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Título: Empresa familiar, matrimonio y unión convivencial de los socios
Autor: Pellegrini, María Victoria
Publicado en: RDF 88, 11/03/2019, 33
Cita: TR LALEY AR/DOC/1075/2019
(*)
I. Introducción
La doctrina especializada destaca la importancia y trascendencia de las empresas de familia. Sus fundamentos, en pocas
palabras, radican en la cantidad de puestos de trabajo que pueden absorber, la producción de bienes y servicios que generan y la
alta representación que tienen en el producto bruto interno (PBI) del país (1). En definitiva, las empresas de familia son agentes
movilizadores de la economía de fuerte impacto y, por ello, merecedoras de atención y promoción. Sin embargo, en una empresa
de familia coexisten dos subsistemas con características, objetivos y finalidades tan diversos que su convivencia puede generar una
serie de complejidades.
En efecto, una empresa familiar está atravesada por los intereses específicos del vínculo familiar que une a sus propietarios (o
quienes la gestionan) y también por los propios de la actividad empresarial. En el ámbito familiar, priman la protección y la
solidaridad familiar, mientras que los objetivos de una empresa radican en la búsqueda de ganancias y pretensión de permanencia.
Además, uno de los objetivos de la empresa de familia es su trascendencia generacional y, para ello, pareciera importante que la
empresa se mantenga "cerrada" a eventuales "intrusos", como podría ser un excónyuge o conviviente.
Si la convivencia de estos dos subsistemas puede resultar compleja para el desarrollo, desenvolvimiento y duración de la
empresa familiar, la incidencia del transcurso del tiempo y las modificaciones familiares que puedan presentarse tornan aún más
difícil esta relación. Las relaciones familiares se caracterizan por ser variables y es posible describir diversas trayectorias familiares
de una persona a lo largo del tiempo. Algunas circunstancias del ámbito familiar pueden repercutir en la empresa familiar: que
alguno de los socios contraiga matrimonio o lleve adelante una unión convivencial, que tenga hijos en condiciones de ingresar a la
empresa, que se divorcie o cese el proyecto de vida común (sea matrimonial o convivencial) o que se muera. Ante estos supuestos,
se "disparan" ciertas consecuencias del ordenamiento jurídico que podrían impactar en el desenvolvimiento o permanencia de la
empresa familiar.
En esta oportunidad nos concentraremos en las consecuencias que puede provocar la unión matrimonial o convivencial de uno
de los socios de una empresa familiar y las que podría generar el divorcio o cese de la unión. Por cuestiones de espacio, dejaremos
de lado las consecuencias que generan los otros hechos.
En concreto, nos preguntamos: ¿cuál es la incidencia del estado familiar (2) de los socios de una empresa familiar? ¿Difiere
que esté unido en matrimonio o conforme una unión convivencial? Frente a los intentos de "suavizar" o controlar los efectos que
estas decisiones pudieran provocar en la empresa (por ejemplo, mediante un protocolo de familia), ¿hay límites? O, dicho de otro
modo: ¿es tolerable (en términos de control de constitucionalidad/convencionalidad) la restricción de derechos y decisiones
personales de quienes integran una empresa familiar para "blindarla"? ¿Es necesario promover la "subordinación" de un
subsistema sobre el otro?
Las preguntas son muchas (3). Procuraremos avanzar en el estudio de la relevancia del estado familiar de los socios en una
empresa familiar y detectar las diferencias que genera la elección de un modelo familiar matrimonial o uno convivencial de alguno
de sus socios, tanto mientras se mantenga vigente el matrimonio o la unión convivencial, como ante su finalización (por las otras
causales que no sea la muerte, conf. art. 523, Cód. Civ. y Com.).
II. Las empresas de familia
Frente a las dificultades detectadas por la doctrina autoral para establecer un concepto unívoco de las empresas de familia (4),
existiría consenso en la determinación de sus elementos distintivos: i) los propietarios de una empresa (o de sus bienes) y/o los que
la gestionan están unidos por vínculos familiares; ii) se verifica una fuerte conexión entre los subsistemas familia y empresa; iii) es
importante la pretensión de continuidad y transferencia generacional de la empresa; y iv) los socios comparten valores e intereses
comunes y consideran a la empresa una experiencia vital y, eventualmente, la fuente de ingreso de los fundadores y de sus
descendientes.
Propiedad, familia, continuidad y permanencia subyacen en el concepto de empresa de familia. Estos elementos pueden
presentarse con diferente intensidad. Por ejemplo, aunque los miembros de una familia no tengan la propiedad total sobre los
bienes de la empresa o su control societario, o su gestión no sea absoluta, la pretensión de continuidad y permanencia compensa la
menor intensidad de los otros componentes (5).
Para explicar la dinámica de las empresas de familia se acude a un esquema de análisis que permite diferenciar los intereses,
roles y funciones de sus subsistemas. Gráficamente, consiste en identificar tres círculos (familia, propiedad y gestión), entre los
que se producen ciertas intersecciones y zonas independientes. A través de ellos, es posible detectar cómo se estructura la empresa
familiar; cuáles de los miembros de la familia son propietarios; quiénes ejercen la gestión (además de ser propietarios o no) o,
sencillamente, están vinculados a una familia en la cual alguno de sus miembros tiene la propiedad o gestión de una empresa. La
intersección de estos círculos proporciona información útil respecto de la dinámica y posibilidades o perspectivas de continuidad
de la empresa familiar (6).
Así, algunos familiares pueden estar comprendidos solo en el círculo "familia", pero tener expectativas ciertas sobre la
propiedad o gestión de la empresa. Por ejemplo, quien es cónyuge pero no interviene en la empresa, ni como propietario ni en su

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gestión, ostenta sobre ella intereses concretos (actuales y en expectativa) como consecuencia de su vínculo familiar. Ello así, tanto
si su matrimonio se encuentra regido por el régimen patrimonial de comunidad o, independientemente del régimen patrimonial, por
sus eventuales derechos sucesorios emergentes de la vocación hereditaria que le es reconocida por imposición legal.
Ciertamente, es imprescindible tener en consideración bajo qué modalidad gira la empresa familiar, sea un tipo societario
formal o no, pues de ello deriva su regulación legal, generando una interesante superposición entre normas específicas del derecho
societario y del derecho civil (de familia y sucesorio) (7). En las empresas de familia confluyen sistemas regulatorios con
diferentes finalidades que requieren ser armonizados.
Es posible señalar que en el abordaje de las empresas de familia subyace un determinado concepto de familia. Nos referimos a
la idea más tradicional de "familia", esto es, heterosexual, matrimonial, con roles de los cónyuges rígidos e identificados
(actividades productivas vs. tareas reproductivas o de cuidado), con hijos comunes en los cuales se replica la división de roles en
función del género y basada en relaciones verticales, con fuerte preeminencia del fundador (de la familia y de la empresa).
Con acierto señala Pérez Gallardo: "Se trata de empresas fundadas en el seno de una familia, por supuesto en el entendido en el
que clásicamente se ha concebido la familia, como una familia nuclear (esposos e hijos), o en todo caso estirpes o ramas familiares
(hermanos, tíos y primos) con vocación de permanencia y visión de futuro de su transmisión a las siguientes generaciones
familiares. De ahí que en primer orden hay que tener en cuenta que la empresa familiar se ha visto vinculada al entorno de una
familia fundada esencialmente por el matrimonio, con hijos comunes y en todo caso, a lo más con hijos adoptivos. Como expresa
dentro de la doctrina española Parra Lucán '(n)o existe un estatuto jurídico básico aplicable a la 'empresa familiar' y ni siquiera hay
un único concepto que englobe todos aquellos supuestos en los que la titularidad y el control de una actividad económica se
encuentre en manos de una familia. A la dificultad para identificar un concepto de empresa debe añadirse la complejidad y
diversidad de opiniones sobre lo que es la familia o, casi mejor en este contexto, grupo familiar (matrimonial o no, uniones
homosexuales, grado de parentesco, consanguinidad y afinidad...). La propia legislación fiscal, en la que se establecen beneficios
(impuesto de patrimonio, de donaciones y sucesiones, de la renta y de sociedades) no siempre utiliza el mismo concepto (...), y
aunque se trata de realidades diferentes, a veces los datos sobre empresa familiar se solapan o se confunden con los de las
pequeñas y medianas empresas" (8).
La realidad evidencia las múltiples formas en que se traban y desarrollan relaciones familiares, pues se trata, en definitiva, del
reconocimiento al ejercicio del derecho a la vida familiar. Resulta necesario, entonces, abordar el estudio de las empresas de
familia desde la óptica de las diversas realidades familiares, al menos de aquellas que ya tienen trascendencia jurídica en nuestro
país.
III. La elección del modelo familiar y sus consecuencias
Sabemos que la regulación de las relaciones familiares del Código Civil y Comercial de la Nación (Cód. Civ. y Com.) fue una
de las modificaciones más importantes en el ordenamiento jurídico argentino.
A grandes rasgos, adquirieron visibilidad jurídica diversas modalidades de ejercer el derecho humano básico de formar una
familia. A la par del matrimonio, se regularon las uniones convivenciales y sus efectos, se consagró la regla de la coparentalidad
frente al cuidado de los hijos (en aras de los derechos de los hijos a su vínculo con sus progenitores y con ello establecer una
distribución más equitativa de las tareas de cuidado, tradicionalmente atribuidas al género femenino), se fijaron algunas
consecuencias jurídicas a las familias ensambladas, etcétera.
A su vez, la autonomía personal adquiere mayor relevancia. Además de la apertura al régimen patrimonial matrimonial de
separación de bienes, la incidencia del principio de autonomía en el ámbito sucesorio (9) es notable: se redujo la cuota legítima
reconocida a los herederos legitimarios (y la consecuente ampliación de la porción disponible); la posibilidad de celebrar pactos
que involucren derechos hereditarios (art. 1010, Cód. Civ. y Com.) se convirtió en la llave de la planificación sucesoria, en
particular para las empresas de familia; se limitó el alcance reipersecutorio frente a las donaciones realizadas por el causante (art.
2659, Cód. Civ. y Com.), etcétera.
Pero concentrémonos en las consecuencias jurídicas del modelo familiar que conforma un/a socio/a, para luego intentar
identificar cuál podría ser la incidencia de esas consecuencias en el ámbito de la empresa familiar (o su continuidad).
A cualquier socio o socia que decida emprender una familia se le presentan dos alternativas: contraer matrimonio o configurar
una unión convivencial (10). Los dos modelos familiares provocan ciertas consecuencias jurídicas, algunas mientras la relación se
mantiene vigente y otras frente a su cese. No son exactamente las mismas, pues hay diferencias entre casarse o no casarse.
En caso de casarse, podría celebrar, con antelación, una convención prematrimonial (art. 446, Cód. Civ. y Com.) y optar por el
régimen patrimonial de comunidad o bien por el de separación. Si nada establecen, será aplicable, en forma supletoria, el régimen
de comunidad. Ahora bien, esa decisión es modificable (en los plazos y condiciones impuestas por el art. 449, Cód. Civ. y Com.),
por lo tanto, es factible pasar de un régimen patrimonial a otro sin alterar el vínculo matrimonial. Según sea el régimen patrimonial
que rija su matrimonio, se desplegarán diversas consecuencias, algunas comunes a ambos regímenes (arts. 454 al 462, Cód. Civ. y
Com.).
Si fuera el de comunidad, para el socio y su cónyuge será relevante la calificación del capital social, sus aumentos (y la forma
de hacerlos), de los nuevos aportes y del reparto de ganancias (dividendos), además del impacto en la gestión y administración, en
la responsabilidad frente a terceros y en su liquidación. Por otra parte, regirá una restricción a la capacidad jurídica de contratar
entre ellos (art. 1002, inc. d], Cód. Civ. y Com.), aunque tendrán libertad para conformar cualquier tipo societario con su cónyuge
(art. 27, LGS).
Tal vez opte por no contraer matrimonio y configurar una unión convivencial (arts. 509 y 510, Cód. Civ. y Com.). Y en ese
caso, celebrar o no un pacto que la regule o que prevea ciertas consecuencias frente a la finalización de la vida en común (arts. 513,
514 y concs., Cód. Civ. y Com.), como, por ejemplo, la modalidad de administración y gestión de las adquisiciones patrimoniales
generadas durante la unión o la modalidad de su distribución ante el cese (arts. 514, 518 y 528, Cód. Civ. y Com.).

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Mientras se mantiene el proyecto de vida en común (sea matrimonio o unión convivencial), ambos se deben asistencia,
soportan las cargas familiares y responden solidariamente por ellas. A su vez, la vivienda que ocupen tiene una especial protección,
tanto al limitar la libre administración de su titular (exigencia de asentimiento, aspecto interno) como frente a terceros acreedores
(inejecutabilidad, aspecto externo) (11). Las adquisiciones patrimoniales que realicen durante la vida en común, si se trata de un
matrimonio, quedarán sometidas a las reglas establecidas por el régimen patrimonial que les rija (con algunas disposiciones
comunes); si fuera una unión convivencial, dependerá si realizaron un pacto: si así fuera, quedarán sometidos a sus términos y, si
nada establecieron, se mantendrán en forma separada, dentro del patrimonio al que hubieran ingresado (arts. 518 y 528, Cód. Civ. y
Com.).
En definitiva, en el matrimonio impera un régimen patrimonial cerrado (sea el de comunidad o el de separación, siendo el
primero de aplicación supletoria), mientras que, en las uniones, uno abierto (establecido conforme las pautas del pacto de
convivencia o, en su defecto, por el de separación patrimonial).
Si finaliza la vida en común, tanto el divorcio como el cese de la unión convivencial podrían provocar un eventual (12)
derecho/deber a la compensación económica (arts. 441 y 442, Cód. Civ. y Com.) y a la atribución del uso de la vivienda familiar
(arts. 443 y 444, Cód. Civ. y Com.). Por su parte, el divorcio produce la extinción del régimen patrimonial del matrimonio (que, si
fuera el de comunidad, también surge la posibilidad de su liquidación) y, en forma excepcional, la fijación de alimentos posteriores
al divorcio (art. 434, Cód. Civ. y Com.).
Frente al cese de las uniones convivenciales, además de los efectos comunes ya señalados, es posible hacer efectivas las
previsiones establecidas en un pacto (arts. 513 y concs., Cód. Civ. y Com.) o reclamar la distribución de las adquisiciones
patrimoniales realizadas durante la unión (art. 528, Cód. Civ. y Com.).
En forma harto sintética hemos señalado las consecuencias jurídicas de la elección del modelo familiar. Veamos de qué manera
podrían impactar en una empresa de familia.
III.1. Consecuencias durante la vida en común
III.1.a. Matrimonio
Si se contrajo matrimonio y nada se manifestó respecto del régimen (o sea que no se optó por el régimen de separación de
bienes), rige el de comunidad. Entonces, resulta imprescindible tener en cuenta los principios legales que califican las
adquisiciones patrimoniales que realice cualquiera de los cónyuges.
La conformación de las masas propias y gananciales de los cónyuges impacta en diversos ámbitos: su gestión, administración y
disposición (con la exigencia de asentimiento conyugal), la responsabilidad frente a las deudas que contraigan los cónyuges (tipo
de deuda y extensión de la responsabilidad) y el eventual derecho patrimonial al neto resultante de la liquidación. Si bien estos
derechos patrimoniales cobran mayor relevancia al momento de la extinción de la comunidad (oportunidad en la que se "actualiza"
el derecho a la partición), lo cierto es que la expectativa frente a tal circunstancia justifica las restricciones a la gestión y libre
disponibilidad. Por lo tanto, la calificación de los bienes es esencial al régimen de comunidad y ajeno a la voluntad de los
cónyuges.
Una empresa de familia puede desenvolverse en diversos "formatos" societarios, sean típicos (SRL, SA, SAS, etc.) o atípicos
(sociedades de la sección IV del cap. I de la LGS). ¿Podría uno de los cónyuges ingresar a la sociedad que ya integra su cónyuge?
Los cónyuges están habilitados a formar entre sí cualquier tipo de sociedades (conf. art. 27, ley 19.550, LGS), aunque aquéllos
bajo régimen de comunidad encuentran una restricción genérica a su capacidad de contratación (art. 1002, inc. d], Cód. Civ. y
Com.). Ambas normas están vigentes y se impone su armonización interpretativa.
Compartimos la interpretación que privilegia la libertad consagrada en la Ley General de Sociedades por sobre la disposición
genérica del art. 1002, inc. d), Cód. Civ. y Com., por diversas razones. En principio, la especificidad de la norma de la ley de
sociedades que habilita a los cónyuges, sin distinción, a formar sociedades. Por otra parte, la restricción de contratación del art.
1002 se impone a los cónyuges no por su condición de tales, pues se limita a aquellos que estén regidos por el régimen de
comunidad. Además, otras normas del Código Civil y Comercial habilitan en forma expresa la contratación entre cónyuges, como
por ejemplo el contrato de mandato (art. 459, Cód. Civ. y Com.) o el pacto sobre herencia futura, en los términos del art. 1010,
Cód. Civ. y Com. Es decir, el propio Código Civil y Comercial de la Nación contempla ciertas excepciones a la regla genérica del
art. 1002, inc. d). El art. 27 de la ley 19.550 (LGS), entonces, es otra excepción establecida en una norma específicamente
destinada a regular las sociedades. Por lo tanto, entendemos que los cónyuges, incluso aquéllos regidos por el régimen de
comunidad, están habilitados para formar entre sí cualquier tipo de sociedad, pues se trata de una excepción legal específica de la
LGS a la restricción genérica del Cód. Civ. y Com. (13).
Otra cuestión relevante dentro del régimen de comunidad la constituyen las normas de gestión y administración de los bienes
gananciales en el supuesto del carácter ganancial de la participación social de un socio (14).
La gestión de bienes gananciales del Código Civil y Comercial de la Nación sigue la regla del Código Civil derogado
(introducida por la ley 17.711): los cónyuges mantienen separada la gestión y administración de sus bienes propios y gananciales,
reconocida en cabeza de aquel que resulte titular de la adquisición (arts. 469 y 470, Cód. Civ. y Com.). Es decir, la regla es que
quien adquiere gestiona lo que adquiere.
El sistema de administración es coherente con la imposición de un régimen de responsabilidad separada frente a los acreedores
por las deudas que cada cónyuge contrae. En efecto, en el régimen de comunidad, cada cónyuge administra aquellos que adquiere
y responde por las deudas que contrae con sus titularidades patrimoniales (arts. 467 y 461, Cód. Civ. y Com.).
Entonces, tanto para la gestión como en materia de responsabilidad por deudas, la regla es la separación y ambos aspectos
admiten excepciones: (i) restricción a la libre disposición (asentimiento del cónyuge no titular, cuando se trate de disposición de
derechos sobre la vivienda familiar, art. 456, Cód. Civ. y Com. (15), o en los casos del art. 470, Cód. Civ. y Com.), y (ii) extensión
de la responsabilidad del cónyuge no deudor ante determinados supuestos (según el origen de la deuda) y con diferente alcance
(con qué bienes responde) (16).

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La limitación a la libre administración que establece el art. 470, Cód. Civ. y Com. (17)., nos impone tres preguntas: 1) ¿qué
significa "asentimiento"?, 2) ¿para qué tipo de actos? y 3) ¿para qué bienes, siempre gananciales? Ahora nos interesa la última,
porque el art. 470, Cód. Civ. y Com., resuelve una larga disputa interpretativa respecto de la normativa anterior.
El art. 1277, Cód. Civil derogado, exigía el asentimiento conyugal para "disponer o gravar" bienes gananciales que fueran
"inmuebles, derechos o bienes muebles cuyo registro se hubiere impuesto de forma obligatoria". Esta fórmula no generaba
inconvenientes cuando se trataba de actos dispositivos sobre bienes inmuebles o sobre bienes muebles registrables ni tampoco
sobre algunos derechos también registrables (18).
Las dificultades surgían cuando se trataba de aquellas operaciones específicas del ámbito mercantil y societario sobre cuya
dinámica siempre se han pregonado características de celeridad e informalidad (19). Por ejemplo, la venta de acciones de una
sociedad anónima o de una en comandita por acciones, las cuotas de capital de sociedades de responsabilidad limitada o las
participaciones en sociedades de interés, ¿requerían del asentimiento del cónyuge no titular? La cuestión fue ampliamente
discutida (20) y finalmente resuelta por el art. 470, inc. b), Cód. Civ. y Com. (21), que impone la exigencia de asentimiento
conyugal para todo acto de enajenación o gravamen de acciones nominativas no endosables y no cartulares (22), salvo respecto de
aquellas autorizadas para la oferta pública. En este último caso, la modalidad de negociación justifica la no exigibilidad del
asentimiento conyugal.
La exigencia de asentimiento en relación con cuestiones societarias no termina allí. El inc. c) del art. 470, Cód. Civ. y Com.,
también la impone cuando se pretende enajenar o gravar participaciones societarias no exceptuadas. Se refiere a aquellos actos
cuyo objeto sean cuotas sociales de sociedades de responsabilidad limitada o participaciones en sociedades de interés.
Por último, el inc. d) incluye a los actos de enajenación o gravamen de los establecimientos comerciales, industriales y
agropecuarios, y así comprende no solo a las explotaciones comerciales o económicas organizadas bajo figuras societarias
cubiertas por los incisos anteriores. ¿Qué se entiende por "establecimiento"? Para ello es preciso recurrir a la ley que regula la
transferencia de fondos de comercio (ley 11.867). Se equipara a los establecimientos comerciales y se precisan cuáles son sus
elementos constitutivos: instalaciones, mercaderías, nombre y enseña comercial, clientela, etc. (23). Aunque en forma individual
cada uno de estos bienes puedan quedar comprendidos en los bienes registrables del inc. a) del art. 470, la exigencia de
asentimiento para la disposición o gravamen del establecimiento en general evita tener que precisar cada bien y/o impugnar la
transferencia de cada bien particular que integre el establecimiento o fondo de comercio. De allí que resulta imprescindible contar
con el expreso asentimiento del cónyuge no titular para la transferencia de todo establecimiento o fondo de comercio. O, incluso,
su promesa de realización, como lo dispone el párrafo final del art. 470, Cód. Civ. y Com., y, por tanto, comprende a sus cuatro
incisos, alcanzando también a la cesión de tales promesas de venta.
En definitiva, las cuestiones relacionadas con la gestión (como por ejemplo la exigencia de asentimiento conyugal) no deberían
impactar en forma directa en una empresa familiar, ya que permanecen en el ámbito de las relaciones internas entre cónyuges (24)
y/o frente a los eventuales adquirentes.
III.1.b. Unión convivencial
En el caso de optar por la modalidad convivencial, para que resulte aplicable la regulación específica del tít. III del Libro
segundo del Código Civil y Comercial de la Nación, resulta necesario que se configure en los términos de los arts. 509 y 510, Cód.
Civ. y Com. (25). Y, en principio, es irrelevante que esté o no registrada (conf. arts. 511 y 512, Cód. Civ. y Com.), pues tal
inscripción no es constitutiva (sin perjuicio de su incidencia en la protección de la vivienda familiar del art. 522, Cód. Civ. y
Com.). Registrada o no, produce efectos jurídicos.
Ahora bien, los miembros de una unión convivencial podrían celebrar un pacto a los fines de establecer los parámetros en los
que desarrollarán su relación y, además, establecer los alcances de las consecuencias de un eventual cese. Sin embargo, la
autonomía de la voluntad expresada en un pacto convivencial admite limitaciones derivadas de un piso mínimo inderogable
(conformado por los arts. 519, 520, 521 y 522, Cód. Civ. y Com., conf. art. 513, Cód. Civ. y Com.) y de los principios generales, es
decir, orden público, igualdad, o los derechos fundamentales de los miembros de la unión (art. 515, Cód. Civ. y Com.) (26).
Si el/la socio/a miembro de una unión convivencial no celebró ningún pacto, la separación patrimonial consagrada por el art.
518, Cód. Civ. y Com., garantiza la libre administración y disposición de sus titularidades patrimoniales (a excepción de la
limitación respecto de la vivienda familiar, art. 522, Cód. Civ. y Com.). Por lo tanto, su conviviente no tendrá injerencia respecto
de su participación societaria, ni respecto de sus derechos políticos ni de los económicos.
Pero supongamos que hubieran celebrado un pacto en el que limitaran la libre administración y disposición de sus bienes, tal
cual lo admite el art. 518, segundo párrafo ("A falta de pacto..."). Por ejemplo, imponiéndose la exigencia de asentimiento
convivencial en los términos del art. 470, Cód. Civ. y Com., o los que ellos convengan. ¿Cuál es el alcance de este pacto?
No hay dudas de que entre los convivientes produce efectos desde que se suscriben y, respecto de los terceros, a partir de su
inscripción, tal como lo establece el art. 517, Cód. Civ. y Com. ¿Dónde se deben inscribir estos pactos? En el registro local
correspondiente a la inscripción de las uniones convivenciales (arts. 511 y 517, Cód. Civ. y Com.) y en los registros que
correspondan a los bienes incluidos en los pactos (art. 517, Cód. Civ. y Com.) (27). La secuencia sería: en el registro de uniones
convivenciales (registro civil) se debe inscribir la existencia de una unión convivencial y el pacto convivencial (en forma
simultánea o posterior) (28) y este también se inscribe en los registros correspondientes a los bienes incluidos en los pactos.
Si en el pacto se individualizan bienes, se inscribirá en los registros correspondientes (inmuebles, automotor, marcas). Si se
trata de participaciones sociales, su inscripción dependerá de la modalidad de registración correspondiente al tipo social de que se
trate. En algunos casos la inscripción deberá realizarse en el organismo de registro y contralor y, en otros, en los libros (registros)
de la propia sociedad.
Si no se individualizan bienes y se utiliza una cláusula genérica (del tipo "para todas las adquisiciones que se realicen en el
futuro"), para asegurar sus efectos frente a terceros será necesario que se registre el pacto al momento de la adquisición, en la
modalidad que corresponda según el tipo social que sea (29).

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Por otra parte, también podría pactarse alguna modalidad de distribución de las adquisiciones patrimoniales que realicen
durante la vida en común (art. 528, Cód. Civ. y Com.). Una cláusula de esta naturaleza cobrará vigencia una vez producido el cese
de la vida en común, cuestión que analizaremos más adelante.
III.2. Consecuencias frente al divorcio o cese de la unión convivencial
Tanto el divorcio como el cese de la unión convivencial generan la posibilidad de que uno de los cónyuges o convivientes
reclame una compensación económica o se le atribuya el uso de la vivienda familiar. En ambos casos, para que resulte procedente
será necesario que se cumplimenten los requisitos legales (arts. 441, 442, 524 y 525, Cód. Civ. y Com., y arts. 443 y 526, Cód. Civ.
y Com.). Porque se trata de dos efectos eventuales, sometidos a los requisitos (formales y sustanciales) impuestos en la normativa.
De ellos, la compensación económica podría tener mayor incidencia en las empresas de familia. Veamos.
La compensación económica puede ser determinada por acuerdo o por sentencia judicial. En este último caso, se constatará la
existencia de un desequilibrio patrimonial manifiesto que implique un empeoramiento de uno de los cónyuges o convivientes
respecto del otro a causa del proyecto en común y su finalización, se cuantificará y se determinará su modalidad de pago (30). De
modo tal que un cónyuge puede resultar acreedor y otro deudor por determinación judicial o por acuerdo, quedando sometidos al
derecho de las obligaciones, como cualquier otra deuda/crédito.
Las pautas de procedencia y cuantía establecidas por los arts. 442 y 525, Cód. Civ. y Com., funcionan como variables que
deben ser evaluadas en forma combinada. No son pautas aisladas. Por ejemplo, si se trata del divorcio y están sometidos al
régimen de comunidad, es relevante el reparto de los bienes gananciales, pues ello dimensionará el estado patrimonial de cada uno
de los cónyuges (31).
Una de ellas se refiere a la colaboración prestada por un cónyuge o conviviente a las actividades mercantiles, industriales o
profesionales del otro y ello podría tener directa incidencia en las empresas de familia. Esta colaboración puede consistir en una
simple ayuda o funciones de mayor responsabilidad o trabajo efectivo, a la que se le dedicó tiempo y esfuerzo a costa del propio
desarrollo y en beneficio del otro. Ahora bien, si recibe una remuneración económica por sus tareas colaborativas y por ello no se
detecta ningún desequilibrio patrimonial incluso frente al divorcio o el cese, sin dudas el quiebre familiar podrá impactar en la
continuidad de los servicios que preste.
Por ejemplo, supongamos que A presta servicios de modo informal en la empresa familiar de su cónyuge o conviviente B,
quien, junto a su familia de origen, tiene el absoluto control de la sociedad (propiedad o gestión) y A recibe algún tipo de
remuneración por ello. Probablemente, el divorcio o cese de la unión tengan un impacto directo en la situación de A, ya que
depende absolutamente de la decisión de B y su familia (32). A pesar de la eventual aplicación de normas propias del derecho
laboral a la situación de A, podría configurarse el desequilibrio patrimonial causado en la culminación del proyecto en común que
justifique una compensación económica.
La cuestión es sumamente casuística y dependerá no solo del tipo de colaboración sino además del análisis integral de todas las
variables. Así, en los casos de cónyuges regidos por el régimen de comunidad, el desequilibrio patrimonial podría no presentarse
frente al reparto de gananciales (por ejemplo, la participación social), o por la recompensa generada ante el mayor valor de la
participación propia (art. 491, Cód. Civ. y Com.), o por los dividendos pendientes de distribución (art. 465, inc. d], Cód. Civ. y
Com.) (33). Pero, aun así, este reparto podría resultar insuficiente frente al desequilibrio causado por la ruptura. La ganancialidad
no garantiza el equilibrio patrimonial.
En definitiva, una vez determinada una compensación económica, si el cónyuge deudor integra una empresa de familia, la
suma debida a su ex cónyuge o conviviente acreedor podría afectar a la empresa de familia en la misma medida que cualquier otra
deuda, por ejemplo, de una derivada de un juicio de daños y perjuicios por un accidente de tránsito (34).
En el caso de un matrimonio regido por el régimen de separación de bienes, probablemente sea más factible que se configure el
desequilibrio que subyace a la compensación económica. Si bien es cierto que frente al divorcio no se presentarán disputas
particionarias propias del régimen de comunidad (que pudieran impactar sobre los derechos del cónyuge en una empresa familiar),
un reclamo de compensación económica tiene mayores posibilidades de éxito.
Por otra parte, la extinción del régimen de comunidad tiene fuerte relevancia en el ámbito de las empresas de familia. Veamos.
El divorcio provoca la extinción del régimen patrimonial que rigió al matrimonio, sea el de comunidad (art. 475, inc. c], Cód.
Civ. y Com.) o el de separación de bienes (art. 507, Cód. Civ. y Com.). Finaliza entonces la aplicación de las disposiciones
comunes a ambos regímenes, emerge la indivisión postcomunitaria (art. 481, Cód. Civ. y Com.) y sus reglas de administración, uso
de los bienes y responsabilidad (arts. 482 y ss., Cód. Civ. y Com.) y es pasible de proceder a su liquidación y partición en el
tiempo, forma y modo que decidan los ex cónyuges (arts. 488 a 504, Cód. Civ. y Com.). Para ellos se actualiza el derecho en
expectativa al activo común, integrado por la suma de los activos gananciales líquidos de cada uno, es decir, deducido el pasivo
común de cada masa (35).
Una vez realizada la liquidación y determinación del alcance de los derechos de cada ex cónyuge, su partición y adjudicación
en especie podría generar serias dificultades cuando se trata de participaciones sociales de un ex cónyuge socio.
La Ley General de Sociedades permite limitar —contractualmente— la transmisión de las participaciones societarias, de
manera de restringir el ingreso de nuevos socios, de conservar el elenco de los socios fundadores, de mantener ideales y objetivos
comunes, etcétera.
La pregunta es cómo se relacionan estas restricciones contractuales impuestas a los socios con los derechos de sus cónyuges.
¿Cómo se resuelve entonces el derecho de un excónyuge a la participación social ganancial? Ante la restricción a la libre
transmisibilidad y al ingreso de nuevos socios, entendemos que su derecho ganancial se traducirá en un crédito en dinero que
represente el valor de la participación social en cuestión (36), pero no podrá exigir el ingreso cuando haya sido pactada por los
socios una prohibición en tal sentido.
Tal es la solución de dos normas del Código Civil y Comercial, si bien referidas a la atribución preferencial, pero que tienen la
misma finalidad. En efecto, en la liquidación en vida del régimen de comunidad es posible obtener la atribución preferencial a uno
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de los cónyuges de la totalidad "del establecimiento comercial, industrial o agropecuario por él adquirido o formado que constituya
una unidad económica... aunque exceda de su parte... con cargo de pagar en dinero la diferencia al otro cónyuge o a sus
herederos..." (conf. art. 499, Cód. Civ. y Com.).
Y desde el derecho sucesorio, se reconoce al cónyuge sobreviviente el derecho de pedir la atribución preferencial del
establecimiento, con cargo de pagar el saldo (art. 2380, Cód. Civ. y Com.). En forma expresa se establece que en el caso de una
explotación que gira bajo alguna forma social, esta atribución preferencial no puede afectar "disposiciones legales o las cláusulas
estatutarias sobre la continuación de la sociedad". Por lo tanto, si el art. 2380, Cód. Civ. y Com., prioriza las cláusulas limitativas a
la transmisión de participaciones sociales, parecería ser esta, también, la solución aplicable frente a la liquidación de la indivisión
postcomunitaria por divorcio.
En el ámbito de las uniones convivenciales, el alcance de los pactos de convivencia con distribución de las adquisiciones
patrimoniales realizadas durante la vida en común constituye un tema complejo. Lo plantearemos a través de un ejemplo.
Supongamos que, en virtud de una cláusula de un pacto convivencial, A se compromete a transmitir a su conviviente B una
participación societaria de su exclusiva titularidad, adquirida durante la vida en común. O que, en forma genérica, acuerdan la
partición de todos los bienes que adquieran durante la vida en común (37). Pensemos que la unión convivencial de A y B estaba
inscripta y también que se inscribió el pacto en los libros de la sociedad (arts. 511 y 517, Cód. Civ. y Com.). Al finalizar la unión
convivencial, ¿es oponible este pacto a la sociedad? ¿Está obligada a aceptar el ingreso de B?
En principio, la distribución de una participación social puede ser objeto de un pacto convivencial, en tanto se trate de bienes
adquiridos durante la vida en común (conf. art. 528, Cód. Civ. y Com.). Entre los convivientes produce efectos desde su firma y,
frente a terceros, desde su inscripción (art. 517, Cód. Civ. y Com.). Dijimos ya que la registración de pactos que incluyen
participaciones sociales es inscribible en los registros que correspondan al tipo social de que se trata.
Por lo tanto, un pacto entre convivientes es oponible al resto de los socios y de la sociedad desde su registración. ¿Ello
significa que los socios y/o la sociedad están obligados a permitir el ingreso a la sociedad del/a conviviente como consecuencia de
ese pacto?
Para dar respuesta a este interrogante es necesario analizar si existen cláusulas limitativas a la transmisibilidad de acciones. La
situación sería similar a la que consideramos antes frente a los derechos de un ex cónyuge emergentes de la partición de
participaciones gananciales al producirse la liquidación de la comunidad.
Decimos similar porque en el caso de la liquidación del régimen de comunidad su origen es legal, dado que se trata de un
régimen legal, mientras que, en las uniones, es una derivación del reconocimiento de la autonomía de la voluntad de los
convivientes en el diseño de las consecuencias patrimoniales de su modelo de vida familiar.
Los efectos de un pacto de convivencia de transmisión de participaciones sociales frente a la sociedad y/o los socios puede
plantearse en términos de un auténtico dilema: autonomía de la voluntad de los convivientes vs. autonomía de la voluntad de los
socios al establecer cláusulas limitativas a la transmisibilidad de acciones. En los dos casos se trataría de disposiciones válidas, con
respaldo legal propio, pero que resulta necesario armonizar.
La respuesta parecería encontrarse en la solución que brinda el Código Civil y Comercial de la Nación frente a la atribución
preferencial (tanto en la partición en vida, como frente a la muerte) a la que nos referimos más arriba: el derecho del ex cónyuge se
limita al valor que representa la porción de la participación social en cuestión y se traduce en un crédito.
Por lo tanto, entendemos que sería aplicable la misma solución frente a los pactos convivenciales: la sociedad cerrada no
estaría obligada al ingreso de un ex conviviente en virtud de un pacto (en nuestro caso B), como no lo está frente a aceptar el
ingreso de cualquier tercero al que el conviviente socio (A) le hubiese transmitido su participación social. Su derecho se resuelve
en el crédito que represente el valor de tal participación.
IV. Los límites de los protocolos de familia
El protocolo de familia es una de las herramientas más utilizada para organizar una empresa de familia. Se trata de un
instrumento para regular las relaciones entre familia, propiedad de la empresa y su gestión, que suscriben los miembros de una
familia y socios de una empresa (38). Está destinado a regular los diferentes planos que interactúan en una empresa de familia,
como por ejemplo las relaciones entre la familia y la empresa, la profesionalización en la gestión, los intereses de los miembros de
una familia en la empresa, etc. (39). Para su elaboración se suele contar con el asesoramiento de una persona especializada en la
dirección y gestión de las diversas estrategias a desplegar, para arribar a la regulación acorde a las necesidades de la empresa de
familia en cuestión.
El alcance jurídico de un protocolo de familia depende del contenido de sus cláusulas. Algunas pueden ser solo de carácter
moral ("pacto de caballeros"), otras exigibles jurídicamente únicamente entre quienes lo firmaron (contractual). Además, puede
complementarse con otros instrumentos jurídicos y obtener de ellos oponibilidad frente a terceros (institucional) (40). Porque
resulta imprescindible engarzar el contenido de los protocolos de familia con el resto de las normas del ordenamiento jurídico.
Por ejemplo, una cláusula que imponga a los integrantes de una familia empresaria que solo puedan contraer matrimonio bajo
el régimen de separación de bienes y evitar así que adquieran derechos gananciales (41) que pudieran afectar a la empresa es de
indudable invalidez jurídica. En efecto, una restricción de esta naturaleza afecta derechos básicos y esenciales y resulta lesivo a la
dignidad humana (art. 279, Cód. Civ. y Com.).
V. Una cuestión pendiente
Al menos en los últimos años se potenció el estudio y análisis de las empresas de familia como fenómeno particular de
organización empresarial. Sin embargo, es posible advertir que resulta todavía difícil conceptualizar a la familia de un modo más
amplio que aquel tradicional. Así, se concibe a la familia como una organización jerárquica, con un "patriarca" (habitualmente
hombre), jefe de la familia (al estilo del pater), que está casado con una mujer (ajena a los intereses de la empresa), con hijos e
hijas, con alguna preferencia sobre posibles "sucesores" en la actividad empresarial (42). Pareciera que todavía el impacto de las
modificaciones culturales y jurídicas de las diversas modalidades familiares no es suficientemente visibilizado en el ámbito
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empresarial. En pocas palabras, frente a las modificaciones de un subsistema (familia), ¿cuáles son los mecanismos de adaptación
del otro (empresa)?
  (*) Abogada. Especialista en Derecho de Familia. Profesora titular ordinaria de Derecho de Familia y Sucesiones,
Departamento de Derecho, Universidad Nacional del Sur (UNS). Docente-investigadora Categoría III del Programa de Incentivos
(res. SPU 1-SACT 1, 12/01/2009 CONEAU - Categorización 2009). Integrante de un equipo de trabajo en Derecho de Familia de
la Comisión de Reformas del Código Civil (2011).
 (1) Ver, entre otros: FAVIER DUBOIS, Eduardo M. (h.), "La planificación sucesoria en la empresa familiar frente al Código
Civil y Comercial", RDF 73, cita online: AP/DOC/70/2016; GOTLIB, Gabriel — BURMAN, Guillermo, "La armonía en la
empresa familiar y el nuevo Código", LA LEY del 04/03/2016, p. 1; MOLINA SANDOVAL, Carlos A., "Empresas familiares.
Herramientas de planificación y profesionalización. Aspectos patrimoniales, contractuales, societarios, sucesorios, laborales,
fiscales y concursales de las empresas familiares", Ed. Erreius, Buenos Aires, 2014, p. 4.
 (2) Sobre el alcance del estado de familia y estado civil en las uniones convivenciales, ver PELLEGRINI, María Victoria,
"Uniones convivenciales. Regulación en el Código Civil y Comercial y su impacto en el ordenamiento jurídico", Ed. Erreius,
Buenos Aires, 2017, p. 286.
 (3) Agradezco la paciencia infinita y explicaciones de los profesores Carlos Arianna y Diego Duprat.
 (4) FAVIER DUBOIS, Eduardo M. (h.), "La planificación...", ob. cit.
 (5) MOLINA SANDOVAL, Carlos A., ob. cit., p. 9.
 (6) Ibidem, p. 13.
 (7) Desde el derecho societario, las empresas de familia pueden configurarse como: 1) una empresa familiar informal, sea una
explotación unipersonal o de una sociedad irregular (de hecho) o 2) una empresa familiar formal, porque se adoptó algún tipo
social. También es posible que en este último caso en su instrumentación se incorpore una reglamentación específica respecto de
las relaciones entre la familia y la empresa. Ver FAVIER DUBOIS, Eduardo M. (h.), "La redacción de las cláusulas del estatuto
societario de la empresa familiar", Revista del Notariado, 907, 01/01/2012, p. 39, cita online: AR/DOC/3123/2013.
  (8) PÉREZ GALLARDO, Leonardo, "Relaciones de pareja y pactos sucesorios II", en Paradigmas y nuevos desafíos de
derecho de las familias, niñez y adolescencia, Ed. Rubinzal-Culzoni, en prensa.
 (9) Es indiscutible la relación del derecho sucesorio con el de familia, dado que la estructuración de la transmisión hereditaria
descansa en los vínculos familiares. Aunque es fácil advertir una evidente distancia entre la regulación de las relaciones familiares
(Libro segundo) y la transmisión por muerte (Libro quinto), pues los cambios introducidos en el Libro segundo están ausentes en el
Libro quinto. En pocas palabras: la transmisión patrimonial por causa de muerte sigue estructurada en función del vínculo
matrimonial y las familias ensambladas son totalmente ignoradas.
 (10) Nos referimos a elecciones familiares cuyas consecuencias jurídicas están previstas en el Código Civil y Comercial de la
Nación, sin desconocer la presencia (en términos culturales) de otras formas familiares (como el poliamor).
 (11) Tratándose de la vivienda familiar, es exigible el asentimiento conyugal e inejecutable (en las condiciones establecidas)
en ambos regímenes patrimoniales, ya que el art. 456, Cód. Civ. y Com., integra las disposiciones comunes a ambos regímenes, al
igual que el asentimiento convivencial en el caso de las uniones convivenciales inscriptas, según el art. 522, Cód. Civ. y Com.
Respecto de la posibilidad de ampliar la aplicación del art. 522, Cód. Civ. y Com., a uniones convivenciales no registradas, ver
SZMUCH, Mario G., "Sobre algunos aspectos de la unión convivencial, la protección de la vivienda y los pactos de convivencia.
Propuestas de implementación", Revista del Notariado, 919, 01/01/2015, p. 143, cita online: AR/DOC/2289/2016, y
PELLEGRINI, María Victoria, ob. cit.
 (12) Se trata de un efecto que requiere la constatación de determinados elementos para que resulte procedente. Por lo tanto, no
es posible sostener que frente a todo divorcio resulte procedente una compensación económica sino solo en aquellos casos en que
se configuren los presupuestos fácticos exigidos. En pocas palabras, si bien es necesario el dictado de un divorcio para que se
configure una compensación económica, no en todos los divorcios se configurará. Misma conclusión si se trata del cese de una
unión convivencial.
 (13) ARIANNA, Carlos A., "Régimen patrimonial del matrimonio", Ed. Astrea, Buenos Aires, 2017, p. 45; ARAYA, Tomás
M. — ROMERO, Melisa, "La empresa familiar en el nuevo Código Civil y Comercial", RDF 70-211, cita online: AP/DOC/448/
2015; DUPRAT, Diego A. J., "Sociedad entre cónyuges", Revista de Derecho de Familia y de las Personas, 11, año VII, diciembre
2015, p. 43; MEDINA, Graciela, "La protección de la empresa familiar en el Código Civil y Comercial", Revista de Derecho
Privado y Comunitario 2016-2, Derecho de Familia II, Relaciones entre adultos, Ed. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2016, p.
101.
 (14) Existen múltiples cuestiones, por ejemplo, el carácter de recompensa reconocido al mayor valor de acciones propias por
capitalización de utilidades devengadas durante la comunidad (art. 491, Cód. Civ. y Com.), la discusión respecto a la calificación
de utilidades de acciones propias no capitalizadas y no distribuidas (resultados no asignados, que permanecen en una suerte de
"limbo"), cuestiones que tienen incidencia directa en los resultados a liquidar una vez finalizado el régimen de comunidad.
 (15) Recordamos que la exigencia de asentimiento conyugal para disponer derechos sobre la vivienda familiar integra las
disposiciones comunes a ambos regímenes, aplicable también a los cónyuges bajo régimen de separación de bienes (art. 456, Cód.
Civ. y Com.).
 (16) Frente a obligaciones contraídas para solventar las necesidades ordinarias del hogar o sostenimiento y educación de los
hijos comunes o de aquellos menores de edad, con capacidad restringida o discapacidad de uno de ellos que convivan con ellos, se
establece la responsabilidad solidaria de ambos cónyuges (art. 461, Cód. Civ. y Com.). Aquellas deudas originadas en los gastos de
conservación y reparación de bienes gananciales en el régimen de comunidad responden a  quien contrajo la deuda con todo su
patrimonio y su cónyuge (no deudor) solo con los bienes gananciales de su titularidad (art. 467, última parte, Cód. Civ. y Com.).

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 (17) Art. 470, Cód. Civ. y Com.: "Bienes gananciales. La administración y disposición de los bienes gananciales corresponde
al cónyuge que los ha adquirido. Sin embargo, es necesario el asentimiento del otro para enajenar o gravar: a. los bienes
registrables; b. las acciones nominativas no endosables y las no cartulares, con excepción de las autorizadas para la oferta pública,
sin perjuicio de la aplicación del art. 1824; c. las participaciones en sociedades no exceptuadas en el inciso anterior; d. los
establecimientos comerciales, industriales o agropecuarios. También requieren asentimiento las promesas de los actos
comprendidos en los incisos anteriores. Al asentimiento y a su omisión se aplican las normas de los arts. 456 a 459".
 (18) Como los derechos de desmembramiento y de garantía sobre inmuebles, créditos garantizados con hipoteca y prenda,
arrendamientos rurales, etc. Para un análisis detallado de los bienes comprendidos en la exigencia de asentimiento del derogado
art. 1277, Cód. Civil, ver KRASNOW, Adriana N., "La gestión en el régimen de comunidad. Régimen legal anterior al Código
Civil y Comercial", en Tratado de derecho de familia, t. II, "Relaciones personales y patrimoniales de pareja", Ed. Thomson
Reuters-La Ley, Buenos Aires, 2015, p. 761.
  (19) "La supuesta 'celeridad' e 'informalidad' de los actos de comercio se ha convertido en una de las tantas muletillas o
dogmas que vienen siendo repetidos por nuestra doctrina y jurisprudencia desde hace muchísimos años y que a mi juicio no
constituyen valores que deban ser tomados en cuenta a la hora de definir la cuestión que es objeto de análisis. Ni la celeridad ni la
informalidad pueden tener prioridad sobre la seguridad jurídica o la tranquilidad familiar y a nada bueno conduce privilegiar
aquellas supuestas características de las operaciones comerciales, que, por otra parte, solo se justifican en determinados ámbitos,
como el bursátil, para lo cual, y atento la excepcionalidad de tal operatoria, podría quedar suplida la conformidad conyugal por un
apoderamiento genérico otorgado por anticipado por el cónyuge no administrador". NISSEN, Ricardo A., "El art. 1277 del Código
Civil y su aplicación a las sociedades comerciales", LA LEY 1997-F-751, cita online: AR/DOC/14906/2001.
 (20) Ver, entre muchos: NISSEN, Ricardo A., ob. cit.; WERNER, Alejandro E., "Asentimiento conyugal", en DUPRAT, Diego
(dir.), Tratado de los conflictos societarios, Ed. AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2013, t. III, p. 2739; AZPIRI, Jorge O., "Régimen de
bienes en el matrimonio", Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2007, 2ª ed. actualizada y ampliada, p. 145; ARIANNA, Carlos A., ob.
cit., p. 201.
 (21) "...a la luz de lo dispuesto en el art. 470 del Código cit., norma a la cual remite expresamente la regla legal comentada, se
puede afirmar que los alcances de la obligatoriedad de que el cónyuge no contratante preste su consentimiento para enajenar o
gravar títulos valores quedan circunscriptos a los siguientes supuestos: I) De un lado, las acciones nominativas no endosables o no
cartulares no autorizadas para la oferta pública (art. 470, inc. b]). II) Las participaciones accionarias en sociedades no exceptuadas
en el inciso anterior (art. 470, inc. c]. III) Así como concretar las promesas de los actos comprendidos en los incisos ya
mencionados". GÓMEZ LEO, Osvaldo R., "Títulos valores. Algunas consideraciones contributivas al conocimiento del Código
Civil y Comercial", RCCyC 2015 (agosto), 17/08/2015, p. 241, LA LEY Online, cita online: AR/DOC/2625/2015.
 (22) Esta excepción a la exigencia de asentimiento no se limitaría a las acciones no endosables y no cartulares autorizadas a la
oferta pública. Así lo sostiene, por ejemplo, Duprat. Precisa que existen otros títulos que participan de las mismas características
(no endosables y no cartulares) pero no son acciones y se negocian en la oferta pública, y por ello comprendidos en la excepción
de exigencia de asentimiento como consecuencia de la modalidad de su circulación. Detalla: "...Tales como los representativos de
deuda (obligaciones negociables, debentures), las cuotas partes de fondos comunes de inversión, CEDEAR (certificados
representativos del depósito de valores negociables de sociedades extranjeras no autorizadas para la oferta pública en la República
Argentina y que han sido depositados en una entidad de custodia autorizada), CEVA (valores negociables representativos de
diferentes especies de valores negociables), títulos de deuda o participación en fideicomisos financieros, certificados de warrant,
entre otros, que pueden ser emitidos como nominativos no endosables o, inclusive, como escriturales... debe extenderse a todo otro
título nominativo no endosable o no cartular admitido para ofrecerse públicamente, que no sea una acción. Esto, en virtud de las
exigencias de libre circulación y celeridad que impone la negociación en masa de dichos títulos que, si valen para las acciones
autorizadas para ofrecerse públicamente, también valdrán para otros títulos admitidos en la oferta pública". DUPRAT, Diego, "El
asentimiento conyugal en las operaciones societarias. Regulación del Código Civil y Comercial, ley 26.994", RDCO, Edición
Especial, 272, mayo/junio 2015, p. 663. En similares términos, Arianna realiza una interpretación finalista y armónica frente a la
discordancia entre los arts. 470, inc. b), y 1824, Cód. Civ. y Com. Para profundizar ver ARIANNA, Carlos A., ob. cit., p. 202.
  (23) Ley 11.867, art. 1º: "Declárase elementos constitutivos de un establecimiento comercial o fondo de comercio, a los
efectos de su transmisión por cualquier título: las instalaciones, existencias en mercaderías, nombre y enseña comercial, la
clientela, el derecho al local, las patentes de invención, las marcas de fábrica, los dibujos y modelos industriales, las distinciones
honoríficas y todos los demás derechos derivados de la propiedad comercial e industrial o artística".
 (24) "Las relaciones jurídicas patrimoniales entre los cónyuges están presididas por una comunidad de intereses que no altera
la titularidad erga omnes de bienes y derechos de cada cónyuge. Esa comunidad de intereses se traduce, en suma, en relaciones de
comunidad, internas, que no trascienden en la cotitularidad de los derechos que recaen sobre cada uno de los objetos singulares de
las relaciones jurídicas externas". ARIANNA, Carlos A., ob. cit., p. 117.
 (25) Para un análisis de la interpretación del art. 510, Cód. Civ. y Com., ver PELLEGRINI, María Victoria, ob. cit., p. 29.
 (26) Ibidem, p. 83.
 (27) Frente a la exigencia de inscripción de un pacto de convivencia del art. 517, Cód. Civ. y Com., Di Chiazza señala una
contradicción con la regulación vigente respecto de la modalidad de prueba de las sociedades irregulares. Para ser oponible a
terceros, un pacto de convivencia debe ser inscripto, pero en el caso de una sociedad de hecho su conocimiento puede ser probado.
Sostiene: "La solución en cuestión resulta contradictoria con lo previsto por el nuevo régimen en materia de sociedades de hecho.
En efecto, respecto a la sociedad que incumpla con las formalidades legales, el eventual contrato existente será inoponible a
terceros 'solo si se prueba que lo conocieron efectivamente al tiempo de la contratación o del nacimiento de la relación
obligatoria...' (art. 22, ley 19.550 con la modificación de la ley 26.994). Se trata de una solución contrapuesta con aquella que se ha
propiciado a favor de las uniones convivenciales en cuyo caso no se habilita la posibilidad de probar que el tercero conocía el
acuerdo. Si el pacto convivencial no se encuentra inscripto no es oponible a terceros (art. 517)". DI CHIAZZA, Iván G., "Unión
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convivencial y sociedad de hecho. Novedades del Código unificado y de la Ley General de Sociedades", 02/12/2014, cita: MJ-
DOC-6983-AR | MJD6983.
 (28) Se debe registrar la existencia de un pacto convivencial y su contenido.
 (29) Para analizar las alternativas frente a la legitimación del conviviente que no adquiere para requerir la registración del
pacto, omitida por su conviviente, ver SZMUCH, Mario Gabriel, ob. cit.
 (30) Para un estudio pormenorizado de este instituto jurídico, ver MOLINA de JUAN, Mariel, "Compensación económica.
Teoría y práctica", Ed. Rubinzal-Culzoni Editores, Santa Fe, 2018.
 (31) Es muy frecuente que las dificultades en la liquidación y partición del haber común insuman años de proceso judicial,
dejando expuesto al cónyuge más vulnerable a una precaria situación económica. Por ejemplo, ver Juzg. Nac. Civ. Nº 92, 06/03/
2018, "K. M., L. E. c. V. L., G. s/ fijación de compensación arts. 524, 525 Cód. Civ. y Com.", publicado en RCCyC 2018 (junio),
07/06/2018, p. 121, cita online: AR/JUR/261/2018.
 (32) Una situación similar se planteó en un caso resuelto por una sentencia española. Si bien el debate principal se centró en
determinar cuál es el momento a considerar para evaluar la procedencia de una pensión compensatoria (con las características y
consecuencias propias del derecho español), nos interesa señalar la relevancia del control en la toma de decisiones en las empresas
de familia y las consecuencias en el ámbito de los cónyuges. Ver TS España, sala de lo Civil en pleno, sentencia 120/2018 c, 07/03/
2018, publicado en: RDF 2018-V-181, con nota de Hugo A. Llugdar. Cita online: ES/JUR/3/2018.
 (33) MOLINA de JUAN, Mariel F., ob. cit., p. 188.
  (34) Por ello no coincidimos con Calcaterra, quien sostiene que al valorar esta pauta legal sea necesario "preservar el
patrimonio y la armonía en la empresa familiar de quien, recién separado, es blanco de un reclamo por una compensación".
CALCATERRA, Gabriela, "Las compensaciones económicas en la empresa familiar", RDF 78-21, cita online: AP/DOC/11/2017.
 (35) ARIANNA, Carlos A., ob. cit., p. 116.
 (36) Por ejemplo: "De allí que consideremos razonable aceptar el valor asignado en la pericia, reconociendo el derecho de la
actora al 50% de la participación social del Sr. A. en CEDIME SRL. Ahora bien, según surge de la cláusula octava del estatuto
social (incorporado a partir de medida de mejor proveer dictada por este tribunal), existen limitaciones a la libre transmisibilidad
de las cuotas a terceros —art. 153, LGS—, en cuanto en ese caso la cesión solo puede efectuarse si se trata de médicos radiólogos
(a lo que se suma la previsión del derecho de preferencia de los socios y la sociedad), lo cual se conjuga con el objeto social
expresado en la cláusula tercera. Tal situación descarta la factibilidad de la adjudicación de las cuotas interesada a favor de la
excónyuge, con lo cual, la partición se efectivizará con el pago por parte del cónyuge demandado del crédito equivalente de M.,
esto es la suma de $364.415,25, con más intereses tasa activa del Banco de la Nación Argentina, desde la fecha de cierre del
balance computado, hasta el efectivo pago". C. Civ. Com. y Lab. Gualeguaychú, sala 1ª, 25/06/2018, "M. A. F. c. A. E. A. |
incidente liquidación régimen de comunidad", Microjuris, cita: MJ-JU-M-113873-AR | MJJ113873.
 (37) Como el art. 528, Cód. Civ. y Com., limita el objeto de distribución a los bienes adquiridos durante la convivencia,
resultaría lógico pensar que el pacto antecede temporalmente a la adquisición societaria y, por tanto, al estatuto de la sociedad. Sin
embargo, las restricciones a la libre transmisibilidad también podrían surgir de una decisión asamblearia, es decir, con
posterioridad al pacto. En tal caso será necesario tener en cuenta ambas fechas.
 (38) FAVIER DUBOIS, Eduardo M. (h), "La redacción de las cláusulas...", ob. cit.
 (39) FAVIER DUBOIS, Eduardo M. (h.) — SPAGNOLO, Lucía, "Diez mandamientos legales para las empresas familiares.
Aplicación del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación", Ed. Ad-Hoc, Buenos Aires, 2015, p. 20.
 (40) Ibidem, p. 21.
 (41) Ibidem, p. 31.
 (42) "Es igualmente frecuente a la hora de la transmisión de acciones que estas vayan a parar a manos de los hijos varones,
siendo las hermanas compensadas con otros bienes patrimoniales. También es habitual que ellas reciban participaciones
minoritarias. Estas situaciones suponen un agravio comparativo no solo para ellas, sino para sus hijos, miembros de la siguiente
generación de la familia sin derecho a formar parte del accionariado de la empresa". PASCUAL GARCÍA, Consolación, "Empresa
familiar, mujer y sucesión", tesis doctoral, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad de Córdoba, Servicios
de Publicaciones de la Universidad de Córdoba, 2012, p. 140, www.dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=68892, citado por
PÉREZ GALLARDO, Leonardo, ob. cit.
 

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Información Relacionada
Voces:
SOCIEDAD DE FAMILIA ~ DERECHO DE FAMILIA ~ EMPRESA ~ MATRIMONIO ~ UNION CONVIVENCIAL ~
CONYUGE ~ CONVIVIENTE ~ UNIFICACION CIVIL Y COMERCIAL ~ CODIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACION
~ LEY GENERAL DE SOCIEDADES
 

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