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Psicología II

Psicología de las Actitudes


1. Definición de Actitud.
2. Conceptos afines al de actitud.
3. Estructura interna de la actitud: componentes.
4. Características de las actitudes.
5. Factores que determinan la formación de las actitudes.
ó. Funciones de las actitudes.
7. La medida de las actitudes.
8. Las actitudes estructuradas entre sí: Teoría de la
disonancia cognoscitiva.
9. Problemática general del cambio de actitudes.
10. Cambio de actitudes y relación interpersonal.
11. La temática del prejuicio.

Bibliografía.

Prof. Luis López-Yarto Elizalde.


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Esquema general de Actitudes y opiniones.

Decires, gestos, etc. del


Factores sitacionales o sujeto, Factores personales
sociales, que influyen en la considerados abusivamente conscientes o incons-
expresión como cientes, que influyen en la
opiniones suyas expresión.

PERSONAL DEL SUJETO

Justificación intelectual del contenido.

Actitud actualizada y verbalizada:


toma de postura

OBJETO REACCION
de la Conductas que
ACTITUD expresan la actitud.

Toma de postura
preformada.
Aspecto latente que orienta la
percepción, el sentimiento, y
la acción del sujeto.

Factores personales o Factores Factores estructurales:


privados: interpersonales:
la historia del sujeto, su Pertenencia a Opiniones y actitudes
personalidad. grupos, influencias previamente tomadas.
socioculturales.

Cfr. Mucchielli, R., Opinions et changement d'opinion. Librairies Techniques, Paris, 1969.
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Etimología de la palabra actitud: Viene del latín Aptitudo, que tiene a su vez varios
orígenes.

a. En la plástica: Forma de disponer el cuerpo de un modelo que será reproducido. O la


reproducción misma.

b. En la moral, (a donde pasa desde la plástica): Postura de respeto. Postura ante otro

c. Spencer "La formulación de juicios correctos sobre cuestiones". Depende mucho de la


disposición mental (attitude of mind) que manifestamos al escuchar.

Por este camino la noción de Actitud llega a ser fundamental para explicar la relación
entre estimulación y respuestas: pasa a considerarse con todo derecho una de las principales
variables intermedias. (Son Thomas y Znaniecki los que introducen en Psicología social en su obra
sobre el campesino polaco en los Estados Unidos, la noción de Actitud como "disposición al
trabajo", independiente de las cualidades básicas que hacen a una persona "apta" o "experta").

d. Thurstone en 1928 formula ya = "Attitudes can be measured" dando al concepto de


actitud un nuevo status científico.

Definiciones iniciales.

Un estado mental y neurológico (d'esprit) del individuo ante un valor. (Thomas y


Znaniecki).

Park añade: Es susceptible de grados / es aprendido.

Allport: Como veremos más adelante formula una definición muy completa, partiendo de
la noción de "estado de preparación para actuar": State of readiness... 1935.

Muy pronto se introduce se intruduce la función que las actitudes desempeñan, como parte
de la definición: "Que sirven para dar estabilidad y equilibrio a la personalidad".

Stoetzel matiza con los siguientes aspectos:

a. Variable observable.
b. de preparación a la acción (relación sujeto-objeto - no como rasgos)
c. Polarizada (a favor o en contra).
d. Aprendida y por tanto influenciable.

(Todo esto constituye una quasi definición por atributos, sin teoría previa):

Actitud sería sencillamente una predisposición a reaccionar ante un estímulo social de manera
estable y predecible, o, de otra manera: Tener una actitud es tender a pensar, sentir y actuar de la
misma manera ante el mismo estímulo.

El tema de las actitudes fue durante años, y hasta que la dinámica del grupo floreció de
modo extraordinario, el centro de la Psicología Social. Algunos autores, como Thomas y
Znaniecki (1918) y W.B. Watson (1925) incluso llegaron a decir que La Psicología Social se
reduce al estudio las actitudes.
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1. DEFINICION DE ACTITUD:

Como anunciábamos antes, la definición más definitiva del concepto se debe a Allport.
Vamos a comentarla ya que parece ser la más completa, y aún actual.

a. Actitud es un estado mental y neurológico. Con estas palabras se alude a un aspecto


fenomenológico y a otro fisiológico de una misma realidad, que desde el principio aparece como
ambigua. La verdad es que comenzar la definición con estas palabras refleja el hecho de que la
mayoría de los investigadores tratan las actitudes como "variables intermedias", "constructos
hipotéticos", "abstracciones" no definibles de manera directa, sino definibles en términos de los
antecedentes que influyen en ellas o de las consecuencias que de ellas se derivan. En este sentido
estado mental y neurológico se refiere a un estado interno e hipotético que se refleja en
comunicaciones verbales, y en reacciones del organismo (palpitaciones, exudación, etc.).

b. De tendencia a responder. Existe una polémica entre los autores de corte positivista,
que creen que las actitudss se pueden reducir a simples respuestas, y los autores que piensan en las
actitudes como algo intermedio entre el estímulo y la respuesta: como una mediación. Naturalmente
que, aun decidiéndose por este último tipo de explicación, aún queda intacto el problema de
explicar cómo se realiza esa mediación, y que las explicaciones son variadas.

c. Organizado. El decir que las actitudes son un estado organizado de tendencia a


responder, incluye dos afirmaciones: La primera, hacia adentro de la actitud, se refiere a que cada
actitud consta de componentes relacionados entre si armónicamente. De esto se tratará más
adelante. La segunda, hacia afuera de la actitud concreta, se refiere a que cada actitud está enlazada
y organizada en un todo con las restantes en un individuo.

d. A partir de la experiencia. Allport es partidario de subrayar el origen aprendido de las


actitudes. Dejamos en suspenso lo que diremos después acerca de un posible origen genético de las
mismas.

e. Y que ejerce un influjo directivo y/o dinámico en la conducta. Aquí hay implícito un
problema. Si las actitudes son sencillamente canalizadoras (influjo directivo) de la conducta, y así lo
defendemos, tendremos una concepción de la energía psíquica que la presupone inalterable en su
cantidad. Las actitudes son responsables sencillamente de que esta energía psíquica se dirija a este
objeto o a aquel otro.

Si las actitudes son a la vez factor dinámico de la conducta, y así lo defendemos,


tendremos una concepción de la energía psíquica como variable en su cantidad. Las actitudes son
responsables también del nivel de energía del organismo.

Es claro que en la postura de Freud, mas claramente "canalizadora" que lo contrario, si


una persona ha de cambiar sus actitudes (por ejemplo dejar de ser anticlerical), tendrá que encauzar
su agresividad hacia otro objeto más apto. Mientras que en una postura más dinamicista una persona
podrá cambiar alterando sencillamente el mismo nivel de agresividad. Esta última concepción es,
obviamente, más optimista.

Todos los autores están de acuerdo en que las actitudes ejercen, al menos, un influjo
directivo - es decir de selección de objetos - en la conducta. Muchos se inclinan también a
atribuirles un influjo dinámico.
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2º. Conceptos afines al de actitud.

Opinión. Diferentes autores se han fijado en matices que distinguen el concepto de actitud
y el de opinión. Hovland (1953) opinaba que la opinión es una manifestación concreta y específica
de una actitud más general. Bogardus (1933, más bien había pensado que mientras las opiniones
serían el aspecto consciente y racional, las actitudes serían el aspecto inconsciente e irracional de
una misma realidad. Deutsch y Gerard (1955) piensan que la mejor distinción que se podría hacer
sería a propósito del contenido de que tratan: en las opiniones el contenido sería más "informativo"
(opino que este poema es de Lorca), y en las actitudes más "normativo o evaluativo" (creo que este
poema es magnifico).

Mc. Nemar (1946) cortó por lo sano diciendo que una opinión es una actitud medida por
un solo item, mientras que una actitud es la misma realidad, pero medida por una escala o una serie
de items.

Podemos decir que las opiniones, en su acepción corriente, equivalen a manifestaciones de


puntos de vista. El sujeto que opina se reserva el derecho a modificar su juicio a la vista de nuevos
datos o cambios en la situación. Quizá en resumen se pueda decir que generalmente las opiniones
son actitudes verbalizadas o concienciadas. Así las escalas de actitudes constan de numerosas
opiniones de las que luego se infiere la actitud.

Creencias. Normalmente se define una creencia como el conjunto de expectativas que


alguien tiene acerca de un objeto. Así se pueden tener creencias existenciales o descriptivas (creo
que el sol sale por el este), creencias evaluativas (creo que este niño es tonto), o creencias
preceptivas (creo que los niños deben obedecer a sus padres). Como se ve las creencias son
prácticamente actitudes en las que se subraya más el elemento cognoscitivo. La creencia pone el
énfasis en las ideas (se cree en, creo que). Las actitudes lo ponen en la toma de postura (me inclino
hacia).

Sin embargo M. Rokeach (1976), que ha estudiado esta distinción en profundidad, cree
que, sencillamente, una creencia es un elemento más irreductible que una actitud, ya que una actitud
no es sino una organización relativamente estable de diversas creencias en torno a un objeto o a una
situación.

Intereses. En psicología y pedagogía, cuando se habla de intereses lo que suele subrayarse


es el aspecto vocacional-profesional, o recreacional. "Lo que me gustaría ser", o "lo que me gustaría
hacer para distraerme".

En general todo interés supone una actitud positiva, aunque puede haber intereses
momentáneos que no revelen ninguna actitud. Sin embargo no toda actitud se traduce en un interés:
así yo puedo tener una actitud muy positiva hacia la investigación, y la apoyaré o fomentaré llegado
el caso, pero sin embargo puedo a la vez no sentir ningún interés por convertirme yo mismo en un
investigador.

Las actitudes implican mayor estabilidad que los intereses y que motivaciones. Así una
madre tiene una actitud positiva hacia su hijo aunque en este momento esté interesada por el libro
de psicología que está leyendo, y no por su hijo, no esta motivada ni interesada en cambiarle la
ropita). Si el niño llora desaparece el interés por la lectura, la madre se motiva para cambiar a su
hijo, hecho lo cual su actitud favorable hacia él vuelve a quedar latente, y quizá resurge el interés
por el libro.
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Valores. Para la mayoría de los autores un valor es una disposición de la persona,


exactamente igual que una actitud, pero más básica que una actitud, ya que a menudo sirve de
fundamento a las actitudes. Según Rokeach (1967), un valor es un tipo de creencia que ocupa un
lugar central dentro del sistema de creencias de un sujeto, y que versa sobre cómo debe o no debe
uno comportarse, o sobre un tipo de existencia que merece o no merece la pena de ser alcanzado.
Así habría unos valores instrumentales: creencia en que determinados modos de conducta son
preferibles a otros (ser abierto, ser ambicioso, ser servicial, etc.), y unos valores terminales:
creencias en que determinados tipos de existencia son preferibles a otros (la belleza, la igualdad, la
libertad, un amor maduro, etc.).

Como se ve, mientras que una actitud está más focalizada en un objeto o una situación, un
valor es un ideal más abstracto que guía las acciones y la persona trascendiendo objetos y
situaciones.

Un concepto importante es el de sistema de valores. Es evidente que los valores de una


persona están organizados en estructuras jerárquicas. Hablando de manera operacional, podemos
decir que los valores de cualquier persona ocupan un número de orden en un continuo de
importancia. Es importante notar que las variaciones individuales en la forma de ordenar los propios
valores están muy restringidas por factores sociales. El individuo internaliza o hace suyos los
sistemas de valores de su medio social. De modo que podemos decir que el sistema de valores de un
individuo está determinado en parte por su propia personalidad, y en parte por su cultura, sexo,
ocupación, educación y experiencia.

Allport basándose en Spranger, elaboró su estudio experimental de los valores sobre la


hipótesis de que existen seis tipos diferentes de sistemas de valores: el teórico, el económico, el
estético, el social, el político, y el religioso. Cada sistema de valores equivaldría a la perspectiva
desde la que uno mira y se orienta en la vida.

El sistema de valores suele incluir compromiso, explícito o implícito; se acepta un estilo de


vida o se toman unas decisiones en función de lo que se valora. La lealtad a un grupo, a unas ideas,
a una causa, serían ejemplos de la fuerza motivacional del sistema de valores.

3. Estructura interna de las actitudes: componentes.

Es una conclusión muy común a los más diversos autores, que el hombre puede
"aproximarse" de tres maneras diferentes a la realidad: conociéndola, sintiéndola, o actuando sobre
ella. Toda la tradición clásica, desde Platón y Aristóteles, ha repetido que toda toma de postura está
hecha de elementos cognitivos, afectivos, y conativos. A estos elementos es a los que la psicología
social, con rara unanimidad, ha llamado componentes de las actitudes. Componentes que ya
anunciaban las definiciones de actitud al señalar que las actitudes son tendencias a "pensar, a sentir,
y a actuar" de determinada manera. Repasamos cada uno de los componentes:

a. Componente cognitivo. Algunos le llaman el componente perceptual, informativo o


estereotípico. Y en realidad es el estereotipo que la persona tiene del objeto de la actitud. Se refiere
a cómo es percibido un objeto frente al que tenemos una actitud. Podemos analizar el componente
cognitivo de una actitud determinando
- si está compuesto por muchos elementos o pocos,
- si estos elementos están muy organizados o dispersos.
- si abarcan muchos objetos o pocos.
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Otra manera de analizarlo es la de Rokeach al tratar de las creencias, cuando habla de que
éstas pueden tener diversos grados de centralidad, permeabilidad (conexión o desconexión entre sí),
y del gradiente de creencia (distancia del núcleo de lo que creo).

Sobre el componente cognoscitivo de las actitudes hay que notar que se da una influencia o
causalidad mutua: Los datos que se conocen del objeto influyen en la formación de actitudes. Pero a
su vez las actitudes que se tienen (con su componente cognoscitivo) influyen en la percepción de
nuevos datos. Este influjo de las actitudes en la percepción es de dos tipos, o tiene dos dimensiones:

1. Influjo en la percepción: Se tiende a ver no la realidad objetiva, sino una realidad más
o menos deformada por las propias actitudes. Uno de los mayores obstáculos cuando de trata de
renovar, por ejemplo, métodos en la iudustria o en cualquier organización, es que siempre hay
algunos sujetos a los que sus actitudes (conservadoras, escépticas, etc.) les impiden ver" las ventajas
de los nuevos métodos o enfoques. No hay que olvidar que las actitudes son descripciones de
nuestra capacidad de aprender, y de la propensión de un individuo a responder de una determinada
manera ante cierto estímulo. Las actitudes proporcionan "conjuntos de referencia" (Peel, 1970) que
dirigen la vida de la persona: todo lo que se piensa, siente y ve tiende a concordar con esa
referencia.

Las actitudes determinan por lo tanto las propiedades peculiares que se perciben en
cualquier situación-estímulo, Tendemos a ver lo que "queremos ver", y esta percepción condiciona
nuestras actitudes, las refuerza todavía más (lo cual explica en gran parte la resistencia al cambio de
las actitudes).

2. Influjo en el aprendizaje: Se aprende mejor lo que se percibe como congruente con


nuestras actitudes. Numerosos estudios (p. ej. Jones y Aneshansel, 1956) han probado que se
retienen mejor aquellas informaciones que concuerdan con las propias actitudes.

b. Componente emocional o afectivo. Muchos autores consideran que aquí tenemos el


verdadero núcleo de las actitudes, ya que éstas son ante todo formas de evaluar la realidad,
sentimientos de gusto o disgusto frente a partes de ella, de estar a favor o en contra. Para estos
autores lo cognoscitivo y lo conductual no serían más que aspectos que acompañarían
inexorablemente a este factor afectivo. La verdad es que las actitudes están siempre vinculadas a
sentimientos y emociones (miedo, cólera, amor, etc.)y nunca son meras tomas de postura racionales
frente al objeto.
Los sentimientos asociados a una actitud pueden ser positivos o negativos, y esto es lo que
hace que las actitudes siempre tenían un carácter polar. "En pro o en contra", como luego veremos.

El componente emocional de las actitudes es el que se puede medir directamente por sus
concomitancias fisiológicas: el reflejo psicogalvánico de la piel, la dilatación pupilar, el pulso... son
en realidad medidas de este aspecto de la actitud. Cuando hablamos de intensidad de una actitud
nos solemos referir al componente emocional (aunque esto no quiere decir que, por ejemplo, el que
se tengan más datos y se "sepa más" del islamismo que del cristianismo, no pueda ser un índice de
que la actitud frente al islamismo es menos intensa que la otra).

Las implicaciones docentes del componente emocional son claras; a mayor "gusto" o
sentimiento positivo habrá más aprendizaje. Sorenson (1971) comenta un estudio de Poffenberger
y Norton que muestra como el aprendizaje de las matemáticas depende en buena parte de lo bien
que caiga el profesor de la asignatura y de lo agradable de la clase (de la actitud más general).
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c. Componente reactivo o conductual. Se refiere a las tendencias a actuar de determinada


manera que la persona tiene respecto del objeto. Es nota esencial de la actitud esta tendencia a
reaccionar de una manera especial frente al estímulo. Es claro que las actitudes no siempre se
manifiestan en comportamientos observables, no siempre llegan a la acción, y por eso hablamos de
que son tendencias.

Aunque a primera vista pudiera parecer que este es el elemento mas fácilmente medible
(por tratarse de conductas), tenemos que notar que incluso el método de Bogardus (1925) no es
claro que mida directamente el componente reactivo, ya que al no ser un método de observación,
sino de pregunta de lo que el sujeto "haría en esta o aquella situación", pasa a ser una medida de
"cómo se siente el sujeto", es decir, del componente afectivo.

De todos modos la vinculación de la actitud con la acción es importante, porque nos lleva a
poder usar a las actitudes como predictoras de conducta.

Estos tres componentes de las actitudes están íntimamente interrelacionados. Numerosos


estudios muestran como las medidas de uno y otro correlacionan fuertemente. Katz (19ó0) intenta
probar que posiblemente algunas actitudes son primariamente cognoscitivas, otras primariamente
afectivas, y otras primariamente reactivas. Y que en otras los tres elementos estarían más
equilibrados. Precisamente, nota, sería en aquellas actitudes en las que los tres elementos o
componentes entrarán en proporciones inadecuadas, en las que cabría hablar de "actitudes
defensivas del Yo". Pero de esto hablaremos un poco más abajo.

4. Características de las actitudes.

Nos interesa enumerar las principales características de las actitudes, porque van a ser las
que habremos de tener en cuenta a la hora de intentar su medida. Podemos enumerar las siguientes
caracteristicas:

a. Dirección de la actitud, o valencia. Se refiere a que una actitud puede adoptar la forma
de "favorable" o "desfavorable" al objeto. Claro que llamar sencillamente Positivo o negativo a
algo tan matizado como es el sentimiento, es muy imperfecto. Pues bien, con esa imperfección nos
conformamos al hablar de que las actitudes son polares, o bivalentes, es decir, que son a favor o en
contra. Sabiendo que, por ejemplo, diciendo "a favor" resumimos muchos posibles sentimientos,
como: "me produce alegría", "me da confianza", "me resulta agradable", "es interesante", y que
diciendo "en contra", resumimos muchos posibles sentimientos desfavorables, como: "me da
miedo", "lo desprecio", "me irrita", "me da asco".

Decir que una actitud es positiva o negativa frente a un objeto, es decir que el residuo
afectivo que me queda de ese objeto, y que persiste en mi, es "de tono" positivo o negativo.

Un problema que hay que abordar es el del punto cero. ¿Qué quiere decir estar en el punto
cero respecto de una actitud? Su interpretación es compleja. Newcomb sugiere que puede significar
tres situaciones anímicas diferentes: De ignorancia, cuando el objeto de la actitud en cuestión es
desconocido, y por tanto no existe actitud. Muchos sondeos de opinión están probablemente
equivocados en sus conclusiones por no tener en cuenta que quizá la población ignora
psicológicamente el objeto. De indiferencia, cuando el objeto suscita muy débiles sentimientos. Y
de conflicto o ambivalencia, cuando el objeto suscita simultáneamente sentimientos contrapuestos.
Como se ve en los tres casos el sujeto parece "no estar a favor ni en contra", cuando en realidad en
cada caso pueden existir situaciones personales bien diferentes.
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b. Intensidad. Es claro que la actitud frente a un objeto puede ser mas o menos extrema.
No entramos en la disputa de sí ser más extrema una actitud lleva o no consigo el ser más intensa.
Usamos ambos términos como sinónimos, aunque no siempre ha sucedido así en la literatura.

Normalmente las medidas de actitudes lo que quieren constatar es la valencia y la


intensidad de la actitud. La intensldad suele constatarse tanto por la fuerza con la que el sujeto
afirma o niega, como por la repetición con que lo hace. Por eso las escalas de actitudes no
solamente constan de "grados de adhesión" (muy de acuerdo, de acuerdo...), sino también de varias
proposiciones a las que el sujeto ha de adherirse o no una y otra vez.

c. Multiplicidad. Las actitudes, y cada componente de ellas, puede variar en el número y


variedad de elementos que lo integran. Así una actitud, en su componente cognoscitivo puede estar
constituida por un conocimiento exhaustivo del objeto (actitud muy múltiple) o por un par de datos
muy someros (actitud muy simple). Lo mismo sucede con el componente afectivo, que puede estar
constituido por infinitos matices de sentimiento (yo, amante del arte, amo el barroco, me
impresiona su pasión, me sobrecoge su dramatismo, me hace sonreír lo que tiene de teatral, etc.:
actitud muy compleja), o sencillamente por un sentimiento sumamente esquemático (los americanos
"me caen gordos": actitud muy simple).
Multiplicidad e intensidad están bastante relacionadas en toda actitud. Se suele notar que
las actitudes más intensas tienden a hacerse más simples.

d. Centralidad. Se suele llamar central a una actitud que tiene múltiples conexiones con
otras actitudes del sujeto, con diversas zonas de su personalidad. Newcomb distingue entre
importancia de la actitud y su centralidad. Una actitud puede ser muy importante, sin por ello ser
central. Centralidad requiere una importancia "generalizada y estable en el tiempo". Así el fútbol
puede ser objeto de una actitud muy intensa, múltiple e importante para mí los domingos de cuatro
a siete. Pero no por eso es central. Y una prueba es que si desaparece esa actitud o cambia, no
cambian con ella muchos otros aspectos de mi vida, como pasa con las actitudes centrales.

Las estructuras actitudinales del fanático se suelen caracterizar, entre otras cosas, por
estar constituidas por muchas actitudes que han llagado a hacerse casi todas ellas "centrales". Por
eso el fanático se muestra tan amenazado por cualquier cambio: todo le modifica en algo vital. Para
el convencido hay un núcleo de actitudes centrales, muy permanentes, y una amplia corona de
actitudes periféricas. Existe, naturalmente el "sin opinión", para el que nada o casi nada es central.
Es un sujeto sin estructura interior.

5. Factores determinantes en la formación de actitudes.

La pregunta acerca de cómo se forman las actitudes es en cierta manera teórica, ya que tal
como solemos abordar el problema es partiendo siempre de actitudes previas, es decir, como un
problema de cambio mas que de formación de actitudes. Se suelen señalar los siguientes factores
como intervinientes en el proceso de formación de actitudes:

- Factores genéticos. Han sido muy poco estudiados por los científicos, ya que existe un
fuerte descrédito hacia las teorías que pretenden enraizar en la herencia actitudes sociales (por
ejemplo, actitudes racistas). Sin embargo parece que, aparte de los elementos aprendidos, puede
transmitirse uno de los constitutivos de la actitud, como es el nivel general de agresividad del
organismo. La etología debería contribuir a esclarecer este oscuro campo con sus estudios sobre el
imperativo territorial (animales con actitudes "innatas" contra sujetos de su propia especie, siempre
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que pertenezcan a distintas colonias). Por ahora la influencia de lo genético en la formación de


actitudes está en el terreno de la conjetura.

- Factoras fisiológicos. El nivel de maduración que aparece espontáneamente con la edad,


es claro que influye en la competitividad, la sumisión, independencia, y otras variables relacionadas
con las actitudes. La maduración, además, parece influir no solamente en el contenido de algunas
actitudes, sino en sus características formales, como, por ejemplo, su resistencia al cambio.

Otro factor fisiológico estudiado ha sido la enfermedad, que parece influir de manera
específica: así el optimismo que suele observarse en los tuberculosos, o la agresividad de los que
padecen encefalitis. Naturalmente que de modo aún más dramático ejercen su influencia los
tratamientos de las enfermedades, que pueden aumentar la sugestibilidad y otras cualidades
actitudinales al modo como lo hace la droga.

- El contacto directo con el objeto. Es el factor más estudiado de formación de actitudes, y


el que el sentido común siempre ha tenido por decisivo. Nosotros distinguimos entre dos posibles
tipos de contacto:
Contactos traumáticos: ya sean únicos o pocos, pero de gran valor afectivo (es el caso del
imprinting o troquelado en los animales). También es el caso del contacto - o falta de contacto
materno en los niños, el tener "una gran impresión", o cosas semejantes.
Contacto repetido y acumulado: es quizá el factor más estudiado, y el que confiere su
carácter de aprendidas a las actitudes. Es interesante combinar su consideración con la del factor
genético, y preguntarse: ¿Hay períodos en que las actitudes se aprenden con especial facilidad?
¿Hay períodos críticos para el aprendizaje de determinadas actitudes? (Algo de esto parecerá sugerir
la psicología evolutiva, cuando nos dice que la actitud de confianza básica ha de aprenderse en el
primer año de vida).

-La influencia del entorno total. El conjunto de estímulos que, en forma de premios y
castigos, recibe la persona del medio al que pertenece de una forma globalizada. Fundamentalmente
se han estudiado las siguientes situaciones importantes:
a. el medio familiar, muy atendido en su estudio por Adorno et al., que investigan hasta
qué punto es importante en la formación de las actitudes sociales. También aquí hay que decir que
este factor no solamente influye en el contenido de algunas actitudes, sino en lo formal de ellas, por
ejemplo en su flexibilidad.
b. Los grupos de referencia en edades posteriores.
c. Situaciones creadas artificialmente: un largo psicoanálisis, un lavado de cerebro.

- Los medios de comunicación social y otras formas de persuasión. Mensajes verbales y no


verbales transmitidos para inducir actitudes en el que los recibe.

6. Funciones de las actitudes.

El hecho de que tengamos tantas y tan variadas actitudes, nos lleva a preguntarnos por su
papel dentro del conjunto de la economía total del aparato psíquico. Y ya desde el principio
tenemos que sospechar que si están ahí será porque satisfacen algunas importantes necesidades de la
persona. De no ser así serían algo inútil. Desde hace tiempo se viene señalando que en realidad las
actitudes no tienen una única función, sino varias. Y que el determinar este hecho es importante, ya
que la función que una actitud esté desempeñando en el funcionamiento psíquico de una persona
será importantísimo a la hora de planear una estrategia de cambio de esa actitud. Las principales
funciones que se han señalado son las siguientes:
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a. Función de adaptación (llamada también instrumental). Es claro que las actitudes nos
predisponen al contacto con objetos. En este sentido son verdaderos instrumentos para el organismo
en su persecución de objetivos. Así, en algunos casos adoptamos actitudes utilitarias en un sentido
retrospectivo, es decir basadas en refuerzos recibidos en el pasado, y en otros adoptamos actitudes
utilitarias en un sentido prospectivo, es decir, basadas en premios que anticipamos.

La gran utilidad de las actitudes, sin embargo, suele ser el lograr un objetivo social
primordial: el lograr la integración en un grupo. Las actitudes que cumplen esta función adaptativa
satisfacen necesidades sociales muy profundas del individuo, generalmente se forman por el
mecanismo llamado de identificación, y difícilmente cambian si no es por cambio de los objetos de
identificación (sean éstos una persona o un grupo).

b. Función de conocimiento, (llamada también económica). Las actitudes proporcionan


una especie de manual breve que nos indica como debemos comportarnos respecto de determinados
objetos. Y esto de forma sencilla y clara. Las actitudes son para el hombre común lo que una teoría
para un científico, generalizaciones o simplificaciones necesarias, ya que el mundo es demasiado
complejo para que lo individual sea siempre respetado.

En realidad las actitudes al cumplir esta segunda función están satisfaciendo una necesidad
muy importante en el hombre: su necesidad de poner orden en el caos de estímulos a que está
sometido, y de dar sentido a su experiencia. Cumplen especialmente esta función de conocimiento
aquellas actitudes que se constituyen en marco de referencia para nuestro conocimiento y actuación
en el mundo.

Algunos autores han subrayado muy especialmente esta segunda función. Son los que
piensan que el cambio de actitudes tiene que venir provocado ante todo por nuevos datos de la
realidad.

c. Función defensiva del Yo. A partir de Freud se ha pensado frecuentemente que


muchas de nuestras actitudes las adoptamos más con miras puestas en nuestros conflictos interiores,
que con ellas puestas en el objeto al que aparentemente van dirigidas. Adorno, por ejemplo,
hablaba ya de que la actitud antisemita probablemente tiene más que ver con una forma de lidiar
con el conflicto edípico y la figura del padre que con los judíos.

La base de estas actitudes está dentro del individuo, en su inseguridad y conflictos del Yo
con otras instancias de la personalidad, que pasa luego a proyectarse tranquilizadoramente en
objetos externos.

d. Función expresiva, o autorrealizadora. Estudiada ante todo por la psicología que


subraya la importancia de la autoexpresión y autorrealización como es la psicología humanística.
Las actitudes defensivas tenían como función evitar la expresión o autoexpresión del individuo.
Estas actitudes tienen como función todo lo contrario: expresar los propios valores, la propia
imagen. El individuo siente satisfacción en la expresión de estas actitudes que le estabilizan y le
ayudan a poner en acto todo lo que en potencia es.
Estas actitudes (y todas, en cuanto tengan en parte o en todo esta función) ayudan a
establecer y clarificar la propia identidad, confirman al sujeto en la sensación de que él es lo que
cree que es, y le llevan a moldear la propia imagen conforme al tipo de modelo escogido.
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Es verdad que la persona, "tomando postura" ante los demás y las cosas, adquiere identidad
propia. Se afirma. Una versión menos pretenciosa de lo que vamos diciendo es lo que afirmaría
Festinger y los autores de la disonancia: la persona adopta aquellas actitudes que justifican su
conducta, y así logra que su propia imagen no padezca ni se deteriore. (Acabaré adorando el
ejército, en el que me metí por voluntad de mi padre, y siendo un perfecto militar, con las actitudes
propias de tal persona, porque lo contrario me llevaría a pensar de mí mismo que soy "un pobre
diablo sometido a papá contra su propio gusto", cosa intolerable).

7. La medida de las actitudes.

Habría que hablar quizá mejor de "evaluación" de actitudes. En cualquier caso, vamos a
hablar de las más usadas formas de constatación de la valencia e intensidad de las actitudes
individuales y de grupo. Quizá antes convenga decir que no hay que rechazar los métodos menos
cuantitativos, como son:

a. La observación directa del comportamiento del sujeto, para notar las constantes
comportamentales que revelan variables internas, actitudes.

b. Las declaraciones verbales no dirigidas, que revelan convicciones, certezas implícitas,


etc.

c. Los documentos personales de cualquier tipo, que siempre se pueden someter a análisis
de contenido.

De todos modos desde los años veinte se vienen construyendo las llamadas escalas, que
permiten, en mayor o menor grado una cuantificación bastante adecuada. Naturalmente la
construcción de instrumentos de medida, de escalas, supone (con mayor o menor derecho) lo
siguiente:

1º. que las actitudes se manifiestan al exterior en forma de opiniones. 2º. que en cada
actitud existe un continuo de intensidad, que va desde "actitud muy favorable, a actitud muy
desfavorable". 3º. que en ese continuo se pueden distinguir grados de intensidad. 4º. que existe un
punto cero, en el que se da la indiferencia.

El hecho de que estos presupuestos sean muy cuestionables hace que en realidad la medida
de las actitudes sea bastante frágil. Enumeramos los principales intentos hechos a lo largo de la
historia por medir las actitudes.

A. Bogardus y las escalas de distancia social.

En 1925, en una investigación sobre prejuicios nacionales y raciales, Bogardus empleó ya


su escala. Esta consistía en una serie de proposiciones ordenadas según su grado de hostilidad, que
expresaban posibles conductas frente al grupo racial de que se trataba. La más "cercana" a ese grupo
era "Encontraría normal el hecho de que un judío llegara a ser pariente próximo mío, y entrara a
formar parte - a causa de un enlace matrimonial - de mi propia familia". La más lejana: "Pienso que
habría que exterminar a los judíos en este país y en los demás". Se pide al sujeto que señale cuál de
las 9 frases está dispuesto a admitir. Así señalaba Bogardus su distancia social del grupo en
cuestión, y deducía lo favorable o desfavorable de la actitud mantenida.
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La construcción de este tipo de escalas es fácil, pero son de uso muy limitado, ya que no
sirven más que para medir actitudes frente a grupos humanos. Los especialistas notan además un
grave defecto: su falta de rigor a la hora de establecer "unidades de distancia" (¿existen igual
número de grados de favorabilidad, por ejemplo, entre la frase 1 y la 2 que en-ire la 3 y la 4?).

De todos modos las escalas de Bogardus fueron un paso importante seguido después por
otros autores (Dodd en 1935 y Crespi en 1944). Reproducimos, por su interés histórico y
posiblemente inspirador, la serie de items de Bogardus referidos a un grupo social cualquiera:

GRUPO ACERCA DEL CUAL SE DEBE RESPONDER :

1 Admitiría a esas personas en relación de parentesco, tan estrecha como la


que pueda surgir del matrimonio.

2 Admitiría a esas personas en mi club, como amigos míos.

3 Admitiría a esas personas en mi calle y en mi barrio, como vecinos.

Admitiría a esas personas en el mismo trabajo que yo tengo,


4 como compañeros de trabajo.

5 Admitiría a esas personas como turistas en mi país, pero nada más.

6 Expulsaría a esas personas de mi país.

B. Thurstone y sus escalas de actitudes.

En 1929 L. L. Thurstone intenta resolver alguna de las pegas de Bogardus. Va a construir


escalas que sirvan para medir todo tipo de actitudes, y no solamente las actitudes ante grupos
raciales. Además va a intentar llegar a tener unidades de medida simples que permitan una
cuantificación más adecuada. La construcción de sus escalas Presupone cinco pasos importantes (y
no sencillos):

1º: Definición del objeto de la actitud a medir.


2°: Recogida del mayor número posible de afirmaciones, opiniones, etc. a propósito de ese
objeto.
3º: Clasificación de esas afirmaciones, hecha por un grupo de "expertos", que deben ser
unos 40 (entre 40 y 100 decía Thurstone), en "más o menos favorables" al objeto. Esto se hace de
una manera exacta, atribuyéndoles un puntaje de 1 a 7, de 1 a 9, o de 1 a 11, según los caso, para
determinar numéricamente, hallando la mediana de lo que dicen esos "jueces", si esa frase es
favorable o desfavorable al objeto medido, y en qué grado lo es.

4°: Se eliminan aquellas afirmaciones que, en su clasificación por los jueces, han mostrado
gran dispersión. Se seleccionan aquellas en que ha habido mayor acuerdo por parte de los jueces.

5º: Se atribuye a los items seleccionados un puntaje, o "peso específico", según su


favorabilidad o desfavorabilidad atribuida por los jueces.

Así elaborada la escala se presenta a los sujetos. Consiste, pues, en una serie de
afirmaciones, de entre las cuales el sujeto debe elegir todas aquellas con las que esté de acuerdo. Se
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suman los pesos específicos de esas frases, y se divide por el número de frases, y se tendrá una
puntuación del sujeto.

Como se ve la gran pega de este tipo de escalas es la complicación que introduce el hecho
de tener que usar en su construcción un número grande de "jueces expertos", que no siempre se
tienen tan a mano.

C. Likert y sus escalas de actitudes.

En 1932 R. Likert elabora el método más exitoso de medida de actitudes. Es un método


sencillo:

1°: Se formula una serie de frases, etc. respecto del objeto que previamente se ha definido.
A ser posible se deben usar expresiones de la misma población cuya actitud se quiere medir.
2°: Se decide el tipo de respuesta: es una reacción verbal que ha de expresar el grado de
acuerdo (muy de acuerdo, poco o nada, p. ej.), o la frecuencia (siempre, pocas veces, nunca), u otra
forma de gradación de valencia e íntensidad. Se decide como se va a evaluar, cualquiera que sea la
forma elegida, numéricamente.
3°: Se aplica esa serie de items a un grupo, para poder analizar los items y así determinar
cuáles de ellos son discriminantes, y constituyen una escala homogénea. Con ellos se elabora la
escala definitiva.
4°: De esta escala definitiva, en una nueva aplicación, se puede calcular la fiabilidad por
cualquier método apto, igual que se hace en otros tests, y lo mismo la validez, comparándola con un
criterio externo (con un buen test ya validado, o comparando grupos que se suponga a priori que
difieren en esa actitud, o quizá verificando otras hipótesis).
5º: Se elaboran normas de interpretación: baremos, puntuaciones típicas, o lo que
convenga.

Es un método en el fondo sencillo, y con grandes ventajas sobre los anteriores. Incluso
permite hacer análisis factorial, o análisis de clusters, para determinar la posible
multidimensionalidad de la actitud medida.

D. Osgood y el diferencial semántico.

En 1957 C.E. Osgood, Suci y Tannenbaum, elaboran un método muy conocido y útil en
investigación: el diferencial semántico, que intenta averiguar no sólo el grado de favorabilidad que
un sujeto tiene respecto de un objeto, sino, más matizadamente, cómo es en detalle su postura frente
a él. "Qué significado tiene ese objeto para él". El método es sencillo: El objeto de la actitud, ahora
llamado "concepto", preside un cuadro al que se enfrenta el que responde. Debajo de él van muchos
pares de adjetivos opuestos entre sí (unos 50 inicialmente) que constituyen otras tantas miniescalas
respecto de las cuales el sujeto ha de calificar al concepto propuesto. Ej.:

PADRE
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Agradable :___:___:___:___:___:___:___:___: Desagradable


Simpático :___:___:___:___:___:___:___:___: Antipático
Débil :___:___:___:___:___:___:___:___: Fuerte
Cálido :___:___:___:___:___:___:___:___: Frío
Dulce :___:___:___:___:___:___:___:___: Amargo
Suave :___:___:___:___:___:___:___:___: Aspero
Honesto :___:___:___:___:___:___:___:___: Deshonesto

Osgood encontró que el gráfico resultante era muy expresivo de lo que ese concepto
significaba para el sujeto. Además, sometiendo diversas aplicaciones de su instrumento a análisis
factorial, encontró que en realidad había tres dimensiones subyacentes en toda actitud:

1°. la dimensión evaluativa (algo es bueno-malo, positivo o negativo)


2°. la dimensión de potencia (algo es fuerte-débil)
3º. la dimensión de actividad-pasividad, (algo se vive como pasivo o activo).

Parece ser que estas son las dimensiones fundamentales con las que la psicología humana
caracteriza los contenidos lingüísticos. Aunque la más importante dimensión es la evaluativa (lo que
siempre se llamó "valencia" de las actitudes).

En el semántico diferencial de Osgood, el sujeto, al tener que calificar al objeto, por


ejemplo DEMOCRACIA, en dimensiones tan extrañas como agria o dulce, bella o fea, etc., realiza
un esfuerzo de abstracción no requerido por las escalas de Thurstone ni de Likert, en las que
cualquier proposición se presenta muy concreta y fácil de delimitar.

La puntuación detecta el componente afectivo de la actitud, es decir la dimensión


evaluativa. No el componente cognoscitivo (es un método que nada tiene que ver con las opiniones
del sujeto, sino con lo más latente de la actitud), ni el reactivo. Esto hace que el semántico
diferencial tenga mínimo valor predictivo (el que yo atribuya una connotación semántica de "cálido
- dulce, fuerte, etc. a Felipe González, no puede llevar a nadie a predecir si le voy a votar o no
dentro de tres años).
Es un método muy útil al investigador, al que le interesan realidades como "actitud de un
grupo". Pero poco al que se interesa por la actitud individual.

E. Otros métodos, menos usados, y que sin embargo debería conocer el especialista, son
el "Análisis jerárquico" de Guttmann, y el "Análisis de la estructura latente" de Lazarsfeld. No los
consideramos objeto adecuado de unos breves apuntes escolares.

8. Las actitudes estructuradas entre sí: teoría de la disonancia cognoscitiva.

Leon Festinger y E. Aronson autores gestaltistas, como tantos otros psicólogos sociales,
se han preocupado por el hecho de que las actitudes están en íntima conexión entre si, formando en
nuestra estructura psíquica un todo coherente. Sus investigaciones sobre este hecho han dado lugar a
que, por ejemplo, Festinger siga siendo, al cabo del tiempo, el autor más citado en Psicología
Social (así ocurría en 1979).
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En su formulación más tradicional, la teoría de la disonancia cognoscitiva dice


sencillamente que existe la tendencia, muy poderosa, a la coherencia entre las actitudes del sujeto, y
sus diversos componentes y manifestaciones. Ahora bien:
-entre algunas actitudes pueden existir relaciones desajustadas, o disonantes. Se han
estudiado experimentalmente numerosos casos de disonancia, como "la verdad molesta", el caso en
que se actúa contra los propios principios morales, etc.
-cuando esto sucede el organismo desencadena una fuerte dinámica tendente a suprimir o
disminuir la disonancia.
-la aparición de estas fuerzas anti-disonancia se hace visible porque suele cambiar el
comportamiento, el conocimiento, o la forma de sentir del sujeto.
-sobre todo, cuando se da disonancia entre varios elementos de la estructura del sujeto,
cambia su manera de recibir nuevos datos sobre la realidad.

Reducción de la disonancia. Como se ve, todo esto equivale prácticamente a decir que la
persona tiene una motivación radical y básica, que es la tendencia a mantener la coherencia, y a
reducir las disonancias que vayan apareciendo.

Naturalmente existen dos formas de reducir la disonancia. Una consiste en modificar el


sistema total de actitudes (el dato nuevo de una curación milagrosa es disonante con mi ateísmo
militante, y por tanto tras presenciar una de esas curaciones me vuelvo un creyente más o menos
fervoroso). La otra es modificar el dato recibido, de manera que deje de ser disonante con mi
estructura. En el caso anterior consistiría en elaborar una explicación que hiciera asimilable esa
curación por mi sistema de actitudes precedente: por ejemplo convenciéndome de que esa persona
era una histérica, y su enfermedad era falsa.

Existen dos casos en los que es especialmente crítica la entrada en juego de la disonancia:
1. La entrada a pertenecer a un grupo, con sus consiguientes costos personales, ya que pertenecer
supone siempre una cierta renuncia a grados de autonomía personal, y un sometimiento a normas
sociales, (algo claramente disonante con actitudes profundas de autoestima, de deseo de placer, etc.)

2. Las situaciones que siguen a una decisión.

Respecto del primer caso Existen muchos estudios sobre cómo un mayor costo en el
momento de la entrada en un grupo provoca mayor disonancia, y por tanto mayor tendencia a
reducirla. Eso hace que cuando "nos ha costado mucho" pertenecer a un grupo, tendamos a
estimarlo mas, a justificar más su existencia, a elaborar incluso teorías sobre sus excelencias, etc.

Respecto del segundo caso Festinger ha sido especialmente explícito. Para él todo proceso
postdecisional induce un estado de disonancia, ya que incluye siempre el hecho de haber renunciado
a alguna alternativa deseable. Y, contra todo sentido común, cuanto lo elegido sea menos
gratificante más se desarrollarán mecanismos de restablecimiento de la congruencia. "Las ratas y los
hombres acaban amando aquello por lo que han sufrido", es decir, a menor recompensa por hacer
algo, mayor cambio en el sujeto.

Tolerancia a la disonancia. Toda persona tiene un margen de tolerancia para situaciones


de disonancia, que siempre se dan en la vida. Esta tolerancia es variable para las distintas personas,
y probablemente en una misma persona en distintas situaciones de su vida.

Una forma frecuente que tenemos que elevar nuestro margen de tolerancia a la disonancia
es dividir nuestras actitudes en esenciales, secundarias, y marginales. ("Aunque soy un puritano y
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creo que un cristiano no debe tratar con gentes de vida desordenada, mantengo el trato con mi hijo
que vive con una mujer casada, porque creo que ser padre es más importante que nada").

Disonancias fuertes, e inevitables, suelen desembocar en neurosis.

Principales experimentos que prueban la teoría de disonancia cognoscitiva:

a. Festinger y Carlsmith en 1959.

Someten a los sujetos a una tarea aburridísima, del tipo de ordenar objetos triviales en una
bandeja, vaciarla, llenarla de nuevo, y así innumerables veces. Luego se les "aclaraba"
(mentirosamente) que habían participado en un experimento psicológico sobre los efectos
que las expectativas causan en la conducta humana: "vosotros sois sujetos de control, pero cuando
lo hacemos con sujetos experimentales, hay uno que, antes de empezar, les dice que él ya lo ha
hecho en otra ocasión, y que la tarea le ha resultado divertidísima, agradable, etc. Ahora bien,
para sucesivas veces en que se experimente esto, ¿estaría alguno de vosotros dispuesto a hacer el
papel del que provoca expectativas?" Por supuesto sabed que se paga por ello.

Los sujetos que se presentan voluntarios van a ser los verdaderamente experimentales.
Ahora bien, cuando se hace el experimento con su colaboración, a unos se les paga con 20 dó1ares
(por decir esas mentiras de que todo es divertido), y a otros solamente con 1$ (un dólar).

En un último paso se les da un cuestionario en el que deben pronunciarse sobre si


consideran que todo el proceso experimental es interesante y de algún valor.

Resultados: Sujetos de control: -0.45 (en una escala en que "es aburrido" = -5,
"es interesante" = +5)
Pagados con 1 dólar: -1.33
Pagados con 20 dólares -0.05

Es decir: Los resultados contradicen los principios de una psicología de premios y


castigos. Los menos pagados acaban teniendo gusto por la tarea. O al menos así lo dicen. "Como
para ellos era mayor la disonancia - hacían un experimento molesto casi gratis - cambiaban más".

b. Aronson y Mills en 1959.

En una universidad se fingió una investigación sobre la dinámica del grupo de discusión, y
cómo era afectada por la temática sexual, cuando ésta pasaba a ser el tema central.
Primero, se hizo saber a las candidatas (eran mujeres) que querían participar, que el
experimento "podía ser un poco duro para alguna".
Segundo, se les somete a una iniciación: "Tenemos que asegurarnos de que vais a poder
llevar sin inhibiciones el experimento", Esta iniciación se hace diferente para dos grupos. Al grupo
A se le hace leer una serie de párrafos obscenos, y una lista de palabrotas, ante un profesor joven
del sexo masculino. Esto además lo hacen de una en una y a solas con él. Al grupo B sencillamente
se les pidió que leyeran ante un profesor una serie de palabras "no excesivamente sexuales", como
"prostituta", "virgen", etc.
Tercero, pasan al "experimento", que resultó ser una charla por magnetofón sobre la
conducta sexual secundaria de determinados animales inferiores.
Por fin todas las participantes tenían que rellenar un cuestionario que medía su opinión
acerca del experimento: si era interesante o aburrido, y sobre las participantes: si eran inteligentes o
no inteligentes.
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Resultados: Los sujetos sometidos a más severa iniciación juzgan el experimento como
más interesante, y a las participantes como más inteligentes.

c. Festinger, Riecken y Schachter en 1956, "When profecy fails".

Es el caso real de Mrs. Marian Keech, que había predecido el fin del mundo para el 21 de
Diciembre de aquel año en Salt Lake City. Los psicólogos acuden desde la Univerisdad de
Minnesota y presencian el hecho. Con Mrs. Keech había un grupo de discípulos, de los que habían
vendido posesiones, etc. por seguir su doctrina. Simultáneamente se controla a un grupo de
"creyentes" en ella que no están allí por haber marchado de vacaciones de Navidad a sus casas.

La profecía falló, claro está, provocando la hipotética disonancia. En el grupo que estaba
junto en Salt Lake City, y que por tanto se apoyaba mutuamente, la disonancia se redujo
reinterpretando toda la realidad ("Dios se ha apiadado, etc."). Nadie abandonó la fe. Al revés, se dio
una gran actividad proselitista. Los que se habían ido a casa, y estaban solos, redujeron la
disonancia cambiando internamente. En su mayor parte dejaron de creer en Mrs. Keech.

Estos experimentos y otros de su estilo parecen apoyar fuertemente la teoría de la


disonancia cognoscitiva.

Ultimamente (después de 1964) Festinger asegura que la disonancia se da tras los procesos
de decisión, pero no siempre ni necesariamente. De la disonancia cognoscitiva cabe decir que es
universalmente aceptado es que se trata de una buena teoría, y que aclara el proceso psicoanalítico
de la racionalización.

9. Problemática general del cambio de actitudes.

Es claro que las actitudes tienden a permanecer estables. Es una de sus características
principales. La misma selectividad de la atención que las actitudes introducen en el psiquismo, es un
elemento de estabilidad. Sin embargo las actitudes cambian. Muchos procesos importantes se
pueden reducir al de "cambio de actitudes": la educación, la propaganda, la terapia, por ejemplo.
Veamos los enfoques teóricos más importantes que se han dado al problema del cambio de actitudes
(aparte del estudiado ya por la disonancia cognoscitiva).

A. Enfoque racional. Tiene en cuenta más que nada la importancia de la información.


Como subraya el componente cognoscitivo de las actitudes, intenta reforzarlo en la dirección
deseada, proporcionando nuevos datos y nuevos conocimientos al sujeto. En este enfoque se
presupone que si el sujeto no cambia es "porque no sabe bastante", "porque no conoce la verdad".
Se acepta el principio implícito de que a más información más cambio.

La hipótesis básica sería ésta: El hombre en esencia es un ser homeostático, tiende a


estructurarse, a integrar la información que recibe del exterior, a restaurar el equilibrio perdido.
Precisamente por eso un dato nuevo y desconocido hasta ahora obliga a la reestructuración, y por
tanto al cambio.

B. Enfoque motivacional, o afectivos Tiene en cuenta más que nada la importancia de las
necesidades y emociones. Y entre ellas suele atender sobre todo a la necesidad de adaptación a las
presiones sociales, es decir, la necesidad de conformidad. Esto equivale a decir que en este enfoque
prevalece la convicción de que la integración de datos de información (cognoscitivos o racionales)
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puede hacerse inútil o imposible, ya que toda percepción e interpretación de la información se hace
a partir de las propias necesidades y afectos. Cambian, sin embargo, aquellas actitudes que con su
cambio permiten la integración en el grupo (en el medio social). Por ello proporcionar más datos
aislados será en general poco eficaz si no cambia el marco de referercia.

La hipótesis básica de este enfoque sería ésta: El hombre adopta determinadas actitudes
para ser como los demás. Es decir, para satisfacer su necesidad de sentirse aceptado, querido, de ser
confirmado en sus certezas, de recibir ratificación.

C. Enfoque funcional, o de defensa: Parte de la constatación de que frecuentemente más


datos suelen confirmar una estructura ya existente, debido a que una actitud se adopta para defender
al Yo amenazado. Cree que las actitudes son, por su esencia, deformantes de la realidad. Este
enfoque, como su raíz psicoanálitica, concibe la estructura actitudinal como una armadura en gran
parte petrificada, y que ningún dato que provenga del afuera puede en realidad modificar, sino que
más bien se verá reforzada por todo aquello que aparezca como nuevo, y por tanto como
amenazante.

La hipótesis básica de este enfoque sería: El hombre es un ser en conflicto y con fuerte
capacidad de autoengaño. Esta característica se manifiesta en el desarrollo de diversas estrategias
funcionales, que pretenden ayudar a sobrevivir, aunque en realidad sólo consiguen una existencia
estereotipada y mediatizada. Si existe resistencia al cambio es porque existe sentimiento de riesgo y
miedo al abandono de la defensa largamente elaborada. El hombre sabe que crecer (cambiar) es
morir a algo anterior y caduco. Y se resiste. Ante esta situación no cabe más que la interpretación y
el desmontaje previo de la defensa, para hacer la vieja actitud inútil y así posibilitar su cambio.

D. Enfoque ecléctico o comprensivo: Un cambio de actitudes real, y que pretende ser


duradero, debería partir de la constatación de que toda actitud puede tener una función triple:
defensiva, de adaptación, y de integración interna. Así deberá incluir los tres pasos vistos hasta
ahora, como fases de un proceso de cambio único. Primero deberá procurar un desbloqueo, de
estructuras previas defensivas. Luego deberá presentar nuevos marcos de referencia que hagan
deseables las nuevas actitudes. Y por fin proporcionará los datos desconocidos que deban ser
integrados. En el fondo es el proceso de cambio que E.H. Schein y tantos psicólogos llaman con los
tres clásicos nombres de "Un-freezing, change, re-freezing": descongelamiento, cambio,
recongelamiento.

10. Cambio de actitudes y relación interpersonal.

La mayor parte de nuestros cambios de actitud de dan en procesos de comunicación. El


autor que con más detalle y éxito ha estudiado estos procesos de influencia mutua, ha sido H. C.
Kelman (1961) un clásico ya en la materia. Es interesante su análisis de las tres características que
puede tener el sujeto que es "fuente de información" e "inductor de cambio", y de los tres tipos de
procesos que induce en el que recibe la información, y por tanto es influido y cambia.

a. Credibilidad. Se dice que el comunicante tiene credibilidad cuando es percibido como


experto, como sabedor. Y cuando además se le ve como digno de confianza, honesto, y sin
prejuicios ni motivaciones ocultas.

La credibilidad provoca el proceso que llamamos internalización. El otro integra el


mensaje en el propio sistema de valores y creencias. La asimilación del mensaje en estos casos es
profunda y estable; permanece aunque se olvide su origen, o incluso aunque el comunicante original
cambie de postura.
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La razón por la que se da internalización es porque todos tenemos necesidad de adaptarnos


a la realidad exterior (a la realidad que percibimos como objetiva). Es decir, tenemos fuerte
necesidad de objetividad.
Quizá las especulaciones sobre esta característica han tenido poco en cuenta que también
tenemos fuerte necesidad de adaptación a la realidad exterior social (a las expectativas de los
demás), lo cual nos hace a menudo internalizar actitudes que se nos transmiten como muy
subjetivas y personales.

b. Atractivo. Se dice que el comunicante tiene atractivo cuando suscita deseos de ser como
él, de ser aceptado por él, porque ello aumenta la propia autoestima. La atracción está hecha en
general de:
-familiaridad, que tiene una relación de U invertida con la atracción experimentada
-semejanza, que hace sentir la presencia placentera del "nosotros". Rokeach demostró que
la semejanza más decisiva es la del sistema de creencias y valores. Se necesita semejanza para que
haya atractivo, pero si ya lo hay en cosas básicas, se toleran grandes diferencias en otras
dimensiones.
-afecto, a menudo creado por la semejanza, pero que a menudo es causa de semejanza en
un proceso circular.

El atractivo provoca el proceso que llamamos identificación. El otro elabora sus actitudes
de manera que le ayuden a definir su propio rol en función de su relación con el comunicante (que
le hagan ser "amigo", "buen discípulo", "hijo", o lo que sea). Cuando el cambio de actitudes se basa
en la identificación, no se internaliza: si el comunicante cambia de opinión, también cambiará el
receptor, para que no sufra la relación con él, tan deseada.

Téngase en cuenta que existe una patología del cambio de actitudes a partir del atractivo,
es el caso de la identificación con el agresor.

c. Poder. Se dice que el comunicante tiene poder cuando controla premios y castigos. Es
decir, cuando puede proporcionar placer y dolor. Crea, para hacer cambiar al otro, conductas de
evitación de la ansiedad.

El factor poder provoca el proceso llamado de sumisión. En general se puede decir que no
es un verdadero cambio interno, aunque, como consecuencia de la disonancia cognoscitiva que
provoca puede desembocar en un cambio profundo y estable (sería el caso de la adopción de la
mentalidad capitalista por parte de aquellos que más padecen sus efectos nocivos, o de las actitudes
del amo por parte del esclavo). En casos de sumisión al poder el cambio suele durar lo que dura el
potencial hedónico del que ejerce el poder.

NOTA: No entramos aquí en la mecánica de la persuasión ni la propaganda, aunque


bastantes de sus leyes se desprenden de lo dicho más arriba.

11. La temática del prejuicio.

Durante años, y a partir de los estudios de Allport y Kramer en 1946, se ha estudiado


mucho el fenómeno del prejuicio. En realidad el prejuicio es una actitud bastante extrema, con un
fuerte componente de estereotipo, y que tiene por objeto a un grupo humano. Podría haber
prejuicios positivos, pero se suele reservar el nombre para los negativos solamente. Los prejuicios
han llamado la atención de los estudiosos por su capacidad de engendrar formas extremas de
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comportamiento. Y se ha dirigido notable atención a su origen y formación. Tradicionalmente se


han señalado los siguientes orígenes al prejuicio:

a. Origen histórico. Según este enfoque los prejuicios serían racionalizaciones más o
menos conscientes, elaboradas por un grupo para justificar situaciones históricas inadmisibles. Así
Cox: "El prejuicio social o racial es una actitud social propagada por la clase explotadora para
justificar la explotación del grupo que le proporciona recursos.

Claro que esta explicación no explica todos los prejuicios. Es una teoría sencilla que
explica uno de los factores del prejuicio.

b. Origen sociocultural. Pertenecer a un grupo supone aceptar y vivir de hecho unas


normas organizativas, someterse a unas figuras de identificación determinadas, y a la vez participar
de determinadas aspiraciones, deseos, frustraciones, odios, etc. impuestos por el contexto social. Así
aprenderíamos a tener prejuicios como forma de integración en los grupos sociales.

c. Origen psicodinámico. Se han dado dos posibles explicaciones psicodinámicas. La


primera parte de la necesidad de identidad personal, de la necesidad de elaborar un concepto propio
claro y de eliminar ambigüedades. Esta necesidad, en personas especialmente inseguras, sería más
acuciante, y las llevaría a tomar posturas muy nítidas frente a los grupos extraños, para, por
constraste sentirse más identificadas ellas mismas. Por tanto a la base de los prejuicios habría
inseguridad personal. Claro que esto explica que se den prejuicios, no que se den precisamente éstos
en éstas personas. Lo específico se explicaría por aprendizaje del grupo.
La segunda es sencillamente la del chivo expiatorio. Esta explicación acepta la hipótesis
de que detrás de toda agresión hay una frustración. Así el origen remoto de un prejuicio es una
frustración, individual o de grupo. Esta frustración origina agresividad, que tenderá a proyectarse en
algún objeto apto del medio. Preferentemente en un objeto humano (un grupo-chivo emisario). Y
posteriormente se dará toda una labor de racionalización que justifique el proceso, con lo cual nace
el elemento estereotípico del prejuicio.

Aun a sabiendas de que hay mucho por decir a propósito del prejuicio, trasladamos algunas
de las conclusiones experimentales sobre sujetos prejuiciosos que aparecen en la literatura:

* Todo indica que la fijación a los esquemas paternos conduce al prejuicio. Y por el
contrario, que actitudes críticas respecto a los padres liberan del prejuicio.
* El puro contacto con personas del grupo prejuzgado no disminuye el prejuicio. Sí lo
disminuye el contacto de intimidad (es decir, igualitario).
* El sentimiento de victimación engendra prejuicio hacia otros grupos. Las mujeres tienden
a ser menos prejuzgadoras que los hombres.
* Autoritarismo correlaciona muy alto con prejuicio.
* Las personas con muchos y extremos prejuicios sienten muy poca culpa consciente por
sus prejuicios. Mientras que las personas con pocos prejuicios viven muy culpablemente aquellos
que tienen.
* Una concepción del mundo negativa, y que cree que lo que impera es la "ley de la selva",
tiende a correlacionar con altos prejuicios.

Bibliografía.

1. Allport, G.W., La Naturaleza del Prejuicio, Eudeba, Bs. Aires, 1962.


22

2. Eysenck, H.J., Psicología de la decisión política, Ariel, Barcelona

3. Bettelheim, B., Cambio Social y Prejuicio, Fondo de Cult. Económica, México, 1957.

4. Festiger, L., Teoría de la disonancia cognoscitiva, Instituto de Estudios Políticos,


Madrid 1975.

5. Kiesler, Ch. A., Collins, B.E. y Miller, N., Attitude Change, Wiley and Sons, New
York 1969.

6. Mayor, J., & Pinillos, J. L. (Eds.) (1989). Tratado de psicología general, tomo 7:
Psicología de las Actitudes. Madrid: Alhambra.

7. Reich, B. y Adcock, Ch., Valores, Actitudes y cambio de conducta, CECSA, México


1980.

8. Rokeach, M., Beliefs, Attitudes and Human Values, Jossey-Bass, San Francisco 1976
.
9. Triandis, H.C., Actitudes y cambios de Actitudes, Ed. Toray, Barcelona 1974.

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