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La pintura barroca granadina.

Alonso Cano (Granada, 1601-1667).


Alonso Cano es un artista nacido en Granada que tratará los distintos
ámbitos artísticos, la pintura, arquitectura o escultura, además del dibujo. Su
familia se establece en Sevilla en torno a 1615, donde tomará su formación
pictórica en el taller de Francisco Pacheco, donde conoce a Velázquez, y su
formación como escultor con Martínez Montañés. Este carácter polifacético
hará que se gane el apodo del ‘Miguel Ángel español’.

Era un hombre con un temperamento difícil y violento, siendo


encarcelado en alguna ocasión, pero para nada se refleja en sus obras, en las
que usa figuras dulces con aires de melancolía. Su pintura se caracteriza por
unas figuras delgadas y esbeltas, en las que la línea curva está muy presente,
y usa un tratamiento de paños muy característico.

El conde-duque de Olivares reclama sus servicios en la corte en 1636,


acudiendo a Madrid como pintor de cámara del rey. En la capital conoce las
colecciones reales, que harán que aumente su interés por el claroscuro, siendo
más marcado, y por el color de la pintura veneciana.

En 1652 regresa a Granada, donde morirá, pero antes realiza la


intervención sobre la fachada de la Catedral de Granada, siendo una obra
referente dentro del barroco español.

San Juan y la visión de la Jerusalén Celeste (1636), forma parte de


una colección privada en Inglaterra, pero originalmente iba a formar parte del
retablo de la iglesia del convento de Santa Paula, en Sevilla. Relata un pasaje
bíblico del libro del Apocalipsis, que narra la visión que San Juan Evangelista
tiene del Paraíso como una imagen celestial de la ciudad de Jerusalén, donde
estaba Jesús, como Dios, en el templo sentado sobre el trono divino. Alonso
Cano nos lo representa arrodillado abrazando al ángel, con la visión celestial
de fondo.

Una obra muy expresiva llena de gracia y religiosidad, evocada en la


gesticulación y rostro del evangelista. El ángel es representado con gran
belleza y elegancia, agachándose ligeramente para calmar a san Juan con una
mirada dulce y tranquilizadora, frente a la mirada asustadiza y estremecedora
del santo. Al fondo, observamos una representación arquitectónica envuelta en
nubes doradas y celestiales que hacen referencia a la Jerusalén Celestial.
Todo esto crea una composición equilibrada.

El ángel despliega sus alas, creando una sensación de movimiento que


se traslada a los paños voluminosos y escultóricos que se levantan con el
revoloteo del ángel. Vemos un uso del color intenso y brillante veneciano,
además del uso del claroscuro, que hace que en los pliegues y cuerpos de los
personajes se creen juegos de luces y sombras.

El milagro del pozo (1638-1640, Museo del Prado, Madrid), una escena
de la vida de San Isidro Labrador, patrón de Madrid. Narra la historia de su hijo,
quien cae a un pozo y es regresado milagrosamente al elevarse las aguas por
sus rezos y los de su mujer, Santa María de la Cabeza. Esta obra se realiza
para el altar mayor de la iglesia de Santa María de la Almudena, en Madrid.

Representa la escena en un espacio abierto rodeado de arquitectura,


destacando al santo por su aureola, rodeado por el resto de personajes. Usa
una pincelada rápida debido a su carácter nervioso, y una paleta rica en
intensidad y brillantez, por influjo de la pintura veneciana de las colecciones
reales.
La educación de la Virgen (1650-1651, Colección Banco Santander),
una popular escena de la vida de la Virgen. En un paisaje natural, encontramos
a santa Ana, anciana, junto a la Virgen niña enseñándola a leer. Tras ellos hay
dos angelotes que revolotean entre un cortinaje rojo intenso muy propio del
barroco.

La composición se ordena con lo celestial arriba y lo terrenal abajo,


dispuesta santa Ana a nuestra izquierda con un libro sobre sus piernas y la
Virgen a la derecha. Una escena aparentemente costumbrista, pero esos
ángeles le aportan lo religioso. Dota de naturalismo a los personajes, y de
teatralidad a la obra al incluir el cortinaje. Usa una paleta intensa y brillante de
influencia veneciana, y una elegante perspectiva atmosférica que difumina el
paisaje tras la escena principal.
Descenso de Cristo en el limbo (1640, County Museum of Arts, Los
Ángeles), realizada como pintura religiosa, pero también contemplativa por el
magnífico uso del bello desnudo integral femenino que vemos de Eva. Narra un
pasaje de los apócrifos del evangelio de Nicodemo, donde Cristo baja al limbo
para rescatar a los personajes del Antiguo Testamento.

Aunque el protagonista de la obra es Cristo, la escena se centra más en


el desnudo de Eva, dispuesta de espaldas pero dejando ver su perfecta
anatomía de muy marcada sensualidad. Se trata de una obra en la que la
estética y el color venecianos son claramente influyentes en su pintura.
Cristo y la Samaritana (1640, Museo del Prado, Madrid), parte de una
serie de pinturas que realizó para el refectorio de la Cartuja de Santa María de
las Flores, en Sevilla. Representa a Cristo sentado en un banco de piedra al
lado del pozo, donde la samaritana llega a recoger agua con un cántaro, una
iconografía que ya había realizado Annibale Carracci.

Los colores y la perspectiva atmosférica que suaviza y difumina el


paisaje de fondo los aprende de la pintura veneciana que conoce en Madrid,
usando colores claros y brillantes. Una pintura muy naturalista con un claro uso
del claroscuro que incide en Cristo y crea juegos de luces y sombras en sus
paños, al igual que en los de la samaritana.

Dos reyes (1641, Museo del Prado, Madrid), de origen godo, pero
desconocemos de cuales se trata, al igual que el motivo de esta representación
puede que se hiciera con motivo de representar a los reyes de España. Es raro
en la temática de Cano el ver un cuadro de origen profano, donde la inmensa
mayoría de sus encargos corresponden al ámbito religioso.

Las figuras parecen algo agigantadas, vistas desde un punto de vista


bastante bajo, ya que la intención sería que se visualizara desde una zona
elevada. Vemos a los dos reyes sentados en sus tronos con el bastón de
mando en la mano izquierda y la corona sobre la cabeza. Naturalismo y
realismo en la representación de ambos tanto en rostros como en gestualidad y
ropajes magníficamente detallados con sus ricos bordados. El uso de esos
colores claros y brillantes es propio de la pintura veneciana.
Cristo sostenido por un ángel (1650, Museo del Prado, Madrid), una
obra que no se basa en los Evangelios, sino que se trata de un tema de
tradición bizantina llamada Cristo de San Gregorio, que alude a una visión de
este Papa. Parece ser que Cano se inspiró en un grabado de Goltzius y un
modelo de un artista italiano.

Una composición equilibrada entre el ángel y Cristo, colocados delante


de un paisaje natural con una luz crepuscular y perspectiva aérea que hace
que se difumine levemente. Vemos contrastes en cuanto al colorido, con un
Cristo policromado con una gama de colores fría excepto las llagas en rojo, y
los colores vivos e intensos del ángel. Trata también el desnudo con un Cristo
que presenta un excelente estudio anatómico. En él incide un foco de luz que
crea unos claroscuros del tipo que usa Caravaggio.

Las sensaciones que esta obra transmite son de serenidad y calma a


pesar del patetismo y dramatismo de la escena. Cano propone unas emociones
contenidas para afrontar el dolor que sufre Cristo.
Inmaculada (1650, Museo diocesano, Álava), una Inmaculada
Concepción en la que usa colores muy brillantes e intensos propios de la
pintura veneciana.

La Virgen, joven, aparece levitando en el centro de la composición


mirando al espectador con la cabeza de medio lado y las manos en posición de
rezo, con el cuerpo en un ligero ‘contrapposto’. A su alrededor unos ángeles
querubines la acompañan luciendo un carácter infantil y portando lirios que
aluden al dolor sufrido por la Virgen en la Pasión de Cristo.

La luz incide directamente en la Virgen, creando claroscuros en sus


ropajes en movimiento y casi escultóricos. El fondo celestial es dorado,
difuminado por las nubes sobre las que levita la Virgen por la perspectiva
aérea.

La visitación (1655, Museo Goya, Chartres), representa la visita que la


Virgen y san José reciben de santa Isabel y san Zacarías. Vemos el momento
en el que las primas se abrazan.

Cano coloca la escena en un exterior en el que vemos elementos


arquitectónicos, algo difusos por el uso de la perspectiva aérea. Los hombres
se encuentran en los laterales de la escena vistos como ancianos, en un
segundo plano, algo más difuminados que santa Isabel y la Virgen.

Claro uso del colorido veneciano y el claroscuro acrecentado por la luz


que incide sobre las dos primas y da forma a los pliegues escultóricos de sus
ropajes.
San Bernardino de Siena y San Juan de Capistrano (1655, Museo de
Bellas Artes, Granada), realizado para el monasterio franciscano de San
Antonio y San Diego, en Granada. Representa a dos santos de la orden
franciscana, san Bernardino portando la bandera que simboliza la orden, y san
Juan con el libro de la regla.

Representa a ambos santos con los hábitos marrones de la orden, en


actitud de andar y estar interactuando entre ellos, captando la sensibilidad
religiosa que rebosan ambos santos.

La Encarnación (1652, Catedral de Granada), parte de un ciclo de


pinturas marianas para la Catedral de Granada, la cual termina su fachada
como arquitecto. Crea una nueva iconografía al plasmar el tema de la
Encarnación de forma diferente al de la Anunciación, ya que tradicionalmente
se habían realizado de manera similar.
Cano consigue captar las expresiones dulces y miradas un tanto
melancólicas de los personajes, arrodillados rezando, que están rodeados por
un cortejo de querubines. Una obra de composición equilibrada que evoca
religiosidad y devoción mariana.

El pintor hace uso del colorido llamativo de la pintura veneciana, a la que


añade un foco de luz celestial que incide en los cuerpos de los personajes
protagonistas y enfatiza el juego de luces y sombras que crea claroscuros en
ambas figuras. El ambiente vaporoso difumina el fondo gracias al uso de la
perspectiva aérea, en el cual coloca un cortinaje rojo intenso que aporta
teatralidad.

Pedro Atanasio de Bocanegra (1638-1689).


Pedro Atanasio de Bocanegra es un pintor nacido en Granada el 12 de
mayo de 1638.

Uno de los referentes de la pintura granadina durante el barroco, sigue la


línea de Alonso Cano, su maestro, en cuanto al colorido de su obra y la
delicadeza, pero con un trazo más mediocre que el de su maestro.

Durante un breve periodo de tiempo en Sevilla con Alonso Cano, hasta


que en 1686 el marqués de Mancera requiere sus servicios en la Corte Real,
donde es nombrado Pintor del Rey. Más tarde regresa a Granada, donde
fallece en 1689.

Virgen con el Niño, santa Isabel y san Juan (1671, Museo del Prado,
Madrid), una composición en la línea renacentista usando unos personajes
basados en la pintura de su maestro Alonso Cano. La Virgen arrodillada con
Cristo en su regazo, y a su lado está su prima santa Isabel con san Juanito,
quien toma la mano de su primo y la besa como señal de pleitesía. Coloca la
escena entrañable y amable en un paisaje natural y rocoso. Santa Isabel
aparenta una edad avanzada, por lo que es posible que se la confunda con
santa Ana.

Una pincelada y técnica más pobre en comparación con la de Cano, que


no resuelve de manera naturalista la gestualidad y las emociones de los
personajes algo inexpresivos. Hace uso de la perspectiva aérea para difuminar
el fondo, y añade un foco de luz que incide en la Virgen y el Niño, dejando el
resto de la escena más oscura. El claroscuro de esta luz crea sombras en los
paños, nada naturalistas.

Martirio y triunfo de San Cecilio (1674, Catedral de Granada),


representa al patrón de la ciudad de Granada y fundador de la Iglesia en
Granada en el cuerpo superior del retablo del Santo Cristo.

En dos escenas en un medio punto divididas por el rompimiento de


Gloria, representa en el inferior a san Cecilio siendo martirizado junto a sus
discípulos en el monte Valparaíso. En el superior está el triunfo de san Cecilio,
en el paraíso junto a Santiago y Cristo, envuelto en unos paños rojos intensos y
volados.
Virgen adorada por santas (1671, Museo del Prado, Madrid), una
representación mariana en la que la Virgen junto al Niño es adorada por un
amplio cortejo de santas y mártires, además de ángeles mancebos y
querubines. Obra realizada para el convento de las Góngoras.

Usa la perspectiva aérea para difuminar el fondo y centrarnos en la


escena principal, y además coloca a la Virgen entronizada en un trono de
nubes, del que emanan algunos querubines. Se trata de una composición
equilibrada, dividida en dos por la Virgen, en la que a nuestra izquierda
encontramos un grupo de santas y mártires entre las que diferenciamos a santa
Catalina, santa Inés o santa Úrsula. Al otro lado, está el grupo de santas
penitentes como santa María Magdalena. En un segundo plano están situados
los ángeles, entre los que se encuentran san Gabriel y san Miguel.

Apreciamos la técnica y colorido brillante que pudimos ver en Cano, pero


con un tratamiento más pobre que el del maestro, en el que el trazado es algo
más torpe y la expresividad de las figuras algo retardataria. Hace uso del
claroscuro, que incide en la Virgen con el Niño, expandiéndose hacia las santas
y mártires creando claroscuros.
Alegoría del río Darro (1680, Museo de Bellas Artes, Córdoba),
representa a un joven recostado sobre un paisaje natural idílico, haciendo
referencia a uno de los afluentes del río Genil, el río Darro. Usa como
referencia un grabado de Davent, con el tema de ‘Diana cazadora’, al que
cambia la figura femenina mitológica por esta alegoría masculina. Sin embargo,
su brazo derecho reposa sobre una vasija, al igual que en la estampa francesa.

El joven rubio que representa al río Darro aparece recostado sobre una
vasija, desnudo, solo cubre su sexo con un manto azul intenso. Con su mano
izquierda sujeta un cetro con una granada, símbolo de la ciudad de Granada,
por la que discurre el río. Es coronado con una corona de flores por dos
angelotes. El paisaje es claramente idealizado, pero tratado desde lo
naturalista con gran detalle. Hace un gran trabajo en el estudio anatómico del
joven, sin embargo, el rostro está muy idealizado. Hace uso de la paleta de
Cano con intensos colores y un marcado claroscuro casi tenebrista que
oscurece prácticamente todo el fondo a excepción del joven, en el que una luz
incide en su cuerpo.

Juan de Sevilla (1643-1695).


Juan de Sevilla Romero y Escalante es un pintor barroco nacido en
Granada en 1643. Su formación la lleva a cabo con Francisco Alonso Argüello,
y más tarde con Pedro de Moya, donde quizás coincide con Pedro Atanasio
Bocanegra.

A partir de 1660 comienza a trabajar bajo las órdenes de Alonso Cano,


quien influenciará mucho en su pintura, además de los grabados flamencos de
obras de Rubens, además de la obra de Murillo.
Desde 1674 recibirá grandes encargos de las iglesias y conventos de la
ciudad de Granada, además de trabajar para Córdoba o Sevilla con pinturas
para la celebración del Corpus Christi. Fallecerá en Granada en 1695.

Inmaculada (1675, Meadows Museum), una obra religiosa polémica por


la posible atribución a Alonso Cano. Representa una Inmaculada Concepción
sostenida por la Luna y un grupo de tres angelotes sobre un paisaje naturalista
y real.

La Virgen ocupa el centro de la composición, bella y joven con un rostro


idealizado y suave que mira hacia el suelo, puede que por el influjo de Murillo.
Viste los colores azul y blanco impuestos en esta iconografía tras la
Contrarreforma, en los que una luz celestial los baña y crea claroscuros casi
escultóricos muy en la línea de Cano, al igual que el uso de la paleta intensa y
la perspectiva aérea que hace que el fondo se difumine gracias a las nubes.

Presentación de la Virgen (1680, Museo del Prado, Madrid), una


representación mariana de la vida de la Virgen en la que, en el Templo de
Jerusalén, es recibida por el sacerdote para su consagración. El acto es visto
por algunos personajes que observan a la Virgen niña, mientras otra nos mira
fijamente con intención de introducirnos dentro de la obra. A la derecha de la
composición, san Joaquín y santa Ana comentan la ceremonia con gran
gestualidad.

La escena principal está en segundo plano, sobre un fondo


arquitectónico maravillosamente detallado, mientras que en el primer plano
visualizamos una escena secundaria, de gran detalle también y tratamiento
naturalista en paños y rostros que expresan emotividad controlada. Una paleta
colorida en la línea de la pintura flamenca con colores intensos y brillantes,
además del uso del claroscuro que ensombrece ciertas zonas de la escena
para dar protagonismo a la Virgen y sus padres.
Parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro (1680, Museo del Prado,
Madrid), representa como escena de género costumbrista una parábola
recogida en el Evangelio según San Lucas, que narra la historia del rico Epulón
y el pobre Lázaro. Coloca la escena en un lujoso palacio barroco, al igual que
los personajes vestidos según la moda de su época. El momento que capta es
cuando el rico Epulón arroja las sobras de los perros al pobre Lázaro para que
coma, mientras este está recostado en el suelo y los perros lamen sus heridas.

Las figuras y rostros de los personajes nos recuerdan a Alonso Cano, al


igual que esa gestualidad contenida y emociones. Hace uso de juegos de luces
y sombras con un claroscuro que dramatiza la narración pictórica, incidiendo
parcialmente en el obre Lázaro. Juan de Sevilla hace uso de una paleta
flamenca en la línea de Van Dyck, conocida a través de su maestro Cano.

Al fondo podemos observar otra escena, esta hace referencia a cuando


a la muerte del pobre Lázaro, es llevado por los ángeles al seno de Abraham.

Jorge Villegas Pérez


Arte moderno y contemporáneo en Andalucía.

Bibliografía.
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BUSCA BIOGRAFÍAS. Pedro Atanasio Bocanegra. Obtenido de:


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