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¿Puede llegar a ser el heroísmo la única alternativa a la inmoralidad?

Categoría: Profesor

Autor: Heliodoro
Julia1 no cumpla aún los 25 años y ya es viuda. Parece que se trata de una tragedia; en
realidad es una historia muy bella. Julia y Toño se conocían ‘más o menos’; en realidad no
se habían tratado mucho, pero se pudieron conocer mejor gracias a una estancia de trabajo
de Toño cerca de donde vivía Julia. Además, resulta que tienen amigos en común. Julia y
Toño empezaron a salir y se entendían cada vez mejor. Ella tenía 23 años y él era un poco
mayor. El veía en ella la persona con la que le gustaría aventurarse en un proyecto para toda
la vida. Ella también encontraba en él muchas cualidades propias de alguien que puede
hacerse cargo de un compromiso serio y permanente.

Puede parecer heroico –porque es poco común– que una persona ya esté ‘lista’ para casarse
a los veintipocos años. Sobre todo, si esa persona no está buscando simplemente encajar en
un modelo tradicional o en un estilo de vida impuesto por su entorno. Si una persona
voluntariamente decide a los 24 años sentar cabeza, puede generar en sus conocidos todo
tipo de reacciones; desde los que admiran la madurez a la que ha llegado una persona tan
joven, hasta los que piensan que ese o esa joven, en realidad, no saben lo que hacen. A los
veintipocos años uno debería estar disfrutando de la vida sin cargarse demasiadas
responsabilidades sobre los hombros; de lo contrario, uno termina amargado o
desilusionado –este tipo de razonamiento parece estar presente en las películas y en las
series actuales–.

En el caso de Julia y Toño, no se cumplían los clichés que las redes sociales y otros medios
de comunicación pretenden normalizar. Ellos estaban muy conscientes de su juventud, de
las posibilidades que tenían por delante y del sacrificio que les supondría comprometerse
para toda la vida; pero también eran conscientes de la belleza que tiene aventurarse en un
proyecto de vida serio y permanente. Por esto, decidieron formalizar su relación, es decir,
empezaron a ser novios: empezaron a caminar juntos conscientes de que más adelante en su
camino se presentaría el matrimonio como una alternativa más que probable. Estaban
felices, se conocían cada vez mejor y construían su proyecto común de la mano de buenos
consejeros: personas en las que confían y que ya han pasado por la misma situación.
Además, querían que Jesús los acompañase por esa senda que estaban emprendiendo.

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La historia de Julia es real, pero se han cambiado algunos datos para salvaguardar la privacidad de las
personas.

2
Como se dijo antes, podría parecer heroica la situación de Toño y Julia, dado que en la
actualidad aumenta el número de singles, de relaciones terminadas, de uniones no
matrimoniales y de divorcios (Hurtado & Alvira, 2023, p. 45). La actitud y las decisiones
de Julia y Toño son, en cierto sentido, heroicas; pero en otro sentido, son normales (es
decir, no heroicas). Me explico: en cuanto a la realidad de la relación entre un hombre y
una mujer, es del todo normal y natural que se de un compromiso fuerte con vistas a una
fidelidad para toda la vida; este camino es coherente con la naturaleza relacional del ser
humano, y por lo tanto no se merece, en sentido estricto, el adjetivo heroico. Pero en cuanto
al sacrificio que supone el compromiso, la decisión de comprometerse seriamente se puede
ver como la disposición a sacrificar mucho; lo cual es heroico, dado que

todo sufrimiento verdadero ha de parecer forzosamente alguna vez demasiado


pesado para nuestros hombros; no hemos sido creados para el dolor, sino para
la felicidad. Todas las cruces de esta vida exceden, alguna vez, las fuerzas del
hombre. Y siempre surgen aquellas palabras, embebidas de cansancio y temor:
No puedo más. (Guardini, 1961, sec. III)

Estamos hechos para la felicidad, pero ¿qué es la felicidad? En la tradición clásica se


encuentran muchas aproximaciones a este tema. Sin faltar a la verdad, me parece que se
pueden clasificar las diferentes posturas en tres grupos.

1. La felicidad es sinónimo de PLACER: ser feliz significa experimentar placer


intelectual y físico, por un lado, y conseguir evitar el sufrimiento mental y físico,
por otro. Tales posturas son llamadas hedonistas; un representante famoso de esta
línea en la Grecia antigua es Epicuro (Moore, 2019).
2. Entre más PODER tengas, más feliz serás: ser feliz significa ser autosuficiente,
valerse por sí mismo sin depender de nada ni de nadie. Este razonamiento lo
comparten las filosofías cínicas y estoicas. El pensador moderno que más lejos a
llevado esta línea es Friedrich Nietzsche (Anderson, 2022).
3. La felicidad está en la PERFECCIÓN de la propia naturaleza: ser feliz es
autorrealizarse, alcanzar las metas propias de un ser humano (eudemonismo),
postura defendida por Aristóteles. En cierto sentido, también Platón puede ser
encuadrado en esta postura, si bien el horizonte de la felicidad, según Platón, se abre
a la vida después de la muerte (Haybron, 2020).

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Frente a estas posturas, que han estado presentes –de una u otra manera– a lo largo de toda
la historia de la filosofía, encontramos en los últimos siglos una línea de pensamiento
novedosa. Novedosa porque no busca la felicidad en el cumplimiento de ciertos requisitos
dentro de la propia vida; ya sea el placer, el poder o la perfección. Estas nuevas líneas de
pensamiento coinciden en que el sentido de la vida –y con él la felicidad– se encuentra en
un para qué. Es decir, la vida tiene sentido cuando fuera de mí encuentro algo o alguien por
el cual vale la pena vivir e incluso dar la vida. Quién acuñó la frase de sentido de la vida es
el psiquiatra vienés Viktor Frankl (Frankl, 2021).

Llegados a este punto, puede surgir una paradoja: si el sentido de la vida lo encuentro fuera
de mí, entonces ¿por qué me preocupa si yo soy feliz o infeliz? Es decir, no debería perder
tiempo revisando mi propia situación para concluir que soy feliz o infeliz. Más bien debería
buscar fuera de mí algo o alguien por quien valga la pena vivir e incluso dar la vida. Tal
paradoja la encontró Max Scheler a raíz de su trabajo sobre la moral formal de Kant. Para
ofrecer una alternativa a la moral del filósofo de Koenigsberg, Scheler propone una moral
de los valores; pero antes construye toda una teoría sobre el valor, cómo reconocerlo y
cómo realizarlo (Scheler, 2001). Para lo que aquí nos concierne, lo interesante es lo que el
filósofo muniqués explica acerca de los valores que vienen ‘a la espalda’ de los actos
voluntarios: son valores que no se pueden buscar en sí mismos. Son valores que
precisamente se realizan cuando no se buscan, sino que llegan ‘solos’ junto con ciertos
actos voluntarios.

Por ejemplo, el que no quiere hacer bien a su prójimo —de manera que le
interese la realización de ese bien— y toma sólo la ocasión “para ser bueno” o
“hacer el bien” en ese acto, no es bueno ni hace verdaderamente el “bien”, sino
que en realidad es una especie de fariseo que quiere solamente aparecer
“bueno” ante sí mismo. El valor “bueno” se manifiesta cuando realizamos el
valor positivo superior (dado en el preferir); manifiéstase precisamente en el
acto voluntario. Por esto mismo no puede ser nunca materia de ese acto
voluntario. (Scheler, 2001, p. 74)

Al igual que la bondad, la felicidad aparece justo cuando no se busca. Es lo mismo que
escribe san Josemaría en el punto 52 de Surco: “Nadie es feliz, en la tierra, hasta que se
decide a no serlo.” Siendo la felicidad el fin natural al que tienden todos los seres humanos,
paradójicamente, son felices los que logran dejar de preocuparse por ella. En este sentido,

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se puede decir que es heroica la actitud del que es feliz precisamente por que busca el
sentido de su vida fuera de sí mismo; es decir, el que no se deja llevar por lo que a uno le
nace naturalmente: preocuparse por la propia felicidad. Volviendo al caso de Julia y Toño,
se puede decir que son heroicos en la medida en que se desprenden de la propia felicidad
para buscar la del otro.

Continúa la historia de Julia y Toño. Formalizaron su noviazgo y estaban felices cuando


diagnostican a Toño un cáncer. Naturalmente esta noticia supuso un golpe duro para los
dos. Los familiares y amigos de Toño pensaron que su vida empezaría a declinar; que
perdería la motivación para continuar con su carrera profesional, que dejaría el deporte y,
por supuesto, que terminaría la relación con Julia. Toño, en cambio, sacó lo mejor de sí en
esos momentos tan difíciles; lejos de desanimarse, continuó con su estilo de vida y empezó
a rezar y a buscar terapias para su enfermedad, seguro de que la mejor actitud ante los
obstáculos es crecerse. Julia acompañó esta decisión de Toño, decidió continuar con la
relación sabiendo que su apoyo sería muy importante para Toño en la lucha contra el
cáncer.

Me puedo imaginar que Julia pensó lo que pasaría en el peor de los escenarios: que la
enfermedad avanzase hasta un point of no return. Probablemente habrá pensado que su
noviazgo estaba apenas en sus comienzos y que si la enfermedad avanzaba podrían
racionalmente terminar el noviazgo. Pero para qué terminar el noviazgo antes de tiempo, si
Toño tenía tanta esperanza (tanto subjetiva como objetiva). Es así como continuó el
noviazgo, Toño se sometió a terapia y alrededor de los dos surgió un fuerte movimiento de
oración para pedir por la curación de Toño.

Podría parecer que la decisión de mantener la relación de noviazgo en esta nueva situación
es la más heroica de todas las que han tomado Toño y Julia. Paradójicamente, para ellos no
fue tan difícil (como se podría esperar) mantener una actitud positiva ante el diagnóstico de
cáncer. Más bien, les pareció mu y natural afrontar con valentía este nuevo obstáculo,
puesto que ya estaban antes dispuestos a comprometerse fuertemente en un proyecto serio.
Es decir, lo que desde fuera parecería muy difícil, fue para ellos un paso en la misma
dirección que ya les habían dado a sus vidas. En cambio, lo que sí les supuso mucho

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esfuerzo fue tomar una decisión tras otra –a contracorriente con frecuencia– para lograr esa
disposición madura de afrontar la vida sin miedo al compromiso.

Este ejemplo paradójico ilustra muy bien el funcionamiento de las virtudes. Después de una
serie de esfuerzos en ‘campos de batalla’ cotidianos, uno logra luchar con facilidad en
campos de batalla de más dificultad. La virtud consiste precisamente en la facilidad para
actuar según ciertos fines y principios. Entonces ¿es la virtud una práctica o un fruto de
ciertas prácticas? Con otras palabras: ¿consiste la virtud en cumplir con una serie de
requisitos como se cumple con una capacitación? Parece más bien que la virtud es como los
valores que llegan ‘a la espalda’ de ciertos actos voluntarios. Es decir, la virtud no se busca
en sí misma, sino que surge precisamente cuando uno se esfuerza por “realizar el valor
positivo superior”.

En el caso de Julia y Toño: ellos no buscaron la fortaleza ni el optimismo para poder


afrontar un diagnóstico de cáncer. Más bien, fueron realizando, a lo largo de sus vidas, los
valores superiores en cada situación –simplemente porque reconocían el valor y la
responsabilidad que ellos tenían frente a él–. Y así, a la espalda de esos diversos actos
voluntarios llegó (sin que fuese el objetivo) la virtud de la fortaleza y del optimismo. Es
decir, llegó la capacidad de afrontar una situación difícil con un esfuerzo relativamente
pequeño. Tanto que la persona virtuosa se sorprende de las reacciones que despierta su
comportamiento en los demás: le parece que no ‘es para tanto’.

Es muy usual oír hablar de virtudes con un tono motivacional. Resulta fácil proponer a
jóvenes o adolescentes la virtud como una especie de producto, con frases del tipo: “toma
esta virtud y serás una mejor persona”; como si la virtud fuera el medio para llegar a la
meta de ‘ser mejor persona’. Este tipo de discurso olvida que, precisamente, ser mejor
persona equivale a ser virtuosos. Tal confusión se agrava al proponer la misma frase, pero
invertida: ¡Mejora como persona, para que seas virtuoso! Max Scheler ha explicado que
detrás de esta comprensión de las virtudes late un olvido: el valor de la bondad moral llega
‘a la espalda’ de actos voluntarios; actos que justamente no buscan la perfección moral
como finalidad (Sánchez-Migallón, 2006).

Las virtudes fueron tematizadas de manera eminente por Sócrates y sus discípulos. Al
preguntarse sobre el cómo vivir bien o sobre el para qué vivir, tanto Platón como

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Aristóteles construyen su reflexión en torno a la virtud. Es distintivo de ambos filósofos
que plantean la virtud como el fruto de determinadas decisiones y acciones. Aristóteles, por
ejemplo, en el libro dedicado a enseñar a su hijo como vivir, explica que

adquirimos las virtudes como resultado de actividades anteriores. Y éste es el


caso de las demás artes, pues lo que hay que hacer después de haber
aprendido, lo aprendemos haciéndolo. Así nos hacemos constructores
construyendo casas, y citaristas tocando la cítara. De un modo semejante,
practicando la justicia nos hacemos justos; practicando la moderación,
moderados, y practicando la virilidad, viriles. (Ética Nicomáquea, 1103a 30).

Después de haber practicado la justicia, uno se vuelve justo, como uno se vuelve virtuoso
tocando el violín después de haber tocado mucho tiempo el violín, con intensidad y
concentración. Lo interesante es que uno no toca el violín para convertirse en virtuosos,
sino para hacer música (con la intención ulterior de expresarse o de alegrar el ambiente). De
manera análoga, uno no toma decisiones justas para convertirse en una persona justa, sino
porque –en la situación que dio pie a cada decisión– se reconoce el valor del acto justo.

La justicia es también, en el pensamiento platónico, fruto de ciertas actividades y


decisiones. Platón hace en la Politeia un recorrido amplio sobre el buen funcionamiento de
la polis, proponiéndola como analogía del alma humana. Y la conclusión es, precisamente,
que cuando cada parte (en la ciudad y en el alma) cumple su función, se llega a la justicia.
“Parece que la justicia ha de consistir en hacer lo que corresponde a cada uno, del modo
adecuado.” (República, 433b).

En el caso de Julia y Toño, la fortaleza y el optimismo, que adquirieron sin buscarlos


directamente, les ayudó a afrontar la enfermedad de manera virtuosa. Toño empezó a
mejorar, respondió bien a la terapia, pudo seguir haciendo vida normal y el noviazgo se
fortaleció. Tanto que la enfermedad llegó casi a desaparecer de su horizonte vital. Llenando
a Julia y a Toño de esperanza con respecto al futuro. Ya podían pensar en el matrimonio
como proyecto concreto, puesto que las posibilidades de que funcionara (respecto a la salud
de Toño) eran altas. Decidieron comprometerse. Supongo que, así como en el momento del
diagnóstico, en este nuevo paso quedaba abierta la posibilidad de romper el compromiso en
caso de que la enfermedad los obligara a ello.

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Después de comprometerse, mejoró la salud de Toño. Todo eran motivos para alegrarse y
agradecer a Dios. Pasados unos meses, sin embargo, inesperadamente el cáncer volvió a
avanzar. Los médicos explicaron que era normal; siempre hay altas y bajas en la lucha
contra la enfermedad. Julia y Toño no se desanimaron, sino que arreciaron en la oración y
se confirmaron en la actitud de seguir viviendo con optimismo y, por lo tanto, con
normalidad. Toño mejoraba un poco, volvía a empeorar, luego mejoraba. Durante meses
fue un vaivén en el ámbito médico; en la vida cotidiana, en cambio, vivía Toño (y Julia)
con normalidad (excepto en los momentos de recaída) y con una actitud alegre y
agradecida.

El compromiso de matrimonio continuaba. Julia y Toño seguían con la frente en alto en los
momentos buenos y en los malos. Pero tanto Julia como Toño tienen familiares y amigos
que empezaron a temer lo peor; y llevados por su cariño, aconsejaban a los dos terminar la
relación, por lo menos hasta que Toño venciera el cáncer. Algunos conocidos que habían
pasado por situaciones parecidas aconsejaban ser sensatos y realistas. Tanto Julia como
Toño se tomaban en serio estos consejos y hablaron seriamente sobre la posibilidad de
romper el compromiso; ambos sabían que sería una decisión racional. También
acompañaron este proceso con oración y dirección espiritual.

En una reunión de sociedad alguien cuenta lo siguiente: Dos comerciantes van


por un desierto. Un día el agua casi se ha agotado. Sólo hay provisión de ella
para uno. Entonces los asistentes a la reunión discuten qué es lo que los
comerciantes deben hacer. ¿Repartir el agua y luego morir? ¿O debe salvarse el
de más edad y sacrificarse el más joven? ¿O acaso el más anciano debe ceder el
paso a la vida más nueva? Entonces dice un señor mayor: "Lo que estamos
hablando es ocioso. En el caso que examinamos, falta, en efecto, lo decisivo:
faltamos nosotros mismos. Lo que aquí estamos tratando es únicamente un
asunto teórico, que no nos afecta en nada. Si nos encontrásemos en esa
situación, sabríamos lo que deberíamos hacer." (Guardini, 1965, sec. El bien, la
conciencia y el recogimiento).

Julia y Toño estaban en una situación que sólo ellos conocían del todo. Visto desde fuera,
su caso podría ser muy parecido al de otras personas, pero la decisión es muy distinta en
casa caso. Cada persona es distinta y cada situación también. Es imposible decir desde
afuera lo que se debe hacer, aunque se tangan muchos datos. La conciencia muestra una
dirección en el momento de la decisión, pero siempre desde la intimidad de la persona que

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tiene que decidir; nunca desde la objetividad de los datos. (Guardini, 1965, sec. El bien, la
conciencia y el recogimiento).

Toño y Julia, más que preguntarse por qué no terminar la relación, se preguntaron: ¿por qué
no casarse? Es decir, desde su situación personal, la duda no era si cortar o no. Esta duda es
la que desde fuera parecía que atormentaba a los novios. Ellos, en cambio, veían en
conciencia que lo mejor, probablemente, sería casarse. Para ellos no era tanto una cuestión
de lo que estaba prohibido sino más bien del valor que querían realizar. Sin embargo, desde
fuera se puede estudiar la cuestión con ‘cabeza fría’: ¿existen situaciones en las que sólo
existen como alternativas: heroísmo o actuar inmoralmente? Con otras palabras, ¿podría
haber una situación en la que una persona tiene que actuar heroicamente si no quiere hacer
algo inmoral?

Las películas y las series nos muestran justamente este tipo de dilemas. En algunos casos se
trata de situaciones extremas, pero en muchos otros se trata de la vida cotidiana. Julia y
Toño decidieron casarse, pero no le pusieron fecha a la boda. La salud de Toño empezó a
empeorar abruptamente por lo que tuvieron que decidir casarse pronto. Como la salud
seguía empeorando, tuvieron que adelantar la fecha de la boda aún más. Preguntaron al
doctor qué días serían los más propicios (por la quimioterapia) y empezaron a preparar una
boda sencilla pero llena de una belleza especial. Se casaron y tuvieron una luna de miel de
pocos días cerca de la ciudad (por si acaso). Después de tres días le tocaba a Toño
quimioterapia por lo que volvió al hospital. A los cuatro meses murió Toño. Julia esta
convencida que hizo lo correcto. Más aún, hizo lo que su conciencia le indicó. Dios la
llamó a vivir ese matrimonio tan especial.

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Bibliografía

Aristóteles. Ética Nicomáquea, Ética Eudemia. Gredos, Madrid 1985

Anderson, R. L. (2022). Friedrich Nietzsche. The Stanford Encyclopedia of Philosophy.

Frankl, V. (2021). El hombre en busca de sentido. HERDER EDITORIAL SA.

Guardini, R. (1961). Via Crucis. Rialp.

Guardini, R. (1965). La fe en nuestro tiempo. Ediciones Cristiandad.

Haybron, D. (2020). Happiness. The Stanford Encyclopedia of Philosophy.

Hurtado, R., & Alvira, R. (2023). Oikía y polis. La familia, raíz y alma de toda sociedad.

EUNSA.

Moore, A. (2019). Hedonism. The Stanford Encyclopedia of Philosophy.

Platón. República. Gredos, Madrid, 1988

Sánchez-Migallón, S. (2006). El «fariseísmo» en Max Scheler: Una aclaración de su tesis.

Acta Philosophica, I(15), 95-108.

Scheler, M. (2001). Ética: Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético (H.

Rodriguez Sanz, Trad.; 3.a ed.). Caparrós Editores.

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