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INTRODUCCIÓN.
La UD estudia la evolución histórica de la España islámica, conocida como Al-Andalus, entre 711 y
1492, sobre todo la gran época del emirato independiente y del califato omeya de Córdoba. Se
expone su estructura política, social y económica, en especial la omeya, la más perfeccionada, y la
cultura y el arte de todo este largo periodo.
La importancia del tema se fundamenta en que ocho siglos de historia de España están
determinados por la influencia del Islam, que pervivió incluso más tiempo en múltiples aspectos en
la España de la Reconquista, desde la cultura y el arte, la propiedad territorial y el urbanismo, la
estructura social y política.
Un resumen.
La invasión islámica de 711 fue un hito fundamental que marcó la historia de España. Al-
Andalus es el término usado por los árabes en la Edad Media para designar la España musulmana; se
relaciona con los vándalos y aparece muy temprano en los textos, ya en 716.
La evolución de Al-Andalus estuvo sujeta a constantes luchas internas y externas, e influyó
en los reinos cristianos del norte de España y a través de estos en Europa. Podemos diferenciar dos
grandes periodos, a lo largo de ocho siglos: el primero, hasta el siglo XI, es de predominio islámico; el
segundo, hasta el siglo XV, es de predominio cristiano.
1. LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA.
1.1. LA CONQUISTA ISLÁMICA.
La crisis de la España visigoda.
La España visigoda en 711 estaba sumida en una profunda crisis social y política, lo que explica la
debilidad de la resistencia visigoda a la invasión.
En lo social el Sur romanizado, con una economía relativamente próspera y una sociedad urbana,
contrastaba con el Norte bárbaro, con una economía pobre y una sociedad rural. Visigodos,
hispanorromanos y judíos estaban enfrentados. La masa de la población estaba sometida a
servidumbre o esclavitud. La contumaz nobleza visigoda se rebelaba contra los sucesivos reyes, lo
que forjaba un proceso de rápida feudalización fragmentadora del poder.
En cuanto a la crisis política, a la muerte del rey Vitiza (710), el pretendiente Rodrigo, duque de la
Bética, consiguió el apoyo de parte de la nobleza para desposeer a Akila, el hijo menor de Vitiza, y a
partir de entonces, Akila y sus hermanos Olmundo y Ardabasto, y su tío Oppas, conspiraron contra
Rodrigo. Cuando llegó la gran invasión en 711, el rey Rodrigo (710-711) luchaba contra una rebelión
vascona en Pamplona.
La invasión.
Ya en 710 una expedición de 400 musulmanes al mando del bereber Tarik había demostrado la
debilidad visigoda y las grandes posibilidades de ganar botín. El mismo año otra expedición naval
saqueó las Baleares, una posesión bizantina muy alejada de sus bases y sin guarniciones suficientes.
Al morir Vitiza en 710, el conflicto dinástico entre su sucesor Rodrigo y el pretendiente Akila provocó
que este pidiera ayuda a los musulmanes. Musa tenía interés en enviar a los violentos bereberes a la
Península para librarse de ellos y estos querían el botín para compensar la ruina en que les había
sumido la reciente guerra.
El general Tarik consiguió que le facilitara el paso del estrecho de Gibraltar el conde Julián, que tal
vez fuera el gobernador bizantino de Ceuta, pero que según las fuentes árabes era un godo
gobernador de Cádiz (Gadeyra o Al-hadayra), posiblemente con la responsabilidad de la seguridad
en el estrecho. Tarik llevó a Algeciras en abril del 711 un ejército de unos 7.000 hombres, la mayoría
bereberes a caballo, que vencieron sin dificultades a Rodrigo en la batalla del río Guadalete (julio de
711). El ejército visigodo había llegado apresuradamente del norte y estaba compuesto en gran
parte por siervos mal entrenados y poco disciplinados, y además Tarik contó con el apoyo de los
vitizanos partidarios de Akila, que formaban las alas del ejército visigodo y abandonaron al rey en
plena batalla. Rodrigo parece que murió en el combate, aunque algunas fuentes señalan su muerte
años después en un combate cerca del Duero.
La conquista.
Acto seguido, los invasores emprendieron la sistemática conquista de la Península, dirigidos por
Tarik y el gobernador de África, Musa, llegado muy pronto con su hijo Abd-al-Aziz y grandes
refuerzos, con los que el ejército musulmán ascendió hasta 18.000 hombres. Los vitizanos, que
todavía esperaban que los musulmanes se retirasen pronto con su botín para después devolver el
trono a Akila, y los judíos, abrieron las ciudades a los invasores, salvo en Mérida, ocupada en 713
tras un largo asedio.
Akila, mientras tanto, creó un reino godo vasallo en el Levante, desde Valencia hasta la Septimania,
pero hacia 720 pactó con los musulmanes quedarse con unas tierras a cambio de su abdicación.
Hacia 714-716 la lucha militar ya había concluido, excepto en los refugios inaccesibles del Norte,
demasiado pobre para interesar a los nuevos señores. Un pequeño reino visigodo sobrevivió apenas
unos años entre Cataluña y la Narbonense.
Los musulmanes fueron recibidos sin resistencia por el campesinado, los artesanos y comerciantes
de las ciudades, y los judíos, en suma por todos los oprimidos por los visigodos y que esperaban
mejorar su condición. Muchos nobles visigodos, como Todmir (Teodomiro) en Murcia, no huyeron
sino que pactaron mantenerse en sus territorios a cambio de sumisión política y ofrecer pagar
impuestos y dar apoyo militar, y la mayoría de los nobles se convirtieron muy pronto al Islam: por
ejemplo, los Banu Quasi, que serían casi independientes en Tudela durante los siglos VIII y IX, eran
nobles visigodos conversos.
Abd-al-Rahman I.
Abd-al-Rahman I (756-788) fue independiente en lo político de Bagdad, pero fiel a este en los temas
religiosos, por lo que se limitó a titularse emir (príncipe).
Se apoyó sobre todo en la aristocracia siria quraysí y los clientes árabes de los omeyas. Formó un
ejército de mercenarios y luchó contra numerosas rebeliones de cristianos, yemeníes y bereberes, y
rechazó los intentos abasíes de recuperar Al-Andalus. Fue el promotor de las primeras obras de la
gran mezquita de Córdoba.
En su tiempo Carlomagno intervino para crear una Marca Hispánica al norte del Ebro y apoyar las
revueltas de los gobernadores fronterizos. Conquistó Gerona (785), pero fue derrotado en
Roncesvalles (787) por los hispanos del norte, que también aprovecharon la debilidad omeya para
avanzar hacia el sur.
Mapa del emirato de Córdoba en los siglos VIII-IX.
Hisam I.
Le sucedió Hisam I (788-796), tras una guerra civil con su hermano Sulaiman. Guerreó contra los
cristianos y saqueó Oviedo. Adoptó la tradición de la escuela jurídica malikí, muy conservadora.
Al-Hakam I.
Al-Hakam I (796-822) hizo frente a numerosas rebeliones, como la del arrabal de Córdoba en 818,
tras la cual numerosos rebeldes fueron exiliados a Fez y otros conquistaron la isla de Creta, y la
revuelta de Toledo, reprimida en la famosa jornada del foso. Controló más estrechamente el valle
del Ebro, donde se habían rebelado los muladíes Bani Qasi.
Los cristianos se aprovecharon del desorden y avanzaron: Pamplona se independizó (799), los
asturianos tomaron Compostela (800) y los francos se apoderaron de Barcelona (801).
Abd-al-Rahman II.
Abd-al-Rahman II (822-852), ante la inestabilidad política de su reino, reorganizó la administración y
prosiguió la lucha contra los rebeldes mozárabes, muladíes y bereberes, así como de las ciudades de
Mérida, Toledo y los ataques de los cristianos del Norte. Asimismo repelió un feroz ataque
normando a Sevilla (844). En su tiempo surgió la crisis religiosa de los mártires mozárabes (850-862).
Protegió las letras y las artes, completando la primera ampliación de la mezquita de Córdoba.
La crisis de la segunda mitad del siglo IX: Muhammad I, Al-Mundir y Abd Allah.
Sus sucesores, Muhammad I (852-66), Al-Mundir (866-888) y, Abd Allah (888-912) padecieron
numerosas y largas revueltas de los muladíes en las marcas fronterizas, sobre todo en Zaragoza (los
Banu Qasi), Mérida (Ibn Marwan), Toledo (en varias ocasiones), Sevilla (se independizó brevemente
en 890) y numerosas ciudades, así como de los mozárabes en Andalucía, dirigidos por Ibn Hafsun.
El país casi se desintegró durante varios decenios en pequeños territorios cuasi independientes,
mientras la presión cristiana ocupaba el lado norte del río Duero.
El único éxito destacable fue la conquista de las Baleares (902).
Al-Hakam II.
Al Hakam II (961-976) era un califa muy culto, que reunió en Córdoba la mayor biblioteca de
Occidente. Su poder se expandió por el norte de África, lo que favoreció una masiva inmigración
bereber. En conjunto fue un gobierno de paz y prosperidad, simbolizada en la bellísima segunda
ampliación de la mezquita de Córdoba.
Hisam II y Almanzor.
Hisam II (976-1009) fue, por el contrario, un califa débil, sometido a la autoridad del favorito, el
hayib (primer ministro) Ibn Abi Amir, llamado Al-Mansur (en castellano Almanzor, el Victorioso)
desde 978, que construyó la ciudad palaciega de Medina al-Zahira desde 979 y reorganizó el Estado
para hacer la guerra: sus 53 campañas contra los cristianos le dieron un gran prestigio. Saqueó entre
otras ciudades Zamora (981), Barcelona (985), León (988) y Santiago (997). Murió en Medinaceli tras
la indecisa batalla de Catalañazor (1002). Pero la política belicista no había logrado aumentar el
territorio y agotó fiscalmente al Estado, aumentando demasiado la importancia del ejército
mercenario de bereberes y eslavos. Estos factores negativos prepararon la crisis que llegó poco
después.
La crisis final.
A la muerte de Almanzor en 1002 sus dos hijos le sucedieron como visires, primero Abd-al-Malik,
que siguió sus triunfales campañas, y después Abd-al-Rahman Sanchuelo, que asesinó (1008) a su
hermano y consiguió que el califa le nombrase sucesor al trono, lo que concitó la rebelión de los
nobles omeyas, que le asesinaron. Estalló una larga guerra civil (1009-1031), sucediéndose hasta
siete califas omeyas tres bereberes de la tribu hamudí, que sustituyeron al abdicado Hisam II,
juguete de intrigas entre todos los bandos y que murió en fecha incierta. A la muerte del último
califa, Hisam III (1029-1031), se abolió el califato y se consolidó la división del país en 1031. Las
ciudades palaciegas de Medina al-Zahara y Medina al-Zahira fueron destruidas en esta época por los
bereberes.
El reino dominante fue el de Sevilla, dirigido por Al-Mutadid y su hijo, el culto Al-Mutamid, hasta su
deposición por los almorávides en 1091. La mayoría fueron reinos prósperos y de gran nivel cultural,
que imitaron la estructura política de Córdoba aunque nunca se otorgaron la dignidad califal, pero su
división y la falta de otra legitimidad que la militar les llevó a sufrir constantes guerras civiles y entre
sí por alcanzar el predominio, lo que favoreció la expansión castellana desde el Norte, dirigida sobre
todo por el rey castellano-leonés Alfonso VI, que conquistó Toledo en 1085 e impuso cuantiosos
tributos a los musulmanes, las parias, a fin de mantener una precaria paz.
1.10. GRANADA.
Granada, desde su constitución como reino en 1238, se convirtió en el último y esplendoroso refugio
de todos los musulmanes que huían de las tierras conquistadas por los cristianos. Se mantuvo
independiente hasta 1492 gracias, al principio, a la aceptación de un vasallaje que incluía el pago de
tributos y prestar ayuda militar a Castilla, aunque hubo esporádicas alianzas con los benimerines con
el fin de dominar el estrecho de Gibraltar. La derrota del Salado (1340) puso punto final a estas
pretensiones y a su alianza con los benimerines, adoptando desde entonces una política de
aislamiento, que se benefició además de la crisis castellana entre 1348 y 1476 para sobrevivir sin
graves pérdidas territoriales.
Se calcula que en los 30.000 km² que tenía el reino granadino vivían unos 700.000 habitantes.
Debido a la relativa gran densidad de población y la proximidad de África, Granada se transformó en
un gran mercado y en puerta de entrada de los productos orientales en Europa y especialmente del
oro procedente del Sudán. Los genoveses controlaban su comercio exterior, que pasó sobre todo
por el puerto de Málaga.
El reino sufrió empero luchas intestinas, debido al poder de la nobleza territorial, y esto debilitó su
poder militar y precipitó el final en el reinado de Abulhasán, quien padeció la división del reino en
dos bandos, los zegríes y los abencerrajes, dirigidos respectivamente por su hijo Boabdil y su
hermano El Zagal. En 1478 la guerra con los reyes de Castilla y Aragón, el matrimonio de Isabel I y
Fernando IV, estalló cuando los granadinos se negaron a pagar el tributo y tomaron Zahara, donde
pasaron a cuchillo a la población cristiana. Los cristianos reaccionaron tomando Alhama en el centro
del reino, lo que desencadenó una revuelta en Granada, que elevó al trono a Boabdil, en áspera
lucha con su tío El Zagal.
La guerra fue larga (1482-1492) y difícil. La primera fase (1482-1483) consistió en simples guerrillas y
golpes de mano. La segunda fase fue mucho más metódica en la toma de las ciudades mediante
sitios con abundante artillería, y se aisló progresivamente la capital con la toma de Málaga (1487),
Almería (1489), hasta llegar al largo asedio de Granada (1489-1492), con cuya caída terminó en 1492
la conquista del último reducto musulmán en la Península. Los musulmanes lograron en la rendición
un acuerdo de respeto de su religión y cultura, que a la larga no fue cumplido, pues en 1502 Cisneros
les obligó a convertirse o partir al exilio, naciendo entonces el problema de los moriscos, los
musulmanes convertidos exteriormente al cristianismo pero que conservaban su religión, lengua y
costumbres.
La administración.
Los altos cargos eran nombrados por el emir o califa.
El hayib era el primer ministro y los wasir eran los ministros (visires). Las provincias tienen sus valíes
(gobernadores) y había marcas militares gobernadas por caídes (generales). También se llamaba
cadíes a los jueces y administradores de las ciudades. Los cargos locales de provincias y ciudades a
menudo se rebelaron en situaciones de crisis y consiguieron la independencia, como ocurrió con los
reinos Taifas.
La Hacienda.
La Hacienda se nutría del diezmo (limosna) de los musulmanes, y sobre las poblaciones cristiana y
judía (hasta su conversión) los impuestos personal (yizya), territorial sobre la propiedad (jaray),
sobre el ganado y los mercados (gabala). Al final estos impuestos se extendieron sobre toda la
población, al disminuir las rentas por la conversión de la mayoría de los cristianos. Además había las
rentas de las propiedades del emir y el botín de las campañas (ganima).
El ejército y la marina.
El ejército era numeroso. Se distinguía el servicio voluntario para las guerras santas (muy poco
organizado y entrenado, su valor militar era escaso), un pequeño ejército profesional destacado en
las fortalezas de la frontera y el ejército acantonado en Córdoba, formado por los mercenarios
cristianos, eslavos y bereberes, que eran el verdadero núcleo del ejército de campaña con Almanzor
y serían la perdición del califato a principios del siglo XI. El papel de los mercenarios creció más en
los siguientes.
La marina comenzó a formarse con Abd-al-Rahman II para combatir a los piratas normandos, y
alcanzó su cenit en el siglo X con Abd-al-Rahman III, contando con puertos en Almería, Algeciras,
Sevilla, Denia y Tortosa.
El poder religioso.
Los omeyas se apoyaron en la secta malakí, de credo ortodoxo y puritano, para oponerse al califato
abasí, más tolerante. La organización poco jerárquica del sacerdocio musulmán y la multiplicidad de
sectas, la mayoría radicales, favoreció la división interna de Al-Andalus.
3. SOCIEDAD.
Nuevamente el modelo del periodo omeya es representativo de todo el periodo.
3.1. LA POBLACIÓN.
La población era de unos 7 millones de habitantes en el periodo más próspero, en el siglo X,
concentrada en los valles del Guadalquivir y Ebro, siendo las Mesetas zonas bastante despobladas,
especialmente la submeseta norte. En contraste, los reinos cristianos, todos juntos, no debían tener
más de medio millón de habitantes.
3.2. LA SOCIEDAD.
La estructura étnica.
El pueblo musulmán (al amma) reúne a todos los adeptos al Islam, sin establecer diferencias étnicas
y sociales, pero en la práctica hay una rígida separación.
La minoría árabe, organizada en tribus, se estableció en los latifundios del valle del Guadalquivir y
dominaba el poder político.
Los bereberes integraban la mayoría de los invasores y se establecieron en la Meseta como
ganaderos y como mercenarios en el ejército. Llegó una masiva emigración bereber en el siglo X.
Los eslavos y otros grupos minoritarios, llegados como esclavos y a menudo liberados después,
ocuparon importantes cargos en el ejército y la administración. En cambio, los esclavos negros
libertos no consiguieron progresar, aunque eran importantes demográficamente en algunas zonas
como Huelva.
Los hispanovisigodos eran la inmensa mayoría, aunque divididos en conversos al Islam (muladíes,
mawlas o maulas) y cristianos (mozárabes).
La estructura religiosa.
La división en tres religiones irreconciliables en el fondo marcó el desarrollo de la sociedad de Al-
Andalus. Los primeros siglos fueron de aceptable convivencia, rota desde el siglo XI. En 863, bajo
Muhammad I, llegó a celebrarse un concilio conjunto de las tres religiones.
Los musulmanes se dividían entre la minoría de origen árabe y los conversos (los bereberes y los
muladíes hispanovisigodos). En general trataron a los cristianos y los judíos con gran respeto durante
los primeros siglos, pues eran “gente del Libro” (la Biblia), pero el fanatismo creció a partir del siglo
XI, con la llegada de los radicales almorávides y almohades, y se perdió la tradición de tolerancia.
Los judíos eran numerosos, sobre todo en las ciudades (Toledo, Córdoba, Sevilla, Granada, Lucena,
Zaragoza, Palma de Mallorca), y desempeñaban oficios liberales, de artesanía, comercio, finanzas...
Ocuparon importantes cargos durante los periodos del Califato y los Taifas, pero sufrieron
persecuciones religiosas también desde el siglo XI, por el fanatismo de los almorávides y almohades,
por lo que la mayoría emigró a la España cristiana.
Los hispanovisigodos se dividieron en dos grupos, de acuerdo a su religión. El grupo mayoritario al
final fue el de los muladíes. Los mozárabes fueron bien tratados en general, salvo cuando hacían
proselitismo en público, lo que provocó algunos martirios. Mantuvieron su fe cristiana, sus leyes y
costumbres; pagaban un impuesto personal (yizya) y un tributo territorial (jaray). Muchos se
islamizaron en costumbres y lengua, un primer paso hacia su posterior conversión al Islam.
En los territorios reconquistados por los cristianos los musulmanes se quedaron a menudo como una
población dominada, formando los mudéjares, más tarde llamados moriscos. Al principio los reinos
cristianos les respetaron, pero creció la intolerancia y acabaron concentrándose en Valencia y
Aragón, dedicados sobre todo a trabajos agrícolas, artesanales y de albañilería.
La estructura social.
La aristocracia (jassa) era el pilar de la dinastía omeya y se reservaba los mejores puestos de la
administración civil y militar, así como el comercio y la explotación de las mejores tierras, sin pagar
impuestos.
La burguesía urbana estaba formada por comerciantes, artesanos, funcionarios... Muchos eran
judíos, eslavos y mozárabes.
La plebe urbana era la mano de obra y estaba formada por campesinos emigrados, tanto muladíes
como mozárabes.
El campesinado era el grupo mayoritario, dedicado a la agricultura, sobre todo los muladíes y
mozárabes, y a la ganadería lanar y caprina, en especial los pastores bereberes.
Los esclavos tenían una condición social bastante aceptable porque podían manumitirse si se
convertían al Islam. Eran la base del poder militar del califa y los provenientes de Rusia (eslavos, de
donde viene la palabra esclavo) llegaron a fundar reinos de Taifas en Valencia y Denia (que incluía
Mallorca).
4. ECONOMÍA.
Evolución.
Hay tres etapas en la historia economía:
1) Una autarquía agraria, del 711 al 830, marcada por la ocupación de los latifundios
hispanovisigodos.
2) Un desarrollo de la economía comercial-monetaria, hasta el 1000, salvo depresiones (880-
925) ocasionadas por la interrupción de la ruta del Sudán.
3) Una etapa de decadencia, desde el 1000. Los pagos de las parias a los reinos cristianos y el
posterior dominio de los almorávides y almohades interrumpió la prosperidad, recuperada al final en
el pequeño reino de Granada.
4.3. LA ARTESANÍA.
La artesanía era de una calidad excelente, especialmente en telas, curtidos en piel y cerámica. La
fama de las telas cordobesas y granadinas era reconocida y apreciada por todo el mundo islámico. La
industria naval (Almería) y de armas (Toledo) era muy próspera.
El sistema monetario omeya, un bimetalismo de dinares de oro y dírhems de plata, se difundió por la
España cristiana y por Europa, e incluso la reforma monetaria de Carlomagno en 780 se basó en el
dirhem cordobés. Abd-al-Rahman II se vio obligado a acuñar feluses de bronce, lo que provocó una
fuerte inflación, pero la salud monetaria se recuperó en época de Abd-al-Rahman III, que promulgó
su monopolio de la acuñación al principio de su emirato en 912, con un bimetalismo de los dinares
de oro y los dirhems de plata, con una relación 1/10, y suprimió los feluses.
Perduró este sistema hasta el siglo XIII, cuando la ruta del Sudán se desvió en parte hacia Egipto y en
parte hacia Portugal y Genova, lo que disminuyó el suministro de oro.
5. CULTURA.
5.1. LITERATURA.
Destaca, como en todo el Islam, la poesía, que pronto se arabizó por completo al difundirse la lengua
árabe y el Islam entre la población autóctona. Pero se conservó la lengua romance, hablada por gran
parte de la población mozárabe y muladí.
Las influencias literarias predominantes eran la cristiana y la oriental (el cantor bagdadí Ziryab
introdujo la moda abasí en época de Abd-al-Rahman II). Las bibliotecas de Córdoba eran famosas. En
la época califal el amor por los libros y la cultura elitista llegó a su esplendor, con la biblioteca de Al
Hakam II y su círculo de intelectuales, casi todos poetas, Al-Gazal, Ibn Darray, Ibn Hayyam, Ibn
Suhayd e Ibn Hazm, autor del célebre El Collar de la Paloma, un poema-tratado del amor. Entre los
historiadores destacan Ahmad al-Razi, con Crónica del moro Rasís, y Al-Jusaní, con Historia de los
jueces de Córdoba.
5.2. FILOSOFÍA.
La ortodoxia de la secta de los malakíes explica que la filosofía apenas se desarrollará en la época
omeya. Pero a partir del siglo XI se difundió con fuerza. Destacan Ibn Musarra y, sobre todo,
Averroes (Córdoba, 1126-Marraquech, 1198), que fue médico (discípulo de Abentofail), astrónomo,
jurista y filósofo; concilió la teología islámica con la filosofía aristotélica en Comentarios a Aristóteles
y otras obras, e influyó mucho en Europa; como médico escribió las Generalidades.
El filósofo judío Maimónides (Córdoba, 1135-El Cairo, 1204), tuvo que abandonar la península por la
intransigencia religiosa de los almohades. Escribió la Guía de los perplejos, conciliando la filosofía de
Aristóteles, los neoplatónicos griegos y árabes y la religión judía. Se dedicó a la medicina, llegó a ser
médico de la corte de Saladino y redactó numerosos tratados de ciencia médica, destacando
Aforismos y Tratado de dietética e higiene.
5.3. CIENCIAS.
Fue extraordinario el desarrollo científico: medicina, álgebra, astronomía (Tablas Toledanas de
Azarquiel), agricultura (Libro de agricultura de Ibn Wafid)... Las fuentes fueron las traducciones del
griego y la experimentación.
Medicina.
Destacan Abentofail, Abulcasim (autor de la Cirugía), Aban Choco, Al-Zarahwi. Médicos y los filósofos
Averroes y Maimónides. La mayoría de los médicos eran judíos.
Álgebra.
Las matemáticas sufrieron la oposición religiosa de los juristas ortodoxos de Córdoba. Destacan Ibn
Nasar (Libro de las dimensiones desconocidas), Maslama ibn Al-Kasim y Abderramán Ibn Ismail (un
compendio del Organon de Aristóteles).
6. ARTE.
El arte islámico es de procedencia oriental, aunque en Al-Andalus está marcado por las influencias
visigodas, como el arco de herradura, y romanas. Debido a las creencias religiosas contrarias a la
figuración tuvieron escasa importancia las artes plásticas de la pintura y la escultura, pero en cambio
destacan las artes decorativas, en las que predomina la decoración geométrica (alicatado), vegetal
(ataurique) y escrita (cúfica).
El urbanismo es típico del Islam, de trazado irregular y espacios intimistas. La arquitectura es el arte
más importante y se concentra en mezquitas y palacios, con elementos característicos de Al-
Andalus: columna, arco de herradura, bóveda de arista, cúpula. Los materiales son pobres. Destacan
los jardines y patios con estanques.