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Piel de Mariposa
Piel de Mariposa
PIEL DE MARIPOSA
ASIGNATURA:
LICENCIADA:
ESTUDIANTE:
Así esperando también concientizar que la Epidermólisis Bullosa es una enfermedad genética
y el ser humano no debe de estar ajeno a ella porque no es una enfermedad mortal sino que las
personas que la padecen necesitan apoyo físico, psicológico, y alimenticio.
V. MARCO TEORICO
1. ¿Qué es la enfermedad?
La epidermólisis bullosa (EB) más comúnmente conocida como la "enfermedad de la piel de
mariposa" o ampollar es un conjunto de enfermedades o trastornos de la piel transmitidas
genéticamente. Se manifiestan por la aparición de ampollas, úlceras y heridas en la piel, en
especial en las áreas mucosas al más mínimo roce o golpe, también suelen aparecer heridas
internas, provocando un cierre en el esófago lo que provoca pérdida de peso al no poder
digerir alimentos, pero el problema de esófago, estómago y heridas internas, generalmente
ocurre en la epidermólisis bullosa distrófica recesiva.
Esta enfermedad es una genodermatosis, lo cual significa que es una dermatosis de causa
genética no influida por factores ambientales. (Fine J. & Orphanet J.)
La epidermólisis bullosa congénita es una enfermedad que se observa rara vez, ya que su
prevalencia es del orden de 32 casos por millón de habitantes, con una incidencia de casos
nuevos de 1,4 por millón de habitantes por año, y con variaciones que dependen más de la
buena calidad de los registros, que de diferencias regionales o étnicas. Por esta razón es un
desafío médico pasar del diagnóstico sindrómico al específico, con el fin de orientar a los
padres sobre la naturaleza, pronóstico de la enfermedad, y establecer un manejo actualizado
tanto para el período agudo como para la etapa ambulatoria posterior, y, por último, advertir
sobre la posibilidad de ocurrencia en gestaciones posteriores. (McKenna K, Walsh M, &
Bingham E, 1992)
2. Clasificación
En el año 1962 se hizo una primera clasificación, más sofisticada que las desarrolladas
previamente, propuesta por Roger W. Pearson, gracias a la aplicación de la microscopía
electrónica al estudio de las enfermedades ampollosas hereditarias. (Fine J & Heagerty A)
Así, se definieron tres grandes grupos sobre la base del nivel en el que se desarrolla la lesión
fundamental causante de las ampollas, ya sea de forma espontánea o ante mínimos
traumatismo.
A nivel oftalmológico, la córnea puede verse afectada por ampollas y erosiones similares a las
mencionadas en relación con la epidermis, que a su vez pueden derivar en ciertas
complicaciones como son la formación de cicatrices corneales y el pannus, con los problemas
visuales que estas lesiones acarrean. Así mismo, en párpados y conjuntivas pueden formarse
ampollas, dando lugar a sinequias, denominándose simblefaron a la adhesión de la conjuntiva
a la cara interna del párpado.
Las manifestaciones digestivas son muy diversas, en relación a la cavidad oral es frecuente la
afectación de los tejidos blandos de la boca, puede producirse anquiloglosia, que a su vez
puede derivar en problemas para movilizar el bolo alimenticio. En cuanto a las piezas dentales
son muy frecuentes las caries, también la hipoplasia del esmalte e incluso la pérdida dental,
todas ellas patologías en sí mismas, que pueden verse sobreinfectadas.
Por todo ello, uno de los principales hándicaps de esta enfermedad es la nutrición. Por un lado,
hay una disminución de la ingesta de alimentos que viene determinada por varias causas: la
macrostomía y la anquiloglosia, que dificultan la formación del bolo alimenticio; las ya
señaladas alteraciones de las piezas dentales, que impiden la correcta masticación y la
presencia de lesiones en tejidos blandos como las úlceras o las lesiones esofágicas. Pero no
sólo hay afectación a nivel oral, ya que las complicaciones del tracto digestivo, como la
impactación fecal o el estreñimiento crónico que causa dolor y fisuras al defecar, producen
una malabsorción de nutrientes y una pérdida de las ganas de comer de estos pacientes,
disminuyendo así la ingesta.
Por otro lado existe un estado de hipercatabolismo en estos pacientes debido a la constante
estimulación de procesos inflamatorios en los tejidos lesionados que requieren de procesos
reparativos, en los que hay pérdida de sangre y de líquido seroso, que demandan un elevado
recambio de proteínas. Estas lesiones además producen una pérdida de calor que el individuo
debe compensar aumentando el metabolismo, y las sobreinfecciones tanto de la piel como
extracutáneas suponen también un gasto energético sobreañadido. Este desequilibrio entre la
ingesta, que está disminuida, y el gasto energético, que está aumentado, tiene una gran
repercusión sobre el paciente que se encontrará en un estado de malnutrición si no es
correctamente tratado, pudiendo sufrir osteoporosis, anemia ferropénica, déficit de
determinadas proteínas y vitaminas determinantes en muchos procesos o un retraso en su
crecimiento y deshidratación. (Escámez MJ, 2014)
4. Tratamientos y Cuidados
Hasta el momento la EB carece de cura, por lo que no existe un tratamiento específico y su
evolución es crónica, llegando a mermar la calidad de vida y por consiguiente la supervivencia
de los pacientes.
Considerando como definición de calidad de vida, según la OMS, “la percepción que un
individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de
valores en los que vive y en relación con sus objetivos, sus expectativas, sus normas y sus
inquietudes. Se trata de un concepto que está influido por la salud física del sujeto, su estado
psicológico, su nivel de independencia, sus relaciones sociales, así como su relación con el
entorno”. (Organización Mundial de la Salud, 2010)
Por lo que se puede concluir que esta enfermedad tiene asociada una alta capacidad de
comprometer la calidad de vida de las personas que la padecen y afectar a su entorno más
cercano.
5. Cuidados de la piel
La mayoría de la literatura consultada coincide en que si bien el mantenimiento de la piel de
forma íntegra es imprescindible en personas sanas, más aún lo es en los niños con EB. La
primera dificultad que plantean autores como Tabares o Rashmi es que se está ante una
situación en la que hay una gran necesidad de cuidados hacia los niños que padecen esta
situación de salud, pues se trata de una enfermedad que carece de cura y en la que los
tratamientos sistémicos estudiados hasta el momento no han resultado útiles en el control de la
formación de ampollas y heridas. (Tabares F, Díaz C, Más V, & Monteghirfo R, 2015)
Deben de aprovecharse las curas para hacer una revisión completa de la piel con el fin de
detectar la formación de nuevas ampollas. Si bien hay autores como Atherton et al. que
recomiendan la punción y aspiración de las ampollas de nueva formación únicamente si estas
son de gran tamaño. (Atherton D, Latif A, & Williams G, 2010)
Otros ponen de manifiesto la necesidad de aconsejar e instruir en su punción con aguja estéril
y su compresión para poder drenar el contenido, independientemente del tamaño, para evitar
su expansión hacia los lados. (Moltó PA, Soler MR, & Tormo RP, 2015)
Por otro lado, numerosos estudios afirman que las costras firmes y fácilmente desprendibles
deben desbridarse y/o recortarse para que no continúe el proceso inflamatorio. (Atherton D,
Latif A, & Williams G, 2010)
El tipo de apósitos debe de utilizarse en función de las necesidades de las heridas: si las
lesiones son superficiales se podrán dejar expuestas al aire previa aplicación de solución
antiséptica; en caso de que las lesiones presenten un contenido muy exudativo es
recomendable la aplicación de apósitos absorbentes de espuma siliconada o apósitos de
poliuretano; a diferencia de las heridas con leve exudado en las que se recomiendan los
apósitos de hidrogel. De la misma manera, ninguno de los autores aconseja los apósitos
hidrocoloides por su alta adhesividad al lecho de la herida y a la piel perilesional. (Fine J &
Heagerty A)
Por tanto, el apósito ideal para un paciente con EB debe tener como objetivo mantener unos
niveles de humedad adecuados, favorecer un lecho sano de la herida, ser antiadherente y
atraumático y adaptarse a la zona que debe cubrir, disminuir el dolor así como acelerar la
velocidad de reepitelización. (Moltó PA, Soler MR, & Tormo RP, 2015)
Así mismo, el último estudio realizado por Woodford et al. en el año 2015 refleja una mejora
en la retirada de los apósitos y el manejo del dolor, así como una disminución en el olor, el
prurito y la supuración en baños a los que se añadía sal común, independientemente de su
cantidad o del subtipo de EB. Si bien, todos los autores parecen ponerse de acuerdo en que
tras el baño se procederá al secado de la piel mediante toques evitando así la fricción.
Las capas externas del vendaje secundario se cortarán con tijeras de pato, mientras que la
retirada del vendaje primario se realizará una vez que el niño esté sumergido en el agua. En el
caso de que el baño no sea posible se procederá a retirar el apósito con sumo cuidado de no
lesionar la piel, humedeciéndolo con SSF si está adherido a la herida. (Organización Mundial
de la Salud, 2010)
Si bien la aparición de heridas puede controlarse con mayor facilidad en los primeros años de
vida, el crecimiento del menor aumenta la probabilidad de sufrir nuevas lesiones, las cuales
pueden ser provocadas por situaciones cotidianas y convencionales, por lo que la prevención
supone una función imprescindible en el manejo de la piel, siendo destacable el beneficio de
ambientes frescos puesto que se ha demostrado que el calor y la humedad favorecen el prurito
y la formación de nuevas ampollas y, por tanto, pueden derivar en un empeoramiento de la
sintomatología. (Organización Mundial de la Salud, 2010)
Una de las estrategias para evitar nuevas lesiones es el uso de vendajes protectores y
almohadillados encauzados a la protección de las prominencias óseas y zonas con una mayor
vulnerabilidad a los traumatismos, tales como rodillas o codos. Los vendajes deben realizarse
en el miembro superior de hombro a codo y de mano a codo, y en el miembro inferior de
muslo a rodilla y de pie a rodilla. Estos no deben afectar los movimientos de las articulaciones
y deben de cubrirse con una malla elástica en lugar de adhesivos para favorecer la sujeción.
Las manos deben quedar siempre abiertas y los dedos nunca flexionados, por lo que autores
como Vergara et al. recomiendan el uso de férulas fabricadas en un material suave y resistente
que permita mantener la corrección de los pulgares y prevenir contracturas a consecuencia del
tejido cicatricial, si bien, la restricción física no es una opción en ninguno de los casos.
(Atherton D, Latif A, & Williams G, 2010)
Los dedos, tanto si existen heridas interdigitales como si no, se deben envolver de manera
individual cada noche para evitar la aparición de sindactilias. La prevención se puede hacer
aplicando pequeñas tiras de apósito entre los espacios interdigitales, lo que permite evitar que
la piel de los dedos se una hasta la siguiente cura. (Fine J & Heagerty A)
Por otra parte, la ropa que vaya a estar en contacto con el tejido epitelial del menor debe
dársele la vuelta, ser 100% de algodón y más ancha de lo normal para prevenir el roce.
(Goldschneider KR & Lucky AW, 2010)
El cuidado de los dientes y de la cavidad oral debe comenzar tan pronto como salgan los
primeros incisivos. (Moltó PA, Soler MR, & Tormo RP, 2015)
Las medidas de higiene bucodental a seguir son las mismas que las recomendadas a la
población general, con la precaución de no aplicar excesivas tracciones a los tejidos de la
mucosa oral. Las ulceraciones en la boca debidas al trauma ejercido durante el cepillado son
inevitables pero pueden limitarse mediante la lubricación bucal antes de cualquier
manipulación con crema de hidrocortisona, triamcinalona o vaselina. Además, el uso de
instrumentos de pequeño tamaño y cepillos de dientes adaptados con cabeza pequeña y cerdas
suaves, así como un mango adaptado a la anatomía musculo-esquelética del paciente
favorecen la autonomía del niño en el cuidado oral . (Pipa A, López E, González M, Ortiz J, &
Pipa M, 2010)
Así mismo, se deben potenciar los enjuagues bucales sin alcohol y sin aromas añadidos,
siendo la clorhexidina a concentraciones entre 0.12-0.2% las más óptimas para los lavados. En
el caso de no poder realizar tres limpiezas diarias se realizará un lavado con un bastoncillo de
algodón tras las comidas. Así mismo, los últimos estudios realizados por Elluru reflejan el
beneficio de los barnizados con flúor a altas dosis cada 3-4 meses, concluyendo el beneficio en
la prevención de patologías dentales. (Moltó PA, Soler MR, & Tormo RP, 2015)
6. Alimentación
La complicación más importante es la malnutrición, relacionada directamente con el grado de
afectación de EB y causada por una inadecuación entre el aporte de nutrientes y el gasto de los
mismos. La dieta debe garantizar el aporte de calorías adecuado, y de forma general es
fortalecida con suplementos energético-proteicos y vitamínicos, tales como vitamina D, ya que
debido a los vendajes se ve alterado el mecanismo de su síntesis por una disminución de
exposición solar.
Durante el primer año de vida el crecimiento puede mejorarse con el uso de fórmulas,
añadiendo después alimentación complementaria. De esta manera, varios trabajos justifican el
ablandamiento de las tetinas convencionales, así como aumentar el número de agujeros para
favorecer la succión. Ya en la etapa escolar, la alimentación debe tener una consistencia
blanda puesto que alimentos más duros pueden presentar una mayor tendencia a generar
ampollas y, solo de forma excepcional, estarían indicadas las dilataciones esofágicas. (Moltó
PA, Soler MR, & Tormo RP, 2015)
Solo en casos extremos se requerirá el uso de sonda nasogástrisca de pequeño tamaño, cuya
presencia no ha de superar los 10 días y bajo un entrenamiento previo de los padres/tutores
legales por parte del personal de enfermería. En ocasiones, los pacientes requieren la
realización de una gastrostomía, pero aun en presencia de esta deben favorecerse la succión y
la alimentación por boca, así como la implicación del menor en el ritual de la comida. (Moltó
PA, Soler MR, & Tormo RP, 2015)
7. Consejos Nutricionales
En las personas con Epidermólisis bullosa, especialmente en las formas más severas, destaca
un compromiso importante del estado nutricional debido a:
Un soporte nutricional adecuado puede aportar a las personas con EB los siguientes
beneficios:
• Diluir las cremas con leche o nata en lugar de con agua o caldo.
• Incorporar a los platos: jamón picado, huevo rallado, queso rallado, aceite, mantequilla,
margarina, frutos secos picados.
• Añadir una taza de leche en polvo a un litro de leche líquida para utilizarla para diluir
cremas y sopas o para beber entre horas.
• Añadir a los postres: miel, caramelo líquido, membrillo, frutos secos, leche
condensada, chocolate caliente, helado.
Las principales fuentes de proteínas son la carne, pescado, huevos y productos lácteos. Las
legumbres, nueces y cereales, contienen proteínas vegetales. A niños menores de 5 años, no es
recomendable dar frutos secos o en todo caso darlos triturados para evitar atragantamientos.
• Vitamina B, se encuentra en los lácteos, carne, huevos, pan, cereales y patatas. Los
diferentes tipos del grupo de la vitamina B, tienen distintas funciones, entre ellas: ayudar a
metabolizar carbohidratos, mantenimiento de la sangre y la piel y promover el metabolismo
proteico.
Las recomendaciones seleccionadas para una nutrición adecuada, fueron escogidas con sumo
cuidado, esto para que no cause lesiones en el aparato digestivo, optimicé la función intestinal,
alivie el dolor asociado a la defecación, todo esto para prevenir el estrés que tiene el paciente
al no poder consumir un alimento.
Llegando así, a demostrar que esta enfermedad no es obtenida del medio ambiental sino
hereditaria y es muy difícil, de sobrellevar sin asistencia de familiares o cuidadores, sumando
a esta el gran gasto económico que se hace para tener los respectivos cuidados.
VII. RECOMENDACIONES
Colaborar y no juzgar a las personas que pasan por esta esta situación, entender y adquirir más
información, para saber que no es una enfermedad contagiosa o de temer, sino se necesita
muchos cuidados y sobre todo apoyo incondicional.
Atherton D, Latif A, & Williams G. (2010). Practical management of the burnt patient with
epidermolysis bullosa. Burns.
Fine J, & Heagerty A. (s.f.). The classification of inherited epidermolysis bullosa: Report of
the Third International Consensus Meeting on Diagnosis and Classification of EB J
Am Acad Dermatol. Recuperado el 2008, de http://bit.ly/1WZuXCq
Goldschneider KR, & Lucky AW. (2010). Pain management in epidermolysis bullosa.
Obtenido de http://1.usa.gov/1TbOgCz
Moltó PA, Soler MR, & Tormo RP. (2015). Epidermólisis bullosa en un paciente neonatal:
caso clínico. Enfermería clínica. Obtenido de http://bit.ly/1SBgpXQ
Palomar F, Fornes B, Heras J, & Blasco B. (2006). Epidermolisis ampollosa o bullosa. Enferm
Integral. Obtenido de http://bit.ly/1QH6F8O
Pipa A, López E, González M, Ortiz J, & Pipa M. (2010). Epidermólisis ampollosa de la
unión: implicacion oral. Obtenido de http://bit.ly/1TBZMdF
Yan EG, Paris JJ, & Lane AT. (27 de 05 de 2007). treatment decision-making for patients with
the Herlitz subtype of junctional epidermolysis bullosa. Obtenido de
http://1.usa.gov/1TBQT3G
IX. ANEXOS