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Eduard de Bono

LA TRAMPA DE LA INTELIGENCIA

La gente muy inteligente puede resultar un fiasco para pen-


sar, Pueden necesitar tanto o más entrenamiento que otra gente
en las técnicas de pensamiento. Esto es casi lo contrario del tópico
que dice que las personas muy inteligentes automáticamente sa-
ben pensar. Esto es lo que llamamos (en el Cognitive Research
Trust), “la trampa de la inteligencia”, que tiene muchos compo-
nentes de los cuales mencionaré algunos. Los hay sociológicos,
operativos e incluso físicos.

1. Una persona muy inteligente puede construir un argumen-


to correcto y racional para justificar virtualmente cualquier
punto de vista. Cuando más coherente es este soporte, me-
nos se ve y menos se necesita explotar la situación. Una per-
sona así puede quedar prisionera de sus propios puntos de
vista precisamente por su capacidad para elaborarlos.
2. En la escuela y después, la facilidad de palabra a menudo se
confunde con la profundidad. Cualquier persona inteligen-
te que se lo crea caerá en la tentación de hablar mucho sin
decir nada.
3. El ego, la imagen del yo y el status de una persona muy inte-
ligente, se basan a menudo en esa clase de inteligencia. De

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ALEJANDRO ARVELO

allí deriva la necesidad de tener siempre razón y de ser listo y


ortodoxo.
4. El uso crítico de la inteligencia siempre da una satisfacción
más inmediata que el uso constructivo. Al demostrar que otro
está equivocado uno se siente vencedor y superior. Estar de
acuerdo con otro te hace parecer superfluo y subordinado.
Proponer una idea le deja a uno a merced de aquellos de
quienes depende la evaluación de la misma. Así es como
muchas mentes brillantes quedan atrapadas en esa modali-
dad negativa (porque es muy atractiva).
5. Las personas muy inteligentes parecen preferir con frecuen-
cia la certidumbre del pensamiento reactivo (resolviendo
crucigramas y cosas por el estilo). Lo que hacen es reaccio-
nar frente a un montón de datos que se les entregan. En vez
de pensar, clasifican. A esto se le llama el “efecto Ever-
est”, ya que si las montañas existen es para que alguien tre-
pe por ellas. En el pensamiento proyectivo, la persona que
piensa tiene que crear el contexto, los conceptos y los ob-
jetivos. Tiene que pensar de forma expansiva y especulati-
va. Por inclinación natural o por educación, las personas
muy inteligentes parecen preferir la forma de pensar reac-
tivo. En la vida real suele ser más necesario el pensamiento
proyectivo.
6. La pura velocidad física de la mente muy inteligente la con-
duce a saltar a conclusiones partiendo de unas pocas señales.
La mente más lenta tiene que esperar más, examinar más se-
ñales, y puede llegar a una conclusión más apropiada.
7. Aparentemente, las personas muy inteligentes prefieren –tal
vez por estímulos externos– darle más valor a la habilidad
que a la sabiduría. Tal vez sea porque la habilidad es más fácil
de demostrar, y es también porque depende menos de la ex-
periencia (y ésa es la razón por la cual es frecuente que los
SI QUIERES FILOSOFAR...

físicos y los matemáticos hagan sus contribuciones “geniales” a una edad temprana).

La trampa de la inteligencia tiene otros aspectos. No todas las personas muy


inteligentes caen en esa trampa. Pueden evitarla por casualidad, por educación o
mediante un esfuerzo conscien- te. No obstante, el peligro continúa existiendo. Y el
peligro nos advierte de que no aceptemos la su posición automática de que una
inteligencia elevada significa un pensamiento eficaz. [...]
En mi opinión, se produce un trágico desperdicio de cere- bros brillantes debido a
que nos negamos a considerar que el pen- samiento es una técnica que puede mejorarse
con un entrena- miento adecuado.

EDUARD DE BONO, Aprender a pensar, Barcelona, 1993, págs. 8-10.

De Bono, Eduard. La trampa de la inteligencia. En: Arvelo, Alejandro. Si quieres filosofar...


4.a ed. Santo Domingo: Editorial SANTUARIO, 2014, pp. 177-179.

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