solidaria.
La jurisprudencia ha hecho aplicación de dicha premisa sentenciando por ej., que "la
concesionaria de automotores y el fabricante resultan solidariamente responsables por el
cumplimiento de la garantía acordada al rodado —en el caso, daños al vehículo por la
apertura imprevista del capot— como así también por los restantes perjuicios inferidos al
consumidor por el riesgo o vicio de la cosa enajenada" (arts. 11, 13 y 40, ley 24.240)(46). A
su vez, en relación con este tema y explicando la especial naturaleza tuitiva del régimen
de solidaridad impuesto a favor del consumidor en la ley 24.240, vale resaltar el fallo
dictado por el Tribunal Supremo de la provincia de Formosa que confirmó una sanción
administrativa impuesta solidariamente al fabricante y a la concesionaria por defectos
del automóvil comercializado, estableciendo claramente que "no cabe dudas que los
organismos estatales creados administrativamente para tutelar y hacer cumplir la Ley de
Defensa de los Derechos del Consumidor, han venido a equilibrar la balanza que
generalmente se desnivela cuando se trata de grandes empresas como son las
concesionarias y vendedoras de autos y sus fabricantes, entre otros, que parecerían estar
al margen de las disposiciones de esta ley, frente al usuario y consumidor quien debe
desandar muchos caminos para lograr en casos de desperfectos o fallas en las cosas
adquiridas que se las cambie, sin lograr llegar a buen puerto. Y es en materia de garantía
legal respecto de bienes muebles no consumibles en donde se nota con mayor intensidad
esta cuestión"(47).
Por su parte, vale referir que el régimen de garantías, tal como ha sido diseñado en
nuestro sistema legal, presenta como característica superadora del sistema tradicional la
circunstancia de atribuir singular relevancia a la reparación del producto vicioso o
defectuoso por parte del responsable de la garantía, regulando pormenorizadamente las
condiciones en que ésta debe llevarse a cabo y las consecuencias que se derivan de las
eventuales "reparaciones insatisfactorias de la cosa" (art. 17, ley 24.240).
— El art. 11, párr. 2º, establece el traslado de la cosa con el fin de "repararla"
constituye una obligación del responsable de la garantía a su costo, sin posibilidad
de exigir al consumidor importe alguno por gastos de flete, seguros, etcétera).
438
— El art. 14, inc. e), hace referencia a la inclusión por escrito en el certificado de
garantía de las condiciones de la reparación de la cosa con la especificación del lugar
donde se hará efectiva(49).
Por último, y en consonancia con el sistema dispuesto, en los casos en los que la
reparación de la cosa resulte insatisfactoria por no reunir las condiciones óptimas(50)para
cumplir con el uso al que está destinada, el art. 17, ley 24.240, determina que el
consumidor, puede optar entre las siguientes soluciones:
En todos los casos, la opción por parte del consumidor no impide la reclamación de los
eventuales daños y perjuicios que pudieren corresponder.
439
En la Argentina, la ley 24.240 de Defensa del Consumidor consagra expresamente el
mencionado deber de seguridad en sus arts. 5º y 6º. El art. 5º establece que "las cosas y
servicios deben ser suministrados o prestados en forma tal que, utilizados en condiciones
previsibles o normales de uso, no presenten peligro alguno para la salud o integridad
física de los consumidores o usuarios", mientras que el art. 6º determina que "las cosas y
servicios, incluidos los servicios públicos domiciliarios, cuya utilización pueda suponer un
riesgo para la salud o la integridad física de los consumidores o usuarios, deben
comercializarse observando los mecanismos, instrucciones y normas establecidas o
razonables para garantizar la seguridad de los mismos".
440
Abordaremos el tema explicitando que, si bien autorizada doctrina considera que la
obligación tácita de seguridad ha sido abolida del sistema del derecho civil de fondo(57),
consideramos que la misma no solo se ha mantenido sino que además ha sido
reglamentada expresamente en el nuevo CCyCN.
Ello pese a que como se indica, por un lado, la mayoría de los supuestos en los que se
justificaba echar mano de esa obligación están ahora regidos por la legislación especial
tuitiva de los consumidores y por otro porque la unificación de la responsabilidad civil
torna aplicables al ámbito del contrato las disposiciones referidas a la responsabilidad
objetiva por riesgo (arts. 1757 y 1758)(58), pues en rigor de verdad, no todos los supuestos
regidos por el derecho de fondo pueden ser resueltos con las normas de defensa del
consumidor, y además porque pese a regulaciones específicas fundadas en el factor
objetivo "riesgo creado", la obligación tácita de seguridad sigue funcionando como un
cuenco residual que complementa las disposiciones expresas contenidas en aquellas
normas, para supuestos que eventualmente no resulten alcanzados por ellas.
Recordemos que esta obligación surgía antes de la sanción del CCyCN 2014, de
la interpretación del principio de la buena fe que el Código Civil de Vélez Sarsfield
contenía en el art. 1198 (texto según ley 17.711). Allí se indicaba que los contratos deben
celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe, sobre la base de lo que verosímilmente
las partes entendieron o pudieron entender obrando con cuidado y previsión, pudiendo
considerarse verosímil que cada parte ha confiado en que el cuidado y la previsión de la
otra la pondría al resguardo de daños que pudiera causarle a su persona o a sus bienes la
ejecución del contrato(59).
El art. 961 del CCyCN, en concordancia con el principio general establecido en el art.
9º del mismo Código y en análogos términos que el antiguo art. 1198 del Código Civil de
Vélez Sarsfield, señala que "Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de
buena fe", agregando a continuación y novedosamente, que ellos "Obligan no sólo a lo
que está formalmente expresado, sino a todas las consecuencias que puedan
considerarse comprendidas en ellos, con los alcances en que razonablemente se habría
obligado un contratante cuidadoso y previsor", para concluir el 1061 del mismo cuerpo
legal, que además debe considerarse en la interpretación de los contratos la intención
común de las partes y al principio de la buena fe.
Dicha previsión sin dudas, comprende la garantía de seguridad que deben asumir los
proveedores de productos y servicios en el marco de una relación contractual, en
resguardo de los derechos de los consumidores y usuarios.
441
De tal forma, esa obligación tácita de seguridad que se mantiene y renueva en
derecho privado nacional con mayor completitud, exige que el proveedor de productos o
servicios los suministre en condiciones tales que no representen un peligro para la salud o
seguridad del consumidor o usuario, cumpliendo al mismo tiempo con las
razonables expectativas de funcionamiento del bien adquirido por éste(61).
442
Por su parte, si el reclamo se efectúa contra un vendedor-no fabricante
(mero intermediario que actúa sólo en la etapa de comercialización), la solución no varía,
pues éste también contrae una obligación de garantía respecto del consumidor, siendo
por ello, en los términos de la ley, solidariamente responsable por su cumplimiento. Pero
en relación con el vendedor-no fabricante, además de los casos de ausencia de
causalidad, también éste puede liberarse de responsabilidad demostrando que se reúnen
conjuntamente los siguientes requisitos:
— que el vendedor no haya tenido (ni haya debido tener) conocimiento del defecto, en
razón de su arte o profesión;
— Que existe una acción de naturaleza contractual directa del consumidor en relación
con el fabricante del producto. Ello porque la fabricación de mercaderías tiene por objetivo
su expedición hasta llegar a manos del consumidor, de modo tal que importa una
estructura contractual plurilateral integrada por una sucesión de contratos de
compraventa, cada uno de los cuales es una parte del fenómeno total de salida de
mercaderías(71). Recurriendo a esta postura, algunos precedentes jurisprudenciales
han indicado entre nosotros que "la posibilidad de que pueda demandarse la
responsabilidad del fabricante del producto elaborado por quien no contrató con él, se
asienta en lo que puede denominarse los deberes del tráfico que vinculan al fabricante
con el comprador mediante la realización de ventas encadenadas, que darían así lugar a
obligaciones contractuales de protección, asumidas frente a terceros"(72).
En esta misma corriente se inscribe la doctrina que sostiene que existe una relación
jurídica directa entre fabricante y consumidor, resultado de una oferta de garantía y
seguridad nacida de la marca y de la publicidad o propaganda emitida por el primero(73).
Se trataría de un ensanchamiento del ámbito de aplicación de la responsabilidad
contractual que recurre a la idea de ventas encadenadas, que darían lugar a obligaciones
contractuales de protección asumidas frente a terceros o de la transmisión tácita por parte
del intermediario, de la garantía debida por el fabricante.
443
— Que la responsabilidad es de base contractual, pues se trata de nuevas estructuras
negociales conexas, en las que convergen distintos contratos, todos ellos orientados a la
satisfacción de la misma finalidad contractual(74).
Sin embargo, la postura mayoritaria de nuestra doctrina parece ser la que se inclina
por sostener que la solución más acorde con el problema es la de atribuir
naturaleza extracontractual a aquellas situaciones en las que no existe un vínculo
contractual expreso con el consumidor (fabricante-no vendedor, importador, etc.),
desalentándose con ello la necesidad de recurrir a ficciones jurídicas para darle una
respuesta en el marco de la teoría general del contrato.
Por nuestra parte, entendemos que más allá del valioso debate doctrinario que la
cuestión ha traído, desde la óptica de la protección de los consumidores y usuarios podría
decirse, que la unificación de las órbitas de la responsabilidad civil contractual
y extracontractual propuesta por la ley 24.240 y el nuevo CCyCN, le resta importancia
práctica al debate en el análisis, pues ya no interesa la naturaleza contractual
o extracontractual del vínculo existente entre el consumidor y el proveedor como fuente
del responder, sino la afectación de un bien jurídicamente protegido por el ordenamiento
cual es la integridad física y patrimonial de los consumidores y usuarios.
444
En este instituto también se advierte la relación de complementariedad que el sistema
de defensa del consumidor ha entablado con el derecho tradicional, ampliando sus
implicancias en razón de la especial situación de vulnerabilidad de los consumidores y
usuarios de productos y servicios.
De allí que frente a la nueva configuración del mercado, la teoría de los vicios
redhibitorios, tal como fuera estructurada por el sistema tradicional, se mostrara ineficiente
para ser usada como un instrumento real de protección de los consumidores. En tal
situación de disconformidad entre la realidad económico social y las respuestas jurídicas,
a lo máximo que el consumidor podría aspirar era a obtener una protección imperfecta(77),
y ello claramente porque una institución que se mantuvo prácticamente inalterada desde
la sanción del Código Civil, no podía más que mostrarse impotente para dar soluciones
acordes a los problemas de los consumidores de la modernidad, pese a que, como bien lo
destaca el jurista brasileño Antonio Benjamín, los tribunales buscaron los más variados
artificios para superar los límites restrictivos de la garantía por vicios redhibitorios.
445
Entre las limitaciones que han sido destacadas por la doctrina para señalar
la inadecuación de la teoría de los vicios redhibitorios a las nuevas exigencias de la tutela
del consumidor(78), podemos recordar las siguientes:
Por ello, la adecuación de estas normas del derecho tradicional al nuevo panorama de
la producción y comercialización en masa de productos y servicios era una exigencia que
finalmente recogió y plasmó nuestro ordenamiento jurídico en el cuerpo de la ley
24.240, complementaria ahora de las normas generales contenidas en el Código Civil.
De ello se infiere que a diferencia de lo que exigía el anterior sistema del art.
2164 del Código Civil, en el nuevo régimen los requisitos básicos de aplicabilidad de esta
garantía del derecho privado patrimonial son: a) la existencia de un defecto estructural o
funcional, b) que el mismo exista al tiempo de la adquisición del bien; b) que sea de tal
entidad que torne a la cosa impropia para el cumplimiento de su destino, habilitando la
resolución del contrato o el pago de un menor valor por la cosa adquirida.
Como puede advertirse, el nuevo art. 1051 del CCyCN no hace mención expresa a la
circunstancia de que el defecto debe ser "oculto" (como si lo hacía el art. 2164 del CCiv.),
de modo tal que también resultarían alcanzados por la garantía aquellos defectos del
producto que fueran ostensibles y que el adquirente no conoció, pese a efectuar
un examen adecuado a las circunstancias del caso al momento de la adquisición (art.
1053 inc. a). (por ej. defectos de "modelo" que luego resultan inadecuados para la
prestación requerida). A su vez, la regulación del CCyCN ahora hace referencia expresa a
los defectos "estructurales o funcionales", recogiendo en este punto el pensamiento de la
doctrina que propugnaba una ampliación del concepto en ese sentido.
La cuestión se vincula al fin, sólo a los daños intrínsecos de las cosas que se
adquieren en el mercado, es decir, a aquellos vicios o defectos de fabricación que alteran
su esencia y disminuyen su valor, ocasionando un menoscabo patrimonial al consumidor.
447
Se trata en definitiva de un incumplimiento contractual caracterizado por la falta de
coincidencia entre lo que ha sido prometido y lo que finalmente se ha entregado.
A su vez, según los arts. 1056 y 1057 del CCyCN, el adquirente puede optar por la
resolución del contrato solo cuando se trate de un vicio redhibitorio o si ha existido una
ampliación convencional de la garantía que alcance al defecto constatado (Art. 1056), y
además, no tiene derecho a resolver el contrato si el defecto es subsanable, el garante
ofrece subsanarlo y él no lo acepta.
Todo ello sin perjuicio de las acciones de daños y perjuicios que correspondan.
448
señalando expresamente que el art. 1053 del CCyCN referido a las exclusiones de la
garantía, no podrá ser opuesto al consumidor.
Pese a ello, entendemos que resulta conveniente, para evitar tener que recurrir a
ficciones jurídicas para justificar el débito de responsabilidad, asignar
naturaleza extracontractual a todas aquellas relaciones del consumidor o usuario con el
proveedor en las que no existe una vinculación contractual específica previa.
2) A los reclamos formulados por consumidores, que sean terceros no adquirentes del
producto que los daña. Están incluidos en esta categoría, conforme la modificación
que introdujera la ley 26.994 (BO 8/10/2014) quienes, sin ser parte de una relación de
consumo, como consecuencia o en ocasión de ella adquieren o utilizan bienes o servicios
como destinatarios finales.
Esta norma, eliminó del plexo jurídico nacional la figura del "consumidor expuesto",
que contemplaba el 1º de la ley 24.240 según texto de la ley 26.361,indicando que
también eran consumidores equiparados, quienes de cualquier manera están expuestos a
una relación de consumo.
449
Lamentablemente, dicha norma también, bajo argumentos huérfanos de razón fue, en
aquella oportunidad, vetada por el presidente a través del dec. 2089/1993.
De modo que durante los primeros cinco años de vigencia de la LDC (1993 a 1998) se
frustró la vigencia de una norma que reglamentaba de manera especial la responsabilidad
civil de quienes intervienen en la cadena de fabricación y comercialización de cosas y
servicios.
5.1. El veto del art. 40, ley 24.240, y las dificultades interpretativas del sistema
tradicional
El desacierto del Poder Ejecutivo nacional fue resaltado por nuestra jurisprudencia
más destacada señalando que "si el art. 40, Ley de Defensa del Consumidor, no hubiera
sufrido el veto que el decreto de promulgación (2089/1993) le impuso... no habría sido
necesario incursionar y argumentar en torno a la apariencia y a los distintos eslabones
que conformaran la red contractual en uno de cuyos extremos y como consumidor final se
situara el comprador del automotor viciado. Pues ese texto, recién vigente entre nosotros
a partir del mes de agosto de 1998, habría permitido demandar solidariamente al
productor, el fabricante, el importador el distribuidor, el proveedor, el vendedor y quien
haya puesto su marca en la cosa o servicio... la reparación del daño que al consumidor le
resultare del vicio de la cosa(87)".
450
Asimismo, y pese a que esta última —como dijéramos— era la postura mayoritaria,
dentro de la misma corriente (de la responsabilidad extracontractual del fabricante no
vendedor) se debatía la doctrina en cuanto a la determinación del factor de atribución
aplicable a este tipo especial de vinculaciones jurídicas entre el empresario y el
consumidor. Un sector entendía que se trataba de un sistema de responsabilidad basado
en el factor de atribución culpa, y otro que, en estos casos, resultaba de aplicación la
teoría de la responsabilidad objetiva.
En la misma línea de pensamiento, Jorge Bustamante Alsina sostenía que "la cosa
que causa el daño lleva en sí misma la condición determinante del perjuicio, tal el
alimento portador de toxinas o el automóvil que tiene defectos en el sistema de frenaje.
Probadas estas circunstancias, deriva naturalmente de ellas, la creencia razonable de que
ello ha ocurrido porque quien elaboró el producto, puso u omitió poner en él, hizo o dejó
de hacer aquello que lo tornó inepto para su destino de uso o consumo propio de la
naturaleza de la cosa producida"(89).
451
Se sostenía, en líneas generales, que la responsabilidad del fabricante debía ser
necesariamente de carácter objetivo por las siguientes razones:
Sin embargo, las posturas reseñadas no eran tan disímiles en la práctica, ya que sólo
se diferenciaban por el distinto encuadre legal que propugnaban para la responsabilidad
del fabricante. En lo demás coincidían en que la responsabilidad es de
carácter extracontractual y que existe un deber de responder por el daño causado por el
vicio de las cosas o por haber introducido un riesgo al lanzar un producto defectuoso al
mercado. De tal forma, la diferencia radicaba en que los subjetivistas pregonaban la
aplicación del art. 1109 sobre la base de una culpa in re ipsa, mientras que los partidarios
de la responsabilidad objetiva sostenían la existencia de un débito indemnizatorio sobre la
base de un factor objetivo de atribución (el riesgo creado o el provecho económico
obtenido).
452
otro integrante de la cadena de comercialización que finalmente lo transfiere al
consumidor.
Otra postura, propiciada por el Dr. Trigo Represas, consideraba que podía
considerarse "guardián" de la cosa al fabricante porque él mismo se servía de ella para
obtener un beneficio económico, resultando de aplicación por ende, la primera parte del
mismo art. 1113 que establece la responsabilidad de quien ha causado un daño en razón
de las cosas de que sirve. Este autor sostenía que el empresario "se sirve" de las cosas
que produce a través de su puesta en el comercio o enajenación, con lo cual
obtiene indudablemente un provecho o utilidad económica, que luego le permitirá
satisfacer sus propias necesidades(93).
El maestro Isidoro Goldemberg agregaba que "la mención concreta del dueño o
guardián de la cosa al tiempo de la ocurrencia del daño (art. 1113, párr. 2º, parte 2ª)
no excluye la atribución de igual responsabilidad respecto del creador del vicio
(constructor o fabricante) que le imprimió dañosidad, no siendo procedente por ende, a los
fines de la determinación de la responsabilidad frente al damnificado, efectuar distingos
entre dichas calidades jurídicas"(95).
Para concluir con las diversidad de criterios frente a la cuestión, en julio de 1998, la ley
24.999, modificatoria de la de Defensa del Consumidor, reincorporó (también en el art.
453
40) , la norma especial sobre responsabilidad objetiva y solidaria, por daños al
consumidor, derivados de productos y servicios(96).
Afortunadamente, el presidente de turno omitió esta vez vetar la norma, que por ende
quedó promulgada de hecho el día 24/7/1998. Las razones con las que se intentó
justificar, aquel veto originario al art. 40, ley 24.240, habían sido caracterizadas por la
ligereza y el desacierto. Entre los desafortunados motivos que fueron esgrimidos en el
decreto de veto se sostuvo:
Finalmente vale mencionar que la sanción del nuevo CCyCN mediante la ley
26.994 de octubre de 2014, vino a establecer una relación de equivalencia entre las
normas del Derecho Privado patrimonial en materia de responsabilidad civil y las normas
del Estatuto del Consumidor, al determinar en los arts. 1757 y 1758 un régimen legal que,
ampliando las previsiones del antiguo art. 1113 del Código de Vélez Sarsfield, crea un
moderno sistema de responsabilidad objetiva vigente para todo tipo de daños derivados
del "riesgo o vicio de las cosas o de las actividades riesgosas o peligrosas por su
naturaleza, por los medios empleados o por las circunstancias de su realización".
Como conclusión de lo expuesto, podemos señalar que las características del sistema
vigente son las siguientes:
454
simplemente que no actuaron con culpa. Únicamente se eximen de responsabilidad en los
casos de ausencia de relación de causalidad: sea por caso fortuito o fuerza mayor (ajeno
a la cosa o al servicio), por culpa de la víctima o por el hecho de un tercero extraño.
c) Cabe destacar que el régimen de responsabilidad objetiva consagrado por el art. 40,
se refiere no sólo a los daños provocados a los consumidores por los productos, sino
también por la prestación de los servicios, nota que oportunamente surgió como
superadora del régimen tradicional del Código Civil establecido en el art. 1113 ya que éste
conceptualmente sólo se refería al vicio o riesgo de las cosas(102). En la actualidad, el
sistema es coherente —como dijéramos— con las nuevas previsiones contenidas en los
arts. 1757 y 1758 del CCyCN en materia de responsabilidad derivada del riesgo o vicio de
las cosas o de las actividades riesgosas o peligrosas.
455
5.3. Unificación de los sistemas de la responsabilidad contractual y
extracontractual
De ello da cuenta la doctrina nacional al enfatizar que "la Ley de Defensa del
Consumidor, al regular todas las relaciones de consumo y no únicamente los contratos de
consumo, elimina la distinción entre la órbita contractual y extracontractual, lo que
constituye una importante modificación dentro del sistema legal. Sin embargo, la
unificación de ambas esferas de responsabilidad contractual y extracontractual no importa
la supresión de toda diferencia entre ambas ni desdibuja las figuras del contrato y del acto
ilícito extracontractual como fuentes obligacionales. Se trata simplemente de una
unificación en los efectos, pero no en las fuentes del deber de responder"(103).
Por ello es importante tener en cuenta que lejos de traducir una diversidad de
naturaleza, las diferencias de regulación entre la esfera contractual y la aquiliana
manifiestan a lo sumo matices distintos que varían de un derecho positivo al otro y
pueden calificarse de contingentes, considerando especialmente, que en ambos sistemas
los presupuestos del deber de reparar son comunes (acción, antijuridicidad, daño, relación
causal, y criterio legal de imputación)(104), de modo tal que, las diferencias que se apuntan
entre los dos subsistemas de la responsabilidad civil (contractual y delictual) se reservan
en cuanto a los efectos que tienen estas diversas fuentes de las obligaciones.
En nuestro país, hasta la sanción del CCyCN coexistían en el derecho nacional dos
sistemas de responsabilidad civil por daños: uno regulado en el Código Civil de Vélez
Sarsfield basado en el tratamiento dispar de la responsabilidad civil "contractual" y el
"extracontractual"(105)y el otro, nacido con la incorporación del art. 40 de la ley 24.240 (ley
24.999, BO 30/7/1998), que estableció un sistema unívoco para el tratamiento de la
456
responsabilidad civil por daños al consumidor, sea ella nacida del incumplimiento de un
contrato o de la violación del deber genérico de no dañar.
Este avance que registró la defensa del consumidor frente al derecho privado
patrimonial (de daños), fue el fruto de la firme tendencia de la doctrina y la jurisprudencia
a considerar —especialmente en esta temática— la conveniencia de la unificación de los
regímenes. El jurista brasileño, Antonio Benjamín describió oportunamente esa inclinación
unificadora citando a Waldirio Bulgarelli, quien describió el dilema al indicar que "tanto el
sistema de la responsabilidad contractual como el de la aquiliana, basados en la culpa, se
revelaron como inadecuados para un sistema general de la reparación por daños causado
por productos defectuosos, y por ende, se reclama un tipo de responsabilidad basada en
el riesgo-provecho (noblesse oblige, richesse oblige)"(106).
Del mismo modo, el derecho comparado dio muestras de que la moderna orientación
de los diversos sistemas de protección jurídica de consumidores y usuarios, vigentes en
los distintos países, presentan en líneas generales una similar evolución, pasando de un
sistema de responsabilidad basado en la culpa a uno estructurado sobre las bases de
factores objetivos de atribución de responsabilidad (sea p. ej., en el
ámbito extracontractual por la introducción de un factor de riesgo en el mercado, o en la
esfera contractual, por el incumplimiento del deber general de garantía o seguridad).
Solo señalaremos aquí, atento que la cuestión merece desarrollos que exceden los
límites del presente trabajo que, como piedra de toque, el art. 1716 del CCyCN (2014),
determina: "Deber de reparar: la violación del deber de no dañar a otro, o
el incumplimiento de una obligación, da lugar a la reparación del daño causado, conforme
las disposiciones de este Código", enmarcando así la cuestión en el tratamiento conjunto
de las obligaciones que nacen de los hechos ilícitos y del incumplimiento contractual. Ello
significa en resumidas cuentas que independientemente de la fuente del deber de
reparación (la violación del deber de no dañar o el incumplimiento de una obligación
convencional), la responsabilidad se abordará en principio bajo las mismas reglas, con
las excepciones o particularidades propias de cada órbita.
457
actividades riesgosas o peligrosas por su naturaleza, por los medios empleados o por las
circunstancias de su realización".
Juristas de la talla de Antonio Benjamín en Brasil, ya habían marcado con énfasis, que
la necesidad de abandonar en este campo la summa divisio nace de la dificultad práctica
de encajar perfectamente la cuestión en uno u otro régimen tradicional de división de la
responsabilidad civil, y que realmente esa unidad de fundamento de la responsabilidad del
productor se impone, porque el fenómeno real de los daños de los productos vinculados al
desenvolvimiento industrial es siempre el mismo, lo que torna injustificada la
diferenciación o discriminación normativa del lesionado, acreedor contractual o tercero(107).
Desde otro enfoque de la cuestión, Farina sostiene que la antigua distinción entre
responsabilidad contractual y extracontractual no debe ser aplicada para resolver las
cuestiones derivadas de la relación de consumo. Ello porque tal expresión del art. 42, CN,
se refiere a los derechos de los consumidores y usuarios "en la relación de consumo", lo
cual implica un concepto mucho más amplio que el de "contrato para consumo", ya que
comprende todas las etapas, circunstancias y actividades destinadas a colocar en el
mercado de bienes y servicios para ser adquiridos por los consumidores y usuarios.
De tal forma, continúa diciendo este autor, frente a este claro mandato constitucional,
no podemos seguir colocando al consumidor en la incertidumbre de si debe acudir a las
disposiciones de la responsabilidad contractual o extracontractual, sentenciando
finalmente que el consumidor tiene a su favor una acción de responsabilidad
negocial contra todos los que intervienen en la relación de consumo, en la que se
encuentran comprendidos los responsables del vicio, defecto, mal funcionamiento o mal
estado de la cosa o del servicio(110).
458
estableciéndose, por el contrario, "para todos los que integran la cadena de
comercialización", la misma solución, esto es, la atribución legal de responsabilidad
objetiva y solidaria, independientemente de quién de ellos haya sido el causante del daño.
Entendemos por ello que el texto vigente del art. 40, LDC, elimina los debates que se
han dado precedentemente en torno a la naturaleza contractual o extracontractual de la
responsabilidad que se aplica en materia de daños derivados de productos o servicios.
1. Principios generales
A los fines de explicar cuáles son los daños indemnizables en el sistema jurídico
argentino de responsabilidad por productos, corresponde inicialmente retomar la distinción
que efectuáramos supra al desarrollar el sistema de garantías, entre los daños sufridos en
el propio producto adquirido (llamados "intrínsecos") y los denominados daños
"extrínsecos", que provocan afectaciones que exceden el marco del propio bien.
Los daños intrínsecos son los que, en razón de sus defectos, provocan su deterioro o
destrucción o la inutilidad para satisfacer las necesidades a las que estaba destinado.
Cuando el reclamo del consumidor está sustentado en el incumplimiento de
garantías expresas o en el régimen de responsabilidad por vicios redhibitorios, entonces
estos daños intrínsecos sólo son indemnizables, a través de:
— o la compensación dineraria del menor valor que el producto posea en razón de sus
defectos.
459
En cambio, cuando el reclamo del consumidor está sustentado en el incumplimiento
contractual (de los deberes legales generales de seguridad y garantía) o en la
responsabilidad extracontractual, por parte de los empresarios, también
son indemnizables los daños extrínsecos. Éstos son los daños sufridos por el consumidor,
no en el propio producto adquirido, sino en sus demás bienes, o en su persona (art. 1737,
CCyCN).
a) Si los daños derivados de los productos son sufridos por el consumidor en otros de
sus bienes, debe tomarse en cuenta el valor corriente, de compra, de la cosa deteriorada
o destruida.
460
En el marco que se indica, no resultan válidas las cláusulas contractuales "limitativas
de responsabilidad" por daños derivados de productos. Ello es así en razón que el art.
37, ley 24.240 de Defensa del Consumidor, establece expresamente que, en las
relaciones de consumo, las cláusulas que limiten la responsabilidad por daños carecen de
efectos (se consideran no convenidas).
2. Daños punitivos
2.1. Introducción
Con esa doble finalidad (punición - prevención) han sido incorporados al derecho
positivo nacional, los mal llamados "daños punitivos" que junto a su finalidad
sancionatoria, tienen por su especial naturaleza un eminente carácter preventivo.
Esa nota ha sido destacada por el profesor Edgardo López Herrera en su excelente
obra Los daños punitivos, indicando a modo introductorio de un valioso desarrollo del
tema, que "los daños punitivos son la expresión más clara de la función preventiva y
sancionatoria de la responsabilidad civil"(111), señalando asimismo que, pese a tratarse de
una institución nacida en el common law, "su admisión en el derecho argentino debe ser
bienvenida porque no contraría principios jurídicos fundamentales y puede tener suma
utilidad incluso más allá del derecho del consumo"(112), expresión que compartimos
especialmente por la importante labor que el instituto (equilibradamente aplicado por los
jueces) puede desplegar para el desaliento de conductas empresariales gravosas que en
461
el mercado de circulación de bienes y servicios, por su magnitud, generan de modo
deliberado, por un lado, y sobre la base de una ecuación empresarial de costo-beneficio,
réditos o ganancias ilícitas para los proveedores, a la vez que se traducen en costos
sociales de difícil reparación por las vías tradicionales, por tratarse de daños de escasa
relevancia económica en el plano individual, pero de significativa importancia
colectivamente evaluados(113).
Con todo, nos permitimos adelantar, sin perjuicio de un mayor desarrollo posterior, que
en el marco de la doctrina nacional, tantos los defensores como los detractores de
la institución en análisis han coincidido casi plenamente en sostener que la inclusión
legislativa de los daños punitivos en el art. 52, ley 24.240 (cfr. ley 26.361), se ha realizado
en forma disvaliosa, utilizando lamentablemente un texto legal cargado de imperfecciones
y que prácticamente se desentiende, cuando no se contrapone, con los antecedentes
doctrinarios y legislativos existentes en la materia.
Las cosas quedan entonces, pese al esfuerzo, en idénticos términos que al momento
de ser sancionada la ley 26.361 que con una pésima técnica legislativa, en la expresión
de Daniel Pizarro que compartimos, incluyó en nuestro sistema el instituto de los daños
punitivos, vigente aún solo en el ámbito de las relaciones de consumo.
Las falencias de la figura, tal como ha sido regulada en la LDC, pudieron ser salvadas
por la inclusión de la misma en el anteproyecto de unificación de los Códigos Civil y
Comercial que presentara la comisión de reformas designada por decreto PEN 191/2011.
Allí se preveía la función tripartita de la responsabilidad civil agregando a las
ya existentes, la faz punitiva con la inclusión en el art. 1714 de la figura de la "sanción
462
pecuniaria disuasiva". Lamentablemente, la norma fue finalmente eliminada del proyecto
manteniéndose únicamente su última parte en los actuales arts. 1714 y 1715.
Al fin, vemos que se ha perdido una oportunidad de corregir las serias deficiencias
técnicas que presenta la norma contenida en el art. 52 bis de la ley 24.240 y a su
vez, extender los beneficios de la figura a otros supuestos que exceden el marco de las
relaciones de consumo, dotando al sistema legal de coherencia y seriedad. La cuestión al
fin sigue exigiendo una reforma del sistema legal que regule de manera más apropiada de
los daños punitivos, donde el legislador recoja las observaciones de la doctrina y elabore
una solución legal ajustada a la historia y naturaleza de esta institución, pues como se
ha indicado con acierto, "... el legislador debe ser sumamente prolijo a la hora de
sancionar la ley, pues sus errores terminan inevitablemente convirtiéndose en factores de
litigiosidad y de consecuente inseguridad jurídica(118).
463
2.3. Concepto y naturaleza jurídica
Entre nosotros, entiende Ramón Pizarro citado por Fernando Colombres, que los
daños punitivos son "sumas de dinero que los tribunales mandan a pagar a la víctima de
ciertos ilícitos, que se suman a las indemnizaciones por daños realmente experimentados
por el damnificado, que están destinados a punir graves inconductas del demandado y a
prevenir hechos similares en el futuro... cuando el demandado en forma deliberada o con
grosera negligencia causa un perjuicio a otro, se pueden aplicar estas puniciones"(119).
El mismo autor refiere que "se trata de una pena privada, que se manda a pagar por
encima de los valores que se condene en calidad de daños y perjuicios, destinadas en
principio al propio damnificado", destacando que "Existe pena privada cuando por expresa
disposición de la ley o por la voluntad de las partes, sin acudir a los principios, normas y
garantías del derecho penal, se sancionan ciertas graves inconductas, mediante la
imposición de una suma de dinero para la víctima de un comportamiento ilícito o,
más excepcionalmente, al propio Estado o a otros terceros (ligas de consumidores,
organizaciones de tutela del medio ambiente, etcétera)"(120).
Finalmente, el Restatement Second of Torts del derecho americano establece que "los
daños punitivos son sumas otorgadas al actor además y por encima de las pérdidas
reales con el propósito de castigar una conducta fuertemente reprochable y para disuadir
al demandado y a otros de imitar esa conducta en el futuro"(122).
464
embargo, entre nosotros, importante doctrina sostiene el carácter autónomo de
la indemnización punitiva señalando que esa parece ser la solución que dimana del
propio art. 52 bis de la ley 24.240 cuando indica que el juez podrá aplicar la multa civil a
favor del consumidor "independientemente de otras indemnizaciones que
correspondan" concluyendo por ello que en nuestro sistema, dada su diferente naturaleza,
los daños punitivos son independientes de las indemnizaciones por daños y perjuicios que
efectivamente puedan corresponder a la víctima, incluso pudiendo proceder aún sin que
se hayan producido menoscabos indemnizables, o en caso contrario, cualquiera sea la
entidad de éstos últimos, siendo de tal modo, instituciones independientes
y autónomas(124).
465
e) Constituyen verdaderas penas privadas (excepcionales, accesorias y de carácter
preventivo), con características propias que delimitan sus contornos de especialidad.
Decimos ello porque entendemos que pese a que la indemnización punitiva como
categoría de pena privada presenta algunas afinidades o similitudes con ciertos aspectos
de la pena en el derecho penal(126), presenta asimismo ostensibles diferencias con
dicho instituto jurídico.
Además, mientras que en el derecho penal rige el principio de tipicidad que deriva en
el establecimiento de un número rígido de supuestos alcanzados por la pena, en el caso
de los daños punitivos, más allá de los recaudos generales de procedencia del instituto
(actitud dolosa o gravemente temeraria), no se establece una descripción
normativa exacta de las conductas alcanzadas por la figura, quedando librada al regular
arbitrio judicial la determinación de los supuestos que resultan pasibles de fundar una
condena por daños punitivos.
Finalmente las penas públicas establecidas en el ámbito del derecho penal se fijan
casi exclusivamente por la gravedad del hecho y el daño causado a la víctima, mientras
que en la indemnización punitiva debe considerarse, además de ello y fundamentalmente,
la medida de los beneficios ilegítimamente obtenidos. De tal forma, en este aspecto, la
grave antijuridicidad de la conducta desplegada por el responsable, si bien es un requisito
para la procedencia de la indemnización, no constituye una herramienta exclusiva para la
determinación del monto. En estos casos, los requisitos de procedencia de
la indemnización por daño punitivo son similares a los usualmente tratados para la
procedencia de la responsabilidad civil en general, con el recaudo adicional de la prueba
de la existencia de beneficios económicos por parte del dañador con motivo del hecho
ilícito.
466
2.4. Los daños punitivos en el sistema argentino
El jurista cordobés, tal como lo recuerda López Herrera en su obra, fue quien tuvo el
mérito en la doctrina nacional de abordar la cuestión de los daños punitivos abrevando
directamente en las fuentes del derecho estadounidense. En su trabajo titulado "Daños
punitivos", incluido en la obra homenaje al profesor Félix Trigo Represas(130), Pizarro no
sólo recomienda la adopción de los daños punitivos en nuestro sistema sino que además
se pronuncia a favor de que la indemnización, como principio, sea fijada a favor de la
víctima del ilícito, porque ello permite que se cumpla el objetivo social de manera más
eficiente: punir inconductas y prevenir actitudes semejantes para el futuro, destacando
asimismo que el otorgamiento de la indemnización por daños punitivos a favor del Estado
o de otros organismos públicos es rechazado por su dudosa eficacia práctica.
Adherimos a esta postura sin reparos y agregamos que resultan sobrados los
ejemplos en los que las pretendidas afectaciones a fondos de reparación,
prevención, infraestructura. etc., que imponen cierto tipos de normas (p. ej., imponiendo
467
cargos en materia de servicios públicos domiciliarios), se desdibujan y finalmente se
desvían de su objeto, bajo el argumento usualmente utilizado por las autoridades públicas
de la necesidad de responder a "nuevas exigencias presupuestarias de otros sectores de
la economía" y, agregamos nosotros, aunque no se lo diga, especialmente de la política.
De tal forma, resulta una verdad comprobada que las eventuales afectaciones de
las indemnizaciones punitivas a fondos públicos de reparación en materia de derechos del
consumidor, prima facie se desvanecerían bajo argumentos de política económica,
tornándose muy dificultoso, por no decir imposible, descubrir el destino de los fondos
originariamente afectados (por ley o decreto) a la satisfacción de una necesidad
específica de protección de consumidores y usuarios(131).
Con otra visión de las cosas, entre los principales críticos a la inclusión de la figura en
nuestro sistema jurídico se encuentra la opinión siempre relevante del maestro Jorge
Bustamante Alsina, quien entendía que el instituto de los daños punitivos constituye una
figura propia del derecho penal que no resulta aplicable en el campo del derecho civil, por
ser ajena a nuestro sistema de responsabilidad civil de raíz constitucional europea,
señalando en tal sentido que su aplicación puede afectar el debido proceso legal y afectar
el derecho constitucional de propiedad del sujeto obligado a su pago(132).
Agrega que, en realidad, la prevención del daño que se esgrime como función de los
daños punitivos se consigue mediante la denominada "tutela inhibitoria"(133)y que la
prevención de los comportamientos lesivos graves de las normas de convivencia social es
normalmente confiada al poder punitivo del Estado por medio del derecho penal, mientras
468
que contrariamente a ello, el derecho de la responsabilidad civil tiene en la actualidad una
función esencialmente resarcitoria.
En este aspecto, concluye el autor citado, que es prueba de lo expuesto que la gran
mayoría de los casos en los que resultaría aconsejable aplicar "daños punitivos" puede
subsumirse sin dificultad en delitos reprimidos por la legislación penal vigente(134), de
modo tal que la introducción de los punitive damages importaría trasladar al derecho civil
competencias que el ordenamiento jurídico ya cumple a través del derecho penal
e incluso del derecho administrativo por medio de la aplicación de múltiples sanciones de
carácter represivo como la multa, la clausura, el decomiso, la pérdida de concesiones,
privilegios, supresión de los registros de proveedores del Estado, etcétera.
Esto especialmente porque, como lo hemos anticipado supra, si bien las penas
privadas participan de los caracteres de las sanciones propias del derecho penal, exceden
por su naturaleza los alcances de éstas, en cuanto por sus especiales contornos jurídicos,
la indemnización punitiva (además de su finalidad preventiva) procura castigar el indebido
enriquecimiento del agente causante del daño en los llamados ilícitos lucrativos, finalidad
que no necesariamente es objetivo de la pena del derecho penal. De tal forma, el instituto
de las indemnizaciones punitivas no resulta incompatible con los remedios previstos en el
derecho penal, sino que, por el contrario, se muestra como una herramienta alternativa,
complementaria o adicional, para lograr la mayor eficacia en la prevención de cierto tipo
de ilícitos, golpeando, si se quiere, donde más duele a los que buscan permanentemente
lucros indebidos: el bolsillo.
Estas ideas han sido resumidas, con mucha mayor claridad expositiva por el profesor
Edgardo López Herrera en su obra Los daños punitivos, cuya lectura nuevamente
469
recomendamos por su profundidad y completitud. Señala el autor citado, en el sentido que
proponemos en estas reflexiones, que la función punitiva no es propiedad exclusiva del
derecho penal y que no se pretende que el derecho civil, daños punitivos mediante,
usurpe funciones propias de aquél, ya que el derecho penal no es un fin en sí mismo sino
un instrumento al servicio del derecho, que debe, mediante la utilización de todas sus
ramas, lograr el bien común, objetivo que frente a ciertas situaciones exige recurrir a
la intervención del derecho civil por ser a veces "un recurso más económico, menos
devastador y más útil"(135).
De tal forma, desde la postura ideológica que orienta la noble tarea de luchar por la
protección jurídica de aquellos que se encuentran en una situación de vulnerabilidad en el
mercado, vemos con buenos ojos la incorporación de la figura de los daños punitivos en el
marco de las relaciones de consumo, si se quiere, como un peldaño más alto, en la
búsqueda del equilibrio entre ambas partes.
En un mismo sentido, el art. 1714 del proyecto de unificación de 2012 disponía que El
juez tiene atribuciones para aplicar, a petición de parte, con fines disuasivos, una sanción
470
pecuniaria a quien actúa con grave menosprecio hacia los derechos de incidencia
colectiva mencionados en el art. 14, inciso c). Pueden peticionarla los legitimados para
defender dichos derechos. Su monto se fija prudencialmente, tomando en consideración
las circunstancias del caso, en especial la gravedad de la conducta del sancionado, su
repercusión social, los beneficios que obtuvo o pudo obtener, los efectos disuasivos de la
medida, el patrimonio del dañador, y la posible existencia de otras sanciones penales o
administrativas. La sanción tiene el destino que le asigne el juez por resolución fundada.
Esta última norma fue elaborada en base a la proyectada en 1998, adicionando como
recaudos de procedencia, la petición de parte, y señalando expresamente la "finalidad
disuasiva" o preventiva del instituto, nota que se reitera en la norma a los efectos de la
cuantificación de la medida, al señalar que para su estimación se deberá considerar la
gravedad de la conducta del sancionado, su repercusión social, los efectos disuasivos de
la medida, el patrimonio del dañador, y la posible existencia de otras sanciones penales o
administrativas.
El texto de la norma sancionada por la ley 26.361 establece lo siguiente: "Art. 52 bis.—
Daño punitivo. Al proveedor que no cumpla sus obligaciones legales o contractuales con
el consumidor, a instancia del damnificado, el juez podrá aplicar una multa civil a favor del
consumidor, la que se graduará en función de la gravedad del hecho y demás
circunstancias del caso, independientemente de otras indemnizaciones que
correspondan. Cuando más de un proveedor sea responsable del incumplimiento
responderán todos solidariamente ante el consumidor, sin perjuicio de las acciones de
regreso que les correspondan. La multa civil que se imponga no podrá superar el máximo
de la sanción de multa prevista en el art. 47, inc. b) de esta ley".
De tal forma, el carácter de excepcionalidad que tiene la imposición de una multa civil,
por la gravedad de la medida, se pierde incomprensiblemente en el texto del art. 52 bis,
LDC, que en su redacción se aparta de todos los antecedentes de la figura tornando
posible su aplicación para cualquier tipo de incumplimiento legal o contractual del
proveedor, sin importar para su fijación que éste actuara con dolo o culpa.
471
La gravedad de la conducta sólo es considerada en el texto a los fines de la
graduación de la indemnización, y ello surge claramente de la norma, ya que ésta, luego
de señalar sin otras exigencias que "el juez podrá fijar una multa civil a favor del
damnificado cuando el proveedor incumpla con sus obligaciones legales o
contractuales", indica que "dicha indemnización se graduará en función de la gravedad del
hecho y demás circunstancias del caso".
Por ello, "la referencia a la gravedad del hecho y demás circunstancias del caso —
demasiado vaga y laxa, por lo demás— sólo se realiza para la cuantificación de
la indemnización, lo cual presupone que cualitativamente están configurados
sus extremos (para ello basta con el incumplimiento de obligaciones legales o
contractuales con el consumidor, cualquier sea su entidad)"(138).
Sólo nos queda seguir apelando al equilibrio de los magistrados que tengan la
responsabilidad de resolver en la materia, para conseguir que una institución que a
nuestro criterio conforma una herramienta valiosa para el desenvolvimiento de un
mercado más justo, seguro y equitativo, no termine desnaturalizada y transformada en un
elemento de especulación e injusticia(139).
El texto no nos parece acertado, pues la gravedad de la sanción que se impone debe
corresponderse, como se ha dicho, con el despliegue de una conducta seriamente
reprochable del dañador, una actuación temeraria, dolosa o groseramente culpable, de
modo tal que no resulte admisible que el castigo impuesto (de naturaleza excepcional) se
aplique solidariamente a quienes son meros agentes corresponsables legales, por
ejemplo, por aplicación del art. 40, ley 24.240, que fija una responsabilidad objetiva y
472
solidaria del productor, el fabricante, el importador, el distribuidor, el proveedor, el
vendedor y quien haya puesto su marca en la cosa o servicio.
La observación formulada ha sido anticipada entre nosotros con justeza por Ramón
Pizarro, quien entiende que "es realmente asombroso, sin antecedentes en el derecho
comparado, y sin fundamento serio que lo justifique, la consagración de la regla de la
solidaridad en el pago de la indemnización punitiva, cuando más de un proveedor sea
responsable del incumplimiento. No parece conforme con el buen sentido jurídico que
alguien pueda verse obligado solidariamente a indemnizar daños punitivos por el solo
hecho de ser corresponsable de un incumplimiento, cuando no se configuren, con relación
a dicho sujeto, las exigencias básicas para la procedencia de la punición. La regla de la
solidaridad está en pugna con la naturaleza y esencia misma de la figura"(140).
Por último señalamos que la misma regla de aplicación solidaria de la multa civil
impone la LDC en su art. 8º bis al tratar la sanción de las prácticas comerciales abusivas
que afectan el derecho de los usuarios y consumidores a un trato digno y
equitativo, indicando en ese caso que "tales conductas, además de las sanciones
previstas en la presente ley, podrán ser pasibles de la multa civil establecida en el art. 52
bis de la presente norma, sin perjuicio de otros resarcimientos que correspondieren al
consumidor, siendo ambas penalidades extensivas solidariamente a quien actuare en
nombre del proveedor".
3) La norma determina un tope para la indemnización que se fije por este concepto al
establecer que "la multa civil que se imponga no podrá superar el máximo de la sanción
de multa prevista en el art. 47, inc. b) de esta ley", norma que fija como máximo la suma
de cinco millones de pesos ($ 5.000.000).
473
la figura. Sobre dicha cuestión se ha dicho que en presencia de una inflación encubierta
pero absolutamente real, el monto tope fijado por la legislación en lugar de remitir a otras
pautas de valoración (canasta familiar, salarios mínimos, argentinos oro, etc.) establece
una cruda cuantificación económica fija de cinco millones de pesos que se devalúa
paulatinamente, con insalvable minoración de su rol ejemplificador y preventivo. Sin una
debida valorización de la cuantificación económica de la indemnización punitiva, el tiempo
destruirá la misión de los daños punitivos(141).
4) La ley fija la aplicación de las indemnizaciones punitivas sólo "a petición de parte",
solución que no nos parece saludable, pues los costos sociales que muchas veces dejan
las graves infracciones a los derechos de consumidores y usuarios exigen un rol activo y
preventivo de los jueces que intervienen en la resolución de dichas causas, quienes
deben mostrarse a la altura de las circunstancias, desplegando un servicio de justicia
dinámico y comprometido con la solución de los problemas de la sociedad, no pudiendo
por ello "hacer la vista gorda" frente a una conducta que demuestra un ostensible
desprecio por normas mínimas que regulan la convivencia social.
Por nuestra parte, entendemos que la posibilidad de asegurar los daños punitivos, se
muestra contrapuesta con la naturaleza y finalidad de la figura, pues si fuera posible
eliminar los riesgos económicos de las sanciones punitivas por medio de la contratación
de un seguro, la finalidad preventiva o disuasiva de la medida estaría perdida. Además,
teniendo en cuenta que la configuración del daño punitivo exige un comportamiento
culpablemente grave o doloso, su aseguramiento resultaría imposible en nuestro sistema
legal pues la propia ley de seguros 17.418 en su art. 114 determina expresamente que "el
asegurado no tiene derecho a ser indemnizado cuando provoque dolosamente o por culpa
grave el hecho del que nace su responsabilidad".
Con las salvedades expuestas, a modo de conclusión podemos señalar que el sistema
de daños punitivos, vigente en el ordenamiento jurídico nacional, se estructura del
siguiente modo:
474
b) La gravedad de la conducta sólo es considerada para la cuantificación de
la indemnización.
d) La condena impuesta como multa civil tiene carácter accesorio, de modo tal
que excede el importe que corresponda indemnizar por daños compensatorios. Configura
un plus a la indemnización por los daños sufridos realmente.
e) En cuanto a los legitimados pasivos, la ley fija la solidaridad entre los diversos
proveedores o prestadores involucrados.
La experiencia recogida en los pocos años de vigencia que llevan los daños punitivos
nos permiten señalar que nuestros primeros miedos, en cuanto a la
aplicación indiscriminada de la figura a cualquier incumplimiento convencional o legal, se
han ido diluyendo pues en dicho aspecto los jueces se han mostrado prudentes,
resaltando casi en forma unánime la necesidad de hallar, en caso de resolver sobre la
procedencia de una sanción pecuniaria de esta naturaleza, una conducta del infractor que
sea realmente grave y despreocupada de los derechos ajenos. Ello, pese a que
dicha exigencia subjetiva no está presente en el texto del art. 52 bis LDC.
En definitiva, los jueces en general han sido muy prudentes para evaluar la
admisibilidad de los daños punitivos, y han sido "más que prudentes" o quizás temerosos
de imponer condenas ejemplarizadoras que consigan desbaratar la conducta de
grave incumplimiento del proveedor, fijando en gran parte de los casos resueltos montos
475
sancionatorios muy escasos, generalmente (y salvo raras excepciones) equiparables al
valor de los daños compensatorios reclamados en cada caso.
Es decir que, en los años de vigencia que llevan los daños punitivos en Argentina, las
sanciones aplicadas han sido en la mayoría de los casos, realmente exiguas en relación
con el sinnúmero de causas que resuelven los tribunales y la gran cantidad de prácticas
abusivas que aún proliferan en el mercado sin que la justicia consiga extirparlas
definitivamente, pese a la existencia de herramientas modernas del derecho que apuntan
a esos fines(145).
Al fin, con las salvedades expuestas precedentemente, instamos esta vez a los jueces
a mantener la prudencia en cuanto al análisis de la admisibilidad de los daños punitivos
circunscribiéndolos siempre a aquellos casos en los que la conducta del proveedor es de
suma gravedad(147), pero también proponemos que verificado el supuesto de aplicación de
la norma, la sanción sea realmente ejemplarizadora, impuesta sin titubeos, ni temores,
pues solo de tal forma, la figura dejará de ser como hasta ahora, un rubro indemnizatorio
más, transformándose en una verdadera herramienta preventiva y de cambio en el
mercado. Una vez conseguido ese objetivo transformador, sigamos debatiendo (en
segundo término), cual es el destino que debe darse a la indemnización fijada en
concepto de multa civil.
476
Para concluir citaremos, solo a modo referencial y quizás por contener alguna nota
distintiva, algunos de los precedentes que desde su consagración legal, muestra la figura
en Argentina, sin perjuicio de resaltar la existencia de muchos otros, cuyo
comentario, excede el marco de estas reflexiones.
— Trib. Sup. Just. Córdoba, fallo dictado en 15/4/2014 en autos "Teijeiro o Teigeiro,
Luis Mariano v. Cervecería y Maltería Quilmes SAICAyG s/ abreviados-otros". Tribunal
origen Juzg. Civ. y Com. 5ª Nominación de Córdoba —sentencia del 23/3/2011— y C.
Apel. Civ. y Com. 3ª Nominación de Córdoba - sent. del 17/4/2012 / abreviados-otros". En
el caso, el actor había adquirido una botella de gaseosa de marca reconocida y al
disponerse a consumirla advirtió la presencia de un cuerpo extraño en su interior flotando
en el líquido, elemento que posteriormente se identificó como un sobre de gel íntimo.
Inició acción contra la empresa productora, distribuidora y proveedora de la bebida
reclamando la indemnización del daño material, moral y punitivo. En primera instancia, se
hizo lugar a todos los rubros, fijándose la indemnización de los daños punitivos en la
suma de $ 2.000.000 (la más importante que se haya dictado hasta este momento). La
Cámara revocó parcialmente el pronunciamiento rechazando las indemnizaciones por
daño moral y punitivo. Finalmente, el Tribunal Supremo de Justicia de Córdoba en
su sentencia del 15/4/2014 mantuvo el rechazo del daño punitivo. En su decisión ratificó
la interpretación restrictiva de los daños punitivos, señalando que "el art. 52 bis de la Ley
de Defensa del Consumidor requiere un plus para la procedencia de la multa civil; es
decir, una conducta deliberada que denote negligencia grave o dolo", cosa que no se
advertía en relación con el proceder de la embotelladora.
— C. Apel. Civ. y Com., sala II, Bahía Blanca, expte. 141.404, sent.
del 28/8/2014, autos caratulados "Castelli, María Cecilia v. Banco de Galicia y Buenos
Aires SA s/ nulidad de acto jurídico". María Cecilia Castelli promovió demanda contra el
Banco de Galicia y Buenos Aires SA por los daños sufridos como consecuencia de la
apertura de una cuenta vinculada a una tarjeta de crédito que nunca recibió, en la que se
debitaban automáticamente gastos y por la cual comenzó a recibir reclamos del Banco,
que además cursó al BCRA y demás organismos de información crediticia, informes que
hicieron que fuera registrada en una situación de deudora "irrecuperable" (grado 5).
477
En lo que nos interesa la actora reclamo la indemnización del daño moral y la fijación
de una multa civil (daño punitivo), por la suma de $ 50.000. El juez de primera instancia,
previo dictamen del Fiscal, dictó sentencia rechazando la demanda en todos sus términos.
La novedad que trajo este fallo, es que se fijó la indemnización del daño punitivo
utilizando una fórmula aritmética propuesta por el jurista bahiense Matías Irigoyen
Testa(148); en la que se tiene en cuenta el resarcimiento por daños reparables que
corresponden a la víctima (en este caso los $ 20.000 propuestos por daño moral) y la
probabilidad de que un damnificado decida iniciar un proceso judicial y tenga éxito en él, a
lo que debe agregarse que bajo ese contexto el dañador sea condenado a pagar daños
punitivos.
478
encuentra firme (recordemos que la multa civil fijada en el caso Teijeiro de Córdoba —
de $ 2.000.000—, fue dejada sin efecto por el STJ de la provincia).
— C. Civ. y Com. Mar del Plata, sala I, causa 155547, autos "Acuña, Leandro Andrés
v. AMX Argentina SA S/rescisión de Contratos Civiles y Comerciales", fallo del
11/6/2014. En el caso, se caracterizó a los daños punitivos conforme los lineamientos que
propone la doctrina diciendo que: 1) "Los daños punitivos deben quedar reservados para
situaciones que demuestren una inconducta grave o absoluto desprecio hacia los
derechos del consumidor... por lo que un mero incumplimiento no autorizará su
aplicación..."; 2) "la imposición del daño punitivo debe ser restrictiva..."; 3) "En su
aplicación el Juez debe atender más al autor del daño que a la víctima, y merituar, entre
otras circunstancias, la situación patrimonial del infractor, su participación en el mercado,
las repercusiones del hecho, etc."; y 4) "En su graduación el magistrado debe ser
prudente, tiene discrecionalidad para establecer el monto de la sanción punitiva, y ésta no
debe necesariamente guardar relación o concordancia con la sanción reparatoria".
— C. Apel. Civ. y Com. Azul, sala II, causa 2-57494-2012, autos "Rossi, Laura Viviana
v. Whirlpool Arg. SA s/ ds. y perjs. - incumplimiento contractual", fallo del 11/6/2013. La
actora promovió demanda contra Whirlpool Argentina SA reclamando la indemnización del
daño moral y la fijación del daño punitivo, por los perjuicios sufridos como consecuencia
de la compra de una heladera side by side de la marca de la demandada en la sucursal
Tandil de Frávega. La sentencia de primera Instancia hizo lugar a la demanda
condenando a pagar a la demandada la suma de $ 7.000 en concepto de daño moral y la
de $ 3.000 en concepto de daño punitivo. La Cámara departamental en su sentencia del
11/6/2013, confirmó la decisión de primera instancia elevando el monto de la sanción
punitiva a la suma de $ 11.000.
479
En este caso también el Tribunal, al analizar la procedencia del daño punitivo resaltó
con acierto los elementos caracterizantes de la figura que lucen ausentes en el texto de
la ley 24.240,indicando en la sentencia que el daño punitivo previsto en el art. 52 bis de
la L.D.C. (o la denominada multa civil del art. 1587 del Proyecto de Código Civil y
Comercial de 1998 o la sanción pecuniaria disuasiva de los arts. 1714 y 1715 del Proyecto
2012 del Código Civil y Comercial) consiste en adicionar al dañador un "plus" de
condenación pecuniaria sancionando su grave inconducta, lo que repercutirá con efectos
ejemplificadores con relación a terceros"; agregando en idéntico sentido que la naturaleza
sancionatoria y disuasoria de la sanción pecuniaria disuasiva se emplaza en la triple
función de la responsabilidad civil (prevenir, reparar y sancionar), prevista expresamente
en el Proyecto 2012 del Código Civil y Comercial (arts. 1708 a 1716), concluyendo
finalmente que pese a las críticas vertidas a la regulación del instituto que efectúa el art.
52 bis LDC, lo cierto es que esa norma es objeto de interpretaciones doctrinarias y
jurisprudenciales correctoras.
— C. Apel. Civ. y Com. Rosario, sala II, "Rueda, Daniela v. Claro Amx Argentina SA",
29/7/2010(149). En el caso, un cliente de una empresa de telefonía celular se vio privado
del servicio durante dos meses durante los cuales, de modo unilateral, la empresa
modificó la titularidad del número de línea, facturó a nombre de un tercero, reclamándole
sin embargo la deuda al primigenio cliente y finalmente, dando de baja el servicio. El
cliente inició una conciliación infructuosa ante la Dirección de Defensa al Consumidor y
luego reclamó judicialmente los daños y perjuicios que estos acontecimientos le causaron.
— Corte Sup. Just. Tucumán, fallo del 22/4/2013, causa "Alu Patricio Alejandro v.
Banco Columbia SA s/ sumarísimo (residual)". En el caso, se impuso la condena a pagar
daños punitivos al banco demandado por haber figurado el actor a instancias de éste y sin
razón que lo justifique, como deudor moroso irrecuperable (categoría 5) desde noviembre
de 2003, y especialmente entre los años 2007 y 2009 en el que el actor aparece con
idéntica calificación por el Fideicomiso Financiero Privado Columbia, del cual la entidad
demandada resultaba ser la fiduciante y cedente de la información. Se debatió en el
proceso el incumplimiento de las obligaciones legales del Banco en cuanto al Régimen
sobre rectificaciones financieras y/o exclusiones dela Central de Deudores del sistema
financiero del BCRA, incluso por el incumplimiento de una condena previa que ordenaba
la rectificación sin que la misma se hiciera efectiva. En el particular, se estimó el daño
punitivo aplicado en la suma de $ 3.000, y el daño moral indemnizable en la suma de $
15.000.
— Juzg. Civ. y Com. n. 14 de San Isidro, "Anglada, Noemí Ángela y otro v. Bristol
Medicine SRL", 12/7/2010(150): Empresa de medicina prepaga que tiene entre las cláusulas
de su contrato-formulario, una que la autoriza a aumentar automáticamente el valor de la
cuota por razones de edad del afiliado. Allí se dijo que resulta procedente imponer una
multa civil, en los términos del art. 52 bis de la ley 24.240, a una empresa de medicina
prepaga que aumentó en forma automática la cuota correspondiente a un afiliado por
razones de edad, ello a fin de incentivar a que no ocurran nuevos
incumplimientos. El daño punitivo fue fijado en la suma de $ 15.000.
— C. Apel. Civ., Com. y Minería General Roca, 26/3/2010, "Ríos, Juan Carlos v.
Lemano SRL Altas Cumbres"(151). Un consumidor inició un proceso sumarísimo en los
términos de la ley 24.240 contra una empresa con la cual había contratado mediante
tarjeta de crédito, en tanto ésta le imputó cargos indebidos. Por ende, solicitó la restitución
480
de las sumas de dinero abonadas en exceso y la fijación de una multa en concepto de
daño punitivo a su favor. La demandada fue declarada rebelde y jamás se presentó en el
proceso. El juez de grado hizo lugar a la acción en lo principal, decisorio que fue recurrido
por el actor en cuanto al monto y al rechazo del daño punitivo. La Cámara de Apelaciones
hace lugar al recurso del accionante.
Antes de referirnos a los alcances del régimen actual en materia de "daño directo",
estimamos prudente efectuar un breve repaso histórico de la figura que creemos,
contribuye a comprender su naturaleza, finalidad y especialmente el rol que desempeña
en el marco general de la defensa del consumidor.
481
Oportunamente, al trabajar en la primera edición de esta obra, consideramos que en
los términos que fuera prevista, la figura del daño directo, configuraba una institución
virtualmente sin precedentes, no sólo en el campo del derecho de daños sino
específicamente en la órbita del derecho del consumidor.
Para descubrir cuál fue el "espíritu del legislador nacional" al promover la introducción
de esta figura en nuestro ordenamiento, debemos recurrir a los fundamentos que surgen
de los antecedentes parlamentarios, entre los que destacamos los esgrimidos por las
comisiones de Defensa del Consumidor, Comercio y Justicia de la Cámara de Diputados
de la Nación, que al momento de aprobar el proyecto de reforma sostuvieron(153):
b) que el consumidor "ve así frustradas sus expectativas justas cuando el proveedor
únicamente es sancionado sin que nadie en lo personal lo indemnice finalmente de
ninguna manera";
c) que "de entre las varias alternativas que habría para resarcir al consumidor en forma
más o menos rápida y sencilla, se ha optado por la de dotar a la autoridad administrativa
de potestad para estimar el daño directo y obligar al proveedor a indemnizarlo, en el
entendimiento de restringirlo al daño material emergente y por una cantidad límite".
Seguimos pensando, pese a que la reforma introducida por la ley 26.993, pareciera
que ha querido reencauzar la figura dentro de estándares mínimos de institucionalidad,
ninguno de los argumentos que fueran esgrimidos para sostener la inclusión de aquel art.
40 bis de la ley 24.240, operaba (ni antes, ni ahora) a favor de los consumidores,
especialmente porque con ellos se desalienta el acceso de los consumidores a la justicia
en sentido estricto (la jurisdicción que más ha acompañado la protección jurídica de los
más débiles en la Argentina), desentendiéndose de los extensos repertorios de
jurisprudencia que existen en nuestro país en materia de protección de consumidores y
usuarios, y pretendiendo finalmente otorgar a los damnificados una solución (en sede
administrativa) que, sin dudas, no es ni rápida, ni sencilla.
Entre otras consideraciones, la más prestigiosa doctrina de nuestro país señaló con
preocupación que "el texto sancionado causa cierta perplejidad, no solamente por su
deficiente redacción, sino también por la arbitraria solución que consagra(154)y en el mismo
sentido, que a través de la incorporación, en la ley de Defensa del Consumidor del art. 40
bis (por ley 26.361), proyectado por el Poder Ejecutivo de la Nación, se
482
otorgó inconstitucionalmente a la autoridad administrativa de aplicación la facultad
jurisdiccional de fijar indemnizaciones a favor de los consumidores(155).
La norma, tal como fue prevista en la reforma del año 2008 (ley 26.361) fue
merecedora de un fuerte cuestionamiento constitucional, el que adelantamos fundó la
modificación de la figura que al fin introdujo la ley 26.993 en el año 2014.
El artículo, tal como había sido incorporado en 2008 consagraba, en una forma reñida
con la división constitucional de poderes, en cabeza de la autoridad administrativa de
aplicación de la ley 24.240, el ejercicio de funciones de neto carácter jurisdiccional,
apartándose del mismo modo de los lineamientos que sobre la cuestión ya había
establecido la Corte Suprema de la Nación, entre otros, en el caso "Ángel Estrada",
prohibiendo, salvo supuestos específicamente identificados por el tribunal, el ejercicio de
tales funciones por parte de órganos de la administración.
La figura formaba parte de un sistema promovido durante las décadas del 90 y 2000,
desde el Poder Ejecutivo nacional, de reducción de la institucionalidad en el sistema de
defensa del consumidor. Ello se hizo especialmente a través del dictado de regulaciones
de marcada inconstitucionalidad, como las resoluciones o disposiciones ministeriales
adoptadas en materia de cláusulas contractuales abusivas(156)(materia únicamente
reservada al Congreso de la Nación) y la adopción de medidas que desalientan el acceso
de los consumidores a la justicia, priorizando, por ejemplo, el mantenimiento de
un ineficiente sistema de arbitraje nacional de consumo que sigue, sin pena ni gloria,
generando más costos que beneficios.
483
jurídico y aplicabilidad. En definitiva, en las palabras del profesor Daniel Pizarro, una
solución de maquillaje pero de mala calidad.
En fin, la inclusión del llamado "daño directo" como categoría indemnizable en sede
administrativa trajo aparejado originariamente (año 2008), que dichas indemnizaciones
pudieran ser fijadas por funcionarios de la Administración, aun cuando no cuenten con
formación jurídica alguna y mucho menos en el campo de la responsabilidad civil por
daños al consumidor o usuario (p. ej., el encargado de alguna oficinal municipal de
defensa del consumidor, como ocurre en muchas ciudades de la Argentina).
La situación era verdaderamente crítica, pues sin dejar de reconocer como siempre la
noble y valiosa función que cumplen los organismos públicos de defensa del consumidor
en el ámbito de sus competencias, especialmente en el área municipal, no era posible
sostener que estas dependencias —muchas veces sin preparación jurídica especializada
y sin una estructura acorde—, estuvieran en condiciones de merituar, con las mismas
garantías de independencia y especialidad que brinda un juez de la materia, cuestiones
muchas veces complejas y vinculadas especialmente al campo de la responsabilidad civil
(debiendo evaluar para ello los requisitos de procedencia de la responsabilidad, daño,
antijuridicidad, relación causal, factores de atribución, etcétera)(157).
La estructura originaria del "daño directo" (según ley 26.361), además de la cuestión
constitucional, también fue objeto de otras observaciones que estimamos de importancia:
484
poder acceder con suerte (y si no tienen que promover una acción judicial de cobro) a
una indemnización por daño directo, que muchas veces podía ser, incluso, parcial en
base al tope indemnizatorio que la propia norma establecía.
De cualquier modo, no se podrá decir tampoco que la norma resultaba útil "al menos"
para casos de escaso monto, pues allí la solución no variaba. Cualquiera sea el monto de
la reparación reclamada (por encima o por debajo del tope legal que tenía el art. 40 bis),
la inconveniencia estratégica para el consumidor era la misma, pues la demora del
litigio existía en la misma dimensión, cualquiera sea el monto que se reclame.
b) El art. 40 bis, en su anterior redacción (ley 26.361) también fue criticado por los
alcances inciertos de la regulación. La terminología utilizada en la redacción de aquel art.
40 bis de la ley 26.361, por ser contradictoria y confusa, generó diversas interpretaciones
sobre los verdaderos alcances de la figura. Este problema hermenéutico se tradujo en una
clara dificultad para definir con relativa certeza cuáles son los daños cuya indemnización
podía ser reclamada en sede administrativa como "daño directo". Ello, pese a que en los
fundamentos de la reforma se invoca la intención de restringir sus alcances del mismo al
"daño material emergente y por una cantidad límite"(158).
Solo agregaremos aquí, que las discrepancias que tenían origen en la interpretación
de la primer parte del art. 40 bis de la LDC, en cierta forma se mantienen, pues la
reforma introducida por la ley 26.993 ha mantenido incólume la redacción del primer
párrafo del art. 40 bis, y con ello las dificultades hermenéuticas y las eventuales
confusiones. Seguidamente volveremos sobre ello al explicar el régimen actual de esta
figura.
c) Por último, se cuestionó al art. 40 bis, LDC conforme la ley 26.361, porque el texto
sancionado establecía un sistema de responsabilidad de base subjetiva, que entraba en
conflicto con la norma general del art. 40 de la misma ley que establece, en materia de
daños al consumidor, la responsabilidad objetiva y solidaria de todos los partícipes de la
cadena de comercialización.
485
Ello significaba en los hechos, establecer en sede administrativa y a través de esta
norma, la reducción del nivel de protección de los consumidores y usuarios, en relación
con el régimen que resultaría aplicable en el marco de un proceso judicial.
3.4. Régimen actual. La adecuación del "daño directo" a los recaudos del caso
"Ángel Estrada"
Con la reforma que introdujo a la figura del "daño directo" la ley 26.993 del año 2014,
se ha intentado sortear las observaciones que con firmeza hiciera la doctrina a la norma
en su redacción originaria. Con ella, afortunadamente y en cierta medida, el legislador ha
corregido algunas de las inconsistencias del texto establecido por la ley
26.361, recogiendo positivamente parte de las críticas que oportunamente se efectuaran,
especialmente en cuanto a la necesidad de adecuar (al menos) la facultad de
fijar indemnizaciones administrativas al cumplimiento de los recaudos fijados por la Corte
Suprema en el caso "Ángel Estrada"(159).
Es prudente resaltar en este punto, que como señala el profesor Gabriel Stiglitz,
miembro del grupo de trabajo sobre "Relaciones entre el Código Civil, Comercial y la
legislación sobre consumidores", designado por la Comisión de reformas designada por
dec. 191/2011, ésta analizó también la opción de derogar lisa y llanamente el art. 40
bis de la ley 24.240 conforme la primera versión del anteproyecto de la ley de
derogaciones, legislación complementaria de la reforma de los Códigos Civil y de
Comercio (art. 45): "Deróganse los arts. 1º, 40 bis y 52 bis de la ley 24.240incorporados
por la ley 26.361"(160).
"Las indemnizaciones por daños a consumidores, que según la ley especial puedan
ser, con carácter excepcional, determinadas por organismos de la Administración, podrán
aplicarse únicamente según las siguientes reglas:
"Inc. 2º: sólo podrán aplicarse cuando se reúnan las siguientes circunstancias por
parte de los Organismos de la Administración:
"a) que por ley hayan sido creados y dotados de facultades jurisdiccionales para
resolver conflictos entre particulares;
486
"b) cuya especialización técnica, independencia e imparcialidad estén aseguradas;
"c) cuando el objetivo económico y político tenido en cuenta por el legislador para
crearlos y otorgarles jurisdicción, haya sido razonable;
Al fin, el nuevo texto del art. 40 bis LDC conforme la ley 26.993 (idéntico al
contemplado en el Anexo II, punto 3.3, de la ley 26.994 de sanción del Código Civil y
Comercial de la Nación(162)), expresa lo siguiente:
Art. 40 bis.— Daño directo. El daño directo es todo perjuicio o menoscabo al derecho
del usuario o consumidor, susceptible de apreciación pecuniaria, ocasionado de
manera inmediata sobre sus bienes o sobre su persona, como consecuencia de la acción
u omisión del proveedor de bienes o del prestador de servicios.
Esta facultad sólo puede ser ejercida por organismos de la administración que reúnan
los siguientes requisitos:
a. La norma de creación les haya concedido facultades para resolver conflictos entre
particulares y la razonabilidad del objetivo económico tenido en cuenta para otorgarles
esa facultad es manifiesta;
El texto modificado por la ley 26.993incorporó, de esta manera, reformas a la figura del
daño directo, estimamos que haciéndose eco de aquellas "críticas que ha hecho la
doctrina a la legislación especial de consumidores, y en los aspectos generales,
solucionar algunos problemas", a las que se hacía referencia en los Fundamentos del
anteproyecto del Código Civil y Comercial.
487
clara confrontación normativa que provocaba en materia de factores de atribución de
responsabilidad (subjetiva-objetiva). Dichas inconsistencias de la ley, han sido resueltas
en alguna medida por el nuevo texto legal.
Destacamos aquí, que el art. 40 bis sancionado, no exige como sí lo hacía el proyecto
originario que se trate de organismos creados "por ley" para resolver conflictos entre
particulares, sino que solo hace referencia "a la norma de creación", siendo en este
aspecto menos riguroso que el proyecto originario y las exigencias del precedente "Ángel
Estrada".
Recordemos que una de las críticas más firmes que se hacía al texto originario del art.
40 bis (según ley 26.361) era la vinculada a su confusa redacción, que no permitía
determinar qué tipo de daños estaban alcanzados por la norma.
Lamentablemente, con las salvedades que haremos en cada caso, el texto actual
(según ley 26.993) ha mantenido la redacción del primer párrafo de la norma,
reproduciendo los términos del texto anterior, indicando que "Daño directo. Es todo
perjuicio o menoscabo al derecho del usuario o consumidor, susceptible de apreciación
pecuniaria, ocasionado de manera inmediata sobre sus bienes o sobre su persona, como
consecuencia de la acción u omisión del proveedor de bienes o del prestador de
servicios".
488
la frase "o sobre su persona" y dejando establecido que el mismo solo comprende
la indemnización de los daños materiales sufridos de manera inmediata sobre los bienes
del consumidor.
Ello para que la definición del primer párrafo armonice con la frase contenida en el
segundo párrafo, que dice "Los organismos de aplicación, mediante actos administrativos,
fijarán las indemnizaciones para reparar los daños materiales sufridos por el consumidor
en los bienes objeto de la relación de consumo"; y la previsión que contiene el artículo en
su último párrafo que establece: "Este artículo no se aplica a las consecuencias de la
violación de los derechos personalísimos del consumidor, su integridad personal, su salud
psicofísica, sus afecciones espirituales legítimas, las que resultan de la interferencia en su
proyecto de vida ni, en general, a las consecuencias no patrimoniales".
De tal modo, pese a que pareciera claro que la figura solo puede ser aplicada para
la indemnización de daños materiales sufridos sobre los bienes (párrafo primero, segundo
y último), el mantenimiento de la alocución "El daño directo es todo perjuicio o
menoscabo...sobre sus bienes o sobre su persona...", genera confusión,
es autocontradictorio y demuestra una defectuosa técnica legislativa en su redacción.
Por ello insistimos en sostener que la norma contiene en el primer párrafo un evidente
error conceptual o al menos terminológico, ya que si bien se refiere al "daño directo" como
"todo perjuicio o menoscabo... sobre los bienes o la persona del consumidor", incluyendo
en la definición todo tipo de daños (a la persona o a los bienes), como el moral, el valor
vida, las lesiones (físicas, psíquicas, estéticas, etc.), dicha circunstancia choca de frente
con lo que el mismo artículo dispone seguidamente al señalar en su párrafo segundo y
último que esta figura solo se aplica a los daños materiales (2º párr.), estando excluidas
las consecuencias de la violación de los derechos personalísimos del consumidor,
su integridad personal, su salud psicofísica, sus afecciones espirituales legítimas, las que
resultan de la interferencia en su proyecto de vida ni, en general, a las consecuencias no
patrimoniales (último párrafo). Con ello se genera una situación de evidente contradicción
entre el primer párrafo del artículo y el resto de la norma, que estimamos sumamente
disvaliosa.
Con todo, la definición legal del daño directo contenida en el art. 40 bis, LDC, se
muestra con aristas interpretativas que se contraponen y que no se condicen con los
lineamientos generales establecidos en el derecho de daños, circunstancia que obligará,
en cada caso, al intérprete a elegir entre ellas al momento de promover su aplicación.
b) Por otro lado, el nuevo texto del art. 40 bis al mantener en el primer párrafo, el texto
originario de la ley 26.361, señalando que el daño directo que resulta indemnizable es
aquel ocasionado de manera inmediata sobre los bienes o sobre la persona del
consumidor, "como consecuencia de la acción u omisión del proveedor de bienes o del
489
prestador de servicios" conserva la dicotomía dentro del mismo sistema de la LDC entre la
responsabilidad objetiva para acciones judiciales y la subjetiva para indemnizaciones
administrativas.
La terminología utilizada (antes y ahora) por el legislador deja en claro que se fija, en
materia de daño directo, un factor de atribución de naturaleza subjetiva, que exigirá del
consumidor la prueba de la acción u omisión del proveedor o prestador que es fuente del
daño reclamado.
Con ello, la regulación del daño directo se contrapone al régimen general del art. 40 de
la misma ley, que determina un sistema de responsabilidad objetiva y solidaria de los
proveedores de bienes y servicios, cuando el daño sea derivado del vicio o riesgo de la
cosa o prestación del servicio. Este régimen, independiente de la noción de culpa y
que exige del proveedor que pretenda liberarse total o parcialmente de responder, la
prueba de que la causa del daño le ha sido ajena es —no hace falta decirlo— mucho más
beneficioso para el consumidor, con lo cual también, desde este aspecto, la regulación del
daño directo efectuada en el nuevo art. 40 bis, ley 24.240, sigue siendo —como en el
texto anterior— perjudicial para los consumidores y usuarios, que ven en dicha figura una
reducción de la protección jurídica en relación con otras normas del sistema, que resultan
aplicables al caso.
Hallamos aquí otro motivo más para que los consumidores opten siempre por el
camino más seguro que representará promover la protección de sus derechos en sede
judicial. En este punto, si un consumidor reclama la tutela en sede administrativa
mediante la figura del daño directo, deberá demostrar la culpa del proveedor (carga
probatoria reñida con elementales principios de protección del consumidor), mientras que
no deberá desplegar dicha actividad en sede judicial donde rige el principio de
responsabilidad objetiva.
En definitiva, el sistema vigente en materia de daño directo podría ser resumido bajo el
siguiente esquema:
490
e) La indemnización no tiene tope indemnizatorio como en el texto anterior del art. 40
bis, eliminando con ello el sistema de doble sede para las reclamaciones
del excedente indemnizatorio que no fuera cubierto en sede administrativa por el daño
directo.
3.5. Conclusión
491
Esta realidad hace que la protección y defensa de los consumidores y usuarios sea
una obligación ineludible, tanto por motivos de justicia como para un desarrollo sano y
correcto de un sistema económico que tiene en el consumo una de sus columnas
fundamentales.
Por lo tanto, debe existir una tutela procesal diferenciada que sea efectiva y eficaz
para resolver los problemas del consumo(2), que motive a la confianza de los ciudadanos y
los proteja frente a los posible conflictos. A través de dicha tutela se trata de equilibrar la
situación procesal de las partes cuando una es considerada "débil" (el consumidor)(3),
frente a la otra "fuerte" (el productor), con fundamento en el principio constitucional de la
igualdad.
Esa tutela debe permitir que todos los consumidores y usuarios tengan acceso a la
Justicia(4), y se deben conocer e "informar" al ciudadano sobre los procesos judiciales
aplicables a los litigios en materia de consumo, tanto en la protección individual como en
la colectiva a través de los afectados, las asociaciones de consumidores, o de
determinados órganos constitucionales y/o administrativos.
El tipo de proceso previsto en el texto del art. 53 de la Ley de Defensa del Consumidor
24.240 —sustituido por el art. 26 de la ley 26.361— para el ejercicio de los
492
derechos individuales establecidos para los consumidores y usuarios, es el de
conocimiento "más abreviado que rijan en la jurisdicción del tribunal ordinario
competente"(5) (6).
y
Por ende, siendo —en general— el proceso sumarísimo el más abreviado en los
Códigos Procesales Civiles vigentes en las provincias argentinas, se debe ofrecer con la
demanda y su contestación toda la prueba de que se intente valer y agregar la prueba
documental que se tenga. No será admisible la reconvención ni excepciones de previo y
especial pronunciamiento, ni la recusación sin causa; los plazos serán de tres días en los
caso en que se aplica el CPCCN—sin perjuicio de que en los Códigos procesales civiles
provinciales pueden prever uno menor—, salvo el de contestación de la demanda como el
otorgado para fundar la apelación y contestar el traslado del memorial, que será de cinco
días, y la audiencia de prueba debe señalarse dentro de los diez días de contestada la
demanda o vencido el plazo para hacerlo.
Con la reforma introducida por la ley 26.361 (art. 26), se estableció que dicho trámite
regirá "...a menos que a pedido de parte el juez por resolución fundada y basado en la
complejidad de la pretensión, considere necesario un trámite de conocimiento más
adecuado...", por lo que se puede solicitar al juez que determine el trámite del proceso de
conocimiento "adecuado" a la complejidad o no del caso concreto y —por ende— a la
necesidad o no de un mayor debate y prueba en el reclamo de un derecho
o interés individual. Esta petición —sostiene Gozaíni— le corresponde a cualquiera de los
litigantes, pero si la oposición al trámite sumarísimo la propone el demandado, debe
hacerlo dentro del plazo de tres días de notificados, atento a que no es factible
deducir excepciones de previo y especial pronunciamiento ni reconvención(7).
493
Es que, como señala Pérez Ragone, la expresión tutela jurisdiccional diferenciada
puede ser entendida de dos maneras: a) como la existencia de procedimientos
específicos, cada cual adecuado a la especificidad de la relación material que son simples
adecuaciones o amoldamientos de la estructura ordinaria tradicional y; b) como regulación
atípica donde la estructura tradicional, ya en sus presupuestos, ya en sus elementos, o ya
en sus circunstancias, muta para sostener el derecho sustancial(15).
1.1. Competencia
Una cuestión debatida, con referencia a la competencia en razón del territorio, está
referida a si la prórroga de la jurisdicción puede resultar abusiva.
494
su incompetencia en asuntos exclusivamente patrimoniales cuando ella se funda en razón
del territorio, pues ella puede ser prorrogada por las partes(20).
Se entiende que esta doctrina legal es aplicable a todos los procesos de ejecución en
los que una entidad financiera sea actora y el ejecutado tiene domicilio real en otra
jurisdicción distinta a la del Juez en la que se inició el proceso ejecutivo, por tratarse
presuntamente de una relación de consumo, incluida en la norma citada (art. 36, LDC).
Sobre la base de los principios del abuso del derecho y la lesión, se entendió que
cuando una cláusula de prórroga de jurisdicción predispuesta, es decir, sin posibilidad
alguna de discusión por parte del aceptante, tiene por efecto colocar a éste en un estado
de indefensión cierto y concreto, su nulidad debe declararse de oficio(24) (25).
y
495
24.240, por lo que si el contrato de prenda con registro fue celebrado, concluido y
posteriormente inscripto en la Provincia de San Luis, tales circunstancias fácticas y el
carácter genérico, ambiguo y contradictorio de la cláusula de prórroga de jurisdicción a
favor de los tribunales nacionales, determinan que se declare competente al juez local
para seguir conociendo en la ejecución prendaria promovida, en particular porque, frente
a la imprecisión de la cláusula, la adquirente pudo no advertir su eventual sometimiento a
litigar en extraña jurisdicción con la posible afectación a su defensa en juicio, en violación
de los principios contenidos en el art. 37, apartado b, de la ley 24.240(28).
Ahora bien, en los casos de acciones individuales la parte demandada podrá acreditar
la solvencia del consumidor mediante incidente, en cuyo caso cesará dicho beneficio (art.
53, último párrafo, LDC), lo cual no está previsto para las acciones en defensa de
496
derechos de incidencia colectiva y —a nuestro entender— ello diferencia la finalidad
tenida en consideración para las cada uno de éstos casos.
La sala B, considera que "un análisis semántico" del tema revela diferencias entre
ambos conceptos, y expresa que "mientras que "litigar" sin gastos abarca desde el
comienzo de las actuaciones judiciales —pago de tasas y sellados— hasta su finalización
(eximición de costas), el término "justicia gratuita" refiere indudablemente al acceso a la
justicia, que no debe ser conculcado por imposiciones económicas". También alude a que
los antecedentes parlamentarios vinculados con la cuestión le permiten arribar a igual
conclusión en punto a que la justicia gratuita no implica un avance sobre las costas de los
procesos que regula la LDC, y agrega que el alcance de la gratuidad en el derecho laboral
refiere al pago de la tasa de justicia, pero no al de las costas judiciales cuando el
trabajador es vencido en el pleito, eximición esta última que queda diferida, en su caso, a
la concesión del beneficio de litigar sin gastos, en el caso de corresponder.
Nos expresamos a favor de lo resuelto por la mayoría, pues ante el carácter de orden
público de la ley 24.240, es ineludible la aplicación de oficio de sus normas por los jueces.
El art. 65 de ley de defensa del consumidor así lo dispone, significando que el interés
497
general se encuentra comprometido y merece ser protegido para garantizar que siempre
prevalezcan sobre los intereses particulares. De tal manera está prohibida a las partes su
renuncia y a los jueces apartarse de su contenido.
1.3. Legitimación
Las acciones individuales pueden ser ejercidas por el consumidor y/o el usuario
cuando sus intereses resulten afectados o amenazados, conforme se indica en el art. 52
(según texto establecido en el art. 24 de la ley 26.361(43); pero también dicha norma prevé
que la acción corresponderá a las asociaciones de consumidores o usuarios autorizadas
en los términos del art. 56 de esta ley, a la autoridad de aplicación nacional o local, al
Defensor del Pueblo(44)y al Ministerio Público Fiscal.
498
asociaciones legitimadas(47). La ausencia de intervención del Ministerio Público acarrea la
sanción de nulidad del proceso.
El art. 26 de la ley 26.361, en el que se dispone la sustitución del texto del art. 53 de
la ley 24.240, prevé que: "...Quienes ejerzan las acciones previstas en esta ley
representando un derecho o interés individual, podrán acreditar mandato mediante simple
acta poder en los términos que establezca la reglamentación...", con lo que se pretende
dar una mayor simpleza a la justificación de la representación procesal, pues en la
reglamentación se dispuso (art. 53) que "El mandato se acreditará por medio
de instrumento público correspondiente o con carta poder, con la firma del otorgante
certificada por autoridad policial o judicial o por escribano público. Podrá también
otorgarse mandato mediante simple acta poder certificada por la autoridad de aplicación.
La misma deberá establecer la identidad y domicilio del mandante y designación,
identidad, domicilio y firma del mandatario"(50).
La acción preventiva es la que tiene por objeto —al decir de Peyrano— evitar el
acaecimiento, repetición, agravación o persistencia de daños potencialmente posibles,
conforme el orden normal y corriente de las costas, a partir de una situación
499
fáctica existente; existiere o no algún vínculo jurídico preexistente con el legitimado pasivo
de ella. De tener éxito, se traducirá, por lo general, en una orden de hacer o de no hacer
que busque revertir o modificar la situación fáctica que genera el riesgo de daño (o de
persistencia o repetición) que justifica su promoción(55) (56) (57) (58).
, , y
Este tipo de tutela puede ser reclamada través del pedido de una medida cautelar
innovativa o una prohibición de innovar(59) (60), de una "tutela anticipada" durante el
y
Ahora, la acción resarcitoria que tiene por objeto obtener una indemnización ante el
daño causado al consumidor o usuario, tramitará en principio por el proceso de
conocimiento más abreviado (sumarísimo) y nos remitimos a lo ya indicado
precedentemente —punto 1— sobre el trámite del proceso individual.
500
playa" cobrado en las estaciones de servicio de venta de combustible(73). También podría
darse el caso de que se acumule una pretensión de "tutela resarcitoria" con una de
"restitución de sumas de dinero" indebidamente cobradas(74).
Señala Gidi que "una acción colectiva es la acción promovida por un representante
(legitimación colectiva), para proteger el derecho que pertenece a un grupo de personas
(objeto del litigio), y cuya sentencia obligará al grupo como un todo (cosa juzgada)"(77), y
con tal definición de acción colectiva resalta que los elementos esenciales de una acción
colectiva son: la existencia de un representante, la protección de un derecho de grupo y el
efecto de la cosa juzgada.
Ahora bien, ¿Cuál es el trámite previsto para una acción colectiva en la LDC?
Comenzaremos indicando que no se ha regulado un trámite especial distinto del
establecido en el art. 53 de la LDC, aplicable a quienes representan un derecho o interés
individual(78) (79).
y
Por ende, sería el del proceso de conocimiento más abreviado que rijan en la
jurisdicción del tribunal ordinario competente, a menos que, a pedido de parte, el juez por
resolución fundada y basado en la complejidad de la pretensión, considere necesario un
trámite de conocimiento más adecuado.
usuario y consumidor es entre los "derechos colectivos", porque existe un vínculo que los
501
asocia en el interés, e identifica, a veces parcialmente, al sujeto pasivo, y aclara que ésta
no es la vía que previene el art. 52 de la ley 24.240, en razón de que una demanda
presentada por el afectado o la asociación respectiva, se enmarca dentro de un proceso
de conocimiento que el juez seleccionará considerando el que sea más breve; mientras
que si la pretensión se deduce como amparo, no hay determinación posible y el trámite
será el que corresponda en cada jurisdicción al proceso constitucional(82).
Con la reforma introducida por la ley 26.361, encontramos que se ha previsto una
tutela diferenciada para los procesos colectivos que tiene por objeto la defensa de los
derechos de los consumidores y usuarios —tal como lo señala Berizonce(84)— referida a
las "legitimaciones extraordinarias" (art. 52, LDC); al "acceso irrestricto a la jurisdicción"
(beneficio de litigar sin gastos ex lege, art. 53, LDC) (85) (86); al "régimen específico de la
y
cosa juzgada en las acciones colectivas" (art. 54, LDC); y al régimen específico de
ejecución de sentencia colectivas (art. 54, LDC); pero no la regulación de un proceso
específico distinto a los procesos de conocimientos regulados en el Código Procesal Civil
de la Nación o en los códigos provinciales.
Pero frente a esa falta de regulación, señala la Corte que la disposición constitucional
(art. 43) es claramente operativa y es obligación de los jueces darle eficacia, cuando se
aporta nítida evidencia sobre la afectación de un derecho fundamental y del acceso a la
justicia de su titular. La Corte Federal entiende que la admisión formal de toda acción
colectiva requiere la verificación de ciertos recaudos elementales que hacen a su
viabilidad, tales como (a) la precisa identificación del grupo o colectivo afectado; (b) la
idoneidad de quien pretenda asumir su representación y; (c) la existencia de un planteo
que involucre, por sobre los aspectos individuales, cuestiones de hecho y de derecho que
sean comunes y homogéneas a todo el colectivo.
502
como la de comparecer en él como parte o contraparte, e implementar adecuadas
medidas de publicidad orientadas a evitar la multiplicación o superposición de procesos
colectivos con un mismo objeto a fin de aventar el peligro de que se dicten sentencias
disímiles o contradictorias sobre idénticos puntos.
Establece el art. 52 LDC, que "...La acción corresponderá al consumidor o usuario por
su propio derecho, a las asociaciones de consumidores o usuarios autorizadas en los
términos del art. 56 de esta ley, a la autoridad de aplicación nacional o local, al Defensor
del Pueblo y al Ministerio Público Fiscal. Dicho Ministerio, cuando no intervenga en el
proceso como parte, actuará obligatoriamente como fiscal de la ley. En las causas
judiciales que tramiten en defensa de intereses de incidencia colectiva, las asociaciones
de consumidores y usuarios que lo requieran estarán habilitadas como litisconsortes de
cualquiera de los demás legitimados por el presente artículo, previa evaluación del juez
competente sobre la legitimación de éstas. Resolverá si es procedente o no, teniendo en
cuenta si existe su respectiva acreditación para tal fin de acuerdo a la normativa vigente.
En caso de desistimiento o abandono de la acción de las referidas asociaciones
legitimadas la titularidad activa será asumida por el Ministerio Público Fiscal".
503
Señala Lorenzetti que cuando la ley refiere a intereses de los consumidores (art. 52),
se aplica a: 1) Intereses pluriindividuales homogéneos(92): en los que los intereses de los
consumidores son individuales, pero coincidentes. Por esta razón —dice— esta clase de
acciones no impide que la inicie el consumidor a título individual (art. 52)
o a título individual a través de la asociación (art. 58), pero señala que el veto al art. 54
suprimía los efectos erga omnes de la cosa juzgada que se suele prever para estos
casos(93) (94) (95), lo que ha cambiado con la reforma introducida por la ley 26.361, según
, y
Los legitimados para promover una acción colectiva, a los fines de la tutela de
derechos de los consumidores de incidencia colectiva, que tienen por objeto bienes
colectivos, son: el consumidor o usuario afectado(97) (98) ,
(99)
y
, las asociaciones de consumidores o usuarios autorizadas en los términos del art.
56(100) , 101, 102 y 103,
(101) (102)
504
La(114)Corte(115)Federal(116)le ha reconocido a una asociación de consumidores
legitimación para reclamar el cese de la práctica de imponer períodos de carencias
respecto de las prestaciones comprendidas en el Programa Médico Obligatorio (PMO) (117),
como para que se declarara la ineficacia de las cláusulas contenidas en el contrato tipo
que vincula a una empresa de medicina prepaga con sus afiliados, en cuanto contemplan
el derecho de aquélla a modificar unilateralmente las cuotas mensuales y los beneficios
de los planes que ofrece, la exime de responsabilidad por daños y perjuicios derivados de
la impericia, culpa, dolo, imprudencia o negligencia de sus prestadores, y de
responsabilidad por la suspensión de servicios(118).
505
En cambio, los Dres. R. L. Lorenzetti y R. E. Zaffaroni, en su voto en disidencia
(también referido sintéticamente) indicaron que: a) en materia de legitimación procesal
corresponde, como primer paso, delimitar con precisión si la pretensión concierne a
derechos individuales, a derechos de incidencia colectiva que tienen por objeto bienes
colectivos, o a derechos de incidencia colectiva referentes a intereses individuales
homogéneos; b) en todos ellos, la comprobación de la existencia de un caso (con una
configuración típica diferente en cada uno de ellos) es imprescindible; c) la regla general
en materia de legitimación es que los derechos sobre bienes jurídicos individuales son
ejercidos por su titular; d) los derechos de incidencia colectiva que tienen por objeto
bienes colectivos (art. 43 de la Constitución Nacional), son ejercidos por el defensor del
pueblo de la Nación, las asociaciones que concentran el interés colectivo, y el
afectado; e) la Constitución Nacional admite una tercera categoría conformada por
derechos de incidencia colectiva referentes a los intereses individuales homogéneos,
cuando hace alusión a los derechos de los consumidores y a la no discriminación en su
art. 43 En esta categoría hay un hecho, único o continuado, que provoca la lesión a todos
ellos y por lo tanto es identificable una causa fáctica homogénea. Hay una homogeneidad
fáctica y normativa que lleva al legislador a considerar razonable la realización de un solo
juicio con efectos expansivos de la cosa juzgada que en él se dicte, salvo en lo que hace
a la prueba del daño; f) no hay en nuestro derecho una ley que haya reglamentado el
ejercicio efectivo de las denominadas acciones de clase en el ámbito específico que es
objeto de esta litis; g) frente a esa falta de regulación, cabe señalar que la norma
constitucional referida es claramente operativa y es obligación de los jueces hacerla
efectiva, cuando se aporta nítida evidencia sobre la afectación de un derecho fundamental
y del acceso a la justicia de su titular; h) la procedencia de este tipo de acciones requiere
la verificación de una causa fáctica común, una pretensión procesal enfocada en el
aspecto colectivo de los efectos de ese hecho y la constatación de que, en ausencia de
un ejercicio colectivo, habría una afectación grave del acceso a la justicia; i) en la
presente causa se trata de la legitimación en un supuesto de intereses individuales
homogéneos, ya que la Defensoría solicitó una decisión que tendrá efectos jurídicos sobre
una pluralidad relevante de sujetos; j) Existe una norma que concede de modo general la
legitimación (art. 137 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), la que
es invocada en un caso vinculado a los derechos del consumidor (art. 43 de
la Constitución Nacional) y por lo tanto es directamente operativa al vincularse con
derechos humanos; k) La pretensión impugnativa, por falta de realización de la audiencia
pública, se refiere a una decisión que afecta a una multiplicidad relevante de sujetos y por
lo tanto hay una causa homogénea. Hay, además, una causa petendi enfocada en el
elemento común, ya que la decisión que se tome afectará, inevitablemente, a todo el
grupo; l) Está configurada una situación de amenaza directa y relevante de los derechos
de los usuarios y consumidores (art. 43 de la Constitución Nacional), es decir, hay una
causa o controversia en el sentido técnicamente expresado; ll) Se concluye que existe
legitimación de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires en el caso, y se
cita a la causa "Defensor del Pueblo de la Nación", Fallos: 28:1652, voto de los jueces
Petracchi, Zaffaroni y Lorenzetti, considerando 14.
Ya en el año 2007, la Corte Suprema en los autos "Defensor del Pueblo de la Nación -
inc. dto. 1316/02 v. EN - PEN - dtos. 1570/01 1606/01 s/ amparo ley 16.986"(122)de fecha
26/6/2007, resolvió también por mayoría que: "Queda exceptuada la legitimación del
Defensor del Pueblo contemplada en el art. 43, 2º párr. de la Carta Magna la protección
de los derechos de carácter patrimonial, puramente individuales, cuyo ejercicio y tutela
corresponde exclusivamente a cada uno de los potenciales afectados"(123) (124).
y
506
Es destacable que para autores como Roland Arazi, a partir de la sanción de la ley
26.361 no existe duda alguna de la legitimación para promover acciones colectivas de las
asociaciones que tienen por objeto la defensa del consumidor, con relación a los
derechos individuales homogéneos(125); lo que también pensamos que debe entenderse
para el Defensor del Pueblo(126).
Sin perjuicio de ello —según lo resuelto por la Corte Federal— la acción resultará de
todos modos procedente en aquellos supuestos en los que cobran preeminencia otros
aspectos referidos a materias tales como el ambiente, "el consumo" o la salud o afectan a
507
grupos que tradicionalmente han sido postergados, o en su caso, débilmente protegidos,
dado que en esas circunstancias, la naturaleza de esos derechos excede el interés de
cada parte, y al mismo tiempo, pone en evidencia la presencia de un fuerte interés estatal
para su protección, entendido como el de la sociedad en su conjunto(137).
A ello se debe agregar que las acciones de incidencia colectiva son a favor de los
consumidores y usuarios, no a favor de la asociación. Por ende, nos persuade
la interpretación de que cuando el beneficio de litigar sin gastos se concede a quien
carece de recursos, la finalidad perseguida es que esa circunstancia no le impida el
acceso al servicio de justicia, y que cuando el beneficio de "justicia gratuita" se concede a
quien no tiene necesariamente esa imposibilidad de obtener recursos, como en este caso
a una asociación que defiende los derechos de los consumidores y que actúan en
defensa de un interés público que beneficia a terceros, la finalidad de ese beneficio es dar
un incentivo al ejercicio en sede judicial de intereses con trascendencia pública a ciertas
personas jurídicas constituidas y mantenidas por particulares que se especializan en la
materia en cuestión(138).
El art. 54 de la ley de defensa del consumidor 24.240 con su última modificación por
la ley 26.361, dispone que "para arribar a un acuerdo conciliatorio o transacción, deberá
correrse vista previa al Ministerio Público Fiscal, salvo que éste sea el propio actor de la
acción de incidencia colectiva, con el objeto de que se expida respecto de la adecuada
consideración de los intereses de los consumidores o usuarios afectados. La
homologación requerirá de auto fundado. El acuerdo deberá dejar a salvo la posibilidad de
508
que los consumidores o usuarios individuales que así lo deseen puedan apartarse de la
solución general adoptada para el caso...".
Como se advierte de esa norma, se señala la intervención del Ministerio Público a los
fines de celebrar un acuerdo transaccional con el objeto de que se expida respecto de la
adecuada consideración de los intereses de los consumidores o usuarios afectados(141).
Esta solución legal adoptada a nivel nacional, ha sido seguida por la legislación de
algunas provincias como San Luis, Chubut y Santa Cruz(143) (144).
y
Las sumas en juego fueros estimadas en 367 millones de pesos, si bien los montos de
las reparaciones para los clientes no eran significativos en términos individuales —entre
27 y 2 mil pesos, según el caso—, pero el agregado de miles de cuentas (1.705.822
clientes) les habría costado a los bancos la cifra estimada. Y se indica que el 99,1 por
ciento de los afectados no cobró nada(147), como que los abogados de la asociación
percibieron 15,6 millones de pesos en concepto de honorarios, pagados por los bancos.
509
Pero el más destacado —por lo desatinado para los consumidores— fue el acuerdo de
Adecua con el Banco Privado de Inversiones, en el cual de unos 135 mil clientes
afectados sólo hicieron el trámite para recuperar el dinero 27 personas, que percibieron $
483 en promedio cada una, cuando el Banco debería haber reintegrado $ 65.000.000.
Sobre este caso, se indica que Juez titular del Juzgado Nacional de Primera Instancia en
lo Comercial Nº 5 —Dr. Sícoli— al considerar que:
"Reconocido el derecho a cobrar una suma de dinero, este derecho no puede verse
conculcado por un inadecuado modo de ejecución que termina por favorecer
económicamente al deudor". .. "Ni el banco demandado, ni la actora, informaron, con
lealtad y buena fe antes de ahora"..."Aparejaría un enriquecimiento de la entidad
financiera en sumas millonarias"... "En cuanto a ADECUA, no alcanzo a entender aún —
y más allá de las manifestaciones brindadas en el acto de la audiencia— el desapego
demostrado por esa asociación respecto del resultado de un acuerdo alcanzado por ella,
que involucraba a los consumidores que decía defender, pues ciertamente debió ser la
asociación la denunciante del fracaso de una instrumentación dada; de lo contrario, la
defensa de los derechos que predica queda sólo en un acto declamatorio sin concreción
efectiva", resolvió —en fecha 22/5/2013— lo siguiente : "1) La demandada, una vez firme
la presente decisión, depositará dentro del término de diez días, en las cuentas que
posean en la actualidad los clientes alcanzados por la condena, el total de las sumas
debidas más los intereses reconocidos hasta el efectivo pago. 2) Depósito judicial en el
Banco Nación de los montos a devolver a los clientes que ya no operan con el banco.
Informando a través de edictos la existencia de fondos depositados a su favor. 3) A fin de
dar debida publicidad a esta decisión se deberá: a) incluir en los tres (3) resúmenes de
cuenta posteriores a la firmeza del presente proveído, de modo claro, el capítulo
resolutorio de esta decisión y la fecha de disponibilidad de las sumas correspondiente;
y b) publicar edictos a cuarto de página en la sección principal de los diarios La
Nación, Clarín y Crónica por dos (2) días. 4) Puesta a disposición de los antiguos clientes
del listado de personas y montos en todas las sucursales del Banco. 5) En ambos casos,
el monto incluirá los intereses a tasa activa, devengados en el tiempo en que debieron
haber sido devueltos. 6) Información, en plazo de 5 días, al juez, al fiscal y a la asociación
de los listados, montos, fechas de pago y grado de cumplimiento alcanzado. 7) La
Asociación deberá informar telefónicamente —por los medios habituales— a
los interesados para que retiren esos montos. 8) Remitir las actuaciones a la autoridad de
aplicación para que tome las decisiones administrativas que correspondan en relación a la
Asociación de Consumidores. 9) En caso de dilación o incumplimiento en las obligaciones
debidas, se impondrá a multa diaria de $ 10.000 por cada día de retardo, sin perjuicio de
la carga que corresponde a la actora y al Ministerio Público Fiscal en orden a impulsar la
ejecución de esta sentencia"(148).
510
lograron; a) que las entidades financieras y sus aseguradoras cesen inmediatamente de
cobrar a sus clientes un precio del seguro que exceda el valor del corriente en plaza; b)
que las entidades financieras y sus aseguradoras restituyan a los clientes del banco las
sumas percibidas en exceso del precio corriente de plaza.
Ante tales resultados, el derecho comparado puede resultar una herramienta útil para
mejorar nuestro derecho nacional.
Entre las soluciones que ofrecen diversos ordenamientos jurídicos para casos de
acuerdo o transacciones se puede optar por: a) No aceptar ningún tipo de acuerdo
colectivo, dada la indisponibilidad total de los derechos en juego (solución que parece la
menos apropiada); b) Aceptar únicamente acuerdos de cumplimiento o ajuste de conducta
como ocurre en Brasil, Colombia y lo prevé el Código Modelo; y c) Aceptar los acuerdos
colectivos con amplio alcance y eficacia, lo que impone reglamentar el procedimiento para
evaluar la adecuación de los acuerdos, tal como ocurre en Estados Unidos(152).
Aceptando los acuerdo colectivos con amplio alcance y eficacia, Pereira Campos, en
cuanto a la forma de regular el procedimiento de aprobación de los acuerdos para el caso
de que éstos se admitan, señala dos grandes caminos: 1) Prever una detallada regulación
de todas las etapas a cumplirse y los elementos a controlar para aprobar un acuerdo,
como lo propone GIDI en su Proyecto de Código Modelo(153); y 2) Prever una regulación
más escueta, con derecho de exclusión ("opt out"), salvándose siempre la
acción individual, otorgándose discrecionalidad reglada al Juez para instrumentar lo más
adecuado a las características de cada caso(154).
Una sentencia en el proceso civil adquiere la cualidad de cosa juzgada cuando se han
agotado los recursos dirigidos a cuestionar su eficacia y validez, o cuando las partes han
consentido su contenido, lo cual la hace irrevocable, inmutable, definitiva y ejecutable.
511
En relación a los efectos y límites subjetivos de la sentencia en un proceso civil que
podríamos denominar "tradicional", la regla general es que la cosa juzgada sólo afecta y
comprende a las personas que han estado vinculadas revistiendo el carácter de partes en
el proceso en el cual se dictó la sentencia, y no puede afectar o beneficiar a terceros
(res iudicata inter partes y res inter alios iudicata tertio non nocet), pues de lo contrario se
violaría el principio constitucional del debido proceso y el derecho de defensa en juicio.
Sin embargo, hay casos en que respecto de terceros lo resuelto tiene algún efecto o
consecuencia aún cuando no hayan sido parte en el juicio donde se dictó la sentencia (p.
ej. eficacia refleja o indirecta de la sentencia relativas el estado civil de las personas), y es
más complejo y discutido el alcance la cosa juzgada en los procesos colectivos y de
grupo.
Ahora bien, con la reforma introducida al art. 54 de ley 24.240 por la ley 26.361(157) (158),
y
512
clases de cada uno de ellos y, por vía incidental, podrán éstos estimar y demandar
la indemnización particular que les corresponda.
Lo que podría ser criticable de esta norma —a nuestro entender— es que con relación
a las pretensiones con contenido patrimonial no se ha previsto expresamente el efecto de
la cosa juzgada secundum eventum litis(160), y que —por ende— la cosa juzgada negativa
sólo alcance a los legitimados que intervinieron en las acciones colectivas.
513
litigio, quienes podrán por vía incidental en el mismo proceso acreditar la legitimación, su
perjuicio, ejecutar la sentencia, y en su caso liquidar los daños; b) el del rechazo de la
demanda, disponiéndose que no impedirán la acción de los consumidores y usuarios
titulares de un interés individual, que no hayan intervenido en el proceso; y c) rechazo
por insuficiencia de pruebas, en el que cualquier otro legitimado diferente al actor
podrá intentar otra acción valiéndose de nuevas pruebas.
Para efectuar un reclamo es necesario redactar una nota explicando los hechos
sucedidos, la que se podrá enviar por correo postal o llevarla personalmente a la Oficina
de Defensa del Consumidor correspondientes a la jurisdicción donde haya adquirido un
producto o servicio. En el caso de que no exista Oficina Municipal de Orientación al
Consumidor (OMIC) en el municipio donde tuvo su problema, deberá iniciarla en el
Departamento de Orientación del Consumidor de la Provincia de Buenos Aires(167) (168).
y
2. Provincia de Catamarca
514
pudiendo eximirse de impuestos y de cualquier clase de contribución a los productores
que, con el fin de abaratar los precios, eliminen a los intermediarios. El control de precios
compete, en cada municipio, a la autoridad local respectiva" (art. 57)(172).
Por ley 5034(174)se regula el procedimiento para amparo judicial de los Intereses
Difusos o Derechos Colectivos.
Con relación a la sentencia definitiva, se indica que hará cosa juzgada respecto de
todas las partes intervinientes en el proceso y que el Tribunal podrá ordenar la publicación
de la sentencia por los medios previstos en el art. 16 de la Ley (art. 20). Y se estableció
también que sin perjuicio de la subsistencia de las restantes pretensiones deducidas en la
causa por las partes, el proceso de amparo colectivo sólo podrá reabrirse cuando dentro
515
de un plazo máximo e improrrogable de dos años contados desde la notificación de la
sentencia denegatoria, el legitimado activo ofreciere la producción de nuevas pruebas
conducentes, de las que declare bajo juramento no haber tenido conocimiento o dispuesto
por causas que no le fueran imputables (art. 21)(175).
Efectuada la denuncia por la oficina, ésta fija la fecha y la hora para una audiencia de
conciliación en la que se cita a las partes a fin de intentar alcanzar un acuerdo(177).
Los actos administrativos que dispongan sanciones podrán ser recurridos por el
procedimiento previsto en la ley Provincial 2.403 (Art. 14, ley 5069).
3. Provincia de Chaco
516
4. Provincia de Chubut
La Constitución Provincial tiene previsto que "El Estado desarrolla políticas tendientes
a la protección de los usuarios y consumidores, reconociéndoles el derecho de acceder,
en la relación de consumo, a una información eficaz y veraz y de agruparse en defensa de
sus intereses. Para gozar de este derecho las entidades que así se organicen deben estar
reconocidas, ser representativas y observar procedimientos democráticos internos. Los
particulares y las entidades mencionadas tienen legitimación a los fines de promover
amparo u otras acciones destinadas a la prevención y la reparación de daños. La ley
regula el control de calidad de bienes y servicios ofrecidos y prestados a la comunidad,
así como la información que debe suministrarse al público en su comercialización,
sancionando a quienes atenten contra la salud, la seguridad y el adecuado
aprovisionamiento a consumidores y usuarios, en cuanto sea de competencia provincial"
(art. 33º)(181).
Esta ley citada establece, en su art. 3º, que todos los municipios chubutenses que
pretendan ejercer la facultad de control y vigilancia previstos en la Ley Nacional de
Defensa del Consumidor deberán adherir al Capítulo III de dicha norma. El mismo
subraya que la Dirección General de Defensa y Protección de Consumidores y Usuarios
del Chubut se reserva la facultad de juzgamiento de las infracciones que se sometan a
tratamiento de la citada Ley Nacional.
En esta norma se establece un plazo de cinco días para deducir apelaciones, siendo
este término sensiblemente menor al determinado en el art. 45 de la LDC (art. 7º).
517
medidas preventivas (acción de prevención), reparatorias (acción de reparación) del
medio ambiente, del patrimonio cultural, la discriminación, de los derechos de la
competencia, consumidores y usuarios y en general el goce de los derechos difusos (art.
22).
Se prevé que los efectos de cosa juzgada de la sentencia alcanza a todas las
partes intervinientes (art. 26) y la gratuidad de las actuaciones (art. 27).
La ley VII Nº 53, prevé que se adhiere en todos sus términos y alcances a la ley
nacional 26.361(185).
Por ley 61(186)se delega las facultades de ejercicio de vigilancia, control y juzgamiento
de infracciones de las disposiciones de la ley nacional 24.240 y su modificatoria ley
nacional 26.361, en los municipios.
Los reclamos y denuncias que los consumidores realicen cuando entiendan que sus
derechos han sido vulnerados, deben presentarse en la Dirección de Defensa del
Consumidor(187).
Contra los actos administrativos que dispongan sanciones se podrá interponer recurso
de apelación que tramitará por ante la Cámara de Apelaciones correspondiente a la
Circunscripción del lugar de juzgamiento (art. 7º, ley 4219)(188).
5. Provincia de Córdoba
Los reclamos y denuncias que los consumidores realicen cuando entiendan que sus
derechos han sido vulnerados, deben presentarse en la Dirección General de Defensa del
Consumidor y Lealtad Comercial del Ministerio de Industria, Comercio y Minería(192).
6. Provincia de Corrientes
518
En la Constitución de la Provincia de Corrientes se ha previsto que "Los consumidores
y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la
protección de su salud, seguridad e intereses económicos, a una información adecuada y
veraz, a la libertad de elección y a condiciones de trato equitativo y digno. Las autoridades
deben proveer a la protección de esos derechos, a la educación para el consumo, a la
defensa de la competencia contra toda forma de distorsión de los mercados, al control de
los monopolios naturales y legales, al de la calidad y eficiencia de los servicios públicos, y
a la constitución de asociaciones de consumidores y usuarios. La legislación establece los
marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia provincial, previendo el
mecanismo de audiencias públicas y la necesaria participación en los organismos de
control y en la confección o modificación de dicho régimen regulatorio, de las
asociaciones de consumidores y usuarios y de los municipios interesados. Toda persona
tiene el derecho de elegir la vía de resolución para sus controversias, disputas o
conflictos, que puede ser la conciliación, mediación, arbitraje o instancia judicial. En los
casos donde el Estado provincial y las municipalidades sean parte de la controversia, se
preferirá la vía arbitral. La ley establece las normas y procedimientos a cumplimentar en
cada caso y las excepciones para cada una de las vías de resolución"(193).
La Provincia de Corrientes adhiere a la ley nacional 24.2.40, por ley 4811. En dicha
norma se prevé que contra los actos administrativos que dispongan sanciones se podrá
recurrir ante el Superior Tribunal de. Justicia de la Provincia (art. 4º)(194).
En la ley 5760 se establece las bases legales para la defensa del consumidor y del
usuario, y tiene por objeto establecer las reglas de las políticas públicas y los mecanismos
administrativos y judiciales para la efectiva implementación en el ámbito provincial: a) De
los derechos de los consumidores y usuarios reconocidos en la Constitución Nacional. b)
De las normas de protección consagradas en la Ley Nacional de Defensa del Consumidor
y disposiciones complementarias, sin perjuicio de las competencias concurrentes de la
Autoridad Nacional de Aplicación (art. 1º)(195).
Luego, se dicta la ley 6181(196), que tiene por objeto instrumentar en el ámbito de la
Provincia de Corrientes, la efectiva aplicación de los derechos de los consumidores y
usuarios consagrados por la Constitución Nacional, Constitución Provincial, y de las leyes
24.240, 22.802, 19.511, 26.682, y 25.065, sus leyes y normas modificatorias y
complementarias (art. 2º).
519
7. Provincia de Entre Ríos
La verificación de las infracciones a la ley nacional 24.240 y a la citada ley 8973, sus
normas reglamentarias y resoluciones que en su consecuencia se dicten y la
sustanciación de las causas que en ellas se originen, se debe ajustar al procedimiento
que se establece en los arts. 6º a 15 de dicha norma local.
Contra los actos administrativos que dispongan sanciones se podrán interponer los
recursos de reposición y apelación dentro de los cinco (5) días de notificada la resolución
y se tramitarán y resolverán conforme lo estipula la Ley de Trámite Administrativo
Provincial en materia de recursos, vigente en el momento, siempre y cuando no se
opongan a lo dispuesto en la ley 6181 (art. 10º, ley 6181).
8. Provincia de Formosa
520
libertad de elección y a condiciones de trato equitativo digno. Las autoridades proveerán a
la protección de esos derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la
competencia contra toda forma de distorsión de los mercados, al control de los
monopolios naturales y legales, al de la calidad y eficiencia de los servicios públicos, y a
la constitución de asociaciones de consumidores y de usuarios. La legislación establecerá
procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos, y los marcos
regulatorios de los servicios públicos de competencia provincial, previendo la necesaria
participación de las asociaciones de consumidores y usuarios en los organismos de
control" (art. 74)(202).
9. Provincia de Jujuy
521
En el año 2002 se introdujo una modificación en el art. 34 de la ley 5170 por ley
5326, determinando la aplicación de la ley 4442 relativa al régimen procesal del amparo y
modificando la competencia de los jueces.
Por ley 5294(207)se crea el sistema Provincial de Arbitraje de Consumo, el que tiene
como finalidad atender y resolver con carácter vinculante y produciendo idénticos efectos
a la cosa juzgada para ambas partes, los reclamos de consumidores y usuarios relativos a
los derechos y obligaciones emergentes de la ley nacional 24.240 "De Defensa del
Consumidor", sus modificatorias y reglamentarias, la ley provincial 5170 de adhesión a
dicha Ley Nacional, y cualquier otra norma que consagre derechos y obligaciones para los
consumidores y usuarios en las relaciones de consumo (art. 1º).
Son competentes para actuar en las acciones judiciales que se interpongan con
fundamento en la LDC, las Salas de la Cámara en lo Civil y Comercial, distribuidas por la
Mesa General de Entradas del Poder Judicial (art. 1º, ley 5326).
Están legitimados para promover dichas acciones el Ministerio Público, los Municipios,
las entidades legalmente constituidas para la defensa de los intereses difusos o cualquier
entidad o particular que accione en nombre de un interés colectivo (art. 7º).
En relación al trámite del proceso se remite a las normas que regulan el proceso
sumario en cuanto no resulten específicamente modificadas (art. 11). Y sobre los efectos
y alcance de la cosa juzgada donde se establece que la sentencia definitiva hará cosa
juzgada respecto de todas las partes intervinientes en el proceso, sin perjuicio de las
restantes pretensiones que correspondan a las partes, y que el proceso de amparo
colectivo sólo podrá reabrirse cuando dentro de un plazo improrrogable de dos (2) años
desde la comunicación de la sentencia denegatoria, el legitimado activo ofreciere la
522
producción de pruebas conducentes de las que no haya dispuesto por causas que no le
fueran imputables (art. 20).
Toda denuncia contra posibles violaciones a los derechos de los consumidores debe
realizarse en las Oficinas de Defensa del Consumidor, pudiendo ser efectuada vía mail
mediante el llenado y envío del formulario que se obtiene en la página Web de la
Dirección de Comercio - Ministerio de la Producción - Gobierno de La Pampa(210).
La ley 8416 establece las bases legales para la defensa del consumidor y del usuario
según los términos del art. 51 de la Constitución de la Provincia de La Rioja, y tiene por
objeto establecer las reglas de las políticas públicas y los mecanismos administrativos y
judiciales para la efectiva implementación en el ámbito provincial(212).
Toda denuncia para intentar solucionar un problema de consumo debe realizarse ante
la Dirección General de Comercio Interior o delegación que corresponda.
Contra los actos administrativos que dispongan sanciones desde los incs. b) al f) del
art. 60, podrá interponerse recurso de apelación, que tramitará ante los Jueces o
Tribunales en materia civil, de acuerdo a la competencia por cuantía y circunscripción
523
judicial del asiento donde tuviere lugar el juzgamiento, determinada por Ley Orgánica del
Poder Judicial de la provincia (art. 55, ley 8416).
Por ley 7363(216)se crean los Tribunales Arbitrales de Consumo, cuya competencia
será atender y resolver, con carácter vinculante y ejecutivo para las partes, los reclamos
de consumidores y usuarios con relación a derechos reconocidos en la ley nacional
24.240, ley provincial 5547 de Defensa del Consumidor y sus modificatorias, y toda ley,
decreto u otra reglamentación que consagre derechos y obligaciones de los consumidores
o usuarios en las relaciones de consumo y las que en el futuro las complementen,
reemplacen o modifiquen, sin perjuicio de la protección administrativa y judicial que
pudiere corresponderle.
Se crea el Fondo de Defensa del Consumidor, con el objeto de dar cumplimiento a los
objetivos previstos en las leyes de Defensa del Consumidor 24.240, de Lealtad Comercial
22.802, de Metrología Legal 19.511, las provinciales ley III-Nº 5 (antes ley 4149) y ley III-
Nº 6 (antes ley 4191) y a la III-Nº2, sus normas reglamentarias y resoluciones que se
dicten en consecuencia, asimismo, para atender gastos de funcionamiento, capacitación
524
del personal, adquisición de bienes de capital y los necesarios para optimizar el servicio
(art. 14).
Toda denuncia por presunta infracción a los derechos de los consumidores puede
presentarse en un formulario que se consigue en la página Web de la Subsecretaría de
Comercio e Integración del gobierno provincial(219).
Los actos administrativos que dispongan sanciones deben apelarse, dentro del plazo
de diez (10) días de notificada la resolución, ante la Cámara de Apelaciones en lo Civil y
Comercial de la Primera Circunscripción Judicial de la Provincia (art. 7º, ley III-Nº2)(220).
Los actos administrativos que dispongan sanciones podrán apelarse, dentro del plazo
de cinco (5) días de notificada la resolución, ante el Juzgado de Primera Instancia en lo
Civil, Comercial y de Minería del lugar donde se cometió la infracción (art. 8º, ley 2268).
525
En la Constitución de la Provincia de Río Negro se ha previsto que "El Estado
reconoce a los consumidores el derecho a organizarse en defensa de sus
legítimos intereses. Promueve la correcta información y educación de aquellos,
protegiéndolos contra todo acto de deslealtad comercial; vela por la salubridad y calidad
de los productos que se expenden" (art. 30)(224).
Toda denuncia por presunta infracción a los derechos de los consumidores se pude
realizar a través del sitio web del Gobierno de Río Negro, apartado Defensa del
Consumidor, mediante el formulario digital(229).
526
16. Provincia de Salta
527
En la Constitución de la Provincia de San Juan, reformada en el año 1986(234), se
incluyó entre los derechos, libertades y garantías sociales, el derecho de los
consumidores a organizarse con la finalidad de defender la seguridad, la salud y sus
legítimos intereses económicos (art. 69)(235).¿La ley 6006(236)aplicable para la defensa
jurisdiccional de los intereses y derechos del consumidor (art. 2º, pto. 2) estableció la
legitimación activa del "defensor del pueblo" y de las "agrupaciones privadas" legalmente
reconocidas, constituidas para la defensa de los intereses colectivos y adecuadamente
representativas de grupos o categorías de interesados, para el ejercicio de las acciones
de protección (para la prevención de un daño grave e inminente o la cesación de
perjuicios) y reparación de los daños colectivos (para la reposición de las cosas al estado
anterior al menoscabo) que reglamenta (arts. 3º, 4º y 5º).
Luego del que se sancionara la ley nacional 24.240, la provincia de San Juan se
adhiere a la misma por ley 7087(237). En esta norma se prevé que será autoridad de
aplicación de la misma, la Dirección de Defensa al Consumidor, dependiente de la
Secretaría de la Producción, Industria y Comercio, del Ministerio de Economía (art. 2º).
Esta norma local (ley 7087) contempla los casos en que la autoridad provincial aplica las
sanciones previstas en la ley 24.240, y determina la competencia de la justicia provincial
Civil, Comercial y de Minas para conocer en las apelaciones deducidas contra las
sanciones aplicadas por la autoridad de aplicación.
En el año 2006 se dicta la ley 7714 (Código de implementación de los derecho de los
consumidores y usuarios)(238) (239), en la que se establecen las bases legales para la
y
defensa del consumidor y del usuario, según los términos del art. 69 de la Constitución de
la Provincia de San Juan, y tiene por objeto establecer las reglas de las políticas públicas
y los mecanismos administrativos y judiciales para la efectiva implementación en el ámbito
provincial de los derechos de los consumidores y usuarios.
Con relación a la tutela judicial (arts. 23 a 33), se establece que las acciones
establecidas en su defensa podrán ser ejercidas concurrentemente por los afectados; las
asociaciones de usuarios y consumidores constituidas como personas jurídicas y
que incluyan entre sus fines institucionales la defensa de los intereses y derechos
528
protegidos en este Código; la autoridad de aplicación nacional o local y el Defensor del
Pueblo; y en caso de interés social relevante, el Ministerio Público, actuará
obligatoriamente como fiscal de la ley (art. 23). También se permite la intervención
de amicus curiae (art. 24)(240).
Por último, en el nuevo CPCCyM de San Juan(241)se ha previsto, al regularse sobre los
efectos de la sentencia en el proceso de amparo (art. 594), que en los procesos
colectivos, la sentencia alcanza a todo el grupo afectado en el territorio de la competencia
del juez interviniente, y será oponible al vencido, en beneficio de quienes, a pesar de no
haber intervenido personalmente en el juicio, compartan la situación jurídica o de hecho
con los que interpusieron la acción. En caso de rechazo de la acción, cualquier legitimado
que no haya intervenido en el proceso puede intentar otro con idéntico objeto, si la
impugnación se fundare en motivos diferentes o se valiere de nueva prueba, y los efectos
de la cosa juzgada colectiva no benefician a los actores de los amparos individuales si
éstos no requieren la suspensión del proceso individual en el plazo de cinco días desde el
conocimiento efectivo del proceso colectivo.
De esta manera todas las normas referidas se complementan para hacer efectivo el
pleno goce de los derechos de los consumidores y usuarios.
del Consumidor(245).
529
Por ley 5163(246)se adhiere a las disposiciones de la ley 24.240, y legitima a los
particulares y a las Asociaciones de Usuarios y Consumidores constituidas como
personas jurídicas a los fines de promover acciones judiciales cuando sus intereses
resultaren afectados o amenazados (art. 18). También el Defensor del Pueblo tiene
legitimación a los fines de promover, de oficio o por solicitud de los ciudadanos afectados,
las acciones determinadas en la ley nacional 24.240 y conforme a lo establecido en el art.
235 de la Constitución Provincial (art. 19).
Contra los actos administrativos que dispongan sanciones se podrá interponer recurso
de apelación que tramitará por ante la Cámara Civil, Comercial y Minas correspondiente a
la Jurisdicción del lugar de juzgamiento (art. 34, ley I-0742-2010).
Por ley 2465/97(249), la Provincia de San Cruz adhiere a las disposiciones de la ley
24.240, y legitima a los particulares y asociaciones a los fines de promover acciones
judiciales cuando sus intereses resulten afectados o amenazados en lo que hace a la
materia regulada por la ley 24.240 y sus modificatorias. A las acciones previstas en el art.
5º bis, se les aplicará las normas del Proceso Sumarísimo establecido en el Código de
Procedimiento Civil y Comercial de la provincia de Santa Cruz —ley 1418—, y gozarán de
pleno derecho del beneficio de litigar sin gastos.
En la ley 2744 se establece que contra los actos administrativos que dispongan
sanciones se podrá interponer recurso de apelación que tramitará por ante el Juzgado de
Primera Instancia en lo Civil, Comercial, Laboral y de Minería correspondiente a la
jurisdicción del lugar de juzgamiento (art. 5º).
530
En el marco de la Secretaría de Servicios Públicos de la Municipalidad de la ciudad de
Santa Fe, se creó la Oficina Municipal de Información y Protección del Usuario y
Consumidor, conforme las disposiciones de la ordenanza 10144/98(250).
La ley 10.000, conocida como de protección de intereses difusos, tiene por objeto la
salvaguarda de estos intereses, realizando una descripción de ellos como son la salud
pública, flora, fauna, protección del medio ambiente; y dejándola abierta a la inclusión de
otros, como los derechos de los consumidores y usuarios, de modo tal que ningún interés
considerado simple o difuso puede quedar sin tutela en dicho ordenamiento. Los
legitimados pasivos pueden ser la autoridad administrativa provincial, municipal o
comunal, entidades o personas privadas en ejercicio de funciones públicas(253).
A ello se debe agregar que la ley 10.396 concedió legitimación procesal al Defensor
del Pueblo(254).
531
ancianidad, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la
libertad de elección; a la calidad y eficiencia de los servicios públicos y a la constitución de
asociaciones en defensa de sus intereses. La legislación establecerá procedimientos
eficaces para la prevención y solución de conflictos y los marcos regulatorios de los
servicios públicos de competencia provincial, previendo la participación de las
organizaciones de usuarios y consumidores en los organismos de control" (art. 36)(255).
En el Código Procesal Civil, Comercial, Laboral, Rural y Minero de Tierra del Fuego se
regula el procedimiento para la postulación de las pretensiones tendientes a la defensa de
los intereses difusos (arts. 654 a 662, procedimiento sumarísimo con modificaciones)(259).
532
La Provincia de Tucumán posee su "Código Procesal Constitucional" aprobado por ley
6944(263)y modificado por ley 8049(264) (265).
y
Toda resolución definitiva por infracción a las disposiciones de las leyes referidas en
el art. 1º de la ley 8365 puede ser recurrida por ante los jueces de la provincia que
resulten competentes de acuerdo con la ley 6238. Y será competente para entender en
los recursos contra la resolución que dispone medidas preventivas, y según lo dispuesto
por el art. 66 de la ley 6238, los jueces contravencionales que por turno corresponda al
Centro Judicial Capital (art. 25, dec. 106/7).
533
En la jurisprudencia local se ha establecido que "Es competente la justicia penal de
Instrucción de Tucumán para resolver la apelación planteada en relación a una multa
dispuesta por un organismo local fundada en el art. 45 de la ley 24.241 de Defensa del
Consumidor hasta tanto sean puestos en funcionamiento los juzgados contravencionales,
pues estas sanciones son de carácter punitorio ya que conforme el art. 47 de dicha norma
tienen una finalidad retributiva o represiva que se encuentra conceptualmente más
cercana al ámbito de lo contravencional que de lo administrativo"(270).
Una vez que se confirma a través de la línea 147, chat o e-mail que la denuncia
corresponde, se deberá sacar un turno y dirigirse a una sede comunal para presentar la
documentación(275).
534
A nivel nacional se ha establecido que la autoridad de aplicación de la LDC es la
Secretaría de Comercio Interior dependiente del Ministerio de Economía y Producción
(art. 17, ley 26.361). Sus facultades y atribuciones están establecidas en el art. 19 de
la ley 26.361.
Ahora bien, se ha previsto que la autoridad nacional de aplicación, sin perjuicio de las
facultades que son competencia de las autoridades locales de aplicación referidas en el
art. 41 de la LDC, podrá actuar concurrentemente en el control y vigilancia en el
cumplimiento de la LDC (art. 18, ley 26.361).
535
1º de la citada ley, hasta la suma equivalente al valor de quince (15) Salarios Mínimos,
Vitales y Móviles (art. 27).
También se crea Justicia Nacional en las Relaciones de Consumo, que será ejercida
por los Jueces Nacionales de Primera Instancia en las Relaciones de Consumo y la
Cámara Nacional de Apelaciones en las Relaciones de Consumo (art. 41).
Se indica que se encuentran legitimados para iniciar las acciones o interponer los
recursos previstos en esta ley a: 1) las personas enunciadas en los arts. 1º y 2º de la ley
24.240 y sus modificatorias; b) la autoridad de aplicación de dicha ley y de las leyes
22.802 y 25.156 y sus respectivas modificatorias; 3) las asociaciones de consumidores y
usuarios legalmente constituidas y debidamente registradas: 4) el Defensor del Pueblo;
y 5) el Ministerio Público.
El trámite del proceso, que se regirá por los principios de celeridad, inmediación,
economía procesal, oralidad, gratuidad y protección para el consumidor o usuario, de
conformidad con lo establecido por el art. 42 de la Constitución Nacional y por la ley
24.240 y sus modificatorias, ha sido regulado en el art. 53 de la ley, y deberá ser
concluido en un plazo máximo de sesenta (60) días (art. 54).
Siendo necesaria una justicia rápida y económica para resolver los conflictos de
consumo, esperamos que realmente funcione. Sin perjuicio de ello, pensamos que se ha
perdido una oportunidad de crear una red en línea que permita encontrar una
solución extrajudicial (informal) a las denuncias de los consumidores y empresas relativas
a las relaciones de consumo, utilizando las nuevas tecnologías(279) (280).
y
536
1. Estados Unidos de América
Expresa Gidi, citando a Hazard, que la acción colectiva norteamericana tiene sus
orígenes históricos en el antiguo Derecho de Equidad(281).
Entre las ventajas de las acciones colectivas, se señala que ellas ofrecen igualdad de
oportunidades a los individuos menos favorecidos económicamente, como que permite
superar el obstáculo económico que muchas veces representa el escaso monto de cada
una de las reclamaciones individualmente consideradas(282). A ello podemos agregar que
contribuyen a un servicio de justicia más eficiente mediante la agilización del desarrollo y
finalización de ciertos procesos judiciales relativos a conflictos en masa inherentes a la
sociedad moderna(283) (284).
y
537
b) la establecida para los supuestos en que la contraparte del grupo ha evidenciado
una conducta positiva u omisiva por motivos vinculados a aquél, lo que torna apropiado
una resolución condenatoria o declarativa que involucre a todo el conjunto y;
c) la instaurada para cuando el juez otorga primacía a los puntos fácticos o jurídicos
comunes a los integrantes del grupo por sobre cualquier cuestión que afecte sólo a sus
miembros individuales, de manera tal que la acción del colectivo es siempre superior a la
acción individual.
La sentencia hace cosa juzgada erga omnes, abarcando a todos sea cual sea la
suerte de la pretensión y los motivos de su eventual rechazo.
538
la demanda, el costo que irrogaría proseguir con el proceso, el plan de distribución
presentado con el acuerdo así como las posibilidades de su cumplimiento por parte de los
demandados y, finalmente, la regularidad de las notificaciones sobre el acuerdo a los
miembros ausentes(292).
La sentencia hace cosa juzgada erga omnes, abarcando a todos sea cual sea la
suerte de la pretensión (haya sido admitida o rechazada en la sentencia), y resulta
irrelevante el motivo por el que puede ser rechazada.
Por ejemplo, el tribunal civil de la ciudad de Nueva York, es una de las cortes de
reclamos menores más activas del mundo. Cada año se someten más de 40.000 casos a
dicho tribunal, el cual brinda un servicio económico y simplificado a los litigantes que
desean resolver sus problemas legales relacionados con sumas monetarias de poco
monto. Es un tribunal único, y ofrece sesiones nocturnas para litigantes que tienen que
trabajar durante el día. Los jueces del tribunal civil junto a más de 1.000 empleados no
jurídicos, trabajan en conjunción para brindarle servicio a la población de la ciudad de
Nueva York. En la división de reclamos menores es un tribunal cuyos procedimientos son
económicos, informales y fáciles de entender, y donde un litigante puede presentar una
demanda monetaria contra otra persona sin tener que estar representado por un abogado.
Tanto el demandante como el demandado pueden contratar a un abogado si es que así lo
desean, aunque no es necesario que lo hagan y, generalmente, las demandas de
reclamos menores son procesadas por árbitros voluntarios, aunque si alguna de las
partes litigantes lo desea, su caso podrá ser planteado por ante un juez del tribunal
civil(293).
2. Brasil
Este Código fue más allá de la dicotomía de los intereses difusos y colectivos, creando
la categoría de los llamados intereses individuales homogéneos, que abrieron camino a
las acciones reparadoras de los perjuicios individualmente sufridos (correspondiendo, en
el sistema norteamericano, a las class actions for damages)"(294).
539
La Ley de la Acción Civil Pública (7347/85) contiene una acción para proteger el medio
ambiente, al consumidor y a los derechos de valor artístico, estético, turístico y de paisaje.
Esta ley creo un procedimiento para la acción colectiva con mandamiento judicial de hacer
o no hacer (injunctive class action) y para los daños globales sufridos por el grupo
(derechos difusos y colectivos), pero no permitió la reparación legal colectiva de
violaciones a los derechos individuales de los miembros de un grupo
(derechos individuales homogéneos), por lo que los miembros de un grupo solo podrían
recuperar sus daños individuales solamente interponiendo su propia
demanda individual(295). Ello —según Pellegrini Grinover— hasta que la Constitución de
1988 universalizó la protección colectiva de los intereses o derechos transindividuales, sin
ninguna limitación en relación al objeto del proceso, y con el Código de Defensa del
Consumidor (ley 8078/90), Brasil cuenta con una verdadero microsistema de procesos
colectivos(296).
Un buen ejemplo, según Gidi, para ilustrar los conceptos de "derecho transindividual" y
"derecho indivisible" es el transmitir al aire un anuncio publicitario engañoso o falso, Por
otra parte —continúa señalado este autor— el derecho individual a daños monetarios por
las lesiones causadas por el mismo anuncio es ejemplo de un derecho que ni
es indivisible ni transindividual. Como ejemplo de tutela judicial de derechos colectivos en
el área del consumidor, Bessa cita el reclamo en acción colectiva para impedir que
determinada empresa de salud promueva aumentos de las prestaciones
contrariando expresamente la legislación, y refiere también a la tutela consistente en el
pedido de declaración de nulidad de una cláusula contractual abusiva inserta en un
contrato (art. 51, CDC)(298).
540
d) también el consumidor puede, a través de un abogado inscripto en el Projudi
(Procedimiento Judicial Digital), registrar sus denuncias a través de Internet, sin tener que
desplazarse a las unidades que ofrecen el servicio, y después que en el procedimiento de
registro se de el alta en el sistema, las partes pueden comprobar los avances del proceso
en el sitio del Tribunal de Justicia (www.tjba.jus.br)(301).
Cuando la acción colectiva tiene por objeto la defensa de los derechos colectivos o
difusos, la misma tiene carácter preventivo o inhibitorio. En cambio si el objeto es la
defensa de los derechos individuales homogéneos, es de carácter reparatorio(302) (303).
y
Federal; de los órganos de protección del consumidor del Poder Ejecutivo (PROCONs); y
de las asociaciones legalmente constituidas(307)(art. 82, LDC)(308).
Resalta Bessa que una acción colectiva puede tutelar las tres especies de derechos
metaindividuales, como que es posible y muchas veces recomendable que haya
acumulación de pedidos(310).
Con relación a los efectos de la sentencia (arts. 103 y 104, CDC), será: a) erga
omnes, excepto si el pedido es juzgado improcedente por insuficiencia de pruebas, en la
hipótesis de acción colectiva para la defensa de los intereses o derechos difusos; b) ultra
partes, pero limitado al grupo, categoría o clase, salvo improcedencia por insuficiencia de
pruebas, cuando se trate de la hipótesis de acción colectiva para la defensa de
los intereses o derechos colectivos; y c) erga omnes, solamente en caso de procedencia
541
del pedido para beneficiar todas las víctimas y sus sucesores, en la hipótesis de acciones
colectivas para defensa de los intereses o derechos individuales homogéneos.
3. México
El Diario Oficial de la Federación publicó en el mes de agosto del año 2011 el marco
legal necesario para poner en práctica las "acciones colectivas", que entraron en vigor el
30 de julio de 2010 tras la reforma del art. 17 de la Constitución(317). El decreto que entró
en vigencia en el mes marzo del año 2012, define de forma general los requisitos
para iniciar acciones colectivas(318).
La reforma establece que las materias en las cuales se pueden promover acciones
colectivas son las siguientes: protección al consumidor, servicios financieros, competencia
económica y protección al ambiente(319).
Se estableció que "la defensa y protección de los derechos e intereses colectivos será
ejercida ante los Tribunales de la Federación".
542
en su caso, el convenio judicial adquiera la calidad de cosa juzgada. Aquellos que se
quieran unir posteriormente a la sentencia, deberán probar el daño causado en
el incidente respectivo. Asimismo, las acciones colectivas prescribirán a los 3 años y 6
meses contados a partir del día en que se haya causado el daño.
4. Colombia
Las acciones populares protegen los derechos e intereses colectivos, relacionados con
el patrimonio, el espacio, la seguridad y la salubridad pública, la moral administrativa, el
ambiente, la libre competencia económica y otras de similar naturaleza. La legitimación
activa para las acciones populares corresponde a cualquier persona natural, sin que deba
acreditar un interés legítimo. También a asociaciones, fundaciones, gremios, y otras
personas jurídicas, sin otros requisitos que los generales para la constitución ordinaria de
esos entes.
Las acciones colectivas o de grupo tienen por objeto la reparación de los daños
ocasionados a un número plural de personas, que reúnen condiciones uniformes respecto
de una misma causa que originó perjuicios individuales. Se conocen las acciones de
543
grupo de consumidores y usuarios; las ejercidas contra competencia desleal en
la intermediación financiera y la actividad de seguros; y las de competencia desleal en el
mercado general (art. 78CN, leyes 256/96 y 472/98).
La ley 472/1998 regula (art. 46) las acciones interpuestas por al menos veinte
personas, que hayan sufrido perjuicios individuales por la misma causa, y destinadas a
la indemnización de los perjuicios. El grupo actuará mediante un abogado designado o,
caso de ser varios, por el abogado coordinador del comité que se constituye. El actor o
actores iniciales representan a las demás personas que hayan sido
afectadas individualmente, sin necesidad de que estos ejerzan por separado su propia
acción, ni de que otorguen poder (art. 48). Pero estas personas deberán ser informadas
de la pendencia del proceso por un medio efectivo (art. 53), y podrán expresar
positivamente su adhesión —aportando datos relevantes para el proceso— o
manifestar expresamente su autoexclusión (art. 56), con la consecuencia de no ser
afectadas por la sentencia(330).
La ley 1480 o Estatuto del Consumidor fue aprobada por el Congreso de la República
en agosto de 2011, se sancionó el 13 de octubre de 2011y entró en vigencia el 12 de abril
de 2012(331).
Con relación a las acciones jurisdiccionales, se ha previsto que sin perjuicio de otras
formas de protección, las acciones jurisdiccionales de protección al consumidor son: 1.
Las populares y de grupo reguladas en la ley 472 de 1998 y las que la modifiquen
sustituyan o aclaren; 2. Las de responsabilidad por daños por producto defectuoso,
definidas en esta ley, que se adelantarán ante la jurisdicción ordinaria; 3. La acción de
protección al consumidor, mediante la cual se decidirán los asuntos contenciosos que
tengan como fundamento la vulneración de los derechos del consumidor por la violación
544
directa de las normas sobre protección a consumidores y usuarios, los originados en la
aplicación de las normas de protección contractual contenidas en esta ley y en normas
especiales de protección a consumidores y usuarios; los orientados a lograr que se haga
efectiva una garantía; los encaminados a obtener la reparación de los daños causados a
los bienes en la prestación de servicios contemplados en el art. 19 de esta ley o
por información o publicidad engañosa, independientemente del sector de la economía en
que se hayan vulnerado los derechos del consumidor (art. 56).
Los procesos que versen sobre violación a los derechos de los consumidores
establecidos en normas generales o especiales en todos los sectores de la economía,
a excepción de la responsabilidad por producto defectuoso y de las acciones de grupo o
las populares, se tramitarán por el procedimiento verbal sumario, con observancia de las
reglas especiales establecidas en el art. 58.
5. Chile
La Ley 19.496, del 7/3/1997, sobre protección de los derechos de los consumidores,
modificada por ley 19.955 del 14/7/2004, con relación a la defensa de los derechos de los
consumidores, prevé dos tipos de procedimientos judiciales: el juicio individual, en el que
la acción se promueve en defensa del consumidor afectado (se sigue, en lo no
previsto expresamente en la ley 19.496, el procedimiento general vigente ante los
juzgados de policía local, establecido en la ley 18.287, sobre procedimientos ante los
Juzgados de Policía Local), y el juicio colectivo (se rigen por el procedimiento sumario,
con la excepción de ciertos artículos y la inclusión de otros especiales, atendiendo a la
calidad de juicio colectivo) en el cual la acción se promueve en defensa de los derechos
comunes de un conjunto determinado o determinable de consumidores ligados con un
proveedor por un vínculo contractual, con el objeto determinar la infracción, la
responsabilidad del proveedor y las indemnizaciones o reparaciones que correspondan.
No es necesario, de acuerdo a la nueva ley, que en el juicio colectivo el juez determine los
perjuicios individuales sufridos por cada miembro de la clase.
545
puedan presentar una acción colectiva, la que también puede ser interpuesta por una
Asociación de Consumidores(334)
o el SERNAC(335) (336).
y
Se prevé la posibilidad del llamado a las partes a conciliación por el Juez, cuantas
veces lo estime necesario, pudiendo el demandado realizar ofertas públicas de
avenimiento. Los acuerdos quedan librados al control del Juez, quien puede rechazar los
mismos, si los estima contrarios a derecho o abiertamente discriminatorios.
El proyecto de Ley que modifica la ley 19.496, que establece Normas sobre Protección
de los Derechos de los Consumidores, ingresó al Congreso el día 6 de octubre de 2010 y
fue publicado como la ley 20.543 el 21 de octubre de 2011(341) (342). Tiene como objetivo
y
546
consumidores se ha visto afectado. El plazo para contestar la demanda es de 10 días a
partir de la notificación de la demanda.
El juez debe citar a las partes a una audiencia de conciliación, a la cual las partes
deben comparecer representados por apoderados con poder suficiente y deberán
presentar bases concretas de arreglo. El juez obrará como amigable componedor y tratará
de obtener una conciliación total o parcial en el litigio.
6. Perú
El Código de Protección y Defensa del Consumidor de Perú (ley 29.571) establece las
normas de protección y defensa de los consumidores, instituyendo como un principio
rector de la política social y económica del Estado la protección de los derechos de los
consumidores, dentro del marco del art. 65 de la Constitución Política del Perú y en un
régimen de economía social de mercado, establecido en el Capítulo I del Título III, Del
Régimen Económico, de la Constitución Política del Perú(346).
Se prevé que el ejercicio de las acciones en defensa de los derechos del consumidor
puede ser efectuado a título individual o en beneficio del interés colectivo o difuso de los
consumidores. Para estos efectos se entiende por: a. Interés colectivo de los
consumidores. Son acciones que se promueven en defensa de derechos comunes a un
conjunto determinado o determinable de consumidores que se encuentren ligados con un
proveedor y que pueden ser agrupados dentro de un mismo grupo o clase; y b. Interés
547
difuso de los consumidores. Son acciones que se promueven en defensa de un
conjunto indeterminado de consumidores afectados (art. 128).
7. Unión Europea
Los mecanismos actuales, a nivel comunitario, de apoyó para resolver las quejas de
los consumidores incluyen el establecimiento de la Red de Centros Europeos del
Consumidor y la resolución alternativa de litigios(350). Sin embargo, estos sistemas de
solución de controversias no siempre son suficientes ya que su eficacia depende de la
buena voluntad de los agentes económicos(351).
la(355) (356)Comisión de la UE ha adoptado una solución que acelerar y reducir los costos de
los litigios por reclamaciones no superiores a € 2000(357) (358).
y
Se estima que existe una brecha entre los derechos concedidos por el derecho civil y
los mecanismos procesales disponibles para hacer efectivos esos derechos, puesto que
éstos en la actualidad no ayudan a los consumidores a presentar las reclamaciones
que individualmente son antieconómicas. Ante ello, se ha propuesto la posibilidad de que
un proceso permita una reclamación colectiva —ver Libro Verde de la Comisión
Europea(359)—, que aumente la protección de los consumidores mediante la adición de los
efectos prácticos de la legislación vigente(360) (361).
y
548
se tiene el riesgo de promover denuncias abusivas o injustificadas; y b) la del sistema
de exclusión (opt-aut)(362),en la que se incluye automáticamente a todos los consumidores
afectados en un juicio, y se requiere a los consumidores que opten por salir si no desean
participar del proceso colectivo. La ventaja de este tipo de proceso es que por lo general
es más eficaz y económico. No obstante ello, con frecuencia en Europa se tiene una
visión negativa de estos sistemas por el riesgo de litigio excesivo que se ha producido en
algunas jurisdicciones no europeas.
Se afirma que en toda la Unión Europea los consumidores están protegidos contra
todo tipo de infracción que perjudique sus intereses colectivos. La legislación europea en
este ámbito está armonizada y regula las "acciones de cesación" de esas infracciones en
caso de publicidad engañosa y prácticas comerciales desleales; contratos negociados
fuera de los establecimientos comerciales; crédito al consumo; televisión sin fronteras;
viajes combinados, vacaciones combinadas y circuitos combinados; medicamentos para
uso humano; cláusulas abusivas en los contratos; adquisición de inmuebles en régimen
de tiempo compartido (multipropiedad); contratos a distancia; venta y garantía de bienes
de consumo y prácticas comerciales desleales(363).
549
que el ordenamiento jurídico del Estado miembro interesado lo permita, se condene a la
parte demandada perdedora a abonar al Tesoro público o al beneficiario designado por la
legislación nacional, o en virtud de la misma, en caso de inejecución de la resolución en el
plazo establecido por las autoridades judiciales o administrativas, una cantidad fija por
cada día de retraso o cualquier otra cantidad prevista en la legislación nacional, al objeto
de garantizar el cumplimiento de las resoluciones (art. 2º).
Los Estados miembros establecen la lista de las entidades habilitadas para actuar(366)y
esta lista será publicada en el Diario Oficial de la Unión Europea. Cada seis meses se
publicará una lista actualizada (art. 4º).
Se indica que los Estados miembros podrán prever disposiciones por las que una
parte no podrá iniciar una acción de cesación sin haber intentado previamente obtener la
cesación de la infracción en consulta con la parte demandada y, eventualmente, con una
entidad habilitada. Si el cese de la infracción no se obtuviera dentro de un plazo de dos
semanas después de recibida la petición de consulta, podrá entablarse la acción de
cesación (art. 5º).
550
transfronterizo dando confianza al consumidor de que sus derechos van a ser respetados,
especialmente en el entorno digital (e-confidence)(368).
7.1. España
Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881 no regulaba un proceso colectivo, pero con la ley
01/2000 (LEC), modificada por ley 39/2002(370) (371), se prevé una serie de normas relativas
y
La norma general es que los Tribunales de Primera Instancia son competentes para
conocer de las acciones colectivas(374). Los miembros de la clase son notificados a través
de las publicaciones realizadas por las organizaciones de consumidores.
Según el art. 15, LEC(375), el juez convocará a todas las víctimas a través de la
publicación de la solicitud inicial de la admisión en los procedimientos iniciados por las
asociaciones de consumidores, las entidades creadas para la protección de los intereses
de los consumidores o grupos de víctimas. Si las víctimas son determinadas o son
fácilmente determinables, el demandante debe comunicar la solicitud a las
personas interesadas antes de la presentación de la solicitud inicial. En este caso, los
consumidores podrán intervenir en el procedimiento.
En el art. 221 se establecen las reglas que deben cumplir las sentencias dictadas en
procesos promovidos por asociaciones de consumidores o usuarios(376)y en el art. 519 se
regula la acción ejecutiva de los consumidores y usuarios fundada en la sentencia de
condena sin determinación individual de los beneficiarios(377).
551
el Derecho español, como consecuencia de la transposición de la Directiva 98/27/CE, de
19 de mayo, llevada a cabo por la ley 39/2002(378).
En cuanto a su trámite, se ha sostenido por el Prof. Gascón Inchausti que los procesos
en que se ejercite la "acción de cesación en defensa de los consumidores" serán en todo
caso "juicios verbales" (arts. 250.1.12º, 249.1.4º y 249.1.5º LEC). En cambio, en los
demás supuestos en que se ejerciten acciones colectivas que no sean de cesación, habrá
que acudir al procedimiento que corresponda según la cuantía, lo que en la práctica
determinará la procedencia del llamado "juicio ordinario", pues la cuantía superará los
3000 euros (art. 249 LEC)(379).
552
Además de la acción colectiva de cesación, se permite el ejercicio de una acción
colectiva de rectificación, cuando una publicidad ilícita afecte a los intereses de los
consumidores. El ejercicio de esta acción está sujeto a la previa formulación de una
solicitud de rectificación al anunciante, cosa que no sucede con la acción colectiva de
cesación (arts. 25.2 y 27.4 LGP). La Ley faculta a reclamar la devolución de las
cantidades indebidamente cobradas al amparo de una condición general nula.
Expresa el citado Prof. Gascón Inchausti que el art. 12, LCGC prevé también un
catálogo de cuatro acciones colectivas en defensa de los intereses de los adherentes: los
adherentes, a efectos procesales —esto es, de cara al ejercicio de estas acciones
colectivas—, tienen la misma consideración que los consumidores, aunque sean
profesionales, o no sean siquiera personas físicas. Indica que las mismas son: a)
la acción de cesación, prevista contra la utilización de condiciones generales que resulten
contrarias a lo dispuesto en la propia Ley, o en otras leyes imperativas o prohibitivas; b)
la acción de devolución de cantidades que se hubiesen cobrado en virtud de las
condiciones a las que afecte la sentencia (acción de enriquecimiento injusto); y la acción
de indemnización de los daños y perjuicios que hubiera causado la aplicación de las
condiciones en cuestión (art. 12.2 II, LCGC); c) la acción de retractación, prevista contra la
recomendación de utilización de condiciones generales que resulten contrarias a lo
dispuesto en la propia LCGC, o en otras leyes imperativas o prohibitivas; y d) la acción
declarativa, finalmente, dirigida a obtener una sentencia que reconozca una cláusula
como condición general de la contratación y ordene su inscripción, cuando ésta proceda
conforme a la propia legislación sobre esta materia (art. 12.4, LCGC)(381).
Señala el autor referido que venimos citando, que los procesos civiles en que se
ejercitan acciones colectivas para la tutela de los intereses de los consumidores y
usuarios no son en España procesos especiales, sino procesos ordinarios a los que les
resultan de aplicación una serie de especialidades, motivadas por lo singular de la materia
objeto del proceso, pero advierte que las especialidades no se aplican de forma
homogénea a todos los procesos en que se ejerciten acciones colectivas, y que con la
vigencia de la ley 39/2002existe un régimen procesal básico y común para las acciones
colectivas atípicas y para aquéllas que, siendo típicas, no son "acciones de cesación en
defensa de los intereses colectivos o difusos de los consumidores y usuarios"; como
que existe un régimen procesal especial para las «acciones de cesación en defensa de
los intereses colectivos o difusos de los consumidores y usuarios». Indica así que los
procesos en que se ejercite la «acción de cesación en defensa de los consumidores»
serán en todo caso «juicios verbales» (arts. 250.1.12º, 249.1.4º y 249.1.5º, LEC) y, en
cambio, en los demás supuestos en que se ejerciten acciones colectivas que no sean de
cesación, habrá que acudir al procedimiento que corresponda según la cuantía, lo que en
la práctica determinará la procedencia del llamado «juicio ordinario», pues la cuantía
superará los 3000 euros (art. 249, LEC)(382) (383).
y
553
Es de destacar que este autor expresa que, en relación a la posibilidad de una
acumulación inicial de acciones colectivas, la aplicación de las reglas generales
contenidas en los arts. 71 a 73, LEC permiten acumular diversas acciones especiales de
cesación frente a diversos profesionales, como que también es posible acumular a la
acción especial de cesación otras acciones colectivas, especialmente las tendientes a
obtener devoluciones de dinero, indemnizaciones de daños o reparaciones de
perjuicios(384).
En cuanto a los reclamos individuales hace referencia a que la Ley procesal española
no ha regulado como tal un proceso especial para que los consumidores ejerciten sus
acciones frente a los empresarios, pero afirma que existen una serie de normas
especiales que persiguen atribuir ciertas ventajas al consumidor y que afectan a diversos
aspectos y momentos del proceso(385).
7.2. Dinamarca
554
Así el Ombudsman del Consumidor puede intervenir como representante del grupo
con la competencia para llevar adelante las demandas, de conformidad con el modelo
de exclusión.
Por último, las reclamaciones no tienen por qué ser totalmente idénticas, pero que
debe surgir de las mismas circunstancias de hecho y la misma base jurídica(387).
7.3. Italia
Conforme la redacción del nuevo art. 140 bis del Codice del Consumo (2007) se ha
establecido que los consumidores perjudicados por ciertos hechos, pueden pretender
declaración de responsabilidad y condena a indemnización de daños y restituciones,
mediante demanda presentada por una asociación —aunque no sea cualificada— a la
que han otorgado mandato o por un comité en el que participan. Otros consumidores
pueden adherirse sin la forma ordinariamente prescrita para actuar como parte en un
proceso. Para posibilitar esta adhesión se regula una adecuada publicidad. Sólo los
consumidores adheridos serán afectados por la sentencia(388).
Los usuarios y consumidores pueden optar por intervenir en la acción colectiva con
una simple notificación por escrito a la asociación demandante. Los que no intervienen
pueden promover acciones individuales.
555
demanda, y en caso de ser declarara admisible se dispone su publicidad y prosecución
del juicio (art. 1402 bis, pto. 3, Código del Consumidor). Esta decisión también deberá
producir efectos jurídicos sobre los consumidores y usuarios que se han sumado a la
acción de clase (llamada "intervenienti"), por lo que rige el sistema opt-in.
La ley 24.240 de Defensa del Consumidor, otorga una mayor protección a la parte más
débil en las relaciones comerciales —los consumidores— recomponiendo, con un sentido
ético de justicia y de solidaridad social, el equilibrio que deben tener los vínculos entre
comerciantes y los consumidores, que se veían afectados ante las situaciones abusivas
que se presentaban en la vida cotidiana.
Pero las leyes y los derechos que ellas resguardan no son palabras prodigiosas que
solucionan todos los problemas de los más vulnerables.
Resulta evidente que desde la sanción de la ley 24.240 ha existido una evolución en la
tutela de los derechos de los consumidores y usuarios. Del proceso de conocimiento "más
abreviado", pasamos al "más adecuado", y no obstante que en nuestro derecho no existe
una ley que reglamente el ejercicio efectivo de las denominadas acciones de clase en el
ámbito específico de los derechos de los consumidores y usuarios, la Corte Suprema ha
sostenido que ello no es óbice para que los jueces arbitren las medidas apropiadas y
oportunas para una tutela efectiva de los derechos constitucionales que se aducen
vulnerados(392).
556
Ahora, ver lo que ocurre en la práctica sin la teoría se convierte en simple repetición
mecánica y conocer la teoría sin advertir lo que pasa en la práctica es sólo retórica, por lo
que las normas deben estar creadas de manera tal que en su aplicación diaria se pueda
lograr efectivamente ese equilibrio buscado y evitar los abusos hacia los más débiles.
Hay que hacerse cargo y a trabajar para la protección de los más vulnerables, por lo
que opinamos: a) que los jueces deben declarar de oficio la incompetencia territorial a
partir de la efectiva constatación de la existencia de una relación de consumo a las que se
refiere el art. 36 de la Ley de Defensa del Consumidor; b) que debe otorgarse el beneficio
de "justicia gratuita" con un alcance amplio que incluya la eximición de las costas del
proceso, tanto a los consumidores como a las asociaciones de consumidores que
promueven acciones judiciales en defensa de intereses de incidencia
colectiva, aun cuando no se lo haya solicitado expresamente; y c) que debe preverse una
detallada regulación de todas las etapas a cumplirse y los elementos a controlar para
aprobar un acuerdo.
557
I. LA PROTECCIÓN DE CONSUMIDORES Y USUARIOS COMO FUNCIÓN ESENCIAL DEL ESTADO ARGENTINO(2)
El derecho del consumidor resume en sus axiomas la búsqueda del ideal de justicia
aplicado al mercado de consumo y a las vinculaciones jurídicas que nacen y se
desenvuelven en ese ámbito. Esa búsqueda no se propone desde una perspectiva
economicista o simplemente regulatoria sino desde una concepción humana y social. El
bien jurídico tutelado es la persona, a cuyo auxilio acude el ordenamiento jurídico para
asegurarle bienestar e indemnidad al abastecerse de bienes de consumo. El objetivo es la
equiparación de la relación de fuerzas entre quienes monopolizan el poder de negociación
y quienes buscan satisfacer sus necesidades básicas.
558
2. El derecho del consumidor, herramienta para la equidad
Este escenario es el que el derecho, como disciplina que pretende regular conductas
humanas, y en particular el derecho del consumidor como disciplina jurídica específica
que procura la equidad de las vinculaciones que surgen en el mercado, deben aprehender
como objeto de análisis y problemáticas a resolver. Desembocamos en temáticas en las
que se involucran los valores más sagrados de una sociedad que se pretende
democrática y respetuosa de los derechos esenciales de sus integrantes. No solamente
son temas de preocupación la justicia del contrato individual o la evitación del abuso
derivado de una cláusula inequitativa, también, y con mayor énfasis aún, habrán de
considerarse los temas de incidencia colectiva, tales como la educación para el consumo,
el consumo sustentable, el trato digno, la efectiva posibilidad de elegir libremente, los
riesgos y daños provenientes de los productos y servicios elaborados y ofrecidos
masivamente, la problemática del acceso a la justicia(6), etcétera.
559
3. Confluencia de "lo privado" y "lo público"
560
potenciada aquí por la prestación monopólica u oligopólica de esos servicios,
encontrándose disminuidas, aún más, las posibilidades de elección y de mejoramiento de
las condiciones de contratación ante la ausencia de libre concurrencia de oferentes.
Podría pensarse con razón, frente al contenido del art. 42, Carta Magna, que establece
la expresa obligación de las autoridades de "proveer" a la protección de los derechos de
los consumidores y usuarios, que insistir sobre ello sería superfluo o un desgaste
puramente discursivo sin más pretensión que recargar las tintas sobre algo conocido por
todos. A pesar de ello, nuestra historia constitucional nos muestra una verdad
tan inobjetable como lo anterior, cual es la existencia de múltiples lecturas
e interpretaciones a la letra de la Carta Magna según sea el molde de situación en el que
se vuelque su contenido y los intereses en juego en el caso. Más de una vez se ha
desvirtuado la verdadera voluntad del constituyente e, incluso, lisa y llanamente se ha
avanzado en contra de su letra expresa(13). Por lo tanto, delinearemos los basamentos de
la obligación del Estado argentino de avocarse activamente a la protección de los
derechos de los consumidores.
561
1. Fundamento constitucional
Pero además de la protección individual, los derechos de los consumidores, tal como
anticipamos antes, también son reconocidos en su faz de conjunta bajo la común
denominación de "derechos de incidencia colectiva" en el art. 43, Norma Suprema. Y
justamente por su dimensión plural se establecen mecanismos procesales extraordinarios
y abreviados para motorizar su tutela. Es esta última cuestión, la del impacto abarcativo
de estos derechos, la de mayor trascendencia para acercarnos a la relevancia mayúscula
de la temática. Es clave el concepto de "relación de consumo" incluido en el art. 42, CN.
562
Culturales y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su protocolo
facultativo.
2. Fundamento legal
Con lo dicho tenemos que por su carácter de orden público y naturaleza protectiva de
la parte más débil, y no solamente limitado al ámbito de una relación contractual, el
sistema normativo de protección del consumidor se extiende como una coraza que
recubre todas las relaciones y vinculaciones jurídicas surgidas en el mercado de consumo
y a cuyos principios deben someterse, cualquiera sea el rol que ocupen, tanto los
particulares como el propio Estado.
563
3. Fundamento jurisprudencial
564
Volvemos aquí sobre el intervencionismo administrativo que rescatáramos antes del
pensamiento de Fiorini. Reafirmamos una vez más que, en materia de protección de
consumidores, el Estado posee un mandato de actividad orientado a revertir la posición
de subordinación estructural que los destinatarios de esa tutela poseen en el mercado.
Con ello, el bien jurídico protegido coincide con el interés público de la comunidad toda en
su rol de consumidores o usuarios, apareciendo la impostergable necesidad de su
ejercicio efectivo y activo por parte de las autoridades para atender a su adecuada
satisfacción.
A esta altura, estamos en condiciones de postular cuáles entendemos que deben ser,
desde el punto de vista cualitativo, los atributos que debería poseer el accionar del Estado
en la materia:
a) La protección debe ser integral, comprometiendo la actividad de los tres poderes del
Estado y desarrollando mecanismos de actuación conjunta y coordinada.
c) Tiene que ser moderna, con recursos técnicos y tecnológicos acordes a la evolución
que ha tenido el mercado de consumo y los proveedores. Las empresas poseen —
o contratan— recursos y profesionales especializados que las asesoran para montar
su ingeniería jurídica, su estrategia publicitaria, sus canales de comercialización, etc. Un
Estado que pretenda intervenir eficazmente en la protección de los consumidores sin
atender esa realidad, sin remozar sus herramientas y capacitar a sus agentes, nunca
estará en condiciones de brindar una tutela adecuada.
El vocablo "autoridades" inserto en el art. 42, CN, es comprensivo de todos y cada uno
de los funcionarios y agentes de la Administración Pública que, en el ámbito de sus
atribuciones, tengan que aplicar la legislación de defensa del consumidor(25). No se refiere
únicamente a las "autoridades de aplicación" de la ley 24.240 (conf. art. 41, ley 24.240),
sino a todos los funcionarios del Estado —nacional, provincial y municipal— que,
cualquiera sea el ámbito en el que se desenvuelven, tengan algún tipo de injerencia sobre
las relaciones de consumo, entendidas en el sentido amplio que explicamos
previamente(26). La jurisprudencia también ha destacado que la necesidad de obrar
activamente en la materia recae sobre todos los ámbitos del Estado y, fundamentalmente,
en el Poder Judicial(27).
1. Función legislativa
565
Dentro de esta función, desde la Constitución Nacional se desprenden los
lineamientos y objetivos que debe perseguir la legislación en la materia. Así, desde el
punto de vista sustancial, las leyes y normas que pretendan proteger a los consumidores
deben asegurar el respeto de los derechos que se enumeran en el art. 42. Y desde el
punto de vista instrumental, deben garantizar el acceso a mecanismos y procedimientos
eficaces para la prevención y solución de conflictos, y la participación de las asociaciones
de consumidores en los entes de control.
2. Función administrativa
566
procedimientos y las sanciones respecto de las infracciones cometidas dentro de sus
respectivos territorios (arts. 79 y 80).
Existe una multiplicidad de factores que se conjugan para impedir o dificultar que los
consumidores plasmen en denuncias el quebrantamiento de sus derechos. Por lo tanto,
es la autoridad administrativa de aplicación del sistema normativo de defensa del
consumidor la que debe ordenar, por iniciativa propia, la realización de inspecciones para
verificar si los productos o servicios que se comercializan en su jurisdicción cumplen con
la legislación general de defensa del consumidor y con las normas especiales del tipo de
actividad o producto de que se trate, las que forman parte del estatuto.
Con mayor grado de intensidad aún, el Estado debe desplegar todas sus herramientas
cuando la afectación o el riesgo de que ella se concrete, provengan de productos o
servicios comercializados u ofrecidos en forma masiva. Es frecuente observar las
estadísticas que, como parte de sus tareas, difunden periódicamente organismos
nacionales, provinciales y municipales. Esas estadísticas, si bien podrán reflejar un
panorama bastante certero acerca de cuáles son las empresas o las actividades más
denunciadas, nunca serán capaces de mostrar el verdadero impacto social (y económico)
de los abusos que efectivamente se concretan en la realidad(32). Si en el caso de una
afectación colectiva —por ejemplo, la inclusión de un rubro indebido en la factura de un
servicio público—, se cuantificara la verdadera entidad del lucro ilegítimo de la empresa,
se obtendrían cifras verdaderamente alarmantes. A pesar de ello, son muy pocos los
567
usuarios que advierten el error, muchos menos los que concretan una denuncia ante
las autoridades y más escasos todavía los funcionarios que toman cartas en el asunto.
Es útil destacar una realidad que las autoridades administrativas deberían tener en
cuenta, ya que muchas veces el aumento de expedientes que llegan a buen puerto en
las audiencias conciliatorias es tomado, equivocadamente, como un triunfo o indicador de
la eficiencia del organismo. Cuando el consumidor denuncia, en la mayoría de los casos
obtiene una solución satisfactoria a su pretensión por parte del proveedor denunciado,
quien efectúa el ofrecimiento conciliatorio como muestra de la "buena voluntad" y "por
política comercial". Ello ocurre, generalmente, por dos razones: en primer lugar, porque la
violación a la normativa es evidente y, en segundo término, aunque tal vez más
importante que el anterior, porque al proveedor le resulta "barato", tomando en cuenta la
masa de afectados en el mismo supuesto. Es decir, si el proveedor logra el archivo de las
actuaciones y con ello que el asunto no tome la dimensión colectiva que posee,
circunscribiendo la situación a atender los reclamos individuales, quedará a su favor un
importante saldo; lo mismo ocurriría aun si se lo sancionara por un caso individual o sin
tener en cuenta la entidad del beneficio obtenido: con el producido de la ganancia
ilegítima solventará el pago de la multa y el margen de ganancia seguirá siendo
suculento.
Sabido es que la mayor parte de los afectados no iniciará una acción judicial para
reclamar por "su parte" del perjuicio ocasionado masivamente, es la autoridad
administrativa la que debe hacer uso de sus facultades, pudiendo: a) iniciar acciones
judiciales gracias a la legitimación judicial conferida por la LDC (art. 52); b) impulsar
actuaciones administrativas para perseguir el cese de la conducta en infracción y, de
corresponder, aplicar las sanciones pertinentes. Es en esos casos en los que la actividad
oficiosa del Estado, con un norte decididamente correctivo, debe hacerse presente y
advertir que la solución del caso concreto no implica erradicación ni modificación de la
conducta disvaliosa(33).
Entonces, desde el punto de vista del obrar preventivo, para obtener verdaderos
resultados de corrección de prácticas empresariales ilícitas es imperioso que, ante este
tipo de afectaciones colectivas, el Estado reaccione impulsando actuaciones igualmente
colectivas y, llegado el caso, la sanción que se aplique al proveedor responsable deba
contrarrestar la cuantía del "beneficio obtenido"(35).
568
otorga el art. 52, ley 24.240. Esta tarea está dentro de sus "cometidos", siendo la única
manera de proveer eficaz tutela en los casos de violación de derechos de incidencia
colectiva(36).
3. Función judicial
569
como principales ejes el fortalecimiento, consolidación y modernización de un organismo
que ya estaba visualizado como un actor relevante del servicio de administración de
justicia; y que, en esta etapa, requería adaptarse a los desafíos del momento", no
menciona ni una sola vez, a lo largo de sus noventa y cuatro páginas, las palabras
"consumidor", "usuario" o "consumo"(38).
Tanto la Constitución Nacional como la ley 24.240 (art. 52) confieren legitimación
judicial activa al Ministerio Público. Además, el Ministerio Público de la también se
encuentra legitimado, por resultar uno de los afectados (art. 43) ante la violación de
carácter general a los derechos de los consumidores y usuarios. Su función es, en el
orden nacional, la de "promover la actuación de la justicia en defensa de la legalidad y de
los intereses generales de la sociedad, en coordinación con las demás autoridades de la
República"(39). Similar función posee el Ministerio Público de la provincia de Buenos Aires,
cuyo objetivo es actuar "con legitimación plena en defensa de los intereses de la sociedad
y en resguardo de la vigencia equilibrada de los valores jurídicos consagrados en las
disposiciones constitucionales y legales"(40).
570
afectado. Por el contrario, coexiste con él en tanto posee un "derecho" de naturaleza
distinta y de suficiente entidad autónoma para promover el procedimiento judicial en su
resguardo. Sus capacidades procesales para accionar son soberanas e independientes
de la acción que corresponda a los consumidores o usuarios.
Sin embargo, el dec. 64/2004 que promulgó la ley causó perplejidad al vetar
íntegramente este título, junto con los artículos que expresamente establecían la
legitimación activa del Ministerio Público. Y la perplejidad se torna en desazón al repasar
los fundamentos utilizados por el Ejecutivo provincial para dar por tierra con la
loable intención del legislador. Se lee en los considerandos del decreto que las
promotorías implicarían "una considerable carga de tareas a dicho organismo y
obligándolo a entablar acciones en cualquier caso". Esta argumentación merece un
categórico rechazo puesto que, además de soslayar en lo específico los objetivos
atribuidos por ley al Ministerio Público, justifica la renuncia de funciones esenciales del
Estado en la "carga de tareas" que implicaría el hacerles frente. Este pensamiento,
haciendo culto a la practicidad pero despojado de todo compromiso, una vez más ha
escindido el interés de la Administración del interés común.
Lo dicho es mucho más preocupante aún si se tiene en cuenta que la iniciativa vetada
en la provincia de Buenos Aires, "autorizaba" a asignar funciones de defensa del
consumidor a funcionarios del Ministerio Público, "pudiéndose" crear promotorías a tal fin.
Con lo cual, además, se descartó para el futuro, hasta que la ley 13.133 sea reformada, la
posibilidad de la modernización del Ministerio Público de Buenos Aires para cumplir con
los roles asignados en materia tutelar de consumidores y usuarios.
571
IV. POLÍTICAS PÚBLICAS EN MATERIA DE PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS DE
LOS CONSUMIDORES Y USUARIOS. SU IMPERIOSA PLANIFICACIÓN Y
"CODIFICACIÓN"
572
comunitaria en el ámbito de la política de los consumidores (2007-2013). En la decisión se
establece el programa de acción comunitaria para la política de los consumidores (2007-
2013), así como su dotación financiera, de 156,8 millones de euros para los veintisiete
Estados miembros de la UE. El programa de acción 2007-2013 sustituye al anterior
programa 2004-2007. La finalidad del programa consiste en complementar, apoyar y
vigilar las políticas de los Estados miembros y contribuir a proteger la salud, la seguridad y
los intereses económicos y jurídicos de los consumidores, así como a promover su
derecho a la información, a la educación y a organizarse para defender sus intereses.
Esta finalidad se perseguirá mediante dos objetivos:
En Europa actualmente rige la "Estrategia Europa 2020" que busca un mercado único
que funcione adecuadamente, que esté bien conectados y en el que la competencia y el
acceso de los consumidores estimulen el crecimiento y la innovación. Se propicia
garantizar la calidad de los servicios prestados a los consumidores; facilitar y abaratar que
las empresas y consumidores concluyan contratos con terceros de otros países de la UE,
especialmente mediante la oferta de soluciones armonizadas en los contratos de
consumo, modelos de cláusulas contractuales aplicables en toda la UE y avanzando hacia
una legislación europea sobre contratos que sería opcional; facilitar y abaratar la
ejecución de contratos para las empresas y consumidores y reconocer las resoluciones
judiciales y los documentos en otros países de la UE; entre otros objetivos.
b) acceso al consumo;
573
Como políticas puntuales, dentro de las mencionadas, destacamos algunas de
verdadera trascendencia:
— respecto del control de servicios públicos locales, asegurar a los usuarios el acceso
al consumo y una distribución eficiente de los servicios esenciales y que la extensión de
las redes de servicios llegue a todos los sectores de la población y no resulte amenazada
ni condicionada por razones de rentabilidad (art. 10, incs. a] y b], ley 13.133);
V. EDUCACIÓN AL CONSUMIDOR
574
reflexión a la hora de tomar decisiones en el marco del mercado de consumo. La razón
última de la necesidad de formar consumidores conscientes radica en su vulnerabilidad en
las relaciones de consumo, que es la base argumental sobre la que se asienta el sistema
tutelar de consumidores y usuarios; ella es la fuente o causa de todos los demás
principios que rigen la materia(50).
Las denominadas "fallas del mercado" muestran como contracara del poderío
económico y negociador del proveedor de productos y servicios a la ignorancia,
la extrema necesidad, la falta de experiencia y la ligereza, que consumidores y usuarios
padecen a la hora de desenvolverse en las relaciones que entablan para abastecer sus
necesidades de consumo.
Vemos con claridad la relevancia que la cuestión encierra, pues se advierte a poco de
avanzar que, tratándose de la tutela especial de consumidores y usuarios, resultan
especialmente nocivas las falencias educativas en materia de consumo, puesto que
restringen la autodeterminación personal, soslayando lo que consideramos una de las
principales herramientas para la prevención de daños: la autoprotección del consumidor,
entendida como la posibilidad que tiene un individuo de defenderse activamente,
contando con conocimientos concretos sobre el funcionamiento del mercado y de sus
derechos y responsabilidades.
575
Como venimos sosteniendo, el Estado es el primer responsable de esta función, en la
que con mayor énfasis debe desarrollar su papel de disciplinador de las relaciones de
consumo, ejerciendo la educación para el consumo en sentido bidireccional, pues "la
educación es para ambos, consumidor y proveedor, puesto que la necesidad de aprender
sobre el mercado alcanza a ambos extremos de la relación: el consumidor para "saber
moverse en el mercado", el proveedor para aprender a considerar, respetar y dignificar al
consumidor, sin el cual el mercado no existe"(52).
Sin embargo, pese a algunos valiosos esfuerzos aislados y algunos logros legislativos,
la educación y formación del consumidor no cuenta en nuestro país con un desarrollo
acorde a la jerarquía de la cuestión e importa a nuestro criterio una cuenta pendiente en
materia de políticas públicas del gobierno nacional y de muchos de los gobiernos
provinciales. Es por el momento un incipiente movimiento —de manifestaciones
aisladas—, que se muestra alentador frente a los largos años de inactividad en la materia
si se tiene en cuenta que el mandato legislativo de los arts. 60 y 61, ley 24.240, rige desde
el año 1993.
576
mujeres, para hombres, etc., generando la falsa imagen que todos los del grupo pueden
acceder a dichos bienes, cuando la realidad muestra la existencia de grandes bolsones de
pobreza que el propio mercado genera. Desde esta perspectiva el consumo es insolidario
y se opone a la cooperación social.
Educar es formar una persona autosuficiente y consciente de sus actos, de modo tal
que la educación para el consumo implica suministrar al individuo —a través de su
formación— los conocimientos necesarios para que cuente con las defensas psicológicas
adecuadas para superar las problemáticas planteadas en el mercado de consumo.
577
servicios, quienes ya no tendrían efectos económicos positivos (rentables) frente a una
masa de consumidores "informada" y "consciente", y deberían modificar sus técnicas de
comercialización otrora agresivas o abusivas, por nuevas modalidades sustentadas en la
buena fe.
Tampoco se discute a esta altura del desarrollo económico, científico y cultural, que
una de las más relevantes herramientas para el mejoramiento de la calidad de vida de los
pueblos es la educación del ciudadano. Pero es prudente destacar que los contenidos de
esa educación para los ciudadanos no se mantienen siempre incólumes o inamovibles,
sino que van desarrollándose y adaptándose a los cambios y evoluciones del mundo
moderno. Las nuevas tecnologías, el avance de la ciencia, el desarrollo de las
comunicaciones, las nuevas y complejas relaciones de mercado, entre otros
ejemplos, exigen una adaptación del hombre a la realidad que lo circunda, y ello se
promueve a través de la educación.
Por su parte, las "necesidades educativas básicas" son definidas como demandas de
aprendizaje por las cuales los ciudadanos —a través de prácticas educativas— puedan
disponer de nueva información o adquirir nuevas habilidades que importen un crecimiento
personal, reforzando las posibilidades de ser autónomos. Es una demanda orientada a
superar vínculos de dependencia y relaciones socioculturales de desequilibrio.
578
etc., así como los contenidos básicos del aprendizaje, que son conocimientos teóricos y
prácticos, valores y actitudes necesarios para que los seres humanos puedan sobrevivir,
desarrollar plenamente sus capacidades, vivir y trabajar con dignidad, mejorar su calidad
de vida, tomar decisiones acertadas y continuar aprendiendo en pos de una jerarquización
personal en el marco de la comunidad.
A nivel comunitario europeo, la primera acción que se emprende sobre la temática fue
la adopción, por el Consejo de Europa, de una resolución sobre la educación del
consumidor en la escuela, en la que se consideró que "la educación del consumidor se
podía integrar sin grandes esfuerzos en los sistemas educativos de los países miembros",
y propuso que "la educación para el consumidor se incluyera en los planes de enseñanza
a todos los niveles, desde la EGB hasta la Universidad, y que se incorporara en todas las
asignaturas donde una referencia a consumo pareciera natural"(57).
La profesora de Andalucía Dolores Curtido Mora destaca que dicho programa contiene
un plan de actividades para concretar la educación del consumidor, enumerando, entre
ellas, las de promover la educación del consumidor, formar a los educadores y difundir
la información.
579
El desarrollo referido fue complementado en el año 1981 con la aprobación del
segundo programa de la Comunidad Europea para una política de protección
e información del consumidor. En dicho programa se justifica la necesidad de continuar
con las acciones ya emprendidas en el primer programa y la de capacitar al consumidor
para actuar racionalmente a partir de sus conocimientos. Finalmente, en el año 1985 —
mismo año en el que se dictaron las directrices de las Naciones Unidas para la protección
de consumidores y usuarios—, se sancionó una resolución del Consejo de Europa por la
que se estableció la necesidad de integrar la educación del consumidor en las
enseñanzas primaria y secundaria y, a su vez, determinar acciones a emprender a nivel
comunitario.
En la Argentina, aun cuando fuera dictado muchos años después, con acierto el art.
60, ley 24.240, impone al Estado nacional, provincial y municipal, la formulación de planes
generales de educación para el consumo y su difusión pública, el fomento de la creación y
funcionamiento de asociaciones de consumidores, la participación de la comunidad en
ellas y la inclusión de los contenidos de la protección del consumidor dentro de los planes
oficiales de educación primaria y media. Desde la previsión normativa en nuestro ámbito,
la educación para el consumo puede presentarse de modo formal o informal y, en tal
sentido, ha sido diagramada en nuestro ordenamiento (arts. 60 y 61, LDC):
El principio de necesidad importa como tarea inicial del quehacer educativo, estimular
un proceso de conocimiento de la naturaleza y las características de los distintos
mecanismos de consumo, así como también los derechos del ciudadano consumidor. Por
su parte, el principio de competencia importa el desarrollo conceptual de al menos cuatro
componentes: a) información; b) conocimiento (como apropiación, procesamiento y
aplicación de información); c) habilidad, y d) actitud. Se trata con ello de que los sujetos
de la educación obtengan elementos para que puedan asumir mejor su condición de
consumidores en el mercado.
580
Lo básico en educación para el consumidor se encontraría en la necesidad y no
necesariamente en la competencia. No se trata con ella de llegar a identificar
competencias básicas, sino necesidades básicas (desde el concepto de calidad de vida)
que requieren —a través de la educación— la obtención de competencias específicas
para satisfacerlas. De tal forma, la educación básica apunta a la incorporación de
conocimientos elementales de los consumidores, sobres sus derechos y los modos de
hacerlos valer. El incremento y desenvolvimiento posterior de éstos, redundará en la
ampliación de las competencias, entendidas como habilidades para la cristalización de
conductas responsables de los consumidores al interactuar en el mercado.
Dentro de los objetivos mínimos que debe plantearse una adecuada política educativa
específica en la materia, destacamos:
581
3) fomentar la prevención de riesgos (fundamentalmente a la salud y el medio
ambiente) que puedan derivarse del consumo de productos o servicios;
La educación para el consumo fue incorporada en el art. 42, CN, como uno de los
temas que deben atender las autoridades para proveer a la protección de los
consumidores y usuarios. A su vez, la LDC dedica el cap. XVI (arts. 60, 61
y 62) a la Educación al consumidor. En el punto, las modificaciones incorporadas por
la ley 26.361 en el año 2008 han aproximado el texto de la LDC a las sugerencias
contenidas en las directrices de Naciones Unidas sobre el particular.
Es de esperar que la redacción mejorada del art. 60 sea tenida en cuenta por
las autoridades educativas de todo el país, puesto que hasta ahora, transcurridos más de
quince años desde la sanción de la LDC, lo reiteramos, sólo hubo pocos y aislados
esfuerzos en este sentido.
El art. 60, tal como lo propiciaron las directrices, indica que los programas de
educación deben contemplar "a aquellos consumidores y usuarios que se encuentren en
situación desventajosa, tanto en zonas rurales como urbanas".
582
productos o de la utilización de los servicios" (art. 61). Para ello, entre los contenidos que
deberán desarrollarse, se enuncian los siguientes:
"a) Sanidad, nutrición, prevención de las enfermedades transmitidas por los alimentos
y adulteración de los alimentos.
"d) Información sobre pesas y medidas, precios, calidad y disponibilidad de los artícu-
los de primera necesidad.
Finalmente y para afrontar los gastos que demande la consecución de los objetivos en
materia de educación al consumidor, la ley 26.361 agregó un párrafo al art. 47, LDC, que
dispone la creación de un fondo especial administrado por la autoridad nacional de
aplicación e integrado por el 50% del monto de lo recaudado "en concepto de multas y
otras penalidades". Este fondo también estará destinado a solventar la implementación de
las políticas públicas que debe desarrollar la autoridad nacional de aplicación (art. 43, inc.
a], LDC).
583
Siguiendo con la ley bonaerense, merecen destaque los contenidos de su título IV
(arts. 12 a 15), donde se detallan los objetivos y elementos de los programas de
educación a consumidores y usuarios que deben insertarse en los programas oficiales en
todos los niveles, debiendo prestarse especial atención "a las necesidades de los
consumidores y usuarios que se encuentren en situación desprotegida, tanto en las zonas
rurales como urbanas" (art. 15)(62).
Sin embargo, quienes han logrado perpetuar su obra y su pensamiento o, sin objetivos
tan ambiciosos, pretenden día a día propiciar un cambio de heredadas estructuras y
conceptos, disfuncionales con las realidades que nos circundan, deben "dedicarse
con intensidad a una determinada línea de acción en la vida pública"(64). Los tiempos que
corren en nuestro país, recurrentemente convulsionado, exigen que la intensidad se
coloque en los ideales sociales, en la visión de conjunto, y en el ejercicio efectivo y
responsable de los derechos ciudadanos.
Pero son las autoridades las que tienen que dotar a la población, consumidores y
usuarios, de las herramientas imprescindibles para convertirse en agentes del cambio que
se propicia. La participación responsable de los ciudadanos en el mercado es
impostergable para encauzar el flujo económico proveniente de la "clase" de los
consumidores, hacia los proveedores que obran con transparencia y responsabilidad
social. Allí radica el principio de la evolución hacia un mercado más sano, en el cual los
proveedores asuman la responsabilidad social que les toca.
584
CAPÍTULO XIII - FUNCIÓN ADMINISTRATIVA DE CONTROL, PREVENCIÓN Y
JUZGAMIENTO DE INFRACCIONES. POR JORGE M. BRU Y DANTE D.
RUSCONI(1)
Como orientación de todo lo que se dirá, nos parece aconsejable tener presente el
pensamiento señero del profesor Agustín Gordillo, quien critica certeramente las
desviaciones interpretativas incurridas en torno a la noción del "poder de policía", y
destaca que esta función estatal, encaminada a proteger bienes jurídicos de interés para
el conjunto de la población, ejercida a través de restricciones y limitaciones a los
derechos individuales, en su visión actual, se ramifica a diversos ámbitos que exceden a
los tradicionales (seguridad, salubridad y moralidad públicas)(2). Uno de esos ámbitos es el
de la economía pública, en la defensa del usuario y consumidor, anticipando que "éste es
el campo de mayor crecimiento actual en la regulación comparada y posiblemente llegue
a serlo de la nuestra"(3). Especialmente extractamos de las enseñanzas de Gordillo, su
señalamiento de la reinterpretación del 'poder de policía' orientado al bienestar general o
bienestar social. Dice el autor citado: "Pero no sólo se abandona aquella limitación en los
fines que el Estado y su 'poder de policía' pueden perseguir: llega el momento de
abandonar también la supuesta distinción entre la actividad estatal de 'prevenir peligros y
daños contra el bien común' —que sería la función policial— y 'promover el bien común',
que no sería parte de la acción del 'poder de policía' y que incluso, en la concepción
liberal clásica, no sería tampoco función del Estado. Cuando se advierte modernamente
que promover el bien común mediante acciones positivas es también una función estatal,
llega entonces el momento de señalar que ambas actividades —prevención de daños y
promoción del bienestar— son tan inseparables como para constituir dos caras de una
misma moneda, a tal punto que parece realmente imposible hacer una cosa sin hacer al
mismo tiempo la otra"(4).
La modernidad trajo consigo la necesidad de contar con un Estado activo, que persiga
de manera decidida la tutela pública obligatoria ante las afectaciones y amenazas que,
585
diariamente, el mercado renueva para la población destinataria de productos y servicios
destinados a la satisfacción de necesidades básicas o corrientes.
Como correlato, el derecho del consumidor ha sido calificado con acierto como uno de
los típicos "derechos de incidencia colectiva", y así atinadamente fue incorporado en el
art. 43, Carta Magna. Es vano entonces analizar la cuestión y mucho más pregonar
soluciones desde la óptica tradicional del conflicto individual. Los profesores Morello y
Stiglitz (G.), desde mucho antes que en nuestro país se comenzara a legislar en materia
de defensa del consumidor, resaltaban que "los fenómenos sociales masivos traen
efectivamente consigo una incesante multiplicación de estragos y accidentes que someten
a los agrupamientos humanos y, al mismo tiempo, una imparable dilación de los canales
de irrupción dentro de la esfera de privacidad del individuo. El desafío se ciñe ahora a
estructurar las nuevas líneas con que el derecho pueda recibir las flamantes facetas de la
realidad actual y asumir una organización moderna y flexible, cuya preocupación
prevalente venga enraizada en la exigencia de efectividad de la tutela de la persona y la
comunidad"(5).
Con lo cual, afirmamos a modo de premisa, que la mayor parte de las afectaciones de
los derechos de los consumidores y usuarios pasan inadvertidas para el sistema
estatal —judicial y administrativo— de tutela. Esta situación posee un doble efecto
negativo. En primer lugar, acrecienta el descontento y la resignación de los destinatarios
de la protección legal, instalando una sensación de ineficiencia de la Administración en su
rol de control de los agentes fuertes del mercado y, por el otro, convalida la "rentabilidad
ilegítima" de aquellos proveedores que incorporan como margen extra de ganancia el
resultado económico favorable que implican las afectaciones no reclamadas e impunes(6).
Por otro lado, las ganancias fraudulentas o ilegítimas de los proveedores poseen el
efecto colateral de retroalimentar las inequidades imperantes en el mercado, ya que las
conductas ilegítimas no punidas castigan indirectamente a los empresarios honestos,
quienes por el simple hecho de cumplir la ley quedan en inferioridad de condiciones en su
competencia con los que se valen de ardides o engaños para incrementar sus márgenes
de rentabilidad. Un ejemplo de ello sería el caso de un proveedor que incluye en la
586
facturación del servicio que presta cargos o montos, generalmente muy pequeños, que no
han sido motivo de contratación ni se condicen con las prestaciones o consumos
implicados en el servicio. Este proveedor se encuentra mucho mejor posicionado que su
competidor quien, por respetar la legislación de defensa del consumidor, se ha ceñido al
contrato y ha facturado sólo lo efectivamente brindado y consumido. Aquél
ha incrementado fraudulentamente el margen de rentabilidad de la operatoria comercial
que, a gran escala, será muchísimo más beneficiosa que la de su competidor.
El art. 41, LDC, en su redacción dada por la ley 26.361 fija cuáles serán los
organismos, tanto a nivel nacional como local, que revestirán el carácter de "autoridad de
aplicación" de la ley: "Aplicación nacional y local. La Secretaría de Comercio Interior
dependiente del Ministerio de Economía y Producción, será la autoridad nacional de
aplicación de esta ley. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias actuarán
como autoridades locales de aplicación ejerciendo el control, vigilancia y juzgamiento en
el cumplimiento de esta ley y de sus normas reglamentarias respecto de las
presuntas infracciones cometidas en sus respectivas jurisdicciones".
587
En la gran mayoría de las provincias y municipios argentinos el ejercicio de la función
de autoridad de aplicación de la LDC recae en estructuras que en el mejor de los casos,
poseen rango de dirección o dirección general que, al igual que la autoridad nacional, se
encuentran ubicadas a su vez dentro de áreas económicas, de producción o industria(8).
Hemos resaltado, cada vez que tuvimos la oportunidad de hacerlo, que es vital en
nuestro país una profunda reestructuración del ejercicio de las competencias y
atribuciones relacionadas con la legislación de protección de consumidores y usuarios. No
caben dudas de que mientras esta función esté asignada a organismos —cualquiera sea
su rango, jerarquía o denominación—, dependientes de áreas económicas, la protección
estatal en la materia estará condenada al fracaso. Dependerá de arrestos individuales de
algún funcionario, o de que la coyuntura política indique que en determinado momento es
conveniente defender determinados intereses de los consumidores, o al menos, mostrar
desde la propaganda política esa intención.
588
telecomunicaciones(10). Y esta inactividad de las autoridades públicas, ya sea las propias
de la LDC, u otros organismos de control, continua vigente e invariable: siempre van a la
saga de los hechos, muchas veces ocupándose de situaciones puestas en evidencia por
los medios, o por aquellas acciones judiciales motorizadas por asociaciones de
consumidores (casos de las portabilidad numérica de los celulares, comienzo de la
tasación de las llamadas de telefonía móvil, fraccionamiento de las llamadas
por intervalos de segundos, etcétera), prohibiendo prácticas empresariales siempre para
el futuro pero sin revisar las conductas ya verificadas, sin tocar los miles de millones
facturados ilícitamente (tales los ejemplos de la facturación del servicio de la telefonía
móvil), haciendo una especie de "borrón y cuenta nueva", o concediendo a los
proveedores beneficios inexplicables como contraprestación para que ajusten sus
conductas indebidas (por ej. el bochornoso "bloque de 30 segundos" que se les permite
facturar graciosamente a las empresas de telefonía celular)(11).
En verdad, son muy pocos los casos en los que las autoridades encargadas de la
tutela pública de los intereses de los consumidores han puesto en práctica aquella
prerrogativa procesal. Sólo existe el antecedente de un puñado de acciones judiciales
llevadas adelante con éxito por la Dirección General de Protección y Defensa del
Consumidor del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, durante la gestión 2000-2006,
contra varios bancos que cobraban cargos no convenidos en los contratos firmados por
sus clientes(12). En la provincia de San Juan, luego de la sanción del Código Provincial de
Implementación de los Derechos de los Consumidores y Usuarios, también desde
la autoridad de aplicación provincial se han impulsado varias acciones judiciales. A nivel
municipal, merece destacarse, entre muy pocos, el caso de la Dirección de Defensa del
Consumidor de Gualeguaychú en la Provincia de Entre Ríos, que ha iniciado una acción
judicial exigiendo que una empresa de telefonía cumpla con la exigencia de atención
personalizada establecida en el art. 27 de la LDC(13).
589
(llamadas "Auditorías en las Relaciones de Consumo"), de lo que nos ocuparemos más
adelante, si bien no ha entrado aún en funcionamiento, parecería que no se ajusta al
esquema procedimental construido en todo el país conforme los lineamientos que
contenía el art. 45, LDC, ahora también modificado, como veremos, por esta norma.
2. Atribuciones y competencias
Creemos que este criterio es el correcto en tanto permite que el gobierno nacional
pueda intervenir activamente en aquellas jurisdicciones en las cuales, por ejemplo, no se
esté aplicando correctamente la normativa por inactividad de las autoridades locales o,
como ocurre habitualmente, se trate de afectaciones interjurisdiccionales (el caso más
típico es el de la divulgación de publicidad engañosa a través de medios nacionales que
llegan a todo el país, televisión, diarios, revistas, internet, etcétera).
El art. 43, LDC, establece las facultades y atribuciones que posee la autoridad de
aplicación nacional. Ellas son:
590
e) solicitar informes y opiniones a entidades públicas y privadas con relación a la
materia de esta ley;
591
Algunos han pretendido interpretar esa modificación al texto del art. 41, ley 24.240, en
el sentido de la derogación de la posibilidad de descentralizar la aplicación de
procedimientos y sanciones en los gobiernos municipales. Ese entendimiento, teniendo en
cuenta elementales principios de hermenéutica constitucional, no puede sostenerse. Es
necesario efectuar una interpretación armónica y coherente del marco normativo
constitucional que incide en la cuestión, teniendo en cuenta que el reconocimiento de los
derechos de consumidores y usuarios en el art. 42, CN, debe insertarse en el marco
general del reparto de competencias en las distintas jurisdicciones del Estado republicano
y federal.
Concordantemente con ello, el art. 45, ley 24.240, señala que las autoridades
locales —el gobierno de la ciudad de Buenos Aires y los gobiernos provinciales— deben
implementar esa competencia adecuándola a sus ordenamientos legales. Esas "normas
de actuación", claro está, son las normas adjetivas y de implementación de los
procedimientos y estructuras —en la órbita administrativa, a ello se refiere el art. 45—
para llevar a la práctica los derechos de los consumidores y usuarios.
Señalamos que el art. 45, último párrafo, LDC, es sobreabundante puesto que,
conforme el reparto constitucional de competencias legislativas entre Nación y provincias
visto antes, el dictado de las normas adjetivas, de todos modos, hubiese caído bajo las
potestades locales. Y en lo que aquí interesa, idéntica afirmación corresponde efectuar
respecto de la hoy ausente última oración del art. 41, ley 24.240, que expresamente se
refería a la delegación de competencias en los gobiernos municipales. Esta atribución —la
de delegar competencias en los gobiernos municipales— es propia de las provincias y en
nada varía que ella esté o no expresamente establecida en una norma nacional,
pudiendo incluso sostenerse que incurriría en un exceso el legislador nacional al cargar
las tintas sobre una cuestión ajena a sus atribuciones.
592
suprimir una competencia que no les es propia (en el caso la facultad de delegar
competencias en los municipios).
La LDC "integra el derecho común toda vez que resulta complementaria de los
preceptos contenidos en los códigos Civil y Comercial de la Nación por lo que, tal como lo
establece el art. 75, inc. 12 '...no altera las jurisdicciones locales...'"(21), y el ejercicio de la
función administrativa de control, o "poder de policía", es una facultad no delegada de las
provincias en el gobierno nacional, las que lo mantienen incluso en materia de
establecimientos de "utilidad nacional" (cf. art. 75, incs. 12 y 30, CN).
Por otra parte, desde el punto de vista práctico, la descentralización territorial de las
funciones de control, vigilancia y sanción de las autoridades provinciales de aplicación es
imprescindible para cumplir con la manda constitucional que exige el establecimiento de
"procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos" (art. 42, CN).
Imaginemos la palmaria denegación del acceso a la justicia que implicaría pretender, en
un territorio tan vasto y heterogéneo como el de la Argentina, que sean únicamente los
gobiernos centrales asentados en las capitales provinciales los que puedan aplicar la
legislación de protección.
593
Las normas referidas a la actuación de las autoridades locales deben guardar un doble
orden de compatibilidades: por un lado, deben ser compatibles con las constituciones y
leyes provinciales y, además, el régimen adoptado a nivel local también tiene que ser
compatible con la normativa nacional y con el "espíritu" de la ley 24.240.
594
Ya sea con la creación de juzgados ad hoc con competencia exclusiva sobre la
materia, como ocurrió en la Municipalidad de La Plata con el Juzgado Municipal de
Defensa del Consumidor, o con la adjudicación de esta competencia a juzgados ya
creados, la descentralización territorial de la defensa del consumidor en la provincia de
Buenos Aires se jerarquizó y pese a las resistencias iniciales, ha mostrado sus frutos. Son
varios los municipios que han delegado a sus Jueces de Faltas estas competencias (entre
ellos, Mar del Plata, Bahía Blanca, Junín, Mercedes, Lobos, Saladillo, Chascomús, Roque
Pérez, Campana, San Nicolás, Morón, Necochea)(27). También hay municipios de otras
provincias que han implementado este modelo o que actualmente debaten
la instrumentación de estructuras similares (Corrientes, Santa Fe, Rosario, San Juan,
Rawson, Neuquén, Córdoba, San Luis, etcétera).
595
estructuras especializadas; o la posibilidad con que cuentan los usuarios de servicios
públicos domiciliarios de presentar directamente la denuncia en su municipio, sin
necesidad de acudir a los entes y organismos de control, lo que exigirá de la autoridad de
aplicación el análisis y la resolución de cuestiones complejas desde el punto de vista
técnico y jurídico.
6) Finalmente, la reciente modificación del art. 40 bis LDC por parte de la ley
26.993, establece una serie de condiciones que debe cumplir el organismo administrativo
que aplique el daño directo(28); esa exigencia requerirá inevitablemente ya sea la
generación de nuevas estructuras administrativas especiales, o bien, como venimos
propiciando, la adjudicación de estas competencias a la JMF que es la única estructura
administrativa ya existente a nivel municipal y en todo el país, que podría cumplir con
esos requisitos.
Desde el planteo normativo de la LDC puede decirse que existe una verdadera
estructura federal para la defensa del consumidor, con una autoridad nacional con
facultades para actuar en todo el territorio nacional, concurrentemente con las autoridades
locales (arts. 41 y 42, LDC), organismos que aplican un procedimiento administrativo
relativamente uniforme a la luz de los lineamientos que se desprenden del art. 45 de la ley
24.240. Las provincias cuentan, por su lado, de acuerdo con lo dispuesto por las
respectivas constituciones, con amplias facultades para implementar la norma nacional a
nivel local.
La garantía del "acceso a la justicia", excede el ámbito del Poder Judicial y apunta,
consonantemente con el derecho al acceso a procedimientos eficaces de la Carta Magna
nacional, a la consecución del valor justicia, de especial relevancia y primera categoría
cuando se trata de grupos de personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad,
596
por carecer —por variadas razones— de la posibilidad de acceder a mecanismos ágiles
para la atención de sus reclamos(29).
1. Generalidades
597
2) los métodos de conciliación o mediación;
La legislación argentina se hace eco de una tendencia doctrinal que se ha abierto paso
en la doctrina procesal moderna, que es la de aliviar la carga pesada del aparato judicial
con relación a cuestiones menores o que puedan resolverse con activa participación de
los particulares.
Sin perjuicio de las otras alternativas que componen el sistema (conciliación ante las
asociaciones de consumidores, arbitraje de consumo, etc.), nos referiremos
especialmente al procedimiento administrativo de defensa del consumidor, pues éste
configura una de las herramientas más valiosas consagradas por el derecho a favor de los
consumidores y usuarios. Y decimos ello por cuanto el sistema —al menos desde sus
objetivos— abre las puertas de la tutela a los consumidores a través de un procedimiento
que apunta a la gratuidad, la celeridad y eficacia en la solución de los conflictos de
consumo, propugnando además un profundo activismo del Estado en la actuación
preventiva.
Lo dicho hasta aquí debe ser puesto en perspectiva ante la entrada en vigencia de
la ley 26.993 que suprime la instancia conciliatoria ante la autoridad nacional de aplicación
de la LDC, instancia que, sin exagerar, podemos decir que era el "alma" del sistema
administrativo de resolución de conflictos de la ley 24.240.
598
Sin embargo, como explicamos más abajo, prácticamente todas las provincias han
dictado normas de procedimiento administrativo que, siguiente el modelo del anterior texto
del art. 45, prevén esa instancia conciliatoria. De modo que lo dicho aquí, posee vigencia
para todo el país a excepción de Capital Federal y las provincias que adhiriendo a la ley
26.993, modifiquen sus ordenamientos locales.
La orientación conciliatoria del sistema surgía del art. 45, ley 24.240 (texto según ley
26.361), que establecía que la autoridad de aplicación iniciará actuaciones administrativas
de oficio o a pedido de quien invoque un interés particular o actúe en defensa del interés
general, supuesto ante el cual debía tramitarse la instancia conciliatoria previa. A su vez,
determina en el art. 46 que el incumplimiento de los acuerdos conciliatorios se
considera infracción a la ley. Finalmente, el art. 58 también faculta a las asociaciones de
consumidores para sustanciar los reclamos de los consumidores de bienes y servicios
frente a los empresarios, instancia en la que actuarán con un carácter "estrictamente
conciliatorio y extrajudicial, siendo su función únicamente la de facilitar el acercamiento
entre las partes".
Dijimos que el art. 42, Constitución, ha receptado con carácter de imperatividad para
las propias autoridades, el establecimiento de procedimientos eficaces, los cuales deben
perseguir dos objetivos:
— la resolución de éstos.
599
Entendemos que el procedimiento, para alcanzar le exigencia constitucional de
eficacia, debe cubrir, como mínimo, dos aspectos básicos. Uno de ellos se relaciona con
las circunstancias temporales, adicionando la nota de celeridad en el trámite. El
consumidor debe "convivir" con el resultado de su denuncia, puesto que la justicia
también se mide en tiempo. El restante está referido a la calidad del procedimiento. No
basta con poseer las herramientas procesales indispensables si ellas, en la realidad, sólo
se aplican en forma parcial o desvirtuada de forma tal que no cumplen con su verdadera
finalidad.
Resta agregar que, del imperativo constitucional plasmado por el art. 42, CN, surgen
también dos importantísimas consecuencias jurídicas que deben tomarse como pautas
irrenunciables al analizar cualquier cuestión relacionada con el procedimiento
administrativo en materia de protección de los consumidores y usuarios. Ellas son:
Por ello decimos que, con esta nueva concepción, el derecho ha adquirido una nueva
dimensión y las normas elaboradas en otro tiempo en vista de reglar los
600
conflictos individuales resultan insuficientes en nuestra materia. Una de las herramientas
más valiosas que la LDC puso a disposición de los ciudadanos para defenderse ha sido la
posibilidad de encausar sus reclamaciones en el ámbito administrativo, frente a
organismos especializados.
El sistema —al menos desde sus objetivos— abre las puertas de la tutela a los
consumidores a través de un procedimiento que apunta a la gratuidad, la celeridad y
eficacia en la solución de conflictos de consumo, propugnando además un profundo
protagonismo al Estado en la actuación preventiva.
1.2. Principio imperante: in dubio pro consumidor vs. in dubio pro reo
En este sentido, el planteo más reiterado por parte de los proveedores de bienes y
servicios a consumidores y usuarios es el que propicia la aplicación del principio in dubio
pro reo a la hora de la valoración de la procedencia de la sanción. Este axioma,
de inobjetable aplicación en el ámbito del derecho penal, deviene disfuncional en el
campo de la normativa —sustancial o procesal— que establece las pautas para la
protección de consumidores y usuarios. Más aún, no solamente la aplicación del principio
penalista de que la duda favorece al reo o imputado se advierte como disfuncional, sino
que, a la luz de la expresa previsión legal del art. 3º, ley 24.240, que extiende el
principio in dubio pro consumidor a los principios surgidos de la LDC, el principio in dubio
pro reo es directamente contrario a la esencia misma del régimen legal que ampara a
consumidores y usuarios.
Ahora bien, para comprender el punto en su real dimensión, es oportuno señalar que
aquella interpretación disfuncional se ha justificado en el texto del dec. 1798/1994,
reglamentario de la LDC, que respecto del art. 45 establecía como norma procedimental
supletoria al Código Procesal Penal de la Nación y sus leyes modificatorias. Lo mismo
hicieron equivocadamente las leyes provinciales que, siguiendo ese modelo, tomaron
como norma adjetiva supletoria al procedimiento penal local(34). Este yerro de técnica
legislativa ya ha sido revertido en el orden nacional con el dictado de la ley 26.361 que
modificó el texto del art. 45, el que ahora remite supletoriamente a las disposiciones de
la ley 19.549 de Procedimientos Administrativos y, en lo que ésta no contemple, a las
disposiciones del Código Procesal, Civil y Comercial de la Nación. La ley 14.514 de la
Pcia. de Bs. As. hizo lo propio al modificar el art. 36 de la ley 13.133, que ahora prevé
como norma de aplicación supletoria la ley de procedimiento administrativo provincial.
Pero el equívoco apuntado no proviene sólo del desacierto en la redacción del dec.
regl. 1798/1994, sino que va más allá y se vincula a un error grave y profundo, de tipo
conceptual: es el de considerar a la LDC como una norma exclusivamente regulatoria o
601
sancionatoria, como podrían ser consideradas la Ley de Lealtad Comercial, la de
Metrología Legal, la de Defensa de la Competencia y tantas otras. Ello no es así bajo
ningún punto de vista. El objetivo de la tutela legal de los consumidores y usuarios va
mucho más allá del simple aspecto sancionatorio y contempla una protección integral que
abarca cuestiones tan variadas como son la transparencia en el mercado, la salud y
seguridad, los servicios públicos y la prestación de servicios en general, reglas para la
contratación, los procedimientos, la educación para el consumo, etc. Su fundamento
radica en el conflicto de intereses que supone la coexistencia en un mismo ámbito
físico —el "mercado de consumo"— de sujetos que poseen intereses y aptitudes
diferentes, cuya confrontación se cristaliza en situaciones de desequilibrio y abuso en
perjuicio del polo débil de esas relaciones.
Esas desigualdades son el sustento del principio in dubio pro consumidor que incide
en los aspectos sustanciales y adjetivos de la tutela legal, actuando como parámetro en la
tramitación tanto de los procesos judiciales como en los trámites seguidos ante los
organismos administrativos. La ley bonaerense expresamente lo receptó como principio
de aplicación al procedimiento administrativo en su art. 72, que dice: "Las constancias de
las actuaciones serán evaluadas con razonable criterio de libre convicción. En caso de
duda, se estará siempre a la interpretación más favorable al consumidor".
602
Suprema de Justicia de la Nación al resolver en autos: "Comisión Nacional de Valores v.
Establecimiento Modelo Terrabusi S.A. /transferencia paquete accionario a Nabisco", el
24/4/2007, registrado en Fallos: 330:1.855)(39).
603
En la esfera de actuación de las autoridades administrativas, la regla es la de la
competencia de los organismos administrativos locales, puesto que el sustrato legal de los
servicios regulados por normativa nacional (telefonía, internet, correos, etc.), cuando se
trate de infracciones al Estatuto del Consumidor, no impide el ejercicio de las
competencias y atribuciones de las autoridades descentralizadas de aplicación de la LDC.
En primer lugar debe tenerse presente que las autoridades de aplicación de la LDC
ejercen una competencia general sobre todas las relaciones de consumo, que por la
jerarquía que posee dicha función no puede ser desplazada por ninguna norma sectorial.
A la vez, el Estatuto del Consumidor responde a la protección integral de consumidores y
usuarios, contemplando resguardos que ninguno de los marcos regulatorios específicos
poseen, cualquiera sea la actividad de que se trate (v.gr., deber de información, trato
digno y equitativo, protección de la salud e integridad física, condiciones de la oferta y la
publicidad comercial, procedimientos conciliatorios y preventivos, etcétera).
604
de la ciudad en forma concurrente (arts. 41 y 42)—. Luego, el argumento de la entidad
financiera se encuentra desprovisto de todo sustento normativo, máxime cuando la propia
carta orgánica del BCRA señala como función propia del organismo —entre muchas
otras— el vigilar el buen funcionamiento del mercado financiero y aplicar la Ley de
Entidades Financieras, mas no dispone que éste contralor sea de
(46)
su exclusiva incumbencia (conf. art. 4º, inc. B), ley 24.144)" .
Por lo demás, la derogación por la ley 26.361 de la supletoriedad que antes establecía
el último párrafo, art. 25, LDC, respecto de los "servicios públicos domiciliarios con
legislación específica y cuya actuación sea controlada por los organismos que ella
contempla", ha suprimido la posibilidad de que los proveedores de tales servicios (luz,
gas, agua potable y cloacas, telefonía básica) cuestionen la competencia de
las autoridades de aplicación de la LDC. Ahora los usuarios de servicios públicos
domiciliarios tienen la opción de "presentar sus reclamos ante la autoridad instituida por
legislación específica o ante la autoridad de aplicación de la presente ley".
Esta innovación requiere una actividad coordinada de las competencias y atribuciones de
los entes de control sectoriales y las autoridades de la ley 24.240 que pocas veces se
observa en la práctica, debiéndose propiciar siempre la integración normativa de acuerdo
con el principio in dubio pro usuario, que expresamente reitera la ley para estas
situaciones(48).
2. El Sistema de Conciliación Obligatoria Previa en las Relaciones de Consumo(COPREC) y las Auditorías Administrativas
en las Relaciones de Consumo
El 19 de septiembre de 2014 se publicó en el Boletín Oficial la ley 26.993 que crea el Sistema de Resolución de Conflictos en las
Relaciones de Consumo (SRCRC). La primera salvedad que corresponde efectuar, aunque resulte obvia, es que el SRCRC, por tratarse de
una norma adjetiva dictada por el Congreso de la Nación, sólo rige en jurisdicción nacional. Por esta razón, el art. 77 de la ley 26.993invita a
las jurisdicciones locales a: i) adherir a ella y a adecuar sus regímenes procesales y procedimentales y; ii) crear el fuero del consumidor y/o a
determinar qué tribunal será competente a efectos de adecuarse a la presente ley.
605
El Sistema de Resolución de Conflictos en las Relaciones de Consumo establecido por
la ley 26.993, se estructura en tres ámbitos de actuación:
El nuevo sistema no impide que consumidores o usuarios puedan optar por presentar
sus reclamos ante otras autoridades (art. 2º, últ. párr.), en aquellas relaciones de consumo
que se encuentren reguladas, a su vez, por normas específicas que contemplen
la intervención de órganos o entes de control sectoriales (v.gr. servicios públicos; telefonía
móvil, correos o internet; prestadores de servicios salud; seguros y círculos de ahorro;
etc.).
1) Además del inicio de las actuaciones de oficio o por denuncia de quien invocare
un interés particular o actuare en defensa del interés general de los consumidores, se
contempla una tercera vía mediante comunicación de autoridad administrativa o judicial,
previéndose así de esa forma que tanto las nuevas ARC como los JNRC, puedan instar
actuaciones administrativas mediante comunicación a la Autoridad de Aplicación de la Ley
de Defensa del Consumidor (AALDC) (párr. 1º).
606
Federales en el resto del país. En el resto del país, los medios de impugnación judicial de
los actos administrativos emanados de las autoridades provinciales o municipales de
aplicación de la LDC, seguirán siendo los establecidos por los ordenamientos locales(51).
La primera cuestión que merece ser destacada, y creemos que es un punto criticable
del nuevo SRCRC, es que su competencia posee una doble limitación (cf. art. 2º, ley
26.993):
— por el monto del reclamo: que deberá ser inferior a 55 SMVM (equivalentes a $
259.380) y;
Si bien la ley aclara que el límite del monto del reclamo no regirá ante la eventual
aplicación por parte de los JNRC de la multa civil prevista en el art. 52 bis LDC (art. 53,
últ. párr.), no se aprecia cuál ha sido el criterio tenido en mente a la hora de generar un
sistema especializado para resolver conflictos de consumo, que se pretende ambicioso
puesto que genera nuevas estructuras tanto en el ámbito de la Administración Pública
como del Poder Judicial e invita a las provincias a adherirse al mismo, pero que, al mismo
tiempo, se lo confina únicamente a causas de "menor cuantía" e individuales. Es decir
que, de todos modos, tanto las autoridades administrativas de la LDC como la justicia
"ordinaria", deberán seguir entendiendo en aquellos reclamos que superen el tope del
monto, o bien que sean planteados en forma colectiva.
607
decidan adecuar sus normas a la ley 26.993, deberían tomar nota de
estas incongruencias para salvarlas.
Como una nota favorable del nuevo sistema, podemos destacar las reglas de
atribución de competencia (art. 5º), que facilitarán la presentación de los reclamos por
parte de consumidores y usuarios, quienes podrán hacerlo: a) en el lugar de consumo o
uso; b) en el lugar de celebración del contrato; c) en el del domicilio del proveedor o
prestador o de la citada en garantía; d) aplicándose supletoriamente las reglas contenidas
en el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Todo ello a elección del consumidor
o usuario.
Sin embargo, extrañamente no se contempla el lugar del domicilio real del consumidor
o usuario reclamante como punto de adjudicación de competencia para el COPREC,
como sí se encontraba establecido en el art. 36 de la LDC(53). Al respecto, vale anotar aquí
que esta última norma también ha sido modificada por la ley 26.993 (art. 58), agregando
las reglas de atribución de competencia arriba mencionadas, pero alterando la atribución
de competencia que anteriormente contenía en función del domicilio real del consumidor,
haciendo alusión ahora solamente al domicilio. El domicilio de las personas es aquel
donde tienen su residencia habitual (art. 73, CCyCN), aunque contractualmente las partes
pueden fijar domicilios especiales (art. 75, CCyCN), y siendo harto conocidos los abusos
cometidos en los contratos prerredactados de consumo mediante la colocación de
domicilios extraños al de residencia del consumidor, creemos desventajosa tanto la quita
del calificativo "real" en el art. 36, LDC, como la omisión del "domicilio real" como
atribución de competencia en el art. 5º de la ley 26.993.
608
Por último, nos parece desventajosa la posibilidad conferida al Auditor de excusarse
de intervenir en el caso, inaudita parte y sin posibilidad de recurso, en función de la
complejidad de los hechos debatidos. En este supuesto el consumidor deberá iniciar el
reclamo ante la JNRC o ante o ante la jurisdicción con competencia específica que
establezca la ley (art. 34). Tampoco encontramos razones para incluir esta cláusula de
escape del sistema, criticable en sí por la arbitrariedad con la que podría ser utilizada,
pero sobre todo porque, justamente, se trata de un sistema especializado que debería
encontrase capacitado, justamente, para resolver todos los casos que se le presenten y,
con mayor razón, los más complejos.
La ley 26.993 contempla que el COPREC actúe a nivel nacional, con una sede en la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires y delegaciones fijas o móviles en el resto del país (art.
2º). Su intervención reviste el carácter de previa y obligatoria para todos los reclamos que
se encausen a través de las Auditorías o las demandas planteadas ante los Juzgados
Nacionales en las Relaciones de Consumo, siempre que no superen el monto de 55
SMVM.
En efecto, creemos que el "rol del conciliador como tercero imparcial" debe ser
colocado en el contexto que será su escenario de intervención, tomando en cuenta la
subordinación y vulnerabilidad que es característica inherente de consumidores y
usuarios, y el papel activo de "proveer (les) protección" que consagra como un mandato
609
genérico, en cabeza de todas las autoridades, el art. 42, párr. 2º, de la Constitución
Nacional. Al respecto nos remitimos a lo dicho en el capítulo anterior, y lo desarrollado
más adelante en oportunidad de referirnos a la "instancia conciliatoria". De lo anterior se
desprende que quien intervenga como "tercero" (conciliador, en este caso) en la
resolución de conflictos entre consumidores y empresarios, no puede adoptar un rol
imparcial y pasivo, sino todo lo contrario. Como bien señalan las pautas para la
evaluación de los aspirantes establecidas en la res. conj. 272/2014 y 188/2014 arriba
citada, la imparcialidad que en otros conflictos puede esperarse de quien asume el rol de
conciliador, aquí tiene que ser ajustada al orden público que impera en la materia (art. 65,
LDC) y los principios protectorios construidos a partir del 2º párr. del art. 42, CN, y de los
arts. 3º, 25 y 37, LDC.
Los acuerdos a los que se arribe ante el COPREC serán homologados por resolución
fundada de la autoridad de aplicación del SRCRC (arts. 12 y 13), que será designada por
el Poder Ejecutivo Nacional (art. 1º). Ante el incumplimiento, el acuerdo homologado, este
podrá ser ejecutado por el procedimiento de ejecución de sentencias establecido en
el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación (art. 18), y además, ello dará lugar a la
aplicación de las sanciones establecidas en la LDC (cf. arts. 46 y 47, LDC). Se prevé la
aplicación de una multa por el valor de 1 SMVM para el proveedor que no justifique
su inasistencia a la audiencia de conciliación, monto que en algunos casos será exiguo,
del cual el consumidor percibirá la tercera parte; en el caso de que la inasistencia sea del
consumidor, se dará por concluido el trámite y la única posibilidad que le quedará será la
de iniciar un nuevo reclamo (art. 16). Aquí nos parece que la posibilidad de justificar
la inasistencia debió preverse también en beneficio del consumidor ya que él, al igual que
el proveedor, podrá sufrir imponderables que le impidan presentarse en la audiencia. Si
bien en este caso la sanción no es pecuniaria, se lo penaliza con el archivo del trámite sin
posibilidad de alegar justificativo alguno.
Si la conciliación concluye sin acuerdo entre las partes y el monto es inferior al tope de
15 SMVM, el consumidor o usuario quedará habilitado para presentar su reclamos ante la
ARC o directamente demandar ante los JNRC; si el valor del reclamos supera aquel
importe, deberá presentar una demanda ante los JNRC (art. 17).
610
2.3. Las Auditorías en las Relaciones de Consumo (ARC)
c) durarán en sus funciones siete años, pudiendo ser reelegidos mediante un nuevo
concurso público de antecedentes; y sólo podrán ser removidos por decisión del jurado,
adoptada por mayoría simple (art. 25);
Creemos que los aludidos resguardos son, al menos en lo formal, suficiente garantía
de un aceptable nivel independencia. Es de esperar que la reglamentación no los
desvirtúe, y que el funcionamiento de los procesos de designación y remoción resulten
efectivamente transparentes, públicos, y desprovistos de injerencias extrañas
La competencia de las ARC, como dijimos antes, se encuentra limitada por el monto
de los reclamos, los que no pueden superar los 15 SMVM. Pero también existe una
limitación por el motivo o pretensión del reclamo puesto que, según lo establecido en
el art. 27 de la ley 26.993, las ARC sólo tendrán competencia para entender en reclamos
que versen sobre la responsabilidad por los daños regulados en el Capítulo X del Título I
de la ley 24.240, o sea, reclamos por indemnizaciones de daños causados por el vicio o
riesgo de la cosa o de la prestación del servicio objeto de la relación de consumo (art. 40,
LDC), o los que persigan la condena del proveedor a indemnizar el denominado daño
directo (art. 40 bis, LDC).
611
Tampoco aquí encontramos explicaciones. A menos que se haya deslizado un error en
la redacción del art. 27, parecería paradójico que la intención del legislador haya sido la
de alumbrar un nuevo sistema de resolución de conflictos de consumo y, en paralelo,
dejar fuera del ámbito de intervención de las ARC a los reclamos que a diario realizan
consumidores y usuarios ante las autoridades de aplicación de la LDC, los que en la
mayoría de los casos, no se ajustan, o no se limitan, a lo establecido en los arts. 40 y 40
bis de la ley 24.240. Nos produce una cierta perplejidad esta cuestión, puesto que a ello
debe agregarse que al eliminarse la instancia conciliatoria previa del procedimiento
administrativo ante la autoridad nacional de aplicación de la LDC (art. 45, LDC, modif.
por art. 60 de la ley 26.993), todos aquellos reclamos que no versen sobre los arts. 40 o
40 bis de la LDC, deberán ser reencausados ante esta autoridad pero ahora sin instancia
conciliatoria previa, o bien directamente entablarse una demanda ante los JNRC. Es de
esperar que también esta cuestión se resuelva, de alguna forma, con el dictado de la
reglamentación de la ley 26.993 puesto que el procedimiento administrativo, en el ámbito
nacional, ha quedado sumido en serias inconsistencias.
Ante las ARC el consumidor puede presentarse sin patrocinio letrado, aunque podrá
ser patrocinado por representantes de asociaciones de consumidores, del Ministerio
Público, o de servicios de patrocinio jurídico gratuito (art. 30). Vemos aquí, al igual que lo
señalado en relación al procedimiento ante el COPREC, una deficiencia en la
reglamentación puesto que debería haberse previsto un servicio de asistencia letrada
provisto por el propio Sistema y no dejar en cabeza del consumidor o usuario la carga de
procurarse por su cuenta esa asistencia. Más aún si la intervención de las ARC queda
circunscripta a los reclamos por daños (art. 28), puesto que en estos casos las exigencias
probatorias y argumentales serán más severas, exigiéndose además que el consumidor o
usuario realice la estimación económica del resarcimiento perseguido (art. 31).
Los plazos del procedimiento son muy breves, y tal vez resulte difícil cumplir con ellos
en la práctica (el plazo para fijar fecha de audiencia ante el Auditor es de 3 días desde la
presentación del reclamo, la audiencia deberá convocarse para dentro de los 10 días
siguientes, y ser notificada con 3 días de antelación). Se establece que deberá dejarse
constancia de las audiencias mediante registro fílmico del cual las partes podrán obtener
una copia, recaudo que puede ser de difícil implementación y al que no le encontramos
demasiado justificativo práctico, sumado a que podría resultar intimidatorio para el
consumidor o usuario denunciantes (art. 33).
612
actuaciones tendientes a sancionar aquellas conductas que impliquen una potencial
afectación colectiva. Esta herramienta, eficientemente utilizada, podría redundar en una
erradicación de conductas ilícitas a gran escala, depurando así el mercado.
Como apreciación general del SRCRC nos queda una sensación agridulce. El
reconocimiento de la necesidad de alumbrar sistemas específicos para resolver
eficazmente los conflictos de consumo, ha sido una necesidad reclamada al unísono
desde siempre por la doctrina especializada y ello es motivo de satisfacción. No obstante,
el sistema generado con la sanción de la ley 26.993 nos parece que queda a mitad de
camino, ya que la potencialidad del mismo se disminuye notoriamente con las limitaciones
que se le han introducido; a la vez que no se previó su correcto ensamble con el
procedimiento administrativo ante las autoridades de aplicación de la ley de defensa del
consumidor que, con sus ventajas e inconvenientes, hace más de 20 años funciona en
todo el país. Por ello creemos que deberán ser revisados los puntos oscuros señaladas ya
que el sistema planteado desestructura y complejiza las herramientas existentes, cuando
la tendencia debe ser la opuesta: lograr una cada vez mayor homogeneización de los
procedimientos de modo de facilitar su masivo conocimiento y acceso para todos los
consumidores y usuarios, uniformando su implementación y gestión en todo el territorio
nacional.
Es una carga del consumidor o usuario la "determinación precisa" del monto del
reclamo o en su defecto la realización de una "declaración jurada" de que el monto del
reclamo no supera el tope de los 55 SMVM, pudiendo disponer la autoridad durante el
transcurso del trámite conciliatorio que el reclamo corresponde ser encauzado a través de
las "vías ordinarias" (art. 2). Para iniciar su reclamo, el consumidor o usuario deberá optar
613
por la jurisdicción competente en función de las pautas establecidas en el art. 5º de la ley
26.993.
614
Se prohíbe la intervención de "gestores de negocios" en los términos del art.
48 del CPCCN, supuesto éste muy común en las audiencias que se desarrollan ante los
organismos de defensa del consumidor y que podría generar múltiples trastornos, ya que
únicamente podrán comparecer ante el COPREC quienes acrediten formalmente el
carácter de apoderados con facultades suficientes para realizar transacciones.
Tal lo anticipado más arriba, merece una enfática crítica la disposición que coloca a
cargo del consumidor o usuario los honorarios del conciliador cuando éste haya sido
designado a propuesta de aquellos (cf. art. 7º, inc. c], ley 26.993). Parece que esta
previsión contenida en el art. 7º del decreto 202/2015 está orientada a desalentar la
elección de conciliadores en pos de su designación por sorteo, aunque no vemos la
razonabilidad de este criterio. Colocar los honorarios y gastos del proceso conciliatorio a
cargo del consumidor o usuario contradice los más elementales principios de la materia
y, aunque resulte una obviedad señalarlo, constituye una mengua del derecho a contar y
acceder a "procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos" (art.
42, párr. 3º, CN).
En el caso de denuncia por parte del consumidor del incumplimiento del acuerdo
homologado, la autoridad del COPREC intimará al proveedor a que acredite el
cumplimiento del acuerdo y verificado el incumplimiento, lo comunicará a la AALDC para
que ésta inicie el procedimiento correspondiente por infracción del art. 46 de la ley
24.240 (art. 19).
615
escrito, conteniendo los antecedentes del caso y su fundamentación, requisito
imprescindible de todo acto de autoridad administrativa, sin que sea necesario dictamen
jurídico de ningún otro organismo (art. 36).
Como una apreciación general acerca del decreto 202/2015, nos parece que se
ha incurrido en un excesivo reglamentarismo que podría tornar un tanto intrincado al
procedimiento tanto ante los conciliadores como ante los auditores, cuestión que puede
conspirar contra la celeridad que es dable esperar en este tipo de trámites. Una forma de
salvar los obstáculos que se presenten será la elaboración de herramientas y
sistemas informáticos que permitan un acceso y manejo fluido del trámite, tanto por las
partes como por las propias autoridades.
Por otro lado, creemos que no es propio de herramientas adjetivas diseñadas para
proteger a consumidores y usuarios, que se le adjudiquen cargas procesales (v.gr. la
determinación precisa del monto del reclamo, o la indicación de todos los eventuales
responsables del hecho denunciado, o el pago de los gastos de las notificaciones y los
honorarios del conciliador cuando no opte por uno designado por sorteo) que podrían
significar un obstáculo para la materialización de sus reclamos.
Nos parece que tanto la ley 26.993 como su reglamentación mediante el decreto
202/2015 no han puesto suficientemente el foco en las carencias de los sujetos tutelados
— consumidores y usuarios — y en las dificultades que enfrentan cuando deben
presentar sus reclamos ante las autoridades. Queda la sensación de que las previsiones
normativas que aquí repasamos siguen la lógica de un procedimiento "entre iguales",
llevado adelante frente un "tercero imparcial" que únicamente vigila la legalidad de las
actuaciones. Establecer reglas adjetivas paritarias para resolver conflictos en el marco de
las relaciones de consumo que, sobra decirlo a esta altura, se caracterizan por la
notoria inferioridad de los consumidores y usuarios en relación a los proveedores, puede
convertirse en un sistema bien intencionado pero inútil para lograr el objetivo buscado.
616
3. Trámite de los reclamos administrativos de consumidores y usuarios ante la
Autoridad de Aplicación de la LDC
Con las salvedades efectuadas arriba en relación a la modificación que introdujo la ley
26.993 en el texto del art. 45 de la ley 24.240, nos referiremos en lo que sigue al
procedimiento administrativo ante las AALDC. Y lo haremos respetando la estructura que
presentaba ese procedimiento en la anterior redacción del esta norma —con instancia
conciliatoria— puesto que ése es el modelo de procedimiento que se siguió en todo el
país y hoy rige en las provincias.
— de oficio;
— por denuncia de quien invoque un interés particular o actuare en defensa del interés
general de los consumidores.
Es primordial esta función para instalar las políticas de protección, a la vez que
redundará en una sensible reducción en el número de denuncias individuales.
Imaginemos, por ejemplo, que el organismo de aplicación, de oficio, tomara intervención
activa en el control de las técnicas de ventas efectuadas fuera de los locales comerciales
(celulares, tarjetas de crédito, tiempos compartidos, etc.), en las que proliferan situaciones
abusivas o fraudulentas. Sin dudas, el efecto será —por un lado— una notable reducción
en el nivel de denuncias contra esas empresas por abusos en la contratación y —por el
otro— el replanteo de las estrategias de venta por parte de estos proveedores.
617
La jurisprudencia se ha hecho eco de estas premisas justificando la actividad oficiosa y
preventiva de la administración, al señalar que "no es necesario para el ejercicio del poder
de policía propio de la autoridad administrativa la existencia de un perjuicio concreto o de
un particular damnificado, sino el incumplimiento de las obligaciones que la ley
24.240 impone..."(56).
Vale resaltar en este punto que la redacción que presentaba el párr. 2º, art. 45, no
resultaba del todo precisa, en cuanto parecería que la "previa instancia conciliatoria"
también sería necesaria en los casos de inicio de oficio de las actuaciones. El acta
de infracción labrada por la autoridad constituye el medio más natural de inicio oficioso de
las actuaciones administrativas y, a su vez, es el acto formal de imputación al proveedor;
este supuesto resulta incompatible con una instancia conciliatoria previa puesto que en
estos casos no existe interés "conciliable". La Administración actúa en defensa del interés
general de los consumidores afectados, y los derechos que representa esa actuación
lógicamente no son "transables" por la autoridad y le resultan indisponibles(57).
618
posean, puedan igualmente formalizar sus denuncias. Además, la práctica demuestra que
muchas veces las denuncias por escrito, efectuadas por los consumidores, no consiguen
plasmar con claridad los hechos en que se fundan, o no identifican a todos los posibles
responsables, etcétera; con ello, lo autoridad puede ver encontrar dificultades para
comprender los motivos y alcances del reclamo. De modo que la denuncia verbalmente
efectuada, v. gr., a través de la entrevista con el empleado de la administración que la
recibe —plasmada en un formulario preimpreso o volcada en un sistema informático—
, contribuye con el acceso del consumidor al procedimiento, posibilita que se le brinde
asesoramiento, y facilita el correcto encuadre de la cuestión. Todo ello redundará en una
mayor celeridad y efectividad del trámite administrativo.
El art. 45, párr. 2º, LDC, en su redacción según la ley 26.361, establecía que
"previa instancia conciliatoria, se procederá a labrar acta en la que se dejará constancia
del hecho denunciado o verificado y de la disposición presuntamente infringida".
619
en las que el consumidor denunciante voluntariamente desiste de la posibilidad de arribar
a todo entendimiento conciliatorio. Este último supuesto, el de renuncia voluntaria por
parte del consumidor a la instancia conciliatoria, se presenta con bastante frecuencia y
ello puede obedecer a variadas circunstancias: puede ocurrir que el consumidor haya
realizado reiteradas gestiones ante el proveedor en cuestión y ya conoce la respuesta
negativa a su reclamo; al consumidor lo único que persigue con su reclamo es que la
conducta que lo motiva sea sancionada; el consumidor precisa que la autoridad se expida
sobre una petición que no admite dilaciones, situación que se presenta, por ejemplo, ante
la necesidad del dictado de alguna medida preventiva o cautela generalmente motivadas
en cuestiones de salud; etcétera. Al respecto debe destacarse que la instancia
conciliatoria previa, conforme la esencia del sistema, ha sido establecida en beneficio del
consumidor razón por la cual el proveedor no puede invocar agravio alguno ante el
supuesto de renuncia voluntaria por parte de aquel a la instancia conciliatoria. La única
negativa podría provenir de la propia autoridad, que debería hacerlo por resolución
fundada y basándose en razones de orden público. En cambio, el proveedor denunciado
no experimenta perjuicio alguno al no realizarse la audiencia con el consumidor ya que
sus eventuales defensas podrá articularlas al momento del dictado del acto de imputación,
si corresponde, y si efectivamente es su voluntad efectuar un ofrecimiento conciliatorio al
denunciante, siempre tendrá la posibilidad de hacerlo aún por fuera del marco de
una audiencia de una audiencia de conciliación.
Por otro lado, mucha ha sido la discusión sobre los efectos de la conciliación en miras
al texto legal de que se trate. Y en la práctica administrativa su relevancia es tan marcada
que ha sido utilizada por algunos proveedores como un factor de presión para evitar
sanciones. Consideran que la conciliación con el denunciante impide al organismo de
aplicación continuar con las actuaciones, las que, según ese entendimiento, deberían ser
archivadas. Se sostiene, en apoyo de esta argumentación, que si las empresas son
sancionadas pese a la conciliación alcanzada, ninguna querrá ya conciliar pues no podrán
evitar los efectos no queridos de la sanción(61). Somos contrarios a esta postura, pues no
es posible confundir el interés individual del consumidor con el interés superior de la
comunidad representada por el Estado, quien de todos modos debe ejercer su función de
control, procurando evitar que se produzcan violaciones a las normas de defensa del
consumidor. Aún por sobre la voluntad del propio denunciante e incluso en aquellos caso
en se obtenga una solución al reclamo individual, la autoridad, al tomar conocimiento de
620
una posible afectación colectiva, debe impulsar actuaciones para revertirla y
eventualmente sancionarla.
De lo anterior se colige que no existen razones atendibles, sólo una mirada autoritaria
o policial del procedimiento administrativo, que permitan restringir la participación y el
acceso sin limitaciones de consumidores y usuarios a "su" procedimiento.
El acto de imputación no ha sido expresamente previsto como tal en el texto del art.
45, LDC, que al respecto dice: "Se procederá a labrar actuaciones en las que se dejará
constancia del hecho denunciado o verificado y de la disposición
presuntamente infringida". Sin embargo, su existencia deviene insoslayable cuando se
trata de actuaciones iniciadas por denuncia del consumidor afectado en las que no se
arribe a una conciliación. Como explicamos, en las actuaciones iniciadas por denuncia no
es necesario el labrado de un "acta" formal de infracción puesto que la verificación de la
presunta infracción no la realiza la Administración, sino que ella proviene de las
circunstancias denunciadas por el consumidor las que, llegado el caso, requerirán del
dictado de un acto administrativo de imputación.
621
Puede ser posible que, en la práctica administrativa y ante el fracaso de la
conciliación, en la misma acta de la audiencia se clausure la instancia conciliatoria y se
proceda a la imputación formal de las presuntas infracciones. Sin embargo, lo aconsejable
es que para lograr un trámite más ordenado, ambos pasos del procedimiento se
desdoblen en sendos instrumentos (acta de audiencia y acto de imputación)(62).
— la norma o normas cuya infracción se imputa y su vinculación lógica con los hechos
que la contradicen.
Respecto de las medidas probatorias, ya sea que las ordene la autoridad, las sugiera
el denunciante o las proponga el denunciado, los problemas más comunes son los
originados en el costo que demande su producción (sobre todo cuando se trata de
622
pruebas técnicas complejas) y el de los organismos técnicos que deberán intervenir en
ellas.
El art. 45, LDC, determina que una vez concluidas las diligencias sumariales se dictará
la resolución definitiva dentro del término de veinte días hábiles. La relevancia jurídica de
este acto administrativo radica en que, por un lado, contiene la expresión final de la
voluntad del organismo de aplicación sobre la cuestión que se ventila y, correlativamente,
en caso de fijar una sanción contra el proveedor denunciado, habilita las vías de
impugnación judicial de la decisión.
Casi todas las normas adjetivas provinciales en nuestro país han seguido en materia
de sanciones administrativas (por adhesión o por regulación autónoma), los lineamientos
establecidos en el art. 47, ley 24.240, que establece en su nueva redacción (según ley
26.361) lo siguiente:
"a) Apercibimiento.
623
"c) Decomiso de las mercaderías y productos objeto de la infracción.
"d) Clausura del establecimiento o suspensión del servicio afectado por un plazo de
hasta treinta (30) días.
"e) Suspensión de hasta cinco (5) años en los registros de proveedores que posibilitan
contratar con el Estado.
"En todos los casos, el infractor publicará o la autoridad de aplicación podrá publicar a
costa del infractor, conforme el criterio por ésta indicado, la resolución condenatoria o una
síntesis de los hechos que la originaron, el tipo de infracción cometida y la sanción
aplicada, en un diario de gran circulación en el lugar donde aquélla se cometió y que
la autoridad de aplicación indique. En caso que el infractor desarrolle la actividad por la
que fue sancionado en más de una jurisdicción, la autoridad de aplicación podrá ordenar
que la publicación se realice en un diario de gran circulación en el país y en uno de cada
jurisdicción donde aquél actuare. Cuando la pena aplicada fuere de apercibimiento,
la autoridad de aplicación podrá dispensar su publicación".
A su vez, si bien la ley 757, ciudad de Buenos Aires, incluye en su art. 17 la sanción de
contrapublicidad, a diferencia de la ley 13.133, la fija con carácter facultativo, utilizando la
siguiente fórmula legal: "Se podrá imponer la sanción administrativa de contrapublicidad,
al infractor que, a través de la información o publicidad, hubiera incurrido en prácticas
engañosas o abusivas". La ley 757, al reglamentar la modalidad de la contrapublicidad,
sólo impone la misma a costa del infractor por el mismo medio y por idéntico período,
mientras que la ley 13.133 reglamenta la figura con mayor precisión estableciendo que "la
rectificación publicitaria será divulgada por el responsable, a sus expensas, en la misma
forma, frecuencia, dimensión y preferentemente por el mismo medio, lugar, espacio y
horario, de forma capaz de eliminar los efectos de la infracción" (art. 74, párr. 2º).
Resulta necesario aclarar aquí que no parece propio de las competencias legislativas
locales la regulación de las sanciones en materia de infracciones al Estatuto del
Consumidor puesto que entendemos que esa potestad ha sido delegada por las
provincias al gobierno federal (cf. art. 75, inc. 12, CN). Lo correcto sería que las leyes
locales, en este punto, hagan remisión al régimen sancionatorio contemplado en la ley
24.240. Por otro lado, y desde un razonamiento de estricto sentido común, piénsese lo
que ocurriría en el caso de que cada provincia decida aplicar su propio régimen
sancionatorio sobre la materia, ya sea estableciendo sanciones distintas, o con montos
superiores o inferiores al de la ley nacional. De tal forma se conspiraría contra la
uniformidad y seguridad jurídica que debe caracterizar a todo régimen sancionatorio.
624
3.7. Breves referencias a las sanciones enunciadas
Recientemente fue confirmada una multa por el monto máximo impuesta por la
Dirección Nacional de Comercio Interior a una empresa de medicina prepaga, por omitir el
envío de una unidad de asistencia móvil luego de recibir un llamado de
urgencia, incumplimiento que derivó en el fallecimiento de una menor que había sufrido un
accidente. El tribunal interviniente señaló que "Corresponde considerar adecuada y
proporcional la sanción administrativa de $ 5.000.000 aplicada a una empresa de
medicina prepaga, dado que en función de la trascendencia de la conducta antijurídica
constatada y el grado de afectación a los consumidores, no luce como exceso de
punición, sino como fruto de una equilibrada y proporcional evaluación del contexto del
caso. Máxime cuando de los fundamentos del acto administrativo sancionatorio, se refleja
la clara motivación disuasoria, finalidad válida de la autoridad de aplicación en el marco
del Derecho del Consumo"(66). Así y todo, el monto de 5 millones puede
resultar insuficiente cuando se trata de infracciones que implican afectaciones colectivas,
y sobre todo de fraudes económicos, que holgadamente pueden significar réditos ilícitos
en beneficio de las empresas por cifras que multiplican varias veces esa cantidad.
625
principalmente en la Pcia. de Bs. As. —donde la impugnación judicial de las decisiones de
la autoridad tramita mediante proceso de conocimiento pleno ante el fuero contencioso
administrativo—, la confirmación del acto administrativo que las impone puede demorar
varios años.
626
sensiblemente su posición en el mercado respecto de sus competidores y público en
general.
En algunas oportunidades esta medida "accesoria" fue cuestionada por los infractores,
argumentando que se trataba de una doble sanción por aplicarse junto con otra de las
previstas en el art. 47, o bien que en otros casos que por tratarse de una infracción leve
no se justificaba la publicación. La cuestión fue finalmente resuelta por la Corte Suprema
de Justicia de la Nación que, refiriéndose al último párrafo, art. 47, ley 24.240, resolvió
que "...la sanción accesoria de publicación prevista en el último párrafo, art. 47, ley
24.240, hace eficaz el derecho a una información adecuada y veraz al usuario y al
consumidor, principio consagrado en el art. 42, CN"(67). La publicación imperativa es una
sanción accesoria insoslayable de aplicar cualquiera sea la levedad o gravedad de la
sanción impuesta. Y ello es así por mandato legal, pues de haber sido otra la intención del
legislador hubiera incluido a la publicación de la sanción como un inciso más del art. 47,
eliminado la frase "en todos los casos"(68).
El art. 49, LDC, y sus similares de los ordenamientos provinciales regulan la aplicación
y graduación de las sanciones impuestas por la autoridad de aplicación. Establece el art.
49 que en la aplicación y graduación de las sanciones previstas en el art. 47 se tendrá en
cuenta:
vi) la reincidencia y;
La única modificación introducida por la ley 26.361 al texto anterior de la LDC en este
aspecto es la ampliación del cómputo del plazo de la reincidencia, estableciendo ahora
que se considerará reincidente a quien, habiendo sido sancionado por una infracción a
esta ley, incurra en otra de similar naturaleza dentro del término de cinco años. Antes el
plazo era de tres años.
Desde otra óptica, la ley nacional prevé en el art. 48 la aplicación de las sanciones de
apercibimiento o multa para los consumidores que efectúen denuncias maliciosas. Éstas
627
se caracterizan por la deliberada intencionalidad (dolo) del denunciante en perjudicar al
proveedor denunciado. De modo que el elemento intencional dolo debe encontrarse
configurado en el particular, pues bien puede un consumidor formular una denuncia sin
fundamento, por desconocimiento o con la razonable creencia de que le asiste derecho
para reclamar. Esa equivocación, o yerro en el consumidor, por supuesto, no resulta
suficiente para catalogar su denuncia como maliciosa.
Como apreciación general, debe tenerse presente que las infracciones administrativas
al régimen legal de protección de consumidores y usuarios, son de naturaleza "formal", en
donde la verificación de los hechos hace nacer por sí la responsabilidad del infractor, y no
se requiere daño concreto sino simplemente el incumplimiento de lo prescripto por la ley.
Se trata de ilícitos denominados de "pura acción" u "omisión" y, por tal motivo, su
apreciación es objetiva(69). La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha interpretado, en
relación a una sanción por infracción a la Ley de Lealtad Comercial (art. 5º), que
la infracción "no requiere la comprobación de un perjuicio concreto al consumidor, ya que
basta con que se incurra en algunas de las conductas descriptas en la norma, con aptitud
para inducir a error, engaño o confusión, para que se configure la infracción, con
prescindencia de la producción de un resultado"(70)(confr. Fallos: 324:2006).
El art. 45, LDC, en su redacción según ley 26.993 establece: "Los actos
administrativos que dispongan sanciones, únicamente serán impugnables mediante
recurso directo ante la Cámara Nacional de Apelaciones en las Relaciones de Consumo,
o ante las Cámaras de Apelaciones con asiento en las provincias, según corresponda.
La modificación del art. 45, LDC, producto de la sanción de la ley 26.993 que creó el
Sistema de Resolución de Conflictos en las Relaciones de Consumo, en lo que aquí
estamos analizando, presenta dos puntos a destacar:
628
provincias a las que se les adjudique esta competencia. En este último caso, la ley se
refiere siempre a sanciones aplicadas por la autoridad nacional en el interior del país,
jurisdicción en donde ejerce competencias concurrentes con las autoridades locales (art.
42, LDC). Esta última situación, mostró en el pasado un error común que consistió en
adjudicar la potestad revisora de las sanciones aplicadas por la autoridad local de
aplicación a las Cámaras Federales locales, ya que la redacción anterior del art. 45, LDC
se refería a ellas como tribunales de impugnación. Esta
competencia, independientemente de que en algunos casos había sido asumida sin
reparos por los tribunales federales locales, no corresponde ya que ni la naturaleza de las
personas, ni la materia, ni el lugar la habilitan y, además, como ya lo resolviera la Corte
Suprema, el art. 45, LDC sólo se refiere a las sanciones aplicadas por la autoridad
nacional de la LDC(71).
Además, la Corte Suprema si bien ha convalidado como regla el requisito del solve et
repete, lo ha censurado en muchas ocasiones teniendo en cuenta la existencia de una
desproporcionada magnitud entre la suma que el contribuyente debe ingresar y su
concreta capacidad económica o su estado patrimonial, a fin de evitar que ese pago
previo se traduzca en un real menoscabo de garantías que cuentan con protección
constitucional(77), o bien cuando el patrimonio del contribuyente demuestra suficiente
solvencia, o existe la traba de un embargo que garantice el eventual cobro del crédito(78), o
el deudor ha otorgado un seguro de caución a favor del Fisco(79). En cambio, la Corte
Bonaerense en la causa "Herrera" que citamos, ha sido categórica en sentido contrario,
sentenciando que "...la inconstitucionalidad de la norma [que establece el solve et repete]
surge de su confrontación con el texto de la Constitución y no depende de la acreditación
629
de ningún supuesto fáctico, como aquel referido a la importancia de la multa con relación
a la capacidad económica del infractor".
Tomando en cuenta lo anterior, para poder exceptuarse del requisito del pago previo el
proveedor sancionado deberá demostrar mediante prueba conducente (v. gr. registros
contables, otras obligaciones exigibles, etc.), que efectivamente el pago de la multa
impuesta le acarrearía un verdadero quebranto en sus finanzas o que directamente se
encuentra imposibilitado de afrontarlo; en tal caso se lo privaría de su garantía
constitucional de acceso a la justicia y derecho de defensa (art. 18 y 75, inc. 22, CN),
configurándose el "perjuicio irreparable". En estas circunstancias, el tribunal competente
podrá no sólo eximir del pago previo total de la multa impuesta, sino que, eventualmente
podría adecuarlo a la capacidad económica del proveedor sancionado o permitir su
reemplazo por otras medidas de garantía.
Los derechos individuales homogéneos, como dice el Código Brasileño de Defensa del
Consumidor, son aquellos que "derivan de (o tienen) un origen común", es decir aquellos
derechos cuya titularidad está perfectamente individualizada y es divisible —derechos
630
subjetivos propiamente dichos— pero que han sido lesionados como consecuencia de
una misma situación y pueden ser ejercidos procesalmente mediante una acción común o
colectiva(85).
Por otro lado, colocando el derecho del consumidor en su justa medida, como estatuto
rector de todas las actividades, vinculaciones y situaciones que se establecen en el marco
de la "sociedad de consumo", se ha dicho, por ejemplo, que el deber de seguridad
establecido por el art. 5º, ley 24.240, es "una pauta general, aplicable por analogía,
relativa a la seguridad que deben prestar las cosas a través de las cuales la relación de
consumo se establece"(86). También que "el propio art. 42, CN, adopta esta expresión de
'relación de consumo' para evitar circunscribirse a lo contractual y referirse con una visión
más amplia a todas las circunstancias que rodean o se refieren o constituyen un
antecedente o son una consecuencia de la actividad encaminada a satisfacer la demanda
de bienes y servicios para destino final de consumidores y usuarios"(87).
Con ese fin pueden dictar medidas preventivas administrativas de cese, innovativas o
de no innovar y cuentan, además, con legitimación activa para iniciar acciones judiciales
cuando los intereses de los consumidores o usuarios resulten afectados o amenazados.
Esas prerrogativas se encuentran expresamente receptadas en el texto de la ley
24.240 de la siguiente forma:
631
a) Potestades para obrar preventiva o cautelarmente en sede administrativa: [1] art.
45, párr. 8º, LDC: "...En cualquier momento durante la tramitación de las actuaciones,
la autoridad de aplicación podrá ordenar como medida preventiva el cese de la conducta
que se reputa en violación de esta ley y sus reglamentaciones..."; [2] art. 45, párr. 10,
LDC: "...Sin perjuicio de lo dispuesto en este artículo, la autoridad de aplicación contará
con amplias facultades para disponer medidas técnicas, admitir pruebas o dictar medidas
de no innovar...".
b) Potestades para impulsar acciones judiciales: el art. 52, 2º párr., LDC, legitima
para iniciar acciones judiciales, entre otros, a "la autoridad de aplicación nacional o
local"(89).
En la órbita de las potestades de legitimación judicial son muy conocidas por sus
resultados, y también por ser una de las pocas que se han llevado adelante, las acciones
judiciales impulsadas por la Dirección General de Defensa y Protección al Consumidor del
gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires contra varios bancos que debitaban
cargos no previstos en los contratos con sus clientes. Allí se dijo que "no caben dudas que
la actora posee interés suficiente para demandar tanto el cese del cobro del cargo repu-
tado ilegítimo, como la restitución de lo cobrado por dicho concepto, en tanto resulta
responsabilidad 'primaria' de la Dirección General de Defensa y Protección al Consumidor
'vigilar el cumplimiento de la ley 24.240 de Defensa al Consumidor y la ley 22.802 de
Lealtad Comercial para la Defensa de los consumidores, industriales y comerciantes;
diseñando, proponiendo y ejecutando actividades tendientes a la efectiva protección del
consumidor'"(91).
1) Medidas instructorias (medidas técnicas y para mejor proveer y fijar audiencias a las
que concurran denunciantes y denunciados, testigos, peritos, etc.). En cuanto a la
tramitación de los expedientes, la autoridad de aplicación puede, en todo momento,
disponer las medidas que le posibiliten obtener un mejor y más acabado conocimiento de
632
las circunstancias fácticas y jurídicas que envuelven a la situación que le toca tratar. Así,
la Administración posee facultades análogas a las ordenatorias e instructorias previstas
para los jueces por el art. 36, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
Estas facultades son de suma importancia para suplir la inactividad probatoria del
denunciante o del denunciado, sobre todo teniendo en cuenta que la Administración debe
dictar sus actos basada en el principio de averiguación de la "verdad material" de las
circunstancias que llegan a su conocimiento. Más aún cuando en este tipo de
procedimiento administrativo, tutelar y protectorio, no recae sobre el consumidor la
obligación de impulsarlo o instarlo, ni siquiera de brindar prueba concluyente acerca de la
viabilidad de su reclamo; claro está, el denunciante podrá desarrollar toda la actividad
procedimental que favorezca al mejor trámite de su reclamo, pero siempre recaerá sobre
la AALDC la responsabilidad de ordenar todas las medidas que sean necesarias para
arribar a una solución del caso.
Desde otro ángulo, tratándose de cuestiones sobre las que impera normativa de orden
público y jerarquía constitucional, la inactividad o las deficiencias probatorias de
cualquiera de las partes no puede ir en desmedro de la actividad de contralor que, de
todos modos, las autoridades deben llevar adelante.
633
Estas facultades de tipo preventivo, vale destacarlo, comulgan con los principios que la
doctrina judicial ha elaborado en torno a la naturaleza de las medidas cautelares,
anticipatorias y autosatisfactivas, en donde la finalidad perseguida es la de un
pronunciamiento útil y sin dilaciones que de manera urgente posibilite la materialización
de la justicia en el caso concreto(94).
El dictado de una medida que ordene "el cese de la conducta que se reputa en
violación de esta ley y sus reglamentaciones", tal lo dispuesto por el párr. 8º del art. 45,
LDC, no sólo implicará ordenes de cesación de conductas (suspensiones u abstenciones)
impartidas por la Autoridad, sino que también ellas podrán comprender la realización de
conductas positivas u órdenes "de hacer"; quedan comprendidas en el obrar preventivo de
la Autoridad, tanto las medidas conocidas como "innovativas", como las medidas de
"no innovar". Ello es claro si se tiene en cuenta que la orden de "cese" se dirige a la
conducta del proveedor que se presume en infracción, y esa infracción puede ser, por
ejemplo, una violación de las obligaciones asumidas en un contrato de medicina prepaga
(art. 19, LDC) o las prestaciones obligatoriamente previstas en el Programa Médico
Obligatorio; entonces, la orden de cese de esa conducta, implicará en simultáneo, el
dictado de un mandato positivo —"de hacer"—, que consistirá en el otorgamiento de la
prestación médica motivo del reclamo(95).
Como dijimos, existen muchas situaciones en las cuales la afectación, ya sea por la
evidencia del derecho afectado, ya por su magnitud, exigen el accionar anticipatorio del
Estado, el cual, aun antes de poseer certeza acerca del sustrato fáctico y jurídico del
caso, debe evitar la concreción de los efectos disvaliosos que, en grado potencial, posee
la conducta que se presenta.
Tal vez la situación que con mayor asiduidad aparezca será la de la divulgación
masiva de ofertas comerciales engañosas sobre productos o servicios, cuestión que, por
634
su impacto colectivo, amerita la orden de cese(96). También son motivo de preocupación
constante las denominadas "prácticas comerciales" abusivas o agresivas que significan
conductas empresariales que colocan a los consumidores y usuarios en situaciones
vergonzantes, vejatorias o intimidatorias, o que por medio de ofrecimientos coercitivos les
imponen la adquisición de productos o la contratación de servicios, o que de cualquier
manera se aprovechan de sus necesidades, inexperiencia o ligereza. Más urgente y
necesaria aún es la intervención en casos de comercialización de productos
potencialmente nocivos o peligrosos para la salud de los consumidores; o en supuestos
de privación de servicios esenciales(97)en los casos, lamentablemente cada vez más
usuales, de denegatoria injustificada de prestaciones médicas por parte de las entidades y
empresas del sector.
Por ello, al igual que lo sostiene Álvarez Larrondo, creemos que a este instituto
preventivo en sede administrativa no es estrictamente asimilable al instituto procesal de
las medidas cautelares, ni le son exigibles rectamente idénticos recaudos de
procedencia(98). Por supuesto que, por hecho de que su dictado implica la expedición de
un acto administrativo por parte de la administración, ese acto deberá contener los
elementos y requisitos que la doctrina señala como indispensables para su validez como
tal(99). Pero como bien advierte el autor citado, destacamos como la principal diferencia,
que las medidas preventivas administrativas no poseen el carácter accesorio que poseen
las medidas cautelares judiciales, aquellas son autónomas o principales puesto que lo que
con ellas se persigue es el aseguramiento del derecho que la AALDC tiene la obligación
de proteger, y con ello la sustancia de su pretensión, poner fin o hacer cesar la infracción.
En cambio, la medida cautelar judicial posee la finalidad de asegurar el eventual
cumplimiento de una sentencia que, de otro modo, se podría ver frustrada,
También es importante tener en cuenta que las medidas preventivas no sólo proceden
ante un pedido de un consumidor o usuarios denunciante, sino que la autoridad puede
decretarlas aún cuando el afectado no lo solicite —tutela de orden público—, o también
oficiosamente en el marco de un procedimiento que persiga el objetivo de prevenir, evitar
o hacer cesar afectaciones advertidas por la autoridad de aplicación en el ejercicio de sus
funciones activas que tantas veces hemos pregonado. Tal vez ésta última sea la función
más trascendente de estas medidas.
A modo de ejemplo de esto último, podemos referenciar una medida preventiva que
dictamos desde el Juzgado de Faltas Nº 2 de la Municipalidad de La Plata en el año 2007,
con motivo del intento de los expendedores de combustibles (estaciones de servicio) de
cobrar un monto adicional al valor del litro de combustible que habían denominado
"servicio de playa"(100). El procedimiento administrativo en este caso fue iniciado de oficio
ante la información divulgada públicamente por las entidades que nucleaban a los
empresarios del sector, que iban a comenzar a cobrar ese adicional; con ello, la finalidad
635
fue estrictamente preventiva en tanto la medida se anticipó a la aplicación del mentado
adicional que se reputaba en violación a diferentes normas integrantes del Estatuto del
Consumidor. Las cámaras empresariales, a su vez, interpusieron una acción de amparo
contra el obrar del Juzgado de Faltas, que fue rechazado por la Justicia en lo Contencioso
Administrativo que resaltó, con precisión, la naturaleza de la medida dictada(101). Resulta
útil, por su claridad, transcribir los fundamentos del juez interviniente para rechazar la
medida cautelar que se había peticionado para suspender los efectos de la medida
preventiva administrativa: "...los fundamentos de la misma evidencian el propósito de
proteger a los usuarios y consumidores, conforme a los preceptos constitucionales que
consagran el carácter tuitivo de esta nueva categoría de derechos (art. 42 de la CN y 38
de la CPBA), cuyo resguardo constituye un supuesto de interés público prevalerte y
determinante a la hora de ordenar la suspensión o el mantenimiento de la eficacia de los
actos administrativos que incidan positiva o negativamente sobre los mismos, a la vez que
impone prudencia en el conocimiento y decisión de la controversia, a fin de no vulnerar
dicho interés. Así, cuando exista un interés público prevalente y digno de protección, se
hace necesario proclamar su vigencia en el seno del proceso cautelar, frente al interés
particular de la parte actora. Y aquel interés (que consiste en la protección jurídica del
consumidor orientada fundamentalmente a tutelar la persona humana en consideración a
su vida, salud, integridad física y espiritual, y también a la defensa de sus intereses
económicos) determina la regularidad del acto administrativo que lo intenta preservar.
(...)".
Lo extractado sirve para ilustrar las ideas que venimos desarrollando aquí,
destacándose las ideas de "interés público prevalente" y el "carácter tuitivo" de los
derechos consagrados en el art. 42 de la Constitución Nacional.
También puede resultar útil citar otra medida preventiva adoptada desde el Juzgado
de Faltas Nº 2 de La Plata que mereció reconocimiento público por los resultados a gran
escala que tuvo, incluso trascendiendo la jurisdicción de actuación territorial de ese
organismo. Fue una orden que se impartió a los explotadores del Bingo La Plata para que
quitaran el cajero automático que funcionaba dentro de las instalaciones de ese lugar de
esparcimiento, con fundamento en el derecho a la salud de los potenciales usuarios de
esas instalaciones en tanto aquel artefacto era un elemento que favorecía al juego
compulsivo o ludopatía(102). Y decíamos que esa medida tuvo resultados que
trascendieron la jurisdicción territorial del organismo que la dictó, porque con
posterioridad, el Instituto Provincial de Loterías y Casinos de la Provincia de Buenos Aires
que es el organismo que ejerce el control de la actividad, dictó la res. 375/2007 (BO
13/6/2007) ordenando la prohibición de la instalación de cajeros automáticos en todas las
salas de juego de la provincia. Para fundamentar la medida preventiva se tuvo en cuenta
que "...los juegos de azar y actividades lúdicas, en particular cuando se desarrollan de
manera organizada y en un entorno predisponente para su explotación comercial y
masiva —en el caso concreto se trata del juego de "bingo" y del de "máquinas
tragamonedas"—, son actividades capaces de llevar a quienes participan en ellas a
desarrollar conductas adictivas con múltiples manifestaciones ruinosas, para su salud
física y psíquica, su vida social y de relación, y su patrimonio (...) Sabiendo que la
ludopatía altera notablemente los mecanismos voluntarios y racionales de las personas,
anulado o disminuyendo la capacidad de resistir la compulsión al juego, el más elemental
sentido común indica que quienes padezcan esta enfermedad, cualquiera sea su grado,
encontrarán en los cajeros automáticos ubicados dentro de los propios establecimientos
de juego, un factor predisponente para el desarrollo de esta adicción consistente en la
facilitación del acceso al dinero necesario para efectuar las apuestas".
636
Los fines preventivos a gran escala, o en casos individuales de urgencia o peligros
manifiestos, son fundamentos suficientes para justificar el accionar preventivo de las
AALDC las que, volvemos a remarcarlos, no sólo tienen la potestad legalmente atribuida
para dictar este tipo de medidas, sino que, más importante aún, tienen la obligación
constitucional de hacerlo (cf. doct. art. 42, párr. 2º, CN).
En supuestos como los vistos antes, ya sea por la cantidad de potenciales afectados,
por la entidad del perjuicio o la naturaleza de los derechos involucrados, la anticipación
administrativa mediante las órdenes de cesación o las medidas preventivas innovativas o
de no innovar constituye una de las herramientas más novedosas y útiles conferidas en
nuestro país a las autoridades de protección de los derechos de consumidores y usuarios.
No obstante, en una visión realista, destacamos que la praxis cotidiana indica que
estos instrumentos cautelares son poco utilizados. Aventando toda evidencia de
pesimismo sobre el tema, creemos que la conciencia social que es capaz de generar este
tipo de actuaciones, posee un saludable efecto de saneamiento del mercado.
Al igual que el efecto multiplicador nocivo que posee una conducta perjudicial en
masa, su corrección anticipada y colectiva tiene efectos positivos expansivos. Genera
sensibilidad social frente a nuevos atropellos, a la vez que pone en evidencia a los
proveedores de productos y servicios que se valen del abuso y el engaño. Estos últimos
entenderán, alguna vez, que como ocurre en los países más desarrollados, la conquista
del consumidor se construye sobre la base de la transparencia y la confianza.
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
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664
APÉNDICE NORMATIVO
DISPOSICIONES GENERALES
Art. 1º.— (Texto según ley 26.361,art. 1º) Objeto. Consumidor. Equiparación. La
presente ley tiene por objeto la defensa del consumidor o usuario, entendiéndose por tal a
toda persona física o jurídica que adquiere o utiliza bienes o servicios en forma gratuita u
onerosa como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social. Queda
comprendida la adquisición de derechos en tiempos compartidos, clubes de campo,
cementerios privados y figuras afines.
Se considera asimismo consumidor o usuario a quien, sin ser parte de una relación de
consumo, como consecuencia o en ocasión de ella adquiere o utiliza bienes o servicios
como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social, y a quien de
cualquier manera está expuesto a una relación de consumo.
Art. 1º.— (Texto segúnley 26.994- NuevoCódigo Civily Comercial, anexo II, pto. 3.1(2))
Objeto. Consumidor. Equiparación. La presente ley tiene por objeto la defensa del
consumidor o usuario. Se considera consumidor a la persona física o jurídica que
adquiere o utiliza, en forma gratuita u onerosa, bienes o servicios como destinatario final,
en beneficio propio o de su grupo familiar o social.
Queda equiparado al consumidor quien, sin ser parte de una relación de consumo como
consecuencia o en ocasión de ella, adquiere o utiliza bienes o servicios, en forma gratuita
u onerosa, como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social.
665
Art. 1º.— (Texto originario) Objeto. La presente ley tiene por objeto la defensa de los
consumidores o usuarios. Se consideran consumidores o usuarios, las personas físicas o
jurídicas que contratan a título oneroso para su consumo final o beneficio propio o de su
grupo familiar o social:
b) La prestación de servicios;
Art. 2º.— (Texto segúnley 26.361,art. 2º) Proveedor. Es la persona física o jurídica de
naturaleza pública o privada, que desarrolla de manera profesional, aun ocasionalmente,
actividades de producción, montaje, creación, construcción, transformación, importación,
concesión de marca, distribución y comercialización de bienes y servicios, destinados a
consumidores o usuarios. Todo proveedor está obligado al cumplimiento de la presente
ley.
Art. 3º.— (Texto segúnley 26.361,art. 3º) Relación de consumo. Integración normativa.
Preeminencia. Relación de consumo es el vínculo jurídico entre el proveedor y el
consumidor o usuario.
Las disposiciones de esta ley se integran con las normas generales y especiales
aplicables a las relaciones de consumo, en particular laley 25.156de Defensa de la
Competencia y laley 22.802de Lealtad Comercial o las que en el futuro las reemplacen.
666
En caso de duda sobre la interpretación de los principios que establece esta ley
prevalecerá la más favorable al consumidor.
Las relaciones de consumo se rigen por el régimen establecido en esta ley y sus
reglamentaciones sin perjuicio de que el proveedor, por la actividad que desarrolle, esté
alcanzado asimismo por otra normativa específica.
Art. 3º.— (Texto originario) Interpretación. Las disposiciones de esta ley se integran con
las normas generales y especiales aplicables a las relaciones jurídicas antes definidas, en
particular las de Defensa de la Competencia y de Lealtad Comercial. En caso de duda, se
estará siempre a la interpretación más favorable para el consumidor.
CAPÍTULO II
Art. 4º.— (Texto segúnley 26.361,art. 4º) Información. El proveedor está obligado a
suministrar al consumidor en forma cierta, clara y detallada todo lo relacionado con las
características esenciales de los bienes y servicios que provee, y las condiciones de su
comercialización.
Art. 5º.— Protección al consumidor. Las cosas y servicios deben ser suministrados o
prestados en forma tal que, utilizados en condiciones previsibles o normales de uso, no
presenten peligro alguno para la salud o integridad física de los consumidores o usuarios.
Art. 6º.— Cosas y servicios riesgosos. Las cosas y servicios, incluidos los servicios
públicos domiciliarios, cuya utilización pueda suponer un riesgo para la salud o la
integridad física de los consumidores o usuarios, deben comercializarse observando los
mecanismos, instrucciones y normas establecidas o razonables para garantizar la
seguridad de los mismos.
CAPÍTULO III
667
Art. 7º.— Oferta. La oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados, obliga a
quien la emite durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha precisa de
comienzo y de finalización, así como también sus modalidades, condiciones o
limitaciones.
La revocación de la oferta hecha pública es eficaz una vez que haya sido difundida por
medios similares a los empleados para hacerla conocer.
En los casos en que las ofertas de bienes y servicios se realicen mediante el sistema de
compras telefónicas, por catálogos o por correos, publicados por cualquier medio de
comunicación, deberá figurar el nombre, domicilio y número de CUIT del
oferente. (Párrafo incorporado porley 24.787,art. 1º).
Art. 8º.— (Texto segúnley 26.994- NuevoCódigo Civily Comercial, anexo II, pto. 3.2 ) *
En los casos en que las ofertas de bienes y servicios se realicen mediante el sistema de
compras telefónicas, por catálogos o por correos, publicados por cualquier medio de
comunicación, deberá figurar el nombre, domicilio y número de CUIT del oferente.
*
Elart. 7ºde laley 26.994,texto segúnley 27.077,establece: "La presente ley entrará en vigencia el
1º de agosto de 2015".
Art. 8º bis.— (Incorporado porley 26.361,art. 6º) Trato digno. Prácticas abusivas. Los
proveedores deberán garantizar condiciones de atención y trato digno y equitativo a los
consumidores y usuarios. Deberán abstenerse de desplegar conductas que coloquen a
los consumidores en situaciones vergonzantes, vejatorias o intimidatorias. No podrán
ejercer sobre los consumidores extranjeros diferenciación alguna sobre precios, calidades
técnicas o comerciales o cualquier otro aspecto relevante sobre los bienes y servicios que
comercialice. Cualquier excepción a lo señalado deberá ser autorizada por la autoridad de
aplicación en razones de interés general debidamente fundadas.
Tales conductas, además de las sanciones previstas en la presente ley, podrán ser
pasibles de la multa civil establecida en el art. 52 bis de la presente norma, sin perjuicio
de otros resarcimientos que correspondieren al consumidor, siendo ambas penalidades
extensivas solidariamente a quien actuare en nombre del proveedor.
668
Art. 9º.— Cosas deficientes usadas o reconstituidas. Cuando se ofrezcan en forma
pública a consumidores potenciales indeterminados cosas que presenten alguna
deficiencia, que sean usadas o reconstituidas debe indicarse la circunstancia precisa y
notoria.
Art. 10.— (Texto segúnley 26.361,art. 7º) Contenido del documento de venta. En el
documento que se extienda por la venta de cosas muebles o inmuebles, sin perjuicio de la
información exigida por otras leyes o normas, deberá constar:
Art. 10.— (Texto originario) Contenido del documento de venta. En el documento que se
extienda por la venta de cosas muebles, sin perjuicio de la información exigida por otras
leyes o normas, deberá constar:
669
d) La mención de las características de la garantía conforme a lo establecido en esta
ley;
La redacción debe ser hecha en idioma nacional, ser completa, clara y fácilmente
legible, sin reenvíos a textos o documentos que no se entreguen previa o
simultáneamente. Un ejemplar debe ser entregado al consumidor. Cuando se incluyan
cláusulas adicionales a las aquí indicadas o exigibles en virtud de lo previsto en esta ley,
aquéllas deberán ser escritas en letra destacada y suscritas por ambas partes.
Todo ello sin perjuicio de las acciones de daños y perjuicios que correspondan.
La empresa receptora del pedido de rescisión del servicio deberá enviar sin cargo al
domicilio del consumidor o usuario una constancia fehaciente dentro de las setenta y dos
(72) horas posteriores a la recepción del pedido de rescisión. Esta disposición debe ser
publicada en la factura o documento equivalente que la empresa enviare regularmente al
domicilio del consumidor o usuario.
CAPÍTULO IV
Art. 11.— (Texto segúnley 26.361,art. 9º) Garantías. Cuando se comercialicen cosas
muebles no consumibles conforme lo establece elart. 2325delCódigo Civil, el consumidor
y los sucesivos adquirentes gozarán de garantía legal por los defectos o vicios de
670
cualquier índole, aunque hayan sido ostensibles o manifiestos al tiempo del contrato,
cuando afecten la identidad entre lo ofrecido y lo entregado, o su correcto funcionamiento.
La garantía legal tendrá vigencia por tres (3) meses cuando se trate de bienes muebles
usados y por seis (6) meses en los demás casos a partir de la entrega, pudiendo las
partes convenir un plazo mayor. En caso de que la cosa deba trasladarse a fábrica o taller
habilitado el transporte será realizado por el responsable de la garantía, y serán a su
cargo los gastos de flete y seguros y cualquier otro que deba realizarse para la ejecución
del mismo.
Art. 11.— (Texto segúnley 24.999,art. 1º) Garantías. Cuando se comercialicen cosas
muebles no consumibles,art. 2325delCódigo Civil, el consumidor y los sucesivos
adquirentes gozarán de garantía legal por los defectos o vicios de cualquier índole,
aunque hayan sido ostensibles o manifiestos al tiempo del contrato, cuando afecten la
identidad entre lo ofrecido y lo entregado y su correcto funcionamiento.
La garantía legal tendrá vigencia por tres (3) meses a partir de la entrega, pudiendo las
partes convenir un plazo mayor. En caso de que la cosa deba trasladarse a fábrica o taller
habilitado, el transporte será realizado por el responsable de la garantía y serán a su
cargo los gastos de flete y seguros y cualquier otro que deba realizarse para la ejecución
del mismo.
La garantía legal tendrá vigencia por seis (6) meses a partir de la entrega, pudiendo las
partes convenir un plazo mayor . En caso en que la cosa deba trasladarse a la fábrica o
*
*
Texto observado pordecreto 2089/1993,art. 2º.
Art. 12.— Servicio técnico. Los fabricantes, importadores y vendedores de las cosas
mencionadas en el artículo anterior, deben asegurar un servicio técnico adecuado y el
suministro de partes y repuestos.
671
Art. 14.— (Texto segúnley 24.999,art. 3º) Certificado de garantía. El certificado de
garantía deberá constar por escrito en idioma nacional, con redacción de fácil
comprensión en letra legible, y contendrá como mínimo:
e) Las condiciones de reparación de la cosa con especificación del lugar donde se hará
efectiva.
Cualquier cláusula cuya redacción o interpretación contraríen las normas del presente
artículo es nula y se tendrá por no escrita.
e) Las condiciones de reparación de la cosa con especificación del lugar donde se hará
efectiva.
Cualquier cláusula cuya redacción o interpretación contraríen las normas del presente
artículo será nula de pleno derecho y se tendrá por no escrita.
672
*
Texto observado pordecreto 2089/1993,art. 4º.
Art. 15.— Constancia de reparación. Cuando la cosa hubiese sido reparada bajo los
términos de una garantía legal, el garante estará obligado a entregar al consumidor una
constancia de reparación en donde se indique:
a) La naturaleza de la reparación;
Art. 16.— Prolongación del plazo de garantía. El tiempo durante el cual el consumidor
está privado del uso de la cosa en garantía, por cualquier causa relacionada con su
reparación, debe computarse como prolongación del plazo de garantía legal.
En todos los casos, la opción por parte del consumidor no impide la reclamación de los
eventuales daños y perjuicios que pudieren corresponder.
a) A instancia del consumidor se aplicará de pleno derecho el art. 2176 del Código Civil;
CAPÍTULO V
673
modalidades, reservas y demás circunstancias conforme a las cuales hayan sido
ofrecidos, publicitados o convenidos.
Art. 23.— Deficiencias en la prestación del servicio. Salvo previsión expresa y por
escrito en contrario, si dentro de los treinta (30) días siguientes a la fecha en que concluyó
el servicio se evidenciaren deficiencias o defectos en el trabajo realizado, el prestador del
servicio estará obligado a corregir todas las deficiencias o defectos o a reformar o a
reemplazar los materiales y productos utilizados sin costo adicional de ningún tipo para el
consumidor.
674
b) El tiempo de vigencia de la garantía, la fecha de iniciación de dicho período y las
condiciones de validez de la misma;
CAPÍTULO VI
Art. 25.— (Texto segúnley 26.361,art. 10) Constancia escrita. Información al usuario.
Las empresas prestadoras de servicios públicos a domicilio deben entregar al usuario
constancia escrita de las condiciones de la prestación y de los derechos y obligaciones de
ambas partes contratantes. Sin perjuicio de ello, deben mantener tal información a
disposición de los usuarios en todas las oficinas de atención al público.
Los servicios públicos domiciliarios con legislación específica y cuya actuación sea
controlada por los organismos que ella contempla serán regidos por esas normas y por la
presente ley. En caso de duda sobre la normativa aplicable, resultará la más favorable
para el consumidor.
Los usuarios de los servicios podrán presentar sus reclamos ante la autoridad instituida
por legislación específica o ante la autoridad de aplicación de la presente ley.
Art. 25.— (Texto originario) Constancia escrita. Información al usuario. Las empresas
prestadoras de servicios públicos a domicilio deben entregar al usuario constancia escrita
de las condiciones de la prestación de los derechos y obligaciones de ambas partes
contratantes. Sin perjuicio de ello, deben mantener tal información a disposición de los
usuarios en todas las oficinas de atención al público.
Los servicios públicos domiciliarios con legislación específica y cuya actuación sea
controlada por los organismos que ella contempla, serán regidos por esas normas,
aplicándose la presente ley supletoriamente.
Art. 26.— Reciprocidad en el trato. Las empresas indicadas en el artículo anterior deben
otorgar a los usuarios reciprocidad de trato, aplicando para los reintegros o devoluciones
los mismos criterios que establezcan para los cargos por mora.
675
quedarán asentadas las presentaciones de los usuarios. Los mismos podrán efectuarse
por nota, teléfono, fax, correo o correo electrónico, o por otro medio disponible, debiendo
extenderse constancia con la identificación del reclamo. Dichos reclamos deben ser
satisfechos en plazos perentorios, conforme la reglamentación de la presente ley. Las
empresas prestadoras de servicios públicos deberán garantizar la atención personalizada
a los usuarios.
Art. 27.— (Texto originario) Registro de reclamos. Las empresas prestadoras deben
habilitar un registro de reclamos, en donde quedarán asentadas las presentaciones de los
usuarios. Dichos reclamos deben ser satisfechos en plazos perentorios conforme la
reglamentación de la presente ley.
Tanto los instrumentos como las unidades de medición, deberán ser los reconocidos y
legalmente autorizados. Las empresas prestatarias garantizarán a los usuarios el control
individual de los consumos. Las facturas deberán ser entregadas al usuario con no menos
de diez (10) días de anticipación a la fecha de su vencimiento.
Art. 30.— Interrupción de la prestación del servicio. Cuando la prestación del servicio
público domiciliario se interrumpa o sufra alteraciones, se presume que es por causa
imputable a la empresa prestadora. Efectuado el reclamo por el usuario, la empresa
dispone de un plazo máximo de treinta (30) días para demostrar que la interrupción o
alteración no le es imputable. En caso contrario, la empresa deberá reintegrar el importe
total del servicio no prestado dentro del plazo establecido precedentemente. Esta
disposición no es aplicable cuando el valor del servicio no prestado sea deducido de la
factura correspondiente. El usuario puede interponer el reclamo desde la interrupción o
alteración del servicio y hasta los quince (15) días posteriores al vencimiento de la factura.
Art. 30 bis.— (Incorporado porley 24.787,art. 4º). Las constancias que las empresas
prestatarias de servicios públicos, entreguen a sus usuarios para el cobro de los servicios
prestados, deberán expresar si existen períodos u otras deudas pendientes, en su caso,
fechas, concepto e intereses si correspondiera, todo ello escrito en forma clara y con
caracteres destacados. En caso que no existan deudas pendientes se expresará:"No
existen deudas pendientes".
La falta de esta manifestación hace presumir que el usuario se encuentra al día con sus
pagos y que no mantiene deudas con la prestataria.
En caso que existan deudas y a los efectos del pago, los conceptos reclamados deben
facturarse por documento separado, con el detalle consignado en este artículo.
676
Los entes residuales de las empresas estatales que prestaban anteriormente el servicio
deberán notificar en forma fehaciente a las actuales prestatarias el detalle de las deudas
que registren los usuarios, dentro de los ciento veinte (120) días contados a partir de la
sanción de la presente. (Párrafo observado pordecreto 270/1997,art. 1º).
Para el supuesto que algún ente que sea titular del derecho, no comunicare al actual
prestatario del servicio, el detalle de la deuda dentro del plazo fijado, quedará condonada
la totalidad de la deuda que pudiere existir, con anterioridad a la privatización. (Párrafo
observado pordecreto 270/1997,art. 1º).
Art. 31.— (Texto segúnley 26.361,art. 12) Cuando una empresa de servicio público
domiciliario con variaciones regulares estacionales facture en un período consumos que
exceden en un setenta y cinco por ciento (75%) el promedio de los consumos
correspondientes al mismo período de los dos (2) años anteriores se presume que existe
error en la facturación.
El prestador dispondrá de un plazo de treinta (30) días a partir del reclamo del usuario
para acreditar en forma fehaciente que el consumo facturado fue efectivamente realizado.
En los casos en que el reclamo fuera resuelto a favor del usuario y si éste hubiera
abonado un importe mayor al que finalmente se determine, el prestador deberá
reintegrarle la diferencia correspondiente con más los mismos intereses que el prestador
cobra por mora, calculados desde la fecha de pago hasta la efectiva devolución, e
indemnizará al usuario con un crédito equivalente al veinticinco por ciento (25%) del
importe cobrado o reclamado indebidamente. La devolución y/o indemnización se hará
efectiva en la factura inmediata siguiente.
Si el reclamo fuera resuelto a favor del prestador éste tendrá derecho a reclamar el
pago de la diferencia adeudada con más los intereses que cobra por mora, calculados
desde la fecha de vencimiento de la factura reclamada hasta la fecha de efectivo pago.
La tasa de interés por mora en facturas de servicios públicos no podrá exceder en más
del cincuenta por ciento (50%) la tasa pasiva para depósitos a treinta (30) días del Banco
de la Nación Argentina, correspondiente al último día del mes anterior a la efectivización
del pago.
677
La relación entre el prestador de servicios públicos y el usuario tendrá como base la
integración normativa dispuesta en los arts. 3º y 25 de la presente ley.
Las facultades conferidas al usuario en este artículo se conceden sin perjuicio de las
previsiones del art. 50 del presente cuerpo legal.
Art. 31.— (Texto segúnley 24.568,art. 1º) Cuando una empresa de servicio público
domiciliario, con variaciones regulares estacionales, facture en un período consumos que
exceden en un setenta y cinco por ciento (75%) el promedio de los consumos
correspondientes al mismo período de los dos años anteriores se presume que existe
error en la facturación. Para el caso de servicios de consumos no estacionales se tomará
en cuenta el consumo promedio de los últimos doce (12) meses anteriores a la
facturación. En ambos casos, el usuario abonará únicamente el valor de dicho consumo
promedio.
A los efectos de ejercer este derecho, el usuario deberá presentar hasta quince (15)
días después del vencimiento de la factura en cuestión, las correspondientes a los
períodos que corresponda tomar en cuenta a fin de determinar el consumo promedio.
La empresa prestataria dispondrá de un plazo de treinta (30) días, a partir del reclamo
del usuario, para acreditar en forma fehaciente que el consumo facturado fue
efectivamente realizado, en tal caso tendrá derecho a reclamar el pago de la diferencia
adeudada, con más los intereses y punitorios correspondientes. En caso contrario, el
pago efectuado tendrá efecto cancelatorio.
En los casos que una empresa prestataria de servicios públicos facturase sumas o
conceptos indebidos o reclamare el pago de facturas ya abonadas por el usuario, deberá
devolver las sumas incorrectamente percibidas con más de los intereses y punitorios que
cobra por mora en el pago de facturas, e indemnizar al usuario con un crédito equivalente
al veinticinco por ciento (25%) del importe cobrado o reclamado indebidamente. La
devolución y/o indemnización se hará efectiva en la factura inmediata siguiente.
La tasa de interés y punitorios por mora en facturas de servicios públicos pagadas fuera
de término, no podrá exceder en más de un cincuenta por ciento (50%) la tasa activa para
descuento de documentos comerciales a treinta (30) días del Banco de la Nación
Argentina del último día del mes anterior a la efectivización del pago.
Art. 31.— (Texto originario) Facturación de consumo excesivo. Cuando una empresa de
servicio público domiciliario facture en un período un importe que exceda en un cincuenta
por ciento (50%) el promedio de consumo efectivo del usuario en los doce (12) meses
inmediatos anteriores, se presume error en la facturación. (Párrafo observado pordecreto
2089/1993,art. 5º).
678
A los efectos de ejercer este derecho el usuario deberá presentar, hasta diez (10) días
después del vencimiento de la factura en cuestión, las correspondientes al período de
doce (12) meses inmediatos anteriores a la objetada. (Párrafo observado pordecreto
2089/1993,art. 5º).
La empresa prestadora dispondrá de un plazo de treinta (30) días a partir del reclamo
del usuario para acreditar que el consumo facturado fue efectivamente realizado, en cuyo
caso tendrá derecho a reclamar el pago de la diferencia adeudada con más los intereses
legales correspondientes. En caso contrario, el pago efectuado tiene efectos
cancelatorios. (Párrafo observado pordecreto 2089/1993,art. 5º).
La autoridad de aplicación intervendrá en los casos en que los recargos por mora en
facturas de servicios públicos pagadas fuera de término, fuesen excesivamente elevadas
en relación a las tasas activas vigentes en el mercado.
CAPÍTULO VII
Art. 32.— (Texto segúnley 26.361,art. 13) Venta domiciliaria. Es la oferta o propuesta de
venta de un bien o prestación de un servicio efectuada al consumidor fuera del
establecimiento del proveedor. También se entenderá comprendida dentro de la venta
domiciliaria o directa aquella contratación que resulte de una convocatoria al consumidor
o usuario al establecimiento del proveedor o a otro sitio, cuando el objetivo de dicha
convocatoria sea total o parcialmente distinto al de la contratación, o se trate de un premio
u obsequio.
El contrato debe ser instrumentado por escrito y con las precisiones establecidas en los
arts. 10 y 34 de la presente ley.
Art. 32.— (Texto originario) Venta domiciliaria. Es aquella propuesta de venta de una
cosa o prestación de un servicio efectuada al consumidor en el lugar donde reside, en
forma permanente o transitoria o en su lugar de trabajo. En ella el contrato debe ser
celebrado por escrito y con las precisiones del art. 10.
Art. 33.— Venta por correspondencia y otras. Es aquella en que la propuesta se efectúa
por medio postal, telecomunicaciones, electrónico o similar y la respuesta a la misma se
realiza por iguales medios.
679
No se permitirá la publicación del número postal como domicilio.
Art. 34.— (Texto segúnley 26.361,art. 14) Revocación de aceptación. En los casos
previstos en los arts. 32 y 33 de la presente ley, el consumidor tiene derecho a revocar la
aceptación durante el plazo de diez (10) días corridos contados a partir de la fecha en que
se entregue el bien o se celebre el contrato, lo último que ocurra, sin responsabilidad
alguna. Esta facultad no puede ser dispensada ni renunciada.
El consumidor debe poner el bien a disposición del vendedor y los gastos de devolución
son por cuenta de este último.
Art. 34.— (Texto originario) Revocación de aceptación. En los casos de los arts. 32 y 33
, el consumidor tiene derecho a revocar la aceptación durante el plazo de cinco (5) días
corridos, contados a partir de la fecha en que se entregue la cosa o se celebre el contrato,
lo último que ocurra, sin responsabilidad alguna. Esa facultad no puede ser dispensada ni
renunciada.
CAPÍTULO VIII
Art. 36.— (Texto segúnley 26.993,art. 58) Requisitos. En las operaciones financieras
para consumo y en las de crédito para el consumo deberá consignarse de modo claro al
consumidor o usuario, bajo pena de nulidad:
a) La descripción del bien o servicio objeto de la compra o contratación, para los casos
de adquisición de bienes o servicios;
680
b) El precio al contado, sólo para los casos de operaciones de crédito para adquisición
de bienes o servicios;
En las operaciones financieras para consumo y en las de crédito para consumo deberá
consignarse la tasa de interés efectiva anual. Su omisión determinará que la obligación
del tomador de abonar intereses sea ajustada a la tasa pasiva anual promedio del
mercado difundida por el Banco Central de la República Argentina vigente a la fecha de
celebración del contrato.
Art. 36.— (Texto segúnley 26.361,art. 15) Requisitos. En las operaciones financieras
para consumo y en las de crédito para el consumo deberá consignarse de modo claro al
consumidor o usuario, bajo pena de nulidad:
a) La descripción del bien o servicio objeto de la compra o contratación, para los casos
de adquisición de bienes o servicios.
681
b) El precio al contado, sólo para los casos de operaciones de crédito para adquisición
de bienes o servicios.
En las operaciones financieras para consumo y en las de crédito para consumo deberá
consignarse la tasa de interés efectiva anual. Su omisión determinará que la obligación
del tomador de abonar intereses sea ajustada a la tasa pasiva anual promedio del
mercado difundida por el Banco Central de la República Argentina vigente a la fecha de
celebración del contrato.
682
CAPÍTULO IX
Art. 37.— Interpretación. Sin perjuicio de la validez del contrato, se tendrán por no
convenidas:
b) Las cláusulas que importen renuncia o restricción de los derechos del consumidor o
amplíen los derechos de la otra parte;
c) Las cláusulas que contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la carga
de la prueba en perjuicio del consumidor.
En caso en que el oferente viole el deber de buena fe, en la etapa previa a la conclusión
del contrato o en su celebración o transgreda el deber de información o la legislación de
defensa de la competencia o de lealtad comercial, el consumidor tendrá derecho a
demandar la nulidad del contrato o la de una o más cláusulas. Cuando el juez declare la
nulidad parcial, simultáneamente integrará el contrato, si ello fuera necesario.
Art. 39.— Modificación contratos tipo. Cuando los contratos a los que se refiere el
artículo anterior requieran la aprobación de otra autoridad nacional o provincial, ésta
tomará las medidas necesarias para la modificación del contrato tipo a pedido de la
autoridad de aplicación.
CAPÍTULO X
683
La responsabilidad es solidaria, sin perjuicio de las acciones de repetición que
correspondan. Sólo se liberará total o parcialmente quien demuestre que la causa del
daño le ha sido ajena.
Art. 40 bis.— (Texto segúnley 26.993,art. 59) Daño directo. El daño directo es todo
perjuicio o menoscabo al derecho del usuario o consumidor, susceptible de apreciación
pecuniaria, ocasionado de manera inmediata sobre sus bienes o sobre su persona, como
consecuencia de la acción u omisión del proveedor de bienes o del prestador de servicios.
Esta facultad sólo puede ser ejercida por organismos de la administración que reúnan
los siguientes requisitos:
a) La norma de creación les haya concedido facultades para resolver conflictos entre
particulares y la razonabilidad del objetivo económico tenido en cuenta para otorgarles
esa facultad es manifiesta;
Art. 40 bis.— (Texto segúnley 26.994- NuevoCódigo Civily Comercial, anexo II, pto. 3.3 )
*
Daño directo. El daño directo es todo perjuicio o menoscabo al derecho del usuario o
consumidor, susceptible de apreciación pecuniaria, ocasionado de manera inmediata
sobre sus bienes o sobre su persona, como consecuencia de la acción u omisión del
proveedor de bienes o del prestador de servicios.
684
Esta facultad sólo puede ser ejercida por organismos de la administración que reúnan
los siguientes requisitos:
a) la norma de creación les haya concedido facultades para resolver conflictos entre
particulares y la razonabilidad del objetivo económico tenido en cuenta para otorgarles
esa facultad es manifiesta;
*
Elart. 7ºde laley 26.994,texto segúnley 27.077,establece: "La presente ley entrará en vigencia el
1º de agosto de 2015".
Art. 40 bis.— (Incorporado porley 26.361,art. 16) Daño directo. Es todo perjuicio o
menoscabo al derecho del usuario o consumidor, susceptible de apreciación pecuniaria,
ocasionado de manera inmediata sobre sus bienes o sobre su persona, como
consecuencia de la acción u omisión del proveedor de bienes o del prestador de servicios.
TÍTULO II
CAPÍTULO XI
AUTORIDAD DE APLICACIÓN
Art. 41.— (Texto segúnley 26.361,art. 17) Aplicación nacional y local. La Secretaría de
Comercio Interior dependiente del Ministerio de Economía y Producción, será la autoridad
nacional de aplicación de esta ley. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias
685
actuarán como autoridades locales de aplicación ejerciendo el control, vigilancia y
juzgamiento en el cumplimiento de esta ley y de sus normas reglamentarias respecto de
las presuntas infracciones cometidas en sus respectivas jurisdicciones.
686
Art. 43.— (Texto originario) Facultades y atribuciones. La Secretaría de Industria y
Comercio, sin perjuicio de las funciones específicas, en su carácter de autoridad de
aplicación de la presente ley tendrá las siguientes facultades y atribuciones:
Art. 44.— Auxilio de la fuerza pública. Para el ejercicio de las atribuciones a que se
refieren los incs. d) y f) del art. 43 de la presente ley, la autoridad de aplicación podrá
solicitar el auxilio de la fuerza pública.
CAPÍTULO XII
PROCEDIMIENTO Y SANCIONES
687
infracción y que resultare positiva, se procederá a notificar al presunto responsable la
infracción verificada, intimándolo para que en el plazo de cinco (5) días hábiles presente
por escrito su descargo.
Las constancias del expediente labrado conforme a lo previsto en este artículo, así
como las comprobaciones técnicas que se dispusieren, constituirán prueba suficiente de
los hechos así comprobados, salvo en los casos en que resulten desvirtuados por otras
pruebas.
688
que ésta no contemple, las disposiciones del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias dictarán las normas referidas a
su actuación como autoridades locales de aplicación, estableciendo en sus respectivos
ámbitos un procedimiento compatible con sus ordenamientos locales bajo los principios
aquí establecidos.
Cuando no se acredite personería se intimará para que en el término de cinco (5) días
hábiles subsane la omisión bajo apercibimiento de tenerlo por no presentado.
La constancia del acta labrada conforme a lo previsto en este artículo, así como las
comprobaciones técnicas que se dispusieren, constituirán prueba suficiente de los hechos
así comprobados, salvo en los casos en que resulten desvirtuados por otras pruebas.
689
Sin perjuicio de lo dispuesto en este artículo, la autoridad de aplicación gozará de la
mayor aptitud para disponer medidas técnicas, admitir pruebas o dictar medidas de no
innovar.
Contra los actos administrativos que dispongan sanciones se podrá recurrir por ante la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, o ante las
cámaras federales de apelaciones con asiento en las provincias, según corresponda de
acuerdo al lugar de comisión del hecho.
El recurso deberá interponerse ante la misma autoridad que dictó la resolución, dentro
de los diez (10) días hábiles de notificada y será concedido en relación y con efecto
suspensivo, excepto cuando se hubiera denegado medidas de prueba, en que será
concedido libremente.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias dictarán las normas referidas a
su actuación como autoridades locales de aplicación, estableciendo en sus respectivos
ámbitos un procedimiento compatible con sus ordenamientos locales.
Cuando no acredite personería se le intimará para que en el término de cinco (5) días
hábiles subsane la omisión bajo apercibimiento de tenerlo por no presentado.
La constancia del acta labrada conforme a lo previsto en este artículo, así como las
comprobaciones técnicas que se dispusieren, constituirán prueba suficiente de los hechos
así comprobados, salvo en los casos en que resulten desvirtuados por otras pruebas.
690
Las pruebas se admitirán solamente en casos de existir hechos controvertidos y
siempre que no resulten manifiestamente inconducentes. Contra la resolución que
deniegue medidas de prueba sólo se concederá el recurso de reconsideración. La prueba
deberá producirse entre el término de diez (10) días hábiles, prorrogables cuando haya
causas justificadas, teniéndose por desistidas aquéllas no producidas dentro de dicho
plazo por causa imputable al infractor.
Contra los actos administrativos que dispongan sanciones se podrá recurrir por ante la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, o ante las
cámaras federales de apelaciones con asiento en las provincias, según corresponda de
acuerdo al lugar de comisión del hecho.
El recurso deberá interponerse ante la misma autoridad que dictó la resolución, dentro
de los diez (10) días hábiles de notificada y será concedido en relación y con efecto
suspensivo, excepto cuando se hubieran denegado medidas de prueba, en que será
concedido libremente.
a) Apercibimiento.
691
e) Suspensión de hasta cinco (5) años en los registros de proveedores que posibilitan
contratar con el Estado.
El cincuenta por ciento (50%) del monto percibido en concepto de multas y otras
penalidades impuestas por la autoridad de aplicación conforme el presente artículo será
asignado a un fondo especial destinado a cumplir con los fines del Cap. XVI —Educación
al Consumidor— de la presente ley y demás actividades que se realicen para la ejecución
de políticas de consumo, conforme lo previsto en el art. 43 , inc. a) de la misma. El fondo
será administrado por la autoridad nacional de aplicación.
a) Apercibimiento;
b) Multa de quinientos pesos ($ 500) a quinientos mil pesos ($ 500.000), hasta alcanzar
el triple de la ganancia o beneficio ilegal obtenido por la infracción;
e) Suspensión de hasta cinco (5) años en los registros de proveedores que posibilitan
contratar con el Estado;
Art. 48.— Denuncias maliciosas. Quienes presentaren denuncias maliciosas o sin justa
causa ante la autoridad de aplicación, serán sancionados según lo previsto en los incs. a)
692
y b) del artículo anterior, sin perjuicio de las que pudieren corresponder por aplicación de
las normas civiles y penales.
Art. 49.— (Texto segúnley 26.361,art. 22) Aplicación y graduación de las sanciones. En
la aplicación y graduación de las sanciones previstas en el art. 47 de la presente ley se
tendrá en cuenta el perjuicio resultante de la infracción para el consumidor o usuario, la
posición en el mercado del infractor, la cuantía del beneficio obtenido, el grado de
intencionalidad, la gravedad de los riesgos o de los perjuicios sociales derivados de la
infracción y su generalización, la reincidencia y las demás circunstancias relevantes del
hecho.
Se considerará reincidente a quien, habiendo sido sancionado por una infracción a esta
ley, incurra en otra dentro del término de cinco (5) años.
Se considerará reincidente a quien, habiendo sido sancionado por una infracción a esta
ley incurra en otra de similar naturaleza dentro del término de tres (3) años.
Art. 50.— (Texto segúnley 26.361,art. 23) Prescripción. Las acciones judiciales, las
administrativas y las sanciones emergentes de la presente ley prescribirán en el término
de tres (3) años. Cuando por otras leyes generales o especiales se fijen plazos de
prescripción distintos del establecido precedentemente se estará al más favorable al
consumidor o usuario. La prescripción se interrumpirá por la comisión de nuevas
infracciones o por el inicio de las actuaciones administrativas o judiciales.
Art. 50.— (Texto segúnley 26.994- NuevoCódigo Civily Comercial, anexo II, pto. 3.4 ) *
*
Elart. 7ºde laley 26.994,texto segúnley 27.077,establece: "La presente ley entrará en vigencia el
1º de agosto de 2015".
CAPÍTULO XIII
DE LAS ACCIONES
693
Art. 52.— (Texto segúnley 26.361,art. 24) Acciones Judiciales. Sin perjuicio de lo
dispuesto en esta ley, el consumidor y usuario podrán iniciar acciones judiciales cuando
sus intereses resulten afectados o amenazados.
*
Texto observado pordecreto 2089/1993,art. 7º.
Art. 52 bis.— (Incorporado porley 26.361,art. 25) Daño punitivo. Al proveedor que no
cumpla sus obligaciones legales o contractuales con el consumidor, a instancia del
damnificado, el juez podrá aplicar una multa civil a favor del consumidor, la que se
graduará en función de la gravedad del hecho y demás circunstancias del caso,
independientemente de otras indemnizaciones que correspondan. Cuando más de un
proveedor sea responsable del incumplimiento responderán todos solidariamente ante el
consumidor, sin perjuicio de las acciones de regreso que les correspondan. La multa civil
que se imponga no podrá superar el máximo de la sanción de multa prevista en el art. 47 ,
inc. b) de esta ley.
Art. 53.— (Texto segúnley 26.361,art. 26) Normas del proceso. En las causas iniciadas
por ejercicio de los derechos establecidos en esta ley regirán las normas del proceso de
conocimiento más abreviado que rijan en la jurisdicción del tribunal ordinario competente,
694
a menos que a pedido de parte el Juez por resolución fundada y basado en la complejidad
de la pretensión, considere necesario un trámite de conocimiento más adecuado.
Quienes ejerzan las acciones previstas en esta ley representando un derecho o interés
individual, podrán acreditar mandato mediante simple acta poder en los términos que
establezca la reglamentación.
Los proveedores deberán aportar al proceso todos los elementos de prueba que obren
en su poder, conforme a las características del bien o servicio, prestando la colaboración
necesaria para el esclarecimiento de la cuestión debatida en el juicio.
Las actuaciones judiciales que se inicien de conformidad con la presente ley en razón
de un derecho o interés individual gozarán del beneficio de justicia gratuita. La parte
demandada podrá acreditar la solvencia del consumidor mediante incidente, en cuyo caso
cesará el beneficio.
Art. 53.— (Texto originario) Normas del proceso. Se aplicarán las normas del proceso
de conocimiento más abreviado que rijan en la jurisdicción del tribunal ordinario
competente.
Quienes ejerzan las acciones previstas en esta ley representando un derecho o interés
individual podrán acreditar mandato mediante simple acta poder en los términos que
establezca la reglamentación.
Las actuaciones judiciales que se inicien de conformidad con la presente ley gozarán
del beneficio de justicia gratuita. (Párrafo observado pordecreto 2089/1993,art. 8º).
Art. 54.— (Incorporado porley 26.361,art. 27) Acciones de incidencia colectiva. Para
arribar a un acuerdo conciliatorio o transacción, deberá correrse vista previa al Ministerio
Público Fiscal, salvo que éste sea el propio actor de la acción de incidencia colectiva, con
el objeto de que se expida respecto de la adecuada consideración de los intereses de los
consumidores o usuarios afectados. La homologación requerirá de auto fundado. El
acuerdo deberá dejar a salvo la posibilidad de que los consumidores o usuarios
individuales que así lo deseen puedan apartarse de la solución general adoptada para el
caso.
La sentencia que haga lugar a la pretensión hará cosa juzgada para el demandado y
para todos los consumidores o usuarios que se encuentren en similares condiciones,
excepto de aquellos que manifiesten su voluntad en contrario previo a la sentencia en los
términos y condiciones que el magistrado disponga.
695
ellos y, por vía incidental, podrán éstos estimar y demandar la indemnización particular
que les corresponda.
Art. 54 bis.— (Incorporado porley 26.993,art. 61) Las sentencias definitivas y firmes
deberán ser publicadas de acuerdo a lo previsto en laley 26.856.
CAPÍTULO XIV
Art. 56.— Autorización para funcionar. Las organizaciones que tengan como finalidad la
defensa, información y educación del consumidor, deberán requerir autorización a la
autoridad de aplicación para funcionar como tales. Se entenderá que cumplen con dicho
objetivo, cuando sus fines sean los siguientes:
696
d) Recibir reclamaciones de consumidores y promover soluciones amigables entre ellos
y los responsables del reclamo;
Art. 57.— Requisitos para obtener el reconocimiento. Para ser reconocidas como
organizaciones de consumidores, las asociaciones civiles deberán acreditar, además de
los requisitos generales, las siguientes condiciones especiales:
Formalizado el reclamo, la entidad invitará a las partes a las reuniones que considere
oportunas, con el objetivo de intentar una solución al conflicto planteado a través de un
acuerdo satisfac- torio.
697
CAPÍTULO XV
ARBITRAJE
TÍTULO III
Disposiciones finales
CAPÍTULO XVI
EDUCACIÓN AL CONSUMIDOR
Art. 60.— (Texto segúnley 26.361,art. 30) Planes educativos. Incumbe al Estado
nacional, a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a las provincias y a los Municipios, la
formulación de planes generales de educación para el consumo y su difusión pública,
arbitrando las medidas necesarias para incluir dentro de los planes oficiales de educación
inicial, primaria, media, terciaria y universitaria los preceptos y alcances de esta ley, así
como también fomentar la creación y el funcionamiento de las asociaciones de
consumidores y usuarios y la participación de la comunidad en ellas, garantizando la
implementación de programas destinados a aquellos consumidores y usuarios que se
encuentren en situación desventajosa, tanto en zonas rurales como urbanas.
Art. 60.— (Texto originario) Planes educativos. Incumbe al Estado nacional, las
provincias y municipalidades, la formulación de planes generales de educación para el
consumo y su difusión pública, fomentando la creación y el funcionamiento de las
asociaciones de consumidores y la participación de la comunidad en ellas, debiendo
propender a que dentro de los planes oficiales de educación primaria y media se enseñen
los preceptos y alcances de esta ley.
698
Art. 61.— (Texto segúnley 26.361,art. 31) Formación del Consumidor. La formación del
consumidor debe facilitar la comprensión y utilización de la información sobre temas
inherentes al consumidor, orientarlo a prevenir los riesgos que puedan derivarse del
consumo de productos o de la utilización de los servicios. Para ayudarlo a evaluar
alternativas y emplear los recursos en forma eficiente deberán incluir en su formación,
entre otros, los siguientes contenidos:
Art. 61.— (Texto originario) Formación del consumidor. La formación del consumidor
debe tender a:
c) Orientarlo a prevenir los riesgos que puedan derivarse del consumo de productos o
de la utilización de servicios;
d) Impulsarlo para que desempeñe un papel activo que regule, oriente y transforme el
mercado a través de sus decisiones.
CAPÍTULO XVII
DISPOSICIONES FINALES
699
Art. 63.— Para el supuesto de contrato de transporte aéreo, se aplicarán las normas del
Código Aeronáutico , los tratados internacionales y, supletoriamente, la presente ley.
Art. 64.— Modifícase elart. 13de laley 22.802,que quedará redactado de la siguiente
forma:
"A ese fin determinarán los organismos que cumplirán tales funciones, pudiendo los
gobiernos provinciales delegar sus atribuciones en los gobiernos municipales, excepto la
de juzgamiento que sólo será delegable en el caso de exhibición de precios previstos en
el inc. i) del art. 12".
Art. 65.— La presente ley es de orden público, rige en todo el territorio nacional y
entrará en vigencia a partir de la fecha de su publicación en el Boletín Oficial. El Poder
Ejecutivo debe reglamentar la presente ley dentro de los ciento veinte (120) días a partir
de su publicación.
Art. 66.— (Incorporado porley 26.361,art. 33) El Poder Ejecutivo nacional, a través de la
autoridad de aplicación, dispondrá la edición de un texto ordenado de laley 24.240de
Defensa del Consumidor con sus modificaciones.
700