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Anónimo

Bases pedagógicas de la logopedia.

1º Grado en Logopedia

Facultad de Terapia Ocupacional, Logopedia y Enfermería


en Talavera de la Reina
Universidad de Castilla-La Mancha

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
BASES PEDAGÓGICAS DE LA LOGOPEDIA

1º Grado en Logopedia (2019/2020)

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Prof: Natalia Bravo

Unidad Didáctica 2: El logopeda en el ámbito educativo

Tema 2.2: Problemas de la comunicación y del lenguaje en la etapa escolar

Criterios generales de clasificación diagnóstica

(Parte tomado de Mendoza Lara, pp. 259 de la Enciclopedia. Vol 1 y Acosta Guía de

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actuaciones)

El lenguaje es una dimensión básica del desarrollo humano, un instrumento decisivo para
el desarrollo personal y social del individuo, así como una poderosa herramienta para la
adquisición de los aprendizajes escolares. Ello hace que el lenguaje sea considerado como
el aprendizaje más importante que los niños realizan en sus primeros años de vida.

Dentro del ámbito de la logopedia, el término de trastorno del lenguaje es sumamente


restrictivo. La restricción viene impuesta por cada uno de los términos Trastorno y
lenguaje. En realidad, nos referimos a problemas, dificultades, alteraciones, trastornos,
deterioros… de la comunicación verbal y no verbal, incluyendo aspectos de realización
motora (habla) y de su percepción (audición).

En español el término trastorno se utiliza como una traducción de los términos disorder e
impairment en inglés. La traducción del término disorder es desorden o trastorno. En
nuestro contexto clínico parece más adecuado el término trastorno que desorden por las
implicaciones que este término puede tener. Por otra parte, el término “impairment”
equivale a nuestros términos deterioro, deficiencia, o daño que son términos más
restrictivos. Por estas razones y por adaptarnos a la terminología más usual utilizamos el
término trastorno.

No obstante, cualquier clasificación resulta arbitraria y los hechos y fenómenos de la


naturaleza suelen resistirse a encajar en los esquemas que produce la mente humana, pero,
la necesidad de organizar el conocimiento y de establecer una base común para la
comunicación del saber nos lleva a la producción de definiciones, categorías, clases y
otros sistemas de clasificación de los datos observables.

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Es importante, por lo tanto, aclarar que habría tantos tipos de trastornos como personas
con trastornos podamos encontrar.

La ASHA (American Speech Hearing Association) en el año 1993 reformula la definición


de trastornos del lenguaje de la siguiente forma: “un trastorno de la comunicación es
una deficiencia en la habilidad de recibir, enviar y comprender conceptos de sistemas de
símbolos verbales, no verbales y gráficos. El trastorno puede manifestarse en los

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procesos de audición, lenguaje y/o habla. Puede oscilar en la gravedad entre leve y
profundo. Puede ser de desarrollo o adquirido. Los individuos pueden manifestar un
único trastorno o una combinación de trastornos. Un trastorno de la comunicación puede
dar lugar a una discapacidad primaria o puede ser secundario a otras discapacidades”
(ASHA, 1993, 40)

Esta definición cambia/modifica una anterior, de 1982, en el sentido de que cambia


trastorno del lenguaje por trastorno de la comunicación y describe con mayor detalle los
procesos psicológicos implicados.

Delimitar el concepto de trastorno, dependerá de donde pongamos el límite de lo normal

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y lo patológico. Es un tanto subjetivo, es decir, dependerá del criterio del observador que
va a emitir el juicio y de las normas sociales imperantes.

En general, se considera un lenguaje normal, aquel cuyo uso preciso de las palabras
según su significado, un vocabulario de calidad y cantidad, claridad en la articulación,
una forma gramatical adecuada y un ritmo y velocidad apropiados, un volumen de voz
audible, un tono adecuado a la edad y al sexo y una entonación de las frases en
concordancia con su significado y sus necesidades expresivas.

Ese canon de normalidad, sólo es aplicable al lenguaje adulto, ya que, en el lenguaje


infantil normal, todas o casi todas estas habilidades están en pleno proceso de desarrollo,
sin que se considere un trastorno, sino propio del desarrollo evolutivo y se espera que de
forma natural o con intervención directa y/o indirecta irá desapareciendo sin dejar
secuelas. No obstante, existe un pequeño grupo de niños que sí presentan verdaderos
indicadores de trastornos. De aquí la importancia de conocer los parámetros evolutivos
de la edad, para no incurrir en errores de considerar patológico lo que no lo es en
determinados momentos del proceso evolutivo.

La tarea de clasificar los trastornos de la comunicación es ardua, difícil y no siempre


completa. DE hecho, debemos decir que existen tantos tipos de trastornos como personas
con trastornos.

No obstante, a pesar de asumir la heterogeneidad de los trastornos del lenguaje y sus


manifestaciones, desde hace años se trata de encontrar la manera de agrupar los trastornos
que presentan alguna característica común.

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En términos generales, se puede decir que existe un trastorno del lenguaje y la
comunicación cuando:

a) Existe una marcada discrepancia entre el nivel lingüístico en cualquiera de sus


dimensiones manifestado por una persona y el nivel desplegado por otras personas
de la misma edad, nivel educativo y grupo cultural.
b) Las dificultades lingüísticas afectan negativamente al desarrollo personal,
educativo, social y/o laboral del individuo que las manifiesta.

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Vamos a tratar de explicar, por un lado, una clasificación general de los trastornos de la
comunicación mediante características dicotómicas y, por otro lado, abordaremos algunos
sistemas de clasificación que tratan de organizar y agrupar estos trastornos el de la ASHA
y el del DSM-IV-R).

Criterios generales de clasificación

(recogidos en Mendoza Lara, 2006, pp. 262 y Crystal, 1980, en la pp. 52 de Gallego casos)

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a) Trastornos orgánicos vs trastornos funcionales. Es un criterio derivado de los
primitivos modelos médicos, con el que el objetivo principal consistía en la
búsqueda de síndromes y trastornos con claro correlato orgánico. Si se encontraba
ese síndrome como clara causa de la patología presentada se ubicaba dentro de los
cuadros conocidos, pero si no se localizaba ese sustrato orgánico patológico se
encuadraba dentro de la categoría definida como funcional (esta descripción llegó
a ser un cajón de sastre…). El que no se encuentre una causa no equivale a la
ausencia de la misma; en la actualidad gracias a las avanzadas técnicas de
diagnóstico neurológico el número de trastornos denominados funcionales se han
reducido mucho. Aun así, las técnicas y aparatos utilizados no pueden llegar a
explicar una gran parte de los problemas que aparecen con manifestaciones de
patología lingüísticas.

b) Trastornos del habla vs trastorno del lenguaje.

La dicotomía entre trastornos del habla y trastornos del lenguaje ha sido una de las más
usadas y extendidas para clasificar los trastornos, se basa en la distinción entre habla y
lenguaje, basándose en la diferenciación entre aspectos simbólicos y no simbólicos de la
comunicación.

Consideramos trastornos del habla a aquellas dificultades para la articulación o para la


producción clara y fluida, que restan inteligibilidad al lenguaje oral.

Según esta dicotomía, un trastorno del habla sería cualquier problema que surge de un
daño en las estructuras y funciones motoras de los órganos vocales y afectaría únicamente

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los niveles fonético y fonológico, sin afectar la comprensión ni la formulación del
significado, lo contrario de lo que sucede con los trastornos del lenguaje. En definitiva,
los trastornos del habla afectarían sólo a la articulación o pronunciación de los sonidos
que puede obedecer a múltiples causas (a un problema respiratorio, vocal, de resonancia,
de movilidad de articuladores, de ritmo articulatorio…).

c) Trastornos expresivos vs trastornos receptivos. Esta división deriva de los dos


extremos de una cadena del habla: hablante (emisor) y oyente (receptor). Los dos
polos coinciden con la división entre trastornos motores (expresivos) y sensoriales

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(receptivos), aunque en la actualidad hace referencia a procesos psicológicos.

Bajo un punto de vista clínico, es una dicotomía muy descriptiva y operativa y supone
una buena orientación para el proceso de intervención. No obstante, no existe ningún
trastorno en el que la expresión sea totalmente normal sin que exista ningún problema
en la comprensión ni viceversa. Más bien se debería hablar de trastornos con
predominio expresivo y trastornos con predominio del componente receptivo, sin
establecer una distinción tajante en este aspecto.

d) Trastornos centrales vs trastornos periféricos. Un trastorno del lenguaje se


considera central cuando la alteración se encuentra a nivel del sistema nervioso

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central (por ejemplo, una afasia) mientras que se considera periférico cuando la
alteración se localiza en los aspectos motores o sensoriales. Por ejemplo, una
lesión del sistema motor (PCI) se considera central, aunque puede afectar sólo al
habla dejando el lenguaje intacto, como sucede en algunos casos de PCI, que
manifiestan problemas graves en el habla (por disartrias) aunque el lenguaje puede
estar conservado. En definitiva, no se puede establecer de forma estricta una
separación entre trastornos centrales-lenguaje y periféricos-habla.

e) Trastornos del desarrollo vs de lenguaje ya establecido (adquirido)

Un trastorno del desarrollo del lenguaje es aquel que se manifiesta desde que el
individuo no manifiesta una habilidad (en este caso lingüística) a la edad en la que ya
debería haber aparecido, mientras que se considera que es adquirido, o del lenguaje
ya establecido, cuando surge de forma más o menos brusca como consecuencia de
distintos eventos o traumatismos neurológicos, ambientales o psicopatológicos. La
gran mayoría de los trastornos del lenguaje en la infancia entran en el marco de los
trastornos evolutivos o de desarrollo: el niño que para su edad debería hablar y no lo
hace, el niño que dice sólo unas palabras y no logra hacer frases… no obstante,
también existen problemas adquiridos en la infancia, como las afasias infantiles que
pueden producirse como consecuencia de crisis convulsivas (síndrome de Landau
Kleffner VER), o los problemas de lenguaje que pueden surgir como consecuencia de
los efectos secundarios de algunos tratamientos de quimioterapia…

Por el contrario, la mayoría de los problemas del lenguaje en la edad adulta son problemas
adquiridos, además de que muchos de los llamados trastornos del desarrollo se siguen
manifestando, o al menos, manifiestan algunos de sus síntomas en la edad adulta.
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f) Retraso vs desviación del lenguaje. Esta distinción se aplica sólo a los trastornos
del desarrollo del lenguaje. Los problemas en el lenguaje que presenta un niño
puede recordar a los de un niño más pequeño, en cuyo caso estamos hablando de
retraso o puede manifestar características que no se encuentran en el desarrollo
típico (Puede ser que la adquisición no siga el desarrollo típico a nivel fonético o
morfosintáctico.)

Teóricamente los niños con retraso en el lenguaje presentan un desarrollo más


inmaduro, aunque llegan a alcanzar todos los hitos lingüísticos, mientras que en el

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caso de lenguaje desviado o atípico la desviación tiende a ser persistente.

AMPLIAMOS DICIENDO QUE Trastorno Específico del Lenguaje (T.E.L.) que


según define Aguado (2004) es la “limitación significativa en la capacidad del
lenguaje, de inicio en la infancia, sin evidencia de pérdida auditiva, daño cerebral,
baja inteligencia o déficit motor. No es debida a factores socio ambientales”.

Frente al Retraso Simple del Lenguaje que sería una patología transitoria, con escasa
o nula repercusión sobre el lenguaje escrito, siendo su núcleo sintomatológico el
trastorno de la fonología, con una afectación más o menos grave de la sintaxis, y el
factor causal fisiopatológico especulado sería un retraso en la maduración. El término

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retraso, según Aguado, pone el acento en la dimensión temporal el desarrollo,
considerando el lenguaje como una cronopatía, pero manteniendo las mismas
características que el desarrollo típico, como una cronopatía.

Juárez y Monfort (2002) hablan del niño con disfasia y afirman que su evolución
lingüística no respeta siempre el orden y las etapas del desarrollo normal: esas anomalías
pueden ser consideradas el elemento diferenciador principal respecto al RSL.

Dice Aguado que si el niño padece un RSL el pronóstico es más favorable que si padece
TEL. Los niños con TEL padecen una patología que es más duradera, con una
sintomatología extensa (fonológica, semántica, y morfosintáctica) y con graves
repercusiones en el aprendizaje del lenguaje escrito.

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