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Psicología II
Bibliografía.
OBJETO REACCION
de la Conductas que
ACTITUD expresan la actitud.
Toma de postura
preformada.
Aspecto latente que orienta la
percepción, el sentimiento, y
la acción del sujeto.
Cfr. Mucchielli, R., Opinions et changement d'opinion. Librairies Techniques, Paris, 1969.
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Etimología de la palabra actitud: Viene del latín Aptitudo, que tiene a su vez varios
orígenes.
b. En la moral, (a donde pasa desde la plástica): Postura de respeto. Postura ante otro
Por este camino la noción de Actitud llega a ser fundamental para explicar la relación
entre estimulación y respuestas: pasa a considerarse con todo derecho una de las principales
variables intermedias. (Son Thomas y Znaniecki los que introducen en Psicología social en su obra
sobre el campesino polaco en los Estados Unidos, la noción de Actitud como "disposición al
trabajo", independiente de las cualidades básicas que hacen a una persona "apta" o "experta").
Definiciones iniciales.
Allport: Como veremos más adelante formula una definición muy completa, partiendo de
la noción de "estado de preparación para actuar": State of readiness... 1935.
Muy pronto se introduce se intruduce la función que las actitudes desempeñan, como parte
de la definición: "Que sirven para dar estabilidad y equilibrio a la personalidad".
a. Variable observable.
b. de preparación a la acción (relación sujeto-objeto - no como rasgos)
c. Polarizada (a favor o en contra).
d. Aprendida y por tanto influenciable.
(Todo esto constituye una quasi definición por atributos, sin teoría previa):
Actitud sería sencillamente una predisposición a reaccionar ante un estímulo social de manera
estable y predecible, o, de otra manera: Tener una actitud es tender a pensar, sentir y actuar de la
misma manera ante el mismo estímulo.
El tema de las actitudes fue durante años, y hasta que la dinámica del grupo floreció de
modo extraordinario, el centro de la Psicología Social. Algunos autores, como Thomas y
Znaniecki (1918) y W.B. Watson (1925) incluso llegaron a decir que La Psicología Social se
reduce al estudio las actitudes.
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1. DEFINICION DE ACTITUD:
Como anunciábamos antes, la definición más definitiva del concepto se debe a Allport.
Vamos a comentarla ya que parece ser la más completa, y aún actual.
b. De tendencia a responder. Existe una polémica entre los autores de corte positivista,
que creen que las actitudss se pueden reducir a simples respuestas, y los autores que piensan en las
actitudes como algo intermedio entre el estímulo y la respuesta: como una mediación. Naturalmente
que, aun decidiéndose por este último tipo de explicación, aún queda intacto el problema de
explicar cómo se realiza esa mediación, y que las explicaciones son variadas.
e. Y que ejerce un influjo directivo y/o dinámico en la conducta. Aquí hay implícito un
problema. Si las actitudes son sencillamente canalizadoras (influjo directivo) de la conducta, y así lo
defendemos, tendremos una concepción de la energía psíquica que la presupone inalterable en su
cantidad. Las actitudes son responsables sencillamente de que esta energía psíquica se dirija a este
objeto o a aquel otro.
Todos los autores están de acuerdo en que las actitudes ejercen, al menos, un influjo
directivo - es decir de selección de objetos - en la conducta. Muchos se inclinan también a
atribuirles un influjo dinámico.
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Opinión. Diferentes autores se han fijado en matices que distinguen el concepto de actitud
y el de opinión. Hovland (1953) opinaba que la opinión es una manifestación concreta y específica
de una actitud más general. Bogardus (1933, más bien había pensado que mientras las opiniones
serían el aspecto consciente y racional, las actitudes serían el aspecto inconsciente e irracional de
una misma realidad. Deutsch y Gerard (1955) piensan que la mejor distinción que se podría hacer
sería a propósito del contenido de que tratan: en las opiniones el contenido sería más "informativo"
(opino que este poema es de Lorca), y en las actitudes más "normativo o evaluativo" (creo que este
poema es magnifico).
Mc. Nemar (1946) cortó por lo sano diciendo que una opinión es una actitud medida por
un solo item, mientras que una actitud es la misma realidad, pero medida por una escala o una serie
de items.
Sin embargo M. Rokeach (1976), que ha estudiado esta distinción en profundidad, cree
que, sencillamente, una creencia es un elemento más irreductible que una actitud, ya que una actitud
no es sino una organización relativamente estable de diversas creencias en torno a un objeto o a una
situación.
En general todo interés supone una actitud positiva, aunque puede haber intereses
momentáneos que no revelen ninguna actitud. Sin embargo no toda actitud se traduce en un interés:
así yo puedo tener una actitud muy positiva hacia la investigación, y la apoyaré o fomentaré llegado
el caso, pero sin embargo puedo a la vez no sentir ningún interés por convertirme yo mismo en un
investigador.
Las actitudes implican mayor estabilidad que los intereses y que motivaciones. Así una
madre tiene una actitud positiva hacia su hijo aunque en este momento esté interesada por el libro
de psicología que está leyendo, y no por su hijo, no esta motivada ni interesada en cambiarle la
ropita). Si el niño llora desaparece el interés por la lectura, la madre se motiva para cambiar a su
hijo, hecho lo cual su actitud favorable hacia él vuelve a quedar latente, y quizá resurge el interés
por el libro.
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Como se ve, mientras que una actitud está más focalizada en un objeto o una situación, un
valor es un ideal más abstracto que guía las acciones y la persona trascendiendo objetos y
situaciones.
Es una conclusión muy común a los más diversos autores, que el hombre puede
"aproximarse" de tres maneras diferentes a la realidad: conociéndola, sintiéndola, o actuando sobre
ella. Toda la tradición clásica, desde Platón y Aristóteles, ha repetido que toda toma de postura está
hecha de elementos cognitivos, afectivos, y conativos. A estos elementos es a los que la psicología
social, con rara unanimidad, ha llamado componentes de las actitudes. Componentes que ya
anunciaban las definiciones de actitud al señalar que las actitudes son tendencias a "pensar, a sentir,
y a actuar" de determinada manera. Repasamos cada uno de los componentes:
Otra manera de analizarlo es la de Rokeach al tratar de las creencias, cuando habla de que
éstas pueden tener diversos grados de centralidad, permeabilidad (conexión o desconexión entre sí),
y del gradiente de creencia (distancia del núcleo de lo que creo).
Sobre el componente cognoscitivo de las actitudes hay que notar que se da una influencia o
causalidad mutua: Los datos que se conocen del objeto influyen en la formación de actitudes. Pero a
su vez las actitudes que se tienen (con su componente cognoscitivo) influyen en la percepción de
nuevos datos. Este influjo de las actitudes en la percepción es de dos tipos, o tiene dos dimensiones:
1. Influjo en la percepción: Se tiende a ver no la realidad objetiva, sino una realidad más
o menos deformada por las propias actitudes. Uno de los mayores obstáculos cuando de trata de
renovar, por ejemplo, métodos en la iudustria o en cualquier organización, es que siempre hay
algunos sujetos a los que sus actitudes (conservadoras, escépticas, etc.) les impiden ver" las ventajas
de los nuevos métodos o enfoques. No hay que olvidar que las actitudes son descripciones de
nuestra capacidad de aprender, y de la propensión de un individuo a responder de una determinada
manera ante cierto estímulo. Las actitudes proporcionan "conjuntos de referencia" (Peel, 1970) que
dirigen la vida de la persona: todo lo que se piensa, siente y ve tiende a concordar con esa
referencia.
Las actitudes determinan por lo tanto las propiedades peculiares que se perciben en
cualquier situación-estímulo, Tendemos a ver lo que "queremos ver", y esta percepción condiciona
nuestras actitudes, las refuerza todavía más (lo cual explica en gran parte la resistencia al cambio de
las actitudes).
El componente emocional de las actitudes es el que se puede medir directamente por sus
concomitancias fisiológicas: el reflejo psicogalvánico de la piel, la dilatación pupilar, el pulso... son
en realidad medidas de este aspecto de la actitud. Cuando hablamos de intensidad de una actitud
nos solemos referir al componente emocional (aunque esto no quiere decir que, por ejemplo, el que
se tengan más datos y se "sepa más" del islamismo que del cristianismo, no pueda ser un índice de
que la actitud frente al islamismo es menos intensa que la otra).
Las implicaciones docentes del componente emocional son claras; a mayor "gusto" o
sentimiento positivo habrá más aprendizaje. Sorenson (1971) comenta un estudio de Poffenberger
y Norton que muestra como el aprendizaje de las matemáticas depende en buena parte de lo bien
que caiga el profesor de la asignatura y de lo agradable de la clase (de la actitud más general).
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Aunque a primera vista pudiera parecer que este es el elemento mas fácilmente medible
(por tratarse de conductas), tenemos que notar que incluso el método de Bogardus (1925) no es
claro que mida directamente el componente reactivo, ya que al no ser un método de observación,
sino de pregunta de lo que el sujeto "haría en esta o aquella situación", pasa a ser una medida de
"cómo se siente el sujeto", es decir, del componente afectivo.
De todos modos la vinculación de la actitud con la acción es importante, porque nos lleva a
poder usar a las actitudes como predictoras de conducta.
Nos interesa enumerar las principales características de las actitudes, porque van a ser las
que habremos de tener en cuenta a la hora de intentar su medida. Podemos enumerar las siguientes
caracteristicas:
a. Dirección de la actitud, o valencia. Se refiere a que una actitud puede adoptar la forma
de "favorable" o "desfavorable" al objeto. Claro que llamar sencillamente Positivo o negativo a
algo tan matizado como es el sentimiento, es muy imperfecto. Pues bien, con esa imperfección nos
conformamos al hablar de que las actitudes son polares, o bivalentes, es decir, que son a favor o en
contra. Sabiendo que, por ejemplo, diciendo "a favor" resumimos muchos posibles sentimientos,
como: "me produce alegría", "me da confianza", "me resulta agradable", "es interesante", y que
diciendo "en contra", resumimos muchos posibles sentimientos desfavorables, como: "me da
miedo", "lo desprecio", "me irrita", "me da asco".
Decir que una actitud es positiva o negativa frente a un objeto, es decir que el residuo
afectivo que me queda de ese objeto, y que persiste en mi, es "de tono" positivo o negativo.
Un problema que hay que abordar es el del punto cero. ¿Qué quiere decir estar en el punto
cero respecto de una actitud? Su interpretación es compleja. Newcomb sugiere que puede significar
tres situaciones anímicas diferentes: De ignorancia, cuando el objeto de la actitud en cuestión es
desconocido, y por tanto no existe actitud. Muchos sondeos de opinión están probablemente
equivocados en sus conclusiones por no tener en cuenta que quizá la población ignora
psicológicamente el objeto. De indiferencia, cuando el objeto suscita muy débiles sentimientos. Y
de conflicto o ambivalencia, cuando el objeto suscita simultáneamente sentimientos contrapuestos.
Como se ve en los tres casos el sujeto parece "no estar a favor ni en contra", cuando en realidad en
cada caso pueden existir situaciones personales bien diferentes.
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b. Intensidad. Es claro que la actitud frente a un objeto puede ser mas o menos extrema.
No entramos en la disputa de sí ser más extrema una actitud lleva o no consigo el ser más intensa.
Usamos ambos términos como sinónimos, aunque no siempre ha sucedido así en la literatura.
d. Centralidad. Se suele llamar central a una actitud que tiene múltiples conexiones con
otras actitudes del sujeto, con diversas zonas de su personalidad. Newcomb distingue entre
importancia de la actitud y su centralidad. Una actitud puede ser muy importante, sin por ello ser
central. Centralidad requiere una importancia "generalizada y estable en el tiempo". Así el fútbol
puede ser objeto de una actitud muy intensa, múltiple e importante para mí los domingos de cuatro
a siete. Pero no por eso es central. Y una prueba es que si desaparece esa actitud o cambia, no
cambian con ella muchos otros aspectos de mi vida, como pasa con las actitudes centrales.
Las estructuras actitudinales del fanático se suelen caracterizar, entre otras cosas, por
estar constituidas por muchas actitudes que han llagado a hacerse casi todas ellas "centrales". Por
eso el fanático se muestra tan amenazado por cualquier cambio: todo le modifica en algo vital. Para
el convencido hay un núcleo de actitudes centrales, muy permanentes, y una amplia corona de
actitudes periféricas. Existe, naturalmente el "sin opinión", para el que nada o casi nada es central.
Es un sujeto sin estructura interior.
La pregunta acerca de cómo se forman las actitudes es en cierta manera teórica, ya que tal
como solemos abordar el problema es partiendo siempre de actitudes previas, es decir, como un
problema de cambio mas que de formación de actitudes. Se suelen señalar los siguientes factores
como intervinientes en el proceso de formación de actitudes:
- Factores genéticos. Han sido muy poco estudiados por los científicos, ya que existe un
fuerte descrédito hacia las teorías que pretenden enraizar en la herencia actitudes sociales (por
ejemplo, actitudes racistas). Sin embargo parece que, aparte de los elementos aprendidos, puede
transmitirse uno de los constitutivos de la actitud, como es el nivel general de agresividad del
organismo. La etología debería contribuir a esclarecer este oscuro campo con sus estudios sobre el
imperativo territorial (animales con actitudes "innatas" contra sujetos de su propia especie, siempre
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Otro factor fisiológico estudiado ha sido la enfermedad, que parece influir de manera
específica: así el optimismo que suele observarse en los tuberculosos, o la agresividad de los que
padecen encefalitis. Naturalmente que de modo aún más dramático ejercen su influencia los
tratamientos de las enfermedades, que pueden aumentar la sugestibilidad y otras cualidades
actitudinales al modo como lo hace la droga.
-La influencia del entorno total. El conjunto de estímulos que, en forma de premios y
castigos, recibe la persona del medio al que pertenece de una forma globalizada. Fundamentalmente
se han estudiado las siguientes situaciones importantes:
a. el medio familiar, muy atendido en su estudio por Adorno et al., que investigan hasta
qué punto es importante en la formación de las actitudes sociales. También aquí hay que decir que
este factor no solamente influye en el contenido de algunas actitudes, sino en lo formal de ellas, por
ejemplo en su flexibilidad.
b. Los grupos de referencia en edades posteriores.
c. Situaciones creadas artificialmente: un largo psicoanálisis, un lavado de cerebro.
El hecho de que tengamos tantas y tan variadas actitudes, nos lleva a preguntarnos por su
papel dentro del conjunto de la economía total del aparato psíquico. Y ya desde el principio
tenemos que sospechar que si están ahí será porque satisfacen algunas importantes necesidades de la
persona. De no ser así serían algo inútil. Desde hace tiempo se viene señalando que en realidad las
actitudes no tienen una única función, sino varias. Y que el determinar este hecho es importante, ya
que la función que una actitud esté desempeñando en el funcionamiento psíquico de una persona
será importantísimo a la hora de planear una estrategia de cambio de esa actitud. Las principales
funciones que se han señalado son las siguientes:
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a. Función de adaptación (llamada también instrumental). Es claro que las actitudes nos
predisponen al contacto con objetos. En este sentido son verdaderos instrumentos para el organismo
en su persecución de objetivos. Así, en algunos casos adoptamos actitudes utilitarias en un sentido
retrospectivo, es decir basadas en refuerzos recibidos en el pasado, y en otros adoptamos actitudes
utilitarias en un sentido prospectivo, es decir, basadas en premios que anticipamos.
La gran utilidad de las actitudes, sin embargo, suele ser el lograr un objetivo social
primordial: el lograr la integración en un grupo. Las actitudes que cumplen esta función adaptativa
satisfacen necesidades sociales muy profundas del individuo, generalmente se forman por el
mecanismo llamado de identificación, y difícilmente cambian si no es por cambio de los objetos de
identificación (sean éstos una persona o un grupo).
En realidad las actitudes al cumplir esta segunda función están satisfaciendo una necesidad
muy importante en el hombre: su necesidad de poner orden en el caos de estímulos a que está
sometido, y de dar sentido a su experiencia. Cumplen especialmente esta función de conocimiento
aquellas actitudes que se constituyen en marco de referencia para nuestro conocimiento y actuación
en el mundo.
Algunos autores han subrayado muy especialmente esta segunda función. Son los que
piensan que el cambio de actitudes tiene que venir provocado ante todo por nuevos datos de la
realidad.
La base de estas actitudes está dentro del individuo, en su inseguridad y conflictos del Yo
con otras instancias de la personalidad, que pasa luego a proyectarse tranquilizadoramente en
objetos externos.
Es verdad que la persona, "tomando postura" ante los demás y las cosas, adquiere identidad
propia. Se afirma. Una versión menos pretenciosa de lo que vamos diciendo es lo que afirmaría
Festinger y los autores de la disonancia: la persona adopta aquellas actitudes que justifican su
conducta, y así logra que su propia imagen no padezca ni se deteriore. (Acabaré adorando el
ejército, en el que me metí por voluntad de mi padre, y siendo un perfecto militar, con las actitudes
propias de tal persona, porque lo contrario me llevaría a pensar de mí mismo que soy "un pobre
diablo sometido a papá contra su propio gusto", cosa intolerable).
Habría que hablar quizá mejor de "evaluación" de actitudes. En cualquier caso, vamos a
hablar de las más usadas formas de constatación de la valencia e intensidad de las actitudes
individuales y de grupo. Quizá antes convenga decir que no hay que rechazar los métodos menos
cuantitativos, como son:
a. La observación directa del comportamiento del sujeto, para notar las constantes
comportamentales que revelan variables internas, actitudes.
c. Los documentos personales de cualquier tipo, que siempre se pueden someter a análisis
de contenido.
De todos modos desde los años veinte se vienen construyendo las llamadas escalas, que
permiten, en mayor o menor grado una cuantificación bastante adecuada. Naturalmente la
construcción de instrumentos de medida, de escalas, supone (con mayor o menor derecho) lo
siguiente:
1º. que las actitudes se manifiestan al exterior en forma de opiniones. 2º. que en cada
actitud existe un continuo de intensidad, que va desde "actitud muy favorable, a actitud muy
desfavorable". 3º. que en ese continuo se pueden distinguir grados de intensidad. 4º. que existe un
punto cero, en el que se da la indiferencia.
El hecho de que estos presupuestos sean muy cuestionables hace que en realidad la medida
de las actitudes sea bastante frágil. Enumeramos los principales intentos hechos a lo largo de la
historia por medir las actitudes.
La construcción de este tipo de escalas es fácil, pero son de uso muy limitado, ya que no
sirven más que para medir actitudes frente a grupos humanos. Los especialistas notan además un
grave defecto: su falta de rigor a la hora de establecer "unidades de distancia" (¿existen igual
número de grados de favorabilidad, por ejemplo, entre la frase 1 y la 2 que en-ire la 3 y la 4?).
De todos modos las escalas de Bogardus fueron un paso importante seguido después por
otros autores (Dodd en 1935 y Crespi en 1944). Reproducimos, por su interés histórico y
posiblemente inspirador, la serie de items de Bogardus referidos a un grupo social cualquiera:
4°: Se eliminan aquellas afirmaciones que, en su clasificación por los jueces, han mostrado
gran dispersión. Se seleccionan aquellas en que ha habido mayor acuerdo por parte de los jueces.
Así elaborada la escala se presenta a los sujetos. Consiste, pues, en una serie de
afirmaciones, de entre las cuales el sujeto debe elegir todas aquellas con las que esté de acuerdo. Se
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suman los pesos específicos de esas frases, y se divide por el número de frases, y se tendrá una
puntuación del sujeto.
Como se ve la gran pega de este tipo de escalas es la complicación que introduce el hecho
de tener que usar en su construcción un número grande de "jueces expertos", que no siempre se
tienen tan a mano.
1°: Se formula una serie de frases, etc. respecto del objeto que previamente se ha definido.
A ser posible se deben usar expresiones de la misma población cuya actitud se quiere medir.
2°: Se decide el tipo de respuesta: es una reacción verbal que ha de expresar el grado de
acuerdo (muy de acuerdo, poco o nada, p. ej.), o la frecuencia (siempre, pocas veces, nunca), u otra
forma de gradación de valencia e íntensidad. Se decide como se va a evaluar, cualquiera que sea la
forma elegida, numéricamente.
3°: Se aplica esa serie de items a un grupo, para poder analizar los items y así determinar
cuáles de ellos son discriminantes, y constituyen una escala homogénea. Con ellos se elabora la
escala definitiva.
4°: De esta escala definitiva, en una nueva aplicación, se puede calcular la fiabilidad por
cualquier método apto, igual que se hace en otros tests, y lo mismo la validez, comparándola con un
criterio externo (con un buen test ya validado, o comparando grupos que se suponga a priori que
difieren en esa actitud, o quizá verificando otras hipótesis).
5º: Se elaboran normas de interpretación: baremos, puntuaciones típicas, o lo que
convenga.
Es un método en el fondo sencillo, y con grandes ventajas sobre los anteriores. Incluso
permite hacer análisis factorial, o análisis de clusters, para determinar la posible
multidimensionalidad de la actitud medida.
En 1957 C.E. Osgood, Suci y Tannenbaum, elaboran un método muy conocido y útil en
investigación: el diferencial semántico, que intenta averiguar no sólo el grado de favorabilidad que
un sujeto tiene respecto de un objeto, sino, más matizadamente, cómo es en detalle su postura frente
a él. "Qué significado tiene ese objeto para él". El método es sencillo: El objeto de la actitud, ahora
llamado "concepto", preside un cuadro al que se enfrenta el que responde. Debajo de él van muchos
pares de adjetivos opuestos entre sí (unos 50 inicialmente) que constituyen otras tantas miniescalas
respecto de las cuales el sujeto ha de calificar al concepto propuesto. Ej.:
PADRE
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Osgood encontró que el gráfico resultante era muy expresivo de lo que ese concepto
significaba para el sujeto. Además, sometiendo diversas aplicaciones de su instrumento a análisis
factorial, encontró que en realidad había tres dimensiones subyacentes en toda actitud:
Parece ser que estas son las dimensiones fundamentales con las que la psicología humana
caracteriza los contenidos lingüísticos. Aunque la más importante dimensión es la evaluativa (lo que
siempre se llamó "valencia" de las actitudes).
E. Otros métodos, menos usados, y que sin embargo debería conocer el especialista, son
el "Análisis jerárquico" de Guttmann, y el "Análisis de la estructura latente" de Lazarsfeld. No los
consideramos objeto adecuado de unos breves apuntes escolares.
Leon Festinger y E. Aronson autores gestaltistas, como tantos otros psicólogos sociales,
se han preocupado por el hecho de que las actitudes están en íntima conexión entre si, formando en
nuestra estructura psíquica un todo coherente. Sus investigaciones sobre este hecho han dado lugar a
que, por ejemplo, Festinger siga siendo, al cabo del tiempo, el autor más citado en Psicología
Social (así ocurría en 1979).
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Reducción de la disonancia. Como se ve, todo esto equivale prácticamente a decir que la
persona tiene una motivación radical y básica, que es la tendencia a mantener la coherencia, y a
reducir las disonancias que vayan apareciendo.
Existen dos casos en los que es especialmente crítica la entrada en juego de la disonancia:
1. La entrada a pertenecer a un grupo, con sus consiguientes costos personales, ya que pertenecer
supone siempre una cierta renuncia a grados de autonomía personal, y un sometimiento a normas
sociales, (algo claramente disonante con actitudes profundas de autoestima, de deseo de placer, etc.)
Respecto del primer caso Existen muchos estudios sobre cómo un mayor costo en el
momento de la entrada en un grupo provoca mayor disonancia, y por tanto mayor tendencia a
reducirla. Eso hace que cuando "nos ha costado mucho" pertenecer a un grupo, tendamos a
estimarlo mas, a justificar más su existencia, a elaborar incluso teorías sobre sus excelencias, etc.
Respecto del segundo caso Festinger ha sido especialmente explícito. Para él todo proceso
postdecisional induce un estado de disonancia, ya que incluye siempre el hecho de haber renunciado
a alguna alternativa deseable. Y, contra todo sentido común, cuanto lo elegido sea menos
gratificante más se desarrollarán mecanismos de restablecimiento de la congruencia. "Las ratas y los
hombres acaban amando aquello por lo que han sufrido", es decir, a menor recompensa por hacer
algo, mayor cambio en el sujeto.
Una forma frecuente que tenemos que elevar nuestro margen de tolerancia a la disonancia
es dividir nuestras actitudes en esenciales, secundarias, y marginales. ("Aunque soy un puritano y
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creo que un cristiano no debe tratar con gentes de vida desordenada, mantengo el trato con mi hijo
que vive con una mujer casada, porque creo que ser padre es más importante que nada").
Someten a los sujetos a una tarea aburridísima, del tipo de ordenar objetos triviales en una
bandeja, vaciarla, llenarla de nuevo, y así innumerables veces. Luego se les "aclaraba"
(mentirosamente) que habían participado en un experimento psicológico sobre los efectos
que las expectativas causan en la conducta humana: "vosotros sois sujetos de control, pero cuando
lo hacemos con sujetos experimentales, hay uno que, antes de empezar, les dice que él ya lo ha
hecho en otra ocasión, y que la tarea le ha resultado divertidísima, agradable, etc. Ahora bien,
para sucesivas veces en que se experimente esto, ¿estaría alguno de vosotros dispuesto a hacer el
papel del que provoca expectativas?" Por supuesto sabed que se paga por ello.
Los sujetos que se presentan voluntarios van a ser los verdaderamente experimentales.
Ahora bien, cuando se hace el experimento con su colaboración, a unos se les paga con 20 dó1ares
(por decir esas mentiras de que todo es divertido), y a otros solamente con 1$ (un dólar).
Resultados: Sujetos de control: -0.45 (en una escala en que "es aburrido" = -5,
"es interesante" = +5)
Pagados con 1 dólar: -1.33
Pagados con 20 dólares -0.05
En una universidad se fingió una investigación sobre la dinámica del grupo de discusión, y
cómo era afectada por la temática sexual, cuando ésta pasaba a ser el tema central.
Primero, se hizo saber a las candidatas (eran mujeres) que querían participar, que el
experimento "podía ser un poco duro para alguna".
Segundo, se les somete a una iniciación: "Tenemos que asegurarnos de que vais a poder
llevar sin inhibiciones el experimento", Esta iniciación se hace diferente para dos grupos. Al grupo
A se le hace leer una serie de párrafos obscenos, y una lista de palabrotas, ante un profesor joven
del sexo masculino. Esto además lo hacen de una en una y a solas con él. Al grupo B sencillamente
se les pidió que leyeran ante un profesor una serie de palabras "no excesivamente sexuales", como
"prostituta", "virgen", etc.
Tercero, pasan al "experimento", que resultó ser una charla por magnetofón sobre la
conducta sexual secundaria de determinados animales inferiores.
Por fin todas las participantes tenían que rellenar un cuestionario que medía su opinión
acerca del experimento: si era interesante o aburrido, y sobre las participantes: si eran inteligentes o
no inteligentes.
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Resultados: Los sujetos sometidos a más severa iniciación juzgan el experimento como
más interesante, y a las participantes como más inteligentes.
Es el caso real de Mrs. Marian Keech, que había predecido el fin del mundo para el 21 de
Diciembre de aquel año en Salt Lake City. Los psicólogos acuden desde la Univerisdad de
Minnesota y presencian el hecho. Con Mrs. Keech había un grupo de discípulos, de los que habían
vendido posesiones, etc. por seguir su doctrina. Simultáneamente se controla a un grupo de
"creyentes" en ella que no están allí por haber marchado de vacaciones de Navidad a sus casas.
La profecía falló, claro está, provocando la hipotética disonancia. En el grupo que estaba
junto en Salt Lake City, y que por tanto se apoyaba mutuamente, la disonancia se redujo
reinterpretando toda la realidad ("Dios se ha apiadado, etc."). Nadie abandonó la fe. Al revés, se dio
una gran actividad proselitista. Los que se habían ido a casa, y estaban solos, redujeron la
disonancia cambiando internamente. En su mayor parte dejaron de creer en Mrs. Keech.
Ultimamente (después de 1964) Festinger asegura que la disonancia se da tras los procesos
de decisión, pero no siempre ni necesariamente. De la disonancia cognoscitiva cabe decir que es
universalmente aceptado es que se trata de una buena teoría, y que aclara el proceso psicoanalítico
de la racionalización.
Es claro que las actitudes tienden a permanecer estables. Es una de sus características
principales. La misma selectividad de la atención que las actitudes introducen en el psiquismo, es un
elemento de estabilidad. Sin embargo las actitudes cambian. Muchos procesos importantes se
pueden reducir al de "cambio de actitudes": la educación, la propaganda, la terapia, por ejemplo.
Veamos los enfoques teóricos más importantes que se han dado al problema del cambio de actitudes
(aparte del estudiado ya por la disonancia cognoscitiva).
B. Enfoque motivacional, o afectivos Tiene en cuenta más que nada la importancia de las
necesidades y emociones. Y entre ellas suele atender sobre todo a la necesidad de adaptación a las
presiones sociales, es decir, la necesidad de conformidad. Esto equivale a decir que en este enfoque
prevalece la convicción de que la integración de datos de información (cognoscitivos o racionales)
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puede hacerse inútil o imposible, ya que toda percepción e interpretación de la información se hace
a partir de las propias necesidades y afectos. Cambian, sin embargo, aquellas actitudes que con su
cambio permiten la integración en el grupo (en el medio social). Por ello proporcionar más datos
aislados será en general poco eficaz si no cambia el marco de referercia.
La hipótesis básica de este enfoque sería ésta: El hombre adopta determinadas actitudes
para ser como los demás. Es decir, para satisfacer su necesidad de sentirse aceptado, querido, de ser
confirmado en sus certezas, de recibir ratificación.
La hipótesis básica de este enfoque sería: El hombre es un ser en conflicto y con fuerte
capacidad de autoengaño. Esta característica se manifiesta en el desarrollo de diversas estrategias
funcionales, que pretenden ayudar a sobrevivir, aunque en realidad sólo consiguen una existencia
estereotipada y mediatizada. Si existe resistencia al cambio es porque existe sentimiento de riesgo y
miedo al abandono de la defensa largamente elaborada. El hombre sabe que crecer (cambiar) es
morir a algo anterior y caduco. Y se resiste. Ante esta situación no cabe más que la interpretación y
el desmontaje previo de la defensa, para hacer la vieja actitud inútil y así posibilitar su cambio.
b. Atractivo. Se dice que el comunicante tiene atractivo cuando suscita deseos de ser como
él, de ser aceptado por él, porque ello aumenta la propia autoestima. La atracción está hecha en
general de:
-familiaridad, que tiene una relación de U invertida con la atracción experimentada
-semejanza, que hace sentir la presencia placentera del "nosotros". Rokeach demostró que
la semejanza más decisiva es la del sistema de creencias y valores. Se necesita semejanza para que
haya atractivo, pero si ya lo hay en cosas básicas, se toleran grandes diferencias en otras
dimensiones.
-afecto, a menudo creado por la semejanza, pero que a menudo es causa de semejanza en
un proceso circular.
El atractivo provoca el proceso que llamamos identificación. El otro elabora sus actitudes
de manera que le ayuden a definir su propio rol en función de su relación con el comunicante (que
le hagan ser "amigo", "buen discípulo", "hijo", o lo que sea). Cuando el cambio de actitudes se basa
en la identificación, no se internaliza: si el comunicante cambia de opinión, también cambiará el
receptor, para que no sufra la relación con él, tan deseada.
Téngase en cuenta que existe una patología del cambio de actitudes a partir del atractivo,
es el caso de la identificación con el agresor.
c. Poder. Se dice que el comunicante tiene poder cuando controla premios y castigos. Es
decir, cuando puede proporcionar placer y dolor. Crea, para hacer cambiar al otro, conductas de
evitación de la ansiedad.
El factor poder provoca el proceso llamado de sumisión. En general se puede decir que no
es un verdadero cambio interno, aunque, como consecuencia de la disonancia cognoscitiva que
provoca puede desembocar en un cambio profundo y estable (sería el caso de la adopción de la
mentalidad capitalista por parte de aquellos que más padecen sus efectos nocivos, o de las actitudes
del amo por parte del esclavo). En casos de sumisión al poder el cambio suele durar lo que dura el
potencial hedónico del que ejerce el poder.
a. Origen histórico. Según este enfoque los prejuicios serían racionalizaciones más o
menos conscientes, elaboradas por un grupo para justificar situaciones históricas inadmisibles. Así
Cox: "El prejuicio social o racial es una actitud social propagada por la clase explotadora para
justificar la explotación del grupo que le proporciona recursos.
Claro que esta explicación no explica todos los prejuicios. Es una teoría sencilla que
explica uno de los factores del prejuicio.
Aun a sabiendas de que hay mucho por decir a propósito del prejuicio, trasladamos algunas
de las conclusiones experimentales sobre sujetos prejuiciosos que aparecen en la literatura:
* Todo indica que la fijación a los esquemas paternos conduce al prejuicio. Y por el
contrario, que actitudes críticas respecto a los padres liberan del prejuicio.
* El puro contacto con personas del grupo prejuzgado no disminuye el prejuicio. Sí lo
disminuye el contacto de intimidad (es decir, igualitario).
* El sentimiento de victimación engendra prejuicio hacia otros grupos. Las mujeres tienden
a ser menos prejuzgadoras que los hombres.
* Autoritarismo correlaciona muy alto con prejuicio.
* Las personas con muchos y extremos prejuicios sienten muy poca culpa consciente por
sus prejuicios. Mientras que las personas con pocos prejuicios viven muy culpablemente aquellos
que tienen.
* Una concepción del mundo negativa, y que cree que lo que impera es la "ley de la selva",
tiende a correlacionar con altos prejuicios.
Bibliografía.
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