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caso 1: etapas finales del dominio musulman en españa

INTRODUCCIÓN.
La UD estudia la evolución histórica de la España islámica, conocida como Al-Andalus, entre 711 y
1492, sobre todo la gran época del emirato independiente y del califato omeya de Córdoba. Se
expone su estructura política, social y económica, en especial la omeya, la más perfeccionada, y la
cultura y el arte de todo este largo periodo.
La importancia del tema se fundamenta en que ocho siglos de historia de España están
determinados por la influencia del Islam, que pervivió incluso más tiempo en múltiples aspectos en
la España de la Reconquista, desde la cultura y el arte, la propiedad territorial y el urbanismo, la
estructura social y política.

Al-Andalus en 790, 900, 1150 y 1479.

Un resumen.
La invasión islámica de 711 fue un hito fundamental que marcó la historia de España. Al-
Andalus es el término usado por los árabes en la Edad Media para designar la España musulmana; se
relaciona con los vándalos y aparece muy temprano en los textos, ya en 716.
La evolución de Al-Andalus estuvo sujeta a constantes luchas internas y externas, e influyó
en los reinos cristianos del norte de España y a través de estos en Europa. Podemos diferenciar dos
grandes periodos, a lo largo de ocho siglos: el primero, hasta el siglo XI, es de predominio islámico; el
segundo, hasta el siglo XV, es de predominio cristiano.

1. LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA.
1.1. LA CONQUISTA ISLÁMICA.
La crisis de la España visigoda.
La España visigoda en 711 estaba sumida en una profunda crisis social y política, lo que explica la
debilidad de la resistencia visigoda a la invasión.
En lo social el Sur romanizado, con una economía relativamente próspera y una sociedad urbana,
contrastaba con el Norte bárbaro, con una economía pobre y una sociedad rural. Visigodos,
hispanorromanos y judíos estaban enfrentados. La masa de la población estaba sometida a
servidumbre o esclavitud. La contumaz nobleza visigoda se rebelaba contra los sucesivos reyes, lo
que forjaba un proceso de rápida feudalización fragmentadora del poder.
En cuanto a la crisis política, a la muerte del rey Vitiza (710), el pretendiente Rodrigo, duque de la
Bética, consiguió el apoyo de parte de la nobleza para desposeer a Akila, el hijo menor de Vitiza, y a
partir de entonces, Akila y sus hermanos Olmundo y Ardabasto, y su tío Oppas, conspiraron contra
Rodrigo. Cuando llegó la gran invasión en 711, el rey Rodrigo (710-711) luchaba contra una rebelión
vascona en Pamplona.

El mundo islámico en el momento de la conquista.


El califato omeya estaba por entonces en un periodo de expansión hacia Occidente. Los omeyas
habían lanzado fuertes contingentes de beduinos árabes a la conquista del Magreb, que fue muy
dura y lenta (30 años) por la resistencia de las tribus bereberes hasta que fueron dominadas por el
gobernador Musa ibn Nusayr en 709. Estaba disponible un fuerte ejército, henchido de triunfos,
tentado de proseguir su avance, nutrido por los veteranos árabes y ahora también por los bereberes
recién sometidos.

Mapa de la expansión del Islam.

La invasión.
Ya en 710 una expedición de 400 musulmanes al mando del bereber Tarik había demostrado la
debilidad visigoda y las grandes posibilidades de ganar botín. El mismo año otra expedición naval
saqueó las Baleares, una posesión bizantina muy alejada de sus bases y sin guarniciones suficientes.
Al morir Vitiza en 710, el conflicto dinástico entre su sucesor Rodrigo y el pretendiente Akila provocó
que este pidiera ayuda a los musulmanes. Musa tenía interés en enviar a los violentos bereberes a la
Península para librarse de ellos y estos querían el botín para compensar la ruina en que les había
sumido la reciente guerra.
El general Tarik consiguió que le facilitara el paso del estrecho de Gibraltar el conde Julián, que tal
vez fuera el gobernador bizantino de Ceuta, pero que según las fuentes árabes era un godo
gobernador de Cádiz (Gadeyra o Al-hadayra), posiblemente con la responsabilidad de la seguridad
en el estrecho. Tarik llevó a Algeciras en abril del 711 un ejército de unos 7.000 hombres, la mayoría
bereberes a caballo, que vencieron sin dificultades a Rodrigo en la batalla del río Guadalete (julio de
711). El ejército visigodo había llegado apresuradamente del norte y estaba compuesto en gran
parte por siervos mal entrenados y poco disciplinados, y además Tarik contó con el apoyo de los
vitizanos partidarios de Akila, que formaban las alas del ejército visigodo y abandonaron al rey en
plena batalla. Rodrigo parece que murió en el combate, aunque algunas fuentes señalan su muerte
años después en un combate cerca del Duero.

La conquista.

Mapa de la conquista islámica de la Península Ibérica.

Acto seguido, los invasores emprendieron la sistemática conquista de la Península, dirigidos por
Tarik y el gobernador de África, Musa, llegado muy pronto con su hijo Abd-al-Aziz y grandes
refuerzos, con los que el ejército musulmán ascendió hasta 18.000 hombres. Los vitizanos, que
todavía esperaban que los musulmanes se retirasen pronto con su botín para después devolver el
trono a Akila, y los judíos, abrieron las ciudades a los invasores, salvo en Mérida, ocupada en 713
tras un largo asedio.
Akila, mientras tanto, creó un reino godo vasallo en el Levante, desde Valencia hasta la Septimania,
pero hacia 720 pactó con los musulmanes quedarse con unas tierras a cambio de su abdicación.
Hacia 714-716 la lucha militar ya había concluido, excepto en los refugios inaccesibles del Norte,
demasiado pobre para interesar a los nuevos señores. Un pequeño reino visigodo sobrevivió apenas
unos años entre Cataluña y la Narbonense.
Los musulmanes fueron recibidos sin resistencia por el campesinado, los artesanos y comerciantes
de las ciudades, y los judíos, en suma por todos los oprimidos por los visigodos y que esperaban
mejorar su condición. Muchos nobles visigodos, como Todmir (Teodomiro) en Murcia, no huyeron
sino que pactaron mantenerse en sus territorios a cambio de sumisión política y ofrecer pagar
impuestos y dar apoyo militar, y la mayoría de los nobles se convirtieron muy pronto al Islam: por
ejemplo, los Banu Quasi, que serían casi independientes en Tudela durante los siglos VIII y IX, eran
nobles visigodos conversos.

Las debilidades de la conquista.


La conquista, empero, sufría unas evidentes debilidades: la escasa población islámica para ocupar
tan amplio territorio, la nula implantación en las zonas montañosas sobre todo en el Norte, y las
enconadas luchas entre árabes y bereberes e incluso entre las distintas tribus de estas dos etnias.

El avance y el retroceso en Francia.


El impulso conquistador se extendió hacia Francia. Los ataques comenzaron muy pronto, en 717,
para eliminar a los últimos reyes godos, y saquearon el sur francés. Siguieron las expediciones en los
años siguientes, por los valles del Ródano y el Garona, hasta llegar al Loira. Se conquistó la
Narbonense y hacia 730 parecía que el débil reino merovingio sería el siguiente en caer, pero su
mayordomo (un cargo equivalente a ministro principal) Carlos Martel derrotó a los árabes en la
decisiva batalla de Poitiers (732), donde el emir Abd-al-Rahman al-Gafiqui murió junto a la mayoría
de sus jinetes, lo que detuvo el avance musulmán e inició su retroceso, además de servir de
legitimación a la futura dinastía carolingia, que daría un emperador tan famoso como Carlomagno,
nieto del vencedor de Poitiers.

1.2. EL EMIRATO DEPENDIENTE.


El periodo del Emirato Dependiente del Califato de Damasco dura desde 711 a 756. A Musa ibn
Nusayr le sucedió en 714 su hijo Abd-al-Aziz, que se casó con Egilona, viuda del rey Rodrigo.
Estableció numerosos tratados de capitulación con los terratenientes visigodos (Todmir en Murcia,
los Banu Quasi en Tudela y los hijos de Vitiza en otros territorios), en los que se les reconocieron sus
derechos de propiedad a cambio del pago de una contribución territorial (jaray). Fue asesinado
cuando, al parecer, planeaba independizarse.
Le sucedieron 20 gobernadores, dependientes del emirato africano de Kairúan y sólo a veces
nombrados por los califas de Damasco, a lo largo de cuarenta años, marcados por los constantes
conflictos internos. Las pocas tierras que quedaban para repartir entre los ocupantes árabes y
bereberes debido a los pactos con los nobles visigodos, y los conflictos étnicos explican las
frecuentes luchas intestinas, con numerosas rebeliones de cristianos, bereberes y árabes. Por
ejemplo, la gran revuelta bereber de 740 fue derrotada por los árabes con el apoyo de un ejército
sirio de 7.000 hombres mandado por el quraysí Baly.

1.3. EL EMIRATO INDEPENDIENTE DE CÓRDOBA.


El periodo del Emirato Independiente se extiende entre 756 y 929, cuando fue sustituido por el
califato omeya independiente.
Abd-al-Rahman (731-788), un descendiente de los omeyas de Damasco que habían sido
exterminados por los abasíes en 750, llegó a Almería (755) tras pasar grandes peligros, y acaudilló
una coalición de los descontentos bereberes, yemeníes y sirios contra el gobernador abasí Yusuf al-
Fihrí. Venció en Alameda, cerca de Córdoba, e instauró a los 25 años de edad el emirato omeya de
Córdoba, declarado oficialmente independiente en 773.

Abd-al-Rahman I.
Abd-al-Rahman I (756-788) fue independiente en lo político de Bagdad, pero fiel a este en los temas
religiosos, por lo que se limitó a titularse emir (príncipe).
Se apoyó sobre todo en la aristocracia siria quraysí y los clientes árabes de los omeyas. Formó un
ejército de mercenarios y luchó contra numerosas rebeliones de cristianos, yemeníes y bereberes, y
rechazó los intentos abasíes de recuperar Al-Andalus. Fue el promotor de las primeras obras de la
gran mezquita de Córdoba.
En su tiempo Carlomagno intervino para crear una Marca Hispánica al norte del Ebro y apoyar las
revueltas de los gobernadores fronterizos. Conquistó Gerona (785), pero fue derrotado en
Roncesvalles (787) por los hispanos del norte, que también aprovecharon la debilidad omeya para
avanzar hacia el sur.
Mapa del emirato de Córdoba en los siglos VIII-IX.

Hisam I.
Le sucedió Hisam I (788-796), tras una guerra civil con su hermano Sulaiman. Guerreó contra los
cristianos y saqueó Oviedo. Adoptó la tradición de la escuela jurídica malikí, muy conservadora.

Al-Hakam I.
Al-Hakam I (796-822) hizo frente a numerosas rebeliones, como la del arrabal de Córdoba en 818,
tras la cual numerosos rebeldes fueron exiliados a Fez y otros conquistaron la isla de Creta, y la
revuelta de Toledo, reprimida en la famosa jornada del foso. Controló más estrechamente el valle
del Ebro, donde se habían rebelado los muladíes Bani Qasi.
Los cristianos se aprovecharon del desorden y avanzaron: Pamplona se independizó (799), los
asturianos tomaron Compostela (800) y los francos se apoderaron de Barcelona (801).

Abd-al-Rahman II.
Abd-al-Rahman II (822-852), ante la inestabilidad política de su reino, reorganizó la administración y
prosiguió la lucha contra los rebeldes mozárabes, muladíes y bereberes, así como de las ciudades de
Mérida, Toledo y los ataques de los cristianos del Norte. Asimismo repelió un feroz ataque
normando a Sevilla (844). En su tiempo surgió la crisis religiosa de los mártires mozárabes (850-862).
Protegió las letras y las artes, completando la primera ampliación de la mezquita de Córdoba.

La crisis de la segunda mitad del siglo IX: Muhammad I, Al-Mundir y Abd Allah.
Sus sucesores, Muhammad I (852-66), Al-Mundir (866-888) y, Abd Allah (888-912) padecieron
numerosas y largas revueltas de los muladíes en las marcas fronterizas, sobre todo en Zaragoza (los
Banu Qasi), Mérida (Ibn Marwan), Toledo (en varias ocasiones), Sevilla (se independizó brevemente
en 890) y numerosas ciudades, así como de los mozárabes en Andalucía, dirigidos por Ibn Hafsun.
El país casi se desintegró durante varios decenios en pequeños territorios cuasi independientes,
mientras la presión cristiana ocupaba el lado norte del río Duero.
El único éxito destacable fue la conquista de las Baleares (902).

1.4. EL CALIFATO DE CÓRDOBA.


Abd-al-Rahman III.
En medio de la gravísima crisis apareció un salvador: el emir Abd-al-Rahman III (912-961) comenzó
su gobierno sobre un territorio reducido apenas a la capital. Los rebeldes dominaban el resto del
país y el emir emprendió duras campañas que extendieron su dominio por todo Al-Andalus, entre
916 y 932, tomando las plazas rebeldes de Bobastro (928), Badajoz (930) y Toledo (932), mientras
que en la lejana Marca Superior reconocía a los gobernadores semiindependientes de Zaragoza,
Tudela y Huesca, a cambio de que le prestaran servicios fiscales y militares.
Se proclamó califa en 929, independizándose así por completo de Bagdad al completar con un poder
religioso su previo poder político. La unidad interior le permitió entonces intervenir más activamente
en el exterior, para lo que creó una gran base naval en Almería e inició una política expansiva en el
norte de África, ocupando Melilla en 927, Ceuta en 931 y Tánger en 951, en lucha contra el imperio
fatimí que se había separado a su vez del califato de Bagdad. Los fatimíes replicaron con el saqueo
de Almería en 955 y limitando el dominio omeya a aquellas plazas citadas.
También luchó contra los reinos cristianos en las líneas fronterizas del Duero y los Pirineos. Venció
en las batallas de Valdejunquera (920) y Pamplona (924), aunque fue vencido en San Esteban de
Gormaz (917) y Simancas (939), e intervino en la política interna de León apoyando al pretendiente
Sancho I.
La reforma monetaria, basada en el bimetalismo (dinar de oro y dirhem de plata en una relación
1/10) y el comercio de oro con África a través de la ruta del Sudán, acrecentaron el desarrollo
económico y comercial y permitieron pagar la gravosa política centralizadora y militarista. Al-Andalus
era entonces una gran potencia del Mediterráneo Occidental.
Córdoba era la mayor ciudad de Europa Occidental, comparada con exageración por los escritores
islámicos incluso con Bagdad. La parte central estaba protegida por una muralla de 4 kilómetros de
longitud, con siete puertas. En sus 29 arrabales vivían entre 100.000 y 250.000 personas. Se amplió
el patio y se erigió el alminar de la mezquita, y se amplió el alcázar y se construyó la cercana ciudad-
palacio de Medina al-Zahara. Su escuela de medicina era la mejor de Europa.

Al-Hakam II.
Al Hakam II (961-976) era un califa muy culto, que reunió en Córdoba la mayor biblioteca de
Occidente. Su poder se expandió por el norte de África, lo que favoreció una masiva inmigración
bereber. En conjunto fue un gobierno de paz y prosperidad, simbolizada en la bellísima segunda
ampliación de la mezquita de Córdoba.

Hisam II y Almanzor.
Hisam II (976-1009) fue, por el contrario, un califa débil, sometido a la autoridad del favorito, el
hayib (primer ministro) Ibn Abi Amir, llamado Al-Mansur (en castellano Almanzor, el Victorioso)
desde 978, que construyó la ciudad palaciega de Medina al-Zahira desde 979 y reorganizó el Estado
para hacer la guerra: sus 53 campañas contra los cristianos le dieron un gran prestigio. Saqueó entre
otras ciudades Zamora (981), Barcelona (985), León (988) y Santiago (997). Murió en Medinaceli tras
la indecisa batalla de Catalañazor (1002). Pero la política belicista no había logrado aumentar el
territorio y agotó fiscalmente al Estado, aumentando demasiado la importancia del ejército
mercenario de bereberes y eslavos. Estos factores negativos prepararon la crisis que llegó poco
después.

Mapa del califato de Córdoba en 1002.

La crisis final.
A la muerte de Almanzor en 1002 sus dos hijos le sucedieron como visires, primero Abd-al-Malik,
que siguió sus triunfales campañas, y después Abd-al-Rahman Sanchuelo, que asesinó (1008) a su
hermano y consiguió que el califa le nombrase sucesor al trono, lo que concitó la rebelión de los
nobles omeyas, que le asesinaron. Estalló una larga guerra civil (1009-1031), sucediéndose hasta
siete califas omeyas tres bereberes de la tribu hamudí, que sustituyeron al abdicado Hisam II,
juguete de intrigas entre todos los bandos y que murió en fecha incierta. A la muerte del último
califa, Hisam III (1029-1031), se abolió el califato y se consolidó la división del país en 1031. Las
ciudades palaciegas de Medina al-Zahara y Medina al-Zahira fueron destruidas en esta época por los
bereberes.

1.5. LOS PRIMEROS TAIFAS.


El periodo de los primeros Taifas dura entre 1010 y 1094 aproximadamente.
Los árabes, bereberes y muladíes organizaron numerosos Estados, llamados Taifas (banderías o
divisiones), de los cuales destacaron por su extensión y duración los árabes de Sevilla y Zaragoza, los
bereberes de Granada, Toledo, Badajoz y Albarracín, los eslavos de Valencia (con una dinastía de
descendientes de Almanzor) y Denia (que comprendía las Baleares).

El reino dominante fue el de Sevilla, dirigido por Al-Mutadid y su hijo, el culto Al-Mutamid, hasta su
deposición por los almorávides en 1091. La mayoría fueron reinos prósperos y de gran nivel cultural,
que imitaron la estructura política de Córdoba aunque nunca se otorgaron la dignidad califal, pero su
división y la falta de otra legitimidad que la militar les llevó a sufrir constantes guerras civiles y entre
sí por alcanzar el predominio, lo que favoreció la expansión castellana desde el Norte, dirigida sobre
todo por el rey castellano-leonés Alfonso VI, que conquistó Toledo en 1085 e impuso cuantiosos
tributos a los musulmanes, las parias, a fin de mantener una precaria paz.

1.6. LOS ALMORÁVIDES.


La creciente amenaza cristiana provocó la intervención de los almorávides, un Estado del norte de
África muy radical religiosamente, que derrotaton a Alfonso VI en Zalaca (1086) y poco después
eliminaron a los primeros Taifas. Comenzaron unos años de rebeliones de la población musulmana
contra los nuevos señores bereberes y de luchas contra los cristianos. Pronto los almorávides
recibieron la influencia de Al-Andalus y perdieron su ardor bélico.

1.7. LOS SEGUNDOS TAIFAS.


La rebelión en el norte de África de los almohades, todavía más radicales, redujo pronto el
poder almorávide y permitió la aparición de los segundos reinos Taifas durante unos pocos años,
desde 1147 hasta 1172, en lucha contra los almohades que progresaban desde el sur. Destacaron los
núcleos de resistencia de Ibn Mardanis en Valencia, Ibn Hamusk en Murcia y, sobre todo, de los
almorávides Ibn Ganiya en las Baleares, que pervivieron desde 1146 hasta 1205 e incluso llegaron a
amenazar a los almohades en África.

1.8. LOS ALMOHADES.


Los almohades desembarcaron en Al-Andalus en 1150 y se apoderaron del país en la segunda mitad
del siglo XII, con el fin de combatir la ofensiva cristiana. Obtuvieron una gran victoria en Alarcos
(1195) pero los almohades también recibieron la influencia enervadora de Al-Andalus y comenzaron
su decadencia. La lucha entre Castilla, con Alfonso VII y VIII y los musulmanes se mantuvo empatada
hasta la gran batalla de las Navas de Tolosa (1212), en la que una cruzada aplastó definitivamente a
los almohades, que ya no se recuperaron.

1.9. LOS TERCEROS TAIFAS.


Entre 1214 y 1224 aparecieron los terceros reinos Taifas, entre los que destaca el de Granada bajo la
dinastía nazarí, iniciada en 1238 por Muhammad I en las actuales provincias de Almería, Granada y
Málaga, con el título de sultán, el estatus jurídico de los gobernantes nazaríes y no el de rey, un
término propiamente cristiano.
Otros Estados importantes fueron los de Valencia, Murcia y Sevilla, que al final se unieron con Ibn
Hud hasta su asesinato en 1238, pero sufrieron la rápida ofensiva cristiana, que los redujo en pocos
decenios. En 1225 Fernando III de Castilla (en 1230 también rey de León, en una unificación que será
definitiva) invadió Andalucía. Córdoba cayó en 1236 y Sevilla en 1248, mientras Granada fue
sometida a vasallaje. En el Levante Jaime I de Aragón conquistó las Baleares: Mallorca en 1229, Ibiza
en 1235 y Menorca se sometió a vasallaje hasta su conquista definitiva en 1284; y conquistó el
territorio de Valencia en 1232-1250, e incluso Murcia, aunque la entregó a Castilla poco después.
La lucha contra granadinos y benimerines continuó a intervalos hasta 1340, fecha de la victoria
cristiana del río Salado, y la posterior conquista de las plazas del estrecho de Gibraltar.

1.10. GRANADA.

Granada, desde su constitución como reino en 1238, se convirtió en el último y esplendoroso refugio
de todos los musulmanes que huían de las tierras conquistadas por los cristianos. Se mantuvo
independiente hasta 1492 gracias, al principio, a la aceptación de un vasallaje que incluía el pago de
tributos y prestar ayuda militar a Castilla, aunque hubo esporádicas alianzas con los benimerines con
el fin de dominar el estrecho de Gibraltar. La derrota del Salado (1340) puso punto final a estas
pretensiones y a su alianza con los benimerines, adoptando desde entonces una política de
aislamiento, que se benefició además de la crisis castellana entre 1348 y 1476 para sobrevivir sin
graves pérdidas territoriales.
Se calcula que en los 30.000 km² que tenía el reino granadino vivían unos 700.000 habitantes.
Debido a la relativa gran densidad de población y la proximidad de África, Granada se transformó en
un gran mercado y en puerta de entrada de los productos orientales en Europa y especialmente del
oro procedente del Sudán. Los genoveses controlaban su comercio exterior, que pasó sobre todo
por el puerto de Málaga.
El reino sufrió empero luchas intestinas, debido al poder de la nobleza territorial, y esto debilitó su
poder militar y precipitó el final en el reinado de Abulhasán, quien padeció la división del reino en
dos bandos, los zegríes y los abencerrajes, dirigidos respectivamente por su hijo Boabdil y su
hermano El Zagal. En 1478 la guerra con los reyes de Castilla y Aragón, el matrimonio de Isabel I y
Fernando IV, estalló cuando los granadinos se negaron a pagar el tributo y tomaron Zahara, donde
pasaron a cuchillo a la población cristiana. Los cristianos reaccionaron tomando Alhama en el centro
del reino, lo que desencadenó una revuelta en Granada, que elevó al trono a Boabdil, en áspera
lucha con su tío El Zagal.
La guerra fue larga (1482-1492) y difícil. La primera fase (1482-1483) consistió en simples guerrillas y
golpes de mano. La segunda fase fue mucho más metódica en la toma de las ciudades mediante
sitios con abundante artillería, y se aisló progresivamente la capital con la toma de Málaga (1487),
Almería (1489), hasta llegar al largo asedio de Granada (1489-1492), con cuya caída terminó en 1492
la conquista del último reducto musulmán en la Península. Los musulmanes lograron en la rendición
un acuerdo de respeto de su religión y cultura, que a la larga no fue cumplido, pues en 1502 Cisneros
les obligó a convertirse o partir al exilio, naciendo entonces el problema de los moriscos, los
musulmanes convertidos exteriormente al cristianismo pero que conservaban su religión, lengua y
costumbres.

2. ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA Y MILITAR.


Este capítulo estudia el modelo omeya, el más representativo de Al-Andalus.
Los emires y califas.
El emir Abd-Al-Rahman II fue el más importante reorganizador de la administración, implantando un
modelo de centralización del gobierno.
Los emires controlaban inicialmente el poder político y militar, pero no el religioso, que se reconocía
al califa de Bagdad. Pero desde que el emir Abd-Al-Rahman III se proclamó califa en 929, reunió el
poder político, militar y religioso, sólo mediatizado este por el Corán y la Tradición. No había un
orden sucesorio establecido, lo que provocó frecuentes guerras civiles y derrocamientos, y a la
postre favoreció el final de la dinastía omeya.

La administración.
Los altos cargos eran nombrados por el emir o califa.
El hayib era el primer ministro y los wasir eran los ministros (visires). Las provincias tienen sus valíes
(gobernadores) y había marcas militares gobernadas por caídes (generales). También se llamaba
cadíes a los jueces y administradores de las ciudades. Los cargos locales de provincias y ciudades a
menudo se rebelaron en situaciones de crisis y consiguieron la independencia, como ocurrió con los
reinos Taifas.

La Hacienda.
La Hacienda se nutría del diezmo (limosna) de los musulmanes, y sobre las poblaciones cristiana y
judía (hasta su conversión) los impuestos personal (yizya), territorial sobre la propiedad (jaray),
sobre el ganado y los mercados (gabala). Al final estos impuestos se extendieron sobre toda la
población, al disminuir las rentas por la conversión de la mayoría de los cristianos. Además había las
rentas de las propiedades del emir y el botín de las campañas (ganima).

El ejército y la marina.
El ejército era numeroso. Se distinguía el servicio voluntario para las guerras santas (muy poco
organizado y entrenado, su valor militar era escaso), un pequeño ejército profesional destacado en
las fortalezas de la frontera y el ejército acantonado en Córdoba, formado por los mercenarios
cristianos, eslavos y bereberes, que eran el verdadero núcleo del ejército de campaña con Almanzor
y serían la perdición del califato a principios del siglo XI. El papel de los mercenarios creció más en
los siguientes.
La marina comenzó a formarse con Abd-al-Rahman II para combatir a los piratas normandos, y
alcanzó su cenit en el siglo X con Abd-al-Rahman III, contando con puertos en Almería, Algeciras,
Sevilla, Denia y Tortosa.

El poder religioso.
Los omeyas se apoyaron en la secta malakí, de credo ortodoxo y puritano, para oponerse al califato
abasí, más tolerante. La organización poco jerárquica del sacerdocio musulmán y la multiplicidad de
sectas, la mayoría radicales, favoreció la división interna de Al-Andalus.

3. SOCIEDAD.
Nuevamente el modelo del periodo omeya es representativo de todo el periodo.

3.1. LA POBLACIÓN.
La población era de unos 7 millones de habitantes en el periodo más próspero, en el siglo X,
concentrada en los valles del Guadalquivir y Ebro, siendo las Mesetas zonas bastante despobladas,
especialmente la submeseta norte. En contraste, los reinos cristianos, todos juntos, no debían tener
más de medio millón de habitantes.

3.2. LA SOCIEDAD.

La estructura étnica.

El pueblo musulmán (al amma) reúne a todos los adeptos al Islam, sin establecer diferencias étnicas
y sociales, pero en la práctica hay una rígida separación.
La minoría árabe, organizada en tribus, se estableció en los latifundios del valle del Guadalquivir y
dominaba el poder político.
Los bereberes integraban la mayoría de los invasores y se establecieron en la Meseta como
ganaderos y como mercenarios en el ejército. Llegó una masiva emigración bereber en el siglo X.
Los eslavos y otros grupos minoritarios, llegados como esclavos y a menudo liberados después,
ocuparon importantes cargos en el ejército y la administración. En cambio, los esclavos negros
libertos no consiguieron progresar, aunque eran importantes demográficamente en algunas zonas
como Huelva.
Los hispanovisigodos eran la inmensa mayoría, aunque divididos en conversos al Islam (muladíes,
mawlas o maulas) y cristianos (mozárabes).

La estructura religiosa.
La división en tres religiones irreconciliables en el fondo marcó el desarrollo de la sociedad de Al-
Andalus. Los primeros siglos fueron de aceptable convivencia, rota desde el siglo XI. En 863, bajo
Muhammad I, llegó a celebrarse un concilio conjunto de las tres religiones.
Los musulmanes se dividían entre la minoría de origen árabe y los conversos (los bereberes y los
muladíes hispanovisigodos). En general trataron a los cristianos y los judíos con gran respeto durante
los primeros siglos, pues eran “gente del Libro” (la Biblia), pero el fanatismo creció a partir del siglo
XI, con la llegada de los radicales almorávides y almohades, y se perdió la tradición de tolerancia.
Los judíos eran numerosos, sobre todo en las ciudades (Toledo, Córdoba, Sevilla, Granada, Lucena,
Zaragoza, Palma de Mallorca), y desempeñaban oficios liberales, de artesanía, comercio, finanzas...
Ocuparon importantes cargos durante los periodos del Califato y los Taifas, pero sufrieron
persecuciones religiosas también desde el siglo XI, por el fanatismo de los almorávides y almohades,
por lo que la mayoría emigró a la España cristiana.
Los hispanovisigodos se dividieron en dos grupos, de acuerdo a su religión. El grupo mayoritario al
final fue el de los muladíes. Los mozárabes fueron bien tratados en general, salvo cuando hacían
proselitismo en público, lo que provocó algunos martirios. Mantuvieron su fe cristiana, sus leyes y
costumbres; pagaban un impuesto personal (yizya) y un tributo territorial (jaray). Muchos se
islamizaron en costumbres y lengua, un primer paso hacia su posterior conversión al Islam.
En los territorios reconquistados por los cristianos los musulmanes se quedaron a menudo como una
población dominada, formando los mudéjares, más tarde llamados moriscos. Al principio los reinos
cristianos les respetaron, pero creció la intolerancia y acabaron concentrándose en Valencia y
Aragón, dedicados sobre todo a trabajos agrícolas, artesanales y de albañilería.

La estructura social.

La estructura social reproducía en gran parte la anterior división étnica y religiosa.

La aristocracia (jassa) era el pilar de la dinastía omeya y se reservaba los mejores puestos de la
administración civil y militar, así como el comercio y la explotación de las mejores tierras, sin pagar
impuestos.
La burguesía urbana estaba formada por comerciantes, artesanos, funcionarios... Muchos eran
judíos, eslavos y mozárabes.
La plebe urbana era la mano de obra y estaba formada por campesinos emigrados, tanto muladíes
como mozárabes.
El campesinado era el grupo mayoritario, dedicado a la agricultura, sobre todo los muladíes y
mozárabes, y a la ganadería lanar y caprina, en especial los pastores bereberes.
Los esclavos tenían una condición social bastante aceptable porque podían manumitirse si se
convertían al Islam. Eran la base del poder militar del califa y los provenientes de Rusia (eslavos, de
donde viene la palabra esclavo) llegaron a fundar reinos de Taifas en Valencia y Denia (que incluía
Mallorca).

La conflictividad étnica, religiosa y social.


La aristocracia se dividía por su origen étnico en dos grupos históricamente enfrentados: la nobleza
de sangre árabe, descendiente de los primeros conquistadores, y la nobleza de servicio formada por
eslavos y bereberes, de origen posterior.
Los muladíes recién convertidos al Islam eran tratados como ciudadanos de segunda y sometidos a la
opresión fiscal, por lo que eran muy proclives a la rebelión, bajo una legitimación religiosa y social.
La islamización de muchos mozárabes, al final del siglo IX, provocó que San Eulogio de Córdoba
encabezase un movimiento de oposición que proponía un retorno a los principios cristianos y un
rechazo de la orientalización, y los musulmanes reaccionaron con condenas por los delitos de
blasfemia a Alá y Mahoma, que produjeron muchos mártires. Más tarde, los mozárabes sufrieron la
represión de los almorávides, hacia 1100, lo que forzó a la mayoría a emigrar al Norte cristiano,
donde repoblaron muchos territorios.
Además, los campesinos llegados a las ciudades no se adaptaban fácilmente a la vida urbana. En
suma, la pobreza y la marginación social explican la gravedad de los problemas de delincuencia y
bandolerismo que fueron endémicos en Al-Andalus en las peores épocas de crisis.
Esta conflictiva división étnica y social, junto a los acontecimientos políticos (la caída del Califato, las
luchas de los Taifas, la Reconquista cristiana y las invasiones de almorávides y almohades) explican
en gran parte la decadencia de la sociedad musulmana de Al-Andalus, incapaz de competir con unos
reinos cristianos mucho más homogéneos.
En el reino de Granada, en cambio, hubo una notable homogeneidad étnica y religiosa, pues casi
toda la población se había fusionado y era musulmana. Empero, persistieron las diferencias tribales
heredadas, lo que explica muchas de las guerras civiles del reino nazarí.

3.3. LA VIDA URBANA.

Modelo de ciudad islámica con ciudadela en la parte


superior, medina central y arrabales.

El modo de vida islámico es predominantemente


urbano, dedicada al comercio y la artesanía. Muchas
ciudades actuales conservan aún la caótica estructura
urbana propia de las ciudades islámicas. La cultura
árabe fue el patrón de vida, aunque se hablaba por lo
general una lengua arábigo-romance, mezcla del árabe y del latín. Pero la mayoría de la población
era campesina y era proclive a la heterodoxia y la revuelta.
Las ciudades más importantes eran Córdoba, con unos 200.000 habitantes en el siglo X (las fuentes
escritas exageran su importancia), seguida a mayor distancia por Sevilla, Málaga, Almería, Valencia,
Zaragoza, Badajoz, Toledo, Murcia o Palma de Mallorca (llamada Madina Mayurqa).
La ciudad se dividía en una medina central, a menudo protegida por una muralla interior, y unos
arrabales exteriores sin tanta protección. En la medina se hallaba la mezquita principal (aljama), el
alcázar militar y el zoco. En los arrabales se asentaban por zonas los diferentes grupos sociales y
étnicos.

3.4. LA VIDA CAMPESINA.


Después de los primeros años de liberación del campesinado volvió la servidumbre, con una presión
fiscal agobiante y muchos campesinos emigraron a las ciudades.
La aristocracia árabe se apoderó de las mejores tierras abandonadas durante la conquista y después
de ella durante las guerras civiles y las revueltas. Muchos nobles visigodos conservaron sus tierras y
rentas al someterse. Las tierras abandonadas se dividieron entre el Estado (1/5) que las explotaba o
arrendaba, y los jefes conquistadores (4/5), siendo explotadas por un régimen de aparcería, por el
cual el cultivador (xaric) entregaba entre 1/4 y un 1/2 al propietario (amir).
La mayoría de los campesinos eran muladíes y mozárabes, viviendo como colonos, aparceros y
pequeños propietarios.
Los bereberes vivieron sobre todo en las montañas, dedicados a la ganadería lanar y caprina.

4. ECONOMÍA.
Evolución.
Hay tres etapas en la historia economía:
1) Una autarquía agraria, del 711 al 830, marcada por la ocupación de los latifundios
hispanovisigodos.
2) Un desarrollo de la economía comercial-monetaria, hasta el 1000, salvo depresiones (880-
925) ocasionadas por la interrupción de la ruta del Sudán.
3) Una etapa de decadencia, desde el 1000. Los pagos de las parias a los reinos cristianos y el
posterior dominio de los almorávides y almohades interrumpió la prosperidad, recuperada al final en
el pequeño reino de Granada.

4.1. ECONOMÍA AGRARIA.


La economía era fundamentalmente agraria.
Se basaba en la agricultura de secano de los cereales y el olivo, dedicando la escasa vid a las pasas, y
la agricultura de regadío, con magníficos sistemas hidráulicos (canal y acequia son palabras árabes) y
nuevos cultivos (arroz, algodón, naranjos, limoneros, caña de azúcar).
La ganadería era extensiva, destacando la ovina, la caprina y la mular.
4.2. EL COMERCIO.
El comercio enriqueció a una minoría social, con una fuerte representación de judíos bien
relacionados en el resto del mundo musulmán. Los zocos urbanos y los edificios dedicados al
comercio (alcaicerías y alhóndigas) estaban repletos de tiendas y talleres.
Al-Andalus era el puente entre el Islam y Occidente, con un activo intercambio de artículos de lujo
(seda, papel, armas, joyas, libros, especias), oro, plata, esclavos y ganado. Los puertos más
importantes eran Almería, la vecina Pechina (durante un tiempo incluso fue una república marítima),
Málaga, Sevilla, Valencia... Se exportaban productos textiles a Egipto, a la Meca y al lejano Yemen,
especialmente telas teñidas.
Era esencial su papel en la ruta del oro del Sudán, desde Tombuctú al Mediterráneo, que pasaba a
través de Al-Andalus a Europa. El comercio con Oriente fue mucho más intenso en la época califal
que durante las épocas de crisis de los siglos XI-XIII y durante el periodo nazarí. No obstante,
Granada continuó manteniendo una importante actividad artesanal y comercial.

4.3. LA ARTESANÍA.
La artesanía era de una calidad excelente, especialmente en telas, curtidos en piel y cerámica. La
fama de las telas cordobesas y granadinas era reconocida y apreciada por todo el mundo islámico. La
industria naval (Almería) y de armas (Toledo) era muy próspera.

4.4. LA MONEDA: Dinar de oro.

El sistema monetario omeya, un bimetalismo de dinares de oro y dírhems de plata, se difundió por la
España cristiana y por Europa, e incluso la reforma monetaria de Carlomagno en 780 se basó en el
dirhem cordobés. Abd-al-Rahman II se vio obligado a acuñar feluses de bronce, lo que provocó una
fuerte inflación, pero la salud monetaria se recuperó en época de Abd-al-Rahman III, que promulgó
su monopolio de la acuñación al principio de su emirato en 912, con un bimetalismo de los dinares
de oro y los dirhems de plata, con una relación 1/10, y suprimió los feluses.
Perduró este sistema hasta el siglo XIII, cuando la ruta del Sudán se desvió en parte hacia Egipto y en
parte hacia Portugal y Genova, lo que disminuyó el suministro de oro.

5. CULTURA.
5.1. LITERATURA.
Destaca, como en todo el Islam, la poesía, que pronto se arabizó por completo al difundirse la lengua
árabe y el Islam entre la población autóctona. Pero se conservó la lengua romance, hablada por gran
parte de la población mozárabe y muladí.
Las influencias literarias predominantes eran la cristiana y la oriental (el cantor bagdadí Ziryab
introdujo la moda abasí en época de Abd-al-Rahman II). Las bibliotecas de Córdoba eran famosas. En
la época califal el amor por los libros y la cultura elitista llegó a su esplendor, con la biblioteca de Al
Hakam II y su círculo de intelectuales, casi todos poetas, Al-Gazal, Ibn Darray, Ibn Hayyam, Ibn
Suhayd e Ibn Hazm, autor del célebre El Collar de la Paloma, un poema-tratado del amor. Entre los
historiadores destacan Ahmad al-Razi, con Crónica del moro Rasís, y Al-Jusaní, con Historia de los
jueces de Córdoba.

5.2. FILOSOFÍA.
La ortodoxia de la secta de los malakíes explica que la filosofía apenas se desarrollará en la época
omeya. Pero a partir del siglo XI se difundió con fuerza. Destacan Ibn Musarra y, sobre todo,
Averroes (Córdoba, 1126-Marraquech, 1198), que fue médico (discípulo de Abentofail), astrónomo,
jurista y filósofo; concilió la teología islámica con la filosofía aristotélica en Comentarios a Aristóteles
y otras obras, e influyó mucho en Europa; como médico escribió las Generalidades.
El filósofo judío Maimónides (Córdoba, 1135-El Cairo, 1204), tuvo que abandonar la península por la
intransigencia religiosa de los almohades. Escribió la Guía de los perplejos, conciliando la filosofía de
Aristóteles, los neoplatónicos griegos y árabes y la religión judía. Se dedicó a la medicina, llegó a ser
médico de la corte de Saladino y redactó numerosos tratados de ciencia médica, destacando
Aforismos y Tratado de dietética e higiene.

5.3. CIENCIAS.
Fue extraordinario el desarrollo científico: medicina, álgebra, astronomía (Tablas Toledanas de
Azarquiel), agricultura (Libro de agricultura de Ibn Wafid)... Las fuentes fueron las traducciones del
griego y la experimentación.

Medicina.
Destacan Abentofail, Abulcasim (autor de la Cirugía), Aban Choco, Al-Zarahwi. Médicos y los filósofos
Averroes y Maimónides. La mayoría de los médicos eran judíos.

Álgebra.
Las matemáticas sufrieron la oposición religiosa de los juristas ortodoxos de Córdoba. Destacan Ibn
Nasar (Libro de las dimensiones desconocidas), Maslama ibn Al-Kasim y Abderramán Ibn Ismail (un
compendio del Organon de Aristóteles).

6. ARTE.
El arte islámico es de procedencia oriental, aunque en Al-Andalus está marcado por las influencias
visigodas, como el arco de herradura, y romanas. Debido a las creencias religiosas contrarias a la
figuración tuvieron escasa importancia las artes plásticas de la pintura y la escultura, pero en cambio
destacan las artes decorativas, en las que predomina la decoración geométrica (alicatado), vegetal
(ataurique) y escrita (cúfica).
El urbanismo es típico del Islam, de trazado irregular y espacios intimistas. La arquitectura es el arte
más importante y se concentra en mezquitas y palacios, con elementos característicos de Al-
Andalus: columna, arco de herradura, bóveda de arista, cúpula. Los materiales son pobres. Destacan
los jardines y patios con estanques.

6.1. EPOCA OMEYA Y CALIFAL.


Destaca la mezquita de Córdoba, una obra maestra del Occidente islámico. Su obra evolucionó a
través de la historia: Abd-al-Rahman I la construyó sobre la antigua iglesia visigoda de San Vicente,
según el modelo sirio, aunque con una superposición de arcos típicamente andalusí. Hisam I edificó
el primer alminar. Abd-al-Rahman II hizo la primera ampliación de la sala de oració. Abd-al-Rahman
III realizó el nuevo alminar, la ampliación del patio y la reforma de la fachada al patio. Al-Hakam I
consiguió la más importante y bella ampliación y Almanzor culminó la última ampliación, la más
grande pero la menos bella.

Cerca de Córdoba se fundaron dos ciudades-palacio. La de Medina-al-Zahara es un recinto


amurallado, dotado de acueducto, puentes, alcazaba y una zona palaciega. De la otra gran ciudad
palaciega, Madina-al-Zahira, apenas queda nada.

6.2. PRIMEROS REINOS DE TAIFAS.


Predomina la arquitectura defensiva, aunque también tenemos hermosos baños y la Aljafería de
Zaragoza.

6.3. ALMORÁVIDES Y ALMOHADES.


Destacan sus obras en Sevilla, con las murallas, la Mezquita, la Giralda, la Torre de Oro y el Alcázar.

6.4. EL REINO NAZARÍ.


Destacan dos obras magnas: la Alhambra, un gran conjunto palaciego que es el mejor modelo
islámico de su época, y el Generalife, un jardín islámico con pabellones. La Alhambra se organiza
alrededor de dos partes fundamentales: el cuarto de Comares y el cuarto de los Leones, con dos
grandes patios ajardinados que comunican con salones, baños, miradores... profusamente
decorados con mocárabes de yesería y con cerámica vidriada.

7. INFLUENCIA DE AL-ANDALUS EN EUROPA.


Al-Andalus fue el puente comercial con la Europa cristiana para muchos productos del Islam, desde
el oro subsahariano que activó el comercio en el Románico, hasta los esclavos y los objetos de lujo,
pasando por los nuevos cultivos de hortalizas, cítricos y frutales.
En la cultura transmitió las mayores obras clásicas de la Antigüedad, a través de las traducciones al
árabe. En las ciencias su influencia en la medicina, el álgebra, la química... fue determinante. El arte
islámico se difundió asimismo en el arte mozárabe y el mudéjar en la España cristiana y parece
probable que la cúpula califal y la bicromía de las dovelas de los arcos islámicos influyeron en el
románico, así como el arco apuntado llegó al gótico europeo a través de los modelos de Al-Andalus y
el norte de África.

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