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VARON Y MUJER LOS CREO (Génesis.

1, 27)

MARZO 2012 P. Crisóforo Domínguez Pedral Secretario Ejecutivo

Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo CELAM

1.- Textos Bíblicos: (Génesis 1,26-28; Gén. 5,1-2; Gén. 9,6) “Creó, pues, Dios al
hombre/ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer
los creó” (varón y hembra/macho y hembra) (Gén. 1,27)

“El día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y
mujer, los bendijo, y los llamó “hombre” en el día de su creación”. (Gén. 5,1-2)
Estas palabras del Génesis, sobre las que queremos reflexionar al inicio del
Simposio “La Familia el mayor tesoro de la humanidad”, recogen dos verdades
fundamentales sobre la persona humana: (1) es creada “a imagen de Dios”; (2) es
creada como “hombre y mujer”. Dios crea al hombre y a la mujer a su imagen y
semejanza, iguales en su humanidad, con idéntica dignidad personal, y al mismo
tiempo en esencial y profunda relación de hombre y mujer.

1.1. IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS

En el AT. la concepción según la cual el hombre fue creado a imagen de alguna


divinidad, es común en la antigüedad (Ovid., Met. I, 183), especialmente entre
los babilonios (p.ej., Guilgames I, 8os).

Analógicamente, según el relato sacerdotal Gén. 1,26: Dijo Dios/Elohim:


“Hagamos al hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra…”
(Retrato/reproducción; hebreo (selem”), semejante a nosotros (hebreo, “como
nuestro” demut).

Según resulta de Gén. 1,27 “Dios creó al hombre a imagen suya”; Gén. 5,1-2 “El
día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y
hembra, los bendijo y los llamó “hombre” en el día de su creación” y de Gén. 9,6
“porque a imagen de Dios hizo Él al hombre”; donde no se encuentra más que
imagen (selem), es evidente que “imagen” (selem) y “semejanza” (demut)
significan lo mismo: la naturaleza “elohimica” o casi divina del hombre, sin que
se deba en manera alguna, espiritualizar demasiado tal concepción. Por tanto el
hombre ha sido hecho a imagen de Dios, es decir persona.

Según el Código sacerdotal, la semejanza de Dios no consiste exclusivamente en


la inmortalidad del alma ni en la forma del cuerpo humano. Al evitar en su relato
todo antropomorfismo, muestra el autor que no se figura a Dios con apariencia
humana.

El hombre es semejante a Dios (5,1) como el hijo es semejante al padre (5,3),


porque conserva algo de la divinidad de su creador (cf. 2,7), sus capacidades
espirituales y la gloria de su apariencia externa (cf. Sal 8.6).

Por esta razón, la vida del hombre es como un “Elohim” de segunda categoría,
coronado de esplendor y de honor (e.d. de poderío y de gloria, que le circundan
visiblemente); es un rey al que Dios ha colocado entre los demás seres vivos para
que señoree sobre ellos (Gén. 1.28; Sal 8,7ss Eclo. 17,3).

El escrito sacerdotal no parece sospechar que el hombre haya perdido su


semejanza con Dios. Sólo más tardíamente (Sab. 2,23s) se hace consistir la
semejanza del hombre con Dios en la inmortalidad que le fue otorgada al ser
creado y que luego el diablo le hizo perder.

Esta relación con Dios separa al hombre de los animales. Supone una semejanza
general de naturaleza: inteligencia, voluntad, poder y capacidad de amar; el
hombre es una persona. Pero no es igual a Dios sino semejante, porque Dios es
persona divina y el hombre persona humana. Así prepara una revelación más
profunda: participación, por gracia, de la naturaleza divina que hace Cristo por su
encarnación, muerte y resurrección.

En el NT. La imagen (eikon) es siempre la copia y la representación visible del


modelo; de ahí que en Heb. 10,1 “la ley” sea sólo “una sombra” y no “la imagen
de los bienes futuros”.

Cuando Pablo describe al hombre como imagen y gloria de Dios (1Cor. 11,7), se
funda en Gén. 1,27; puesto que el hombre fue creado directamente por Dios, es el
representante y la gloria de su creador. Sin embargo, el hombre primero nace de
un hombre terreno (Adán; Gén. 2,7) y es imagen de lo terreno, es terreno como
Adán, y no celeste como el segundo hombre (Cristo; 1Cor. 15,45ss).

El cristiano, predestinado como está a ser conforme a la imagen del Hijo de Dios
(Rom. 8, 29 “pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a
reproducir la imagen de su Hijo…”, e. d., a asemejarse al Cristo glorioso; debe
ostentar “la imagen de lo celeste” (1Cor.15, 49), representar e incluso a actualizar
en cuerpo y alma al Cristo glorificado.

 
1.2.Mensaje del Libro del Génesis (Mulieris dignitatem 6)

Hemos de situarnos en el contexto de aquel “principio” bíblico según el cual la


verdad revelada sobre el hombre como “imagen y semejanza de Dios” constituye
la base inmutable de toda la antropología cristiana.

“Creó, pues, Dios al hombre/ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo


creó; hombre y mujer los creó” (Gén. 1,27). Este conciso fragmento contiene las
verdades antropológicas fundamentales:

+ El hombre es el ápice (punta superior de una cosa) de todo lo creado en el


mundo visible,

+ Y el género humano, que tiene su origen en la llamada a la existencia del


hombre y de la mujer, corona toda la obra de la creación;

Por lo tanto ambos son seres humanos en el mismo grado tanto el hombre como
la mujer; ambos fueron creados a imagen de Dios.

+ Esta imagen y semejanza con Dios, esencial al ser humano, es trasmitida a sus
descendientes por el hombre y la mujer, como esposos y padres: “sed fecundos y
multiplicaos y henchid la tierra y sometedla….” (Gén. 1, 28).

+ El creador confía el “dominio” de de la tierra al género humano, a todas las


personas, tanto hombres como mujeres, que reciben su dignidad y vocación de
aquel “principio” común.

+ Conviene afirmar, desde ahora, que de la reflexión bíblica emerge la gran


verdad sobre el carácter personal del ser humano: EL HOMBRE –YA SEA
HOMBRE O MUJER- ES PERSONA IGUALMENTE; en efecto, ambos han
sido creados a imagen y semejanza del Dios personal.

+ Lo que hace al hombre semejante a Dios es el hecho de que –a diferencia del


mundo de los seres vivientes incluso los dotados de sentidos (animalia = animal
irracional)- sea también un ser racional (animal racionale = animal racional).
Gracias a esta propiedad, el hombre y la mujer pueden dominar a las demás
creaturas del mundo visible (Gén. 1,28).

1.3.Tres aspectos del hombre y mujer como persona:


1) El ser humano como persona tiene la capacidad de relacionarse con Dios
(religio = religión; religere = relación). Por su naturaleza y dignidad de persona
puede tener una comunicación con Dios: puede ser sujeto de la divina revelación,
de hecho Dios ha tomado la iniciativa de darse a conocer y relacionarse
personalmente con los hombres y mujeres en la historia de la salvación: “Muchas
veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio
de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo….”.
En efecto, cada hombre es imagen de Dios como criatura racional y libre, capaz
de conocerlo y amarlo.

Por eso la persona humana es un ser religioso que puede relacionarse con Dios de
manera personal a través de diversas maneras. El documento de Aparecida nos
presenta como lugares de encuentro con Jesucristo a la Sagrada Escritura, la
Sagrada Liturgia, la Sagrada Eucaristía, el Sacramento de Reconciliación, la
oración personal y comunitaria y la misma piedad popular.

2) El segundo aspecto es la capacidad de relacionarse con las demás personas: el


ser humano es un ser sociable, capaz de entablar relaciones muy personales con
sus semejantes como el compañerismo, la amistad, el noviazgo y el matrimonio.

Cuando el Génesis afirma que no puede existir “solo” (Gén. 2,18) resalta que es
un ser interdependiente con los demás.

3) La persona humana tiene una relación profunda con el cosmos: “Sed fecundos
y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla: mandad en los peces del mar y en
las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra…” (Gén. 1,28)
“Vio Dios cuanto había hecho y todo estaba muy bien” (Gén. 1,31). Dios le
participa de señorío sobre la creación y le da la potestad de ser administrador de
la creación material. “El hombre puso nombre a todos los ganados, a las aves del
cielo y a todos los animales del campo…” Dios lo hace corresponsable del
cuidado del cosmos y de su hábitat de toda la humanidad.

2. Hombre y Mujer.

El ser humano o la persona humana es creado como hombre y mujer: “Hombre y


mujer los creó” (Gén. 1, 27b).

En el Génesis encontramos aún una segunda descripción de la creación del


hombre –varón y mujer- (cfr. Gén. 2,18-25):

“Dijo luego Yahveh Dios: no es bueno que el hombre esté sólo. Voy a hacerle
una ayuda adecuada… De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre
formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: Esta vez sí
que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer (issah)
porque del hombre/ varón (is) ha sido tomada...” (Gén. 2, 18. 22-23).

En la segunda descripción de la creación del hombre, el lenguaje con el que se


expresa la verdad sobre la creación del hombre, y especialmente la mujer, es
diverso, y en cierto sentido menos preciso; es podríamos decir, más descriptivo y
metafórico, más cercano al lenguaje de los mitos conocidos en aquel tiempo. Sin
embargo, no existe una contradicción esencial entre los dos textos.

El texto del Génesis 2,18-25 ayuda a la comprensión de lo que encontramos en el


fragmento conciso del Génesis 1, 27-28 y, al mismo tiempo, si se leen juntos, nos
ayuda a comprender de un modo todavía más profundo la verdad fundamental,
encerrada en el mismo, sobre el ser humano creado a imagen y semejanza de
Dios, como hombre y mujer.

En la descripción del Génesis (2,18-25), la mujer es creada por Dios “de la


costilla” del hombre y es puesta como otro “yo”, es decir, como un interlocutor
junto al hombre, el cual se siente solo en el mundo de las criaturas animadas que
lo circunda y no halla en ninguna de ellas una “ayuda” adecuada a él. La mujer,
llamada así a la existencia, es reconocida inmediatamente por el hombre como
“carne de su carne y hueso de sus huesos” (cfr. Gén. 2,25) y por eso es llamada
“mujer”.

El hebreo juega con la palabra “´is” = hombre/varón y su femenino “´issah” =


mujer y a la letra varona/hembra. En el lenguaje bíblico, este nombre indica la
identidad esencial con el hombre: “´is-´issah”, cosa que, por lo general, las
lenguas modernas, desgraciadamente, no logran expresar: “esta será llamada
mujer (´issah) porque del varón (´is) ha sido tomada” (Gén. 2, 25).

Los textos bíblicos proporcionan bases suficientes para reconocer la igualdad


esencial entre el hombre y la mujer desde el punto de vista de su humanidad.
Ambos desde el comienzo son personas, a diferencia de los demás seres vivientes
del mundo que los circunda. La mujer es otro “yo” en la humanidad común.

Desde el principio aparecen como “unidad de los dos”, y esto significa la


superación de la soledad original, en la que el hombre no encontraba “una ayuda
que fuese semejante a él” (Gén. 2,20). ¿Se trata aquí solamente de la “ayuda”, en
orden a la acción, a “someter la tierra”, (cfr. Gén. 1, 28)?.

Ciertamente se trata de la compañera de la vida con la que el hombre se puede


unir, como esposa, llegando a ser con ella “una sola carne” y abandonando por
esto a “su padre y a su madre” (cfr. Gén. 2,24). La descripción “bíblica” habla,
por consiguiente, de la institución del matrimonio por parte de Dios en el
contexto de la creación del hombre y de la mujer, como condición indispensable
para la trasmisión de la vida a las nuevas generaciones de los hombres, a la que el
matrimonio y el amor conyugal están ordenados: “Sed fecundos y multiplicaos y
henchid la tierra y sometedla” (Gén. 1, 28).

2.1.Persona-Comunión.

Penetrando con el pensamiento el conjunto de la descripción del libre del Génesis


2, 18-25, e interpretándola a la luz de la verdad sobre la imagen y semejanza de
Dios (cfr. Gén. 1, 26-27), podemos comprender mejor en qué consiste el carácter
personal de ser humano gracias al cual ambos –hombre y mujer- son semejantes
a Dios. En efecto, cada hombre es imagen de Dios como criatura racional y libre,
capaz de conocerlo y amarlo.

Leemos, además, que el hombre no puede existir “solo” (cfr. Gén. 2,18); puede
existir solamente como “unidad de dos” y, por consiguiente, en relación con otra
persona humana. Se trata de una relación recíproca, del hombre con la mujer y de
la mujer con el hombre. Ser persona e imagen y semejanza de Dios comporta
también existir en relación al otro “yo”. Esto es preludio de la definitiva
autorrevelación de Dios, Uno y Trino: unidad viviente en la comunión del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo.

El hombre y la mujer, creados como “unidad de dos” en su común humanidad,


están llamados a vivir una comunión de amor y, de este modo, reflejar en el
mundo la comunión de amor que se da en Dios, por la que las tres Personas se
aman en el íntimo misterio de la única vida divina. La unidad del hombre y la
mujer, unidos por el amor conyugal son imagen y Sacramento de la unidad
trinitaria y del amor de Dios uno y trino a la humanidad.

2.2.Diferencia Sexual.

En el plan de Dios la diferencia sexual es un elemento constitutivo del ser del


hombre y de la mujer. La diferencia sexual, que no implica desigualdad, está
profundamente inscrita en el ser de cada uno.

Cada uno de nosotros, hasta lo más profundo del corazón, es hombre o es mujer.
«La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino
también en el psicológico y espiritual (…) es un elemento básico de la
personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los
otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano».
Cuando la sexualidad se reduce a mero dato biológico, se corre el riesgo de
“cosificarla” y “des-personalizarla”, convirtiéndola en un mero añadido exterior.
A partir de ese supuesto equivocado, se habla entonces de “orientación sexual”,
que cada uno podría determinar libremente. Una concepción de la persona
humana que tenga en cuenta su verdad y todas las dimensiones de su ser, pone de
manifiesto que no se puede elegir ser hombre o mujer, sino que la diferencia
sexual nos es dada en nuestra naturaleza personal con todas sus consecuencias.

La diferencia sexual tiene también un profundo significado para la persona como


imagen de Dios. En efecto, «a través de la comunión de las personas, el hombre
llega a ser imagen de Dios». Lo hace en la comunión del hombre y la mujer, que
implica en ambos toda la persona, alma y cuerpo. En el matrimonio, la comunión
de los esposos tiene una cierta semejanza con la comunión de amor de Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Conclusión:

El texto del Génesis, 1,1-2,4, describe la potencia creadora de Dios que obra
realizando distinciones en el caos primigenio (luz, tinieblas, mar, tierra, plantas,
animales) creando en fin al ser humano 'a imagen de Dios le creó, hombre y
mujer los creó'.

La segunda narración de la creación (Gén. 2,4-25) confirma la importancia


esencial de la diferencia sexual. Al lado del primer hombre, Adán, Dios coloca a
la mujer, creada de su misma carne y envuelta por el mismo misterio. ¿Qué
significa?

El texto bíblico ofrece tres importantes indicaciones. El ser humano es una


persona, de igual manera el hombre y la mujer. Están en relación recíproca.

En segundo lugar, el cuerpo humano, marcado por el sello de la masculinidad o


la feminidad, está llamado a existir en la comunión y en el don recíproco. Por
esto el matrimonio es la primera y fundamental dimensión de esta vocación.

En tercer lugar, si bien trastornadas y obscurecidas por el pecado, estas


disposiciones originarias del Creador no podrán ser nunca anuladas.

La antropología bíblica por tanto sugiere afrontar desde un punto de vista


relacional, no competitivo ni de revancha, los problemas que a nivel público o
privado suponen la diferencia de sexos.
 

SIMPOSIO

“FAMILIA EL MAYOR TESORO DE LA HUMANIDAD”

Callao, 03 de diciembre del 2009.

TEMA: EL MATRIMONIO EN EL PLAN DE DIOS: Vocación al amor.

P. Crisóforo Domínguez Pedral

Secretario Ejecutivo

Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo

CELAM

Cuando a Jesús le preguntaron acerca del divorcio, como leemos en Mateo 19:4-
5: “¿puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?”, inmediatamente
se refirió al origen de la base del matrimonio. Dijo, "¿No habéis leído que el
Creador, desde el comienzo los hizo varón y mujer, y que dijo: "Por eso el
hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer; y los dos serán una
sola carne?". ¿De dónde citó esto? ¡Del Génesis! En realidad, citó capítulos 1 y 2
de Génesis en el mismo versículo.

La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer


a imagen y semejanza de Dios (Gén. 1,26-27) y se cierra con la visión de las
"bodas del Cordero" “¡Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque
han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado…””Dichosos
los invitados al banquete de bodas del Cordero..” (Ap. 19,7.9). De un extremo a
otro la Escritura habla del matrimonio y de su "misterio", de su institución y del
sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a
lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de
su renovación "en el Señor" (1 Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la Nueva
Alianza de Cristo y de la Iglesia (cfr. Ef. 5,31-32).

El matrimonio en el orden de la creación

Dios que ha creado al hombre por amor lo ha llamado también al amor, vocación
fundamental e innata de todo ser humano por ser persona capaz de amar y ser
amado. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gén. 1,27),
que es Amor (cfr. 1 Jn. 4, 8.16). Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el
amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible
con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del
Creador (cfr. Gén. 1,31). Y este amor que Dios bendice es destinado a ser
fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación. "Y los
bendijo Dios y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y
sometedla'" (Gén. 1,28).

“Dios es amor y vive en sí mismo un misterio personal de amor. Creándola a su


imagen…... Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación,
y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la
comunión” (FC 11). Por lo tanto el fundamento del matrimonio y de la familia es
el amor conyugal. La verdadera naturaleza y nobleza del amor conyugal se
revelan cuando este es considerado en su fuente suprema, Dios, que es Amor
(1Jn. 4,8), “el Padre de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra”
(Ef. 3, 15).

Bajo esta luz aparecen claramente las notas y las exigencias del amor conyugal:

-Es, ante todo, un amor plenamente humano, es decir, sensible y espiritual al


mismo tiempo. No es simple efusión del instinto y del sentimiento, sino
principalmente es un acto de la voluntad libre, con pleno conocimiento, pleno
consentimiento y plena libertad.

-Es un amor único, es decir, entre un solo hombre y una sola mujer, a semejanza
del amor filial, del hijo a su madre es único.

-Es un amor total, esto es, una forma singular de amistad personal, con la cual los
esposos comparten generosamente todo, sin reservas indebidas o cálculos
egoístas.

-Es un amor fiel y exclusivo hasta la muerte. Así lo conciben el esposo y la


esposa el día en que asumen libremente y con plena conciencia el compromiso
del vínculo matrimonial.

-Es, por fin, un amor fecundo que no se agota en la comunión entre los esposos,
sino que está destinado a prolongarse en los hijos suscitando nuevas vidas. “El
matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la
procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin duda, el don más
excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios
padres” (GS n.509).

La alianza matrimonial
"La íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el Creador y
provista de leyes propias, se establece sobre la alianza del matrimonio... un
vínculo sagrado... no depende del arbitrio humano. El mismo Dios es el autor del
matrimonio" (GS 48,1).

La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la


mujer, según salieron de la mano del Creador. Creados el hombre y la mujer a
imagen y semejanza de Dios los destinó para la relación y comunión de personas.

La Sagrada escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para
el otro: "No es bueno que el hombre esté solo". La mujer, "carne de su carne", su
igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como una
"auxilio", representando así a Dios que es nuestro "auxilio" (cfr. Sal 121,2). "Por
eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una
sola carne" (cfr. Gén. 2,18-25). Que esto significa una unión indefectible de sus
dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando cuál fue "en el principio", el
plan del Creador: "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6;
Gén.2, 24).

El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas


variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas,
estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer
olvidar sus rasgos comunes y permanentes. A pesar de que la dignidad de esta
institución no se trasluzca siempre con la misma claridad (cfr. GS 47,2), existe en
todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. "La
salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente
ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar" (GS 47,1).

"La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un


consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los
cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo
Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados" (CIC, can. 1055,1).

El matrimonio bajo la esclavitud del pecado

Todo hombre, tanto en su entorno como en su propio corazón, vive la experiencia


del mal. Esta experiencia se hace sentir también en las relaciones entre el hombre
y la mujer. En todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por
la discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que
pueden conducir hasta el odio y la ruptura. Este desorden puede manifestarse de
manera más o menos aguda, y puede ser más o menos superado, según las
culturas, las épocas, los individuos, pero siempre aparece como algo de carácter
universal.

Según la fe, este desorden que constatamos dolorosamente, no se origina en la


naturaleza del hombre y de la mujer, ni en la naturaleza de sus relaciones, sino en
el pecado. El primer pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuencia primera
la ruptura de la comunión original entre el hombre y la mujer. Sus relaciones
quedan distorsionadas por agravios recíprocos, “la mujer que me diste por
compañera me dio del árbol y comí” (cfr. Gén. 3,12); su atractivo mutuo, don
propio del creador “Esta vez sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (cf
Gn 2,22), se cambia en relaciones de dominio y de concupiscencia “…con dolor
parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y el te dominará” (cfr. Gén.
3,16b); la hermosa vocación del hombre y de la mujer de ser fecundos, de
multiplicarse y someter la tierra (cfr. Gén. 1,28) queda sometida a los dolores del
parto y los esfuerzos de ganar el pan (cfr. Gén. 3,16-19).

Sin embargo, el orden de la Creación subsiste aunque gravemente perturbado.


Para sanar las heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la
gracia que Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado “Yahveh Dios
hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y los vistió” (cfr. Gén. 3,21). Sin
esta ayuda, el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas
en orden a la cual Dios los creó "al comienzo".

El matrimonio bajo la pedagogía de la antigua Ley

En su misericordia, Dios no abandonó al hombre pecador. Las penas que son


consecuencia del pecado, "los dolores del parto" (Gén. 3,16), el trabajo "con el
sudor de tu frente" (Gén. 3,19), constituyen también remedios que limitan los
daños del pecado. Tras la caída, el matrimonio ayuda a vencer el repliegue sobre
sí mismo, el egoísmo, la búsqueda del propio placer, y a abrirse al otro, a la
ayuda mutua, al don de sí.

La conciencia moral relativa a la unidad e indisolubilidad del matrimonio se


desarrolló bajo la pedagogía de la Ley antigua. La poligamia de los patriarcas y
de los reyes no es todavía prohibida de una manera explícita. No obstante, la Ley
dada por Moisés se orienta a proteger a la mujer contra un dominio arbitrario del
hombre, aunque ella lleve también, según la palabra del Señor, las huellas de "la
dureza del corazón" de la persona humana, razón por la cual Moisés permitió el
repudio de la mujer (cfr. Mt 19,8; Dt. 24,1).

Contemplando la Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal


exclusivo y fiel (cfr. Os 1-3; Is. 54.62; Jer. 2-3. 31; Ez 16,62; 23), los profetas
fueron preparando la conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más
profunda de la unidad y de la indisolubilidad del matrimonio (cf Mal 2,13-17).
Los libros de Rut y de Tobías dan testimonios conmovedores del sentido hondo
del matrimonio, de la fidelidad y de la ternura de los esposos. La Tradición ha
visto siempre en el Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano,
en cuanto que éste es reflejo del amor de Dios, amor "fuerte como la muerte" que
"las grandes aguas no pueden anegar" (Ct 8,6-7).

De esta manera los profetas dan nuevos pasos en el proceso de la revelación.


Recuerdan sin cesar que el amor de Dios por los hombres es la razón última de su
comportamiento. Pero lo inédito hasta ese momento es usar el matrimonio como
signo imagen de la Alianza entre Dios y el pueblo. Dios es presentado como
esposo y el pueblo como esposa. Dios es el esposo fiel que nunca falla y el
pueblo es la esposa siempre amada, aunque casi siempre es infiel y a veces llega
a ser una verdadera prostituta. Tan fuerte es la vinculación de la Alianza con el
matrimonio, que se emplea la misma palabra, berith, para designar a ambos. El
matrimonio ganará extraordinariamente con este descubrimiento. No será ya algo
sin importancia, sino un verdadero misterio religioso. La mujer, poco a poco,
dejará de ser vista como una cosa que se compra y se tira cuando deja de
interesar al hombre, pues es amada por Dios entrañablemente. La alianza entre
hombre y mujer debe reflejar el amor de Dios a su pueblo.

El matrimonio en el Señor

La alianza nupcial entre Dios y su pueblo Israel había preparado la nueva y


eterna alianza mediante la que el Hijo de Dios, encarnándose y dando su vida, se
unió en cierta manera con toda la humanidad salvada por él (cf. GS 22),
preparando así "las bodas del cordero" (Ap 19,7.9).

En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo -a petición de su


Madre- con ocasión de un banquete de boda (cf Jn 2,1-11). La Iglesia concede
una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la
confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el
matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo.

En su predicación, Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión


del hombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al comienzo: la autorización,
dada por Moisés, de repudiar a su mujer era una concesión a la dureza del
corazón (cf Mt 19,8); la unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble:
Dios mismo la estableció: "lo que Dios unió, que no lo separe el hombre" (Mt
19,6).
Esta insistencia, inequívoca, en la indisolubilidad del vínculo matrimonial pudo
causar perplejidad y aparecer como una exigencia irrealizable (cf Mt 19,10). Sin
embargo, Jesús no impuso a los esposos una carga imposible de llevar y
demasiado pesada (cf Mt 11,29-30), más pesada que la Ley de Moisés. Viniendo
para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la
fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de
Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos, tomando sobre sí sus cruces
(cf Mt 8,34), los esposos podrán "comprender" (cf Mt 19,11) el sentido original
del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio
cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana.

Es lo que el apóstol Pablo da a entender diciendo: "Maridos, amad a vuestras


mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para
santificarla" (Ef 5,25-26), y añadiendo enseguida: "`Por eso dejará el hombre a su
padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne'. Gran
misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia" (Ef 5,31-32).

Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la de la


Iglesia

Conclusión:

Los textos bíblicos ofrecen tres importantes indicaciones. El ser humano es una
persona, de igual manera el hombre y la mujer. Están en relación recíproca.

En segundo lugar, el cuerpo humano, marcado por el sello de la masculinidad o


la feminidad, está llamado a existir en la comunión y en el don recíproco. Por
esto el matrimonio es la primera y fundamental dimensión de esta vocación.

En tercer lugar, si bien trastornadas y obscurecidas por el pecado, estas


disposiciones originarias del Creador no podrán ser nunca anuladas.

La antropología bíblica por tanto sugiere afrontar desde un punto de vista


relacional, no competitivo ni de revancha, los problemas que a nivel público o
privado suponen la diferencia de sexos.

Génesis 2:24,25 “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a


su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y
no se avergonzaban”.
Este pasaje que nos muestra el inicio de todas las cosas en la Biblia, nos muestra
cómo fue el diseño de Dios incluyendo al ser humano, y lo que Dios estableció
como correcto en la relación de un hombre y una mujer.

Que una vez casados, lleguen a ser una sola carne, uniéndose a través de una
relación sexual, y que no se avergüencen de esa desnudez.

El matrimonio para cumplir su fin de la procreación y educación de la prole Dios


y Jesucristo le dio el carácter de Alianza y Sacramento con la unidad e
indisolubilidad. Fuente: Formando al laico.

Gebel---Una mujer necesita a un hombre que camine a su lado, tomados de la mano, no detrás de ella porque llegara un
momento que lo perderá de vista, no delante de ella porque no lo podrá alcanzar, ni encima de ella porque se convertirá en
un peso. Una mujer necesita alguien que esté a su lado, siempre, todo el tiempo, incondicional.
Una verdadera mujer se merece que la traten como a una princesa, que la protejan como a una niña y la amen como a una
dama.
La mujer tiene cualidades que sorprenden al hombre: Sonríe cuando quiere gritar, canta cuando quiere llorar. Llora
cuando está feliz, ríe cuando esta nerviosa, ama incondicionalmente, sabe que con un beso y un abrazo puede ayudar a
curar un corazón roto. Sin embargo tiene un defecto: A veces se olvida de lo mucho que vale.
Ser mujer es llorar callada los dolores de la vida y sonreír en apenas un segundo, es tropezar, caer y volver a caminar, ser
mujer es ser elegida para traer vida al mundo. Ser mujer es ser princesa a los 15, bella a los 20, pasional a los 30,
inolvidable y única a los 40, dama a los 60 y hermosa toda la vida. La belleza de una mujer no está en la ropa que lleve, la
figura que tenga, o la manera en que se peine. La belleza de una mujer siempre se ve en sus ojos, porque esa es la puerta a
su corazón, el lugar donde el amor reside y muy pocos hombres tienen el don de llegar hasta allí, hasta las profundidades
del océano de sus sentimientos.
Por eso ella se enamora del hombre que se quedaría despierto sólo para verla dormir. Del que besa su frente. Del que
acaricia su mejilla con ternura. De ese hombre que quiera enseñarla al mundo aún cuando ella está desarreglada y que
siempre le parece que está bonita. De aquel que se queda mirándola fijo, como no pudiendo creer que sea tan bella.
Y si, aunque ustedes no lo quieran creer, hay hombres que también sufren por amor, algunos son muy sensibles, aunque lo
disimulen muy bien. No todos son unos cavernícolas que sólo piensan en sexo, hay hombres que piensan en "ella", hay
hombres que se pasan horas esperando que ella se conecte por el simple hecho de querer saber cómo estuvo su día, si le
pasó algo, que necesita, cómo está. Hay hombres que sufren cuando creen que están fallando, cuando creen que hacen las
cosas mal y no se perdonarían lastimar el corazón de una dama.
Hay hombres que lloran con el hecho de pensar en que ella se pueda ir.
Me he ocupado personalmente de recolectar algunas frases de esos pocos hombres que saben comprender a una mujer y
quiero transcribírselas aquí:

“Aunque no sepa quererte de la forma que a ti te gustaría, siempre te querré con todo mi corazón de la mejor forma que
sepa. Solo me lamento de no haberte conocido desde el primer día que empezaste a ser mujer; me pregunto: ¿Dónde
estuviste metida durante toda mi vida?”

“Tardé una hora en conocerte y solo un día en enamorarme. Pero me llevará toda una vida lograr olvidarte. Soy la persona
más feliz del mundo cuando me dices “hola” o me sonríes, porque se que, aunque haya sido para solo un segundo, has
pensado solamente en mi”

“Si sumas todas las estrellas del cielo, todos los granitos de arena en los océanos, todas las rosas en el mundo y todas las
sonrisas que haya habido en la historia del mundo, empezarás a tener una idea de cuánto te quiero. Mientras no hagas esa
suma, no te das una mínima idea de cuanto te amo”

“Si pudiese ser una parte de ti, elegiría ser tus lágrimas. Porque tus lagrimas son concebidas en tu corazón, nacen en tus
ojos, viven en tus mejillas, y se mueren en tus labios. Te quiero no solo por como eres, sino por como soy yo cuando estoy
contigo”

“Al conocerte cada vez más, me doy cuenta que realmente te amo, porque lo único que quiero para ti es tu felicidad,
incluso cuando yo no te la puedo dar”

“Te quiero de una forma tan especial que no me hace falta tenerte ni verte para que mi amor crezca, solo me hace falta
cerrar los ojos y saber que existes!”

“Si te veo llorar te haré reír; si caes te ayudaré a levantarte; si te duermes te dejaré soñar; si ríes reiremos juntos; si callas
escucharé tus gestos; si me miras observaré tu alma; si te falta un abrazo te abrazaré antes de lo que pidas; si necesitas
algo, lo descubriré antes que hables; si me descubres me alegraré; si no tienes fuerzas te las daré; si no me escuchas te
escucharé; si no ves la luz te acercaré a las estrellas; si me necesitas, ahí estaré, siempre; esa es mi palabra de honor, mi
pacto de caballero”.

“Únicamente dejaré de amarte cuando tenga evidencias claras de que alguien te ama tan sólo un poquito más que yo. Por
mi parte, te abrí mi corazón, te dejé pasar. Comencé por extrañarte cuando no te veía, luego empecé a necesitarte, te he
explorado y he comprobado que eres perfecta, que encajas a la perfección con lo que desde toda la eternidad he amado.
Imposible despertar juntos cada día, pero estoy seguro que despertamos pensándonos. Ese beso que nunca te di, es el que
mas extraño. ¿Cómo es posible que pueda extrañar tanto a alguien que hasta hace tan poco no conocía?”

“Apareciste sin avisar, mi vida se completó y ahora finalmente todo tiene sentido. No podría vivir sin ti. Gracias por
existir, de no haberte conocido, te inventaría tal como eres. Es difícil creer que no te ame toda la gente sólo con verte, ¿O
solo es algo que me pasa a mi?

“Eres todo para mi: amiga, compañera, confidente, cómplice, comprensiva, leal, tierna, amante, femenina, infinita y
humana. Tú y yo no necesitamos palabras, con mirarnos sabemos todo el uno del otro; cada vez que miras, desnudas mi
alma. Cuando te veo, sueño, y, cuando sueño, te veo”

"Te quiero. Te quise desde el primer momento en que te vi. Te quise incluso antes de verte por primera vez."

Si, no pongas esa cara. Los hombres que dicen este tipo de frases si existen. No abundan, es cierto, pero… ¿Te cuento
algo y que no salga de aquí? Aún quedan algunos pocos hombres que saben como amar de verdad a una buena mujer. Lo
bueno es que no tienes que esforzarte por encontrarlo, ese tipo de hombre un buen día aparece de la nada…y te enamora
hasta el alma.

BONUS: SOLO PARA ELLOS


Y como el viernes pasado no escribí nada, aquí va de nuevo, algo para los varones (aclaro que esto ya lo había posteado
hace un par de meses)

Por alguna razón hay toda una generación que cree que la mejor forma de conquistar a una mujer es mostrándose
“espiritualoides”. Y no hay peor cosa para una dama que un hombre le salga con versículos bíblicos o le diga cosas como:
“Siento cosas por ti…pero por ahora lo estoy orando” o “¿Por qué no tomamos un tiempo para orar para confirmar si lo
nuestro ha nacido en el corazón del Señor?”, esta última frase suele ser muy trillada, pero a mi siempre me costó
entenderla.

Se supone que si la amas, la amas y punto; o ya oraste antes, u orarás durante el tiempo que te tarde en conquistarla, pero
no creo que a ella la enamore porque le digas la frase “te estoy considerando en oración”; porque suenas a un beduino que
no está seguro si finalmente va a comprarse el camello o no. No debe haber algo que mate la pasión mas que eso. Insisto:
ora todo lo que necesites orar, pero no trates de conquistarla diciéndoselo! Suena a: “No te ilusiones mucho…aún lo estoy
orando, no quiero meter la pata”. Esa inseguridad es la que espanta las pocas posibilidades que una mujer se enamore. O
la amas o no la amas, no existe la zona gris. Si la amas, pelea hasta la muerte por ella, si no la amas…no tienes de que
preocuparte.

Que quede claro que no estoy en contra de la oración, pero me enferma escuchar a esos tipos que “le dejan el trabajo a
Dios” y me dicen cosas como: “Si es ella es para mi, yo se que tarde o temprano Dios me la va a dar” (¿?) O sea que
según su teoría, una de estas noches la va a agarrar el Espíritu Santo por la fuerza y se la va a tirar a sus pies…solo porque
el está orando! Que haga lo mismo con el estudio (que ore y el profesor le diga que no hace falta rendir examen, que ya
“sintió” de Dios que el estudió), que tampoco busque empleo (que ore y que los empleadores lo vengan a buscar a su
casa). No señor, Dios bendice al varón valiente y esforzado, no al cobarde y afeminado.

Por otra parte, ¿Quién les metió esa idea cobarde y pusilánime en la cabeza que si parecen mas espirituales, ellas se van a
enamorar? Si realmente eres espiritual, tarde o temprano ella lo va a notar, cuando la respetes, la valores, la dignifiques y
por sobre todo, cuando la conquistes como un hombre, tal como Dios te creó para que fueras. Ella necesita tener un
hombre al lado, si quisiera saber mas de la Biblia, se compraría una concordancia.

Muchachos, a las mujeres se las conquista por el oído, ese es el verdadero “punto G”, quien busque más abajo, solo está
perdiendo el tiempo. Palabras, detalles, conversación, encanto, sensibilidad. No hay nada que seduzca mas a una mujer
que un caballero a la antigua: gentil, amable, varonil (no macho retrógado, dije varonil), alegre, refinado, comunicativo,
sencillo, interesante, romántico, prudente, temerario, previsible, detallista (recordar cada palabra que ella te dice es vital)
misterioso, seguro, que siempre huela bien (determinante) y cierto toque de “niño desprotegido” (no te confundas, dije
“cierto toque” que despierte su instinto maternal de cuidarte, no un niño para criar). Que la haga reír, pero que también la
haga sentir segura.

Y no me salgas con: “¿Y si me rechaza, cómo hago para soportarlo?”; se hombre, che! Si te rechaza, lo soportas a lo
hombre, a lo macho. Tienes dos opciones únicas: O sigues insistiendo hasta que se enamore perdidamente de ti, y si no lo
logras, te la quitas de la cabeza y del corazón, pero por lo menos vas a bajar a la tumba sabiendo que le dijiste todo lo que
sentías y que si no pudo ser, fue porque ella no te amó, y no porque fuiste un cobarde. No puede ser que haya tantos tipos
que le tengan miedo al rechazo o a un “no”. La mayoría de las mujeres se sienten halagadas cuando alguien les declara su
amor, y si no sienten lo mismo que el, no se quedan pensando: “Qué tipo idiota”, todo lo contrario, lo primero que piensan
es: “Cómo quisiera estar enamorada de un hombre así!”.

Ellas sucumben y se derriten por alguien que endulce sus oídos, y los amigos que te digan que eso es cursi, es porque son
unos energúmenos que se van a morir solos como una ameba sino aprenden el secreto para derretir el corazón de una
mujer. (Y no me importa que alguno de esos “espiritualoides” aparezca en este perfil comentando: “¿Y dónde queda la
Palabra de Dios?”; porque al fin y al cabo, la Palabra de Dios se ve reflejada en lo que somos, y a juzgar por como hablan
o escriben algunos, parecen que leyeran el manual del cavernícola, en vez de la Biblia, porque cuando de verdad lees la
Biblia, el libro de Cantares, por ejemplo, una de las tantas cosas que aprendes es a ser un caballero y un romántico
empedernido).

Y también están los otros, esos que ya están casados y como en el fondo les importa un cuerno tus sentimientos, te
aconsejan desde un púlpito: “Deje de andar regalándose y espere la voluntad de Dios!”, total ellos ya tienen la vida
resuelta (o lo que es peor, tal vez están resignados a estar casados con alguien a quien no aman).

Volviendo al tema, olvídate de los versículos bíblicos (por lo menos al intentar decirle que la amas) y descarta de plano las
frases que empiecen con: “Dios me mostró…” “Dios me dijo que tu y yo…” o “Siento de parte de Dios que nosotros…”.
Cuando ella te corresponda, ya vas a tener suficiente tiempo de contarle que tu sueño es ser misionero entre los
reducidores de cabezas en algún continente perdido o que tu clímax en la vida es grabar un disco con Jesús Adrián; lo que
ahora tienes que hacer, es lograr construir un puente que te lleve directo a su corazón.

Entre nosotros, Dios ya te equipó desde que naciste y El no va a hacer TU trabajo. Somos varones de nacimiento, pero
caballeros por opción. Hazla sentir especial, deseada, única…y todo lo demás (como caer enamorada y rendida en tus
brazos) llegará solo. 

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Alex Martinez

Umm si caval ellaas son espectaculares y yo se los digo q tenga cuatro hermosas mujeres en mi familia tres hermanas y mi
madre maravillosa

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o 6 años

Queta Garcia

No todas las mujeres meresemos un hombre así. Sabemos mujeres que también fallamos y nos olvidamos que ellos
también nesecitan de un te quiero y todos esos detalles que nosotras pedimos y no solo tenerles la comida y la ropa listas.
El amor y el cariño debe de ser mutuo.

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o 6 años

Granadillo Ereu Alejandro Jose

Valora a tu esposa

Un hombre preguntó a un sabio si debía quedarse con su esposa… 

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o 8 años

Mayte H Menéndez

Lindas palabras, sólo aquella que vive o vivió no le parece ajena realidad, después de todo en la vida tenemos lo que nos
merecemos, siembra y cosecha!!! Sólo quisiera acotar algo, desde mi humilde percepción todo empieza por la admiración
a… 

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o 6 años

Valeria Garcia

bravo me encanto muy de acuerdo contigo porque existen honbres flojos inconpetentes esperando que una profeta les diga
con quien casarse no tienen personalidad quien quiere un honbre asi que no sabe luchar por lo que quiere nunca sabran si
no lo in… 

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o 6 años

Kristopher Carpio

Mi pequeña Aalyha, mientras Dios me de vida caminaré contigo mostrandote que todavia hay hombres como papá.
Hombres que estén dispuestos a amarte completamente buscando tocar tu corazón en vez de tu piel. Hombres que no sólo
pueden amarte a ti como cre… 

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Edith Stein y el horizonte bíblico


En 1931 la agrupación católica universitaria anunciaba una nueva conferencia de la
doctora Stein, “La vocación del hombre y de la mujer según el orden de la naturaleza y
la gracia”. Esta es relevante para comprender los fundamentos bíblicos de las reflexiones
de Edith sobre la “diferenciación” y “unidad” entre ambos sexos. Ella parte de una
idea de “vocación común” atribuida al ser humano en cuanto hombre y mujer, vocación
cuya raíz se encuentra contenida en la palabra de la Sagrada Escritura.
Edith interpreta el primer relato creacional: “…hagamos al ser humano a nuestra
imagen y semejanza, y tenga potestad sobre los peces del mar, las aves del cielo y las
bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra”. En el
pensamiento steiniano, tal llamada se inscribe en la naturaleza humana, en cuanto
lo atestigua el texto bíblico, ya que la creatura ha sido llamada por Dios: “…y Dios
creó al ser humano a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó”.
La filósofa hace referencia al vocablo Berufung, el cual se encuentra íntimamente rela
cionado al llamado, a diferencia de Beruf, interpretado como “vocación profesional”.
De este modo, la “naturaleza del ser humano” se inscribe en su “itinerario vital”,
que es obra de Dios
15

.
Para la autora, el primer relato de la creación habla de la diferenciación entre
hombre y mujer. A ambos se les plantea ser imagen de Dios, generar descendencia y
dominar la tierra
16

. Esta triple tarea es común vocación humana, lo cual no significa que


ha de ser realizada por cada uno de modo distinto. Allí Stein observa que, a lo sumo,
se puede considerar enunciada en este contexto la indicación de la separación sexual
17

. Al ampliar la vitalidad del texto, Edith interpreta el segundo relato creacional:


Adán fue puesto en el paraíso para cultivarlo y custodiarlo, y le fueron presentados los
animales para que les pusiera nombres; y cita Gn 2,20 para destacar que el hombre no
encontró en ellos ayuda adecuada. Se trata de un término hebreo, casi intraducible al
alemán, Eser Kenegdo. De manera literal equivaldría a “una ayuda como frente a él”.
Tal expresión hace referencia a una especie de imagen especular, en la cual el hombre
pudiera advertir su propia naturaleza
18

.
Edith se apoya de traducciones que hablan de una auxiliar semejante a él y de
complemento, de manera que ambas partes se correspondan: así como se complementa
una mano respecto de la otra
19

. Esta intuición de base pone a ambos sujetos en una línea


de equidad, el uno frente al otro, en reciprocidad y mutualidad: iguales en dignidad,
con la misma triple misión, en la que las características diferentes constituyen el valor
propio de cada uno
20

. En este trabajo de exégesis se acentúa el siguiente pasaje:


Y el señor Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo. Hagámosle una
auxiliar que le corresponda”. Y el Señor hizo descender un sueño sobre Adán
y tomó una de sus costillas, y de ella creó una mujer y la llevó a Adán. Dijo
entonces Adán: “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Será
llamada varona, porque del varón fue tomada”. Por tanto, dejará el hombre
a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne. Estaban
ambos desnudos, pero no se avergonzaban. (Gn 2,23-25)
Para Stein, el hecho de que el hombre fuera creado primero indica tan solo
cierta prioridad de orden
21

. Esta afirmación ha de leerse en la comprensión de lo que


la autora explicita más adelante, respecto de la natural vocación de Adán en cuanto
cabeza y protector de la vida. Ahora bien, ¿qué ha pretendido Edith destacar a partir
de este relato sino entender el modo de relaciones de unidad y diferencia entre varón
y mujer? El hombre no se considera en soledad. Para el pensamiento steiniano, Dios
es uno y trino; y así como del Padre procede el Hijo, y del Hijo y el Padre, el Espíritu,
así también la mujer ha salido del hombre y de ambos la descendencia.
Para Alejandro Bertolini, esta es la base de la primera figura comunitaria, punto
de partida para la comprensión de lo trinitario en términos de intersubjetividad
22

. Es el
sentido que recoge la afirmación “Dios es amor”
23

, referido en los siguientes términos:


El amor es, según su último sentido, la entrega del propio del ser y la unión
con el amado. El que cumple la voluntad de Dios aprende a conocer el espíritu
divino, la vida divina, el amor divino; y todo esto no es otra cosa que Dios
mismo. Pues al ejecutar con la entrega más profunda lo que Dios exige de él, la
vida divina se hace su vida interior: encuentra a Dios en sí, cuando entra en sí.
24

Dicha ilación permite al hombre ser convocado a participar de la vida divina


y ser consciente en cuanto ser para la alteridad. Desde tal hermenéutica, la autora
piensa la vida de la primera pareja en términos de comunidad y apertura. La mujer
ha sido denominada compañera y auxiliadora, el hombre se le unirá y ambos serán
uno
25

. Allí los dos colaboran en armonía de fuerzas, y a esto apunta ponderar el sentido
y el espíritu de una relación “justa sin posibilidad de discordia”
26

. Es de advertir la
ausencia de un deseo desordenado de uno hacia otro
27

: “Estaban desnudos y no se
avergonzaban” (Gn 2,25).
No obstante, para la filósofa, la llamada de Dios y la auténtica vocación humana
aparecen esencialmente perturbadas después de la caída. Eva ha sido enredada por el
tentador y a la vez ha inducido al hombre al pecado. Adán da cuenta de ello trasla
dando la culpa: “…la mujer que me diste por compañera me dio del árbol y yo comí”
(Gn 3,12). Empero, su excusa no ha sido aceptada y Dios dice: “…por cuanto
obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te dije que no comieras
de él, maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de
tu vida” (Gn 3,17).
Entonces la fractura entre el hombre y Dios acontece a partir de dolorosas
connotaciones: “Ella, la tierra, te traerá cardos y espinas, y tú comerás plantas del
campo”. Es más, “con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la
tierra, de la cual fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás”. Con ello, Edith
Stein intenta comprender que el castigo de la desobediencia es la pérdida del dominio
indiscutido sobre la tierra, la rebelión de las criaturas inferiores, la dura lucha contra
ellas, la fatiga y escasez del trabajo
28

. Todo ha quedado roto.


Por otra parte, señala que el juicio de condena sobre la mujer es distinto:
“Multiplicaré en gran manera los dolores de tus embarazos, con dolor darás a luz los
hijos, estarás bajo el poder del hombre, y él se enseñoreará de ti”
29

. Edith afirma que, para la mujer, la consecuencia del pecado es la dificultad del parto, y para el
hombre,
la lucha por la vida. A eso se añade la sumisión a su dominio, y que el hombre no será
un buen dueño queda demostrado en el intento de descargar sobre ella la responsa
bilidad del pecado
30

.
Posteriormente, ambos intentan cubrir su desnudez, y lo harán avergonzados.
Sin embargo, Dios cuida de ellos vistiéndolos con túnicas de piel
31

. La autora es
depositaria de la idea de concupiscencia, comprendida en la línea de San Pablo, en
Rm 1,24, en cuanto inclinación al mal. Previamente ha hecho referencia al “deseo
desordenado” del cual la pareja humana debe protegerse.
Desde la aproximación antropológica bíblica de Gn 3, Stein subraya la intro
misión del mal, pues todo lo que antes había sido fraterno y más humano, ahora,
por el pecado, incluso las relaciones más profundas –entre el hombre y la mujer–,
quedan rotas; así también la tierra y la descendencia resultan alteradas
32

. Es decir, el
pecado irrumpe, ensombreciendo todo a su alcance, y lo que antes era bello ahora
queda oscurecido por su presencia. Empero, para la filósofa quedan algunas preguntas
de difícil acceso: ¿Por qué estaba prohibido comer del árbol del conocimiento? ¿Qué
clase de fruto era aquel que comió la mujer y dio de comer al hombre? Y ¿por qué el
tentador se acercó primero a ella?
33

A partir de un trabajo exegético sin prejuicios, Edith Stein establece ciertas dife
renciaciones en el texto. Distingue algunos estadios para dar respuestas a las preguntas
planteadas, por lo que llega a inferir que el ser humano no carecía de conocimiento
antes de la caída: tanto el hombre como la mujer tenían un conocimiento perfecto
de Dios y por ende debían guardarse de aquel conocimiento del mal que se adquiere
mientras se hace
34

.
Por otra parte, la secuela inmediata del pecado es distante de una desobediencia
puramente formal contra Dios, sino “debe haber sido algo determinado en cuanto a
su contenido, esto es, una especie de unión que contradecía el orden originario”
35

. Es
interesante este análisis de la autora: el punto de partida es mirar el resultado del primer
pecado y desde allí establecer en qué ha podido consistir, y explica: “…la consecuencia
fue que el hombre y la mujer se contemplaron con ojos distintos a como lo hicieron
antes, ya que habían perdido la inocencia en el trato recíproco”
36

.
Por ende, lo que estaba prohibido es presentado por la serpiente a la mujer, y
esta lo presenta al hombre. ¿Por qué la mujer? No porque ella se inclina fácilmente
al mal, sino porque lo propuesto era de mayor importancia en sí
37

. Entonces, su vida
quedaría fuertemente marcada por lo que está relacionado con la generación y la
instrucción de la prole; como el hombre en relación con la diversidad de castigos.
Para resumir, la reflexión bíblica permite considerar la unidad y singularidad
de ser hombre y mujer en la semejanza divina. Esta semejanza transita a relaciones
de apertura, amicales y corporativas, en las que el varón no se percibe en completud
en ausencia de la mujer, y viceversa, de la manera como ambos no sostienen su ser
lejos de Dios.

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