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Cultivos principales de la región lagunera

los forrajes como la avena, el trigo, maíz y la alfalfa son los principales cultivos que se establecen
en la zona y que tienen asegurada su comercialización.[1]

Representación AGRICULTURA Región Lagunera, “La Laguna reporta 4.7 millones de


toneladas de producción agrícola en lo que va del año: SAGARPA,” gob.mx, 2018.
https://www.gob.mx/agricultura%7Cregionlagunera/articulos/la-laguna-reporta-4-7-
millones-de-toneladas-de-produccion-agricola-en-lo-que-va-del-ano-sagarpa#:~:text=el
%20sector%20agr%C3%ADcola.-,El%20Delegado%20de%20la%20SAGARPA%20dijo
%20que%20al%20ser%20La,que%20tienen%20asegurada%20su%20comercializaci
%C3%B3n. (accessed Mar. 30, 2023).
Avena
La avena es una planta herbácea anual, perteneciente a la familia de las gramíneas. Tiene raíces más
abundantes y profundas que las de otros cereales, lo cual le permite absorber mejor los nutrientes
del suelo y por ello requiere menos fertilizantes. Sus tallos son gruesos y rectos. Pueden medir
medio metro y hasta un metro. Están formados de varios entrenudos que terminan en gruesos nudos,
la parte donde nacen las hojas. Éstas son planas y alargadas. Su borde libre es dentado, el limbo es
estrecho y largo, de color verde oscuro, áspero al tacto y en la base lleva numerosos pelos. Los
nervios de la hoja son paralelos y muy marcados. La flor de la avena es un racimo de espiguillas
situado sobre largos pedúnculos. El fruto es en cariópside, o grano, con las glumillas adheridas.
La avena es una planta de climas fríos, muy sensible a las altas temperaturas sobre todo durante la
floración y la formación del grano. Exige mucha agua para su desarrollo porque presenta gran
transpiración. Es poco exigente en suelos, pues se adapta a terrenos muy diversos. Prefiere los
profundos y arcillo-arenosos, ricos en cal pero sin exceso, y que retengan la humedad. La avena está
más adaptada que los demás cereales a los suelos ácidos, por tanto suele sembrarse en tierras ricas
en materias orgánicas.
La avena se siembra en surcos separados veinte centímetros entre sí. Ésta es la forma más
recomendable, sobre todo en terrenos compactos y algo secos, pues así es más fácil mantener el
terreno libre de malas hierbas. La cantidad de semilla que se necesita suele ser variable.[2]
Juan Carlos Martínez Frías. (2012). Propagación y técnicas de cultivo de la avena en grano (Avena
sativa). Revista Vinculando. https://vinculando.org/mercado/agroindustria/propagacion-y-tecnicas-
de-cultivo-de-la-avena-en-grano-avena-sativa.html
Trigo
Habito de crecimiento. Los trigos evolucionaron en dos grandes complejos germoplásmicos: los
trigos de hábito invernal y los de hábito primaveral; un tercer complejo más pequeño son los trigos
facultativos. Los términos trigo de invierno y trigo primaveral tienen un significado más amplio que
el que se refiere sólo al ciclo de crecimiento, durante el cual se desarrolla el cultivo. Los de hábito
invernal se siembran en otoño; usualmente, las plántulas emergen y amacollan antes del invierno,
entonces pasan por un tiempo de inactividad durante el período de frío. Las plantas reanudan su
crecimiento rápido en primavera y maduran en verano después de un período total de nueve a 11
meses. Los trigos de hábito invernal requieren de un período de vernalización por lo menos durante
una semana a temperaturas de 1 a 50 C antes que pueda cambiar de fase vegetativa a la fase
reproductiva, la cual concluye el embuche, espigamiento, floración y formación de semillas. El
crecimiento activo de las variedades de trigo de invierno coincide con la disponibilidad favorable de
la humedad en esas áreas durante el otoño y la primavera. Aún más, los trigos de invierno tienden a
crecer antes de la llegada de los vientos calientes y secos del verano, que son características del
clima de las regiones continentales. En contraste, los trigos de primavera tienen un ciclo de
crecimiento continuo generalmente de tres a seis meses; sin un período de inactividad, pueden
sobrevivir a temperaturas bajas sostenidas. En las regiones donde se presenta el invierno severo,
estos trigos se siembran en primavera después de la última helada. En otras áreas especialmente
aquellas con clima mediterráneo se siembra en otoño y crece durante el invierno con temperaturas
moderadas.El trigo es un cultivo de estación fría, pero prospera en diferentes zonas agroclimáticas;
su producción se encuentra entre los 30o y 600 de latitud norte y los 270 a 400 de latitud sur. El
trigo es cultivado sobre suelos de buen drenaje, desde el nivel del mar hasta 3 000 m sobre este. En
algunos países tropicales el trigo es cultivado desde 2 000 hasta 3 200 m sobre el nivel del mar y en
ocasiones hasta 4 270-4 570 m. El puede y está creciendo más allá de estos límites; por ejemplo, en
el hemisferio norte el trigo puede estar creciendo dentro del Círculo Ártico hasta el Ecuador, donde
se cultiva en localidades con elevación suficientemente alta. Las temperaturas mínimas para el
crecimiento y desarrollo es alrededor de 3 a 40 C. El contenido de humedad mínimo para que se
cumpla es de 35 a 45 % del peso seco del grano, siendo más rápido a medida que la humedad se
incrementa por encima de este nivel.[3]
Yepes, E. A. (1948). Investigaciones sobre la Producción del Trigo en México y Observaciones sobre su
Cultivo en Colombia. Revista Facultad Nacional de Agronomía Medellín, 8(29-30), 59-78.

Maíz

El maíz es un cultivo de crecimiento rápido (3-5 meses), que proporciona un mayor rendimiento
con temperaturas moderadas y un suministro adecuado de agua, con excepción en la zona alta
donde su crecimiento llega hasta los 8 meses; su adaptación oscila entre 0 - 2,500 m.s.n.m.
Clima
El maíz requiere una temperatura de entre 24.4 a 35.6ºC., siendo una media de 32oC la temperatura
ideal para lograr una óptima producción. Requiere bastante cantidad de luz solar, bajando sus
rendimientos en los climas húmedos. La temperatura debe estar entre los 15 a 27º C. para que se
produzca la germinación en la semilla. Puede soportar una temperatura mínima de 8º C y máximas
de 39°C, pero a partir de los 40ºC pueden aparecer problemas serios debido a mala absorción de
nutrientes y una baja polinización. En el período de fructificación la planta requiere temperaturas de
20 a 32º C. El clima ideal para el maíz, es un ambiente con días soleados, noches frescas,
temperaturas y vientos moderados.
Riego
El agua en forma de lluvia es necesaria y benéfica ya que en ciertas ocasiones existe un control de
plagas en forma natural, sobre todo cuando la planta está en el período de crecimiento. Una
variedad tropical de maíz con un ciclo de cultivo de 120 días, requiere aproximadamente de 600 a
700 mm de agua durante su ciclo vegetativo. En el cultivo de maíz los riegos pueden realizarse por
aspersión, por gravedad y por goteo. El riego más empleado es por aspersión. Las necesidades
hídricas o de agua varían en las diferentes fases del cultivo, cuando las plantas comienzan a nacer
requieren una menor cantidad de agua pero manteniendo una humedad constante. Durante la fase
del crecimiento vegetativo es cuando se requiere una mayor cantidad de agua y se recomienda
realizar riegos suplementarios, entre unos 8 a 10 días antes de la floración, para evitar el estrés
hídrico. La fase de floración es el período más crítico porque de ella depende el llenado del grano y
la cantidad de producción obtenida, por lo que se recomienda, en esta fase, riegos que mantengan la
humedad, para asegurar una eficaz polinización y un llenado total de granos. Aproximadamente el
maíz necesita disponer de 5 milímetros de agua por día. Para el engrosamiento y maduración de la
mazorca se debe disminuir la cantidad de agua aplicada.
Suelo
Los suelos más apropiados para la producción de maíz son los suelos francos o franco arcillosos con
buen drenaje. Los factores físicos, químicos y ambientales son los que determinan la capacidad de
producción de estos suelos.[4]

Cruz, O. (2013). El cultivo del maíz. Manual para el cultivo del maíz en Honduras.

Alfalfa

La alfalfa es uno de los cultivos forrajeros más utilizados debido a que produce grandes cantidades
de materia seca de alta calidad. El destino del cultivo es la producción de forraje, que puede
aprovecharse mediante pastoreo directo o conservarse en forma de heno mediante la confección de
rollos, fardos o mega-fardos. Es un cultivo perenne ya que su ciclo productivo perdura por varios
años (puede llegar a 6-8 años). Su persistencia depende de varios factores, principalmente de las
prácticas de manejo en combinación con el clima y los suelos de cada zona. Durante la temporada
de crecimiento se realizan varios cortes de aprovechamiento y su número dependerá del objetivo de
producción, del manejo, de cuestiones operativas y de las condiciones climáticas de cada temporada
en particular.
Una de las características sobresalientes de la alfalfa es la capacidad de exploración de las raíces en
el suelo, mediante un extenso sistema radicular que puede llegar hasta los 6 m de profundidad, que
le permite obtener agua de los horizontes más profundos del suelo e inclusive de la napa freática.
Debido a que es un cultivo extensivo, el requerimiento de mano de obra es bajo y la aplicación de
productos fitosanitarios es ocasional, debido a la baja incidencia de plagas y enfermedades en
nuestra región, que se encuentran generalmente, debajo de los umbrales de daño económico. Los
suelos ideales para la producción de alfalfa son los suelos profundos (mas de 1,5 mts), bien
drenados, El principal objetivo es obtener la mayor producción de forraje de calidad por unidad de
superficie, durante el mayor número de años posibles. Un aspecto importante al momento de
planificar la siembra es la elección de la variedad. Actualmente hay un gran número de variedades
en el mercado, que muchas veces dificulta la elección de cuál de ellas utilizar. Las variedades se
clasifican en grupos según el grado de latencia o reposo invernal:

 Grupos sin reposo: variedades con mayor crecimiento otoñal. Grupos 8, 9 y 10.
 Grupos con reposo intermedio: variedades que poseen menor capacidad de crecimiento en
el rebrote otoñal. Grupos 6 y 7.
 Grupos con reposo: variedades con escaso o nulo rebrote otoñal. Grupos 4 y 5.
Debido al pequeño tamaño que tiene la semilla, las labores de preparación del suelo requieren de
especial atención, para lograr un refinamiento de su estructura superficial, que permita el adecuado
contacto de la semilla con el suelo con el fin de obtener una rápida germinación y óptima
emergencia de las plántulas. La adecuada preparación del suelo, también permite depositar la
semilla en forma uniforme y a la profundidad deseada. En caso de suelos de muchos años sin
cultivos, se deberá realizar una labor primaria con arado que permita posteriormente un correcto
trabajo con la rastra de discos. Otro objetivo del laboreo del suelo es lograr que el mismo esté libre
de malezas al momento de la siembra, lo que es clave para evitar su competencia durante la
implantación del cultivo.
La nivelación del terreno (en caso de realizar riego gravitacional) es uno de los aspectos más
importantes a tener en cuenta antes de la siembra, ya que la vida útil del alfalfar depende en gran
medida de la correcta distribución del agua aplicada al cultivo a través del riego. La siembra puede
realizarse en forma manual, denominada al voleo, o en forma mecanizada, con sembradoras de
grano fino con un cajón alfalfero o bien con vibrocultivador provisto del mismo cajón, según la
maquinaria utilizada permite sembrar en líneas con una separación de 17 a 20 cm entre ellas. Para
poder depositar la semilla en el suelo en condiciones óptimas para su germinación, se debe sembrar
sobre suelo húmedo, siendo necesario regar previamente. No se recomienda sembrar sobre suelo
seco y posteriormente regar ya que se puede endurecer la superficie del suelo, y dificultar la
emergencia de las plántulas (mayor riesgo en suelos de texturas finas). Además, ese riego estimula
la aparición indeseada de malezas. El primer riego posterior a la siembra se debe hacer luego de la
emergencia de las plántulas, preferentemente con 2-3 hojas verdaderas.
La profundidad óptima de siembra debería ser de 1,5- 2 cm, pudiendo variar en función de la fecha
y la humedad del suelo al momento de la siembra, no debiendo superar los 4 cm. Durante esta labor
se deberá lograr un íntimo contacto del suelo húmedo con la semilla, y un adecuado tapado de la
misma, evitando que las semillas queden al descubierto.[5]
Cancio, H., Valle, T. I. A., Valle, S. C. D. I. A., & Hafford, M. (2016). Cultivo de Alfalfa. Estación
Experimental Agropecuaria Alto Valle. INTA.

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