Está en la página 1de 3

ENSAYO

FEMINISMO

El feminismo es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales


del siglo XVIII (aunque sin adoptar todavía esta denominación) y que supone la
toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la
opresión, dominación, y explotación de que han sido objeto por parte del colectivo
de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo
de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con
todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera.

El movimiento feminista surge ante la necesidad de actuar sobre un arraigado


conflicto, que atraviesa a la sociedad, determinado por el hecho de nacer mujer o
varón. Si bien el análisis sobre el origen y las consecuencias de la subordinación
de las mujeres ha dado lugar a distintas teorías, y en ocasiones a infructuosos
debates, parto de la consideración de que es sobre esa diferencia biológica inicial
como se articulan los procesos que otorgan poder a los hombres sobre las
mujeres y generan discriminación y desigualdad que se manifiestan social, cultural
y económicamente. Se trata por tanto de un conflicto que conforma una de las
características estructurales del actual modelo de organización social. El
feminismo no es contrario al machismo, pues todavía hoy existe una equivocada
comprensión del término, ello derivado del desconocimiento. El machismo es una
conducta animalesca del hombre, violenta, dominadora y agresiva, el feminismo
no es su contraparte, pues su contraparte sería el hembrismo o matriarcado, como
un modelo de imposición violenta y dominadora de las mujeres sobre los hombres.
El feminismo es también un pensamiento crítico. Sus objetivos de transformación
obligan a actuar en el terreno de las ideas a fin de subvertir arraigados códigos
culturales, normas y valores, así como el sistema simbólico de interpretación y
representación que hace aparecer normales comportamientos y actitudes sexistas,
que privilegian lo masculino y las relaciones de poder patriarcal.
En este contexto el feminismo desarticula los discursos y prácticas que tratan de
legitimar la dominación sexual desde la ciencia, la religión, la filosofía o la política.
Por ejemplo, el fundamentalismo de la Conferencia episcopal formula un modelo
de sometimiento sin fisuras posibles e inscrito en la familia tradicional y la
negación de la libertad para las mujeres; tampoco hay que olvidar los distintos
discursos populares o institucionales que estimulan en el imaginario colectivo la
idea de la supremacía masculina. Esta afirmación de virilidad resulta un elemento
de identidad de los hombres ante la percepción de una superioridad maltrecha por
el cambio de las mujeres. Afortunadamente en los últimos años empiezan a
aparecer públicamente nuevos referentes de masculinidad a raíz de la activa y
comprometida actitud de algunos hombres en el rechazo a la violencia sexista.
En nuestro caso, a México se le ubica dentro del feminismo del tercer mundo:
“El feminismo del tercer mundo o de las diferencias no solo se fija en la diferencia
de género, sino también en las diferencias de raza, clase, etnia, cultura sexualidad
y religión. Sin embargo, al contrario que la teoría feminista postmoderna, no sólo
señala la discursividad de tales diferencias, sino también su materialidad. Pone de
relieve el error cometido por el feminismo eurocéntrico al considerar la experiencia
cultural y política de las mujeres blancas de clase media es representativa de la
experiencia y situación de todas las mujeres. Como alternativa, insiste en que hay
todo un abanico de estructuras multiplicativas de dominación que determinan de
manera diferente la vida de las mujeres” (Elisabeth Schüssler Fiorenza, Los
Caminos de la Sabiduría, 91.)
Personalmente opino que el feminismo es un movimiento que motiva a las mujeres
a luchar por sus derechos y a buscar tener una igualdad en todos los aspectos con
los hombres y que ellas no sean tratadas diferentes solo por su género o por el
simple hecho de ser mujer.
La categoría “género”, acuñada por el feminismo, remite precisamente al carácter
social y cultural del proceso por el que se atribuyen características y significados
diferenciados y jerarquizados a mujeres y hombres, constituyendo estereotipos
que varían geográfica y temporalmente, sobre lo que es y debe representar nacer
varón o mujer. Sin embargo, conviene señalar que, al generalizarse el uso de este
término, con frecuencia se vacía su contenido crítico integrándolo en discursos
políticos, académicos y medios de comunicación, en los que no siempre designa
relaciones de poder y procesos sociales de discriminación.
Actualmente es común encontrar en las redes sociales y otras páginas similares a
miles de feministas que atacan a los hombres, generalizándolos como una
caricatura misógina. Aunque su objetivo es la lucha por recibir un trato justo y sin
discriminaciones, es común que caigan en la difamación, utilizando la retórica de
una manera torcida que confunde la crítica al sexismo con el accionar masculino.
En conclusión, ser feminista no significa que piensen que las mujeres merecen
derechos especiales; significa que saben que merecen los mismos derechos que
los hombres. Defender la igualdad no implica menospreciar o castigar a los
hombres. El feminismo no habla de superioridad ni de discriminar al otro género,
simplemente combate las desigualdades que sufren las mujeres por el mero hecho
de serlo. No se lucha por ser “más”, se lucha por ser igual.
En este contexto, no todos los hombres son machistas, pero lo es el sistema y es
imposible escapar de él. Ellos también sufren suposiciones y expectativas
basadas en su género y ello les condiciona a vivir y a actuar de cierta manera,
pero no es comparable. Las mujeres están hartas de ser juzgadas y criticadas por
la manera en que se visten o se comportan. Por la forma en la que hablan o en la
forma en que trabajan.
Cansadas de que su palabra valga menos o nada que la de un hombre, cansadas
de la desigualdad, de cobrar menos, de trabajar más por menos dinero. Están
hartas de empleos informales y precarios, de los techos de cristal. Cansadas de
que las maten, de que las acosen, de que las violen. Cansadas de que las
llamen feminazis por defender la igualdad que buscan con el hombre.
Su aspiración es lógica: eliminar la discriminación de género y promover el respeto
hacia las mujeres como seres humanos iguales en valor y dignidad a los hombres,
es decir, un mundo justo e igualitario para todas las personas.

Bibliografía

Alcoff, L. (2002). Feminismo cultural versus post-estructuralismo: la crisis de identidad de la teoría


feminista.

Debats, 76, 18-39. Valencia. Amorós, C. (1997). Sobre feminismo, proyecto ilustrado y
postmodernidad. Madrid: Cátedra

Asamblea Feminista (2006). La ley de dependencia ante la crisis del trabajo de cuidados. En
Cuadenos Feministas Amaranta, nº 3. Madrid.

Carrasco, C. (1999). Mujeres y economía. Nuevas perspectivas para viejos y nuevos problemas.
Icria.

También podría gustarte