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Derecho penal.

Parte especial
Mar Carrasco Andrino
Enero 2022

EL HOMICIDIO Y SUS FORMAS

Tipo básico -Víctima menor de 16 años o persona


(art. 138.1 CP) vulnerable por edad, enfermedad o
Discapacidad (art. 140.1 CP)

-Homicidio subsiguiente a un delito


contra la libertad sexual, que el autor
Tipos agravados dolosos hubiese cometido sobre la víctima
(art. 140.2 CP)
Homicidio
-El delito se hubiera cometido por quien
perteneciere a un grupo u organización
criminal (art. 140.3 CP)

Homicidio contra autoridad pública

Grave (art. 142.1 CP)


Homicidio imprudente
Menos grave (art. 142.2 CP)

Homicidio imprudente agravado (art. 142 bis CP)

I.- Cuestiones comunes a los delitos contra la vida

El Código penal de 1995 introdujo dos cambios fundamentales en la regulación de los delitos
que protegen la vida humana independiente:
- La desaparición de los delitos de infanticidio y parricidio.
- La tipificación expresa del homicidio imprudente y de los actos preparatorios
En el estudio de este grupo de delitos existen algunas cuestiones comunes que serán
tratadas con carácter previo al análisis de cada uno de los tipos delictivos. En concreto, se
trata del examen del bien jurídico protegido y del objeto material de estos delitos.

Estos delitos han sufrido distintas reformas en los últimos años: la LO 1/2015 modificó los
tipos de homicidio doloso y asesinato, la LO 2/2019 introdujo nuevos tipos de homicidio
imprudente, la L 3/2021 ha modificado la regulación de la eutanasia.

1.1.- El bien jurídico protegido


La opinión casi unánime lo define como la vida humana independiente. Una minoría lo
identifica con la capacidad de autodeterminación del sujeto, de modo que no se protege sólo la
realidad biológica de la vida, sino también las facultades de decisión y disposición que conlleva

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dicha realidad como un todo. Esta distinta concepción tiene que ver con la disponibilidad del bien
jurídico vida. Su fundamento constitucional se sitúa en el art. 15 CE: derecho a la vida, del que
se desprende un deber de respeto y de protección a la vida por parte del Estado. La STC
53/1985, 11 de abril se refiere a la vida humana como un proceso que sufre cambios cualitativos.
El nacimiento marca el paso de la vida albergada en el seno materno a la vida albergada en la
sociedad, otorgando un valor inferior a la vida en formación.
Las posiciones doctrinales sobre la disponibilidad de la vida son las siguientes:

1) la mayoría estima que es un bien indisponible. Sus argumentos: El art. 15 CE tan solo
contiene una garantía del ciudadano frente al Estado, que queda así obligado a respetar
y proteger la vida frente a los ataques ajenos. No recoge un derecho subjetivo a la vida,
pues el Estado está obligado a intervenir con independencia de lo querido por su titular.
Se explicaría de esta manera la sanción de la inducción y auxilio al suicidio en el CP
(conductas de participación). La no incriminación del suicidio (conducta de autoría) se
justificaría en base a razones de política criminal: de nada sirve la amenaza de la prisión
ante quien busca la muerte.

2) Una minoría lo considera un bien disponible. Sus argumentos: una interpretación


sistemática del art. 15 CE permite sostener que en él se contiene un derecho a morir (a
decidir el momento y la forma de morir). Leer arts. 1.1, 10 y 17 CE. El derecho a morir
está implícito dentro del derecho a la vida del art. 15 CE. No puede haber un deber de
vivir en aras de un interés social (demografía, etc.) en un sistema jurídico que considera
a la libertad personal como valor superior de su ordenamiento. Por ello el suicido no se
castiga en el CP. Es algo lícito. Se castiga la participación en el suicidio, porque la
facultad de disposición de su titular está limitada a él mismo, no autoriza los ataques
provenientes de terceros, pues dada la trascendencia de la decisión de quitarse la vida,
en su adopción y en la ejecución de la propia muerte no deben interferir los terceros.

1.2.- Objeto material y sujeto pasivo

El objeto material y el sujeto pasivo del delito coinciden: matar a “otro” = ser humano con
vida independiente. Hay que distinguirlo del objeto material del aborto.

- límite mínimo: ¿cuándo comienza la vida humana independiente? Con el nacimiento.


Pero este es un proceso, no un hecho instantáneo, lo que provoca discusión sobre cuál
es el momento en el que ha de entenderse nacido el sujeto. La respuesta es
transcendente, pues marca los límites tanto entre el delito de homicidio/asesinato y el de
aborto, como entre el de lesiones y las lesiones al feto. En el famoso caso Contergan o
de la talidomida, que consistió en que se puso a la venta un somnífero, que se prescribía
también para combatir las náuseas del embarazo. Uno de sus componentes, la
talidomida, tenía consecuencias en el desarrollo del feto, pues atravesaba la barrera
placentaria, lo que en ese momento se desconocía. Como consecuencia de su ingestión,

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los fetos sufrieron graves malformaciones que en muchos casos determinaron su


muerte, y en otros, les condenó a una penosa vida con tales malformaciones. La
calificación jurídica se hacía complicada pues la actuación -ingesta del producto- tenía
lugar durante la fase prenatal, aunque muchas muertes acontecieron cuando ya habían
nacido. ¿Se trataba de abortos o de homicidios?

Las opiniones sobre el momento del nacimiento son las siguientes:

▪ mayoría doctrinal: completa separación del claustro materno

▪ una minoría doctrinal: comienzo de los dolores del parto. Se rechaza porque el tipo
se refiere a “otro”, lo que indica que ha de ser un sujeto ya nacido. Otros autores se
han referido a la “visibilidad” con expulsión completa del claustro materno
(Gimbernat) o el criterio de la dependencia apoyado en que el ataque se realice
sobre el objeto material sin afectación alguna de la madre o a través del cuerpo de la
madre, que es quien lo aísla y protege (González Rus); o a la respiración pulmonar
autónoma, como momento en el que se produce el cambio cualitativo que marca la
independencia del nuevo ser respecto de la madre (Alvarez García).

▪ El Tribunal Supremo tradicionalmente había adoptado en la mayoría de sus


resoluciones la tesis de la respiración pulmonar autónoma. Si bien, tras este criterio
se ocultaba el de la expulsión completa del claustro materno, refiriéndose a la
respiración pulmonar autónoma para probar que el nacido no había muerto, pero
considerando en realidad que la vida independiente comienza con esa separación
completa del claustro materno. No obstante, en algunas sentencias (SSTS 22-1-
1999, 29-11-2001, seguido en general por la Jurisprudencia menor de las
Audiencias) se ha seguido otro criterio: el del comienzo del periodo de dilatación,
esto es, de las contracciones de parto. Este criterio amplía el ámbito de punibilidad
del homicidio, de manera que una imprudencia de la madre una vez que el “trabajo
del parto” ha comenzado y que desemboca en el fallecimiento del feto, supone
imputar a ésta la muerte como autora de homicidio imprudente, mientras que de ser
todavía objeto material del aborto, la imprudencia de la madre –como veremos al
estudiar el aborto- no sería punible.

- LÍMITE MÁXIMO: muerte (también es un proceso). Se utiliza un concepto legal de


muerte para hacer posibles los trasplantes de órganos. Se distingue así entre el
concepto de muerte clínica: cese definitivo de las funciones cardiorrespiratorias, y el de
muerte cerebral que alude al cese de las funciones cerebrales. Éste último es el
manejado como concepto legal de muerte, siempre y cuando el cese sea irreversible. La
irreversibilidad se alcanza al transcurrir unos determinados tiempos, como prueba de
que la muerte del sujeto ha tenido lugar. Estos criterios se fijan en la legislación de
trasplantes de órganos (RD 1723/2012, de 28 de diciembre –art. 9 y anexo I-): cese

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irreversible de funciones cardiorrespiratorias y de la actividad cerebral durante unos


determinados tiempos.

II.- HOMICIDIO DOLOSO

1. Tipo objetivo

- Sujetos activo y pasivo: indiferenciados. Cualquiera puede serlo. Delito común.

- Conducta típica: matar a otro: acción de matar + resultado de muerte (delito de resultado
y de medios indeterminados). Es un tipo resultativo de causar, castiga la causación de la
muerte cualquiera que sea la forma o modo de producirlo. Hay que comprobar la
relación causal entre la conducta y el resultado muerte:

Primero: relación de causalidad natural que se fija, normalmente, conforme a la teoría de


la equivalencia de las condiciones que busca la ley causal general. Así,
suprimido mentalmente el disparo se elimina la muerte. Si se desconoce la ley
causal general (caso de la colza o del contergán) bastará para su determinación
con el apoyo de medios sólidos garantizados –por ejemplo, los epidemiológicos-,
siempre que no sea incompatible con las leyes causales conocidas hasta el
momento. En el caso de la colza, la ciencia no pudo determinar el agente
concreto que había causado las muertes, pero si se demostró que todos los
afectados habían ingerido aceite de colza, y no se pudo demostrar que ninguna
otra sustancia produjera dichos resultados dañosos (en algún momento de la
investigación se cuestionaron los pesticidas de los tomates).

Segundo: imputación objetiva del resultado: si la acción ha creado un riesgo


jurídicamente desaprobado y éste se ha materializado en el resultado. La acción
de disparar a zona vital crea un riesgo penalmente relevante para la vida que se
materializa en la muerte producida por impacto de bala en el cerebro, por
ejemplo. Hay veces en que el resultado no se produce por la acción inicialmente
peligrosa, sino por circunstancias extrañas e imprevisibles al sujeto (curso
causal irregular). Ejemplo: A dispara sobre B con intención de matarle. B muere
a consecuencia del accidente de tráfico que tiene la ambulancia que le
transporta al hospital, dónde a buen seguro hubiera sanado con una mera
intervención quirúrgica.

El Tribunal Supremo ha aplicado en numerosas sentencias la teoría de la equivalencia


corregida por la teoría de la consecuencia natural, según la cual el nexo causal se rompe cuando
el resultado no es una consecuencia natural (circunstancias preexistentes o concomitantes como
por ejemplo, una enfermedad de la víctima que incide también en el resultado muerte) de la
acción realizada, sino de un accidente extraño (circunstancias sobrevenidas a la acción debidas

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a la acción de la propia víctima o de un tercero). La jurisprudencia más moderna se sirve ya de


los criterios de imputación objetiva.

El homicidio se puede cometer tanto de forma activa como de forma omisiva (comisión
por omisión), aplicando el art. 11 CP, de manera que se puede imputar la muerte de una persona
a quien es garante de su vida y no ha realizado la acción que conjura el peligro y evita el
resultado de muerte, pudiendo haberlo hecho. Ejemplo: madre que deja de amamantar a su hijo
recién nacido, muriendo éste de inanición.

La interpretación del homicidio en comisión por omisión exige tener en cuenta el delito
del art. 195.3 CP (omisión agravada del socorro), en dónde pese a que el sujeto es garante (por
ingerencia: creación imprudente del riesgo por el accidente), no se le imputa el resultado, sino
simplemente la no actuación, esto es, el no haber socorrido. La doctrina discute el ámbito de
aplicación de ambas figuras delictivas, tratando de establecer si tienen o no esferas de aplicación
comunes (el problema será analizado con mayor detalle al estudiar la omisión del deber de
socorro). La cuestión estriba en determinar si la injerencia como fuente de la posición de garante
abarca la creación fortuita, dolosa e imprudente del riesgo o sólo una o algunas de estas
posibilidades. Para la mayoría de los autores, la fortuita estaría excluida del ámbito del homicidio
en comisión por omisión por aplicación del principio de culpabilidad. Lo que reduciría el problema
de relación de ambos preceptos (homicidio y omisión agravada del socorro) a un solo supuesto:
el de creación imprudente del riesgo. Así si el comportamiento injerente es fortuito sólo cabrá la
aplicación del art. 195. 3 CP; mientras que si dicho comportamiento ingerente es doloso no cabe
duda de que se planteará la aplicación del tipo de homicidio. Ahora bien, si la actuación
precedente crea un riesgo doloso para la vida, la imputación del resultado muerte, que
materializa dicho riesgo, será un comportamiento activo –no omisivo- (por ejemplo, se dispara a
alguien a quien se deja malherido, falleciendo después a consecuencia de dichas heridas); la
imputación del resultado muerte a una omisión posterior, sólo tendrá lugar dolo del actuar
precedente no abarque dicho resultado (por ejemplo, se prende fuego al negocio ruinoso para
cobrar el seguro cuando se piensa que ya no queda nadie en la empresa, pero una vez
incendiado el inmueble, alguien pide socorro, y no se le presta). De la misma manera, cuando el
actuar precedente es imprudente, si crea un riesgo para la vida, la responsabilidad será por
homicidio imprudente en comisión, sólo cuando el riesgo que se materializa en la muerte no ha
sido creado o incrementado con la actuación precedente imprudente es cuando se planteará la
aplicación del art. 195.3 CP y/o del homicidio imprudente en comisión por omisión. A este
respecto, se adelanta que la omisión del deber de socorro agravada ha de ser siempre dolosa
(por tanto, como veremos se requiere que se conozca que hay una persona en peligro manifiesto
y grave, y desamparada).
Carbonell Mateu defiende que la posición de garante por injerencia se genera con la
creación de un riesgo por el sujeto, con independencia de que tal situación se haya generado de
forma dolosa, imprudente o fortuita. Pero esto no dice todavía nada de la imputación objetiva del
resultado a la omisión, para lo que habrá que determinar si la conducta omitida habría evitado el
resultado más allá de toda duda razonable. Para el autor en los casos de generación dolosa del
riesgo, normalmente el resultado se imputará a la acción inicial, no a la omisión. Pero si fue

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imprudente o fortuita la generación del riesgo, sí se puede imputar el resultado a la omisión


dolosa y sancionar por homicidio doloso por omisión. Al examinar el art. 195.3 CP se
considerarán los distintos supuestos.

2. Tipo subjetivo

Para la realización del homicidio basta con el dolo eventual (recordar las teorías del
consentimiento y de la probabilidad para distinguirlo de la imprudencia consciente). El dolo
directo puede coexistir con otras motivaciones.

¿Cómo se prueba la existencia de dolo? Por ejemplo, imaginemos que A agrede a B y le


causa lesiones, o bien le causa la muerte. ¿Tenía dolo de matar o dolo de lesionar? Para
resolverlo se acude a la prueba de indicios, esto es, se toman distintos hechos probados de
forma indubitada, de los que se infiere la existencia de una u otra intencionalidad. El TS baraja
como indicios: las relaciones entre el autor y la víctima, la personalidad del agresor (violenta,
tranquila, impulsiva, etc.), la conducta en los momentos precedentes al hecho, las
manifestaciones durante la agresión, la clase y dimensiones del arma, el lugar del cuerpo
atacado, la reiteración en la acción agresiva, la conducta posterior a la agresión, etc.

Desde el punto de vista subjetivo, constituye una construcción peculiar el denominado


homicidio preterintencional: cuando una conducta inicialmente dolosa produce una muerte no
querida (se quiere lesionar, pero se acaba matando). ¿Se castiga como homicidio o como
lesiones? La solución más aceptada es la de un concurso ideal (la mayoría) entre las lesiones
dolosas consumadas y el homicidio imprudente. En algún momento también se defendió la
solución del concurso real, a la vista de que la antigua redacción del art. 71 CP se refería a
delitos, y no a infracciones, lo que suscitaba la duda de si cabía la posibilidad de un concurso
ideal entre un delito y una falta. No habrá homicidio preterintencional si respecto de la muerte
existiera un dolo eventual o si las lesiones fueran consecuencia de una acción inicialmente
imprudente. También sería posible admitir otras calificaciones alternativas, no tan completas: así,
sólo lesiones dolosas, o incluso sólo homicidio imprudente, solución ésta última que se adopta
por la jurisprudencia cuando no se pueden calificar las lesiones dolosas que se habrían causado
de no haberse producido la muerte. En ambas, no se recoge toda la desvaloración del hecho
producido, pero los problemas de prueba, llevan a sancionar solo uno de los delitos. Lo que no
resultaría nunca admisible es calificar estos hechos como homicidio doloso o lesiones
imprudentes.

3. Problemas de error

Los problemas de ERROR que se suscitan son los siguientes:

a) dolus generalis: cuando la muerte se produce, no a consecuencia de la acción de matar


realizada por el autor, sino de una acción que tiende a ocultar el delito. Ejemplo: A
estrangula a B, y creyendo que está muerto -cuando en realidad sólo está inconsciente- le

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arroja al río, dónde muere ahogado. Para algunos autores este error es irrelevante, y debe
castigarse como homicidio doloso, para otros hay un error en el curso causal que puede ser
relevante según cuál sea la intencionalidad de la segunda actuación del sujeto: asegurar la
muerte (error irrelevante: homicidio doloso) o buscar el auto-encubrimiento (error relevante:
concurso de delitos entre tentativa de homicidio doloso y homicidio imprudente). La
relevancia del error se apoya en la idea de que la muerte es consecuencia de otro riesgo, no
del inicialmente creado con la acción del sujeto.

b) Error en la persona: dar muerte a persona distinta de la que se había representado. En


principio se trata de un error irrelevante que conduce a sancionar como homicidio doloso,
pues lo que se prohíbe es dar muerte a una persona, ya sea ésta Juan o Pedro. Ahora bien,
esta conclusión se ha de modificar necesariamente cuando a quien se quiere matar es al jefe
del Estado extranjero (art. 605 CP) o al Rey o al príncipe de Asturias u otras personas de la
familia real a las que se refiere el art. 485 CP, el error sí sería relevante. Habría que acudir a
las reglas de error de tipo del art. 14.1 CP para solucionarlo.

c) Error en el golpe: se da muerte a persona distinta de la que se había representado, pero no


por confusión de su identidad, sino porque el ataque dirigido contra la persona a la que se
quiere alcanzar, falla y acaba matándose a otra persona que está próxima. Se sanciona
como concurso ideal de tentativa de homicidio con homicidio imprudente.

4. Causas de justificación:

a) la más frecuente es la legítima defensa. El tribunal Supremo no reconoce legítima


defensa en caso de riña mutuamente aceptada, salvo que se dé una desproporción de
medios evidente. Remisión a los elementos estudiados en la parte general del Derecho
penal.

b) Cumplimiento de un deber puede afectar a muertes producidas por los miembros de


Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en el ejercicio de sus funciones. En este punto hay que
tener en cuenta que la legislación correspondiente autoriza el uso de armas sólo en caso
de grave riesgo para la vida, integridad física propia o de terceros o grave riesgo para la
seguridad ciudadana, exigiendo el Tribunal Supremo además de la necesidad en
abstracto del uso de la fuerza, la necesidad en concreto, esto es, la necesidad de la
clase y cantidad de fuerza ejercida. Últimamente se hace referencia también a la
proporcionalidad, negándose ésta cuando la infracción que se impide por la fuerza no
alcanza la categoría de grave como lo sería, por ejemplo, una infracción administrativa.
Ha variado, pues, la jurisprudencia inicial del TS que limitaba la exención en estos casos
a la existencia de una previa agresión ilegítima. Ahora los requisitos son más estrictos:
previa intimación o advertencia del agente, que no haya otros modos de detener, que el
arma de fuego se dirija a zonas no vitales, que el delito por el que se persigue sea de
capital importancia.

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5. Iter Criminis

Es posible la tentativa desde que se da comienzo a la ejecución. El problema es


determinar cuando comienza ésta efectivamente o lo que es lo mismo qué actos son
subsumibles en el concepto de la acción típica de matar.
Como problemas generales se suscitan:
a) ¿Cómo distinguir una tentativa de homicidio de unas lesiones consumadas? La parte
objetiva es coincidente (lesión causada al sujeto). La diferencia vendrá dada por el dolo
del sujeto: si quería matar o quería lesionar.
b) Los casos de desistimiento voluntario y eficaz respecto de tentativa de homicidio
pueden ser sancionados si dicha tentativa ha causado ya unas lesiones (delito de
lesiones consumado).

El art. 141 CP castiga los actos preparatorios (conspiración, proposición y provocación)


con la pena inferior en uno o dos grados.

6 .Penalidad

El homicidio doloso se castiga con la pena de 10 a 15 años de prisión e inhabilitación


absoluta como pena accesoria.
- Si hay varias muertes (por ej. Explosión de bomba), se sanciona como un concurso real.
- El parentesco funciona como agravante cuando hay relación de afectividad, aunque el TS lo
ha aplicado como atenuante en el caso en que la mujer reacciona frente a una situación de
violencia familiar habitual.
- El art. 140 bis habilita para imponer la medida de libertad vigilada al condenado por
homicidio.

7. Tipos agravados

El número 2 del art. 138 aplica la pena superior en grado cuando concurre alguna de las
siguientes circunstancias:

a) cualquiera de las previstas en el art. 140 (agravaciones del asesinato):

En razón del sujeto pasivo: víctima sea menor de 16 años, especial vulnerabilidad por
razón de edad, enfermedad o discapacidad. Esta agravación plantea problemas con la
tradicional interpretación del TS de la alevosía por desvalimiento. Con respecto a la
compatibilidad de esta agravación con esa interpretación jurisprudencial, no hay problema en
casos en que la víctima es menor de 16 años, pues el TS limitaba la alevosía a menores de
muy corta edad (hasta 4 años). Mayor problema se presenta respecto de la segunda parte
(la especial vulnerabilidad por edad, enfermedad o discapacidad), aunque siempre puede

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reservarse para los casos en los que no se produce, por ejemplo, una absoluta exclusión de
la defensa de la víctima. En cualquier caso, hay que huir de los automatismos en su
aplicación y restringirla a casos de abuso o aprovechamiento de la situación de
vulnerabilidad. Es decir, la simple concurrencia de la vulnerabilidad referida a la edad,
enfermedad o discapacidad no puede servir para agravar la conducta del autor, más que
cuando éste haya buscado a propósito dichas circunstancias para asegurar la comisión del
delito, lo que sería actuar alevosamente. Luego, se puede afirmar que no hacía falta la
inclusión de esta agravante.

• La muerte es subsiguiente a un delito contra la libertad sexual que el autor hubiera


cometido sobre la víctima (el sujeto pasivo del ataque sexual y a la vida ha de ser el
mismo). La muerte ha de ser subsiguiente al delito contra la libertad sexual, es decir, ser
posterior al ataque sexual (no anterior o simultánea). Se excluye, pues, como supuesto
de la agravación los casos de muerte anterior y posterior ataque sexual y aquellos en
que la muerte se produce por un exceso de aplicación de la fuerza para conseguir el
acto sexual (ej., mientras se viola a la víctima, se la estrangula y fallece). La apreciación
del homicidio agravado impide la aplicación del concurso de delitos, pues se produciría
un bis in idem. Esta agravación planteará importantes problemas, pues al sugerirse que
sea subsiguiente el ataque a la vida respecto del atentado sexual, habrá de precisarse
su finalización (tentativa o consumación) para poder afirmar que la muerte es posterior,
lo que dará lugar a innumerables problemas de prueba.

• En razón del sujeto activo: perteneciente a grupo u organización criminal. El


fundamento de esta agravación radica en la mayor facilidad de los miembros de una
organización (aquí hay que tener en cuenta la definición que ofrece el Código de grupo
criminal -art. 570 ter.1 último párrafo- y de organización criminal -art. 570 bis.1 último
párrafo-), por el incremento de la peligrosidad a la hora de la comisión del hecho. El
sujeto ha de cometer el delito “como miembro de esa organización”, si lo hiciera como
“particular” decaería el fundamento de la agravación. Por pertenecer debe entenderse en
sentido estricto, de modo que no quedarían abarcados los meros colaboradores a
cualquier título. En todo caso, la agravación no era necesaria pues la pertenencia a
estos grupos ya estaba contemplada en esos delitos y operaba como concurso de
delitos.

b) los hechos sean constitutivos de un delito de atentado del art. 550 CP. Esta agravación se
manifiesta también innecesaria, pues, antes de su introducción se salvaba con la apreciación de
un concurso de delitos, lo que ahora queda vedado. Algo que, como veremos, en los delitos de
lesiones no se prevé, por lo que el acometimiento a autoridad, agente de la misma o funcionario
que provoque lesiones, abocará a un concurso de delitos, mientras que, si se produce la muerte,
habrá que aplicar el homicidio agravado.

III.- HOMICIDIO IMPRUDENTE:

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La reforma de 2015 ha operado una importante modificación en el ámbito de homicidio.


Primero queda despenalizada la producción de una muerte por imprudencia leve (lo que antes
era la falta del art. 612.2 CP). En este caso, solo queda instar la responsabilidad civil
extracontractual. Se sanciona la producción de una muerte por imprudencia grave o menos
grave (art. 142 CP). La reforma de 2019 ha introducido también algunos cambios relevantes,
entre otros, una agravación del homicidio imprudente recogida en el art. 142 bis CP.

El homicidio imprudente sólo se castiga si hay resultado. No cabe la tentativa. Si se


producen varias muertes como consecuencia de una misma infracción del cuidado: concurso de
delitos que puede ser real o ideal. La jurisprudencia tiende a apreciar un concurso ideal al
considerar que hay una sola infracción del deber de cuidado. En la doctrina las posiciones se
encuentran divididas. Esta posibilidad de apreciar concurso de delitos queda desplazada cuando
se dan los elementos de agravación previstos en el art. 142 bis CP (notoria gravedad del hecho
+ muerte de dos o más personas/número de fallecidos muy elevado), pues en otro caso, se
caería en un bis in ídem.

La imprudencia grave, consciente o inconsciente, se equipara a la antigua temeraria:


infracción del cuidado exigible al hombre menos atento o cuidadoso, omisión de las normas más
elementales de cuidado. Ejemplos: conducir con exceso de alcohol, exceso de velocidad en
población, no reducir la velocidad ante un cruce, saltarse un stop, vulnerar las reglas elementales
de la lex artis, etc. La reforma de 2019 ha introducido una interpretación auténtica de lo que
constituye imprudencia grave en el segundo párrafo del apartado 1 del art. 142 CP, de manera
que “se reputará en todo caso imprudencia grave la conducción en la que la concurrencia de
alguna de las circunstancias previstas en el art. 379 CP determinara la producción del hecho”. Lo
que remite a una conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas o a velocidad excesiva allí
referidas, y siempre que estas infracciones hayan sido las determinantes de la muerte
(imputación objetiva).

El número 1 del art. 142 CP sanciona además con la privación del derecho a conducir o
a la tenencia y porte de armas, si la imprudencia tiene que ver con estos medios; y con la pena
de inhabilitación especial para el ejercicio de la profesión, oficio o cargo, si el homicidio se causa
por imprudencia profesional. Aunque el TS ha distinguido entre la imprudencia del profesional
(imprudencia común del profesional en el ejercicio de su profesión) y la imprudencia profesional
(equivalente inicialmente a la impericia o falta de competencia científica o técnica para el
ejercicio de la profesión, bien porque no la tuvo nunca, bien por falta de actualización, y que
ahora abarca también la negligencia o trasgresión de deberes técnicos que sólo competen al
profesional por razón de sus conocimientos especiales), lo cierto es que ésta no constituye una
categoría distinta de imprudencia, sino que alude a una cualificación del sujeto activo para
realizar actividades peligrosas propias de su profesión. La imprudencia profesional queda por
tanto referida a la infracción de la diligencia que viene marcada por las normas técnicas o
científicas establecidas en la lex artis de la profesión (por ejemplo, en la medicina, en la
construcción, etc.)

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La imprudencia menos grave, a la que se refiere el número 2 del art. 142, es un


concepto que carecía de tradición jurídica en nuestro Derecho. La opinión más extendida es la
de considerarla como un subtipo de la grave, de manera que supone al igual que ésta la
infracción de normas elementales de cuidado, pero que, por las circunstancias concurrentes del
caso, se manifiesta con menor intensidad. A este respecto resulta muy ilustrativo el Dictamen
2/2016 del Fiscal de Sala Coordinador de Seguridad Vial, en el que se ejemplifican los casos que
pueden considerarse como imprudencia grave y menos grave en el ámbito de la circulación vial
(leer). La reforma de 2019 ha incorporado también una interpretación auténtica sobre la
imprudencia menos grave en el ámbito del tráfico rodado, que viene a confirmar la necesidad de
que ésta suponga la infracción de normas elementales de cuidado. En concreto, manifiesta que
“se reputará imprudencia menos grave, cuando no sea calificada de grave, siempre que el hecho
sea consecuencia de una infracción grave de las normas de tráfico, circulación de vehículos a
motor y seguridad vial, apreciada la entidad de ésta por el Juez o el Tribunal”.

Se prevé también la privación del derecho a conducir y a la tenencia de armas si la


imprudencia menos grave tiene que ver con estos medios. No se alude, sin embargo, a la
imprudencia profesional, lo que puede llevar a pensar equivocadamente que ésta ha de ser
calificada en todo caso como grave. No debe ser esta la conclusión. La imprudencia profesional
podrá ser también grave o menos grave. Esta última no conllevará pena conjunta de
inhabilitación especial. Además, se requiere denuncia de la persona agraviada o de su
representante legal para perseguir el homicidio por este tipo de imprudencia. Ha de interpretarse
como una exigencia referida a los herederos o perjudicados por el hecho.

El art. 142 bis Cp ha introducido tipos agravados de homicidio imprudente grave, que pueden
elevar potestativamente (“podrá imponer motivadamente”) la pena en un 1 grado o en dos, según
el caso:
a) Pena superior en 1 grado, cuando el hecho revistiera notoria gravedad, lo que se ha
de valorar teniendo en cuanta la entidad y relevancia del riesgo creado y del deber de
cuidado infringido; a lo que ha de sumarse una de estas circunstancias:
• Muerte de dos o más personas.
• Muerte de 1 persona + lesiones graves del art. 149 o 150 CP producidas por
imprudencia grave (art. 152.1. 2º y 3º CP). Aquí si los resultados lesivos
producidos se deben a una misma infracción de cuidado, la posibilidad de
agravación del homicidio imprudente queda limitada a la que se haya calificado
como imprudencia grave.
b) Pena superior en 2 grados: si el número de fallecidos fuere muy elevado. Aunque
no se menciona expresamente la notoria gravedad del hecho, ha de entenderse que
este elemento también debe estar presente en este tipo agravado. La indeterminación
legal sobre el número de fallecidos es un ejemplo de mala técnica legislativa, y habrá de
estarse a la interpretación que hagan los tribunales.
En estos casos la posibilidad de apreciar concursos de delitos queda vetada por el principio de
non bis in ídem.

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IV.- ASESINATO (arts. 139 y 140 CP)

Alevosía
Precio
Tipo básico
Matar + Ensañamiento
Facilitar la comisión de otro delito o para evitar que se descubra:

Art. 139 CP → concurrencia de más de una circunstancia


(½↑ pena)

-Víctima menor de 16 años o persona especialmente vulnerable


por edad, enfermedad o discapacidad.
Tipos
agravados -Homicidio subsiguiente a un delito contra la libertad sexual que
el autor hubiese cometido sobre la víctima.
Art. 140
CP -El delito se hubiera cometido por quien perteneciere a una
PPRevisa
organización criminal
ble
- condenado por la muerte de tres personas o más

1.- Tipo Básico

1.1. Tipo objetivo

La conducta típica consiste en matar a otro concurriendo alguna de las circunstancias


recogidas en el art. 139.1 CP. Tradicionalmente el asesinato ha requerido que entre las
circunstancias de alevosía, ensañamiento y precio y la ejecución de la muerte medie una
relación objetiva de medio a fin.

1.1.1. Alevosía

Se encuentra definida en el art. 22. 1ª CP (leer detenidamente). Su contenido exige una


selección de medios o formas de matar que cumplan dos condiciones: asegurar el resultado, por
una parte, y evitar la defensa de la víctima, por otra. Dentro de la alevosía ha quedado
comprendida la circunstancia de veneno a la que se refería el derogado CP. Por veneno, según
la doctrina mayoritaria, hay que entender que cualquier sustancia susceptible de producir la
muerte o graves trastornos cuando es ingerida por el ser humano. Un sector minoritario de la
doctrina, en cambio, reduce el concepto a sólo las sustancias que sean venenosas desde un

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punto de vista toxicológico, de manera que, por ejemplo, el azúcar no sería veneno ni siquiera
para un diabético, pues desde ese punto de vista no es considerada sustancia venenosa.

Su naturaleza jurídica es mixta: objetivo-subjetiva:

a) objetiva: uso o selección de medios o formas de matar que tiendan a asegurar el


resultado y eviten la defensa.

b) Subjetiva: la finalidad del sujeto de usar dichos modos o formas de matar. Precisamente
este elemento subjetivo impide apreciar el asesinato cuando el ataque recae sobre seres
constitucionalmente indefensos como los recién nacidos, a pesar de que la tesis del TS
en estos casos -hasta ahora- ha sido considerar que hay asesinato por alevosía. Distinto
es el caso de los durmientes, en los que el elemento subjetivo si que está presente pues
estamos ante una situación reversible y temporal, por lo que habría asesinato. Se habla
así de alevosía con dolo directo, cuando existe una especial preparación o planificación
del hecho, o de alevosía de aprovechamiento.

En cuanto a la posibilidad de comisión por omisión en esta circunstancia, la doctrina se


manifiesta dividida. Un sector considera que de la dicción de la circunstancia se desprende el
empleo de una conducta activa. En cambio, otros autores consideran que es posible respecto de
los supuestos de aprovechamiento de una situación de desvalimiento dada naturalmente
(enfermo grave e inconsciente que depende de una botella de oxígeno, que no es cambiada). La
Jurisprudencia ha apreciado también la posibilidad de comisión por omisión en el asesinato
alevoso.

La alevosía es compatible con otras circunstancias del asesinato. El TS también considera


compatible con el trastorno mental y con la embriaguez.

La doctrina del TS distingue distintas clases de alevosía:


a) asesinato proditorio: cuando en la agresión se da la asechanza, trampa o la emboscada.
b) Asesinato áleve o por sorpresa: cuando el ataque se realiza de ímpetu, por sorpresa, de
forma inesperada, súbita, aunque sea frente a frente.
c) Asesinato alevoso por aprovechamiento de la situación de desvalimiento de la víctima,
por ejemplo, una grave enfermedad, los casos de ataques a recién nacido, niños de muy
corta edad o a durmientes, etc.
d) Alevosía convivencial o doméstica, apreciada por el TS más recientemente como una
categoría distinta de alevosía, si bien en realidad es una modalidad de la alevosía por
sorpresa, vinculada en este caso a la relación de confianza que se genera por la vida en
común.
La jurisprudencia rechaza la alevosía cuando hay riña mutuamente aceptada o ha
habido provocación. Se entiende que la víctima ha tenido posibilidad de apreciar la agresión
y por tanto que falta el elemento de la indefensión.

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1.1.2. Precio

La circunstancia de precio también aparece contemplada en el art. 22.3ª CP, si bien


existe una pequeña diferencia entre esta circunstancia genérica y la del art. 139 CP (leer
detenidamente ambos artículos): mientras en éste último se dice matar “por” precio, en aquélla
se trata de cometer el delito “mediante” precio. Existe, pues, en el asesinato un matiz causal más
fuerte. El precio ha de ser el motivo desencadenante de la resolución delictiva de matar.

En esta circunstancia junto al precio se menciona la recompensa y la promesa, lo que


lleva a cuestionarse si su contenido debe ser siempre de carácter económico –precio-, o bien
puede tratarse de otro tipo de beneficios o prestaciones. Aquí la mayoría de la doctrina y la
jurisprudencia limitan su contenido al puramente económico, dado que de otra forma se
confundiría la circunstancia con el móvil del delito. Todos los homicidios acabarían
convirtiéndose en asesinatos por esta circunstancia.

Una minoría, en cambio, amplia su contenido a otras ventajas o beneficios –por ejemplo,
un ascenso, un nombramiento, etc.-, y eluden el inconveniente antes planteado aduciendo que lo
que se exige es que la ventaja que se obtiene no sea consecuencia de la muerte, sino más bien
del acto de matar.

En cualquier caso, para su aplicación basta con la promesa de obtener la ventaja, sin
necesidad de que se haya conseguido efectivamente. Se admite por buena parte de la doctrina
la comisión por omisión en esta circunstancia, que además es compatible con las otras del
asesinato. El problema reside en determinar a quién se aplica: ¿al que mata por precio? ¿al que
ofrece el precio para que otro mate? ¿a ambos?

a) la jurisprudencia y algunos autores (Mir Puig, Carbonell, González Cussac) sostienen su


aplicación a ambos sujetos, y ello porque el inductor también comete el delito.
Adviértase que, mientras en el art. 22. 3ª se dice “ejecutar” el delito por precio, en el art.
139 CP se trata de cometer el delito por precio. No obstante, una corriente
jurisprudencial (SSTS 31-10-2002, 10-4-2008, 12-3-2012, etc.) rechaza la aplicación de
la circunstancia de precio al inductor, pues supondría un bis in ídem, al computarse dos
veces: como medio de la inducción y como agravante específica del asesinato.

b) La mayoría de la doctrina entiende, en cambio, que sólo debe aplicarse al que mata y no
al que induce a otro a que mate por precio, de manera que el inductor sería castigado
como inductor de un homicidio y no de un asesinato, pues la circunstancia se limita al
que actúa movido sólo por el estímulo económico. La cuestión, además, tiene que ver
con el carácter de delito autónomo o de tipo agravado del homicidio que se asigne al
asesinato. Pues si se ha partido de que el precio es un elemento del delito y no una
mera circunstancia agravante del homicidio (ver naturaleza del asesinato) hay que seguir
las reglas de participación y, por tanto, el principio de accesoriedad de la responsabilidad
del partícipe respecto de la del autor, y no romper el título de imputación. Lo que

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supondría sancionar en base al asesinato, de manera que el partícipe –inductor-


responde como partícipe de un asesinato que es lo que ha realizado el autor –el que
mata por precio-.

1.1.3 Ensañamiento

También se encuentra entre las circunstancias genéricas agravantes del art. 22. 5ª CP (leer
detenidamente). Según el art. 139.3ª el ensañamiento se produce cuando se aumenta
deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido. Ello implica la existencia de tres elementos:
a) La existencia de dolor
b) Su incremento
c) Que sea inhumano y deliberado

Por dolor hay que entender la existencia de padecimientos físicos o psíquicos, previos a la
muerte y estando consciente el ofendido, pues de otra manera no puede sufrirlos. Es indiferente
que recaigan directamente sobre éste o a través de un tercero.

Incremento del dolor supone que el que se causa ha de ser distinto al de la propia
muerte. No son suficientes para apreciar ensañamiento la repetición de golpes si son necesarios
para dar muerte o están dentro del ímpetu pasional del agresor. El TS tradicionalmente ha
interpretado esta circunstancia de forma objetiva, se tenía en cuenta el plan del autor,
aplicándola cuando el sufrimiento inferido no era necesario para la forma de matar elegida
(aumento cuantitativo del dolor: se causa otro dolor adicional). Existe una nueva línea
jurisprudencial en la que no solo se tiene en cuenta este aumento cuantitativo del dolor, sino
también un aumento cualitativo: un aumento del sufrimiento que en general supone el homicidio.
De manera que se amplía la interpretación de la circunstancia a determinadas formas de matar
que se estiman de suyo más doloras que otras. Concretamente se refiere a casos en los que se
produce un aumento cualitativo del dolor en base a los medios elegidos. Así, por ejemplo, matar
con fuego, ahorcado, con algunos venenos particularmente dolorosos.

Ese incremento ha de ser deliberado e inhumano. Ello implica una selección de medios
gratuitamente dolorosos, esto es, innecesarios para producir la muerte. Hay, pues, un elemento
subjetivo evidente que falta cuando la repetición de golpes se debe al ímpetu pasional. La
representación anticipada del sufrimiento de la víctima resulta incompatible con la cólera, el
ímpetu o el arrebato del momento.

Además, entre la circunstancia y la ejecución de la muerte ha de mediar una relación


objetiva de medio a fin.

Con respecto a la comisión por omisión en el enseñamiento, la mayoría de la doctrina la


rechaza. Un sector doctrinal minoritario (Álvarez García) sí la considera posible. El ejemplo que
maneja es el de un sujeto activo que es, simultáneamente garante de la vida de un hombre,
afectado por un ataque cardiaco y de su hijo, al que no auxilia administrándole su medicación

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contra el asma, permitiendo a la vista del padre moribundo, que le afecten los síntomas de
asfixia del hijo.

Esta circunstancia es compatible con el resto de circunstancias del asesinato, así como
con las eximentes incompletas de anomalía o alteración psíquicas.

1.1.4. Facilitar la comisión de otro delito o evitar que se descubra

Es una circunstancia anómala en nuestra tradición jurídica, que ha sido introducida en la


última reforma de 2015. Son casos que quedaban abarcados por los concursos de delitos antes
de la reforma, por lo que no se aprecia la necesidad de su introducción. Más concretamente,
plantea en su redacción dos supuestos diferentes:
-Matar para facilitar la comisión de otro delito: Se descarta la apreciación de esta
circunstancia en los supuestos en que la muerte sea un mero acompañamiento a la
comisión de otro delito, así como en los que se mata para facilitar el ilícito que comete un
tercero. Ha de tratarse en realidad de una facilitación de acuerdo con el plan del autor
(ej., matar al guardia de seguridad para atracar una joyería). En esta circunstancia lo que
convierte, por tanto, el homicidio en asesinato es la finalidad con la que actúa el autor del
delito: facilitar la comisión de otro ilícito. La diferenciación afecta por consiguiente al tipo
subjetivo. Se consumará así este tipo delictivo cuando se produzca el resultado de
muerte, no siendo necesaria la consumación del delito que se pretende favorecer con la
muerte (no es necesario ni tan siquiera que se haya iniciado su ejecución o procedido a
su exteriorización: basta con que forme parte del plan del autor). De consumarse el ilícito
pretendido resulta controvertida la solución a aplicar, abogándose aquí por un concurso
de delitos entre el ilícito perseguido y el tipo agravado de asesinato, salvo en los casos
de delito complejo, como el robo violento, en los que la apreciación del tipo de asesinato
y el robo violento llevaría a un bis in idem. En tales casos, es preferible la solución del
concurso ideal entre el homicidio y el robo violento.

-Matar para evitar el descubrimiento de otro delito: la ratio legis de esta agravación
radica en el interés del Estado en la persecución de los hechos delictivos y su
fundamento, por tanto, se vincula a la Administración de Justicia (motivación criticada
doctrinalmente). Se sanciona, así, más gravemente el tratar de evitar que otros
descubran el delito. Por descubrir se entiende poner de manifiesto hechos delictivos
cometidos por el sujeto, bien de la existencia misma del hecho –por ej. un vertido ilegal,
atropello-, bien de la identidad de sus participantes. La agravación jugará aunque los
hechos sean objetivamente conocidos (por ejemplo, porque testigos o cámaras de
seguridad captaron el hecho), pues lo relevante es la motivación con la que actúa el
sujeto activo. Lo importante es que crea que no son conocidos y que actúa (mata) para
evitar su descubrimiento. A partir de aquí se incluyen los supuestos de
autoencubrimiento (ej., atraco la joyería y cuando el guardia de seguridad descubre al
ladrón, éste último lo mata), si bien se requiere que el delito cuya existencia quiere
evitarse que se descubra y el homicidio estén claramente separados. Así, no podrá

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apreciarse la agravación cuando tras una infructuosa ejecución del delito, el autor –
guiado por su ánimo inicial de dar muerte a otro y presente por tanto el mismo dolo-
persiste en los actos ejecutivos para lograr la consumación, siendo conocedor que de no
acabar con la vida de la persona no solo no habrá logrado su objetivo, sino que queda
expuesto al descubrimiento del hecho y de la autoría del mismo. Aquí se estará ante una
mera progresión en la ejecución. En cambio, cuando el sujeto activo después de lesionar
a la víctima, regresa a la escena del crimen para matarla y evitar así que aquélla pueda
delatarlo, sí sería apreciable un concurso real de delitos entre el asesinato agravado por
la circunstancia objeto de análisis y un delito de lesiones. Solución concursal ya aplicada
a estos supuestos con anterioridad a la reforma del texto legal, si bien sin la agravación
que ahora se recoge.

Asimismo, esta circunstancia plantea problemas de delimitación con alguno de los tipos
agravados del art. 140, concretamente, el relativo a que el hecho (asesinato) sea subsiguiente a
un delito contra la libertad sexual. De manera que, si el delito que se trata de ocultar no tiene que
ver con libertad sexual, nos quedamos en el tipo básico, pero si afecta a la libertad sexual
pasaría al tipo agravado. Adviértase que no se menciona la indemnidad sexual.

1.2. Tipo subjetivo

El asesinato sólo se castiga en su versión dolosa: se trata de matar “con” o matar “por” lo
que indica un contenido finalístico incompatible con la imprudencia.

Ahora bien, ¿se puede cometer el asesinato por dolo eventual o sólo cabe el dolo directo?

Para la mayoría de la doctrina no es posible el dolo eventual. Se exige, por tanto, siempre
dolo directo.

Una minoría, en cambio, admite el dolo eventual en el asesinato, tanto si lo representado y


aceptado como probable es la muerte como la existencia de una de las circunstancias de este
delito (Bacigalupo, Sánchez Tomás). Hay quien, sin embargo, restringe la posibilidad de dolo
eventual sólo a la producción de la muerte, exigiendo en todo caso dolo directo respecto a la
existencia de alevosía, ensañamiento o precio (Mapelli). Así torturar a alguien cuando no se
persigue la muerte sino, por ejemplo, la confesión, o un ritual expiatorio o satánico en el que
acontece la muerte, que no ha sido perseguida directamente; o cuando se pacta por dinero dar
una paliza de escarmiento a alguien, quien finalmente fallece.

En mi opinión, parece que sólo sería posible el dolo directo debido precisamente al contenido
finalístico comentado, a la relación de finalidad entre la circunstancia y la muerte, y porque exige
también un determinado ánimo del sujeto: en el ensañamiento, por ejemplo, un aumento
deliberado del dolor; en el precio, el “por”; en la alevosía, el prevalimiento del medio.

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Ahora bien, la introducción de la circunstancia de facilitar la comisión de otro delito o de


ocultarlo abre la posibilidad de apreciar dolo eventual, aunque para mantener la equivalencia
valorativa debería hacerse una interpretación restrictiva y exigir también una relación finalística
entre ambos hechos.

En cuanto al error de tipo, todo depende de si las circunstancias se consideran


circunstancias agravantes del homicidio o elementos del tipo de asesinato. Si se configura como
circunstancias agravantes, la consecuencia es su no apreciación (art. 14.2 CP). Su
consideración como elemento del tipo lleva a la solución del número 1 del art. 14 CP, según que
sea vencible o invencible.

2. Tipos agravados

Son varios los supuestos de agravación:

a) El art. 139.2 CP: concurrencia de más de una de las circunstancias del apartado anterior,
la pena se eleva a su mitad superior. El problema que se plantea es si aplicar la
agravación ya con la concurrencia de dos circunstancias o serán necesarias al menos
tres, en el entendido que se necesita una para constituir el homicidio en asesinato. Con
esta última interpretación se busca restringir el ámbito típico de la agravación. Un sector
doctrinal considera que es suficiente con dos y la Jurisprudencia también lo aprecia
cuando concurren dos.

Ahora bien, ¿qué pena se impondrá si concurren tres o cuatro? (p. ej., por ejemplo,
encargar a un tercero matar a otro por un precio, especificando que ha de morir “entre
terribles sufrimientos”, a la hora de ejecutarlo). Un sector doctrinal aboga por aplicar las
reglas del art. 66 CP al tipo agravado, en la medida que algunas de las circunstancias se
encuentran en el catálogo de las agravantes genéricas (Peñaranda), pues de otra
manera se otorgaría a las restantes agravantes –no incluidas en el tipo de asesinato-
más eficacia que a las expresamente previstas en el asesinato. La mayoría, en cambio,
(Mir, Luzón, Álvarez García, etc.) se decantan por no apreciar esas otras circunstancias
como agravantes genéricas, precisamente por la vinculación finalística que tienen con la
muerte.

b) Se impone la prisión permanente revisable por las siguientes circunstancias:


a. En razón del sujeto pasivo: que sea menor de 16 años o persona
especialmente vulnerable por razón de edad, enfermedad o discapacidad.
Plantea problemas con la clásica interpretación que viene haciendo el TS de la
alevosía apreciada respecto de los seres constitucionalmente indefensos. Esta
agravación obliga a reconsiderar esta interpretación. La vulnerabilidad por razón
de edad acogerá a personas de mucha edad.

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b. Que el hecho se subsiguiente a un delito contra la libertad sexual que el


autor hubiera cometido sobre la víctima. Plantea problemas de bis in ídem con la
circunstancia del 139.1.4ª que cualifica el asesinato. En cualquier caso, se limita
a la libertad sexual, con lo que deja fuera los tipos que protegen la indemnidad
sexual. El hecho ha de ser posterior, esto es, el delito contra la libertad sexual
se ha de haber consumado antes de producirse la muerte. No comprende los
casos en que se mata y luego se abusa sexualmente o los casos en que la
persona muere como consecuencia de la fuerza que ha de ejercer para
conseguir el acto sexual.

c. Pertenencia del culpable al grupo u organización criminal. Habrá de estarse


a las definiciones que hace el CP en el 570 bis y ter CP.

d. Por asesinato de más de dos personas, lo que lleva a apreciar la agravación


cuando al menos sean tres los fallecidos. Ahora bien, la imprecisión del precepto
permite admitir dos interpretaciones.
i. Primera. Se está ante una regla específica para los casos de concurso
de delitos por la muerte de más de dos personas, cuya sanción se ha de
realizar en la misma sentencia. La STS de 5 mayo 2020 confirma la
sentencia de instancia que aplica esta cualificación a un caso en que se
juzga la muerte de 4 personas producidas por alevosía y ensañamiento.

ii. Segunda. De conformidad con el tiempo verbal empleado, el tipo exige


que al tiempo de juzgar al presunto autor del asesinato éste “hubiese
sido condenado previamente” por la muerte de más de dos personas.
Se estaría así ante una regla específica para supuestos de reincidencia
(asesinos en serie), que exigiría la concurrencia de una condena previa
(entendemos que firme y respecto de muertes dolosas –no
imprudentes-, que en opinión del CGPJ deberían haberlo sido por
asesinato). En todo caso, no es necesario que las muertes tengan
ninguna relación entre sí ni que se hayan producido en un determinado
periodo de tiempo.

3.- Participación y error

El problema que se presenta en esta materia es el de la comunicabilidad de las circunstancias a


los partícipes. Por ejemplo, supongamos que el cómplice desconoce que el autor mata con
alevosía o por precio. ¿Será castigado como cómplice de asesinato o como cómplice de
homicidio? La respuesta depende de la naturaleza de tipo autónomo o tipo agravado del
homicidio que se le atribuya.
a) si se estima que es un homicidio agravado, habrá de aplicarse el art. 65 CP (leer
detenidamente), según el cuál las circunstancias subjetivas (características personales)

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se aplican a aquellos sujetos en quienes concurran, mientras que las objetivas (referidas
al hecho) se aprecian a aquellos que las conozcan.
El precio es una circunstancia personal e incomunicable, pues se aplica al que mata por
precio, que es en quien concurre la motivación económica para quitar la vida de otro.
La alevosía y el ensañamiento tienen carácter objetivo, son formas de ejecución, por lo
que se comunica a quienes las conocen. Así, en el ejemplo expuesto, el cómplice lo
sería de un homicidio.

b) Si se considera al asesinato un tipo autónomo se han de aplicar las reglas de


accesoriedad y título imputación que rigen en la participación, según las cuales se
extiende la calificación a todos los que conocen la circunstancia. En el caso del precio se
podría aplicar para el inductor que no mata por precio, pero sí induce a otro que lo haga
por precio, lo previsto en el art. 65.3 CP. En el ejemplo propuesto, el cómplice lo sería de
un asesinato, pero sufriría un error de tipo, que habría que determinar si es o no
vencible.

Con respecto al error sobre las otras circunstancias agravantes, por ejemplo, la edad de
la víctima, se estará a lo dispuesto en el art. 14.2 CP.

4.-Iter criminis

Al igual que en el homicidio, se castigan los actos preparatorios: conspiración,


proposición y provocación (art. 141 CP).

La tentativa también es posible, pues es un delito de resultado. En esta materia son varias
las cuestiones:

a) ¿Cuándo comienza la ejecución en el asesinato? ¿Con la circunstancia o con la acción


de matar, pues a veces no coinciden temporalmente? Hay que entender que el
comienzo se refiere a la acción de matar, no a las circunstancias. Por tanto, el pago o la
promesa del precio para matar a otro no constituye una tentativa de asesinato, sino un
acto preparatorio punible. Aunque un sector minoritario disiente de esta conclusión, pues
considera que al ser el precio un elemento del tipo hay comienzo de ejecución.

b) ¿qué ocurre en los casos de realización parcial de la circunstancia o cuándo ésta


sobreviene o desaparece en el proceso de ejecución de la muerte? Son varias las
posibilidades:

1. Realización parcial de la circunstancia, produciéndose la muerte sin la


circunstancia. Por ejemplo, no se logra aumentar el dolor del ofendido, aunque
se intenta o se sorprende al que está al acecho. Aquí, la mayoría entienden que
se da un homicidio consumado, pues no se ha logrado ejecutar de forma

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completa la circunstancia. Una minoría aboga por aplicar un concurso ideal


entre la tentativa de asesinato y el homicidio doloso consumado.

2. Se consuma la circunstancia, pero no así la muerte, que tiene lugar en un


momento posterior sin la circunstancia. Por ejemplo, se dispara alevosamente
sin conseguir acertar, lo que permite advertir el peligro a la víctima que se pone
a cubierto, siendo alcanzada poco después por otro disparo que ya no es
alevoso. Aquí la mayoría de la doctrina aplica un concurso ideal o real de delitos
entre la tentativa de asesinato y el homicidio doloso consumado. La solución de
castigar por homicidio consumado, deja sin valorar la acción alevosa inicial, y la
de sancionar como asesinato consumado, tampoco es válida porque la muerte
no es alevosa.

3. Se comienza el delito sin circunstancia, pero la muerte se consuma con ella


(ocasionamiento de la muerte que comienza como homicidio y acaba como
asesinato). Aquí la solución propuesta por TS y por la doctrina es distinta. El TS
considera que las circunstancias deben estar presentes desde el principio y
hasta el final de la ejecución, de manera que sólo castiga por homicidio. La
doctrina, en cambio, entiende que hay sólo un asesinato, pues siempre que no
exista una desconexión temporal entre la acción inicial y la muerte se produce
una unidad de acción, de manera que la tentativa de homicidio queda absorbida
(principio de consunción) por el asesinato consumado. Estos son los llamados
casos que se han dado en llamar de alevosía sobrevenida, que el TS niega que
existan, pues cuando aprecia la existencia de asesinato en concurso con
tentativa de homicidio es porque entiende que no hay una sola acción, sino dos
al haberse producido entre ambas una interrupción temporal.

5.- Penalidad:

Art. 139 .1 CP: asesinato: prisión de 15 a 25 años


Art. 139.2 CP: asesinato agravado: mitad superior (20 a 25años)
Art. 140 CP: tipos agravados de asesinato: prisión permanente revisable
Art. 140 bis CP contempla la aplicación potestativa de la medida de libertad vigilada, aunque no
se fija la cuantía de la misma, para los delitos de todo el Título. Asimismo, la LO 8/2021 ha
introducido la pena de privación de la patria potestad para los reos de homicidio o asesinato
cuando la víctima y el autor tuvieran un hijo/a en común, o cuando la víctima fuera un hijo/a del
autor, respecto de los otros hijos/as, si los hubiere.

V.- INDUCCIÓN Y COOPERACIÓN NECESARIA AL SUICIDIO

En los arts. 143 CP y 143 bis CP se recogen diversos tipos penales:


- inducción al suicidio

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- cooperación necesaria al suicidio


- colaboración ejecutiva al suicidio
- supuestos de eutanasia
- difusión de contenidos

Cuestión previa al análisis de estos tipos penales es la de determinar si el suicidio es o


no un derecho del individuo, lo que dependerá en definitiva de cómo se configure el bien jurídico
vida humana independiente: disponible o indisponible.

a) La posición doctrinal mayoritaria entiende que el suicidio no es un derecho, porque la


vida es un bien jurídico indisponible, de manera que darse muerte a uno mismo es un
acto ilícito que, sin embargo, no se pena por razones de política-criminal.

b) Una minoría, en cambio, considera el suicidio un acto lícito, dado que para ellos la vida
es un bien jurídico disponible. Ello no impide exigir que en la adopción de la decisión de
darse muerte y en su ejecución no deban interferir terceros (inductor, ejecutor,
cooperador, etc.). Así, explican que la inducción al suicidio -un hecho lícito- se sancione
porque el síndrome pre-suicidal hace más vulnerable al sujeto a los influjos externos, por
lo que necesita una protección adicional. En el caso de la cooperación, porque la
intervención del tercero hace irreversible un proceso que debe quedar siempre bajo
dominio y control del suicida.

¿Qué consecuencias tiene este último entendimiento?

1. No impedir un suicidio ajeno –algo lícito- es un hecho que no genera responsabilidad


penal. En primer lugar, no hay auxilio al suicidio porque dicha colaboración no puede ser
omisiva. En segundo lugar, tampoco hay omisión del deber de socorro porque el suicida
no está desamparado. En tercer lugar, tampoco hay homicidio en comisión por omisión
porque el consentimiento de la víctima cancela la posible posición de garante del
tercero.

2. El derecho a la disponibilidad de la vida conlleva el de rechazar tratamientos salvadores.


Su aplicación contra la voluntad de la víctima podrá suponer un delito de coacciones.

2.-Elementos comunes a las diversas figuras delictivas

1º.-El suicidio

Se define como la muerte directamente querida que una persona imputable se causa a
sí misma.

Es un acto lícito –no prohibido por el ordenamiento jurídico-, por lo que el castigo de
algunas formas de participación en el mismo requiere su tipificación expresa ya que, de otra

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forma, por el principio de accesoriedad que rige en la participación, resultarían impunes. Estos
tipos se configuran como tipos privilegiados respecto al homicidio.

Requisitos:

a) acto de la voluntad válido, libre y expreso. Ello planta dos cuestiones:

- ¿qué capacidad debe tener el sujeto? Distintas soluciones: unos aluden a la misma
capacidad que para consentir en las lesiones (mayor edad y capaz); otros exigen
que sea imputable; y finalmente hay quien sostiene que basta con una capacidad
natural de juicio, esto es, con comprender el sentido y trascendencia de la resolución
en relación con el bien jurídico. Ésta última posición parece estar más de acuerdo
con la Ley de Autonomía del Paciente que en su art. 9.3 c) exige sólo que “el menor
de edad sea capaz intelectual y emocionalmente de comprender el alcance...”.

- La decisión tiene que adoptarse sin vicios. La violencia e intimidación la excluyen. El


error la invalida a veces: si versa sobre la naturaleza del acto –darse muerte-,
invalida el consentimiento; si versa, en cambio, sobre el motivo de darse muerte, es
válida la decisión. Por ejemplo, A se suicida porque B va a suicidarse también
después, lo que no ocurre.

b) debe querer su propia muerte con dolo directo, no con dolo eventual. Ello permite dejar
fuera del concepto de suicidio los casos de huelga de hambre, rechazo de transfusiones
de sangre, en los que el sujeto no quiere realmente morir.

Si faltan estos requisitos se estará ante una conducta propia del homicidio o del asesinato.

2º La muerte
Para la punición en estos tipos penales se requiere la producción de la muerte del
suicida. ¿Qué naturaleza jurídica tiene esta muerte? ¿es el resultado del delito? ¿es una
condición objetiva de punibilidad? (Revisar estos conceptos en la Parte General).

- En el homicidio a petición, la muerte es el resultado del delito

- En la inducción y cooperación necesaria al suicidio hay discusión:

a) para unos (doctrina dominante), la muerte del suicida es el resultado del delito, lo
que permite castigar como tentativa los casos en que realizada la inducción o la
cooperación necesaria el suicida falla en su intento de darse muerte.

b) Otra posición doctrinal minoritaria, sostiene que no puede ser el resultado del delito
porque el hecho en sí –el suicidio- es un acto lícito. Además, su catalogación como
resultado obligaría a castigar la inducción y la cooperación a un suicidio que quedara

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en tentativa, lo que supone un adelantamiento de las barreras de protección penal –


se castiga la tentativa de una forma de participación-. Se propone, pues, su
consideración como condición objetiva de punibilidad o condición de relevancia
jurídica del hecho. La tentativa en estos casos sería impune, de manera que, si el
suicida no consigue darse muerte efectivamente, la inducción o el auxilio no serían
punibles.

3.-Inducción al suicidio (art. 143, 1)

Tipo objetivo:

- La inducción exige que se hace nacer en el suicida la voluntad de darse muerte, no basta,
pues, con reforzar la decisión de suicidarse que ya pudiera tener el suicida.
- Como toda inducción ha de ser directa, eficaz y ejercerse sobre persona determinada (revisar
estos conceptos de la Parte General).
- Es una actuación de carácter moral, no material, en la que tienen cabida todos los
medios, salvo la coacción física o la intimidación. En estos casos, se convierte en
autor de un homicidio u asesinato. Si el sujeto tenía ya la idea de suicidarse y sólo
se le refuerza esa idea entonces no estamos ante inducción, sino ante un auxilio que
deberá valorarse como necesario o no necesario para determinar su punición o no.

Tipo subjetivo: Sólo cabe dolo directo

Formas de aparición:

✓ No caben las formas de participación, porque lo que se tipifica es ya una forma de


participación.

✓ Según la opinión minoritaria en la doctrina, tampoco es posible la tentativa, dado que la


voluntad legal es castigar estas conductas cuando se produzca la muerte del suicida. La
doctrina dominante, en cambio, considera punible la tentativa de estos delitos siempre que
se haya comenzado a ejecutar la muerte.

4.- Cooperación necesaria al suicidio (art. 143, 2)

• Se trata también de la tipificación de una forma de participación. El verdadero autor del


hecho es el suicida, por lo que se requiere una petición expresa que acredite una voluntad
seria y firme de morir.

• La conducta típica consiste en colaborar de forma necesaria, no en ejecutar materialmente la


muerte. Caben tanto aportaciones materiales o física como aportaciones psíquicas (por ej.,
proporcionar información sobre determinado método para morir).

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o Se discute si es posible la cooperación necesaria por omisión. La mayoría la admite,


pero lo cierto es que el CP dice textualmente: cooperar con actos necesarios, lo que
debe excluir los comportamientos omisivos. La jurisprudencia hasta el momento
rechaza la cooperación necesaria omisiva. A este respecto hay que tener en cuenta
que la Ley de Autonomía del paciente admite el derecho a rechazar el tratamiento.

• Tipo subjetivo: dolo directo tanto respecto del acto de cooperación en sí como respecto a su
incidencia en la ejecución del suicidio.

• Participación: No caben formas de participación por tratarse de la tipificación de una forma


de participación, pero si es posible la coautoría –coauxilio-.

• Tampoco es viable la tentativa.

5.- Cooperación ejecutiva al suicidio (art. 143, 3)

Se plantean dos cuestiones previas:


1. ¿Se trata también de una forma de participación en el hecho de otro (el suicida) o es un
delito próximo al homicidio, sólo que consentido?
Resulta difícil hablar de suicidio cuando la muerte la causa un tercero. De manera que
se encuentra más próximo al homicidio, lo que se constata por la pena, que es más
grave que en el caso de la cooperación necesaria. En este delito, es el suicida el que se
convierte en inductor del tercero para que sea éste el que cause la propia muerte.

2. ¿Basta con el consentimiento del suicida o se exige una petición?


Una interpretación sistemática con el art. 143, 4 CP, lleva a exigir una petición expresa,
seria e inequívoca de la víctima. Se trata, pues, de un homicidio a petición –también
denominado cooperación ejecutiva al suicidio- y no de un homicidio consentido.
Respecto del homicidio puede afirmarse que estamos ante un tipo privilegiado, pues
conlleva menos pena que éste.

• Tipo objetivo: La petición exige los requisitos de capacidad y validez antes tratados. No
cabe la comisión por omisión, dado que la voluntad legal es castigar sólo hechos activos.
La conducta típica es la de ejecución de la muerte.

• Tipo subjetivo: Se exige dolo directo.

• Iter criminis: aquí si cabe la tentativa, porque la muerte del suicida es el resultado del
delito, y cabe la participación también porque lo que se tipifica es una conducta de
autoría.

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6.- Eutanasia

El número 4 del art. 143 CP ha recibido una nueva redacción por la LO 3/2021 reguladora de la
Eutanasia, manteniendo la atenuación en uno o dos grados la pena prevista en los apartados 2 y
3 del mismo precepto a quien cause o coopere activamente con actos necesarios y directos a la
muerte de una persona que sufriera un padecimiento grave, crónico e imposibilitante o una
enfermedad grave e incurable, con sufrimientos físicos o psíquicos constantes e insoportables,
por la petición expresa, seria e inequívoca de esta. Sanción que queda excluida cuando
dichas conductas se realizan con los requisitos y procedimientos establecidos en la LO
reguladora de la Eutanasia (art. 143.5 CP).
La reforma ha introducido, pues, una nueva redacción del denominado contexto eutanásico al
que se refiere dicha LO y que si se cumplen las garantías fijadas en la misma deja fuera de la
intervención penal estas conductas (causación o cooperación necesaria activa al suicidio).

El contexto eutanásico parte de un determinado estado de salud del afectado y de la


voluntad de llevar a cabo el suicidio con determinados requisitos. Pero antes de examinar estos
extremos conviene hacer algunas precisiones. Lo primero es que la atenuación solo afecta a las
conductas de cooperación necesaria y las correspondientes al que hemos denominado homicidio
a petición. La inducción en un contexto eutanásico sigue siendo punible por la vía del art. 143.1
CP. La complicidad sigue siendo atípica.
En segundo lugar, no son punibles las conductas de omisión, dado que el tipo se refiere
a “activamente con actos necesarios y directos”, lo que excluye también comportamientos
indirectos como la desconexión de aparatos mecánicos de mantenimiento artificial de la vida o el
uso de lenitivos que acortan la vida. Se distingue varias clases de eutanasia: a) activa, si se
causa la muerte por acciones, y pasiva si la muerte se produce por la omisión de actuaciones o
tratamientos necesarios para mantener la vida; b) Directa cuando produce la muerte del paciente
además de aliviar su dolor; e indirecta si alivia el dolor acortando paulatinamente la vida.
Tampoco son punibles las conductas de mera complicidad, pues los actos han de ser
“necesarios y directos”.
En tercer lugar, el concepto de eutanasia que maneja el art. 143.4 CP es objetivo,
apoyado en unas determinadas condiciones de salud y voluntad del afectado. Desde un punto
vista extrapenal el concepto de eutanasia se identifica con el de “muerte dulce”, esto es, con la
causación de muerte sin dolor del enfermo incurable y con el fin de poner término a sus
padecimientos. En el Código penal no se alude ni a los móviles de piedad o solidaridad del autor
(otras razones para matar: económicas, de venganza, etc.) ni a la forma de dar muerte (sin dolor
o dulce). A pesar de ello, algunos autores deducen la existencia implícita de un ánimo de
procurar una muerte dulce. El Preámbulo de la L0 3/2021 sí que alude a este aspecto subjetivo
en la definición de eutanasia: el acto deliberado de dar fin a la vida de una persona, producido
por voluntad expresa de la propia persona y con el objeto de evitar un sufrimiento.

Presupuestos legales de la situación eutanásica:

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a) petición del enfermo: es algo más que un mero consentir o aceptar la sugerencia ajena.
Es una solicitud que parte del afectado y ha de ser:.
o expresa: manifestada de alguna manera. Con lo que quedan fuera los casos
en que no puede emitirse voluntad alguna, sin que quepa en esta materia
representación alguna (nadie puede dar el consentimiento en su nombre).
Ahora bien, ¿qué pasa con los supuestos de testamento vital o de
instrucciones previas como los denomina la Ley de Autonomía del Paciente
41/2002? Aquí bien podría aceptarse su validez dado que el tipo penal no
exige que la petición tenga que efectuarse en un momento determinado.
o Seria: la decisión debe ser reflexiva y firme, esto es, que no se modifique
con el transcurso del tiempo
o Inequívoca: que no de lugar a dudas o que no sea susceptible de distintas
interpretaciones.
o Capacidad del sujeto: bastará con el entendimiento natural: capacidad de
comprender la naturaleza de la situación y el alcance de su petición. El
problema siempre se presentará en los casos de niños de corta edad o de
enfermos mentales (¿bastará la decisión del juez o del representante
legal?).

b) El contexto eutanásico, que viene dado por un determinado estado de salud:


1. Una enfermedad grave e incurable, con sufrimientos físicos o psíquicos
constantes e insoportables. El art. 3 LO 3/2021 define una enfermedad grave e
incurable como “la que por su naturaleza origina sufrimientos físicos o psíquicos
constantes e insoportables sin posibilidad de alivio que la persona considere
tolerable, con un pronóstico de vida limitado, en un contexto de fragilidad
progresiva.

2. Un padecimiento grave, crónico e imposibilitante. El art. 3 LO 3/2021 indica que


es una situación que implica “limitaciones que inciden directamente sobre la
autonomía física y actividades de la vida diaria, de manera que no permite
valerse por sí mismo, así como sobre la capacidad de expresión y relación, y
que llevan asociado un sufrimiento físico o psíquico constante e intolerable para
quien lo padece, existiendo seguridad o gran probabilidad de que tales
limitaciones vayan a persistir en el tiempo sin posibilidad de curación o mejoría
apreciable”. Adviértase que en este caso no se requiere que el origen del
sufrimiento sea una enfermedad, dando así cabida a situaciones imposibilitantes
consecuencia, por ejemplo, de un accidente y que supongan una dependencia
absoluta, a veces, con apoyo tecnológico.

Así las cosas, los supuestos de eutanasia punibles en el art. 143.4 CP son los de
eutanasia activa directa que, como veremos seguidamente, no cumplan los requisitos legales
establecidos en la LO 3/2021. Resultan atípicas, por tanto, la eutanasia pasiva o la indirecta, en
las que se encuadran desde el rechazo de un tratamiento que no resulta ya efectivo a la

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desconexión de los aparatos que mantienen artificialmente la vida o la administración de


paliativos que la acortan.
Además, respecto de los casos de eutanasia activa directa hay que tener en cuenta lo
dispuesto en el art. 143.5 CP: no resultan punibles cuando se cumplan con los requisitos legales
de la Ley Orgánica reguladora de la Eutanasia, que inciden en la existencia de unas
determinadas condiciones de salud, en la constatación de la voluntad del afectado, y en el
seguimiento de un determinado procedimiento. Entre los relativos a la capacidad está el de ser
mayor de edad, ser capaz y consciente en el momento de la solicitud de la prestación; si bien, se
admite la validez del documento de instrucciones previas, testamento vital o voluntades
anticipadas cuando el sujeto no se encuentre en el pleno uso de sus facultades ni pueda prestar
su consentimiento de forma libre, voluntaria y consciente (art. 5.2 LO 3/2021). La voluntad de
morir del afectado se conecta, por tanto, con un interés individual relacionado con una
determinada calidad de vida, no con intereses colectivos (cargas económicas o sociales, fines
experimentales, etc. La solicitud de la prestación de ayuda a morir debe hacerse por escrito, y
reiterarse con un intervalo mínimo de 15 días, aunque en circunstancias excepcionales este
plazo puede acortarse. La prestación consistirá en la administración directa al paciente de una
sustancia por parte del profesional sanitario o bien en la prescripción o suministro al paciente por
parte del profesional de una sustancia, de manera que ésta se la pueda auto administrar. Se ha
de seguir el procedimiento establecido en la propia ley.
El procedimiento se inicia con la solicitud, que ha de firmarse ante un profesional
sanitario, o con la entrega al médico del testamento vital, e involucra al médico responsable, a un
segundo médico, consultor, que corrobora que se dan los requisitos y a una Comisión de
Garantía y Evaluación que supervisa todo el procedimiento y a la que el paciente puede recurrir
en caso de que se deniegue la prestación. La exención de responsabilidad alcanza a la conducta
del personal sanitario que interviene en el proceso. En el caso de que el paciente haya optado
por la autoadministración de la sustancia prescrita por el médico, la intervención de un tercero
habrá de considerarse como mera complicidad, atípica conforme a los tipos de auxilio al suicidio.

7.- Difusión de contenidos de promoción del suicidio

Se introduce este nuevo tipo penal por la LO 8/2021 en el art. 143 bis CP, sancionando la
distribución o difusión pública a través de Internet, del teléfono o de cualquier otra tecnología de
la información o de la comunicación de contenidos específicamente destinados a promover,
fomentar o incitar al suicidio de personas menores de edad o personas con discapacidad
necesitadas de especial protección.

Se produce así un adelantamiento de la intervención penal, incorporándose un delito de peligro


abstracto para la vida que sanciona conductas que no llegan a constituir una inducción directa al
suicidio, porque no se dan en el ámbito de una relación personal determinada, sino que por el
medio empleado –internet, teléfono, etc.- son susceptibles de tener alcance a un colectivo más o
menos indeterminado, perfilado en el tipo por la menor edad o la discapacidad necesitada de
especial protección, como condiciones de vulnerabilidad frente a este tipo de contenidos.

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En cualquier caso, los contenidos ha de estar “especialmente destinados” a promover, fomentar


o incitar al suicidio a los sujetos pasivos referidos, lo que puede venir determinado por la forma
de presentación (a modo de juego, de retos, etc.). No integran el tipo necesariamente
incitaciones a realizar conductas peligrosas para la vida, sino solo aquellas que se dirijan
específicamente a provocar la decisión de quitarse la vida (MUÑOZ CONDE).

Las dificultades de aplicación de este tipo delictivo se centrarán en la identificación del sujeto que
ha realizado las conductas típicas por los referidos medios tecnológicos, sobre todo, cuando éste
actúa fuera del territorio español. En este sentido, el texto legal prevé la adopción por las
autoridades judiciales de las medidas necesarias para la retirada de los contenidos, la
interrupción de los servicios que ofrezcan predominantemente estos contenidos o el bloqueo
cuando radiquen en el extranjero

La pena que se asigna no es baladí: prisión de 1 a 4 años.

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