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Disciplina: Teorias da democracia e constitucionalismo contemporâneo

Mestrando: Luís Guilherme Nascimento de Araujo

MILL, John Stuart. Sobre la liberdad. Madrid: Alianza, 1986.

Capítulo quarto
De los limites de la autoridad de la sociedad sobre el individuo
Aunque la sociedad no esté fundada sobre un contrato, y aunque de nada sirva
inventar un contrato para deducir de él las obligaciones sociales, sin embargo, todos
aquellos que reciben la protección de la sociedad le deben algo por este beneficio.
(p. 88)

Desde el momento en que la conducta de una persona es perjudicial a los intereses


de otra, la sociedad tiene el derecho de juzgarla, y la pregunta sobre si esta
intervención favorecerá o no el bienestar general se convierte em tema de discusión.
(p. 88)

La sociedad puede ofrecer e incluso imponer al individuo ciertas consideraciones


para ayudar a su propio juicio, algunas exhortaciones para fortificar su voluntad,
pero, después de todo, él es juez supremo. Cuantos errores pueda cometer a pesar
de esos consejos y advertencias, constituirán siempre un mal menor que el de
permitir a los demás que le impongan lo que ellos estiman ha de ser beneficioso
para él. (p. 89-90)

Diferença entre descrédito (moral, pessoal) e reprovação (legal, jurídica, legítima):


La distinción entre el descrédito, al que justamente se expone una persona por falta
de prudencia o dignidad personal, y la reprobación, a la que se hace acreedora
cuando ataca a los derechos de sus semejantes, no es una distinción puramente
nominal. Existe una gran diferencia, tanto en nuestros sentimientos como en nuestra
conducta en relación a una persona, según que ella nos desagrade en cosas en que
pensamos tenemos derecho a controlarla, o en cosas en que sabemos que no lo
tenemos. (p. 92)
En resumen, dondequiera que haya daño o peligro de daño, para un individuo o para
el público en general, el caso no pertenece ya al dominio de la libertad, y pasa al de
la moralidad o al de la ley. (p. 94)

Pero el argumento más fuerte contra la intervención del público en la conducta


personal es que, cuando él interviene, lo hace inadecuadamente y fuera de lugar. (p.
96)

No es difícil probar con numerosos ejemplos que una de las inclinaciones más
universales de la humanidad es la de extender los límites de lo que se puede llamar
policía moral, hasta el punto de invadir las libertades más legítimas del individuo (p.
97).

Capítulo quinto
Aplicaciones
Dichas máximas son éstas: primera, que el individuo no debe dar cuenta de sus
actos a la sociedad, si no interfieren para nada los intereses de ninguna otra persona
más que la suya. El consejo, la instrucción, la persuasión y el aislamiento, si los
demás lo juzgan necesario a su propio bien, son los únicos medios de que la
sociedad puede valerse legítimamente para testimoniar su desagrado o su
desaprobación al individuo; segunda, que, de los actos perjudiciales a los intereses
de los demás, el individuo es responsable y puede ser sometido a castigos legales o
sociales, si la sociedad los juzga necesarios para protegerse (p. 106).

[...] la sociedade no reconoce a los competidores rechazados ningún derecho legal o


moral a quedar exentos de esta clase de sufrimientos; y sólo se siente llamada a
intervenir cuando los medios empleados para lograr el éxito son contrarios a los que
el interés general permite, es decir, el fraude o la traición, y la violência (p. 106-107).

Es normal y justo que la ley, cuando se cierra un contrato, para reforzarlo, ponga por
condición la observancia de ciertas formalidades, tales como firmas, conformidade
de testigos, etc., a fin de que en caso de una disputa subsiguiente pueda existir la
evidencia de probar que el contrato ha sido hecho realmente y en circunstancias que
lo hacían legalmente válido. El efecto de tales precauciones es el de hacer muy
difíciles los contratos ficticios, o los que se hacen en circunstancias que, de ser
conocidas, destruirían su validez (p. 109).

El principio de libertad no puede exigir en ningún caso que se sea libre para no serlo.
No es libertad el poder enajenar la libertad propia. Estas razones, cuya fuerza es tan
manifiesta en este caso concreto, tienen evidentemente una aplicación más amplia;
no obstante, por todas partes se hallan limitadas, pues las necesidades de la vida
exigen continuamente, no que renunciemos a nuestra libertad, sino que consintamos
en verla limitada de tal forma o de tal outra (p. 114).

Toda persona debe de ser libre de conducir sus propios asuntos como le plazca;
pero no debe serlo cuando, al obrar así, afecta los intereses de los demás, con el
pretexto de que los asuntos de outro son también los suyos propios. El Estado, al
respetar la libertad de los individuos para aquellas cosas que sólo a ellos concierne,
está obligado a velar con cuidado sobre el uso de cualquier poder que puedan
poseer sobre los demás (p. 116).

Las objeciones que se pueden hacer a la intervención del gobierno, cuando esta
intervención no implica infracción o violación de la libertad, pueden ser de tres
clases. (p. 120)

En primer lugar, se puede decir que existe violación de la libertad cuando lo que va a
ser hecho va a ser hecho mejor por los individuos que por el gobierno. En general,
no hay personas más capaces de conducir un asunto o de decidir cómo y por quién
deberá ser conducido, que quienes tienen en ello un interés personal. Este principio
condena la intervención, tan común em otros tiempos, de la legislación o de los
funcionarios del gobierno, en las operaciones ordinarias de la industria.

La segunda objeción [...] En un gran número de casos resulta preferible que las
cosas las hagan los individuos y no que las haga el gobierno, aun en el supuesto de
que fuera más eficaz la intervención del gobierno en un asunto dado. De ello
resultaría una educación intelectual para los individuos: una especie de
robustecimiento de sus facultades activas al ejercitar sus puntos de vista, que les
daría um conocimiento familiar de los asuntos en que han de actuar. [...] No son
éstas cuestiones de libertad, con la que sólo se relacionan de modo lejano, sino que
son cuestiones de desenvolvimiento (p 120-121).

La tercera y más poderosa razón que hay para restringir la intervención del gobierno
reside en el grave mal que resulta de aumentar su poderio innecesariamente. Toda
función añadida a las que ya ejerce el gobierno es causa de que se extienda mucho
su influencia sobre toda clase de temores y esperanzas, y transforme, cada vez
más, la parte activa y ambiciosa del público en algo dependiente del gobierno, o de
cualquier partido que tienda a convertirse en gobierno. [...]. (p. 121)

El mal comienza cuando, en lugar de estimular la actividad y las facultades de los


individuos, y de las instituciones, los sustituye con su propia actividad; cuando, en
lugar de informar, y aconsejar, y si es preciso, denunciar, él los somete, los
encadena al trabajo o les ordena que desaparezcan, actuando por ellos. El valor de
un Estado, a la larga, es el valor de los individuos que le componen; y un Estado que
pospone los intereses de la expansión y elevación intelectual de sus miembros en
favor de un ligero aumento de la habilidad administrativa, en detalles insignificantes;
un Estado que empequeñece a los hombres, a fin de que sean, en sus manos,
dóciles instrumentos [...], llegará a darse cuenta de que, con hombres pequeños,
ninguna cosa grande podrá ser realizada; y que la perfección del mecanismo al que
ha sacrificado todo acabará por no servir de nada, por carecer del poder vital que,
con el fin de que el mecanismo pudiese funcionar más fácilmente, ha preferido
proscribir (p. 125-126)
HELD, David. Modelos de democracia. Belo Horizonte: Paideia, 1987.

Por que mapear e avaliar os modelos existentes de democracia?


“Primeiro, não podemos evitar nos envolvermos com a política, embora muitas
pessoas procurem fazê-lo. [...] Segundo, se vamos nos envolver em problemas de
democracia, precisamos refletir por que, para tantas pessoas, o fato de que algo é
reconhecidamente uma declaração “política” é quase o bastante para torná-lo,
instantaneamente, alvo de descrédito. [...] Terceiro, ceticismo e cinismo para com a
política não são, necessariamente, fatos inevitáveis da vida política. [...] Quarto, não
podemos ficar satisfeitos com os modelos existentes de política democrática” (p.
241)

O princípio da autonomia
“O liberalismo tem estado e está preocupado com a criação e a defesa de um
mundo no qual indivíduos “livre e iguais” possam florescer com um mínimo de
barreiras políticas” (p. 242)

“Embora os pensadores da Nova Esquerda afastem-se, em muitos aspectos, dos


teóricos marxistas tradicionais, eles partilham a preocupação de desvendar as
condições pelas quais o “livre desenvolvimento de cada um” é compatível com o
“livre desenvolvimento de todos”. Esta é uma meta em comum fundamental” (p. 243)

“O conceito de “autonomia” ou “independência” une estas aspirações e ajuda a


explicar porque elas têm sido compartilhadas tão amplamente. A “autonomia” conota
a capacidade dos seres humanos de razão autoconsciente, de serem auto-
reflexivos, e autodeterminantes. Ela envolver a capacidade de deliberar, julgar,
escolher e agir de acordo com diferentes linhas de ação tanto na vida privada quanto
na vida pública” (p. 244)

Definição do princípio da autonomia


“Os indivíduos deveriam ser livres e iguais na determinação das condições de suas
próprias vidas; ou seja, eles deveriam gozar de direitos iguais (e,
consequentemente, de obrigações iguais) para especificar a estrutura que gera e
limita as oportunidades disponíveis para eles, na medida em que não definam esta
estrutura de modo a negar os direitos de outros” (p. 244-245)

“Qual é o status do princípio da autonomia? O princípio da autonomia deveria ser


considerado como uma premissa essencial do liberalismo e do marxismo e de seus
vários ramos contemporâneos. Ele deveria ser considerado como um de seus
elementos centrais, um aspecto básico e inescapável de seus fundamentos lógicos”
(p. 246)

A concretização do princípio
“[...] a análise feita pelo liberalismo da natureza dos mercados e do poder econômico
deve ser rejeitada, enquanto que a análise feita pelo marxismo da natureza da
democracia deve ser severamente questionada” (p. 247)

“Para compreender as diversas condições necessárias para a institucionalização


adequada do princípio da autonomia, é necessário uma concepção mais ampla do
“político” do que pode ser encontrada nestas duas tradições” (p. 248-249)

“[...] a política é um fenômeno encontrado em e entre todos os grupos, instituições


(formais e informais) e sociedades, perpassando a vida pública e privada. Ela é
expressa em todas as atividades de cooperação, negociação e luta pelo uso e
distribuição de recursos. Ela está envolvida em todas as relações, instituições e
estruturas que estão implicadas nas atividades de produção e reprodução da vida
em sociedade. A política cria e condiciona todos os aspectos de nossa vida e está
no coração do desenvolvimento dos problemas da sociedade e dos modos coletivos
de sua resolução” (p. 250)

A herança da teoria democrática clássica e contemporânea


“[...] para que o princípio da autonomia seja concretizado seria necessário a criação
de um sistema coletivo de tomada de decisões que permitisse extenso envolvimento
dos cidadãos nas questões públicas” (p. 250)

“Os problemas são, em resumo, duplos: a estrutura da sociedade civil (inclusive a


posse da propriedade produtora e vastas desigualdades sexuais e raciais) –
incompreendida ou endossada pelos vários modelos democráticos liberais – não cria
condições para votos iguais, participação efetiva, compreensão política adequada e
controle igualitário da agenda política, enquanto que a estrutura do Estado
democrático liberal (inclusive grandes e frequentemente irresponsáveis aparatos
burocráticos, dependência institucional do processo de acumulação de capital,
representantes políticos preocupados com suas próprias reeleições) não cria uma
força organizacional que possa adequadamente regular os centros de poder “civil”.
(p. 255)

Democracia: um processo dual


“O princípio da autonomia só pode ser concretizado através do reconhecimento da
indispensabilidade de um processo de “dupla democratização”: a transformação
interdependente tanto do Estado quanto da sociedade civil. Um tal processo deve ter
como premissas a aceitação do princípio de que a divisão entre o Estado e a
sociedade civil é um aspecto central da vida democrática e a noção de que o poder
de tomar decisões deve ser livre das desigualdades e restrições impostas pela
apropriação privada do capital” (p. 255)

Autonomia democrática: compatibilidades e incompatibilidades


Participação: uma obrigação?
“Os cidadãos seriam obrigados a aceitar as decisões democráticas em várias
circunstâncias, a menos que pudessem provar que seus direitos estavam sendo
violados por tais decisões. Mas a obrigação de se envolver em todos os aspectos da
vida pública não seria uma obrigação legal. O direito a uma vida particular, dentro de
uma estrutura de autonomia democrática, é indiscutivelmente importante.” (p. 263)

A política e o privado: o que é o privado


“O argumento aqui foi de que os princípios do envolvimento e participação políticos
são aplicáveis a grandes conjuntos de domínios. Contudo, eles não são
necessariamente aplicáveis ao que quero chamar de “esfera do íntimo”; ou seja, a
todas aquelas circunstâncias onde as pessoas vivem suas vidas pessoais sem
consequências sistematicamente prejudiciais para os demais ao seu redor” (p. 264)

Igualdade: o fim de toda propriedade privada?


“Se a igualdade política é um direito moral, também o é uma maior igualdade no
tocante às condições dos recursos produtivos. O reconhecimento da necessidade de
minimizar a desigualdade na propriedade e controle dos meios de produção é
fundamental para a possibilidade de uma agenda aberta e sem disposições prévias.
Sem restrições claras à propriedade privada, uma das condições necessárias para a
democracia não pode ser satisfeita” (p. 265)

Igualdade de condições: a tirania da mesmice?


“Da perspectiva da autonomia democrática, para assegurar as condições que
possibilitam aos indivíduos ter um ativo papel como cidadãos requer diferentes
conjuntos de estratégias e políticas para diferentes conjuntos de pessoas” (p. 266)

“É inquestionável que um compromisso para com a autonomia democrática envolve


um compromisso para com a redução dos privilégios de forma a possibilitar que uma
sociedade plenamente democrática possa ser estabelecida. Mas este processo
nunca envolveria um ataque a “diferenças” pessoais, sociais, culturais e (em certos
aspectos) econômicas e também seria incompatível com ele. A raison d’etre do
modelo de autonomia democrática é aumentar as escolhas e benefícios que advêm
de uma vida em sociedade e que não deixem grandes categorias de cidadãos em
um posição permanentemente subordinada à mercê de forças inteiramente fora de
seu controle” (p. 267)

Liberdade: liberdade limitada?


“O que distingue o modelo de autonomia democrática dos muitos outros modelos
discutidos é um compromisso fundamental com o princípio de que a liberdade de
alguns indivíduos não deve ser permitida às custas de outros, onde os outros são,
frequentemente, a maioria dos cidadãos” (p. 267)

Legitimidade: a autonomia democrática criaria legitimidade política?


“Analisando as questões e evidências exploradas neste livro, pode-se dizer que um
sistema político envolvido profundamente com a criação e reprodução de
desigualdades sistemáticas de poder, riqueza, renda e oportunidades raramente
(exceções sendo, talvez, ocasiões como guerras) goza de uma legitimidade contínua
por parte de grupos que não são os diretamente privilegiados. [...] O princípio da
autonomia, concretizado por meio de um processo da de democratização, poderia
ser a base de uma tal ordem. A dedicação à legitimidade política, de uma ordem
política marcada pelo respeito pela autoridade e pelas leis, sugere a necessidade de
nos dedicarmos ao modelo de autonomia democrática” (p. 269-270)
SCHUMPETER, Joshep. Capitalismo, Socialismo e Democracia. Rio de Janeiro:
Fundo de Cultura, 1961.

PARTE IV SOCIALISMO E DEMOCRACIA


Capítulo 20
O EQUACIONAMENTO DO PROBLEMA
A DITADURA DO PROLETARIADO
Era não apenas normal que procurassem elevar os valores do socialismo
acrescentando-lhes os valores da democracia, mas eles possuíam também uma
teoria que os convencia que os dois estavam indissoluvelmente ligados. De acordo
com essa teoria, o controle privado dos meios de produção constitui a base da
capacidade dos capitalistas de explorar o trabalho e de impor os ditames de seus
interesses de classe sobre a administração dos negócios públicos da comunidade. O
poder político do capitalismo, por conseguinte, parece ser apenas uma forma
particular do seu poder econômico. Daí se deduz que não pode haver democracia
enquanto existir esse poder (a mera democracia política é simplesmente um logro) e
que a eliminação desse poder terminará simultaneamente com a exploração do
homem pelo homem e marcará o início do governo do povo. Esse argumento é
essencialmente marxista. (p. 283)

Uma vez implantado, o socialismo pode ser o próprio ideal de democracia. Os


socialistas, no entanto, não são sempre muito escrupulosos sobre a maneira como
deve ocorrer essa implementação. As palavras revolução e ditadura saltam aos
nossos olhos dos seus textos sagrados. Numerosos socialistas modernos afirmaram
ainda mais explicitamente que nada veem de mal em abrir à força, pela violência e
terror, os portões do paraíso socialista, que suplementariam outros meios mais
democráticos de conversão. (p. 284)

Nesse caso, ele teria sem dúvida declarado, como tantos o fizeram depois dele, que
não estava realmente se desviando do verdadeiro caminho democrático, porque,
para trazer à vida a democracia autêntica, é necessário limpar a atmosfera do
venenoso vapor capitalista que a asfixiava (p. 285).
Os que estiverem dispostos a relaxar essas exigências e aceitar normas
visivelmente não-democráticas, ou algum método de conseguir decisões
aparentemente democráticas por meios não-democráticos, mostrarão
iniludivelmente que dão mais valor a outras coisas do que à democracia (p. 285).

A HISTÓRIA DOS PARTIDOS SOCIALISTAS


É realmente possível que um regime socialista seja não-democrático, como
mostramos antes, na base puramente lógica de que o aspecto característico do
socialismo não implica coisa alguma em relação às suas normas políticas. Sendo
assim, o importante é saber se e em que sentido ele pode ser democrático (p. 287)

No que interessa à democracia, os partidos socialistas não são presumivelmente


mais oportunistas do que os outros. Eles simplesmente adotam a democracia se e
quando ela serve aos seus ideais e interesses, e em nenhuma outra hipótese (p.
289).

UMA EXPERIÊNCIA MENTAL


Definição procedimentalista de democracia
A democracia é um método político, isto é, um certo tipo de arranjo institucional para
chegar a uma decisão política (legislativa ou administrativa) e, por isso mesmo,
incapaz de ser um fim em si mesmo, sem relação com as decisões que produzirá
em determinadas condições históricas. E justamente este deve ser o ponto de
partida para qualquer tentativa de definição (p. 291).

CAPÍTULO 21
A DOUTRINA CLÁSSICA DA DEMOCRACIA
O BEM COMUM E A VONTADE DO POVO
A filosofia da democracia do século XVIII pode ser expressa da seguinte maneira: o
método democrático é o arranjo institucional para se chegar a certas decisões
políticas que realizam o bem comum, cabendo ao próprio povo decidir, através da
eleição de indivíduos que se reúnem para cumprir-lhe a vontade (p. 300)

Sustenta-se, pois, que existe um bem comum, o farol orientador da política, sempre
fácil de definir e de entender por todas as pessoas normais, mediante uma
explicação racional. Não há, por conseguinte, razão para não entendê-lo e, de fato,
nenhuma explicação para a existência dos que não o compreendem, salvo a
ignorância (que pode ser remediada), a estupidez e o interesse anti-social. [...]
Consequentemente, todos os membros da comunidade, conscientes da meta,
sabendo o que querem, discernindo o que é bom do que é mau, tomam parte, ativa
e honestamente, no fomento do bom e no combate ao mau. Todos os membros, em
conjunto, controlam os negócios públicos. (p. 300)

Logo que aceitamos todas as presunções dessa teoria política (ou que nela estão
implícitas), a democracia adquire, de fato, um significado inequívoco. Nenhuma
dificuldade há com a democracia, exceto, talvez, a maneira de fazê-la funcionar. (p.
301)

Em segundo, mesmo que um bem comum suficientemente definido, como, por


exemplo, o máximo da satisfação econômica do utilitarista, fosse aceitável por todos,
ainda assim não se teriam soluções igualmente definidas para os casos individuais.
(p. 302)

Mas, em terceiro, em consequência das duas proposições anteriores, desvanece-se


no ar o conceito da vontade do povo ou da volontê gênêrale, adotado pelos
utilitaristas, pois esse conceito pressupõe um bem inequivocamente determinado e
compreendido por todos. (p. 302)

A VONTADE DO POVO E A VONTADE INDIVIDUAL


Repetiremos, por conseguinte, que, mesmo se as opiniões e desejos do cidadão
isolado fossem uma condição perfeitamente independente e definida que pudesse
ser usada pelo processo democrático, e se todos agissem nela baseados com
racionalidade e rapidez ideais, não se seguiria necessariamente que as decisões
políticas produzidas por esse processo, baseado na matéria-prima dessas vontades
individuais, representariam coisa alguma que, convincentemente, pudesse ser
chamada de vontade do povo. E não é apenas possível, mas, em todos os casos em
que as vontades individuais estão muito divididas, muito provável que as decisões
políticas produzidas não sejam aquilo que o povo deseja realmente (p. 305)
A NATUREZA HUMANA NA POLÍTICA
O senso de responsabilidade reduzido e a ausência de vontade efetiva, por outro
lado, explicam a ignorância do cidadão comum: e a falta de bom senso em assuntos
de política interna e externa. (p. 313)

Em primeiro lugar, mesmo que não houvesse grupos políticos tentando influenciá-lo,
o cidadão típico tenderia na esfera política a ceder a preconceitos ou impulsos
irracionais ou extraracionais. A fraqueza do processo racional que ele aplica à
política e a ausência real de controle lógico sobre os resultados seriam bastantes
para explicar esse fato (p. 313).

Em segundo, contudo, quanto mais débil o elemento lógico nos processos da


mentalidade coletiva e mais completa a ausência de crítica racional e de influência
racionalizadora da experiência e responsabilidade pessoal, maiores serão as
oportunidades de um grupo que queira explorá-las. Tais grupos podem consistir de
políticos profissionais, expoentes de interesses econômicos, idealistas de uni tipo ou
outro, ou de pessoas simplesmente interessadas em montar e dirigir espetáculos
políticos. [...] Na análise dos processos políticos, por conseguinte, descobrimos não
uma vontade genuína, mas artificialmente fabricada. [...] A vontade do povo é o
resultado e não a causa primeira do processo político. (p. 314)

CAPÍTULO 22
MAIS UMA TEORIA DE DEMOCRACIA
A LUTA PELA LÍDERANÇA POLÍTICA
[...] Nossas principais dificuldades no estudo da teoria clássica centralizavam-se na
afirmação de que o povo tem uma opinião definida e racional a respeito de todas as
questões e que manifesta essa opinião — numa democracia — pela escolha de
representantes que se encarregam de sua execução. Por conseguinte, a seleção
dos representantes é secundária ao principal objetivo do sistema democrático, que
consiste em atribuir ao eleitorado o poder de decidir sobre assuntos políticos.
Suponhamos agora que invertemos os papéis desses dois elementos e tornamos a
decisão de questões pelo eleitorado secundária à eleição de representantes, que
tomarão, neste caso, as decisões. Ou, em outras palavras, diremos agora que o
papel do povo é formar um governo, ou corpo intermediário, que, por seu turno,
formará o executivo nacional, ou governo. (p. 321)

Já vimos que o método democrático não garante necessariamente maior medida de


liberdade individual do que qualquer outro método, em circunstâncias semelhantes.
Pode acontecer justamente o contrário. Mas ainda assim existe relação entre as
duas. Se, pelo menos por questão de princípios, todos forem livres para concorrer à
liderança política apresentando-se ao eleitorado, isto trará na maioria dos casos,
embora não em todos, uma considerável margem de liberdade de expressão para
todos. (p. 324)

CAPÍTULO 23
CONCLUSÃO
ALGUMAS CONSEQÜÊNCIAS DA ANÁLISE PRECEDENTE
As condições necessárias para o êxito do método democrático (quatro títulos)
A primeira condição é que o material humano da política (os membros da máquina
política, os que são eleitos para servir no parlamento e atingem os postos
ministeriais) seja de qualidade suficientemente alta (p. 346).

A segunda condição para o êxito da democracia é que o campo real de decisões


políticas não seja estendido demasiadamente longe. [...] O campo de ação não
depende apenas, por exemplo, do tipo e quantidade de assuntos que podem ser
resolvidos com êxito por um governo sujeito às tensões de uma luta incessante por
sua sobrevivência política: depende também, em qualquer tempo ou lugar, da
qualidade dos homens que formam o governo, do tipo da máquina política e do
quadro da opinião pública com que deve trabalhar. (p. 347)

Evidentemente não pode haver qualquer limite legal que impeça o parlamento,
dirigido pelo primeiro-ministro, de equacionar qualquer assunto que queira submeter
a debate, inclusive, se for necessário, por emenda constitucional. Mas para
funcionar de maneira adequada, esse parlamento deve impor-se certos limites [...]
(p. 347)
Quanto à terceira condição: o governo democrático na moderna sociedade industrial
deve ser capaz de contar, em todos os campos incluídos na esfera da atividade
pública (não importa se numerosos ou não), com os serviços de uma bem treinada
burocracia que goze de boa posição e tradição e seja dotada ainda de um forte
sentido de dever e um não menos forte esprit de corps. [...] Não basta que a
burocracia seja eficiente na administração dos assuntos correntes e tenha
competência para dar conselhos. Deve ser suficientemente forte para guiar e, se
necessário, instruir os políticos que dirigem os ministérios. Para isto, deve ser capaz
de criar princípios próprios e ser suficientemente independente para cumpri-los.
Deve, em suma, ser um poder por direito próprio. (p. 349)

O quarto conjunto de condições pode ser resumido na expressão autocontrole


democrático. Todos admitem, evidentemente, que o método democrático não pode
funcionar suavemente a menos que todos os grupos importantes da nação estejam
dispostos a aceitar todas as medidas legislativas, enquanto estiverem em vigor, e
todas as ordens do governo, desde que emitidas por autoridades competentes. (p.
350)

[...] Isto significa que as forças do governo devem aceitar-lhe a liderança e permitir-
lhe formular e executar um programa e que a oposição deve também aceitar a
direção do seu gabinete potencial e deixar que este trave a luta política com
observância de certas regras, O cumprimento deste requisito, cuja violação habitual
pode significar o começo do fim da democracia, exige, como se verá adiante, uma
dose exata de tradicionalismo, nem muito grande nem muito pequena (350-351)

A DEMOCRACIA NA ORDEM SOCIALISTA


A ideologia da democracia, da maneira refletida na doutrina clássica, repousa num
esquema racionalista da ação humana e dos valores da vida. Recordando o nosso
argumento exposto anteriormente (Capítulo XI), o leitor deve perceber logo que a
ideologia é de origem burguesa. A História confirma sem discrepância esse fato:
historicamente, a democracia moderna cresceu passo a passo com o capitalismo e
foi dele consequência [...]. (p. 355)
Em ambos os aspectos, todavia, o capitalismo está perdendo rapidamente as suas
antigas vantagens. A democracia burguesa, vinculada a esse ideal de Estado, vem
funcionando com dificuldades cada vez maiores já há algum tempo. Em parte, isso
se deve ao fato, que já estudamos acima, de que o método democrático não
funciona da maneira mais favorável nos casos em que a nação está muito dividida
sobre questões fundamentais da estrutura social (p. 355)

Dessa maneira, uma vez que já verificamos que o socialismo não-democrático é


perfeitamente possível, a questão importante é saber agora de que maneira o
socialismo pode utilizar o método democrático, caso resolva adotá-lo. (p. 355-356)

Ou melhor, podem estar tão distantes da atmosfera de conflito político que não terão
de revelar outra ineficiência senão aquela vinculação à palavra burocracia. E mesmo
essa eficiência pode ser reduzida de maneira considerável graças a uma
concentração certa de responsabilidades sobre certos indivíduos e por um sistema
de bem escolhidos incentivos e penalidades, entre os quais serão as mais
importantes as normas de nomeação e promoção. Os socialistas sérios, quando não
estão cabalando votos e se encontram em estado de sensatez, sempre perceberam
a existência desse problema e também que a democracia não constitui solução para
ele. (p. 356)

Frisamos acima que não se pode esperar que a democracia funcione


satisfatoriamente a menos que a vasta maioria do povo, em todas as classes, esteja
resolvida a observar as regras do jogo democrático e que essa observância, por seu
turno, signifique que todos concordam basicamente sobre os princípios
fundamentais da estrutura institucional. Atualmente, a última condição não está
sendo cumprida. Um número tão grande de pessoas já perdeu, e tantas outras
perderão, a lealdade aos padrões da sociedade capitalista que, por este motivo
apenas, a democracia está obrigada a funcionar com dificuldades cada vez maiores.
Na fase por nós imaginada, todavia, o socialismo pode eliminar essa falha. Será,
talvez, capaz de restabelecer a unanimidade de pontos-de-vista e reparar as falhas
no tecido social. Caso o consiga, então, os antagonismos restantes serão
exatamente do tipo que o método democrático está bem capacitado a solucionar. (p.
358-359)
[...] As relações entre a agricultura e a indústria, entre pequenas e grandes
indústrias, entre produtores e consumidores de aço, entre as indústrias
protecionistas e os exportadores deixarão de ser (ou podem deixar de ser) questões
políticas que são hoje resolvidas pelo peso relativo de grupos de pressão, e se
tornarão problemas técnicos, que serão examinados imparcialmente por
especialistas e terão uma solução consentânea. Embora possa ser utópico esperar
que não haja interesses econômicos diferentes ou conflitos entre eles, e ainda mais
utópico esperar que não haja problemas econômicos que causem divergência de
opinião, há bons motivos para se esperar que o número total de assuntos
controversos diminua, quando comparados com o que eram no caso do capitalismo
intato (p. 359)

Até agora, o socialismo se apresenta sob uma luz muito favorável. Pode-se
argumentar, todavia, que essa vantagem pode ser facilmente contrabalançada pela
importância e possibilidade dos desvios possíveis. [...] Afinal de contas, a
administração eficiente da economia socialista significa não apenas a ditadura do
proletariado na fábrica, mas também sobre o proletariado. Os homens que são
mantidos sob jugo tão disciplinado seriam, é verdade, os soberanos nas eleições.
Mas, da mesma maneira que podem usar essa soberania para relaxar a disciplina
na fábrica, assim também o governo (precisamente o governo que se preocupa com
o futuro da nação) pode aproveitar-se dessa disciplina para restringir a soberania.
Por questão de necessidade prática, a democracia socialista pode eventualmente
tornar-se logro maior do que foi até hoje a democracia capitalista. (p. 359-360)

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