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Consecuencias del autismo.

La neurodiversidad aboga por entender el autismo como una variante de la normalidad, una expresión
de la diversidad humana en vez de una patología.

La aceptación de esta idea, que puede parecernos atractiva, tiene consecuencias que van más allá de los
aspectos relacionados con la salud.

El autismo es un concepto difícil, diverso y contradictorio.

Empezando por su naturaleza, siguiendo por sus manifestaciones y concluyendo con la terapéutica
empleada: todo es discusión entorno al autismo.

Su desconocido origen hace muy difícil definir si se trata de una enfermedad, un síndrome o un
trastorno. Cuestión que implica otras connotaciones que van más allá de lo estrictamente médico.

Las amplias variaciones sintomáticas del autismo hacen escurridiza su posible clasificación y dificultan su
abordaje terapéutico por no ser estandarizable.

El enorme impacto que tiene el autismo en la conducta hace que muchas de sus dificultades se perciban
como rasgos de la personalidad. Y creo que ahí está una de las claves de este embrollo. El autismo es un
problema que sufre una persona concreta, con toda su riqueza individual, familiar y social y en este
sentido involucra la propia identidad y tiene pues una repercusión «íntima» y personal.

Y es aquí es donde tiene cabida el concepto de neurodiversidad en relación con el autismo.

Neurotípico y neurodiverso

El ambiente y la experiencia personal moldean la herencia biológica de cada uno y en este proceso nos
hacemos únicos e irrepetibles.

A lo largo de la infancia y la adolescencia, nuestro cerebro va adquiriendo las habilidades que le serán
necesarias para su autonomía en la vida adulta. Esto es el neurodesarrollo, y sigue un patrón evolutivo
con unas etapas bien definidas que, aunque admiten variaciones, son las mismas para todo el mundo.cEl
desempeño de estas habilidades es posible porque se crean nuevos circuitos que las sustentan. La
diversidad de la conducta humana está íntimamente relacionada con la formación de estos circuitos
que, a pesar de seguir un patrón bien definido, es original y única para cada uno de nosotros. Si alguien
se desvía significativamente de este patrón es cuando hablamos de trastornos del neurodesarrollo.

Ese es el quid de la cuestión: qué es normal y qué no lo es

No existe un modelo cerebral que podamos considerar “el estándar” con el que comparar todos los
demás. ¿Cómo podemos entonces definir lo que es normal? Y más difícil aún, definir lo que no lo es.
Como en todos los problemas de neurodesarrollo –y en las características humanas en general–
podemos utilizar la estadística para convenir que los comportamientos y capacidades más frecuentes
son los más «típicos» y cualquiera de los otros son los «diversos». Así podemos hablar de «neurotípico»
y de «neurodiverso». Aunque el término «neurodiversidad» se aplica sobre todo a las personas con
autismo, puede utilizarse para cualquier otro problema del neurodesarrollo: trastorno por déficit de
atención hiperactividad (TDAH), discapacidad intelectual, dislexia, TLP (trastorno límite de la
personalidad), entro otros.
EL AUTISMO NO ES UNA ENFERMEDAD, ES UNA CONDICIÓN.
Para fines prácticos, podemos entender el autismo como una condición de vida que afecta en
mayor o menor medida la interacción social por medio de la comunicación, la conducta, el
lenguaje y la integración sensorial de las personas.

¿Por qué nos referimos al autismo como una condición y no como una enfermedad? Las enfermedades
son cosas que surgen y normalmente se curan o te mueres de ellas. El autismo en cambio no es algo que
surge, sinó que es algo con lo que se nace. Por lo tanto, queda claro que el autismo no es una
enfermedad. Casi la mitad de los alumnos con TEA sufre acoso escolar (46,6%).

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