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Cómo murió Jesús: el peritaje definitivo de su calvario y el análisis forense

sobre su final en la cruz


La Pasión de Cristo es estudiada desde el Siglo I y los médicos a través de los años llegaron a dramáticas
conclusiones sobre sobre su larga agonía y las despiadadas torturas que sufrió

Una de las escenas más conmovedoras de "La pasión de Cristo" (2004), la película de Mel Gibson protagonizada por
Jim Caviezel fue un éxito de taquilla

La Pasión de Cristo es, sin dudas, uno de los hechos evangélicos que más interrogantes desata, tanto en
cristianos como en ateos. Así se conoce a los sucesos protagonizados por Jesús entre la última cena
junto a sus apóstoles, la crucifixión y su muerte. Sobre ella se han escrito innumerables textos,
investigaciones y fue representada por el arte con un sinfín de pinturas, en el cine y llevada hasta al
teatro.

La ciencia no quedó de lado y puso el foco en estos sucesos. Tanto la historia como la medicina forense
realizaron investigaciones para saber qué de aquello que cuenta la Biblia es parte del dogma evangélico
y qué parte corresponde con la historia. Desde el Siglo I se buscan respuestas a los motivos que
desencadenaron la muerte de quien, para el cristianismo, es el hijo de Dios y debió someterse al calvario
a fin de cumplir con su misión: salvar a la Humanidad.

Renombrados especialistas coinciden en que Jesús debió soportar un tremendo dolor: “Él sufrió una de
las formas más duras y dolorosas de pena capital jamás imaginada por el hombre”, dice una
investigación del teólogo Paul S. Taylor que publica el portal Christian Answers.

Y agrega: “Incluso antes de que la crucifixión empezara, Jesús mostraba claros síntomas físicos
relacionados con un intenso sufrimiento. La noche previa a la ejecución sus discípulos dijeron haberlo
visto en agonía sobre el Monte de los Olivos. No sólo no durmió en toda la noche, sino que
además parece haber estado sudando abundantemente. Tan grande era el sufrimiento, que había
pequeños vasos sanguíneos que se rompían en sus glándulas sudoríparas y emitían gotas rojas tan
grandes que caían al suelo (Lucas 22:44). Este síntoma de intenso sufrimiento se llama hematohidrosis o
sudor de sangre”.
Según ese estudio, Cristo “estaba físicamente agotado y en peligro de sufrir un colapso”.

"Cristo ante Poncio Pilato", pintura del artista húngaro Mihály Munkácsy

Después de la flagelación, siguió la extensa caminata conocida por el cristianismo como Vía Crucis (de
unos 8 kilómetros, coinciden los investigadores) donde habría llevado hasta el lugar de ejecución un
madero de unos 22 kilos sobre su espalda; la estaca vertical solía guardarse en el lugar de las
crucifixiones, en el Monte Gólgota, fuera de la ciudad. En total, la cruz pesaba entre 80 y 90 kilos.

Siguió la crucifixión. “Era la pena de muerte utilizada por los romanos desde el 217 a.C. para los
esclavos y todos aquellos que no eran ciudadanos del Imperio”, según el politólogo, historiador
especializado en Medio Oriente y escritor italiano Gerardo Ferrara, miembro de la Pontificia Universidad
de la Santa Cruz, en Roma.

Se trataba de “una tortura tan cruel y humillante que no estaba reservada para un ciudadano romano.
Era precedida por el flagelo, infligido con diversos instrumentos, según la procedencia y el origen social
de los condenados”, definió.

Si en estos tiempos —o si en aquellos hubiera sido posible— el cuerpo sin vida del llamado Mesías
pudiera ser examinado en una necropsia hubieran concluido en que las causas de la muerte fueron
múltiples.

Tres de los momentos clave de la devoción cristiana y los de mayor sufrimiento de Cristo

Flagelación: las bolas de hierro utilizadas causaban profundas contusiones y hematomas. Los huesos de oveja en las
puntas de las cuerdas desgarraban la piel y el tejido celular subcutáneo. Las laceraciones llegaban hasta los
músculos, produciendo desgarramiento de la carne, lo que ocasionaba una pérdida importante de líquido (sangre y
plasma)

-La flagelación

El doctor Rubén Darío Camargo, especialista en cuidados intensivos, analizó en una conferencia


realizada en Barranquilla (Colombia) en 2003 este tipo de castigo que usaban los romanos que definió
como “un preliminar legal a toda ejecución. A la víctima le desnudaban la parte superior del cuerpo, lo
sujetaban a un pilar poco elevado y con la espalda encorvada, de modo que al descargar sobre ésta los
golpes no perdiesen fuerzas. Golpeaban, sin compasión ni misericordia alguna”.

El instrumento utilizado era un azote corto (flagrum o flagellum) con varias cuerdas o correas de cuero,
a las cuales ataban pequeñas bolas de hierro o trocitos de huesos de oveja, que causaban profundas
contusiones y hematomas. Los huesos de oveja –que las cuerdas de cuero tenían en las puntas–
desgarraban la piel y el tejido celular subcutáneo.

Al continuar los azotes, las laceraciones llegaban al punto de cortar hasta los músculos, desgarrando la
carne. Esto producía una pérdida importante de líquidos (sangre y plasma). Cabe recordar que
previamente la hematohidrosis (sudoración de sangre) le había dejado la piel muy sensible.

La corona de esinas
Corona de espina: colocada sobre el cuero cabelludo irritaba gravemente los nervios más
importantes de la cabeza, causando un dolor que se volvía más intenso y agudo con el
paso de las horas. Su sufrimiento se agravó con la inserción profunda de las espinas en su
cabeza
Corona de espina: colocada sobre el cuero cabelludo irritaba gravemente los nervios más
importantes de la cabeza, causando un dolor que se volvía más intenso y agudo con el
paso de las horas. Su sufrimiento se agravó con la inserción profunda de las espinas en su
cabeza
Corona de espina: colocada sobre el cuero cabelludo irritaba gravemente los nervios más importantes de la cabeza,
causando un dolor que se volvía más intenso y agudo con el paso de las horas. Su sufrimiento se agravó con la
inserción profunda de las espinas en su cabeza
Tras la flagelación, los soldados romanos solían burlarse de sus víctimas y como en Palestina abundaban
los arbustos espinosos, utilizaron el Zizyphus o Azufaifo (llamado luego Spina Christi),  de espinas agudas,
largas y corvas, para armarle una corona que, irónicamente por proclamarse “Rey de los judíos”, le
clavaron sobre la frente. Eso pudo irritar gravemente los nervios más importantes de la
cabeza, causando un dolor cada vez más intenso y agudo con el paso de las horas.

Según las Escrituras, no recibió ningún alimento durante muchas horas, lo que se habría agravado por
la pérdida de líquidos tras las abundantes hemorragias. Eso hace suponer que a esa altura ya estaría
gravemente deshidratado y al borde de un colapso o shock.

“Allí lo desnudaron, lo hicieron sentar sobre cualquier banco de piedra, le echaron en las espaldas una
capa corta color grana y le encasquetaron la corona de espinas con fuerza sobre la cabeza , le pusieron
una caña por cetro en la mano derecha y empezó la farsa… ¡Salve, rey de los judíos! Y le golpeaban la
cabeza con una caña y lo escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias”, describe la Biblia
(Mr.15:15; Mt.27:26-30; Jn 19:1-3).

Crucifixiones: la postura del cuerpo prolongaba varios días la agonía, ya que ésta fue pensada para hacer
extremamente difícil la respiración. Un médico lo resumió como “una sinfonía del dolor” producida con
cada inspiración, incluso con brisa sobre
-La crucifixión

El dolor y el daño que causó fueron sumamente intensos, “al punto en que se anhelaría
constantemente la muerte”. Según el doctor Frederick Zugibe (1928-2013), médico forense
estadounidense que fue patólogo jefe del Instituto Médico Legal, “la perforación del nervio medio de las
manos por un clavo puede causar un dolor tan increíble que ni la morfina sería de ayuda”, sostuvo y
consideró que los clavos tenían 12,5 centímetros de largo y que Jesús había sido clavado en las manos,
pero no en el centro de la palma, sino “justo debajo del pulgar”.

Otros investigadores sostienen que fue perforado por las muñecas ya que, por la complexión ósea, las
manos “se rasgarían” con el peso del cuerpo y éste no podría quedar colgado.

Respecto a los clavos en los pies, hay quienes concluyen que no estaban encimados sino juntos como
otra manera de perpetuar la tortura. “Por ser un dolor intenso, ardiente, horrible como relámpagos
atravesando el brazo hacia la médula espinal. La ruptura del nervio plantar del pie con un clavo tendría
un efecto asimismo horrible”, describió Zugibe sobre la postura del cuerpo que, consideró, podía alargar
por varios días la agonía y que fue pensada “para hacer extremamente difícil la respiración”.

Luego de unas tres horas, habría muerto. Para comprobarlo, cuenta la Biblia, un soldado romano le
atravesó el costado izquierdo y “la lanza liberó un chorro repentino de sangre y agua” (Juan 19: 34).
Esto, para el médico James Thompson “no solo prueba que Jesús ya estaba muerto cuando fue
traspasado, sino que también es una evidencia del rompimiento cardíaco”.

Elementos de flagelación: un azote corto (flagrum o flagellum) con varias cuerdas o correas de cuero, a las cuales
ataban pequeñas bolas de hierro o trocitos de huesos de oveja, que causaban profundas contusiones y hematomas.
Los huesos de oveja –que las cuerdas de cuero tenían en las puntas– desgarraban la piel y el tejido celular
subcutáneo Cuáles serían los resultados de la necropsia

“Jesucristo murió por asfixia, insuficiencia cardíaca aguda y finalmente un infarto de miocardio, pero,
si hubiera necesidad de realizar un informe final de las causas clínicas de su fallecimiento, serían al
menos diez”, dijo el doctor Jorge Fuentes Aguirre, en la conferencia Las Causas Clínicas de la Pasión y
Muerte de Jesucristo, realizada en la Parroquia del Perpetuo Socorro, en México.

La secuencia sería: síndrome de estrés agudo, hipertensión arterial de origen psicosomático, anemia
aguda por pérdida sanguínea, insuficiencia cardíaca congestiva, insuficiencia respiratoria aguda,
síndrome pleural con derrame, shock por hipotensión, infarto de miocardio, ruptura de ventrículo y
muerte.

El médico Edward Albury, decano universitario en Oxford, y sobrino del legendario historiador inglés
Arnold Toynbee, opinó que Jesús sufrió una grave hemorragia que generó en su organismo  desmayos y
colapsos fugaces, pero constantes, a causa de la baja presión sanguínea, que le sobrevino desde que lo
estaban azotando en el palacio de Pilato, llamado pretorio. Esos desmayos fueron los que lo hicieron
caer al suelo varias veces, cuando iba camino del Calvario. Los riñones dejaron de funcionarle, lo cual le
impidió conservar el poco líquido que le quedaba en el cuerpo. Y que debió sufrir una terrible arritmia
cardíaca, con el corazón desbocado, tratando de bombear afanosamente una sangre que ya no tenía.
Cristo padeció síndrome de estrés agudo, hipertensión arterial de origen psicosomático, anemia aguda por pérdida
sanguínea, insuficiencia cardíaca congestiva, insuficiencia respiratoria aguda, síndrome pleural con derrame, shock
por hipotensión, infarto de miocardio, ruptura de ventrículo y muerte

Para Zugibe, “Cristo murió de un colapso debido a la pérdida de sangre y líquido, más un choque
traumático por sus heridas. Además de una sacudida cardiogénica que hizo que su corazón sucumbiera”.

“¿Cómo pudo resistir ese hombre semejante dolor durante tanto tiempo?”, se preguntó el
fisiólogo Zacarías Frank, uno de los médicos e investigadores más destacados del siglo XX, y judío
practicante.

“El dolor de Jesús era tan agobiante que en esa época no existía una palabra para describirlo , ni
siquiera en la ciencia médica. Tuvieron que pasar diecinueve siglos antes de que inventaran el término
apropiado para referirse a un dolor que no se puede soportar: ‘dolor excruciante’, que significa ‘dolor
que se siente en la cruz’. La Academia Inglesa de Medicina lo describe como ‘dolor atroz, insoportable y
agonizante’”, escribió el investigador colombiano y agnóstico Juan Gossaín

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