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Análisis Contingencial. Sistema Interconductual Para El


Campo Aplicado
Comportamiento Organizacional (Universidad del Golfo de México Rectoría Norte)

StuDocu no está patrocinado ni avalado por ningún colegio o universidad.


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ANÁLISIS CQNTINGENCIAL

Un sistema psicológico interconductual para el campo aplicado

MC RAMIRO JESÚS SANDOVAL


Director

DR. IGNACIO PENALOSA CASTRO


Secretario General Académico

Lie. ROQUE JORGE OLIVARES VAZQUEZ


Secretario de Desarrollo y Relaciones Institucionales

CD ANA GRAF OBREGÓN


Secretaria de Programación y Cuerpos Colegiados

CP ISABEL FERRER TRUJILLO


Secretaria Administrativa

DR. ARTURO SILVA RODRÍGUEZ


Jefe de Ia carrera de Psicología

MC JOSÉ JAIME ÁVILA VALDIVIESO '


Coordinador Editorial
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA
CARRERA DE PSICOLOGÍA

ANÁLISIS CONTINGENCIAL
Un sistema psicológico interconductual para el campo aplicado

AUTORA

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ANÁLISIS CONTINGENCIAL
Un sistema psicológico interconductual para el campo aplicado
Tercera reimpresión de la primera edición Derechos Reservados ©2006

UNIVERSIDAD NACIONAL. AUTÓNOMA DE MÉXICO


FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA
Av. de los Barrios No.l, Los Reyes Iztacala, Tlalnepantla,
54090, Estado de México, México.

2002 Primera edición


2004 Primera reimpresión de la primera edición
2005 Segunda reimpresión de. la primera edición

Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida o trasmitida, mediante ningún sistema o método,
electrónico o mecánico, - sin el consentimiento escrito de la UNAM FES Iztacala.

APOYO TÉCNICO
MC JOSÉ JAIME ÁVILA VALDIVIESO
Corrección de estilo, formación editorial y cuidado de la edición

DG FÉLIX L. MIRAMONTES HERNÁNDEZ Diseño de portada

C. ERICK I. IBARRA ANDRADE Preliminares

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Al doctor Emilio Ribes Iñesta

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ÍNDICE

PRÓLOGO ................................................................................................................................................ i COMPORTAMIENTO HUMANO ..........................................................40


PREFACIO ............................................................................................................................................vii
INTRODUCCIÓN ...................................................................................................................................ix 1. Definición de Conducta ........................ 41
2. Explicación del comportamiento .................. 44
CAP 1 3. El análisis contingencial: la ruptura con el modelo médico .. 50
DESARROLLO HISTÓRICO DE LA PSICOLOGÍA CONDUCTUAL
APLICADA.............................................................................................. 1 CAP 4
Análisis conductual aplicado ........................... 6 EL ANÁLISIS CONTINGENCIAL.........................................................57
El enfoque cognitivo ............................... 7
Estado actual ................................. 10 CAP 5
EL SISTEMA MICROCONTINGENCIAL .............................................63
CAP2 Morfologías de conducta ........................... 64
UN ANÁLISIS DE LA TECNOLOGÍA CONDUCTUAL .......................... 11 Situaciones ................................... 67
Limitaciones del paradigma ......................... 12 Personas .................................... 71
a) El dualismo .............................. 12 Efectos …………………………………..73
b) Causalidad .............................. 15
c) Atomismo ............................... 16 CAP 6
d) Misma complejidad en los procesos ................ 17 EL ANÁLISIS MACROCONTINGENCIAL ............................................76
Limitaciones en las aproximaciones terapéuticas ............. 19
a) Dualismo ............................... 19
b) Causalidad .............................. 22 CAP 7
c) Atomismo ............................... 23 GÉNESIS DEL PROBLEMA ................................................................86
d) Misma complejidad en los procesos ................ 25 I. Historia de la microcontingencia .................. 91

e) La falta de delimitación del objeto de estudio .......... 26 II. Estrategias de interacción ...................... 91

Algunas premisas ............................... 29 III. Evaluación de competencias ..................... 92

La dimensión psicológica de los problemas humanos ........... 30


Otras profesiones con aplicación social................... 32 CAP 8
Concepción clínica de los problemas .................... 33
ANÁLISIS DE SOLUCIONES ...............................................................93
Tecnología psicológica ............................ 37
CAP 9
CAP 3 SELECCIÓN, DISEÑO, APLICACIÓN Y EVALUACIÓN DE LAS
EL CAMBIO CONCEPTUAL EN EL ANÁLISIS DEL ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN .................................................98
I. La naturaleza de la interacción terapéutica ......... 100

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II. Tipo de procedimientos en términos de sus efectos .....


101 COMENTARIOS FINALES .................................................................115
III. Funciones del terapeuta..................... 102
BIBLIOGRAFÍA ..................................................................................118
CAP 10 ANEXO ................................................................................................121
ALGUNAS INVESTIGACIONES CON ANÁLISIS CONTINGENCIAL.. 110

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PRÓLOGO
l sistema psicológico para el trabajo clínico, llamado

E
Análisis contingencial, a pesar de su novedad tiene una
larga historia. Proviene de quienes se declaraban
conductistas hace un par de décadas y que ahora se
identifican como interconductistas. ¿En qué consiste
este cambio? ¿Qué tanto es un recalentado de lo antiguo
o un cambio radical? Entender sus preocupaciones,
motivaciones y línea de trabajo, obliga a considerar el estatus científico
de la psicología, la historia del análisis experimental de la conducta y
las repercusiones que ha tenido el ingenioso trabajo de Emilio Ribes, el
psicólogo más destacado de habla hispana. La presente obra se
desprende de los vínculos que la autora de este libro ha tenido con este
científico del comportamiento.
Lo que popularmente se reconoce como psicología es una
mezcla de mitos populares acerca de los misterios de una mente
inexpugnable, al igual que conjeturas fantásticas a partir de
observaciones simples. En mejores condiciones también se le reconoce
como un proyecto de ciencia, con un cuerpo de investigación que le
sirve de base, pero que es
dispersa y heterogénea. También se habla de psicología para referirse a
una serie de herramientas prácticas (pruebas psicológicas, dinámicas de
grupo, métodos de instrucción, estrategias para el control de
pensamiento o emociones, etcétera) que aunque sean valoradas en el
mercado de trabajo, se pueden considerar teóricamente huérfanas de
una teoría general que les dé sustento.
En la lucha, para darle a la psicología un auténtico estatus de
ciencia, ha jugado un papel muy inportante lo que se conoce como
conductismo, o más precisamente, el Análisis Experimental del
Comportamiento. Desde ahí se han hecho esfuerzos destacados para
definir sin ambigüedades el objeto de estudio y el método, así como por

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ir conformando una teoría sistemática construida sobre una


investigación básica que derive en aportaciones tecnológicas o
estrategias de intervención.
En los años 60 y 70 se produjo, sobre todo en Latinoamérica, un
gran auge de esta concepción, basada fundamentalmente en la teoría del
condicionamiento y en la obra de B. F. Skinner. En dicha época
abundaron los trabajos que proporcionaban una gran cantidad de
estrategias de intervención. La psicología se veía reconfortada con estas
aportaciones, y se daba un paso decisivo en su tarea de transformar o
incidir en la conducta humana, atacando los problemas que aquejan a
individuos, instituciones y grupos sociales. Fue un escalón crucial para
abandonar esa psicología de conjeturas y especulaciones mediante la
irrupción de una metodología rigurosa que establecía relaciones entre
variables, que probaba objetivamente la efectividad de sus
procedimientos y que compartía, cuando menos en los conceptos, un
lenguaje entre la investigación básica y la aplicada. No obstante las
aportaciones del análisis experimental dela conducta, finalmente tuvo
que darse un repliegue derivado de las limitaciones de concepción
acerca de la conducta humana, y que hoy aparecen con mucha nitidez;
esta visión había nacido al amparo de la fisiología experimental y había
adoptado el paradigma del reflejo; esto, aunque ayudó a desterrar
muchos mitos en la interpretación del comportamiento, tuvo un efecto
desfavorable en la medida que propició interpretaciones reduccionistas
de la conducta humana y de los eventos sociales, sobre todo de
condiciones tan importantes para el quehacer humano como la moral,
los valores de los grupos sociales y, en general, los aspectos culturales
y normativos que le dan contexto y sentido a la conducta humana.
Ante estos hechos se podían asumir, cuando menos, dos
posiciones; la de un consumidor que decide cambiar de marca cuando
le salió mal el producto, o bien la opción de un intelectual
comprometido con el saber, que se preguntaba dónde habían estado los
problemas para entenderlos y ponerles remedio. Tanto la autora como
otros pocos intelectuales de la psicología optaron por la segunda
alternativa, y en la presente obra se aprecian algunos resultados de este
empeño.

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¿Cómo superar las limitaciones del tradicional análisis de la conducta y


al mismo tiempo conservar la tradición de rigor conceptual y
metodológico? ¿Cómo recuperar y darle un contexto más adecuado a
sus aportaciones? Desde hace más de una década, Emilio Ribes, junto
con otros colegas destacados, se avocó a la tarea de analizar a
profundidad el origen de los problemas y las vías más adecuadas de
solución. Han recorrido un largo camino que ha pasado por la filosofía,
la historia; por el penoso quehacer teórico de construir una visión
natural y objetiva de la psicología, por cimentar un tejido conceptual y
una sintaxis teórica. Fruto de su trabajo han sido interesantes propuestas
de cómo analizar viejas temáticas como la personalidad, la inteligencia
y el pensamiento, entre otros.
La expresión más acabada, vinculada al trabajo aplicado, la
constituye el llamado Análisis Contingencial, herramienta conceptual
para abordar los asuntos de la psicología clínica y que se desprende del
trabajo teórico e histórico de Ribes y colaboradores. En él se encontrará
la concreción del análisis de la moral y los valores a nivel psicológico
como contextos valorativos del comportamiento, sin perder el horizonte
de análisis que corresponde al psicólogo. Se aborda con acierto este
componente social valorativo que subyace al trabajo que se hace en psi-
cología clínica, visión indispensable para no aplicar ciegamente
procedimientos correctivos, y para no considerar ciertos
comportamientos como intrínsecamente patológicos, deformación que
en el pasado condujo a atrocidades en contra de grupos minoritarios a
los que se señalaba como poseídos de enfermedades de la mente.
La presente obra constituye un trabajo esperado por quienes se
preocupaban por las derivaciones aplicadas del trabajo teórico. Durante
mucho tiempo los analistas de la conducta permanecieron en la
autocrítica para la reconstrucción de sus concepciones teóricas y el
diseño de estrategias de intervención. Su trabajo se realizó casi en la
privacidad, en el cubículo y el aula, con grupos reducidos de alumnos,
en congresos con audiencias circunstanciales o de paso. Ahora se da un
salto importante, un producto permanente sistemáticamente organizado
que incluye los fundamentos en los que se sustenta una herramienta de
Intervención en el ámbito de la Psicología clínica. Sin embargo, el

iii
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presente trabajo todavía es denso, no constituye una obra de fácil


lectura. Los artífices de esta visión de la psicología enfrentan el
tremendo reto de hacer comunicables sus ideas. La oscuridad de su
actual lenguaje se explica en razón de que se tuvo que ir construyendo
un habla teórica con significados precisos; porque detrás de muchas
nociones claves se encuentra un prolongado análisis de su historia e
implicaciones, que ahora no está suficientemente explícito; o porque los
viejos conceptos tienen ahora connotaciones diferentes.
Sin dejar de señalar esta responsabilidad comunicativa, hay que
recomendar la lectura cuidadosa y recelosa, una lectura que se preocupe
por analizar y verificar las propias interpretaciones que se vayan
haciendo. Al lector le recomendaríamos que si aspira a una
comprensión decente de la propuesta que ahora se presenta, es menester
familiarizarse con este lenguaje especializado. A lo largo de los
capítulos fueron quedando marcadas con sus citas, las pisadas que se
tuvieron que dar. El lector debe estar dispuesto a revivir este camino
para alcanzar al andante; debe leerlo a la manera de un hipertexto
computacional, vinculándose con frecuencia con literatura relacionada,
para después regresar al punto de origen. Si se tiene éxito en la
comprensión de la propuesta, la presente obra puede funcionar como un
marco de referencia que dé lugar a trabajos de intervención terapéutica
que partan de una lógica radicalmente diferente, la cual diversifica y le
da contexto a las funciones que puede cumplir un terapeuta.
En los primeros capítulos del libro se hace una reseña histórica
del Análisis experimental del comportamiento, un examen que
considera la profundidad de sus nociones filosóficas básicas, al igual
que su impacto y evolución en el área clínica. Se analiza la genealogía
y las circunstancias que llevaron a diversificar sus enfoques, el papel
que han jugado: una concepción filosófica de tipo dualista, la adopción
de un paradigma derivado de la fisiología experimental, la tremenda
tradición clínica que ve el comportamiento bajo el prisma del modelo
salud-enfermedad, y lo que ha significado la presión social para dar
soluciones prácticas mediante la generación de una falsa tecnología de
intervención terapéutica.
Posteriormente, en la parte más densa del libro, se trata de

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presentar el conjunto de premisas de donde se deriva la propuesta del


análisis contingencial. Hay una sinopsis tanto de los planteamientos de
J. R. Kantor en relación al objeto de estudio de la psicología, como de
un sistema de definiciones y clasificaciones propuesta por Ribes y
López, que sirve como inspiración y frecuente punto de referencia.
Ambas obras, más que productos terminados, han requerido una buena
labor de interpretación, restauración y ajustes. No será infrecuente que
su lectura conduzca a confusiones, perplejidades o expectativas
paralizantes. El lector no deberá desanimarse por esta circunstancia,
precisamente porque ahora se trata de vincular planteamientos con
herramientas de intervención. A pesar de las limitaciones expositivas
de estos escritos, constituyen fuente de importantes ideas y bagajes
históricos de indispensable consideración.
Las características particulares del análisis contingencial se describen
en los capítulos subsiguientes del libro. Se destina uno de ellos al
llamado sistema macro- contingencial. Esta dimensión de análisis
constituye una fórmula novedosa donde se concretan los asuntos de los
valores y la moral como condiciones normativas que predisponen el
comportamiento en determinada dirección; y que parael caso del
análisis de los asuntos clínicos, se pueden considerar los desajustes
entre el control inmediato o situacional del comportamiento y las
normas valoradas en una comunidad. Esto se concreta en un interesante
análisis de las correspondencias entre lo que el individuo hace (llevado
por condiciones situacionales) y lo que cree (lo cual se ha ido
construyendo a partir de lo que sus diferentes grupos sociales valoran).
Por lo que se refiere al sistema microcontingencial, en él se
aborda el nivel tradicionalmente considerado como psicológico, pero
poniendo el énfasis en la interacción, en el análisis de las relaciones del
individuo con su entorno más inmediato en un contexto social, histórico
y físico. De ahí se va configurando el tipo de comprensión que se debe
tener de los problemas de la psicología clínica. Se proponen las
directrices para proceder al análisis de este nivel, considerando las
funciones que cumplen las diferentes personas y circunstancias
significativas que participan en el problema.
La conjunción del análisis macrocontingencial y

v
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microcontingencial configuran un sistema global de intervención,


derivado de una lógica radicalmente diferente del trabajo clínico, lo cual
debería traducirse en una intervención mucho más estratégica en la
medida que se tiene una perspectiva más amplia y un marco de
referencia que le da contexto a cada fase o acción del proceso
terapéutico. En este sistema se considera, por ejemplo, que el efecto de
la intervención no es solamente sobre la conducta particular que se
presenta como problema, sino también se contempla el peso de las
tendencias o propensiones; la influencia que puede tener el
comportamiento de otras personas significativas, además del sistema de
valores del individuo en relación
con los que sostienen los grupos sociales en los que está inmerso el
usuario.
Finalmente, la autora proporciona una serie de esquemas,
herramientas y procedimientos que le darían concreción a todas las
ideas previas. De cualquier manera, estos recursos que se presentan, si
se quiere aprender a manejarlos con decoro y eficacia, requerirían de un
grado razonable de conocimiento de las técnicas terapéuticas más
frecuentes, así como de una cautelosa y analítica puesta en práctica que
busque realimentar la relación teoría-práctica. Como toda propuesta
novedosa, no está exenta de los errores y rectificaciones que se dan
como efecto de su puesta en marcha, máxime si proviene de una
tradición donde se privilegia el rigor científico.

Luis G. ZARZOSA ESCOBEDO

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PREFACIO
ste libro pretende introducir a estudiantes y estudiosos

E
de la psicología a un sistema alternativo para el campo
aplicado, que permite el análisis y modificación del
comportamiento humano individual: el Análisis
Contingencial. Dicho sistema surgió de un
cuestionamiento de la tecnología actual, así como de la
adopción de un modelo teórico alternativo: el modelo
interconductual. La propuesta de este sistema implica un compromiso
ideológico, con una serie de premisas y concepciones acerca de la
disciplina y de la acción profesional que van, desde la definición de
interconducta como objeto de estudio, hasta la propuesta de la
desprofesionalización como estrategia de acción en el campo aplicado.
Es por ello que un segundo objetivo es una invitación a la reflexión de
los fundamentos de nuestra profesión.
Como resultado de la lectura de este libro no se pretende que se
maneje, como tal, el sistema de Análisis Contingencial; el propósito
fundamental es introducir al lector interesado en este tema. Lo que sí se
pretende es que se reflexione sobre el quehacer de la psicología en la
solución de problemas humanos, considerando el estado actual de esta
práctica, así como las propuestas que aquí se incluyen. El manejo del
sistema requiere no solamente del conocimiento de sus fundamentos y
premisas, sino de un entrenamiento supervisado; sin embargo, partir de
dicho conocimiento, así como de reflexiones previas, puede ser la base
de este entrenamiento.
El libro está formado por diez capítulos. Se revisa parte de la
historia de la Modificación de conducta y Terapia conductual, las
premisas y fundamentos del Análisis contingencial y se describe, en
capítulos independientes, cada paso de este sistema. Cuenta también
con un anexo que incluye una serie de instrumentos que facilitan la apli-
cación de la metodología, tales como Guías de entrevista y formatos
para vaciado de datos. Estos instrumentos son un auxiliar muy
importante para la aplicación del sistema y resultan particularmente

vii
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relevantes para aquellos que no tienen experiencia en el campo


aplicado.

MA. DE LOURDES RODRÍGUEZ CAMPUZANO

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INTRODUCCIÓN
istóricamente, la Psicología como profesión se ha

H
conformado de acuerdo a las demandas que se le han
impuesto socialmente. El planteamiento de ciertos
problemas como propios de la disciplina, así como los
procedimientos y soluciones propuestos se han
derivado de un enfrentamiento prematuro con una
realidad impuesta como encargo social. Tal
compromiso no ha permitido consolidar una tecnología psicológica
científica. Al margen del contenido específico de la disciplina, la
psicología aplicada ha tenido que cumplir con encargos como la
elaboración de instrumentos para medir inteligencia o aptitudes
diversas, la selección y capacitación de personal, la solución de
problemas institucionales o del campo de la salud, entre otros. Así,
nuestra disciplina cuenta con dos historias paralelas; por un lado, la
psicología básica que define un objeto de estudio y adopta paradigmas
con la finalidad de dar cuenta del campo de relaciones correspondientes
a su dominio empírico; por otro, la psicología aplicada que enfoca su
atención en la elaboración de procedimientos para cubrir una demanda
social particular.
Los intentos por construir una tecnología científica se diluyeron
con el tiempo, debido tanto a las propias restricciones de las teorías
dominantes como a la adopción del modelo médico-clínico como forma
de acción profesional. En la actualidad, el campo aplicado está
conformado por una serie de tendencias heterogéneas en cuanto a
ciertos aspectos. Algunas de éstas se han configurado según los campos
particulares de intervención (p. ej. terapia familiar, psicología de la
salud, psicología del deporte, medicina conductual), otras se
caracterizan por un enfoque teórico-tecnológico específico (p. ej.
terapia sistèmica, aproximación cognitivo-conductual, terapia
cognitiva), y algunas otras por su énfasis en la solución de problemas al
margen de un fundamento teórico (p. ej. terapia breve, aproximaciones
multimodales).

ix
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Dicha heterogeneidad responde al interés fundamental por


resolver los problemas que la demanda social presenta, al margen del
conocimiento de los procesos que intervienen en las complejas
relaciones humanas; y como señala López (1987), aún cuando se
consiguen resultados exitosos, no existe un cuerpo coherente e
integrado de conocimientos, y mucho de la aplicación de nuestra dis-
ciplina se deja a la comprensión personal del problema o al “sentido
clínico” del psicólogo aplicado. Lo que se requiere es un
cuestionamiento a fondo de las premisas, la lógica y las concepciones
tácitas que rigen el quehacer profesional. Esto ayudará a construir una
verdadera tecnología derivada de la ciencia básica con todas las apor-
taciones que ello implicaría.

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Capítulo 1

DESARROLLO HISTÓRICO DE LA PSICOLOGÍA CONDUCTUAL APLICADA

Algunos comentarios

Surgimiento de la terapia conductual


ara entender por qué en este libro se propone un sistema

P
para incursionar en la aplicación de la psicología, es
necesario remitirnos a Jos antecedentes de la llamada
psicología aplicada, así como a algunas consideraciones
conceptuales acerca de la aplicación de la psicología. Para
empezar, vale la pena hacer un poco de historia con
respecto al origen de la llamada psicología aplicada.
La Psicología surgió como profesión antes de que se consolidara una
ciencia psicológica, es decir, se crearon disciplinas para responder a
ciertas demandas sociales, que no atendían otras profesiones. Estas
surgieron en el campo de los trastornos de comportamiento, en el campo
de la educación y en el campo de la medición de aptitudes, siendo el
psicoanálisis y la psicología diferencial los encargados de cubrir una
demanda cada vez más creciente por parte de las instituciones sociales.
Con la Primera Guerra Mundial surgió la aplicación de la Psicología
diferencial y su tecnificación psicométrica, y hasta la Segunda Guerra
Mundial se originó el movimiento de Salud mental y la Ingeniería
humana (Ribes, 1982). Sin pretender explicar o hacer un análisis de este

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DESARROLLO HISTÓRICO DE LA PSICOLOGÍA CONDUCTUAL APLICADA

tipo de disciplinas, vale la pena señalar que no se derivaron de una


ciencia básica, sino que se fueron creando a través del enfrentamiento
con los propios problemas que la demanda social les presentaba con la
intención de darles solución, y se fueron haciendo teorías producto de
la propia experiencia práctica, permeadas por un modelo médico. Estas
prácticas coexisten con otro tipo de aproximaciones cuyo origen está
más vinculado con el conocimiento básico que son aquellas conocidas
como conductuales. A éstas les dedicaremos un mayor espacio.
La aparición de la modificación de conducta representó una
revolución en el campo de lo que se estudiaba como “salud mental”.
Previamente a su aparición, como ya se señalaba, la disciplina
psicológica se elaboró en respuesta a demandas sociales específicas
surgidas en distintos campos, sin vinculación con una Ciencia
Psicológica, sino más bien nutrida de distintas concepciones (p. ej.
médicas, filosóficas) y adoptando, si acaso, algunos aspectos del
método experimental, pero, empleándolos en el estudio de la mente o
de otros constructos hipotéticos. Es por ello que no se puede decir que
existiera ya una psicología aplicada, puesto que, por un lado no se había
definido qué debía estudiar la psicología y por otro, no se había
generado un conocimiento psicológico que se pudiera aplicar. La
aparición de la Modificación de Conducta representa un giro en ese
sentido, dado que es el enfoque que surgió con la intención de aplicar
el conocimiento de la Psicología como ciencia, a la solución de algunos
problemas humanos. Trazar la fecha del origen histórico de esta aproxi-
mación es una labor difícil, aunque sus fundamentos tienen una historia
relativamente reciente. Estos fundamentos vienen del paradigma del
reflejo, de la psicología experimental comparada (especialmente de
Thorndike), la filosofía del Conductismo formulada por Watson
(Kazdin, 1989), quien a su vez retomó el paradigma del reflejo y
muchos de los aspectos formulados por Thorndike en su teoría del
aprendizaje y, en particular, del modelo operante formulado por Skinner
(Ribes, 1982; Kazdin, 1989). La mayoría de estos autores trabajó en el
campo básico de la disciplina, dedicándose a la investigación
experimental y a la formulación teórica. El paso de la investigación en
laboratorio a la aplicación fue gradual, aunque ya los mismos teóricos

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 2


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habían llevado a cabo algunos intentos por aplicar sus principios en


ambientes naturales y con sujetos humanos (p. ej. Watson y Pavlov).
Propiamente la modificación de conducta se dio a partir del
trabajo en laboratorio, así como de las teorías sobre aprendizaje y
condicionamiento que teman implicaciones tecnológicas. Esta vez se
pretendió establecer a la psicología como profesión a partir de un
cuerpo básico de conocimientos de la psicología científica y no como
sucedía con esa profesión psicológica ya existente, que se fue creando
a través del intento de responder a demandas concretas. Por su parte, el
desarrollo de la Terapia de conducta (que no equivale exactamente al
movimiento de Modificación de Conducta) empezó en Sudáfrica y pro-
cede fundamentalmente del trabajo de Wolpe durante los años 40 y 50.
Este autor investigó acerca la producción y eliminación de las neurosis
experimentales en gatos y creó la técnica de la desensibilización
sistemática, fundamentándola en el principio de la inhibición recíproca
surgido del paradigma del reflejo. Su trabajo tuvo un gran impacto y en
la Terapia Conductual muchos autores estuvieron influidos por él (p.
ej(. Lazarus) y aplicaron su técnica a diversos problemas psicológicos
(Wolpe, 1977). j La Terapia Conductual estuvo más enfocada desde su
surgimiento a la solución de problemas que a la vinculación con una
teoría científica, y con el tiempo fue incorporando modelos
“explicativos” de problemas específicos, así como diversos
procedimientos de orígenes pragmáticos.
El desarrollo de la Modificación de Conducta comenzó en
Inglaterra de manera independiente al trabajo de Wolpe. Uno de los
pioneros aquí fue Eysenck (Kazdin, 1989), quien enfatizó la necesidad
de investigar y aplicar los hallazgos de la psicología experimental a la
clínica. Sus fundamentos teóricos venían de las teorías del aprendizaje.
Otros pioneros fueron Shapiro, Jones, Meyer y Yates (Kazdin, 1989).
Todos ellos se basaron en las teorías del aprendizaje y del
condicionamiento para diseñar técnicas como la graduación de tareas o
el biofeedback, y posteriormente la inundación, el modelamiento y la
terapia aversiva.
Estados Unidos, a pesar de que ya habían surgido aplicaciones
“clínicas” de las teorías del aprendizaje, se aplicaron otras técnicas

Análisis Contingencial - 3
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DESARROLLO HISTÓRICO DE LA PSICOLOGÍA CONDUCTUAL APLICADA

surgidas del paradigma del reflejo y, en particular, los métodos del


condicionamiento operante. Dunlap ideó una técnica llamada “práctica
negativa”, que nunca fundamentó teóricamente. Voegtlin y Lemere
elaboraron una terapia aversiva para el tratamiento del alcoholismo
basada en el principio del reflejo condicionado. Salter creó una técnica
de autohipnosis explicándola con base en el segundo sistema de señales
postulado por Pavlov, después empleó varios procedimientos muy
similares a lo que ahora se conoce como autocontrol, ensayo conductual
y condicionamiento encubierto, explicán-dolos en relación al modelo
del reflejo (En: Kazdin, 1989)(La aplicación sistemática del
condicionamiento operante a la conducta humana fue un factor crucial
en el desarrollo de la modificación de conducta.
Skinner no sólo formuló la teoría del condicionamiento
operante, sino que incursionó en su aplicación junto con Lindsley. Bijou
y Lindsley (En: Kazdin, 1989) investigaron los métodos operantes con
pacientes psicóti- cos institucionalizados, mientras que Bijou los
estudiaba con niños. El método que emplearon enfatizó el uso de
respuestas operantes libres, estímulos discriminativos, y el control de
las consecuencias de las respuestas, sin embargo, en Estados Unidos,
incluso a finales de los años 50, no había aparecido todavía ningún
movimiento formal y unificado al que se denominara Modificación de
Conducta. Su reconocimiento en Inglaterra a finales de los 50 y princi-
pios de los 60 fue el que cristalizó el movimiento en Estados Unidos.
Un común denominador de este movimiento fue su contrastación con
el enfoque tradicional psicodinámico, aunque a finales de los años 60
disminuyó la controversia y a partir de ese momento empezó a atraer la
atención la propia investigación tecnológica de corte conductual.
Empezaron a aparecer textos generales y el movimiento ganó solidez
siempre apoyado en un cuerpo de técnicas terapéuticas. A medida que
se reportaba éxito con distintas técnicas conductuales, aparecieron
intentos para integrar la terapia de la conducta y la psicoterapia, dado
que empezaron a hacerse nítidas las semejanzas entre ambas, Por
ejemplo, los terapeutas de conducta sostenían que las demostraciones
de eficacia de sus tratamientos eran más científicas que las de la terapia
convencional; sin embargo, su mayor apoyo provenía de casos clínicos.

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Tampoco era muy claro el fundamento entre la terapia de la conducta y


las teorías del aprendizaje. Igualmente los defensores de la
modificación de conducta sostenían que su interés era la conducta
manifiesta y no las causas subyacentes, pero había autores que
explicaban la conducta con base en factores “encubiertos”. Hay que
agregar que aspectos tales como la relación terapéutica, la información
y el manejo de expectativas por parte del terapeuta, jugaban un papel
importante para la eficacia de algunas técnicas (Kazdin, 1989).
Así, el movimiento de Modificación de conducta se fue
flexibilizando con el tiempo. Las primeras definiciones de terapia de
conducta se basaban fundamentalmente en sus relaciones con la
investigación y las teorías del aprendizaje. Más recientemente lo que se
ha enfatizado es la necesidad de contar con una tecnología eficaz,
soslayando el papel de la disciplina básica, de cualquier manera se le
considera como un movimiento porque a pesar de sus diferencias, según
los propios modificadores de conducta existen varios denominadores
comunes:
a) El modelo conductual de conducta anormal. Un supuesto básico
es que las conductas se aprenden, se mantienen y modifican por
los mismos principios, independientemente de que se les
considere “normales” o “anormales”.
b) Empleo de datos de la psicología experimental. La modificación
de conducta | depende de conceptos y procedimientos surgidos
del laboratorio.
c) El interés por la conducta. Al margen del interés de algunos
modificadores de la conducta por eventos “privados” o
“cognitivos”, existe interés por la alteración de la conducta
manifiesta.
d) Metodología. La modificación de la conducta se unifica en
términos del método de evaluación que siguen los profesionales
con respecto a la conductaproblema y en su énfasis sobre la
medición de la misma.
e) Tratamiento. Se caracteriza por el empleo de técnicas
estandarizadas dirigidas fundamentalmente a la eliminación de
conductas problema (Kazdin, 1989). Así, es importante señalar

Análisis Contingencial - 5
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DESARROLLO HISTÓRICO DE LA PSICOLOGÍA CONDUCTUAL APLICADA

que aunque en un principio este movimiento se fundamentó en el


conocimiento básico, con el tiempo se fue desvinculando del
mismo, de modo tal que ahora es un movimiento heterogéneo con
características en común, como las antes señaladas.

Análisis conductual aplicado

Aún cuando la Modificación de Conducta es la aproximación que se


conoce como conductual, hay que mencionar una aproximación
caracterizada por la aplicación de las técnicas derivadas del modelo
operante. Dado que el rubro general de modificación de conducta o
terapia conductual no aseguraba homogeneidad teórica o metodológica,
se hizo una distinción posterior entre modificación de conducta y
análisis conductual aplicado, este último se caracterizó por un interés
mayor en la investigación que en la aplicación, así como por su
vinculación con supuestos teóricos y filosóficos de la ciencia básica
(Deitz, 1978).
Uno de los primeros objetivos del Análisis Conductual Aplicado
fue el demostrar la utilidad del enfoque operante en la investigación del
comportamiento humano y determinar si los datos obtenidos en la
investigación animal en laboratorio podrían ampliarse al campo
humano. Autores importantes en esta etapa fueron Barret y Lindsley
(1962), Bijou (1957), Baer (1962), y Goldiamond (1965), entre otros.
Desde mediados y finales de los 60, las técnicas operantes ya se
aplicaban profusamente en diversos centros de investigación e
instituciones, y así el objetivo inicial de investigación con conducta
humana se fue transformando en un interés cada vez mayor por la
propia aplicación, implicando algo más que la ampliación de métodos
y conceptos del laboratorio a situaciones naturales. Sin embargo, los
analistas conductuales se encontraron con varios problemas al
enfrentarse a medios naturales: Las respuestas en la conducta humana
eran mucho más complejas y versátiles, las consecuencias no eran
programables, la precisión del laboratorio no se alcanzaba en este
medio; el mantenimiento y la transferencia de los logros terapéuticos
no se lograban; se encontraron casos en donde los sujetos no respondían

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 6


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a las contingencias programadas] esto, por mencionar sólo algunos de


los problemas encontrados.
Todo ello llevó a que con el tiempo muchos autores cuestionaran
la postura y las suposiciones básicas sobre la naturaleza de la conducta
humana que sostienen los analistas conductuales. Así, se ha puesto en
tela de juicio a la propia teoría argumentando, por ejemplo, que es una
postura ambientalista que considera al individuo como agente pasivo,
se ha objetado que el modelo excluye a los procesos cognitivos y se han
hecho críticas “éticas” en relación con la manipulación que se ejerce a
través de esta aproximación. Actualmente, y aún en el contexto de
debates de este tipo, el Análisis Conductual Aplicado consiste en una
serie de técnicas que se basan en procedimientos como el
reforzamiento, el castigo y la extinción, que se aplican a distintas
poblaciones y en distintos campos de la actividad humana (Kazdin,
1989).

El enfoque cognitivo

Aparte de las aproximaciones pragmáticas de la terapia convencional,


de la Modificación de conducta, la Terapia Conductual y el Análisis
Conductual Aplicado, existen otra serie de enfoques. Uno de ellos, que
cada vez tiene un mayor número de adeptos, y que no podemos dejar
de mencionar es el cognitivo. Esta aproximación se desarrolló
independientemente del Conductismo de Watson y ulterior a Skinner, y
aunque hay quienes la relacionan con el Conductismo, constituye una
postura psicológica diferente.
Recordemos que fue Watson quien definió por primera vez el
objeto de estudio de la psicología, a la vez que asentó sus bases
conceptuales y metodológicas, razón por la cual algunos autores lo
consideran el Padre de la Psicología (Ribes, 1982); sin embargo, según
Kazdin (1989), a partir del Manifiesto Conductista de Watson en 1913,
muchos teóricos en desacuerdo con este autor propusieron modelos para
“superar” lo que consideraban una psicología E-R. Así por ejemplo,
Hull (Teoría hipotético-deductiva), Tolman (Conductismo propositivo)
y Mowrer (Teoría de los dos factores), introdujeron conceptos
mediacionales o variables intermedias en las relaciones E-R. En un

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DESARROLLO HISTÓRICO DE LA PSICOLOGÍA CONDUCTUAL APLICADA

momento posterior, investigadores como Bolles, Bower y Neisser, se


interesaron por temas, según ellos ignorados o tratados
insatisfactoriamente por las teorías conductistas: pensamiento,
sentimientos, percepción.
El hecho de que distintos teóricos propusieran explicaciones
mediacionales en el tratamiento de la conducta tiene que ver, de acuerdo
con Kazdin (1989), con la concepción de cada teoría con respecto a las
diferencias entre conducta animal y humana. De hecho, este autor se-
ñala que en las teorías mediacionales se hicieron patentes
los cuestionamientos acerca de que los principios del aprendizaje
animal no permitían dar cuenta de los problemas de aprendizaje y
pensamiento humanos. -Algunos autores como Guthrie consideraban
que la especificidad de los estímulos no era suficiente para dar cuenta
de la conducta; se requería saber cómo el sujeto percibía los objetos y
lo que esa percepción significaba. Y así fue como empezó una postura
partícula.
Aparte de las explicaciones de tipo mediacional ya
mencionadas, a finales de los cincuenta LA psicología recibía tres
grandes influencias que promovieron la creación de modelos
cognitivos. Primero la computadora, que podía realizar varias
actividades “como las humanas”: aprender, almacenar, manipular y
recordar información. |La segunda influencia derivó de la lingüística,
que postulaba la existencia de estructuras subyacentes a la comprensión
y producción de lenguaje; el personaje más destacado en ese momento
fue Chomsky, quien en su libro ‘Syntactic structures’ presentó un
análisis cognitivo de la conducta lingüística. La tercera influencia recae
en Piaget y los pospiagetianos, quienes centraron su interés en el
desarrollo de las estructuras y procesos que intervienen en los cambios
evolutivos en el conocimiento humano y generaron una teoría del
conocimiento (En: Mayer, 1981).
En este contexto surge la llamada “psicología cognitiva”.
Zumaya (1993) menciona que bajo este enfoque se pueden distinguir
tres escuelas y que tal distinción puede hacerse con base en los
fundamentos que cada una postula. A estas escuelas se les llama:
Clásica, Neoclásica y Cognitivo-conductual. En las tres escuelas, por

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‘cognición’ se ha entendido lo referido a los acontecimientos verbales


o figurados en el “flujo de la conciencia” de una persona, o bien el
estudio de las ideas, su desarrollo, formación, contenido,
interconexiones y efecto dinámico (Zumaya, 1993). Revisando la
literatura cognoscitiva, el término alude a: a) una clase de respuesta
compuesta por eventos privados (b) mediadores de la conducta que
encadenan estímulos y respuestas, c) estructuras complejas casi
automáticas que organizan y generan conducta, pero que funcionan de
modo independiente de los principios conductuales. Los distintos usos
del término tienen que ver con la postura de cada una de las
mencionadas escuelas.
Las posturas cognitivas están conformadas, por un lado, por
concepciones teóricas o filosóficas, que pretenden explicar: la
organización funcional de la mente, los fenómenos cognitivos, el
aprendizaje o la conducta, siendo que la explicación de tales “procesos”
gira alrededor del término cognición), así como a su vinculación con el
estado salud-enfermedad. Por otro lado, presentan sus concepciones
acerca de las enfermedades mentales o desórdenes cognitivos, así como
a su “corrección”, en lo que llaman psicoterapias cognoscitivas.
De acuerdo a Zumaya (op. cit.) las tres, más que teorías,
constituyen sistemas teórico-metodológicos de tratamiento
psicológico, basados tanto en la cibernética como en una concepción
psicopatológica y en un conjunto de principios y técnicas terapéuticos.
Las influencias cognitivas, aun cuando dieron origen a
psicoterapias específicas, se han ido incorporando a la Modificación de
Conducta. De hecho, conceptos y procedimientos cognitivos se
combinan o incorporan a explicaciones y procedimientos conductuales.
Todo ello bajo la premisa de que el manejo conductual es insuficiente.
De la cada vez mayor inclusión de este tipo de fenómenos en los
modelos conductuales, se fueron delimitando ramas particulares del
movimiento: Modificación cognitiva de la conducta, Terapia cognitiva
y Terapia cognitivo-conductual, entre otras. Se incluyeron en estas
tendencias algunas técnicas cuyo origen estaba totalmente desvinculado
de la Modificación de Conducta. Técnicas representativas son: La
Terapia racional emotiva, el Entrenamiento en autoinstrucción, la

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DESARROLLO HISTÓRICO DE LA PSICOLOGÍA CONDUCTUAL APLICADA

Terapia cognitiva, el Afrontamiento, la Detención del pensamiento y la


Inoculación de estrés, entre otros; de igual manera, las explicaciones a
problemas psicológicos se basaron en modelos cibernéticos y en el
concepto de representación.

Estado actual

Si tratamos de dar un panorama de qué es la Psicología “Aplicada”, nos


hallamos ante una labor difícil. Por un lado existen aquellas
aproximaciones que se conformaron de manera pragmática y que
constituyen la llamada psicoterapia tradicional^ Por otro, están las
aproximaciones que en su origen fueron conductuales y procuraron
derivarse de la psicología básica. Por último, se generan nuevas
aproximaciones pragmáticas y. nuevas derivaciones de las
aproximaciones conductuales; esto, solamente en cuanto a
concepciones particulares de la conducta. A ello hay que agregar que
no sólo se presentan distintos enfoques conceptuales, sino que cada vez
se crean nuevas “especializaciones” bajo el criterio de que la demanda
y el campo de incidencia profesional las justifican. Si se revisa la
literatura que se refiere a la psicología “aplicada”, vamos a encontrar
revistas especializadas en terapiainfantil, terapia familiar, medicina
conductual, psicología ambiental, psicología de la salud o terapia
sistèmica, y también vamos a encontrar distintos enfoques conceptua-
les. De manera tal, que como ha señalado Ribes (En: Palacios y
Montalvo, 1997), existen tantas psicologías, como psicólogos.
Convergen, especialmente en el campo aplicado, una serie de prácticas
distintas, a las que llamamos psicología.
Ante esta situación, que además parece imposible de resolver -al menos
mientras no haya, por lo menos, consenso con respecto a cuál es el
objeto de estudio-, lo que proponemos es una postura y un sistema para
incidir en el campo aplicado.

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Capítulo 2

UN ANÁLISIS DE LA TECNOLOGÍA CONDUCTUAL

in pretender analizar las aproximaciones tradicionales,

S
hay que indicar que al margen de las posibles diferencias
que existen entre la Terapia Conductual, la Modificación
de Conducta y el Análisis Conductual Aplicado,
incluyendo los enfoques cognitivos actuales, todas
comparten las mismas limitaciones tanto conceptuales
como metodológicas. Como ejemplo, podemos citar las críticas a los
modelos adoptados (Yates, 1977; Ribes, 1982; Deitz, 1978; Kazdin,
1989); a la forma de proceder con respecto a los problemas psicológicos
(Goldiamond, 1974; Ribes, 1990a); así como a los resultados obtenidos
(Yates, op. cit.); y es que aún cuando los objetivos iniciales de la terapia
conductual Rieron la superación de la causalidad interna, la
fundamentación en una teoría psicológica y la definición de la conducta
presente del individuo como objetivo fundamental de cualquier
estrategia de cambio, el interés por la solución de problemas impuestos
a la psicología por sectores sociales particulares, así como diversas
limitaciones teóricas, conceptuales y metodológicas fueron propiciando
una práctica cada vez más desvinculada del conocimiento básico, más
intuitiva, e incluso ecléctica. Algunos de estos problemas se pueden
analizar como:
a. Las limitaciones del paradigma adoptado
b. La falta de delimitación del objeto de estudio en el campo
aplicado, y
c. La influencia del modelo clínico.
Para llevar a cabo un análisis en cuanto al primer nivel, es
necesario comenzar señalando algunas de las implicaciones que ha
tenido en la ciencia básica el haber adoptado un paradigma mecanicista,

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UN ANÁLISIS DE LA TECNOLOGÍA CONDUCTUAL

es decir, un modelo en donde la explicación de los fenómenos gira


alrededor de los conceptos acción-reacción o causa-efecto, para así
posteriormente analizar las implicaciones de este modelo básico en el
campo aplicado.

Limitaciones del paradigma

a) El dualismo
Históricamente, las ciencias han surgido cuando formulan un objeto
teórico de conocimiento propio que no se yuxtapone al de otras ciencias
existentes y que presenta una correspondencia empírica con la realidad
concreta, esto es, que es algo identificable en lo concreto. La psicología,
aún cuando ya estaba planteada como disciplina, se convierte en una
ciencia especial del conocimiento a través de la filosofía del
Conductismo. Watson, en 1913, dotó a la psicología de un objeto de
estudio propio: la conducta. En el momento de su formulación la
manera dominante de concebir a la psicología eran diversas formas de
cartesianismo, esto es, diferentes modalidades teóricas, donde resulta
incuestionable postular la existencia de un aparato mental o de
estructuras internas que debían estudiarse. Ello implicaba la existencia
de un mundo no material que interactuaba con uno material, la
conciencia con la acción, el aparato intrapsíquico con los desórdenes
emocionales, la mente con la conducta.
La tradición del dualismo se le atribuye de manera oficial a
Descartes -aunque él no haya sido su iniciador. Para él cada persona
vive dos historias paralelas: una pública, relativa a su cuerpo, y otra
privada, relativa a su alma. El alma racional determinaba la acción del
cuerpo del hombre, de modo que su comportamiento podía estudiarse
reduciéndolo a la acción mecánica y refleja, mientras que el alma o lo
mental eran lo causal interno que obedecía a principios propios. La
acción del hombre como movimiento debía estudiarse a través de la
mecánica, mientras que la del alma, a través de una concepción
paramecánica correspondiente a la óptica (Ribes, 1982). Esto es lo que
se ha entendido por dualismo, el hombre compuesto de dos sustancias,
una que funciona como principio regidor y otra que solamente refleja
lo “verdaderamente importante”: alma, mente, conciencia o incluso

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cognición (como metáfora moderna de este principio regidor).


El Conductismo constituyó un nuevo abordaje para la
construcción de una psicología no dualista. De hecho, la Biología ya
había intentado superar el dualismo. El trabajo de Pavlov representa un
esfuerzo metodológico y conceptual en este sentido, y es por ello que el
Conductismo incorporó este paradigma aun cuando resultaba ajeno a su
objeto de estudio.
El paradigma del reflejo fue formulado para abordar el estudio
del movimiento de los cuerpos con un modelo dela mecánica, aunque
esto tenía por supuesto la premisa de que la materia era contraparte del
espíritu. Watson definió a la conducta como acción de los organismos
y con ello limitó el dominio empírico de la psicología al de los mo-
vimientos. Así, no solamente resultó fácil transferir el paradigma del
reflejo de la biología a la psicología, sino que surgieron nuevas formas
de dualismo. Los enfoques que se guían bajo una forma de explicación
mecanicista han pretendido identificar a la mente con el cerebro o con
estructuras neurológicas diversas. Otras formulaciones mecanicistas,
abiertamente mentalistas, quedan representadas por algunos
planteamientos cognoscitivos que aluden a metáforas cibernéticas.
Otros ejemplos los constituyen aquellas formulaciones que pretenden
traducir conceptos referidos a eventos mentales a conceptos
“objetivos”, sin cuestionar la existencia misma de los procesos
“internos” (Ribes, 1982).
La psicología ha sido, en su parte teórica y básica,
históricamente dualista o ha asumido formas dualistas no tan aparentes.
Su representación conceptual y metodológica ha sido adoptada de la
Biología. Estos dos aspectos han tenido una serie de consecuencias que
han repercutido, no sólo en la propia ciencia básica sino también en el
campo de la aplicación.
No es objeto de este trabajo hacer un análisis de lo que es el dualismo
ni de todos los errores que implica su adopción, esta labor ya ha sido
realizada fundamentalmente por Ryle (1949) y Ribes (1982, 1990a);
aunque cabe enfatizar que se está hablando de un error, en el que Se
basa prácticamente toda la psicología. Se ha considerado que la
conducta es la manifestación “observable” o “externa” de algo mucho

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UN ANÁLISIS DE LA TECNOLOGÍA CONDUCTUAL

más rico y profundo que resulta inobservable. Al dualismo, Ryle (op.


cit.). lo denominaun error categorial, dado que esta filosofía
...“representa los hechos de la vida mental como si pertenecieran a un
tipo o categoría lógica (o rangos o tipos de categorías), cuando en
realidad pertenecen a otra. El dogma es por consiguiente un mito
filosófico” (p. 16).
A esta doctrina Ryle la ha llamado el mito del fantasma en la
máquina. En psicología, el error categorial se ha extendido al pretender
explicar las relaciones entre dos mundos de propiedades distintas,
cuando en realidad lo que se estudian son eventos que se dan a un solo
nivel. El dualismo, entre otras cosas, ha llevado a cosificar el lenguaje,
esto es, a darle existencia física a lo que únicamente son expresiones
del lenguaje, postulando procesos “mentales” que no existen como
tales, sino que se generan a partir de la premisa de la existencia de la
mente como una estructura que causa el comportamiento. Igualmente
ha generado la formulación de una serie de categorías dicotómicas para
estudiar el comportamiento: interno-externo, público-privado, objetivo-
subjetivo, ob- servable-inobservable; que se aplican siguiendo una lógi-
ca por demás inapropiada.
La psicología previa al Conductismo era dualista. El Conductismo fue
un intento de trascender el dualismo, que no se logró en tanto nunca se
cuestionó la existencia misma de procesos “internos”, es decir, aún las
posturas conductistas asumen que existen procesos inobservables que
ya existen y que una comunidad verbal es la que enseña a referir.
Ejemplos de esto son: el dolor, la molestia, la tristeza; que se supone un
individuo ya posee y una comunidad verbal enseña a dar el nombre
adecuado. El mismo Skinner dedica en su obra algunos capítulos para
explicar el “mundo debajo de la piel”, lo cual significa, que existe este
mundo previo que habrá que aprender acomunicar; y el problema no
consiste en aceptar la existencia de procesos tales como la memoria, là
imaginación, la emoción o el pensamiento, sino que el problema
consiste en la manera cómo se abordan, es decir, en considerar que
existen de manera previa a su referenciación. Ribes ha propuesto una
forma de desmitificación de estos términos, abordándolos desde la
perspectiva del análisis del lenguaje ordinario (Se recomienda en

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especial su trabajo de 1990b).

b) Causalidad

A los problemas generados por el dualismo hay que agregar


limitaciones impuestas por la adopción del paradigma del reflejo como
modelo para explicar el comportamiento. Lo primero que hay que
señalar es que la carencia de un paradigma propio de la psicología ha
impedido formular con precisión su objeto de estudio. Con Watson la
conducta se definió como actividad del organismo, con Skinner se habla
de la interacción entre la actividad del organismo y el ambiente, aunque
el interés en la interacción como tal, se diluye al considerar como
unidad de análisis a la tasa de respuestas. Estas definiciones, al
enfocarse en lo que la persona hace, han llevado a confundir el
comportamiento con reactividad biológica; es decir, a creer que todo lo
que hacen los organismos es conducta, respirar, moverse, y en esa medi-
da Se han generado problemas que van desde una caracterización
dicotòmica (p. ej. interno-externo), hasta la falta total de delimitación
del campo de eventos que debe cubrir la ciencia psicológica. La
tendencia es el estudio reduccionista de comportamientos, ya sea
adoptando conceptos y procedimientos o herramientas de otras dis-
ciplinas, ya pretendiendo reducir dimensiones sociales o biológicas a
variables psicológicas. A este primer problema hay que agregar otros.
El paradigma del reflejo concebido en el marco de la mecánica
cartesiana concentra su atención en la explicación del movimiento,
enfatizando las relaciones lineales (lo que ocurre antes y lo que ocurre
después, en una línea del tiempo), de contacto directo en tiempo y
espacio. La explicación radica en describir relaciones de causa-efecto
en la forma de movimientos antecedentes y movimientos consecuentes.
En psicología, la conducta se concibe en términos de causas y efectos
en una relación contigua en tiempo y espacio. Las respuestas se han
considerado como las variables dependientes que deben ser descritas
como función de las variables independientes que son los estímulos.
En su conformación histórica nuestra disciplina se ha
caracterizado por la búsqueda de estas relaciones causales. Las distintas

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teorías del aprendizaje -incluyendo aquellas que postulan variables de


tipo mediacional- y aún la propia teoría de Skinner, han estado
dominadas por este concepto. Y es que aún cuando Skinner propone el
concepto de análisis funcional como modo de explicación para la
conducta, retoma la lógica de la causalidad lineal en tanto propone
relaciones de contacto y asigna el peso explicativo a un elemento de la
relación (la variable independiente y más específicamente el estímulo
reforzador), que siempre se presenta en sucesión temporal.
Igualmente hay que agregar que la lógica del reflejo excluye aspectos
importantes en el análisis del comportamiento. Dado que el interés se
centra en estas relaciones puntuales causa-efecto, se excluyen las varia-
bles contextúales y la historia, y por ende todas aquellas categorías que
hacen referencia a tendencias o disposiciones y que no cumplen con la
condición de ser eventos concretos, o más precisamente, ocurrencias
(Ribes y López, 1985). Interesan las respuestas, que supuestamente
deben definirse de manera que puedan ser observadas, contadas y
medidas; y los estímulos que también se definen cómo eventos
específicos, concretos, medibles. Obviamente, bajo esta lógica, ciertas
características del lugar en el que ocurre una interacción, estados de
ánimo, hábitos adquiridos en la historia individual, conocimientos,
experiencias, etc., no tienen un lugar en el análisis, o bien se
“operacionalizan” de modo tal que puedan entenderse, ya sea como
estímulo ya como respuestas. A ello hay que sumar la inclusión de
categorías de dudosa legitimidad como los diversos tipos de variables
mediacionales (pensamientos o “procesos internos”) para explicar
aquellos casos en los que no se establece un contacto contiguo entre
estímulos y respuestas. De esta lógica general, se desprenden otras
características:

c) Atomismo

La mecánica cartesiana describió el estado discontinuo de los cuerpos


y sustancias. Al adoptar este paradigma, la psicología estudia el
continuo conductual en términos de variables discretas, esto es,
definiendo respuestas puntuales. Esto ha llevado a medir instancias

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puntuales del organismo y a considerar que conforme dichas


instancias variaran en tiempo y en lo que respecta a sus propiedades
cuantitativas (tasa), Se podían considerar representativas del continuo.
La unidad de análisis recayó en la tasa de respuestas y la categoría
central explicativa, en el estímulo reforzador.
El interés por estudiar los efectos cuantitativos condujo a
desarrollar procedimientos experimentales de análisis que hicieron
énfasis en situaciones en las que sólo podía ocurrir una respuesta a la
vez, en donde el espacio y el contexto no eran significativos, en donde
podía controlarse la historia y en donde los cambios eran importantes
solamente si podían ser cuantificables; reduciéndose así el campo de
interacciones que podía abordarse desde la teoría (Ribes y López,
1985).
La discretización de la conducta, con el tiempo, también ha
dado lugar al empleo impreciso y elástico de los conceptos. Así,
conceptos definidos bajo esta lógica del movimiento como los
conceptos de estímulo, respuesta o reforzador, se han extendido para
abarcar eventos continuos, tendencias o estados orgánicos, en un afán
de incluir todo aquello que el propio paradigma excluye lógicamente de
su dominio empírico, y el problema radica en la asignación de eventos
de otra categoría a la lógica del contacto entre variables. No se puede
predicar lo mismo de un estado que de una respuesta, de un lugar que
de un estímulo, de algo continuo que de algo discreto, y en este afán por
incluir todos aquellos factores que componen una interacción, se
emplean categorías referidas a variables para abarcar, por ejemplo,
capacidades, valores y demandas sociales, entre otros, y no solamente
eso, sino que el interés se mantiene en la medición de propiedades
cuantificables de “estímulos” y “respuestas”, soslayando cambios
cualitativos en la interacción dado que desde la óptica del reflejo no son
significativos.

d) Misma complejidad en los procesos

Las diversas teorías del aprendizaje y de la motivación en general han


postulado uno o dos procesos cuando más, para explicar todo tipo de
comportamiento. En sus orígenes se recurría a procesos motivacionales

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UN ANÁLISIS DE LA TECNOLOGÍA CONDUCTUAL

(o energéticos), y procesos de aprendizaje (o asociativos). En la teoría


del condicionamiento se han postulado dos procesos: El respondiente y
el operante.
Ninguna teoría ha dado cuenta de distintos tipos de procesos de
comportamiento. Todo tipo de conducta se explica de la misma manera.
Esta falta de distinción entre niveles de comportamiento presupone que
este mismo carece de una dinámica evolutiva y, por lo tanto, se asume
la igualdad en términos de complejidad, no sólo entre diversas especies
biológicas, sino en un mismo organismo a lo largo de su historia y en
todo tipo de situación (Ribes y López, op. cit.) así, bajo esta lógica,
comportamientos como leer, manejar un automóvil, detenerse ante un
semáforo en rojo o componer una sinfonía, se entienden como operantes
o respondientes, con el mismo grado de complejidad.
Sin pretender ser exhaustivos en la descripción de los problemas
implicados por el paradigma adoptado, hay que indicar que esta forma
de concebir a la ciencia psicológica no ha permitido consolidar una
teoría fundamentada en un paradigma propio que permita establecer y
estudiar con precisión el campo de eventos significativos a su objeto de
estudio, ha restringido las formas de indagación empírica y ha llevado
a contradicciones y paradojas al relacionar los hallazgos experimentales
con los principios postulados (Ribes y López, 1985).Ahora, como ya se
señalaba, a pesar de las limitaciones de la teoría conductual, en un
principio se tuvo interés por desarrollar una forma de aplicación de la
disciplina; sin embargo, ello condujo a extrapolar directamente, tanto
los conceptos como los principios postulados por la teoría, al igual que
los procedimientos empleados en la investigación experimental. Así, si
las categorías y principios teóricos tienen problemas por la lógica
mecanicista con la que operan en el campo básico, menos permiten dar
cuenta de la problemática vinculada al comportamiento humano en su
ambiente natural. Las situaciones empleadas en la investigación básica,
así como los procedimientos y hallazgos de las mismas, son restrictivos
y no pueden hacerse análogas al tipo de situaciones en las que interactúa
el ser humano. Además, hay que considerar el hecho de que tanto los
objetivos como el modo de proceder de la ciencia y la tecnología son
diferentes, y no puede llevarse a cabo un procedimiento de

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extrapolación directa (sobre este punto se hablará más adelante).


La modificación de conducta y, en general, los diversos
enfoques incluidos bajo el rubro de terapia conductual presentan un
conjunto de problemas que son resultado del tipo de teorías a las que se
vinculan y de la extrapolación directa que de ellas han hecho, y por otro,
de todo aquello que la propia práctica ha ido generando. Así, en el
campo aplicado estas limitaciones se presentan como:

Limitaciones en las aproximaciones terapéuticas

a) Dualismo

Se había hablado antes de lo que es el dualismo, la doble sustancia que


compone al hombre. Igualmente se había señalado que el Conductismo
pretendió erradicar el dualismo. Watson propuso que no fuera la
conciencia el objeto de estudio de la psicología; declaró que la
psicología debía encargarse de estudiar la conducta, a la que definió
como acción observable del organismo; sin embargo, se mencionaba
también que nunca dejó de creerse que había un mundo “inobservable”
que existía como fenómeno psicológico previo a su referenciación. De
esta manera, dado que la filosofía del Conductismo no pudo superar el
dualismo a pesar de oponerse abiertamente a las posturas mentalistas,
en el momento de pretender crear una tecnología aplicada, los
problemas derivados de una concepción dualista se agudizaron.
Siendo que el objetivo de la tecnología es incidir en la
transformación de la realidad, y en el caso de la psicología, en el cambio
del comportamiento, se tornan relevantes ciertos aspectos: el lenguaje,
los Valores, las emociones. Las estrategias para enfrentarse a la
complejidad del comportamiento humano dentro de un ambiente social,
se relacionaron, como ya se había indicado, con la elaboración de
modelos de evaluación, que en principio se derivaron de las diversas
teorías del aprendizaje y especialmente de los modelos de
condicionamiento. Se propusieron modelos como el S-R, en donde lo
relevante es la relación entre el estímulo antecedente y la respuesta; el
S-R-C, en el que se considera que los problemas humanos deben
analizarse en términos de estímulos antecedentes, respuestas y

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consecuencias; el S-O- R-C, que además de lo anterior incluye la


variable !0’ que denota a una variable mediadora entre el estímulo
antecedente y la respuesta, o el S-O-R-K-C que incluye en la ‘K’ la
relación de contingencia (en este caso de contigüidad) entre las distintas
variables. De cualquier manera, éstas y otras modalidades que se fueron
planteando, reflejan modelos cada vez más desvinculados de la ciencia
básica, hasta llegar a la propuesta de modelos multimodales, claramente
ajenos al conocimiento básico. .
Así, se empezaron a considerar aspectos característicos de la
conducta humana tales como los sentimientos, los recuerdos, la
imaginación, el pensamiento, las capacidades, y los estados de ánimo,
por mencionar algunos, partiendo de dos premisas falsas: a) como si
fueran ocurrencias, es decir, variables discretas, y b) adjudicándoles la
categoría de observabilidad-inobservabilidad. Dado que estos aspectos
se consideran “inobservables” se han estudiado como respuestas
encubiertas, o dependiendo del modelo de evaluación que se use, como
estímulos encubiertos que tienen una relación causal con respuestas
“observables”. Hay que aclarar que términos tales como: sentimientos,
recuerdos, imaginación o pensamiento, se han tomado del lenguaje
ordinario y en este lenguaje, por un lado, no se refieren necesariamente
a un proceso y, por otro, no tienen una definición precisa. En el lenguaje
ordinario estos términos adquieren sentido según el contexto en el que
se emplean y pueden referirse a cosas distintas. Por ejemplo, cuando la
gente habla de recordar, se puede referir a saber, aunque también por
ejemplo, a comportarse como si estuviera en una situación distinta. Lo
mismo pasaría con imaginar: alguien, al ver a un niño disfrazado de
soldado y disparando con un dedo, podría decir que el niño imagina que
tiene una pistola; mientras que una adolescente puede referir que ya se
imagina cómo le va a ir en su casa cuando sepan que reprobó
matemáticas, en este caso, obviamente se emplea el término de un modo
distinto que en el ejemplo anterior. La adolescente refiere (por ex-
periencia) la probabilidad de enfrentar consecuencias aversivas para su
comportamiento. Un análisis del lenguaje ordinario y su adopción
errónea en psicología, se puede encontrar en Ribes (1990,b) y en Ryle
(1949).

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Con los ejemplos anteriores solamente se pretende ilustrar que


cuando en psicología se emplea el término “inobservable”, por un lado
se reafirma la idea del fantasma en la máquina, del mundo inaccesible
que da cuenta del comportamiento. Aquí cabe recordar que la conducta
se refiere a una relación y toda relación es, en principio, una
abstracción, por lo tanto, como un concepto de relación no se le puede
adjetivar como “observable” o “inobservable ”, “interna” o “externa”.
Pensemos, por ejemplo, en frases como relación económica, o relación
de poder; al emplear estos términos no se alude a ocurrencias que se
observan, sino a abstracciones que tienen referentes empíricos. Se
puede observar a un hombre extendiendo un billete y a otro entregando
un paquete, al hablar de que el primero está comprando o de que ambos
sostienen una relación comercial, se está haciendo una abstracción. Uno
de los riesgos de adjetivar las relaciones como si fueran “observables”
o “externas”, es justamente olvidarse de que lo que se estudia son
interacciones, para intentar reducir el comportamiento a respuestas. Lo
que se aborda como emoción, pensamiento, o imaginación, no son
conductas, como tampoco necesariamente procesos, son o forman parte
de alguna interacción y muchas veces aluden, no a variables discretas u
ocurrencias, sino a tendencias o estados y por supuesto, las tendencias
o estados no son observables, como tampoco puede serlo la conducta
(Ryle, 1949; Ribes, 1990b). Por último, es importante desmitificar las
morfologías de conducta, esto es, las formas en las que un individuo se
relaciona con su ambiente. Un individuo puede comportarse de manera
aparente a otros, por ejemplo, cuando dice algo a alguien; o de manera
no aparente cuando se lo dice a sí mismo. Lo aparente o no aparente de
su comportamiento no implica que se presenten funciones diferentes.
Alguien puede leer en forma aparente a otros o puede hacerlo de manera
silente (para sí mismo), en ambos casos el proceso de comportamiento
implicado es el mismo. El poder comportarse de manera no aparente es
algo que surge después de saber hacerlo de forma aparente. Un niño
aprende a leer en voz alta antes de poder hacerlo en silencio. De hecho,
hacer algo en silencio implica haber aprendido a hacerlo en voz alta.
Esta característica de la forma en que se responde (morfología), no hace
que ello sea causal de otro comportamiento, o que implique una mayor

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complejidad. Tanto el leer en silencio como el hacerlo en voz alta, se


pueden explicar con base en las mismas razones. Comportarse de
manera no aparente puede resultar conveniente y útil en ciertas
circunstancias, pero no es ninguna manifestación de un mundo interno
rico en complejidad (Ryle, 1949).
El término ‘cognición’ adoptado por la terapia conductual
ilustra el error lógico del dualismo. Esta categoría es lo suficientemente
elástica para designar estados, condiciones, valores, ideologías,
motivos y todo aquello a lo que erróneamente se le asigna la categoría
de variable inobservable. Todo lo anterior, lo que no puede ser
explicado como variable, se designa con un solo rótulo: cognición,
como si la tristeza, el teorizar con respecto a algo, el creer en algo o el
darse instrucciones a sí mismo, se refirieran a lo mismo. No obstante
este primer error, se pretende además convertir al propio comporta-
miento en causal del “comportamiento externo” u “observable”. Esta
lógica da lugar a que se construyan “teorías” como las cibernéticas, en
donde se adopta la metáfora de las computadoras como modelo
explicativo del comportamiento, para posteriormente olvidar que se
trataba solamente de una metáfora. En algunos modelos de evaluación
o terapéuticos, el término ‘cognición’ se ha convertido en la categoría
central explicativa de todo tipo de comportamiento. Nuevamente se cae
en un error categorial al postular un mundo “interno” que se sugiere
mucho más rico y complejo, y que sirve para “dar cuenta” del
comportamiento “externo”, aunque bajo una máscara de cientificidad
en tanto que se estudia en términos de variables y se relaciona con el
ambiente. A ello hay que agregar que los términos de externo o interno
son aplicables a aquello que tiene una ubicación espacial y siempre con
referencia a algo. No son términos que puedan aplicarse a interacciones,
aunque tampoco a respuestas.

b) Causalidad
El paradigma del reflejo, como se había mencionado, concentra su
atención en la explicación del movimiento, enfatizando las relaciones
de contacto contiguo en tiempo y espacio. Explicar es entonces,
describir relaciones causa-efecto en la forma de movimientos

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antecedentes y movimientos consecuentes.


En el campo aplicado esta lógica ha llevado a que se confunda
lo que es la contigüidad, relación cercana en tiempo, con contingencia
-entendida como condicionalidad- y, por ende, a que el análisis se limite
a la identificación de “variables” que anteceden y suceden a una
respuesta, considerando que éstas son las relevantes. Además, el
comportamiento se explica en función de uno de los componentes de la
relación. Por ejemplo, aquellos que emplean un modelo S-R otorgan el
peso explicativo al estímulo antecedente. Los que siguen modelos como
el S-O-R-C atribuyen el peso explicativo del comportamiento al
estímulo reforzador y ello les permite explicar conductas que van desde
los berrinches de un niño hasta comportamientos complejos como el
delinquir, el fumar, la preferencia sexual, etcétera. Aquellos que se
inclinan por los modelos cognitivos consideran que la cognición explica
el contacto entre el sujeto y su mundo, y a partir de ello proponen
modelos “explicativos” como el constructivismo o la terapia racional
emotiva, que se considera, tanto un modelo cognitivo como un modelo
terapéutico.

c) Atomismo

En la ciencia básica el interés por hacer discreto el continuo conductual


llevó a medir instancias puntuales del organismo y del ambiente, a
eliminar aquellos eventos que no se ajustaban a este modelo de
acontecimientos que se repiten en tiempos relativamente cortos y que
por lo tanto no eran discretizables, y a considerar que los cambios
ocurridos en una interacción solamente eran significativos si eran
cuantificables. Esta lógica atomista ha repercutido en el trabajo
aplicado.
La discretización de los elementos que conforman la interacción
ha obligado a que en el campo aplicado, al enfrentarse a conductas
complejas, los conceptos derivados de los modelos teóricos se hayan
extendido de tal modo que se han vuelto inútiles al perder su precisión.
Schoenfeld (1983) ha señalado que conceptos tales como el de
‘respuesta’ o ‘reforzador’ se han llegado a aplicar a eventos que

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trascienden totalmente las propiedades características de dichas


categorías. Problemas que deben analizarse considerando una serie de
variables contextúales -factores que no son ocurrencias- se estudian
bajo categorías que resultan sumamente restrictivas y que fueron
planteadas para referirse a eventos discretos, representativos y pun-
tuales en el tiempo. Los diversos modelos de evaluación aplican
categorías discretas como la de ‘respuesta’ a eventos que hacen
referencia a tendencias, estados, lugares y condiciones, y así analizan,
desde condiciones biológicas hasta prácticas culturales. Conceptos
como el de ‘estímulo’ se aplican con igual imprecisión para designar
desde un objeto físico hasta normas institucionales. El concepto de
‘reforzador’ que en la ciencia básica se definió a través de una operación
y su efecto, se emplea en el campo aplicado, violentando su uso, para
designar a aquellos ‘estímulos’ que siguen en tiempo a una ‘respuesta’;
sin una evaluación del posible aumento en la probabilidad de emisión
de una respuesta particular como efecto de la presentación contingente
de un estímulo. Se atribuyen propiedades reforzantes a aquellos
estímulos que el ‘sentido común’ o la contigüidad en tiempo lo
sugieren. En el caso de que no existan tales estímulos se postulan
conceptos como ‘autorreforzante’ para algunas conductas (comer, por
ejemplo), o se buscan tales ‘estímulos’ en el propio organismo (la
nicotina como categoría explicativa psicológica del fumar). Lo que en
la investigación básica se constituyó en una unidad de análisis -la tasa
de respuestas-, en el campo aplicado se traduce en un interés por
cuantificar la frecuencia de algunas conductas, aunque también en el
interés por cuantificar una serie de aspectos que no son cuantificables
como los valores, motivos o sentimientos. Así se construyen escalas
subjetivas de ansiedad, instrumentos para cuantificar asertividad o
satisfacción sexual, entre otros. Los cambios cualitativos no se
consideran significativos porque no son ‘científicos’ desde el momento
en que no son cuantificables.
Una repercusión importante del análisis atomista, como se ha
estado señalando, es la exclusión de categorías para designar
tendencias, disposiciones o contextos. El análisis del comportamiento
humano en el campo aplicado resulta reduccionista, esto es, se aplican

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las categorías propias de un nivel más simple de comportamiento, para


dar cuenta de otro grado de complejidad que las rebasa. No existen
categorías que permitan evaluar la historia del comportamiento del
sujeto. Los datos históricos que se recopilan acerca de una persona no
tienen un lugar conceptual real dentro de ningún análisis. Otros
elementos como las tendencias, los gustos o las preferencias, se ex-
cluyen del análisis del comportamiento o se analizan erróneamente
como variables. El estudio del contexto en el que se da una interacción
se iguala a la identificación de estímulos antecedentes, dejando de lado
eventos disposicionales o situacionales que son fundamentales en la
comprensión del comportamiento. Estos elementos pueden estudiarse
si se cuenta, en principio, con categorías que los contemplen.
Justamente el sistema que se describirá posteriormente tiene como una
dimensión básica de análisis a la función disposicional.

d) Misma complejidad en los procesos

En el campo aplicado en realidad no existe un interés genuino en


comprender los procesos psicológicos involucrados en algún
comportamiento, sino que el interés se centra en la transformación del
mismo. De cualquier manera las explicaciones que se dan en el campo
aplicado responden a
alguna postura, ya sea teórica, ya sea de conocimiento generado por la
propia práctica, y tales explicaciones reflejan las limitaciones propias
de la aproximación adoptada. En el caso de la terapia conductual, las
explicaciones para cualquier comportamiento se vinculan con ubicar un
“problema” como un proceso respondiente o como uno operante. De
igual manera, los que manejan las posturas cognitivas, no distinguen
procesos más simples de otros más complejos. En general, de acuerdo
al enfoque, se analiza cualquier comportamiento identificándolo como
un solo tipo de proceso.
Con variantes mínimas, el trabajo aplicado sigue una lógica de
causalidad lineal: la atomización de los eventos que componen una
interacción, la ausencia en el análisis de los eventos contextúales e
históricos, la falta de distinción entre diferentes niveles de organización

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de la conducta, el interés por las respuestas al margen de las


interacciones, el énfasis en los aspectos cuantitativos, la concepción
dualista tácita o aparente, la extrapolación de conceptos y
procedimientos, entre otros, son en conjunto las características que
permiten agrupar a los distintos enfoques en el campo aplicado, a pesar
de los debates que ellos sostienen para establecer sus diferencias.
Las limitaciones en el paradigma han propiciado la búsqueda de nuevos
modelos aplicables que den cuenta de la complejidad de los problemas
vinculados al comportamiento humano. Ello ha repercutido en enfoques
cada vez más heterogéneos, en la proliferación de mini modelos ex-
plicativos, en la extensión indiscriminada del campo de acción
profesional y en el surgimiento del eclecticismo como práctica
profesional legítima. A pesar de ello, la lógica que subyace a las propias
prácticas no resulta aparente para el propio quehacer tecnológico y es
por ello que todas aquellas “alternativas” o nuevos enfoques surgen
viciados de origen pues se amparan en la misma lógica y en ocasiones
contienen concepciones abiertamente dualistas.

e) La falta de delimitación del objeto de estudio

El responder a la demanda que como encargo social se ha impuesto a la


Psicología, ha impedido que se dé un cuestionamiento a fondo de las
premisas y concepciones que rigen la labor profesional, y por ende a
construir una tecnología conductual científica que emerja de la propia
disciplina, a partir de modelos teóricos que rompan con el dualismo y
el mecanicismo. Coexisten en la actualidad dos psicologías: a) una que
se da como profesión y que se ha construido por encargo social,
desvinculada de una teoría científica, y b) una psicología más vinculada
en sus orígenes al conocimiento básico. Esta distinción no es del todo
clara para los mismos profesionales, dado que por un lado el interés
fundamental es la solución de problemas , y en ese sentido lo que
actualmente se ha convertido en lo importante es lograr efectividad.
Partiendo de esta premisa, no sólo se margina el interés por desarrollar
a la psicología como ciencia, sino que se cree que la psicología es
sinónimo de terapia o aplicación, aunque paradójicamente no haya un

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conocimiento científico qué aplicar. La propia investigación se enfoca


a la solución de problemas específicos.
Se acumulan resultados con un alto nivel de especificidad y
nadie muestra interés por responder preguntas importantes para la
psicología, como tampoco por vincular sus resultados a aspectos más
generales que den cuenta del comportamiento. De hecho, se vive un
momento de métodos y resultados, sin teoría. Como lo que se ha
convertido en lo importante es resolver una demanda social cada vez
más amplia y solucionar problemas en todos los campos sociales, la
consecuencia es la proliferación de prácticas cada vez más pragmáticas
y eclécticas, con un alejamiento cada vez mayor de la ciencia. Por otro
lado, hay que admitir que tal confusión es, hasta cierto punto,
comprensible, dado que existe una serie de modelos o teorías
tecnológicas o incluso posturas filosóficas que supuestamente
fundamentan las prácticas profesionales y que se confunden con teorías
del comportamiento.
Hay que insistir en que la psicología tecnológica tiene dos
vertientes: a) una pragmática, que se ha ido construyendo para satisfacer
demandas sociales específicas en ciertos momentos históricos y b) una
científica, que se construye a partir de su definición epistémica, como
disciplina que pretende aplicar un conocimiento derivado de la ciencia.
La primera representa propiamente una práctica de trabajo relativa a
una problemática, que no se define con criterios científicos, sino con
criterios sociales que pretenden dar respuesta a demandas históricas
concretas de alguna estructura social y económica particular. La segun-
da, por su parte, brinda la posibilidad de identificar lo psicológico en
las formas concretas de actividad de los hombres y animales y, a partir
de ello, ponderar la pertinencia del conocimiento científico con el fin
de transformarlas. En la práctica, como se decía, ambos criterios no
siempre se corresponden, aunque ambos tipos de prácticas coexisten
bajo un mismo nombre. De hecho, en el caso particular de la psicología,
las prácticas que la identifican como profesión, la mayoría de las veces,
no están amparadas por un conjunto de conocimientos científicos, y hay
que recordar que solamente tal conjunto de conocimientos es el que
puede proveer de criterios de coherencia, pertinencia y autocorrección,

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que ubican la vinculación de su contenido con una práctica social. El


hecho de partir del encargo social como criterio fundamental de
aplicación lleva, entre otras cosas, a no entender qué estudia la
psicología, a abordar los problemas humanos de manera reduccionista,
a traslapar la labor profesional con la de otras disciplinas, a desarrollar
una práctica artesanal que no es capaz de explicar sus propios logros y
fracasos, entre otros (Ribes, 1982).
Precisamente, el pretender dar cuenta de la demanda social ha
llevado, entre otras cosas, a conformar supuestas áreas de
especialización profesional. Justamente los nombres dados a las
distintas ramas de aplicación de la psicología: clínica, social, educativa
y deportiva, provienen de esta confrontación con demandas sociales
específicas, siendo que son adjetivos ilegítimos en la medida en la que
por un lado, se trata de una especialización impuesta a partir de una
división social del trabajo con existencia previa a la aplicación de la
disciplina -que además puede alterarse en razón de condiciones
sociohistóricas- y por otro, que como contenido de conocimiento, el
objeto de estudio es uno: La conducta y ésta no se clasifica aún en
procesos distintivos que justifiquen la creación de especialidades en el
campo aplicado. Los distintos escenarios, poblaciones y objetivos
particulares en la aplicación de la psicología, implican solamente el
desarrollo de metodologías específicas y la relación con áreas
distintivas de conocimiento, pero siempre a través de una misma lógica
teórico- conceptual. El eje de aplicación de la psicología a los diferentes
escenarios sociales no puede ser otro que el propio modelo teórico.
El Conductismo, como se señalaba, ha sido la aproximación que
desde 1913 dotó a nuestra disciplina de un objeto de estudio: la
conducta. Sin embargo, el interés por resolver problemas ha llevado a
que existan confusiones con la delimitación de un campo propio que no
se traslape con el de otras disciplinas; lo que ha propiciado, como ya se
indicó, la consideración de que cualquier campo de actividad humana
pertenece a la psicología, el traslape con otras ciencias, y la reducción
de la inserción profesional a la intervención directa.
Aquí se propone que la función social aplicativa de la psicología
dependa fundamentalmente del contenido de la disciplina básica y que

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las demandas sociales queden subordinadas a dichos contenidos. Ello


nos lleva, en principio, a adoptar al Interconductismo (Kantor, 1926;
Ribes y López, 1985) como una filosofía especial de la psicología que
señala qué debemos estudiar y cómo debemos hacerlo. Este modelo,
entre otras cosas, delimita con precisión un objeto de estudio: la
interconducta, que entendida como la interacción construida
históricamente entre el organismo y ciertos aspectos del medio, permite
establecer los límites, no sólo de nuestra disciplina como ciencia, sino
como profesión, especialmente en relación con las disciplinas
limítrofes: las biológicas y las sociales.

Algunas premisas

En el ambiente natural pocas situaciones sociales y naturales no


contienen problemas o fenómenos de comportamiento o de
interconducta, por ello, en el campo aplicado se debe tomar en cuenta
que el ser humano establece relaciones en su ambiente natural que son
lo suficientemente complejas como para que ninguna disciplina por sí
misma pueda explicarlas. Estas relaciones se pueden estudiar
integralmente conjugando el conocimiento de diversas disciplinas.
Cada fenómeno se puede abordar desde distintas dimensiones: la
biológica, la social, la económica. La psicología, como profesión, no
puede dar cuenta de la complejidad del comportamiento del ser humano
en su ambiente natural.
Es importante además, considerar que el hecho de que la
psicología estudie el comportamiento no significa que es la disciplina
que debe dar cuenta de todo lo que hacen los seres humanos. Estudiar
la conducta no nos autoriza a soslayar otras dimensiones de la actividad
humana. Por supuesto, la psicología no puede aplicarse al margen del
trabajo, el desarrollo social, la salud y la educación, pero tampoco
equivale a ellos. Lo que nos lleva a otras dos cuestiones: a) En los
distintos campos de actividad humana, los problemas no son
psicológicos, sino que tienen una dimensión psicológica identificable a
partir del conocimiento básico, y b) los distintos campos de acción
profesional cuentan con encargos específicos a otras ingenierías o

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profesiones sociales (Ribes, 1982; Ribes y López, 1985; Díaz González


y Carpió, 1996 y Rodríguez, 1997).

La dimensión psicológica de los problemas humanos

Con respecto al primer punto, la inserción profesional de la psicología


se ha ampliado indiscriminadamente. Los psicólogos “aplicados”
trabajan en muy diversas áreas sociales y se enfrentan a todo tipo de
problemas. Ello ha llevado, en muchos casos, a olvidarse de que la
psicología tiene un objeto de estudio específico, y a adoptar categorías,
problemas y niveles de análisis de otras disciplinas y, por consiguiente,
a hacer análisis reduccionistas de
fenómenos complejos. Ejemplos de ello son los trabajos
vinculados a la economía y la administración, a los problemas de salud
-entendidos como problemas psicológicos- , al empleo de instrumentos
y metodologías de las profesiones médicas, a la apropiación teófico-
tecnológica de problemas sociales complejos como el alcoholismo o la
delincuencia, empleando, como consecuencia de ello, conceptos,
categorías y herramientas de otras disciplinas; aquí vale la pena
considerar que lo psicológico es un nivel de abstracción de la realidad
y se identifica a partir de lo definido a través de un lenguaje
especializado (Díaz González y Carpio, 1996; Ribes, 1997 en Palacios
y Montalvo). Lo psicológico se refiere a un objeto conceptualmente
definido, concretamente a la interacción de organismos individuales e
intactos con elementos específicos de su medio ambiente. Al
incursionar en la explicación y transformación de la actividad humana,
debemos tener claro que una dimensión es el comportamiento, pero que
no todo es o puede ser reducido a esta dimensión. Factores económicos,
características de la especie, organizaciones y estructuras sociales,
características de distintos ambientes físicos, alteraciones o condiciones
biológicas, tipificaciones de grupos diversos con base en su nivel
educativo, ingresos económicos, prácticas culturales, regiones en las
que se habita y diferencias de género, entre otros, no son reductibles a
un análisis psicológico. A la psicología le compete el comportamiento
individual, construido a través de una historia singular. Ello significa

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entonces que para abordar los problemas humanos, se debe pensar en la


multidisciplina como aproximación, ya que, como se mencionaba,
ninguna disciplina por sí sola puede dar cuenta de la complejidad de la
actividad humana.Así por ejemplo, un fenómeno como el alcoholismo
puede ser abordado considerando dimensiones específicas
correspondientes a diversas disciplinas. Las disciplinas sociales
intentarían explicar, por ejemplo; la influencia de una cultura particular,
de las características socioeconómicas de ciertos grupos sociales, de
factores educativos, de condiciones de edad, género, creencias
religiosas, margi- nación social. Las disciplinas biomédicas intentarían
identificar, por ejemplo; factores bioquímicos relacionados con la
ingestión de las distintas sustancias, daños orgánicos, alteraciones en la
reactividad biológica como efecto de la ingestión de los distintos tipos
de sustancias tóxicas, formas de desintoxicación. La Psicología tendría
que ocuparse solamente del comportamiento, esto es, de todos aquellos
elementos que forman parte de la unidad de análisis y que influyen para
que un sujeto en particular, con una historia única, características
singulares, determinadas capacidades y condiciones, ingiera cierto tipo
de sustancias, en algunas circunstancias, con determinadas personas,
teniendo efectos particulares de su comportamiento en relación con
otros.
La definición del objeto de estudio es la que debe proporcionar
los criterios para delimitar el campo de acción profesional, esto es, si
entendemos que la conducta o más propiamente la interconducta se
refiere a la interacción construida entre ciertos elementos del ambiente
y el organismo. Todo aquello que es característico de la especie, o que
es característica compartida por todos los miembros de una cultura
particular, no serían objeto de la psicología y pretender explicar estos
factores o intervenir en ellos, implica un abordaje reduccionista. Al
entrar al campo de aplicación se debe considerar; 1) que los distintos
campos o contextos de actividad humana están definidos a partir de
criterios institucionales y no psicológicos y 2) que de los fenómenos
estudiados nos corresponde una dimensión y ésta se delimita a partir de
la definición de nuestro objeto de estudio. No hay que perder de vista
que la idea es desarrollar una tecnología científica supeditándola, en

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principio, a su propio contenido, ello es lo que podría permitir desarro-


llar metodologías especiales que, con una misma lógica teórico-
conceptual, permitan cumplir los diversos propósitos de inserción
profesional en los distintos sectores sociales.

Otras profesiones con aplicación social

La psicología no tiene campos propios de aplicación, de hecho,


disciplinas aplicadas tales como la administración, la medicina, la
antropología social y el trabajo social, entre otros, surgieron
propiamente de encargos sociales específicos, siendo éstos los que las
definen y no así niveles epistémicos propios. Tales disciplinas se han
constituido históricamente como conjuntos de técnicas y
procedimientos dirigidos a la solución de problemas concretos bajo el
marco de referencia de una institución social. La reflexión y el análisis
de las mismas se ha dado a posteriori, en relación con diversas ciencias
como la Biología o la Sociología (Ribes, 1982). La Psicología, como
tecnología derivada de un modelo de conocimiento propio, por el
contrario, debe supeditar su función social a su contenido epistémico,
de modo tal que no puede sustituir a aquellas disciplinas que se han
constituido como ingenierías socialmente asignadas a los distintos cam-
pos de relación social. Hay que recordar que a través de la historia, la
división social del trabajo profesional ha asignado con anterioridad una
serie de encargos, a otras disciplinas.
Tomando en consideración lo anterior, es importante replantear
la naturaleza de la identificación de la dimensión psicológica de los
problemas sociales en campos aplicados como la educación, el trabajo
y la salud, para tratar de superar las estrategias hasta hoy adoptadas:
reducir todo problema humano a problemas psicológicos, o bien, negar
la relevancia de lo psicológico para buscar en lo sociológico o en lo
biológico la solución de problemas implica un análisis reduccionista.
Otro aspecto a considerar es que la intervención directa del psicólogo
no es la única forma de ejercer la profesión. Ribes (1982) ha señalado
que una forma de inserción profesional de la psicología es la
desprofesionalización, esto es, dado que no existen campos de

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aplicación que la psicología pueda reclamar como propios, una de las


alternativas es el trabajo indirecto, mediado por otros profesionales,
para profesionales o no profesionales. Esto se refiere especialmente a
aquellos campos institucionales, en donde pocas veces se considera a la
desprofesionalización como una alternativa que permite incidir en el
comportamiento a través del adiestramiento de otros (Ribes, 1982).
Por último,, hay que considerar a la multidisciplina como
contexto de inserción profesional, entendiéndola como la convergencia
de varias disciplinas reguladas por un criterio social, alrededor de una
disciplina práctica con un encargo social específico. Igualmente la
interdisciplina se propone como cuerpos teórico-prácticos de
integración tecnológica que pueden determinar las condiciones de su
aplicación en campos de conocimiento socialmente significativos -por
ejemplo, la pedagogía- (Ribes y López, 1985).

Concepción clínica de los problemas


Históricamente los médicos fueron los primeros en intentar dar cuenta
del comportamiento. La modificación" de conducta tuvo como uno de
sus objetivos iniciales el romper con esta concepción clínica, aunque tal
ruptura no se consolidó. El modelo médico-clínico determinó la forma
de aplicación del conocimiento psicológico. Su aceptación ha tenido
lugar con matices aparentemente contradictorios. En un principio el
enfoque que genéricamente se puede denominar como Modificación de
Conducta, cuestionó una serie de aspectos importantes relativos a la
concepción del comportamiento, así como a los procedimientos
empleados por las formas tradicionales de psicoterapia, sin embargo,
nunca se cuestionó la propia orientación patológica de las técnicas de
cambio conductual. Se criticó el causalismo interno del modelo médico
(ya sea en términos de aparatos intrapsíquicos, energías mentales o
estructuras y funciones cerebrales), o la concepción sintomática del
comportamiento, pero jamás se cuestionó el hecho mismo de la
“existencia de la anormalidad”. La única diferencia es que no se
consideró que el comportamiento “anormal” estuviera determinado por
entidades internas, sino que se concibió como parte de un continuo que

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era explicable bajo los mismos principios de la conducta normal. Al


margen de la naturaleza intrínseca o impuesta por las contingencias, el
modelo conductual asumió que existían parámetros universales en el
comportamiento y, por ende, conductas normales (ajustadas en mayor
medida a estos parámetros) y conductas anormales (desviadas,
atípicás).
Nunca se cuestionó, por un lado, la existencia de tales
parámetros universales y, por otro, que la conducta como tal no puede
ser normal o anormal, buena o mala, sana o patológica, sino que estos
calificativos son juicios de valor sociales que se le atribuyen a la
conducta, en tanto expresiones ideológicas de un grupo social determi-
nado (Ribes, Díaz González, Rodríguez y Landa, 1986).Mientras que el
modelo médico sí cuenta con parámetros relativamente universales para
evaluar la salud, la conducta ha sido valorada de acuerdo a la moral
imperante en diversas épocas históricas y en diferentes grupos sociales,
sin embargo, siguiendo las premisas del modelo médico, la psicología
asumió tácitamente la existencia de patrones universales de
normalidad-anormalidad en la conducta y con ello se estableció el
empleo de criterios morfológicos para identificar el comportamiento
“anormal”, es decir, nuevamente y al margen de cualquier categoría que
dé cuenta de interacciones, se consideró que las formas de responder
determinaban la existencia o inexistencia de “problemas”,
“desviaciones”, déficit o excesos.
La forma de intervención adoptó un enfoque patológico. Se
dirigió a la eliminación de aquellas formas de conducta consideradas
anormales y, en el mejor de los casos, al establecimiento de nuevas para
sustituir a las primeras, es decir, ^i un individuo piensa que tiene mala
suerte, hay que sustituir esta morfología o forma de conducta por una
“adaptativa” como no todo tiene que ser perfecto. Esta lógica ha venido
agregando limitaciones a la práctica profesional como las siguientes:
a) En la medida en la que existen conductas “anormales”, se
identifican sujetos problema, sujetos “enfermos,” o
“anormales”, a los que debe dirigirse el cambio, al margen de la
valoración hecha por el propio sujeto y las personas
significativas en una relación acerca de la propia interacción,

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por ejemplo, el individuo que se relaciona sexualmente con los


de su mismo género, es el que está mal.
b) Se identifica un problema de comportamiento con base, no en
interacciones entre personas, sino considerando algunos
aspectos de las formas de respuesta del individuo “problema”
(ansiedad, obsesiones, tabaquismo, depresión), asumiendo que
dichas morfologías o formas de conducta conllevan
anormalidades intrínsecas, y o bien que implican distorsiones en
el flujo de información que va del ambiente a la respuesta del
sujeto. Así, no es sorprendente el uso de taxonomías que
clasifican “problemas” a los que se les otorga una existencia a
priori. Las clasificaciones de la APA son el mejor ejemplo de
ello, aunque también existen taxonomías conductuales que
señalan como problemas a los déficit conductuales y a los
excesos, o bien las cognitivas que determinan cuáles ideas son
racionales y cuáles irracionales. Se asume que ciertas formas de
comportarse o morfologías de conducta, tienen existencia como
problemas psicológicos bajo premisas de valoración universal y
que por ende, pueden identificarse y explicarse al margen de la
interacción particular en la que se presentan, es decir, que son
homogéneos en cualquier sujeto y aún en él mismo,
independientemente de la situación. Así, por ejemplo, se hacen
escalas para evaluar ansiedad, partiendo de que se trata de una
especie de forma universal de comportarse, que se presenta de
la misma manera en todas las personas y en la que no importa
mucho el contexto, la historia, las capacidades, las personas sig-
nificativas de un individuo. Esta lógica tiene dos implicaciones
más. La primera es que al asumir la existencia de problemas a
priori se ha determinado que el individuo que presenta dichas
morfologías es el sujeto problema. Tal lógica organocéntrica ha
llevado a soslayar a la interacción como el objeto de análisis
para centrarse en las respuestas del individuo portador de la
“anormalidad”. La segunda se relaciona con la proliferación de
minimodelos “explicativos” de “problemas”. Existen modelos

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UN ANÁLISIS DE LA TECNOLOGÍA CONDUCTUAL

que pretenden explicar la ansiedad, la depresión, la homo-


sexualidad, la neurosis, asumiendo que puede marginarse el
análisis de una interacción singular dada la “autonomía del
problema” como entidad universal.
c) Se interpreta el problema de manera restringida a la
especificidad de la circunstancia en la que se solicita el apoyo
terapéutico. Dada la premisa de la existencia previa de
problemas psicológicos, el análisis de la conducta individual se
restringe a la circunstancia que rodea a la queja principal, que
siempre se analiza partiendo de lo que se ha dicho con respecto
a los problemas ya clasificados. Así se desechan los eventos
históricos y contextúales que dan lugar a un comportamiento
singular, para restringirse a la búsqueda de aquellos elementos
señalados por los distintos minimodelos que “explican” el
problema identificado, convirtiendo la aplicación de la
metodología conductual en un análisis restrictivo, dictado no
sólo por las limitaciones del paradigma, sino por la propia
premisa de la anormalidad del comportamiento’.
d) El planteamiento de la intervención se plantea en términos
tecnológicos asumiendo que existe una correspondencia entre
técnicas y problemas. Para tratar problemas de “ansiedad”, se
puede optar por técnicas estandarizadas tales como:
entrenamiento asertivo, desensibilización sistemática, terapia
racional emotiva, inundación, práctica reforzada; es decir, se
asume que estas técnicas corresponden al problema identificado
(Ribes, Díaz González, Rodríguez y Landa, 1986).

Se ha dedicado un considerable esfuerzo para construir la


técnica ad hoc para cada “tipo” de problema. Los distintos enfoques se
han dedicado a construir procedimientos partiendo de criterios tales
como: 1) las interacciones particulares de las que forman parte las
formas de comportarse de un individuo y que se identifican como
problemas, son iguales en todas las personas; 2) las soluciones están
predeterminadas desde el momento mismo en que la anormalidad debe
eliminarse; 3) las técnicas deben encaminarse a eliminar las

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morfologías o formas de comportamiento “patológicas”. Se supuso que


para cada tipo de anormalidad se podría disponer de un procedimiento
o paquete de procedimientos terapéuticos, fundamentados en un
análisis técnico acerca de la naturaleza impuesta de la anormalidad, y
no así en una evaluación funcional genuina de cada comportamiento.
Se supuso también que la eliminación de la conducta anormal al ser
incompatible con la normal, daría lugar a la ocurrencia de esta última.
La relación terapéutica se ha perneado con una concepción
tecnológica que ha llevado a analizar el comportamiento a través de lo
que la técnica correspondiente sugiere. Así, si desde que se recolecta
información sobre un caso, se supone que se trata de un conjunto de
pensamientos irracionales, el resto, de la información se busca
procurando confirmar lo que Ellis (autor de la Terapia Racional
Emotiva) postula con respecto a este tipo de problemas.
No se puede dejar de comentar que la preocupación por resolver
la demanda social inmediata ha repercutido en una orientación cada vez
más pragmática en donde el eclecticismo es ahora una forma “válida”
de aplicar “conocimientos”. Lo significativo es el procedimiento y sus
resultados y no así la aplicación del conocimiento derivado del
compromiso con un modelo teórico.

Tecnología psicológica

Para que exista una tecnología psicológica es importante contar con un


modelo teórico, así como con un lenguaje común que posibilite que la
aplicación tecnológica sea evaluada por la disciplina básica. El interés
en el campo aplicado, como se había señalado, se ha centrado en la
producción de efectos específicos, dejando de lado el análisis de los
constituyentes de dichos procedimientos. Ello implica, que aún la
propia tecnología no ha sido sujeta a estudio, en términos del papel
funcional de los diversos componentes de los procedimientos de
cambio.
Como señalan Ribes y López (1985), existen diferencias entre la
ciencia y su aplicación. Ambas son modos de conocimiento diferentes;
sus diferencias radican en su modo de proceder, tanto como en el
objetivo que persiguen. La ciencia se ocupa de la elaboración de un

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UN ANÁLISIS DE LA TECNOLOGÍA CONDUCTUAL

sistema general que describe las propiedades de los eventos delimitados


por su objeto de estudio, así como las relaciones que éstos guardan entre
sí. Procede de manera analítica y es abstracta y general. No se ocupa de
un evento en particular sino que abstrae propiedades genéricas para
explicar clases de eventos. La tecnología, por el contrario, se interesa
en la transformación de la realidad, su modo de proceder es sintético en
tanto estudia cómo producir efectos específicos en circunstancias
determinadas, se ocupa de lo único y singular. Como su modo de
proceder y sus conceptos son distintos, no es posible derivar
conocimiento aplicable del conocimiento científico a modo de
extrapolación directa. Las categorías del conocimiento científico deben
adaptarse de categorías abstractas a concretas, de genéricas a singulares.
Los fundamentos lógicos, teóricos y epistemológicos deben ser los
mismos, pero los conceptos y procedimientos deben corresponder a
distintos objetivos así como a distintos modos de proceder.
Para construir una tecnología científica en psicología, debe
partirse de una teoría empíricamente viable de aplicar, cuyo cuerpo
teórico y metodológico presente ciertas características, entre ellas: La
superación del concepto de causalidad lineal, lo cual implica dejar de
sujetarse a estas explicacion.es causa-efecto, o bien antecedente, con-
ducta y consecuente; para incluir eventos contextúales e históricos. Se
debe también entender al comportamiento como complejas relaciones
de interdependencia organismo-ambiente, y hay que plantear que el
comportamiento tiene distintos grados de complejidad y, por lo tanto,
no se puede explicar a través de uno o dos procesos paralelos.
En otros escritos se ha hablado de la importancia de contar con
una teoría propia que cumpla con criterios como los antes mencionados.
Una teoría de esta naturaleza procuraría, por un lado, las premisas
lógicas, teóricas, metodológicas y epistemológicas de la disciplina y,
por otro, contendría en mayor o menor medida el conocimiento a
aplicar. Por supuesto este conocimiento teórico estaría compuesto de
principios generales que no se refieren a un individuo en particular. Por
ello, y hay que subrayarlo, se hace necesario pasar por un proceso que
permita ir de lo abstracto de la teoría, a lo concreto de la aplicación; de
lo general de un principio, a lo particular del análisis de un

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comportamiento específico. Por ello, Ribes y López (1985) consideran


que en este proceso lo primero es una teoría general del
comportamiento. Posteriormente es importante desarrollar, tanto una
teoría de la personalidad como una teoría del desarrollo. Estas dos
teorías empezarían a dar cuenta, tanto de modos idiosincrásicos de
comportarse, como de la evolución de procesos simples de
comportamiento a procesos más complejos. Entre estas teorías y
propiamente su aplicación, deben desarrollarse modelos que orienten la
actividad profesional en los distintos contextos de aplicación. Dichos
modelos deben identificar, tanto los factores psicológicos relevantes, en
algún contexto social particular, como las funciones profesionales que
pueden ejercerse. Este tipo de modelos (como el modelo psicológico de
la salud propuesto por Ribes en 1990c) funcionarían propiamente como
una interfase que conecta la teoría con su aplicación. Por último, se
deben desarrollar y aplicar metodologías psicológicas para solucionar
problemas. Estas metodologías pueden aplicarse directamente con
personas que solicitan ayuda o indirectamente, a través de otros
profesionales, paraprofesionales o no profesionales.
A pesar de las limitaciones de nuestra disciplina, parece posible
construir una tecnología que contribuya al desarrollo del proceso
señalado. La taxonomía funcional propuesta por Ribes y López (1985)
contiene un conjunto de premisas -lógicas, epistemológicas y
metodológicas-, así como un conjunto de categorías analíticas que dan
pie a la conformación de un sistema de análisis y transformación del
comportamiento. Ello permite plantear un sistema tecnológico, que
partiendo de las mismas premisas, así como de la misma lógica, se
configure con categorías propias, diseñadas para el comportamiento
singular y concreto, que permitan analizarlo y transformarlo. Dicho
sistema no sólo puede representar una alternativa a la tecnología actual,
sino que puede contribuir al propio desarrollo de la teoría.
Partiendo de las consideraciones anteriores, se elaboró el
análisis contingencial como una alternativa interconductual para el
campo aplicado. En los capítulos siguientes se describen brevemente
los supuestos básicos del modelo interconductual y se presenta el
sistema de análisis contingencial.

Análisis Contingencial - 39
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Capítulo 3

EL CAMBIO CONCEPTUAL EN EL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO

Supuestos básicos

antor (1926) creó un paradigma para el análisis del

K
comportamiento: la teoría de campo. Tal cuerpo
conceptual, aunque formulado hace muchas décadas,
constituye en la actualidad un cuerpo de conocimientos
que establece los lineamientos generales que debe
cumplir una teoría en psicología. Algunos autores
contemporáneos reconocen la necesidad de transformar
la estructura conceptual del modelo conductual con el propósito de
superar, no sólo las limitaciones encontradas, sino las contradicciones
y paradojas halladas básicamente a nivel experimental. Ribes y López
(1985), con base en las propuestas de Kantor, desarrollaron una
taxonomía funcional del comportamiento.
Explicar dicha taxonomía, así como los principios en los que
descansa, es una labor ardua que además ya ha sido realizada (Kantor,
1926; Ribes y López, 1985). Aquí se intenta dar un panorama
sumamente general, especialmente enfocado en lo que es la unidad de
análisis,
que sirva como contexto para entender de dónde surge el Análisis
Contingencial.

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 40


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EL CAMBIO CONCEPTUAL EN EL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO

1. Definición de Conducta

Kantor (1926) propuso el término de ‘interconducta’ para referirse a la


interacción construida entre el organismo y ciertos elementos del
medio. Fue su interés destacar a la interacción misma como el centro de
interés teórico y no así a formas particulares de la actividad del
organismo. Por su parte, Ribes y López (1985) definen al comporta-
miento como la interacción del organismo total con su medio ambiente
físico, biológico y social, modificable por y en el transcurso de su
historia. Dicha definición, hay que subrayarlo, torna irrelevante la
distinción externo-interno, característica de otras posturas.
Algo que vale la pena aclarar es que, aún cuando el concepto de
interacción ya había sido empleado por Skinner en 1983 para definir a
la conducta, el concepto se restringió conceptualmente a la
identificación de aquellas formas de actividad del organismo que eran
afectadas por las consecuencias de estímulo, cayendo así en una
concepción organocéntrica del comportamiento. Esta concepción ha
llevado a caer en análisis reduccionistas, como se indicó en el capítulo
anterior. La definición propuesta por Kantor rompe con estas
confusiones, a la vez que establece los límites teóricos necesarios para
distinguir lo psicológico de lo biológico y lo social.
En el terreno aplicado es de suma importancia contar con una definición
que permita establecer los límites de la disciplina. El tener claro cuál es
la dimensión psicológica de los distintos problemas y actividades
humanos, esprecisamente un requisito para delimitar el quehacer
profesional, sin distorsionar el objeto de estudio.
La conducta, desde la perspectiva interconductual, se entiende
como una interacción recíproca o una red de relaciones entre
ocurrencias y disposiciones, esto es, entre factores que ocurren como
variables y factores de estado o tendencias que condicionan
probabilísticamente las interacciones. La unidad de análisis del
comportamiento se ha esquematizado como un campo, en donde los
elementos dependen uno de otros, ya sea como condiciones para que
ocurra un contacto entre función de estímulo y función de respuesta, o
como resultado que depende de algún contacto. En el modelo
interconductual se plantea que esta relación conforma propiamente el

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comportamiento y se compone de los elementos siguientes:

♦ LÍMITE DE CAMPO. Delimita los objetos y eventos funcionales


con respecto al organismo individual cuyas interacciones se
analizan.
♦ OBJETOS Y EVENTOS DE ESTÍMULO. Son los cuerpos y
acontecimientos fisicoquímicos con los que el organismo tiene
contacto.
♦ ESTÍMULOS. Son eventos fracciónales de la acción de los objetos
en las diversas modalidades y dimensiones energéticas.
♦ ORGANISMO. Unidad biológica que despliega actividad en un
ambiente particular.
♦ RESPUESTAS. Formas de actividad del organismo, fraccionadas
con propósitos analíticos, específicas de la reactividad frente a
objetos y eventos de estímulos particulares.
FUNCIÓN ESTÍMULO-RESPUESTA. Es un todo inseparable
con respecto al contacto funcional particular que hacen los
estímulos y las respuestas. Dicho contacto implica que unos y otros
se afecten recíprocamente, siendo éste el momento crítico
definitorio de la organización de un campo interconductual.
♦ MEDIO DE CONTACTO. Es el conjunto de circunstancias
fisicoquímicas, ecológicas o normativas, que posibilitan la relación
particular implicada en una función E-R.
♦ FACTORES SITUAGONALES. Son todos aquellos elementos del
campo que no están directamente en contacto funcional, pero que
lo afectan. Estos eventos pueden ser parte del ambiente o del
organismo y se constituyen el contexto de la interacción, en tanto
afectan la función E-R en sus características, tanto cualitativas
como cuantitativas.
♦ HISTORIA INTERCONDUCTUAL. Incluye a todos los segmentos
previos de la interacción y está compuesta de dos dimensiones: la
evolución del estímulo, que hace referencia a las variaciones que
un estímulo particular ha tenido en el pasado como elemento de
funciones E-R; y la biografía reactiva, que designa las variaciones
que una respuesta particular ha tenido como componente de

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EL CAMBIO CONCEPTUAL EN EL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO

funciones E-R. La historia interconductual se manifiesta como la


probabilidad de contacto funcional entre un estímulo y una
respuesta (Ribes y López, 1985).

Los factores antes descritos se integran funcionalmente eh tres


grupos: la función E-R, los factores disposicionales y el medio de
contacto. Sus características funcionales son las siguientes:
La función E-R, como se indicó, se refiere al contacto
interactivo entre segmentos de respuesta y de estímulo, sin embargo, la
función define la relación estableciendo formas cualitativas distintivas,
esto es, dando como resultadodistintos procesos de comportamiento. El
concepto de función define el tipo de relación comprendida en el campo
interconductual aunque este último incluya un conjunto adicional de
variables.
Los factores disposicionales abarcan los factores situacionales
y la historia interconductual. Estos factores son conjuntos de eventos
que, tanto por su naturaleza histórica como por la variación continua de
sus múltiples dimensiones, no pueden entrar en contacto directo con
momentos más o menos discretos de la interacción organismo-
ambiente. Su función no es, entonces, constituir una relación, sino
afectar sus características. Los factores disposicionales probabilizan
funciones específicas dado que fungen como elementos facilitadores o
interferentes de una forma de interacción.
El medio de contacto es aquel que posibilita una interacción.
Cuando el conjunto de circunstancias corresponde a las propiedades
fisicoquímicas de la interacción, se reconoce como abstracción límite
cuyo contenido es campo de estudio de la fisicoquímica. Cuando sus
propiedades son ecológicas designa una abstracción límite contenida
empíricamente por la biología. En lo que se refiere al medio de contacto
normativo, éste reconoce las convenciones, reglas y prácticas que
constituyen las instituciones, relaciones y costumbres sociales como
contenido de la cultura y en correspondencia con la ciencia social (Hay
que aclarar que los dos últimos tipos de medio de contacto, no
corresponden a la propuesta de Kantor, sino a la de Ribes y López). Los
distintos tipos de medio de contacto no son de la competencia de la

Análisis Contingencial - 43
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Psicología, aunque deben reconocerse como abstracciones necesarias


que posibilitan distintos tipos de interacciones psicológicas.Al margen
de que entender cada uno de estos términos implica el estudio de
distintas obras, lo que nos interesa enfatizar es que en este modelo se
propone concebir al comportamiento como una unidad en donde el
contacto entre el ambiente y el organismo es un todo inseparable. En
donde la historia de los individuos tiene un lugar específico y se concibe
como un factor siempre presente en la interacción, aunque en forma de
factor disposicional, es decir, probabilizando o interfiriendo con la
interacción. En donde el contexto también se estudia como un conjunto
de factores disposicionales. En donde se evita el planteamiento de
seudoproblemas al distinguir que una cosa es la reactividad biológica,
y otra el comportamiento psicológico. En donde se concibe al ser
humano en un medio de contacto normativo, esto es, el ser humano
desde que nace está inserto en un medio sociocultural que hace posible
que se den ciertas formas de interacción que van más allá del mero
contacto con un ambiente físico. El comportamiento humano está
regulado convencionalmente. La postulación de este concepto permite
entender la naturaleza convencional del comportamiento. Es importante
enfatizar que no se trata de sumar elementos de análisis, se trata de “ver”
el comportamiento con una lógica diferente.
Ahora, con base en lo establecido hasta ahora en el modelo
interconductual y partiendo de que ciencia y tecnología emplean
categorías diferentes, fue posible desarrollar un sistema para estudiar y
transformar el comportamiento individual en su medio social. Para ello
se generaron categorías propias, que corresponden a las definidas en el
modelo, pero que están especialmente creadas para dar cuenta de casos
singulares.

2. Explicación del comportamiento

La concepción de campo no sigue el esquema de, explicación causal.


La definición de un segmento interconductual tiene como criterio la
identificación de aquellos elementos que guardan una relación de
dependencia recíproca, sin que el tiempo determine que los factores de
interés son los que se suceden uno al otro. El ser humano tiene, no sólo

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EL CAMBIO CONCEPTUAL EN EL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO

la capacidad de responder a situaciones complejas, sino a desligarse del


tiempo y del espacio, lo cual no implica la necesidad de postular
variables a distancia o variables de tipo mediacional, sino que lleva a
considerar las relaciones psicológicas al margen del tiempo real.
Explicar con base en un modelo de campo, equivale a llevar a
cabo un análisis funcional, en donde lo que se estudia son las distintas
relaciones establecidas entre un individuo, otras personas y los objetos
del ambiente. En este análisis se consideran no sólo propiedades
cuantitativas de la interacción, sino cambios en función y cualidad,
dado que pueden estar indicando procesos distintos. Se habla de
estudiar un campo de contingencias y ello se refiere justamente al cómo
dependen unos factores de otros en situaciones delimitadas. Un sistema
de análisis de campo puede entenderse como el análisis de la
organización de los factores que integran el comportamiento, en la
forma de relaciones de contingencia cualitativamente distintas. Este
tipo de análisis plantea la lógica a seguir en el campo aplicado. El
análisis funcional consiste justamente en identificar cuáles son los
elementos que conforman una interacción particular, para así analizar
qué función juega cada uno de ellos dentro de la interacción y asignar,
como resultado del análisis, la participación diferencial de cada uno, es
decir, distintos pesos explicativos dependiendo de lo encontrado.

Como se había mencionado, Ribes y López (1985) desarrollaron


una taxonomía funcional del comportamiento. Identificaron cinco
procesos que difieren en términos de complejidad. Estos procesos
permiten explicar, desde comportamientos simples, como el seguimien-
to de instrucciones o responder diferencialmente a un contexto, hasta
comportamientos complejos como la creación de una teoría científica.
Lo planteado en esta taxonomía es importante en el terreno de la
aplicación, precisamente porque nos señala que podemos estarnos
enfrentando a comportamientos de distintos niveles de complejidad y
ello tiene, entre otras cosas, una repercusión directa en la selección o
diseño de estrategias de intervención. La distinción de formas
cualitativas en las interacciones parte de la identificación de tipos de
mediación en dichas relaciones de contingencia. Este concepto de

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mediación se define como el proceso por el cual diversos elementos


entran en contacto recíproco directo o indirecto. Designa un proceso en
el que un elemento participativo en la interacción es determinante para
que un comportamiento se presente de cierta manera. Esto, como lo
indicamos antes, es algo que se toma en cuenta en el estudio del
comportamiento humano individual.

3. Evolución de la conducta

En el modelo interconductual se reconoce la importante distinción entre


conducta animal y conducta humana, haciendo especial énfasis en el
carácter cualitativo de tal distinción. Se concibe que existen diferencias
básicas entre el comportamiento de especies subhumanas y el del ser
humano, aunque éstas no se atribuyen a formas de respuesta específicas
(como las lingüísticas), o aquellas morfologías no aparentes, sino que
las diferencias se atribuyen a cierto tipo de procesos de comportamiento
que solamente presenta la especie humana y que en el Modelo se
conocen como procesos sustitutivos. El ser humano, a diferencia de
otras especies, tiene la capacidad de comportarse desligándose del
“aquí y ahora” que una situación le impone, esto es, puede por ejemplo,
planear, responder a algo que ocurre en otro lugar, a algo que ocurrió
antes, en términos de lo que cree, o de lo que sabe. De hecho, cierto tipo
de comportamientos como la comunicación, la creación, la planeación,
la valoración, ilustrarían este tipo de procesos.
Ribes y López (1985) plantean que existe una evolución
conductual en donde la presencia de un proceso del límite inferior es
requisito para que se presenten procesos de niveles más complejos. Por
ello, aún en un solo organismo existe una continuidad en la evolución
de las funciones conductuales. Algunas funciones son compartidas con
especies infrahumanas, mientras que otras son distintivamente
humanas. Se plantea que el comportamiento tiene una organización
jerárquica.
Los procesos contemplados en esta organización jerárquica del
comportamiento son cinco. La primera forma de mediación o función
es la contextual, que se define como una contingencia entre estímulos,
es decir, se identifica una función contextual cuando un sujeto se

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EL CAMBIO CONCEPTUAL EN EL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO

comporta en una situación particular, reaccionando al contexto, sin


introducir cambios en la situación, como por ejemplo cuando un
individuo se comporta siguiendo la instrucción de no pisar una raya
pintada en el suelo. La segunda función, se denomina suplementaria, en
ésta ya existe una participación de la respuesta del organismo en la
estructuración de la contingencia, ello puede ilustrarse con una serie de
instancias de lo que se denomina conducta operante; aquí, al responder
el individuo de cierta manera, introduce un cambio en la situación. La
tercera es la selectora, en donde las respuestas son diferenciadas, no
solamente se introducen cambios en la situación, sino que la forma en
que el individuo responde depende de los diferentes estímulos en el
ambiente, esto podría ilustrarse con lo que se conoce como discrimina-
ción condicional. La cuarta función es la mediación sustitutiva
referencial, que implica la interrelación de dos organismos o individuos
respecto de eventos de estímulo. Este proceso marca la diferencia entre
conducta animal y humana, y además es característico del
comportamiento humano. Este tipo de función implica la relación de
dos individuos, en donde uno de ellos media el contacto del segundo
con respecto a un referente, por ejemplo, cuando una mujer le habla a
otra acerca de una hermana, a la que esta última no conoce. Aquí, la
primer mujer media el contacto de la amiga con su hermana. Este
contacto, además de transformar las contingencias, se da al margen de
las circunstancias concretas del aquí y el ahora de la situación en la que
ambas mujeres se encuentran. Esto podría constituir un ejemplo de
comunicación y ello ilustra procesos sustitutivos referenciales. El
quinto tipo de mediación se denomina función sustitutiva no referencial
y constituye una relación entre eventos puramente convencionales. El
individuo responde a convenciones y no así a un referente empírico. Por
ejemplo, cuando una persona resuelve una tarea matemática con un alto
grado de complejidad. Ahí, su interacción se da con un lenguaje (el
matemático) que posee sus propias reglas y que no se refiere a algo
concreto, es decir, que no tiene un referente empírico particular (Ribes
y López, 1985; Ribes, 1990b). Este último tipo de relación (sustitutiva
no referencial) es la de mayor complejidad en la taxonomía.
Es importante considerar que los diferentes niveles de

Análisis Contingencial - 47
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mediación son inclusivos, esto es, los más simples se ven incluidos
progresivamente en los más complejos, de modo tal que el corte entre
la conducta animal y la humana no es abrupto, sino que es una transición
representada por las funciones sustitutivas. Esta transición ca-
racterística de la conducta humana a las funciones sustitutivas requiere,
tanto de un medio social estructurado, como de un adecuado desarrollo
de las estructuras biológicas implicadas. La presencia de funciones
sustitutivas en el contacto organismo-ambiente representa, como se
había señalado, la forma más compleja de organización de la conducta.
La taxonomía propuesta por Ribes y López ha permitido
reconceptuar distintas áreas de conocimiento -inteligencia,
imaginación, lenguaje, pensamiento- (Ribes, 1982, y Ribes, 1990b) y
ha dado lugar al desarrollo de un conjunto de investigaciones.
Como se señaló antes, una tecnología científica derivada del
modelo interconductual, debe considerar que toda interacción de
estudio representa procesos de comportamiento específicos con
características particulares. Esta premisa tiene implicaciones no sólo
para el análisis del comportamiento, sino para su transformación, en
tanto ello va a depender del tipo de proceso(s) identificado(s).
Para concluir este capítulo es importante considerar que, aunque no se
ha pretendido explicar el modelo interconductual, sí se pretende dejar
claro que el Análisis Contingencial se derivó de dicho modelo y no
como extrapolación directa, sino compartiendo las mismas premisas
lógicas y epistemológicas, a la vez que construyendo conceptos y
categorías propios que corresponden taxonómicamente a las del modelo
básico. El modelo inter- conductual es una alternativa actual en la
medida en la que supera las limitaciones impuestas por la adopción de
un paradigma derivado del modelo mecanicista. Algunas de las ventajas
que ofrece la creación de un sistema aplicado derivado de dicho modelo
son:
♦ Una definición precisa del campo de aplicación de la Psicología.
La definición de interconducta permite delimitar el terreno de la
aplicación del conocimiento psicológico y, por tanto, evitar los
análisis o intervenciones reduccionistas.
♦ Un sistema explicativo no causalista. El análisis funcional que

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EL CAMBIO CONCEPTUAL EN EL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO

se propone en el sistema interconductual permite entender procesos


complejos de comportamiento, sin limitarse a los eventos que
ocurren como sucesión en el tiempo, o sin necesidad de postular
otro tipo de categorías explicativas de dudosa legitimidad. Por otra
parte, esta lógica permite rescatar factores como la historia del
individuo, o el contexto, que no quedan representados en la
categoría de variables.
Planteamiento de una taxonomía jerárquica de diversos procesos
de comportamiento. La taxonomía permite que, en el terreno
aplicado, se entienda que existen diversos niveles de interacción.
Esto implica entender que no todo tipo de comportamiento es igual,
que los procesos de conducta no pueden explicarse como relaciones
que solamente varían en cuanto al número de elementos que las
conforman, sino que se han estructurado de maneras
cualitativamente diferentes. Partiendo de ello cabe la posibilidad
de desarrollar conceptos y categorías que permitan entender
diversos comportamientos que hasta ahora no han sido explicados
satisfactoriamente, y con ello evitar los análisis simplistas, o bien
la generación de miniteorías tecnológicas que a través de conceptos
importados pretenden dar cuenta de fenómenos complejos. Ello
redundaría en una mayor comprensión y, por ende, en una mayor
eficiencia tecnológica.
♦ La noción de medio de contacto normativo. En el terreno aplicado
hay que partir de que la conducta humana se distingue de la
conducta animal, entre Otras cosas porque se da a través de un
medio de contacto normativo. Esta categoría se refiere a las
características normativas de las instituciones, así como a las
convenciones y prácticas sociales. Este concepto, junto con el de
mediación sustitutiva permiten entender al comportamiento
individual inmerso en prácticas sociales distintivas, y han
permitido generar conceptos específicos en el campo aplicado que
dan cuenta del individuo sin soslayar ni reducir el medio social.

Entendiendo que el modelo interconductual -brevemente


reseñado- conlleva una lógica diferente para el estudio del
comportamiento, un sistema tecnológico derivado de dicho modelo,

Análisis Contingencial - 49
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representa una concepción diferente del quehacer en el terreno aplicado,


que no tiene que ver con lo propuesto por otras aproximaciones
terapéuticas. A ello hay que agregar que para elaborar el análisis
contingencial, se partió de un conjunto de concepciones con respecto a
la psicología en el nivel profesional. Específicamente en lo que se ha
dado en llamar psicología clínica, el modo de proceder tradicional,
como se señaló antes, ha estado permeado en mayor o menor medida,
por una concepción clínico-patológica del comportamiento. Por ello, en
el siguiente apartado se describirán las concepciones que subyacen al
análisis contingencial, especialmente cuando éste se aplica
directamente a un usuario que pide ayuda psicológica para resolver un
problema. Es importante hacer esta aclaración, ya que el análisis
contingencial, como metodología para el análisis y cambio del
comportamiento individual, puede emplearse en cualquier ámbito de
actividad humana, es decir, en el campo del trabajo, la educación y la
salud, entre otros.

El análisis contingencial: la ruptura con el modelo médico


Con fundamento en una aproximación de campo, y en particular en la
taxonomía funcional elaborada por Ribes y López (1985), se elaboró el
análisis contingencial con una doble función: a) como sistema para el
análisis del comportamiento humano individual, y b) como metodo-
logía para el cambio de conducta individual.

La valoración del comportamiento


Este sistema surgió, no sólo de la necesidad de encontrar una
alternativa a las premisas teóricas de la tecnología psicológica actual,
sino de considerar a los aspectos valorativos como un componente
inevitable del intercambio entre individuos. Es por ello que se basa en
consideraciones relativas al análisis del comportamiento humano y a la
aplicación del conocimiento psicológico (Ribes, 1982). En lo relativo a
la valoración de la conducta, las aproximaciones tradicionales, así como
las conductuales, han aceptado una valoración tácita en términos de
normalidad/anormalidad, que como ya se indicó, lleva a una serie de

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EL CAMBIO CONCEPTUAL EN EL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO

problemas cuyas repercusiones se dan no sólo en un plano social, sino


en cuanto a la propia efectividad tecnológica.
El análisis contingencial parte de que la conducta como tal no
es intrínsecamente buena o mala, como tampoco normal o patológica,
sino que puede adjetivarse de este modo en tanto tales formas de
conducta forman parte de un sistema de relaciones sociales cuya
valoración representa una expresión ideológica dentro de un proceso
social 'complejo. El determinar que una conducta es anormal, disruptiva
o problemática, no puede ser un juicio neutral, sino un acto de
valoración que rebasa cualquier metodología psicológica (Ribes, Díaz
González, Rodríguez y Landa, 1986).
El análisis contingencial concibe al comportamiento como una
red de relaciones entre un individuo y otros individuos significativos,
cuya valoración se da en términos de las prácticas de grupos de
individuos que le dan contexto. Si alguien solicita ayuda psicológica
porque tiene un problema, o bien porque considera que otra persona
tiene un problema, lo que está señalando es que hay una interacción que
una o más personas valoran como problemática según ciertos criterios.
Estos criterios de valoración pueden coincidir o no con los del
psicólogo. El hecho de que ocurra o no esta coincidencia, no autoriza al
profesional del comportamiento a juzgar con sus criterios qué
comportamientos o personas están bien y cuáles hay que cambiar. Dado
que no existen parámetros universales de valoración, lo que está bien
para cierto grupo social, puede no estarlo para otro. Ninguna teoría o
metodología autoriza a imponer criterios de valoración. El concebir una
interacción como problema es algo que solamente puede hacerse a
partir del propio individuo o su grupo de referencia, y no así de criterios
institucionales, miniteorías, procedimientos, o analogías con el modelo
de salud-enfermedad.

El usuario del servicio psicológico


Si el comportamiento se concibe como interacción, se descarta entonces
la existencia tanto de problemas definidos a priori como de sujetos
problema. Cualquier individuo involucrado en una interacción valorada
como problema es potencialmente usuario del servicio psicológico.

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Cualquiera de estos individuos es potencialmente capaz de alterar la


interacción y la decisión de quién es el usuario del servicio, depende
entonces de factores tales como su capacidad para transformar la
interacción, su motivación para el cambio o su tiempo disponible. Así,
si al que se refiere como problema es a un niño que no quiere estudiar,
se debe entender que la relación del niño con sus otros significativos
(familia, maestros) es la que debemos analizar y transformar. De la
gente que se relaciona con el niño, debemos considerar quién va a ser
el usuario del servicio psicológico, esto es, quién nos va a brindar
información con respecto al comportamiento del niño, al de sus padres
y hermanos, entre otros; quién llevará a cabo el análisis de soluciones y
a quién se entrenará para generar los cambios pertinentes.
Seleccionamos a la persona considerando: a) quién tiene capacidad para
referir la interacción, b) quién se encuentra afectado por la interacción,
c) quién tiene disposición para asistir al servicio psicológico, d) quién
tiene la motivación para el cambio, y e) quién valora el comportamiento
como problemático. Con estos criterios, el niño que no quiere estudiar
difícilmente será el usuario; sin embargo, si en otro caso, un niño es el
afectado, tiene motivación, está capacitado para referir una interacción,
valora el comportamiento como problema, puede serlo.

Metodología general y estrategia de aplicación


Cuando se aplica el análisis contingencial como metodología de
cambio, específicamente a la transformación de una conducta valorada
como problema psicológico, una vez que se ha elegido al usuario, se
empieza definiendo, junto con él la problemática psicológica; después
se realiza el análisis de las posibles soluciones, partiendo de que no
existen metas terapéuticas predeterminadas, sino de que cada caso
puede tener varias soluciones. Una vez llevado a cabo este análisis, se
plantean los objetivos de la intervención que necesariamente están
ligados al análisis del problema y de su solución. Por último, se procede
a la selección o diseño de los procedimientos de intervención, su
aplicación y evaluación.
Esta metodología se opone a la lógica tradicional en tanto: a) no
existen problemas en sí a ser identificados, y b) no existe una

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EL CAMBIO CONCEPTUAL EN EL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO

correspondencia entre la morfología e interpretación del problema y las


técnicas o procedimientos dirigidos al cambio conductual. Todo
problema es singular al usuario en su contexto social y en su génesis
histórica y, en esa medida, no puede conformarse una taxonomía previa
que clasifique dicho problema. En consecuencia, el componente
tecnológico de toda intervención dirigida al cambio de
comportamiento, debe sintetizarse de manera individualizada a partir
de las dimensiones funcionales que definen la problemática del
individuo y con base en la pertinencia que puedan tener las técnicas
como procedimientos sistemáticos para estructurar situaciones que
promuevan, establezcan y faciliten nuevas formas de relaciones
interpersonales, bajo circunstancias contingenciales funcionalmente
previstas (Ribes, Díaz González, Rodríguez y Landa, 1986). Por
supuesto, no existen técnicas que sean idéales o específicas a ciertos
problemas de comportamiento. Las técnicas de intervención se evalúan
desde dimensiones funcionales totalmente ligadas a la definición del
problema, lo cual trasciende los análisis morfológicos y
predeterminados por criterios valorativos supuestamente universales.
Hay que agregar que la estrategia para la aplicación de esta
metodología, en tanto el propio sujeto define su problemática y la
dirección del cambio, es la desprofesionalización. Esta se entiende
como: “a) la transmisión del conocimiento a los usuarios que requieran
del mismo, sin la mediación de otros profesionales, b) la delegación en
los usuarios de los criterios para definir el uso de dicho conocimiento
al margen de las instituciones sociales que determinan su selección y
forma de aplicación” (Ribes, 1982, pp. 136-137).
En este punto vale la pena recordar que las demandas que han
“justificado” a la psicología como profesión, no han emanado de la
propia disciplina, sino que se han derivado de la ideología
correspondiente al modo de producción imperante, y por ello se han
traducido en la normatividad o moralidad que se impone implícita y
explícitamente a través de las instituciones o grupos validados
socialmente (pp. cit.).En este contexto, el psicólogo en tanto no se ha
percatado o ha aceptado estas demandas, ha formado parte de la
estructura social que, a través de la división del trabajo, le asigna tareas

Análisis Contingencial - 53
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especializadas con una función social específica. La


desprofesionalización trasciende los límites de una práctica profesional
dictada por encargo social e impide caer en concepciones clínicas del
objeto de estudio. Así, durante el proceso de aplicación del análisis
contingencial como metodología, la desprofesionalización es la
estrategia de aplicación. La interacción psicólogo-usuario se convierte
en una relación educativa. El usuario es educando y educador, participa
activamente en la definición del problema, en el análisis de soluciones
y en la planificación de la intervención, entre otros. El psicólogo, por
su parte, juega un rol fundamental en dicha relación; es un educador en
el amplio sentido del término y como tal debe conocer el efecto de las
distintas funciones que puede asumir, dependiendo de cada usuario, de
cada problemática y del efecto que pretenda lograr en el com-
portamiento del usuario.

Funciones del terapeuta


Así, considerando que su papel tiene un impacto en la producción del
cambio del comportamiento, en el análisis contingencial se asume que
lo que hace el psicólogo puede y debe analizarse funcionalmente. El
análisis contingencial prevé siete funciones distintas: informar, que
consiste en referir acerca de las circunstancias, factores y efectos que se
relacionan con que una interacción tenga o no lugar; entrenar, que
implica el enseñar competencias específicas; regular, que tiene que ver
con establecer los momentos y factores morfológicos de la conducta
que deben implicarse en ciertas formas de comportamiento; instruir,
que consiste en dar instrucciones concretas; auspiciar, que se refiere a
crear las condiciones necesarias para que una interacción tenga lugar
sin formar parte directamente de ella; participar, que implica
establecer cierto tipo de interacciones programadas, e instigar, que se
refiere a persuadir o brindar ayuda física para que el usuario se
involucre en algún tipo de interacción (Ribes, Díaz González,
Rodríguez y Landa, 1986).
Hay que recordar que bajo cualquier enfoque terapéutico, los
terapeutas llevan a cabo acciones tales como: entrevistar, proporcionar
información, dar instrucciones, entre otras: Dichas acciones las realizan

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EL CAMBIO CONCEPTUAL EN EL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO

como componentes parciales de algún procedimiento estandarizado, o


como procedimientos independientes en momentos previos a la
intervención, o incluso como la propia intervención. Su uso no está
regulado por ninguna concepción teórica o empírica y resulta
interesante que en muchas ocasiones, al contrastar distintos enfoques
terapéuticos, se observa que todos tienen cierto grado de éxito, siendo
que en todos el terapeuta asume funciones similares. La existencia de
estos reportes de éxito, o al contrario, los resultados diferenciales de
una misma técnica, o bien el logro de soluciones previas a la
intervención, resultan un tanto inexplicables. Se han atribuido
resultados a la “variable terapeuta” o al “efecto placebo” y, sin
embargo, jamás se han estudiado las acciones no estandarizadas que
forman parte inevitable de todo tipo de práctica terapéutica. Esta
limitación se debe a que no existe un marco teórico-conceptual que
permita estudiar tal tipo de acciones que, sin lugar a dudas, tiene efectos
en el comportamiento del usuario. Por lo anterior, en el análisis
contingencial se plantea la necesidad de considerar las funciones
señaladas como parte inevitable del intercambio entre psicólogo y
usuario. Cada una de estas funciones tiene una utilidad particular en
casos concretos, lo cual obliga a analizarlas según los efectos que se
pretenden lograr. Este planteamiento implica llevar a estudio la propia
interacción terapéutica, con el fin de que el psicólogo pueda planear o
alterar su comportamiento en función de cada persona y cada
problemática, y así lograr una mayor efectividad y precisión en el
campo tecnológico.
La desprofesionalización, como modo de acción profesional,
ofrece una serie de ventajas:
♦ Impide caer en concepciones clínicas
♦ Redunda en una mayor efectividad en tanto el usuario se
convierte en un paraprofesional que puede aplicar procedimientos
para sí mismo o para otros
♦ El número de beneficiarios es mayor
Una lógica opuesta a la tradicional y una estrategia como la
desprofesionalización permiten romper con la influencia del modelo
médico, a la vez que definir una estrategia profesional propia a nuestra

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disciplina.

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Capítulo 4

EL ANÁLISIS CONTINGENCIAL

Sus componentes generales

omo se indicó en el capítulo anterior, el análisis


contingencial es, tanto un sistema como una metodología
para el análisis y cambio del comportamiento humano
individual. Como sistema permite analizar
funcionalmente el comportamiento humano individual, sea éste
valorado como problemático o no, y sus categorías y dimensiones
poseen valor heurístico; como metodología permite también analizar el
comportamiento, pero con el propósito de transformarlo.
Al derivarse de la teoría de campo, así como al romper con la
concepción clínica del comportamiento humano, representa una visión
alternativa en el campo de la tecnología: concibe como sistema
explicativo al análisis funcional, considerándolo como un análisis de
interdependencias entre los elementos que configuran un
comportamiento, su objeto de estudio es la interacción organismo-
ambiente como unidad inseparable, su unidad de análisis se configura a
partir del campo de contingencias establecido por la conducta de un
individuo en relación

Análisis Contingencial - 57
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EL ANÁLISIS CONTINGENCIAL

con la conducta de otros. Como lenguaje común entre el terreno básico


y el aplicado surge sin emplear procedimientos de extrapolación y
contempla los aspectos valorativos como parte fundamental de las
relaciones humanas, dando lugar a la creación de categorías particulares
pertinentes a su estudio.
Tiene cuatro dimensiones diseñadas para analizar la conducta
individual y para cada una existen conceptos que corresponden a las
categorías analíticas del modelo interconductual; esto es, si se recuerda,
en el segundo capítulo se señaló que ciencia y tecnología son modos
diferentes de producir conocimiento. La primera abstrae propiedades
genéricas a partir del análisis de distintos elementos o eventos, y es por
ello que sus enunciados no corresponden a ningún evento singular, en
esa medida sus categorías son analíticas. Por el contrario, la tecnología
sintetiza a partir del conocimiento básico y tiene injerencia en eventos
singulares, únicos. Las categorías que emplea son, por tanto, sintéticas.
Primera dimensión. De las cuatro dimensiones que constituyen este
sistema la primera se denomina Sistema Microcontingencial y se
refiere al conjunto de relaciones que se establecen entre un individuo y
otras personas, delimitada situacionalmente. Partiendo del
comportamiento de un individuo, este sistema permite llevar a cabo un
análisis funcional de su conducta considerando las relaciones que
establece con otros individuos en circunstancias delimitadas. Por
decirlo de otra manera, en el sistema microcontingencial se identifica la
relación que se va a analizar o transformar. Por ejemplo, si una señora
solicita ayuda porque su hijo adolescente se va todos los fines de
semana a fiestas y otros lugares de diversión, y llega siempre en la
madrugada, en estado alcohólico, y no obedece a nadie, el sistema
microcontingencial estará delimitado por la interacción familiar, y a
partir de ahí se identifican otras personas y circunstancias significativas.
Este sistema se compone de cuatro elementos que son los que permiten
definir y analizar el campo de contingencias pertinente a la conducta de
un sujeto. El Sistema Microcontingencial es el punto de partida para el
análisis del comportamiento (Ribes, Díaz González, Rodríguez y
Landa, 1986).
Segunda dimensión. Se denomina Sistema Macrocontin-

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gencial y se refiere al contexto valorativo que regula las relaciones que


se dan en un nivel microcontingencial. Los valores se estudian con
categorías psicológicas permitiendo entender en lo concreto y singular
al comportamiento individual en relación con las prácticas del grupo
que le dan contexto. Para ello se parte de la consideración de procesos
de comportamiento que son exclusivamente humanos y que permiten
entender el desligamiento funcional con respecto a las circunstancias
aquí y ahora, característico de las relaciones, así como las prácticas de
los grupos sociales con los que tiene relación un individuo. Los
procesos sustitutivos del comportamiento, así como la concepción de lo
moral como una dimensión de las propias prácticas de los individuos,
dieron lugar a la elaboración del Sistema Macrocontingencial como
categoría correspondiente a un campo aplicado en donde se contemplan
los aspectos valorativos del comportamiento. Este sistema se revisará
con más atención en otro capítulo.
Tercera dimensión. Está constituida por los factores
disposicionales que son aquellos que condicionan probabilísticamente
una interacción particular, ya sea haciéndola más probable o
interfiriendo con ella. Los factores disposicionales no refieren actos u
ocurrencias, sino la probabilidad o posibilidad de que, dadas ciertas cir-
cunstancias, éstos se presenten. Ryle (1949) pone un ejemplo: cuando
se dice que el vidrio es frágil no se habla de que esté roto, sino de la alta
probabilidad de que, dadas ciertas circunstancias, se rompa.
Igualmente, cuando decimos que alguien sabe inglés, no lo decimos
porque en ese momento lo esté hablando, sino porque llegado el caso,
puede traducir un texto o conversar con alguien en ese idioma. Los
factores disposicionales permiten entender un conjunto de factores que
erróneamente se han abordado de manera dualista. Factores tales como
la capacidad, los hábitos, los motivos, los gustos o estados de ánimo.
Tales factores no pertenecen a la categoría de variables, no puede
predicarse de ellos observabilidad o inobservabilidad; como tampoco
una ubicación espacio- temporal (no son internos o externos),
simplemente porque no designan ocurrencias. Tampoco, y es
importante aclararlo, equivalen a respuestas específicas, sino a lo que
el propio Ryle denomina colecciones de ocurrencias, esto es, si se dice,

Análisis Contingencial - 59
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EL ANÁLISIS CONTINGENCIAL

por ejemplo, que alguien es un médico muy capaz o competente, no se


habla de una respuesta específica, sino de un conjunto de posibles
respuestas: diagnostica con acierto, receta los tratamientos apropiados,
es un cirujano experto, les dedica el tiempo suficiente a sus pacientes;
estas ocurrencias 0 respuestas que se van dando en el tiempo, son
justamente las que permiten hacer enunciados disposicionales. Si
hemos escuchado a alguien conversar en inglés, si nos ha traducido un
texto, si ha servido como intérprete entre algún anglosajón y alguien de
habla hispana en el pasado, decimos que sabe inglés. Justamente, la
historia de cada individuo representa un conjunto de disposiciones.
Cuando una persona se relaciona con otra en el presente, se comporta
“con todo y su historia”, con su carga de información, capacidades,
tendencias y gustos, que dado el caso, posibilitan o probabilizan
maneras particulares de comportarse en circunstancias determinadas.
Los factores disposicionales en el Análisis Contingencial se
conciben como categorías específicas a evaluar en el comportamiento
individual. Esta dimensión está presente en el análisis de diversos
factores participantes en el campo de contingencias de estudio. Pueden
estar constituidos por el propio individuo, por el ambiente o por ambos.
Así, los factores disposicionales se evalúan en el sistema
microcontingencial y en la génesis del problema. En el sistema
microcontingencial, como se verá más adelante, tienen un lugar
conceptual en el rubro de situaciones y en el de comportamiento de
otras personas. En la génesis del problema, obviamente, en tanto la
historia no es una ocurrencia, se analizan solamente factores disposicio-
nales. Así, por ejemplo, en el sistema microcontingencial, el lugar en el
que se presenta un comportamiento, su condición biológica al momento
de interactuar o sus capacidades en el ejercicio de una conducta
particular, se analizan como factores disposicionales en el rubro de
situaciones.
Cuarta y última dimensión. Se refiere a las funciones del
comportamiento de las personas significativas en la interacción de
estudio. Como se señaló en el capítulo anterior, Ribes y López (1985)
plantean diversas formas de organización de la conducta en una
jerarquía evolutiva e inclusiva que va de los modos de comportamiento

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más simples a los más complejos y exclusivamente humanos. A un


nivel aplicado, dado que la conducta es siempre una relación entre
individuos, las personas cobran una importancia especial. Su estudio se
lleva a cabo considerando la función que la conducta de cada una de
ellas representa en la interacción con el usuario. Se estudia la forma y
el nivel en que se da la mediación de dicha interacción en relación con
la conducta de alguna o algunas personas específicas. Se pretende así,
entender el tipo de proceso psicológico que se establece en una
interacción determinada, lo cual permite una mejor comprensión de la
misma.
Se había señalado que el Análisis Contingencial es un sistema y
una metodología. Como sistema, las cuatro dimensiones descritas, así
como las categorías específicas de los sistemas microcontingenciales y
macrocontingenciales, permiten generar investigaciones con fines
tecnológicos en los diversos campos de aplicación. De hecho, se han
llevado a cabo distintos estadios que tienen que ver, por ejemplo, con
explicar el cómo se regulan las prácticas valorativas de un individuo, o
bien, qué factores psicológicos son determinantes para que un individuo
presente algunas enfermedades. Dichas investigaciones han partido de
una reformulación de viejos problemas, vistos con una lógica diferente,
lo cual necesariamente brinda nuevos datos, así como la posibilidad de
vincular los hallazgos con la investigación básica y la propia teoría.
Como metodología para el análisis y cambio del
comportamiento humano individual, el Análisis Contingencial, a través
de estas cuatro dimensiones permite entender el comportamiento de
cada individuo como algo único, así como estructurar programas de
intervención que se desprenden de un análisis exhaustivo, tanto de las
interacciones valoradas como problema, como de las posibles
soluciones para ello.
El Análisis Contingencial consta de cinco pasos cuando se
emplea como metodología. Los tres primeros se dirigen a la
identificación y definición de la conducta problema por el usuario, lo
cual se convierte en el punto central, y los dos últimos se enfocan en el
cambio. Las cuatro dimensiones descritas se contemplan a lo largo de
la aplicación de la metodología con conceptos y categorías específicas.

Análisis Contingencial - 61
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EL ANÁLISIS CONTINGENCIAL

Los pasos para su aplicación son:


I. Identificación de las relaciones microcontingenciales
II. Evaluación del sistema macrocontingencial
III. Génesis del comportamiento
IV. Análisis de soluciones
V. Selección, diseño, aplicación y evaluación de los
procedimientos de intervención
Como se había indicado, la aplicación de estos pasos lleva a la
estructuración de un programa de cambio absolutamente singular, que
se diseña junto con el usuario como producto de la estrategia de
desprofesionalización con la cual se aplica esta metodología. Cada
uno de estos pasos conforma un capítulo en este libro.

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Capítulo 5

EL SISTEMA MICROCONTINGENCIAL

l Sistema Microcontingencial, como se señaló en el

E
capítulo anterior, se refiere a la red de relaciones que
establece un individuo con su medio, que se define de
manera situacional y que constituye el campo de
contingencias a analizar. Está compuesto por cuatro
elementos que pueden tener pesos explicativos mayores
o menores dependiendo de cada interacción. Se asume
que estos cuatro elementos dependen unos de otros y que uno de ellos
estructura el campo de contingencias de un modo particular, es decir, lo
media o regula. Cabe recordar que el concepto de mediación se emplea
para referirse a la forma en que se configura una relación específica y
al elemento que la estructura de ese modo se le llama mediador. La.
mediación microcontingencial se da usualmente a través de la conducta
de alguna persona específica, dicha persona puede ser el propio usuario
u otra persona significativa en la interacción. La conducta mediadora
puede ser directa o indirecta. Se considera directa si una persona, la que
media la relación, regula el comportamiento de otros a través de
acciones (que pueden ser verbales también) circunscritas a una situa-
ción determinada. Por ejemplo, en una familia puede ser que el papá sea
el que media las relaciones. Esta función puede presentarla
directamente si otorga permisos, maneja los recursos u otorga
sanciones; aunque también podría mediarla a través de procesos
sustitutivos si, por ejemplo, les habla del pecado y sus consecuencias,
de la ira de Dios, del cielo como premio al buen comportamiento. En
este caso, transforma las contingencias “reales” aquí y ahora de la

Análisis Contingencial - 63
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EL SISTEMA MICROCONTINGENCIAL

situación y la mediación se da a través de interacciones lingüísticas, que


reemplazan funcionalmente a aquellas circunstancias concretas en
donde tiene lugar la interacción.
La identificación de la mediación microcontingencial permite
entender al comportamiento como un proceso específico, esto es,
permite ubicarlo en la taxonomía funcional propuesta por Ribes y
López (1985), y por ende, evaluar su grado de complejidad. Ello como
se había indicado, tiene implicaciones en la propia comprensión de
comportamiento y en el diseño de las estrategias de intervención.
El análisis que se lleva a cabo al identificar el Sistema
Microcontingencial es un análisis funcional. Para cada interacción que
se estudia se identifica qué elementos la componen y cuál es su función
dentro de la interacción. Los distintos pesos explicativos se asignan
como producto del análisis y no de manera previa a él. Se parte de que
cada elemento que forma parte de la interacción afecta a los demás y es
afectado por ellos.
La explicación de un comportamiento sólo puede darse como resultado
de su análisis. Para ello se trasciende la temporalidad que impone el
estudio de variables. La identificación de los elementos que conforman
la microcontingencia, la evaluación de sus funciones, la descripción del
proceso de mediación y, por ende, de la complejidad del
comportamiento de estudio, constituyen el análisis microcontingencial.
Los elementos que se identifican y analizan son:

a) Morfologías de conducta
b) Situaciones
c) Personas
d) Efectos

Morfologías de conducta

Este primer grupo de elementos tiene que ver con la descripción de


aquellas formas de respuesta7 del individuo considerado como usuario
del servicio psicológico, así como de aquellas personas significativas

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 64


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en la interacción, es decir, lo que estos individuos hacen para rela-


cionarse entre ellos, así como con objetos y eventos de su medio en
circunstancias particulares.
Acciones concretas como gritar, pegar, amenazar, advertir,
llorar, escribir, leer, hablarse a sí mismo, fumar, ingerir drogas,
quejarse, chantajear, exponer una clase y relacionarse sexualmente,
entre otras, son morfologías de conducta. Así, cuando se analiza una
interacción, se identifica qué es lo que hace el usuario en tal interacción
y se anota en morfologías del usuario, igualmente se identifica qué es
lo que hacen otros para que el usuario responda del modo en que lo hace
y esto se enlista en morfologías de otros.
Cuando el análisis contingencial se emplea como metodología
para la alteración del comportamiento, usualmente se analizan aquellas
morfologías de conducta que se valoran como problemáticas. En
ocasiones dichas morfologías se valoran como tales porque afectan a
otras personas o al propio individuo, por ejemplo, morder una manzana
no se valora como problema, pero morder con intensidad a un
compañerito de clase sí se puede valorar como inadecuado, dadas las
prácticas convencionales de un grupo de personas. La morfología de
conducta es la misma, los efectos, el contexto situacional y el contexto
normativo, son los que determinan su valoración. En otras ocasiones la
morfología de conducta se valora como problema porque un sujeto no
se comporta en la forma esperada por otros en un contexto específico,
sino que hace cosas distintas. Así, quedarse callado cuando un profesor
demanda una respuesta concreta, puede ser valorado como un
problema. En este caso, se anotaría ‘quedarse callado’ como morfología
del usuario, y ‘hacer una pregunta académica’ como morfología de
otros, particularmente, del profesor.
Si le preguntamos a un adolescente qué hace para conquistar a
una muchacha, seguramente nos respondería con una lista de
morfologías de conducta: le lleva flores, le habla por teléfono, la invita
a salir, la piropea o le carga sus cosas. Este conjunto de morfologías es
lo que se identifica en este primer apartado, considerando la manera en
que nuestro usuario principal se relaciona con las otras personas
significativas en la interacción.

Análisis Contingencial - 65
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EL SISTEMA MICROCONTINGENCIAL

Aquí, hay que recordar que morfologías de conducta no


equivalen a conducta, las morfologías son uno de los elementos a
considerar en el análisis microcontingencial. La conducta como tal es
la interacción formada por los elementos que conforman la
microcontingencia (situaciones, morfologías de conducta,
comportamiento de otras personas y efectos). Confundir morfologías de
conducta con conducta conlleva el peligro de entender al
comportamiento psicológico como actividad del organismo, y ello
propicia, entre otras cosas, su confusión con reactividad biológica.
Considerar, por ejemplo, que las respuestas sensoriales son conducta, o
que condiciones biológicas diversas tales como la sudación, el dolor de
cabeza, la respuesta galvánica de la piel o la taquicardia son respuestas
psicológicas, proviene de tal premisa. En el Análisis Contingencial se
concibe a la reactividad biológica como un factor necesario, pero no
suficiente para explicar el comportamiento. En algunas interacciones,
condiciones biológicas específicas pueden facilitar o interferir con
cierto tipo de relaciones, por ejemplo, un individuo se comporta
diferente de como acostumbra a hacerlo con su novia, cuando le duele
la cabeza. Por el contrario hay condiciones biológicas que pueden ser
consecuencia de un proceso psicológico específico, como en aquellos
casos en los que ciertas conductas de riesgo acaban generando una
patología biológica. Por ello insistimos en evitar posturas
organocéntricas y considerar a la interacción como la unidad de análisis.
Es importante mencionar que un mero análisis morfológico (de lo que
el individuo hace) no explica las interacciones psicológicas. El hecho
de que un individuo se queje de que es muy nervioso, que no duerme
bien, se maree o le de taquicardia, no es suficiente para explicar su
comportamiento. Desde esta perspectiva, es muy importante entender
que ser muy nervioso no es el “problema” como tal, sino que se está
refiriendo una tendencia que probabiliza una manera particular de com-
portarse en cierto tipo de situaciones, en donde existen efectos
específicos del propio comportamiento, en donde influye una historia
única e irrepetible, y probablemente creencias y prácticas valorativas
específicas. Lo que el individuo reporta como problema no se refiere a
la interacción entre estos elementos. Usualmente se reportan efectos, lo

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que la persona siente, lo que le “ocurre” y no hay que caer en la


tentación de considerar que estos efectos del propio comportamiento
son respuestas, como tampoco se debe excluir la identificación de todos
aquellos factores pertinentes a la explicación del problema.
Entender las diferencias entre respuestas, disposiciones y
efectos, es justamente lo que permite llevar a cabo un análisis funcional.
El hecho de que una persona sienta algo, piense en algo, o reporte que
le ocurre algo, no debe ser motivo para concluir que si le ocurre al indi-
viduo, es respuesta. Ya se había señalado que un error muy común por
la falta de distinción entre disposiciones y ocurrencias, es considerar
que todo lo que le ocurre al individuo es respuesta y entra en la lógica
de las variables. En un análisis funcional lo que un individuo refiere se
debe entender en términos de la función que esto tiene en su interacción.
Así, si una persona refiere que tiene miedo a las tormentas eléctricas,
debe quedar claro que el miedo es una disposición a comportarse de
determinada manera en tales situaciones, y no así una respuesta.
Ahora, con respecto a la posible cuantificación de ciertas
características dinámicas de las morfologías de conducta, ésta se lleva
a cabo cuando es significativa en la relación. En ocasiones, la
frecuencia, duración o intensidad de una morfología de conducta son
significativas para que un comportamiento se califique como problemá-
tico, pero en otras ocasiones los criterios de valoración no recaen en
ningún aspecto cuantificable. Su simple ocurrencia es lo
suficientemente significativa para que se valore como problema. Por
ejemplo, si en una familia muy honesta, uno de los hijos les robó dinero
en una ocasión, esta sola ocasión puede ser determinante para que esta
morfología se valore como un problema importante y digno de atención
psicológica. El análisis cualitativo, entonces, proporciona información
valiosa que se debe contemplar.

Situaciones
Las situaciones son el conjunto de características físicas y sociales,
tanto del usuario como del ambiente, que poseen funciones
disposicionales, es decir, su función es la de facilitar, entorpecer, o
hacer más o menos probable una interacción particular. Este conjunto

Análisis Contingencial - 67
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EL SISTEMA MICROCONTINGENCIAL

de factores disposicionales conforman el contexto en que se da una in-


teracción. Por supuesto, no se identifican aspectos que correspondan a
la lógica de las variables, sino a la de disposiciones. En términos
generales, dichos factores, cuando son del usuario, están formados por
capacidades y tendencias, y cuando aluden a ciertas propiedades del
ambiente físico y social, constituyen un contexto situacional (Ryle,
1949).
Los factores disposicionales, como se había mencionado, son
una de las dimensiones del Análisis Contingencial y, por ende, se
evalúan en distintas fases de la metodología, aunque específicamente
para el rubro de situaciones se evalúan los siguientes:
a) Circunstancias sociales. Aquí se identifica el tipo de
circunstancia social en el que se enmarca la interacción de
estudio. Las circunstancias están más o menos delimitadas
convencionalmente como circunstancia familiar, de noviazgo, de
amistad, laboral de recreación. Este factor puede probabilizar
cierto tipo de interacciones, por ejemplo, el hecho de estar en
familia puede facilitar que una persona determinada se comporte
de manera ruda y rebelde, siendo que en otras circunstancias se
comporta distinto.
b) Lugar o lugares. El ambiente físico también puede fungir como
disposicional. Una biblioteca, por ejemplo, puede favorecer el
comportamiento de estudiar, mientras que un lugar oscuro y
solitario puede probabilizar que un adolescente se relacione
sexualmente con su novia. Los lugares, como ambientes físicos,
no son determinantes de las conductas “problemáticas”, pero en
algunos casos tienen una función disposicional que no puede
marginarse.
c) Objetos o acontecimientos físicos. Como en el caso anterior
existen objetos (cierto tipo de alimentos o prendas de vestir
específicas) o acontecimientos físicos (temblores, tormentas,
inundaciones), que pueden desempeñar funciones
disposicionales. Así por ejemplo, una esposa puede vestirse de
manera “provocativa” para probabilizar que su marido tome la
iniciativa de un contacto sexual.

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d) Conductas socialmente esperadas. El hecho de que los individuos


se desarrollen en un medio social implica, por un lado, que todo
comportamiento humano es siempre un comportamiento
valorado, y por otro, que existen prácticas convencionales que son
las que determinan dicha valoración. De acuerdo al momento
histórico, a la cultura, a circunstancias y grupos de personas
concretos, existen demandas convencionales para el
comportamiento de los individuos. Dichas demandas pueden ser
explícitas o tácitas, pero juegan un papel muy importante cuando
se valora el comportamiento de otro o el propio, y son un factor
fundamental que da contexto a las relaciones entre individuos.
Así, por ejemplo, de un hijo se espera que obedezca, que saque
buenas calificaciones, que llegue temprano a casa; de un
estudiante en la escuela se espera que participe, cumpla con las
tareas asignadas, trate respetuosamente a los profesores y
compañeros; de una madre se espera qué cuide a sus hijos, los
alimente, los atienda, los eduque. Aún cuando podría parecer
obvio, hay que señalar que una buena parte de lo que se valora
como comportamientos problema y que llevan a considerar a
individuos particulares como problemáticos, tiene que ver con
que no satisfacen lo que una persona o grupo de personas esperan
de su comportamiento. Una esposa se queja de que su marido no
pasa tiempo con ella, una madre de que su hijo no estudia o un
hombre de que no es capaz de tomar una decisión en momentos
importantes. Cuando lo relevante para valorar una relación como
problemática es que alguien no cumple con lo que se espera de él,
justamente un factor disposicional a identificar es el de
‘conductas socialmente esperadas’,
e) Las competencias e incompetencias para llevar a cabo lo
socialmente esperado. Como se señaló antes, los factores
disposicionales en términos generales se vinculan con
capacidades y tendencias. Las competencias que un individuo ha
ido adquiriendo a lo largo de su historia pueden en el presente
facilitar o probabilizar cierto tipo de comportamientos. Si por el
contrario, carece de cierto tipo de competencias, ello puede

Análisis Contingencial - 69
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EL SISTEMA MICROCONTINGENCIAL

entorpecer alguna interacción. Así por ejemplo, si un estudiante


ingresa a una licenciatura sin saber inglés y parte de sus tareas
consiste en leer artículos en inglés, esta incapacidad seguramente
dificultará su ejecución académica. Ello viene al caso porque
cuando el criterio para valorar una relación como problemática
tiene que ver con que una persona no lleva a cabo lo esperado,
nos corresponde evaluar el por qué no cumple con ello. En esa
medida hay que identificar si es por falta de capacidad, o bien, si
existen razones diferentes.
f) Inclinaciones y propensiones. Otro factor a evaluar como posible
disposicional en alguna interacción tiene que ver con las
inclinaciones, que se refieren a gustos y preferencias, y las
propensiones, que aluden a estados temporales de corta duración,
en particular a estados de ánimo (tristeza, felicidad,
enamoramiento), conmociones emocionales (furia, euforia,
coraje, miedo), y condiciones biológicas (dolor de cabeza,
intoxicación por drogas o alcohol, enfermedades diversas). Así
por ejemplo, haber ingerido una bebida alcohólica puede facilitar
que se maneje un automóvil de manera imprudente y distinta a la
habitual. Estar enamorado hace más probable que estemos
sonrientes y amigables.
g) Tendencias. Este término alude a costumbres, hábitos y formas de
conducta, que en el pasado han estado vinculados a efectos
específicos y que por ello, en ciertas circunstancias, tienen una
alta probabilidad de emisión. Concebir a las tendencias como
respuestas al margen de una historia y de su función disposicio-
nal, ha llevado al fracaso en la alteración de muchos “problemas”
como el beber, o fumar. Si existe una alta probabilidad de
emisión, las estrategias de intervención deben tomar esto en
cuenta. Los individuos no se comportan dejando a un lado sus
experiencias pasadas. Muchas de las interacciones presentes se
ven influidas por la historia en forma de tendencias, propensiones,
inclinaciones, competencias e incompetencias. Todos estos
factores pueden ser condiciones importantes para que una
interacción se lleve a cabo de un modo particular.

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Ahora, cuando se aplica la metodología de Análisis


Contingencial, se debe tomar en cuenta que cualquiera o cualesquiera
de los factores antes señalados pueden conformar el contexto en el que
se presenta una interacción. Nos corresponde evaluar su posible
participación, aunque ello no implica que necesariamente todos deban
aparecer, o tener una función disposicional, aún cuando se encuentren
presentes en una interacción, esto es, no en todo comportamiento hay,
por ejemplo, un estado emocional que actúe como disposicional, o no
siempre vamos a encontrar una tendencia significativa. Toca al analista
evaluar el papel de cada uno.

Personas

Bajo este rubro se considera la función que ejerce el comportamiento


de todos aquellos individuos que participan significativamente en la
interacción valorada como problema. Las interacciones humanas son
fundamentalmente interacciones entre individuos, de modo que resulta
fundamental analizar el comportamiento de todas aquellas personas que
participan de una relación, ya que ésta puedetener un papel funcional
específico. Para analizar este rol funcional, la dimensión básica es la de
individuo mediador-individuo mediado. El resto de las funciones que
conceptualmente se contemplan es de tipo disposicional. Antes de
definir estas funciones hay que aclarar que es el comportamiento
particular de una persona, en una situación determinada, el que se
analiza a través de la función que ejerce en esa relación; por lo tanto,
no es un calificativo para los individuos, dado que sus distintos
comportamientos pueden tener diversas funciones en diferentes
situaciones. El comportamiento de los individuos puede tener las
funciones siguientes:
♦ Mediador. Cuando el comportamiento de un sujeto es el que
establece o prescribe las contingencias de la interacción, tiene una
función mediadora. En ese sentido, este comportamiento estructura
la relación entre los individuos significativos de un modo parti-
cular. Por ejemplo, el comportamiento de un profesor en un aula de

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EL SISTEMA MICROCONTINGENCIAL

clases. Su comportamiento regula el de los estudiantes en tanto


determina la forma en que se comportan con él, es decir, su
comportamiento “domina o dirige” el de los otros. El profesor se-
guramente establece las actividades que deben realizarse, los
criterios para lograr una buena evaluación, normas de conducta en
el aula. Es él quien impone sanciones a aquellos que no cumplen,
o por el contrario, felicita a los que sobresalen, por ello consi-
deraríamos que tiene una función mediadora. Estructura una
interacción particular.
♦ Mediado. Es el comportamiento que se ajusta o está regulado
por las contingencias que prescribe el comportamiento mediador.
En el ejemplo anterior, el comportamiento de los alumnos está
mediadopor el del profesor. En el de una esposa golpeada y
maltratada por el marido, lo más probable es que su
comportamiento esté mediado por el de él.
♦ Auspiciador. Es aquél que facilita o promueve una interacción
particular, sin formar parte de ella. Una acción o frase de una
persona pueden propiciar que un individuo se relacione de modo
particular con otros. Atendiendo al ejemplo anterior, si el profesor
a le comenta al profesor b que oyó que sus alumnos hacen trampa
en los exámenes, probablemente el profesor b altere la forma de
llevar a cabo las evaluaciones.
♦ Regulador de propensiones e inclinaciones. Aquí se apuntaría
la función de aquellas personas cuyo comportamiento hace más
probable cierto tipo de interacciones, en tanto modula gustos,
preferencias, estados de ánimo o conmociones emocionales. Si el
director de la escuela entra al aula en la que el profesor está dando
clases y este profesor se “siente evaluado”, es decir, se alteran sus
estados de ánimo; es más probable que se comporte distinto con
sus alumnos, el comportamiento del director, en este ejemplo, sería
regulador de propensiones. Esta función la ha adquirido
seguramente, en el pasado, en otras interacciones con el profesor.
♦ Regulador de tendencias. Si en el rubro de situaciones se
detectan tendencias relacionadas con el comportamiento que se
estudia, aquí corresponde investigar si existen personas cuyo

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comportamiento las regula. Aquí se puede ilustrar el


comportamiento de alguna persona que refiere que cuando ve a su
amigo que es un fumador empedernido, le dan ganas de fumar
solamente al verlo y lo hace. Si tal es el caso,
hay que evaluar si dicha persona adquirió esta función reguladora,
por capacidad o por historia, es decir, si esa función se fue
construyendo históricamente, o si se adquirió por poseer
características similares a otros reguladores históricos.
Como en la categoría anterior, no en toda interacción se van a
encontrar necesariamente todas las funciones descritas; esto es, puede
darse una relación que sólo tenga un individuo mediador y otro
mediado, alguna otra, en donde un tercer individuo sea disposicional;
de cualquier manera, lo que corresponde es evaluar la posible función
de cada una de las personas que constituyen la interacción. Hay que
reiterar que la función que ejerce el comportamiento de una persona en
una microcontingencia particular, puede ser distinta en otra.
Un punto importante en el análisis microcontingencial es definir
la mediación. Se debe indicar cuál es el individuo mediador, a través de
qué conducta regula la microcontingencia y en qué nivel lo lleva a cabo;
esto es, si el nivel de mediación es directo (restringido a las condiciones
aquí y ahora de la relación), o indirecto (desligado funcionalmente de
las condiciones presentes en forma concreta en la interacción). Ello nos
lleva a entender distintos procesos de comportamiento en cuanto a su
estructura y complejidad, lo cual repercute en un análisis más preciso,
así como en la selección de los procedimientos de cambio pertinentes.

Efectos
La última categoría del Sistema Microcontingencial es la de los efectos.
Ello nos habla, en principio, de la relación de consecuencia entre la
morfología de conducta de un individuo y otros. Se refiere, pues, a
correspondencias funcionales entre las conductas de los individuos en
situaciones de relaciones recíprocas. Esta categoría se basa en la

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EL SISTEMA MICROCONTINGENCIAL

dimensión de comportamiento propuesta por Kantor (1946): Compor-


tamiento efectivo, comportamiento inefectivo y comportamiento
afectivo. El primero se refiere a aquél que afecta el comportamiento de
otros, como podría ser, por ejemplo, el caso de agredir a una persona y
que ésta nos deje de hablar. El segundo es el que no altera el
comportamiento de otros, esto es, cuando no hay cambios en el
comportamiento de otros, como consecuencia de lo que un individuo
hace, como por ejemplo, cuando una madre se queja de que ella
“castiga” a su hijo cuando no la obedece o le da consejos todo el tiempo,
y el hijo sigue sin obedecer (no genera cambios en su comportamiento);
el tercero alude a aquel comportamiento que afecta exclusivamente al
individuo que lo emite. Esta categoría no excluye a la anterior, pueden
existir conductas que no alteran el comportamiento de otros individuos
pero que sí afectan el propio. Estos efectos pueden ser de tipo
disposicional, como cuando lo que se afecta son estados de ánimo,
tendencias o condiciones biológicas, o bien pueden afectarse
morfologías de conducta propias, como en el caso de aquellos procesos
que se han explicado como autocontrol.
Los factores de consecuencia son parte del campo de
contingencias y guardan una interdependencia con otros elementos
significativos, aunque cabe aclarar que ello no quiere decir que en
ningún momento un efecto pudiera ser crítico en una microcontingencia
particular y, por ende, tener un peso explicativo mayor en algún
momento. Lo que hay que tener presente es que esto no es así necesa-
riamente, sólo un análisis funcional puede determinarlo. Para la
categoría de efectos se identifican:
-Efectos sobre la conducta de otros
-Efectos sobre uno mismo
-Sin efectos
Play que plantear que, dado que un Sistema Micro-
contingencial se delimita de manera situacional, para un solo usuario
pueden identificarse varias microcontingencias. Ello depende de que se
encuentren campos de contingencias independientes entre sí
(funcionalmente), como la presentación de diversos “problemas”
desvinculados. Por ejemplo, cuando una señora se queja, por un lado,

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de problemas con su marido al que descubrió siéndole infiel, y por otro,


de que en su trabajo le resulta difícil organizar sus actividades. En el
primer caso la circunstancia social es el matrimonio, las personas
significativas se identifican fundamentalmente en la familia, habrá
morfologías de conducta particulares tanto de la señora como de los
otros significativos. En el segundo, la circunstancia social es diferente:
de trabajo, las personas significativas en la interacción también son
distintas, lo que ella hace en el trabajo también es distinto. Se habla
entonces de dos microcontingencias, empleando además, como criterio
fundamental, la delimitación situacional.
Para concluir este apartado es importante resumir que el análisis
microcontingencial es un análisis donde se delimitan cuáles elementos
conforman una interacción y cómo se relacionan funcionalmente,
cuáles tienen un peso explicativo mayor y qué nivel de complejidad
tiene dicha interacción, hablamos, por tanto, de un análisis funcional
genuino.

Análisis Contingencial - 75
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Capítulo 6

EL ANÁLISIS MACROCONTINGENCIAL

l análisis microcontingencial, que es un análisis

E
funcional, se complementa con el macrocontingencial
que es un tipo de análisis enfocado al estudio del
contexto valorativo de la interacción. Para entender el
sistema macrocontingencial es importante hacer algunas
consideraciones previas.
El planteamiento de este sistema surgió de la necesidad
de considerar la naturaleza social-convencional del entorno en el que se
practica el comportamiento humano. La individualidad se conforma
fundamentalmente a partir de las características que le impone la
práctica compartida por los miembros de una cultura. Se había señalado
que el ser humano es capaz de comportarse desligándose de las
características del aquí y ahora que le imponen los ambientes naturales.
El ser humano se comporta de acuerdo a las propiedades
convencionales de su ambiente, de modo que las contingencias no
residen en el tiempo y espacio particulares en que tienen lugar sus
diversas interacciones sociales. Desde esta óptica, como se había
comentado, se lleva a cabo una distinción crítica entre el
comportamiento humano y el subhumano y ésta se refiere al carácter
convencional del entorno humano. La capacidad humana de
comunicarse, de crear, de responder a convenciones y de crear tales
convenciones, está estrechamente vinculada con lo que se denomina
lenguaje (Ribes y López, 1985). El lenguaje es el que permite la
individualización de lo social, así como el surgimiento de la convención
cultural como práctica compartida. De hecho, las coordenadas que
estructuran y regulan la cultura son el trabajo, el lenguaje, la política y
la moral; sin embargo, para un análisis psicológico, los ejes

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EL ANÁLISIS MACROCONTINGENCIAL

fundamentales descansan en el lenguaje y la moral. Estos no son


independientes, el lenguaje como forma de vida es inseparable de la
moralidad como criterio de valoración intrínseco a un actuar con
respecto del mundo (Ribes, 1992).
Partiendo de lo anterior, Ribes, Díaz González, Rodríguez y
Landa (1986) proponen concebir a la moralidad como una dimensión
de la conducta humana, que es una característica definitoria en tanto
expresión ideológica de lo social. La conducta como se había indicado,
no tiene un valor intrínseco, no es buena o mala, desadaptada o
adaptativa, sana o enferma, normal o anormal. La conducta se valora,
se califica de diversos modos según el contexto cultural en el que
ocurre. Los criterios con los que una conducta se valora, cambian de
época a época, de cultura a cultura, e incluso de grupo a grupo, de
acuerdo a condiciones socioeconómicas, culturales o geográficas. Hay
que insistir en que no existen criterios universales para valorar el
comportamiento. En una situación de guerra matar a otra persona puede
verse como algo loable y valiente, por lo que no se puede afirmar que
respetar la vida de otros, como ejemplo extremo, sea un valor universal.
Por ello es importante entender que como psicólogos debemos
considerar que las personas indicadas para valorar un comportamiento
como problemático son aquellas significativas en una interacción. Los
criterios que se emplean para valorar el comportamiento pueden ser
diversos, sin embargo, un criterio común es el moral. El concepto de
moralidad, desde esta perspectiva, se entiende como una dimensión del
comportamiento que tiene que ver con la regulación de
comportamientos individuales que afectan a grupos específicos de
individuos. Lo moral consiste en la adecuación de tales com-
portamientos a las prácticas sociales que regulan sus efectos relativos a
grupos de individuos socialmente jerarquizados; en otras palabras, un
comportamiento se califica de inmoral, de acuerdo a prácticas y
creencias de un grupo, cuándo difiere de los de este grupo o afecta a
otras personas de dicho grupo, aunque esta afectación se valora de
manera distinta dependiendo de a quién se afecta. A la Psicología no le
corresponde estudiar o dar cuenta de los valores en general, como
tampoco del conjunto de prácticas y creencias de una cultura particular,

Análisis Contingencial - 77
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lo que le corresponde es el análisis de las prácticas individuales como


modos de interacción del individuo en la práctica socio-cultural. El
Análisis Contingencial permite el estudio de la dimensión moral
conformando, a través de los sistemas microcontingencial y
macrocontingencial, el. medio para articular en el terreno psicológico
los planos microsocial y macrosocial (Ribes, 1992).
En Psicología, los valores no pueden entenderse como entes
abstractos, entidades, ni como agentes media- cionales o “internos” que
provocan o explican el comportamiento, tampoco pueden entenderse
bajo la lógica de las variables. Los valores representan una dimensión
de las propias prácticas conductuales que regulan socialmente “la
transmisión, reproducción y ejercicio de formas particulares de
comportamiento que afectan a grupos de individuos de acuerdo con la
posición relativa que ocupan en' la estructura social” (Ribes, 1992). La
moralidad consiste entonces en la adecuación del comportamiento
individual a las prácticas sociales que regulan sus efectos.
Por lo anterior, para realizar un análisis psicológica de la
moralidad deben contemplarse dos aspectos:

1) Los procesos de sustitución referencial y no referencial, que son


los que posibilitan el desligamiento funcional en la conducta de
los individuos, de modo que un individuo puede responder en
términos de propiedades convencionales, trascendiendo el
carácter espacio-temporal que una situación le impone (Ribes y
López, 1985).
2) La estructura conductual de las prácticas sociales que regulan el
comportamiento individual sobre otros, es decir, el contexto
valorativo formado por costumbres, prácticas, creencias y, en
general, como forma de vida del o los grupos sociales con los
que un individuo se relaciona.

Evaluar los aspectos mencionados implica la realización de un


análisis psicológico para la dimensión valorativa del comportamiento.
Se parte de que todo acto de valoración implica procesos sustitutivos de
comportamiento. El valorar una conducta como buena, apropiada,

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EL ANÁLISIS MACROCONTINGENCIAL

bizarra o enfermiza, significa comportarse de acuerdo a criterios que no


forman parte de la situación en la que se lleva a cabo la valoración, esto
es, valorar es responder según información, experiencias o creencias.
La valoración, como comportamiento, se encuentra regulada por
dimensiones funcionales que no están presentes de manera efectiva en
una relación microcontingencial particular. Los valores como prácticas
de comportamiento se adquieren en el contexto de interacciones
concretas con individuos específicos que explícitamente imponen nor-
mas o ejemplos de comportamiento como modo social necesario, es
decir, como un “deber ser” de las interacciones. Tales
microcontingencias, llamadas ejemplares porque funcionan como
ejemplos o modelos, rigen posteriormente las prácticas individuales sin
estar presentes en forma concreta en otras interacciones cuyos criterios
de valoración son tácitos (microcontingencias situacionales).
Las microcontingencias ejemplares deben entenderse como
interacciones conformadas por los mismos elementos que se
describieron en el sistema microcontingencial, pero éstas se
caracterizan porque implican relaciones entre personas que son
explícitamente valoradas como modos sociales necesarios. Existe en
ellas un “deber ser” explícito. El ser humano aprende prácticas
valorativas - como acciones o creencias- en el contexto de un grupo
social -usualmente la familia- en donde individuos concretos establecen
la normatividad de las relaciones. Esta normatividad regula
sustitutivamente las prácticas del sujeto en otras interacciones (con
otras personas, en otros lugares, en circunstancias diferentes), es decir,
el individuo conforme se desarrolla se comporta en ciertas
circunstancias de acuerdo a los valores aprendidos en la
microcontingencia ejemplar, este tipo de comportamiento se denomina
sustitutivo, la persona actúa en una situación cuyos criterios de
valoración son tácitos, como si estuviera en una con criterios explícitos.
De ahí que el análisis psicológico de la moralidad no puede darse
independientemente de las interacciones concretas que tienen lugar en
las situaciones microcontingenciales. El análisis psicológico debe tener
su anclaje en el comportamiento individual. Partiendo de lo anterior, y
en tanto lo moral se califica como la adecuación de las prácticas de un

Análisis Contingencial - 79
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individuo con las prácticas de su grupo o grupos sociales, las corres-


pondencias entre ambos tipos de microcontingencias: las ejemplares
(aquellas donde se explicitan los valores como deber ser de una
relación) y las situacionales (aquellas otras interacciones reguladas por
las ejemplares), constituyen el sistema macrocontingencial relativo a
un individuo.
El análisis macrocontingencial, a diferencia del micro-
contingencial, no tiene como propósito la evaluación funcional de una
conducta circunscrita situacional- mente, o de una interacción
específica valorada como problema, sino que su objetivo es evaluar las
correspondencias entre la conducta de un individuo y las prácticas
valorativas de su grupo social. No se le denomina macrocontingencial
porque se refiera a un campo de contingencias mayor o más relevante,
sino porque se refiere a un análisis de correspondencias entre dos
microcontingencias: situacional y ejemplar.
Para abordar las prácticas valorativas y así analizar dichas
correspondencias se consideran dos dimensiones: Las dadas como
relación efectiva (en términos del hacer) y la conducta sustitutiva
referida a tales prácticas (en términos del creer). Dado que el criterio
fundamental es la adecuación entre el creer y el hacer, en dos micro-
contingencias distintas, se estudian distintos niveles de
correspondencia: a) intrasujeto, que es la que debe darse entre lo que un
individuo hace y lo que cree con respecto a lo que hace, y b) entre
sujetos, que se refiere a la correspondencia que debe existir entre las
prácticas de los distintos individuos que conforman la interacción, ya
sea con respecto a sus acciones como conducta efectiva, ya a sus
creencias, a ambas o a dimensiones cruzadas. Intentaremos ilustrar
problemas de carácter macrocontingencial y el tipo de correspondencias
que se identificarían. Supongamos el caso de un adolescente muy
religioso, proveniente de una familia igualmente religiosa y cuyos
amigos practican la misma religión. Este muchacho reporta que no
puede evitar masturbarse y que se siente muy culpable porque sabe que
vive en el pecado. En un caso así, de manera muy simplificada se
identifica fundamentalmente una falta de correspondencias intrasujeto,
esto es, lo que el muchacho hace, no corresponde con lo que cree que

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EL ANÁLISIS MACROCONTINGENCIAL

debería hacerse, en relación a la sexualidad juvenil. Igualmente existe


una falta de correspondencia entre lo que hace en la microcontingencia
situacional (en este caso, su comportamiento sexual) y lo que su familia
hace (asumiendo que sus relaciones familiares conformen la
microcontingencia ejemplar), con respecto, al comportamiento sexual.
Un caso de falta de correspondencias entre sujetos quedaría
ilustrado por un hombre, que perteneciendo a una familia sumamente
conservadora en donde los roles de género están perfectamente
definidos, es homosexual. Aquí, la microcontingencia situacional es
aquella compuesta por las personas significativas a las prácticas
sexuales de este hombre, mientras que la microcontingencia ejemplar
está conformada por las interacciones familiares. La falta de
correspondencias se presenta entre lo que el hombre hace y cree con
respecto a sus prácticas sexuales (en la micro- contingencia situacional)
y lo que los miembros de su familia hacen y creen con respecto al
comportamiento sexual (microcontingencia ejemplar). Por supuesto
que en los ejemplos anteriores se parte de un conjunto de suposiciones
y se simplifica este análisis. Lo que hay que considerar es que el proceso
macrocontingencial plantea la identificación de distintos aspectos:

a) qué creencia o criterio de valoración se emplea para considerar


un comportamiento como problemático,
b) si dicho criterio se refiere como un “deber ser” o “no deber ser”
del comportamiento, en términos morales,
c) en qué situaciones y con qué personas se explicitó el valor moral
que da contexto al problema (que se identificaría como
microcontingencia ejemplar),
d) en qué situaciones y con qué personas se emite el comportamiento
valorado como problema (microcontingencia situacional),
e) cuáles son las prácticas y creencias pertinentes de las personas
que conforman la microcontingencia ejemplar y
f) cuáles son las prácticas y creencias pertinentes de las personas
que conforman la microcontingencia situacional.

Con esta información, lo que se lleva a cabo es un análisis de

Análisis Contingencial - 81
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correspondencias. En un lenguaje más técnico se debe entonces


considerar:

a) la conducta sustitutiva del sujeto en la situación ejemplar (SsE)


(creencias),
b) la conducta no sustitutiva del sujeto en la situación ejemplar
(SsE) (acciones efectivas),
c) la conducta sustitutiva del sujeto en la situación no ejemplar
(SsE),
d) la conducta no sustitutiva del sujeto en la situación no ejemplar
(SsE),
e) la conducta sustitutiva de otros significativos en la situación
ejemplar (OsE),
f) la conducta no sustitutiva de otros significativos en la situación
ejemplar (OsE),
g) la conducta sustitutiva de otros significativos en la situación no
ejemplar (OSÉ), y
h) la conducta no sustitutiva de otros significativos en la situación
no ejemplar (OsE) (Ribes, 1993).

El análisis de las correspondencias puede representarse en una matriz


de ocho por ocho celdillas (Ribes, 1993). La matriz contiene dos ejes
en los que se enlistan ambos tipos de prácticas: Del sujeto (s) y los otros
significativos (O) en la microcontingencia ejemplar (E) y la situacional
(S). Como algunas se repiten, queda un total de 28 posibles
correspondencias, que no están marcadas con guiones. Las no
correspondencias pueden señalarse con una “X”, lo cual permite
identificar si éstas son de orden macrocontingencial o
microcontingencial. La falta de correspondencias intracontingenciales,
es decir, en un solo tipo de microcontingencia, ya sea ejemplar o
situacional, plantea problemas de orden microcontingencial, mientras
que la falta dé correspondencias intercontingencial, es decir, entre los
dos tipos de microcontingencia, manifiesta problemas de orden
macrocontingencial (Ribes, 1993).

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 82


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EL ANÁLISIS MACROCONTINGENCIAL

Por ejemplo, si el mayor número de cruces se ubica entre las


prácticas sustitutivas y las no sustitutivas (efectivas) del sujeto en la
microcontingencia situacional, ello nos revela que puede existir un
problema de orden microcontingencial que puede obedecer a una serie
de razones como falta de competencias del sujeto, relaciones de efecto,
tendencias del sujeto, y no así a la falta de adecuación del
comportamiento del individuo a las prácticas de su grupo. Por el
contrario, si las no correspondencias se ubican fundamentalmente entre
las dos microcontingencias (en cualquiera de sus dimensiones), ello nos
plantea un problema de orden macrocontingencial, y por lo tanto la
dimensión significativa es la adecuación del sujeto al contexto
valorativo. Por supuesto, en cada interacción se encuentran siempre
falta de correspondencias entre prácticas intersujeto o entre sujetos,
cabe analizar entonces qué tan significativas son tales no
correspondencias. La matriz descrita permite evaluar visualmente este
aspecto en tanto la densidad de dichas no correspondencias puede ser
un factor significativo, así como si dicha densidad se presenta en una
microcontingencia o entre ambas. Hay que recordar que el proceso
macrocontingencial se refiere a una doble relación bidireccional entre

Análisis Contingencial - 83
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el individuo y los otros. Por un lado, una microcontingencia ejemplar


regula otro tipo de microcontingencia cuyos valores son tácitos, y por
otro lado, tal regulación se establece en relación a dos dimensiones: las
prácticas efectivas y las prácticas sustitutivas.
Para concluir este capítulo hay que agregar que existen diversas
maneras de explicitar normas o ejemplos en las microcontingencias
ejemplares. Algunos modos de establecer tal normatividad son: a) por
prescripción. Cuando el o los mediadores de la microcontingencia
modelan o instruyen sobre una clase de interacción, b) por indicación.
Cuando el mediador señala una opción sobre otra, c) por facilitación.
Cuando se auspician o disponen las condiciones para que se dé la
relación requerida, d) por justificación. Cuando se instruye o modela
sobre las consecuencias deseables que siguen a dicha relación, e) por
sanción. Cuando se operan consecuencias concretas para la interacción,
f) por advertencia. Cuando se señalan las consecuencias que pueden
ocurrir dado un comportamiento específico, g) por comparación.
Cuando se contrastan dos formas de relación, h) por condicionamiento.
Cuando se instruye sobre los requerimientos a cumplir previos a una
relación, i) por prohibición. Cuando se señala la imposibilidad de una
conducta, y j) por expectación. Cuando se instruye sobre las demandas
sociales que una relación debe satisfacer (Ribes, 1987).
El análisis macrocontingencial representa una concepción
propia para un análisis psicológico de la moralidad. Esto se toma
relevante, cuando el análisis continúen- cial se emplea como una
metodología para la alteración del comportamiento individual. En el
campo de la llamada psicología clínica el comportamiento a estudiar y
alterar es un comportamiento que se valora como problemático. Dicha
valoración, llevada a cabo por el propio usuario, o por otros
significativos, se lleva a cabo con distintos criterios, algunos de éstos
son morales. Los valores no se han considerado como correspondencias
entre prácticas de un individuo y sus grupos de referencia por ninguna
teoría psicológica. En los modelos aplicados se ignoran o se someten a
un análisis internalista o reduccionista. El sistema macrocontingencial,
junto con el microcontingencial, permite llevar a cabo un análisis de la
moralidad anclado en el comportamiento individual y como tal, posee

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 84


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EL ANÁLISIS MACROCONTINGENCIAL

las categorías que permiten estudiarlo desde un plano psicológico. ®

Análisis Contingencial - 85
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ANÁLISIS DE SOLUCIONES

Capítulo 7

GÉNESIS DEL PROBLEMA

abiendo llevado a cabo los análisis microcontingencial

H
y macrocontingencial, un tercer paso para la
evaluación de un comportamiento consiste en analizar
su génesis. En el análisis contingencial la historia
interconductual es básica para la comprensión de una
conducta. Su análisis no se circunscribe a la definición
de su origen, ya que las circunstancias sociales que le
dieron lugar se transforman en el transcurso del tiempo. Por ello, en este
paso se identifican otros aspectos. Se parte de que la historia no es
causal, como tampoco determinista, sino que resume la
disposicionalidad ante circunstancias presentes y ello se refleja en el
rubro de situaciones (del Sistema Microcontingencial), cuando se
identifican tendencias, competencias, inclinaciones y propensiones, es
decir, las experiencias pasadas juegan un papel importante en las
presentes. Este papel es disposicional. La historia de un individuo,
como se había indicado, puede facilitar, interferir o probabilizar cierto
tipo de comportamientos en el presente. Por esta razón es que hay que
examinar factores adicionales al estricto origen de un comportamiento.
Un elemento central para este análisis es la identificación de estrategias
de interacción o estilos interactivos del usuario, que pueden estar
formando parte de relaciones en el comportamiento bajo análisis. Sobre
este punto vale la pena detenerse a examinar el concepto. Estrategias de
interacción o estilos interactivos son conceptos que aluden a lo que
tradicionalmente se ha estudiado como personalidad. Ribes (1990a)
retoma los fenómenos estudiados por las teorías de la personalidad y
propone para su estudio una aproximación interconductual. El estudio
de las diferencias individuales compete a la Psicología. Una teoría de la

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 86


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GÉNESIS DEL PROBLEMA

personalidad, desde la perspectiva de una teoría del comportamiento,


debe permitir reconocer y predecir la especificidad de cada individuo
como modo de comportamiento: el estilo individual (Ribes, 1987). El
concepto de estilo se refiere a “una condición histórica identifica- ble
como tendencia de interacción, dado que su carácter de historia singular
se fundamenta necesariamente en la consistencia del individuo a través
del tiempo en su modo de relacionarse con circunstancias sociales
típicas”. Ribes (1990a, p. 84) propone así un concepto para estudiar a
la personalidad, que no alude a un conjunto de morfologías de respuesta
tipificadas en una taxonomía, sino que constituye una categoría
disposicional: El estilo interactivo.
Identificar un estilo interactivo implica conocer el modo
particular de interactuar de un individuo en situaciones contingenciales
previstas. Se trata de un concepto interactivo, que parte de que dichos
modos se han configurado en el transcurso de la historia de cada
individuo y que por ello permiten predecir tendencias interactivas en
condiciones determinables. Tradicionalmente se ha reconocido que
cada individuo es único y que esta singularidad constituye un predictor
de comportamiento. Las teorías de la personalidad reconocieron el
fenómeno y se dieron a la tarea de estudiarlo; sin embargo, su estudio
presenta limitaciones importantes; por un lado, concibieron a la
personalidad como conjunto de respuestas, condiciones o estados, al
margen de la relación del individuo con su ambiente; por el otro, a pesar
de haber reconocido el fenómeno de la singularidad, construyeron
taxonomías para agrupar lo que debería ser el carácter idiosincrásico
del comportamiento. Desde esta aproximación, se reconoce la
singularidad del comportamiento individual, pero se aborda con un
concepto interactivo. Se rechaza la idea de construir taxonomías que
agrupen a los individuos cuando lo que debería hacerse es identificar
modos únicos e idiosincrásicos. Igualmente, no se considera que este
carácter idiosincrásico del comportamiento tenga que ver en estricto
con las morfologías de conducta o respuestas de un individuo, sino que,
por una parte, se plantea la necesidad de considerar las situaciones con
las que se Ínter actúa, y por otra, más que identificar qué hace un
individuo ante tales situaciones, se identifica el cómo lo hace, es decir,

Análisis Contingencial - 87
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ANÁLISIS DE SOLUCIONES

el modo.
El concepto de estilo interactivo se define como el modo
consistente en el que un individuo enfrenta situaciones que no
impliquen demandas especificas. Hay que puntualizar varios aspectos;
en primer lugar, se habla de consistencia, ello significa que a lo largo
de su historia, un individuo ha enfrentado situaciones determinadas de
la misma manera (no con las mismas respuestas sino con el mismo
modo). En segundo lugar, para identificar su(s) estilo(s) es importante
evaluar su modo de responder en situaciones que no demanden un
comportamiento específico, si existen demandas o criterios de
respuesta, lo que se estaría evaluando son capacidades o competencias,
En tercer lugar, la definición de estilo enfatiza a la interacción
situaciones-modos de responder, como lo que propiamente conforma
un estilo.
Con respecto a las situaciones con las- que se interactúa, es
evidente que no se pueden desarrollar taxonomías que identifiquen
situaciones específicas y puntuales, porque sería una tarea inagotable,
por ello se contempla la naturaleza funcional de éstas, misma que
depende de su arreglo contingencial. Así, aunque existen muchas
situaciones particulares, éstas pueden tipificarse con base en la
definición de las relaciones de contingencias genéricas que las
configuran. En relación con el modo individual de interactuar, hay que
señalar que cada individuo muestra una forma peculiar de relacionarse
con tales situaciones, de modo que ante cada arreglo contingencial cada
individuo muestra un estilo específico consistente, que difícilmente es
replicado por otro individuo, razón por la cual no pueden tipificarse
como respuestas o modos de responder, aunque sí como situaciones
contingenciales genéricas; es decir, no se pueden estructurar a priori
modos singulares de interactuar con cierto tipo de situaciones, pero sí
pueden delinearse situaciones que conformen campos contingenciales
genéricos que puedan permitir el estudio de modos singulares y
consistentes de responder ante tales situaciones.
Ribes (1990a) ha tipificado una serie de situaciones o arreglos
contingenciales que permiten el estudio de los modos consistentes e
idiosincrásicos de responder de los individuos. Dichos arreglos o

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 88


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GÉNESIS DEL PROBLEMA

situaciones se describen en términos del rol funcional de ciertos


elementos, por ello permiten el diseño de situaciones específicas. Los
arreglos son:

1. Toma de decisiones. Posibilidad de emitir una sola respuesta


ante contingencias que implican estímulos competitivos e
inciertos en tiempo.
2. Tolerancia a la ambigüedad. Propiedades funcionales
antagónicas o diferentes entre la señal y la consecuencia,
imposibilidad de discriminar la relación contingencia-no
contingencia, o irrelevancia de la señal con respecto a la
contingencia.
3. Tolerancia a la frustración. Mantenimiento de la ejecución bajo
condiciones no señaladas de interferencia, disminución, pérdida
o demora de las consecuencias.
4. Logro. Mantenimiento u opción de ejecuciones bajo condiciones
señaladas de requisito creciente o mayor requisito de respuesta
relativa o absoluta.
5. Flexibilidad al cambio, Cambios de respuesta ante un número
finito de contingencias no señaladas o señaladas
inespecíficamente, en alternación, o al azar.
6. Tendencia a la transgresión. Responder ante señales de no
responder.
7. Curiosidad, diversificación de respuestas y estímulos ante
contingencias presentes que no lo requieren, o preferencia por
contingencias variables.
8. Tendencia al riesgo. Opción por contingencias señaladas con
probabilidades reales o aparentes de consecuencias de mayor
valor o pérdida de contingencias asociadas, ante contingencias
alternativas de constancia relativa.
9. Dependencia de señales. Ajustes de la respuesta a señales
repetitivas o eventuales que son redundantes a la contingencia, y
efectos de la ejecución estable cuando se retiran las señales sin
que se cambien los criterios de administración de consecuencias.
10. Responsividad a nuevas contingencias y señales. Efectos en

Análisis Contingencial - 89
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ANÁLISIS DE SOLUCIONES

la respuesta ante nuevas señales frente a la misma contingencia o


ante nuevas contingencias cuando se mantienen las mismas
señales.
11. Impulsividad-No impulsividad. Correspondencia de la
respuesta a las condiciones disposicionales o no disposicionales
en una situación cuyos componentes contingenciales no son
funcionalmente homogéneos.
12. Reducción de conflicto. Respuestas ante señales concurrentes
opuestas o ante opciones de respuesta que implican
consecuencias concurrentes o competitivas.

Partiendo de esta clasificación preliminar, se pueden estudiar


estilos diseñando situaciones particulares. Por ejemplo, un arreglo de
contingencias caracterizado por logro o persistencia, establece como
condición fundamental la demanda de un mayor esfuerzo por parte de
una persona para obtener lo mismo. Esta condición característica per-
mite evaluar la consistencia en el modo de responder de un individuo
ante situaciones específicas caracterizadas por ella. Ante una situación
de este tipo, una persona puede esforzarse cada vez más, hacer alguna
trampa, renunciar, comportarse como acostumbra, pensar en la manera
de alterar la situación y pedir ayuda, entre otras. Al margen de sus
respuestas concretas, lo importante es la consistencia en el modo de
enfrentar la situación.
El análisis contingencial retoma, como parte de sus categorías,
el concepto de estilo interactivo, dado que permite identificar
consistencias de un individuo en su modo de enfrentar situaciones
microcontingenciales específicas. Su(s) estilo(s) indica(n) tendencias
que en el presente probabilizan formas de interactuar. Es por ello que
en la evaluación de un comportamiento no se pueden dejar a un lado.
Un estilo interactivo puede ser la expresión coyuntural de una
disposición a mediar contingencias de cierta clase. Si esto es así, existe
una alta probabilidad de que ante nuevas microcontingencias similares,
el individuo se involucre nuevamente en formas de interacción que
resulten valoradas como problema.
La identificación de los estilos lleva a su necesaria consideración

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 90


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GÉNESIS DEL PROBLEMA

en el momento de instrumentar programas de intervención. No es


posible centrarse en la interacción microcontingencial marginando
tendencias que pueden dar lugar a tales interacciones.
La génesis de la microcontingencia contempla, además de la
identificación de estilos interactivos:

I. Historia de la microcontingencia

a) Circunstancia en que se inició la conducta. Esto se refiere a la


descripción de las circunstancias en que una forma dada de
comportamiento adquirió una funcionalidad particular.
b) Situación en que se inició la microcontingencia actual. Se refiere
al cómo se originó la interacción evaluada en el Sistema
Microcontingencial.
c) Historia mediadora de la conducta. Se evalúa si han existido
funciones mediadoras en el pasado de las formas de conducta
actuales del usuario, esto es, si en su historia ha dominado o
regulado el comportamiento de otros.
d) Funciones disposicionales en el pasado de las personas
significativas en la microcontingencia presente. De las personas
que se identifican como significativas en la interacción valorada
como problema, hay que identificar si han regulado, en otras
situaciones: estados de ánimo, conmociones, tendencias o si han
auspiciado comportamientos específicos, entre otros.

II. Estrategias de interacción

a) Los tipos de situaciones o arreglos contingenciales que han sido


enfrentados por el usuario.
b) El modo en el que el usuario enfrenta consistentemente dichos
arreglos contingenciales.

Es importante también, al evaluar la génesis de un


comportamiento, “ver” el comportamiento no problemático. En esta
fase se lleva a cabo un ejercicio que, en términos generales, permite

Análisis Contingencial - 91
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ANÁLISIS DE SOLUCIONES

evaluar el repertorio de un individuo, así como condiciones y personas


con las que no se reportan problemas. Lo que se evalúa es:

III. Evaluación de competencias

a) Ejercido no problemático de la conducta problema

-Situaciones en donde la conducta problema no se valora como


tal, en términos de la circunstancia y el lugar o lugares.
-Personas involucradas en tales situaciones, así como su función.
-Otras morfologías de conducta del usuario en dichas situaciones.

b) Funcionalidad de las conductas en dichos contextos

-Alguna función mediadora de la conducta problema en otros


contextos, ya sea con otras personas o con el propio usuario.
-Posible funcionalidad disposicional de la conducta problema.
-Efectividad de la conducta problema en otros contextos.

c) Disponibilidad de respuestas no problemáticas potencialmente


funcionales en la microcontingencia presente
-Relaciones microcontingenciales no problemáticas
-Morfologías de conducta adecuadas frente a contingencias
semejantes a las problemáticas
-Morfologías de conducta del usuario en relaciones no
problemáticas ante personas significativas en la
microcontingencia problema o en microcontingencias
semejantes.
Este conjunto de elementos permite entender la historia de la conducta
problema y su influencia como factores disposicionales en la forma de
competencias, tendencias o propensiones, en forma presente en la
interacción.

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 92


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Capítulo 8

ANÁLISIS DE SOLUCIONES

os tres pasos anteriores del Análisis Contingencial se

L
emplean para definir una problemática psicológica desde
la perspectiva de un usuario, o bien como un sistema de
estudio y análisis de comportamiento individual no
problemático; sin embargo, cuando el Análisis
Contingencial se utiliza como metodología con fines de
alteración de un comportamiento valorado como
problemático, se complementa con los pasos relativos a la solución y a
la intervención. Así, una vez que se ha definido el problema, el siguiente
paso es el análisis de soluciones. Dado que no existen metas pre-
determinadas para solucionar alguna problemática particular, este paso
debe aplicarse sobre la base de que cada comportamiento es único en
sus características, por lo que debe analizarse la pertinencia de distintas
posibilidades de solución. Para ello se parte de la información obtenida
en los análisis microcontingenciales y macrocontingenciales, así como
del estudio de la génesis. Esta información permite definir, en principio,
si el problema es de orden fundamentalmente microcontingencial o
macrocontingencial.
Como se había señalado anteriormente, aun cuando se deben
explorar todos los factores listados en los tres pasos anteriores, como
resultado del análisis se puede determinar cuáles factores son más
relevantes para que la interacción sea valorada como problemática. En
principio el problema puede calificarse como de orden
microcontingencial o macrocontingencial, basándose en la falta de
correspondencias identificada en el análisis macrocontingencial. Si
existen no correspondencias significativas entre microcontingencias, el
problema se define como un problema de orden macrocontingencial.
Ello no implica que no participen elementos de orden

Análisis Contingencial - 93
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ANÁLISIS DE SOLUCIONES

microcontingencial, sino que lo prioritario para que la relación se valore


como problema está dado por la falta de adecuación entre las prácticas
de un individuo y las de algún grupo significativo, o bien entre lo que
el propio individuo hace y cree con respecto a lo que hace. Si por el
contrario, no se identifica una falta de correspondencias o no es
significativa, estamos frente a un problema de orden
microcontingencial que puede estar determinado por elementos tales
como las morfologías de conducta del usuario, los efectos de su
conducta en otros o en sí mismo, factores disposicionales (tendencias,
competencias, propensiones, inclinaciones, objetos o eventos con
función disposicional), o conducta de otras personas significativas en la
interacción. En ambos casos se asume que todos los factores que
componen la interacción están relacionados en interdependencia unos
de otros, aunque existen elementos con un mayor peso explicativo y son
ellos los que determinan que el problema sea visto de uno u otro modo.
Es por ello que no puede pensarse en metas de intervención sin un
análisis completo de la interacción. La figura siguiente es una
representación gráfica del análisis de soluciones:

En el eje horizontal se presenta la dimensión macrocontingencial. Esta

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 94


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sólo puede variar de dos modos: su cambio o su mantenimiento. Hay


que aclarar que para un usuario se puede identificar más de una
microcontingencia problemática. En este caso, se puede encontrar que
un solo sistema macrocontingencial regula las distintas
microcontingencias, o bien puede darse el caso de que existan varios
sistemas macrocontingenciales correspondientes a las distintas
microcontingencias. Si la relación micro-macro es uno a uno y se ha
determinado en los pasos anteriores que la dimensión
macrocontingencial es significativa, la primera decisión corresponde a
la pertinencia de cambiar prácticas macrocontingenciales, es decir,
prácticas valorativas, lo cual puede hacerse sin alterar elementos
microcontingenciales específicos, o con la alteración de algunos de es-
tos aspectos. Esta opción viene al caso cuando de lo que se trata es de
cambiar, ya sea lo que hace o cree un individuo, con el fin de ajustarse
a lo que hacen y creen otros o con el fin de alterar las prácticas y
creencias de otros. Esta solución se adopta cuando el problema se
concibe como macrocontingencial. Si el problema es de orden
microcontingencial, la solución pertinente consiste en mantener
elsistema macrocontingencial y alterar la interacción incidiendo
solamente en la dimensión microcontingencial.
Para analizar las posibles soluciones hay que considerar ciertos
criterios para evaluar la pertinencia de cada una. Ahora, si se identificó
más de una microcontingencia problemática, estas mismas
posibilidades deben considerarse para cada relación macro-micro. Por
esta razón, en la tabla pueden marcarse las dos opciones en el eje
macrocontingencial aclarando la relación entre los diversos sistemas
contingenciales. Para alguna relación micro-macro lo pertinente puede
ser alterar las prácticas macrocontingenciales (en cuyo caso se pone
una “X” en el espacio correspondiente), mientras que para otra
microcontingencia problemática lo pertinente puede ser mantener el
sistema macrocontingencial (en cuyo caso se pone una “X” en la parte
de mantenimiento macro). Así, aparecerían dos marcas -una en cambio
macrocontingencial y otra en mantenimiento- y ello indica que existe
más de una microcontingencia problemática. Por otro lado, si sólo se
identifica una microcontingencia problemática únicamente debe existir

Análisis Contingencial - 95
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ANÁLISIS DE SOLUCIONES

una marca, ya sea en cambio macrocontingencial o en su


mantenimiento.
En lo que toca al Eje Microcontingencial, éste puede variar en
cuatro dimensiones o mantenerse sin cambios (Primera opción en la
tabla). Las dimensiones a través de las que puede variar son:

1. Cambiar la conducta de otros en la misma microcontingencia.


Si el problema es de orden microcontingencial y se decide
mantener el sistema macrocontingencial, se puede analizar
como solución el cambio de conducta de otros significativos en
la interacción (conducta de mediadores, conducta de
auspiciadores o conducta de mediados). Si el problema es de
orden macrocontingencial, algunosde los cambios se generan a
través de intervenciones microcontingenciales. Así, por
ejemplo, se puede decidir alterar el sistema macrocontingencial
y hacer cambios microcontingenciales que contemplen el
cambio de prácticas valorativas de otras personas.
2. Cambiar la conducta propia en la misma microcontingencia.
Igual que en la opción anterior, se puede decidir si este cambio
es pertinente alterando el sistema macrocontingencial o
manteniéndolo. Aquí la idea es alterar la conducta del propio
usuario, ya sea en términos de su función (mediadora, mediada,
disposicional), o bien en términos de que adquiera
competencias, las precise, las regule, o medie sus efectos.
3. Opción de nuevas microcontingencias. Ello se refiere a que el
usuario abandone la microcóntingencia problemática y se
involucre en alguna nueva microcontingencia no problemática.
4. Promover otras opciones funcionales de la misma conducta en
la microcontingencia. En este caso se pretende solucionar la
problemática haciendo uso de los propios recursos del usuario
(capacidades y competencias), para alterar la funcionalidad de
su comportamiento en la misma interacción microcontingencial.

Es pertinente aclarar que se puede optar por la alteración de varias


dimensiones microcontingenciales en la solución de un problema, más

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 96


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aún si se han identificado varias microcontingencias problemáticas.


También es importante señalar que la alteración de algún elemento trae
como consecuencia la alteración de otros. La tabla señala cuáles son los
factores significativos que deben analizarse para llegar a la mejor
solución, sin embargo, el incidir en algún elemento -usualmente- y dada
la relación de interdependencia que existe entre ellos, altera otros
elementos de la interacción. Igualmente cabe señalar que para llevar a
cabo este análisis, no es necesario contar con los otros significativos en
la interacción. Se parte de que si el usuario tiene las competencias
requeridas, puede alterar conductas de otras personas, es decir, que los
distintos cambios que se consideran como posibles soluciones, pueden
generarse, en principio, a través de un usuario.
La tabla de Análisis de soluciones constituye una matriz de dos
por cinco celdillas con un total de diez opciones de solución. Esta matriz
ofrece, por un lado, criterios funcionales para seleccionar las soluciones
más pertinentes a cada caso, y por otro, una gama de posibilidades de
solución, que rebasan a aquellas derivadas de una concepción clínica.
Por último, es importante recordar que este paso, al igual que
los anteriores se lleva a cabo desprofesionalizando. Usuario y psicólogo
plantean, exploran y analizan las posibilidades de solución del
problema, contando con criterios como: la motivación del usuario, los
recursos requeridos y los disponibles, el costo emocional del cambio y
los efectos a corto, mediano y largo plazos de la solución propuesta.
Como resultado de este análisis se decide cuál(es) es(son) la(s)
solución(es) pertinente(s), aspecto que se detalla más adelante en
objetivos de intervención.

Análisis Contingencial - 97
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Capítulo 9
SELECCIÓN, DISEÑO, APLICACIÓN Y EVALUACIÓN DE LAS ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN

omo se señaló anteriormente, las técnicas para el cambio

C
conductual se han caracterizado por que se orientan a la
eliminación de “problemas” con un enfoque más bien
pragmático. Específicamente en la Terapia Conductual
se ha confundido la funcionalidad del comportamiento
con las respuestas de un individuo, limitando seriamente
el componente tecnológico de la psicología. A esto hay que agregar que
esta concepción morfológica y eliminativa proviene a su vez de la
concepción médica implícitamente adoptada. Ello ha llevado a que se
adopten sistemas clasificatorios de problemas y taxonomías de tipo
sintomático que “indican” la naturaleza del problema identificado, así
como la dirección del cambio. Se mencionó también que ha existido un
serio esfuerzo por encontrar las técnicas “ad hoc” para cada tipo de
“problema” (ansiedad, obsesiones, depresión, obesidad), partiendo de
que existe una correspondencia entre problema y técnica. La tendencia
ha sido la de crear paquetes heterogéneos de intervención terapéutica,
atendiendo a la concepción de que los problemas están en función de
variables múltiples. Es así como las técnicas, al igual que los problemas,
se han convertido en entidades autónomas y ajenas a las problemáticas
de los individuos.
Las propias técnicas se han convertido en modelos explicativos
de “problemas” psicológicos, éstos últimos se evalúan a través de las
técnicas (por ejemplo, Terapia Racional Emotiva o Modelo de la
Depresión de Beck). Todo ello, como se había señalado, ha funcionado
bajo el supuesto de que cada morfología identificada como problema es

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 98


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SELECCIÓN, DISEÑO, APLICACIÓN Y EVALUACIÓN DE LAS ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN

idéntica, o al menos análoga, en todos los individuos, al margen de


circunstancias históricas y condiciones presentes singulares.
En el Análisis Contingencial se considera que el componente
tecnológico debe sintetizarse de manera individualizada a partir del
examen de las dimensiones microcontingenciales y
macrocontingenciales, así como de la génesis particular. Las técnicas
se conciben como un componente parcial de la interacción que debe
planearse y aplicarse como procedimiento sistemático para promover
situaciones que faciliten nuevas interacciones en circunstancias
contingenciales funcionalmente previstas. Es obvio que no hay técnicas
que puedan emplearse como la forma de intervención específica e ideal
para cada problema de comportamiento. Su selección y aplicación debe
fundamentarse en una evaluación funcional del comportamiento y no
así en un análisis morfológico con criterios valorativos tácitos.
Díaz González, Ribes, Rodríguez y Landa (1989) proponen
diseñar y seleccionar los procedimientos con base en dos
requerimientos: a) los criterios de solución elegidos a partir del
cruzamiento de los ejes de análisis microcontingenciales y
macrocontingenciales, y b) la naturaleza de las dimensiones funcionales
identificadas en estos sistemas que deben ser alterados.
El esfuerzo tecnológico derivado de enfoques como la
Modificación de Conducta, no debe desecharse a prori. Díaz González,
Ribes, Rodríguez y Landa (1989) proponen evaluar y seleccionar las
técnicas conductuales a la luz de criterios funcionales. Una evaluación
de tal naturaleza permitiría reubicar dichas técnicas considerando las
características de las dimensiones funcionales que afectan cada una, y
así rescatar procedimientos de utilidad que se emplearían con criterios
diferentes, es decir, bajo una perspectiva funcional. Por supuesto, uno
de los propósitos de este sistema es generar técnicas de intervención no
estandarizadas que puedan emplearse de una manera singular
supeditadas a la evaluación funcional de cada caso, aunque ello no es
incompatible con la elección de técnicas conductuales una vez que éstas
hayan sido evaluadas con criterios funcionales. DíazGonzález, Ribes,
Rodríguez y Landa (Op. cit.) proponen tres grupos de criterios
funcionales:

Análisis Contingencial - 99
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I. La naturaleza de la interacción terapéutica.


II. El tipo de procedimiento en términos de sus efectos.
III. Las funciones del terapeuta.

I. La naturaleza de la interacción terapéutica


Esta dimensión está compuesta por la propiedad definitoria de la
conducta valorada como problema y los aspectos de la conducta a los
que se dirige la técnica. Se obtienen así cinco criterios de clasificación:

1. Oportunidad. Cuando los dos aspectos señalados (circunstancia


que define el problema y las acciones terapéuticas) se relacionan
con la discriminación de las circunstancias en que debe o no
emitirse una conducta particular, es decir, una persona se com-
porta haciendo lo apropiado, pero no lo hace en el momento o
circunstancia que debe. Los procedimientos entonces, deben
dirigirse a la discriminación de los momentos o circunstancias
apropiadas.
2. Precisión. En la que ambos aspectos implican la discriminación
de las formas de conducta requeridas o de sus características
dinámicas. En este caso el individuo sabe hacer algo, pero no lo
hace con la precisión o la fineza requeridos.
3. Tendencia. En donde los dos aspectos se relacionan con la
probabilidad de emisión de ciertas conductas. Hablamos de un
comportamiento con altas probabilidades de emisión, lo cual
puede hacer que se valore como problemático.
4. Relación de efecto. Ambos aspectos implican la probabilidad de
cierto tipo de consecuencias. El comportamiento se valora como
problemático en términos de sus efectos.
5. Adquisición. Ambos aspectos se enfocan en la adquisición de
funciones particulares para formas de conducta existentes. Lo
que tradicionalmente se considera adquisición de repertorio.
Estos cinco criterios no son mutuamente excluyentes. Una
interacción problemática puede caracterizarse por más de una
propiedad funcional.

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 100


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SELECCIÓN, DISEÑO, APLICACIÓN Y EVALUACIÓN DE LAS ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN

II. Tipo de procedimientos en términos de sus efectos


En cuanto al segundo grupo de criterios hay que indicar que se obtiene
a partir, tanto del análisis de solución como de la naturaleza de las
dimensiones funcionales de los sistemas contingenciales que deben
alterarse. Los dos aspectos redundan en el tipo de efecto que puede tener
la aplicación de un procedimiento particular. Pueden caracterizarse
cuatro grupos de procedimientos:

1. Procedimientos para alterar DISPOSICIONES. Son aquellos


cuyo efecto u objetivo es alterar las propiedades de objetos y
acontecimientos físicos, por ejemplo, la propiedad funcional de
los elevadores cuando alguien reporta sentir angustia en ellos o
la de lugares altos, tormentas o ciertas construcciones.
Desplazar competencias disponibles en el repertorio del usuario,
esto es, entrenarlo para que lo que sabe hacer lo lleve a cabo en
el momento oportuno, con otras personas o en otras situaciones.
Alterar inclinaciones como gustos, preferencias, estados de
ánimo o conmociones emocionales. Tendencias (hábitos y
costumbres) y conductas propias con efectos disposi- cionales
sobre sí mismo como aquellas que alteran estados de ánimo,
hábitos o preferencias.
2. Procedimientos para alterar la CONDUCTA DE OTROS. Se
refieren a aquellos destinados a alterar la funcionalidad de la
conducta de otras personas: conducta auspiciadora, mediadora,
mediada, reguladora de tendencias, propensiones o
inclinaciones, así como los efectos de tales conductas sobre el
comportamiento del usuario.
3. Procedimientos para alterar la PROPIA CONDUCTA.
Comprende procedimientos para alterar los efectos de la propia
conducta sobre sí mismo, para alterar la propia conducta
mediadora, para crear o alterar competencias y para establecer
conductas que alteren efectos disposicionales de otras conductas
propias.

Análisis Contingencial - 101


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4. Procedimientos para alterar PRÁCTICAS MACRO-


CONTINGENCIALES. Incluye procedimientos para establecer
conductas de elección macrocontingencial, para cambiar
conductas propias que cambian prácticas valorativas de otros,
para cambiar conductas de otros que cambien prácticas
valorativas propias y de otros, y para cambiar conductas propias
para ajustarse a prácticas valorativas de otros (Díaz González,
Ribes, Rodríguez y Landa, 1989).

III. Funciones del terapeuta


En esta última dimensión se considera el papel funcional asumido por
el psicólogo durante el proceso de intervención. Las funciones que a
continuación se listan, se habían planteado con anterioridad:

1. Auspiciar. Que consiste en crear las condiciones necesarias


para que una interacción entre ciertas personas se dé, sin
formar parte directamente de ella.
2. Informar. Que consiste en referir acerca de las circunstancias,
factores y efectos que se relacionan con que una interacción
tenga o no lugar.
3. Regular. Establecer los momentos y factores morfológicos de
la conducta que deben implicarse en ciertas formas de
comportamiento.
4. Instigar. Persuadir al usuario para comportarse de cierta
manera.
5. Entrenar. Ejercitar al usuario en las conductas específicas a
emitir.
6. Instruir. Referir el tipo de comportamiento específico que
requiere una interacción particular.
7. Participar. Formar parte de una interacción.

Díaz González, Ribes, Rodríguez y Landa (Op. cit.) elaboraron


una matriz de evaluación funcional de algunas de las técnicas más
empleadas en la Modificación de Conducta. Para ello se basaron en los

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SELECCIÓN, DISEÑO, APLICACIÓN Y EVALUACIÓN DE LAS ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN

criterios funcionales descritos. Estos tres grupos de criterios permiten


evaluar procedimientos ya existentes, diseñar nuevos o emplear una
misma técnica con distintos propósitos funcionales (Tabla 1).
La matriz consta de tres dimensiones: a) la naturaleza de la
interacción terapéutica (adquisición, precisión, oportunidad, relación de
efecto y tendencia), b) las funciones del terapeuta (que se describen para
cada terapia, ambas se señalan en el eje horizontal) y c) el tipo de
efectos (para alterar disposiciones, conducta propia y conducta de otros,
que se listan en el eje vertical). Cabe hacer la aclaración que en la matriz
no se consideró el rubro para alterar prácticas macrocontingenciales,
dado que no se encontraron procedimientos ya existentes que tengan
esta función específica.
Uno de los propósitos de tal matriz, como ya se indicó, es el de
evaluar procedimientos ya existentes; dado que ello requiere de soporte
empírico, se llenó en principio con la información proporcionada por la
literatura, evaluando dicha información con una lógica funcional, y no
así con la lógica de la clasificación de “problemas” tipificados. Así, se
ubica, por ejemplo, a una técnica como la desensibilización sistemática
-a la que tradicionalmente se le concibe como técnica para eliminar
“ansiedad”-, como una técnica para alterar disposiciones (primera fila)
dado que, tanto la propiedad definitoria de la conducta problema del
usuario como los objetivos de la intervención, están relacionados con la
discriminación de las circunstancias en que debe o no emitirse una
conducta particular, como con la probabilidad de emisión de ciertas
conductas, así como sus efectos (columnas de: oportunidad, relación de
efecto y tendencia). El modelamiento, que tradicionalmente forma parte
de paquetes de intervención y se relaciona con problemas de fobias o
habilidades sociales, se ubica en esta matriz como un procedimiento
que incide en la alteración de disposiciones (primera fila), en relación
con la discriminación de las circunstancias en que una conducta debe o
no emitirse (tercera columna), así como en alteración de conducta
propia (segunda fila), cuando la propiedad definitoria de la conducta
problema y de la intervención, está relacionada ya sea con la
adquisición, la precisión o la oportunidad, como se muestra en las
columnas 1, 2 y 3 de la tabla 1 (Rodríguez y Landa, 1993).

Análisis Contingencial - 103


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Esta ubicación preliminar permitió llevar a cabo una


investigación para verificar si los procedimientos estaban ubicados
correctamente de acuerdo a su función (se describirá posteriormente).
En términos generales se puede adelantar que dicha clasificación
funcional fue correcta.
En lo relativo a la selección de procedimientos, partiendo de esta
clasificación inicial, se pueden elegir el o los procedimientos más
adecuados a una problemática específica. Así, por ejemplo, si un
procedimiento como el Entrenamiento Asertivo está clasificado
funcionalmente como un procedimiento para alterar la propia conducta
por lo que se refiere a adquisición, y las funciones del terapeuta son las
de entrenar y regular; éste puede ser uno de los procedimientos de
elección para algún problema caracterizado por tales dimensiones,
independientemente de su morfología. Empleada de este modo, esta
matriz permite seleccionar uno o más procedimientos con el criterio de
las dimensiones funcionales en las que se pretende incidir.
Finalmente, se pueden diseñar nuevos procedimientos,
partiendo incluso de la evaluación de aquellos componentes no
estandarizados que forman parte de toda intervención. Hablamos de lo
que hace el terapeuta al ejercer distintas funciones. El informar,
auspiciar, instruir e instigar, son comportamientos que tiene un
terapeuta (independientemente de la aproximación con la que aborde el
comportamiento), que tienen efectos en el comportamiento de un
usuario. Estudiar dichos efectos (la variable terapeuta), no es otra cosa
que investigar procedimientos no estandarizados, Esto resulta
particularmente importante desde la óptica del Análisis Contingencial,
ya que su estrategia de aplicación es la desprofesionalización, lo cual
implica llevar a cabo muchas acciones educativas que pueden tener un
impacto terapéutico.
En relación a los datos que se recogen para evaluar el impacto
funcional de los diversos procedimientos de intervención, hay que
indicar que tienen un carácter fundamentalmente cualitativo. Los
parámetros cuantitativos permiten evaluar características dinámicas de
la interacción (frecuencia, duración, vigencia), que no abarcan en su
totalidad la evaluación de los cambios que se producen. De ahí que, sin

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SELECCIÓN, DISEÑO, APLICACIÓN Y EVALUACIÓN DE LAS ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN

soslayar la importancia de la medición, el Análisis Contingencial


enfatiza la evaluación cualitativa de las interacciones (Rodríguez y
Landa, op. cit.).
Por lo anterior, se propone emplear, desde el principio de la
aplicación de esta metodología, un instrumento denominado Guía de
evaluación de cambios (Tabla 2). Esta Guía presenta una clasificación
funcional de cambios que pueden obtenerse como resultado de la
intervención. Los criterios funcionales que permitieron derivar
dichaclasificación son los empleados para analizar efectos en relación
con la naturaleza funcional del problema.
Dicha Guía está compuesta por dos ejes, el vertical indica el
momento terapéutico en el que se genera un cambio, es decir, se debe
anotar si se generó un cambio en el momento de la identificación del
problema, en la fase de análisis de soluciones, o propiamente en la
fase de intervención, esto, entre otras cosas, indica cuáles cambios
pueden atribuirse a la aplicación de un procedimiento dado y cuáles son
ajenos al sistema (Rodríguez y Landa, op. cit.). El eje horizontal indica
el tipo de procedimiento empleado en cada fase, ya sea que éste sea
estandarizado o no-estandarizado (más vinculado con la función del
terapeuta). Por otro lado, se presenta la naturaleza del cambio
encontrado. En la parte derecha de la Tabla se indican los tipos de
cambio que se pueden dar, con códigos desglosados en 17 categorías
específicas. Sesión por sesión se debe evaluar la posible ocurrencia de
estos cuatro tipos de cambio. Tales cambios, como se señaló, se
clasificaron detallando la naturaleza de la interacción terapéutica y el
tipo de efecto obtenido, por lo que la clasificación corresponde
funcionalmente a los criterios propuestos por DíazGonzález, Ribes,
Rodríguez y Landa (1989), y es la siguiente:

a) Alteración de disposiciones. Esto es, la alteración de alguno de


los factores que le dan contexto a la interacción valorada como
problema y que se compone de seis categorías.
b) Alteración de conducta de otros. Aquí se evalúan cuatro
categorías que abarcan la posible alteración en las funciones que
ejerce la conducta de las otras personas significativas en la

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interacción.
c) Alteración de la propia conducta. Este rubro cuenta con cuatro
funcional en la conducta del usuario.
d) Alteración de prácticas macrocontingenciales. Se proponen tres
categorías de cambio que incluyen todas las posibilidades de
alteración del sistema macrocontingencial o contexto valorativo
de la relación identificada como problema.
e) Sin cambio. Cuando el usuario no reporta ningún cambio en la
interacción problema o en la queja referida.

Este conjunto de categorías permite analizar si los cambios


generados se dan en la dimensión del “hacer”, en la del “creer”, o en
ambas. Es importante resaltar que a diferencia de otras aproximaciones
terapéuticas, lo significativo es si ocurre o no un cambio en la
interacción valorada como problema, así como el tipo específico de
cambio que ocurre (en términos cualitativos) y si éste se mantiene.
Además, se puede evaluar si los cambios se generan como consecuencia
de la aplicación de la metodología.
La propuesta con respecto al componente tecnológico del
Análisis Contingencial puede resumirse en el empleo de criterios
funcionales para la selección, diseño, aplicación y evaluación, tanto de
los procedimientos de. intervención, como de los resultados de su
aplicación.

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SELECCIÓN, DISEÑO, APLICACIÓN Y EVALUACIÓN DE LAS ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN

f) categorías que resumen todas las posibilidades de cambio

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SELECCIÓN, DISEÑO, APLICACIÓN Y EVALUACIÓN DE LAS ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN

Análisis Contingencial - 109


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Capítulo 10

ALGUNAS INVESTIGACIONES CON ANÁLISIS CONTINGENCIAL

l Análisis Contingencial, como primer sistema

E
tecnológico derivado del modelo Interconductual, posee
un gran valor heurístico. Como sistema y como
metodología abre un gran campo de investigaciones
basado en una concepción diferente, tanto del
comportamiento humano como de la aplicación del
conocimiento psicológico.
El partir de un modelo teórico diferente para elaborar una
tecnología permite, entre otras cosas, retomar fenómenos que se han
estudiado bajo otras perspectivas, concibiéndolos ahora de manera
distinta. Fenómenos que son del dominio de nuestra disciplina pueden
entenderse desde un punto de vista interconductual. Por ejemplo, es
importante estudiar el papel de los valores como componente
fundamental de las relaciones entre individuos, considerando para ello
dimensiones como la microcontingencial y la macrocontingencial para
ubicar fenómenos complejos sin perder de vista factores socioculturales
que dan contexto a este tipo de procesos. Se puede también abrir un
campo importante de investigación si se considera que existen distintos
niveles de complejidad funcional de la conducta. Ello se puede vincular
a procesos de desarrollo y en el plano tecnológico, a los distintos
problemas psicológicos así como a la utilidad de procedimientos de
intervención. Las categorías de estilo conductual y competencia
permiten tratar la dimensión psicológica de algunos problemas de
salud; de hecho, algunos de los posibles campos genéricos de
investigación son:

1) La validación del análisis contingencial como metodología


terapéutica.

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 110


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ALGUNAS INVESTIGACIONES CON ANÁLISIS CONTINGENCIAL

2) La mediación en el sistema microcontingencial.


3) Las relaciones macrocontingenciales. Su establecimiento,
desarrollo, alteración e influencia en distintas 'interacciones
valoradas como problema.
4) Las estrategias de interacción y su relación con distintos procesos
de conducta.
5) El componente tecnológico de la relación terapéutica: el rol
funcional de procedimientos de intervención, la relación
terapéutica desde un punto de vista funcional, etcétera.
6) Métodos para la desprofesionalización.
7) Desarrollo de competencias.

Bajo esta perspectiva se han desarrollado hasta ahora algunas


investigaciones. En principio, lo fundamental fue evaluar al Análisis
Contingencial como una metodología de cambio de comportamiento
individual. Para ello la metodología se aplicó a 30 personas con
diferentes problemáticas psicológicas. Dado que no era posible evaluar
la metodología contrastándola directamente con otras, en razón que
contienen principios y categorías distintos, se propusieron tres grupos
de criterios de evaluación. El primero fue el lógico-conceptual; el
segundo se relacionó con la evaluación de su consistencia interna; y el
tercero con su efectividad. Con 26 de los 30 individuos se tuvo éxito,
de acuerdo a los criterios de efectividad propuestos, de los cuatro
restantes, tres fueron deserciones y uno no presentó alteración. De la
evaluación de los otros dos grupos de criterios se concluyó que la
metodología es consistente y que tiene una lógica conceptual vinculada
al modelo del cual surgió (Rodríguez y Landa, 1993).
Con respecto al sistema macrocontingencial, se llevó a cabo una
primera investigación cuyo objetivo fue estudiar cuáles son algunas de
las condiciones necesarias para establecer un proceso de regulación
macrocontingencial (Rodríguez, 1992). Se seleccionaron dos modos de
establecer tal regulación: a) Sanción, y b) Justificación. No se pretendió
hacer una comparación en términos de cuál es más efectivo, sino
estudiar los posibles efectos diferenciales de cada uno para analizar las
condiciones que resultan necesarias en el establecimiento de la

Análisis Contingencial - 111


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mediación.
Se planteó también como pregunta de investigación si podrían
existir diferencias al regular normativamente a un sujeto si lo prescrito
era hacer algo en circunstancias en donde ello no le fuera favorable, con
respecto a regularlo prescribiendo abstenerse de hacer algo que le fuera
favorable. Estas dos dimensiones de comportamiento: hacer algo
porque la norma así lo indica (ACTO), o abstenerse de hacerlo (NO-
ACTO), se pensó que podrían ser funcionalmente distintas. El estudio
se llevó a cabo con cuatro niños de la misma edad (entre 6 y 7 años),
que estaban en el mismo grado escolar (primer año de primaria) y que
voluntariamente decidieron participar. Dichos sujetos, por parejas,
fueron asignados a las dos diferentes condiciones del estudio
(Rodríguez, 1998).
El estudio se llevó a cabo en un contexto de juego en el que se
dispusieron los elementos necesarios para establecer el tipo de
interacción a estudiar . La idea del juego fue la de establecer para dos
parejas de sujetos, cada una de las microcontingéncias ejemplares
descritas: sanción para los sujetos 1 y 2 y justificación para los sujetos
3 y 4. Posteriormente, se estableció una relación entre parejas de sujetos
enfrenados diferencialmente, ya al margen del adulto, para observar los
efectos del entrenamiento. El comportamiento de los sujetos se evaluó
conforme a la matriz siguiente:

ACTO
NO-ACTO
CUMPLE

NO CUMPLE

Tal matriz permitió clasificar las respuestas de cada sujeto con


respecto al tipo de instrucción o señal que indicaba hacer algo particular
o abstenerse de hacerlo. Ello posibilitó evaluar el carácter cualitativo de
las relaciones.

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 112


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ALGUNAS INVESTIGACIONES CON ANÁLISIS CONTINGENCIAL

El entrenamiento fue efectivo y se consiguió establecer un


proceso de regulación macrocontingencial. Una observación
interesante es que los datos permitieron apreciar una mayor regulación
macrocontingencial con el modo de justificación. Ello impulsa a
continuar investigando. Al parecer también se presentaron diferencias
relativas a las dos dimensiones evaluadas (ACTO y NO- ACTO). Durante
las primeras sesiones del entrenamiento los porcentajes de respuestas
correctas fueron menorespara la dimensión de No-acto que para la de
Acto, aunque como efecto del entrenamiento tales diferencias des-
aparecieron.
La aportación fundamental de este estudio fue de tipo
conceptual. Se pudo, en principio, definir una línea de investigación
cuyos resultados permiten entender a la moralidad no solamente como
una dimensión del comportamiento en donde intervienen procesos
complejos de conducta, que resultan analizables con categorías propias
de nuestra disciplina, sino integrar una serie de factores y hallazgos que
han sido presentados por otras teorías y que se encuentran apa-
rentemente desvinculados.
Otro aspecto que se ha llevado a investigación es el rol funcional
que tienen algunas técnicas de cambio conductual. La idea fue la de
evaluar con criterios funcionales la efectividad de algunos
procedimientos estandarizados, así como el impacto funcional de
algunos componentes no-estandarizados de la interacción terapéutica.
Se evaluaron ocho técnicas conductuales y los resultados
sugieren: a) que los cambios no se restringen a la fase de tratamiento,
b) que la técnica estandarizada seleccionada incide sólo en aspectos
específicos de una problemática más compleja, c) que los efectos
previstos para las distintas técnicas en la matriz de evaluación co-
rresponden con los efectos observados y d) que la relación terapéutica
es una cuestión que debe investigarse con más detalle. Una de las
conclusiones más interesantes de dicha investigación apuntaba en el
sentido de estudiar con mayor detalle los procedimientos de cambio no-
estandarizados, pues mostraron efectos concretos que en ocasiones
rebasaron a los efectos logrados con los procedimientos estandarizados
de cambio conductual (Rodríguez y DíazGonzález, 1997; y Rodríguez

Análisis Contingencial - 113


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y Landa, 2000).
Otro de los estudios que se llevaron a cabo tuvo como finalidad
evaluar un procedimiento para la enseñanza del Análisis Contingencial.
Esto incide en el área de desprofesionalización (Díaz González y
Rodríguez, 1999). Se partió de que él aprendizaje se refiere a distintos
procesos psicológicos y que llevar a cabo un análisis contingencial
requiere del entrenamiento en competencias complejas (que llamamos
sustitutivas referenciales), de modo que se diseñó un instrumento
didáctico con este fin. Dicho instrumento consistió en la presentación
escrita de casos ficticios valorados como problemas psicológicos, en
listados de definiciones microcontingenciales y macrocontingenciales
y cuestionarios de evaluación.
Para la consecución de dicho objetivo, se llevó a cabo una
evaluación previa, la cual permitió seleccionar cuatro grupos de ocho
sujetos cada uno, según su nivel de aptitud competencial -se incluyó un
grupo control-, a quienes se sometió a: 1) una fase preevaluativa, 2) una
fase de entrenamiento y 3) una fase posevaluativa.
El análisis estadístico empleado (análisis de varianza de
medidas repetidas) mostró diferencias significativas en todos los
grupos, exceptuando el control, entre su ejecución inicial y su ejecución
en la posevaluación, por lo que se concluyó que el instrumento
didáctico en cuestión resultó eficaz, esto es, los sujetos llevaron a cabo
el análisis contingencial requerido y alteraron su nivel de aptitud
competencial. Dichos resultados son alentadores y permiten avanzar en
cuanto a la sistematización de la práctica de desprofesionalización del
Análisis Contingencial, en el contexto de la llamada psicología clínica.
De su evaluación se puede concluir que el método es efectivo, con sus
consecuentes implicaciones para la desprofesionalización.

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COMENTARIOS FINALES

n este libro se ha pretendido dar un panorama general

E
acerca de una nueva concepción con respecto a la
aplicación del conocimiento psicológico. Se empezó
cuestionando a la tecnología psicológica en su estado
actual, para concluir que no es posible resolver los
problemas y limitaciones que ahora presenta, dada su
falta de vinculación con un conocimiento básico. Se
propone entonces, generar tecnología partiendo de un modelo teórico
que se apegue más a los criterios de la ciencia.
Si la tecnología psicológica es la aplicación del conocimiento a
casos concretos, es importante contar con un conocimiento básico que
permita derivar tecnologías para intervenir en el comportamiento
humano. Aquí se propone el modelo de campo como aquel que
representa un paradigma propio y alternativo en nuestra disciplina. Este
modelo está encaminado a explicar procesos genéricos de
comportamiento desde un punto de vista abstracto y general, a través de
una lógica no mecanicista. En cuanto a la tecnología, corresponde crear
sistemas y conceptos propios que sean aplicables en lo singular. Dichos
sistemas podrán permitir la incidencia a nivel profesional
a través de distintas funciones: planeación, prevención, rehabilitación o
intervención y desarrollo; considerando para ello, que lo que
corresponde como psicólogos al estudiar e intervenir en los problemas
es la conducta, pero que requerimos, para dar cuenta de la complejidad
de los distintos fenómenos, de otras disciplinas que den cuenta de las
dimensiones pertinentes.
El AC es un ejemplo de un sistema interconductual aplicable.

Análisis Contingencial - 115


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COMENTARIOS FINALES

Como éste pueden elaborarse otros que partan de la misma lógica y


premisas. Hay que señalar que surgió, en el contexto de la denominada
psicología clínica, y como tal se ha estudiado y aplicado
fundamentalmente en el estudio y la alteración del comportamiento
individual en sujetos que solicitan ayuda de manera voluntaria; sin
embargo, como sistema, se está empleando actualmente para llevar a
cabo distintas investigaciones, especialmente en el campo de la salud.
Creemos que el AC puede emplearse en distintos contextos de la
actividad humana: la educación, la salud, el trabajo, la ecología y el
desarrollo social, dado que sus categorías permiten estudiar el espectro
de factores que componen el comportamiento humano en su contexto
social. Para ello, lo que habría que considerar son las particularidades
de los distintos contextos, así como las dimensiones no psicológicas en
cada uno. Ello implica el desarrollo de modelos de interfase que
delimiten la actividad profesional en cada área e identifiquen los
procesos o factores pertinentes de comportamiento.
El AC se ha empleado fundamentalmente en su función de
intervención, aunque igualmente podría aplicarse para diseñar
programas preventivos, o con funciones tales como el desarrollo y la
planeación.
Como metodología, el AC ha demostrado ser eficaz en la modificación
de interacciones valoradas como problema, pero algo que hay que
subrayar es su valor heurístico. Es importante desarrollar la propia
tecnología de modo tal que se establezca y mantenga el vínculo con la
ciencia básica. El formularse preguntas de investigación que no se
restrinjan a la efectividad de procedimientos, o al efecto de ciertas
operaciones, permite establecer un puente de comunicación con la
teoría. El AC como sistema de análisis plantea la posibilidad de
investigar procesos de comportamiento a través de un marco teórico
diferente, y ello permite entender el comportamiento humano en su
ambiente natural. Al partir de una definición clara del objeto de estudio,
así como de un campo específico de acción profesional, se pueden
generar investigaciones que apoyen el trabajo multidisciplinario en
ciertas áreas como la educación o la salud.
Hay que reiterar que un primer paso hacia un desarrollo

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 116


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tecnológico fundamentado en la ciencia, implica cuestionarse el papel


de nuestra disciplina y el de su aplicación. Este libro lleva la propuesta
de abstraerse del quehacer profesional cotidiano para poder reflexionar
sobre el mismo: preguntarse acerca de todas aquellas prácticas
heterogéneas que conviven en lo profesional bajo el nombre de terapias,
o de psicología aplicada. Preguntarse si la efectividad, el logro de
cambios de conducta y la creación indiscriminada de técnicas de
intervención, son los objetivos que debemos perseguir, al margen de un
desarrollo científico y sistemático.
Para finalizar, la aplicación del AC depende en gran medida del
conocimiento del modelo Interconductual, es decir, de un compromiso
con una postura teórica. Evaluar funcionalmente una interacción
implica entender al comportamiento desde una óptica diferente. Este
sistema, en ese sentido, no es autónomo. Implica entender un modelo
cuya lógica de análisis es distinta a otras. La enseñanza de este sistema
no puede hacerse al margen de las premisas lógicas, epistemológicas y
teóricas que le dieron lugar; sin embargo, como se señalaba, este libro
es en principio una invitación a conocer un sistema tecnológico
derivado de un modelo teórico. Si a partir de ello, se genera interés por
conocer el modelo interconductual, por elaborar tecnologías científicas,
por conocer más a fondo al AC, se habrá cumplido el cometido.

Análisis Contingencial - 117


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BIBLIOGRAFÍA

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Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 120


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ANEXO

n este anexo se presentan los instrumentos fun-

E
damentales para la aplicación del AC cuando éste se
emplea como metodología de cambio. En primer término
se presenta la Guía de Entrevista para la identificación
del problema. Este instrumento es un auxiliar para la
recopilación de la información pertinente al análisis
funcional de la interacción valorada como problemática,
o aquella que por otra razón deba ser alterada. El primer rubro
Identificación del problema, permite explorar las características
generales del usuario, la queja principal, y quién o quiénes valoran el
comportamiento como problemático.
Una vez teniendo dichos datos, se identifica el Sistema
microcontingencial. Los incisos que conforman tal guía plantean
aspectos genéricos que deben detallarse en mayor o menor medida a
juicio del psicólogo. Se organiza de acuerdo al modo en que se
presentan las quejas, esto es, en términos de que él ‘hacer’ de una
persona afecta a otros o al propio individuo, o en términos de que un
individuo ‘no hace’, es decir, no satisface las demandas que otros le
imponen. Alrededor de esto se plantean categorías para explorar
situaciones, personas y efectos, que componen la interacción.
El segundo punto de esta guía se refiere a la identificación del
Sistema macrocontingencial. En primer lugar, se recomienda que se
identifique si el criterio para valorar un comportamiento como
problemático tiene que ver con un valor moral, a partir de esto se

Análisis Contingencial - 121


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ANEXO

especifican los puntos que permiten identificar las prácticas valorativas


del sujeto y los otros significativos, tanto en la microcontingencia
situacional, como en la ejemplar.
El tercer punto se refiere a la Génesis del problema. Se explora
la historia de la microcontingencia problema y las estrategias de
interacción.
En el cuarto punto se exploran los datos pertinentes al Análisis
de soluciones. Empieza con tres incisos para identificar competencias
del usuario, así como sus interacciones no problemáticas.
Posteriormente, se presentan puntos que permiten analizar, junto con el
usuario, la pertinencia de las posibles soluciones, considerando en
principio, que se puede incidir en una alteración microcontingencial, en
una macrocontingencial, o en ambas.
Un segundo instrumento contiene un formato para el análisis de
los datos recabados.
El tercer instrumento es un formato para la selección, aplicación
y evaluación de los "procedimientos de intervención.

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GUÍA DE ENTREVISTA

Análisis Contingencial - 123


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ANEXO

Identificación del problema


1. Datos demográficos:
Nombre y edad
Dirección y teléfono
Ocupación y escolaridad
Conformación familiar

2. Delimitación de la dimensión psicológica


Queja principal
Aspectos biológicos, legales o culturales.

3. Remisión
Institución o persona que lo remite
Intentos previos de solución del problema
Valoración del problema por parte del usuario y por parte de otros

I. Identificación de las relaciones microcontingenciales


problemáticas
1. Cuando el problema se presenta por algo que el individuo HACE:

a) Identificación de las morfologías del usuario


♦ Describa las morfologías de comportamiento del usuario,
así como su opinión sobre el problema.

b) Identificación de las morfologías de otros


♦ Describa qué hacen los otros significativos para rela-
cionarse con el usuario en las situaciones problema. Explórese su
opinión sobre el problema.
♦ Identifique si la interacción problemática se presenta ante
una persona o personas específicas, consigo mismo, o con
circunstancias no personales.

c) Identifique la(s) situación(es) en la(s) que se presenta el


problema:
♦ circunstancia social (relación familiar, de amistad, de trabajo,
académica)

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♦ lugar o lugares
♦ objetos o acontecimientos físicos
♦ conductas socialmente esperadas
♦ capacidad del sujeto en el ejercicio de las conductas
socialmente esperadas (si sabe o no hacerlo)
♦ inclinaciones y propensiones: gustos, preferencias, estados de
ánimo, conmociones emocionales (emociones intensas de corta
duración como la ira), condiciones biológicas
♦ tendencias (formas de conducta o interacciones que en el
pasado estuvieron vinculadas a efectos particulares en dicha
situación o situaciones similares).
2. Cuando el problema está dado porque el individuo NO HACE lo
que se espera de él:

a) Identifique las morfologías del usuario:


-Identifique aquello que hace en vez de lo esperado, así como
la opinión del sujeto sobre su propio comportamiento

b) Identifique las morfologías de otros:


-Identifique el comportamiento de aquellas personas que
demandan comportamientos específicos del individuo, en
situaciones específicas y su opinión sobre la interacción

c) Identifique la(s) situación (es) en la(s) que se presenta el


problema:
♦ circunstancia social (relación familiar, de amistad, de trabajo,
académica)
♦ lugar o lugares
♦ objetos o acontecimientos físicosconductas socialmente
esperadas
♦ capacidad del sujeto en el ejercicio de las conductas
socialmente esperadas (si sabe o no hacerlo)
♦ inclinaciones y propensiones (gustos, preferencias, estados de
ánimo, conmociones emocionales, condiciones biológicas,
actitudes interactivas)

Análisis Contingencial - 125


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ANEXO

♦ tendencias (formas de conducta o interacciones que en el


pasado estuvieron vinculadas a efectos particulares en dicha
situación o situaciones similares)

d) Personas implicadas funcionalmente en la


microcontingencia:
♦ Identifique el comportamiento de todas aquellas personas
involucradas en la interacción problemática. Posteriormente
analice su rol funcional:
-mediado
-mediador
-auspiciador
-regulador de propensiones e inclinaciones
-regulador de tendencias
♦ Indique si el nivel de mediación es directo o indirecto.

e) Describa los efectos del comportamiento del usuario: sobre


otros, sobre sí mismo y sin efectos
♦ Identifique las características dinámicas de la interacción
(frecuencia, vigencia, intensidad)

II. Sistema macrocontingencial


♦ Identifique el criterio con el que se valora la relación como
problema (porque afecta a otros, porque es inmoral, porque
necesita saber hacer algo específico)
♦ Identifique el (los) valor(es) moral(es) que hace(n) que el
comportamiento de alguno de los miembros de la interacción sea
valorado como problema
♦ Identifique cuál es la microcontingencia donde se explicitan
o han explicitado los valores pertinentes al problema, como deber
ser de una relación (microcontingencia ejemplar)
♦ Identifique quién o quiénes han explicitado o explicitan tales
valores, y de qué modo lo hacen o han hecho
♦ Identifique si existe una microcontingencia relacionada en
donde los valores sean tácitos (microcontingencia situacional).

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Esta interacción puede ser referida como aquella en la que un


individuo no se comporta como ‘debe ser’
♦ Explore qué hace el sujeto en la microcontingencia ejemplar
♦Explore qué hace el sujeto en la microcontingencia situacional
♦ Identifique qué cree el sujeto con respecto a su
comportamiento en la microcontingencia ejemplar
♦ Identifique qué cree el sujeto con respecto a su
comportamiento en la microcontingencia situacional
♦ Identifique qué hacen las personas significativas en la
microcontingencia ejemplar (con respecto a las prácticas
valorativas pertinentes al problema)
♦ Identifique qué hacen las personas significativas en la
microcontingencia situacional (con respecto a las prácticas
valorativas pertinentes al problema)
♦ Identifique qué creen las personas significativas en la
microcontingencia ejemplar con respecto al problema

♦ Identifique qué hacen las personas significativas en la mi-


crocontingencia situacional (con respecto al problema

III. Génesis del problema


a) Historia de la microcontingencia problemática:
♦ Identifique la circunstancia en que se empezó a valorar
como problema la interacción
♦ Identifique la situación en la que se inició la micro-
contingencia presente
♦ Identifique las funciones disposicionales en el pasado, de
las personas significativas en la microcontingencia presente
♦ Identifique la historia de mediación de la conducta del
usuario

b) Estrategias de interacción:
♦ Explore los tipos de contingencias enfrentadas por el
usuario a lo largo de su vida
♦ Identifique si existen consistencias en el modo como ha

Análisis Contingencial - 127


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ANEXO

enfrentado dichas contingencias.

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GUÍA DE ENTREVISTA PARA EL ANÁLISIS DE


SOLUCIONES

Análisis Contingencial - 129


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ANEXO

Antes de llevar, a cabo el análisis de soluciones, se evalúan:

a) Ejercicio no problemático de la conducta problema.


♦ Explore las situaciones en las cuales la conducta problema
no se valora como tal, en términos de la circunstancia y el lugar
o lugares.
♦ Identifique a las personas involucradas en tales situaciones,
así como su función.
♦ Explore si el sujeto presenta otras morfologías de conducta
en dichas situaciones.

b) Funcionalidad de las conductas comprendidas en dichos


contextos
♦ Detecte si la conducta problema posee alguna funcionalidad
mediadora en otros contextos, ya sea con otras personas o con
el propio usuario.
♦ Detecte la posible funcionalidad disposicional.
♦ Explore la efectividad de la conducta problema en otros
contextos.

c) Disponibilidad de respuestas no problemáticas


potencialmente funcionales en la microcontingencia presente.
♦ Explore relaciones microcontingenciales no problemáticas
♦ Detecte morfologías de conducta adecuadas frente a
contingencias semejantes a las problemáticas.
♦ Detecte morfologías del usuario en relaciones no
problemáticas ante personas significativas en la
microcontingencia problema o en microcontingencias
semejantes.

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 130


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ANÁLISIS DE SOLUCIONES

Análisis Contingencial - 131


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ANEXO

a) EJE MACROCONTINGENCIAL
1. Evalúe junto con el usuario la posibilidad de mantener el sistema
macrocontingencial, tomando en cuenta:
♦ la motivación del usuario
♦ las implicaciones de la solución
♦ el costo emocional
♦ efectos a corto, mediano y largo plazo
♦ pertinencia de la solución

2. Evalúe junto con el usuario la posibilidad de alterar el sistema


macrocontingencial, tomando en cuenta:
♦ la motivación del usuario
♦ la posibilidad real de logro
♦ recursos necesarios y disponibles
♦ efectos a corto , mediano y largo plazo
♦ costo emocional
b) EJE MICROCONTINGENCIAL
1. Evalúe junto con el usuario las soluciones relativas al establecimiento
de nuevas relaciones microcontingenciales detectando para cada
una:
♦ la motivación del usuario
♦ la posibilidad real de logro
♦ el costo emocional
♦ los recursos necesarios y los disponibles
♦ los posibles efectos a corto, mediano y largo plazo
♦ la pertinencia de la solución

2. Evalúe junto con el usuario las posibilidades de cambio de conducta


de otros en la misma microcontingencia, considerando:
♦ la posibilidad y conveniencia de citar a otras personas
♦ la motivación del usuario
♦ posibilidades reales de logro
♦ costo emocional
♦ recursos necesarios y disponibles

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 132


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♦ posibles efectos
♦ pertinencia
3. Evalúe junto con el usuario las posibles soluciones relativas al
cambio de conducta propia en la misma micro- contingencia,
considerando los incisos anteriores.

4. Evalúe junto con el usuario la posibilidad de promover otras


opciones funcionales de su repertorio, en la microcontingencia
problema, considerando los incisos anteriores.

5. Evalúe junto con el usuario las soluciones relativas al mantenimiento


de la microcontingencia que se puede dar en el caso de incidir
solamente en el sistema macrocontingencial, o de no existir
motivación para el cambio.

Análisis Contingencial - 133


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ANEXO

FORMATO PARA VACIADO DE DATOS

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1. Datos demográficos
Nombre:
Edad:
Dirección:
Teléfono:
Ocupación:
Escolaridad:
Conformación familiar:
2. Delimitación de la dimensión psicológica
Queja principal:
Aspectos biológicos, legales o culturales, involucrados en el problema:
3. Remisión
Institución o persona que lo remite:
Intentos previos de solución del problema:
Valoración del problema por parte del usuario y por parte de otros:
4. Análisis microcontingencial

SITUACIONES MORFOLOGÍAS PERSONAS EFECTOS

Persona mediadora:
Nivel de mediación:

5. Análisis macrocontingenciál
➢ Microcontingencia ejemplar:

Análisis Contingencial - 135


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ANEXO

➢ Microcontingencia situacional:
➢ Práctica efectiva del sujeto en la microcontingencia ejemplar:
➢ Práctica sustitutiva del sujeto en la microcontingencia ejemplar:
➢ Práctica efectiva del sujeto en la microcontingencia situacional:
➢ Práctica sustitutiva del sujeto en la microcontingencia si-
tuacional:
➢ Prácticas efectivas de las personas significativas en la
microcontingencia ejemplar (con respecto a las prácticas va-
lorativas pertinentes al problema):
➢ Prácticas sustitutivas de las personas significativas en la
microcontingencia ejemplar con respecto al problema:
➢ Prácticas efectivas de las personas significativas en la mi-
crocontingencia situacional (con respecto al problema):
➢ Prácticas sustitutivas de las personas significativas en la
microcontingencia situacional (con respecto a las practicas
valorativas pertinentes al problema):

Nota: Para el análisis de correspondencias deberá emplearse la figura incluida en el


capítulo seis. En ella se puede evaluar visualmente la dimensión crítica del problema
(microcontingencial o macrocontingenciál).

6. Génesis del problema


a) Historia de la microcontingencia problemática
♦ Circunstancia en que se empezó a valorar como problema la
interacción
♦ Situación en la que se inició la microcontingencia presente
♦ Funciones disposicionales en el pasado, de las personas
significativas en la microcontingencia presente
♦ Historia de mediación de la conducta del usuario
b) Estrategias de interacción
♦ Tipos de contingencias enfrentadas por el usuario a lo largo de su vida
♦ Consistencias en el modo como ha enfrentado dichas contingencias

7. Análisis de soluciones

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Para este apartado deberá emplearse la tabla incluida en el capítulo


ocho. En ella se señalan las distintas opciones de cambio -
microcontingencial y macrocontingencial- que posteriormente deben
describirse.
8. Manual de selección, aplicación y evaluación de los
procedimientos de intervención
I. Selección

1. Naturaleza de la interacción terapéutica:


Adquisición
Relación de efecto
Precisión
Tendencia
Oportunidad
2. Tipo de procedimientos requeridos:.

Para alterar disposiciones


Para alterar conducta propia
Para alterar conducta de otros
Para alterar prácticas macrocontingenciales
3. Objetivo general:
4. Objetivos específicos:

II. Planeación de la Intervención


Objetivo 1
Procedimiento:
Actividades en consultorio:
Actividades fuera del consultorio:
Sistema para evaluación de logros:
Funciones previstas para el terapeuta:

Análisis Contingencial - 137


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ANEXO

Objetivo 2
Procedimiento:
Actividades en consultorio:
Actividades fuera del consultorio:
Sistema para evaluación de logros:
Funciones previstas para el terapeuta:
Objetivo 3
Procedimiento:
Actividades en consultorio:
Actividades fuera del consultorio:
Sistema para evaluación de logros:

Funciones previstas para el terapeuta:


III Aplicación del programa de intervención (observaciones generales):
Fecha:
N°. Sesión:
Tipo de sesión:
Observaciones:

IV. Evaluación de cambios en el comportamiento:


Durante la aplicación del tratamiento, paralelamente a las formas de
evaluación de logros seleccionadas, se emplea la Guía de Evaluación de
Cambios.

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 138


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Análisis Contingencial - 139


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ANEXO

OPORTUNIDAD RELACIÓN DE: EFECTO TENDENCIA


FUNCIÓN DEL TÉCNICA FUNCIÓN DEL TÉCNICA FUNCIÓN DEL
TERAPEUTA TERAPEUTA TERAPEUTA

Ma. De Lourdes Rodriguez Campuzano - 140


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ANÁLISIS CONTINGENCIAL
Un sistema psicológico Ínterconductual para el campo aplicado

Tercera reimpresión de la primera edición


es una obra editada y publicada por
la UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
en la Coordinación Editorial
de la FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA,
Av. de los Barrios No.l, Los Reyes Iztacala,
54090 Tlalnepantla, Estado de México.
Pedidos:
Librería FES Iztacala: 5623-1194
Coordinación Editorial: 5623-1203
Correo-E: joseja@campus.iztacala.unam.mx
2006

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