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ADVERTENCIA: El siguiente resumen NO sustituye de ninguna manera a la lectura original. Se puede usar este
resumen a modo de REFERENCIA, pero es importante que se revisen las lecturas originales y se lean
COMPLETAS.
Ortiz, Duelo y Escribano (2011).
Prevalencia de trastornos mentales en niños y adolescentes: del 5 al 22%. El 50% de las enfermedades
mentales de la población se inicia en la infancia o adolescencia.
Primer contacto con el paciente: suele hacerlo un profesional de Atención Primaria (AP) por lo que tiene
la responsabilidad de detectar trastornos precozmente y conocer:
1. Nivel de desarrollo psicoafectivo y cognitivo del niño: conocimiento de los aspectos básicos del
desarrollo y, en caso de alteraciones, determinar qué profesional debe intervenir.
2. Presencia de síntomas psicopatológicos: que requieran atención clínica.
3. Circunstancias del entorno familiar: que puedan favorecer o entorpecer el desarrollo.
Consideraciones generales
Comorbilidad: la psicopatología que presenta el niño puede constituir uno o más trastornos de los incluidos en
los manuales de clasificación de trastornos psiquiátricos o pueden encuadrarse en la categoría de “Otros
problemas que pueden ser objeto de atención clínica”. Aunque también puede pasar que no seamos capaces de
“traducir” lo observado en una etiqueta diagnóstica.
Hay que tener en cuenta que los manuales tienen poco en cuenta las variaciones evolutivas en la expresión
sintomática, y con frecuencia resultan sistemas rígidos y reduccionistas. Actualmente no existe consenso sobre
qué trastornos existen en los niños, especialmente para menores de 6 años (Ejemplo: depresiones infantiles). La
formulación diagnóstica debe individualizarse: identificar posibles causas, factores predisponentes y
precipitantes.
El origen de la demanda generalmente parte de adultos: padres, maestros, etc., y no es frecuente que
se formule desde una necesidad o sufrimiento del niño sino suele ser la expresión del deseo del adulto.
Creencias y actitudes: nos interesa conocer la percepción de gravedad y la sensación de control sobre los
síntomas, pues en función de esto, los padres pueden adoptar una actitud minimizadora o maximizadora de la
problemática.
Expectativas: desde el principio, es importante ajustar las expectativas a la realidad informando a los padres
sobre las posibilidades y exponiendo lo esencial de nuestro trabajo. Transmitir que el clínico no es un experto
“todopoderoso”.
Motivación al cambio: hay que adaptar la evaluación a las características de los padres, en función de su
nivel de comprensión, su motivación al cambio, etc. Hay que adoptar una posición de colaboración más que de
superioridad, usar un lenguaje comprensible y evitar realizar comentarios que puedan generarles sentimientos
de culpabilidad.
El objetivo es comprender el significado y la función del síntoma en relación a factores del niño y del
ambiente que podrían estar influyendo.
o Inicio.
o Circunstancias desencadenantes.
o Respuesta a tratamientos previos.
o Cambios percibidos en el desarrollo.
o Frecuencia, intensidad, duración.
o Intervalos de tiempo sin síntomas.
o Circunstancias que los mejoran o los agravan.
o Actitud de los padres, hermanos y otros miembros de su entorno ante los síntomas.
o Interferencia en las actividades del paciente (escuela, ocio, relaciones…).
Las características de los estadios precoces del desarrollo: nivel de estimulación, modelos de respuesta
conductual del entorno, tipo de apego, nivel de estrés.
Parentalidad: la función de “ser padres”, adaptándose a las necesidades y transiciones del niño en
desarrollo. Los padres realizan inevitablemente proyecciones psíquicas sobre los hijos (expectativas,
miedos, deseos y fantasías) despertadas por el niño (su aspecto, temperamento…). Proyecciones tanto
empáticas como conflictivas (investigar la biografía de los padres, vivencias traumáticas).
Dinámica familiar: algunas veces existen dinámicas disfuncionales que pueden ser difíciles de modificar
como actitudes sobreprotectoras, ausencia de límites generacionales, secretos familiares o
parentificación, separación de los padres, migraciones, marginalidad, nivel de estrés.
Entorno socio-escolar.
Las entrevistas con el niño hay que realizarlas, siempre que sea posible, a solas con el niño ya que
proporcionan información fundamental sobre:
Grado de sufrimiento.
Síntomas psicológicos que no son accesibles a la observación: pensamientos suicidas, ideación obsesiva,
alucinaciones.
La respuesta a la separación de los padres en niños pequeños: si es muy intensa la ansiedad, trabajar con
los padres.
Experiencias de maltrato.
Se recomienda:
En la entrevista:
Presentarnos.
Preguntarle qué sabe del motivo de consulta
Qué piensa del objetivo de la evaluación.
Aclarar conceptos erróneos y completar la comprensión del propio examinador en cuanto al motivo de
consulta.
Explicarle qué sabemos de él a través de otros informantes.
Informarle sobre el encuadre: número de entrevistas, contenido y duración.
Darle nuestra opinión de lo que ocurre e informarle que trataremos de colaborar para que se sienta
mejor.
Recordarle la confidencialidad.
Fases de la entrevista
Explorar las áreas significativas de la vida cotidiana del niño, en el pasado y momento actual:
Escolaridad.
Relaciones intra y extrafamiliares.
Intereses.
Actividades de ocio.
Fantasías y tremores.
Características de personalidad: habilidades, tolerancia a la frustración, concepto de sí mismo, mecanismos
de defensa.
Considerar la edad, el sexo y su nivel de desarrollo teniendo en cuenta patrones normativos y culturales. En el
examen mental, se evalúa:
Si el niño es algo más grande, se pueden usar técnicas de observación, tests gráficos y el juego. Si es muy
pequeño, el juego tiene un valor fundamental.
Juego: proporciona información sobre el estado mental, intereses, percepciones, capacidad de regular
afectos e impulsos, habilidades cognitivas (si el juego es simbólico).
Dibujo: para evaluar aspectos cognitivos y emocionales. El contenido puede ser libre o con una demanda
especifica (HTP, Test del dibujo de la familia).
Es importante estar atento a los sentimientos que le genera el niño para poder manejarlos
adecuadamente y porque además proporciona información sobre los propios sentimientos del niño.
Entrevista de devolución
Debe realizarse siempre. Si no se informa a los padres del resultado de la evaluación se puede
incrementar en ellos la fantasía de enfermedad grave, incurable e irreparable. La ausencia de información puede
propiciar desembarazarse de la situación “aquí no pasa nada, no hay de qué preocuparse”. Además, los padres
son los responsables de que se realice un tratamiento.
Los padres pueden resistirse a la entrevista de devolución. Esta actitud es un indicador de la ansiedad que
sienten ante la posibilidad de sentirse “juzgados o evaluados” por el terapeuta.
La devolución que se hace al niño nos permite evaluar la posibilidad de evaluar el interés que le suscita
conocer aspectos de sí mismo. Además, convertirá el síntoma en algo que no llega a ser tan grave como para que
no se pueda hablar.
Es importante subrayar durante la entrevista de devolución, cómo el niño ve y siente el mundo (a los
papás), y que éstos comprendan que lo que “no va bien” con su hijo no es simplemente la manifestación de una
conducta desadaptativa sino que estas conductas están muy relacionadas con las emociones y pensamientos del
niño. Hay que evitar que los padres se sientan culpables, resaltando también los aspectos positivos tanto de la
crianza como de los observados en el niño. NO atribuir completamente los problemas del niño a la genética o el
carácter.
Hay que dar suficiente tiempo y oportunidad a los padres y al niño para que comenten las impresiones y
recomendaciones del clínico; y a la hora de indicar una intervención, hay que dirigirse de forma preferente a las
causas que puedan modificarse fácilmente.